enrique vila matas relato breve

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    XII PREMIO UNEDDE NARRACIN BREVE

    2001

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    JURADO

    Luis Mateo DezRosa Regs

    Jos Romera Castillo

    Juan Gonzlez lvaroFrancisco Gutirrez Carbajo

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    XII PREMIO UNEDDE NARRACIN BREVE

    2001

    MONLOGO DEL CAF SPORT

    Enrique Vila-Matas

    ...y otros autores premiados

    Jos Luis Muoz de Baena SimnFrancisco Garca PrezArmando Ruiz ChocarroHelena Fidalgo Robleda

    Prlogo de Francisco Gutirrez Carbajo

    UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIN A DISTANCIA

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    Para la ilustracin de la cubierta se

    ha utilizado un fragmento de la obra titulada

    Foro romano (leo sobre lienzo, 100 x 80 cm),

    de la pintora Franoise Menard

    Todos los derechos reservados.

    Prohibida la reproduccin total o parcial

    de este libro, por ningn procedimiento

    electrnico o mecnico, sin el permiso por escrito

    del editor.

    UNIVERSIDAD NACIONALDE EDUCACIN A DISTANCIA - Madrid, 2002

    Librera UNED: Bravo Murillo, 38 - 28015 MadridTels.: 91 398 75 60/73 73, e-mail: [email protected]

    Franoise Menard. Ilustracin de cubierta

    Diseo de cubierta: Dpto. de Dibujo de la UNEDISBN: 84-362-4596-2

    Depsito legal: M. 3.390-2002

    Primera edicin: febrero de 2002

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Imprime: Impresos y Revistas, S. A. (IMPRESA)

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    NDICE

    PrlogoFrancisco Gutirrez Carbajo.................... 9

    PRIMER PREMIO

    Monlogo del Caf SportEnrique Vila-Matas ................................ 25

    ACCSIT

    El ColeccionistaJos Luis Muoz de Baena Simn........... 41

    SELECCIONADOS PARA SU PUBLICACIN

    El canguro rojoFrancisco Garca Prez........................... 57

    Carretera perdidaArmando Ruiz Chocarro ......................... 73

    Cuestin de competenciasHelena Fidalgo Robleda......................... 105

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    Prlogo

    OS BUENOS escritores como puedeinferirse de la lectura deEl caminan-te y su sombra de Nietzsche son

    aquellos que aceptan los modelos de losgrandes creadores anteriores y luego saben

    superar o modificar estos modelos con gra-cia, de modo que se note al mismo tiempo lasujecin y la victoria. Este principio parecenseguir con distintos procedimientos expre-sivos los ganadores del XII Premio de

    Narracin Breve de la Universidad Nacionalde Educacin a Distancia. Cada uno de losrelatos se atiene en principio a un gnerodeterminado, pero muy pronto se observaque saben trascender el cdigo esttico en el

    que inicialmente se haban instalado.

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    L

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    El ganador, Enrique Vila-Matas, elige enel relatoMonlogo del Caf Sportla modali-dad metafictiva, de tanta potencialidad fabu-ladora en los escritores geniales como l. En-

    rique Vila-Matas (Barcelona, 1948) es autorde una importante obra narrativa que ha sidotraducida a doce idiomas, entre la que desta-canLa asesina ilustrada (1997, 1999),Impos-tura (1984),Historia abreviada de la literatu-

    ra porttil (1985), Una casa para siempre(1988), Suicidios ejemplares (1988, 1991),Hijos sin hijos (1993), Lejos de Veracruz(1995), Extraa forma de vida (1997), Elviaje vertical (1999), premio Rmulo Gallegos

    2001, yBartlebey y compaa (2000), premioCiudad de Barcelona 2001.De Enrique Vila-Matas ha afirmado la cr-

    tica que es uno de los fenmenos ms curio-sos, originales y seductores de la narrativa

    espaola, que ha logrado una completa

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    PRLOGO

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    maestra. Una maestra que hace de l unautor insustituible. Se ha resaltado igual-mente su imaginacin extraordinaria y suprodigiosa capacidad de invencin. Estas

    dotes, reconocidas en sus novelas, estnigualmente presentes en Recuerdos inventa-dos (1994) una antologa de sus mejoresrelatos y enMonlogo del Caf Sport, gana-dor del Premio de la UNED en su XII edi-

    cin. En esta ltima narracin, el autor seacoge, como ya he sealado, a la modalidadmetafictiva. Casi al comienzo, conocemos queel narrador tras publicar su peligrosa novelasobre el enigmtico caso de los escritores que

    renuncian a escribir, haba quedado atrapadoen las redes de su propia ficcin.Desde los estudios de William Gass acu-

    ador, segn viene afirmndose, del trminometaficcin en 1970 los trabajos de John

    Barth, Margaret Rose, Linda Hutcheon,

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    Patricia Waugh, Robert C. Spires, y de otrosinvestigadores hacen hincapi en determina-das estrategias discursivas utilizadas ya en elQuijote, de Cervantes, en Tristram Shandy, de

    Laurence Sterne, y en buenas partes de lasnovelas modernas. En fecha muy reciente sehan reeditado en espaolEl cuento del tonel y

    La batalla de los libros, de Jonathan Swift(1667-1745), en los que el autor instalado

    ya en el universo metaliterario concedetanta importancia a los paraloquios o paratex-tos como al propio texto. Los ms rentablesdesde punto de vista estilstico de estos pro-cedimientos son magnficamente aprovecha-

    dos por Enrique Vila-Matas, y las referenciaspor parte de las investigaciones a la obrade Nietzsche como inspiradora de algunos deestos recursos aparece explcitamente en

    Monlogo del Caf Sport, cuando se habla de

    la literatura, de la muerte, y de la muerte de

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    la literatura. Al protagonista del relato, comoa Kafka, todo lo que no sea literatura le abu-rre, le cansa y le molesta.

    En Monlogo del Caf Sport los recursos

    metafictivos y metaliterarios aparecen sus-tentados en una trama, que si en ocasionesresulta vecina del gnero policial, los meca-nismos discursivos se encargan pronto dedeconstruir para instalarnos en el puro uni-

    verso textual. Ello no quiere decir que al lec-tor se le prive del placer de disfrutar con unahistoria sabiamente construida y de acceder aun espacio perfectamente perfilado. No reve-laremos la historia ni el lugar donde se de-

    sarrolla. S puede asegurarse que el lector sever atrapado por el placer del texto, por elenigma de la intriga y por las maravillas delescenario. En estos mismos espacios se haadentrado recientemente Enrique Vila-Matas

    en alguno de sus artculos periodsticos, y

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    anlogas sabiduras constructivas ha mani-festado en narraciones anteriores. En todoslos casos, su escritura subraya el principioenunciado por el narrador del Monlogo del

    Caf Sport, segn el cual, uno no puede irnunca contra la imaginacin.

    De la atmsfera cinematogrfica en la quese desenvuelve una buena parte de la historiade Monlogo del Caf Sportparticipa igual-

    mente el relato El coleccionista, de JosLuis Muoz de Baena Simn (Madrid, 1959).Muoz de Baena, profesor de Filosofa Jur-dica, ha obtenido varios premios literarios yes un reconocido cinfilo. El ttulo del cuen-

    to que obtuvo el primer accsit en la XII edi-cin de los Premios de Narracin Breve de laUNED podra remitirnos a la famosa pelcula

    El coleccionista, de William Wyler, pero lahistoria del seor Freitas es mucho ms

    moderna y est abierta a mltiples y diversas

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    interpretaciones. Para explicar el sentido delos acontecimientos se anuncia ya, casi alcomienzo del relato, que se hace desaconse-

    jable el recurso a la polica. Se trata, como

    es obvio, de un guio hermenutico, que nonos permite, en ningn caso, obviar el cdigoesttico y estilstico de los grandes cultivado-res de la novela negra como Chandler,Hammett, Cain o Ross McDonald, del gnero

    detectivesco de Simenon, de las estructuraslabernticas de El manuscrito encontrado enZaragoza, de Potocki, o del relato policial deJorge Luis Borges o Adolfo Bioy Casares.

    Con todos estos referentes, y con una

    prosa lmpida, impecable, precisa, Muoz deBaena logra desde el principio crear unasituacin de suspense, en un relato en el quela aparente sencillez no puede disfrazar uncomplejo proceso de elaboracin. El aparen-

    temente cartesianismo aparece enseguida

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    atravesado por una veta nietzscheana, no denihilismo y negatividad, sino de vitalidad yafirmacin: Los hombres ms fros se dejancegar por la pasin, afirma en un momento

    el narrador. En seguida se plantea el proble-ma del ser y el parecer, aquel que ya embar-gaba a los filsofos griegos en la poca del

    Edipo rey, de Sfocles. Este importante pro-blema gnoseolgico y no los aparentes des-

    pistes de un aficionado es el que puede lle-var al ms minucioso de los criminales apasar por alto las relaciones evidentes.

    En un bar, como en el relato de Vila-Matas, transcurre buena parte de la historia

    de El canguro rojo, de Francisco GarcaPrez (Oviedo, 1953). Su autor, doctor enFilologa con una tesis sobre Juan Benet, escatedrtico de Lengua y Literatura de IES;fue fundador y director de la revista literaria

    Juan Canas; desde 1992 coordina el suple-

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    mento Cultura, los jueves, en el diario ove-tense La Nueva Espaa; ha sido PremioAtlntida y finalista del Premio Nacional deFomento a la Lectura. En 1998 vio la luz su

    ensayo Una meditacin sobre Juan Benet, yese mismo ao se encarg de preparar ysacar a la luz una magnfica edicin de

    Herrumbrosas lanzas, del autor de Volvers aRegin. Ha publicado libros de viajes, una

    seleccin de sus artculos aparecidos en laprensa y ha colaborado como guionista oactor secundario en los filmes Despojos, Elllanero solitario yEl vivo retrato.

    En la acogedora atmsfera del caf, creada

    por el narrador deEl canguro rojo, dice uno delos personajes: Hblame con propiedad yhabla con propiedad al compatriota. El na-rrador no sabemos si impelido por ese impe-rativo se expresa con una propiedad real-

    mente encomiable. EnEl canguro rojo parece

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    tenerse en cuenta la tesis de scar Tacca,segn la cual el relato es un juego de informa-cin, y el reto que se impone al escritor essaber administrar bien dicha informacin.

    El narrador de El canguro rojo lleva acabo con gran tino esta tarea, y conocedor delas diversas prcticas discursivas dirige lahistoria con sorprendente habilidad.

    Sin en El canguro rojo, el narrador no es

    simple testigo, sino que interviene de formadecisiva en la historia, esta intervencin esan ms significativa en Carretera perdida, deArmando Ruiz Chocarro. Ruiz Chocarro,natural de Crcar (Navarra), se declara apa-

    sionado de la novela negra y de la narrativa deaventuras, ha sido galardonado en concur-sos literarios celebrados en Azagra, An-soain, Lern, Torrero, Mendavia, Pamplona, yha recibido el Premio Gabriel Aresti de

    Bilbao. Su relato Carretera perdida participa

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    de la variedad policaca y de la de aventuras,aunque, como ya se anunciaba al comienzo denuestra introduccin y al igual que sucedecon el resto de los textos incluidos en este

    volumen, la narracin no se deja encorsetaren un solo registro y lleva implcita la posibi-lidad de un desplazamiento permanente aotras modalidades constructivas. Compartetambin con el resto de los autores seleccio-

    nados la influencia del discurso flmico, por loque no deben causar ninguna especie de sor-presa las comparaciones que se establecen enCarretera perdida con los actores del cinegore, las referencias a los pijamas de dibujos

    animados de la Warner, al caballo herido deJohn Wayne en las laderas de Mount Valley, oa los trucos utilizados por Paul Newman en lapelculaEl buscavidas, de Robert Rossen. En

    Monlogo del Caf Sport, de Vila-Matas, tam-

    bin se nos informaba que el personaje Felipe

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    Tongoy famoso en Francia por haber sabidointerpretar con xito a un viejo siniestrohaba alcanzado la notoriedad por su actua-cin como hombre-liblula en una pelcula de

    Fellini. Carretera perdida se present al con-curso con el pseudnimo de Atticus Finch, elpersonaje interpretado por Gregory Peck en

    Matar un ruiseor, de Rober Mulligan, pelcu-la, a su vez, basada en una novela autobiogr-

    fica de Harper Lee.Los referentes del discurso flmico le llevana Ruiz Chocarro no slo a entablar un dilogointertextual con personajes y mitos del sptimoarte sino tambin a aprovechar algunos de sus

    procedimientos. Sobresalen, entre stos, elflash-back, el flash-forward, y otros recursosque nos manifiestan que el tiempo en lamente de los personajes y en el universo tex-tual no es lineal, uniforme y compacto, sino

    discontinuo, heterogneo y fragmentado.

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    Un cuidado tratamiento del tiempo ytambin del espacio y del discurso narrativopresenta el relato Cuestin de competencias,de Helena Fidalgo Robleda. Helena Fidalgo

    es licenciada en Filologa Hispnica, editoray periodista. Colabora como columnista en eldiario El Mundo-La Crnica de Len y hapublicado relatos y artculos en revistas cul-turales como Turia y Zurgai. Ha llevado a

    cabo investigaciones sobre la escritura auto-biogrfica, Mijail Bajtn, el teatro histrico,la comunicacin a travs del ordenador y lasestrategias textuales, la reconstruccin hist-rica y la ficcin en la novela; y es una de las

    mejores conocedoras de la obra de RamnCarnicer, autor al que sin duda va a contri-buir a situar en su verdadera y hasta ahorano reconocida dimensin.

    Al igual que enMonlogo del Caf Sporty

    en El canguro rojo, el narrador de Cuestin

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    de competencias elige como escenario un bar,pero en ese reducido espacio, los personajesse encargan de poner de manifiesto, como yaanunci Mijail Bajtn, y han ratificado Julia

    Kristeva, Gerard Genette y Tzvetan Todorovinvestigadores seguramente bien conocidospor la autora que su dilogo no encierrasolamente un valor discursivo sino que cons-tituye tambin uno de los ms importantes

    elementos integradores de la trama. El dis-curso de Silvino va componiendo, as, unainteresante y sorprendente historia, mientrasen una mesa cuatro hombres, concentrados,taciturnos, juegan a las cartas, y Toms el

    propietario del local pasa un trapo oscurosobre el viejo y deslucido mostrador trazandoamplios crculos con desgana. El escenario,construido y presentado por la voz narradora,se abre muy pronto a otros mundos posibles,

    que, en Cuestin de competencias, la palabra

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    de Silvino y de otros personajes se encargande proponer y disear. Como en el discursoflmico, el espacio se revela en toda su insis-tencia, cuando alcanza una perspectiva que

    no se limita a los bordes de lo visible, sinoque extiende su haz de luz a aquello que seentrevee, se anuncia o se imagina. La narra-cin en Cuestin de competencias alcanzaesta potencialidad compositiva, apoyada no

    slo en una acertada presentacin cinemato-grfica del espacio, sino tambin en un ati-nado tratamiento del tiempo y en una ajusta-da utilizacin del lenguaje.

    En resumen, los ganadores del XII Premio

    de Narracin Breve de la UNED, conocenbien su oficio y estn en posesin de unapoderosa capacidad fabuladora.

    FRANCISCO GUTIRREZ CARBAJO

    Decano de la Facultad de Filologa

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    BIOGRAFA

    Nacido en Barcelona, en 1948, Enrique Vila-Matas tiene una amplia obra narrativa que ha

    sido traducida a doce idiomas, siendo sus ttulosms destacados La asesina ilustrada (1977),Historia abreviada de la literatura porttil

    (1985), Suicidios ejemplares (1988), Hijos sinhijos (1993), Lejos de Veracruz (1995), Extraa

    forma de vida (1997), El viaje vertical (1999),

    premio Rmulo Gallegos 2001, yBartleby y com-paa (2000), Premio Ciudad de Barcelona del2001.

    Ha publicado tambin cuatro colecciones deensayos y artculos literarios:El viajero ms lento

    (1992), El traje de los domingos (1995), Paraacabar con los nmeros redondos (1997), yDesdela ciudad nerviosa (2000).

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    VER USTED, yo estaba enfermo deliteratura, lo mo era grave y alar-mante, lea el mundo como si fuera

    la prolongacin de un interminable texto lite-rario, estaba impregnado de literatura,hablaba en libro. No desdeaba como carneliteraria prcticamente nada, es decir, estaba

    condenado a fijarme en todo: en las lgrimasde la viuda, pero tambin en sus piernasenloquecedoras, en la mosca que se posabaen la nariz de la carnicera, en la mgica luzque invade las ciudades en el instante final

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    del atardecer. Era un fastidio porque no esque me interesara la literatura, no es que sin-tiera cierta atraccin por ella, no, es que yoera literatura.

    Estaba muy enfermo de literatura y paracolmo, en un intento de curarme un poco, notuve mejor idea que visitar a mi hijo Rodolfo,grafo trgico en Nantes. Fui con el propsi-to de viajar y airearme un poco, de tratar de

    huir de mi enfermedad y, de paso, echarleuna mano a mi hijo, que llevaba una tempo-rada muy rara, pasaba por momentos delica-dos pues, tras publicar su peligrosa novelasobre el enigmtico caso de los escritores

    que renuncian a escribir, haba quedadoatrapado en las redes de su propia ficcin yse haba convertido en un escritor que, pesea su compulsiva tendencia a la escritura,haba quedado totalmente bloqueado, parali-

    zado, grafo trgico en Nantes.

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    Fui a verle con la intencin de ayudarle,viaj a Nantes sin escuchar a su madre, queme haba dicho que visitar precisamente alheredero de todas mis neurosis era lo menos

    indicado para intentar salir de mi enferme-dad. Rosa, mi mujer, tena toda la razn. EnNantes no me encontr ms que con otroenfermo de literatura. Y no slo eso. Desde elprimer momento Rodolfito, que en el fondo

    me ha odiado siempre, intent contagiarmesus neurosis, y es ms tard en saberlo peroen cuanto lo descubr qued aterrado,intent matarme de una sobredosis de litera-tura.

    Regres a mi casa de Barcelona antes deque Rodolfito cavara mi tumba. Y en los dasque siguieron me dediqu, con un grandsimopero sin duda efectivo esfuerzo, a no pensaren nada que me remitiera a la literatura. Ver

    usted, pas entonces algo horrible. Comenc

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    a pensar slo en la muerte, me pasaba horasenteras pensando en ella. A eso me condujoeludir a la literatura. Incluso cuando dormapensaba en la muerte. Lloraba en sueos y

    luego despertaba y le deca a Rosa que nohaba sido nada, de verdad, slo un sueo oalgo parecido, no ha sido nada. Pero no era unsueo, no era una pesadilla, era una voz lgu-bre, la Voz que hasta de noche me rondaba y

    me deca que iba a morir y que ya faltabapoco. Me despertaba de noche y, tras decirlea Rosa que no era nada, iba a la cocina abeber algo, cualquier cosa con alcohol, yhasta la cocina me segua mi mujer que, en

    cuanto me cazaba con una botella de algo; medeca que yo estaba fatal y que de aquellaforma no poda continuar y que quizs seramejor que hiciramos los dos algn viaje, aver si poda olvidarme de la muerte, aunque

    fuera a costa de volver a pensar en la litera-

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    tura. Y un da ella apareci con dos billetespara las islas Azores.

    Y aqu estoy yo ahora, ya ve usted, en laisla de Faial, en las Azores, en este encanta-

    dor Caf Sport. Quisiera preguntarle si leinteresa la literatura, pero no voy a hacerlo.Tampoco voy a preguntarle por el hombrems feo del mundo, por el feo Tongoy, segu-ramente no le conoce. Slo quiero que sepa

    que el feo Tongoy ayer me cambi la vida, eneste bar, en el Caf Sport. Seguramenteusted no conoce a Tongoy, lleg a esta islacomo mi mujer y yo, el pasado viernes.Seguramente no ha hablado con l, pero qui-

    zs le haya visto, y si lo ha visto no creo quehaya podido olvidarlo, porque es el vivoretrato de Drcula, es el hombre ms feo delmundo.

    Tongoy es de origen chileno, pero tam-

    bin polaco. Es actor, vive en Pars desde

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    hace medio siglo, procede de una familia dejudos polacos que emigraron a Chile y seinstalaron en San Felipe, una pequeapoblacin de ese pas. En realidad, l se

    llama Felipe Schulz, pero su nombre artsti-co es Felipe Tongoy. ltimamente se hahecho famoso en Francia por una pelcula enla que interpreta a un siniestro viejo que sededica a raptar nios. Y en su momento,

    hace ya bastantes aos, fue tambin algofamoso porque hizo de hombre-liblula enuna pelcula de Fellini. Pero no, ya veo queusted no ha visto nunca a Tongoy, ni siquie-ra en el cine. Yo le vi ayer aqu, en este bar.

    Rosa se haba quedado en el hotel y yo hiceuna escapada consentida y no s cmo fueque entabl conversacin con l. En escasosminutos se estableci entre los dos una rela-cin de gran confianza, de pronto era como

    si nos conociramos de toda la vida. Nos

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    cogimos tan gran confianza que a los pocosminutos yo me atrev a preguntarle en qumomento de su vida haba descubierto queera feo.

    Pues mira, me dijo Tongoy, yo tena unossiete aos y fui de excursin con mi familia.Con nosotros iba Olga, una amiga de mimadre. Olga estaba embarazada y, en unmomento dado, tras una larga y extraa dis-

    cusin, acab preguntndole a mi madre:T crees que mi beb sacar la leche demi sangre?. Al or esto, le dije a Olga en milenguaje de nio: Pero cmo puedes sertan tonta?. Ella entonces me mir con rabia

    y me dijo: Dios mo, cmo puedes ser tanmalo y tan feo?. Cuando volvimos a casa, lepregunt a mi madre si era verdad que yo erafeo. Me dijo: Slo en Chile. En ese precisoinstante me jur que algn da tendra el

    mundo a mis pies.

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    Tongoy es fantstico. Una vez, cuando erajoven, una chica se enamor de l. Ella iba acomprar a una tienda que estaba situada enel mismo subterrneo donde l viva. No

    haba luz. La chica lleg a perseguirle.Tongoy le explic que su entusiasmo se debaa un efecto de luz, que no haba que ser tanliteraria en la vida y que si supiera que a lle gustaban los hombres se morira. As cort

    de raz el sentimiento que haba nacido enella.Tongoy piensa que esa chica era maravi-

    llosa, una gran persona, y que en general lashistorias de amor no son historias sexuales,

    son historias de ternura. Tongoy piensa que lagente no entiende eso, o no quiere entender-lo. Tongoy, ayer al atardecer, aqu mismodonde estamos usted y yo ahora hablando, mecambi la vida. Ver usted, cuando le o decir

    que le haba dicho a la chica que no haba

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    que ser tan literaria en la vida, me beb de unsolo trago una ginebra y me atrev a contarlemi problema, le expliqu que, cuando logra-ba dejar de pensar en literatura, pensaba en

    la muerte, y viceversa. Le habl de mi crcu-lo infernal. Tongoy, Drcula en el crepsculo,me escuch como me escucha usted ahora enestos momentos, con paciendia y compren-sin, hasta dira que con ternura.

    Cuando termin de hablar, Tongoy medijo, sin saber que iba a cambiarme la vida:Pero esto es tremendo! Cmo puedes viviras? En lugar de dar tantas vueltas a la muer-te y la literatura, deberas ser menos egocn-

    trico y preocuparte por la muerte de la litera-tura que, de seguir las cosas como van, estal caer. Eso s que debera quitarte el sueo.Acaso no has visto cmo estn arrinconan-do a la verdadera literatura?.

    La muerte de la literatura.

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    No s cmo fue que me vino a la memoriauna frase de Nietzsche, que yo siempre heledo de mil formas distintas, depende delsentido que en su momento quiera darle.

    Para m es una frase comodn: Algn dami nombre evocar el recuerdo de algo terri-ble, de una crisis como no hubo otra en latierra.

    Ver usted, uno no puede ir contra su ima-

    ginacin, y yo en ese momento, aqu en el CafSport, hablando con el feo Tongoy, Drcula detodos mis espectculos, imagin que algn dami nombre sera evocado para recordar unacrisis terrible que la humanidad haba supera-

    do gracias a mi heroica conducta cuando, qui-jote lanza en ristre, habra arremetido contratodos los enemigos de la literatura.

    Y es ms, tuve el ms extrao pensa-miento que jams ha tenido un loco en este

    mundo y me dijo que sera conveniente y

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    ENRIQUE VILA-MATAS

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    necesario, tanto para el aumento de mihonra como para la buena salud de la rep-blica de las letras, convertirme en carne yhueso en la memoria de la literatura, en la

    literatura misma, es decir, en esa actividadque a comienzos de este nuevo siglo viveamenazada de muerte, encarnarme pues enella e intentar preservarla de su posible de-saparicin revivindola, por si acaso, en mi

    propia persona.Nada le dije al feo Tongoy de estos pensa-mientos. Pero, eso s, le agradec en silencioque hubiera sabido reconducir el pequeoespectro de mis obsesiones personales hacia

    un tema ms amplio, el de la muerte de laliteratura. Le agradec en silencio que mehubiera ayudado a ver que la lucha contra lamuerte de la literatura deba tener prioridadabsoluta sobre el combate contra mi propio

    mal, bien mirado tan pequeo.

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    MONLOGO DEL CAF SPORT

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    Y aqu me tiene usted ahora, soy lamemoria de la literatura. Lichtenbergdeca que un hombre inteligente acostum-bra a decir primero en broma lo que des-

    pus repetir seriamente. Lo que yo ayerimagin medio en broma mientras hablabacon Tongoy, hoy ya ni lo imagino ni esbroma, lo digo seriamente, soy la memoriade la literatura y estoy en pie de guerra.

    Hace un rato, Rosa me ha dicho que meencuentra algo cambiado, no sabe lo acer-tada que est. Porque lo cierto es que se haproducido en m un pequeo cambio, hetomado la medicina de Tongoy. He dejado

    atrs mi mal y ahora soy la memoria de laliteratura, soy una historia ambulante y nopuedo ni quiero ser nada ms que eso, por-que todo lo que no sea memoria de la lite-ratura me aburre y lo odio, me molesta o

    estorba.

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    ENRIQUE VILA-MATAS

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    MONLOGO DEL CAF SPORT

    Slo me apena algo, me entristezco si mepregunto a dnde va la literatura. A dndequiere usted que vaya? En realidad la literatu-ra va hacia s misma, hacia su esencia que esla desaparicin. Y eso me apena, claro, porquevuelvo a pensar en la muerte aqu y ahora, eneste triste atardecer, aqu en el Caf Sport.

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    EL COLECCIONISTA

    Jos Luis Muoz de Baena Simn

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    BIOGRAFA

    Nacido en Madrid en 1959. Doctor enDerecho y profesor titular en el Departamento de

    Filosofa Jurdica de la UNED, de cuya Facultadde Derecho es vicedecano desde 1998. Escriberelatos desde comienzos de los ochenta. Ha gana-do varios premios literarios, y textos suyos hansido ledos en sesiones de cuentacuentos y enprogramas radiofnicos. Actualmente concluye

    su primera novela, Todos los gusanos del mundo.

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    A NUEVA SECRETARIA de Freitas se

    haba hecho cargo del envo a prime-ra hora. Del individuo que lo dej,apenas pudo aportar datos: un hombre alto yenjuto, de manos trmulas. Freitas contempllargamente el paquete lleno de agujeros antes

    de rasgar el cartn que lo envolva. Ante susojos atnitos, una mujer de poco ms de vein-te centrmetros, desnuda, cay sobre el cueroverde de la escribana.

    Rebusc en la caja, tratando de lograralguna explicacin. Adems de dos juegos

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    L

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    completos de ropa de mueca, hall unamisiva escrita a mquina que rezaba as:

    Estimado seor:

    La gran estima y alta consideracin deque goza en esta comunidad hacen de ustedla persona idnea para recibir gratuitamen-te uno de nuestros productos. Sin dudahabr odo hablar de ellos, aunque tenemos

    por norma guardar la mxima discrecin ysustraer a la publicidad unos trabajos cuyafactura artesanal y esplndido acabadorehuyen la demanda masiva. ste que hoyponemos en sus manos es, como todos los

    dems, un pequeo prodigio destinado asatisfacer los caprichos ms exigentes, lasfantasas ms arrebatadas y perdnenos laconfianza los deseos ms inconfesables.Disfrute con l, es un regalo. Usted se mere-

    ce algo as.

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    JOS LUIS MUOZ DE BAENA SIMN

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    Si se interesa por nuestros productos,hganoslo saber. Sea discreto, no lo lamenta-r. Atentamente,

    D..

    Segua un apartado de correos, queFreitas imagin verdadero. Era cierto que losrumores sobre tan execrable comercio ha-ban llegado a sus odos, si bien en unos tr-

    minos que hacan desaconsejable el recursoa la polica: se hablaba de complicidades enlas ms altas esferas, de casos de corrupcinque implicaban a personas aparentementeirreprochables. Mirando a aquella criatura

    indefensa, le acometi una violenta sensa-cin de desamparo: se supo solo, aprisionadopor la fuerza de su secreto.

    Freitas no era un hroe. Decidi no com-plicar el asunto con una investigacin poli-

    cial que, en el mejor de los casos, pondra en

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    EL COLECCIONISTA

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    peligro su prestigio y el de la firma querepresentaba. Cuidara de la mujer con todoel esmero que le fuera posible, con la dili-gencia de un padre solcito, proporcionndo-

    le cuanto pudiese necesitar. Despus detodo, era responsable de ella.

    Durante las semanas siguientes, la tareale result menos penosa de lo que imagina-ba. Modific sus costumbres y adquiri el

    saludable hbito de retirarse a horas tem-pranas; despidi a la criada, temiendo algu-na indiscrecin; se deshizo del gato, un sia-ms artero y (espanta decirlo) carnvoroimpenitente.

    La criatura no hablaba ni pareca excesi-vamente interesada en cuanto le rodeaba,pero, por lo dems, resultaba una compaainmejorable dentro de sus limitaciones.Freitas, hombre optimista y vital, aprendi

    pronto a valorar en su justa medida el lado

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    JOS LUIS MUOZ DE BAENA SIMN

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    positivo de una situacin tan delicada: lamujer, de unos treinta aos, posea un rostroagraciado, aunque no bello, y unas formasaceptablemente seductoras. Su compaa

    resultaba ms interesante y menos molestaque la del gato. En suma, aquella sbitairrupcin vino a alegrar su montona existen-cia de soltern vocacional.

    El mejor de los sueos puede transformar-

    se en pesadilla. A los dos meses, otra cajaagujereada apareci una maana en su des-pacho. En el interior, adems de un hombrecuarentn, de pelo entrecano y barriga inci-piente, haba una nota:

    Estimado Freitas:Nos extraa no haber recibido noticias

    suyas. Con el fin de decidirle a aceptar unaoferta tan tentadora, ponemos en sus manos

    otro de nuestros productos de forma igual-

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    EL COLECCIONISTA

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    mente gratuita. Por desgracia, las leyes delmercado son implacables: bien lo sabe usted,que ha amasado su fortuna y su merecidoprestigio sometindose a ellas. Por tanto, el

    prximo envo ser contrareembolso de lacantidad que figura en el papel adjunto (unamiseria, teniendo en cuenta la calidad delproducto y los elevados costes de produc-cin). No deje escapar esta oportunidad de

    poseer una coleccin nica, compuesta porpiezas rigurosamente irrepetibles. Formuleya su pedido. Al hacerlo, a la vez que aumen-ta su patrimonio, conseguir de la forma mscmoda y discreta reducir el tamao de sus

    problemas.No lo piense ms y rellene el casillero

    adjunto. Siempre suyos,D..

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    Freitas se derrumb sobre su silln.Intentaba calibrar la magnitud del chantaje,prever las consecuencias de aquella trampa sinsalida. Por primera vez en muchos aos, la san-

    gre fra le haba abandonado. Imagin su casallena de diminutas criaturas dciles y silen-cionsas, de rostros familiares, contemplndolecon ojos inexpresivos. El pnico le llev acometer una torpeza que pudo tener conse-

    cuencias fatales: al cerrar la caja, dej fuerauno de los brazos del hombrecillo, que quedaprisionado y cruji de forma inquietante. Porfortuna, la cosa no fue a mayores: lo comprobcuando aquella noche los dos seres comenza-

    ron a acariciarse de forma primitiva, aparente-mente ausente de calor y ternura, sobre la mesade su gabinete. Vencido por el pudor, asustadopor una voluptuosidad largo tiempo dormida,sali de la habitacin. All, tras los cristales de

    la puerta, se percat por fin de la magnitud de

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    EL COLECCIONISTA

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    su poder, su implicacin activa y complacidaen aquella blasfema parodia del Edn.

    Al da siguiente, ms relajado, Freitascrey tener claro el siguiente paso. Tom la

    pluma (nunca la utilizaba, salvo en las oca-siones solemnes) y escribi una amable misi-va al apartado de correos, adjuntando untaln al portador. Medit unos segundosantes de rellenar el casillero. Nadie podra

    decir si el motivo de su duda fue moral o si,como es de imaginar, slo la prudencia loretuvo. No era cuestin de errar el golpeescogiendo un nombre inadecuado.

    A las dos semanas, lleg otra caja aguje-

    reada. La recibi con expectacin, prontomudada en alborozo. El anciano calvo yenjuto que contena, empresario de prestigioy viejo rival suyo, era uno de esos hombresque tienen la imprudencia de calcular mal

    las fuerzas de sus enemigos.

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    Lo dej en el suelo de la cocina, con latapa de la caja abierta, atado con un delgadohilo de bramante. No olvid depositar a sulado algo de comida. Al fin y al cabo, es un

    ser humano, se dijo. Pero no volvi a apagarla luz de la cocina.

    La casa, privada durante muchos aosde calor humano, pareci revivir duranteunas pocas semanas. Pero no se hizo ilusio-

    nes: saba que aquellos juegos de coleccio-nista, progresivamente privados de inocen-cia, le llevaran hasta la abyeccin msabsoluta.

    El drama lleg de forma inesperada, con

    ocasin de una reyerta pasional. Una noche,el hombre golpe a la mujer y sta grit,despertando a Freitas. La confusin y el malhumor se trocaron en ira cuando contemplla escena, baada por la luz amarillenta del

    gabinete All, en aquella apacible atms-

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    EL COLECCIONISTA

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    fera de placidez burguesa, desmembr alhomnculo con ayuda de un abrecartas,ante la suplicante mirada de la mujer. Lohizo framente, sin repugnancia ni mira-

    mientos, como quien da rienda suelta a unaurgencia fisiolgica: al terminar, acudi a lacocina para dedicarse al anciano. Despusno fue ya capaz de detenerse y sigui conella. Las primeras luces del alba lo sorpren-

    dieron sentado frente a la chimenea, que-mando los ltimos restos, esperando envano la amarga visita de la contricin.Nadie es capaz de sentirse Dios sin conver-tirse en un demonio.

    D. continu envindole paquetes, a raznde uno cada mes. Los elevadsimos costesesquilmaron su patrimonio, pero eso no pare-ca importarle. Su nuevo y costoso vicio leoblig a adoptar continuas precauciones, que

    convirtieron su casa en una fortaleza.

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    JOS LUIS MUOZ DE BAENA SIMN

  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    Freitas era un hombre lcido: nunca seenga con respecto al fin de aquella singu-lar aventura. Esa conciencia de la finitud desu relacin comercial con D. lo alentaba a

    disfrutar con mayor ahnco de sus criaturas,en un desfile de bajezas cuyos pormenoresseran imposibles de imaginar.

    Un viernes de julio, uno de esos das calu-rosos en que el trabajo se convierte en un

    tormento, descubri, mientras dictaba unacarta, que deseaba a su secretaria. Con msmpetu que cortesa, le solicit una cita. Lainicial ambigedad de la mujer le decidi amanifestar sus intenciones de forma que

    podramos considerar explcita. Ella, ofendi-da, lo abofete y se despidi, no sin escucharde labios de Freitas insultos irreproducibles.Esa noche, ciego de ira, opt por la peor delas venganzas: escribi el nombre de ella en

    el casillero del mes.

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    Los hombres ms fros se dejan cegar porla pasin; el ms minucioso de los criminalespasa por alto relaciones evidentes. Freitasnunca sospech la imaginable vinculacin

    de la mujer con D., ni malici las conse-cuencias de una humillacin como aquella.Una noche, de regreso a casa, dos hombres lointrodujeron en un coche y all lo narcotiza-ron. Cuando despert, en un lugar descono-

    cido, se senta extraamente incapaz de fijarsu pensamiento; por fortuna para l, algunosdetalles harto evidentes (la holgura de suropa, el tamao de la silla, la desmesuradaaltura de la habitacin) le ayudaron a com-

    prender que el proceso estaba en marcha.Or la voz de la secretaria al otro lado de lapuerta y descubrir a su espalda la ventanainmensa, la silla junto a ella, fue todo uno.

    Ni siquiera la abri. Mientras descenda,

    con el cuerpo perlado de cristales y la boca

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    llena de aire fro, pens estpidamente queel cielo estaba nublado y, sin embargo, l yano iba a ver llover.

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    EL CANGURO ROJO

    Francisco Garca Prez

    A Boni Prez, que me cont la historia.

    A Milo Rodrguez Cueto, que no la us.

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    BIOGRAFA

    Francisco Garca Prez (Oviedo, 1953) escatedrtico de Lengua Castellana y Literatura en

    Gijn.Fund la revista literaria Juan Canas y fueDirector General de Difusin Cultural delPrincipado de Asturias, traductor y jurado ennumerosos concursos literarios.

    En la actualidad coordina el suplemento

    Cultural, en el diario ovetenseLa Nueva Espa-a. Ha sido Premio Atlntida y finalista delPremio Nacional de Fomento a la Lectura.

    En 1981 public el libro de viajes Crnicas deEl Bierzo (Penthalon, Madrid). En 1998, vio la

    luz su ensayo Una meditacin sobre Juan Benet(Alfaguara, Madrid), y en octubre, en la mismaeditorial, la versin definitiva en un solo volumende Herrumbrosas lanzas benetianas, edicin quese encarg de preparar y prologar.

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    EOR ES LO NUESTRO dijo el nico de

    los tres que no llevaba cazadora.Acabamos de matar a un canguro

    rojo.Yo haba entrado en aquel bar de carretera

    movido por urinarias urgencias: soy un profe-

    sor que no orina (con perdn) en cualquierparte, ni incluso en cualquier parte de aqueldesierto. Es ms, soy de la idea de que un pro-fesor espaol y de espaol, debidamentecomisionado por la embajada de Canberra, no

    puede dar un mal ejemplo renal a cualquier

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    P

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    automovilista nativo deteniendo el cochedonde le pete para verter aguas en medio de ladesolacin de la Australia profunda. Empero,y aunque se trate de un asunto de menor cuan-

    ta, tambin necesitaba un caf que me des-pejase el sueo, antes de llegar a Deep Well,o como se llamase aquel sitio, donde debapronunciar, al da siguiente, una conferenciasobre algunos aspectos sintcticos en la prosa

    de la santa Teresa de Jess.Hblame con propiedad y habla con pro-piedad al compatriota: al canguro rojo lomataste t corrigi el de la barba, que s lle-vaba zamarra: una chupa marrn un punto

    rada.Quiero decir que lo que yo menos espera-ba encontrarme all y en aquella noche era atres ciudadanos de Orense (o bien Ourense,mas dejmoslo as), con una aparente manse-

    dumbre en sus caras, producto de la perple-

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    FRANCISCO GARCA PREZ

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    EL CANGURO ROJO

    jidad y el cansancio, como supe despus,cuando me relataron la historia del canguro.Tratar de explicarme. Hay espaoles queviajan al ms o menos cercano Ayers Rock, a

    la montaa de todas las postales preolmpi-cas australianas, por el purito se del viajede novios. Parejas ecologistas, aventureroscon gua, gente extraa. Nunca tres seoresde Orense. Entr, como cuento, en el bar, con

    quiz excesivo apremio de miccin. Tal fueas que tropec con una de las sillas, mal dis-puestas a la entrada, por mi inters encolumbrar, a un tiempo, los baos y la barradonde pedir el caf. No ca de bruces por una

    nada y me ceg el inconsciente. De modoque, en lugar de recomponer la figura y ladignidad propias de un docente, me aver-genza confesar que exclam:

    La madre que me pari, casi me

    mato!

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    Me arrepent al punto de mi exabrupto (yadije que soy profesor de castellano), perodesde una de las escasas mesas, el barbudolevant ojos y voz a un tiempo al grito de

    Joder, un compatriota!.As pues, me invitaron a sentarme con

    ellos, y, al descubrir mi nacencia asturiana,all crecieron un regocijo y una hermandadmomentneos por los inevitables rencores

    regionalistas:De hermandad, nada terci el serio, alreferirme yo a ella. Gallegos y asturianos,primos hermanos. Parentesco de segundoorden.

    La historia del canguro rojo no tard envenir a conversacin. Porque el placer derecuperar lengua comn en extraa tierralo vea yo ensombrecido por cierta actitudde mis nuevos conocidos que revelaba una

    inquina neta del barbn y del adusto hacia

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    FRANCISCO GARCA PREZ

  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    el alto, el nico de los tres que desafiaba alfro de aquella noche australiana de abrilen mangas de camisa. Al preguntarme pormi estada en aquella alejada tierra, les

    cont cmo el fracaso en mis oposiciones aprofesor de universidad me haba llevado asolicitar plaza, donde fuese, al Ministeriode Asuntos Exteriores. Fracaso en mo-do alguno debido, aclar enseguida, a mi

    desconocimiento de los entresijos de lalengua hispana ni aun de su literatura, sinoa unos injustificados recelos estamentalesque bien supo subsanar el InstitutoCervantes llevndome de bolos un tiempo

    por Europa y envindome ms tarde a laAustralia en que nos encontrbamos acausa de un asunto que nunca se me per-miti aclarar de modo cabal y en el que sehallaba implicada cierta casquivana alum-

    na austriaca.

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    EL CANGURO ROJO

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    De modo que te han dado la boleta aus-traliana resumi el malhumorado.

    Peor es lo nuestro fue entonces cuandolo dijo. Acabamos de matar a un canguro

    rojo.Les ped pormenores, al entender que se

    trataba de personas atribuladas por haberdisminuido la poblacin de fauna autctona.Bien es sabido que la verbalizacin acalla

    negruras de conciencia.Para fauna estamos ri el barbiespeso.Por m que le den por el rasca a la fauna deeste sitio y a toda la fauna, salvedad hechadel percebe. Cuntaselo al profesor.

    Y all, al calor del caf (mo) y a la acidezde las cervezas (orensanas), all tan lejos detodo, conoc que estaba conversando con tresgelogos a los que cierta melancola gallegay unas perspectivas laborales inciertas les

    haban hecho aceptar una contrata en la zona

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    de Meerenie y de Palm Valley para prepararuna memoria sobre yacimientos, que intere-saba a una conocida empresa multinacionalcon sorprendentes ramificaciones en la zona

    de Arosa.Volvamos hoy de ver terrenos. Se estaba

    haciendo de noche y yo, la verdad dijo elespigado iba conduciendo y creo que corraun poco.

    Ibas a toda hostia precis el grave.Yo le advert que nos bamos a salir delcamino continu el barbas.

    Bien, pues yo iba ciego con la neblina,con el anochecer, con el cansancio, y bastan-

    te tuve para m al ver frente al otro lado delparabrisas a aquel bicho enorme, o, mejor, alos ojos de aquel bicho enorme. Era un can-guro, un canguro rojo, aislado de su grupo,porque tambin les gusta a esos cabrones

    andar a su aire. Y, s, le di de frente.

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    EL CANGURO ROJO

  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    Caramba trat de animar. Pero fue unaccidente. Adems, ya no son especie tanprotegida: un milln al ao se sacrifican.

    Y eso qu coo tendr que ver se contrari

    el narrador. Bueno, nos bajamos del jeep y ahestaba el animal, frito, inmvil del topetazo.

    Muerto susurr con el debido respeto.Debi de ser una impresin.

    De eso ya hablaremos me cort el gra-

    vedoso. Lo que le tiene a usted que contares lo de la foto.Una bobada, fue una bobada que se me

    ocurri reconoci el gelogo mocetn.Pens que no era mala idea sacarle una foto:

    un canguro rojo tieso no se ve a diario.Eso se burl el barbado. Llegaramos aOrense y diramos a los amigos: Mira, mira elcanguro que nos hemos trincado en Australia.

    Ya confes que fue una bobada. Pero

    qu me decs de lo vuestro? y pidi el que

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    FRANCISCO GARCA PREZ

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    a todas luces queran culpar sus compaerosotra ronda y la cuenta.

    Estos dos benditos que usted ve aqu,profesor, dijeron que cmo le bamos a sacar

    una foto a un canguro rojo ah tirado, quefoto, s, pero que entre ellos dos lo alzaran,lo sujetaran por la cintura, se pasaran sobrelos hombros las patas delanteras y as tendra-mos foto grupal con canguro al anochecer.

    Dios bendito! Estn ustedes idos?Mire, malo ser gelogo en estos tiempos:pero ser gelogo gallego en Australia... Enalgo hay que dar para alegrarse la vida, meva comprendiendo? explic el nada risueo.

    Pues dieron estos dos en componer la esce-na, y yo, la Virgen me perdone, me parta de larisa atisbando por el visor de la cmara aqu alos amigos levantando la cabeza de aquellosdos metros de fiera, para que pareciera vivo,

    sujetando los setenta kilos de peso muerto. As

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    que ech el resto, quit mi cazadora, una chupade cuero negro de verdad, y les propuse a estosque se la vistisemos al jodido canguro para, yade hacer la gracia, hacerla del todo.

    Sin duda me toman ustedes el pelo. Meestn queriendo decir, aqu en este bar, quehace unas horas ustedes estaban vistindoleuna cazadora a un canguro muerto para sacar-se una foto de conjunto y ensearla en Orense?

    Exactamente.Eso.As es.Bien, agradezco la invitacin de que he

    sido objeto, pero debo confesar que he teni-

    do un dudoso gusto en conocerlos. No estoypara bromas y debo proseguir mi viaje.Maana he de hablar en pblico sobre lasanta reformadora, y

    Me detuvo, ya camino hacia la puerta, la

    voz del langaruto:

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    FRANCISCO GARCA PREZ

  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    Pues se queda usted sin saber lo bueno.Djalo, si no se quiere enterar Le

    aguardar una santa austriaca apuntill,con evidente mal gusto, el malhumorado.

    Enterar? Enterarme de la burla de queestoy siendo objeto?

    Seor catedrtico reconvino el fot-grafo de la cazadora.

    Profesor! sostuve con la dignidad que

    haba perdido al entrar en aquel local y alasistir al relato de tan demencial historia.Pues que sea enhorabuena continu.

    Atienda, coo, que as se lo podr contar alas alumnas alemanas.

    Pero, qu dice, hombre de Dios?Le digo que estaban estos dos carcajen-dose y sujetando al canguro, ya con mi caza-dora puesta, con esos bracitos asomndole porlas mangas; yo, muerto de la risa por el cuadro

    que vea. As que abrevi: Cuento tres, y dis-

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    paro. Cont, uno, dos, tres y dispar elflash. Entonces, el canguro del diablo debide despertarse de su conmocin al ver elrelmpago de luz. Porque no se haba muerto,

    el muy traidor, estaba slo adormilado por eltrastazo, que resisten lo suyo los canguros. Y,en un instante, brace, se agit todo, grazn, olo que hagan los canguros, y brinco va y saltoviene, la empredi a correr a toda leche con

    nosotros tres detrs, persiguindolo.Con la cazadora puesta? Un cangurorojo huyendo despavorido y perseguido por eldesierto de Australia con una cazadora pues-ta? Eso me cuentan?

    Con una chupa de cuero negro y con unavelocidad que no haba dios que le alcanza-ra. Con los cheques y mis papeles en el bol-sillo interior. Cree que hemos parado aqupara contarle historias al primer asturiano

    que pasease, profesor?

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    FRANCISCO GARCA PREZ

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    A la tarde siguiente, en la Asociacin por laAmistad de los Pueblos de Deep Well, ante unmuy escaso pblico que me miraba con atentaexpresin, o acaso con la perplejidad que de-

    bi de componer el canguro ante el fogonazo;ante aquella selecta audiencia que escuchabacon aspecto de culta delectacin, aun nosabiendo una palabra de castellano, mis preci-siones sobre el implemento y el aditamiento en

    Santa Teresa, hube de detenerme varias vecespara beber agua a lingotazos (perdneseme laexpresin) pues no poda apartar de mi mente,las ltimas palabras del gelogo narratario:

    As que ya lo sabe. Si ve por ah a un

    canguro con una chupa negra dando brincos,no cuente nuestra historia. Apueste conquien vaya con usted a que ese canguro es deOrense. Atrpenlo, mire la documentacin ycobre lo apostado. Y enveme los papeles a

    Galicia, ande.

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    EL CANGURO ROJO

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    CARRETERA PERDIDA

    Armando Ruiz Chocarro

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    BIOGRAFA

    Armando Ruiz Chocarro naci en Navarra en1964. Estudi Magisterio en Logroo y comez a

    escribir, influido por la novela negra de los aoscuarenta y cincuenta, gnero por el que sienteautntica pasin.

    Sus relatos han sido premiados en diversasocasiones (Azagra, Ansoain, Lern, Pamplona).

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    ACE UN BUEN RATO que no me encuen-

    tro con un coche por esta carreteraperdida. Puede que estuviese cam-biando la cinta del casete y al llegar al cruce noviera la seal Carretera cortada, va usted alinfierno Ja, Ja, Ja. Para animarme, me imagi-

    no en un Cadillac del 54 cruzando el mediooeste americano surcado de eternas rectas alfinal de las cuales, sobre un rasante, el sol dora-do se difumina. Puedo or la msica de WillyNelson salir desde el bar de un motel paracamioneros. Arpas de boca, bajos y todo eso.

    H

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    Un volantazo que hace derrapar el culo demi furgoneta, me saca de mis ya habitualesdivagaciones. Paro en medio de la carreterapara respirar hondo y de paso pegarle un

    trago al termo de carajillo humeante queviaja como copiloto. Un tasador de segurosdira que mi situacin no es desesperada,mala s, aunque se resistira a poner en suinforme desguace. Estos tipos, insensibles

    como un trozo de pedernal, no se conmove-ran por ms que les dijera que estoy a msde cien kilmetros de mi casa la vspera deNavidad transitando por un puerto de prime-ra categora con placas de hielo de una cuar-

    ta, que mi furgoneta no tiene cadenas, que lacalefaccin est estropeada, que falta pocopara que sea de noche y sobre todo que ape-nas me quedan un par de tragos de carajillo.Sin contar, esto ya es una minucia, que no

    llegar a tiempo de entregar la pieza para

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    ARMANDO RUIZ CHOCARRO

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    CARRETERA PERDIDA

    reparar el nico horno de un puebluchoenclavado en medio de los Pirineos, lo quesupondr mi despido. Uno ms, y vansiete. Creo.

    Algo se posa con suavidad sobre la lunade la furgoneta. Rezo, s, querida mami rezo,para que aquello no sea lo que parece: unmaldito copo de nieve. Mientras dictamino silo es o no, otro algo gemelo se posa a unos

    centmetros y luego otro y otro ms, todosblancos y esponjosos. A este fenmeno enmetereologa le llaman nevar, aunque si lohace a ese ritmo, mi limpia parabrisas chi-rriante y con la goma abombada podr mal

    que bien hacer honor a su nombre, el proble-ma ser cuando caigan una docena de coposa la vez. Trago de carajillo. No todo son malasnoticias en el fuerte del lamo, al menos sque con este tiempo no estar la polica para

    controles de alcoholemia.

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    Empiezo a estar harto de tanta haya, tantoabeto, montaas, carreteras retorcidas ynieve, me importa un pito el paisaje, si quie-ro ver bellos paisajes ya me comprar una

    tarjeta-postal. Para colmo ahora mi furgonetaest profundamente enamorada de los quita-miedos a los que se arrima con un descarovergonzante. Llevo una media por kilmetroque me asegura estar en mi destino dentro de

    una semana, cuando mi jefe le ha prometidoal panadero entregarle la pieza antes de lasocho de la tarde de hoy.

    Est tranquilo le o decir por telfono,que esta noche de Nochebuena, su horno va

    a poder asar toda la carne del valle. Palabrade un profesional.Y la verdad sea dicha, mi jefe aparte de

    buen hombre es un profesional en toda regla.Hace una semana me dio dinero para poner a

    punto la furgoneta, aquello inclua arreglar

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    limpiaparabrisas, calefaccin, y la comprade unas cadenas. Ese mismo da recib lavisita de mi casera y la monserga del dicho-so alquiler, con la casualidad aadida de que

    me sorprendi con una chica.No ponga esa cara de extraeza seora,

    le dije que le iba a pagar y aqu lo tiene.Le di el dinero de la revisin por no quedar

    mal delante de la chica y an me sobr para

    llevarla a cenar. Un amigo que trabajaba enlas oficinas de un taller y del que me aprove-chaba a menudo por una mierda de favor quele hice en mis buenos tiempos, me extendiuna factura falsa que justificaba los gastos. Al

    menos deb comprar las cadenas con el dine-ro de la cena, todo me sali mal aquella nocheespecialmente el ligue. Una remilgada.

    Estoy parado junto a la cuneta, dubitativo.

    Sigo adelante o me quedo, me quedo o por el

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    contrario sigo adelante. El empleo me hacemucha falta, pero no a costa de jugarme lavida. Es lo que quera or para convencerme.Claudico, que le den por el culo al panadero

    de los cojones. Me levanto las solapas de lapelliza y recuesto el asiento para echarmeuna cabezada. Me tomo una pastilla para dor-mir, dos no, que me pueden hacer dao con elalcohol. Maana me encontrarn los de trfi-

    co, me darn una taza de caf caliente y meremolcarn hasta el pueblo. El plan es buenoa medias, imagino a sus habitantes, que nopudieron cenar el asado de Nochebuena,levantndose sin pan del da, lo que teniendo

    en cuenta cmo se las gastan por estos lares,me induce a pensar que semejante afrentadebe tener una vctima: el panadero o yo. Elolor de la sangre les calmar.

    Oigo un ruido. Es un coche, algo que no

    veo desde las cuatro de la tarde. Tardo en

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    reaccionar, estoy un poco atontado, tal vezsea la pastilla, el alcohol, o las dos cosas a lavez. Al salir de la furgoneta piso el hielo y mecaigo de morros, unos focos me deslumbran,

    intento levantarme pero caigo porque lacabeza me pesa un quintal, est descompen-sada con respecto al resto de mi cuerpo,desde el suelo hago gestos torpes con lasmanos una de las cuales tiene agarrada el

    termo de carajillo. El vehculo, una rancheraSantana, acelera pasando de largo.jala te mates, cabrn! le grito en un

    arrebato de clera.Ole el espritu navideo! Acaso ver a un

    tipo con toda pinta de borracho saliendo deuna furgoneta vieja en una carretera perdidaes motivo para no parar? Puede que s, slome faltaba la motosierra y la careta de cuero.

    Ya no nieva. Estoy temblando, muerto de

    fro, si me quedo aqu toda la noche corro el

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    riesgo ms que probable de congelacin,primero un dedo del pie negro, luego lapierna y por ltimo mis verguenzas engan-grenadas, Que venga la muerte! Debo

    seguir mi ruta suicida. La ranchera ha deja-do unas estras que me pueden ayudar.Arranco la furgoneta y coloco las ruedassobre las estras. Agarra. Me siento eufri-co, pongo una cinta de Cat Stevens y los

    dos cantamos a do Moon shadow. En elcasete s que me gast una pasta gansa, esun Pioner punto azul.

    Faltan apenas unos kilmetros para el

    pueblo cuando en una curva me doy cuentaque las estras desaparecen bruscamente. Lafurgoneta toca nieve virgen y hace un inno-vador movimiento de patinaje artstico quepor su alto riesgo el jurado puntuara con un

    diez. Fin de trayecto.

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    Las huellas de la ranchera han pisoteadoun quitamiedos y van directas al vaco. Lanoche tiene una claridad extraa que predi-ce alguna fatalidad, no me gusta, no me gusta

    nada en absoluto este ambiente malsano. Aunos metros veo al Santana incrustado entredos abetos. Apelo a la conciencia cvica olvi-dando el vrtigo y sobre todo el feo gesto quetuvo su dueo conmigo y desciendo hasta lo

    que queda del todoterreno. En su interior nohay nadie, toco la bocina varias veces.Vuelvo a insistir, por fin oigo una voz casiagnica proveniente de un peasco con laforma de espign.

    Socorro, ayuda!!!Desde mi posicin distingo a un hombreaferrado a unas races secas que han traspa-sado el espign, el resto de su cuerpo sebalancea sobre el barranco como un cerdo en

    el gancho del matadero. Llegar hasta l es

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    CARRETERA PERDIDA

  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    imposible, en cambio una soga facilitaraenormemente el rescate. Pero dnde habruna soga? A buen seguro que un ahorcadome prestaba gustoso la suya.

    Puede aguantar? le grito con demasia-da fuerza teniendo en cuenta la poca distan-cia que nos separa no tengo con qu ayu-darle, necesito ir al pueblo a buscar cuerdas.

    Escuche dice casi en un susurro guar-

    dando las pocas fuerzas que le deben restar.Apenas si podr aguantar unos minutos. Enmi coche hay unas cadenas de repuesto. Porfavor, dese prisa.

    Claro que me la doy. El maletero est

    cerrado, al coger las llaves del volanteencuentro una cartera abierta, a un lado sucarnet de identidad, al otro un fajo de bille-tes de los que no te dan cambios en un super-mercado. De repente, siento cmo algo abra-

    sa mi estmago, o las pastillas que tomo

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    estn caducadas o se me ha vuelto a abrir lalcera. Una vez se lo dije a mi mdico:Crame doctor, cuando algo me impresionade verdad, se me abre la lcera. El to

    incompetente sonri, conozco esas sonrisastranquilizadoras como si uno fuese un inter-no del manicomio con permiso de fin desemana. Me recomend una dieta a base deverduras que me hizo aorar los tiempos del

    aceite de ricino que contaba mi padre, inclu-so los aos de la cartilla de racionamiento yel pan negro que contaba mi abuelo.

    Pues eso, viendo aquella cartera sobre elasiento del conductor, es tal mi impresin que

    a punto est mi estmago de sangrar como unactor de cine gore. Durante unos instantes nos si me hallo por fin ante ese fenmenoextrao que se les aparece a ciertas personasy al que llaman SUERTE. No, no es el dinero

    que hay en la cartera y que debe equivaler a

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    un ao de mi sueldo lo que me deja perplejo,es la estadstica. Segn el tratado ms bsicode estadstica, al levantarme hoy viernes a lassiete de la maana, tena una posibilidad

    contra cuatrocientas treinta y dos mil dos-cientas tres, de encontrarme con la personacuyo nombre aparece en el carnet de identi-dad, incluso supona ms probable encontrarla pareja de mi calcetn negro con rombos

    rojos en mi vieja bolsa de la colada.Pedro Iribarren Muoz leo en voz altapara verificar la informacin. Quien lo ibaa decir! Nos volvemos a encontrar y ahora lasituacin es distinta, muy distinta.

    Miro al cielo y guio un ojo de complici-dad. Para que luego digan que no existe.

    No puedo creer que lo tenga a unosmetros, a slo unos pasos de distancia. Han

    pasado unos cuantos aos (concretamente

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    ocho menos dos meses) pero raro es el da queno maldigo el nombre de Pedro Iribarren.

    Tuuu!!! cada noche le sealo imagi-nariamente con el dedo frente al espejo

    mientras me cepillo los dientes antes deacostarme. T fuiste el culpable de midesgracia y pagars por ello.

    A veces hasta consigo asustarme con laimagen que me devuelve el espejo: pelo enma-

    raado, mirada depravada y boca entreabiertapor la que se escurre la pasta dentfrica que enmi imaginacin no es otra cosa que los espu-marajos de un manaco homicida con un pija-ma de los dibujos animados de la Warner.

    Desde luego que mis motivos tengo paraestar resentido. Todo empez con la finaliza-cin de los contratos laborales en una impor-tante empresa. Desde la sede central notifica-ron que slo renovaran un solo contrato y la

    direccin regional propuso a tres candidatos:

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    Sandoval, un experto en macroeconoma conmenos apoyos que la presidenta de la ligapro-castidad; Merche Lacunza, que aparte denueva era un autntico callo; y por ltimo yo.

    Las apuestas estaban mil a uno a favor mo.Todos crean que yo sera el elegido, no habams que pasar una pequea formalidad, unaentrevista con Pedro Iribarren, jefe de perso-nal. Sin aquella formalidad mi vida hubiese

    sido bien distinta, de la misma manera quesin una fulana como Dalila, el buenazo deSansn hubiera seguido partiendo la crisma alos filisteos hasta su jubilacin por artritis.

    Es un to muy majo me dijo una com-

    paera que lo conoca siempre preguntasobre contabilidad y finanzas. Nunca sobremacroeconoma, lo odia.

    Pobre Sandoval.Me prepar a conciencia sin dejar cabos

    sueltos, mov los hilos que tuve que mover y

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    llam a las puertas que tuve que llamar.Tambin, porqu no? estudi. No querasorpresas.

    El da de la entrevista me present en las

    oficinas luciendo una sonrisa que se me saladel rostro, estrenaba traje y por primera vez enmi vida llevaba corbata. En el vestbulo encon-tr a Sandoval repasando unos apuntes junto auna morena guapetona a rabiar. Y pareca

    tonto Sandoval! Menuda novia tena.Suerte mascull. No ha venido Mer-che?

    La guapetona levant unos ojos idnticosa los de una pantera asesina.

    Soy yo respondi toda seria.Cacho puta! No te saldrs con la tuya, esetruco ya lo utilizaba Paul Newman enEl bus-cavidas y acab como acab. El cuello de micamisa, de pronto, me apretaba una barbari-

    dad.

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    Una secretaria dijo mi nombre y me acom-pa hasta un despacho amplio, enmoqueta-do en color crema, muebles clsicos de ma-dera y media docena de cuadros impresionis-

    tas. De frente, una cristalera con una exce-lente vista panormica de la ciudad.

    Me llamo Pedro Iribarren me salud untipo amable de ademanes estudiados y unamedia barba casi cana que le daba un aire

    circunspecto.No saba el porqu pero intua que algoiba mal. Me miraba directamente a los ojos ala vez que hunda los dedos por entre labarba movindolos como si debajo de aque-

    llos pelos blancos habitara una colonia depiojos rabiosos.Ejem... Macroeconoma dijo con la con-

    viccin de que esa palabra iba a dolerme msque una patada en los huevos ...qu me

    cuentas sobre macroeconoma.

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    Le dije una mierda, cuatro cosas genera-les y tan bsicas como si para hablar de losReyes Catlicos uno afirmase que eran unrey y una reina que se casaron, que eran

    espaoles y a pesar de ser catlicos, se mon-taban tanto l sobre ella que viceversa.

    Hombre! Algo ms podrs decirme. No?No era se el tipo que odiaba la macroe-

    conoma? Le haba recomendado el mdico

    desayunarse con cosas desagradables? Erayo vctima de una conspiracin extraterrestredestinada a colocar a su congnere Sandovalen mi puesto? Eran en esos momentos lascuatro de la maana y estaba teniendo una

    desagradable pesadilla? Todas esas pregun-tas me venan a la cabeza desplazando a unrincn polvoriento mis vagos conocimientosde macroeconoma.

    Venga muchacho, esfurzate me dijo y

    yo le vi disfrutar con la situacin.

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    CARRETERA PERDIDA

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    La entrevista no daba para mucho ms.Haba visto mil veces a John Wayne matar asu caballo herido en las laderas de MountValley para evitar verle sufrir, por lo que yo

    mismo puse fin a esa vana agona levantn-dome para irme.

    Un consejo muchacho, todo en esta vidase debe lograr por s mismo, con mritos pro-pios sin esperar ayudas externas.

    Baj la cabeza. Ese hombre se habaenterado de mis contactos y no estaba dis-puesto a dejarse influenciar. Sal de laentrevista cabizbajo, haba perdido unempleo pero en cambio haba ganado una

    leccin de la vida. Estos duros correctivossuelen ser beneficiosos a largo plazo. Mecruc con Merche, se haba quitado el abri-go para mostrar un vestido negro que tapa-ba lo justo para que el guarda jurado no la

    detuviese por inmoralidad. Rencillas apar-

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    te, toda la carne que vi era de primersimacalidad.

    Si crees que eso te va a dar el puestopens ests equivocada. Tras de esa puer-

    ta hay un hombre ntegro.Una semana ms tarde me llamaron a casa

    para decirme que no haba sido el elegido.Sandoval me figuro y me sent un poco

    ridculo al contestar algo tan obvio.

    Pues no! La seorita Merche Lacunza esdesde hoy nuestra compaera.Claro, los mritos. Y yo en mi ingenuidad

    que crea que se refera a otra cosa.

    S, hay unas cadenas en el maletero. Bajodeslizndome por la pendiente hasta llegar alpeasco. Me acerco con decisin, con latemeridad que da una buena racin de adre-nalina y llego a slo tres metros del hombre.

    Un resbaln sera fatal. Mientras ato la cade-

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    na a un abeto, oigo la voz del hombre que meapremia.

    Vamos, dese prisa, ya no aguanto ms.Joder con el cagaprisas. Estoy a punto de

    lanzarle la cadena salvadora, pero el instintome hace concederme unos segundos.

    Calma, amigo mi voz suena rara. Noeras t el que hablaba de que todo se debesolucionar por uno mismo sin recurrir a ayu-

    das externas? Venga, demustralo!Hay un silencio tan fro que la nieve pare-ce un tizn incandescente.

    Quin eres?Me deslizo bocabajo como si tirarme

    antes que l al vaco, para que viese lo fcilque es, fuera la solucin. Ahora puedo versu rostro distorsionado por la angustia y lpuede ver el mo que dudo mucho que leconforte. Ya ha tenido bastante, se lo he

    hecho pasar mal, pero por fidelidad a las

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    oscuras noches en que me converta enResentido Man, me prorrogo unos segundosms mi vendetta.

    Soy tu peor pesadilla digo imitando la

    voz de la nia deEl exorcista.Ahora no tengo pasta dentfrica lo que no

    impide que me note babear una espumillapegajosa por mi barbilla. Pedro Iribarren memira como si pensara que aquello va en

    serio. No hombre no! Es una broma, un ino-cente ajuste de cuentas. Entre pensarlo yhacerlo hay un abismo... como ste. Basta!A pesar de todo soy un hombre de bien. Qute creas, qu te iba a dejar caer? Por

    favor!... Si soy incapaz de ver cmo mi cua-da mata el pavo por Navidad. Se acab, tomala cade...

    Mierda! Oigo un crujido que resuena entodo el valle, la raz se acaba de romper y

    Pedro Iribarren alarga la mano derecha bus-

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    cando la cadena que le he prometido. Peroall donde deba estar, no hay nada. Le veocaer, hasta que la oscuridad del barranco selo traga como la ballena a Jons. Un lobo

    alla arriba en la sierra, en un documentaldijeron que el invierno era su poca de celo.Es curioso, con el fro que hace.

    Que yo piense que lo sucedido es un des-

    afortunado accidente, no quiere decir que locrean el resto de los mortales. Para evitar for-mularios engorrosos me paso diez minutos lim-piando con un pao las huellas dactilares en elcoche y, tal como vi en una pelcula de pione-

    ros de Alaska, barriendo con un puo de ramasde pino mis pisadas en la nieve. Como hacetiempo que aprend a sacar partido incluso delas desgracias, me llevo las cadenas por nece-sitarlas y de forma inexplicable dejo el dinero,

    que si bien tambin lo necesito, antepongo

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    aquello que perd en el verano del 86 y que sellama dignidad. Despus de colocar las cade-nas y rezar un Padrenuestro por el difunto, mealejo de all como alma que lleva el diablo.

    Son aproximadamente las ocho cuandollego al pueblo, no hay meta pero me sientocomo Indurain despus de salvar una etapa dealta montaa. No me da tiempo de preguntarpor la panadera porque un individuo con un

    delantal blanco y un rostro sonrosado y acha-tado como un buldog algo idiota, se me acercarogndome que sea quin quiere que sea.

    S seor, aqu tiene la pieza para suhorno. Ya le dijimos que ramos unos profe-

    sionales.Me besa en la frente, a pesar del fro sudacomo un esquimal en una sauna. Loco decontento se pierde por una de las callejuelasde la plaza no sin antes decirme que me tiene

    reservada una habitacin en Casa Puri. La

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    cena tambin corre de su cuenta, me reco-mienda corzo asado.

    Escucho las cinco de la maana, estoy enuna cama de la pensin con cinco kilos de

    corzo en mi estmago aderezados con un parde pastillas para dormir y mi cuerpo estbaado en sudor. He sufrido pesadillas, lams reiterativa aquella en la que PedroIribarren con la ropa hecha jirones entra por

    la ventana, tiene la cabeza abierta en canal yarrastra una pierna de la que sobresale unatibia astillada.

    Vengo a por la cadena que te llevasteme dice cubrindose el occipital para tapo-

    nar un chorro de sangre negra.Al margen de las pesadillas, empiezo a pre-ocuparme por si alguien oculto tras una rocame vio, si perd algn objeto que me identifi-case o si no limpi todas mis huellas. Soy el

    discpulo torpe de la escuela de Ray Milland

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    en Crimen perfecto y tengo la ms que probablesensacin de que me van a coger. Puede quedentro de un rato golpeen a la puerta de la pen-sin y Puri, en camisn con un candil en la

    mano entre en mi habitacin. Es la polica,murmura. Al principio siento alivio de que laduea de la pensin no venga con propsitoslascivos, luego me entra el canguelo del culpa-ble. Un inspector con cara de pocos amigos me

    espera en el vestbulo, lleva una cuidada peri-lla y fuma con desesperacin al tiempo quetoma notas por todo; lo que digo y lo que nodigo. El fulano es un tipo hbil que a base depreguntas va tejiendo una telaraa en la que

    cada vez me enmarao ms, est tan enfadadoque pienso que este caso le ha fastidiado lasvacaciones con la querida y la ha tomado con-migo. Decididamente hubiese pasado mejorrato con Puri, a falta de otros encantos le sobra

    experiencia.

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  • 7/29/2019 Enrique Vila Matas Relato Breve

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    Conoca a la vctima?No.Miente! Maldita sea, miente como un be-

    llaco. Si lo sabr yo! Es que no me conoce?

    Con la misma vehemencia con la queaspira el humo del cigarrillo, se arranca laperilla y el peluqun, entonces reconozco aSandoval el macroeconomista. Me agarra delcuello furioso por no haber contado con l

    para cargarnos al hijo de la gran puta que sevendi por un apresurado revolcn en lamoqueta color crema bajo los paisajes impre-sionistas de Monet.

    Oigo las dos de la madrugada en el reloj de

    la torre. Abajo unos chiquillos cantan villan-cicos y los muelles de la habitacin de al ladollevan una hora y veinticinco minutos rechi-nando a un ritmo ms que aceptable. Todo elmundo est alegre. Es Navidad! En mi cama

    hay tanta agua que puedo morir ahogado o por

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    ARMANDO RUIZ CHOCARRO

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    corte de digestin, an as me invade unrepentino y placentero sueo que no me dejaor la repeticin de las campanadas de latorre. Ser el dulce beso de la muerte?

    Sobreviv a todo aquello como lo he hechotantas otras veces.

    Ahora miro el calendario con satisfac-cin. Es la hoja del mes de mayo y tiene en

    su da quince, un crculo hecho con bolgra-fo rojo. Quiere decir que hoy bato mi rcordde estancia en un trabajo, ocho meses y die-cinueve das y para celebrarlo me estoyplanteando no ir a trabajar. A m si me tien-

    den la mano me tomo el brazo, no se mepuede dar confianza, algo que mi jefe, apesar de ser un to muy enrollado, ya estempezando a sospechar. Le he presentado latercera factura de la revisin de la furgoneta

    y no entiende cmo todava siguen chirrian-

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    CARRETERA PERDIDA

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    do los frenos. Al menos has comprado lascadenas, me dice el bendito. Mi casera esteufrica porque slo le debo cuatro meses dealquiler, y es que las caseras de hoy en da

    ya no son lo que eran. Tampoco tengo des-contenta a Luchy, mi chica actual, ejecutivade Telefnica y amante de la comida vegeta-riana, cree que soy corredor de bolsa lo queconsidero una mentira baja en caloras, ya

    que antes de que descubra el engao sehabr cansado de m y no quiero destrozarlesu ego revelndole que ha estado haciendoel amor dos veces por semana con un repar-tidor de piezas para hornos. La vida sigue

    pues como siempre, casi todas las nochescuando voy a casa tengo algo en la nevera.Eso, cranlo, ya es algo.

    Ayer record los hechos del da deNochebuena. Al principio me preocup el

    que no tuviese remordimientos, que durmie-

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    ARMANDO RUIZ CHOCARRO

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    ra a pierna suelta sin falta de pastillas comono lo haca desde que viva en la casa de mispadres como un maraj. Soy un hombre sinconciencia, me deca a m mismo. A las dos

    semanas me autoconvenc de que nadie quecarezca de conciencia podra conmoversecon la matanza de focas en el rtico, viendoperecer a los pelcanos por una marea negrao por la caza indiscriminada de las ballenas.

    Y yo me conmuevo. Vaya si lo hago, por lamuerte del ltimo ejemplar de bucardo ibri-co, incluso llegu a lloriquear de pura rabia.

    Me enter que Pedro Iribarren era creyen-

    te y ofrec tres misas por su alma. Ya s queno es mucho pero me siento ms tranquilo.De todas formas sigo sin tener claro si aque-lla noche pude hacer ms de lo que hice.

    Y no me refiero a llevarme el dinero.

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    CARRETERA PERDIDA

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    CUESTIN DE COMPETENCIAS

    Helena Fidalgo Robleda

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    BIOGRAFA

    Helena Fidalgo Robleda naci en Ponferrada.Es licenciada en Filologa Hispnica, editora y

    periodista. Ha publicado relatos y artculos enrevistas culturales como Turia, Zurgai, etc.Columnista en el diarioEl Mundo-La Crnica deLen. Ha trabajado tambin como profesora deEnseanza Media e impartido conferencias sobreliteratura y cine. En la actualidad prepara su

    tesis doctoral sobre la obra de Ramn Carnicer.

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    ERO, qu pas aquel da, Silvino?

    Cuntanos, hombre, un buen cazadorcomo t, que no perda ocasin desalir al monte... Y ahora en cambio...

    Mientras habla, Toms pasa un trapooscuro sobre el viejo y deslucido mostrador

    trazando amplios crculos con desgana; dejaen suspenso la frase y mira a Silvino con ojosmaliciosos.

    Silvino est acodado en la barra del redu-cido local, uno de tantos entre los numerososbares y tabernas del pueblo; tiene delante una

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    taza de caf de la que toma de vez en cuandopequeos sorbos con expresin ausente.Parece distrado, ignora las palabras deToms, como si no le hubiera odo, y le pide la

    pequea botella de orujo. Toms insiste.Venga, a qu tanto misterio, o es que

    tuvisteis un encuentro con las nimas?Hay poca gente en el local; en torno a una

    mesa cercana cuatro hombres juegan a las car-

    tas, concentrados, taciturnos, ajenos al menosen apariencia a las preguntas del dueo delbar. Silvino ha echado un poco de aguardienteen la taza y se lo toma de un trago. Toms dejael sucio trapo junto a las copas y vasos sin fre-

    gar, se apoya en el mostrador y le mira pacien-te, esperando que comience a contar la histo-ria. Silvino se sirve otra racin de orujo.

    Qu nimas ni qu...! Era bien realaquello. Lo que pasa es que no quiero hablar

    de ese tema... No debo contarlo.

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    HELENA FIDALGO ROBLEDA

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    Vaya tontera! le replica Toms, tratan-do de incitarle a la confidencia, pero simedio pueblo lo sabe. Parece que ah laGuardia Civil no anduvo muy fina, o vosotros

    os callasteis el asunto, o...Claro, hombre. Ya sabes que la gente

    habla demasiado sin tener ni idea. Cmofue exactamente?

    Los jugadores de cartas van abandonando

    su apata. La conversacin se anima, algunose gira en la silla y mira con atencin a losdos hombres, otro protesta, pero tambinmira. Dentro del bar hace fro, casi ms froque en la calle. En el exterior llueve intensa-

    mente; ha llovido durante todo el da. Es unade esas tardes de otoo, de temperaturaintermedia y cielo oscuro, de aire hmedo yluz atrapada, tan frecuentes en esta tierra deagua. Las hojas doradas de los rboles, las

    vides rojizas, los tejados de pizarra como

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    CUESTIN DE COMPETENCIAS

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    espejos, todo lavado y acicalado, brillandosuave con sus mejores colores, es sensual ytriste. Silvino mira a Toms y luego a los delas cartas, suspira con aire melanclico y,

    finalmente, comienza a contar.bamos Julin y yo, como tantas veces, y

    ya debamos de llevar andando una mediahora. Casi sin cruzar palabra, porque la cues-ta no es como para cansarse hablando.

    Haban quedado citados a las seis y media,de modo que suban prcticamente a oscuras,con decisin, pero sin demasiada prisa.Gracias a que haba luna y el cielo estaba des-pejado, se vea algo. Llevaban la escopeta al

    hombro y cuatro perros correteando nerviososa su alrededor. Los perros olfateaban y busca-ban, corran un poco y volvan sin alejarsemucho. Era el da en que se abra la mediaveda, el primer da. A Julin y a Silvino no les

    preocupaba demasiado el resultado de la jor-

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    nada, se trataba de sacar a los perros, de vercmo estaba el monte, un poco para tantear.Cuando se toparon con l ya comenzaba a ama-necer. La experiencia fue desagradable, desde

    luego, pero no tanto como resultara serlo des-pus. Quin se lo iba a imaginar!

    Toms mueve la cabeza arriba y abajo y lesirve otro poco de aguardiente. Los jugadoresde cartas le escuchan ahora con atencin.

    Afuera sigue lloviendo y ya se ha hecho caside noche. Entra un nio del pueblo a com-prar una chocolatina, el dueo del bar se lada deprisa y vuelve a su puesto.

    Los perros se acercaron ladrando y por

    eso dice que lo vieron, estaba en la cuneta,semioculto por los arbustos, tieso y mojado,con la aguja an clavada en el brazo. Leimpresion un poco verlo all tirado, con sucamisa de cuadros azules y rojos, con los ojos

    hundidos y la boca entreabierta. ya deba de

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    llevar unas cuantas horas muerto. Volvieronal pueblo rpidamente, sin apenas levantarla vista de la carretera negruzca, tirando delos perros y algo fastidiados al tener que dar

    por perdido el primer da de caza.Pero, qu se le iba a hacer, haba que dar

    cuenta del suceso.Toms asiente en silencio, los de las car-

    tas tambin permanecen callados. Nadie se

    atreve a hacer un comentario, no vaya a serque se rompa el encanto y Silvino d porconcluida la charla.

    Al salir del Ayuntamiento, cada uno se fuea su casa, sin ganas de hablar, ni de comer ni

    de nada. No resulta muy grato tropezarse depronto con un muerto. As qued la cosa ycasi lo olvidaron. Las autoridades se encarga-ran de resolver el problema. Al fin y al cabo,todo era normal dentro de lo que cabe. Mala

    suerte que les tocase a ellos encontrarse con

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    lo que no andaban buscando. Todos esos chi-cos que van por ah con la mirada ansiosa y laobsesin continua de meterse algo. No esextrao que de vez en cuando alguno acabe

    as. Pero la segunda vez...La segunda vez fue diferente. Silvino ase-

    gura que el alcalde se puso de muy malhumor y que al principio no les crea. Si esuna broma, os mato, deca. Pero cmo iban

    a estarle gastando una broma semejante, conla muerte no se juega. Adems, era imposiblefingir tan bien la preocupacin y la alarma.Julin y Silvino estaban plidos, tremenda-mente asustados. Ahora s, era como si hu-

    bieran visto un fantasma. Ni siquiera estabanmuy seguros de que no se tratase de una apa-ricin. No pareca posible descubrir almismo muerto dos veces; sin embargo, lacamisa de cuadros, y la cara flaca y oscura...

    Era l, sin duda.

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    Silvino afirma que estuvo durante muchotiempo inquieto y malhumorado; todo lesobresaltaba. Luego se le fue pasando. Perocuando plane volver a salir de caza comen-

    zaron las pesadillas.Yo soaba que estaba en el monte, dispa-

    raba y cuando acuda a recoger la pieza meencontraba all con el chico, cada vez msseco, ms pegado a la tierra. Me acercaba, y l

    entonces abra los ojos y me miraba con cara depena. En ese momento me despertaba. Desdeentonces no he vuelto de caza, ni por esa zonani por ninguna otra. No es para menos.

    Ha dejado de llover. Una mujer calzada

    con unas gruesas galochas y envuelta en unaespecie de impermeable gris se asoma por lapuerta del bar, mira a los presentes, comobuscando a alguien que al parecer no estall. Hace un gesto de contrariedad y se mar-

    cha sin decir nada.

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    Silvino ha interrumpido su relato. Agachala cabeza con el semblante apesadumbrado,como si le pesara el recuerdo. Mientras seoye cada vez ms lejano el ruido de las galo-

    chas. Toms le sirve despacio otra copa deaguardiente. A ver si al final se van a quedarsin saber qu pas realmente.

    Entonces, qu os dijo el alcalde? lepregunta, tratando de no aparentar demasia-

    do inters.Qu nos iba a decir. El alcalde nos pidique no contramos nada. Qu necesidadhaba de montar un escndalo. El pobre cha-val no tena familia, no tena a nadie que

    fuera a reclamarlo y, por otra parte, ya estabamuerto cuando lo vimos la primera vez.Quin poda salir beneficiado con sacar todoaquello a relucir, la prensa, nada ms, yalgn que otro enredahistorias. Tena razn,

    as que decidimos callarnos.

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    Silvino dice que cuando el alcalde se con-venci de que no mentan, de que el muertosegua all, en la misma cuneta donde lohaban hallado haca ya quince das, llam

    otra vez al cuartel de la Guardia Civil y alfinal se aclar lo ocurrido. Todo haba sidouna simple cuestin de competencias: lazona no corresponda a su jurisdiccin, de-ban pasar el aviso al cuartel de Monzones.

    Pero, claro, quien tena que comunicarlo nolo hizo, se le fue el santo al cielo. Quizshaba un importante partido de ftbol eseda, o recibi otra llamada;