eoa2 año3 les misérables

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ARTE - LITERATURA - CENTRO AMÉRICA

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esde los noventas Rodofo Walsh desarrolla una obra fotográfica que habla más de su acuciosa mirada -cual científico que estudia una extraña metamorfosis- que de su evidente experticia técnica. Su investigación nos revela una mordaz ironía que apunta -en esta serie en particular- hacia los simulacros culturales que componen la frágil identidad latinoamericana. Su obra fotográfica ha sido publicada en “Mapas Abiertos. Fotografía Latinoamericana 1992-2002” de la Editorial Lunwerg en España, 2003; y en revistas especializadas como Art Nexus (Colombia), Lápiz (España), Extra-cámara (Venezuela) y Art Media (Costa Rica). Ha expuesto en galerías y museos in-ternacionalmente y ha sido galardonado en sus dos patrias: El Salvador y Guatemala. Fue invitado a la Bienal de Vídeo Freewaves 2002 en el MOCA de Los Ángeles, la Bie-nal Centroamericana de Artes Visuales 2004 en Panamá, el Foro Latinoamericano de Fotografía 2007 en Sao Paulo, y recientemente a Festfoto en Porto Alegre, Brasil.

Rodolfo WalshSAL, 1965

ARTES VISUALES: Piero Manzoni, Joaquín Rodríguez del Paso, Anselm Kiefer, Ro-dolfo Walsh / LITERATURA: Rodrigo Rey-Rosa, Alberto Masferrer, Claudia S. Torres / ENSAYO: Jason Flores-Williams, Oswaldo Marchionda, Bill O’Driscoll.

El ojo de AdriánARTE - LITERATURA - CENTROAMéRICAAño 3, No.2: Diciembre 2008Edición Bilingue / Bilingual Edition

L e s M i s é r a b l e s

blanco y negro

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nte la picada estrepitosa de las bolsas de valores en todo el mun-do, que más pertinente que ha-blar desde el arte y la literatura sobre el dinero - esa moneda de cambio tan fugaz, como ilusoria.

Para ello (y siguiendo nuestra tra-dición de tomar títulos prestados ya sea de la literatura y/o del cine) titulamos este número con la conocida novela del siglo XIX de Víctor Hugo cuya narración de las vicisitudes de persona-jes de diversa índole durante 20 años, y su búsqueda de reden-ción, habla elocuentemente en defensa de los oprimidos: todos aquellos que formamos parte de esa complicada red económica que se sacude cada vez que al-guien estornuda en Wall Street.

Dinero, billetes, monedas, oro, amarillo, verde, trabajo, salarios, bienes, especulación, avaricia y codicia, riqueza, pobreza; cada quien establece sus parámetros al respecto y se ve obligado a formar parte o combatir sigilosa-mente las nuevas efigies de oro.

En este número, Rodolfo Walsh y Joaquín Rodríguez del Paso nos muestran las contradicciones de esa moneda de doble cara lla-

mada turismo. Mientras, Alberto Masferrer, Piero Manzoni y Jason Flores-Williams nos señalan literal-mente la especulación con mier-da o mierda especulación que juega con los destinos de muchos sin importar las consecuencias. Rodrigo Rey-Rosa, en el fragmen-to de “Caballeriza” que presenta-mos aquí, nos recrea -con tanta claridad que duele mirar- ese pai-saje humano aferrado al dinero con una mano y con la otra… a sus testículos. Al respecto, Mar-garet Atwood comenta en un tono delicado: “like one of those magician’s tricks where somebo-dy is waving a red handkerchief and while everybody’s looking at it somebody else is stealing your wallet”. Y Anselm Kiefer nos re-cuerda en sus obras, cual heridas abiertas, aquellas ciudades de oro y poder convertidas en paja y ceniza.

Y sin embargo, la riqueza puede ser también otra. Puede ser como la mariposa amarilla de entre poe-ma y Claudia Torres: “fleeting and distant”. O, como las pequeñas miniaturas de barro del Museo de Arte Popular presentadas en este número, que nos recuerdan de la belleza de las cosas sencillas y simples que da la vida.

LES MISéRABLES

Editorial Editorial

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Editora:

Mayra Barraza

[email protected]

Redacción y estilo:

René E. Rodas

Mercadeo y publicidad:

Jacob Villalta

elojodeadriá[email protected]

Diseño: Handmadefuture Studio

[email protected]

26 30 47C r é d i t o s

Portada de:Joaquín Rodríguez del PasoMira vos compre la catarata

C o n t e n i d o

Todos los textos han sido autorizados para su publicación por sus autores, y pueden ser citados siempre y cuando se haga referencia a la fuente. Creación literaria y obras de artes visuales sólo podrán ser reproducidos con la au-torización expresa de sus autores. Artículos sin firma son de exclusiva responsabilidad de El ojo de Adrián.

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Consejo editorial Enrique Walden-Lagos Miguel Huezo Mixco René E. RodasRodrigo Rey Rosa Mayra Barraza Jason Flores-Williams Raúl Figueroa SartiGabriel Otero Jorge Albán Carlos Cañas-Dinarte Paola Lorenzana Rodrigo Peñalba Gabriel Vallecillos

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Esperanto Esperanto

SAL, 1868-1932

E N S A Y O

lberto Masferrer (1968-1932) reunió en per-sonalidad y trayectoria las actividades de maestro, periodista, ensayista, poeta y activista social. Se trata de uno de los pen-sadores salvadoreños más influyentes del siglo XX. Rompió con la tradicional actitud de los intelectuales de su tiempo que ex-cluían a los trabajadores rurales y urbanos de los derechos de la ciudadanía. Su ensa-yo “El dinero maldito” es una denuncia de los efectos de la producción y comerciali-zación de bebidas alcohólicas, que en esa época constituían una parte importante de los ingresos del estado salvadoreño.

Alberto MasferrerDe " El dinero maldito"

Los domingos, des-de muy mañana y todo el día, la vida enlaza esos tres an-tros en que el vicio, el crimen y el dolor se funden en una tri-nidad fatídica.

Esta calle en que vivo yo, debiera llamarse Calle de la Amargura. Y mejor aún, Calle de la Muerte. A seis cuadras, Oeste, me queda el Hospital, adonde va, a todas ho-ras, una caravana de dolientes, pobres o miserables los más, a ver si les dan algún alivio. A cinco cuadras, en dirección contraria, me quedan tres estancos, don-de se bebe día y noche; donde la pianola, el fonógrafo, los gritos de los ebrios y el chocar de los vasos y botellas ensordecen los oídos de los transeúntes, y tam-bién sus conciencias, para que no piensen en los dramas que ahí incuban.

Frente a mí, a una cuadra, está la Penitenciaría, donde viven los criminales desvalidos; los que no

tienen la llave dorada que abre las puertas de la Justicia.

Los domingos, desde muy maña-na y todo el día, la vida enlaza esos tres antros en que el vicio, el crimen y el dolor se funden en una trinidad fatídica. Desde las siete de la mañana comienzan a pasar, viniendo del Volcán, la-briegos jóvenes y viejos. Vienen a divertirse. Han trabajado toda la semana, curvados sobre el suelo, sembrando, podando, arando o escardando, para que el maíz, el arroz, el frijol y el plátano colmen nuestra mesa; para que las flo-res más bellas adornen nuestros búcaros; para que la leche y los huevos nos conforten y nutran; para que la vida, en toda forma, descienda de allá arriba, y ven-

ga, en ondas de salud y alegría, a reavivar las fuerzas decaídas de los que penamos y pecamos en la ciudad.

Han trabajado toda la semana esos labriegos, ellos y sus mujeres y sus hijos. Mientras ellos escar-dan o desmontan, la mujer y las hijas mayores lavan, remiendan y aplanchan, muelen y cocinan; vienen diariamente al mercado a vender flores y legumbres; y a lle-var provisiones y medicinas; cosen la enagua y la camisa; cuidan de las gallinas y los cerdos; atienden al enfermo; van al río lejano, a traer el cántaro de agua para los menesteres urgentes. Ya noche, cansadas, fatigadas, caen pesa-damente sobre el camastro o el tapesco, y duermen como tron-cos –si no hay niño pequeño que les desvele–, hasta que Venus, el apacible Nixtamalero, comienza a desvanecerse ante los blanco-res del alba.

Así es la vida en el Volcán, así se trabaja toda la semana. ¿Qué cosa más justa que bajar el do-mingo para descansar, para di-vertirse? Por eso, desde muy de mañana bajan los labriegos, lim-pios, endomingados, decidores, ligeros; dan una vuelta por la ciu-dad mientras se abre el estanco, y apenas éste despliega sus fau-ces, entran y beben. Un vaso tras otro, de pie, o apenas sentados en bancos miserables, beben el aguardiente, se embriagan, se embrutecen, pierden el sentido, se vuelven hoscos, agresivos, pendencieros, sacan las cuchillas y hieren. Hieren al compañero, al camarada, al amigo, a quien se les enfrente, a cualquiera. El aguardiente, el guaro de caña –el más hostil de los licores, en que un verdadero demonio se

esconde, sediento de lucha y de sangre–, ofusca con sus vapores su rudo entendimiento y les impe-le a la riña y al crimen.

En breves horas, todo el trabajo de la semana es disipado. Si la mujer, con mimos o a escondidas, logró sustraer algunos reales; ya habrá si-quiera para comenzar la semana. Si no, ella y las pobres muchachas corretearán el lunes, angustiadas, para encontrar el qué-comer, la medicina para el herido y los hono-rarios para el abogado, inflexible en la exigencia de los anticipos que han de cubrir los primeros gastos.

En breves horas, todo el bregar, todo el afán, todo el sudor de la se-mana, pasan, convertidos en dine-ro maldito, a la gaveta de la can-tina. Con el mismo tesón e ímpetu con que trabajan la semana, así tragan veneno, un vaso tras otro, hasta que las piernas flaquean, la voz enronquece, las palabras se confunden y huyen, la mente se nubla, el corazón se encrespa, y la fiera surge de las profundidades del hombre, presta a desgarrar y a devorar.

Beben, beben más, siempre más. Primero son copas sencillas, espa-ciadas con risas y charlas; después son copas dobles; alternadas con abrazos y cantos, o promesas y lá-grimas; después es la sed, la sed de licor, que no se apaga sino que se enciende cuanto más se bebe. Y entonces todo huye, todo se des-vanece: la memoria, la atención, el juicio, el sentimiento del yo, el discernimiento del bien y del mal: es la locura, última forma de la em-briaguez, que franquea el paso del hombre a la bestia, de la bestia a la fiera.

Y entonces, viene la sangre.

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A R T E S V I S U A L E S

ITA, 1933-1963Piero ManzoniMierda de artista NO 047” de Piero Manzoni, una lata de metal de 5 cm de alto y diámetro de 6,5 cm. y par-te de su serie de 90 latas de conserva de 90 gramos cada una con excrementos de artistas conservados al natural, supuso una de las críticas más radicales a la valoración de las obras de arte en función del aprecio mercantil de la firma del artista. De acuerdo a Manzoni “ No hay nada que decir: solo ser, solo vivir” y soste-nía que el arte incluía todo en el mundo, fuera animal, vegetal o mineral. Manzoni fue un exponente precoz del arte conceptual y del movimiento italiano de arte povera.

El término Arte Povera (voz italiana para “arte pobre”) fue una tendencia de finales de los sesenta (posterior a Manzoni), cuyos creadores utilizaron materiales con-siderados ‘pobres’, de muy fácil obtención: como ma-dera, hojas o rocas, placas de plomo o cristal, vege-tales, telas, carbón o barro, o, también, de desecho y, por lo tanto, carentes de valor. En un esfuerzo por huir de la comercialización del objeto artístico, ocuparon el espacio y exigieron la intromisión del público provo-cando una reflexión entre el objeto y su forma, a través de la manipulación del material y la observación de sus cualidades específicas.

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Bi l l O’Driscol lUSAill O'Driscoll is Arts & Entertainment Editor for the weekly Pittsburgh City Paper. Other publication credits in recent years include The Nation magazine. His reporting on the arts and other subjects has won nu-merous regional awards. Find more of his work, including his 'Program Notes' blog on the Pittsburgh arts scene, at www.pghcitypaper.com. In the following article, which has been condensed for editorial rea-sons, O’Driscoll recounts exhaustively Horacio Castellanos Moya’s lite-rary work highlighting not only its aesthetic feats, but also its roots in the heart of darkness of Central American recent history.

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The genocide that accompanied Guatemala’s ci-vil war has been called “the silent holocaust.” From about 1960 until 1996, when peace accords were signed, an estimated 200,000 civilians died. Most were indigenous people of Mayan descent, and most perished, often horrifically, at the hands of the Guatemalan military. But the atrocities committed in this country are much less acknowledged than those that occurred in Nicaragua and El Salvador, then su-ffering through their own civil wars.If awareness of Guatemalan genocide is scant, it’s not for lack of information. In the 1980s, at the height of the army’s reign of terror, human-rights groups is-sued reports like Guatemala: A Government Program of Political Murder. Within three years of the war’s end, two major reports, one of them by a United Nations truth commission, documented the extent of the ho-rror. They identified the killings as genocide --the de-liberate, systematic destruction of a racial or cultural group-- and laid the vast majority of the blame on the U.S.-backed Guatemalan military.In 2002, the acclaimed Salvadoran novelist and jour-nalist Horacio Castellanos Moya was in self-imposed exile in Mexico City. He had fled El Salvador in 1997, after his controversial novel El asco (Revulsion) drew death threats. Broke and looking for work, he began writing what became a new novel, one partly inspi-red by one of those human-rights reports, the Catho-lic Archdiocese of Guatemala’s Guatemala: ¡Nunca más! (Never Again!). Moya’s novel was structured as a monologue by an alcoholic, anxiety-ridden editor assigned to proofread a similar report. The novel was published, as Insensatez, in 2004.Now, about two years after he moved to Pittsburgh through a program for persecuted writers, the novel has become Moya’s first to be translated into English. Senselessness makes striking, darkly comic use of both

its narrator’s fevered voice and rapidly disintegrating psyche, and of material from the lightly fictionalized human-rights report itself.Moya belongs to the new wave of his region’s lite-rature, and Senselessness has been reviewed in pe-riodicals from Publisher’s Weekly to The Village Voice, which called it “an innovative and invigoratingly twis-ted piece of art.”Senselessness begins with a confession: “I am not complete in the mind.” The line is a quotation. It’s ci-ted by the book’s narrator --his shocked repetition of words spoken by another man, a survivor of genoci-de whose story he reads on the first day of his three-month proofreading assignment.

The sentence, he says,

Yet, after first deciding that “it was the entire popula-tion of this country that was not complete in the mind,” the editor realizes the diagnosis applies to him as well.

dumbfounded me during my first incursion into those one thousand one hundred almost single-spaced printed pages ... I am not complete in the mind, I repeated to myself, stunned by the extent of mental perturbation experienced by the Cakchi-quel man who had witnessed his family’s murder, by the fact that this indigenous man was aware of the breakdown of his own psychic apparatus as a result of having watched, albeit wounded and powerless, as soldiers of his country’s army scorn-fully and in cold blood chopped each of his four small children to pieces with machetes, then tur-ned on his wife, the poor woman already in shock because she too had been forced to watch as the soldiers turned her small children into palpita-ting pieces of human flesh.

Pienso, luego existo

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After all, he is reading of these horrors in the palace of the archbishop in a Central American country which is never named (though it’s clearly Guatemala). The 142-page novel’s tone and style --comically pro-fane self-absorption and accusatory bile expressed in rambling sentences of 200 words or more-- reflects its essential dynamic: the narrator’s struggle, by any means, to distance himself from a manuscript he in-sists he is editing only for the money. Moya’s narrator, who is never named, attempts to achieve this separation physically, with frequent breaks for beer in neighborhood cantinas. In his in-termittent rages, he fumes over slights like not getting paid on time, even building revenge fantasies from the descriptions of brutality he’s proofreading. He plunges into attempted seductions of young women, with raunchily funny results. But most intriguingly, he attempts to escape the report by sinking into his fas-cination with the very sentences spoken by the survi-vors of atrocity.Struck by their odd syntax and vivid imagery --most of the testimony was either given in Spanish as a second language or translated from one of many Indian dia-lects-- he begins copying such sentences into a small notebook. He comes to regard the statements (“Be-cause for me the sorrow is to not bury him myself,” for example) as a kind of poetry. And he foists these aesthetic objects on others. “You’re a poet, just listen to this beauty,” he tells a friend: “Their clothes stayed sad ... The houses they were sad because no people were inside them ...”At one point, the editor summons the words of an el-derly man whose entire family had been murdered --”If I die, I know not who will bury me”-- to express

his own anxiety over learning that a woman he’s just bedded has a potentially violent boyfriend. The pa-ranoia heightens his suspicions that retribution awaits anyone involved with the report: Certain he’s a tar-get, he eventually flees the city, and then Central America entirely.The narrator might be paranoid, but someone rea-lly might be out to get him. That possibly jealous bo-yfriend is after all a military man, in a country where political murder persists. Part of Moya’s balancing act in Senselessness is to keep readers wondering which threats are imaginary and which are plausible. In an echo of real-life events, the novel ends with an e-mail from a friend in Guatemala: The bishop who delive-red the report has been murdered. “They smashed his head in with a brick,” the friend writes. “Everybody’s fucked. Be glad you left.”Moya began to write Senselessness in Mexico City. In Guatemala, he’d read parts of Nunca más. As a ve-teran political journalist, he’d known of that country’s dirty war, but he’d still been shocked by the savagery the report described, and by its concentration among the indigenous population. Rummaging through his belongings one day, “I discovered a notebook where I had these kind of phrases,” he says --the testimony of indigenous victims. Like his fictional editor, Moya was mesmerized by how these survivors spoke.Senselessness “was written on a kind of impulse” --of-ten in snatches in the notebook he carried around. He finished it the following year, in Guatemala, where he’d gotten a newspaper editing job. There, it was easy enough to re-enter his narrator’s mindset: “Gua-temala is a very violent society, so it is very easy to get paranoid,” Moya says. Contemporary Guatemalan politics were forged in a CIA-led 1954 coup against Col. Jacobo Arbenz, who-se land reforms threatened powerful agricultural in-terests. Repressive military regimes ruled for nearly the next half-century, with Guatemalan officers receiving training from the U.S. military. The army’s torture and killings were part of a strategy to terrorize even poten-tial guerrilla supporters.The country is still rife with both political violence and street crime, and according to a May 2008 report by Human Rights Watch, “impunity remains the rule when it comes to human rights violations.”The U.N. truth commission’s 1999 report, titled Memory of Silence, blamed the military for 90 percent of the killings.Both Memory of Silence and the Archdiocese’s Nun-ca más were meant to expose the truth so national healing could begin. Bishop Juan Gerardi, who she-pherded Nunca más to completion, was murdered two days after its release.The first-person testimony in Nunca más is wrenching. What we have seen has been terrible: burned corp-

But most intriguingly, he attempts to esca-pe the report by sin-king into his fascination with the very senten-ces spoken by the sur-vivors of atrocity.

ADRIANA MARTINEz

ADRIANA MARTINEz ADRIANA MARTINEz

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ses, women impaled and buried as if they were ani-mals ready for the spit, all doubled up, and children massacred and carved up with machetes. The wo-men too, murdered like Christ.Senselessness is literature, not history. But its approach to genocide --a sort of black comedy orchestrated at arm’s length from its source material, and even fur-ther from the killing itself-- might seem odd. This is, after all, an era of harrowing nonfiction accounts of mass atrocity.In its own way, though, Senselessness asks readers simply to see. Its narrator, says Moya, “doesn’t want to be there. ... He doesn’t want to recognize that he is being affected not only by what he’s reading, but by the whole situation in that suppressed society.”In Central America, says Moya, “If you are urban middle class or you are in the capital city, you don’t want to know all the killing that is happening outside... That’s why these societies recycle violence: because societies are not dealing with what happened.”Some reviewers have found Senselessness to fall short. “It isn’t clear whether [the editor’s] aestheticizing of traumatic utterance is intended to inspire our wonder for the indigenous or our contempt for the narrator,” wrote Harper’s Magazine’s John Leonard, in his re-view.In an otherwise admiring review on the Web site readysteadybooks.com, Stephen Mitchelmore won-ders whether Moya’s brief treatment of the killings, like the fleeting excerpts of the survivors’ testimony, lets readers off the hook. What if, Mitchelmore asks, rather than fleeing, the narrator had become “a witness for the witnesses”?Others say Senselessness hits the mark. “This carefully arranged mix of many bits of testimony and a dearth of complete scenes [of brutality] gives the reader the impression of advancing into the dark, surrounded by a cemetery of voices portending terrors that will be fully realized toward the end of the book,” wrote critic Mauro Javier Cardenas in the San Francisco Chronicle.Perhaps Senselessness is best understood as writing that shares the experience of living in a world where mass killing is a fact of life. In his Village Voice review, Jed Lipinski wrote: “The process by which the victims’ testimony gradually engulfs the narrator’s conscious-ness is Senselessness’ most impressive achievement... yet the tragedy of mass death is overcome by Moya’s perverse sense of humor, as morbid and resilient as a laughing skull.”The late Chilean novelist Roberto Bolaño, author of The Savage Detectives, once wrote that Moya had proved himself “the only writer of my generation that knows how to narrate the horror, the secret Vietnam that Latin America was for a long time.”Moya was born in Honduras, in 1957. A few years later

his family moved to El Salvador, where he grew up the oldest of three brothers. By the 1970s, political turmoil was brewing in the country, which had been ruled by military dictatorships for decades. In 1975, for ins-tance, when Moya was 17, at least a dozen students were massacred at a public protest. In 1979, just mon-ths before a military coup heralded civil war between the Salvadoran government and leftist rebels, Moya left to attend university in Toronto. Aside from one brief visit in 1980 --when “the killing was terrible,” he says-- he didn’t return until 1991, living mostly in Mexico.Moya’s first novel, La diáspora, published in 1989, told a story of young Salvadorans growing disillusioned with leftist politics. It was written while he worked in journalism; in Mexico, for instance, he covered regio-nal military and political issues for Proceso, a national newsweekly.Along with such writers as fellow Salvadoran Claudia Hernandez, Guatemalan writer Rodrigo Rey Rosa, and even Savage Detectives author Bolaño, Moya heralded a new wave of Latin American novelists. That newfound sensibility only grew stronger after Moya returned to El Salvador in 1991, a few months before peace accords were signed. Moya had hoped post-war El Salvador would have room for public discourse transcending the old divi-sions between revolutionary left and nationalist right. But endeavors like Primera plana, the monthly politics and culture magazine he co-founded, made friends on neither the Salvadoran right nor the country’s left with their willingness to criticize both.In 1997, Moya published his third novel, El asco (Re-vulsion). Subtitled “Thomas Bernhard in El Salvador,” it was an extended homage/parody inspired by the

yet the tragedy of mass death is overco-me by Moya’s perver-se sense of humor, as morbid and resilient as a laughing skull.”

ANTONIO hENRIqUEz

ANTONIO hENRIqUEz

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RONI MOCáN

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late Bernhard, an Austrian novelist known for his sple-netic characters whose ranting, paragraphless mo-nologues disdain Austrian culture. El asco’s self-exiled main character has briefly returned against his better judgment. He spends the book venting to a charac-ter named “Moya” about his forsaken homeland, from its public art (“only a troglodyte mind could have conceived such monstrosities”) to its politics and even its national beer (“pigswill”). An excerpt published in translation in the 2007 Anchor Books anthology Words Without Borders culminates with “Bernhard” vomiting in the fetid bathroom of a whorehouse his brother has dragged him to --although his biggest anxiety is that he’s lost his passport, his only ticket back out of the country. Anonymous death threats referencing El asco fo-llowed; strident Salvadoran nationalists revile the book to this day. But even as Moya fled his literary re-putation grew.“I would consider [Moya] one of the most impor-tant writers in the region today,” says Misha Kokoto-vic, an associate professor at University of California at San Diego. With the publication of Senselessness, Moya became one of a handful of Salvadoran wri-ters translated into English. (He’s also been translated into French, German, Italian and Portuguese.) He is among the few Salvadorans to be carried by a major publishing house in Spain: Tusquets, which has publis-hed his four latest novels.As in Moya’s earlier novels La diabla in el espejo (The She-Devil in the Mirror) and El arma en el hombre (The Weapon in the Man), the narratives are often first-person, suggesting the testimonio. Perhaps they even

parody it: Those two novels, after all, are from the perspectives of a politically conservative upper-class woman and a demobilized death-squad soldier na-med “Robocop.” But the works aren’t apolitical; they simply denounce both official lies and free-market depredations in a sophisticated literary form, revea-ling an extreme disillusionment with both the violent realities of life in contemporary Central America and the unfulfilled promise of reform.Senselessness, says Kokotovic, “ends up finding a new way of criticizing the society about which it is written.” It’s a condemnation perhaps more appropriate to a cynical postwar atmosphere than earnest testimonios and human-rights reports. Yet at the same time, says Kokotovic, “The novel works to undermine its own cy-nicism, or that of the narrator.”“This book is like a wink, saying, ‘Come on ... You can

“I would consider [Moya] one of the most important writers in the region today,”

Photo of a young and promising horacio Castellanos Moya.

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WALTERIO IRAhETA

MAURICIO ESqUIVEL

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deal with this without being so serious,’” says Moya. He adds that his narrator’s reaction is “[p]erhaps closer to the way in which common people deal with [atrocity] in those societies. Because you are not complaining every day. You have to live.”Senselessness might be even braver than many readers realize. Kokotovic notes that a key to the novel’s blen-ding of fiction and fact is the way the narrator, who’s fled to Europe, repeats the last of the quotes he cites from the human-rights report: “We all know who the assassins are.” In the novel’s final pages, he’s no longer savoring the aesthetics, but rather relaying the sentence’s actual meaning. Moreover, he’s doing it in a bar in Switzerland where he imagines another customer is a brutal general from earlier in the book named “Octavio Pérez Mena.” The name suggests Otto Pérez Molina, a real-life Guate-malan general who was active during the war and last year unsuccessfully ran for president. Moya is living here thanks to City of Asylum Pittsburgh, a branch of an international writers’-refuge program that provides housing, a living stipend and health benefits. It’s his first extended stay in the United States. Through City of Asylum, he’s done a series of readings at regional universities. Moreover, this summer, venerable New York-based independent New Directions Publishing arranged several readings for Senselessness, in Manhattan and Princeton, and at San Francisco’s legendary City Lights bookstore. Other support has come, indirectly, from the National Endowment for the Arts, whose $20,000 fe-llowship for translator Katherine Silver was instrumental in getting Senselessness published in English.Meanwhile, this past spring Moya taught a class in con-temporary Latin American fiction at the University of Pittsburgh, and will do so again this fall. Best of all, City of

Asylum --like a sister program that hosted him in Frankfurt before he came here-- lets Moya forgo a day job. That means he’s busy writing. His ninth novel, Tirana memoria (Tyrant Memory) came out this fall, the third in a trilogy about modern El Salvador as lived by three generations of a single family.But the asylum program lasts two years. And Moya’s two years are up, even if Henry Reese, the businessman who sponsors the program with partners including the Mattress Factory museum, won’t just boot him from his North Side house.One place he’s not headed is El Salvador. The murder rate is among the world’s highest, which Moya views as symptomatic of official corruption. “The police are the killers. They are the kidnappers,” he says. “The criminals are in charge of law.”And for Moya, there is still the matter of how his former countrymen see him. On June 9 --the week he debuted Senselessness, at the reading in New York-- an editorial in the right-wing Salvadoran daily newspaper El Diario de Hoy decried that Moya’s controversial El asco is still taught at Salvadoran schools and universities.To be sure, Moya has many supporters in El Salvador. Last year, Miguel Huezo Mixco, a columnist for daily La Pren-sa Gráfica, marked El asco’s 10th anniversary by writing that “the novel gave shape to the frustration of post-war El Salvador.” Earlier that year, El Diario itself touted Moya’s new novel, Desmoronamiento (Decay), with a feature article that said “it seizes the reader from the first with its devilish pace of dialogue.”But Moya says that in 2004, when he left Guatemala for a writers-in-exile program in Germany, there was a “campaign” in El Salvador to question Moya’s claim that he had received death threats over El asco. The phone calls that terrorized Moya can’t be docu-mented, and a La Prensa article questioned whether Moya truly qualified for refuge. A sidebar quoted no less than President Elías Antonio Saca, who said, “Here no one is persecuted for his ideas.”Often, Moya says, he feels he has become a non-person in his former homeland. The sentiment recalls the relative invisibility of the Guatemalan genocide whose echoes he conjures in Senselessness. It also suggests Moya’s decision to not explicitly name the novel’s setting. As he has learned in his years of exi-le, universality in fiction can be preferable to focusing on a part of the world that is easily overlooked. “I’ve been out of the region long enough to know that we almost don’t exist.” Translation assistance by M.A. Vignovich. A version of this article first

appeared in Pittsburgh City Paper.

But the works aren’t apolitical; they sim-ply denounce both official lies and free-market depredations in a sophisticated li-terary form,

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Si observamos las manifestaciones culturales como “esferas en movi-miento”, éstas giran constantemen-te asociadas, articuladas e impac-tadas por otras actividades de tipo económico y político.

Como dice Bonet (2005), “el cono-cimiento de las pautas económicas (…), ha de servirnos para entender mejor las pautas de una realidad, la cultural…”, que no sólo reúne en su seno la dimensión económica, sino la política que se moviliza constan-temente en articulación, asocia-ción y determinación con las repre-sentaciones simbólicas, espirituales y de significación que expresan lo cultural.

Partiendo de esta idea, toda ges-tión de lo cultural debe asumir la importancia de cada una de esas “esferas”; lo que produce su movi-miento articulado, determinado y asociado (no exento de conflictos), en la implementación de políticas que permitan la elaboración de proyectos y su inserción en las nue-vas dinámicas interculturales.En América Latina, la cuestión eco-nómica vista desde lo cultural expe-rimenta un “… tránsito hacia la post-modernidad sin haber conseguido superar y beneficiarnos de la mo-dernidad” (2005), debido a la pre-caria y desalentadora situación en la región, resultado de la ausencia

de recursos y a la desastrosa impo-sición de modelos uniformes supra-nacionales (El ALCA por ejemplo).

Estos modelos parten de la interpre-tación de que nuestras realidades son el segmento atrasado de la Cultura Occidental, los cuales han servido “(…) para tratar de inducir en nuestros pueblos una actitud de resignación ante la pobreza y un sentimiento de incapacidad para resolver el atraso histórico que nos produjo el sistema colonial y que ahora afianza el neocolonial. Esta interpretación histórica intenta funcionar, en realidad, como una ideología disuasiva de cualquier proyecto (…) que intente la plena soberanía política y económica de los pueblos y movilizarlos para resol-ver efectivamente las causas de la pobreza y sus consecuencias: el atraso, la ignorancia y la subordina-ción…” (Sanoja, 2006).

Pero, ¿cómo ubicamos las artes escénicas y la danza -para ser más específicos- en este contex-to? Considerando la tendencia a la desaparición o marginación en los mercados culturales de aque-llas manifestaciones autónomas, individuales, movimientos y orga-nizaciones independientes que no sucumben a la masificación de la cultura, ¿cuál es la perspectiva de la creación escénica?

En el caso venezolano, el problema no es siquiera ausencia de recursos, sino de distribución. Anteriormente el Estado venezolano financiaba aproximadamente el 90 % de la creación y difusión artística de las artes en el país. Actualmente exis-te un reacomodo de éstas políti-cas culturales que apunta hacia la democratización para el acceso a dichos fondos, privilegiando pro-yectos de carácter comunitarios. El resultado ha sido la continuación de la participación del Estado en la financiación, concentrada en proyectos dirigidos desde esa insti-tucionalidad, lo que ha generado una disminución de las agrupacio-nes, atentando contra la diversidad de los procesos creativos. Ese sector representa el 90% de organizacio-nes sin fines de lucro en proceso de desprofesionalización y “desconso-lidación” por falta de opciones de financiación. El sector privado histó-ricamente participa poco en el de-sarrollo de este sector cultural.

Si observamos que existe una ten-dencia a la diversificación de los mercados a fin de ser más compe-titivos ante las nuevas economías surgidas de la era multimedia y la Internet, la globalización como fe-nómeno podría -a partir de formas de integración horizontal- ofrecer ámbitos de desarrollo de la di-

ailarín, coreógrafo e investigador venezolano, Oswaldo Marchionda plantea aquí las dificultades que enfren-ta el ámbito cultural en un mundo globalizado. Este es un análisis de las precarias condiciones de subsistencia que en nuestro sistema económico enfrenta la cultura, así como quienes desarrollan su actividad laboral dentro de ella: artistas, agrupaciones, gestores culturares. Es también una crítica a un mundo donde prima el interés por los beneficios económicos que genera cada actividad humana; la avaricia del mercado, que no logra percibir el arte como una esfera de creación que debería estar regida por leyes de un orden superior, o al menos diferente. RER

Oswaldo MarchiondaVEN

EDUARDO ChANg

ELEONORA SALAVERRíA

pienso luego existo

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MAURICIO ESqUIVEL

MAURICIO ESqUIVEL

Pienso, luego existo

mensión económica para las artes escénicas. La integración de los creadores a partir de formas de or-ganización en redes es un espacio de cooperación por conquistar. La globalización tecnológica interco-necta a casi todo el planeta, pero crea nuevas diferencias y desigual-dades. La participación en redes implica el acceso a las nuevas tec-nologías. Pero, ¿cómo conectar al sector de las artes escénicas en las redes globalizadas, reconociendo las diferencias que poseen y las des-igualdades que las caracterizan?

Los espacios de distribución - expo-sición de los creadores de danza en Latinoamérica son las tempora-das, los festivales, los concursos, las residencias, entre otros. Para que las creaciones locales accedan a los circuitos de circulación global, al menos deberían ser experien-cias diferenciables (“exportables”) con algún tipo de reconocimiento en su ámbito original; sobresaliente por su novedad e ingenio, acep-table dentro de las tendencias im-perantes o que rompan de forma radical con éstas; manejar alianzas y conexiones; y que el proyecto sea capaz de trasmitir el espíritu original de la propuesta en otras circunstan-cias.

Estas formas de integración deben garantizar acuerdos instituciona-les (o entre pares de creadores) y beneficios compartidos, donde los intereses de los asociados sean re-conocidos a través de formas de articulación que puedan desarro-llarse y que sean lo suficientemen-te flexibles para transformarse en la medida que se desarrollan y trans-forman sus actores; romper con la visión fragmentada de competen-cia oportunista que plantean las po-líticas que reivindican el liberalismo económico como única vía al de-sarrollo.

Según García Canclini, la des-igualdad se manifiesta en el orden

económico y la diferencia princi-palmente a través de las prácticas culturales. El cambio de paradigma en lo político implica comprender que la conexión a través de redes tecnológicas de comunicación precisa el establecimiento de un tipo de relaciones que permitan el reconocimiento de los actores; dón-de se complementan, dónde se desencuentran y cuál es la posición que les toca jugar.Una organización que intenta el ejercicio de la democracia y que genera movilidad con el fin de brindar aportes que incidan en la corrección de las desigualdades y cooperar hacia el desarrollo de las artes escénicas, es la Red Sudame-ricana de Danza (RSD). http://movi-mientolaredsd.ning.com/

La RSD es una iniciativa de intercam-bio entre profesionales y gestores de la danza y la cultura pertenecientes a los países de América del Sur, con proyección a América Central y el Caribe. El mantenimiento de una página web (www.movimiento.org) que sirve como plataforma perma-nente de contacto, espacio de difu-sión y producción de conocimiento; la realización de encuentros regio-nales donde se estudien nuevas formas y nuevas funciones del arte, y la participación en programas y actividades para el desarrollo de la danza en asociación con otras insti-tuciones u organizaciones culturales, son sus acciones principales.

Sus objetivos son apoyar el desarro-llo de la cultura y la danza creando una plataforma de colaboración regional; proyectarlas en un marco internacional; visualizar los emprendimientos de la región y articular redes de contac-to; fortalecer los grupos de trabajo locales respetando sus particulari-dades, proyectando y asociando sus intereses; incentivar el creci-miento de las áreas de acción de la danza estimulando el diálogo con

otras artes y otros campos de co-nocimiento; aportar a la calidad de las propuestas de danza brindan-do actividades de capacitación y profesionalización accesibles a los interesados; incentivar la máxima di-fusión y participación en torno a las actividades existentes promoviendo dentro de la red nuevos intereses y una integración crítica y diversa.

Este tipo de propuestas exige al ges-tor cultural ser flexible y adaptable, propiciar el acceso de las mayo-rías de los artistas excluidos, locales y regionales al resto del mundo; es decir: “piensa localmente, actúa globalmente”. La visibilidad regional e internacional es un factor prepon-derante en el reconocimiento en el ámbito local y viceversa.

Al pensarnos y asumirnos a la vez como diferentes participantes, nos reconocemos en la condición real que nos permite resolver con sabi-duría y sin subordinación las proble-máticas que impiden nuestro de-sarrollo, reivindicando la diferencia como un factor positivo, aprecian-do lo que ponemos en juego para que la cooperación se plantee en términos de iguales en tanto que los intereses entre los actores son transparentes.

Los desafíos de la cooperación y la gestión cultural y las políti-cas de asociación e integración radican en ser cada vez más democráticas. Los aspectos eco-nómicos vinculados a la cultura y a las artes son un ámbito para la compresión desde esa condición diferencial y una tarea por reali-zar. Develar el orden excluyente pasa por que los excluidos reco-nozcan quiénes son y quiénes le son afines, y ganar visibilidad en la participación de plataformas que permitan enfrentar la dimen-sión económica de la cultura como un factor imprescindible en los procesos de creación y trans-formación social.

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RONI MOCáN

must admit, watching the Dow tank 500 po-ints on Monday felt something like fun. All tho-se dazed and confused investment bankers walking out of the Lehman Brothers offices with plants in their hands, scared about their future, not knowing how they’re going to make rent on their $2,700 studio apartments--it was pretty freakin’ sweet. Better than wat-ching the Yankees lose, Tom Brady blow out a knee or some rich trust-funder fall down and crack his head open on Houston Street. Investment bankers are some people’s ideal New Yorkers. They work twelve to fourteen hours a day. Their lives are completely cente-red around work. They rarely engage in politi-cal dissent, don’t raise hell and question very little, unless it affects their money. They earn on average $280,000 a year, so they can buy the townhouses and pay the punishing rents that force virtually everyone else out. They support expensive restaurants, bars, clothing stores, pet grooming and poop pick-up servi-ces that have turned once-unique New York neighborhoods into a soulless, upscale puke-fest. These are the people who are happy to live in the Matrix and go along with the plan. Sure I’m generalizing on some level, but who cares? Screw ‘em! The world is falling apart, people are starving, our economic system is contributing to the destruction of the earth, there is injustice on every streetcorner--and these people decided to dedicate their en-tire existence to making as much money as they possibly could. There is no reason to become an i-banker except to get rich. To land a job at a Wall

Street investment firm means nine times out of ten that you’ve gone to an Ivy Lea-gue school. These are people with options--born on third base, yet believing that they don’t owe anything to anybody--and from what I can see, don’t much care about the consequences of their relentless pur-suit of wealth. If steering investments to war profiteers like the Carlyle Group, Ha-lliburton or some oil company that’s killing people and destroying the ozone layer is where the money is at--no problem. Let’s hit the Hamptons on Saturday, it was a good week. This is an unfair world. Most of the time, it fe-els as if there is no God. No old dude with a beard making sure that if two bad things happen to you, then two good things will happen down the line. The amount of su-ffering in the world is not evenly distributed. Poor people get crushed. Rich people get breaks. Most of us are not destined to be the ones seated inside the fancy restaurant; we’re the ones outside on the sidewalk, loo-king at what’s on their plates. So as disastrous as the market crash may be for all of us in the long run, take a minute and enjoy one part of it. Revel in their mi-sery. Toast their unemployment and cele-brate their pain! Or at the very least, don’t be brainwashed into thinking you have to care about the newfound poverty of the super-rich. This is one of the rare opportuni-ties to see a little karma in action--and know that the people who always get away with it don’t always get away with it.

pienso luego existo

Jason Flores-Wil l iamsUSA

SCREW WALL STREETJason Flores-Williams is an attorney currently based in Philadelphia. His work has appeared in The Nation, Artillery magazine and The Brooklyn Rail. His third novel, “The Last Stand of Mr. America”, is published by Canongate. Here -voicing what most of the wide-eyed blue-collar audience do not dare say - he gives a truly ferocious response to the Wall Street crash.

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Ciudad imaginada”, es una exhibición fo-tográfica que toma la ciudad como eje te-mático. La ciudad como un todo o como los detalles que la conforman: sus calles y arterias, sus jardines, sus aceras, sus redes eléctricas, telefónicas, drenajes, el transpor-te público, los barrios, mercados, centros comerciales, iglesias y aparcamientos; las esquinas lustrosas donde se orinan los borra-chos, los dilemas de la inseguridad, los es-pacios protegidos, el ocio y el esparcimien-to, el verde del parque, la oficina con olor a pino, el banco recién pintado, una niña que cruza la calle, una mujer mayor que es asal-tada a las 6 de la mañana en el microbús que la lleva a su trabajo, el indigente que muere durante la madrugada en los porta-les de una plaza, el niño que ve caricaturas en el televisor de la sala-comedor-cocina de su “casa”, ese proyecto habitacional llamado : “vivienda mínima”; las torres de cristal con elevadores, las antenas de celu-lares, los restaurantes de comida rápida, los pasos a desnivel, los puentes bajo los cua-les corre tanto agua lluvia como basura, los vendedores ambulantes, los piratas, la catedral que vigila nuestras almas desde la plaza central, el centro histórico, los cafés,

los bares, los burdeles, las zonas residencia-les. Todo como en una maraña pasmosa, que mas que respirar, eructa seres humanos como gases tóxicos. Todo el progreso resu-mido en una mole de hierro, concreto y as-falto con monumentos que nos recuerdan que la historia es memoria y la memoria se duerme cuando la ciudad apaga la luz.Siempre se puede tener una visión estética de las cosas, aunque ésta solo esté en la su-perficie, como la publicidad exterior.

Pareciera que hablamos de una ciudad como San Salvador, pero puede ser de cualquier ciudad, ciudades ideales, irreales, inventadas, ciudades imaginadas.

Como resultado de varias semanas de tra-bajo, diálogo, intercambios de ideas, opi-niones, sugerencias y negociaciones, nos encontramos con este cuerpo de trabajo, un conjunto de imágenes que hablan sobre las distintas y muy variadas maneras de ver y entender la ciudad, intereses particulares y preocupaciones. Una rica amalgama de perspectivas que van creando una defini-ción en torno a un espacio que no para de mutarse.

DALIA ChEVEz

Pienso, luego existo

CIUDAD IMAgINADA ESFOTO 08

Muestra fotográfica de artistas salvadoreños presentada en el marco del festival de fotografía anual ESFOTO que en esta edición ha generado una intensa polémica local respecto a los criterios de calidad estética y técnica del medio fotográfico que deben prevalecer.

ESAWalter io I rahetahttp://ciudadimaginadaesfotowalterio.blogspot.com/

DALIA ChEVEz

Fotos en esta sección cortesía

Curaduría y texto: Walterio Iraheta

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oaquín Rodríguez del Paso es un artista que in-comoda. Incomoda a los jóvenes conceptua-les por dedicarse principalmente a la pintura; incomoda a los pintores con su lenguaje sub-versivo neo-pop y kitsch; incomoda a los radi-cales para quienes galerías y dinero equivalen a infierno al exhibir y vender en algunas de las galerías más exitosas comercialmente de la región; incomoda a las galerías por resistirse a encasillarse en fórmulas de fácil empaqueta-do. Y es que Rodríguez del Paso encarna sin miramientos ni falsos pudores el Joker sonriente que con ironía y burla presenta las realidades del mundo de todo al revés.De esta serie que presentamos aquí nos dice el artista que “están hechas con la ‘caligrafía’

y la ‘textura visual’ más americana por exce-lencia: la del advertising. Utilizando en algunos casos ilustraciones hechas en los años 50 y en otras ocasiones, ilustraciones que recuerdan aquellas pero ambientadas en el presente, las pinturas efectivamente ‘ilustran’ los malos hábi-tos, los excesos y las nuevas costumbres de los estadounidenses, obviamente, de la manera en que las percibe un habitante centroameri-cano.” Y añade que una de las temáticas de su propuesta visual constituye “la llegada del turismo masivo y la ‘venta’ de los países ‘tro-picales’ como paraísos prístinos en donde es posible todavía ser dueño de agua y recursos naturales ‘vírgenes’, a cambio de un puñado de dólares.”

Joaquín Rodríguez del PasoA R T E S V I S U A L E S / C R I

MEX, 1961

Terraemotus

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Estábamos en Palo Verde, una finca en las inmediaciones de Pueblo Nuevo Viñas, una zona de la bocacosta del Pacífico orien-tal que yo desconocía. Acabá-bamos de presenciar un espec-táculo de caballos andaluces (como se leía en las invitaciones), y la ocasión era el cumpleaños de un patriarca local, don Guido Carrión, que celebraba su octo-gésimo-octavo aniversario.

En la década de 1960 mi padre, que anda hoy por los ochenta, había traído a Guatemala un semental andaluz de la cuadra de Álvaro Domecq – el Prego-nero, todavía recordado en “el ambiente” como el primer pura sangre español importado a la pequeña república. Así, en el amplio círculo ecuestre guate-malteco, a mi padre lo conside-raban el precursor en materia de caballos españoles, y todavía le rendían cierta pleitesía. Eran po-cos los espectáculos de aquella naturaleza a los que no era invi-tado, aunque hacía más de vein-te años que no poseía caballos de pura raza, y unos quince que no montaba. En esta ocasión, al invitado le habían advertido que se trataba de un evento en el que las esposas no serían bienve-nidas, y estaba implícito que las únicas mujeres que asistirían eran las “edecanes” y alguna que otra amazona, de modo que a mí, único hijo hombre, me corres-pondía acompañarle.

Los caballos eran hermosos, los caballos eran muy, muy caros. El animador, que perifoneaba el evento con una ignorancia conmovedora, había cometido un desliz que provocó un rumor general: mencionó el precio de uno de los sementales, montado por una mujer, ganador reciente de un concurso internacional: cien mil dólares norteamerica-nos. Alguien debió de llamarle la atención, y luego, para sacar

la pata, el hombre se puso a hablar de “el cariño y el amor que los caballerizos ponían en el cuidado y adiestramiento de estos maravillosos ejemplares”. Era inevitable hacer la reflexión de que probablemente el costo de mantenimiento de una sola de aquellas bestias equivaldría a lo que ganaban diez mozos en un mes (“Sin tener en cuenta la amortización de un animal así”, como alguien observó).

Los caballerizos estaban unifor-mados con trajes festivos, imita-ciones bastardas de la indumen-taria campera andaluza – con sombrero cordobés, botines je-rezanos y demás – rematados con algún adorno local, como fajas típicas o borlas de Todos Santos. Los pequeños andalu-ces de imitación, con el físico de los campesinos de ascendencia maya, se veían aún más peque-ños al lado de aquellos altos y fogosos caballos. Iban y venían y pasaban peligrosamente cerca de las patas de los potros y los sementales, por los que era evi-dente que sentían gran respeto y un comprensible temor. He aquí – pensé – la parte más amplia de la pirámide.

En la segunda capa de la pirámi-de estaban los hombres de segu-ridad. Muchos de ellos también hubieran podido vestir indumen-taria quiché o tzutuhil sin llamar la atención, pero iban en traje de calle, tocados con el sombre-ro texano todavía en boga en las fincas de la región. Casi todos llevaban al hombro escopetas recortadas y, al cinto, cananas con cartuchos de varios colores. Las armas relucían y parecían re-lativamente nuevas, y esto con-trastaba con el que algunos las llevaran colgadas con mecates de maguey.

Una capa más arriba supongo que estarían el animador, los mú-

En la década de 1960 mi padre, que anda hoy por los ochenta, había traído a Gua-temala un semental andaluz de la cuadra de Álvaro Domecq – el Pregonero, toda-vía recordado en “el ambiente” como el primer pura sangre es-pañol importado a la pequeña república.

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N O V E L ARodrigo Rey-RosagUA, 1958De “Caballeriza”

a escritura de Rodrigo Rey Rosa alcanza aquí su más depurada y magistral concisión: todo está di-cho en cada palabra, y también entre líneas, y la eficacia del re-lato es tanto mayor cuanto que los recursos expresivos, cuidados y contenidos al máximo, otorgan un realce a la vez casi hiperrealista y onírico a lo narrado, esa extraña pesadilla de odio, deseo y muerte en un universo de jinetes posesi-vos, prepotentes y aun delictivos. La impecable trayectoria narrati-va de Rodrigo Rey Rosa -saludada por la más solvente crítica interna-cional, desde The Times Literary Su-

pplement hasta la Quinzaine Litté-raire- hace de este autor un caso ejemplar, y probablemente único, entre los escritores hispánicos de su generación, por la insólita alian-za que se da en él de la violencia casi esencial de un entorno abrup-to y primigenio, y un control de sus recursos aprendido de la tradición anglosajona y particularmente de Paul Bowles, que, con la precisión de un dardo, va derecho al nú-cleo del ser humano en un tiempo convulso y ambiguo. Tomado de Editorial Seix Barral

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operar a un amigo. Para mi sor-presa, durante las paradas fren-te al cumpleañero, era como si una amnesia momentánea nos asistiera; dábamos la mano y los buenos días a gente que te-míamos o despreciábamos –o ambas cosas a la vez. Las ede-canes, mientras tanto, distribuían bebidas, y los invitados intercam-biaban bromas más o menos maliciosas y estúpidas.

A nuestras espaldas, detrás de una pared de bloques de menos de dos metros de altura, en un re-cinto cuadrangular con piso mi-tad de tierra, mitad de cemento, dos matarifes estaban descuarti-zando un cerdo sobre una mesa de hierro. Pequeños enjambres de moscas verdes y brillantes se levantaban de la mesa, sobrevo-laban brevemente por encima de nuestras cabezas, y luego re-gresaban al lugar de la matanza para posarse sobre excrementos, entrañas y sangre coagulada. Uno de los matarifes se puso a trocear la carne, mientras el otro removía en un caldero coloca-do sobre brasas la piel del cerdo, para convertirla en chicharrón. Los olores que comenzaron a flotar en el aire con el vapor del caldero no tardaron en provocar una cadena de flujos y reflujos de jugos gástricos.

Mi padre aguantó con bastan-te estoicismo la hora larga que duró el espectáculo, que termi-nó con un desfile de yeguas y sus crías. El animador dejó de hablar, y un pasodoble español empezó a sonar por los altavoces. Oí a mi padre respirar con alivio. “Si no sirven el almuerzo antes de las dos, nos vamos”, me dijo al oído.

El cortejo de ancianos comenzó a moverse lentamente. Los más viejos, seguidos de cerca por sus guardaespaldas, se dirigieron

con el cargamento de regalos recién recibidos hacia la casa principal de la hacienda, en lo alto de una pequeña colina a unos cien metros de los picade-ros. Los demás fuimos a reunirnos con la masa de invitados bajo un extenso toldo de lona, donde las edecanes y los meseros empe-zaban a servir boquitas de frijoles negros, guacamol, y los chicha-rrones recién preparados y ca-lientes todavía.

Seguían llegando invitados. No-sotros habíamos estacionado en una plazoleta junto a un galpón, donde se guardaban el alimento caballar y los aparejos. Ahora la plaza estaba repleta de automó-viles casi todos 4x4 de lujo, varios de ellos blindados, y los guarda-espaldas con trajes oscuros y an-teojos de sol hormigueaban por entre los vehículos. Los invitados que llegaban tarde estaciona-ban a ambos lados del camino de tierra que serpenteaba colina arriba desde una cañada sem-brada con bambú colombiano, a la vista de dos atalayas de ce-mento armado con techo de lá-mina y troneras negras.

A lo lejos, hacia el noroeste, se veía el cono irregular del volcán de Pacaya. Montañas de nubes resplandecientes y algodonosas cambiaban de forma en un cielo tímidamente azul. El terreno on-dulante plantado de cafetales y sus árboles de sombra, con fi-lones color limón de las siembras de bambú, se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El pai-saje era plácido, pero la desga-rrada música de corridos y ran-cheras que había comenzado a sonar a todo volumen, combi-nada con el whisky que fluía en abundancia y la presencia de tantas armas, me hizo concebirlo como escenario idóneo para un crimen pasional.

Montañas de nubes resplandecientes y algodonosas cam-biaban de forma en un cielo tímidamen-te azul.

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sicos, y las edecanes – una do-cena de jóvenes dedicadas a recibir a los invitados y servirles las primeras copas. Algunas de ellas parecían profesionales en ciernes, otras eran más bien tími-das, y resultaban prácticamente invisibles entre el grueso de los in-vitados, alrededor de trescientos hombres de todas las edades y descripciones.

Me pareció ver un rasgo positi-vo en aquel microcosmos de la sociedad guatemalteca en el hecho de que ahí, hermanados por las inclinaciones equinas, pa-recía que todos olvidaban cor-dialmente muchas diferencias –de clase, de profesión, de ideo-logía o superstición– que en otras circunstancias habrían impedido que gente tan dispar se congre-gara de manera festiva. Seguía llegando gente (para coronar la pirámide) en jeeps de lujo con choferes y guardaespaldas de traje negro, en automóviles ofi-ciales, en uno que otro helicóp-tero. Reconocí a personalidades de la política (dos o tres con-gresistas, un viceministro, un ex alcalde), de las altas finanzas y de la prensa. Había también fin-queros de cepa o por herencias cruzadas, industriales, comer-ciantes, vendedores de seguros, médicos, veterinarios, y algunos desocupados como yo.

La escasez de mujeres hacía pensar en una reunión de jeques árabes. Se diría que no llevar una pistola visible al cinto o bajo la axila era una falta de etiqueta –falta que parecía perdonable sólo a los muy viejos. Entre los jóvenes, muchos llevaban, ade-más de la automática oscura y reluciente, algunas recámaras de reserva– como si esperaran que tarde o temprano se produ-jera un tiroteo y hubieran previsto el peligro de quedarse sin balas.

Mi padre y yo habíamos llegado

a tiempo para ver el show desde el inicio. En un picadero techa-do, sobre unas tarimas de made-ra rústica, estaban el patriarca y sus íntimos sentados en sillas de plástico. Hicimos cola para subir hasta ahí. Al llegar su turno, mi padre obsequió al cumpleañe-ro con un caballito de porcela-na, proveniente de la tienda de mi madre. Después de un breve intercambio de frases corteses con el anciano y sus allegados, mi padre y yo fuimos invitados a colocarnos, de pie, en un extre-mo de las tarimas, a la derecha del pequeño grupo.

En el picadero, los sementales y los potros –Favorito 27, Justiciero 33, el Duro II…– hacían sus núme-ros, mientras don Casildo con su voz de trueno hablaba de futili-dades, y luego se retiraban entre aplausos.

Estando tan cerca del cumplea-ñero mi padre y yo, no nos fue fá-cil escapar a la procesión de invi-tados que seguían acercándose al estrado para felicitarlo. Hom-bres vestidos con ropa de marca y ostensiblemente armados se inclinaban para darle un abra-zo o un beso y un regalo caro, o significativo –como la foto de su primer garañón en el momento en que se desembarcaba (por medio de una grúa) de un car-guero español en Puerto Quet-zal. Después de esta breve ce-remonia, y antes de ir a buscar asiento en un graderío improvi-sado en el picadero al aire libre junto al picadero techado, los recién llegados no podían evitar saludarnos a mi padre y a mí, lo que comenzaba a hacerse incó-modo. Parecía inevitable que en una reunión como aquella nos encontráramos con gente que no queríamos ver, y menos salu-dar: algún crítico detestable, un abogado que te engañó, el emi-nente médico que, por no faltar a una partida de golf, se negó a

Pequeños enjam-bres de moscas ver-des y brillantes se levantaban de la mesa, sobrevolaban brevemente por en-cima de nuestras cabezas, y luego regresaban al lugar de la matanza

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terrae-motus

A R T E S V I S U A L E S

Anselm KieferALE, 1945

un pintor, escultor, ar-tista de objetos; al gran y silencioso indi-vidualista del arte ale-mán; a Anselm Kiefer no le gustan las con-versaciones en los ver-nissages ni el exaltado ajetreo en las grandes

ferias de arte ni los autoelogios de los pintores estrella. Kiefer es un pensador, un buscador en las profundidades de la historia, sobre todo la alemana. A sus monumentales y melancóli-cos objetos pictóricos los sumerge a menudo en tonalidades de herrumbre, gris y café. Sus materiales son el plomo, la arena, los frag-mentos, la ceniza. Los títulos de sus cuadros atemorizan: “Nerón pinta”, “Flor de sangre”, “Flor de ceniza”. Nada en su arte es compla-ciente, todo transmite signos que exigen ser interpretados.

En su arte, Kiefer, nacido poco antes de ter-minar la Segunda Guerra Mundial, saca a luz “los sedimentos de la historia”: el artista como excavador.el arquetipo del artista alemán por antonomasia: intelectual, profundo, que tra-ta una y otra vez los perturbadores temas de la historia alemana, el apocalipsis del Tercer Reich.

Con una obra impregnada de catástrofes del pasado, que tematiza mitos y mística, religión y filosofía. Una obra que siempre hace refe-rencias a la literatura, que retoma frases de PaWul Celan, Walter Benjamin e Ingeborg Ba-chmann. Tomado de Deutschland Online.W

Terraemotus

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Fugaz y lejanaentraste a mi casamariposa amarilla.

Te posaste en mi mesa,en mis flores,en mi cama.

Te dormiste en mi almohada,en el agua del vaso,

en la fuente angustiada.

Revolviste memorias,cuadernos,

pantanos.

Y asustada volastecon el brillo del alba

a tu espacio cerrado,a tu prado de escarcha.

Fleeting and distant,you entered my home,yellow butterfly.

You alighted on my table,on my flowers,on my bed.

You slept on my pillow,in the glass of water,in the fountain of anguish.

You stirred up memories, notebooks,marshes.

And frightened you flew awaywith the brilliance of dawn,to your secret space,to your meadows of frost.

Terraemotus

Claudia S. Torres LaitanoYEL LOW BUT T E RFLY

hON

P O E S í A

laudia Torres es poeta, ensayista y catedrática del Departamento de Letras de la Universidad Autónoma de Honduras y Presidenta de la Asociación Nacional de Escritoras de Honduras. Doctorada en Estudios Multilinguísticos en la Universidad de Texas, Austin, ha publicado en diversas revistas y suplemento literarios en la región. Publicamos aquí un poema extraído del libro del mismo nombre que reúne su obra poética bilingüe –en colaboración con Georgia Smith Seminet– y que fuera publicado por Ediciones Navegante.

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slavery, simian trading habits, Scro-oge, Faustus, Get Shorty and Jung. The Iraq war may have been the kick-off point, but debt had pre-occupied Atwood for as long as she can remember. Her parents li-ved through the Great Depression, during which their income went into four envelopes: “Rent”, “Gro-ceries”, “Other Necessities” and “Recreation”. “The first three enve-lopes had priority,” Atwood writes, “and if there was nothing left for the fourth envelope, there were no movies, and my parents went for a walk instead.” This, she concludes, is the “lost art” of “living within your means”. Born in 1939 in Toronto, Atwood re-calls that “We weren't supposed to talk at the dinner table about reli-gion or money or sex. Money inter-ested me because it was forbidden - but you knew it was there.” As an adult, Atwood retained her parents' frugality, while immersing herself in another deeply financial environ-ment: “I became a Victorian. That was my field of study at university - and that's the age par excellence in which plots are driven by money

and people are embroiled in an outbreak of capitalism. Wuthering Heights is driven by money: Heath-cliff earns a fortune and then co-mes back to extract the house from its previous owner. Madame Bovary would have been quite all right had she kept within her budget. It's not the adultery - it's the debt that sank her.” It is the most famous 19th-century character of all, though, who is the presiding spirit of Payback: Ebe-nezer Scrooge, the progenitor of Disney's Scottish miser duck. “He's an extreme version of ‘living within your means',” Atwood says. “He does nothing with them except make more means.” In a capitalist society, Scrooge's major sin is that his currency is not “current” - it does not flow. Until, that is, he undergoes his transformation, when he beco-mes a dual, before-and-after figure. “He fulfils both our wishes: our wish to keep it all to ourselves and our other wish to be kind and generous and for people to like us”. The cen-tral chapter of Payback shows how Scrooge is the mirror image of the 16th-century Dr Faustus. Between

Marlowe and Dickens, society's view of riches had reversed: for Faustus free-spending is damnation, for Scrooge it's salvation. For us it's the norm. In the past 50 years we have gone so far down the free-spending route that debt is no longer feared but shruggin-gly accepted: from student loan to mortgage, everyone's in the red. And while the Victorians had the threat of debtors' prisons, we have the escape route of personal bankruptcy. But as credit becomes scarcer, Atwood thinks that the tide is turning: “Once you get TV shows where people are repenting not that they've cheated on their wife but how in debt they are, then you're returning to a mode in which debt is considered sinful, and thrift is valued. Nobody in the Eighties would have been caught dead in recycled clothing, but now vintage is chic.” If citizens are relearning the arts of thrift, their governments are lagging behind. The Times Square debt clock in New York was switched off in 2000 because the Clinton Government had built up a budget surplus. But

díalogo de bípedos

INg

“MARgARET ATWOOD:

IMBALANCES OF OBLIgATION”Tom gatt i

om Gatti has written articles published in The Times and The

Sunday Times. Here, he interviews Margaret Atwood (Canada, 1939),

the prolific poet, novelist, literary critic, feminist and activist, winner of the

Arthur C. Clarke Award and Prince of Asturias award for Literature. Her

latest book, “Payback: Debt and the Shadow Side of Wealth”, offers a

timely discussion of debt.

Sitting in a grand 18th-century clubhouse near St James's Park in London, Margaret Atwood exudes intelligence; her fine, birdlike fea-tures, mischievous blue eyes and barely tamed curls suggest a mind still gleaming on the eve of her 70th birthday. Even more remarkable than her presence, though, is her prescience. In 1984 she wrote a dystopian vi-sion of a fundamentalist society in which women are reduced to the status of child-bearers and servants, forcibly desexualised and veiled – “The Handmaid's Tale” pre-empted the Taleban's misogynist regime in Afghanistan, and the rows over Is-lamic women's dress and rights in Europe. Another futuristic novel, “Oryx and Crake”, charted the destruction of the Earth by global warming, pandemics and rampant genetic engineering. Now, in her new nonfiction book, “Payback: Debt and the Shadow

Side of Wealth” - a fascinating, freewheeling examination of ideas of debt, balance and revenge in history, society and literature - At-wood has again struck upon our most current anxieties. As the credit crunch grounds airlines and topples banks, nobody can escape the spectre of debt. So where does she keep her crystal ball? “It was a coincidence,” she claims. “I chose this topic several years ago and then found myself writing the book while all this was happening - the sub-prime mortgage crisis, and these ads plastering the Under-ground: ‘We will help you with your debt', ‘Why pay more?', ‘Declare personal bankruptcy!'.” The subject of debt first occurred to her when she was asked to write a public “letter to America”: “I found myself doing it as the troops were about to invade Iraq, and I wrote, ‘Why are you digging yourself into a great big hole of debt?' Typically

empires expand past where they can afford to defend their peri-meters, at which point something is going to break.” She gives a dry chuckle. “The barbarians will get in sooner or later.” Payback is Atwood's contribution to the Massey Lectures - a prestigious annual event that has been hosted by Martin Luther King and J. K. Gal-braith - and once the book is publis-hed she will tour her native Canada reading from it. It has been hard ex-plaining what it is about, though, or why she, a novelist, should be tac-kling economics: “It was never just about money: it was about owing. Money is the form in which we have embodied this but it takes a huge number of other forms. What we're really talking about is imbalances of obligation, which is what debt is.” Payback casts its net far and wide, taking in Ancient Egyptian heart-weighing, the bizarre practice of “sin eating”, Mesopotamian debt

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a walk on the wildside

http://www.artepopular.org/?cat=0

La grandeza de lo pequeño” dice el lema del sitio web, y con justa razón. El Museo de Arte Popular de El Salvador, abre sus puertas a nue-vos públicos a través de esta página, con el propósito de compartir la riqueza y singulari-dad del arte popular y las tradiciones de esta nación centroamericana. Diversas expresiones del arte popular salvado-reño, producto de prácticas tradicionales o de expresiones emergentes, son las que el Museo de Arte Popular exhibe en sus instalaciones y en exposiciones itinerantes.Como resultado de las actividades de inves-tigación y conservación, ha organizado más de 25 exhibiciones, algunas fuera del país, y ha logrado acumular una colección de más de 1 100 objetos y documentos.En el 2001 inauguró su sede en San Salvador, donde mantiene la exposición permanente dedicada al reconocido arte de la miniatura en barro de Ilobasco, denominada Sala de la Miniatura Dominga Herrera, en honor a la in-signe creadora de este arte; en otras tres salas

organiza exposiciones temporales.El Museo de Arte Popular fue fundado por la asociación INICIATIVA PRO ARTE POPULAR (INAR) cuya misión es encauzar a través del Museo la investigación, conservación y difu-sión del Arte Popular Salvadoreño; fortalecer la promoción de artesano, artistas y de creado-res de nuevas expresiones artísticas.La sala del Museo de Arte Popular dedicada a las miniaturas en barro de Ilobasco, población que se ha distinguido por una larga tradición cerámica, lleva el nombre de la destacada precursora María Dominga Herrera, ceramista ejemplar por su sensibilidad, creatividad y des-treza en el modelado del barro.La exhibición cuenta con más de 4,000 minia-turas organizadas en profusas escenas o en las famosas “sorpresas”, que al destaparse contie-nen otras escenas. Por su valor documental y expresivo, éstas permiten al visitante conocer tradiciones, costumbres y acontecimientos del país, convirtiendo a los artesanos de Ilobasco en verdaderos “cronistas del pueblo”.

a walk on the wildsidedíalogo de bípedos

when George W. Bush's spending spree began, it was rebooted, and now stands at almost $10 tri-llion (£5.6 trillion). “Who's going to pay for it?” Atwood asks. “The US taxpayer. They already have - their social services have suffered horri-bly. But people didn't understand that it was happening. [The inva-sion of Iraq] was like one of those magician's tricks where somebo-dy is waving a red handkerchief and while everybody's looking at it somebody else is stealing your wallet.” In the fortnight since we met, the pickpocketing has be-come even more audacious: the multibillion-dollar bailouts of the mortgage giants Fannie Mae and Freddie Mac and the proposed rescue of the insurance group AIG will come straight out of the taxpayer's purse. But financial debt is not our big-gest burden. In writing Payback Atwood became fascinated with

a phrase spoken of the dead: “He has paid his debt to nature.” “It means you've borrowed some-thing - the physical part of your-self made up of natural elements - and you're paying it back by dis-solving into nature. What else are we borrowing from nature and how do we repay it?” The book's final chapter proposes an answer in strong terms. It's surprising, I say, to see a nove-list - whose usual tools are ambi-guity and indirection - produce something so close to polemic. At-wood is convinced that the form demands it: “Lecture series like this are secular sermons. You can't just throw a topic like this on to the ta-ble without deciding which part of it you think is good and which is bad.” The bad part is the way we have treated the planet, and at the mo-ment, there isn't much of a good part in sight. “Early cultures would

make sacrifices to ensure a good harvest or whatever. If we don't change our ways the sacrifices will be made for us - and that is already going on, what with droughts, famines and floods. Talk to any epidemiologist and what they're really worried about is a mega-plague coming our way. We're overcrowded and malnourished - the same conditions preceded the Black Death.” It's a distressing vision - even more so when you remember Atwood's impressive track record in prognostication. If mankind could declare bankrupt-cy and wipe the slate clean, we would. But we can't: instead, At-wood argues, we need to learn to manage our debt, and to pull ourselves back into the black: “We should start thinking of ourselves as elements in the balance, and how we are throwing out the balance. It's not a moral obligation - it's a physical obligation.”

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IX PREMIO ARTE JOVEN 08Convocatoria anual del Centro Cultural de España en El Salvador

Jurado: Simón Vega, Walter Iraheta, Rosina Cazali.Artistas seleccionados: Amber Rose, Jaime Izaguirre, Dalia Chévez, Víctor Hugo Rivas, Ana Urquilla, Clau-dia Olmedo, Danny Zavaleta, Antonio Romero, Alexia Miranda, Jesús Morales, Francisco Márquez, Jaime Ayala, german hernández, Luis herrera.

Jaime Ayala, Full Service

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Octubre 2008Fotos cortesia: CCESV

Amber Rose, Cortado con la misma tijera

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48 49Jaime Izaguirre, Fragmento Familiar

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VICTOR hUgO RIVAS - ESTA NO ES LA PIEzA

DALIA ChEVEz UN - CUENTO DE MIEDO PARA UNA SOCIEDAD DE CONSUMO

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Respondiendo a las necesidades de los jóvenes artistas” (en palabras del comunicado de prensa del CCESV), la novena edición de esta convocatoria incluyó un proceso formativo en el que los jóvenes artis-tas trabajaron de cerca con tres curadores con el fin de proveerles ele-mentos de carácter técnico y teórico en la realización de sus trabajos finales. Claramente no faltaron las polémicas respecto al límite de la incidencia del jurado en la determinación de las piezas características de estos “procesos formativos”.

Catorce proyectos fueron seleccionados y formaron parte de la mues-tra. Los temas del hacinamiento, las pandillas, la migración, la crisis alimenticia, los patrones de comportamiento social, entre otros, son presentados por estos artistas a través de diversos lenguajes como instalaciones, intervenciones, performance, fotografía y pintura.

ALEXIA MIRANDA - LES MISERABLES

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a holandesa Fundación Príncipe Claus galardona cada año a un selecto grupo de personas que han logrado a través de una destaca-da labor en alguna de las cuatro áreas que rigen sus políticas: Zonas de silencio (la ubicación y aper-tura de áreas de silencio cultural), Creación de Espacios de Libertad (la creación de santuarios cultura-les), Belleza en Contexto (el análisis de la belleza en diferentes entor-nos culturales) y Viviendo Juntos (el arte de la co-existencia).

Este año, entre los 11 galardona-dos ha sido premiado en el área de periodismo y memoria histórica Carlos Henríquez Consalvi, venezo-lano radicado en El Salvador des-de 1980, fundador y director del Museo de la Palabra y la Imagen. Aquí el texto completo de la Fun-dación Príncipe Claus en recono-cimiento de la inagotable labor de Consalvi a favor de la memoria y la justicia:

Carlos Henríquez Consalvi is the founder and director of the Museo de la Palabra y la Imagen (Mu-seum of the Word and the Image), which is committed to the investi-gation, preservation and public ex-hibition of elements of El Salvador’s culture and history. A journalist and broadcaster, Henríquez Consalvi was born in Venezuela and spent part of his youth in exile in Mexico

and Costa Rica. During the 1970s he worked in Nicaragua, doing historical research and writing edi-torials promoting human rights. He moved to El Salvador in 1980 to set up Radio Venceremos, an un-derground broadcasting network to counterbalance decades of dictatorship. Despite extremely difficult war conditions, Henríquez Consalvi’s work preserved an area of freedom of speech. Following peace agreements in 1992, Hen-ríquez Consalvi motivated people to document their experiences, establishing the Museum of the Word and the Image in 1996 as a public platform for this unique collection of testimonies, historical film & photos, and civil war items. Through its activities, the museum calls attention to the role of me-mory and non-official histories in promoting human rights, social justice and peace.Carlos Henríquez Consalvi is awarded for his outstanding work as a journalist, for creating spaces of freedom, and for his commitment to the promotion of memory and its active role in the reconstruction of Salvadoran society.

Desde este modesto espacio celebramos con Carlos y todos aquellos muchos que admiramos y agradecemos su entrega, ¡por la memoria, la justicia y la libertad!

lo que el viento se llevó

ESA

Premio Príncipe Claus a Carlos Henríquez Consalvi Fundador y Director del Museo de la Palabra y la Imagen.

ESPACIOS DE LIBERTAD

Mayra Barraza

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lo que el viento se llevó

EL ESPíRITU DE LOS TIEMPOS

Rodrigo Peñalba

Review de Zeitgeist –el documental sobre tres monu-mentales mitos contemporáneos- aquí en fast forward.

lo que el viento se llevó

http://www.marcaacme.com/blogs/analog/

a utopía, sea bajo el "ismo" que se fundamente, suele provo-car teorías o visiones de nuestro mundo de pavor, miedo, pasión, esperanzas, o todo tipo de senti-mientos fuertes. Una vez supera-do el trauma de reconocer que una utopía ha fenecido, que ha perdido validez o valor para creer en ella, se convierte en mi-tología.

De ese modo es que ahora de-cimos "mitología maya", y nadie más cree en la utopía del Quinto Sol como auténtico fin de ciclo o de manera de pensar de la hu-manidad - 2012 supuestamen-te. Sin embargo, no nos damos cuenta que estamos rodeados de mitos que son tratados como si fuesen utopías en pie. Zeitgeist, la película, trata precisamente de eso: de las utopías, en reali-dad mitos, que nos apresan y nos hacen creer en visiones limitadas de la realidad.

SPOILER ALERT! Publicada origi-nalmente en Google Vídeo, con versiones subtituladas disponibles online en 20 idiomas, o disponible para descarga via Torrent, Zeit-geist es un documental que ar-gumenta despacio pero sin timi-dez alrededor de 3 falsas utopías que nos rodean y contextualizan (aunque no querramos): Cristo como mito judeocristiano, el mito de Septiembre 11 del 2001, y el mito de la economía mundial como un ciclo de movimientos

de capital para generar riqueza y bienestar a la sociedad en ge-neral, o la bondad de la Federal Reserve gringa.

La película toma posiciones osa-das, como la teoría del "Inside Job" sobre los ataques del 9/11, o el plan de One World Goverment en curso en estos mismos mo-mentos de mano de los grandes estados, corporaciones capitalis-tas y grandes medios de comu-nicación. Pero independiente de las propuestas o soluciones que presenta Zeitgeist en esta entre-ga (en Octubre se presentó la se-gunda parte, subtitulada Adden-dum), la película demuestra con simpleza argumentativa la false-dad de las 3 utopías menciona-das. La sensación que la película logra al final de sus argumentos es de revelación y miedo, pero el epílogo de la misma abre es-pacio para la esperanza, o algu-na forma de la misma porque en ese momento la película se pone algo mística.

FIN DEL SPOILER! La verdad ve-racidad de los datos expuestos queda a juicio del público, y creer al pie de la letra lo narrado es a riesgo de cada uno. Pero de manera inevitable la duda que-da como semilla.

Pueden visitar ZeitgeistTheMovie.com para verla online o conocer como bajarla. Cristo, el egipcio, se los agradecerá.

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http://soledadbrother.blogspot.com/

LA RELIgIóN DE MI TIEMPOEl intruso

Blog de Javier Payeras

Esa es la religión de mi tiempo. Una enor-me maquila de alie-nación.Nada posee un valor real, porque todo vale nada.

bloga8

sas identidades que brillan, tan re-lucientes como predecibles, don-de la solución siempre recae en el todopoderoso mercantilismo y su maquinita de hacer patrones a la medida de nuestras insegu-ridades. Sucede que cualquier cosa pue-de comprarse. Desde las valiosí-simas obras de arte que por su antigüedad, perfección o valor simbólico pueden tasarse a mi-llones de dólares en los merca-dos de subasta; pasando por la multitudinaria religión del “status” que no admite más que incon-dicionales consumidores de mo-das y boberías kitsch; o el pasillo de las ideologías trasnochadas que enrola a militantes globa-lofóbicos, neo-anticomunistas, ecologistoídes (con carros de doble tracción) o de cualquiera de las muchas tribus que se escu-dan detrás de una manera de vestir, un tipo de música, un par de libros de texto y unos cuantos emblemas de camiseta que ni siquiera pueden cuestionarse.

Esa es la religión de mi tiem-po. Una enorme maquila de alienación. Nada posee un valor real, porque todo vale nada. Un libro consumido únicamente por haber sido escrito por el Nobel de turno durará 5 meses a lo sumo en las estanterías del supermer-cado. La película que con-moverá más que ninguna no puede pasar de tres semanas. El cantante ganador de no sé qué concurso de popularidad será polvo unos cuantos días después. Así, y aunque no lo queramos, nos mantenemos buscando algo sagrado en medio de la gran noche de lo efímero. Oponer resistencia a este conductismo es la única ma-nera de construir nuestro cri-terio. Un camino individual, sin argumentos rebuscados y sin militancias fanáticas. Buscar-se una manera de sobrevolar encima del oleaje de certezas que llamamos desencanto.

COMO PERDER UNA PATRIATalpajocote

Blog de Miguel huezo Mixcohttp://talpajocote.blogspot.com/

bloga8

ecía Roberto Bolaño que la única patria para un verdadero escritor es su biblioteca, no im-porta que esta se encuentre en estanterías o dentro de su memoria. Yo perdí una patria durante la guerra: una biblioteca de unos dos mil volúmenes. Al terminar "el conflicto" la fui reconstruyendo poco a poco. Se convirtió en mi nueva patria y un poco en mi cruz, lo cual es una tautología porque la patria de uno también es su cruz.

Si mi biblioteca es mi patria yo he sido un ex-patriado impenitente. Por diferentes razones, en los últimos quince años he vivido en once casas diferentes. En ese mi exilio, que me ha llevado a andar por la vida como un perro que busca su hueso, casi nunca he tenido juntos a todos mis libros. Cuando he conse-guido reunirlos, como por obra de una maldi-ción, me veo forzado a dejarlos, con el riesgo de perderlos, o se convierten en objetos de complicadas negociaciones.

Ahora, sólo una pequeña parte de mi patria está conmigo. La otra, la más grande, vive en mi memoria mientras llega el momento en que todas esas voces --poetas, narradores, fotógrafos, pintores, filósofos, aventureros-- se reúnan en sus nuevos anaqueles como en derredor de una hoguera. Desde que reco-mencé mi expatriación, abandonando y re-cobrando mis libros, desde que me hice trizas, desde que me rejunté sólo por pedazos, des-de que me exilio en inesperados vecindarios, soy el habitante de una patria descuartizada.

Se me ocurre hablar sobre esto en medio de la lectura, quizás tardía, de la obra del chileno Roberto Bolaño, cuyo nombre, hasta hace poco, no significaba mucho para mí. Sabía quién era, desde luego. Inclusive, teníamos

amigos en común. Pero su nombre para mí sólo era el de alguien repentinamente exitoso --o exitosamente repentino-- que ilustraba las listas de precios de los catálogos literarios. Y así como me resisto a leer las novedades que emergen de los premios patrocinados por los grandes consorcios editoriales, con esa misma obstinación me negaba a leer a Bola-ño. Ni siquiera su muerte en 2003, lamentada en todas las lenguas, consiguió decidirme a comprar uno solo de sus libros.

Hace poco sucumbí al encanto de su pluma. Por obra y gracia de una lectora de literatura latinoamericana, leí "Amuleto". Es esa breve novela Bolaño cuenta la historia de Auxilio Lacouture, una uruguaya exiliada en México, que conoció a la olvidada poetisa Lilian Ser-pas, y que durante la invasión del ejército a la UNAM, en 1968, escapó de los milicos escon-diéndose, con los calzones en los tobillos, en los servicios sanitarios de la Facultad de Filo-sofía y Letras. Desde ese mirador, a donde su memoria vuelve, Auxilio mira pasar el torbelli-no del pasado como una exhalación de aire caliente, y escucha entonar un canto a una generación de jóvenes latinoamericanos que marchan al exilio y la muerte. Un canto que es un canto de guerra y un canto de amor.

He decido robarme ese libro. No el libro en sí, que es de María, y que se encuen-tra alojado, como huésped de honor, en un entrepaño de mi pequeña patria, mi patria descuartizada. Me he robado algo que tiene que ver con la pasión, con el coraje y el arrebato, y con la lealtad a asuntos intangibles, como la mayor parte de las cosas que valen la pena, y con la legitimidad de la aventura, y con el alivio de reconocer que nunca es tarde

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Caleidoscopio nocturno

B log de gabr ie l Ote rohttp://caleidoscopionocturno.blogspot.com/

Olvidamos nuestra con-dición de marionetas del dinero o del poder, o de ambos, cavilamos sobre las injusticias mundiales pero especulamos con los bienes y el dinero de otros...

CALIDAD DE VIDA

bloga8

no de los clisés en boga más atur-didores es la mentada “calidad de vida”, condensación de con-ceptos nacidos muertos en boca de políticos, palabras esperanza-doras como buenos deseos en un epitafio.

Los empresarios no se quedan atrás, la utilidad nunca se sacri-fica por la calidad y menos para darle vida a sus empleados sino es en sus instalaciones. El único bienestar posible es producir algo a bajo costo. La acumulación de riqueza como fin último para el empresario, los recursos huma-nos son sólo peones sacrificables para la meta corporativa.

La calidad de vida es sólo un pro-pósito en discursos y documen-tos, el aderezo rimbombante que tiene todo plan de gobierno, llá-mese progresista o conservador. En la aldea global de Marshall McLuhan cualquier mensaje es factible.

Usted y yo pertenecemos a la devastada clase media, nos ufa-namos de poseer mundo, visión, experiencia, imaginación, crea-tividad, maestrías y doctorados; nadie, afirmamos, ha estado me-jor preparado que nosotros para dirigir gobiernos o empresas.

La vida nos desmiente a cada momento, en pleno siglo XXI no hemos logrado equilibrar la ba-

lanza, pensamos que la plurifun-cionalidad de un puesto reduce costos para la empresa o gobier-no pero olvidamos que denigra a quien lo desempeña, creemos en la apertura del mercado y su-primimos los subsidios pero igno-ramos al hambriento, nos hace-mos llamar libre pensadores pero nos perturban las opiniones de los otros, legislamos para el bien común pero toleramos las taras y corrupciones institucionales. Esas son nuestras contribuciones coti-dianas para mejorar la calidad de vida.

Olvidamos nuestra condición de marionetas del dinero o del po-der, o de ambos, cavilamos so-bre las injusticias mundiales pero especulamos con los bienes y el dinero de otros, nos quejamos de las condiciones políticas y la inse-guridad pero ingenuos omitimos el pequeño detalle que nosotros elegimos a nuestros gobernan-tes.

Piénselo, fomentamos lo que pa-decemos, miramos ciegos al cie-lo buscando respuestas cuando están dentro de nosotros, aun-que la frase suene desgastada hoy cobra más vigencia que nunca.

Apelemos a la solidaridad, no in-tentemos exiliar al limbo los restos de humanidad que aun nos que-dan.

n mi ciudad crecen postes. Del suelo brotan unitarios, en parejas o en mano-jos. Brotan al lado de los muros, dentro de los parqueos, frente a las casas o los supermercados, en medio de las ventas callejeras, en las cercanías de los pasos a desnivel, detrás de los árboles, en los arriates. Algunos trazan líneas rectas que conducen las miradas hacia el horizonte. Otros forman constelaciones que ningún astrónomo descifra desde los aires. Se yerguen hacia el cielo interrumpiéndolo con cables negros de variable composi-ción y peligrosidad.

Los hay de distintos tipos, alturas y gro-sores. Pero siempre son grises, del color del cemento y del concreto. Algunos sostienen apenas unos cuantos cables; otros extienden uno o dos brazos hacia el cielo y los coronan con lámparas que encienden por las noches. En mi colonia hay unos postes que sostienen cilindros también grises, elevan luces y conducen cables entre las casas. Son postes sofisti-cados. En el bulevar Los Próceres algu-nos semejan delgados robots con cajas y extensiones mirando hacia el cielo. Son aun más sofisticados.

Su ubicación callejera, su instinto vertical y su tersa superficie convierten a los pos-tes --junto a los muros y los mupis-- en su-perficies aptas para mostrar mensajes.

La gente los pinta, creyendo decorarlos con florecitas o exhibiendo colores políti-cos. Pega pequeños anuncios de álgebras resueltas o de fontaneros o de internet ina-lámbrico. Otras personas con más recursos cuelgan pancartas o banners en las alturas para que se vean bien claro, bien de lejos. Algunos postes se dignifican con anuncios de congresos y bienvenidas a presidentes extranjeros que visitan la ciudad.

Como los trenes en el siglo XIX, los postes de-bieron ser en algún momento señal de mo-dernidad. Más bien dicho, conductores de ella: la electricidad, el teléfono, la internet, la televisión por cable hacen breves escalas en cada poste para llegar a los hogares y las industrias. Hoy día, sin embargo, es más mo-derno el cableado bajo la tierra: hay barrios, ciudades, distritos o zonas donde el paisaje urbano prescinde de esos grises y delgados artefactos.

Un día me preguntaba el porqué de las constelaciones de postes: hay cinco juntos en una esquina de la Manuel Enrique Arau-jo. Invadir la ciudad con postes. Incremen-tar la densidad del posteado por kilómetro cuadrado. Colocar uno sano y no endere-zar al enfermo que fue chocado por algún camión. O un poste chacho: amarrar un poste nuevo a uno antiguo y frágil que ya dio su vida útil. De seguro quitar postes no es lucrativo.

Blog de María Tenoriohttp://talpajocote.blogspot.com/

TalpajocotePOSTES

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2004 EN ADELANTE

En noviembre 5 se cumplen 4 años de trabajo de MarcaAcme.com, portal web que dirijo des-de Managua, Nicaragua. Estas palabras no son escritas para ser leídas como discurso ni como mensaje infomercial a favor del proyecto, pero no quería dejar pasar la oportunidad para hacer recordar la fecha. Por primera vez celebramos el aniversario como un evento cultural estilo MA, de entrada gratuita, en un local de Managua, incluyendo una fun-ción de cine, recital poético, y un concierto musical incluido.De una u otra manera MA ha es-tado involucrada en muchos as-pectos de la cultura producida desde Managua, y poco a poco a las principales ciudades del país y en eventos notables de Centro-américa incluso. Algunas veces existe la confusión propia de si presentar un evento como de MA o de mi persona, pero creo que cualquier editor fundador tiene el mismo dilema. ¿Cuándo un poe-ma de PAC era un poema para La Prensa Literaria? y, ¿cuándo no?Entre los eventos están la muestra de videoarte E.V.I.L. 1 y 2 en Cine July (2005), Exposición El Muro + Auras de Guerra de Ernesto Sal-merón en El Palacio Nacional (2007), Exposición 1-5 de Haba-cuc en Managua (2007 - la del perrito), expo Espacios Urbanos en la Jornada de Arte Contem-poráneo (INC, 2007), Unión

Utópica - primera expo digital centroamericana, organizada por el Grupo CENTRO (2008), la expo 100 a favor de la despenalización del aborto te-rapéutico (2008), la edición del libro “Escaleras abajo” de Euni-ce Shade (2008), Literatosis One More Night (2008), Festival Ícaro Nicaragua (2008); colaboracio-nes con medios como Estrago, El Ojo de Adrián, El Nuevo Ama-necer Cultural, trabajos con ban-das como Tmoli, Guerreros Soles, Malos Hábitos; recitales poéticos, y muchas cosas más que están online por simplemente tomarnos la molestia de ponerlos ahí.MarcaAcme no será para siem-pre, pero tampoco la veremos irse prontamente. Siempre está la oportunidad de saltar a un medio impreso, radial, incluso TV, o una forma en web que las combine todas, pero no veo la prisa. Más y más sitios y blogs están crean-do espacios culturales, unos con mayor énfasis en lo académico, otros en el clientelismo publici-tario, algunos en lo subversivo financiado (proyectos de anar-quía o innovación artística sos-tenidos por subsidios culturales de instituciones patrocinadoras), otros abiertamente auto-promo-cionales, y otros por el simple placer de hacerlo. Mientras tan-to, en las cronologías y anuarios culturales la referencia a MA em-pezará siempre como "sitio web, 2004 en adelante".

Analog

Blog de Rodrigo Peñalbahttp://www.marcaacme.com/blogs/analog/

bloga8

22/10/08Los días del mundo

Blog de Luis Acebes Navarrohttp://luisacebes.blogspot.com/

Voy a una tierra oscura o a unas aguas densas, quizá sin peces, que me acogerán como a un ex-tranjero voluntarioso que busca raíces y trozos de maderas para comenzar a construir su casa.

aigo dentro de mí por un tubo de gigantesco diámetro. Siento un zumbido en los oídos que se va fundiendo con la lluvia de fuera. Mi descenso es una señal, un pa-ñuelo de seda que el tiempo ha dejado caer desde su tejado; lo miro, sus ondas me conmueven vistas desde abajo. Entro en otra región de mí, lo siento, mi carne seca se ha separado del resto como las partes de un cohete al abandonar la atmósfera. Saludo al que fui y lo hago con una cor-tesía impostada, no puedo negar el desinterés que me producen los sabidos episodios de su vida. Voy a una tierra oscura o a unas aguas densas, quizá sin peces, que me acogerán como a un extranjero voluntarioso que busca raíces y trozos de maderas para comenzar a construir su casa. Caigo de es-paldas y no digo adiós. Las horas ya son leves.

Han prometido un circo en miniatu-ra para recibirme y el campanilleo de los adornos de los elefantes será suficiente música para complacer-me. Que no me espere el que fui. Que lo carbonicen o lo usen de almohada o lo fundan para hacer neumáticos. Da igual. Ya no son mis cuentas ni posesiones. La piel anti-gua queda doblada al fondo del armario, junto a los skies viejos y las cartas. Tirad lo demás. El que vuelva será otro y otras serán sus cosas, sus camisas y la colección de manías que traiga, otra su forma de sentar-se y pedir agua, otra la forma de mirar por la ventana. Ni los zapatos antiguos le servirán para caminar, porque sus leyes biomecánicas se habrán alterado y ni sus mismos pa-sos le servirán para avanzar. Que nadie me moleste, que nadie mur-mure mientras mi cuerpo abando-na su anterior estado y se prepara para esta nueva vida.

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Blog de Pablo Benítezhttp://revueltalapalabra.blogspot.com/ l

TIAMINA Revuelta la palabra

Podría decirse que Sepúlveda era un tipo sin ilusiones vanas, todas sus ilusiones de alguna manera esta-ban orientadas hacia lo ponderable, hacia lo con-creto, hacia lo alcanzable, al menos eso creía él.

e conoce comúnmente a la vitamina B1 con el nombre de tiamina. Se trata de una vitamina soluble en agua. La tiamina par-ticipa en muchas de las reacciones quími-cas del organismo. Principalmente, ayuda a las células a convertir carbohidratos en energía. Dicen además que es muy impor-tante para el funcionamiento del corazón, los músculos y el sistema nervioso.

Estoy dispuesto a guerrear con el sueño. Eso dijo --muy para sí-- Sofonías Sepúlveda ante esa noche arisca, vacía de estrellas y de nostalgias. Recordaba los versos aquellos de Neruda, tan cursis y tergiversadores. Se le di-lataban las pupilas y se le escapaban aullidos rabiosos cada vez que rememoraba esas palabras en noches ariscas, como aquella que recién se le presentaba como tal.Sepúlveda era una especie de cosmopoli-ta --no cosmonauta, cosmopolita-- provin-ciano. Aquellos que conocen muy bien el mundo y sus vericuetos, pero nunca han despegado su ombligo de la tierra natal, de la tierra que les vio chillar y crecer.Sepúlveda era profesor de literatura, como ya se sabe, desde el instante inmedia-tamente anterior a la frase “como ya se sabe”.Podría decirse que Sepúlveda era un tipo sin ilusiones vanas, todas sus ilusio-nes de alguna manera estaban

orientadas hacia lo ponderable, hacia lo concreto, hacia lo alcanzable, al menos eso creía él. Y, al parecer, tenía razón.Pero eso no bastaba. Sofonías Sepúlveda perdió todas sus guerras.

Cayó una vez. Y siguió batallando. Guerreó muchas veces y perdió siempre, sin excep-ciones.

Llegó a pensar en volarse los sesos. Pero no pudo imaginar cómo hacerlo, su capaci-dad imaginativa no estaba acostumbrada a esa violencia.

Era un tipo extraño. O eso decían. Aunque su vida fuera tan gris y corriente, aunque sus actos estuvieran marcados por un senti-do común tedioso. Sin embargo, eso cambió repentinamen-te. De pronto se le veía más vivaz, más apasionado, a pesar de todos sus fraca-sos. Muchos pensábamos que se trataba de un enamoramiento súbito, uno de esos amores que se instalan de inmediato en el alma o en el corazón o en el cerebro, en cualquier resquicio del ser. Otros opi-naron que no solamente era un enamo-ramiento súbito, dijeron que se trataba de una fiebre sexual. Pero nada de eso había ocurrido.

Jenny Holzer is at it again. To celebra-te the restoration of the Guggenheim façade, she is projecting gigantic rolling texts on that very surface every Friday evening through Dec. 31. That curva-ceous monument still evokes some pre-World War II fairground or a sound-stage building in Things to Come -- so futuristic it is charming.Holzer’s dusk-to-11 p.m. projections are futuristic too as they scroll, in all caps, up the pregnant belly of Wright’s master-piece. They never come to rest and, de-pending where you stand, are distorted and sometimes partially concealed by the building-bulge. This adds a perhaps unintended mystery to the meaning of the texts, necessarily un-attributed given the on-street, after-dark circumstances. One of my snapshots captures this me-aningless string of words:WITHIN AN INCH, A HAIRSBREATH FROM AN UNFORTNATE COINCIDENCEI have a new insight into Holzer’s logo-mania. Slogans, aphorisms and other texts are not so much about whatever meanings one can derive, but about the act of selection and the acts of pre-

sentation. Do not confuse her “signs” with concrete poetry, or with the words and word fragments in Cubist paintings or those of Stuart Davis or even Robert Indiana.More ambiguous, although completely legible on the Guggenheim website, is:MORE PEOPLE AND NEW OFFENSES HAVE SPRUNG UP BESIDE THE OLD ONES - REAL, MAKE-BELIEVE, SHORT-LIVED...Here’s the credits: For the Guggenhe-im, 2008. Light projection. Guggenheim Museum, New York. Text (pictured): “Tortures,” from View with a Grain of Sand by Wisława Szymborska, translated by Stanisław Barańczak and Clare Cavanagh. © 1993 by Wisława Szymborska. English translation copyright © 1995 by Harcourt, Inc. Used/reprinted with permission of the author. © 2008 Jenny Holzer, member Artists Rights Society (ARS), NY. Photo: Kristopher McKay I guess somebody doesn’t want to be sued. Although she has appropriated more words than any other conceptualist, Holzer is an abstractionist. The texts are often obtuse (or painfully banal). Some-day I may get around to comparing her use of language to Lawrence Weiner’s or, further back, to the single-word poems of the young Aram Saroyan.

It´s only wordsArtopia

B log de John Per reau l thttp://www.artsjournal.com/artopia/

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circo

Paso tras paso en un lento, febril y sonoro deambular esta pieza de vídeodanza de la uruguaya Tamara Cubas, quien investiga en los lenguajes de la danza, el video y el performan-ce, y es codirectora ar-tística del colectivo Perro Rabioso y directora del Festival Internacional de VideoDanza de Uruguay.

B U S C A N D O O R O

http://www.youtube.com/watch?v=ixrMX4qQPmo

EL SUEñO DE M A R I A N A

http://arteaccionculturaenmovimiento.blogspot.com/

h t t p : / / e s . y o u t u b e . c o m / w a t c h ? v = Z 1 6 -LoZRFVo&feature=related

ARTE ACCIóN

http://arteaccionculturaenmovimiento.blogspot.com/

El sueño de Mariana, la más re-ciente novela de Jorge galán publicada por FyG Editores, narra la vida de Mariana, ha-bitante de una ciudad futuris-ta dividida entre los “círculos” -comunidades conformadas por desdichados, especies de cárceles donde se sufren condenas perpetuas- y los “mega¬edificios” -construc-ciones gigantescas unidas en cadenas de puentes-carrete-ras y habitadas por personas privilegiadas.

“Ganas, fuerza y em-puje” caracterizan este grupo de artistas aso-ciados bajo el nombre Arte Acción, que si-guiendo el ejemplo ma-gistral del guatemalteco Caja Lúdica facilitan la realización de talleres, festivales, encuentros, intercambios y otros proyectos culturales en distintas localidades y poblaciones margina-les hondureñas usando el teatro, la música, la pintura, la danza y otras disciplinas como la me-jor herramienta para forjar la paz.

…the taste is such… is such to die for… música de The Mars Volta grupo de rock progresivo estadounidense fundado por Cedric Bixler-Zavala y Omar Rodríguez-López junto a Isaiah Ikey Owens y Jeremy Michael Ward, y conocidos por sus conciertos enérgicos e im-provisados, sus letras crípti-cas y el uso de música am-biental en sus discos.

al infinito y más allá

T h E W I D O W

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…FUNDACIONES CULTURALES, MUSEOS, UNIVERSIDADES, GALERÍAS, LIBRERÍAS Y EDITORIALES, TIENDAS DE ARTE Y MARQUETERÍAS, ARQUITECTURA Y DISEñO DE INTERIORES, TEATRO Y ESPECTÁCULOS, CONCIERTOS Y CINE, GASTRONOMÍA, TURISMO CULTURAL, TECNOLOGÍA DE PUNTA Y MODA, GRUPOS FINANCIEROS…¡Todo tiene cabida en los nuevos espacios publicitarios de El ojo de Adrián!

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