civitate dei san agustin

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De civitate Dei o los modos del habitar cristiano I. Prólogo Il y a assez de clarté pour éclairer les élus et assez d´obscurité pour le humilier. Il y a assez d ´obscurité pour aveugler les réprouvés et assez de clarté pour les condamner et les rendre inexcusables. Pascal La tesis que nos proponemos desarrollar, la noción de habitar en De civitate Dei , requiere una serie de precisiones que permitirán clarificar sus alcances. En principio, el término “noción” hace referencia a los influjos a partir de los cuales san Agustín modela su propia noción de ciudad. No se trata fundamentalmente de un rastreo de fuentes, que no está ausente en nuestro trabajo, sino comprender la importancia de los distintos momentos del itinerario espiritual e intelectual de Agustín, tal como se reflejan en su obra, en especial referencia a la instancia bíblica. Desde el principio desechamos la presencia de una única fuente en esta concepción de las dos ciudades que excluya otras posibilidades 1 . Los puntos de este itinerario son los siguientes: a) el horizonte del maniqueísmo, b) el horizonte de los Libri platonicorum y c) el horizonte escriturístico. En nuestra ponencia nos detenemos en el punto c), dado que aquí hallamos 1 Hacemos propias las medidas palabras del estudioso Johannes Van Oort: The foregoing makes one fact very clear: it is incorrect to follow the example of a number of scholars who have pointed to one source as the origin of Augustine’s doctrine of the two civitates, sometimes to the exclusion of other possibilities. On the contrary, the origin of Augustine’s concept turns out to be a complex matter. Jerusalem and Babylon. A study into Augustine’s City of God and the sources of his doctrine of the two cities, Leiden – Köln, 1991, p.352. 1

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De civitate Dei o los modos del habitar cristiano

De civitate Dei o los modos del habitar cristiano

I. PrlogoIl y a assez de clart pour clairer les lus et assez dobscurit pour le humilier. Il y a assez dobscurit pour aveugler les rprouvs et assez de clart pour les condamner et les rendre inexcusables.Pascal

La tesis que nos proponemos desarrollar, la nocin de habitar en De civitate Dei, requiere una serie de precisiones que permitirn clarificar sus alcances.

En principio, el trmino nocin hace referencia a los influjos a partir de los cuales san Agustn modela su propia nocin de ciudad. No se trata fundamentalmente de un rastreo de fuentes, que no est ausente en nuestro trabajo, sino comprender la importancia de los distintos momentos del itinerario espiritual e intelectual de Agustn, tal como se reflejan en su obra, en especial referencia a la instancia bblica. Desde el principio desechamos la presencia de una nica fuente en esta concepcin de las dos ciudades que excluya otras posibilidades.Los puntos de este itinerario son los siguientes: a) el horizonte del maniquesmo, b) el horizonte de los Libri platonicorum y c) el horizonte escriturstico. En nuestra ponencia nos detenemos en el punto c), dado que aqu hallamos los elementos fundamentales que caracterizan el habitar cristianos.Si aceptamos que el texto bblico es el contrapunto a partir del cual Agustn conforma su concepcin de la ciudad, debemos tambin advertir que los distintos niveles de su significacin teolgica, filosfica y poltica tienen menos que ver con el orden del pensamiento que con el despliegue de la expresin de este pensamiento.

Esta perspectiva quedara trunca si no avanzamos, de manera complementaria, en el tratamiento de un elemento constitutivo de la mentalidad latina, puesto de relieve magistralmente por Cicern y que, como tal, est incorporado al acervo recibido por san Agustn: el homo conditor.Roma expresa su esencia en el homo conditor, que se radica no ya en la contemplacin del ser, como en Grecia, sino en cuanto fundador de ciudades y de un Imperio, fundado en la sangre y en la religin de los antepasados. Por ello, el orden y la unidad posible del mundo antiguo provenan de la accin de la Urbs. En este sentido, el recorrido de La ciudad de Dios queda signado, por un lado, por el Antiguo Testamento, que constituye un interrogante que constantemente acucia su inteligencia y su sensibilidad fina y sutil y la certeza, y por el Nuevo Testamento constituye la fuente en la que este corazn inquieto y sediento de la verdad encuentra sosiego, aunque siempre provisorio, por la misma condicin de peregrino. Por otro lado, y de manera no siempre concordante con lo primero, la ponderacin del romano, del fundador, que ve, en la fundacin de ciudades, la presencia divina y el modo humano de ponerse a su servicio.Si bien comenzaremos por el seguimiento de las condiciones en que se presenta la fundacin de ciudades en el Gnesis, Agustn encuentra la fuente del material bblico para el desarrollo de las dos ciudades en los Salmos. Sin embargo, el anlisis de nuestro tema en el libro que abre la Biblia nos permite advertir, por un lado, la fuerte carga negativa que la mentalidad hebrea pone en la fundacin de ciudades, en tanto fruto de la maldicin y de la disputa contra Dios, y, por otro, el modo en que Agustn traduce estas metforas veterotestamentarias en el marco de una cultura grecolatina, que pone en la figura del conditor la posibilidad misma de lo divino en el ser humano.

No se trata, simplemente, de una superposicin de elementos, en los cuales la ciudad de los hombres arrastraran esta condicin de rebelda a partir del pecado de soberbia, que da unidad a las fundaciones que encontramos en el Gnesis; si bien este elemento ocupa un lugar de importancia en el pensamiento del Hiponense, el marco conceptual est dado por esta traduccin de metforas que implica reconsiderar las posibilidades creativas, en tanto cooperan con el plan divino, del homo conditor.

Con ello queremos significar tambin que en las fuentes veterotestamentarias de la ciudad hallamos su referencia inmediata, en un sentido muy concreto, al refugio de los corazones rebeldes; por este motivo, y como su consecuencia inmediata, la Jerusaln itinerante no es entonces un mbito de sosiego idlico, sino la recapitulacin de la creacin toda, esto es, la Ciudad transfigurada.

Al mismo tiempo, Dios lleva a sus amigos a la soledad de la naturaleza indmita, donde se manifiesta su poder y el hombre percibe con toda claridad su dependencia. Tenemos presente el ejemplo de Abraham, al que Dios llama de Ur al desierto inhspito para que comience una vida nmade; en el contexto de la Antigua Alianza, esto significa quedar a merced de la naturaleza, es decir, de Dios.

II. La naturaleza del habitar.

En este proceso, la ndole de la revelacin bblica acerca de la ciudad se relaciona con la obra esencial de los hombres, la cultura, en la historia y en la eternidad. Por este motivo, como veremos poco ms adelante, la nocin de alianza de Dios conlleva un doble movimiento de juicio y misericordia que implica paradojalmente la justificacin del pecador: Dios tambin hizo un pacto con Can, en virtud del cual quien lo castigara tendra multiplicado por siete este castigo en s mismo; tal perspectiva de la sacralidad implica concebir aquella alianza de Dios no slo como un pacto y una sancin a quien lo transgreda, sino como la manifestacin de su misericordia.

Este doble movimiento, que debe ser interpretado en y desde Dios, impregna los contenidos del smbolo de la ciudad en ambos Testamentos; se explica as que la ciudad exprese tanto la tragedia de Can, imagen de la condicin humana pecadora, como la congregacin de los justos.

Las consecuencias que ello significa para nuestra aproximacin son de importancia, como esperamos mostrar de inmediato.

Bsicamente, el primer movimiento de aproximacin a la metfora de la ciudad implica atenernos a la estilstica de su presencia y a los modos de su manifestacin. En primer trmino, viene determinada una exigencia permanente de interpretacin, pues una metfora adquiere siempre lecturas renovadas: una multiplicidad de sentido no puede reducirse a una sola significacin, ni tan siquiera a un grupo de ellas. As como una nota musical no tiene fijado su sentido, sino que depende enteramente de su contexto rtmico, del mismo modo la metfora depende cada vez del contexto que la expresa. Penetrar el mundo de las resonancias metafricas implica percibir aquello que se ha presentado como una cierta msica del universo: no slo intuicin sino tambin un sentido innato de la analoga; as como se hace referencia a un odo musical, postulamos la existencia de un odo atento a la realidad que expresa la metfora, cuya caracterizacin tambin es musical, aunque en sentido etimolgico.

No podemos dejar de lado, en estas consideraciones, un elemento que profundiza las dificultades hasta aqu expresadas, a saber, el hecho que esta metfora, la ciudad, exprese una de las posibilidades del misterio de la Iglesia. Esto tiene, para el tema que nos ocupa, un significado inmediato: no nos aplicaremos al desarrollo de un concepto objetivo de Iglesia, sino, por el contrario, al proceso de transposicin espiritual, segn el cual la imagen veterotestamentaria adquiere todo su valor metafrico en el Nuevo Testamento; desde esta perspectiva, la imagen depende, en definitiva, de la relectura cristolgica del texto veterotestamentario. Entendemos, por ello, que la imagen de la ciudad de Dios hace referencia a la Iglesia, comunidad espiritual de un pueblo nuevo, que adquiere realidad en la tensin entre la historia y la eternidad

A partir de este contexto nos preguntamos qu significados tiene la ciudad en el Antiguo Testamento?

Recientemente sealamos que la civitas Dei slo puede ser cabalmente interpretada a travs de una lectura cristolgica, esto es, espiritual del Antiguo Testamento; esto no significa una innovacin de Agustn, sino un patrimonio comn de los Padres; s adquiere una forma peculiar en el obispo de Hipona a partir de su constante impulso por fusionar la eclesiologa, la doctrina de la gracia y la escatologa.

Como hemos sealado anteriormente, en La ciudad de Dios asistimos al drama que se desarrolla en la creacin, la cada y la redencin, segn lo testifican las Escrituras por disposicin de la Providencia. De inmediato comprobamos que su teologa es fundamentalmente bblica y que en ella se combina, con un equilibrio delicado para la poca, la comprensin literal y la exgesis espiritual, en la bsqueda del contenido doctrinal de la revelacin.

Estos testimonia confieren, primero, una certeza absoluta acerca de la existencia de la ciudad de Dios; segundo, se encuentra habitada por aquellos que aspiran a alcanzar la ciudadana definitiva, impelidos por el amor que Dios les inspira. ste constituye el punto de inicio de Agustn, pues a partir de l se aplica al estudio de la historia sagrada que expresa el desarrollo de la ciudad de Dios.

En el Gnesis, Agustn encuentra gran variedad de elementos para desarrollar su anlisis; el primer dato lo descubre en la dramtica historia de Can y Abel.

Vayamos al encuentro de los hechos tal como los relata la Biblia. Luego de la expulsin del Edn, se unieron Adn y Eva, y concibieron a Can; lo mismo sucedi, ms tarde, con Abel; el primero fue agricultor y el segundo pastor de ovejas. Luego de cierto tiempo, ambos presentaron ofrendas: Can, algunos frutos y Abel, las primicias de su rebao. Como el Seor viera con agrado a Abel, Can se llen de resentimiento; incapaz de dominar sus sentimientos, lo asesin. Can tuvo que comparecer ante Dios y escuchar la condena; el castigo le resulta insoportable, se reconoce fugitivo y vagabundo y sabe que el que lo encuentre lo matar; pero Yawh le responde que quien lo matare pagar siete veces. Sali, entonces, Can a la tierra de Nod, al oriente del Edn.

Agustn seala, al comentar estos pasajes, que el fundador de la ciudad terrena fue un fratricida que, por envidia, asesin a su hermano, ciudadano de la ciudad eterna y peregrino de la temporalidad; los sucesos entre Can y Abel ponen de manifiesto la enemistad que existe entre ambas ciudades.

La condena que debe soportar Can consiste en ser errante y fugitivo, esto es, en carecer en delante de estabilidad, de serenidad; ha introducido el fruto de la venganza y de la sangre: la inseguridad; rotas las relaciones que unan apaciblemente el hombre y el mundo, no es posible otra condicin que la de ser un vagabundo, un fugitivo. Incluso la marca que Dios pone sobre Can, implica que la venganza que obtendr ser posterior a su propia muerte; no es menos cierto que el contenido de esta promesa parece dirigido a que Can no termine ontolgicamente disuelto en su condicin de fugitivo.

En este sentido, Agustn seala que la condicin de cada uno de los hermanos se haba manifestado en sus respectivas interioridades en el momento de la aceptacin del sacrificio. El autor de La ciudad de Dios se detiene en la palidez de Can, pues ella manifiesta el desasosiego de la envidia. En relacin con esto ltimo, Agustn se demora en la amonestacin de Dios a Can por su modo de hacer sacrificios; el obispo de Hipona interpreta el pasaje en estos trminos: el sacrificio es verdadero cuando se ofrece a Dios; por otro lado, entiende divisin como capacidad de discernimiento, por ello no dividir bien significa no tener adecuadamente en cuenta las circunstancias del sacrificio. A partir de las palabras del apstol san Juan interpreta lo que, del sacrificio de Can, desagrad a Dios: divida mal porque daba algo suyo a Dios, pero se reservaba a s mismo para s.

Agustn encuentra aqu una peculiaridad de la ciudad terrena: rendir culto a Dios o los dioses por ansia de dominar y no por amor del bien. Luego seala que la tristeza, el abatimiento que Can padece, es la consecuencia exterior inmediata del pecado, en este caso la envidia.

Luego de caracterizar finamente el pecado de la envidia y el consejo de Dios a Can, Agustn hace una pregunta de suma importancia para el desarrollo de nuestro tema: por qu Can fund una ciudad? Si fue condenado a vagar por la regin de Nod, la tierra de nadie o, como tambin traducen, la tierra del vagabundeo, qu sentido tiene fundar una ciudad. Can ha perdido su patria y su hogar y eso le pesa; es tambin el hombre que est perpetuamente en movimiento, puesto que sabe que no tiene punto de llegada, meta. Por ello se constituye en la anttesis del peregrino y busca, entonces, seguridades que terminan por resultarle ilusorias. Abel no fund una ciudad, fue un peregrino, en el que se prefigura la ciudad de Dios; la fundacin de Can se encuentra, por el contrario, pensada como residencia definitiva (amor sui), como deseo de eternidad que seguir dolorosamente vivo en Can. El poder que ello implica no es precisamente escaso y el Hiponense lo menciona expresamente.

El nombre de la ciudad fundada por Can lleva el nombre de su primognito, Enoc. Agustn advierte que la fund en tanto bsqueda de la felicidad temporal; cuando se funda una ciudad, desde esta perspectiva de sustitucin de la eternidad, significa que se presenta dedicada a la ciudad terrena, pues se manifiesta claramente el fin al que tiende; en este sentido, Agustn lo confirma mediante la etimologa de los nombres: as como Can significa posesin, Enoc, dedicacin

Todo lo cual viene tambin confirmado, seala el Hiponense, en que sus descendientes se despliegan en generaciones unilateralmente carnales, en virtud de las cuales se degradan en la mundanidad absoluta, esto es, en el afincamiento definitivo en este siglo.

La condena de Can, entonces, parece consistir en un constante buscar a Dios, de Aquel mismo del que opt tomar distancia. Con el fin de salvar este hiato, insalvable en s mismo, intenta algo que perturbar todava ms su situacin: fundar una ciudad que ser consecuencia directa de su fratricidio y de su imposibilidad de percibir la proteccin prometida por Dios.

As, Enoc inaugura su existencia como ciudad en oposicin al Edn perdido, con lo cual profundiza, si es posible la expresin, su distancia de Dios; en la visin del Gnesis, Can se establece en el mundo y lo que crea no es digno, por ejemplo, de un altar de Dios. La consecuencia de lo que expresamos es la siguiente: en el texto del Gnesis, la ciudad resulta sustancialmente ms que una reunin de casas y de familias: en efecto, se expresa como vehculo de una potencia espiritual que busca reconstruir un edn sin la necesidad de Dios.

Todo el desarrollo de la ciudad del mundo desde Adn hasta el juicio es un inmenso encaminamiento hacia la muerte segunda o ltima, donde fenece toda esperanza de morir; la ciudad del mundo se dirige hacia la muerte sin muerte, definitiva y eterna; lleva en sus entraas su propia destruccin.

De Adn y Eva nace un nuevo hijo, Set. Agustn seala la oposicin de este nuevo vstago, y de su descendencia, con la ciudad de los hombres, que lleva el nombre de Enoc; esta anttesis se manifiesta simblicamente a partir de la significacin de los nombres: ya indicamos que el significado de Enoc es dedicacin, en tanto que Set expresa, etimolgicamente, resurreccin y su hijo, Ens, hombre.

Abel, Set y Ens expresan, a su vez, la ciudad peregrina; el telogo protestante J. Ellul, en un libro bello y sugerente, escribe que Baudelaire se equivoca cuando habla de la raza de Abel, porque ste carece de descendencia y, entonces, su justicia tambin queda desierta. Aqu cabe la siguiente distincin: cuando Las Escrituras se refieren a Can y su descendencia encontramos mencionadas las mujeres, lo que no sucede al hacer referencia a Set y sus hijos. Agustn percibe aqu una significacin figurada: la ciudad terrena tendr, hasta el fin, generaciones carnales; la ciudad de Dios que peregrina tendr su esperanza en la resurreccin.

Seala Agustn que por este motivo en los hermanos Abel, cuyo nombre significa duelo y Set, resurreccin, se encuentra prefigurado Cristo. sta es la fe que constituye la fortaleza de la ciudad de Dios peregrinante, es decir, de la que coloca su esperanza en la invocacin del nombre del Seor.

Advierte el Hiponense que en la ciudad de los hombres sus habitantes son engendrados y engendran; en cambio, en la ciudad de Dios, sus hijos no son engendrados ni engendran, sino que alcanzan la regeneracin. La procreacin, sin embargo, es comn a ambas ciudades, aunque la civitas Dei cuenta en el siglo con gran nmero de ciudadanos que se abstienen de la generacin; tambin, por cierta imitacin, existe en la ciudad de los hombres esta abstencin, aunque en realidad participen del error: los que, en el extravo de la fe, han dado origen a los movimientos herticos.

Nimrod es el siguiente de los fundadores de ciudades en el que se detiene Agustn. Siguiendo las Escrituras, nuestro autor se ocupa de la descendencia de No, en tanto que en su desarrollo se percibe el despliegue de ambas ciudades; los tres hijos, entonces, de No son Sem, de cuya descendencia carnal naci Cristo, Cam, sobre el que cay la maldicin de su padre, y Jafet.

Agustn avanza sobre los significados profticos implicados en la desnudez de No. Su interpretacin alegrica de este pasaje, en la que haba sido antecedido por san Ambrosio, vislumbra un anuncio de la Pasin de Cristo. Agustn parte de la idea que este fragmento, y podemos agregar la totalidad del Antiguo Testamento, ha sido escrito como figura del futuro de Cristo y de la Iglesia, es decir, de la ciudad de Dios. El Hiponense contina con minucia aquello que presentamos brevemente: Sem y Jafet simbolizan la circuncisin (judos) y el prepucio (griegos); ellos, sin saberlo, honraron la pasin de Cristo: el vestido significa el sacramento; las espaldas, la memoria del pasado.

Ambas ciudades se van desarrollando conjuntamente en los hijos de No tanto en los benditos como en el maldito y en su descendencia. En efecto, un nieto de Cam, hijo de Cus, ser el que retome la fundacin de ciudades con espritu de afincamiento definitivo; se trata de Nimrod, acerca de quien habamos hecho breve referencia.

Agustn seala que en el Gnesis es nombrado aparte de la descendencia de Cus, en razn de su eminencia, pues de la fundacin que llev a cabo surgir la clebre Babilonia. En la regin del Sinar, abarcada por el reino de Nimrod, florecieron ciudades como Asur y Nnive.

El Hiponense advierte que en el gigante Nimrod continua la maldicin de Can, y por intermedio de ambas, el origen y el progreso de la civitas terrena. En efecto, sus sucesivos fundadores la tipifican ntimamente: primero, son ambos malditos; segundo, el hombre trata de escapar a esa maldicin mediante la fundacin de ciudades; tercero, la maldicin especfica sobre Cam, siervo de siervo ser de sus hermanos; sin embargo, esta condenan a la esclavitud lo torna poderoso, como resultado del endurecimiento de su corazn contra Dios. A travs del texto se percibe que, en un sentido estricto, la maldicin alcanza su cumplimiento a partir del juicio final, lo que no impide que este mismo hombre desarrolle sus actividades con xito y opere sobre la realidad.

En Nimrod vemos tipificada esta situacin. La traduccin del texto latino utilizado por Agustn lo muestra como aquel gigante cazador contra el Seor, cuyo signo distintivo es la impiedad. Luego se lo muestra poderoso y tambin se dice de l que tiene la condicin de cazador.

Qu quiere significar el autor sagrado al atribuirle esta condicin de cazador? La observacin trasciende todo posible carcter anecdtico que pueda atribursele, puesto que se lo llama cazador contra Dios. En principio consideramos que esta referencia indica la posicin del hombre rebelde y su obrar ante Dios; resulta tanto una separacin como una presencia: Dios conoce cada cosa que pasa por su mente y por su corazn, pero la distancia es raigal. Agustn explica el epteto cazador en los siguientes trminos: engaador, opresor, exterminador de los animales terrestres.

Nimrod trataba de levantar, con la ayuda de sus pueblos, contra el Seor una torre que simbolizara la impiedad de su soberbia. En Sinar, tierra que significa claramente el pecado, encuentra Nimrod, el heredero de Can, su hogar, Babilonia, es decir, la cuna de la ciudad terrena.

En el captulo cuarto del Libro XVI, Agustn cita el texto del Gnesis en el que se relata la preparacin y construccin de Babilonia y su posterior castigo. El poder del que manda se manifiesta en la palabra, reflexiona el Hiponense, y precisamente en ella fue condenada la soberbia: no se entendan los hombres entre s, de modo idntico como se haban desentendido de Dios.

As nace con todas sus caractersticas la ciudad antagnica de los justos. Agustn sigue la etimologa popular que explica el sustantivo Babilonia a partir del verbo hebreo BALAL, "confundir" (cf. Libro del Gnesis, XI, 9), y as atribuir a esta ciudad las nociones de multiplicidad, desorden y confusin.

Como hasta aqu hemos sealado, el texto bblico parece sugerir que el xito del hombre, en el sentido de su afirmacin contra Dios, se encuentra jalonado por la edificacin de ciudades; reniega de su condicin peregrina y, en consecuencia, primero funda y luego propaga la civitas terrena. En el caso de Babilonia, esta tensin alcanza su mximo grado, pues lo que entonces se propone es avanzar sobre lo que es propio de Dios, su trascendencia absoluta.

La lectura agustiniana del amor sui implica que la ciudad terrena, en tanto amparo de los corazones rebeldes, busca implantar, en su propio nombre, una nueva creacin; y en una nota de dramtica sencillez, el Gnesis anticipa que nada hay que pueda impedrselo. Ello nos descubre tambin hasta qu punto se desarrolla el seoro humano desde la cada hasta el juicio y, tambin, su correlato inmediato: el mal amor de s, el orgullo, conduce invariablemente a la destruccin espiritual y nada, en el orden natural, puede impedirlo.

Una breve recapitulacin nos confirma la profundidad del anlisis de Agustn: Can emigr a oriente para construir Enoc; Nimrod edific Nnive en Sinar y la construccin de Babilonia tiene el deseo expreso de afincamiento y de abandono del vagar. La ciudad terrena se edifica en el mbito del Sinar, la geografa que, en el Antiguo Testamento, simboliza el pecado.

No menos elocuente es la accin divina. Todo movimiento de separacin de Dios conduce a la nada; en el caso del hombre, ello implica tanto la muerte material como la espiritual. Por este motivo, el Creador impide que la ruptura se realice en forma definitiva y en todas y cada una de sus consecuencias: Babilonia no resulta arrasada por la ira divina, pues habra ocultado la dimensin espiritual (y no material) del problema.

La respuesta de Dios a la intencin humana de hacerse un nombre consiste en la confusin de las lenguas; tal confusin significa, en primer trmino, no entender al otro y, en un segundo trmino ms radical y profundo, la quiebra del horizonte de inteligibilidad: una confusin siempre renovada. J. Ellul escribe con fina penetracin que la ciudad no es destruida, pero los constructores se separan y la construccin se detiene. No hay otra solucin, porque lo que han perdido en la aventura es el significado de la ciudad que estaban construyendo.

Por esta razn, Babilonia es la ciudad terrena por lo que msticamente representa; todas las ciudades que los hombres edifiquen a partir del amor sui se encuentran comprendidas por ella, porque estn heridas de muerte desde el principio: y dejaron de edificar la ciudad, dice el texto sacro.

La preeminencia de la significacin de Babilonia en el anlisis de Agustn suele opacar la interpretacin de Nnive en La ciudad de Dios.

Como oportunamente sealamos, la ciudad de Nnive surge del Sinar, que perteneca al reino de Nimrod; el nombre proviene de Nino, que ampli notablemente las fronteras del reino asirio, hijo de Belo, fundador de esta gran ciudad.

En el texto bblico, Nnive es la ciudad del arrepentimiento, aunque por lo dems no deje de participar de la tipologa de Babilonia, esto es, de sostenerse en la maldicin de Nimrod, su fundador remoto.

Por la predicacin de Jons, la ciudad se arrepiente y obtiene el perdn del Seor. En este sentido, Agustn interpreta la tipologa ninivita a la luz del Nuevo Testamento. En efecto, Jess reprende a las ciudades que permanecan incrdulas a pesar de los milagros que haba obrado, por lo que las pospone a las ciudades extranjeras. Por ello, el Hiponense interpreta que la figura de Nnive en la predicacin de Cristo revela que llegar el juicio y que los muertos resucitarn.

La capacidad y la predisposicin de los ninivitas para volver sobre sus pasos y arrepentirse significan en la exgesis agustiniana la mezcla en el transcurso de la historia de justos e injustos y tambin la separacin de los ciudadanos de las distintas ciudades, que tendr lugar el da del juicio, en los trminos que lo expresa la parbola del trigo y la cizaa.

III

No debemos olvidar, en este punto de nuestra presentacin, que Dios tambin construye ciudades. Agustn hace referencia a la autoridad de las citas que sustentan lo que ha sealado recientemente: Salmos 86, 3; 47, 2-9 y 45, 5-6. Al mismo tiempo, el Salmo 121 nos muestra la alegra de los peregrinos al acercarse a Jerusaln y, con suma plasticidad, el espectculo de la procesin de las tribus de Israel; as encontramos una presentacin entusiasmada de la ciudad en la armona de sus casas y palacios. Los versculos finales truecan el elogio en augurio de felicidad.

Como sealamos poco ms arriba, el pueblo judo primeramente se encontraba en la esclavitud; luego peregrin a travs de desierto, hasta que se estableci en Canan; despus de varios siglos, gracias a las victorias del rey David, tienen su propia capital. En ella, Salomn edific el Templo, la morada de Dios; el centro de la ciudad se organizaba en torno al Templo, por lo que se la denomin la ciudad del Santo. Agustn cita el Salmo 147 a los efectos de afirmar que la paz consiste en el supremo de los bienes tanto para la vida eterna como para la terrenal. A partir de aqu seala que Jerusaln es en su esencia visin de paz, lo que tambin indica su etimologa. Sin embargo, Agustn prefiere designar msticamente a la ciudad de Dios y su mismo fin con la expresin vida eterna, antes que con visin de paz, porque en sta ltima el trmino paz se utiliza con frecuencia aplicado a realidades perecederas.

A travs de la exgesis del Apocalipsis, Agustn desarrolla la interpretacin definitiva de las dos ciudades y, entonces, coloca en una perspectiva renovada la visin hebrea de la ciudad, que pone el acento en las nociones de pecado y de condenacin. En efecto, en este libro, Babilonia se presenta como la ciudad impa que se enfrenta a Jerusaln, ya transfigurada en la ciudad de Dios.

Desde esta perspectiva resulta de especial inters que nos detengamos en el Libro vigsimo de La ciudad de Dios, puesto que en el transcurso de su interpretacin de Apoc. XX, Agustn se refiere tanto a la ciudad perversa como a la totalidad de la ciudad de Dios.

En consonancia con su metodologa caracterstica, Agustn cita el texto del Apocalipsis XX, 1-6:

Vi entonces un ngel que bajaba del cielo llevando la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Agarr al dragn, la serpiente primordial, el diablo o Satans y lo encaden para mil aos. Lo arroj al abismo, ech la llave y puso un sello encima para que no pueda extraviar a las naciones antes que se cumplan los mil aos. Despus tiene que estar suelto por un poco de tiempo. Vi tambin tronos donde se sentaron los encargados de pronunciar sentencia; vi tambin con vida a los decapitados por dar testimonio de Jess y proclamar el mensaje de Dios, los que no haban rendido homenaje a la fiera ni a su estatua, y no haban llevado su marca en la frente ni en la mano. stos reinaron con Cristo mil aos. El resto de los muertos no volvi a la vida hasta pasados los mil aos. Esta es la primera resurreccin. Dichoso y santo aquel a quien le toca en suerte la primera resurreccin: sobre ellos la segunda muerte no tiene poder: sern sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarn con l los mil aos.

A la luz de Marcos 3,27, Agustn interpreta la primera parte de la cita del Apocalipsis (Vi entonces un ngel... y lo encaden para mil aos) en estos trminos: se trata de un freno y un impedimento al poder demonaco de seducir y cautivar a los que haban de ser liberados. A su vez, la expresin para mil aos puede ser interpretada de dos maneras: o bien que tendr lugar en los ltimos mil aos, o ltimo perodo de la historia, como quien seala el todo por la parte; o bien la cifra significara la totalidad de los aos del mundo y tambin, a travs de un nmero perfecto, la plenitud del tiempo.

Y lo arroj al abismo. Se sobrentiende al diablo, trmino que expresa la multitud de los impos, cuyos corazones son un abismo; el estar arrojado significa que, al ser rechazado por los creyentes, se entreg con mayor saa a los impos. El Hiponense seala que la posesin del diablo no consiste slo en alejarse del Seor, sino que, adems, implica odio a los servidores de Dios.

La llave y el sello resultan interpretadas, en la exgesis agustiniana, como una prohibicin al diablo de que seduzca a las naciones que forman la ciudad de Dios, para que quedara sin conocerse todava quines le pertenecen y quines no.

A partir de esta distincin, Agustn opone de manera antittica ambas realidades incluidas en el relato del Apocalipsis: el dominio de las tinieblas y el reino del Hijo. El primer lugar lo ocupan aquellas naciones no predestinadas a la salvacin eterna y el segundo, aqullas que han alcanzado la regeneracin en Cristo.

Esta anttesis encuentra una nueva formulacin al momento de interpretar el pasaje del ltimo libro de la Biblia, que se refiere al escaso lapso en que el demonio est suelto. Si su encierro equivale a la imposibilidad de extraviar a la Iglesia, el hecho que quede libre no implica de manera alguna que en ese tiempo pueda conseguirlo. El Apocalipsis seala en este punto (Agustn reitera la cita) que el demonio reunir a las naciones enemigas de Dios y pondr sitio a la ciudad de Dios (dilecta civitas), es decir, a la Iglesia. El texto se introduce as en el juicio final propiamente dicho.

Agustn interpreta la libertad que por un breve lapso tendr el demonio como un modo de que la ciudad de Dios contemple en todo su poder al adversario que habr de vencer. La relacin antittica entre ambas ciudades queda suficientemente explicitada por Agustn en el momento de explicar la palabra fiera. Esta fiera es sencillamente la ciudad impa y el pueblo de los que no creen, que se opone al pueblo de los fieles y a su ciudad.

Y retoma el Hiponense la parbola del trigo y la cizaa al afirmar que pertenecen a la bestia no slo los enemigos declarados de Cristo, sino tambin la cizaa, es decir, los cristianos que fingen ser lo que no son. El texto recientemente citado resulta de importancia para fijar no slo los alcances de la escatologa de la ciudad, sino tambin porque nos permite cotejar los dos correlatos inmediatos de civitas: Regnum y Ecclesia. Las figuras de Gog y Magog, arquetipo de quienes reclutan tropas para el enfrentamiento definitivo, lanzan la persecucin final: la totalidad de la ciudad de Cristo estar perseguida por la totalidad de la ciudad del diablo, sin que sea posible, acota Agustn, un rincn de paz en la extensin del orbe.

Por ello, la ciudad predilecta no tendr nunca una localizacin determinada: all donde estn los santos de Dios, all pervivir la ciudad de Dios; todas las naciones que cohabitarn la civitas Dei sern cercadas por la tribulacin.

La presentacin de la Jerusaln Celeste inhabitada por el Pneuma expresa a la ciudad que san Juan conoci en su visin: la civitas Dei que desciende del cielo. Agustn interpreta el pasaje del Apocalipsis en estos trminos: el descenso desde el cielo significa la gracia por la que Dios la ha formado, le ha dado su existencia. En el desarrollo de la historia, sus ciudadanos se sostienen y crecen por la misma gracia fundacional que viene de Dios, a travs del bautismo y de la asistencia del Espritu Santo.

Como consecuencia de este juicio, que ser realizado por Cristo, la ciudad de Dios aparecer con una claridad hoy inconcebible: por donacin de Dios no habr rastro de vejez, de corrupcin o de mortalidad. La interpretacin agustiniana del texto del Apocalipsis manifiesta el lmite sealado por el nacimiento y la muerte; en efecto, la vida de Cristo y, por ende, de la ciudad de Dios comienza en la eternidad: el Primognito anterior a toda criatura. Como narran luego los evangelistas renace a nueva vida, permanece cuarenta das en el mundo y asciende a los cielos con la promesa de un nuevo y definitivo regreso. Esta vuelta de Cristo implica el Juicio y, entonces, el fin de la historia; ello implica que la creacin y la historia, esto es, el despliegue del tiempo propiamente dicho, sern recibidas por la eternidad y Cristo ser la vida eterna de los ciudadanos predestinados de la ciudad de Dios. En este sentido bien podemos decir que el Apocalipsis es la fase definitiva, eterna, de la ciudad de Dios.

Agustn recurre, por la naturaleza misteriosa del Apocalipsis, a otros textos con la finalidad de iluminar sus contenidos. En efecto se trata de un libro organizado sobre distintos planos de un rico simbolismo que concentra los planos mstico y litrgico, mediante una profunda elaboracin artstica.

Respecto de la naturaleza del Juicio Final, nuestro autor cita extensamente al apstol Pedro: en los ltimos tiempos habr hombres que se burlarn de todo y que actuarn segn los dictados de su propia concupiscencia; estos mismos pondrn en duda la segunda venida y el Juicio, con el argumento de que todo sigue igual desde el origen del mundo. Olvidan, seala el apstol Pedro, que originariamente existieron el cielo y la tierra, que la palabra de Dios los sac del agua y los estableci entre las aguas: por esta razn, el mundo pereci por el diluvio. La misma palabra de Dios reserva para el cielo y esta tierra el fuego; los guarda para el da del Juicio y para la perdicin de los impos. El Seor no retrasa la promesa, sino que, por el contrario, busca la salvacin de todos; pero mil aos son para l como un da: llegar como un ladrn y los cielos acabarn con un estallido, los elementos se desintegrarn y la tierra desaparecer. Pedro seala el objeto de la esperanza cristiana: un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habite la justicia.

Agustn interpreta la alusin al diluvio como un modo a que se crea en la destruccin de esta tierra, en el final de los das; as como destruy el mundo antediluviano por la crecida de las aguas, tiene reservado para este mundo, que sustituy el anterior, el fuego del da del Juicio. El trmino ruina (perditio) expresa la destruccin del hombre a causa de una significativa transformacin interior.

IV

Agustn desarrolla los antecedentes veterotestamentales ms significativos del Juicio y de la separacin definitiva de ambas ciudades.

El Apocalipsis es un libro de consolacin; este consuelo no est dado mediante una visin tranquilizadora en la que las cosas no parezcan demasiado terribles; por el contrario, los acontecimientos se encuentran presentados con toda su terrible hondura: la historia tiene una potencia que Dios no mengua en ningn momento. Sin embargo, por encima de la ciudad terrena, Dios hace patente el esplendor de su ciudad, a la que le pertenece la eternidad. Desde la perspectiva del Apocalipsis, Cristo ve y sopesa todo: desde las primeras pulsaciones del corazn hasta los ltimos efectos producidos en el transcurso de los acontecimientos, y lo inscribe todo en el libro" de su ciencia. Todo comparecer ante l y pronunciar la palabra que pondr en claro todas las obras humanas, en su verdadero valor, que es el que durar para siempre. ste es el consuelo que proviene de la fe.

El primer comentario de Agustn al Antiguo Testamento lo constituye Isaas; en ella, el profeta hace referencia a la resurreccin de los muertos y a las sanciones del Juicio: resurgirn los muertos de los sepulcros y habr jbilo; en cambio, caer la tierra de los impos. El segundo trmino de la cita implica que la condenacin se apoderar definitivamente de los condenados.

Agustn interpreta el pasaje de Isaas como una referencia al fin de los ciudadanos de la civitas Dei; en efecto, las nociones de alegra y salud significan la inmortalidad, la salud ms plena y perfecta. Por otra parte, Isaas profetiza para el da del Juicio un ro de paz: cada uno encontrar consuelo en la nueva Jerusaln y los huesos brotarn como la hierba. En cambio, los habitantes de la civitas diaboli sern arrasados por una tempestad de fuego, pues la totalidad de la tierra ser juzgada.

Agustn presenta el pasaje con toda su fuerza escatolgica: el ro significa la paz de la incorruptibilidad y de la inmortalidad, por lo cual los habitantes de la ciudad de Dios no se diferenciarn de los ngeles. Por Jerusaln debemos entender a la ciudad eterna de los cielos; la otra Jerusaln, la esclava de s misma, ser destruida por la tempestad de fuego.

Una nueva cita de Isaas (LXV, 17-19) confirma el rumbo del anlisis: habr un cielo nuevo y una tierra nueva en la que slo habr gozo y alegra; el Seor, dice el profeta, transformar a Jerusaln en alegra. Se lleva a cabo la separacin definitiva de ambas ciudades: se manifestar a sus servidores y amenazar a los rebeldes.

Agustn rastrea el tema del Juicio en los Salmos. Se detiene en el 49, 3-5: Dios precedido por el fuego y rodeado por tempestades; de lo alto convoca a cielo y tierra para discernir a su pueblo. Agustn lo interpreta en estos trminos: Cristo es el Juez; el conjunto de los justos es reconocido con el nombre de cielo (cita la autoridad del Apstol en 1 Tes., 4,16 Junto con ellos sern arrebatados en nubes para recibir a Cristo en el aire) y el conjunto de los que habrn de ser juzgados tierra; en tanto que el hecho de discernir slo puede significar la separacin de ambas ciudades.

Nos encontramos ante una nueva creacin en la que se destaca con fuerza inusitada la trascendencia absoluta de Dios respecto de toda creatura; Agustn interpreta esta nueva creacin en trminos de liberacin a travs de la verdad que expresa el Verbo.

III. Conclusin

En esta liberacin por la verdad del Verbo encontramos la explicacin determinante del sentido de la eternidad y de la historia; en el primero de estos mbitos, ambas ciudades encuentran su raz en las distintas sociedades de ngeles, los justos y los rebeldes.

Cul es entonces el contenido de esta verdad que libera? Cuando Agustn, como creemos haber mostrado suficientemente, se aplica al estudio de la Revelacin, el sentido de la historia, el destino de las ciudades, se encuentra de lleno en el cumplimiento de la Redencin; as tambin se presenta en toda su profundidad, es decir, desde el punto de vista de Dios, la predestinacin de los elegidos: la expresin de la gracia que vence al mundo.

Desde la perspectiva de anlisis de Agustn, la totalidad de los sucesos histricos tienen como finalidad poner de relieve este aspecto esencial de las cosas: las situaciones en las que se cumple la eleccin fundamental, en aquellas en que las determinaciones son cada vez ms tajantes.

Qu sentido tiene la imagen de la ciudad en este contexto dado por la eternidad? En las distintas referencias a la Jerusaln celeste y a la terrestre podemos ahondar en los contenidos de su simbologa, luego de haber recorrido su significacin para la mentalidad del Antiguo Testamento y para los clsicos.

Para el hombre de la antigedad, la ciudad representa una realidad suprema; en especial para los griegos, quienes posean, por un lado, un fino sentido de los mbitos claramente delimitados y, por otro, un igualmente profundo rechazo por lo que quiebra los lmites establecidos. Cuando concibieron la totalidad de lo existente, lo representaron mediante la nocin de cosmos, esto es, un orden determinado por la belleza.

El ideal de la fe cristiana tambin es expresado por la ciudad, en tanto realidad llena de vida, objeto de las energas humanas y regida por una ley justa; este ideal expresa, de un modo concreto, el espacio de la existencia redimida. La presencia de Jerusaln resulta vertebrante, en tanto centro de la historia de la Redencin y mbito del templo: fue destruida por la infidelidad de su pueblo y reconstruida espiritualmente como figura de la Iglesia. La ciudad del Apocalipsis se encuentra representada por la sobreabundancia de riquezas y colmada de esplendor; ya no hay templo en ella, pues se ha constituido en templo: la intimidad de Dios se manifiesta as en la ciudad que contempla Su semblante.

Con su movimiento admirable, la Jerusaln que desciende del cielo manifiesta que proviene de Dios; es el descenso de la majestad y de la gloria, al cual se le une el amor y as sale al encuentro de Cristo. sta es la unidad gozosa de la ciudad de Dios, que ahora toma otra figura fecunda: la Esposa.

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Hacemos propias las medidas palabras del estudioso Johannes Van Oort: The foregoing makes one fact very clear: it is incorrect to follow the example of a number of scholars who have pointed to one source as the origin of Augustines doctrine of the two civitates, sometimes to the exclusion of other possibilities. On the contrary, the origin of Augustines concept turns out to be a complex matter. Jerusalem and Babylon. A study into Augustines City of God and the sources of his doctrine of the two cities, Leiden Kln, 1991, p.352.

Salmos es el libro, junto al Gnesis, que Agustn cita ms asiduamente en La ciudad de Dios; al primero lo cita en 170 oportunidades y en 163 el segundo. The term civitas Dei in Augustines writings is a metaphor from the language of Scripture, particularly of the Psalms. Ibidem, 314.

A los ejemplos de fundadores como Can y Nimrod, podemos agregar otras consideraciones; el pueblo judo entiende su condicin de nmade como un signo de inocencia; por el nomadismo este pueblo permanece extrao al fenmeno espiritual de la ciudad que se alza contra Dios; en distintas oportunidades encontramos la referencia a que, si el pueblo hebreo tuvo que permanecer en una ciudad, sta no fue construida por ellos (Cf. Deuteronomio, VI, 10); por otra parte, la primera edificacin que realizaron tuvo lugar durante el cautiverio en Egipto; cuando el faran advirti el peligro del nmero creciente de los israelitas, mand que se los oprimiera con impuestos y con la construccin de Pitom y Ramess, dos ciudades graneros (cf. xodo, I, 10-12). Tambin es posible observar, tema que desarrollaremos ms adelante en este mismo captulo, el modo en el que Dios retoma esta accin y le otorga un nuevo significado; en efecto, el Seor es el que edifica slidas las casas e inexpugnables las murallas de las ciudades (Si Yav no edifica la casa, // en vano trabajan los que la construyen. // Si no guarda Yav la ciudad, // en vano vigilan sus centinelas. Salmo 127, 1).

Cf. Gn., 12, 1 ss.

De civ. Dei, XV,2: Umbra sane quaedam civitatis huius et imago prophetica ei significandae potius quam praesentandae servivit in terris, quo eam tempore demostrari oportebat, et dicta est etiam ipsa civitas sancta, merito significantis imaginis, non expressae, sicut futura est, veritatis.

Ratzinger, J.; Volk und Haus Gottes in Augustinus Lehre von der Kirche, 1954 (tr. Popolo e casa di Dio in SantAgostino, Milano, 1978, p. XII).

De civ. Dei, XI,1: Civitatem Dei dicimus, cuius ea Scriptura testis est, quae non fortuitis motibus animorum, sed plane summae dispositione providentiae super omnes omnium gentium litteras, omnia sibi genera ingeniorum humanorum divina excellens auctoritate subiecit.

Cf. Ibidem, XI

Ibidem, XV,

Gn. 4, 1-9.

Ibidem 4, 10-12: Pero el Seor le replic: qu has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama desde el suelo hacia m. Por eso andars maldito, lejos de esa tierra que abri su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, ella no te dar ms su fruto; fugitivo y errante vivirs sobre la tierra.

Ibidem 4, 13-16: Entonces dice Can a Yaweh: Mi culpa es demasiado grande para soportarla. He aqu que hoy me echas de esta tierra y he de esconderme de tu presencia; andar fugitivo y errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matar. Le respondi Yaweh: pues por eso, cualquiera que matare a Can, lo pagar siete veces... Sali entonces Can de la presencia de Yaweh y habit en el pas de Nod, al oriente de Edn.

De civ. Dei, XV,5: Primus itaque fuit terrenae civitatis conditor fratricida.

Nod no es un lugar geogrfico, sino una alusin a la condicin de fugitivo de Can; el sentido etimolgico del trmino es tierra de nadie, mbito donde es imposible la patria o el hogar. Cf. La Santa Biblia, Club de Lectores, Bs.As. , 1986 (Versin de Mons. Juan Straubinger), n. 26, p. 26.

De civ. Dei, XV,7: Nam cum sacrificia discrevisset amborum, in illius respiciens, huius despiciens, quod non dubitandum est potuisse cognosci signo aliquo attestante visibili; et hoc ideo facisset Deus, quia mala erant opera huius, fratris vero eius bona: contristatus est Cain valde, et concidit facies eius

La versin latina de la cita del Gnesis, que trabaja Agustn, es la siguiente: Nonne si recte offeras, recte autem non dividas, peccasti? , cuya traduccin literal: No es verdad que si ofreces bien y no divides bien, pecas? La versin de la Vulgata dice: Nonne si bene egeris, recipies: si autem male, statim in foribus peccatum aderit. No es verdad que, si obraras bien, andaras erguido, mientras que si no obras bien, estar el pecado a la puerta como una fiera acurrucada...? (Nacar-Colunga). No es cierto que si obras bien, podrs alzarlo? Mas si no obras bien, est asechando a la puerta el pecado que desea dominarte... (Straubinger)

Ibidem: Recte quippe offertur sacrificium, cum offertur Deo vero, cui uni tantummodo sacrificandum est.

Ibidem: Non autem recte dividitur, dum non discernuntur recte vel loca, vel tempora, vel res ipsae quae offeruntur, vel qui offert, et cui offertur, vel hi quibus ad vescendum distribuitur quod oblatum est: ut divisionem hic discretionem intellegamus...

1 Io. 3,12.

De civ. Dei, XV,7: ... quia hoc ipso male dividebat, dans Deo aliquid sum, sibi autem se ipsum...

Ibidem: Et hoc est proprium terrenae civitatis, Deum vel deos colere, quibus adiuvantibus regnet in victoriis et pace terrena, non caritate consulendi, sed dominandi cupiditate.

Ibidem XV,9: Quam ob rem nullus prudens rerum existimator dubitaverit, Cain, non solum aliquam, verum etiam magnam potuisse condere civitatem, quando in tam longum tempus protendebatur vita mortalium.

Reitera esta afirmacin en XV, 14 y 17.

Ibidem XV,17: Cain quippe genuit Enoch, in cuius nomine condidit civitatem, terrenam scilicet, non peregrinantem in hoc mundo, sed in eius temporali pace ac felicitate quiescentem.

Ibidem: Cain autem interpretatur Possessio: unde dictum est quando natus est, sive a patre, sive a matre eius ... Enoch vero, Dedicatio: hic enim dedicatur terrena civitas, ubi conditur; quoniam hic habet eum, quem intendit et appetit finem.

Ibidem: ... istam civitatem et initium et finem habere terrenum; ubi nihil speratur amplius, quam in hoc saeculo cerni potest...

Agustn profundiza su anlisis de la figura de Can en Contra Faustum, XII, 9-13.

Cf. xodo 20,25: Si me edificas un altar de piedra, no lo hars con piedra talladas, porque al trabajarlas con el hierro, las profanars..

Cf. Caturelli, A.; op.cit., pp.120-121.

Gn. 4,25.

De civ. Dei, XV, 17: Porro ille Seth Resurrectio interpretatur, et Enos filius eius interpretatur Homo.

The Meaning of the City, Mich., 1970 (tr. La ciudad, Bs.As., 1975, pp. 21-22).

De civ. Dei, XV,17: Ubi eleganter significatum est, terrenam civitatem usque in sui finem carnales habituram generationes, quae marium feminarumque coniuctione proveniunt.

Ibidem XV, 18: In spe igitur vivit homo filius resurrectionis; in spe vivit, quamdiu peregrinatur hic civitas Dei, quae gignitur ex fide resurrectionis Christi.

Ibidem: Ex qua fide gignitur hic civitas Dei, id est homo, qui speravit invocare nomen Domini Dei.

Ibidem XV, 20: Civitatem vero Dei peregrinantem in hoc saeculo regeneratio perducit ad alterum saeculum, cuius filii nec generat, nec generantur.

La sociedad perfecta no slo tiene su aplicacin a la vida de la Iglesia en general, sino tambin a la vida comn del monasterio en particular. El monasterio deber ser como una sociedad concorde y ordenada de los que poseen a Dios y gozan uno de los otros en Dios, pues l es el bien comn a todos y a cada uno de los miembros, la fuerza de atraccin mutua que constituye la comunidad perfecta. Todos los que participan de la comunidad perfecta - que es Dios - forman una sociedad santa con l y entre s, es decir, se hacen una misma ciudad en Dios, un sacrificio vivo y un templo viviente. Es muy fuerte en Agustn la conviccin de que el alma del cristiano que ingresa a un monasterio deja de ser propia y pasa a la comunin y sociedad de todos los hermanos, pues todos juntos comienzan a formar una sola alma, que no es otra que el alma del mismo Cristo. Esta intercomunicacin de bienes es factible por tratarse de bienes espirituales divinos: puede pertenecer a todos a un mismo tiempo, sin dejar de ser de ninguno por el hecho de que tambin lo sean de los dems. Cf. Pea, R. ocso; San Agustn y la vida monstica, Cuadernos Monsticos 116, 1996, (108-154).

De civ. Dei, XV, 20: Hic ergo generari et generare civitati utrique commune est: quamvis Dei civitas habeat etiam hic multa civium millia, quae ab opere generandi se abstinent; sed habet etiam illa ex imitatione quadam, licet errantium.

Gnesis, IX, 20-26: No se dedic a la agricultura y fue el primero que plant una via. Pero luego bebi vino y quedo tendido en medio de su carpa completamente desnudo. Cam, el padre de Canan, al ver a su padre desnudo fue a contrselo a sus hermanos, que estaban afuera. Entonces Set y Jaffet tomaron un manto. Se lo pusieron los dos sobre la espalda y, caminando hacia atrs, cubrieron la desnudez de su padre. Como sus rostros iban en sentido contrario, no vieron a su padre desnudo. Cuando No se despert de su embriaguez, y se enter de lo que haba hecho su hijo menor, dijo: Maldito sea Canan! l ser para sus hermanos el ltimo de los esclavos. Y agreg: Bendito sea el Seor, Dios de Sem! Y que Canan sea su esclavo. Que Dios abra camino a Jaffet, para que habite entre los campamentos de Sem, y que Canan sea su esclavo.

Cf. De Noe, XXXII, 1

De civ. Dei, XVI,2: ... addidit Scriptura, in domo sua: eleganter ostendit, quod a suae carnis gente et domesticis sanguinis sui, utique Iudaeis, fuerat crucem mortemque passurus. Hanc passionem Christi foris in sono tantum vocis reprobi annuntiant: non enim quod annuntiant, intellegunt. Probi autem in interiore homine habent tam grande mysterium, atque honorant intus in corde infirmum et stultum Dei, quod fortius et sapientius est hominibus.

Ibidem XVI,3: Haec Scripturae secreta divina indagamus, ut possumus, alius alio magis minusve congruenter, verum tamen fideliter certum tenentes, non est sine aliqua praefiguratione futurorum gesta atque conscripta, neque nisi ad Christum et eius Ecclesiam, quas civitas Dei est, esse referenda.

Ibidem XVI,2: Vestimentum significat sacramentum; dorsa, memoria praeteritorum...

Ibidem XVI,3: propter eius eminentiam Scriptura locuta est; quando quidem et regnum eius commemoratum est, cuius initium erat nobilissima Babylon civitas, et quae iuxta commemoratae sunt, sive civitates, sive regiones.

Segn los exgetas, el nombre Sinar significa el que derriba, el que sacude; la seal de la furia y el bramido. La tierra del Sinar es lo opuesto a la regin de la paz, es mbito de piratera y destruccin. Todo esto que surge del anlisis etimolgico se encuentra confirmado a lo largo del relato bblico. Segn Gn., 14 fue alrededor del rey de Sinar que se form la coalicin que captur a Lot y luego se enfrent a Abraham, quien la derrot; Melquisedec, que sali a bendecir a Abraham, es rey de Salem, el polo opuesto de Sinar. En la historia de Israel, Sinar representa claramente una potencia espiritual, una tentacin al mal. Un objeto del Sinar caus el pecado de Acn (cf. Josu 7) que llev a la transgresin de la Alianza. A esta regin es donde Nabucodonosor (Cf. Daniel I, 2) llev los vasos de la casa de Dios para incorporarlos al servicio de su dios. Cf. Zacaras, V. Cf. Ellul, J.; op. cit, pp. 25-26.

De civ. Dei., XVI, 3: Quod vero dictum est de terra illa, id est de terra Sennaar, quae pertinebat ad regnum Nebroth, exisse Assur, et aedificasse Ninivem, et alias quas contexuit civitates, longe postea factum est

Ibidem XVI,4: gigas iste venator contra Dominum (Gn, X,9)

Ibidem: Tutam veramque in caelum viam molitur humilitas, sursum levans cor ad Dominum, non contra Dominum.

Ibidem: Quod non intellegentes nonnulli, ambiguo graeco decepti sunt, ut non interpretarentur contra Dominum sed ante Dominum: quippe et ante et contra significat.

Ibidem: Quid autem hic significatur hoc nomine, quod est venator, nisi animalium terrigenarum deceptor, oppressor, exstinctor?

Ibidem: Erigebat ergo cum suis populis turrem contra Dominum, qua est impia significata superbia.

IX, 1-9: El mundo entero hablaba la misma lengua con las mismas palabras. Al emigrar de oriente, encontraron una llanura en el pas de Sinar, y se establecieron all. Y se dijeron unos a otros: Vamos a preparar ladrillos y cocerlos (empleando ladrillos en lugar de piedras, y alquitrn en vez de cemento). Y dijeron: Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para alcanzar un nombre y para dispersarnos por la superficie de la tierra. El Seor baj a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hijos de los hombres; y se dijo: son un solo pueblo con una sola lengua. Si esto no es ms que el comienzo de su actividad, nada de lo que decidan hacer les resultar imposible. Vamos a bajar y a confundir su lengua, de modo que uno no entienda la lengua del prjimo. El Seor los dispers por la superficie de toda la tierra, y dejaron de construir la ciudad y la torre. Por eso se llama Babel, porque all confundi el Seor la lengua de toda la tierra, y desde all los dispers por la superficie de la tierra.

De civ. Dei XVI,4: Quoniam dominatio imperantis in lingua est, ibi damnata est superbia, ut non intellegeretur iubens homini, qui noluit intellegere ut oboediret Deo iubenti.

En realidad, su etimologa proviene del akk. BABILI, "puerta de Dios".

De civ. Dei XVI, 4: Ista civitas quae appellata est Confusio, ipsa est Babylon Babylon quippe interpretatur Confusio.

Ibidem XVII,4: Haec dicuntur adversariis civitatis Dei ad Babyloniam pertinentibus, de sua virtute praesumentibus, in se, non in Domino gloriantibus.

Op.cit., pp. 30-31.

De civ. Dei, XVI,3: quod verum dictum est de terra illa, id est, de terra Sennaar, quae pertinebat ad regnum Nebroth, exisse Assur, et aedificasse Niniven, et alias quas contexuit civitates, longe postea factum est, quod ex hac occasione perstrinxit, propter nobilitatem regni Assyriorum, quod mirabilitae dilatavit Ninus, Beli filius, conditor Ninivae civitatis magnae...

Nahum III,1: Ay de la ciudad sanguinaria (Nnive), //repleta de mentira, // llena de rapia, // que nunca suelta la presa!

Jons III, 1-10: La palabra del Seor fue dirigida por segunda vez a Jons, en estos trminos: // Parte ahora mismo para Nnive, la gran ciudad, // y annciale el mensaje que yo te indicar. Jons parti para Nnive, conforme a la palabra del Seor. Nnive era una ciudad grande delante de Dios, de una dimensin de tres das de camino. Comenz Jons a penetrar, y caminando un da entero predicada diciendo: De aqu a cuarenta das, Nnive ser destruida. Y los ninivitas creyeron en Dios; promulgaron un ayuno y se vistieron de cilicios, desde los grandes hasta los chicos. Lleg la noticia tambin al rey de Nnive; el cual se levant de su trono, se despoj de su vestidura, cubrise de saco y se sent sobre ceniza. Y por decreto del rey y de sus grandes se public en Nnive esta proclamacin: Ni hombres ni bestias, ni bueyes, ni ovejas gusten cosa alguna; no salgan a pacer, ni beban agua... y clamen con ahnco a Dios; y convirtase cada uno de su mal camino y de las injusticias de sus manos. Pues bien puede ser que Dios cambie su designio y se arrepienta, dejando el furor de su ira, de suerte que no perezcamos. Y vio Dios lo que hicieron, cmo se volvieron de su mal camino y arrepintindose Dios del mal con que los haba conminado, no lo llev a cabo.

El autor de La ciudad de Dios sostiene este desarrollo mediante las citas de Mt. XI, 22-24 y XII, 412-42. (En el juicio se alzarn los habitantes de Nnive al mismo tiempo que esta generacin, y harn que la condenen, pues ellos se arrepintieron con la predicacin de Jons, y hay ms que Jons aqu...)

De civ. Dei, XX,5,1: Duas hoc loco res discimus, et venturum esse iudicium, et cum mortuorum resurrectione venturum. De Ninivitis enim ... de mortuis sine dubio loquebatur, quos tamen in die iudicii resurrecturos esse praedixit.

De civ. Dei X,7; XI,1: Gloriosa dicta sunt de te, civitas Dei.

De civ. Dei, V, 19: Sicut audivimus, ita et vidimus, in civitate Domini virtutum, in civitate Dei nostri; y XI, 1: Magnus Dominus, et laudabilis valde in civitate Dei nostri.

Ibidem: Fluminis impetus laetificat civitatem Dei, sanctificavit tabernaculum suum Altissimus; Deus in medio eius, non commovebitur. Cf. I,1; XII, 27.

Nuestros pies ya estn pisando tus umbrales, Jerusaln. // Jerusaln que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa.

(Stantes erant pedes nostri//

In atriis tuis, Ierusalem.

Ierusalem, quae aedificatur ut civitas...)

Cf. Isaas 64,10.

De civ. Dei, XIX, 11: Quapropter possumus dicere, fines bonorum nostrorum esse pacem, sicut aeternam esse diximus vitam: praesertim quia ipsi civitati Dei, de qua nobis est ista operosissima disputatio, in sancto dicitur Psalmo, Lauda, Ierusalem, Dominum; collauda Deum tuum, Sion. Quoniam confirmavit seras portarum tuarum, benedixit filios tuos in te, qui posuit fines tuos pacem.

Ibidem: Nam et ipsius civitatis mysticum nomen, id est Ierusalem, quod et ante iam diximus, Visio pacis interpretatur. Sed quoniam pacis nomen etiam in his rebus mortalibus frequentatur, ubi utique non est vita aeterna; propterea finem civitatis huius, ubi erit summum bonum eius, aeternam vitam maluimus commemorare quam pacem.

It is only on the basis of the Apocalypse of John that Augustines antithesis of the two cities could acquire a clearly exegetical foundation. Van Oort, op.cit., p. 315.

Esta afirmacin requiere que tengamos presente lo expresado poco antes, en el sentido que Dios mismo se presenta como constructor de la ciudad; entre las referencias que sostienen esta interpretacin: 1Rey. XV, 23; 2Crn. XIV, 7 y XVI, 11-14. En estos pasajes encontramos que no todos los reyes constructores de ciudades obraron en rebelda contra Dios; los nombres de As y Josafat son suficientes para sustentar lo anterior.

Apoc. XIV, 8: Cay, cay Babilonia la grande, que a todas las naciones dio a beber del vino del furor de su fornicacin. Ibidem XVI, 17-21: Y la gran ciudad se dividi en tres partes y las ciudades de las gentes se desplomaron. Y Babilonia la grande se present a la memoria de Dios, para darle la copa del vino del furor de su ira.

It may be possible, therefore, to find in the Apocalypse an explanation for Augustines metaphor. When he wrote that the two kinds of human society according to our Scriptures can rightly be called two cities, he could well have had the Apocalypse in mind. Van Oort, J.; op.cit., p. 316.

Ahora bien, nadie puede, entrando en la casa del fuerte, saquear su ajuar si primero no atare al fuerte; y entonces saquear su ajuar.

De civ. Dei XX,7,2: ... eius potestatem ab eis seducendis ac possidendis, qui fuerant liberandi, cohibuit atque frenavit.

Ibidem: quia in ultimis annis mille ista res agitur, id est, sexto annorum milliario tanquam sexto die, cuius nunc spatia posteriora volvuntur; secuturo deinde sabbato, quod non habet vesperam, requie scilicet sanctorum, quae non habet finem: ut huius milliarii tanquam diei novissimam partem, quae remanebat usque ad terminum saeculi, mille annos appellaverit; eo loquendi modo, quo pars significatur a toto; aut certe mille annos pro annis omnibus huius saeculi posuit.

Ibidem: ... aut certe mille annos pro annis omnibus huius saeculi posuit; ut perfecto numero notaretur ipsa temporis plenitudo.

Ibidem: ... quia exclusus a credentibus plus coepit impios possidere.

Ibidem: Plus namque possidetur a diabolo, qui non solum alienatus est a Deo, verum etiam gratis odit servientes Deo.

Ibidem: Ab eis autem gentibus seducendis huius interdicti vinculo et claustro diabolus prohibetur atque cohibetur, quas pertinentes ad Christum seducebat antea, vel tenebat.

Ibidem: Potestas tenebrarum

Ibidem: Regnum Filii.

Ibidem XX,8: Sed hoc iam ad iudicium novissimum pertinet...

Ibidem: Et solvet in fine, ut quam fortem adversarium Dei civitas superaverit...

Ibidem XX,9: Quae sit porro ista bestia, quamvis sit diligentius inquirendum non tamen abhorret a fide recta, ut ipsa impia civitas intellegatur, et populus infidelium contrarius populo fideli et civitati Dei.

Ibidem: Imago vero eius simulatio eius mihi videtur, in eis videlicet hominibus, qui velut fidem profitentur, et infideliter vivunt. Fingunt enim se esse quod non sunt, vocanturque non veraci effigie, sed fallaci imagine Christiani. Ad eamdem namque bestiam pertinent non solum aperte inimici nominis Christi et eius gloriosissimae civitatis, sed etiam zizania, quae de regno eius, quod est Ecclesia, in fine saeculi colligenda sunt.

Ibidem, XX, 11: Haec enim erit novissima persecutio, novissimo imminente iudicio, quam sancta Ecclesia toto terrarum orbe patietur, universa scilicet civitas Christi ab universa diaboli civitate, quantacumque erit utraque super terram.

Ibidem: ... non utique ad unum locum venisse, vel venturi esse significati sunt, quasi aliquo iuno loco futura sint castra sanctorum et dilecta civitas; cum haec non sit nisi Christi Ecclesia toto terrarum orbe difusa: ac per hoc ubicumque tunc erit, quae in omnibus gentibus erit, quod significatum est nomine latitudinis terrae, ibi erunt castra sanctorum, ibi erit dilecta Deo civitas eius.

Yet Augustine was the only one to present a comprehensive doctrine of two antithetical civitates. Only he describet the entiere history of the world as the history of the two cities. It was Augustine who emphasized that each of the two cities contains angels and people and that these two societies are engaged in a gigantic struggle. Van Oort, op.cit., p. 318.

Lo expresamos en el sentido del enunciado paulino que encontramos en Glatas 4,26 (Illa autem, quae sursum est Ierusalem, libera est, quae est mater nostra), pasaje al que Agustn hace referencia en De civ. Dei XI, 7 y XVI, 31.

De civ. Dei XX,17: Et civitatem, inquit, magnam Hierusalem novam vidi descendentem de caelo a Deo, optatam quasi novam nuptam ornatam marito suo. Et audivi vocem magnam de throno dicentem, Ecce tabernaculum Dei cum hominibus, et habitabit cum eis, et ipsi erunt populus eius, et ipse Deus erit cum eis. Et absterget Deus omnem lacrimam ab oculis eorum; et mors iam non erit, neque luctus, neque clamor, sed nec dolor ullus, quia priora abierunt. Et dixit sedens in throno, Ecce nova facio omnia (Apoc. 21, 2-5) ... Et de caelo quidem ab initio sui descendit, ex quo per huius saeculi tempus, gratia Dei desuper veniente per lavacrum regenerationis in Spiritu sancto misso de caelo subinde cives eius accrescunt.

Ibidem: Sed per iudicium Dei, quod erit novissimum per eius Filium Iesum Christum, tanta eius et tam nova de Dei munere claritas apparebit, ut nulla remaneant vetustatis vestigia: quando quidem et corpora ad incorruptione atque immortalitatem novam ex vetere corrptione atque mortalitate transibunt.

Ibidem: Et in hoc quidem libro, cuis nomen est Apocalypsis, obscure multa dicuntur, ut mentem legentis exerceant, et pauca in eo sunt, ex quorum manifestatione indagentur cetera cum labore: maxime qui sic eadem multis modis repetit, ut alia atque alia dicere videatur; cum aliter atque aliter haec ipsa dicere vestigetur.

El texto pertenece a 2Petr. 3, 3-13 y el texto latino, que difiere de la vulgata, es el siguiente: Venient in novissimo dierum illusione illudentes, secundum propias concupiscentias suas euntes, et dicentes, Ubi est promissum praesentiae ipsius?Ex quo enim patres dormierunt, sic omnia perseverant ab initio creaturae. Latet enuim illos hoc vollentes, quia caeli erant olim et terra de aqua, et per aquam constituta Dei Verbo; per quae, qui tunc erat mundus, aqua inundatus deperit. Qui autem nunc sunt caeli et terra, eodem verbo repositi sunt, igni reservandi in diem iudicii et perditionis hominum impiorum. Hoc unum vero non lateat vos, carissimi, quia unus dies apud Dominum, sicut mille anni; et mille anni, sicut dies unus. Non tardat Dominus promissum, sicut quidam tarditatem existimant: sed patienter fert propter vos, nolens aliquem perire, sed omnes in paenitentiam converti. Veniet autem dies Domini ut fur, in quo caeli magno impetu transcurrent: elementa autem ardentia resolventur; et terra, et quae in ipsa sunt opera exurentur. His ergo omnibus pereuntibus, quales oportet esse vos in sanctis conversationibus exspectantes, et prperantes ad praesentiam diei Domini, per quam caeli ardentes solventur, et elementa ignis ardore decoquentur? Novos vero caelos, et terram novam, secundum promissa ipsius, exspectamus, in quibus iustitia inhabitat.

De civ. Dei, XX,18: Proinde qui caeli, et quae terra, id est, qui mundus, pro eo mundo qui qui diluvio periit, ex eadem aqua repositus est, ipse igni novissimo reservatur in diem iudicii et perditionis hominum impiorum.

Ibidem: Nam et hominum, propter magnam quamdam commutationem, non dubitat dicere perditionem futuram.

Cf. Guardini, R.; Der Herr. Betrachtungen ber die Person und das Leben Jesu Christi, 1980 (14 ed.) (tr. El Seor. Meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, Bs.As., 1986, p.858).

De civ. Dei XX,21: Propheta Isaias Resurgent, inquit, mortui, et resurgent qui in sepulcris erant: et laetabuntur omnes qui sunt in terra; ros enim qui abs te est, sanitas illis est: terra vero impiorum cadet. El texto de Isaas est tomado directamente de la versin de los LXX; la traduccin de la Vulgata es como sigue: Pero tus muertos revivirn// se levantarn sus cadveres. //Despierten y griten de alegra/ los que yacen en el polvo!// Porque tu roco es un roco de luz, // y la tierra dar vida a las Sombras.

De civ. Dei, XX,21: Iam si et illos inquiramus sanctos, quos hic vivos inventurus est Dominus, eiscongrue deputabitur quod adiunxit, Et laetabuntur omnes qui sunt in terra; ros enim qui abs te, sanitas illis est. Sanitatem loco isto, immortalitatem rectissime accipimus.

El texto de Isaas (LXVI, 12-16) que cita Agustn proviene de una versin latina directa de los LXX: Haec dicit Dominus, Ecce ego declino in eos ut flumen pacis, et ut torrens inundans gloriam gentium. Filii eorum super humeros portabuntur, et super genua consolabuntur. Quem ad nodum si quem mater consoletur, ita ego vos consolabor; et in Hierusalem consolabimini: et videbitis, et gaudebit cor vestrum, et ossa vestra ut herba exorientur. Et cognoscetur manus Domini colentibus eum; et comminabitur contumacibus. Ecce enim Dominus ut ignis veniet, et ut tempestas currus eius, reddere in indignatione vindictam, et vastationem in flamma ignis.

De civ. Dei, XX,21: Sed quia et terrenis corporibus pax incorruptionis atque immortalitatis inde influet, ideo declinare se dicit hoc flumen, ut de supernis quodam modo etiam inferiora perfundat, et homines aequales Angelis reddat.

Ibidem: Hierusalem quoque, illam quae servit cum filiis suis, sed liberam matrem nostram intellegamus, secundum Apostolum, aeternam in caelis (Gal.,4,26).

Como en los casos anteriores se trata de una versin latina directa de los LXX: Erit caelum novum et terra nova, et non erunt memores priorum, nec ascendent in cor ipsorum: sed laetitiam et exsultationem invenient in ea. Ecce ego faciam Hierusalem exsultationem, et populum meum laetitiam; et exultabo in Hierusalem, et laetabor in populo meo; et ultra non audietur in illa vox fletus.

De civ. Dei XX, 21: ... promisit et fines ad quos per ultimum iudicium facta bonorum malorumque discretione venietur...

Ibidem XX,24: Potest et illud intellegi: Advocabit caelum sursum advocabit Angelos in supernis et excelsis locis, cum quibus descendaad faciendum iudicium: Advocabit terram, id est, homines in terra utique iudicandos.

Luego Agustn propone una segunda interpretacin: los hombres sern arrebatados en el aire para ir al encuentro de Cristo; el cielo expresa a las almas y la tierra, a los cuerpos. De civ. Dei, XX,24: nihil melius intellegi existimo, quam homines qui rapietur in obviam Christo in aera, sed caelum dictum propter animas, terram propter corpora.

De civ. Dei XX, 21, 1 (Hierusalem quoque, non illam quae servit cum filiis suis, sed liberam matrem nostram ... aeternam in caelis); XX,21,3 (... in civitatem sanctam Hierusalem, quae nunc in sanctis fidelibus est diffusa per terras ...); XX,25 (Filios autem Levi et Iuda et Hierusalem, ipsam Dei Ecclesiam debemus accipere, non ex Hebraeis tantum, sed ex aliis etiam gentibus congregatam); XX,26 (Volens autem Deus ostendere civitatem suam tunc in ista consuetudine non futuram, dixit filios Levi oblaturos hostias in iustitia); XXII,6 (... Christus autem quanquam sit caelestis et sempiternae conditor civitatis, non tamen eum, quoniam ab illo condita est, Deum credidit: sed ideo potius est condenda, quia credidit ... Hierusalem conditorem suum Deum Christum, ut construi posset et dedicari, posuit in fidei fundamento ...).

Esto es lo que expresa la semntica del trmino hybris.

Cf. Apoc. XXI, 2; Agustn lo cita en De civ. Dei, XX,21.

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