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Page 1: Enrique Suarez Figaredo Cervantes, Figueroa y El Crimen de Avellaneda Volume 1 of Clasicos Carena 2008
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CERVANTES, FIGUEROAY EL CRIMEN

DE AVELLANEDA

Enrique Suárez Figaredo

© Barcelona, 2004

EDICIONES CARENA

Page 3: Enrique Suarez Figaredo Cervantes, Figueroa y El Crimen de Avellaneda Volume 1 of Clasicos Carena 2008

Clásicos Carenacolección dirigida por ENRIQUE SUÁREZ FIGAREDO

© Enrique Suárez Figaredo© De esta ediciónEdiciones CarenaC/Alpens 8 local08014 BarcelonaTel 93 431 02 [email protected]

Diseño y Compaginación: Jordi Hernández y Pilar MembrivesDepósito legalISBN 978-84-96357-53-2

Las portadas que reproducimos no son facísmiles, sino recreaciones efectuadas conherramientas ofimáticas

Page 4: Enrique Suarez Figaredo Cervantes, Figueroa y El Crimen de Avellaneda Volume 1 of Clasicos Carena 2008

ÍNDICEA modo de presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7Advertencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

PRIMERA PARTE

ESTADO DE LA CUESTIÓN Y TEORÍAS SOBRE LAIDENTIDAD DE AVELLANEDA

Zaragoza, octubre 1614 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19Los candidatos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23El impresor del Quijote de Avellaneda . . . . . . . . . . . . . 41Don Quijote en la imprenta barcelonesa . . . . . . . . . . . . 57Los motivos de Avellaneda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61El léxico de Avellaneda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77¿Avellaneda, clérigo? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93Pistas hacia Avellaneda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95Jerónimo de Pasamonte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97Ginés de Pasamonte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101¿Jerónimo = Ginés? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115El otro sinónimo voluntario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127Comparación lingüística entre El Quijote de Avellaneda y Marcos de Obregón . . . . . . . . . . . . . . . . 143¿Espinel = Avellaneda? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152

SEGUNDA PARTE:

CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA AUTOR DELQUIJOTE DE AVELLANEDA

Una nota providencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155Comparación lingüística entre el Quijote de Avellaneda y El pasajero de Figueroa . . . . . . . . . . . . . 159

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El registro literario de Figueroa . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177Figueroa opina de Cervantes y Lope . . . . . . . . . . . . . . 189¿Por qué a Cervantes? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211Post scriptum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213

TERCERA PARTE

FRAGMENTOS DE OBRAS DE CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA Y BIOGRAFÍA

Preliminares del El pasajero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219Alivio II (fragmento) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223Cuento del Pícaro Ventero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 250

Novela de los Felices Amantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275Tres capítulos del Quijote de Avellaneda. . . . . . . . . . . 315Bio-bibliografía de Cristóbal Suárez de Figueroa . . . . 349

ANEXO

Tabla de textos relacionados con la autoría del Quijote de Avellaneda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 384

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A MODO DE PRESENTACIÓN

CUANDO Enrique Suárez Figaredo vino con su ensayo bajoel brazo sobre "la identidad del verdadero autor del falsoQuijote" me sorprendió en muchos aspectos: su calidad de

"ingeniero en electricidad" su autodidactismo cervantino y su des-conexión con los círculos universitarios no ayudaban a hacerse ilu-siones. Como licenciado en Literatura yo sabía que la incógnitapermanecía intacta a pesar de los múltiples intentos de grandesinvestigadores y egregios académicos dedicados a arrebatarle elsecreto durante los cuatro siglos de existencia del Quijote. No obs-tante hubo varios factores que me impulsaron a desviar el escritode la fila que normalmente han de guardar las propuestas en losestantes editoriales antes de ser leídas hasta mi maletín particular:la humildad con que presentaba el hallazgo y el gran conocimien-to de la vida y obras de los clásicos del Siglo de Oro. Así que aque-lla noche, después de la cena, me puse a hojearlo. Cuando levantéla cabeza eran las tres y media de la mañana. El ensayo era en rea-lidad un riquísimo caleidoscopio en el que nuestros clásicos sedebatían entre la admiración, rivalidad y el odio, una exhibiciónpoderosa de sabiduría.

Después vinieron sutilísimas observaciones de quien además deconocer, ama y goza de nuestros clásicos. Al final, caí rendido enlo que el propio autor me pronosticó: el síndrome de Estocolmo;acabé seducido por la personalidad insobornable de Figueroa y porlas indudables virtudes literarias de su Quijote que, a partir deahora puede ser visto desde otra perspectiva más comprensiva.

El libro consta de tres partes: en la primera el autor comienzapor desmenuzar y exponer rigurosamente las vicisitudes históricasde lo que Martín de Riquer ha denominado “uno de los capítulosmás enigmáticos de nuestra historia literaria” que no es otro quedesvelar la identidad del autor del Quijote de Avellaneda.

Enrique Suárez analiza con detenimiento los argumentos aportadosen favor de los principales “candidatos” en sus aspectos tanto biográ-

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ficos como estilísticos y léxicos y los compara con los rasgos expresi-vos más singulares del Quijode de Avellaneda.

En la segunda parte Enrique Suárez Figaredo desvela su candidatoy casi homónimo: Cristóbal Suárez de Figueroa. Escribe sobre la“pista” que lo condujo y aduce sus argumentos, nacidos de la compa-ración de los textos y de la personalidad de Figueroa. Si las coinci-dencias estilíticas son incontestables, más lo son las evidencias dedu-cidas de la personalidad y antipatía de Figueroa hacia Cervantes.

En la tercera parte el lector puede gozar de algunos textos escritospor Figueroa, y tres capítulos del Quijote de Avellaneda. Con negrita seseñalan algunas de las innumerables coincidencias léxicas y estilísti-cas. Memorable bajo mi punto de vista es el del Pícaro Ventero, tiernoel de Los felices amantes y esclarecedor de su personalidad y de sugran preparación teórica así como de muchos aspectos de la sociedadde principios del sigo XVII, el fragmento del Alivio II de El pasajero.

Una singularidad de esta obra es que se puede empezar a leer porcualquiera de las tres partes. El lector interesado en conocer toda laarquitectura argumentativa en su lógico proceso ha de empezar por laprimera parte, en donde descubrirá el gran peso que durante estos cua-tro últimos siglos ha tenido para la crítica el enigma de Avellaneda.

Es posible también comenzar, sobre todo para quienes estén altanto de los antecedentes, por la segunda parte, por el hilo que condu-jo a Suárez al ovillo de Figueroa. El lector conocerá la pista y lospoderosos argumentos literarios y extraliterarios que condujeron aldescubrimiento.

Puede que haya lectores que prefieran sumergirse primero en lalectura de Figueroa (textos firmados como Avellaneda o como Figue-roa) empezando por la tercera parte para establecer por sí mismos supropio criterio literario, antes de conocer los argumentos esgrimidospor Suárez. Todo es válido. Sea como fuere, tan importante es el escla-recimiento del enigma “Avellaneda” como la recuperación de otro clá-sico, escritor de raza, insobornable, cultísimo y esencial para conocerla sociedad española en uno de sus periodos más decadentes: la pri-mera parte del siglo XVII. Un escritor muy conocido y temido en suépoca que ha de reincorporarse a nuestro acervo cultural.

José Membrive

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ADVERTENCIA

S I el lector que ha tomado este trabajo en las manos es de losbien informados en el asunto que trata, quizá ya esté pensan-do: ¡Ya tenemos otro listillo! ¡Otro descubridor de anagra-

mas! ¡Otro que se cree el único que ha sabido leer las pistas quedejaron Cervantes y Avellaneda!

No es nuestro caso. Vaya por delante que el enigma de Avellane-da nunca nos había interesado especialmente. Como quijotistas nohemos podido dejar de leer cosas por aquí y por allí, pero pocas. Ypor lo que habíamos leído, ya dábamos por buena aquella lapidariafrase de Luis Astrana Marín: no más conjeturas; ya hay sobradas, yninguna verdadera. Han intervenido muchos buenos en este asuntosin que ninguno haya logrado imponer su candidato, y los ilumina-dos y falsarios se han llevado un buen varapalo; así que jamás pen-samos que esta aventura nos estuviera guardada.

Pero he aquí que, sin poder evitarlo, tenemos un candidato: Cristó-bal Suárez de Figueroa. Son sus credenciales: léxico, antecedentes lite-rarios y singular carácter; pero no fue aragonés ni clérigo, ni tampoco—para nosotros— escritor de segunda fila. No está muy claro en quépudo ofenderle personalmente Cervantes en su Quijote de 1604-5:mucho más joven, recién llegado a la Corte y con parca trayectoria lite-raria, no parece que fuera enemigo (no en 1604) con quien hubiera demedirse Cervantes. Pero el que nadie hasta hoy haya reparado en esteautor, y el hecho de que nosotros hayamos dado con él por la vía delléxico, y no partiendo de una conjetura ni resolviendo un anagrama,nos mueve a pensar que quizá hemos dado en el blanco.

¿Cómo nos metimos en este lío? Todo empezó cuando decidimosaprovechar la oferta de lanzamiento de una Historia de la Literaturapor fascículos: dos por el precio de uno, cada uno con su libro. Losde la oferta trataban de Cervantes, y los libros eran la Primera ySegunda parte del Quijote, decentemente encuadernados. ¡Irresisti-ble para un quijotista! Y al ojear los fascículos…

Julio 2003

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Portada de la editio princeps de la Primera parte del Quijote. Pese a lo indicado en la portada, es posible que el libro ya

circulase en diciembre de 1604.

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INTRODUCCIÓN

NO estará de más recordar que el Quijote de Miguel de Cer-vantes se publicó en 1605, según indica su portada. Es muyposible, con todo, que el libro ya circulase en diciembre de

1604, al menos en Valladolid, por entonces la capital del Reino,capitalidad que poco después recuperaría la Villa y Corte. Hay unmisterio sobre cuándo vio la luz el Quijote, y es que Lope de Vegaalude al don Qujote en una carta que escribió desde Toledo en agos-to de 1604, y también le alude el libro de La pícara Justina, cuyoPrivilegio está datado en Gumiel de Mercado, a 22 del mes de agos-to de 1604, mientras que el de Cervantes se extendió en Valladolid,a veinte y seis dias del mes de setiembre de mil y seiscientos y cua-tro años.

No acaban aquí los misterios: en el prólogo que Cervantes dirigeal lector le dice:

Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor quele tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas; anteslas juzga por discreciones y lindezas, y las cuenta a sus amigos poragudezas y donaires. Pero yo, que aunque parezco padre, soy padras-tro de don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni supli-carte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, Lector carí-simo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres.

Y hay más: al final del libro Cervantes parece dar a entender quelas aventuras de don Quijote tendrán continuación, pero cantadas deotra mano, mejor que la suya:

Estos fueron los versos que se pudieron leer; los demás, por estar car-comida la letra, se entregaron a un académico para que por conjeturaslos declarase. Tiénese noticia que lo ha hecho, a costa de muchas vigi-lias y mucho trabajo, y que tiene intención de sacallos a luz con espe-ranza de la tercera salida de don Quijote.

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Forsi altro canterá con miglior plectio.

Lo escrito por Cervantes puede tener otras interpretaciones. Lodel prólogo, por ejemplo, puede interpretarse en el sentido de queCervantes rinde las gracias al verdadero historiador arábigo CideHamete Benengeli. Y las palabras finales (un verso de Ariosto enOrlando furioso) quizá sólo parodian a Lope de Vega, que hizo usodel mismo verso en el prólogo de La hermosura de Angélica (1602),comentando: Dicen que fue intención del Ariosto que otros ingeniosprosiguiesen su historia…; aunque imposible con mejor plectro. Encuanto a aquel Quijote anterior al oficial, quizá se tratase de copiasmanuscritas de una versión reducida, al estilo de las novelas luegopublicadas en el tomo de las ejemplares y de tono similar a la delLicenciado Vidriera.

Sea como fuere, lo cierto es que Miguel de Cervantes acabó deci-diéndose a escribir esa Segunda parte del Quijote. En el prólogo delas Novelas ejemplares (1613) decía al lector:

Tras ellas, si la vida no me deja, te ofrezco Los trabajos de Persiles,libro que se atreve a competir con Heliodoro, si ya por atrevido nosale con las manos en la cabeza; y primero verás, y con brevedad, dila-tadas las hazañas de don Quijote y donaires de Sancho Panza.

Pero Cervantes, más inventivo que disciplinado, solía incumplirsus promesas editoriales: no publicaría esa Segunda parte hasta1615. Y ese retraso propició —por si algo le faltaba al singularísimopastel del Quijote— que otro le pusiese la guinda, añadiéndole unmisterio mayor que todos los demás.

El enigma de quién pudo ser el secreto autor del falso Quijotedebió torturar a Cervantes durante una buena temporada e inquietar-le hasta su fallecimiento en 1616. Y no sólo a Cervantes, que aún lacola falta por desollar.

* * *El Quijote de Avellaneda (DQA) se considera una superchería

bibliográfica cuyo autor se adelantó a la publicación de la Segundaparte del Quijote (DQ-II) que Cervantes estaba preparando y llegó a

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publicar un año después. La Aprobación (censura) del libro llevafecha de 18 de abril de 1614, y la Licencia para su impresión estáfechada a 4 de julio, ambas expedidas en el Arzobispado de Tarrago-na. El título completo de DQA era: Segundo tomo del ingeniosohidalgo don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida yes la quinta parte de sus aventuras; libro que, de dar credibilidad asu portada, fue Compuesto por el licenciado Alonso Fernández deAvellaneda, natural de la villa de Tordesillas, estampado Con Licen-cia, en Tarragona, en casa de Felipe Roberto, año 1614, y dirigido atan altas instancias como Al alcalde, regidores y hidalgos de la noblevilla del Argamesilla, patria feliz del hidalgo caballero don Quijotede la Mancha. Y tras la Dedicatoria se lee el siguiente prólogo:

Como casi es comedia toda la historia de Don Quijote de la Mancha,no puede ni debe ir sin prólogo; y así, sale al principio desta segundaparte de sus hazañas éste, menos cacareado y agresor de sus letoresque el que a su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra, ymás humilde que el que segundó en sus “Novelas”, más satíricas queejemplares, si bien no poco ingeniosas. No le parecerán a él lo son las razones desta historia, que se prosi-gue con la autoridad que él la comenzó y con la copia de fieles rela-ciones que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa de sí quetiene sola una; y hablando tanto de todos, hemos de decir dél que,como soldado tan viejo en años cuanto mozo en bríos, tiene más len-gua que manos. Pero quéjese de mi trabajo por la ganancia que lequito de su segunda parte, pues no podrá, por lo menos, dejar deconfesar tenemos ambos un fin, que es desterrar la perniciosa liciónde los vanos libros de caballerías, tan ordinaria en gente rústica yociosa; si bien en los medios diferenciamos, pues él tomó por talesel ofender a mí, y particularmente a quien tan justamente celebranlas naciones más estranjeras y la nuestra debe tanto, por haberentretenido honestísima y fecundamente tantos años los teatros deEspaña con estupendas e inumerables comedias con el rigor del arteque pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministrodel Santo Oficio se debe esperar. Yo sólo he tomado por medio entremesar la presente comedia con

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las simplicidades de Sancho Panza, huyendo de ofender a nadie nide hacer ostentación de sinónomos voluntarios, si bien supierahacer lo segundo y mal lo primero. Sólo digo que nadie se espantede que salga de diferente autor esta segunda parte, pues no es nuevoel proseguir una historia diferentes sujetos. ¿Cuántos han habladode los amores de Angélica y de sus sucesos? Las Arcadias, diferen-tes las han escrito; la Diana no es toda de una mano. Y, pues Miguelde Cervantes es ya de viejo como el castillo de San Cervantes, y porlos años tan mal contentadizo que todo y todos le enfadan, y porello está tan falto de amigos, que cuando quisiera adornar sus libroscon sonetos campanudos, había de ahijarlos como él dice al PresteJuan de las Indias o al Emperador de Trapisonda, por no hallar títu-lo quizás en España que no se ofendiera de que tomara su nombreen la boca, con permitir tantos vayan los suyos en los principios delos libros del autor de quien murmura (¡y plegue a Dios aun deje,ahora que se ha acogido a la Iglesia y sagrado!), conténtese con suGalatea y comedias en prosa, que eso son las más de sus novelas:no nos canse. Santo Tomás, en la 2, 2, q. 36, enseña que la envidiaes tristeza del bien y aumento ajeno, dotrina que la tomó de sanJuan Damasceno. A este vicio da por hijos san Gregorio, en el libr.31, capít. 31, de la Exposición moral que hizo a la historia del santoJob, al odio, susurración, detracción del prójimo, gozo de sus pesa-res y pesar de sus buenas dichas; y bien se llama este pecado invi-dia “a non videndo, quia invidus non potest videre bona aliorum”;efectos todos tan infernales como su causa, tan contrarios a los dela caridad cristiana, de quien dijo san Pablo, I Corintios, 13: “Cha-ritas patiens est, benigna est, non emulatur, non agit perperam, noninflatur, non est ambitiosa, congaudet veritati, etc”. Pero disculpan los hierros de su primera parte, en esta materia, elhaberse escrito entre los de una cárcel; y así, no pudo dejar de salirtiznada dellos, ni salir menos que quejosa, mormuradora, impa-ciente y colérica, cual lo están los encarcelados. En algo diferenciaesta parte de la primera suya, porque tengo opuesto humor tambiénal suyo; y en materia de opiniones en cosas de historia, y tan autén-tica como ésta, cada cual puede echar por donde le pareciere; y másdando para ello tan dilatado campo la cáfila de los papeles que para

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componerla he leído, que son tantos como los que he dejado de leer. No me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejanteslibros, pues éste no enseña a ser deshonesto, sino a no ser loco; y, per-mitiéndose tantas Celestinas, que ya andan madre y hija por las pla-zas, bien se puede permitir por los campos un don Quijote y un San-cho Panza, a quienes jamás se les conoció vicio, antes bien, buenosdeseos de desagraviar huérfanas y deshacer tuertos, etc.

Pero Avellaneda va mucho más allá en su mofa. En el Cap. 4parece recoger las habladurías acerca de que Cervantes era un mari-do consentido:

Pero es menester, Sancho, …en esta adarga que llevo… poner algu-na letra o divisa que denote la pasión que lleva en el corazón el caba-llero que la trae en su brazo; y así, quiero que, en el primer lugar quellegáremos, un pintor me pinte en ella dos hermosísimas doncellasque estén enamoradas de mi brío y el dios Cupido encima, que meesté asestando una flecha, la cual yo reciba en el adarga, riendo dély teniéndolas en poco a ellas, con una letra que diga al derredor dela adarga “El Caballero Desamorado”, poniendo encima esta curio-sa, aunque ajena, de suerte que esté entre mí y entre Cupido y lasdamas:

Sus flechas saca Cupidode las venas del Pirú,a los hombres dando el Cuy a las damas dando el Pido.

—¿Y qué habemos de her —dijo Sancho— nosotros con esa Cu? ¿Esalguna joya de las que habemos de traer de las justas? —No —replicó don Quijote—: que aquel Cu es un plumaje de dosrelevadas plumas, que suelen ponerse algunos sobre la cabeza, a vecesde oro, a veces de plata y a veces de la madera que hace diáfano ence-rado a las linternas, llegando unos con dichas plumas hasta el signoAries, otros al de Capricornio y otros se fortifican en el castillo de SanCervantes.

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—Pardiez —dijo Sancho—, que, ya que yo me hubiese de poner esasplumas, me las había de poner de oro o de plata. —No te convienen a ti —dijo don Quijote— esos dijes, que tienes lamujer buena cristiana y fea.—No importa eso —dijo Sancho—; que de noche todos los gatos sonpardos, y, a falta de colcha, no es mala manta.

* * *

Cuando el Quijote de Avellaneda (DQA) cayó en manos de Cer-vantes, éste se encontraría a mitad de redacción de la Segunda partede su Quijote (DQ-II). La primera alusión a Avellaneda aparece enel Cap. 59 (de 74). A partir de ese punto se le alude en repetidas oca-siones. Las palabras más duras se encuentran en el prólogo, dondese le acusa de que no osa parecer a campo abierto y al cielo claro,encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hechoalguna traición de lesa majestad. Y finaliza: esta segunda parte dedon Quijote que te ofrezco es cortada del mismo artífice y del mesmopaño que la primera, y que en ella te doy a don Quijote dilatado y,finalmente, muerto y sepultado, por que ninguno se atreva a levan-tarle nuevos testimonios.

La crítica especializada está de acuerdo en que DQA tuvo unefecto benéfico: espolear a Cervantes para que acabase la redacciónde DQ-II, que de otro modo podría haberse perdido para siempre.También se está de acuerdo en que Cervantes tomó ideas de DQA;en algún caso para remedar, mejorándole, a Avellaneda, en otroscasos por venirle de molde. Hubo, así, una imitación mutua: Avella-neda tomó cosas del Quijote cervantino (DQ-I) para su DQA y Cer-vantes las tomó de DQA para su DQ-II. Este asunto da para mucho,y no cabe en estas páginas; pero los lectores que tengan fresco en lamemoria el Quijote cervantino podrán comprobarlo con sus propiosojos si leen con cierto detenimiento el de Avellaneda.

La opinión general de que (como Cervantes denunció) el verda-dero autor del llamado falso Quijote o Quijote apócrifo se escondiótras ese opaco seudónimo, ha dado lugar al enigma aún no desvela-

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do a satisfacción de la crítica especializada. Ninguna de las proposi-ciones ha llegado a satisfacer al conjunto de los especialistas. A talgrado de desesperación se ha llegado, que no ha faltado quien pro-pusiera que Avellaneda fue… ¡el propio Cervantes!

Que el asunto tiene su dificultad, presentando a veces aspectoscontradictorios, queda bien de manifiesto en este párrafo de la Intro-ducción de Martín de Riquer a su ed. del Quijote de Avellaneda(Espasa-Calpe, 1972):

Aunque no cabe la menor duda de que este Avellaneda fue un granadmirador del Quijote —pues lo continuó e imitó con entusiasmo,celebrando muy de veras episodios y pasajes que se narran en la Pri-mera parte—, es cierto también que profesaba un auténtico odio aCervantes: curiosa actitud que… no deja de ser un enigma más entrelos muchos que plantea la apócrifa continuación.

Permitásenos decirlo de otra forma: el Quijote de Avellaneda esuna quijotada, un exceso. Así, no es fácil de analizar racionalmente.

Hoy, cuatrocientos años después, cuando Cervantes y su obraacumulan cerca de doscientos setenta como objeto de culto (desde laedición de luxe de Londres, 1738, patrocinada por Lord Cateret), elestado de la cuestión puede resumirse en aquella frase de Luis Astra-na citada en nuestra Advertencia.

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PRIMERA PARTE

ESTADO DE LACUESTIÓN Y

TEORÍAS SOBRE LA IDENTIDAD

DE AVELLANEDA

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ZARAGOZA, OCTUBRE DE 1614

UNO de los asuntos que más ha inquietado a los investigadoresde Avellaneda es el desfile de disfraces que tuvo lugar enZaragoza dentro de los festejos dedicados a la beatificación de

Santa Teresa. Hemos leído dos fechas distintas: 6 y 15 de octubre, perolo importante es que una de las comparsas que intervienen representa alos personajes principales del Quijote, y que por entonces ya podíaestar en circulación DQA, considerando la fecha de su Licencia.

La comparsa en cuestión la componen cuatro estudiantes: don Qui-jote y Sancho desfilan llevando dos diablos atados por una cadena, lascabezas encerradas en jaulas. Don Quijote desfila con aquel gentilcontinente tan suyo y Sancho va haciendo gracias a los espectadores.Presentados ante los jueces del concurso, don Quijote les hace entre-ga de unos graciosos versos en que manifiesta que, informado del sin-gular motivo de tales festejos, ha abandonado su retiro y en el caminoha capturado aquellos diablos para ofrecerlos a la Santa.

Y para que los jueces puntúen aún más lo ingenioso de la compar-sa, los versos llevan un encabezamiento destinado a que no se les esca-pe que lo que tienen ante sí es la portada de la esperada Segunda partede las aventuras de don Quijote, en que el protagonista habría de pre-sentarse a unas famosas justas que habían de celebrarse en Zaragoza,según adelantaba Cervantes al final de su DQ-I. Ya habrá observado ellector que la gracia reside en que, efectivamente, estamos en la capitalaragonesa y que don Quijote se presenta a estas justas de disfraces.

El encabezado de los versos replica graciosamente el tópico conte-nido de una portada de libro:

La verdadera y segunda parte del ingenioso don Quijote de la Mancha.

Compuesta por el Licenciado Aquésteles, natural de como se dice.[la figura de la portada es la propia comparsa]

Véndese en dónde y a dó.Año de 1614.

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Las expresiones Aquésteles, como se dice, dónde y dó resultanmucho más graciosas que datos reales. Y nótese que se huye de larepetición, pues también podrían haber escrito: Compuesta por elLicenciado Tal y Tal, natural de Tal lugar. Véndese en Tal sitio, juntoa Tal otro. Por otro lado, los ingeniosos estudiantes habrían tenidoen cuenta aquel Forsi altro canterá con miglior plectio que pusoCervantes al final de su DQ-I.

Pero ¡ay! aparece la palabra Licenciado, el nombre Aquéstelespuede tratarse de un anagrama y la expresión como se dice puedeinterpretarse que consta (a deducir) en los versos que siguen. Demodo que, atendiendo a las fechas, se ha pensado que esta compar-sa alude a la continuación de Avellaneda recién publicada, que andapor ahí su nombre (o dato relevante para identificarlo) e incluso quetuvo alguna participación en la broma.

Transcribimos el encabezado y los versos (en los finales hemoscompletado los cabos rotos). Léase embescaua = enviscaba: en senti-do recto, Sancho unta las ramas los árboles con una sustancia viscosaen que, al posarse, queden atrapados los pájaros que levanta su amo.

LA VERDADERA Y SEGVNDA PARTE,del ingenioso don Quixote de la Mancha.

Compuesta por el Licenciado Aquesteles, natural de como se dize,bendese en donde y a do, Año de 1614.

LA Fama con tal estruendoA donde estaua llegóQue aun bestir no me dexó.

Tan hecho estoy a vencery con lo que emprendo salgo,que de armas no me balgo.

Con mi esfuerço y robusteza las Fiestas de Teresa,traygo gente que le pesa.

Ya no ay diablos de valorpara tentar a los hombres,

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que con tu nombre no asombres.Penan ellos de tu gloria

y tus altas marauillas,que ocupan todas sus sillas.

Por hazerte algun seruicioTeresa estos dos caçéy al punto los enxaulé.

Sancho Pança.NO estaua con poco gusto

quando mi señor caçaua,que el corria, y yo embescaua.

Diablo primero.REniego del caçador

que a ver esto me ha traydo,pues que mi pena ha crecidocon otra gloria mayor.

Diablo segundo.POR Fuerça auré de llorar

Teresa en esta ocasion,pues me aumentas la pasionocupando mi lugar.

Informa de su justicia, el insigne don Quixote.SOY El fuerte don Quixo[te]

mas que el brauo Paladi[no],lleuado por su roci[no]y traydo por el tro[te].

Para alcançar algun pre[mio]de adonde estaua durmien[do],he venido a lo que entien[do]y he llegado sin boe[mio].

Mas el tartesio, o hidal[go]que a las fiestas desafi[a],bien muestra su gallardi[a]

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pues el premio ha de ser al[go].Y pues traygo de cami[no]

la caça tan eminen[te],del precio soy competen[te]o yo soy mal adeui[no].

Matusalen los caça[ua]con liga segun se di[ze],pero aqui se contradi[ze]que embescados los halla[ua].

A la joya me adelan[to]pues que llego tan lige[ro]que qual vino vengo en cue[ros]aurá quien corra otro tan[to]?

Informo de mi justi[cia]a los Iuezes tan discre[tos],rebelando estos terce[tos] sin quedarme otra mali[cia].

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LOS CANDIDATOS

EN la tabla de la página 25 hemos colocado los candidatos queconocemos, junto con algunos (no siempre seguros) datos bio-gráficos. Faltan quizá media docena de candidatos. Falta, por

ejemplo, el propio Cervantes (no se nos pregunte el porqué), frayAntonio de Guevara (fallecido antes de nacer Cervantes) y fray Luisde Granada (fallecido 25 años antes de publicarse DQA). Y, en fin, noresulta difícil imaginar la base de algunas de las propuestas (Quevedo,Lope, Juan Martí, los dos autores a quien se asigna La pícara Justi-na…); en cuanto a Castillo Solórzano, llamándose Alonso y siendo deTordesillas… Al poderoso fray Luis de Aliaga llegó a apodársele San-cho Panza por los pasillos de Palacio, pero ¿qué fue primero, el huevoo la gallina?

El lector ya sabe que son conjeturas, pero quizá convenga (y sinsalirnos del Quijote cervantino) poner un ejemplo de con qué facili-dad se pueden fabricar.

Leímos en el prólogo de DQA que Avellaneda se consideraba tanautorizado como Cervantes para continuar la historia de don Quijote:

que se prosigue con la autoridad que él la comenzó y con la copia defieles relaciones que a su mano llegaron.

Por otro lado, en el prólogo de DQ-I admite Cervantes no ser elcreador de Don Quijote:

aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote.

Añadamos a eso que en unos versos del libro La pícara Justina sehabla del personaje-libro Don Quijote, tratándolo con la misma cate-goría que los consolidadísimos Celestina y Lazarillo:

Soy la rein- de Picardí-, Más que la rud- conoci-,

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Más famo- que doña Oli-, Que Don Quijo- y Lazari-, Que Alfarach- y Celesti- Si no me conoces cue-, Yo soy due- Que todas las aguas be-.

Y puesto que Justina se publicó algo antes que DQ-I, se conclu-ye que hubo un don Quijote anterior al que conocemos, quizá unentremés o un cuentecillo de unos cuantos pliegos. Cervantes vio lasposibilidades del argumento y personaje, y, añadiendo la figura deSancho y adicionando novelitas que sacó de algún cajón de su bufe-te, obtuvo su DQ-I. Eso justifica lo de padrastro. Avellaneda losabía, y ello explica lo de autoridad y lo de llegaron a su mano. Endefinitiva, el personaje don Quijote no fue invención de Cervantes.

Fácil, ¿no? También se ha recurrido a los anagramas para inten-tar dar con la solución del enigma. La idea es que Avellaneda noresistiría la tentación de identificarse mediante algún anagrama; y lomismo pudo hacer Cervantes, evitando citarle por su nombre. Porejemplo: Barcelona, la ciudad visitada por don Quijote en DQ-IIabandonando su intención inicial de visitar Zaragoza, es anagramaperfecto de Blanco era, o lo que es lo mismo, fue Blanco, lo que nosconduce al maligno Juan Blanco de Paz, tan odioso a los biógrafoscervantinos como el impresor Juan de la Cuesta a los editores críti-cos de DQ.

Quizá el más claro anagrama sea el que esconde la expresión “Ladel aragonés recién impresa”, que en referencia a la “historia” publi-cada por Avellaneda se lee en boca de don Quijote en el Cap. 61 deDQ-II: “La de Argensola recién impresa” .

También nos extraña que del título Le Bagatele, libro del que sehabla en el Cap. DQ-II-62 nadie haya extraído “El ba[stardo]Ga[briel] Te[l]le[z]”.

Más razonable es suponer que, si hubo anagrama, sería Avellane-da quien se recrease en ello, y, claro está, se ha reparado en el nom-bre Alisolán que asigna a su historiador. Nuestra impericia en estode los anagramas queda de manifiesto al reconocer que de ahí sólo

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Mateo ALEMÁN sevillano de familia de conversos, 1547-1613?

fray Luis de ALIAGA dominico, aragonés, confesor de Felipe III e Inquisidor Gral.,1560-1630

fray Isidoro de ALIAGA dominico, obispo de Tortosa y luego arzobispo de Valencia,hermano de Luis

Juan BLANCO de PAZ doctor, delator de Cervantes en Argel, 1537-?

Alonso del CASTILLO SOLÓRZANO vallisoletano (Tordesillas), 1584-1648

Guillén de CASTRO valenciano, 1569-1631

Gonzalo CÉSPEDES y MENESES madrileño, 1585?-1638

fray Alonso FERNÁNDEZdominico, extremeño, historiador de Plasencia y autor deuna HISTORIA DE LOS MILAGROS DEL ROSARIO, 1565?-1630?

Alonso FERNÁNDEZ ZAPATA clérigo, ejerció en AVELLANEDA (Ávila)

fray Cristobal de FONSECA agustino, 1550?-1621

Fco. Vicente GARCÍA y TORRES rector de Vallfogona (Tarragona) 1579-1623

Alfonso LAMBERTO

Alonso de LEDESMA segoviano, amigo de Lope de VEGA, 1562-1633

Gabriel LEONARDO de ALBIÓN hijo de Lupercio LEONARDO de ARGENSOLA, 1590?-?

Bartolomé LEONARDO de ARGENSOLA aragonés, rector de Villahermosa, hermano de Lupercio,1562-1631

Pedro LIÑÁN de RIAZA toledano, 1556?-1607

Lope de VEGA CARPIO madrileño, 1562-1635

Francisco LÓPEZ de ÚBEDA médico, toledano, autor de LA PÍCARA JUSTINA

Juan MARTÍ abogado?, valenciano, autor del GUZMÁN apócrifo bajo elnombre de Mateo LUJÁN de SAYAVEDRA, 1570?-1604

Antonio MIRA de AMESCUA granadino, sacerdote, 1574?-1644

Jerónimo de PASAMONTE aragonés, soldado, cautivo 18 años, escribió sus Memorias,1553?-1605?

fray Andrés PÉREZ dominico, leonés, supuesto autor de LA PÍCARA JUSTINA,1561?-1628

Ginés PÉREZ de HITA murciano, 1550?-1619

Alonso PÉREZ de MONTALBÁN alcalaíno de familia de conversos, librero, su hijo Juan(1602-1638) fue seguidor de Lope

Francisco de QUEVEDO VILLEGAS madrileño, 1580-1645

Juan RUIZ de ALARCÓN mejicano, 1581?-1639

Alonso SALAS BARBADILLO madrileño, 1581-1635

Gaspar SCHÖPPE hispanista alemán, protegido del Duque de Lerma, 1576-1649

el Duque de SESSA protector de Lope de Vega

fray Gabriel TÉLLEZ, ‘Tirso de Molina’ mercedario, madrileño, hijo bastardo del Conde de Osuna?,seguidor de Lope, 1583?-1648

Juan de VALLADARES de VALDELOMAR presbítero de Córdoba

Autores a quienes se ha relacionado con la autoría del Quijote de Avellaneda

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obtenemos si no allá, allí asno, lío asnal (con perdón) y otras linde-zas. Las más inquietantes resultan las del tipo soi Al… Lan…,Alons… i Al…, que de seguro no pasarían por alto los especialistas.Cuando los anagramas irrumpen en la resolución del enigma comoprueba de identidad del candidato propuesto ¡Aquí fue Troya! Y esque hay amplísimo campo donde buscarlos: ciñéndonos a DQA yDQ-II, ambos textos suman unos 600 folios, que dan para mucho.En especial si los participantes no se atienen a unas reglas fijas. Porsupuesto que el primer párrafo de DQA ha sido el más analizado:

El sabio Alisolán, historiador no menos moderno que verdadero, dice quesiendo expelidos los moros agarenos de Aragón, de cuya nación él decen-día, entre ciertos anales de historias halló escrita en arábigo la tercera sali-da que hizo del lugar del Argamesilla el invicto hidalgo don Quijote de laMancha, para ir a unas justas que se hacían en la insigne ciudad de Zara-goza, y dice desta manera…

A algunos de los que han propuesto a fray Luis de Aliaga les haconvenido tomar las tres primeras letras de Alisolán y agarenos. Ellector pensará que el método es harto discutible, pero el prestigio-so Menéndez Pelayo no se quedó atrás para favorecer a su candi-dato Alfonso Lamberto: si tomamos El sabio Alisolán, historiadorno, y consideramos que Alisolán acaba en n por razones fonéticas,y que lo que ahí iría era una m, entonces podemos obtener AlonsoLamberto con sólo despreciar las 14 letras restantes. A AtanasioRivero le bastó con El sabio… Alisolán, historiador, pues, pres-cindiendo de sa e histori, obtiene El ardo Albión Isola, y añadien-do ahora 14 letras: [Gabri]el [Leon]ardo Albión y [Argen]sola.Antes de tal hallazgo, Rivero tenía otro candidato confeso, pues desólo 6 palabras El sabio... menos había obtenido Tirso Molina ossói hiso el bano alarde; pero, prudentemente, lo descartó, por no serTirso aragonés.

El recién citado Alfonso Lamberto figura en la Tabla de candi-datos sin que aportemos dato alguno. No debería figurar ahí, puestodo es fruto de un lío que originó Juan Antonio Pellicer, quien ensu Vida de Cervantes trató de unos concursos celebrados en Zara-

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goza consistentes en la interpretación de dos enigmas. En un exa-men quizá precipitado del códice o legajo Tractatus Varii, de lalibrería de la condesa de Fernán Núñez, Pellicer se equivocó en lafecha, pues siendo uno de los documentos la Sentencia del certa-men sobre la exposición de dos enigmas dada en la insigne Uni-versidad de Zaragoza en 26 de marzo del año de 1613, publicó quefue por los años de 1614. Además, al no observar en las listas queel apodado Sancho Panza y Alfonso Lamberto concursaron enambas partes del certamen, entendió que se trataba de una mismapersona, y, por el apodo y porque puede presumirse residiese enZaragoza, bien pudiera ser quien escribió aquellos versos leídos enla mascarada de octubre de 1614 durante los festejos en honor deSta. Teresa y en cuyo encabezado se lee Licenciado Aquésteles.¿Por qué? Porque, recordará el lector, Avellaneda se jactaba en suprólogo de la ganancia que restaría a Cervantes, y la sentencia ovejamen con que los jueces del certamen sancionan a aquel SanchoPanza da a entender que habló de ganancias en su escrito:

Al blanco de la ganancia dice con poca elegancia que la ignorancia se encubre Sancho Panza, y él descubre la fuerza de su ignorancia.

Y pues afirma de veras sus inventadas quimeras, en galeras tome puerto: que, tras azotes, es cierto se siguen siempre galeras.

El asunto se aclaró más tarde, descartándose, además, que el estu-diante apodado Sancho Panza pudiese aludir a DQA, dadas lasfechas reales del certamen. Pero entretanto Menéndez Pelayo yahabía encontrado un Alfonso Lamberto y un Martín Lamberto, poe-tas aragoneses que, como tales, de seguro serían amigos de los her-manos Leonardo de Argensola (Bartolomé y Lupercio), cuyas rela-ciones con Cervantes no serían muy buenas, habida cuenta que Cer-

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vantes les recriminaba su negativa a formar parte de la corte litera-ria que acompañó a Nápoles al conde de Lemos, nombrado Virrey.Así, en el Viaje del Parnaso (1614), Cap. III, hablan Cervantes yMercurio:

Mandome el del alígero calzado que me aprestase y fuese luego a tierra a dar a los Lupercios un recado,en que les diese cuenta de la guerra temida, y que a venir les persuadiese al duro y fiero asalto, al ¡cierra, cierra! —Señor —le respondí—, si acaso hubiese otro que la embajada les llevase,que más grato a los dos hermanos fuese que yo no soy, sé bien que negociase mejor. Dijo Mercurio: —No te entiendo, y has de ir antes que el tiempo más se pase. —Que no me han de escuchar estoy temiendo —le repliqué—; y así, el ir yo no importa, puesto que en todo obedecer pretendo. Que no sé quién me dice y quién me exhorta que tienen para mí, a lo que imagino, la voluntad, como la vista, corta........................................................Pues si alguna promesa se cumpliera de aquellas muchas que al partir me hicieron, lléveme Dios si entrara en tu galera. Mucho esperé, si mucho prometieron,mas podía ser que ocupaciones nuevas les obligue a olvidar lo que dijeron.Muchos, señor, en la galera llevas que te podrán sacar el pie del lodo: parte, y escusa de hacer más pruebas. —Ninguno —dijo— me hable dese modo, que si me desembarco y los embisto, voto a Dios, que me traiga al Conde y todo.

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Con estos dos famosos me enemisto, que, habiendo levantado a la Poesía al buen punto en que está, como se ha visto, quieren con perezosa tiranía alzarse, como dicen, a su mano con la ciencia que a ser divinos guía. ¡Por el solio de Apolo soberano juro...! y no digo más. Y, ardiendo en ira, se echó a las barbas una y otra mano

Francisco Vindel también cayó en lo mismo,y en la Nota 50 a su trabajo de 1937 (tratare-mos de él más adelante) se retracta de quetiempo atrás había dado por sentado (por lasiniciales) que detrás de aquel estudianteAlfonso Lamberto se escondía su candidatoAlonso de Ledesma, segoviano, consideradointroductor del Conceptismo. Con todo, en losversos de la mascarada de Zaragoza, entre

otras cosas contenidas que favorecen a su candidato, lee Aquéstelescomo Aqueste L[edesma] es, la cabeza enrejada de los diablos repre-senta el escudo de Segovia (por la similitud de las rejas a los arcosde su famoso acueducto) y los dos diablos unidos por una cadena(que Vindel estira figuradamente) representan los extremos del ríoDuero (por aquello de cabeza de Extremadura).

Para J. Serra Vilaró, partidario del catalán (tortosino) Viçens Gar-cía, lo de Aquésteles le viene de molde, por el bilingüismo de su can-didato: Aquest es ell o Aquest[e] es él. ¿Y quién es? Un natural deTortosa, o Tartesia, que obtiene del apodo Tartesio que en los carte-les de aquellas fiestas se aplica el mantenedor de las mismas (el quedesafía al resto de participantes), y que se encuentra mucho másabajo, en los versos, siguiendo la pista del como se dice.

Vindel llega a Ledesma a partir del impresor barcelonés Cor-mellas (a quien identifica como el verdadero impresor de DQA), elcual imprimió varias ediciones de las obras de Ledesma en los

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años anteriores a 1614, y pudieron coincidir y aficionarse alrede-dor de 1585, cuando el uno se formaba en una imprenta de Alcaláde Henares y el otro estudiaba en su universidad. A partir de ahí,Vindel se dedica a encontrar, por aquí y por allá, todo aquello quereafirme esa sospecha. Y llega a la conclusión de que todo DQ-I noconstituye más que una burla contra Ledesma y su literatura,desde el principio… hasta el final. Y también incluye a Góngora (yel Gongorismo), encubierto en el torpe caballo del protagonista,pues Rocinante quería expresar que antes era rocino, expresiónque es anagrama perfecto de racionero. En cuanto a la frase Elsabio Alisolán, también es posible obtener la comprometedora: Elsabio A[lonso] L[edesma] [h]iso la n[arración]. Después de desci-frar otros varios anagramas empleados por Cervantes, Vindel,tomando cosas de aquí y de allá, construye la inédita expresión elaragonés tordesillesco, la cual conduce a la reveladora: escritorAlon[so] Ledes[ma], sego[viano]. A quien lea con detenimiento esetrabajo de Vindel no se le escapará un detalle: parece tener ya sucandidato antes de afrontar el celérico análisis tipográfico de DQAque ha de conducirle a Cormellas y a Ledesma. Y en algún comen-tario y notas finales se evidencia que Vindel lleva cierto tiempopolemizando con otros especialistas y apostando por Ledesma.

En fin, el camino seguido por Francisco Vindel (en la segundaparte de su trabajo) resulta ilustrativo de cómo se han planteadoalgunas candidaturas a Avellaneda. El proponente encuentra algo,quizá válido, y se lanza a la búsqueda de indicios o casualidades quereafirmen su suposición. Y como algunas proposiciones pueden des-truirse con tanta facilidad como se construyeron (o pueden cons-truirse otras), la interminable encuesta llega a causar decepción yfastidio. Ahora se entenderá lo de …no más conjeturas.

En 1934, antes que Vindel diese a conocer sus trabajos, EmilioCotarelo había asignado la autoría de DQA al valenciano Guillén deCastro, quien contaría con la complicidad del impresor local PedroPatricio Mey, de cuya imprenta ya habían salido eds. de DQ-I en cuyaportada aparecía el mismo jinete que en DQA.

Es sabido que Guillén de Castro escribió tres comedias inspirándo-se en las novelas El curioso impertinente, La fuerza de la sangre y en

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la historia de Cardenio y Luscinda narrada en DQ-I. Este saqueo, losposibles valencianismos (mis zaragüelles, una mala gana…) que seleen en DQA y la figura del jinete de la portada adquieren tal fuerzapara Cotarelo, que finaliza su estudio (13 pags. de texto) congratulán-dose del resultado, porque este asunto del Quijote de Avellaneda ibatomando un vuelo que amenazaba ser más largo que La gran con-quista de ultramar, y, ciertamente, no es para tanto.

Mosén J. Serrá Vilaró defendía en 1936 contra Cotarelo y Vin-del que Tarragona fue el lugar de impresión. Reeemprendió susinvestigaciones finalizada la Guerra Civil de 1936-39, y no resultamuy convincente al exponer las circunstancias en que se le ocurreel nombre del tortosino Viçens García, el rector de Vallfogona(Tarragona), poeta y todo un personaje. Tenemos la sospecha deque J. Serra Vilaró debió pensar que demostrar que DQA no sólofue impreso en Catalunya, sino también escrito por algún residen-te en el Principado, daría carpetazo al asunto. Y entre los literatosde aquel tiempo debió fijarse en la singular personalidad de Gar-

cía. A favor de su candidato, además de laproximidad geográfica y profesional a Tarra-gona, expone que gustaba de usar seudóni-mos, que lo de Tordesillas se le ocurrió porsimilitud con Tortosa, lo de Avellaneda porresidir en Cervera una familia de ese apellido,y Bárbara, la prostituta que aparece en DQA,era su nombre preferido (así se llamó sumadre, escribió una comedia dedicada a Sta.

Bárbara y le erigió una capilla en Vallfogona).Por su relación con la poderosa familia Moncada, García habríaestado en Alcalá y Madrid, donde sería aquel ocurrente y torpepoeta Mauleón que alude Cervantes en El coloquio de los perros yen DQ-II.

García también estuvo en Tarragona hacia finales de 1613, y allípudo revisar las pruebas de impresión de su DQA (en que abundan laserratas, y recuerde el lector las fechas de la Aprobación y Licencia).Finalmente, Vilaró le sitúa en Zaragoza en octubre de 1614, con motivode las fiestas a la beatificación de Sta. Teresa, donde daría a conocer su

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Viçens García

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libro entre sus amistades y maquinaría la mascarada alusiva al mismo.En otro tipo de proposición, el vallisoletano Narciso Alonso Cor-

tés plantea las cosas de forma más transparente al lector. Parte deciertas palabras en el prólogo a las Novelas ejemplares, (1613): Qui-siera… escusarme de escribir este prólogo, porque no me fue tanbien con el que puse en mi Don Quijote, que quedase con ganas desegundar con éste. De esas palabras deduce N. Alonso Cortés quelas alusiones contenidas en el prólogo de DQ-I (1604-5) le trajeronproblemas a Cervantes (no que me costó escribirlo), y puesto queDQA (1614) ha de ser fruto de aquella polémica, su verdadero autorse ofendió con lo que leyó de sí en aquel prólogo. Y fray Cristóbalde Fonseca es el único vivo de los explícitamente citados.

Y ya que hemos traído aquí las propuestas de J. Serra Vilaró y deN. Alonso Cortés, vale la pena conocer en qué forma eluden el aná-lisis en profundidad del léxico de Avellaneda y el de su candidato.Para J. Serrá Vilaró:

Profundizando en la comparación de los textos de Avellaneda y deGarcía es posible que se encuentren numerosas analogías de pensa-miento (no de estilo, por la diversidad de idiomas) que corroboraránel título que encabeza este escrito. Por mi parte he renunciado a estetrabajo porque las razones aportadas concluyen soberanamente enfavor de la tesis pretendida.

Para N. Alonso Cortés:

En lo que cabe comparar un libro novelesco, ligero y desenfadado,con otros de devoción y moral, no se advierte discrepancias de estiloentre el falso Quijote y estas obras del P. Fonseca. Hallo, en cambio,en un rápido examen, un pormenor que debe tenerse en cuenta. Entrelas sentencias que el autor tordesillesco cita en su novela, hay por lomenos tres alegadas por Fonseca en sus obras. Son las siguientes:‘Santo Tomás, en la 2. 2, q. 36 enseña que …’, ‘Charitas patiens est…’y ‘Prudens sicut serpens’. Con más calma han de encontrarse máscoincidencias de este género, que difícilmente pueden ser casuales.Por hoy basta, lector, con las consideraciones expuestas. Insisto en lo

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que dije en un principio: si el supuesto Avellaneda recibió una ofensade Cervantes, y si esta ofensa se ingirió en el prólogo a la primeraparte del Quijote, Avellaneda no puede ser otro que el P. Fonseca. Nocreo que en favor de otros candidatos a la redacción del discutido librose haya presentado prueba más positiva y concreta.

Una tesis parecida la de N. Alonso Cortés la formuló en 1926 eldominico Maximiliano Canal, cuyo candidato era fray Andrés Pérez,dominico leonés autor de la Vida de San Raimundo de Peñafort, Ser-mones de los Santos y Sermones de Cuaresma y, a quien una tradi-ción dominica consideraba también autor de La pícaraJustina, libroen verdad inquietante. No justifica Canal el cambio de registro deldominico Andrés Pérez, pero sí rechaza la candidatura de fray Alon-so Fernández, también dominico, defendida por Adolfo de Castro,Aurelio Baig Baños y J. Toribio Medina, por absurda para el...

dulce y suave… autor glorioso de la Historia eclesiástica de nuestrostiempos y de los Anales de Plasencia, por cuyas páginas, como por sunatural alveo, corre limpia y pura al par que sonora y majestuosa lamás clásica lengua de Castilla.

Para Canal, el prólogo de DQ-I es un feroz ataque (contra-ataque,más bien) de Cervantes contra el intrincado estilo empleado por frayAndrés Pérez en la Pícara. De aquí el ofender a mí que se lee en elprólogo de DQA. La proposición de Canal no es nueva: ya antes lahabían planteado Benjumea y Fors y fue combatida por MenéndezPelayo en 1907. La inquina entre Cervantes y el dominico quedaríabien de manifiesto en el Cap. VII del Viaje del Parnaso:

Haldeando venía y trasudando el autor de La pícara Justina,capellán lego del contrario bando;

y, cual si fuera de una culebrina,disparó de sus manos su librazoque fue de nuestro campo la ruina:

al buen Tomás Gracián mancó de un brazo,

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a Medinilla derribó una muelay le llevó de un muslo un gran pedazo.

Una despierta nuestra centinela gritó: ¡Todos abajen la cabeza, que dispara el contrario otra novela!

Para Maximiliano Canal, esa otra novela no es La pícara Justi-na, recién nombrada, sino el futuro Quijote de Avellaneda, cuyaexistencia ya conocería Cervantes.

Uno de los más singulares trabajos que hemos leído es el publi-cado en 1940 por ‘J.B.S.P.’. Se trata de un librito de unas 100 págs,de título Avellaneda y con los siguientes apartados: 1- Avellanedas,2-Contemporáneos de Avellaneda y 3-Alonso Fernández de Avella-neda. En las dieciocho primeras págs. se hace un resumen de las dis-tintas propuestas realizadas hasta la fecha, y se apunta:

Como es seguro encontrar al desconocido autor… repasando los lite-ratos conocidos de la época, …comparando las obras de cada uno, sucarácter y manera de ser (en lo que se adivina del de Tordesillas), puedeirse descartando a la inmensa mayoría, y teniendo en cuenta las basesen que los críticos coinciden, …una vez descartadas las conjeturasdivulgadas, …no llegan los Avellanedas posibles a media docena.

Luego, en las pags. 21-89 se hace una breve reseña de la vida yobras de los posibles candidatos. Hasta aquí todo va bien, y el lectorintuye que acto seguido se pasará a determinar qué media docena decandidatos merecen considerarse. Pero no: bajo aquel título 3- AlonsoFernández de Avellaneda, ya se lee, así, de repente: Alonso Jerónimode Salas Barbadillo nació… En las pags. 95-101, después de ampliarsus datos biográficos, se entra en consideraciones, que resumimos:

Salas Barbadillo era amigo de Cervantes, hacía 1610 frecuentabasu casa, leyó lo que Cervantes tenía escrito de DQ-II, creyó que(como con La Galatea) nunca llegaría a publicarlo y, en consecuen-cia, preparó su propia continuación. En 1611-2, transitoriamentedesterrado a Zaragoza, trabó amistad con el militar y poeta Francis-co de Segura (nac. 1569), amigo de Lope de Vega y enemigo de Cer-

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vantes por no citarle en el ‘Canto de Caliope’ de La Galatea [¡1585-1569 = 16!]. Salas dejó en aquella casa varios originales, entre ellosLa hija de Celestina y DQA. Fue Segura quien, compinchado conCormellas, imprimió DQA (como hizo con La hija de Celestinacuya portada reproducimos aquí), añadiendo de su mano prólogo,Dedicatoria y… el primer párrafo del primer capítulo. Salas Barba-dillo quedó igual de sorprendido y molesto que su amigo Cervantescuando leyó aquellas injurias, pero no podía hacer otra cosa quecallar. Y este Segura debió ser quien ideó la comparsa descrita porL. Diez de Aux en las fiestas de beatificación de Sta. Teresa cele-bradas en Zaragoza. ¡Ah!, se nos olvidaba lo que hizo Segura en elprimer párrafo de DQA: en el nombre Alisolán, bien indicó, como selee a la primera mirada: Alonso Salas.

Las propuestas de Cotarelo y de Serrá Vilaró las rechazó (con todaslas anteriores) el murciano Joaquín Espín en sus Investigaciones sobreel Quijote apócrifo (1942), libro de unas 100 págs, la mitad dedicadasa convencer al lector de que Francisco de Quevedo fue el único capazde tal bufonada: por su osadía, su tendencia al lenguaje crudo y esca-tológico, su misoginia, la ausencia de paisaje en sus novelas, por serlicenciado en Teología y aficionado a la Orden de Sto. Domingo…Espín en absoluto entra en el análisis del léxico, pero de la lectura com-parada de DQA con obras de Quevedo (en particular El Buscón),encuentra...

analogías trascendentales, demostrativas de la exacta verdad de mi teo-ría. Cualquier obra en prosa que se coteje con el Quijote tordesillesco…,no daría, de seguro, ni dos leves detalles tan ajustados cual los enume-rados… Tal es el caso de… el deleite por referirse a los gargajos, … pri-vativo de Quevedo… Ésta es, a mi juicio, la más cierta confirmación deque la paternidad de ambos libros, el Quijote y El Buscón, es la misma.

Espín, además, encuentra la ofensa a Quevedo en DQ-I: él es elboquirrubio de los primeros versos de Urganda*. También resuelvelo relativo a la imprenta, pues aunque no cree serio lo publicado por

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* Interpretación singular, porque en casos así “el” valía por “los”. ¿Quién es el turco, el inglés, el fran-cés, el italiano? La lectura del verso de Urganda es: algún boquirrrubio, los boquirrrubios, uno de esosboquirrubios.

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Vindel (obra que sólo conozco de nombre), hay algo que le viene demolde: la intervención del impresor barcelonés Cormellas, pues a élse habría dirigido Quevedo cuando pasó por allí camino de Sicilia afinales de 1613; pero Cormellas, abrumado de encargos, le proponeque imprima el libro su amigo Felipe Roberto en Tarragona, a quiencedería los tipos, cabeceras y viñetas necesarias para su completaimpresión, puesto que Tarragona…, aunque cabeza del Arzobispa-do, tenía escasa vida industrial y… comercio, y su puerto sólo erafrecuentado por barcos de cabotaje. Quevedo accede y deja todo elnegocio en manos de Cormellas. De estos acuerdos (Quevedo-Cor-mellas, Cormellas-Roberto), asegura Espín, se dejó constancia porescrito, e indica a futuros investigadores dónde han de buscar, pues,aun siendo eso operación ligera para el conocedor en letra antiguay práctico en el manejo de tales infolios, sus Investigaciones (ya lodijo al principio) no incluyen viajes… a lejanos pueblos, ni consul-tado ratonados y polvorientos legajos.

La propuesta de Espín es de aquellas que les encaja lo de ‘Si nonè vero è ben trovato’, pero el autor queda tan convencido de la supe-rioridad de su tesis sobre las precedentes, que la cierra con un sone-to que el mismísimo Quevedo le dedica:

Pláceme, amigo Espín, este trabajo, con tanto ingenio y sensatez escrito, aunque eso de colgarme el sambenito, en verdad, que es ya mucho desparpajo.

Vuestra invención me deja cabizbajo de tan puro sutil… ¿No es inaudito que hayáis descubierto al infrascritosiguiendo las andanzas de un gargajo?

Por un gargajo que, por pura chanzale administré en la jeta a Sancho Panza me armáis agora aqueste zafarrancho…

No me arrepiento, porque si aún viviera, ¡oh, Dios, cuántos gargajos repartiera para azote ejemplar de tanto Sancho!

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De los gargajos y de su uso privativo por parte de Quevedo habre-mos de volver a tratar más adelante, donde quedará de manifiestocuán peligroso resulta aferrarse a los pormenores, a los indicios ycasualidades.

Justo García Soriano en la segunda parte de su extenso trabajo Losdos Don Quijotes… (1944) sostiene la teoría de que Avellaneda nopudo ser otro que el escritor Castillo Solórzano, candidato nada des-preciable, pues además de llamarse Alonso, nació en Tordesillas,como Avellaneda dice de sí. Venido al mundo en 1584, era muchomás joven que Cervantes, como se presume de Avellaneda. Amigo deenigmas y de presentarse bajo seudónimos (Lesmes Díaz, Lesmes dela Pulla y otros), cabe considerar a Castillo Solórzano satélite deLope de Vega, para quien hizo labores de secretario en varias Acade-mias Literarias presididas por él. Nada más fácil para Lope queencargarle a su favorecido la cumplida venganza de los agravios ycensuras recibidas (dentro y fuera del Quijote) de Miguel de Cervan-tes. A tal efecto, Alonsico el de Tordesillas escribió DQA bajo lasupervisión del Fenix y viajó a Zaragoza en busca de el impresor quenecesitaba; y allí averiguó que el más a propósito lo hallaría en laciudad de Tarragona [Felipe Roberto]. En tanto que el libro se impri-mía, Alonso, haciéndose pasar por estudiantón retrasado, participóen festejos y concursos literarios celebrados en la capital del Ebro, y,para promocionar el libro, lo presentó en la mascarada de octubre de1614. Ya habrá supuesto nuestro lector que Castillo Solórzano es(¡otro más!) aquel Licenciado Aquésteles (Aqueste Les[mes es]).

En cuanto al léxico, J.G. Soriano indica: En notas… hemos reco-gido considerable número de palabras y frases… de Avellaneda, queson también características… de Castillo y asimismo, a veces, deLope. Sería muy pertinente insertarlas aquí como prueba decisiva…Mas por no hacer más prolijo este estudio, nos limitaremos a ponerun solo ejemplo…; y comenta que el vocablo cáfila lo empleó Cas-tillo Solórzano en el romance A un precio que le quitaron… y Lopede Vega en La Dorotea.

Pero también se lee cáfila en La pícara Justina: detalle irrele-vante que, con todo, pone en un severo aprieto a la tesis de J.G.Soriano pues él mismo dice (n. I-XVII-7) que de aquella tan traída

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y llevada carta que Lope escribió en Toledo el 14 de agosto de 1604:

Yo tengo salud, …doña Juana [la esposa de Lope] está para parir…Toledo está caro… Representa Morales, silba la gente… De poetas nodigo ‘buen siglo es éste’; muchos están en cierne para el año queviene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio quealabe a Don Quijote. Dicen en esta ciudad que se viene la Corte paraella: mire vuestra merced por dónde me voy a vivir a Valladolid, por-que si Dios me guarda el seso, no más Corte, coches, caballos, algua-ciles, músicas, rameras, …pretendientes y… desvanecidos… No[digo] más, por no imitar a Garcilaso… cuando dijo ‘A sátira me voymi paso a paso’. Cosa para mí más odiosa que… mis comedias a Cer-vantes. Si allá [Valladolid] murmuran de ellas algunos que piensanque las escribo por [ganar] opinión, desengáñeles vuestra merded, ydígales que por dinero.

era destinatario, propone J.G. Soriano...

seguramente el Licenciado Francisco López de Úbeda, toledano queresidía en Castilla la Vieja y que por entonces gestionaba en Valladolidel privilegio real [concedido el 22 de agosto de 1604] para imprimir sucélebre novela La pícara Justina, en que también se menciona el DonQuijote de Cervantes, antes de que se publicara.

De modo que la muestra de prueba decisiva para Castillo Solór-zano nos conduce a otra aún más decisiva para el enigmático Lópezde Úbeda, otro candidato a Avellaneda. Dicho esto, digamos tam-bién que el libro de J.G. Soriano es interesantísimo, de lectura obli-gada para cervantistas.

En la tabla de las págs 385 y ss. mostramos —de forma no tancompleta como desearíamos— cuantas fuentes de información hemosconseguido conocer referentes al asunto de Avellaneda. Gran parte deesos documentos los hemos leído y considerado en nuestro estudio apartir del original o fotocopias de las páginas oportunas; en otroscasos sólo podemos ratificar la información bibilográfica, por haberconsultado las fichas correspondientes, aunque no hayamos accedido

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al documento en cuestión; en otros casos nos limitamos a transcribirlas referencias contenidas en los textos consultados. A simple vista seobserva que la etapa de mayor actividad investigadora corresponde ala primera mitad del s. XX, particularmente alrededor del III Cente-nario de la publicación de DQ-I (1605) y de la muerte de Cervantes(1616). Se observará también que algunos investigadores han postu-lado por varios candidatos, y que aparecen algunos no reflejados enla Tabla anterior, debido a que ésta la hemos ido confeccionando enlas semanas siguientes a la entrega de nuestro original al Editor.

En fin, esperamos haber dado en estas líneas una idea general decómo se ha llevado este asunto. No cabe en estas páginas hablar detodos los candidatos y de los argumentos aportados por los postulan-tes. Además, el seguimiento al detalle de toda la polémica generadase hace harto difícil, pues los proponentes han polemizado en artícu-los de prensa, conferencias, discursos radiofónicos y en revisión oampliación de lo publicado. Después de tantas y tantas voluntariosasaportaciones, se continúa sin disponer de una base lo suficientemen-te sólida que permita encaminar las investigaciones en una determi-nada dirección. Parece haberse perdido mucho tiempo y energía enplantear proposiciones en exceso alegres, y en rechazarlas. Lo quenos lleva a la frase de Fco. Rguez. Marín: …entre todos, con pacien-cia y vigilias, llegaremos a saberlo. En otras palabras: más leer tex-tos, más método, más trabajar… y menos conjeturar.

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Portada de la edición impresa de la comedia Don Quijote de la Mancha, de Guillén de Castro

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EL IMPRESOR DEL QUIJOTE DE AVELLANEDA

FELIPE Roberto (o Felip Robert) debió ser un empleado de lapequeña imprenta que en 1577 y en locales del palacio espis-copal de Tarragona montó Felip Mey (hijo del impresor Joan

Mey, de origen flamenco y establecido en Valencia), traído por elerudito e inquieto Arzobispo Antonio Agustín, quien siendo Obispoen Lleida ya había llamado a su lado al impresor Pedro de Robles,de Alcalá de Henares.

A partir de 1588 el nombre de Felipe Roberto ya aparece en lasportadas de las producciones de aquella modesta imprenta, que, sibien debió trabajar básicamente para el Arzobispado (ahora ejercidopor Joan Terés, Virrey de Catalunya en 1602), no dejo de produciralgunos libros más comerciales: La Celestina en 1595, El Guzmande Alfarache en 1603 y, a lo que parece, el Quijote de Avellaneda en1614. Al fallecer Felip (1618), continuó su hijo Gabriel, y al falleci-miento de éste (1640), su esposa, la viuda Roberta. Hacia 1645 sepierden las noticias de la imprenta.

Aquellos quijotistas que hayan visto las por-tadas de las eds. de DQ impresas en Valenciapor Pedro Patricio Mey habrán caído en lacuenta de que el jinete de la portada de DQA,armado de pies a cabeza, pluma en el yelmo ylanza en ristre, es (parece exactamente elmismo) el de las portadas de aquellas eds. Cier-tamente, puede verse en portadas de otrosvarios impresores (Joan Jolis en Barcelona,Magí Canals en Tarragona…). Este jinete fue elque llevó a Cotarelo a concluir que DQA fue

compuesto en la imprenta de los Mey, cuyas portadas de DQ-I y DQ-II reproducimos aquí, si bien hemos empleado, por su mayor nitidezel jinete de DQA. Si fue Felipe Roberto el verdadero impresor deDQA, debió adquirir el taco para imprimir el jinete más tarde de

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Portada de la Segunda parte del Quijote impresa en Valencia, 1616.

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1588, pues ese año imprimió para el librero Lázaro Salom (aún enletra gótica) una …Historia de Esforçat cavaller Partinobles…, encuya portada estampó la poco apropiada figura de un hombre a pie,en postura de quien espera a alguien, espada al cinto y vestimenta depaseo del s. XVI. Una curiosidad: casi siglo y medio después, cuan-do Joan Jolis imprimió el Partinobles (1729), sí empleó el jinete encuestión; y también el tarraconense Magí Canals en otra edición(1788?) del bueno de Partinobles, enésimo caballero que llegó a serEmperador de Constantinoble (así la ed. impresa por Robert).

Ya antes apuntamos que Francisco Vindel publicó en 1937 La Ver-dad sobre el falso Quijote en cuya primera parte concluía que salióde la imprenta barcelonesa de Sebastián de Cormellas. Vindel, comobuen bibliógrafo, se plantea la necesidad de conocer, antes que otracosa, si DQA fue o no impreso por Felipe Roberto. Y como algunosde los 20 elementos tipográficos (tipos y/o tamaños de letras, letrascapitales, hierros…) que empleó el impresor de DQA no aparecen enel resto de producciones de la imprenta de Felipe Roberto, concluyeque DQA se estampó en otra, mejor equipada. Paralelamente, Vindelrepara en el desproporcionado tamaño de letra de la segunda línea dela portada de DQA, detalle que aprecia en portadas de la imprentabarcelonesa de Sebastián de Cormellas, como en esta de 1607:

SEGVNDAPARTE DE LOS

CONCEPTOS ESPIRI-tuales, y Morales.

C O M P V E S T A POR A L O N S Ode Ledesma, natural de Segouia.

Esa práctica tan poco respetuosa con el núcleo del título del libro,no es exclusiva de la imprenta de Cormellas. Hemos visto bastantesportadas de libros impresos en distintas imprentas de Catalunya enlas que se observa esa desproporción. Por ejemplo, en la portada deuna ed. de la Introducción sobre el símbolo de la fe de fray Luis de

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Granada impresa en Girona por Gaspar Garrich en 1620:

PRIMERA

P A R T E D E L AI N T R O D V C T I O N DEL

SYMBOLO DE LA FE.

También apreciamos ese detalle en una ed. de la Arcadia de Lopede Vega hecha en Lleida por el impresor Luis Manescal en 1612:

ARCADIA.

P R O S A S YV E R S O S D E L O P E

de Vega Carpio , Secretario del

Marques de Sarria.

La siguiente portada la imprimió en 1589 Hubert Gotard (concuya viuda casó Sebastián de Cormellas en 1591):

PARTEQ V A R T A D ELA INTRODVCTIONDEL SYMBOLO DE LA FE, (PRO

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Las desproporciones son mucho más llamativas en unas Consti-tuciones estampadas en Barcelona por el impresor Jaume Cortey en1564, donde lo principal del título (Constituciones) y el nombre delRey es lo que menos se destaca:

CONSTITVCIONS

FETES PER LA SACRACatholica y Real Magestat de

Don Phelip Rey de Castella y de Arago

Por supuesto que Cormellas imprimió portadas normales, comola que sigue de 1603:

H I S T O R I ADE LOS VICTORIO-

SISSIMOS ANTIGVOSCondes de Barcelona.

Vindel comienza sus investigaciones ..

a principios del mes de abril de 1936…, comenzando por estudiar latipografía de este famoso libro… Realizadas minuciosas investigacio-nes…, en 10 de abril me dirigí en carta abierta publicada en el diariomadrileño ABC… a la Real Academia Española en súplica de queescuchasen las primicias de mis descubrimientos.

Vindel echó mano de su obra Manual gráfico descriptivo delbibliófilo hispanoamericano...

en la que se encuentran más de 3000 portadas de libros españoles, enbusca del impresor o impresores que hubiesen utilizado en ellas la

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tipografía de la segunda línea del ‘Falso Quijote’, encontrando que nohay más portadas que tengan estampada esta tipografía que las quefiguran en los números 10, 495, 784 y 1807 (Alemán, Castillo Solór-zano, Desclot y Montañés), dando la coincidencia que… son… deCormellas.

Entiéndase: no es que resulte excepcional el tipo y tamaño de lasletras con que se compone la línea tomo del; sólo se habla de su usoen portadas. Creemos ver la misma tipografía, por el reducido núme-ro de caracteres, en la primera línea de una portada de 1578 delimpresor Pedro Malo (cuya imprenta también acabó en manos deCormellas):

I N S T I T VTIONES RHETORI

CAE EX PROGYMNASMATIS POTISSIMVM APH-

En la figura de la página siguiente mostramos las distintas com-binaciones del mismo hierro impresas en DQA. Este elemento tipo-gráfico debía ser bastante común en Catalunya y Aragón, pues apa-rece en libros impresos en la imprenta de los Roberto y se empleacomo orla en la portada del libro Juegos de Nochebuena, impreso enZaragoza por Pedro Félix de Robles en 1611.

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Como cabía esperar de tan gran imprenta, al examinar Vindeldetenidamente sus producciones, observa el empleo de aquellos ele-mentos tipográficos (reproducimos varias muestras) de que, a lo queparece, no disponía la provinciana de Felipe Roberto. Pero tambiéndetecta Vindel en DQA y en producciones de Cormellas la ocasionalaparición de determinadas letras que presentan una singular defor-mación. Así que fue Cormellas quien, compinchado con Avellaneda,imprimió DQA en Barcelona.

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Vindel sugiere que Cormellas contó con la aquiescencia deRoberto, y aporta informaciones que permiten establecer que habíabuenas relaciones entre ambas familias de impresores, al punto quese prestaban material tipográfico y que Gabriel, hijo de FelipeRoberto, pudo formarse en la imprenta de Cormellas antes de hacer-se cargo de la de su padre. Por otro lado, los Cormellas debían lle-varse muy bien con los Mey, pues Cormellas llegó imprimir unaOrtographía que en Valencia dejó escrita aquel Felipe Mey quefundó la imprenta que luego dirigió Felip Robert.

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En la primera quincena de mayo de 1936 Vindel había publicadoen el diario de Madrid El debate un par de artículos en que avanza-ba el resultado de sus investigaciones; y ya entonces su conclusiónen cuanto a la imprenta fue rechazada (junto con la de Emilio Cota-relo) por mosén J. Serra Vilaró, quien inició sus investigacionesrequerido de sus superiores a que saliera en defensa de las gloriasde la imprenta de Tarragona, y un mes después publicó en el diariode Tarragona La Cruz su artículo El Quixot d`Avellaneda fou imprésa Tarragona donde les acusó de fals procedir, por tergiversar lainformación de las pesquisas realizadas por aquel Arzobispado paraestablecer si Francisco de Torme y de Liori, el firmante de la Licen-cia, era o no Vicario General en la época en que se imprimió DQA.Al parecer, se produjo cierta confusión al no distinguir debidamenteentre los cargos (y funciones) de V.G. Capitular (que nunca lo fueFrancisco de Torme y de Liori) y de V. G. y Oficial, que eran quie-nes firmaban las Licencias de impresión.

A partir de la intervención de Serra Vilaró ya se hizo difícil afir-mar con rotundidad la falsedad de la Aprobación y Licencia deDQA. Y como Serra Vilaró también discutió a Vindel algunas con-clusiones de su estudio tipográfico, le restó cierta credibilidad. Losintentos de Vindel para que la Academia se pronunciase sobre susinvestigaciones fueron en vano. Quizá por ello, años después, LuisAstrana Marín no se apoya en Vindel para dar por sentado que DQAse imprimió en Barcelona:

La edición del Quijote de Avellaneda era falsa y fraudulenta, ilegal y loque se llama puramente una superchería bibliográfica …por ser fingi-das y supuestas la Aprobación de Orthoneda y la Licencia del Vicario,y, de consiguiente, falso el nombre del autor y falso el lugar de impre-sión. Ni aquellos eclesiásticos ni Felipe Roberto… podían autorizar consus nombres una edición a espaldas de la Ley. Para su propósito y bur-larla, el desaprensivo novelista tuvo que tratar, por sí o por tercera per-sona, con un impresor tan desaprensivo como él, y tirar el libro, col-gándole el mochuelo al tarraconense, en el establecimiento tipográficode otra ciudad, que fue Barcelona, según nos revela Cervantes en elcapítulo LXII de su Quijote, no sin intención llevado el caballero de la

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Mancha a aquella imprenta… Pero un momento: ¿cómo sabía Avella-neda, al fingir la Aprobación del doctor Rafael Orthoneda y fecharla a18 de abril de 1614, que éste era ‘Dotor en Santa Theología’? He aquílo en que nadie reparó. Porque sólo hacía un mes que había recibido eldoctorado por la Universidad de Tarragona (…no más importante quela de Sigüenza o la de Osuna): exactamente el 9 de marzo. Aun fingidala Aprobación (y no digamos si fuese auténtica), todo indica, sin lugara dudas, que por tales datas Avellaneda se movía cerca de la Universi-dad de Tarragona, o de personas en contacto con aquel Centro, y ten-dría conocimiento de Rafael Orthoneda y quizá de… Juan Orthoneda,maestro de Teología, catedrático de la misma Universidad y rector de laiglesia de Constantí, que suscribe la Aprobación de la obra del domini-co fray Blas Verdú…intitulada: Comentaria, scolia, et resolutae quaes-tiones;super disputationem de trinitate primae partis divi thomae dedi-cada al cardenal Sandoval y Rojas, e impresa en 1602 por nuestro asen-dereado Felipe Robert. También debía de saber Avellaneda… que laimprenta de Robert o estaba… casi parada, o ya no imprimía libros, yno había de protestar su dueño contra la impostura… Ningún impresor,por tanto, ni ninguna imprenta, podían fingirse con mayores segurida-des de clandestinidad. Pero… para conocer todo esto, Avellaneda, opululaba por Tarragona o tenía trato con tarraconenses…

Astrana parece no tener en mucha consideración que las impren-tas de la época no sólo se dedicaban a imprimir libros de entreteni-miento. La Iglesia vio desde el principio las posibilidades que leofrecía la nueva industria, y por algo la imprenta de los Robertoempleaba locales del Arzobispado. Por otro lado, Astrana sitúa aAvellaneda próximo o con contactos en Tarragona para justificar queconociese el reciente doctorado del Aprobador y las penurias de laimprenta seleccionada para la superchería. Pero ¿por qué él?, ¿porqué no su cómplice impresor, que bien conocería su entorno empre-sarial? ¿Por qué hubo de ser Avellaneda quien redactase la Aproba-ción y Licencia?, ¿por qué no el impresor, a quien bastaba examinarun libro recientemente autorizado en Tarragona para conocer losnombres de los firmantes?

Habrá observado el lector que los trabajos de Vindel, Cotarelo y

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Serra Vilaró, aunque divergen seriamente, sitúan la estampación deDQA en el eje Valencia - Tarragona - Barcelona, donde radican tresfamilias de impresores (Mey, Roberto, Cormellas) cuyas trayecto-rias se entrecruzan. Y hasta el propio don Quijote (lo leeremos a con-tinuación) parece entender de las entradas y salidas de los impreso-res, y las correspondencias que hay de unos a otros. Hay libros deaquella época de los que se sabe que, en todo o en parte, se estam-paron en una imprenta distinta de la indicada en la portada.

En cuanto al producto en sí mismo, DQA está hecho con el mismoesmero que cualquier otro libro de principios del s. XVII: una lindaPortada, su Tabla índice, las preceptivas Aprobación y Licencia… Noes una chapuza, no le falta nada de lo exigible a un libro que vaya acomercializarse. Es más, se imprime en octavo y hace uso en la por-tada del mismo jinete que empleó Mey en sus eds. de DQ-I, que sonlas que circularían en Valencia, Aragón y Catalunya: así que DQAparece diseñado para hacer juego con DQ-I. Los perversos objetivosde Avellaneda ¿necesitaban de todo eso? Parece que no. Habría basta-do imprimir en cualquier imprenta de Castilla (en Medina del Campo,por ejemplo) unos 50-100 ejemplares en mal papel y sin adornos tipo-gráficos, trasladarlos a la capital y soltarlos por ahí. Al cabo de unosdías circulando de mano en mano, no se hablaría de otra cosa en loscírculos literarios: objetivo cumplido. Y aun es posible que, por per-mitirlo el anonimato del autor, algún librero oportunista se decidiese acopiarlo y a comercializarlo por su cuenta con toda legalidad.

Ciertamente, no sería mala idea dar el nombre de un impresorlejano de la Corte para confundir, de entrada, toda investigación quepudiera iniciarse. Pero si, además de perjudicar a Cervantes calum-niándole y restándole lectores de su próximo DQ-II, se pretendía laganancia de comercializar DQA, había que dar al producto una apa-riencia que no levantase sospechas de ilegalidad, y eso justificaría eldigno acabado y el añadido de Aprobación y Licencia fingidas. Bien,pero ¿qué necesidad tenía el redactor de las falsas Aprobación yLicencia de ser tan … preciso en el fraude como para no olvidar lodel reciente doctorado? Y ¿cuál sería el primer impresor que se ente-rase de su concesión?

En fin, no era imposible que un escritor de entonces publicase un

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libro bajo un seudónimo y se las arreglase para obtener la Licenciadel Vicario de una ciudad como Tarragona, alejado de las batallitasentre escritores de la Corte. A la apariencia de que Felipe Robertoimprimió un libro legal destinado a comercializarse por los canaleshabituales sólo se opone lo que se lee en DQ-II-62 y el estudio tipo-gráfico de Vindel. No es poco; pero quizá haya de repetirse ese estu-dio sin el apasionamiento con que entonces se trataban todos losasuntos relativos a Cervantes y el Quijote.

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DON QUIJOTE EN LA IMPRENTA BARCELONESA

NI que decir tiene que uno de los episodios más comentadosen relación con el enigma de Avellaneda se encuentra enDQ-II-62, apenas llegado don Quijote a Barcelona:

Los caballeros de la ciudad por complacer a don Antonio y por aga-sajar a don Quijote y dar lugar a que descubriese sus sandeces, orde-naron de correr sortija de allí a seis días… Diole gana a don Quijotede pasear la ciudad a la llana y a pie…Sucedió, pues, que yendo por una calle, alzó los ojos don Quijote y vioescrito sobre una puerta, con letras muy grandes: ‘Aquí se imprimenlibros’, de lo que se contentó mucho, porque hasta entonces no habíavisto emprenta alguna, y deseaba saber cómo fuese. Entró dentro…, yvio tirar…, corregir…, componer…, enmendar…, y, finalmente, todaaquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábasedon Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquello que allí se hacía;dábanle cuenta los oficiales, admirábase y pasaba adelante. Llegó… auno, y preguntole qué era lo que hacía. El oficial le respondió:—Señor, este caballero que aquí está —y enseñole a un hombre de muybuen talle y parecer y de alguna gravedad—, ha traducido un libro tos-cano en nuestra lengua castellana, y estoyle yo componiendo, para darlea la estampa.—¿Qué título tiene el libro? —preguntó don Quijote.A lo que el autor respondió:—Señor, el libro en toscano se llama Le bagatele.—Y ¿qué responde ‘le bagatele’ en nuestro castellano?—‘Le bagatele’ es como si en castellano dijésemos ‘los juguetes’; yaunque este libro es en el nombre humilde, contiene y encierra en sícosas muy buenas y sustanciales.—Yo sé algún tanto del toscano, y me precio de cantar algunas estan-cias del Ariosto; pero dígame vuesa merced, señor mío, y no digo estoporque quiero examinar el ingenio de vuesa merced, sino por curiosidad

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no más: ¿ha hallado en su escritura alguna vez nombrar ‘piñata’?—Sí, muchas veces.—Y ¿cómo la traduce vuesa merced en castellano?—¿Cómo la había de traducir, sino diciendo ‘olla’?—¡Cuerpo de tal, y qué adelante está vuesa merced en el toscano idio-ma! Yo apostaré una buena apuesta que adonde diga en el toscano‘piache’, dice vuesa merced en el castellano ‘place’, y adonde diga‘più’, dice ‘más’, y el ‘su’ declara con ‘arriba’, y el ‘giù’ con ‘abajo’.—Sí declaro, por cierto, porque esas son sus propias correspondencias.—Osaré yo jurar que no es vuesa merced conocido en el mundo, ene-migo siempre de premiar los floridos ingenios ni los loables trabajos.¡Qué de habilidades hay perdidas por ahí, qué de ingenios arrinconados,qué de virtudes menospreciadas! Pero, con todo esto, me parece que eltraducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas,griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés;que aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen, yno se veen con la lisura y tez de la haz; y el traducir de lenguas fácilesni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni elque copia un papel de otro papel. Y no por esto quiero inferir que no sealoable este ejercicio del traducir, porque en otras cosas peores se podríaocupar el hombre y que menos provecho le trujesen. Fuera desta cuentavan los dos famosos traductores, el uno, el doctor Cristóbal de Figueroa,en su Pastor Fido, y el otro, don Juan de Jáurigui, en su Aminta, dondefelizmente ponen en duda cuál es la tradución o cuál el original. Perodígame vuesa merced, este libro ¿imprímese por su cuenta, o tiene yavendido el privilegio a algún librero?—Por mi cuenta lo imprimo, y pienso ganar mil ducados, por lomenos, con esta primera impresión, que ha de ser de dos mil cuerpos,y se han de despachar a seis reales cada uno, en daca las pajas.—Bien está vuesa merced en la cuenta; bien parece que no sabe lasentradas y salidas de los impresores, y las correspondencias que hayde unos a otros; yo le prometo que cuando se vea cargado de dos milcuerpos de libros, vea tan molido su cuerpo, que se espante, y más siel libro es un poco avieso, y no nada picante.—Pues ¿qué?; ¿quiere vuesa merced que se lo dé a un librero que medé por el privilegio tres maravedís, y aun piensa que me hace merced

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en dármelos? Yo no imprimo mis libros para alcanzar fama en elmundo, que ya en él soy conocido por mis obras; provecho quiero, quesin él no vale un cuatrín la buena fama.—Dios le dé a vuesa merced buena manderecha.Y pasó adelante a otro cajón, donde vio que estaban corrigiendo un plie-go de un libro que se intitulaba Luz del alma, y, en viéndole, dijo:—Estos tales libros, aunque hay muchos deste género, son los que sedeben imprimir, porque son muchos los pecadores que se usan, y sonmenester infinitas luces para tantos desalumbrados.Pasó adelante y vio que… estaban corrigiendo otro libro, y, pregun-tando su título, le respondieron que se llamaba la Segunda parte delingenioso hidalgo Don Qujote de la Mancha compuesta por un talvecino de Tordesillas.—Ya yo tengo noticia deste libro —dijo don Quijote—, y en verdad yen mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvospor impertinente; pero su San Martín se le llegará, como a cada puer-co; que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitablescuanto se llegan a la verdad o la semejanza della, y las verdaderastanto son mejores cuanto son más verdaderas. —Y diciendo esto, conmuestras de algún despecho, se salió de la emprenta.

Particularmente después de los trabajos de Vindel, se ha pensadoque este episodio lo añadió Cervantes para mostrar saber que DQA sehabía impreso en Barcelona. No puede descartarse que haya sido así,aunque bien podría tratarse de una excusa de Cervantes para exponersus opiniones literarias (nótese la observación de que hay muchos destegénero en relación a Luz del alma cristiana contra la ceguedad y igno-rancia…, de fray Felipe de Meneses). Aquí se particulariza en las bue-nas y malas traducciones (las de Aminta y Pastor Fido siempre se hanconsiderado de las mejores y sus traductores fueron alabados por Cer-vantes en el Viaje del Parnaso) y los abusos y corporativismo deimpresores y libreros, y, de paso, se genera una situación que permitea Cervantes cargar contra Avellaneda. Quizá el episodio ya lo teníaescrito Cervantes, en recuerdo de su estancia en Barcelona en 1610, ylo único que añadió es la referencia al libro de Avellaneda. Nada sesabe del libro Le bagatele.

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Portada del Partinobles impreso por Ioan Iolis, Barcelona 1729

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LOS MOTIVOS DE AVELLANEDA

APRESURÉMONOS a comentar que Avellaneda, quien quieraque fuese, podía publicar su Quijote sin incurrir en delitoalguno. Y aunque los círculos literarios de entonces pudieran

calificarlo como una fea acción, no lo sería tanto si atendemos al tiem-po transcurrido desde la publicación de DQ-I y a que allí Cervantesdio a entender que no sería él quien relatase más aventuras de donQuijote: Forsi altro canterá con miglior plectio. Cualquier lector des-apasionado de DQ-I observará los serios defectos en su andamiaje,resultantes de las dudas del autor y de la inclusión de material de relle-no (las novelitas de El capitán cautivo, El curioso impertinente y Ladiscreta Dorotea, el interminable poema de Grisóstomo seguido de laperorata de la pastora Marcela, la historia de Leandra…), y lamentarálas subsiguientes largas ausencias de los protagonistas y pérdida deritmo en el relato. Estas cosas no pasarían desapercibidas a Avellane-da, quien, pensando sacar todo el partido posible (a su entender) a unargumento y unos protagonistas que prometían mucho juego, y con-tando con aquella autorización del autor original, bien pudo ponermanos a la obra y publicar, con su nombre, la continuación. Si utilizóun seudónimo fue por alguna, si no todas, de las razones siguientes:

* No estaba seguro de la aceptación que merecería su Quijote.* El momento era inoportuno, sabiéndose que Cervantes ya pre-

paraba su DQ-II.Un tipo valiente y seguro de sí mismo no se habría detenido ante

esos inconvenientes, y aprovecharía la oportunidad de competir ensingular batalla contra el autor original. Pero quizá…

* Prefería el anonimato, por salirse en DQA de su registro litera-rio, por el que quisiera ser juzgado y recordado.

Y, además…* Su Quijote incluía descalificaciones e injurias hacia Cervantes.

Claro está que esas cosillas podían eliminarse, pulirlas un

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tanto… Pero ¡eso jamás! Avellaneda era todo un carácter ¿cómopodría autocensurarse quien puso a DQA el prólogo que leímos ennuestra Introducción?

Volviendo a aquel prólogo, Avellaneda consideraba que las Nove-las ejemplares pecaban de maliciosas y criticaba a Cervantes comopersona (murmurador, sin amigos); como novelista, exigía su jubila-ción, y protestaba de que Cervantes en DQ-I:

a) de pura envidia, había atacado a Lope de Vegab) le había ofendido personalmentec) se lucía ante los lectores haciendo alarde de sinónomos volun-

tarios.Si bien en ningún lugar del prólogo de DQA se lee me ofendió

con un seudónimo, y todo y que lo de ostentación de sinónomospodría tener una lectura más llana, la interpretación que tradicional-mente se ha hecho de este prólogo supone que Avellaneda se vioretratado en alguno de los personajes que aparecen en DQ-I cuyonombre tiraba al suyo. Ofendido, decidió vengarse literariamentede Cervantes; así que debió ser escritor, y entendió que Cervantesno había sido capaz de sacar todo el partido posible a los persona-jes principales de DQ, particularmente al de Sancho: ¡los suyos síserían graciosos!

Ya se sabe que las comparaciones son odiosas, pero leído DQAsin apasionamiento, el mayor fallo de Avellaneda radica en el perso-naje de don Quijote, a quien presenta como un loco charlatán deprincipio a fin: nada de episodios entreverados. El de Sancho, aun-que zafio y procaz, bobo pero no inocente, gana protagonismo enDQA. Lo peor es que los personajes carecen de matices, no evolu-cionan; dicen y dicen, no dialogan: les falta el toque humano.

Avellaneda conduce a don Quijote y Sancho a Zaragoza, comohabía pronosticado el propio Cervantes en el final de su DQ-I:

el autor desta historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha bus-cado los hechos que don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podi-do hallar noticia dellos, a lo menos por escrituras autenticas; sólo lafama ha guardado en las memorias de la Mancha que don Quijote, latercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en

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unas famosas justas que en aquella ciudad se hicieron, y allí le pasa-ron cosas dignas de su valor y buen entendimiento.

Y después de 36 capítulos divididos en tres partes de 12 capítu-los cada una, sin dejar rastro alguno de dudas en la redacción, sinincurrir en un solo fallo de memoria, deja a don Quijote ingresadopor don Alvaro Tarfe en la Casa del Nuncio (el manicomio de Tole-do). Pero parece amenazar con una continuación, y no necesaria-mente de su pluma:

Lo que toca al fin desta prisión y de su vida, y de los trabajos que hastaque llegó a él tuvo, no se sabe de cierto. Pero barruntos hay y tradicio-nes de viejísimos manchegos de que sanó y salió de dicha Casa deNuncio; y, pasando por la Corte, vio a Sancho, el cual, como estaba enprosperidad, le dio algunos dineros para que se volviese a su tierra,viéndole ya al parecer asentado; y lo mismo hicieron el Archipámpanoy el príncipe Perianeo para que mercase alguna cabalgadura, con fin deque se fuese con más comodidad; porque Rocinante dejolo don Álva-ro en la Casa del Nuncio, en servicio de la cual acabó sus honradosdías, por más que otros digan lo contrario. Pero, como tarde la locurase cura, dicen que, en saliendo de la Corte, volvió a su tema, y que,comprando otro mejor caballo, se fue la vuelta de Castilla la Vieja, enla cual le sucedieron estupendas y jamás oídas aventuras, llevando porescudero a una moza de soldada que halló junto a Torre de Lodones,vestida de hombre, la cual iba huyendo de su amo porque en su casa sehizo o la hicieron preñada, sin pensarlo ella, si bien no sin dar cumpli-da causa para ello; y con el temor se iba por el mundo. Llevóla el buencaballero, sin saber que fuese mujer, hasta que vino a parir en medio deun camino, en presencia suya, dejándole sumamente maravillado elparto. Y, haciendo grandísimas quimeras sobre él, la encomendó, hastaque volviese, a un mesonero de Val de Estillas y él, sin escudero, pasópor Salamanca, Ávila y Valladolid, llamándose el Caballero de losTrabajos, los cuales no faltará mejor pluma que los celebre.

Incluso en este final remeda Avellaneda el uso que dio Cervantesa los versos de Ariosto en ese mismo lugar de su DQ-I:

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Estos fueron los versos que se pudieron leer; los demás, por estar car-comida la letra, se entregaron a un académico para que por conjeturaslos declarase. Tiénese noticia que lo ha hecho, a costa de muchas vigi-lias y mucho trabajo, y que tiene intención de sacallos a luz con espe-ranza de la tercera salida de don Quijote. Forsi altro canterá conmiglior plectio.

¿Qué mejor pluma sería esa que anunciaba Avellaneda? ¿Otrointruso? Creemos que se alude al propio Cervantes. Y es que Ave-llaneda, con toda malicia, estaría dando a entender que el libro queCervantes preparaba y del que tan orgulloso se mostraba sería delestilo del Quijote: otro de caballerías. Bien debió molestar eso aCervantes, quien en el prólogo de las Novelas ejemplares avanzaba:

Tras ellas, si la vida no me deja, te ofrezco Los trabajos de Persiles,libro que se atreve a competir con Heliodoro.

La misma jugarreta (Sancho y Mari = Persiles y Sigismunda)parece emplear Avellaneda al final del Cap. 35, cuando hace venir ala Corte a Mari Gutierrez, de modo que el matrimonio Panza quedeal servicio del Archipámpano en tanto que don Quijote quedaráingresado en el manicomio de Toledo:

Levantáronse en esto de la mesa…, dejando el Archipámpano ordenal secretario de que enviasen… dos criados con aquella carta al Arga-mesilla, con mandato de que no viniesen sin la mujer de Sancho…Hízose así. Llegó Mari Gutiérrez a la Corte con ellos dentro de quin-ce días, do la recibió Sancho con donosos favores, y el Archipámpa-no fue el señor más bien entretenido que había en la Corte…; y nosólo él, sino muchos della, con toda su casa, tuvieron alegrísimos ratosde conversación y pasatiempo muchos meses con Sancho y su MariGutiérrez, que no era menos simple que él. Los sucesos destos buenosy cándidos casados remito a la historia que dellos se hará andando eltiempo, pues son tales, que piden de por sí un copioso libro.

Antes de DQ-II vieron la luz el Viaje del Parnaso, que incluye

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una carta adjunta al Parnaso fechada a 22 de julio de 1614 y cuyosdocumentos preliminares llevan fechas entre el 16 de septiembre yel 17 de noviembre. Luego siguieron las Comedias y Entremeses,cuyos preliminares son de entre el tres de julio y el 22 de septiem-bre de 1615, y cuyo prólogo ya alude a Avellaneda:

…y si hallares que tienen alguna cosa buena, en topando a aquel mimaldiciente Autor, dile que se enmiende, pues yo no ofendo a nadie, yque advierta que no tienen necedades patentes y descubiertas, y que elverso es el mismo que piden las Comedias, que ha de ser de los tresestilos el ínfimo, y que el lenguaje de los Entremeses es proprio de lasfiguras que en ellos se introducen; y que para enmienda de todo esto leofrezco una comedia que estoy componiendo y la intitulo El engaño alos ojos que (si no me engaño) le ha de dar contento.

Y en la Dedicatoria al Conde de Lemos:

Don Quijote de la Mancha queda calzadas las espuelas en su SegundaParte para ir a besar los pies a Vuestra Excelencia. Creo que llegaráquejoso, porque en Tarragona le han… malparado; aunque lleva infor-mación hecha de que no es el contenido en aquella historia, sino otrosupuesto que quiso ser él y no acertó a serlo.

De lo anterior se desprende que DQA cayó en manos de Cervan-tes no antes de agosto de 1614, y que no conocía la verdadera per-sonalidad de Avellaneda. Y lo mismo puede decirse de lo que dejóescrito en DQ-II, cuyos documentos preliminares llevan fechas entreel 27 de febrero y el 21 de octubre de 1615. Del prólogo parece des-prenderse que Cervantes no sabía a quién pudo ofender en DQ-I, yen cuanto a la acusación de envidiar a Lope de Vega se defiendeseriamente, aunque no sin ironía:

He sentido también que me llame invidioso, y que, como a ignorante,me describa qué cosa sea la invidia; que en realidad de verdad, de dosque hay yo no conozco sino a la santa, a la noble y bien intencionada; ysiendo esto así, como lo es, no tengo yo de perseguir a ningún sacerdo-

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te, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio; y si él lodijo por quien parece que lo dijo, engañose de todo en todo; que del taladoro el ingenio, admiro las obras y la ocupación continua y virtuosa.

Y para Avellaneda:

le agradezco a este señor autor el decir que mis Novelas son más satí-ricas que ejemplares, pero que son buenas; y no lo pudieran ser si notuvieran de todo. Paréceme que me dices que ando muy limitado y queme contengo mucho en los términos de mi modestia, sabiendo que nose ha de añadir aflición al afligido, y que la que debe de tener esteseñor sin duda es grande, pues no osa parecer a campo abierto y alcielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como sihubiera hecho alguna traición de lesa majestad. Si por ventura llega-res a conocerle, dile de mi parte que no me tengo por agraviado; quebien sé lo que son tentaciones del demonio, y que una de las mayoreses ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer yimprimir un libro con que gane tanta fama como dineros, y tantosdineros cuanta fama; y para confirmación desto quiero que en tu buendonaire y gracia le cuentes este cuento: (siguen 2 historietas deloco y perro) Quizá de esta suerte le podrá acontecer a este historia-dor, que no se atreverá a soltar más la presa de su ingenio en libros que,en siendo malos, son más duros que las peñas. Dile también que de laamenaza que me hace, que me ha de quitar la ganancia con su libro, nose me da un ardite… (siguen unas palabras de agradecimiento alconde de Lemos y el cardenal Sandoval) Y no le digas más, niyo quiero decirte más a ti, sino advertirte que consideres que estasegunda parte de don Quijote que te ofrezco es cortada del mismo artí-fice y del mesmo paño que la primera, y que en ella te doy a don Qui-jote dilatado y, finalmente, muerto y sepultado, por que ninguno seatreva a levantarle nuevos testimonios.

En el cap. 62 de DQ-II, como vimos, don Quijote decide entrar enuna imprenta barcelonesa. Se interesa por lo que allí se hace y hablacon un autor que está revisando las pruebas de su obra. Luego…

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Pasó adelante y vio que asimismo estaban corrigiendo otro libro, y,preguntando su título, le respondieron que se llamaba la ‘Segundaparte del ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha’, compuestapor un tal vecino de Tordesillas.—Ya yo tengo noticia deste libro —dijo don Quijote—, y… su SanMartín se le llegará, como a cada puerco.

Antes de eso, en el cap. 59, el protagonista nos revela que Ave-llaneda era aragonés. De nuevo con ironía:

—En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignasde reprehensión: la primera, es algunas palabras que he leído en elprólogo; la otra, que el lenguaje es aragonés, porque tal vez* escribesin artículos; y la tercera, que más le confirma por ignorante, es queyerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia, por-que aquí dice que la mujer de Sancho Panza mi escudero se llamaMari Gutiérrez, y no llama tal, sino Teresa Panza; y quien en esta partetan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demásde la historia.

Cervantes insistió en lo de autor aragonés en otros lugares de DQ-II. En el Cap. 61, al llegar don Quijote y Sancho a Barcelona:

—Bien sea venido a nuestra ciudad… el valeroso don Quijote de laMancha, no el falso, no el ficticio, no el apócrifo, que en falsas histo-rias estos días nos han mostrado, sino el verdadero… que nos descri-bió Cide Hamete Benengeli, flor de los historiadores.No respondió don Quijote palabra, … , el cual, volviéndose a Sancho,dijo:—Éstos bien nos han conocido; yo apostaré que han leído nuestra his-toria, y aun la del aragonés recién impresa.

En el Cap. 70, la doncella Altisidora sueña que los diablos juegana la pelota utilizando libros:

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* tal vez: a veces.

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A uno dellos, nuevo, flamante y bien encuadernado, le dieron un papi-rotazo que le sacaron las tripas y le esparcieron las hojas. Dijo un dia-blo a otro:—Mirad qué libro es ése.

—Ésta es la Segunda parte de la historia de don Quijote de la Man-cha, no compuesta por Cide Hamete, su primer autor, sino por un ara-gonés, que él dice ser natural de Tordesillas. —Quitádmele de ahí, y metedle en los abismos del infierno, no levean más mis ojos.—¿Tan malo es?—Tan malo, que si de propósito yo mismo me pusiera a hacerle peor,no acertara.

Y al final del libro dice Cide Hamete a su pluma:

Aquí quedarás, colgada desta espetera…, ni sé si bien cortada o maltajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos ymalandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero antesque a ti lleguen, les puedes advertir:

¡Tate, tate, folloncicos!De ninguno sea tocada;porque esta empresa, buen rey,para mí estaba guardada.

Para mí sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar, y yo escri-bir; solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritorfingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir conpluma… grosera… las hazañas de mi valeroso caballero, porque noes carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio. A quienadvertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepul-tura los… huesos de don Quijote, y no le quiera llevar… a Castilla laVieja, haciéndole salir de la fuesa donde… yace… imposibilitado dehacer… salida nueva; que para hacer burla de tantas como hicierontantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo, tan a gusto ybeneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en estos como

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en los estraños reinos. Y con esto cumplirás con tu cristiana profe-sión, aconsejando bien a quien mal te quiere.

No acabamos de entender por qué Cervantes evitó lo de aragonésen esas págs. finales y en el prólogo de DQ-II, que sería lo últimoque escribiese. Quizá no estaba tan seguro de ello.

Otro detalle: si Avellaneda se reconoció en DQ-I (en particular sise usó de un seudónimo), también otros debieron reconocerle; elasunto no habría quedado entre él y Cervantes, al contrario, habríasido la comidilla en los corrillos literarios de entonces. ¿Cómo esposible que no nos haya llegado nada de ello?

En la primera ed. de DQ-I impresa por Juan de la Cuesta (y en lasdos eds. pirata que se hicieron en Lisboa a principios de 1605) no serelataba el robo y posterior hallazgo del asno de Sancho. En la segun-da ed. de Cuesta (que debió ponerse a la venta en la primavera de1605) el desperfecto se resolvió insertando sendas cuñas de texto enlos caps. 23 y 30. Todas las siguientes eds. de DQ-I (Valencia 1605,Bruselas 1607, Cuesta 1608…) ya siguieron el texto de la segunda deCuesta. Y como en varios pasajes de DQA se menciona a Ginés dePasamonte como autor del robo del asno, Avellaneda cita a Pasa-monte, así que debió leer alguna de esas eds., no la primera. Pero esopoco ayuda a determinar cuándo inició la redacción de su Quijote,sólo permite establecer que lo redactó entre abril-mayo de 1605 yfebrero-marzo de 1614 (la Aprobación de DQA es del 18 de abril).

Eso sí: DQA parece redactado a paso tirado, con fluidez, sin incu-rrir en dudas ni parones. Sólo observamos fallos de memoria en algu-na que otra referencia a DQ-I, como ya en el Cap. 1, cuando leemos:Después de haber sido llevado don Quijote por el cura y el barbero yla hermosa Dorotea a su lugar en una jaula, con Sancho Panza, suescudero… No parece que Avellaneda tuviese muy fresco el Quijotede Cervantes cuando redactó esas primeras líneas del suyo, así quequizá la redacción de DQA se inició en 1612-3, cuando tuvo noticia(o leyó en el prólogo de las Novelas ejemplares) que Cervantes traba-jaba activamente en su DQ-II. Eso encaja con la alusión en el prólogode DQA a La hija de la Celestina, publicada en 1612.

¿Sólo entonces se le ocurrió cómo vengar aquel ofender a mí de

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1605? ¿Tan paciente y prudente era quien 10 años después escribiólo de Aries… Capricornio… San Cervantes?

Así que quizá Cervantes no ofendió a Avellaneda (al menos, noempleando un seudónimo tan evidente para todos que le obligase areaccionar de inmediato), y quizá aquellas palabras del Prólogo deDQA puedan interpretarse rectamente: Yo sacaré partido del perso-naje de Sancho Panza; pero no ofenderé a nadie (porque no soy tanmalicioso como Cervantes), y evitaré el empleo abusivo de vocablossinónimos (porque tal recurso me desagrada).

Pasemos ahora a lo relativo a Lope de Vega. Avellaneda aparentaser ferviente admirador del Fénix, pero quizá debiéramos prestaratención a las formas: …honestísima y fecundamente… con el rigordel arte que pide el mundo y con la… limpieza que de un ministrodel Santo Oficio se debe esperar… acogido… a sagrado… Habidacuenta de la turbulenta vida privada de Lope, ¿no será todo esto puraironía? Quizá la misma que empleó Cervantes en su prólogo a DQ-II: …del tal adoro el ingenio, admiro las obras y la ocupación con-tinua y virtuosa.

Y nótese que (mediando ironía) aquello de el rigor del arte quepide el mundo no está muy lejos de aquel abatirse al servicio y gran-jerías del vulgo que Cervantes censuraba en la Dedicatoria de DQ-I. El propio Lope, ante las censuras que recibía por no seguir lasreglas del arte, justificó sus innovaciones en su Arte nuevo de hacercomedias…, donde comenta: …y me dejo / llevar por la vulgarcorriente, adonde / me llamen ignorante Italia y Francia. Tambiéneso lo admitían, aunque con matices, sus seguidores, como Tirso deMolina en sus Cigarrales de Toledo-I por boca de don Alejo:

Que si él en muchas partes de sus escritos dice que el no guardar elarte antiguo lo hace por conformarse con el gusto de la plebe…, díce-lo por su natural modestia, y porque no atribuya la malicia ignorantea arrogancia lo que es política perfeción. Pero nosotros… es justoque… como reformador de la Comedia Nueva, y a ella, como máshermosa y entretenida, los estimemos.

En cuanto a los sonetos campanudos con que tantos hombres de

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título honraban los principios de los libros de Lope, ¿no era voxpópuli que muchos los componía él mismo?

Hay más. Es bien sabido que Lope fue objeto de jocosas sátiras desus enemigos a resultas del romance que comienza Ensílleme potrorucio/ del alcálde de los Vélez y de sus escándalos amorosos. Noentendemos cómo los especialistas consideran favorecedores paraLope estos dos pasajes de DQA (Caps. 2 y 4)

Yo le escribo más largas arengas que las que Catilina hizo al Senadode Roma, más heroicas poesías que las de Homero o Virgilio, con másternezas que el Petrarca escribió a su querida Laura, y con más agra-dables episodios que Lucano ni Ariosto pudieron escribir en su tiem-po, ni en el nuestro ha hecho Lope de Vega a su Filis, Celia, Lucinda,ni a las demás que tan divinamente ha celebrado. Pero es menester, Sancho, …en esta adarga que llevo (mejor queaquella de Fez que pedía el bravo moro granadino cuando a vocesmandaba que le ensillasen el potro rucio del alcalde de los Vélez)poner alguna… divisa que…

¡Más ironía que alabanza hay en esos pasajes!. Veamos cómo ala-baba Fr. Diego de San José a Lope de Vega con ocasión de la ora-ción y discurso que pronunció en honor de Sta. Teresa en Madrid,octubre de 1614:

...con tal gravedad y gracia en el decir, con tanta propiedad y espírituen sus acciones, con tal dulzura y eficacia en el razonamiento, contanta afluencia y ternura en sus afectos, que causó sumo placer ymoción en el ánimo de los circunstantes… Aunque… se llenó la igle-sia hasta el pórtico, hubo tanta atención y silencio, que todo se oyóperfectamente, sin perderse sílaba de cuanto recitó Lope.

Alonso de Castillo Solórzano no se quedó corto en alabanzas alnarrar la apertura de una sesión (junta) en una Academia literariapresidida por Lope:

… se llenó la sala de poetas, de músicos y de los mayores señores de

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la Corte, no faltando algunas damas… de embozo… Todos ocuparonsus asientos… que les tocaban de otras juntas. Comenzó la música aprevenir el silencio; y así, a cuatro coros, cantaron primorosos tonosen bien escritas letras por los mismos académicos. Acabada la músi-ca…, el presidente de la Academia, que era Belardo, Visorrey del Par-naso, viceprotector de las Nueve Hermanas y el Fénix de la Poesía,asistiendo en el asiento principal de las tres sillas (y a su lado derechoel fiscal, y al izquierdo el secretario de aquella junta), mandó comen-zar a leer versos de los asuntos que se habían repartido en la academiapasada, …ocho días antes. Tenía todos los papeles de los poetas elsecretario, y el primero que dio a que se leyese fue…

Y el propio Cervantes, en DQ-I-48, hablando de Lope, todo ycensurando su comercialidad:

…muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingeniodestos reinos, con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso,con tan buenas razones, con tan graves sentencias, y, finalmente, tan lle-nas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno el mundo de su fama.

Así que Avellaneda, en un prólogo cargado de ironía, pudo apor-tar falsas excusas para justificarse. Quizá ni siquiera hayamos de darcredibilidad a aquel ofender a mí. ¿Quién se cree que Avellanedaperseguía con su DQA desterrar la perniciosa lición de los vanoslibros de caballerías? La razón fundamental que movió a Avellane-da a escribir DQA fue creer que podía mejorar a Cervantes. El restoes accesorio y quizá (lo que es peor) falso. Lo que nos conduce a otrade las ideas que ha venido imponiéndose en las últimas décadas:Cervantes (que bien sabría a quién aludió en DQ-I) no pudo saberquién fue Avellaneda; que eso es lo que se deduce de la recta lectu-ra de sus comentarios al respecto. ¡Conclusión terrible!, pues nadade lo que leamos de primera mano en Avellaneda y en Cervantes, pormás vueltas que le demos, servirá para identificar al intruso.

Llegado este punto hemos de decir que alguna vez se nos ha pasa-do por el pensamiento que en aquel ofender a mí faltase algo quepudieran haber extraviado los cajistas que compusieron DQA. La

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construcción es perfectamente válida (ofenderme), pero en el manus-crito podía seguirle un sustantivo (linaje, patria, profesión…). Even-tualmente puede pensarse en otra errata: que donde dice ofender a mí,y particularmente a…, dijese ofender, y muy particularmente a… Hayuna docena de erratas en el prólogo de DQA, y como ésas, y aun mayo-res, las hay en los textos de la época, pero… ¡Demasiada casualidad!

Quizá por no admitir quedarse sin pistas, parte de la crítica (loscervantistas más fervorosos) ha rechazado lo que parece una claraevidencia, y prefiere pensar que Cervantes sí supo quién fue Avella-neda, sólo que, evitando aludirle con su nombre, le condenó al ano-nimato. Y es que no se le habrá escapado al atento lector un aspectointeresantísimo del asunto: el tesoro enterrado por Cervantes sóloserá descubierto por aquel sagaz investigador que logre entender lasindicaciones del mapa. ¿Cómo renunciar a algo tan tentador?

Y, así, ¿no dejaría Cervantes en el texto de DQ-II algún paqueti-to para Avellaneda? Creen que sí los convencidos de que Cervantesllegó a identificarle. Esto abre otra caja de Pandora, habida cuentade la costumbre de Cervantes de aprovechar sus textos para colocarsus opiniones literarias. Por ejemplo, tenemos al primo de Basilio, elescritor humanista que acompaña a don Quijote a la cueva de Mon-tesinos y de cuyos eruditos trabajos (algunos en preparación) seburla incluso Sancho Panza (Cap. 22).

Tenemos la batalla dialéctica entre don Quijote y el eclesiásticoque sirve a los duques (Caps. 31 y 32). Ahí Cervantes advertiría queAvellaneda era clérigo y que servía a alguien importante. Únase esoa que la acción transcurre en Aragón, y a que Cervantes opinaba queAvellaneda era aragonés. (Cap. 59).

Tenemos el episodio de la visita a la imprenta barcelonesa (Cap.62). Hay quien cree ver ahí la clara señal de que Cervantes sabíaquién fue Avellaneda, y le avisa de ello mostrándole saber que suDQA se imprimió en Barcelona, no en Tarragona.

A nosotros, y desde el primer día que lo leímos, el episodio deDQ-II que siempre nos ha intrigado es el final de la aventura de Cla-vileño (Cap. 41), y en concreto lo relativo a la constelación de lassiete cabrillas y la frase de Sancho relativa al insuperable tamaño delos cuernos de la Luna. ¿De qué Luna habla Sancho? ¿No tenían los

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duques de Luna una finca en Pedrola, cerca de Zaragoza? Y ahora,con Avellaneda de por medio, ¿estará ahí una réplica a aquello deAries… Capricornio… y el castillo de San Cervantes? Y la conste-lación de 7 cabrillas ¿no será una constelación literaria? ¿No fueron7 los literatos que (además de su confesor) acompañaron al conde deLemos a Nápoles? Las apariencias indican que durante la redacciónde esta primera estancia en la residencia de los duques Cervantesaún no conocía la existencia de DQA, aunque sí en la segunda, alvolver de Barcelona, pues el Quijote compuesto por un aragonés,que… dice ser natural de Tordesillas aparece en el sueño de Altisi-dora (Cap. 70). Pero las apariencias a veces engañan, pues se lee enel Cap. 22 de DQA:

Y mándeme enterrar en los Montes de Oca; y si por mi ventura fuerecamino para llevarnos a ellos el Argamesilla de la Mancha, nuestrolugar, deténganos en ella siete días con sus noches, en honra y gloriade las siete cabrillas y de los siete sabios de Grecia; lo cual hecho,iremos alegres nuestro camino.

En fin, años después, en el Persiles (Cap. IV-I), se trae a colacióna un tal Diego de Ratos, corcovado, zapatero de viejo en Tordesillas,lugar en Castilla la Vieja, junto a Valladolid, autor del aforismo: Nodesees, y serás el más rico hombre del mundo. Aquí hemos de recor-dar que nuestros clásicos gustaban de cuentecillos y chistes en queasignaban a oficiales de oficios humildes (especialmente boticarios,sastres y remendones) aficiones literarias que les eran impropias.Cervantes recordaría el asunto de Avellaneda y colocó en Tordesillasal zapatero autor del aforismo. Por cierto, con las palabras corcova-do… Tordesillas puede componerse, como descubrió AntonioMarasso: coz de Juan de Valladares, presbítero de Córdoba, el últi-mo de nuestra Tabla de candidatos.

Una reflexión final: a Cervantes no le convenía dar más publici-dad al asunto, le bastaba descalificar como escritor a Avellaneda. Ytampoco a Avellaneda, por lo que había cargado la mano. Quizá esoexplique que el asunto no fuese a más. No hay rastro escrito de ello(que nosotros sepamos) hasta el s. XVIII, cuando se desató una agria

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polémica respecto a qué Quijote era mejor. En ella participó el erudi-to valenciano Gregorio Mayans y Siscar, primer biógrafo de Cervan-tes, quien dio por sentado que Avellaneda fue aragonés y, probable-mente, poderoso. Y ya se sabe: quien da primero, da dos veces.

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Portada del Partinobles, impreso por Magí Canals en Tarragona, ¿1788?

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EL LÉXICO DE AVELLANEDA

QUE Avellaneda fuese aragonés, por venir del propio Cervan-tes, nunca ha sido rechazado por la Crítica, pero tampoco haconseguido consolidarse. Cervantes pudo acertar o no en su

análisis lingüístico, pero, en cuanto a resultados prácticos, hace yatiempo que los especialistas arrojaron la toalla, como suele decirse,en el intento de localizar a Avellaneda por la vía del análisis compa-rativo del léxico de DQA. Aquí está una de las claves del problema:cualquier proposición, por ingeniosa y bien planteada que sea, difí-cilmente logrará consolidarse si no supera la prueba lexicográfica.

Con todo, en la prueba de léxico habría de bastar con un aproba-do alto, no un sobresaliente. Hay que considerar que Avellaneda porobligación hubo de apartarse de su registro al tratar un tema y unospersonajes ajenos, y, pues éstos los exagera, la distorsión ha de sernecesariamente mayor.

Algunos especialistas dan por sentado que Avellaneda cambió deindustria su registro literario en DQ-II para evitar ser identificado.Mucho nos tememos que la hipótesis ha ido pasando de unos críti-cos a otros, y que tenga su origen en alguno que, gracias a ella, seevitó el trabajo de comparar el léxico de Avellaneda con el de su can-didato (quizá por haberlo hecho y fracasado) y, así, poder presentar-le con argumentaciones más subjetivas. A nosotros nos parece leersiempre el mismo Avellaneda, incluso en las novelitas centrales(Caps. 15 a 20), donde, liberado de la imitación, podría mostrar suauténtico registro como novelista. Y decimos podría porque es biensabido que ni siquiera esas novelitas eran originales suyas

¿Qué artículos observó Cervantes que alguna que otra vez omitíaAvellaneda? Ciertamente, se echa de menos las preposiciones “a” y“de” en algún que otro pasaje. Por ejemplo, hemos contabilizado 18casos en que se omite “de”:

* delante la puerta (Cap. 4).* delante la caballeriza (Nov. 1).* delante su monasterio (Nov. 2).

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* delante la imagen (Nov. 2).* delante mis ojos (Cap. VI).* delante Su Majestad (Cap. 27).* delante personas (Cap. 33).* delante los jueces (Cap. 11).* delante todo el mundo (Cap. 12 y Cap. 31).* delante toda esta Corte (Cap. 29).* dentro una carta (Cap. 2).* dentro lo hueco (Cap. 12).* dentro las carnes (Cap. 33).* dentro la casa (Cap. 34).* debajo los soportales (Cap. 28).

y también:* cerca los muros (Nov. 2).* encima la albarda (Cap. 6).

Ahora bien, no falta “de” en otros 140 pasajes: “delante de mi bal-cón, …de un altar, …de mis ojos, …de la misma imagen, …de SuMajestad, …de los caballeros, …de toda la ciudad”, etc. Y tambiénleemos “dentro de la ciudad, …de mi corazón”. En cuanto a “cerca”,siempre (25 ocasiones) va acompañado de la preposición “de”, excep-to en el pasaje apuntado de la Nov. 2. Lo mismo puede decirse de“encima”, pues en el mismo párrafo del Cap. 6 en que leemos “enci-ma la albarda” se lee: “quitó la maleta de encima de su jumento”.

Las omisiones de la preposición “a” resultan más difíciles delocalizar con medios mecánicos. Centrándonos en las novelitas cen-trales, hemos localizado sólo dos casos, ambos con el verbo “lla-mar”, lo que no es extraño en textos de la época:

* Llamó… un mozo (Nov. 1).* llamando… una mandadera (Nov. 2).

Lo que realmente llama la atención en DQA es la reiterada omi-sión de la conjunción “que”. En las novelitas la omite en unos 100pasajes, en algunos por partida doble, o triple: “No ignoro… diréis

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nació…”. He aquí las omisiones que hemos observado en las dosnovelitas intermedias:

NOV. I; CAPS. XV y XVI:* persuadirle… dejase el camino.* lo que aumenta el espanto es ver hayáis querido.* le dijo le mandase volver luego sus vestidos .* plegue a dios… no la haga.* ha permitido Dios sintáis las presentes dificultades.* veo os habéis dado por vencido.* negoció… le diesen aquel gobierno.* Lo que os suplico es miréis por vos.* y creo será de igual regocijo para mí.* despachó un correo a su marido rogándole partiese.* sepa soy muy aficionado a la nación española. * mandó… tomase uno de los candeleros.* le dijo se iría a dormir en otro aposento.* del entender dormía la dama sola.* era fuerza saliese el marido. * sabiendo estoy parida de ayer noche.* pensando… fuese su marido.* sabiendo me habíais de hallar.* pidió… le abriesen la puerta.* ni sus obligaciones permitían aumentase.* no hubo remedio consintiese lo hiciesen. * diciendo no era de su humor. * será menester me pidáis perdón.* sospecho yo será porque.* negar… ahora lo que fuera justo negarais.* Corrida estoy… de ver no lo estéis.* siento muchísimo ver hayan podido. * No ignoro… diréis nació.* aguardando le sacasen el caballo.* colegían iba tras el soldado.* viendo eran más de las diez.* ¿Cómo es posible no echases de ver.

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* justa cosa es iguale.* no es bien aguarde que tú vengas.* que digas lo estás.* pensando podría ser socorrida.

NOV. II; CAPS. XVII A XX:* le suplica… le regale.* diciendo lo hacía por.* sustentaré… se halla.* le supliqué llevase a mi hermana.* respondió agradecía mucho la merced.* entendía quedaba de suerte.* diciéndole se reportase.* me ha parecido quedaba.* darme a entender… le desvelaba.* como me dijo… había yo de ser causa.* no me ha parecido debía.* los años que mi buen deseo suplica a Dios le dé de vida.* porque acabe de conocer prosiguirá vuesa merced.* podré decir está todo mi ser.* Y advierta vuesa merced hago.* haber de otorgar amamos a quien.* Plegue a Dios no me suceda.* no hay que maravillarse hiciese esto.* comenzaron… a echar de ver… se iban empobreciendo.* suplico no se espante.* suplico me mandéis.* advertid no es cosa que.* suplico… desista.* y concertado con ella tratase con doña Luisa se viesen.* el echar de ver todos tenía tienda la forastera.* le aconsejó se entretuviese.* negociaba se le alzase el destierro.* ofreciéndole se encargaba de.* temiendo… no lo viniese a ser.* procurar se le alzase el destierro.

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* temiendo no estuviese alguna monja.* consideraba había merecido.* queréis persuadirme es priora.* conocía se iba encolerizando.* temiendo… no le conociese.* le replicó se sirviese decirle.* y sabido dél… vivían sus padres.* fuera imposible no leyera.* que había dicho al criado había conocido.* temí… no hubiese escándalo.* es decirnos nombraba.* pensando era desmayo de hambre.* percibió llamaba de hijo al peregrino.* pidiéndoles le dejasen reposar.* bastaba hubiesen sido testigos.* contentos de ver lo quedaban los padres.* rogó a su madre… le hiciese merced.* instase con ella le diese licencia.* por su instancia permitía le hablase.* corazón le dijo había de ser tan feliz.* suplicando… se sirviese de darle.* os pido me digáis.* veo me aseguran cuantos de vos pregunto.* le rogó fuese el que debía.* rogándoles… se la diesen.* tuviesen a bien tomase tan divino estado.* los rogó dejasen sus bienes.* quiso Dios acabase sus días.

Veamos otras singularidades de Avellaneda en comparacióncon otros textos. Hemos dispuesto de El Quijote (DQ-I y DQ-II)de Cervantes, Persiles y Segismunda (PyS) y las Novelas ejem-plares (NE), Marcos de Obregón (MDO) de Vicente Espinel, Lapícara Justina (PJ) de Fco. López de Úbeda, Cigarrales de Tole-do (CT) de Tirso de Molina, La peregrinación sabia + El sagazEstacio de Salas Barbadillo, (SB), El buscón (BU) de Quevedo y

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El bachiller Trapazaba (BT) de Castillo Solórzano.

* Avellaneda emplea “con todo” en 34 ocasiones en las que otrosautores emplearían “con todo eso” o expresión similar. No se pien-se que esto es una minucia: compárese con las veces que aparece enDQ (ambas en DQ-II, Caps. 14 y 24),

* Avellaneda emplea “por tanto” en 49 ocasiones. De todos aque-llos textos, donde más aparece es en La pícara Justina, 12 ocasio-nes.

* Avellaneda emplea “no poco” con valor de “mucho” en 44 oca-siones.

* Avellaneda emplea “harto” con valor de “muy, mucho, bastan-te” en 65 ocasiones.

* Avellaneda emplea “notable” en 33 ocasiones.* Avellaneda emplea “maravillar, maravillado” en 61 ocasiones.* Avellaneda escribe “si bien” en 49 ocasiones.* Avellaneda emplea “puesto” con el valor de “lugar concreto,

sitio”. Lo hemos visto en 15 pasajes.* Avellaneda siente predilección por la preposición “tras”, que

emplea en nada menos que 172 ocasiones. La diferencia radica enque en unos 110 casos Avellaneda usa “tras” donde otros escribían“después de” o “además de”.

Parece que ha de ser práctico reflejar estas cosas en una tabla quefacilite cuantificarlas y compararlas. No hemos localizado el textoelectrónico de los Cigarrales de Toledo, así que digitalizamos lasprimeras 100 págs. de texto de nuestro ejemplar en papel, y los valo-res de la Tabla resultan de multiplicar por 4 los encontrados en esaspágs. de muestra (el texto suma 381). Los resultados de los dos tex-tos de Salas Barbadillo, que suman 57000 palabras, se muestran enla columna SB, y, para compararlos con DQA, que suma 139000palabras, los hemos multiplicado por 2,5; los del texto de El buscón,que suma 43000 palabras, por 3,25; los de El bachiller Trapaza, quesuma 70000 palabras, por 2. El redondeo, siempre por exceso. Nohemos aplicado fórmula alguna al resto de textos.

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Si, por ser del mismo autor, unimos DQ, PyS y NE y dividimospor 4 (DQ son 2 tomos) obtenemos:

Que se trata de tics queda perfectamente evidenciado en las pri-meras líneas del Cap. 6 de DQA:

Caminaron la vía de Zaragoza… don Quijote y Sancho Panza…, yanduvieron seis días sin que les sucediese en ellos cosa de notable con-sideración; sólo que por todos los lugares que pasaban eran en estremonotados, y… daban harto que reír las simplicidades de Sancho Panzay las quimeras de don Quijote, porque … Tras éste, pasaron otros tanapacibles y más estraños cuentos en los demás lugares del camino,hasta que sucedió que…

Bien muestran las tablas que estos singularísimos tics de Avella-neda y la reiterada omisión de “que” ya podrían haberle delatado,pero es posible que el análisis lingüístico basado únicamente en eluso masivo de determinados vocablos no conduzca a resultados con-cluyentes. Veamos, por ejemplo, el uso de “muy” en los textos queestamos comparando:

DQA MDO DQ+PyS+NE PJ CT SB BU BT

Sin “tras” 335 46 42 62 80 36 40 132

Con “tras” 507 71 82 131 104 54 138 144

DQA MDO DQ PyS NE PJ CT SB BU BT

“por tanto” 49 0 0 0 0 12 0 3 0 0

“con todo” 34 2 2 1 0 0 0 3 10 22

“no poco” 44 4 19 4 2 10 40 5 0 28

“harto” 65 18 28 7 11 20 8 5 20 14

“notable (mente)” 33 11 9 4 3 13 8 20 10 20

“maravillar” 61 0 35 8 9 1 0 0 0 2

“si bien” 49 11 13 8 4 6 24 0 0 46

SUMA 335 46 106 32 29 62 80 36 40 132

“tras” 172 25 85 32 45 69 24 18 98 12

SUMA 507 71 191 64 74 131 104 54 138 144

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En cuanto al uso de la muletilla “en estremo”, el adjetivo “estre-mado” y el adverbio “estremadamente”:

Según la primera de estas dos tablas, el autor de DQ-I no podríaser el autor de PyS; pero, por la segunda, el autor de las NE bienpodría ser el de DQA. De modo que lo que vale es el conjunto de lostics y las construcciones realmente singulares. Así, el mayor empleode “muy” en MDO parece deberse a un menor empleo de superlati-vos en expresiones como las de la tabla siguiente:

* donde podría leerse “muy gran”.

Una singular construcción que emplea Avellaneda es “sin otro(s)”con valor de “además de”. La leemos tres veces:

*…mil ducados, sin otra… cantidad de dineros que pidió presta-dos (Nov. 2).

*os prometo… daros una saya…, sin otras cosas de consideración(Nov. 2).

DQA MDO DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“muy gran” 1 10 6 2 1 1 1 0 0 7 0

“muy grande” * 4 2 3 0 0 0 2 0 0 0 2

“muy grandísimo” 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

SUMA 7 12 9 2 2 1 3 0 0 7 2

“muy grande” 4 6 6 4 1 4 0 0 13 3 12

“muy grandes” 1 11 1 2 0 0 0 0 0 3 4

SUMA 12 29 16 8 2 5 3 0 13 13 18

“grandioso” 4 0 1 0 1 0 1 0 0 0 2

“grandísimo” 54 26 25 29 24 11 0 0 0 3 10

SUMA 70 55 42 37 27 16 4 0 13 16 30

DQA MDO DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“en estremo” 16 2 2 9 17 5 0 0 0 0 8

“estremad” 7 2 8 4 13 14 2 0 3 10 6

SUMA 23 4 10 13 30 19 2 0 3 10 14

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“muy” 255 593!! 300 235 221 82 !! 280 28 388 257 476

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* ¿Quién me mete a mí con pajes, que no me dejan en todo el día,sin otros demonios de caballeros, que no hacen sino molerme conSancho acá, Sancho acullá? (Cap. 35).

También es singularidad de Avellaneda construcciones del tipo“el en que” en vez de “aquel en que”. Hemos observado 15:

* el en que… dice haberme visto (éxtasis, Cap. 2).* la con que él puso mano a su espada (rabia, Cap. 5).* el en que dormía el triste Sancho (aposento, Cap. 13).* el en que se entregó el fuerte (día, Cap. 14).* más adentro del en que la partera estaba (aposento, Nov. 1).* diferente lugar del en que yo querría (lugar, Nov. 1).* el en que caminaba (tiempo, Nov. 2).* la en que estaba doña Luisa (iglesia, Nov. 2).* el con que propuso de ir a Roma (fervor, Nov. 2).* el con que has querido entrar (disfraz, Nov. 2).* con el de que don Gregorio (concierto, Nov. 2).* lo con que yo, amigo, os regalaré (aquello, Cap. 25).* la en que agora me había puesto (tribulación, Cap. 27).* más de las con que ahora me hallo (armas, Cap. 27).* la de que su mujer estaba más celosa (parte del cuerpo, Cap. 27).* el en que nos acabamos de ver ahora (desaguisado, Cap. 31).* Supiéronse… los en que andaba (pasos, Cap. 31).

Estas construcciones admiten alternativas: cabe darle la vuelta a laconstrucción, sobra el artículo (o cabe sustituirlo por pronombre) o lapreposición, o puede suprimirse artículo y preposición. Por ejemplo:

* aquel en que dice haberme visto (Cap. 2).* hasta el que se entregó el fuerte (Cap. 14).* diferente lugar que yo querría (Nov. 1).* con lo que yo, amigo, os regalaré (Cap. 25).* Supiéronse… en los que andaba (Cap. 31).

Otra particularidad de la prosa de Avellaneda es la expresión “trasque”, que emplea 14 veces (6 en boca de Sancho):

* El libro es lindo… y mucho mayor que ese Flas Sanctorum, tras

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que tiene al principio un hombre armado.* ganaremos honra y fama…, tras que adquiriremos mil reinos.* no tiene que meterme en el caletre esos guerreamientos, pues ya

vee lo mucho que me costaron…; tras que jamás me cumplió loque… me tenía prometido.

* todo se nos muestra favorable…, tras que nadie nos ha sentidoal salir.

* ¿Así me agradecéis… haberos comprado esa sayuela…, trasque estaba… para compraros una camisa.

* le cogerá… la Hermandad, que no consiente burlas… Tras queanda escandalizando, no solamente los de su lugar, sino todos losque le ven ir desa suerte armado.

* le importaba… volver a su casa y hacienda, tras que no podíallevar los trabajos de la Orden (Nov. 1).

* hizo la señal acostumbrada, tras que comenzaron los maitines(Nov. 2).

* primero que salgáis habéis de tener las barbas tan largas que osarrastren por el suelo…; tras que os veréis comido de ratones.

* tengo de volverme en mi tierra…; tras que temo… que aquel algua-cil… nos ha hecho traer a esta casa para saber quién es vuesa merced

* no me han de faltar del lado mi amo, el señor don Carlos y donÁlvaro…; tras que no hemos de reñir con palos ni espadas, pues conellas nos podríamos hacer algún daño.

* habíamos de llevar… dineros…; tras que, juntamente vuesamerced me había de jurar y prometer hacerme por sus tiempos rey.

* no se comedirán a caerse en una necesidad si no las desatáis deuna en una…; tras que no se puede un hombre con ellas rebullir.

* resta saber si las tierras… están lejos; tras que, como no las sé,será menester ir a ellas.

También emplea Avellaneda “meter en cólera”.* se metió don Quijote en cólera (Cap. 9).* Y advierte… en si se meten en cólera (Cap. 24).

También gusta Avellaneda de expresiones del tipo “venida lamañana”, “llegado el plazo”. etc.:

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Las expresiones “es cierto…” son frecuentes en DQA:

Una expresión que abunda en DQA es “de suerte... que”

La expresión “por ningún caso” también es del gusto de Avellaneda:

Encanta a Avellaneda lo que podríamos llamar “indefinicionesnuméricas”. Sólo hemos contabilizado las que se refieren a unidades(no decenas, centenas, etc.), y sólo las combinaciones indicadas:

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“uno(a) o dos” 0 0 3 1 0 1 3 0 0 0 0

“dos o tres” 20 7 6 7 3 2 9 4 0 13 0

“tres o cuatro” 15 5 4 4 9 3 0 4 5 10 4

“cuatro o cinco” 6 5 3 2 5 2 2 0 0 3 0

“cinco o seis” 7 10 0 0 1 1 0 0 0 0 0

“seis o siete” 9 1 1 0 1 0 0 0 0 0 0

“siete o ocho” 4 0 0 1 2 1 0 0 0 0 0

“ocho o nueve” 0 0 0 0 0 0 0 0 0 3 0

SUMA 61 28 17 15 21 10 14 8 5 29 4

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“por ningún caso” 4 0 1 0 0 1 0 0 5 0 2

DQA MD0 DQ PyS NE PJ CT SB BU BT

“de suerte... que” 58 30 11 2 13 2 36 20 33 20

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“es cierto” 11 0 1 0 0 0 2 0 10 3 2

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“llegada la” 3 0 0 0 0 0 0 0 0 7 0

“llegado el“ 4 0 0 2 4 1 0 0 0 0 0

“venida la” 5 0 1 0 0 0 0 0 0 3 0

“venido el” 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 4

SUMA 12 0 1 2 4 1 0 0 0 10 4

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Las expresiones "no menos", "no menos… que…" las utilizaAvellaneda a las primeras de cambio, si bien no puede decirse queconstituyan un tic, ni que sean privativas suyas. Y no deja de sercurioso que sólo lo haga hasta el Cap. 18 (de 36):

“no menos… que…" = "tan… como…"* no menos invidiados que verdaderos (servicios).* no menos moderno que verdadero (historiador).* no menos importunos que justos (ruegos).* no menos necio que impertinente (libro).* no menos estraña que peligrosa (batalla).* no menos fabulosos que perjudiciales (libros).* no menos ligero que el viento (caballo). * no menos ligero de pies que sutil de manos (mozo).

“no menos que" = "igual", "igualmente".* no menos que la dama (gustaba).

“no menos que" = "nada menos que" (admirativo).* no menos que una Diana (puesto los ojos en).

También gusta Avellaneda de los adverbios “sumo”, “suma”, “suma-mente”. No es ello, como vemos en la tabla, privativo de este autor.

Pero estas dos últimas tablas nos permiten un pequeño juego enorden a confirmar lo que proponemos: es la globalidad de los tics loque vale, pues influye el asunto y personajes del libro y, además, unescritor evoluciona con el tiempo (véase Cervantes, por ejemplo).No destacando en ninguna, los números ya no son desfavorablespara Avellaneda si sumamos ambas tablas, los de Cervantes se com-pensan a una media de 19 y se "descuelgan" los autores de Marcos

DQA MD0 DQ PyS NE PJ CT SB BU BT

“sumo/a/mente” 10 1 3 7 5 9 1 4 13 16

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“no menos” 10 1 15 12 20 5 2 20 15 0 8

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de Obregón y La pícara Justina:

También gusta Avellaneda del epíteto “infernal”:* efectos todos tan infernales como su causa (prólogo).* ¡infernal torzón le dé Dios por ello!.* dragón maldito, sierpe de Libia, basilisco infernal.* la infernal visión del manchego.* con una furia infernal.* en otra fragua sino en la infernal que él habita.* salir vitorioso desta infernal tentación.* maldiciendo su… ciega determinación… y a los infernales gustos.* la infernal vida que hasta entonces había tenido.* postre de tan infernales principios.* encomendado sea a las furias infernales.* un tan infernal pescozón.* cortar la cabeza a tan infernal monstruo.

La expresión “a la que” con valor de “cuando” la hemos hallado17 veces en Avellaneda.:

* A la que volvió la cabeza. * a la que volvían a armar a don Quijote.* a la que le entregaron la adarga.* A la que platicaban don Álvaro con don Quijote.* a la que llegaba a la puerta del aposento.* a la que llegó delante della.* a la que descubrió y reconoció… su monasterio.* a la que llegaban a tiro de arcabuz della.* a la que comenzaron a rodear el muro.* a la que iban cruzando la calle.* a la que se entraron por la sala los tres.* a la que salían de casa.* a la que los señores salían della.* a la que estaban en estos dares y tomares.

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“las dos tablas” 20 2 18 19 25 14 3 24 23 13 24

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* a la que alborea.* a la que acababan de cenar.* a la que ensillaban.

Gusta Avellaneda de la lamentación “¡que no debiera!”:* di tres o cuatro sorbiscones, que no debiera, porque...* propuso (que no debiera) …darle… una reprehensión.* qué mal me has pagado… darte alojamiento, que no debiera.* como le vi … cortés... aficionémele, que no debiera.* seguíle, creyendo en sus razones, que no debiera; y...* me llamo Sancho Panza, que no debiera, escudero infeliz del...

Esta expresión sólo la hemos visto una vez en el Persiles.

DQA MDO

tengo de + infinitivo 42 12

en llegando 10 17

en entrando 4 3

en saliendo 2 9

en diciendo 2 2

en oyendo 6 5

en viendo 4 8

en sintiendo 0 1

en acabando 4 4

en comiendo 4 1

en cenando 1 3

en dando 1 0

en cogiendo 0 1

en asiendo 0 1

en soltando 0 0

en poniendo 0 0

en metiendo 0 0

en sacando 1 0

en subiendo 0 1

en bajando 0 0

en cayendo 1 0

SUMA 82 68

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Son varios los especialistas que aceptan que Avellaneda era ara-gonés, entre otras cosas por la asiduidad con que aparecen en DQAconstrucciones “en+gerundio” (en vez de los más usual en castella-no: “al+infinitvo”) y “tener de” (en vez de “haber de”). En la tablaanterior comparamos la asiduidad con que varias de estas construc-ciones se leen en DQA y en MDO del malagueño Vicente Espinel:el resultado no parece responder sino a que la extensión de DQA esun 15% mayor que la de MDO

Otra singularidad de Avellaneda lo constituyen lo que Fdo. Gar-cía Salinero denomina …enumeraciones prolijas, como si un afánexhibicionista de erudición fuese idea obsesiva en Avellaneda. Vea-mos algunas:

—Yo le escribo más largas arengas que las que Catilina hizo al Sena-do de Roma, más heroicas poesías que las de Homero o Virgilio, conmás ternezas que el Petrarca escribió a su querida Laura, y con másagradables episodios que Lucano ni Ariosto pudieron escribir en sutiempo, ni en el nuestro ha hecho Lope de Vega a su Filis, Celia,Lucinda, ni a las demás que tan divinamente ha celebrado; hecho enaventuras un Amadís, en gravedad un Cévola, en sufrimiento unPerianeo de Persia, en nobleza un Eneas, en astucia un Ulises, enconstancia un Belisario y en derramar sangre humana un bravo CidCampeador (Cap. 2).—Ve aquí vuesa merced, señor don Álvaro, uno de los mejores caba-llos que a duras penas se podrían hallar en todo el mundo: no hayBucéfalo, Alfana, Seyano, Babieca ni Pegaso que se le iguale (Cap. 3). —Juro, por el orden de caballería que recebí, que… estoy por volver allugar y desafiar a singular batalla, no solamente al cura, sino a cuantoscuras, vicarios, sacristanes, canónigos, arcedianos, deanes, chantres,racioneros y beneficiados tiene toda la Iglesia Romana, Griega y Latina;y a todos cuantos barberos, médicos, cirujanos y albéiteres militan deba-jo de la bandera de Esculapio, Galeno, Hipócrates y Avicena (Cap. 4).—¡Oh Sancho! —dijo don Quijote—, ¿cuánta gente es la que viene?¿Viene un escuadrón volante o viene por tercios? ¿Cuánta es la arti-llería, corazas y morriones que traen, y cuántas compañías de fleche-ros? Los soldados, ¿son viejos o bisoños? ¿Están bien pagados? ¿Hay

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hambre o peste en el ejército? ¿Cuántos son los alemanes, tudescos,franceses, españoles, italianos y esguízaros? ¿Cómo se llaman losgenerales, maeses de campo, prebostes y capitanes de campaña?¡Presto, Sancho, presto, dilo! Que importa para que, conforme a lagente, hagamos en este grande prado trincheas, fosos, contrafosos,rebellines, plataformas, bestiones, estacadas, mantas y reparos paraque dentro les echemos naranjas y bombas de fuego, disparando todosa un tiempo nuestra artillería, y primero las piezas que están llenas declavos y medias balas, porque éstas hacen grande efeto al primeroímpetu y asalto (Cap. 5).—¡Ah, señor caballero, y si supieseis quién soy...! Sin duda os move-ría a grandísima lástima, porque habéis de saber que en profesión soyteólogo; en órdenes, sacerdote; en filosofía, Aristóteles; en medicina,Galeno; en cánones, Ezpilcueta; en astrología, Ptolomeo; en leyes,Curcio; en retólica, Tulio; en poesía, Homero; en música, Enfión.Finalmente, en sangre, noble; en valor, único; en amores, raro; enarmas, sin segundo, y en todo, el primero (Cap. 36).

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¿AVELLANEDA, CLÉRIGO?

MUCHOS especialistas afirman que Avellaneda sentía parti-cular devoción por el Rosario, pero ha de notarse que lamayoría de alusiones se concentran en la segunda de las

novelitas intermedias (Caps. 17 a 20), de elevado tono religioso, yen el comentario que la sigue (Cap. 21):

* ir a misa con su rosario en las manos (Cap. 1).* tomando su capa y rosario, se fue a oírlas (Cap. 1).* mayordomo del Rosario (Cap. 3).* a procesión del Rosario (Cap. 3).* una Madre de Dios que tiene dos varas en alto, con un gran

rosario (Cap. VIII).* el retablo del Rosario (Cap. 23).* mayordomo del Rosario (Cap. 35).* con el… rosario, de quien siempre había sido devotísima (Nov. 2).* vuestro santísimo rosario (Nov. 2).* su santísimo rosario (Nov. 2).* su sanctísimo rosario (Nov. 2).* un grueso rosario al cuello (Nov. 2) .* fiestas, solemnidades y rosarios (Nov. 2).* estuvo pasando el santísimo rosario (Nov. 2).* devoción del rosario (Nov. 2).* devoción del santísimo rosario (Nov. 2).* devoción de su benditísimo rosario (Nov. 2).* celestial poder del rosario (Nov. 2).* rezo del santo rosario (Nov. 2).* alabanzas del santísimo rosario (Nov. 2).* el mismo medio que ella, del santísimo rosario (Nov. 2).* cuyo rosario nunca se le cayó de las manos (Nov. 2).* con rosario y horas en la faltriquera (Nov. 2).* A la Virgen bendita del Rosario debo (Nov. 2).* predicación de su santo rosario (Nov. 2).

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* devoción del santo rosario (Nov. 2).* uso y devoción del rosario… trayendo visiblemente el rosa-

rio… la santa cofradía del Rosario (agrupamos estos pasajes delCap. 21 por referirse al comentario de uno de los canónigos).

De modo que sólo 7 veces se lee “rosario” fuera de la Nov. 2, yexento de los adjetivos allí empleados. Las mismas veces se lee enDQ, 14 en La pícara Justina y 10 en Marcos de Obregón.

También se ha conjeturado que Avellaneda debía ser dominico,además de por lo del Rosario, por la simpatía que muestra hacia laorden de Santo Domingo, pero puede decirse lo mismo que antes:

* se había entrado religioso dominicano (Nov. 1)* un sermón en un templo de padres de Santo Domingo… Tras

esto, se fue a Santo Domingo… sermón que acaso oyó a un religio-so dominico (agrupamos estos pasajes de la Nov. 2 por referirse almismo hecho).

No ha de descartarse la idea de un Avellaneda clérigo (muchos lite-ratos de aquel tiempo lo eran), pero buscar únicamente entre ellos, yaun más entre dominicos, podría conducir a un callejón sin salida.Baste considerar lo que de este asunto opinó mosén Serra Vilaró:

Que Avellaneda era hombre de cultura eclesiástica es cosa que aun sindotes de crítico se puede adivinar, por la manera como trata los asun-tos propios del sacerdote y del culto; mas, que fuera religioso…, nocomprendo que se pueda deducir de su lectura. Algunos se apoyaránen la virtud milagrosa que atribuye al santo Rosario; por mi parte, enel cuento de Los felices amantes no sé ver otra cosa que una sátiracontra aquellos propagadores de milagros que ponían la Omnipoten-cia al servicio de las más bajas pasiones.

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PISTAS HACIA AVELLANEDA

PARA localizar a Alonso Fernández de Avellaneda evitandoseguir una pista falsa no ha descartarse nada, no hay que fiar-se de nada. En nuestra opinión, el candidato debe dar cum-

plimiento al mayor número posible de las siguientes variables:a) Avellaneda es bastante más joven que Cervantes.b) Avellaneda siente verdadera antipatía hacia Cervantes.c) Avellaneda está al corriente de noticias, batallitas y rumores

injuriosos entre literatos de la Corte. d) Avellaneda tiene una sólida formación.e) Avellaneda tiene juicio crítico: no resta mérito a otras obras de

Cervantes, y juzga que en DQ-I no sacó todo el partido posible a susprincipales personajes.

f) Avellaneda, por venganza personal, o por demostrarse algo a símismo, decide escribir su propio Quijote; y elige el momento en quemás daño económico puede causar a Cervantes, y moral, pues loslectores podrán hacer comparaciones.

g) Avellaneda se vería obligado a apartarse de su registro comoescritor por no ser de su invención el tema principal ni la caracteri-zación de los personajes (que, además, exagera para, en su opinión,mejorarlos).

Menos seguro nos parece lo siguiente.De los Preliminares de DQA:h) Avellaneda dispone de medios económicos para financiar la edi-

ción de su DQA, quizá aportados “a fondo perdido” por un tercero.i) Avellaneda es admirador de Lope de Vega, si ya no amigo.j) Avellaneda, en lo personal, se siente ofendido por Cervantes,

que le habría aludido en DQ-I.k) Avellaneda podía ser reconocido por el empleo de algún seu-

dónimo y, quizá, otros detalles.l) Avellaneda, sabiendo bien Cervantes a quién habría aludido en

DQ-I, no tuvo reparo en descubrírsele en el prólogo de DQA.

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De la respuesta de Cervantes:m) Cervantes, por no mostrarse demasiado ofendido ante sus lec-

tores, fingió ignorar la personalidad de Avellaneda, de quien se limi-ta a decir que debía ser aragonés; pero no en el prólogo, donde másprocedía.

n) Cervantes pudo dejar algún paquete para Avellaneda; y no paramostarle conocer su identidad, siendo obvio para ambos (según l ym). El paquete puede aparecer en cualquier lugar de DQ-II, no nece-sariamente en el prólogo. Es posible que Cervantes alterase la redac-ción y montaje, hasta el punto de dedicarle un capítulo específico.

En fin, todo lo que hemos escrito hasta aquí son las inevitablesreflexiones que, como quijotistas, en algún momento nos hemoshecho. Como dijimos en nuestra Advertencia, este asunto nunca noshabía interesado. Ni ése ni otros: que hay en DQ y en la propia bio-grafía de Cervantes varias cosillas de aquellas que a gritos estándiciendo: Peor es meneallo.

No es que diésemos el problema por irresoluble: si Avellanedaescribió más obras en prosa y de cierta extensión, tarde o tempranoalguien logrará desenmascararle. Y quizá nos llevemos todos unasorpresa mayúscula. Pero, al menos para nosotros, el misterio deAvellaneda, aunque enormemente atractivo, quedaba liquidado conaquel fatalista …no más conjeturas.

Pero ya dice un refran: Una piensa el bayo y otra el que lo ensi-lla, o en palabras de Jerónimo de Pasamonte: ¡Oh, secretos de Dios!

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JERÓNIMO DE PASAMONTE

HACE unos meses apareció en los quioscos de prensa unaHistoria de la Literatura la típica colección por fascículos.Los dos primeros estaban dedicados a Miguel de Cervan-

tes, y en uno de ellos leímos lo siguiente:

Recientemente, Martín de Riquer ha demostrado que el autor de eseQuijote apócrifo era un tal Jerónimo de Pasamonte, a quien Cervanteshabía caricaturizado en la primera parte de su obra con la figura deGinés de Pasamonte.

¡Vaya sorpresa! Estabamos al corriente de que desde mediadosdel siglo XX varios especialistas habían sugerido que cuando Cer-vantes dio nombre a aquel galeote del Cap. I-22 bien pudo venirle alas mientes el de Jerónimo de Pasamonte, un soldado aragonés queantes de sus 18 años de cautiverio (1574-92) había seguido una tra-yectoria militar paralela a la de Cervantes (Lepanto, Navarino,Túnez) y que había dejado escritas unas memorias que abarcabanhasta 1603; pero ni las habíamos leído ni sabíamos que se hubiesedemostrado fuese el autor de DQA.

A decir verdad, siempre habíamos pensado que aquella alusión nopasaba de ser un detalle de Cervantes hacia un viejo camarada, quepodría presumir ante sus amistades mostrando el libro y diciendo:Éste Ginés soy yo; que el autor y yo fuimos camaradas.

En cuanto a personajes reflejados en DQ-I, con o sin seudónimos,alguno más hay, incluso sin salir del Cap. I-22: ¿Quién hay detrás deaquel otro galeote de veinte y cuatro años… natural de Piedrahita?¿Quién detrás del condenado por burlador y que iba en hábito deestudiante, …muy grande hablador y muy gentil latino? Y antes deaquí, en el Cap. I-19, ¿quién es aquel Alonso López… de Alcobendasque cojea y confiesa que …aunque denantes dije que yo era licen-ciado, no soy sino bachiller?

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Por otro lado, ya antes expresamos nuestra reticencia en cuanto asólo leer sinónomos voluntarios como “seudónimos”. Aun admitién-dolo, no tiene por qué aplicarse a Avellaneda. Puede que éste sóloprotestase de que Cervantes los empleara con otros. Volveremos alos sinónomos voluntarios más adelante.

Pero que Avellaneda resultase ser un oscuro soldado constituiríala sorpresa mayúscula que predecíamos. Además, sería aragonés, deacuerdo con el soplo de Cervantes. Picados por la curiosidad, aca-bamos localizando un librito titulado Cervantes Pasamonte y Ave-lleneda efectivamente escrito por Martín de Riquer (Edit. Sirmio,Barcelona, 1988). Casi al mismo tiempo logramos hacernos con laahora imprescindible Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte,contenida en el tomo Autobiografías de soldados publicado por laBiblioteca de Autores Españoles (BAE) en 1956.

Por esta singular vía, sin ninguna idea preconcebida, sin comerloni beberlo, como suele decirse, entramos en aquel asunto que evi-denciaba ser tan resbaladizo y del que habíamos decidido despreo-cuparnos. ¡Maldita curiosidad!

* * *

Resumiremos muy brevemente el contenido de las memorias deJerónimo de Pasamonte (1553-16??):

Arrancan con recuerdos de accidentes y enfermedades sufridos ensu infancia que le llevan varias veces a las puertas de la muerte (unaconstante en sus memorias es presentarse como alguien que vive demilagro). Sus problemas de visión le hacen abandonar la idea de cur-sar estudios religiosos. En muy pocos capítulos y muy superficial-mente narra su etapa como soldado (se alistó con 18 años), partici-pando en las acciones de Lepanto, Navarino y Túnez, donde quedó deguarnición para caer en manos de los turcos al año siguiente. Másdetalladamente relata episodios de su largo cautiverio de 18 años(1574-1592) y de su vida en Italia, donde se había establecido.

Las memorias alcanzan hasta diciembre de año 1603, sin que setenga de él otra noticia más allá de la fecha (26 de enero de 1605) enque desde Capua, con casi 52 años, firma la dedicatoria de su manus-

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crito. Las mejores páginas son las que dedicó a su etapa de cautive-rio, donde se nos presenta arrojado e inquieto, planificador de fugas,temido y respetado por sus amos, líder de sus compañeros, entre losque no faltan tibios y traidores que anulan sus planes. Esta parte es laque habría de servirle en su propósito, ya rescatado, de buscar colo-cación fuera de la milicia. A tal efecto anduvo por España en el perio-do 1593-95 y visitó Madrid en un par de ocasiones con sus memoriasde cautivo bajo el brazo. Se trasluce del texto que las personas aquien se dirigió no le prestaron atención, le entretuvieron inútilmen-te y, finalmente, acabaron quitándoselo de encima, como suele decir-se. De vuelta a Italia y a la milicia, Pasamonte logró obtener unaplaza de residente en Nápoles, donde se casó en 1599. Los últimoscapítulos están dedicados a describir las infinitas penalidades quepadece por la persecución de que es (o cree ser) objeto por las malasartes de sus suegros. En esa época se muestra como un neuróticorefugiado en encendido fervor religioso, al punto de dirigir el manus-crito de sus memorias a autoridades eclesiásticas para que alguienpusiese remedio a los tantos daños que hay entre católicos (brujería,prostitución, envenenamientos…) que Pasamonte denunciaba por serla ruina de toda la cristiandad. Y apuntaba, tocando en arbitrista, lasolución: que la iglesia amenazase con la excomunión a los que ten-gan y oigan a malos ángeles… ¡Oh doctores sagrados!, poned elremedio en nuestros católicos, que veo el mundo perdido… y no quie-ro decir la causa, porque todos los religiosos no son santos.

Pasamonte no tuvo intención de publicar sus memorias. Unbachiller se encargó de pasar a limpio el manuscrito, y cuando lollevó a encuadernar llegó noticia de ello a la Inquisición, que loincautó y retuvo varios meses. Hoy se encuentra, sin título, en laBbtca. Ncal. de Nápoles y ha sido editado al menos dos veces bajoel título de Vida y trabajos de…

No hay constancia de que Cervantes y Pasamonte llegaran a tra-tarse, pero es posible que así fuese entre 1571 y 1573, particular-mente en las acciones de Navarino (1572) y Túnez (1573), dondePasamonte quedó de guarnición. En la batalla de Lepanto, ademásde embarcar en distinto lugar, participaron en distintas formacionesde galeras, resultando indemne Pasamonte, pero no así Cervantes,

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que hubo de convalecer de serias heridas. Ha de descartarse que seencontrasen durante sus respectivos cautiverios (Cervantes en Argelentre 1575-1580). Luego, no es imposible que entre 1593 y 1595 seencontrasen en Madrid en ocasión de alguna de las visitas que hicie-ron.

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GINÉS DE PASAMONTE

E STE personaje aparece en DQ-I y DQ-II. Pasamos a reflejarlos pasajes en que interviene, incluyendo los relativos al roboy hallazgo del asno de Sancho Panza que, como es bien sabi-

do, se incluyeron en la segunda ed. de DQ-I dentro de los Caps. 23y 30.

Cap. I-22Tras todos éstos venía un hombre de muy buen parecer, de edad detreinta años, sino que al mirar metía el un ojo en el otro un poco. Veníadiferentemente atado que los demás, porque traía una cadena al pie,tan grande, que se la liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la gar-ganta, la una en la cadena, y la otra de las que llaman guarda amigo opie de amigo, de la cual decendían dos hierros que llegaban a la cin-tura, en los cuales se asían dos esposas, donde llevaba las manos,cerradas con un grueso candado, de manera que ni con las manospodía llegar a la boca, ni podía bajar la cabeza a llegar a las manos.Preguntó don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisionesmás que los otros. Respondiole la guarda: porque tenía aquel solo másdelitos que todos los otros juntos; y que era tan atrevido y tan grandebellaco, que aunque le llevaban de aquella manera, no iban segurosdél, sino que temían que se les había de huir.—¿Qué delitos puede tener —dijo don Quijote—, si no han merecidomás pena que echalle a las galeras?—Va por diez años —replicó la guarda—, que es como muerte cevil.No se quiera saber más sino que este buen hombre es el famoso Ginésde Pasamonte, que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla.—Señor comisario —dijo entonces el galeote—, váyase poco a poco,y no andemos ahora a deslindar nombres y sobrenombres; Ginés mellamo, y no Ginesillo, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Parapilla,como voacé dice; y cada uno se dé una vuelta a la redonda, y no harápoco.—Hable con menos tono —replicó el comisario—, señor ladrón de

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más de la marca, si no quiere que le haga callar, mal que le pese. —Bien parece —respondió el galeote—, que va el hombre como Dioses servido; pero algún día sabrá alguno si me llamo Ginesillo de Para-pilla o no.—Pues ¿no te llaman ansí, embustero? —dijo la guarda.—Sí llaman —respondió Ginés—; mas yo haré que no me lo llamen, ome las pelaría donde yo digo entre mis dientes. Señor caballero, si tienealgo que darnos, dénoslo ya, y vaya con Dios, que ya enfada con tantoquerer saber vidas ajenas; y si la mía quiere saber, sepa que yo soy Ginésde Pasamonte, cuya vida esta escrita por estos pulgares.—Dice verdad —dijo el comisario—; que el mesmo ha escrito su his-toria, que no hay más, y deja empeñado el libro en la cárcel en docien-tos reales.—Y le pienso quitar —dijo Ginés—, si quedara en docientos ducados.—¿Tan bueno es? —dijo don Quijote. —Es tan bueno —respondió Ginés—, que mal año para Lazarillo de Tor-mes y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren. Loque le sé decir a voacé es que trata verdades, y que son verdades tan lin-das y tan donosas, que no pueden haber mentiras que se le igualen.—Y ¿cómo se intitula el libro? —preguntó don Quijote.—La vida de Ginés de Pasamonte —respondió el mismo.—Y ¿está acabado? —preguntó don Quijote.—¿Cómo puede estar acabado —respondió él—, si aún no está aca-bada mi vida? Lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta elpunto que esta última vez me han echado en galeras. —Luego ¿otra vez habéis estado en ellas? —dijo don Quijote.—Para servir a Dios y al rey, otra vez he estado cuatro años, y ya sé aqué sabe el bizcocho y el corbacho —respondió Ginés—; y no me pesamucho de ir a ellas, porque allí tendré lugar de acabar mi libro; que mequedan muchas cosas que decir, y en las galeras de España hay mássosiego de aquel que sería menester, aunque no es menester mucho máspara lo que yo tengo de escribir, porque me lo sé de coro.—Hábil pareces —dijo don Quijote. —Y desdichado —respondió Ginés—, porque siempre las desdichaspersiguen al buen ingenio.—Persiguen a los bellacos —dijo el comisario.

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—Ya le he dicho, señor comisario —respondió Pasamonte—, que sevaya poco a poco; que aquellos señores no le dieron esa vara para quemaltratase a los pobretes que aquí vamos, sino para que nos guiase yllevase adonde su Majestad manda. Si no, ¡por vida de…, basta!; quepodría ser que saliesen algún día en la colada las manchas que sehicieron en la venta; y todo el mundo calle, y viva bien, y hable mejor,y caminemos, que ya es mucho regodeo éste.Alzó la vara en alto el comisario para dar a Pasamonte, en respuestade sus amenazas, mas don Quijote se puso en medio y le rogó que nole maltratase, pues no era mucho que quien llevaba tan atadas lasmanos tuviese algún tanto suelta la lengua…

Luego de esto don Quijote exige a los guardas que liberen a losgaleotes. El comisario se mofa de don Quijote, el cual le propina unalanzada y da con él en el suelo. Se organiza una trifulca que los gale-otes aprovechan para desatarse.

…Ayudó Sancho, por su parte, a la soltura de Ginés de Pasamonte,que fue el primero que saltó en la campaña, libre y desembarazado; yarremetiendo al comisario caído, le quitó la espada y la escopeta, conla cual, apuntando al uno y señalando al otro, sin disparalla jamás, noquedó guarda en todo el campo, porque se fueron huyendo, así de laescopeta de Pasamonte como de las muchas pedradas que los ya suel-tos galeotes les tiraban.

Liberados los galeotes, don Quijote les pide que se encaminen alToboso y cuenten a Dulcinea la hazaña que ha protagonizado.

Respondió por todos Ginés de Pasamonte, y dijo:—Lo que vuestra merced … puede hacer, y es justo que haga, es mudarese servicio y montazgo de la señora Dulcinea del Toboso en alguna can-tidad de avemarías y credos que nosotros diremos por la intención devuestra merced, y ésta es cosa que se podrá cumplir de noche y de día,huyendo o reposando, en paz o en guerra; pero pensar que hemos de vol-ver ahora a las ollas de Egipto, digo, a tomar nuestra cadena, y a poner-nos en camino del Toboso, es pensar que es ahora de noche, que aún no

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son las diez del día, y es pedir a nosotros eso como pedir peras al olmo. —Pues, ¡voto a tal —dijo don Quijote, ya puesto en cólera—, don hijode la puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os llamáis, que habéis deir vos solo, rabo entre piernas, con toda la cadena a cuestas!Pasamonte, que no era nada bien sufrido, …viéndose tratar de aquellamanera, hizo del ojo a los compañeros; y… comenzaron a llover tantaspiedras sobre don Quijote, que…dieron con él en el suelo… Quitáron-le una ropilla que traía sobre las armas, y las medias calzas le queríanquitar, si las grebas no lo estorbaran. A Sancho le quitaron el gabán, ydejándole en pelota, repartiendo entre sí los demás despojos de la bata-lla, se fueron cada uno por su parte, con más cuidado de escaparse de lahermandad que temían, que de cargarse de la cadena e ir a presentarseante la señora Dulcinea del Toboso.

Cap.I-23 (de la segunda ed.)Aquella noche llegaron a la mitad de las entrañas de Sierra Morena,adonde le pareció a Sancho pasar aquella noche, …y así, hicieronnoche entre dos peñas y entre muchos alcornoques. Pero la suertefatal… ordenó que Ginés de Pasamonte, el famoso embustero yladrón, que de la cadena, por virtud y locura de don Quijote, habíaescapado, llevado del miedo de la Santa Hermandad, de quien conjusta razón temía, acordó de esconderse en aquellas montañas, y lle-vóle su suerte y su miedo a la misma parte donde había llevado a donQuijote y a Sancho Panza, a hora y tiempo que los pudo conocer y apunto que los dejó dormir; y como siempre los malos son desagrade-cidos, y la necesidad sea ocasión de acudir a lo que no se debe, y elremedio presente venza a lo por venir, Ginés, que no era ni agradeci-do ni bien intincionado, acordó de hurtar el asno a Sancho Panza, nocurándose de Rocinante, por ser prenda tan mala para empeñada comopara vendida. Dormía Sancho; hurtóle su jumento y antes que amane-ciese se halló bien lejos de poder ser hallado.

Cap.I-30 (de la segunda ed.)Mientras esto pasaba, vieron venir por el camino donde ellos iban a unhombre caballero sobre un jumento, y cuando llegó cerca les parecíaque era gitano; pero Sancho Panza… apenas hubo visto al hombre

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cuando conoció que era Ginés de Pasamonte; y por el hilo del gitanosacó el ovillo de su asno, como era la verdad, pues era el rucio sobreque Pasamonte venía; el cual, por no ser conocido, y por vender elasno, se había puesto en traje de gitano, cuya lengua, y otras muchas,sabía hablar como si fueran naturales suyas. Viole Sancho y conoció-le; y apenas le hubo visto y conocido, cuando a grandes voces le dijo: —¡Ah, ladrón Ginesillo! ¡Deja mi prenda, suelta mi vida, no te empa-ches con mi descanso, deja mi asno, deja mi regalo! ¡Huye, puto;auséntate ladrón, y desampara lo que no es tuyo! No fueran menester tantas palabras ni baldones, porque a la primerasaltó Ginés, y tomando un trote que parecía carrera, en un punto seausentó y alejó de todos.

Cap. II-4—A lo que el señor Sansón dijo que se deseaba saber quién, o cómo, ocuándo se me hurtó el jumento, respondiendo digo: que la noche mismaque huyendo de la Santa Hermandad nos entramos en Sierra Morena,después de la aventura sin ventura de los galeotes, y de la del difuntoque llevaban a Segovia, mi señor y yo nos metimos entre una espesuraadonde mi señor, arrimado a su lanza, y yo sobre mi rucio, molidos ycansados de las pasadas refriegas, nos pusimos a dormir como si fuerasobre cuatro colchones de pluma; especialmente yo dormí con tan pesa-do sueño, que quienquiera que fue tuvo lugar de llegar y suspendermesobre cuatro estacas que puso a los cuatro lados de la albarda, de mane-ra que me dejó a caballo sobre ella y me sacó debajo de mí al rucio, sinque yo lo sintiese.—Amaneció —prosiguió Sancho—; y apenas me hube estremecido,cuando, faltando las estacas, di conmigo en el suelo una gran caída,miré por el jumento y no le vi, acudiéronme lágrimas a los ojos y hiceuna lamentación, que si no la puso el autor de nuestra historia, puedehacer cuenta que no puso cosa buena. Al cabo de no sé cuántos días,viniendo con la señora princesa Micomicona, conocí mi asno, y quevenía sobre él en habito de gitano aquel Ginés de Pasamonte, aquelembustero y grandísimo maleador que quitamos mi señor y yo de lacadena.

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Cap. II-25Y… en esto entró por la puerta de la venta un hombre todo vestido decamuza, medias, greguescos y jubón, y con voz levantada dijo:—Señor huésped, ¿hay posada? Que viene aquí el mono adivino y elretablo de la libertad de Melisendra.—¡Cuerpo de tal! —dijo el ventero—. ¿Que aquí está el señor masePedro? Buena noche se nos apareja.Olvidábaseme de decir como el tal mase Pedro traía cubierto el ojoizquierdo y casi medio carrillo con un parche de tafetán verde, señalque todo aquel lado debía de estar enfermo; y el ventero prosiguiódiciendo:—Sea bien venido vuesa merced, señor mase Pedro; ¿adónde está elmono y el retablo, que no los veo?—Ya llegan cerca —respondió el todo camuza—, sino que yo me headelantado a saber si hay posada.—Al mismo duque de Alba se la quitara para dársela al señor masePedro —respondió el ventero—; llegue el mono y el retablo, quegente hay esta noche en la venta que pagará el verle y las habilidadesdel mono.—Sea en buenora —respondió el del parche—, que yo moderaré elprecio, y con sola la costa me daré por bien pagado; y yo vuelvo ahacer que camine la carreta, donde viene el mono y el retablo.Y luego se volvió a salir de la venta.Preguntó luego don Quijote al ventero qué mase Pedro era aquél, yqué retablo y qué mono traía. A lo que respondió el ventero:—Este es un famoso titerero que ha muchos días que anda por estaMancha de Aragón…, se cree que … está riquísimo; y es hombregalante, como dicen en Italia, y bon compaño, y dase la mejor vida delmundo; habla más que seis y bebe más que doce, todo a costa de sulengua y de su mono y de su retablo.En esto, volvió maese Pedro, y… apenas le vio don Quijote, cuandole preguntó:—Dígame vuesa merced, señor adivino, ¿qué peje pillamo?, ¿qué hade ser de nosotros?; y vea aquí mis dos reales....Y, dando con la mano derecha dos golpes sobre el hombro izquierdo,en un brinco se le puso el mono en él, y, llegando la boca al oído, daba

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diente con diente muy a priesa; y, habiendo hecho este ademán porespacio de un credo, de otro brinco se puso en el suelo; y al punto congrandísima priesa se fue maese Pedro a poner de rodillas ante donQuijote, y abrazándole las piernas dijo:—Estas piernas abrazo, bien así como si abrazara las dos colunas deHércules, ¡oh resucitador insigne de la ya puesta en olvido andantecaballería, oh no jamás como se debe alabado caballero don Quijotede la Mancha, ánimo de los desmayados, arrimo de los que van a caer,brazo de los caídos, báculo y consuelo de todos los desdichados!...—Mira, Sancho, yo he considerado bien la estraña habilidad destemono, y hallo por mi cuenta que sin duda este maese Pedro, su amo,debe de tener hecho pacto, tácito o espreso, con el demonio.—Si el patio es espeso y del demonio —dijo Sancho—, sin duda debede ser muy sucio patio; pero ¿de qué provecho le es al tal maese Pedrotener esos patios?—No me entiendes, Sancho; no quiero decir sino que debe de tenerhecho algún concierto con el demonio, de que infunda esa habilidad enel mono, con que gane de comer, y después que esté rico le dará sualma, que es lo que este universal enemigo pretende; y háceme creeresto el ver que el mono no responde sino a las cosas pasadas o presen-tes, y la sabiduría del diablo no se puede estender a más, que las porvenir no las sabe, si no es por conjeturas, y no todas veces; que a soloDios está reservado conocer los tiempos y los momentos, y para Él nohay pasado ni porvenir, que todo es presente; y siendo esto así, como loes, está claro que este mono habla con el estilo del diablo, y estoy mara-villado como no le han acusado al Santo Oficio…Estando en esto, llegó maese Pedro a buscar a don Quijote y decirle queya estaba en orden el retablo, que su merced viniese a verle porque lomerecía; don Quijote le comunicó su pensamiento y le rogó preguntaseluego a su mono le dijese si ciertas cosas que había pasado en la cuevade Montesinos habían sido soñadas o verdaderas, porque a él le parecíaque tenían de todo. A lo que maese Pedro, sin responder palabra, volvióa traer el mono, y puesto delante de don Quijote y de Sancho, dijo:—Mirad, señor mono, que este caballero quiere saber si ciertas cosasque le pasaron en una cueva llamada de Montesinos, si fueron falsas,o verdaderas.

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Y, haciéndole la acostumbrada señal, el mono se le subió en el hom-bro izquierdo, y hablándole al parecer en el oído, dijo luego maesePedro:—El mono dice que parte de las cosas que vuesa merced vio o pasóen la dicha cueva son falsas, y parte verisímiles, y que esto es lo quesabe, y no otra cosa, en cuanto a esta pregunta; y que si vuesa mercedquisiere saber más, que el viernes venidero responderá a todo lo quese le preguntare; que por ahora se le ha acabado la virtud, que no levendrá hasta el viernes, como dicho tiene.—¿No lo decía yo —dijo Sancho— que no se me podía asentar quetodo lo que vuesa merced, señor mío, ha dicho de los acontecimientosde la cueva era verdad, ni aun la mitad? —Los sucesos lo dirán, Sancho —respondió don Quijote—; que eltiempo, descubridor de todas las cosas, no se deja ninguna que no lasaque a la luz del sol, aunque esté escondida en los senos de la tierra;y por ahora baste esto, y vámonos a ver el retablo del buen maesePedro, que para mí tengo que debe de tener alguna novedad.

Cap. II-26—Eso no —dijo a esta sazón don Quijote—; en esto de las campanasanda muy impropio maese Pedro, porque entre moros no se usan cam-panas, sino atabales y un género de dulzainas que parecen nuestraschirimías; y esto de sonar campanas en Sansueña sin duda que es ungran disparate.Lo cual oído por maese Pedro, cesó el tocar, y dijo:—No mire vuesa merced en niñerías, señor don Quijote, ni quiera lle-var las cosas tan por el cabo, que no se le halle. ¿No se representanpor ahí casi de ordinario mil comedias llenas de mil impropiedades ydisparates, y con todo eso, corren felicísimamente su carrera y seescuchan, no sólo con aplauso, sino con admiración y todo? Prosigue,muchacho, y deja decir; que como yo llene mi talego, siquiera repre-sente más impropiedades que tiene átomos el sol.—Así es la verdad —replicó don Quijote.Y el muchacho dijo:—Miren cuánta y cuán lucida caballería sale de la ciudad en sigui-miento de los dos católicos amantes, cuántas trompetas que suenan,

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cuántas dulzainas que tocan y cuántos atabales y atambores queretumban; témome que los han de alcanzar y los han de volver atadosa la cola de su mismo caballo, que sería un horrendo espetáculo.Viendo y oyendo, pues, tanta morisma y tanto estruendo don Quijote,pareciole ser bien dar ayuda a los que huían, y levantándose en pie, envoz alta dijo:—No consentiré yo que en mis días y en mi presencia se le hagasuperchería a tan famoso caballero y a tan atrevido enamorado comodon Gaiferos. ¡Deteneos, mal nacida canalla, no le sigáis ni persigáis;si no, conmigo sois en la batalla!Y diciendo y haciendo, desenvainó la espada, y de un brinco se pusojunto al retablo, y con acelerada y nunca vista furia comenzó a llovercuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a unos, descabezandoa otros, estropeando a éste, destrozando a aquél, y entre otros muchos,tiró un altibajo tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agaza-pa, le cercenara la cabeza con más facilidad que si fuera hecha de masade mazapán. Daba voces maese Pedro, diciendo:—Deténgase vuesa merced, señor don Quijote, y advierta que estosque derriba, destroza y mata no son verdaderos moros, sino unas figu-rillas de pasta; ¡mire, pecador de mí, que me destruye y echa a perdertoda mi hacienda!Mas no por esto dejaba de menudear don Quijote cuchilladas, mando-bles, tajos y reveses como llovidos… Hecho, pues, el general destro-zo del retablo, sosegóse un poco don Quijote y dijo:—Quisiera yo tener aquí delante en este punto todos aquellos que nocreen ni quieren creer de cuánto provecho sean en el mundo los caba-lleros andantes; miren si no me hallara yo aquí presente qué fuera delbuen don Gaiferos y de la hermosa Melisendra; a buen seguro que estafuera ya la hora que los hubieran alcanzado estos canes y les hubieranhecho algún desaguisado. En resolución, ¡viva la andante caballeríasobre cuantas cosas hoy viven en la tierra!—Viva en hora buena —dijo a esta sazón con voz enfermiza maesePedro—, y muera yo, pues soy tan desdichado que puedo decir con elrey don Rodrigo:

Ayer fui señor de España,y hoy no tengo una almena

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que pueda decir que es míaNo ha media hora, ni aun un mediano momento, que me vi señor dereyes y de emperadores, llenas mis caballerizas y mis cofres y sacosde infinitos caballos y de innumerables galas, y agora me veo desola-do y abatido, pobre y mendigo, y, sobre todo, sin mi mono, que a feque primero que le vuelva a mi poder me han de sudar los dientes, ytodo por la furia mal considerada deste señor caballero, de quien sedice que ampara pupilos y endereza tuertos, y hace otras obras carita-tivas, y en mí sólo ha venido a faltar su intención generosa; que seanbenditos y alabados los cielos allá donde tienen más levantados susasientos. En fin, el Caballero de la Triste Figura había de ser aquel quehabía de desfigurar las mías.Enternecióse Sancho Panza con las razones de maese Pedro, y díjole:—No llores, maese Pedro, ni te lamentes, que me quiebras el corazón;porque te hago saber que es mi señor don Quijote tan católico y escru-puloso cristiano, que si él cae en la cuenta de que te ha hecho algún agra-vio, te lo sabrá y te lo querrá pagar y satisfacer con muchas ventajas.—Con que me pagase el señor don Quijote alguna parte de las hechu-ras que me ha deshecho, quedaría contento, y su merced aseguraría suconciencia, porque no se puede salvar quien tiene lo ajeno contra lavoluntad de su dueño y no lo restituye.—Así es —dijo don Quijote—; pero hasta ahora yo no sé que tenganada vuestro, maese Pedro.—¿Cómo no? —respondió maese Pedro—. Y estas reliquias que estánpor este duro y estéril suelo, ¿quién las esparció y aniquiló sino lafuerza invencible dese poderoso brazo? Y ¿cúyos eran sus cuerpossino míos? Y ¿con quién me sustentaba yo sino con ellos?—Ahora acabo de creer —dijo a este punto don Quijote— lo queotras muchas veces he creído: que estos encantadores que me persi-guen no hacen sino ponerme las figuras como ellas son delante de losojos, y luego me las mudan y truecan en las que ellos quieren. Realy verdaderamente os digo, señores que me oís, que a mí me pareciótodo lo que aquí ha pasado que pasaba al pie de la letra: que Meli-sendra era Melisendra; don Gaiferos, don Gaiferos; Marsilio, Marsi-lio, y Carlo Magno, Carlo Magno. Por eso se me alteró la cólera, ypor cumplir con mi profesión de caballero andante quise dar ayuda y

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favor a los que huían, y con este buen propósito hice lo que habéisvisto; si me ha salido al revés no es culpa mía, sino de los malos queme persiguen; y con todo esto, deste mi yerro, aunque no ha proce-dido de malicia, quiero yo mismo condenarme en costas; vea maesePedro lo que quiere por las figuras deshechas, que yo me ofrezco apagárselo luego en buena y corriente moneda castellana.Inclinósele maese Pedro, diciéndole:—No esperaba yo menos de la inaudita cristiandad del valeroso donQuijote de la Mancha, verdadero socorredor y amparo de todos losnecesitados y menesterosos vagamundos; y aquí el señor ventero yel gran Sancho serán medianeros y apreciadores entre vuesa mercedy mí de lo que valen o podían valer las ya deshechas figuras...Desta manera fue poniendo precio a otras muchas destrozadas figuras,que después los moderaron los dos jueces árbitros, con satisfación delas partes, que llegaron a cuarenta reales y tres cuartillos, y ademásdesto, que luego lo desembolsó Sancho, pidió maese Pedro dos realespor el trabajo de tomar el mono.—Dáselos, Sancho —dijo don Quijote—, no para tomar el mono, sinola mona, y docientos diera yo ahora en albricias a quien me dijera concertidumbre que la señora doña Melisendra y el señor don Gaiferosestaban ya en Francia y entre los suyos.—Ninguno nos lo podrá decir mejor que mi mono —dijo maesePedro—, pero no habrá diablo que ahora le tome; aunque imagino queel cariño y la hambre le han de forzar a que me busque esta noche, yamanecerá Dios, y verémonos.En resolución, la borrasca del retablo se acabó y todos cenaron en pazy en buena compañía a costa de don Quijote, que era liberal en todoestremo...Maese Pedro no quiso volver a entrar en más dimes ni diretes con donQuijote, a quien él conocía muy bien, y así, madrugó antes que el Sol,y cogiendo las reliquias de su retablo y a su mono, se fue también abuscar sus aventuras.

Cap. II-27Entra Cide Hamete, coronista desta grande historia, con estas palabrasen este capítulo: Juro como católico cristiano…; a lo que su traductor

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dice que el jurar Cide Hamete como católico cristiano, siendo él moro,como sin duda lo era, no quiso decir otra cosa sino que así como elcatólico cristiano, cuando jura, jura o debe jurar verdad y decirla en loque dijere, así él la decía, como si jurara como cristiano católico en loque quería escribir de don Quijote, especialmente en decir quién eramaese Pedro y quién el mono adivino que traía admirados todos aque-llos pueblos con sus adivinanzas.Dice, pues, que bien se acordará el que hubiere leído la primera partedesta historia, de aquel Ginés de Pasamonte a quien, entre otros gale-otes, dio libertad don Quijote en Sierra Morena, beneficio que despuésle fue mal agradecido y peor pagado de aquella gente maligna y malacostumbrada. Este Ginés de Pasamonte, a quien don Quijote llamabaGinesillo de Parapilla, fue el que hurtó a Sancho Panza el rucio, quepor no haberse puesto el cómo ni el cuándo en la primera parte, porculpa de los impresores, ha dado en qué entender a muchos, que atri-buían a poca memoria del autor la falta de emprenta. Pero, en resolu-ción, Ginés le hurtó estando sobre él durmiendo Sancho Panza, usan-do de la traza y modo que usó Brunelo cuando, estando Sacripantesobre Albraca, le sacó el caballo de entre las piernas; y después lecobró Sancho, como se ha contado. Este Ginés, pues, temeroso de no ser hallado de la justicia que le bus-caba para castigarle de sus infinitas bellaquerías y delitos, que fuerontantos y tales, que él mismo compuso un gran volumen contándolos,determinó pasarse al reino de Aragón y cubrirse el ojo izquierdo, aco-modándose al oficio de titerero; que esto y el jugar de manos lo sabíahacer por estremo.Sucedió, pues, que de unos cristianos ya libres que venían de Berberíacompró aquel mono, a quien enseñó que en haciéndole cierta señal, sele subiese en el hombro y le murmurase, o lo pareciese, al oído. Hechoesto, antes que entrase en el lugar donde entraba con su retablo y mono,se informaba en el lugar más cercano, o de quien el mejor podía, quécosas particulares hubiesen sucedido en el tal lugar y a qué personas, yllevándolas bien en la memoria, lo primero que hacia era mostrar suretablo, el cual unas veces era de una historia y otras de otra, pero todasalegres y regocijadas y conocidas. Acabada la muestra proponía lashabilidades de su mono, diciendo al pueblo que adivinaba todo lo pasa-

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do y lo presente, pero que en lo de por venir no se daba maña; por larespuesta de cada pregunta pedía dos reales, y de algunas hacia barato,según tomaba el pulso a los preguntantes; y como tal vez llegaba a lascasas de quien él sabía los sucesos de los que en ella moraban, aunqueno le preguntasen nada por no pagarle, él hacia la seña al mono y luegodecía que le había dicho tal y tal cosa, que venía de molde con lo suce-dido; con esto cobraba crédito inefable y andábanse todos tras él; otrasveces, como era tan discreto, respondía de manera que las respuestasvenían bien con las preguntas, y como nadie le apuraba ni apretaba aque dijese cómo adevinaba su mono, a todos hacía monas y llenaba susesqueros.Así como entró en la venta conoció a don Quijote y a Sancho, porcuyo conocimiento le fue fácil poner en admiración a don Quijote y aSancho Panza y a todos los que en ella estaban; pero hubiérale de cos-tar caro si don Quijote bajara un poco más la mano cuando cortó lacabeza al rey Marsilio y destruyó toda su caballería, como quedadicho en el antecedente capítulo. Esto es lo que hay que decir de maese Pedro y de su mono.

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Portada de la editio princeps de La hija de CelestinaZaragoza, por la viuda de Lucas Sánchez, 1612

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¿JERÓNIMO = GINÉS?

EN su librito Martín de Riquer propone y argumenta que Jeró-nimo de Pasamonte bien pudo ser Avellaneda, pero, pruden-te, no esconde los puntos débiles de su proposición. Ya en el

inicio (pág. 7) manifiesta que en su día (1969) la formuló...

como una arriesgada hipótesis que estoy dispuesto a retirar a la pri-mera objeción seria a fin de no quedar inscrito en la larga lista de fan-tasiosos que llena uno de los capítulos más enigmáticos de nuestrahistoria literaria

En 1987, al constatar que aquella proposición gozaba de ciertafavorable acogida, o cuando menos no había sido visceralmenterechazada, Riquer, responsable, dio en pensar (pág. 8) que …

tal vez mi hipótesis no era del todo descabellada y en cierto modotengo el deber de razonarla con atención, lo que hoy hago a lo largodel presente libro.

Y finaliza (pág. 164) diciendo que si…

se demostrara apodícticamente que el Quijote apócrifo fue escrito porotra persona, por lo menos con el presente libro quedaría reforzada larelación personal entre Cervantes y Gerónimo de Passamonte y que-daría plenamente confirmado que éste aparece envilecido, con el nom-bre de Ginés de Passamonte, en la primera parte del Quijote. Peroentonces, uno se pregunta: ¿a quién ofendió Cervantes con sinónimosvoluntarios?

Ginés de Pasamonte es lindo nombre para un delincuente, y queentre los condenados a galeras se encuentre uno que esté escribien-do su biografía entra dentro de lo que cabe esperar en un capítulo enque Cervantes se acerca al género de la picaresca. Que el maese

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Pedro del Cap. II-25 se cubra una parte de la cara no necesariamen-te ha de ser por ocultar un ojo enfermo; resulta casi exigencia delguión: no ha de ser reconocido por don Quijote y Sancho. Tampocoha de extrañar que un buen pícaro tenga conocimientos de otras len-guas, pues solían deambular por varios países. Pero ahora que sabe-mos por boca del propio Jerónimo de Pasamonte que padecía unasevera miopía desde niño, coincidimos con Riquer en pensar quetras aquel galeote estrábico (suelen serlo algo los muy miopes) delCap. I-22 no hay otro que el oscuro soldado aragonés. Ese detalle,de no corresponder al sujeto aludido, sólo vendría a cuento si Cer-vantes le sacase algún partido, por ejemplo al relatar la escena enque Pasamonte ahuyenta a los guardianes. ¿Acaso no sería graciosala imagen de un estrábico apuntando con una escopeta?

Lo de que Ginés era de buen parecer podría ser pura ironía cer-vantina. No sabemos cómo era físicamente Pasamonte, excepto queera grande de cuerpo, según dice él mismo; pero sí sabemos quehabía recibido muchas heridas (en el cuello, en la mano derecha… )y muchos palos a lo largo de su cautiverio; un revés le arrancó variosdientes y le hizo un corte en el labio, y algo debió quedar de aque-llas viruelas que sufrió de niño, que estaba una llaga de la cabeza alos pies. En cuanto a la edad de treinta años de Ginés, es inapropia-da para alguien nacido en 1553 y, por lo tanto, de edad similar a ladel propio Cervantes; pero éste pudo decidir alterarla para acomo-darla a un delincuente de más de la marca.

Incluso apoyamos la tesis de Riquer en lo relativo a que Ginés =Jerónimo por lo que sucede en el Cap. II-24. Guiados don Quijote ySancho por el primo de Basilio, se prepara la visita a una ermitadonde hace su habitación un ermitaño que dicen ha sido soldado, yestá en opinión de ser un buen cristiano. Pero no se produce elencuentro con el ermitaño, y todo queda reducido a un fácil chistede Sancho sobre el agua y el vino. Los viajeros se encaminan a laventa, donde aparecerá en escena el titiritero maese Pedro, que resul-ta ser… Ginés. Ahora que sabemos que Jerónimo siempre quisodedicarse a la religión, puede conjeturarse que Cervantes cambió elpersonaje en que hacía reaparecer a Pasamonte en DQ-II.

¿Qué movería a Cervantes a acordarse de Jerónimo de Pasamon-

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te en DQ-I? ¿Una antiquísima rencilla entre jóvenes soldados? ¿Elirreflenable deseo de revelar que las hazañas que Pasamonte se asig-naba eran falsas? ¿Quién le conocía? ¿Qué se ganaba con ese des-mentido? ¿No será un simple detalle hacia un viejo camarada, comonosotros pensamos? No estamos tan seguros como lo está Riquer decon qué intención le alude Cervantes.

En cuanto a las formas empleadas, Riquer interpreta que no hayen ellas nada de gracioso: se insulta gravemente a Pasamonte. Sinembargo, no puede dejar de observarse que el comportamiento dePasamonte, tanto en ese capítulo como en sus otras apariciones enDQ, es impecable: no hace daño a nadie; se limita, orgulloso, adefenderse de los comentarios del comisario; aprovecha la oportuni-dad de escapar y, luego, en DQ-II, se ganará la vida como titiritero.En cualquier caso, la única opinión que importa es la que pudo for-marse Pasamonte, si es que llegó a leer el Cap. 22 de DQ-I y reco-nocerse en él. Y aquí no oculta Riquer que uno de los puntos débi-les de su proposición es que nada se sabe de Jerónimo de Pasamon-te más allá de enero de 1605, cuando con casi 52 años, acosado porenfermedades, perdida la visión de un ojo (el mejor), neurótico yencendido en fervor religioso residía en Capua.

No sería éste un inconveniente gravísimo si quedase salvado porel análisis lingüístico; pero no es así: aquellos significativos tics deAvellaneda no están en el texto de Pasamonte, ni los de Pasamonte(que los hay) se encuentran en DQA. En el mejor de los casos, lacomparación de los textos de DQA y de la vida del aragonés Pasa-monte le sirve a Riquer para afianzarse en la idea de que tambiénAvellaneda lo era.

Veamos los tics de Pasamonte ausentes en DQA:* Emplea con frecuencia la expresión “A este tiempo”.* Emplea con frecuencia la expresión “(y) de verdad”.* Emplea “tanto” con valor de “en tanto”, “mientras”.* Emplea “o por ahí” con valor de “cerca”, “casi”.Ni una sola vez emplea “tras” con valor de “después” como hace

Avellaneda. Siempre lo emplea como “detrás”:* Arremetió tras mí (Cap. 9).

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* salir las galeotas … tras nosotros (Cap. 20).* no pasó media hora que salió tras nosotros (Cap. 20).* luego salí tras él (Cap. 23).* quise tomar la puerta para ir tras él (Cap. 23).* él delante y yo tras sus pisadas (Cap. 34).* comenzaron a dar vueltas … unos tras otros (Cap. 47).* no salir más de Nápoles ni ir tras ladrones (Cap. 51).* perversos sabios han tirado cuasi el mundo tras sí (Cap. 53).No se lee en Pasamonte (ni una sola vez) aquel coloquial “a la

que” con valor de “cuando”, que emplea Avellaneda en diecisieteocasiones. Tampoco la coloquial construcción “echar de ver”, queAvellaneda emplea en 31 ocasiones.

Las memorias de Pasamonte no son tan breves que impidanencontrar similitudes con otros textos, y así sucede con DQA. Apun-ta Riquer que la expresión “ya yo” aparece cinco veces en Pasa-monte y seis en DQA. Así es, pero no creemos que ello constituyauna singularidad: nosotros la hemos localizado dieciséis veces enDQ, quince en La píca Justina, tres en las Novelas ejemplares, dosen el Persiles, cuatro en Marcos de Obregón, una en el prefacio a losCigarrales y una en los dos textos de Salas Barbadillo.

No se le escapa a Riquer que en ambos textos se lee varias veces“propio/proprio” con el valor de “mismo”. Nosotros ya habíamosobservado y retenido esa singularidad en DQA, y cuando leímos lasmemorias de Pasamonte nos inquietó verla a las primeras de cam-bio: Me torné a arrodillar y confirmar lo propio (lo de hacerse frai-le). Todo y que este uso de “propio” se encuentra en otros autores, sícreemos que es un resultado significativo del análisis.

Luego de esto, Riquer pasa al asunto de los aragonesismos con-tenidos en DQA, apoyándose en el texto de Pasamonte. En lo relati-vo a la construcción “en + gerundio” que ya hemos comentadoantes, Riquer lo considera rasgo típico del aragonés, pero, prudente-mente, se limita a decir que la asiduidad con que aparece en … elQuijote apócrifo puede corroborar que el autor… era aragonés.

En cuanto a “henchir” e “hinchir” por “llenar” tampoco parececuestión concluyente:

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En DQA:* hinchirse… de gente.* henchir la panza.* hinche un gran planto.* henchían las medidas.* hinchido de gargajos.* hinchendo la casa.* hinchir… almohadas.* hinchido el ojo.* hinchendo un serón.En MDO:* escarabajo hinchado.* henchí un paño de manos.* hinchen de doctrina.* no cabía en mí de hinchado.* hinche de doctrina.* se hinchó el aposento de… humo.* hinchó el vientre.* hinchó su zaque.* vaciar lo que habían hinchido.* se hincheron tres moyos (una medida de capacidad).* hinche de ponzoña.* pude hinchallo.* hinchandola.* hinchendo las panzas.* hinchendo… cueros.

Expresiones que Pasamonte emplea abundantemente son “a lamañana”, “a la tarde”, “a la noche”. Hemos contabilizado 29 casos,que podemos comparar con otros textos:

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“a la mañana” 4 9 2 0 2 1 0 0 0 23 10

“a la tarde“ 0 3 0 0 1 0 0 0 3 13 2

“a la noche” 3 7 2 2 2 0 2 0 10 20 0

SUMA 7 19 4 2 5 1 2 0 13 56 12

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Encontramos en Pasamonte cuatro pasajes que contienen “veni-da” con valor de “al llegar”, expresión que vimos era del gusto deAvellaneda:

* venida la noche* venida la Primavera* venida la Cuaresma* venida la fragata

Pasamonte conjuga 12 veces “tener por cierto” y escribe 10veces “y cierto” con valor de “y ciertamente”. Compárese con losotros textos:

A falta de otras cosas más concluyentes, por abundantes, noqueda otro remedio que prestar atención a los detalles. Riquer ve unasospechosa similitud en dos pasajes que aluden a la madrileña fuen-te del Caño Dorado.

En las memorias de Pasamonte (Cap. 40): Un domingo a la tarde, estando en el prado de San Jerónimo recosta-do sobre unas hierbas junto a la fuente del Caño Dorado que llaman,y de verdad que en aquella iglesia y monasterio aquel domingo mehabía confesado y comulgado, digo que estando acostado y cantandounos versos del Ariosto…En DQA (Cap. 29): Viendo don Quijote el calor que hacía…se determinó apear en elprado de San Jerónimo a…gozar de la frescura de sus álamos junto alCaño Dorado que llaman, do estuvieron todos hasta más de las seis.

No nos parece significativo que en ambos textos se aluda al madri-leñísimo prado de San Jerónimo. Los autores de la época solían citarestos lugares, como Suárez de Figueroa en El pasajero (Alivio VII):

Entré por la anchísima de Alcalá con algún dinerillo, que se despachópresto en comer y probar la mano en las mesillas que están sobre el

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“tener por cierto” 2 2 9 9 5 5 4 12 3 3 0

“y cierto“ 0 1 0 0 0 0 3 0 3 0 2

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paseo del Prado, a vista de San Jerónimo: ¡En Madrid y sin dinero:mirad dónde y sin quién!En cuanto a la muletilla “que llaman”, Cervantes la emplea nada

menos que en 34 ocasiones en DQ y Avellaneda lo hace en otrospasajes:

* malvasía, que llaman en esta tierra * la venta que llaman del Ahorcado* los bienes que llaman de Fortuna* la calle que llaman de los Bodegones* la puerta que llaman de Madrid* los caños que llaman de Alcalá.* la puerta que llaman del Cambrón.* esta casa es la… que llaman del Nuncio.

También apunta Riquer que Avellaneda y Pasamonte emplean elsustantivo “puesto” con el valor de “sitio, lugar”, y que eso es unclaro aragonesismo. Pero en Pasamonte el sustantivo sólo aparece enun pasaje (Cap. 17), y parece referirse a la posición de defensa enque él estaba “apostado”:

* los enemigos… entraron por aquel puesto y ganaron la fuerza.Añadamos que ese uso de “puesto” lo hemos leído varias veces enel Prefacio de Los Cigarrales de Toledo, del madrileño Tirso deMolina:

* en semejantes puestos (ventas).* asaltándole en aquel puesto (cigarral, finca).* en tales días y puesto (la Vega de Toledo).* volviendo… al mismo puesto (pie del balcón).En los textos de Salas Barbadillo:* Queréis que mude puesto.* Ya estamos en el puesto.* volvamos a nuestro primer puesto.* Retírate… mientras… reconozco el puesto.* este puesto era… a propósito.En El buscón* Poníase… boca arriba en su puesto.En El bachiller Trapaza:

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* halláronle en el puesto.* en el señalado puesto.* púsose en puesto.* en puesto donde pudo dejarse ver.

En Pasamonte se lee dos veces “el señal de la cruz”, en masculi-no. Ciertamente, también se lee en DQA, pero sólo en un caso, y enel mismo párrafo se lee la señal acostumbrada, así que quizá se debaal adjetivo empleado:

* se fueron a sus celdas al postrer señal de la priora.

Riquer ve una singular coincidencia en que el vocablo “trabajos”con el valor de “penalidades” aparezca en el previsible título (elmanuscrito carece de él) de las memorias de Pasamonte, en el títuloEl caballero de los trabajos que Avellaneda habría previsto para unaposible continuación de su Quijote y en el prólogo de las Novelasejemplares (Tasa de agosto de 1613) donde Cervantes anunciaba lapróxima publicación de Los trabajos de Persiles. Ciertamente, puesla Aprobación de DQA es de abril de 1614, Avellaneda pudo caer enla cuenta de que podía inquietar a Cervantes amenazándole con utili-zar el mismo vocablo que éste emplearía en el futuro Persiles, del quetan orgulloso estaba. No creemos que esto delate especialmente aPasamonte.

Que Pasamonte sea devoto del rezo del Rosario tampoco le sig-nifica. Lo que sí resulta sorprendente es el hecho de que él y Ave-llaneda estén al corriente de la existencia de una cofradía del Rosa-rio en Calatayud. Tanto, que uno de los canónigos de DQA-21 pre-cisa que tiene ciento y cincuenta cofrades; y en cuanto a Pasa-monte (Cap. 54): Siendo de edad de 13 años… en Calatayud… meescribí cofrade de la Madre de Dios del Rosario bendito. Riquerapunta que en sólo estos dos textos se alude a esa cofradía, desco-nocida para conocedores de la vida de Calatayud por mí consul-tados.

Sin abandonar la cuestión religiosa, muchos especialistas hanobservado que ambas novelitas de DQA exponen el previsible malfin (Nov. 1) o la vida depravada (Nov. 2) a que se condenan aquellos

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que abandonan el voto religioso que una vez hicieron. En la prime-ra de esas novelitas, narrada por el soldado Bracamonte, el mal finde Japelín y su familia no puede en modo alguno ligarse con el aban-dono de los votos. Es la lascivia del huésped, la inocencia de la espo-sa (que cree yacer con Japelín) y el deseo de venganza del esposo loque provoca el terrible desenlace. Claro está que, con otra perspec-tiva, todo puede interpretarse como un castigo (cruel venganza másbien) que Dios aplica a Japelín en los momentos más dichosos de suvida (tres años de feliz matrimonio, vida acomodada, hijo varónrecién nacido…); y tal es el punto de vista de uno de los canónigosque ha escuchado el relato. En la siguiente novelita, el galán Grego-rio seduce a Luisa, priora de un convento. Se fugan de la ciudad yviven una vida disoluta que, finalmente, conduce a Luisa a prosti-tuirse. Se separan y, cada uno por su lado, llegan a arrepentirse yregresan a su ciudad, donde Luisa se encuentra con la sorpresa deque la Virgen la ha reemplazado durante su ausencia, y así reem-prende su vida religiosa. Gregorio también ingresa en religión, lle-gando a ser abad de su convento, y, apreciados de todos, fallecen elmismo día y hora.

Aquí Riquer recuerda que Pasamonte, antes de ser soldado:un día, oyendo misa en Nuestra Señora del Pilar, me voté en su capi-lla que, aunque a mi hermano pesase y a todo mi linaje, me había deponer fraile en… Veruela (Cap. 10),

y más adelante:estando en Barcelona… me puse a pensar y dije: ¡Válame Dios! Yo soycorto de vista. ¿Cómo tengo de estudiar no teniendo renta?… Y así me…asenté soldado en una compañía que allí se hacía (Cap. 11).

Y en el Cap. 35:Un viernes, teniendo yo por devoción no comer sino pan y agua, mepreguntó el doctor si aquello era voto. Yo respondí que no, sino devo-ción, porque un voto que hice no lo cumplí, y que no hacía más votos.

De modo que si Pasamonte fuese Avellaneda no tendría nada deextraño que, pesaroso por haber incumplido el suyo, tratase el

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incumplimiento del voto religioso en aquellas novelitas en las quepodía apartarse de la imitación.

Otro detalle al que se ha dado importancia es que en las memo-rias de Pasamonte y en DQA se alude a Fray Luis de Granada.

En las memorias de Pasamonte (Cap. 46):

La morisca era una vieja muy burlera, y yo, burlando con ella, le dije:—Jerónima, ¿cuánto ha que no te has confesado? Ella me dijo: —¿Ytú? Yo respondí: —Poco ha que me confesé. Y replicó: —¿Quién teconfiesa? Yo dije, por sacalla al plática: —Yo confieso lo que meacuerdo y lo que el confesor me pregunta. Ella saltó y dijo a las otras:—¿No te dije yo que no has de confesar sino lo que el confesor te pre-gunta? Yo, entonces, me enojé y les dije las seis reglas que Fray Luisde Granada pone, y que, callando un pecado por temor o malicia, laconfesión no es válida.

En DQA (Cap. 1):

…pasados algunos días de su encerramiento, empezó… a rogar a Mada-lena, su sobrina, que le buscase algún buen libro en que poder entrete-ner aquellos setecientos años que él pensaba estar en aquel duro encan-tamiento. La cual, por consejo del cura Pedro Pérez y de maese Nico-lás, barbero, le dio un Flos Sactorum de Villegas y los Evangelios yEpístolas de todo el año en vulgar, y la Guía de Pecadores de fray Luisde Granada; con la cual lición… fue reducido dentro de seis meses a suantiguo juicio y suelto de la prisión en que estaba.

Ciertamente, ambos pasajes aluden a la misma obra, pero las deFray Luis de Granada eran de referencia en cuanto a práctica cris-tiana y solían aparecer en los textos de la época. Como en MDO(Descanso III-17):

—No es mi nombre —dijo— de los conocidos por el mundo, sino a lamanera de mi persona, llámome Pedro Jiménez Espinel. Diome un alda-bada en el corazón, pero sosegueme, prosiguiendo en la conversación

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para entretener el camino hasta llegar al lugar; y preguntele: —Y conesa vida tan segura ¿tenéis algunas pesadumbres que os inquieten? —Par Dios, señor —respondió—, si no es cuando no hallo la haciendabien hecha, o la comida por aderezar, no tengo pesadumbre; y ésa, conleer el Memorial de la vida cristiana de fray Luis de Granada, se mequita como por la mano. —¡Cuántos filósofos —dije yo— han procu-rado esa sencillez y no la poseyeron con cuantas observaciones hantenido en los preceptos de la filosofía moral y natural!

Para Riquer, el que Pasamonte aparezca en varios pasajes deDQA sin que se empleen términos insultantes sería prueba de laautoría de su candidato. En particular, Riquer se detiene en el térmi-no buena boya, aplicable al remero profesional, no al condenado alremo por sus delitos. Ya hemos apuntado en algún otro lugar queparece que los críticos no han detectado las ironías de Avellaneda.De lo de buena boya volveremos a tratar más adelante, junto con lode los gargajos.

Comenta Riquer que por más que Pasamonte fuese Avellaneda,como propone, el examen lingüístico de los textos de las memoriasy de DQA nunca sería seguro, debido a la intervención de tercerosque habrían retocado los textos por aquí y por allí: en las memorias,el bachiller copista, y en DQA, el imprescindible copista (por la pre-visible mala caligrafía del autor) y, luego, los cajistas catalanes quecompusieron el libro. En cuanto a los cajistas, podemos afirmar (porhaberlas compulsado enteramente) que los valencianos que compu-sieron las ediciones de DQ que se hicieron en la imprenta de Mey ylos barceloneses que compusieron DQ en 1617 (copiando las esplén-didas eds. valencianas) en absoluto intervinieron en el texto en lamedida apuntada por Riquer. Ahora bien, aquellos cajistas copiaronun libro, no un manuscrito, donde se tomarían más libertades. Enestos asuntos conviene plegarse a la abrumadora experiencia deRiquer, y, ciertamente, explicaría el ocasional extravío de la prepo-sición “de” a continuación de adverbios, como es usual en catalán.

Pero fuera de algún que otro paralelismo singular, de la total lec-tura de ambos textos cuesta admitir que DQA pudiera haber sidoescrito por aquel Pasamonte de los últimos capítulos de sus memo-

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rias. Y no sólo por el estilo, los vastos conocimientos evidenciadosy el abandono de unos tics en beneficio de otros, también por laarquitectura, casí matemática, con que se construyó DQA: tres par-tes de doce capítulos cada una, la precisa colocación de las noveli-tas auxiliares (casi en el centro del tomo, bien ligadas entre sí ysumando seis capítulos, que es la mitad exacta de una parte…). Todoesto se nos antoja lejos de las posibilidades de Jerónimo de Pasa-monte. ¡Demasiado perfecto! Por no hablar de que sus rezos pocotiempo le dejarían para ocuparse de las cosas mundanas.

Tampoco encaja mucho que Pasamonte se dignase leer las Nove-las ejemplares de su enemigo (la Tasa es de agosto de 1613 y DQAlleva Aprobación de abril de 1614), y aun menos que las calificasede no poco ingeniosas. He ahí el juicio de un literato que conocetoda la obra cervantina, de la que sólo aprueba la pastoril Galatea.

Pero el candidato presentado por Riquer es aragonés, como apun-tó Cervantes, se le alude con un claro “sinónomo voluntario” y (sileyó DQ-I, se reconoció y se ofendió) tuvo un móvil para cometer loque a veces se ha llamado el crimen de Avellaneda. Lo que no se hapodido demostrar es que Pasamonte tuviese la oportunidad. Tampo-co se le ha encontrado en el registro el arma. Así las cosas, al menospara nosotros, Pasamonte no pasa de ser sospechoso; y ello nosdevuelve a las palabras con que Riquer acaba su libro:

Pero entonces, uno se pregunta: ¿a quién ofendió Cervantes consinónimos voluntarios?

Y es aquí donde nosotros entramos de hoz y de coz en el asunto.Porque tiempo atrás habíamos localizado otro seudónimo, aunque enun principio no lo asociamos con el enigma de Avellaneda, del quebien poco sabíamos. Luego sí, pero lo descartamos. Y ahora…

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EL OTRO SINÓNIMO VOLUNTARIO

HACE unos años, releyendo la primera parte del Quijote, y enconcreto el Cap. 51 (el penúltimo), nos dijimos: ‘Esto no esde aquí’. No: la súbita aparición de un cabrero para contar

que una hermosa moza de su pueblo fue burlada por un soldado nonos parece lo más apropiado en esos momentos en que al lector se leva agotando el libro que tiene en las manos. Tenemos la sensación deque la idea original de Cervantes sí incluía aquel alto en el camino enque sucede la aventura de los disciplinantes (que recupera al don Qui-jote de los primeros capítulos) a resultas de la cual, muy quebranta-do física y moralmente, regresaría a su aldea condenado al olvido, sino a morir cristianamente; pero, como no es ésa la única fisura quepuede observarse en la arquitectura de DQ-I, pensamos que Cervan-tes, gustoso de la historia de Leandra y decidido a incluirla en DQ-I,la habría metido allí con calzador, como suele decirse.

Meses más tarde, volviendo a pasar la vista por ese Cap. 51, caí-mos en la cuenta de que el currículum y habilidades del burlador deLeandra, el soldado Vicente de la Rosa, tenía evidente paralelismocon Vicente Espinel, natural de Ronda, de edad similar a la de Cer-vantes, consumado poeta y guitarrista, que de joven llevó una vidadisipada y cuya etapa militar encierra algunas incógnitas. Veamos elcurrículum del soldado Vicente de la Rosa*:

…no había tierra en todo el orbe que no hubiese visto, ni batalladonde no se hubiese hallado; había muerto más moros que tieneMarruecos y Túnez, y entrado en más singulares desafíos, según éldecía, que Gante y Luna, Diego García de Paredes y otros mil quenombraba, y de todos había salido con vitoria, sin que le hubiesenderramado una sola gota de sangre; por otra parte, mostraba señalesde heridas que, aunque no se divisaban, nos hacía entender que eranarcabuzazos dados en diferentes rencuentros y faciones. Finalmente,

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* En las 2 primeras eds. de Juan de la Cuesta se le apellida “de la Roca” 1 vez; la tercera ed. adoptó“Roca” en todas las apariciones, y las eds. de Valencia y Bruselas editaron “Rosa”.

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con una no vista arrogancia llamaba de vos a sus iguales y a los mis-mos que le conocían, y decía que su padre era su brazo, su linaje susobras, y que, debajo de ser soldado, al mismo Rey no debía nada.Añadiósele a estas arrogancias ser un poco músico y tocar una guita-rra a lo rasgado, de manera, que decían algunos que la hacía hablar;pero no pararon aquí sus gracias, que también la tenía de poeta, y así,de cada niñería que pasaba en el pueblo componía un romance delegua y media de escritura. Este soldado, pues, que aquí he pintado,este Vicente de la Rosa, este bravo, este galán, este músico, estepoeta, fue visto y mirado muchas veces de Leandra desde una venta-na de su casa que tenía la vista a la plaza; enamorola el oropel de susvistosos trajes; encantáronla sus romances, que de cada uno que com-ponía daba veinte traslados; llegaron a sus oídos las hazañas que él desí mismo había referido, y, finalmente, que así el diablo lo debía detener ordenado, ella se vino a enamorar dél, antes que en él naciesepresunción de solicitalla…

¿Qué nos llevó a esa extravagante deducción? Sencillamente, que senos vino a las mientes lo que de Vicente Espinel dice Federico Car-los Sainz de Robles en el prólogo a la edición del Marcos de Obre-gón del Círculo de Amigos de la Historia (1975):

Rondeño y flamenco. Por su naturaleza y por su gracia, respectiva-mente. A la Universidad de Salamanca llegó en compañía de un arrie-ro, y se graduó en Artes, y dio lecciones de canto “antes dadas quepagadas”. Regresó a su tierra, según él mismo confiesa, caminando “ala apostólica”. Cuando ciertos tíos suyos fundaron una capellanía,Espinel, “mancebo virtuoso”, fue su primer capellán. Y siempre fla-menco-jaque de la vida y siempre rondeño —toreador de la mala for-tuna bien encornada— frecuentó las tertulias literarias de Góngora yde los Argensola; multiplicó en Sevilla “ciertos desórdenes” impro-pios de su condición clerical; embarcó para Italia, le apresaron loscorsarios argelinos y le liberaron los navegantes genoveses; se incor-poró al ejército de Alejandro Farnesio, en Milán; regresó a Ronda, ycomo acto de contrición que le facilitase las órdenes sacerdotales,escribió la Canción a su patria y una epístola enderezada a su amigo

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el obispo Pacheco, en la que condenaba sus propias aventuras; fuesacerdote en Málaga, bachiller en Arte en Granada, capellán del Hos-pital Real de Ronda, virtuoso de la quinta cuerda de la guitarra enMadrid, autor de villancicos y maestro de música, cofrade de losesclavos del Santísimo Sacramento… Murió en Madrid. Le enterra-ron en la bóveda de la parroquia de San Andrés. Y ha resucitado,inmortal, en el Olimpo español. Lo antecedente es una síntesis, esquemática, de su biografía. Pero tra-tándose de tan importante escritor, vale la pena ampliarla…Su padre, Francisco Gómez, procedía de las Asturias de Santillana. Sumadre, Juana Martín, de familia de conquistadores. Y el Espinel quetomó para inmediato escudero de su nombre de pila, le venía de ter-ceras o cuartas partes familiares. En Ronda enseñó Gramática y Músi-ca a Espinel el bachiller y noble compositor don Juan Cansino. En1572, unos tíos suyos le concedieron una capellanía que habían fun-dado, por consejo del trinitario fray Rodrigo de Arce. Con el favor deeste mismo religioso pudo Espinel volver a Salamanca, donde, mer-ced a la gracia de sus cuentos y al encanto de su música, se hizo amigode personajes tan importantes como Luis de Vargas, los Argensola,Gálvez de Montalvo, Liñán de Riaza, Marco Antonio de la Vega, yabriéndosele las puertas de los palacios del marqués de Tarifa, de losAlba, de los Girón. Aun frecuentó más la casa de la noble señora doñaAgustina de Torres, con quien se reunían músicos tan afamados comoMatute, Lara, Julio Castilla. Vivió Espinel algún tiempo en Zaragoza,con los Argensola. En Valladolid, de 1574 a 1577, fue escudero delconde de Lemos, don Pedro de Castro. Tuvo intención de acompañara éste cuando el de Lemos siguió al rey don Sebastián en la infaustaexpedición africana, pero se quedó en Sevilla, entregándose de nuevoa la vida disipada en lupanares y figones, y sacando provecho de sugracia extraordinaria y de su encantadora música de gran vihuelista, yaun presumiendo de valentón y de jaque. El marqués de Algaba, quele protegió con afecto, hubo de dejarle por imposible. Entonces Espi-nel, huyendo de la justicia, hubo de acogerse a sagrado.Con el favor del marqués de Denia pasó a Italia, sirviendo al duque deMedina-Sidonia, don Alonso Pérez de Guzmán, nombrado para gober-nar Milán. Desembarcó (1573) en Génova. Poco después marchó a

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Flandes, yendo a meterse en el ejército de Alejandro Farnesio, cuandose aprestaba al asalto de Maestrich. Allí encontró a don Hernando deToledo, a quien dedicó una bella égloga que canta sus amores con doñaAntonia de Calatayud en Salamanca y en Sevilla. Volvió a Milán condon Octavio Gonzaga. Y durante tres años recorrió toda la Lombardía,ya como soldado, ya como músico de la casa de don Antonio de Lon-doño. Cansado de la milicia y del vagabundeo, regresó a España. Yahabían muerto sus padres, por lo que regresó a Málaga, de donde eraobispo su amigo don Francisco Pacheco de Córdoba. Por entonces escri-bió, según ya indicamos, su Canción a la patria y la epístola al preladomalagueño, poesías de arrepentimiento con las que parece ser ganó suderecho a ordenarse sacerdote. Completó en Ronda sus estudios deMoral, y cantó misa en Málaga, logrando un benéfico rondeño. En 1589se graduó bachiller en Artes en Granada. En 1591 puso un sustituto enla capellanía del Hospital Real de Santa Bárbara, en Ronda, y se largó aMadrid. Este mismo año publicó sus Rimas, libro que había tenido lacensura (1587) de Alonso de Ercilla, quien declaró “que las había halla-do de las mejores de España”. En 1596 le privaron de su beneficio ecle-siástico debido a la liviandad de sus costumbres en la Corte. En 1599 segraduó bachiller en Artes por la Universidad de Alcalá y tomó posesiónde la plaza de capellán en la Capilla del Obispo de Plasencia, en Madrid,que don Fadrique Vargas Manrique le tenía reservada, con 30 000 mara-vedises anuales de emolumentos y 12 000 más como maestro de músi-ca. Este segundo cargo lo desempeñó hasta su muerte. Perteneció Espi-nel a la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento y a la AcademiaPoética que protegía don Félix Arias Girón. Acudió a un certamen lite-rario organizado (1622) con motivo de la canonización de San Isidro. Durante los últimos años de su vida recibió Espinel las alabanzas delos mejores ingenios de la época, que se enorgullecían de llamarse dis-cípulos suyos. Cervantes le alabó con entusiasmo varias veces, una deellas en el “Canto a Calipso” (sic) del Viaje del Parnaso (1614). Lopede Vega —en su Laurel de Apolo— le califica de “único poeta latinoy castellano de estos tiempos”; y en su dedicatoria de El caballero deIllescas, dice a Espinel que el bello arte “no olvidará jamás en los ins-trumentos el arte y la dulzura de vuesa merced”; y en la dedicatoria aMarta de Nevares de La viuda valenciana al ponderar la voz y la des-

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treza musical de su amante, dice que, oyéndola, “el padre de la músi-ca, Vicente Espinel, se suspendería atónito”. Gran músico, poeta y prosista fue Espinel. Dos inventos notables lle-van su nombre: en música, la quinta cuerda de la guitarra, que trans-formó este instrumento, tomando el nombre de “guitarra española”.En poesía, la décima llamada “espinela”, combinación métrica senci-lla y musical…Vicente Espinel escribió muy bellas poesías para el Cancionero(1586) de López Maldonado; para el Guzman de Alfarache (1599) deMateo Alemán; para El peregrino indiano (1599) de Saavedra Guz-mán; para el Modo de pelear a la jineta (1605), de Simón de Villalo-bos; para la Historia de Nuevo México, del capitán Gaspar de Villa-grá; para El español Gerardo (1616), de Céspedes y Meneses, para laMuerte de Dios por la vida del hombre (1619), de fray HernandoCamargo; para el Secretario de señores (1622), de Pérez del Barrio. Ymuchas para la antología Flores de poetas ilustres de España. Espinelfue solicitadísimo —por su comprensión, su liberalidad, su juicio sutily su maestría literaria— para la censura de libros. Censuró más deochenta. Sólo a Lope, las partes Sexta (1615), Séptima (1617), Duo-décima y Décimoquinta (1620) a Décimonona. Pero su máxima glo-ria literaria la debe Espinel a su libro novelesco Vida del escuderoMarcos de Obregón (Madrid, 1618), del género picaresco…

¡Cuántos nombres comunes a la vida y obra de Cervantes! Pare-ce oportuno traer aquí las alabanzas cruzadas que conocemos. En LaGalatea de Cervantes (Libro IV, Canto de Calíope):

Del famoso Espinel cosas diríaque exceden al humano entendimiento

de aquellas sciencias que en su pecho críael divino de Febo sacro aliento.

Mas, pues no puede de la lengua míadecir lo menos de lo más que siento,ni diga más, sino que al cielo aspiraora tome la pluma, ora la lira.

A su vez, Vicente Espinel en la Casa de la Memoria, (Rimas, fol.131

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44) le había rendido análogo tributo:

No pudo el hado inexorable avaro,por más que usó de condición proterva,arrojándote al mar sin propio amparoentre la mora desleal caterva,hacer, Cervantes, que tu ingenio raro,del furor inspirado de Minerva,dejase de subir a la alta cumbredando altas muestras de divina lumbre.

En el Cap. 2º del Viaje al Parnaso dice Cervantes a Apolo:

Éste, aunque tiene parte de Zoilo*,es el grande Espinel, que en la guitarratiene la prima, y en el raro estilo.

En la Carta adjunta al Parnaso y fechada a 22 de Julio de 1614que Apolo remite a Cervantes por medio de Pancracio Roncesvalles,le ecomienda:

Al famoso Vincente Espinel dará vuesa merced mis encomiendas,como a uno de los más antiguos y verdaderos amigos que yo tengo.

También leímos algo inquietante en el extenso prólogo de JuanPérez de Guzmán a la edición de Marcos de Obregón de la Biblio-teca Artes y Letras (Barcelona, 1881):

Pellicer, en la Vida de Cervantes, ha querido encontrar el origen delMarcos de Obregón en un movimiento de emulación del ancianomaestro hacia el genio divino del autor inmortal del Quijote . Precisoes confesar que el diligente biógrafo no ha dado pruebas bastantes delo que aseveraba, sino meras conjeturas que bien pudieran estrellarse

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* El lector ya sabe que Zoilo se distinguió por sus injustas censuras a Homero.

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en la noción que tenemos de la amistad y el respeto recíproco que envida uno y otro se profesaban. Por otra parte, en las realidades de lavida, los dos simultáneamente confluían a la protección misericordio-sa del cardenal arzobispo de Toledo, don Bernardo de Sandoval yRojas, de quien Salas Barbadillo en la dedicatoria de La Estafeta delDios Momo descubrió recibían uno y otro pensión continua “para quepasasen su vejez con menos incomodidad”. ¿Es presumible siquieraque Espinel pretendiera aquel favor por el camino de una envidiosarivalidad, como Pellicer deja entrever en la alusión a los escuderospedigüeños y habladores de que en la dedicatoria al prelado hablabacuando decía: “No será Marcos de Obregón el primero escuderohablador que ha visto Vuestra Señoría Ilustrísima, ni el primero quecon humildad se ha postrado a besar el pie de quien tan bien sabe darla mano para levantar caídos”? Por Zoilo que Espinel fuese y en que Cervantes lo estimara, lícito escreer que Pellicer necesitó una gran fuerza de sutil suspicacia paranotar la malicia en las palabras apuntadas, y mucho más para sorpren-der una alusión del escudero Marcos de Obregón al escudero SanchoPanza. ¡Eran muy distintos escuderos! Además, cuando Espinel poníasu dedicatoria a los pies del cardenal Sandoval, hacía tiempo que acer-ca de lo de Zoilo inválido, Lope de Vega ya había escrito al Duque deSesa, su Mecenas: “Merece Espinel que Vuestra Excelencia le honre por hombre inge-nioso en el verso latino y castellano, fuera de haber sido único en lamúsica; que su condición ya no será áspera, pues la que más lo ha sidoen el mundo, se templa con los años o se disminuye con la flaqueza”.

Hasta aquí lo poco que sabíamos de Vicente Espinel y de su rela-ción con Cervantes.

No le dimos más importancia a este asunto hasta que, otro día, comouna ráfaga, nos vino a la imaginación que aquel Canto a la Patria quecompuso Vicente Espinel bien podría ser aquel romance de legua ymedia de escritura que, con ironía, dice el cabrero Eugenio que com-ponía Vicente de la Rosa de cada niñería que pasaba en el pueblo (elvocablo “patria” tenía entonces un valor más localista que hoy).

¡Ahora estaba todo claro! Cervantes no había querido cerrar su

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DQ-I sin tener un detalle con su antiguo y verdadero amigo. Nossatisfizo haber encontrado justificación a aquella primera inquietud,casi intuitiva; y no menos nos satisfizo el que nunca hubiéramosleído que nadie asociase a estos dos Vicentes: ¡que buena Nota seríaésa para la edición comentada de DQ que estabamos preparando!

Eso que el lector ya estará pensando ni se nos pasó por la imagi-nación. Entre otras razones porque por entonces no habíamos leídoel Quijote de Avellaneda y su prólogo completo.

Pasó el tiempo, continuamos el lento trabajo de nuestras Notas,que nos obligaba a leer otros textos de la época. Pensamos que algopodríamos sacar de DQA, cayó en nuestras manos un ejemplar de laed. de Fdo. García Salinero, leímos su Introducción, y reparando enaquel ofender a mí, inevitablemente empezamos a pensar qué perso-naje de DQ-I era el más vil, quién era el malo de la película.

Concluímos que el mayor bellaco de cuantos allí aparecen, el quecomete la peor acción sin que Cervantes le dé oportunidad de redi-mirla, ése era, sin duda, aquel chulesco soldado del Cap. 51; y enton-ces nos llegó otra ráfaga que dejó perfectamente encajado aquello enque años atrás habíamos intuído algo raro: Vicente de la Rosa es unclarísimo “sinónomo voluntario” de Vicente Espinel. Y VicenteEspinel fue sacerdote, y había vivido en Zaragoza, y…

Pero nos dijimos: “No. No es posible que Espinel fuese Avellaneda:él y Cervantes eran amigos”. Ya teníamos bastante con nuestra nota.

Otro día, cuando releíamos el libro Marcos de Obregón, nos sor-prendió el final del Descanso II-I. El autor trata (otra vez más) de losque hablan demasiado, de los que son dispersos en el discurso, de losque tienen la mala costumbre de interrumpir al que está hablando, delos que intervienen para contradecir al que habla…Y de repente:

aun en los libros que se imprimen no rehuye la infame y mal nacidaenvidia de usar de libertades muy conocidas. Los libros que se han dedar a la estampa han de llevar doctrina y gusto que enseñen y deleiten, ylos que no tienen talento… no se deslicen a echar pullas con ofensa delos hombres de opinión. O no escriban; que no ha de ser todo danzas deespadas, que después de hechas no queda fruto ni memoria de cosa quese pegue al alma. Han de llevar los libros que se dan a la estampa muchapureza y castidad de lenguaje: pureza en la elección de las palabras y

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honestidad de conceptos, y castidad en no mezclar bastardías que salende la materia, como maledicencias o desestimación de lo que otroshacen, especialmente cuando son contra quien sabe decir, y sabe quédecir; y tan mal dichas, que van señalando con el dedo, con que descu-bren su ignorancia y desacreditan sus escritos y manifiestan su envidia ydeclaran su malicia. Tornando a la materia del hablar, digo que…

¡Qué arrebato! Nos dijimos que ahí Espinel, como gran amigo deCervantes, atacaría a Avellaneda.

Ahora no lo tenemos tan claro (echar pullas, ofensa, contra quiensabe decir, señalando con el dedo, envidia), y reflexionando sobreello, hemos caído en la cuenta de que entre aquellas libertades no secensura la de esconderse tras seudónimos. Cervantes sí cargó las tin-tas sobre aquel que no osa parecer a campo abierto y al cielo claro,encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hechoalguna traición de lesa majestad. Ahora nos preguntamos: ¿Cuándoescribiría Espinel ese Descanso? ¿A quién defendía y a quién atacaba?

Pero hay más. Cuando decidimos buscar en Internet el texto elec-trónico de Marcos de Obregón, encontramos uno en que no falta el“Prólogo al Lector” cuyo contenido desconocíamos, pues, increíble-mente, lo omitió la ed. del Círculo de Amigos de la Historia.Comienza así:

Muchos días, y algunos meses y años, estuve dudoso si echaría en elcorro a este pobre Escudero…; que la confianza y la desconfianza mehacían una muy trabada e interior guerra. La confianza, llena de erro-res; la desconfianza, encogida de terrores; aquélla muy presumptuosa,y estotra muy abatida; aquélla desvaneciendo el celebro, y ésta desja-rretando las fuerzas… Comuniquélas con el Licenciado Tribaldos deToledo, muy gran poeta latino y español, docto en la lengua griega ylatina, y, en las ordinarias, hombre de consumada verdad; y con elmaestro fray Hortensio Félix Paravesín, doctísimo en letras divinas yhumanas, muy gran poeta y orador; y alguna parte dello con el PadreJuan Luis de la Cerda, cuyas letras, virtud y verdad están muy cono-cidas y loadas; y con el divino ingenio de Lope de Vega; que como élse rindió a sujetar sus versos a mi corrección en su mocedad, yo, en

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mi vejez, me rendí a pasar por su censura y parecer; con DomingoOrtiz, secretario del Supremo Consejo de Aragón, hombre de exce-lente ingenio y notable juicio; con Pedro Mantuano, mozo de muchavirtud, y versado en mucha lección de autores graves que me pusieronmás ánimo que yo tenía… El intento mío fue ver si acertaría a escribir en prosa algo que aprove-chase a mi república, deleitando y enseñando, siguiendo aquel consejode mi maestro Horacio; porque han salido algunos libros de hombresdoctísimos en letras y en opinión, que le abrazan tanto con sola la doc-trina, que no dejan lugar donde pueda el ingenio alentarse y recebirgusto; y otros, tan enfrascados en parecerles que deleitan con burlas ycuentos entremesiles, que, después de haberlos leído, revuelto, aecha-do y aún cernido, son tan fútiles y vanos que no dejan cosa de sustan-cia ni provecho para el lector, ni de fama y opinión para sus autores. Elpadre maestro Fonseca escribió divinamente Del amor de Dios, y conser materia tan alta, tiene muchas cosas donde puede el ingenio espa-ciarse y vagarse con deleite y gusto; que ni siempre se ha de ir con elrigor de la doctrina, ni siempre se ha de caminar con la flojedad delentretenimiento: lugar tiene la moralidad para el deleite, y espacio eldeleite para la doctrina; que la virtud (mirada cerca) tiene grandes gus-tos para quien la quiere, y el deleite y entretenimiento dan mucha oca-sión para considerar el fin de las cosas.

El lector recordará del prólogo de DQ-I que Cervantes ironizabarespecto al agustino Cristóbal de Fonseca y su libro Del amor deDios. ¿Por qué sale Espinel en su defensa 13 años después? ¿Quiénanda detrás de los enfrascados en parecerles que deleitan con bur-las y cuentos entremesiles? Y también recordará el lector ciertaspalabras de don Quijote en el Cap. II-32: Todo esto he dicho paraque nadie repare en lo que Sancho dijo del cernido ni del ahecho deDulcinea; que pues a mí me la mudaron, no es maravilla que a él sela cambiasen.

¿Qué podemos decir nosotros de Espinel y de Lope de Vega? Notenemos más información de la que obtuvimos de las Introduccionesa aquellas ediciones de Marcos de Obregón. En la firmada por JuanPérez de Guzmán leemos lo siguiente:

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Casi a fines del siglo último (el s. XVIII) la vida de Espinel era abso-lutamente desconocida hasta por sus más entusiastas admiradores. Nose tenía ningún dato seguro sobre el lugar ni la fecha de su nacimien-to. Se ignoraba dónde, en qué año, de qué edad, en cuál grado de lafortuna había muerto; todo el resto de su vida se ocultaba en el miste-rio. Una frase de Lope de Vega en el Laurel de Apolo le hizo concebirnonagenario y pobre.…en su segunda expedición a Salamanca. Aunque el poeta declaraque esta vez pasó tres o cuatro años (sólo fueron dos) en esta ciudad,y de que se le dio una plaza en los verdes de San Pelayo, hallándosede escolares en este colegio el que luego fue obispo de Valladolid, donJuan Vigil de Quiñones, y el consejero de la Inquisición, don Juan deLlanos y Valdés, la circunstancia de no aparecer más el nombre delpoeta ni en las matrículas de la Universidad ni en los registros de SanPelayo, hace sospechar sobre la condición de la plaza que en este cole-gio se le dio, de seguro más humilde que la posesión de una beca. Sinembargo, si hemos de creer a Lope de Vega en el Papel sobre la nuevapoesía , de esta época datan las relaciones de amistad y compañeris-mo que Espinel mantuvo toda su vida con el marqués de Tarifa. pri-mogénito del duque de Alcalá de los Gazules, con otros títulos y gran-des, como los Alba y los Girones, con Pedro de Padilla, caballero delhábito de Santiago, con Luis Gálvez de Montalvo, que lo era de laorden de San Juan de Jerusalén, con don Luis de Vargas Manrique,con los Argensolas, con Pedro Liñán de Riaza, con Pedro Lainez, conMarco Antonio de la Vega, con el doctor Garay y últimamente con eljoven don Luis de Góngora y Argote, recién llegado de Córdoba. Deéstos, los que no presumían de caballeros, teníanse por hidalgos derenta y caudal, aunque estudiantes y poetas todos. ¿Fue que con ellossolamente lo introdujo su superioridad en la poesía, o su habilidad,que Lope llamó repetidas veces “única”, en la música y el canto?Estas facultades le abrieron la casa de doña Agustina de Torres, en lacual, según López Maldonado, en la Elegía de su muerte, se reuníanlos más famosos músicos de la ciudad, el gran Matute, el celebradoLara, el divino Julio Castilla y otros.La facultad y los conocimientos musicales de Espinel, y su invención

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de la quinta cuerda de la guitarra española, más bien han sido consi-derados hasta aquí, como adorno de su persona y perfección de suingenio que como progresos positivos en una profesión que a él levalió en vida tanta dignidad como el sacerdocio. El papel que en elarte divino ha representado siempre la guitarra no ha sido por otraparte, el más adecuado para conceder importancia a los adelantosreflejados sobre este instrumento. Sin embargo en el acto I, escena 8ªde La Dorotea hace Lope de Vega decir a Gerarda: “A peso de orohabíades vos de comprar un hombrón de hecho y de pelo en pecho,que la desapasionase de estos sonetos y de estas nuevas décimas oespinelas que se usan; perdóneselo Dios a Vicente Epinel, que nostrujo esta novedad y las cinco cuerdas de la guitarra con que ya se vanolvidando los instrumentos nobles”.El mismo Lope de Vega, apenas nombra una sola vez a Espinel enalguna de sus obras, y lo nombra en muchas, sin celebrar al músicotanto como al poeta. En su dedicatoria de El caballero de Illescasdice a Espinel que el bello arte “no olvidará jamás, en los instrumen-tos el arte y dulzura de vuesa merced”. En la dedicatoria de La viudavalenciana, a doña Marta de Nevares, haciendo encomios de lasbellas prendas que adornaban a esta señora, dijo Lope de Vega tam-bién: “si toma en las manos un instrumento, a su divina voz e incom-parable destreza el padre de la música, Vicente Espinel, se suspen-diera atónito”.

Cervantes le llamaba “amigo”; Lope de Vega “maestro”.

Cuando al estilo de Italia se importaron a España las Academias Poéti-cas bajo la proteccion de los Príncipes y Grandes, la de Madrid y su pro-tector don Félix Arias Girón, de la casa condal de Puñonrostro, segúnLope de Vega en su Laurel del Apolo, laurearon con grande aplauso deseñores e ingenios a Vicente Espinel, “único poeta latino y castellano deestos tiempos”. Fundóse en 1608 bajo la protección del duque deLerma, el poderoso favorito de Felipe III, la Esclavonia del SantísimoSacramento, que no era sino una gran comunidad de Grandes y gentesde letras, parecida a lo que ahora es un partido político, y en la queLerma se apoyaba para sostenerse en el poder, y a ella fue la autoridad

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de nombre de Vicente Espinel, entre los de la flor de la aristocracia dela sangre y de las letras por aquel tiempo. Se canonizó San Isidro, patrónde Madrid, cuyo suceso fue un gran acto de la política de aquel tiempo,y a sus justas y certámenes llevó Espinel el óbolo de sus versos, no porla codicia del premio, sino por tributo de altos respetos.Lo mismo se solicitaban sus censuras y aprobaciones. El primero enreclamarlas era el mismo Lope de Vega. En 1615 apareció la Sexta partede sus Comedias, y Espinel en su aprobación un año antes, decía sola-mente que aquel libro era muy digno de imprimirse, para que todosgozaran de sus excelentísimos versos y conceptos. Vino en 1617 la parteSéptima, y aquí fue ya más expresivo. contestando puntualmente a lostres extremos que la censura debía abrazar. “Cuanto a lo primero, decía,no hallo mal sonante ni cosa que ofenda a la religión y buenas costum-bres. Cuanto a lo segundo, tienen lenguaje muy cortesano puro y hones-to: las personas guardan la propiedad del arte; de manera que ni el señorse humilla al modo inferior del criado, ni la matrona a la condición dela sierva, y todo con pensamientos y conceptos ajustados a la materia deque se trata. Cuanto a lo tercero, si pueden imprimirse, digo, que si haypermisión y es lícito representarse con los adornos, palabras y talle deuna mujer hermosa y de un galán bien puesto y mejor hablado; ¿por quéno lo será que cada uno en su rincón pueda leerlas, donde sólo el pen-samiento es el juez, sin los movimientos y acciones que alegran a losoyentes? ¿Dónde es más poderosa la vista que el oído? Signia irritantanimos demissa per aures: quam quae sunt oculis subjecta fidelibus”.

[Esto recordará al lector lo dicho por el cura en el Cap. DQ-I-48:

En materia ha tocado vuestra merced, señor canónigo, que ha desperta-do en mí un antiguo rancor que tengo con las comedias que agora seusan, tal, que iguala al que tengo con los libros de caballerías; porquehabiendo de ser la comedia, según le parece a Tulio, espejo de la vidahumana, ejemplo de las costumbres y imagen de la verdad, las queahora se representan son espejos de disparates, ejemplos de necedadese imágenes de lascivia. Porque, ¿qué mayor disparate puede ser en elsujeto que tratamos que salir un niño en mantillas en la primera cena delprimer acto, y en la segunda salir ya hecho hombre barbado? Y ¿qué

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mayor que pintarnos un viejo valiente y un mozo cobarde, un lacayorectórico, un paje consejero, un rey ganapán y una princesa fregona?]

Sigamos:

Otra vez en 1617 volvió el Consejo Real a encomendarle el exámende la Docena parte de las Comedias de Lope, y otra vez él las elogia-ba, en lugar de censurarlas, y escribía: “…y porque en esta obra cam-pea la elocuencia española y el vuelo grande de la retórica y poesía desu insigne autor, la cual va acompañada con mucha erudición de lec-tura y varia, es bien que se imprima, para que los venideros escritorestengan qué imitar y los presentes qué aprender. Para poner cima a laopinión que Espinel tenía de Lope, hay que leer todavía la censura delprimero a la Décima quinta parte de las Comedias del segundo, en1620. He aquí las palabras de Espinel: “Deleita y suspende, dice conla elegancia, suavidad y pureza del verso; enseña y regala con la abun-dancia de sentencias morales, edifica con la honestidad y admira conla multitud nunca vista. Es mi parecer, y de toda la república, que serábien recibido que se imprima esto y cuanto de sus manos saliere”. De1620 a 1622 todavía Espinel tuvo del Consejo la comisión de exami-nar cuatro partes más de estas Comedias, desde la Décima sexta a laDécima nona inclusive...Otras obras de diversa índole, antes y aun después, hasta 1621, vinie-ron con este objeto a sus manos; mas por no parecer cansado, sola-mente citaré la Patrona de Madrid restituida , poema de Alonso Jeró-nimo de Salas Barbadillo, impreso en la misma Historia de la NuevaMéjico del capitán Gaspar de Villagrá, en 1610; la Filomena , de Lopede Vega, de 1621…Todo el siglo XVII permaneció Espinel en el más profundo olvido,sobre todo desde que, con la muerte de Lope de Vega Carpio y de donFrancisco Gomez de Quevedo, desaparecieron también sus dos últi-mos amigos. Desde el primer tercio del siglo XVIII volvió a estar otravez Espinel en moda…

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Portada de la editio princeps de la Vida del escudero Marcos de Obregón,impresa en Madrid por Juan de la Cuesta, 1618

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En una biografía de Lope de Vega leímos lo siguiente:

El que sería conocido como “Fénix de los ingenios españoles” comen-zó estudiando en la escuela de Madrid que regentaba Vicente Espinel,a quien siempre trata con veneración y respeto en sus escritos. Conti-nuó su formación en el estudio de la Compañía de Jesús, que más tardese convertiría en Colegio Imperial. Posteriormente, parece que cursócuatro años (1577-1581) en Alcalá de Henares, aunque sin alcanzarningún título.

¿Es oro todo lo que reluce? Quizás no; pero quede para los histo-riadores literarios el análisis crítico de las relaciones entre Cervan-tes y Espinel, y entre éste y Lope. Nosotros nos vemos en la mismaestacada en que se encontró Martín de Riquer en 1987: tenemos otronada despreciable sinónomo voluntario, y conviene analizar la posi-bilidad de que Vicente Espinel fuese realmente aquel Avellaneda.Intentaremos encontrar paralelismos entre los textos de DQA y deMDO, que disponemos en versión electrónica. Pero en aquellastablas en que reflejamos los tics de Avellaneda ya vimos la mani-fiesta desproporción con MDO y con los otros textos. ¡Dios nosampare!

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COMPARACIÓN LINGÜÍSTICA ENTRE EL QUIJOTE DE AVELLANEDA Y MARCOS DE

OBREGÓN

LO primero que hemos de observar es que se trata de dos tex-tos de distinta extensión. En números redondos, y conside-rando únicamente el contenido del prólogo y de los capítulos:

DQA: 139000 palabras y MDO: 121000 palabrasAsí que la extensión de DQA es un 15% mayor que la de MDO.

Esto ha de tener alguna influencia. Veamos que sucede con algunosmonosílabos:

En general, los resultados se corresponden a la distinta extensiónde los textos. Ya hemos observado que Avellaneda gusta del empleode “tras” y de omitir la conjunción “que”. Podría existir en DQA unmayor uso de “a” en vez de “para”.

DQA MD0

de 6868 5680

que 6578 6385

y 6033 5534

la 3848 3642

a 3778 !! 2895

en 3165 2666

el 2604 2678

con 2212 1881

por 1678 1510

no 1649 1910

le 1433 736 !!

les 220 186

para 762 867 !!

si 659 545

pero 356 320

tras 172 !! 25

sino 152 230 !!

después 129 101

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En el uso de “le” se observa una gran diferencia, que parecedeberse a que en MDO, además de estar narrado en primera perso-na, hay mayor uso del pronombre enclítico:

Ni en DQA(*), ni en MDO se lee “puesto que”. En ambos textosse emplea masivamente “aunque” y alguna otra fórmula. Con todo,quizá no haya de dársele demasiada importancia, pues también suce-de en El buscón, El bachiller Trapaza, La pícara Justina y en losdos textos de Salas Barbadillo:

Ya comentamos que es una característica de Avellaneda usar “pro-pio” con el valor de “mismo”. Pero cuando dijimos que “Todo yque… se encuentra en otros autores, sí creemos que es un resultadosignificativo del análisis” no detallamos que donde lo habíamos vistoy nos había llamado la atención era en Marcos de Obregón.

* estos todo lo conocen, si no es a sí propios.* desdecir de sí propia.* ha de comenzar de sí propia.* si yo propio no me hallara el pulso.* ni aun ellos propios se conocen a sí mismos.* dejamiento de sí propio, desesperación de cobrar lo perdido.* la obligación natural que tengo a mí propio.* si los pobres no se alientan y animan a si propios.* siendo homicida de sí propia.* capaces de conocernos a nosotros propios.* a sí propio se ha de temer.* calle por sí propio.

DQA MD0 DQ PyS NE PJ CT SB BU BT

“puesto que” 0 0 123 74 57 0 68 0 0 0

DQA MD0

le dijo + le dije 173 95

díjole + díjele 9 35

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* El único caso está en el Soneto “de Pero Fernández”, que es bien sabido que remeda el “de Solisdána don Quijote” de los preliminares de DQ-I.

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* huirían de sí propios.* aunque ella propia tuviese su libre albedrío.* decille bien de sí propio.* me tomaba cuenta a mí propio.* conocimiento de sí propio.* decir mal de sí propio.* otra a él propio.* contradición en mí propio; y media docena de casos más.

Coinciden MDO y DQA en abundar expresiones del tipo “echar dever” (que no se lee ni una sola vez en las memorias de Pasamonte):

Algo parecido puede decirse de la expresión “dentro de” convalor de “al cabo”:

Esta expresión se lee una vez en Pasamonte:* Diose tan buena maña el buen fraile, que dentro de cuarenta y

cinco días tuvo la espada aderezada (Cap. 23).

Lamentablemente, nos hemos encontrado en MDO la abundanciade otros tics de Avellaneda en DQA. Lo de la preposición “tras” nonos extraña: un tan llamativo abuso bien puede el autor observarlo ycorregirlo. En MDO sólo hemos localizado dos pasajes con aquel usode “tras”; en un caso vale por “después” y en otro por “además de”:

* el agua que tras él se siguió duró… hasta el día siguiente (Des-canso I-8).

* andar…, tras lo que habíamos caminado… antes, cinco o seisleguas (Descanso I-10).

Este caso equivale a la expresión “tras que”, que ya indicamosque Avellaneda emplea catorce veces.

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“dentro de” 18 11 2 2 6 15 5 4 5 7 16

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“echar de ver” 31 38 31 23 17 7 34 12 0 52 34

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Nos inquieta más que el práctico “con todo” (en vez de “con todoeso”), tan frecuente en DQA, sólo aparezca tres veces en MDO:

* Con todo, se llegó este buen hombre (Descanso I-22).* Con todo, no me hallé muy bien (Descanso I-23).* con todo, la creí (Descanso II-3).En cambio, leemos “con todo eso” en 14 ocasiones.

Una expresión que aparece en DQA y en MDO es “ir derecho a”.Hemos contado expresiones de ese tipo en varios textos:

En DQA:* picando derecho hacia la cabaña.* arremetió… muy derecho hacia la pared.* fue derecho a la celda.* fue derecho… a la posada.En MDO:* se fue hacia una espesura derecho.* fuime derecho a su casa.* fuime derecho al aposento.* Él fue a… y yo derecho al barco.* fuese derecho a su casa.

Hemos detectado en DQA y MDO una notoria tendencia a emple-ar “cierto” con sentido indeterminado (cierta casa, ciertos salteado-res…). Descontando las expresiones “por cierto”:

También esto lo hemos visto en Pasamonte unas 12 veces.

En DQA y MDO hemos encontrado varias veces la muletilla“todo lo demás”:

DQA MD0 DQ PyS NE PJ CT SB BU BT

“cierto” 71 91 103 36 49 76 8 25 7 32

DQA MD0 DQ PyS NE PJ CT SB BU BT

“ir derecho a” 5 5 1 1 0 2 0 3 3 4

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No es muy frecuente encontrar “represa(r)” en los textos de laépoca:

En el otro sentido, las expresiones “fuera de (que)”, con valor de“aparte de”, muy frecuentes en MDO, asumen una frecuencia nor-mal en DQA:

Así las cosas, no nos queda otro remedio que acudir a los deta-lles, a las expresiones singulares.

* “en pies” en lugar de “en pie”:En DQA:

no me puedo tener en pies (Cap. 26).En MDO:

puesto en pies el monstruo (Descanso III-19).

* “como un viento”:En DQA (Nov. 2):

Apeóse del caballo … como un viento.subió… como un viento.

En MDO:caminando como un viento (Descanso I-16).

DQA MD0 DQ1 DQ2 NE PyS PJ CT SB BU BT

“fuera de” 7 22 7 6 6 1 0 4 0 10 2

“fuera de que” 0 7 1 0 0 0 0 4 0 3 0

SUMA 7 29 8 6 6 1 0 8 0 13 2

DQA MD0 DQ PyS NE PJ CT SB BU BT

“represa(r)” 2 1 0 1 0 0 0 0 0 0

DQA MD0 DQ PyS NE PJ CT SB BU BT

“todo lo demás” 3 3 3 1 0 0 0 0 3 2

“y todo lo demás” 5 3 0 0 0 1 0 0 0 6

SUMA 8 6 3 1 0 1 0 0 3 8

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a pie, sueltos como un viento (Descanso I-20).* “en consecuencia desto”:En DQA (Nov. 2):

trayendo en consecuencia desto el sabido milagro.En MDO:

traer en consecuencia desto a los… oradores (Descanso I-19).

* “imaginar en” = “pensar”:En DQA:

imaginando… en su negra sortija (Cap. 10).imaginando… en la traza que ternía (Nov. 2).

En MDO:imaginar en la profundidad de agua (Descanso III-10).imaginando en las… cosas que Naturaleza cría (Descanso I-20).

La expresión también la emplea Cervantes en La cueva de Sala-manca: ...que no imagine en la falta que vuesa merced le ha de hacer.

* “entrañas de Dios”:En DQA:

por las entrañas de Dios, os ruego (Nov. 2).dése, pues, por las entrañas de Dios, por vencido (Cap. 29).

En MDO:siendo bastante a enternecer las entrañas de Dios (Descanso I-2).suplico a vuesa merced por las entrañas de Dios (Descanso I-14).

* “a lo último” = “al extremo”:En DQA:

cuando llega a lo último de su maldad (Nov. 2).En MDO:

hundidos los ojos a lo último del colodrillo (Descanso I-10).

* “con todo rigor”:En DQA:

apretándosela con todo rigor al delicado cuerpo (Nov. 2).En MDO:

le castigaría con todo rigor (Descanso I-10).

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* “hecho ojos”:En DQA:

llorando lágrimas vivas y esperando, hecho ojos (Cap. 9).le dijo, hecho ojos: (Cap. 12).la estaba aguardando hecho ojos (Nov. 2).

En MDO:la doncellita estaba hecha ojos.

* “tan sin consideración”:En DQA:

ejecutalle tan sin consideración (Nov. 1).has perdido tan sin consideración (Nov. 2).

En MDO:arrojarme tan sin consideración (Descanso III-11).

* “más a mano”:En DQA:

llevarla más a mano (Nov. 2).En MDO:

como más a mano se hallaban (Descanso III-22).

* “con todo el silencio”:En DQA:

con todo el silencio que pudo (Nov. 2).En MDO:

con todo el silencio posible (Descanso I-13).con todo el silencio que pude (Descanso III-7).con todo el silencio del mundo (Descanso III-16).

* “al mismo compás” = “al mismo tiempo”:En DQA:

al mismo compás se ve en ella (Cap. 25).En MDO:

al mismo compás que le topé volvió el báculo (Descanso I-22).al mismo compás arrebaté yo al muchacho (Descanso II-8).

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* “muy gran rato”:En DQA:

por muy gran rato no supieron (Nov. 2).En MDO:

Habloles muy gran rato (Descanso III-4).

* “en todo el día” y “en toda la noche”:En DQA:

en toda la noche no había podido pegar los ojos (Cap. 5).hoy en todo el día (Nov. 1).no me dejan en todo el día (Cap. 35).

En MDO:en todo el día no dejaban de venir (Descanso I-15).no cesan en todo el día y la noche (Descanso I-17).en todo el día no hallé cosa de volatería (Descanso III-6).ni en todo el día pareció (Descanso III-9).

* “(ar)rellanar”:En DQA:

arrellanado en su caballo (Cap. 22).En MDO:

Sentéme bien rellanado (Descanso I-22).

* “obviar”:En DQA:

no pudo obviar a que no saliese de través (Cap. 16).deseando obviar los inconvenientes (Nov. 2).para obviar este gran peligro (Cap. 26).

En MDO:Esto es lo que voy obviando (Descanso II-12).

* “emparejar”:En DQA:

llegando con don Álvaro a emparejar con el balcón (Cap. 11).preguntó, en emparejando con él (Nov. 1).antes de emparejar con él (Nov. 1).

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y, emparejando con el…postigo de la puerta (Nov. 2).emparejaron con don Quijote (Cap. 25).

En MDO:al tiempo que llegaron a emparejar (Descanso I-8).cuando llegaron a emparejar con la venta (Descanso I-13).parose…hasta que pudiese emparejar con él (Descanso III-5).

(También lo hemos encontrado dos veces en el Prefacio de CT).

* “arrebozar”:En DQA:

arrebozado el rostro (Nov. 2).En MDO:

arrebocéme un capotillo que llevaba (Descanso I-22).

* “hellos” = “hacerlos”:En DQA:

prometemos de hellos a todos … canónigos (Cap. 7).En MDO:

es menester hellos amigos (Descanso II-2).

* “pestilencial”:En DQA:

las razones frívolas y pestilenciales avisos (Nov. 1).En MDO:

el pestilencial olor (Descanso I-12).gente pestilencial en la República (Descanso I-14).

¿Vale la pena continuar? Ya hemos comentado en un par de oca-siones que poco podía esperarse de la comparación de textos. ¡Sifuera tan fácil…! Hay algunos paralelismos singulares, es cierto,pero de todo lo que hemos apuntado, lo más revelador quizá seaaquel uso de “propio” con el valor de “mismo”, y no hemos encon-trado en MDO los otros tics de DQA. En cuanto a la omisión de“que”, tan del gusto de Avellaneda, la encontramos en MDO, perolas más de las veces con el verbo “suplicar” y similares, donde escomún en otros autores omitirla.

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¿ESPINEL = AVELLANEDA?

J ERÓNIMO de Pasamonte (cree Riquer) y también Vicente Espinel(creemos nosotros) aparecen caricaturizados en DQ-I en las figu-ras de un malhechor condenado a galeras y de un chulesco solda-

do, con los nombres de Ginés de Pasamonte (Cap. 23) y Vicente de laRosa (Cap. 51), que resultan claros sinónomos voluntarios de sus nom-bres en la vida real. No creemos que aquí intervenga la casualidad.

Ambas alusiones podrían no ser más de un detalle de Cervanteshacia un antiguo camarada en el primer caso y hacia un amigo en elsegundo, pero también pueden interpretarse de forma diametralmen-te opuesta. Si Pasamonte y Espinel eran ajenos a esa alusión y cuan-do la leyeron la interpretaron maliciosa y ofensiva, uno de ellospudo pensar en vengarse literariamente de Cervantes publicando porsu cuenta la segunda parte de sus aventuras, tal y como Cervantes daa entender que sucederá en las líneas finales de DQ-I. La oportuni-dad se la brindó el propio Cervantes cuando dio noticia de que esta-ba próximo a publicar DQ-II.

El examen comparativo del léxico de DQA con la prosa de lasmemorias de Pasamonte y la del Marcos de Obregón no arroja resul-tados concluyentes, si bien no podemos evitar ver alguna ventaja afavor de MDO obtenida trabajosamente en el examen lingüístico. Y,ciertamente, creemos que una venganza de esas características estu-vo más cerca de las posibilidades de cualquier literato residente enla Corte (o bien informado de chismes y rencillas entre colegas) quede Pasamonte.

Pero, sin el amparo de un concluyente examen lingüístico, pro-poner a Espinel como aquel Avellaneda que tanta antipatía sentía porCervantes parece irremisiblemente destinado a estrellarse en lanoción que tenemos de la amistad y el respeto recíproco que en vidauno y otro se profesaban. Así las cosas, parece que, en el mejor delos casos, hemos abundado en lo que de ostentación de sinónomosvoluntarios decía Avellaneda en su prólogo (y eso, según qué inter-pretación se le dé; que ya manifestamos nuestras reservas).

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En fin, nosotros, tras unos días en que nos divertimos con estejuego, volvimos a desinteresarnos de Avellaneda. Devolvimos a suestante nuestras recientes adquisiciones: el librito de Riquer y eltomo de la BAE. Bien podíamos dar por válido (esta vez por propiaexperiencia) lo de no más conjeturas. Lo escrito sobre el asunto y lastablas elaboradas las guardamos debidamente en la memoria denuestro ordenador. Quizá algún día lo colgásemos en alguna páginade Internet, pero ahora debíamos volver a nuestro proyecto. Todoseguiría como antes de haber leído aquel fascículo.

¿Todo? No, no todo. Algo había cambiado: en algún rincón deesta cabecita habían quedado almacenados (¿por cuánto tiempo?)los tics de Avellaneda.

junio 2003

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SEGUNDA PARTE:

CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA

AUTOR DEL

QUIJOTE DE AVELLANEDA

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UNA NOTA PROVIDENCIAL

E SCRITO lo que antecede, volvimos a concentrarnos en nues-tro proyecto. Y así, estando un día revisando y corrigiendonuestras Notas de DQ, reparamos en una que, después de

explicar el significado del vocablo o frase apuntados por la Nota,acababamos con algo parecido a esto:

…y así se lee en Capítulo X de El pasajero, de Cristóbal Suárez deFigueroa.

Pensamos entonces que mejor sería traer a nuestra Nota el pasajealudido, y no enviar al lector a un libro que no necesariamente seencontraría en su biblioteca. El problema es que es una obra exten-sa (nuestro ejemplar tiene unas 370 páginas de texto en letra peque-ña, y divididas en sólo 10 caps.); así que para localizar el vocablo opasaje que buscábamos debíamos revisar el texto de aquel capítuloleyendo diagonalmente.

Y entonces, en un solo párrafo leímos:- Cuando casé con él llevé veinte mil en dote, sin otras joyas de muchaestimación. Era tan liberal como caballero… Aunque desperdiciabainconsideradamente, no hallaron contradición en mí sus demasías…Al paso que la vida le duró la hacienda, quedando viuda con tantapenuria como calidad. Mantuve muchos días el fausto de casa y sir-vientes; mas convínome aligerar de costa… Así continuaba mi clau-sura, cuando entraron por mis puertas los ruegos desta señora, que…me reconoce por su parienta. Resistí sus instancias no poco tiempo,considerando… no era sufrible dejase, por servir a otro, la habitacióndonde fui tan servida de tantos. Viendo, con todo, iba ya la fortunahaciendo suertes en mí a toda prisa, condecendí, debajo de algunascondiciones, que después no se me guardaron.

’¡Diablos! —nos dijimos—, ¡si están aquí, como en ramillete,casi todos los tics de Avellaneda!’

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Olvidando el motivo de nuestra consulta, empezamos a pasardesordenadamente la vista por las páginas de El pasajero…

* Tras haber sido paje de cámara y favorecido no poco de mi dueño,me honró con que ciñese espada, dándome título de gentilhombre.

* Rondaba sus puertas de noche, con que me consolaba en estremo.* Busqué un amigo, y con su ayuda forjé algunas redondillas en

que, tras exagerar su hermosura y muchas partes, decendí a la expre-sión de mis congojas.

* Viendo sin algún remedio mi accidente, tuve el morir por feli-cidad; mas de tan desesperada resolución me divirtieron poco a pocosanos consejos. Con todo, determiné durase el sentimiento lo que lavida, sirviéndome la poesía para su expresión.

* Suelen remunerar muchos señores servicios de toda la vida sólocon exterior voluntad, que, aunque siendo verdadera y grande puedeequivaler a las obras, es, con todo, triste cosa entre los hombres elafecto sin efeto. Apenas dan lo desechado, lo inútil, huyendo de con-tino el rostro a las ocasiones de liberalidad.

* Hónranse más con el vínculo de sangre que con el de matrimonio.Harto más parientes fueron Adán y Eva, si es que del cuerpo lo es máscualquier costilla suya, y, con todo, ni por escritura ni por tradición sesabe que se llamase ‘primo’ el uno al otro; marido y mujer, sí.

¡Aquí fue Troya! Decidimos leer con más calma, retrocederíamoshasta el inicio de aquel capítulo…

* Daba al juego pocos ratos, por no hallar deleite mi cólera en suciega distribución; todo a uno y nada a los demás. Entreteníanmegrandemente las domésticas conversaciones de los con quien mehabía criado y vivido.

* Poco a poco salí oficial, si bien nada primo, por asistir al arteinvoluntario, impaciente.

* Declaran todos ser la mejor la de ánimo; luego, la de naturale-za, esto es, ser con ventajas noble el a quien compusiere y organiza-re la misma con más perfeción.

* Tras esto, quería caballerear, quería para sí aquella tan difícilunión de honra y provecho.

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* Tras no convidar con la presencia, tras no atraer con la discre-ción, ser corto, ser miserable. Antes de recebir sacros órdenes, tam-bién profesé la perdición del juego.

* Mas ninguno adquiera semejante opinión entre los a quien lla-mare amigos.

* Descubre la cordura sus quilates cuando, sufriendo ajenasimperfeciones, se ajusta el que la posee con los talentos de los conquien comunica.

* Mas, esto aparte, quisiera… propusiérades las prevencionescon que me puedo hacer amable, granjeando la gracia de los conquien me tengo de introducir nuevamente, ya que estoy resuelto enesta determinación.

* Todas mis ansias consistían acerca de mi ornato y atavío. Nodesflorado el zapato, al uso pecho y cabello, grandes puños, cuellocon muchos anchos y azul, pomposas ligas, medias sin género de fla-queza, y a esta traza todo lo demás de que cuida el que profesa gala.

¿Cabía más Avellaneda en tan pocas páginas? Y ¿como es posi-ble que Figueroa no estuviese en la lista?

Quizá porque Figueroa no fue aragonés, ni clérigo, y porque susobras han merecido pocas reediciones. De El pasajero, concreta-mente, y que es la más conocida, después de las dos primeras, sepa-radas por un año, la tercera (de la cual es nuestro ejemplar) hubo deesperar hasta 1913. ¡Tres siglos! Y una paradoja: aquella ed. de Elpasajero fue “Edición preparada por Francisco Rodríguez Marín dela Real Academia española, director de la Biblioteca Nacional”. ¡Elmás insigne de los cervantistas!

Y hay más todavía: la biografía de Figueroa (The life and worksof Christobal Súarez de Figueroa, Filadelfia, 1907) , que cita en suprólogo, original del hispanista J. P. Wickersham Crawford fue tra-ducida al castellano en 1911 por el erudito vallisoletano NarcisoAlonso Cortés. Sí, el que en 1920 propondría que Avellaneda fue…¡fray Cristóbal de Fonseca! Dejando de lado a Wickersham, he aquídos eruditos españoles que no dejaron de participar en la encuesta deAvellaneda y que necesariamente tuvieron en sus manos las prime-ras eds. (1617 y 1618) de El pasajero: el uno para preparar su edi-

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ción, y el otro para lo relativo a su biografía, que en gran medida sebasa en lo que de sí cuenta en aquel libro. La propuesta de N. Alon-so Cortés no debió ser muy bien acogida, pues más tarde rectificó yadmitió la imposibilidad de despejar la disputada incógnita (segúnFdo. García Salinero en la Introducción a su ed. de DQA).

Hemos intentado sin éxito localizar el texto electrónico del libroEl pasajero, imprescindible para realizar un análisis lexicográfico. Afalta de algo mejor, hemos digitalizado 100 págs. de nuestro ejem-plar y, luego (como ya hicimos con las memorias de Pasamonte), lashemos convertido en texto.

En esas 100 págs. hemos buscado los tics de Avellaneda, y tam-bién todas aquellas expresiones que en su momento utilizamos en lacomparación de DQA y de MDO. No hemos querido separarnos delguión, no hemos querido retocar nada de lo que habíamos escritohasta aquí, no hemos añadido a la encuesta más vocablos ni cons-trucciones.

Y he aquí lo que hemos hallado en esas 100 págs. de El pasajero

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COMPARACIÓN LINGÜÍSTICA ENTRE EL QUIJOTE DE AVELLANEDA Y

EL PASAJERO DE FIGUEROA

N OS conviene traer aquí las palabras con que Riquerpreludió las páginas que dedicó a la comparación delléxico de DQA con el de las memorias de Pasamonte:

Si voy por el buen camino... parece que, en principio, ambas cosas nopueden ofrecer acusadas diferencias lingüísticas, y es presumible queaparezcan en ellas algunos rasgos comunes. Porque ir más allá y supo-ner que forzosamente tengan que presentar una llamativa uniformidadlingüística sería una temeraria pretensión.

Aduce Riquer que entre el fin de sus memorias (1603) y la publi-cación de DQA (1614) Pasamonte pudo modificar su registro litera-rio. Por otro lado, por imitar el modelo, usaría un léxico muy distin-to al de sus memorias.

En el caso de El pasajero, que vio la luz en 1617, hacia el finaldel Cap. 2º se da a Cervantes como fallecido; así que, con toda cer-teza, el libro se redactó, en todo o en parte, en 1616-17. En cuanto aDQA, ya indicamos antes que no creemos que Avellaneda lo inicia-se en 1605; probablemente fue en 1613, tras leer el prólogo de lasNovelas ejemplares, donde Cervantes anunció oficialmente su DQ-II. O quizá algo antes, pongamos en 1612, por haber oído hablar deello. En cualquier caso, tres o cinco años de un escritor en activo,en particular si se trata de un hombre joven e inquieto… Si revisa-mos las Tablas de apartados anteriores veremos oscilaciones en elléxico del propio Cervantes.

Pero no se intranquilice nuestro lector: no estamos anticipándolela decepción.

* * *No vamos a traer aquí las infinitas omisiones de “que” en El pasa-jero. Apuntaremos sólo las primeras que se ofrecen:

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* será forzoso desagraden.* sé cierto templará.* pareció conveniente siguiese.* no es de admirar vuelva. * creed no puede tener.* ni es de creer corra.* imagino me confesaréis habréis.* vemos suele levantar la Fortuna.* del sabio se dice peregrina.* Paréceme será.* etc., etc.

Omisión de “de”:* poner…delante los ojos. * trataron aliviar el cansancio con… pláticas.* palabras ligadas y restringidas debajo cierta ley harmónica.

“por tanto”:* por tanto, casi los más.* por tanto, así como de.* por tanto, es grande la.

“por ningún caso”:* lo que por ningún caso ocasiona utilidad.* que por ningún caso pierda de su lustre. * sin inferirse por ningún caso de lo uno lo otro. * aquí por ningún caso se podrá escusar un desafio. * romances por ningún caso los dejaré de poner. * donde por ningún caso les faltarán oyentes. * objeción que por ningún caso puede ser satisfecha. * libre, y por ningún caso encogida.

“harto”:* harto más parientes fueron Adán y Eva.* en ésa me parece hay harto en que entender.

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“llegado/venido el”:* llegada la ocasión en que tal rey.* y llegado el punto, hallan.* mas llegada la ocasión de hacerla patente.* mas llegada la ocasión, no me perdonaban.

“indefiniciones numéricas”:* con dos o tres oficios queda ya éste por ladrón.* ser confusión todo lo que no fuere hablar cuatro o cinco.* las demandas o respuestas pasaran entre más de cuatro o cinco.* cinco o seis romances por ningún caso los dejaré de poner.* gasté seis o siete años en deprender.

“con todo”:* con todo, conviene al poco feliz abrir paso a la Ventura.* con todo, de las naciones es la que...* mas, con todo, alguna tiene treinta años de antigüedad.* con todo, no vi el rostro de mi dueño en muchos días.* viendo, con todo, iba ya la fortuna haciendo suertes en mí.* con todo, determiné durase el sentimiento lo que la vida.* es, con todo, triste cosa entre los hombres el afecto sin efeto.* y, con todo, ni … por tradición se sabe que. * cáusame, con todo, alegría entender pueda resonar mi nombre. * esta ocupación, es, con todo, digna de cualquier honra.* con todo, me ofrecí.* mas si, con todo, quisiéredes perseverar.* con todo, quisiera no se hallara tan distante de lo verisímil.* advertid, con todo, que habéis dejado de introducir una figura.* gustamos, con todo, de oír.* con todo, no me faltaban quebraderos de cabeza.

“no menos… (que…)” = “tan… como…”* no menos estimados (los maestros).* no menos que las tres provincias (merece).* no menos presumidos que temerarios (hombres).* no menos nueva (cortesía).

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“sumo”,” suma”, “ sumamente”:* pusieron sumo cuidado.* a singular amor y a respeto sumo.* es sumo error.* delante del sumo Rey.* haber llegado a lo sumo.* con sumas alabanzas.* campea sumamente el Vaticano.* ofrecen suma recreación.* apurado sumamente.* desautoriza sumamente a sus profesores.* cánsame sumamente.* estimaron sumamente ser celebrados.* sumamente discreta.* suma felicidad.* desiguales sumamente.* sumas alabanzas.* excelsa sumamente.

“puesto” = “sitio”:* tiene en puestos públicos hermosas fuentes.* gente para repartir en varios puestos.

“no poco”:* mejóranse no poco los años con… * no poco me divertió lo que fui viendo.* a levantar los edificios no poco.* el castillo… la ennoblece no poco.* da no pocos celos.* alcanzan… no poca autoridad.* aventájase no poco la ternera.* hay muchos, y no poco sutiles.* resistí sus instancias no poco tiempo.* favorecido no poco de mi dueño.* se veen no pocas veces deslustrados.* sí tengo, y no pocas.

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* se disimula no poco aquella mala calidad.* no pocos titulares… recibieron en sus casas hombres.* y de no poca sospecha en la Fe.* dura en no pocos esta flaqueza.* requisito para el común agrado no poco esencial.* una figura no poco importante.

“notable”:* es notable, rara y por ventura única.* son notables las revoluciones de Roma.* por la notable distinción que hay en todo.* sa parte más notable de la isla.* notable inquietud de espíritu.* tan notable locura.* he cobrado notable desamor.* hacéis notable agravio.* ligereza notable, absurdo, terrible.*de notable consideración debía ser.* miraba la notable proporción.* notable caso.* y aumenta… notablemente la ajena.

“que no debiera”:* vine… ¡Ay de mí!, que no debiera, pues en breve se convirtió

en tigre la que al principio pareció cordera.

“si bien”:* si bien la vida… fue de algunos juzgada menos corta.* cuya variedad, si bien nos detiene, es por breve tiempo.* con puerto, si bien no tal como el antiguo.* si bien casi siempre son promovidos.* ni grande ni seguro, si bien ayudado con un muelle.* colores vistosos y alegres, si bien no tan durable.* no le faltan …, si bien cesa su beneficio.* éste, si bien goza más renta, tiene menos juridición.* copiosa de bastimentos, si bien menesterosa de carne.

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* y, si bien residen en medio del mar.* salí oficial, si bien nada primo.* que, si bien de cristiano viejo, es apellido común.* si bien la continua labor turbó algo la vista.* y si bien conozco no haber felicidad que iguale a...* si bien a todas tengo poca inclinación.* si bien lucidísimo ingenio.* si bien tal vez redunda en gala ingeniosa.* si bien esto de musa y ninfa suele ser.* si bien, cuanto a interés, el más importante.* y si bien carecerá del arte.* si bien… recibe poco ornato.* si bien no en virtud de muchos años.* bedezco, si bien quisiera evitar.* si bien… se las lleva todas el viento.

“sin” = “además de” o “aparte de”* así longobardos como franceses, sin algunos emperadores.* las plazas principales son: …, sin otras.* con éstos, sin otras obras cristianas, mantiene.* sin las muchas villas..., contiene tres arzobispados.* veinte mil en dote, sin otras joyas de mucha estimación.* mixta y doble, simple y compuesta, sin otras.* sin esto, son menester papeles.* sin esto, la… confianza que comunican… produce flojedad.* recibieron grandes favores de Augusto; sin otros muchos héroes.* sin las de reyes… y príncipes… suelen ser…de santos.* honrándome, sin esto, con los títulos de...

“en estremo”:* me consolaba en estremo.* en estremo colérico.

abunda más “por estremo” (que no se lee en DQA):* sabe hacer esto por estremo.* es por estremo crecido.* mal por estremo reglará una provincia.

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* se me hacía por estremo grave.* corteses sois por estremo.* se une por estremo bien.* que os hallaréis por estremo aliviado.* ajustado por estremo.* me dejáis por estremo obligado.

“tener de”:* con quien me tengo de introduci.r* qué orden tengo de guardar.* el estilo que tengo de seguir.

“todo lo demás”:* y todo lo demás singular y excelente.* que todo lo demás es de perdidos, de inútiles.* y a esta traza todo lo demás.* todo lo demás es, sin duda, acumular.* y todo lo demás que puede ministrar.* con todo lo demás de que se compone.

“dentro de” = “al cabo”* dentro de un mes pagase sin falta.

“poco a poco”:* se va poco a poco estrechando.* recibieron… poco a poco una buena parte del dominio.* se va poco a poco restringiendo.* trata de entablarse poco a poco.* fuese poco a poco juntando con otra.* fue poco a poco manifestando.* me divirtieron poco a poco sanos consejos.* poco a poco vais resbalando.* se han ido poco a poco convirtiendo.* yéndose poco a poco estimando.* se va prosiguiendo poco a poco.* poco a poco los fuera recogiendo.

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* crece poco a poco

“tras” = “después o además”:* entrase tras esto en Toscana.* tras la noticia anticipada de las vacantes.* tras esto, el nuevo pontífice.* tras esto, quería caballerear.* tras no convidar con la presencia, tras no atraer con la discreción.* que tras muchas faltas y muchas amonestaciones.* tras haber sido paje de cámara.* tras exagerar su hermosura y muchas partes.* un librico tras otro.* tras muchos días de pretensión.* finalmente, tras rendir … palabras generales.* anímanle tras esto a que no desampare la pluma.* tras varios términos de recíproca cortesía.En otros tres casos se lee “tras” con el valor de “detrás”, lo que

suma dieciséis apariciones en esas 100 páginas de El pasajero.

“en + gerundio”:* registrar en llegando.* en saliendo de sus casas.* en llegando el forastero a la hostería.* en teniendo a la orden mi conceto.* en viéndolo, vomitará bravuras el celoso.* en diciendo “Aquí de los nuestros”.

“fuera de” = “además de, aparte de”:* fuera de haberse de registrar.* fuera de que se miran bien.* fuera de lo propio.* Fuera de que también puede causar hastío.* fuera de ser… cosa por sí tan suave.* fuera de que… sacaréis no pequeña utilidad.* fuera de que, como jamás están enseñados.* fuera de que… con un granillo de mostaza.

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* fuera de que corre riesgo de usurpador.* fuera de la tragedia, a quien más sirven.* fuera de ser las horas de la noche dispuestas para...

“que llaman”:* altísimos montes, que llaman Alpes.* el golfo que llaman de León.* la compañía que llaman de San Jorge.* la ribera que llaman de Levante.* ciertas granjas que llaman viñas.* cinco plazas, que llaman segios.* menudencias… que llaman marisco.* sus pozos que llaman formales.* un camino real que llaman Gruta.* divídese en tres partes, que llaman valles.* la mejor es novillo, que llaman yenco.* las recreaciones del campo, que llaman salidas.* este demonio que llaman caballería.* aquel valeroso combatiente que llaman Amor.* otras acesorias, que llaman episodios.* esta fantasma que llaman temor.

“propio” = “mismo”:* hasta los propios enemigos.* ese propio.* al propio imperante.

“cierto”:* cierto pariente de pluma.* vino a mi tienda un día cierto marqués.* pagase sin falta la cantidad cierto genovés.* retirados a ciertas granjas.* ciertas menudencias regaladas.* quiso cierto virrey saber.* haber observado… cierta razón de estado.* pone cierta necesidad de imitación.

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* a quien cierta loca llamaba.* ciertos humillos de valentía.* cierta Urraca en librea, cierta Sarra en edad.* cierto término impersonal.* atada con ciertos pies.* debajo cierta ley.* comprehendidos de cierta grandeza.* en ciertos fragmentos desabridos.* entiendo ciertas patrañas.* se me apareció cierto personaje.* ciertas prositas ocasionadas.* cierto género de farsa.* cierta miscelánea donde se halla de todo.* resonaron… en cierta farsa.* la casa de cierto autor.* ciertos niños de a setenta.* ciertas obras que pretendía sacar a luz.* por haberle puesto cierta objeción.* cierto día vino a tener.* pedí a Febo cierto día que...

“echar de ver”:* eché bien de ver que no he sido esperado.* ¿es posible no echase de ver.

“represa(r)”:* los versos que tenía represados.* muchas gruesas represadas.

“infernal”:* este lenguaje infernal.* géneros de música infernal.

“de suerte”:* de suerte, que debe hacer.* de suerte, que, llegada la ocasión.

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* de suerte, que por semejantes modos.* de suerte que, cuanto a rimas sueltas.* de suerte que, habiéndose adornado.* de suerte que, por un camino o por otro.

“es cierto…”:* es cierto que cortas pagas.* es cierto ser necesaria.* es cierto renacer los padres.* también es cierto viene.* es cierto ser lo más.* es cierto no habrá.

“con todo rigor”:* le toca con todo rigor llenarla.

“obviar”:* se pueden mal obviar.

“maravillar, maravillado”:En la porción de texto analizada no encontramos el verbo “mara-

villar”, aunque sí : maravilla (6 veces), maravilloso (7) y maravillo-samente (1).

“a la que” = “cuando”:“henchir”, “hinchir”:

No aparecen en la porción de texto analizada

Hemos dejado para el final aquel tipo de construcción tan singularde Avellaneda, las del tipo “el en que”:

* el de que pasen con menos culpa los yerros.* dichoso el a quien hacen cauto.* la de que participó en la leche.* arrojarme a lo en que otros tienen… hábito.* los en que no precedieren ciencia.* negligencia en lo a que se va.

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* en lo para que es bueno.* lo en que entraron.* todo lo de que se valen.* los con quien me había criado.* la gracia de los con quien me tengo de introducir.* los con quien comunica.* los a quien presenta sólo el favor.* los a quien llamare amigos.* los a quien noble sangre y riqueza dieron algún grado.* los a cuyas manos llegan.* de los entre quien se hallan trabadas.* oponeros a lo en que os manifiesto.* esta sin quien estuvieran tristes las almas.

Ciertamente, esas 100 páginas de El pasajero ofrecen un resulta-do espectacular. Hemos encontrado (excepto “maravillar”) todos lostics de Avellaneda en DQA, y en tal número, que puede afirmarseque Avellaneda y Figueroa tenían, globalmente, los mismos.

Recordará el lector aquellas primeras Tablas que elaboramos paracomparar los tics de Avellaneda. Las desproporciones eran notabilí-simas; y si, con todo, intentamos comparar el léxico de DQA con elde MDO fue por lo del “sinónomo voluntario”. Pero volvamos aellas para introducir los números correspondientes a El pasajero.Esos números (como en los Cigarrales) los hemos multiplicado por4, pues del texto de El pasajero sólo hemos digitalizado las 100 pri-meras págs. (de 366), es decir el 27 %.

A nivel global, o de autor, los resultados de El pasajero quedan muylejos de los demás, hasta el punto de ser del mismo orden que los deAvellaneda. Puede que el lector piense que las cantidades son muy dis-crepantes, en particular para el caso con “tras”, pero, pues proponemosel mismo autor, han de considerarse los valores medios de DQA y Elpasajero, que resultan: 319,5 (sin “tras”) y 437,5 (con “tras”).

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De modo que DQA y El pasajero están dentro del margen 319,5 +o -15,5 (sin “tras”) y 437,5 + o -69,5 (con “tras”). En base 100, resul-tan: 100 +-4,85 y 100 +-15,89. En números redondos, las oscilacio-nes son de sólo el 5% (sin “tras”) y del 16% (con “tras”).

Y si el lector aún piensa que ese 16% es elevado, considere quelos valores medios de la obras de Cervantes son 41,75 (sin “tras”) y82,25 (con “tras”). Así que los 4 libros (DQ son dos tomos) seencuentran en los márgenes -11,25 +12,75 (sin “tras”) y –18,25+13,25 (con “tras”). En base 100, resultan: -26,95 +30,54 (sin“tras”) y –22,19 +16,11 (con “tras”). En números redondos, las oci-laciones promedio son del 29% (sin “tras”) y del 19% (con “tras”).

El verbo "maravillar" aparece media docena de veces en las 266págs. restantes de El pasajero, y tambien en otras obras de Figueroa,pero la ausencia en este 27 % del libro parece indicar que ahí no ten-dría la categoría de tic. Nótese también el uso más normal de “tras”en El pasajero.

Se observará que las construcciones “en + gerundio” no son en Elpasajero lo abundantes que en DQA y MDO. Esto se debe a que Elpasajero es un diálogo: excepto una brevísima introducción (unapág) del autor, no hay un relato convencional. Todo el texto que

DQA EP DQ+PyS+NE MDO PJ CT SB BU BT

sin “tras” 335 304 42 46 62 80 36 40 132

con “tras” 507 368 82 71 131 104 54 138 144

DQA MD0 DQ PyS NE PJ CT SB BU BT EP

“por tanto” 49 0 0 0 0 12 0 3 0 0 12

“con todo” 34 2 2 1 0 0 0 3 10 22 64

“no poco” 44 4 19 4 2 10 40 6 0 28 72

“harto” 65 18 28 7 11 20 8 6 20 14 8

“notable(mente)” 33 11 9 4 3 13 8 20 10 20 52

“maravillar” 61 0 35 8 9 1 0 0 0 2 0

“si bien” 49 11 13 8 4 6 24 0 0 46 96

SUMA 335 46 106 32 29 62 80 36 40 132 304

“tras” 172 25 85 32 45 69 24 18 98 12 64

SUMA 507 71 191 64 74 131 104 54 138 144 368

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hemos utilizado está constituído por los parlamentos de 4 persona-jes, sólo precedidos del nombre del interlocutor.

Es posible que por esta misma razón tampoco hayamos encontra-do en esas 100 págs. de El pasajero aquella construcción “a la que”con valor de “cuando”, que emplea Avellaneda en 17 ocasiones.

Sin narración convencional en El pasajero no cabe duda de quees un libro conceptualmente distinto a DQA. Añádase a ello que Elpasajero, aunque de entretenimiento, es un libro serio: no hay hidal-go loco, ni zafio aldeano, ni prostituta que les acompañe. En nuestraopinión, todo ello da valor añadido a las muchas coincidencias quehemos encontrado en la compulsación de ambos textos.

Tanto es así, que no silenciaremos algunas cosas que hemosobservado en aquellas págs. de El pasajero y que no hemos visto enAvellaneda. Hay cierta construcción que parece ser un tic de Figue-roa:

* importantes mucho para conseguir grandes intentos.* temida mucho por los aires de tierra.* mejoradas mucho están las gentes.* es difícil mucho alimentar familia.* apto mucho y muy conforme.* esta gente es peligrosa mucho.* partos… desiguales sumamente.

Algo parecido sucede con “cuanto” = “en lo relativo a”, quehemos visto 30 veces en aquellas 100 págs. de El pasajero. Ejemplo:

* no digo cuanto al nacimiento, que en esto todos son de buensolar…, sino cuanto a… presunción

En El pasajero sí se lee “puesto que”, pero no con el valor de“aunque”. Por lo que hemos leído, es siempre con el valor de “dadoque”. Ejemplo:

* No hay… donde se halle tanta variedad de frutos, puesto queproduce hasta azúcar.

Estas cosas no deben desanimarnos. Unos cinco años antes de queDQA viese la luz, Figueroa publicó su Amarilis en la que ni una sola

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vez se lee “puesto que”, todo y ocupar más de 280 págs. en octavo.Y sólo una vez se lee aquel uso de “mucho”:

* Desigual mucho de tu profesión es tu lenguaje.

Similarmente, hemos buscado en Amarilis la expresión “pormanera”, que hemos visto 7 veces en aquellas págs. de El pasajero:no aparece una sola vez.

Así las cosas, la mayor discrepancia que vemos entre aquellaspáginas de El pasajero y DQA es el uso de “cuanto”. Que Figueroaintrodujese pequeños cambios en su léxico no ha de desconcertar-nos: recordemos los primeros párrafos de este apartado.

Los italianismos y giros poco castellanos que se han detectado enDQA bien pudo introducirlos Figueroa, por haber residido 16 añosen Italia.

De la biografía de Figueroa se deduce que hubo de visitar Zara-goza al menos 4 veces (ida y vuelta a Italia, ida y vuelta a Barcelo-na) antes de su marcha definitiva a Italia…). Suficiente para cono-cer la ciudad. Habida cuenta de que algunos de sus libros se impri-mieron en Valencia, también puede pensarse que visitase la capitaldel Turia. De ahí podrían venir los aragonesismos y valencianismosque algunos críticos observan (no sin cierta polémica) en DQA.

Aunque escapen del análisis lexicográfico que hemos emprendi-do, no podemos cerrar este apartado sin comentar dos detalles quehemos leído en El pasajero y cuya lectura combate argumentos queen su día emplearon Riquer y Espín Rael en defensa de sus candi-datos Pasamonte y Quevedo.

Para Riquer, Pasamonte se introduce en tres o cuatro pasajes deDQA al objeto de hacerse un lavado de imagen. En uno de ellos seautocalificaría de buena boya, término que (recuerda Riquer citandoa Covarrubias) se aplicaba al remero voluntario, asalariado, no adelincuentes condenados a galeras. No acabamos de ver qué gana laimagen de Pasamonte con el cambio; pero, además, la lectura posi-tiva que hace Riquer no es la única posible. Veamos la despectivaopinión que los tales le merecían a Suárez de Figueroa (Alivio IV):

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Llegó la admiración a lo sumo… considerando haya, con ser esta vidatan abominable, tan inquieta, tan tormentosa, quien la busque y ape-tezca, vendiéndose para gozarla. Llaman a éstos buenas boyas, que,cambiando la libertad con limitado interés (que luego juegan), la vin-culan para no pocos años de extravagantes martirios y desusadosultrajes. Es de reír ver suelen ser éstos los primeros de quien echanmano para el castigo, tan merecido sin más ocasión que haber incli-nado la voluntad al recreo de tan horrenda vida. Si por algún modopuede ser lícito holgarse del mal ajeno, afirmo haberme alegradomucho con los tristes espectáculos de semejantes bellacones.

Y si citar un libro tiene cierto valor como prueba de autoría, noha de pasarse por alto que en el mismo pasaje de DQA en que senombra la Guía de pecadores de Fray Luis de Granada se nombra elFlos Sanctorum. Pues bien, también Figueroa le nombra (Alivio X):

En las Flores de santos hallaréis grandes recreos, porque, fuera decontener la explicación de muchos lugares de Escritura, se narran conelegancia las vidas de los justos. Las de los mártires, especialmente,os mostrarán a vivir como cristiano verdadero. Su constancia os deja-rá enamorado y os inflamará para sufrir y padecer, no sólo con pacien-cia, sino con amor, con voluntad y alegría cualesquier trabajos, con-gojas y tribulaciones por Cristo y su Fe.

Para Espín Rael, la más cierta confirmación de que fue Quevedoel autor de DQA es el deleite por referirse a los gargajos, privativode Quevedo; ningún otro escritor ha tenido tan sucio capricho. Puesbien, leamos a Suárez de Figueroa (Alivio III) hablando de aventu-ras estudiantiles en Alcalá:

La primer rencilla que tuve nació de cierto gargajeo, …estando unamañana en el patio de escuelas, me fueron poco a poco saludando yciñendo. Hechos, al fin, una rueda, desenvainó el conductor sobre miintacto manteo el escremento más horrible que salió jamás de pechoacatarrado. Al son deste tamboril comenzaron a bailar los demás,

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despidiendo de sí tan espeso granizo, que en grande rato fue forzososirviese mi limpieza y aseo de blanco de sus tiros… Acabada, congran risa suya y no menor pena mía, la escarapela, comencé a maqui-nar la venganza.

Figueroa, que ya no es un niño cuando escribe El pasajero, escapaz de tratar temas relativos a la vida estudiantil. Y los ubica enAlcalá de Henares, donde varios investigadores dan por sin dudaalguna que debió estudiar Avellaneda, pues allí transcurren algunoscapítulos de DQA. Que nosotros sepamos, Figueroa fue estudianteen Valladolid y en Italia, pero el ambiente y las bromas estudiantilesno diferirían excesivamente de las que podían darse en Alcalá, ciu-dad que, por otra parte, bien pudo visitar en su etapa en España antesde regresar definitivamente a Italia.

Habida cuenta de la importancia del zahiriente pasaje de DQA enque se alude a cuernos (Cap. 4), no podemos evitar entrar en undetalle. Allí leímos que don Quijote desea incorporar una pintura asu escudo y adicionarle un emblema o letra: …poniendo encimaesta curiosa, aunque ajena, de suerte que…

Pues bien, Figueroa emplea dos veces en El pasajero (Alivios IIy VIII) la misma muletilla, y con el mismo sentido de plagio:

* Por lo menos, me agradecerán el contexto, el estilo, y, juntamente,haber plantado en mi viña sarmientos de buena ley, aunque ajenos.

* Será, pues, forzoso condenaros en que entréis… en el número deversificador, diciendo cualquier composición, aunque ajena.

La ocasional omisión del artículo determinado en DQA tambiénse ve en otros autores contemporáneos. Este tipo de cosas cuesta delocalizar por medios mecánicos. Riquer observó que en DQA se leevarias veces “de casa” y no “de la casa”. También eso lo hemos vistoen El pasajero:

* alhajas de casa.* alhajuelas de casa.

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* bastimentos de casa.* maltrate alguno de casa.

Si en Avellaneda se lee de “Purgatorio”, en Figueroa se lee “deEscritura”, sin artículo, en varios pasajes:

* la explicación de muchos lugares de Escritura.* aquella parte de Escritura que se propone.* los dos que… contienen en materia de Escritura casi todos los

demás.* debiendo ser todos los concetos de Escritura, o materia, o santo,

o contra herejes, sobre Escritura, principalmente Nueva* las autoridades de Escritura y Evangelios.

Parece buena idea echar un vistazo a una porción de texto de Elpasajero, y no sólo a vocablos o expresiones concretas. Nos hemosdecidido por anexar los Preliminares, el Alivio II (en parte) y elcuento o novelita de El Pícaro Ventero, que en la ed. de El pasajeroque poseemos ocupa 23 págs. (239 a 261). El cuento (que contieneun episodio que Figueroa había leído probablemente en el Decame-rón) lo relata uno de los personajes a los otros tres que le acompa-ñan. Hemos eliminado los comentarios finales de éstos, con lo queresultan unas veintidós páginas de texto. Hemos marcado en negritalas coincidencias con las expresiones que antes analizamos. Y nóte-se que no las reprodujimos ni contabilizamos allí, por cuanto noslimitamos a las 100 primeras páginas del libro.

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EL REGISTRO LITERARIO DE FIGUEROA

EN la Dedicatoria de El pasajero (1617) dice Figueroa: Estelibro… justamente puedo llamar hijo de mi inclinación yempleo de mi voluntad, por haber sido otros siete que escri-

bí y publiqué partos de ajena instancia. Ciertamente, Figueroa, que no era mal escritor, se distinguió por

sus traducciones y otras obras de encargo. Y si bien publicó partospropios, quedaron fuera de lo que podríamos llamar novela pura, loque podría explicar sus dificultades en DQA, al punto que, segúnFdo. García Salinero: …

el tipo de prosa… sería aceptable si el diálogo y los parlamentos fue-ran más digeribles y el autor hubiera evitado… lo que sigue: …lasenumeraciones prolijas…la oratoria pomposa… la presencia constan-te del autor… que sermonea a sus leyentes.

Todo ello, en otro contexto que el de DQA, es muy propio de Figue-roa en sus obras originales, en que solía recurrir al dialogo en que uninterlocutor dominante alecciona a los otros, menos cultos o menosexperimentados, rendidos ante sus extensos conocimientos. Basteapuntar que la coletilla de sus títulos eran del tipo: …advertencias uti-lísimas, …noticias importantes, …y los daños que siguen, …escar-miento para todos, … ratos de conversación, en los que dura el paseo.

Es en ese terreno del Diálogo donde Figueroa se sentía máscómodo, pues le permitía exponer sus doctas y bien expresadas opi-niones ante un auditorio que las aceptaba complacido. Y es que fueun severo censor de la cultura y de la política en la España decaden-te que le tocó vivir. En ese aspecto, y en lo didáctico, Figueroa es delos mejores escritores de su tiempo. Pero la novela es otra cosa.

No sorprenderá al lector que a Figueroa le desagradasen los librosde caballerías. En el mismo pasaje (Alivio X) en que recomienda lalectura de libros autores aprobados y del Flos Sanctorum, dice:

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Estas lecciones y otras tales os causarán contento y regalo bien dife-rente del que ocasionan los Amadises, Febos y Orlandos: sueños, pro-fanidades, mentiras y locuras.

No carecía el Doctor Figueroa de sentido del humor, si bien losobrecargado de sus diálogos restaba gracejo a las situaciones, bienimaginadas. Ya hemos indicado que era hombre de buena estatura ycomplexión, aunque calvo. Pero ello no le impidió tratar de calvosen El pasajero (Alivio V), donde da a entender haber sido objeto deburla por parte de alguno(s) de sus colegas:

DON LUIS. Perdonadme, y pues generalmente no es bien recebido elserlo, decid, ¿por qué no os acomodáis a poner en ejecución lo queotros? Cabelleras hay admirables, que, a no saberse la lisura deldueño, engañara a cualquiera su disimulo. Ni juzgo yerro tratar comojardín el campo del cuerpo humano. Lícito es cultivarle y ser solícitoen procurarle todo ornato y belleza.DOCTOR. Así es; mas siempre me hizo repugnancia la consideraciónde ser ligereza vituperable cualquier notable novedad. Que alheñe lascanas el a quien nunca se le conocieron, pase; que bien hizo en pre-venir con la tinta la blancura de la edad, las insignias de la muerte.Mas que el tratado y habido por cano muchos días se convierta alimproviso de cisne en cuervo, indignidad terrible y conocida flaquezade entendimiento. Muestra, por lo menos, desagradarle el conoci-miento de su ser, de cuyo límite se desea apartar, siquiera con la cor-teza y sombra; efeto de imprudencia grandísima. Las mayores galasde los viejos son el aparato de las canas, merecedoras por sí de todorespeto y veneración, y dignos sus dueños de ser tenidos por padres dela patria; por sus árbitros y legisladores. La vejez, invierno de la edad,nos compone. Corónanse de nieve los montes; sus escarchas son losplateados cabellos, dignas borlas de la sabiduría anciana: corona dig-nitatis senectus, etc. Por tanto, ministran al poseedor no corto créditopara la confianza de grandes negocios, como fundada en la maduraexperiencia de largos años. Al contrario, desacredita el tinte suma-mente, denotando aquel gasto inútil de tiempo mal empleo en el debi-do a cosas más arduas. Fuera de que el cano teñido, cano se pasea por

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las calles, cano comunica con todos; y si no cano, jaspeado, por lomenos. ¿Habéis echado de ver los visos y cambiantes que descubreuna barba déstas, a trechos roja, a trechos tiznada, y cándida a trechos,con la piel siempre abrasada, que regala así la violencia del aguafuer-te? ¿Qué pretendéis emendar, caducos? Dad su traje a la edad; sed tanverdaderos en lo demostrativo como en lo interior: no desdiga lo apa-rente de lo oculto; que sois ya avestruces, …y aunque os llenéis defingidas plumas, no os podréis volver ligeras garzas. ¿Queréis granje-ar por lindos la afición de las damas? Brevas, ya no llegáis a tiempo;fuera de que se ríen y hacen donaire del afeite, mientras os favoreceny agasajan. Atended a lo que importa, niños de cien años, y aprendande vos los que os han de suceder reposo, cordura, madurez, gravedad.MAESTRO. ¿Qué es esto? ¿En qué arrobamiento os halláis? ¿Quéexclamación predicable ha sido la presente? Dejad a los miserablescon su mala ventura, con su engaño. Basta que mientras viven con-tentísimos con el gasto de tan falsa moneda, la tisera de sus accionesles cercena poquito a poco las faldas, juzgándolos por lo que deseanser sin serlo, esto es, por muchachos sin valor, sin providencia, fáci-les, antojadizos, inconstantes.DOCTOR. Dadme, pues, lugar que pase a los calvos, en quien correcasi la misma razón. Si fuera posible ir poniendo pelo en la cabeza alpaso que se le quitaba el tiempo, vaya con Dios; que, al fin, llegaba talsuplemento en no mala ocasión. Mas después de haberse dado un pre-gón general, no sólo por la Corte, sino por el mundo, que es calvo Juano Pedro; después de haber llegado ya a noticia de todos amanecer conpegote, con chapa, desairada acción, a fe de caballero. Es indecible elgozo que resulta a tales cornejas del tocamiento de ajenas plumas.Manéjanlas, y no lo pueden creer: tan aborrecible es para ellos el natu-ral nombre de Peláez. Buen pelo se traen; mas buen trabajo les cuesta,por ser insufribles las incomodidades y molestias que padecen, princi-palmente de verano, por el sudor impedido del estorbo, cuya represa lesocasiona limpieza poca y menos salud. La donosidad consiste en laszarandajas que forman del amado postizo, guedejitas encrespadas yempinados copeticos. Dos cuentos no puedo dejar de referir, sucedidosha poco a dos calvos, dignos de ponderación, por ir enderezados a sumengua. Galanteaba un lisiado déstos a cierta persona de bonísimas

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partes, y no de peor gusto. Teniendo vislumbres, traía el amarteladosembrado de pelusa el campo de la cabeza; dio un día en favorecerle contanta singularidad, que se llegó cerca y, como al descuido, aplicó lamano donde estaba la enfermedad, como que pretendía rascarle el meo-llo por vía de regalo. Angustiábase el corazón del favorecido, por ver sele iba descubriendo la flor. Quisiera, por una parte, no se entrara la dese-ada con tanta determinación en lo vedado; por otra, juzgaba notable gro-sería oponerse a tan preciosa caricia. Mientras ignoraba la resoluciónque debía tomar, la dama cargó los dedos hasta encontrar con el tafetán,leve cimiento del fingido casquete, con que se publicó del todo el arti-ficioso ornato del pretensor. Desvióse al instante la socarrona, y con ros-tro aseverado le dijo: “Señor, mucho granjea con los buenos la sinceri-dad; desagrádanme fingimientos: sí por sí, no por no; el calvo, calvo; elpeloso, peloso”. A esto, desamparando el negro amante la silla, partiócomo un rayo, sin responder…corridísimo del mal suceso.DON LUIS. ¿De suerte, que le hizo desmerecer con la señora lo quehabía elegido para instrumento de agradarla?DOCTOR. Así es; mas, sin duda, era no poco discreta la pretendida,pues se enfadó de embelecos; y aun soy de parecer no le excluyera tanásperamente, si se le pusiera delante aseado y limpio con aquel defe-to, que, como natural, no había estado en su mano. ¿Cuánto peor fuerahaber nacido insensato, necio, torpe, majadero, de quienes hay en elmundo infinitos, sin hallarse remedio con que se pueda cubrir la faltade su bestialidad? Y, con todo, pasan y viven entre los otros brutos dela tierra. El otro cuento se me olvidaba, y no lo merecía, por másbreve. Jugaba en cierta conversación un médico, calvo público, si bienpretendía desmentir semejante notoriedad con cabellera de particularprimor. Por una suerte vino a diferencias con otro. Era el contraditorimpaciente, y siendo las palabras espuelas de la ira, se dio principio aejercitar las manos. Comenzó mi calvo a pelear como un Cid; mas elenemigo, a pocos lances, agarrando con los cinco rabiosos el misera-ble capacete, le desencasó del lugar que no era su centro. Púsoseenmedio la de Guadalupe; y ya pasado aquel primer ardentísimoímpetu de cólera, reconoció la pieza que había perdido, y la que avoces pedía el relumbrante calvatrueno. Tendió la vista por la sala, yno descubriendo rastro, siquiera por un cabello de tantos como echa-

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ba menos su cholla, comenzó a preguntar entre los compañeros sihabían visto aquello; y respondiéndole que no le entendían, volvía areplicar: “Aquello, aquello digo”; y en una hora no hubo sacarle deaquello, reventando de risa los circunstantes, uno de quien se habíametido el aquello en la faltriquera de delante, y haciendo partícipesdiestramente a los demás de la parte donde estaba escondido, dabamotivo a su pasatiempo y solaz.DON LUIS. Sin estos, han sucedido a tales chapetones (sea lícitonombrarlos así sin estar en Indias) infelicísimos acontecimientos. Unbullicioso en cortesías, quitándose con presteza el sombrero a ciertopersonaje, dio en tierra con el artificio en el patio del Superior Conse-jo, con que descubrió el corto suyo en fiarse de lazos tan débiles, quesólo podían servir de ponerle en tan pública afrenta.DOCTOR. Cese, que es justo ya, semejante plática, y remítase el sati-rizar los calvos a alguno de los poetas burdos deste siglo; a alguno delos que, enmedio de su engañosa presunción, es tenido y juzgado detodos por machazo irracional de las Musas; por centro de toda igno-rancia, de todo absurdo, de todo error.

Nosotros no hemos leído toda la producción de Figueroa. Peroquien sí lo hizo manifestó en su biografía: demuestra en sus obrasuna marcada tendencia religiosa. Quizá eso explique que para lasnovelitas insertas en DQA se decidiese a versionar aquellas dos quetampoco eran originales suyas. Aquí viene de molde lo que al res-pecto de esas prácticas se aconseja en El pasajero:

El daño consistiera sólo en que vuestro libro fuera como informaciónde letrado: nada propio, todo ajeno; mas, habiendo mucho de casa,¿qué importa pedir al vecino algo prestado para lucir en semejantefiesta?

Uno de los encargos que recibió Figueroa fue escribir una nove-lita pastoril, La constante Amarilis, lo que hizo con dificultades,hasta que descubrió el método para completarla con prontitud:

…apenas en un día daba entera perfeción a dos planas… Moríame por

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hallar… algún atajo… Ponderé convenía… para labrar una sola escalera, enla-zar unas con otras, hasta la cantidad necesaria. Este símil fue puerto de miborrasca; fue Norte de mi navegación. Volaba desde allí adelante; mas eraprestándome algunos sus alas.

¡Plagio! Esto nos confirma en las dificultades que padecía cuan-do se salía de su propio terreno literario.Veamos qué dice de la com-posición de Amarilis Mª Asunción Satorre, en la Introducción a suedición:

La prisa… hace que el escritor redacte el libro aprovechando abun-dantes textos ajenos en prosa y en verso italianos y españoles y tam-bién textos propios escritos con anterioridad, de modo que termina ensólo dos meses un libro formado por elementos de distinta proceden-cia, como era propio de los libros de pastores. Son la Arcadia de San-nazaro, el Aminta de Torquato Tasso, según la traducción de Juan deJáuregui, El pastor Fido de Battista Guarini, según la traducción delmismo… Figueroa, algunos sonetos de Luis Carrillo y Sotomayor y laEpístola a una despedida de Luigi Tansillo, a través de la traducciónde Diego Hurtado de Mendoza, las obras con las que… Figueroa con-trae su mayor deuda. En ocasiones, el escritor aprovecha… el conteni-do de un fragmento, como sucede con la Arcadia y El pastor Fido;pero otras veces la copia puede ser literal, como en el resto de las obrasmencionadas. […] Asimismo, es notable la adaptación de algunos tex-tos de Ovidio, pertenecientes a sus obras amatorias, como la Elegía ala muerte del papagayo, en el discurso segundo, basado en la elegía II-6 de Amores, y a sus obras mitológicas, como en el largo relato sobreel Diluvio Universal en el discurso cuarto, que sigue muy de cerca, endeterminados párrafos, al que Ovidio escribe en el libro primero de susMetamorfosis. El libro se publicó en Valencia, ciudad en la que…Figueroa publicó también la segunda traducción de El pastor Fido. Elimpresor fue Juan Crisóstomo Garriz, dueño de un afamado y próspe-ro taller […] Existen dos emisiones de la edición príncipe. De una deellas se conserva, al parecer, un solo ejemplar en la Biblioteca del Pala-cio Real de Madrid y va dedicada a don Pedro Fernández de Castro,conde de Lemos. La otra, idéntica a la anterior excepto en los preli-

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minares, está dedicada a don Vincencio Guerrero, gentilhombre delduque de Mantua. La causa del cambio de dedicatoria fue seguramen-te el despecho del autor por no ser recibido por el Conde, pues pareceque albergaba esperanzas de formar parte del séquito que acompaña-ría al de Lemos, ya virrey, a Nápoles.

Si algo destaca en la Amarilis son aquellas enumeraciones proli-jas y oratoria pomposa que señalaba Fdo. García Salinero en DQA.Veamos sólo algunos escandalosos ejemplos:

Esta fama hará que los amigos procuren hazérseles más amigos presen-tándoles dones, como Alcibíades presentó a Sócrates; que en sus neces-sidades les ayuden con dineros, como Pomponio Ático ayudó a Cicerón;que sus enemigos los alaben, como Esquines alabó a Demóstenes; queguarden y reverencien sus casas, como Alexandro en el cerco de Tebasguardó las de Píndaro; que las damas se enamoren dellos, como la hijade Augusto se enamoró de Ovidio, celebrada con nombre de Corina; quelos hombres, por qualquier dinero, los compren para sus maestros, comoDemócrito compró a Diágoras siervo; que les levanten estatuas, comoAristóteles levantó a Platón; que las ciudades peleen por llevar la gloriade aver nacido en ellas, como las siete ciudades más nobles de Grecia,por querer cada una ser la patria de Homero; que guarden por memorialas casas donde uvieren vivido, como Arezo las que vivió el Petrarcaniño y Mantua las que vivió Virgilio en Piétole, aldea suya; que les denpúblicos dones, como Vicencia a Sabélico y Atenas a Demetrio Falereo;que les den salarios y rentas, como Roma a Quintiliano; que los levantena mayor dignidad, como Roma a Cornelio Galo; que les dexen las llavesde las ciudades, como Atenas a Zenón; que combatan por tener sus hue-sos después de muertos, como Florencia por tener los del Dante; que lasmás principales repúblicas les den suma honra, como Venecia al Petrar-ca; que los pueblos les favorezcan, como los de Çaragoça a Eurípides;que hablando con ellos no se atrevan a hablar, como recitando Roscio nose atrevían a mover la lengua los romanos; que celebren su nacimiento,como los romanos celebravan el de Virgilio; que les hagan obsequias ysepulcros, como los citas a Ovidio; que los señores les den libertad,como Pompeo la dio a Leneo; que los rescaten con la propria hazienda,

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como Aniceto rescató a Platón; que no osen llamar a sus puertas por noestorvarles, como Pompeyo no osó llamar a las puertas de Posidonio;que les den tantos escudos como versos uvieren compuesto, como elhijo de Antonio Severo dio a Opiano; que se les hagan tributarios, comoMarco Antonio a Anasenor; que metan en los sepulcros sus imágenes,como Cipión Africano la de Enio; que con ruegos y dones los lleven asus casas, como el rey de Egypto a Nicandro; que se les hagan familia-res, como Arquelao a Eurípides; que se alegren de tener hijos en su vida,como por Aristóteles se alegró Filipo de tener a Alexandro; que les dendones extraordinarios, como dio el rey Tolomeo a Cleombroto; que per-donen por su causa las ciudades, como Alexandro perdonó a Lampascopor Anximenes; que los emperadores rompan las leyes por su causa,como por la Eneida, de Virgilio, contra su testamento las rompió Augus-to; que los lleven por compañeros en sus carros triunfantes, como Tra-jano llevó a Dión; que los coronen, como Domiciano coronó a Estacio;que los reciban por consejeros, como Marco Antonio recibió a IunioRústico; que los dexen tutores de sus hijos y governadores del Imperio,como Constantino dexó a Libanio; que los más sobervios tiranos embí-en y salgan con umildad a recibirlos, como Dionysio embió y salió arecibir a Platón; que les consagren templos, como Falaris a Eliesícoro;y que espanten sus enemigos, como Apolo espantó los enemigos deArquíloco y Baco los de Sóphocles.Dichosos nosotros mil vezes, pues sin salir destos estrechos límites nibuscar con sumo trabajo, como los filósofos antiguos de Italia y Gre-cia, quién a los druidas de Francia, quién a los rabinos de Iudea, quiéna los sacerdotes de Egypto, quién a los magos de Persia, quién a losbracamanes de la India y quién a los ginosofistas del Oriente, paraaprender nuevas ciencias, escuchamos de tu lengua Priscianos, Livios,Virgilios, Parménides, Demóstenes, Pitágoras, Euclides, Boecios,Tolomeos y Aristóteles.Sábese ser la concordia en la tierra causa de abundancia, en el agua detranquilidad, en los vientos de bonança, en el aire de serenidad, en loselementos de generación, en los tiempos de templança, en los plane-tas de benignos influxos, en el paraíso de aumento de gloria, en loscuerpos umanos de salud, en los colores de hermosura, en las medidasde Geometría, en las letras de razones, en las vozes de armonía, en los

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argumentos de conclusiones, en las opiniones de grandes empresas,entre los príncipes de conquistas, entre los ciudadanos del bien de laciudad, en los ánimos de la felicidad y en los casados de la sucessión.

En las págs. de El pasajero que hemos seleccionado no faltanesas enumeraciones, aunque resultan mucho más adecuadas al con-texto y no tan desatadas:

Comúnmente se divide en doce partes: Tierra de Labor, Abruzo, citray ultra, Apulia llana, Capitanato, Principado, citra y ultra, Basilicata,Calabria inferior y superior, Tierra de Bari y de Otranto. Escriben con-tener dos mil y setecientas poblaciones, de quien las veinte son arzo-bispados, obispados las ciento y veinte y siete, donde se alimentanpoco más de dos millones de almas. El número de príncipes, duques,marqueses, condes, etcétera, es por estremo crecido y va de continocobrando aumento. Corre a todos obligación de servir personalmentepor la defensa del reino. El Rey tiene ahora en él mil y cuatrocientoshombres de armas, dos mil caballos ligeros, un batallón de veinte ycuatro mil infantes, treinta galeras y veinte y siete presidios. Las pla-zas principales son: Cotrón, Taranto, Galípoli, Otranto, Brindis, con lafortaleza de San Andrés, Barleta, Monópoli, Bari, Trana, Manfredo-nia, Monte Santángel, Gaeta, y en los mediterráneos, el Aguila, Catan-zaro, Cosenza, sin otras. No hay distrito donde se halle tanta variedadde frutos, puesto que produce hasta azúcar y dátiles. Ninguno de cuan-tos reinos comprehende el mundo tiene menos necesidad de lo ajeno,ni quien más envíe fuera de lo propio. Despacha almendras, nueces,anís, hasta para Berbería y Egipto; azafrán para muchas partes, sedaspara Génova y Toscana, aceite para Venecia y otros lugares, vinos paraRoma, caballos y ganado diverso para diversas provincias.Los sicilianos son de ingenio agudo: certifícalo Arquímedes; elocuen-tes: muéstralo Gorgias Leontino; graciosos: por eso juzgados invento-res de la comedia. Son deseosísimos de honra, y así, mártires de celos;dados al ocio y a placeres, porfiados, importunos, discordes. Dejan lostráfagos y ganancias a los forasteros, y, si bien residen en medio delmar, valen poco universalmente en cosas marítimas. Obedecieron atiranos de su nación (tales fueron los Dionisios, Hierón, Agatocles,

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Falaris; a príncipes forasteros, cartaginenses, romanos, griegos, sarra-cenos, normandos y franceses.Las partes de la épica esenciales son fábula, afectos, costumbres, sen-timientos y palabras, en que entran los episodios como acidente. Elpoema, en general, juzgo ser mezcla de acciones divinas y humanas.Ciñe tres puntos principales: proposición, invocación y narración. Lafábula se forma diversamente, mixta y doble, simple y compuesta, sinotras. Son sus miembros atar y desatar. En las costumbres hay dife-rencias: de edad, de fortuna, de nación. Los afectos tienen tambiénvario origen: de amor, de odio, ira, mansedumbre, miedo, confianza,misericordia, desdén, invidia, celos, emulación, menosprecio, ver-güenza y otros.Así se han ido poco a poco convirtiendo en propios muchos mera-mente latinos, como repulsa, idóneo, lustro, prole, posteridad, astro, yotras sin número. Del arábigo hay también muchos, y muchos habráasimismo del griego, como sabrán sus profesores, en particular nom-bres propios: Decamerón, Filocopo, Cimón, Dioneo, Pánfilo, Filos-trato, Filomena, Emilia, Neyfile, Elisa, etc.Ninguno de los reyes y emperadores antiguos dejó de acompañarsecon algún poeta. Fue venerado Anacreonte de Policrates, rey deSamios; Accio, de Bruto; Enio, de Cipión Africano, a quien hizo esta-tua; Andrónico fue ayo y maestro de los hijos de Livio Salinator; Vir-gilio y Horacio recibieron grandes favores de Augusto; sin otrosmuchos héroes que estimaron sumamente ser celebrados de cuales-quier poetas.Pues la plebe de negro no es menos peligrosa desde sus bancos o gra-das, ni menos bastecida de instrumentos para el estorbo de la come-dia, y su regodeo. ¡Ay de aquella cuyo aplauso nace de carracas, cen-cerros, ginebras, silvatos, campanillas, capadores, tablillas de sanLázaro, y, sobre todo, de voces y silbos incesables!Di comisión para que en cualquier precio se me buscase una espada aprueba de todo golpazo, que reconociese por dueño alguno de los másfamosos forjadores, como de los Sahagunes, de Tomás de Ayala,Miguel Cantero, Sebastián Hernández, Ortuño de Aguirre, y otros así.

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Su biógrafo acaba:

De su muy considerable labor literaria, poca hay de interés permanen-te. Los más de sus libros fueron escritos como medio de vivir, y sólo consu ayuda pudo prolongar una existencia de escaseces. Casi sin excep-ción, yacen hoy cubiertos de polvo en las librerías de España, y su lec-tura se ha limitado a los investigadores de las Letras españolas.

Como ya indicamos antes, su obra más conocida y divulgada fue,precisamente, El pasajero, que durmió tres siglos antes de reeditar-se por tercera vez gracias a uno de los más tenaces investigadores delas Letras españolas. Y mucho nos tememos que esa ed. (como la delaño siguiente, de la Sdad. de Bibliófilos Españoles) fue espoleadapor aquella Biografía, pues se publicó 4 años después (2 de su tra-ducción del inglés al castellano).

De El pasajero y de su autor escribió M. Menéndez Pelayo:

Quien busque… sátiras tan crueles como ingeniosas, …frases vene-nosas y felices…, lea El pasajero, en el cual… lo más interesante…es el carácter… del autor, público maldiciente, envidioso universal delos aplausos ajenos, tipo de misántropo y excéntrico que se destaca…del cuadro de la Literatura del s. XVII, tan alegre, tan confiada y tansimpática. …una monstruosidad moral, de aquellas que ni el ingenioredime. Le tuvo, y grande, juntamente con una ciencia profunda denuestra lengua, pero lo odioso de su condición y el mismo deseo demostrarse solapado y agudo, con mengua de la claridad y del deleite,condenaron sus escritos al olvido, perdiendo él en honra propia lo quea tantos buenos había quitado.

La autoridad de Menéndez Pelayo (1856-1912) era enorme, como lofue su influencia en la Crítica posterior. Decidido a resolver por sus pul-gares el enigma de Avellaneda, zarandeó su prestigio recurriendo a losanagramas, como vimos. Ahora nos preguntamos: ¿habría favorecidouna propuesta que le sirviese en bandeja la cabeza de su monstruo? Consu apoyo, el enigma se habría considerado resuelto hace cien años.

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Portada de la Primera parte del Quijote impresa en Bruselas, 1607.Como la edición de Valencia 1605, ésta tomó como

modelo el texto de la segunda de Madrid.

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FIGUEROA OPINA DE CERVANTES Y LOPE

P ERO es lo bueno que El pasajero no sólo nos ofrece un dig-nísimo resultado de la comparación de léxico. Además, con-tiene unas interesantísimas opiniones de Figueroa hacia Cer-

vantes.Ya hemos visto que en DQA Avellaneda le consideraba, global-

mente, un ser patético, en lo profesional y en lo personal. Veamosqué dice de él (o lo parece) Figueroa en El pasajero:

no falta quien ha historiado sucesos suyos, dando a su corta calidadmaravillosos realces, y a su imaginada discreción inauditas alabanzas:que como estaba el paño en su poder, con facilidad podía aplicar la tise-ra por donde la guiaba el gusto.

Y cuando se le pregunta por el fruto de esta práctica: El que sueleproducir lo que no se forja con el crisol de la cordura: mofa, risa,mengua, escarnio. Podría referirse a las novelas El amante liberal yEl capitán cautivo en las que Cervantes relató algunos de los inci-dentes de su cautividad en Argel.

En otro lugar de El pasajero, hablando de aquellos escritores quecausan hastío con sus publicaciones: …dura en no pocos esta fla-queza hasta la muerte, haciendo prólogos y dedicatorias al punto deespirar. Aquí ridiculiza la dedicatoria que Cervantes hizo al condede Lemos de Los trabajos de Persiles y Segismunda, a sólo cuatrodías de su muerte.

Sin salir de El pasajero, en relación a los desdichados que com-ponen y componen comedias que nadie les acepta…

muchos… no hacen sino componer, y echar comedias al suelo delarca, con el ansia que suele el avaro recoger y acumular doblones. Poresta causa se hallan infinitos con muchas gruesas represadas, esperan-do se representarán cuando menos en el teatro de Josafat, donde porningún caso les faltarán oyentes.

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Aquí parece recordarse lo escrito por Cervantes en el Prólogo alas Ocho comedias y ocho entremeses jamás representados :

Algunos años ha que volví yo a mi antigua ociosidad, y pensando queaún duraban los siglos donde corrían mis alabanzas, volví a componeralgunas comedias, pero no hallé pájaros en los nidos de antaño; quie-ro decir, que no hallé autor que me las pidiese, puesto que sabían quelas tenía; y así las arrinconé en un cofre, y las consagré y condené aperpetuo silencio.

Y en otro lugar de El pasajero:Ingenio hemos visto que al cabo de cuarenta años de versificadorcómico, vino a quedar empeorado, errando arreo no sola una, sinodiez comedias.

Y en cuanto a viejos que persisten en componer poemas: …ciertos niños de a setenta, con hábito largo, supeditados de mujer,vencidos de ancianidad, dados toda la vida a coplear, y lo que es peor,a coplear perversamente, no puede haber sufrimiento que detenga sujusta reprehension.

Quizá aquí aluda a Cervantes, que tenía 69 años cuando murió, yque en los dos últimos años había publicado Viaje del Parnaso y lasOcho comedias y ocho entremeses. Y también:

¡Dios os libre de encontrar con alguno de tantos viejos pedantes comose usan, rudos no menos que presumidos! Jamás me acabo de admirardel engaño ridículo con que éstos viven, desahuciados siempre decualquier mejoría. Es de ver cómo se ensalzan, cómo se autorizan,cómo se loan, colocándose en el lugar más eminente del Parnaso y enla grada más superior del Liceo. No consienten se adelante o estimeen su presencia otro cualquier ingenio; tan ciegamente son supedita-dos de ignorancia, son atormentados de envidia.

Lo siguiente quizá no vaya especialmente por Cervantes, pero almenos aclara el sentido de …por los años tan mal contentadizo,

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que todo y todos le enfadan, que le aplicaba Avellaneda en el pró-logo de DQA:

Huid asimismo de acompañaros con quien padezca alguna deformi-dad y corporal lesión, como tuertos, cojos, jibados; ya que os pondránlos apodos que aplican a su fealdad en ocasión de perder la paciencia.Fuera de que tales contrahechos, con la seguridad de pobretes, ende-bles, y míseros, se arrojan a decir licenciosas libertades, por quien sehacen bien a menudo merecedores de que les zurren los carrillos.Aunque cierto se les había de tener compasión, para no brumarles loshuesezuelos; que es lástima hacerles mal, y más cuando, a manera demuchachos, donosas y entretenidas sabandijuelas, son con sus lenguaspicantillas el bureo del mundo, la gaitilla del lugar y el verdadero qui-tapesares. Tal vez, por el consiguiente, es la vejez cansada, como malcontentadiza de ordinario de las cosas del mundo, perdido y estraga-do, según suelen decir.

Y en el Discurso de los alcahuetes contenido en el libro Plazauniversal de todas ciencias y artes , anterior a El pasajero, se quejóFigueroa de que las alcahuetas atraían a sus presas con las historiasque se relataban en ciertos libros:

la fábula de Olimpia, la de Genebra, la de Isabela… las novelas deBocacio, de Cintio o Cervantes, …las locuras de Roldan, los amoresde Reynaldo, los desdenes de Angélica, la afición de Rugero y Brada-mante, combatiendo con estos dislates lascivos la virtud de las muge-res casadas, la castidad de las donzellas, y la preciosa honestidad delas viudas, que bien a menudo vienen a quedar violadas con tales razo-namientos.

Recuérdese que en DQA aprobaba La Galatea, opinaba de lasNovelas de Cervantes que eran más satíricas que ejemplares, y decíaque su DQA no enseña a ser deshonesto. Es importante observar quela Plaza universal se publicó en vida de Cervantes, en 1615, dosaños después de las NE y uno después de DQA.

Así que tenemos en Figueroa un dignísimo candidato a ser Ave-

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llaneda, tanto por el léxico como por la mala opinión que tenía deCervantes. Ciertamente, la murmuración y las pullas entre literatos denuestro Siglo de Oro eran el pan nuestro de cada día, y no por habercriticado a Cervantes se ha de ser Avellaneda; pero si el análisis delléxico produce un resultado llamativo… Y nótese que, en conjunto,las opiniones vertidas en El pasajero y la Plaza universal puedenresumirse en las contenidas en el prólogo y en algún otro pasaje deDQA: patético, novelas satíricas, supeditado de mujer…

También El pasajero contiene alguna alusión a Lope de Vega (ya otros: Quevedo, Ruiz de Alarcón…). A lo que parece, Figueroa sellevaba a matar con todos sus colegas. Pero nos interesa Lope; y así,hablando de cómo deben ser las comedias:

Ese punto nos diera en qué entender, si el arte tuviera lugar en estesiglo. Plauto y Terencio fueran, si vivieran hoy, la burla de los teatros,el escarnio de la plebe, por haber introducido quien presume sabermás cierto género de farsa menos culta que gananciosa.

Ciertamente, atacar a Lope de Vega era trabajo inútil y poco reco-mendable; así que Figueroa no se sale de los cánones: censura lacomercialidad de Lope; pero no puede evitar incluir el irónico quienpresume saber más. Añadamos que la crítica moderna cree queFigueroa tuvo que ver con la antilopista Spongia (1617) que en cola-boración con J. Pablo Mártir Rizo escribió Pedro Torres Rámila yque fue contestada por Francisco López de Aguilar, satélite de Lope,en la Expostulatio spongiae (1618), donde ridiculizó a Figueroa,entre otros. En la comedia de Alarcón Todo es ventura (publicada en1628 con otras comedias) se habla con sorna de un autor que,habiendo tirado la piedra, ha de esconder la mano (acto I, escenaIX). Probablemente se trate de Figueroa, cuya enemistad con Alar-cón arranca hacia 1613-14, cuando Alarcón regresó a España, yalude a su complicidad en la satírica Spongia (1617):

Tristán. Lo mismo que al maldicientepoeta te ha sucedido.

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Enrique. Di cómo.Tristán. Que porque huya

de la sátira la pena*,por más que le salga buenano puede decir que es suya;y después que la memoriay entendimiento ha cansado,se queda con el pecadoy no se lleva la gloria.

Esta polémica ha sido bien estudiada por Joaquín Entrambasa-guas en Una guerra literaria del Siglo de Oro.

En fin, parece que Figueroa no era más lopista que Cervantes. Ladefensa de Lope en el prólogo de DQA bien puede ser, como ya indi-camos, una excusa.

La opinión que Figueroa merecía a sus colegas bien nos la da aentender Salas Barbadillo en la fábula La peregrinación sabia,donde habla de una Academia literaria cuyos componentes son ani-males:

… vinieron a ser los académicos ocho, cuatro volátiles y cuatro terres-tres. Sus condiciones y talentos fueron diversos: el tordo era un malgramático pedante, hablador importuno y muy preciado de retórico,siendo más verboso que elocuente; el caballo, muy presumido de sunobleza y generosidad, quería que el saber consistiese no en haberestudiado más ni en tener más ingenio que los otros, sino en habernacido mejor que ellos; hablaba con grande presunción, escuchábaseél mismo y compraba su aplauso con dádivas y caricias. El perro eraun poeta muy envidioso, fisgaba siempre de los escritos ajenos y,como si fueran huesos, los roía y despedazaba; esta mala condiciónle granjeó muchos enemigos, que le llamaban por mal nombre elpoeta Fisgarroa, compuesto de sus dos depravadas costumbres: fis-gar y roer.

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* para eludir la réplica del satirizado, se entiende.

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Portada de la Primera parte del Quijote impresa en Madrid en 1608.Como las ediciones de Valencia 1605 y Bruselas 1607, ésta tomó como

modelo el texto de la segunda de Madrid.

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¿POR QUÉ A CERVANTES?

NO hemos sido capaces de detectar en DQ-I el sinónomovoluntario que apunte a Figueroa. En algún lugar de estetrabajo ya comentamos que quizá sea errónea la tradicional

interpretación del prólogo de Avellaneda: me ofendió con un sinóni-mo; pero aun quedándonos con sólo me ofendió, tampoco hemossido capaces de ver a Figueroa en DQ-I. Quizá se le ofende conalgún rasgo físico o se le cita con un mote; pero de Figueroa sólosabemos que tenía buena estatura, que llegó a a ser calvo y que erade rostro abultado (¿el gigante Caraculiambro?).

En las fechas en que Cervantes podía estar ultimando la redac-ción de DQ-I (1603-4) la producción literaria de Figueroa era bienescasa, testimonial. En todo caso, pues uno de sus primeros trabajoshabía sido la traducción del poema pastoril El pastor Fido, quizápudiera incluírsele en aquel pasaje del Cap. 6:

Tomando el barbero otro libro, dijo:—Éste es Espejo de caballerías.—Ya conozco a su merced —dijo el cura—; ahí anda el señor Reinal-dos… y los doce Pares con el verdadero historiador Turpín. Y en ver-dad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo,siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyar-do, de donde también tejió su tela…Ariosto, al cual, si aquí le hallo,y… habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza.—Pues yo le tengo en italiano, mas no le entiendo.—Ni aun fuera bien que vos le entendiérades. Y aquí le perdonáramosal señor Capitán que no le hubiera traído a España y hecho castellano,que le quitó mucho de su natural valor; y lo mesmo harán todos aque-llos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua; que, pormucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán alpunto que ellos tienen en su primer nacimiento. Digo, en efeto, que estelibro y todos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia…

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El pasaje no es tan agresivo, si bien la generalización (todosaquellos) pudo molestar a quien se considerase buen traductor. Porotro lado, es muy posible que cuando Cervantes lo escribió (lasobras más modernas citadas son una decena de años anteriores aaquella traducción) ni siquiera conociese a Figueroa, que podía estaraún en Italia. Recién llegado a aquella corte literaria en la que serepartía a diestro y siniestro, Figueroa no era, en principio, una ame-naza para los establecidos; pero con sus poco más de treinta años,sólida formación universitaria (doctor en Derecho Civil y Canóni-co), crítico, ambicioso y con excelente hoja de servicios en Italia,rabiaba por colocarse, y pudo cobrar particular aversión a quienes,peor preparados que él, le llevaban ventaja. Y Figueroa era de carác-ter sanguíneo y rencoroso.

Por otra parte, a Figueroa pudo molestarle, como Letrado que era,el discurso de Las armas y las letras contenido en los Caps. 37 y 38de DQ-I:

Quíténseme delante los que dijeren que las Letras hacen ventaja a lasArmas; que les diré, y sean quien se fueren, que no saben lo que dicen. Porque la razón que los tales suelen decir, y a lo que ellos más se atie-nen, es que los trabajos del espíritu exceden a los del cuerpo, y que lasArmas sólo con el cuerpo se ejercitan, como si fuese su ejercicio ofi-cio de ganapanes, para el cual no es menester más de buenas fuerzas,o como si en esto que llamamos Armas los que las profesamos no seencerrasen los actos de la fortaleza, los cuales piden para ejecutallosmucho entendimiento, o como si no trabajase el ánimo del guerreroque tiene a su cargo un ejército o la defensa de una ciudad sitiada, asícon el espíritu como con el cuerpo. Si no, véase si se alcanza con lasfuerzas corporales a saber y conjeturar el intento del enemigo, losdesignios, las estratagemas, las dificultades, el prevenir los daños quese temen; que todas estas cosas son acciones del entendimiento, enquien no tiene parte alguna el cuerpo. Siendo, pues, así, que las Armas requieren espíritu como las Letras,veamos ahora cuál de los dos espíritus, el del Letrado o el del gue-rrero, trabaja más. Y esto se vendrá a conocer por el fin y paradero aque cada uno se encamina, porque aquella intención se ha de estimar

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en más que tiene por objeto más noble fin. Es el fin y paradero de las Letras…, y no hablo ahora de las divinas,que tienen por blanco llevar y encaminar las almas al Cielo; que a unfin tan sin fin como éste ninguno otro se le puede igualar: hablo de lasLetras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributivay dar a cada uno lo que es suyo, entender y hacer que las buenas leyesse guarden, fin por cierto generoso y alto y digno de grande alabanza,pero no de tanta como merece aquel a que las Armas atienden, las cua-les tienen por objeto y fin la Paz, que es el mayor bien que los hombrespueden desear en esta vida… Esta Paz es el verdadero fin de la Gue-rra; que lo mesmo es decir Armas que Guerra. Prosupuesta, pues, estaverdad, que el fin de la Guerra es la Paz, y que en esto hace ventaja alfin de las Letras, vengamos ahora a los trabajos del cuerpo del Letradoy a los del profesor de las Armas, y véase cuáles son mayores.Digo, pues, que los trabajos del estudiante son éstos: principalmente,pobreza, no porque todos sean pobres, sino por poner este caso entodo el estremo que pueda ser; y en haber dicho que padece pobreza,me parece que no había que decir más de su mala ventura. Porquequien es pobre no tiene cosa buena; esta pobreza la padece por suspartes, ya en hambre, ya en frío, ya en desnudez, ya en todo junto.Pero, con todo eso, no es tanta, que no coma, aunque sea un poco mástarde de lo que se usa, aunque sea de las sobras de los ricos; que es lamayor miseria del estudiante este que entre ellos llaman ‘andar a lasopa’, y no les falta algún ajeno brasero o chimenea, que, si no calien-ta, a lo menos entibie su frío, y, en fin, la noche duermen debajo decubierta. No quiero llegar a otras menudencias, conviene a saber, dela falta de camisas y no sobra de zapatos, la raridad y poco pelo delvestido, ni aquel ahitarse con tanto gusto, cuando la buena suerte lesdepara algún banquete.Por este camino que he pintado, áspero y dificultoso, tropezando aquí,cayendo allí, levantándose acullá, tornando a caer acá, llegan al gradoque desean, el cual alcanzado, a muchos hemos visto que, habiendopasado por estas Sirtes y por estas Scilas y Caribdis, como llevados envuelo de la favorable fortuna, digo que los hemos visto mandar ygobernar el mundo desde una silla, trocada su hambre en hartura, sufrío en refrigerio, su desnudez en galas y su dormir en una estera en

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reposar en holandas y damascos, premio justamente merecido de suvirtud; pero contrapuestos y comparados sus trabajos con los del míli-te guerrero, se quedan muy atrás en todo, como ahora diré.Pues comenzamos en el estudiante por la pobreza y sus partes, veamossi es más rico el soldado. Y veremos que no hay ninguno más pobreen la misma pobreza, porque está atenido a la miseria de su paga, queviene o tarde o nunca, o a lo que garbeare por sus manos, con notablepeligro de su vida y de su conciencia. Y a veces suele ser su desnudeztanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa; y en lamitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo,estando en la campaña rasa, con sólo el aliento de su boca, que, comosale de lugar vacío, tengo por averiguado que debe de salir frío, con-tra toda naturaleza. Pues esperad que espere que llegue la noche pararestaurarse de todas estas incomodidades en la cama que le aguarda,la cual, si no es por su culpa, jamás pecará de estrecha; que bien puedemedir en la tierra los pies que quisiere, y revolverse en ella a su sabor,sin temor que se le encojan las sábanas. Lléguese, pues, a todo esto, eldía y la hora de recebir el grado de su ejercicio; lléguese un día debatalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, paracurarle algún balazo que quizá le habrá pasado las sienes, o le dejaráestropeado de brazo o pierna. Y cuando esto no suceda, sino que elCielo piadoso le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que sequede en la mesma pobreza que antes estaba, y que sea menester quesuceda uno y otro rencuentro, una y otra batalla, y que de todas salgavencedor, para medrar en algo; pero estos milagros vense raras veces. Pero decidme, señores, si habéis mirado en ello, cuán menos son lospremiados por la guerra que los que han perecido en ella. Sin dudahabéis de responder que no tienen comparación, ni se pueden reducira cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados vivos contres letras de guarismo. Todo esto es al revés en los Letrados, porquede faldas, que no quiero decir de mangas, todos tienen en qué entrete-nerse. Así que, aunque es mayor el trabajo del soldado, es muchomenor el premio. Pero a esto se puede responder que es más fácil pre-miar a dos mil Letrados que a treinta mil soldados, porque a aquéllosse premian con darles oficios que por fuerza se han de dar a los de suprofesión, y a éstos no se pueden premiar, sino con la mesma hacien-

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da del señor a quien sirven, y esta imposibilidad fortifica más la razónque tengo. Pero dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida,sino volvamos a la preeminencia de las Armas contra las Letras: mate-ria que hasta ahora está por averiguar, según son las razones que cadauna de su parte alega; y entre las que he dicho, dicen las Letras que sinellas no se podrían sustentar las Armas, porque la guerra también tienesus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que sonLetras y Letrados. A esto responden las Armas que las leyes no se podrán sustentar sinellas, porque con las Armas se defienden las repúblicas, se conservanlos reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se des-pejan los mares de cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, lasrepúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos demar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigola guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegiosy de sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta seestima y debe de estimar en más. Alcanzar alguno a ser eminente enLetras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabe-za, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes, que enparte ya las tengo referidas. Mas llegar uno por sus términos a serbuen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayorgrado que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique deperder la vida. Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar, ni fatigar al estu-diante, que llegue al que tiene un soldado, que, hallándose cercado enalguna fuerza, y estando de posta o guarda en algún revellín o caba-llero, siente que los enemigos están minando hacia la parte donde élestá, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligroque de tan cerca le amenaza? Sólo lo que puede hacer es dar noticia asu capitán de lo que pasa, para que lo remedie con alguna contramina,y él estarse quedo, temiendo y esperando cuándo improvisamente hade subir a las nubes sin alas y bajar al profundo sin su voluntad. Y sieste parece pequeño peligro, veamos si le iguala, o hace ventaja, el deembestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, lascuales enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del

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que concede dos pies de tabla del espolón. Y, con todo esto, viendoque tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazancuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que nodistan de su cuerpo una lanza, y, viendo que al primer descuido de lospies iría a visitar los profundos senos de Neptuno; y, con todo esto,con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a serblanco de tanta arcabucería y procura pasar por tan estrecho paso albajel contrario. Y lo que más es de admirar, que apenas uno ha caídodonde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupasu mesmo lugar, y si éste también cae en el mar, que como a enemigole aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muer-tes: valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos lostrances de la guerra. Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantablefuria de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyoinventor tengo para mí que en el Infierno se le está dando el premiode su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame ycobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin sabercómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y ánimaa los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de quienquizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al dispararde la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamien-tos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.El cura le dijo que tenía mucha razón en todo cuanto había dicho enfavor de las Armas, y que él, aunque Letrado y Graduado, estaba desu mesmo parecer.

El tiempo transcurrido entre la publicación de DQ-I y de DQA per-mite conjeturar que su aversión a Cervantes se originara en las Acade-mias y/o en que ambos se vieran enzarzados en la batallita por inte-grarse en la corte literaria que había de acompañar a Nápoles al condede Lemos, nombrado Virrey. Figueroa aspiró a ello, y no sin méritos,pues, además de su gran formación, había vivido gran parte de sujuventud en Italia (1588-1603/4), prestando buenos servicios a su Rey.Él mismo confiesa en El pasajero (Alivio VII) que, como Cervantes,viajó hasta Barcelona para entrevistarse con el de Lemos con motivo

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de dedicarle un libro. Despechado por no verse atendido, cambió ladedicatoria de aquel libro:

Intentélo; mas impidióme la entrada un eclesiástico [¿el amonestadopor don Quijote en DQ-II-32?], a quien entregué la obra dirigida. Difi-cultóme tanto la audiencia, por las muchas ocupaciones, que resolviómi cólera no esperarla. Valíme también de un médico, que dio muer-te, en vez de salud, a mi esperanza. Hallé tan sitiado al Conde de inge-niosos, que le juzgué inaccesible; como si no tuviese por costumbre elSol dar luz a muchos. Desahuciado, pues, deste homicida familiar(cuya intención, sin duda, no fue buena, por haber considerado estre-cha provincia la que es tan dilatada, para entrar a parte de las merce-des del señor que la había de gobernar), di vuelta desde Barcelona aMadrid sin hablar ni ver el rostro del que había sido principal motivode aquel viaje.

Quizá Cervantes no perjudicó a Figueroa, y sólo incurrió(hablando tanto de todos) en motejarle y/o censurar sus trabajos lite-rarios. ¡Error! No era Figueroa nada tolerante, como se evidencia enEl pasajero (Alivio VIII)

Tomé la pluma y… escribí algunos borrones… No fueran felices si lesfaltaran detractores; mas son… maldicientes de escuridad…; bien séhablarían menos si se presentasen en la estacada. Ánimo tengo deinmortalizar algunos destos inhábiles; destos ignorantes, a quien laenvidia adelgaza los dientes; destos que por mostrar ser algo, siendonada, osan morder escritos para cuya imitación les falta talento.

¡Cómo nos recuerda eso a lo que se lee en la Dedicatoria de DQA!Reciban, pues, vuesas mercedes bajo de su manchega protección ellibro y el celo de quien contra mil detracciones le ha trabajado, pueslo merece por él y por el peligro a que su autor se ha puesto ponién-dole en la plaza del vulgo.

Que Cervantes daba y recibía queda evidenciado por un sonetoanónimo, que le acusa de atacar a Lope, también anónimamente, pero

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que ha sido identificado. Acaba diciendo que las páginas del Quijotesólo sirven para aplicaciones de escaso contenido intelectual:

...hablaste, buey; pero dijiste mu.…

¡Honra a Lope, potrilla, o guay de ti!,que es Sol, y, si se enoja, lloverá;y ese tu Don Quijote baladíde culo en culo por el mundo vavendiendo especias y azafrán romí,y al fin en muladares parará.

Quizá el soneto llegó a Cervantes en las circunstancias que relata enaquel pasaje de la adjunta al Parnaso:

Estando yo en Valladolid, llevaron una carta a mi casa para mí, con unreal de porte; …pagó el porte una sobrina mía, ¡que nunca ella lepagara! …venía en ella un soneto malo, desmayado, sin garbo ni agu-deza alguna, diciendo mal de Don Quijote; y de lo que me pesó fuedel real, y propuse desde entonces de no tomar carta con porte.

Los anónimos insultantes, en sonetazos o cartas, eran buena arma para(sin peligro de la mano) batirse en las guerras soterradas que sostuvie-ron nuestros clásicos castellanos. En 1614 se publicó en Madrid el libroDiscursos para todos los evangelios de Cuaresma, de Fray Cristóbalde Fonseca. Poco tiempo después recibió el buen agustino una epísto-la injuriosa (C. Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, t. II, p. 283). Lacarta contiene elementos (Miguel, tartamudo, cinglón, cuento deperro…) que sugirieron a N. Alonso Cortés que pudo dictarla Cervan-tes, aunque no escribirla de su mano. A nosotros, de inmediato nosrecordó el prólogo de DQA, por el encadenamiento de las ideas, porcitas latinas, por jugar con el apellido, por recomendarle que se quitede enmedio y por algunas expresiones y vocablos. Si también se lemotejase de viejo… Con todo, coincidimos con la opción alternativa deN. Alonso Cortés: el autor quiso cargarle el muerto a Cervantes. Encualquier caso, vaya como muestra de cómo se cortaba el paño:

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Visto he el libro de Vuestra Paternidad y me parece que se puede decirdél lo del Salmo 9: ‘In operibus manum suarum comprehensus estpeccator’; que, bien romanceadas, estas palabras quieren decir:‘Tomáronle con el hurto en las manos’, como V. P. nos lo dice en elprincipio dél: que son trabajos ajenos, como la tuerta que se adelantaa decir que lo es porque no se lo digan, donde se arguye más fantasíaque con saber que es tuerta haga ventana mañana y tarde y quieramostrar ostentación, como el sastre que se viste el día de fiesta apa-samanado con las pestañas de raso que ha hurtado a los otros; desuerte que se engalana V. P. con los desvelos ajenos: con lo que otrosse deshacen las pestañas en las noches largas, sale de día galán. Mireque fue pecado en David cuando cortó la capa a Saúl, y no se ande acortar pedazos de sermones y a zurcillos después; que como hay cor-tabolsas hay cortasermones y no se excusan éstos del castigo; que,como ladrones merecen azotes, merecen éstos afrenta pública enpublicidad de un púlpito. Y ya le perdonáramos si cuando se pone a zurcir tuviere algo de fran-cés, que saben bien engarzar; pero quedan las obras de sus manoscorno caperuza de cuartos, cada uno de su color, que no se la puedeponer después sino un Viñorro, y ansí anda el libro de V. P. tan comúny conocido tomo cucharetas de Madrid do todos meten y sacan sucuchara quedándole hasta el sacamuelas predicador y trayéndole elzapatero en puntos. Confórmese con su nombre, pues el nombre dicealgo de la persona, y pues se llama Fonseca, no quiera dar agua, puessabemos que todo lo que vierte es del chorro de los demás. Yo no sé qué le movió a tomar este trabajo. Porque si fue para que nollegásemos al fuego de su doctrina, por haber dado nosotros el carbón,como lumbre de hospital que no se calienta a ella sino el pobre quetray tizo, bien se le perdonáramos a trueque que V. P. quedara hechoun carbonero; que pensando illustrarse se ha oscurecido más la buenaopinión que teníamos. Y si no fue por esto, sino por vestirnos denuevo con alguna cosa nueva, no sé yo quién se viste de retazos, quetodo ese libro es un Testamento viejo, que aunque traiga algo delNuevo, está ya tan traído que como a mujer pública había de mandarel cirujano sacalla de la casa y que no ganase más, porque no se lecumpliese a V. P. el deseo de la ganancia de la impresión, que éste ha

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sido su fin: hacer un sacadinero, como quien compone coplas de Gai-feros o las cuatro partes de los Romanceros que salen ahora, que tantoles vale a los ciegos; y no sé yo por qué este libro es de ciegos tinien-do tantos ojos, pues ha hecho V. P. el oficio de cuervo con todos esospapeles y sermones que andan escriptos, sacándoles los ojos que elotro con su trabajo les puso, apuntando aquel concepto por mejorponiéndole ojo o manecilla.Ahora quiero contarle un cuento, y ha de saber que un perro se comióuna vez un cuero de aceite, y el dueño dél puso pleito al dueño delperro, y dio por sentencia el alcalde que le pusiesen al perro unamecha en el salvohonor y se alumbrase con ella el dueño del aceitehasta que se acabase. Ansí habían de hacer a V. P., que es el perro quenos come el aceite: ponelle una mecha en el salvohonor y que ardie-se, que, a trueque que quedara escarmentado, nos alumbraríamos conel candil del diablo para ver si se acababa el vicio de andar sacándo-nos los ojos. Acabe ya, mire el respecto que se ha de tener a la Sagrada Escritura yel que tienen los moros a su Alcorán, que no todos pueden tratar dél,y el que antiguamente se solía tener a nuestra sagrada Biblia, que cualy cual era el que tenía licencia para leer el libro de los Cantares. Pues¿qué parecerá andar toda ella de bercera en bercera tirando tronchosal troncho que la tradujo, pues no la entienden? No piensen que pue-den ahora las maricas entender los misterios y tocar el adulphe con lahermana de Moisén, que harto tienen que entender en lavar los pañosmenores a su Paternidad, que con los trabajos grandes en la composi-ción del libro están hechos un ‘Rorate coeli’, porque dicen que se mea‘guttatim’ de alegría el día que saca un libro a luz; pero ese día mere-cía junco o candelilla que se le quedara allá dentro para que no dieseembrión ni formase semejantes monstruos en la república. que hartotrabajo tenemos con un Villegas que nos saca las figuras de la Bibliay al vestir las ensambenita con un título de ‘applica si potest’.No mas, enmiéndese, que bastan dos. Y no le pase por la imaginacióncomponer tercera, que nos descompondremos un tropel dellos y dare-mos petición al Rey diciendo los daños que hacen estos libros porandar en romance. Yo entiendo que se enmendará, y, si no, míreme ala cara: un parche tengo en la frente, una cuchillada a la valona, soy

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tartamudo y llámanme el cinglón. Porque sepa cuando hubiere de res-ponder a ésta donde me hallarán, el título pondrá a don Miguel Poncede León, que me hallarán en casa del conde de Cocentaina, a quienpuede venir la carta, que yo la cobraré. Vive a los caños de Alcalá.

Tirar la piedra y esconder la mano: esa era la clave. El célebreaventurero toledano Diego Duque de Estrada, en sus Comentariosdel desengañado, nos habla de su admisión en una academia litera-ria que, patrocinada por el Conde de Fuensalida, funcionó en Tole-do en los primeros años del s. XVII:

Hízose una academia de que era presidente… el señor más rico y prin-cipal de Toledo, donde además de los caballeros que a ella asistían,lucían… Todos… me dieron lugar, y yo me le hice tal por mis sátiras,de manera que pudieron muy bien costarme la vida. ¡Poesía bieninfructuosa, mal pernicioso, cuya paga es el ser odiado!

En fin, en el capítulo final de DQA, cuando don Quijote ingresaen el manicomio, se dirige a él un loco cultísimo allí recluido quedice a don Quijote: ¡Ah, si supiéseis quién soy!, y luego le lanza unasarta de censuras en latín. Muy propio de Figueroa; y pues no serácasual que esto acontezca en las páginas finales de DQA, hemos depensar que los personajes de don Quijote y del loco representan aCervantes y a Figueroa:

—Los Poetas me tienen por hereje, porque les digo, del afecto con queleen sus versos, lo de Horacio:

Indoctum, doctumque fugat recitator acerbus, quem vero arripuit tenet, occiditque legendo, non missura cutem nisi plena cruoris hirudo.

[el recitador incorregible pone en fuga al ignorante y al letrado; pero a quien agarra lemata leyéndole (sus versos): no soltará su pellejo sino se llena de sangre, como la san-guijuela]

—Y con ellos me aborrecen los Historiadores, porque les digo:

Exiit in inmensum fecunda licentia vatum,

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obligant historica nec sua verba fide.

[aboga al infinito la fecunda inspiración de los Poetas, pero sus palabras no tienen la fide-lidad de lo histórico]

—Los Soldados no pueden llevar que les anteponga las Letras y lesdiga lo de Alciato:

Cedant arma togae, et quamvis durissima corda eloquio pollens ad sua vota trahit.

[cedan las Armas a la Toga; y por muy duros que sean los ánimos, el hábil en elocuen-cia los arrastra a sus deseos]

Sí: Figueroa vapulea al poeta, al novelero, al soldado, que todo loera Cervantes y de todo se enorgullecía.

Pero… un momento: ya dijimos antes que Figueroa había tradu-cido El pastor Fido. Eso fue en 1602, en Italia. Pero volvió a tradu-cir el mismo libro, ya en España, en 1609. La segunda de estas tra-ducciones es espléndida, y fue muy alabada en su tiempo; pero a laprimera le encaja perfectísimamente lo dicho por el cura (granamigo de Cervantes) en el Cap. 6 de DQ-I. ¡Dos traducciones de unmismo poema y por un mismo traductor en un periodo de 7 años!¿Acaso hubo dos Cristóbal Suárez que coincidieron en ser Doctoresen ambos Derechos, en vivir en Nápoles en la misma época y en elgusto de traducir un mismo poema pastoril? Aquí podría estar la res-puesta a la incógnita. ¿Qué influencia tuvo en Figueroa aquelcomentario de Cervantes en el Quijote de 1605?

Una curiosidad: Las Licencias de impresión para El pastor Fidoy La Amarilis de 1609 se extendieron en Valencia, y valencianosfueron los impresores; el del Pastor Fido fue… P. P. Mey, el quepuso aquel jinete en las portadas de sus eds. del Quijote cervantino.

¿Realmente se ofendió Figueroa por lo que Cervantes —por bocade sus personajes— dijo de malas las traducciones y de la prepon-derancia de las Armas y las Letras? Bien pudo ser, dado su carácter;y, así, se entendería que Cervantes —que no tuvo intención de ofen-derle personalmente en DQ-I, y que quizá ni le conociese cuandoredactaba esos pasajes— nunca llegase a saber quién fue Avellaneda.

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Por ello no dejó de alabar su Pastor Fido en DQ-II-62 (como vimos)y su Amarilis en el Viaje del Parnaso, si bien lacónicamente:

Figueroa es estotro, el doctorado, que cantó de AMARILI la constancia en dulce prosa y verso regalado.

Seguramente, Figueroa no se ofendería tanto, pero, por venirle demolde como justificación, no lo olvidó en el prólogo de DQA, libroque escribió por razones más poderosas —por vengar otras cosasmás recientes, por demostrar sus posibilidades— que aquella, tanremota y despersonalizada.

O quizá sí que se ofendió, y tanto, que aún le duraba el enfado cuan-do escribió en El pasajero (Alivio 2):

DOCTOR: …si tuviérades noticia de la lengua latina, o italiana, erafácil traducir en romance algún librito curioso, con que se viniera aconseguir vuestro intento; que, al fin, en semejantes trabajos, se lison-jea a la lengua natural con hacerle propias las buenas razones ajenas. Yaunque muchos ignorantes menosprecian esta ocupación, es, con todo,digna de cualquier honra. Según me acuerdo haber dicho en otra con-versación, las traduciones, para ser acertadas, conviene…; de mane-ra… que por ningún caso pierda de su lustre y valor la obra traducida.MAESTRO: …Es cosa digna de compasión ver la ceguedad de algu-nos, que con seis palabras puestas en la memoria y dichas sin tiempoentre ignorantes, pretenden grande opinión de eruditos, y, lo que esmás, pródigo sustento, vestido y casa.DOCTOR: Tened; que poco a poco vais resbalando, y cairéis sinpensar en alguna murmuración. Tanta inquisición se puede hacersobre este particular, que se venga a descubrir el tesoro que buscamos.

¿Qué tesoro sería ese al que se alude en una conversación en queel doctor parece referirse a Cervantes? Olvidémoslo; que los indi-cios y casualidades son muy resbaladizos.

Claro que no todas casualidades son del mismo calibre: veamos

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parte del Cap. 62 y el arranque del Cap. 63 de DQ-II. En Barcelona,en casa de don Antonio Moreno, don Quijote conoce la cabeza encan-tada que responde a lo que le preguntan. Salen ambos a pasear por latarde. Por la noche hay fiesta en casa de don Antonio. A la mañanasiguiente, los invitados asisten a una sesión de la cabeza encantada, ydon Antonio organiza para la tarde una visita a las galeras fondeadasen el puerto. Leamos:

Comieron aquel día con don Antonio algunos de sus amigos, …tra-tando a don Quijote como a caballero andante… Levantados los man-teles, y tomando don Antonio por la mano a don Quijote, se entró conél en un apartado aposento, en el cual no había otra cosa de adorno queuna mesa… sobre la cual estaba puesta al modo de las cabezas de losemperadores romanos, de los pechos arriba, una que semejaba ser debronce… Salieron del aposento… y fuéronse a la sala donde losdemás caballeros estaban. ...Aquella tarde sacaron a pasear a don Qui-jote… vestido un balandrán de paño leonado, que pudiera hacer sudaren aquel tiempo al mismo hielo... Llegó la noche, volviéronse a casa,hubo sarao de damas, porque la mujer de don Antonio, que era unaseñora principal y alegre, hermosa y discreta, convidó a otras sus ami-gas a que viniesen a honrar a su huésped y a gustar de sus nunca vis-tas locuras. Vinieron algunas, cenose espléndidamente y comenzose elsarao casi a las diez de la noche...Otro día le pareció a don Antonio ser bien hacer la experiencia de lacabeza encantada, y con don Quijote, Sancho y otros dos amigos, conlas dos señoras que habían molido a don Quijote en el baile, que aque-lla propia noche se habían quedado con la mujer de don Antonio, seencerró en la estancia donde estaba la cabeza… Con esto se acabaronlas preguntas y las respuestas. Pero… en la opinión de don Quijote yde Sancho Panza la cabeza quedó por encantada… más a satisfaciónde don Quijote que de Sancho*... Y aquel mesmo día… avisó donAntonio al cuatralbo de las galeras como aquella tarde había de llevara verlas a su huésped el famoso don Quijote de la Mancha, de quienya el cuatralbo y todos los vecinos de la ciudad tenían noticia, y lo quele sucedió en ellas se dirá en el siguiente capítulo.

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Capítulo LXIIIDe lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de las galeras,

y la nueva aventura de la hermosa morisca

Grandes eran los discursos que don Quijote hacía sobre la respuestade la encantada cabeza…, y Sancho…todavía deseaba volver a man-dar y a ser obedecido; que esta mala ventura trae consigo el mando,aunque sea de burlas. En resolución, aquella tarde don Antonio More-no su huésped, y sus dos amigos, con don Quijote y Sancho fueron alas galeras…

Todo y que hemos prescindido de pormenores, por abreviar la lec-tura, lo que hemos dejado se lee bien, y muestra buen orden. ¿Qué derelevancia falta en lo transcrito? Pues lo que falta es ni más ni menosque lo que transcribimos en nuestro capítulo Don Quijote en laimprenta barcelonesa, que, ahora, bien parece que se trataba de unacuña de texto insertada arriba en *. Eso no constituye novedad algu-na en Cervantes, al punto que se advierte en varios puntos del Quijo-te, y aun con modales más descarados: Olvidábaseme de decir que…

Pero ahora hemos de recapitular: ¿qué sucede en la imprenta bar-celonesa? Sucede que Cervantes vuelve a cargar contra los traduc-tores; sucede que está presente un traductor de italiano, que es demuy buen talle y de alguna gravedad, que imprime el libro por sucuenta, que atiende sólo a la ganancia y que recibe sin rechistar elvarapalo de don Quijote (Cervantes), sucede que que se habla de lasentradas y salidas de los impresores (¿qué podía saber don Quijotede ello?), sucede que precisamente en esa imprenta se está impri-miendo el Quijote apócrifo, y sucede que aparece un nombre: Cris-tóbal Suárez de Figueroa. ¿Será éste el paquete que en algún lugarde nuestro trabajo propusimos que quizá dejó Cervantes en DQ-IIpara Avellaneda? Claro que nuestra idea de paquete no era precisa-mente ésa. Aquí no parece haber sino halago.Todo esto podría ser mera casualidad, un palo de ciego o un globosonda lanzado por Cervantes, llevado de difusas informaciones quehubiesen llegado a sus oídos. Y también podría tratarse de una repa-ración y una oferta de pacto: No haya más, andese la paz en el corro,

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que peor será meneallo. Un mensaje en línea con aquel pensamien-to expresado por Cervantes en el Viaje del Parnaso:

No dudes, ¡oh letor caro!, no dudes, sino que suele el disimulo a veces servir de aumento a las demás virtudes.Dínoslo tú, David, que aunque pareces loco en poder de Aquís, de tu cordura,fingiendo el loco, la grandeza ofreces.

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CONCLUSIÓN

NO va a ser fácil encontrar otro candidato a Avellaneda conmejores credenciales que Cristóbal Suárez de Figueroa,todo y que no le localicemos en DQ-I con un sinónomo

voluntario de la claridad de los que hemos visto en las páginas ante-riores. Lo que sí resulta claro, por su caracter, sus relaciones con suscolegas, su manifiesta antipatía hacia Cervantes y su singularísimaproducción literaria, es que fue muy capaz de una acción como la deAvellaneda. Quizá porque siempre se ha leído rectamente el prólogode DQA sin dar en pensar que todo él es ironía y disimulo, quizá pordar excesivo crédito a los comentarios de Cervantes y buscar entrearagoneses, por dar por sentado que Avellaneda fue clérigo, porhaber prestado excesiva atención a sinónomos voluntarios y peque-ños detalles, por perder el tiempo con anagramas, Figueroa ha podi-do dormir en plácido incógnito el sueño eterno.

Todo y que no hemos podido dejar de ver en los textos de DQ,DQA y El pasajero y en las biografías de Cervantes y Figueroa pasa-jes y detalles con que reforzar nuestra exposición, hemos decidido—vistas experiencias ajenas— no ampliar este trabajo con incursio-nes en terreno de los indicios y casualidades, tan resbaladizo comoel de los anagramas. Y competido, pues en no pocos casos variosinvestigadores pugnan en el reducido espacio de uno de esos deta-lles por lograr que el lector (desconcertado) digiera la lectura quefavorece a su candidato.

Para cerrar el caso, la crítica está en su derecho de exigir pruebasdocumentales: el contrato de impresión de DQA u otro tipo de docu-mento contemporáneo suficientemente comprometedor. Nada queobjetar, pero admítase que Cristóbal Suárez de Figueroa pasa a serel principal sospechoso del llamado crimen de Avellaneda. Teníaantipatía a la víctima, se le ha encontrado la que pudo ser el arma uti-lizada, tiene antecedentes de aprovecharse de lo ajeno y se sospechafue cómplice de otras malicias literarias. Débil es el atenuante dedefensa propia, y quizá su malicia llegó a tanto, que quiso (con aquel

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‘ofender a mí’) cargar el muerto a otro que sí fue caricaturizado (conseudónimo) en DQ-I y que quizá no fue (o no lo era entonces) tanamigo de Cervantes como pensamos.

¿Actuó solo Figueroa? ¿Alguien le daba ideas, le reía la gracia, lerevisaba lo escrito? ¿Fue suya la iniciativa? ¿Fue sólo el pistoleroque aceptó un encargo que en lo personal no le desagradaba? Sí, aúnquedan incógnitas, pero parece que ahora sí estamos cerca, muycerca de desenmascarar a Avellaneda. Las sombras sobre su identi-dad quizá tengan que ver con lo que de sí mismo dice Figueroa (Elpasajero, Alivio IV):

De nadie se puede estar hoy menos seguro que de quien se da por másamigo, por ser el primero que a espalda vuelta pretende adelantarse enpicar y morder. No hay cosa tan abominable como hacerse uno escla-vo de su secreto, comunicándole a quien por ningún caso le sabeguardar; antes como estraño le revela.

Es mi condición de manera, que por ningún caso comunicara lo inte-rior a enemigo ni amigo. A ninguno quiero manifestar mis ocultas fla-quezas; baste el escándalo que ocasionan las públicas. Lo contrario nosirve mas que de oír y guardar, y con ocasión de defender la culpa,aborrecer al dueño, con que me podrá acometer y oprimir siempre quequisiere. No sé en qué parte se dice: ‘Guárdese cualquiera de su pró-jimo, y no tenga confianza en alguno de sus hermanos, porque en nin-guno dellos hallará seguridad’.

¡Allá se lo haya! ¡Con su pan se lo coma! En cuanto a nosotros,¿cuál será el pago de este atrevimiento? Porque ya advirtió LuisAstrana Marín:

Si otro investigador o biógrafo logra descubrirlo —que mucho lo difi-culto—, enhorabuena para él. Quizá, por la índole del personaje, nitodos habrán de agradecérselo, ni muchos querrán convencerse.

julio de 2003

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POST SCRIPTUM

Finalizado este trabajo antes de nuestras vacaciones, quisimos alregreso volver a probar si encontrábamos en Internet el texto elec-trónico completo de El pasajero. Tampoco; pero en nuestra tortuosanavegación encontramos una reseña de cierta revista murguetanaque indicaba que su nº 81 contenía un artículo titulado: ‘El Quijote’apòcrifo obra de Cristobal Suàrez de Figueroa. Ese mismo día,lunes 8 de septiembre, y tras unas rápidas gestiones telefónicas,localizamos un ejemplar de aquella revista en el Archivo Municipalde Murcia y solicitamos las fotocopias, que recibimos a mediadosdel mes.

El articulista ‘P. Florencio Álvarez Díez, O.S.A.’ lo escribió en1990 en memoria de su amigo Enrique Espín Rodrigo (fall. 1982),hijo de aquel Joaquín Espín Rael que intervino en la encuesta deAvellaneda proponiendo a Quevedo. Se entiende que el hijo conti-nuó las investigaciones del padre para reforzar la candidatura deQuevedo; pero hacia 1977, después de haber leído El pasajero—probablemente por las opiniones allí vertidas sobre Cervantes—se convenció de que sólo su autor podía ser ‘Avellaneda’, y, por con-siguiente, también el verdadero autor de El buscón. Más adelante,añadió a la lista la novelita La tía fingida (¿de Cervantes?). Lamayoría de las 20 págs. del artículo se dedican a datos biográficosdel candidato, y la única prueba lingüística aportada es que la expre-sión ‘mal contentadizo’ —o similar— se lee en el prólogo de DQAy en tres o cuatro lugares de El pasajero.

Pese a las teorías manejadas por Espín, cabe pronosticar que susnotas, que conserva el Fondo Cultural Espín (Lorca), contengan ele-mentos de léxico que complementen los que aquí hemos aportado.

septiembre 2003

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TERCERA PARTE

FRAGMENTOS DE OBRAS Y BIOGRAFÍA DE CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA

El pasajero

Alivio II (fragmento)Cuento del Pícaro Ventero

Novela de Los Felices Amantes

Tres capítulos del Quijotede Avellaneda

Bio-bibliografía de Suárez de Figueroa

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Portada de la editio princeps de La constante Amarilis,impresa en Valencia, 1609

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Portada de la editio princeps de la Segunda parte del Quijote,impresa en Madrid por Juan de la Cuesta, 1615.

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CONTENIDO DE LOS ANEXOS

DE El pasajero —libro del que sólo conocemos 6 eds.—hemos traído aquí las páginas preliminares y parte del textodel Alivio II, según la ed. que preparó en 1913 Francisco

Rodríguez Marín, insigne cervantista, académico y director de laBbtca. Nacional. Hay suficiente en esas páginas para hacerse unaidea del caracter de su autor y de sus opiniones sobre Alarcón, Cer-vantes y otros. Nos ha parecido buena idea adicionar el cuento onovelita de El Pícaro Ventero, picaresco, que —aunque el pasaje dela sepultura parece inspirado en otro del Decamerón— apunta lascapacidades de Figueroa como novelista, poco explotadas en subibliografía oficial.

* * *

De el Quijote de Avellaneda reproducimos los dos capítulos pri-meros (1 y 2), la novela intermedia de Los felices amantes(Caps.17-20) y el último capítulo (36). En total, 7 capítulos, que permiten hacer-se una buena idea de cómo perfiló Avellaneda los personajes princi-pales, particularmente el de Sancho Panza, como advirtió en el prólo-go. Habíamos inicialmente señalado con letra negrita todas las coinci-dencias con el análisis lexicográfico, así como algunas otras construc-ciones y adjetivos singulares. Finalmente, hemos decidido prescindirde mucho de ello, con idea de distraer lo menos posible al lector.

Es evidente, y así lo van señalando varios críticos, que al valorarlas calidades literarias de Avellaneda han pesado mucho los prejui-cios. No es del todo justo comparar a sus personajes con los cervan-tinos, pues los concibió distintos, más extremados. El lenguaje deSancho y algunas situaciones es cierto tocan en lo escatológico yrozan lo pornográfico: ahí sí que quizá se le fue la mano a Avellane-da, por encontrarse fuera de su verdadero registro y no saber lograrpor otros medios la comicidad que precisaba este tipo de relato. Adecir verdad, también Cervantes tocó lo escatológico en varios pasa-

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jes de DQ-I (Sancho y los efectos del bálsamo de Fierabrás, el finalde la aventura de las manadas de ovejas…).

Pero no es menos cierto que fue decisión de Avellaneda el competircon Cervantes. Nadie le obligó a ello; y al no revelar su identidad privóa la crítica de otros textos por los que ser juzgado. Es su problema.

* * *

La biografía de Cristóbal Suárez de Figueroa fue publicada en losprimeros años del s. XX por J. P. Wickersham Crawford (1882-1939)hispanista norteamericano que fue profesor de la Univ. de Pensylva-nia y director del Modern Language Journal (1920-24) y de la His-panic Review (1933-39). El libro de Wickersham fue traducido alcastellano en 1911 por el erudito vallisoletano Narciso Alonso Cortés(1875-1972), quien le añadió algunos detalles contenidos en Notas.Al igual que sucede con otros autores del Siglo de Oro, gran parte dela biografía de Suárez de Figueroa se basa en lo que de sí mismoparece decir en sus obras, particularmente en El pasajero (1617), lamás conocida de todas. De la traducción hemos extractado —conalgún retoque— lo que aquí anexamos, evitando repetir lo ya comen-tado antes. En su bibliografía incluimos las dos eds. de El pasajeroque siguieron a la traducción de N. Alonso Cortés.

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El pasajero

A LA EXCELENTÍSIMAREPÚBLICA DE LUCA

Este libro, que justamente puedo llamar hijo de mi inclinación yempleo de mi voluntad, por haber sido otros siete que escribí ypubliqué partos de ajena instancia, recorre con humildad al favor dequien es teatro admirable de todas letras y centro de cualesquier vir-tuosas acciones; a la sombra de quien con tanta prudencia y valor haconservado y defendido tantos años el don precioso de la libertad. AVuestra Excelencia, pues, consagro esta pequeña ofrenda (grandepor afectuosos deseos), seguro de que la admitirá con la benevolen-cia que suele a los que se valen de su amparo. Ni sé quién puedaigualar en patrocinar con mayores veras la que por instantes goza yagradecidamente reconoce los bienes de la protección. AumenteNuestro Señor prósperamente su Estado, como deseamos sus servi-dores. Madrid, etc.

El DoctorCristóbal Suárez de Figueroa.

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AL LECTOR

No hay moneda que tan mal corra en el mundo como desengaños,ni quien tanto los haya menester como el hombre. La ciencia másdifícil de aprender es el conocimiento de sí mismo, en que casitodos, con indecible gusto, vienen a quedar rudísimos. Asunto denuestros doctos antecesores fue siempre el reprimir este exceso, elcondenar esta afición, atentos a poner sin cesar delante los ojos lasimperfeciones de la vida.

De las flores sembradas por los jardines de varios libros escogíeste ramillete, con deseo de que espire suavísimos olores de virtudenderezados (si ya no es temeridad presumirlo) a alguna reforma-ción de costumbres. Es mi disinio refrescar las memorias con lafuerza de avisos tan útiles, con la enseñanza de documentos tannecesarios, asestando la artillería de la razón (hecho primero alardede bueno y malo) contra las torres de propias confianzas.

A quien tocare parte deste contagio será forzoso desagraden lasmaterias picantes que fuere encontrando; mas, si repara en la inten-ción, sé cierto templará los enojos y endulzará las iras. Juicio seríadesacertado el que se hiciese condenando los medios racionales,aptos y convenientes para consecución de particulares fines, propor-cionados, y con prudencia pretendidos.

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INTRODUCCIÓN AL PASAJERO

Con aviso cierto de galeras, partieron de Madrid a Barcelona,para embarcarse a Italia, cuatro entre quien el camino, sin conocer-se, trabó amistad y correspondencia. Era el uno maestro en Artes yprofesor de Teología. Llevábanle a Roma satisfación de letras ydeseos de valer, formando en sí un tribunal para conseguir sin dila-ción el premio de su virtud. Dedicábase otro a la milicia; y aunquepor su poca edad poco soldado, iba al reino de Nápoles con media-no sueldo, efeto más de favores que servicios. El tercero, dado al arteorificia, pasaba a Milán, donde cierto pariente de pluma, por sumuerte, le había dejado hacienda. Desterrábase el último de supatria sin ocasión, si ya no lo era bastante haber nacido en ella conalguna calidad y penuria de bienes. Seguía por facultad la de ambasPrudencias, con título de Doctor, aunque más docto en esperienciay comunicación de naciones.

Los cuatro, pues, habiendo comenzado el viaje en tiempo cuandomás aflige el sol, determinaron cambiar los oficios de día y noche,dando a uno el reposo y a otra la fatiga del camino, por poder sufrirmejor con la templanza désta el excesivo calor de aquél. Mas, comoregalos de posadas antes obligan a inquietud que a sosiego, por suescasa limpieza y curiosidad, pasados algunos ratos de reposo, dedi-cados por fuerza al quebrantamiento, trataron aliviar el cansancio dela ociosidad con diferentes pláticas. Y como de ordinario aconteceapenas soltarse de la lengua aquello a que más incita la inclinación,pareció conveniente siguiese cualquiera la suya en las veniderasconversaciones, ya fuese discurriendo, ya preguntando.

Descubriéronse al salir de la Corte en los nuevos amigos diversosafectos, según los engendraba la natural condición, o cuidado.Dábansele al Teólogo queridas prendas de sangre: dos sobrinos conuna hermana moza, necesitada y virtuosa. Ahogábanle las ansiasderivadas de la presente ausencia, con la consideración de variosinconvenientes cuando llegase a faltar la corta provisión que dejaba.El soldado, mancebo al uso, según su prespectiva, era combatido de

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pensamientos amorosos. Quería bien, y era, a su parecer, correspon-dido; siendo siempre insufrible la división de dos a quien unió sim-patía de voluntades. No padecía menor sentimiento el orífice, porrobarse a las tiernas caricias de mujer honesta, en lo más reciente desus bodas, y a las visitas de agradables parientes y vecinos. Sólo elletrado, al despedirse los demás con lágrimas de la Corte, la mirabacon ceño y ojos enjutos, casi como indignado contra la que de con-tino es pródiga en favorecer a estranjeros y avarísima en beneficiara sus naturales. Al fin, distantes cinco leguas de la que ocasionabasu dolor, algo quietos ya los corazones de los tres, comenzaron areconocer la austeridad del compañero, solicitando al deseo la admi-ración para entender la causa de aquella singularidad.

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ALIVIO II

DON LUIS. Concluyo con afirmar que en lo discurrido hasta aquíde mis años sólo tuve por inclinación amor y poesía, viniendo a sermelancolía para mí lo que no tratare desto.

DOCTOR. Con lo significado os habéis hecho digno de conmi-seración y lástima. Bien se os luce la poca edad en la elección de loque seguís. ¡Cuán cierta ruina os promete una y otra pasión! Seramor dolorosa muerte, acidente y no sustancia, consistir en lamemoria, por estar en ella la impresión de la cosa amada, nacer delos sentidos, de la voluntad y del corazón por la vista, pruébanlocuantos escribieron sus calidades. La Poesía causa al sujeto casi nomenor daño, sirviendo sólo de robar las horas que se debían ocuparen más digno empleo. Desautoriza sumamente a sus profesores, quese juzgan incapaces de otro ministerio, por divertidos demasiado enaquél. Por esto se alzan con la mayor parte del gobierno los no muyingeniosos, y están arrimados grandes supuestos.

Créese sean antiquísimos los principios de la Poética, y se tienepor cierto se hallase el verso antes que su observación. No niegohaber sido los poetas oídos siempre con deleite grandísimo, por laconsonancia y numerosa estructura. ¿Qué más? Hasta la prosa poreste conocimiento fue ceñida y atada con ciertos pies. Observáron-lo así, por mayor dulzura, Isócrates, Demóstenes y Marco Tulio enlas cláusulas, naciendo de aquí tantos tropos, tantas figuras y colo-res retóricos. Mas, en general, deleita y agrada más el decir naturaly simple, sin ornamento, sin arte, en la forma que se habla común-mente. No quieren se halle nada afectado, nada fingido ni desenca-sado del uso vulgar, sino todo sincero, todo sano y sin adulterinocolor, puesto que, según la opinión de Sócrates, cualquiera es bienelocuente en lo que sabe. Cánsame sumamente el uso de las rimasy aquella violenta necesidad del consonante, tan apetecido delvulgo. La prosa, cuando se habla o escribe como se debe, mantieneindecible decoro y gravedad, siendo su artificio mucho más inge-nioso que el del verso. Soy, pues, de opinión os desviéis con todo

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cuidado de lo que por ningún caso ocasiona utilidad ni reputación.DON LUIS. Atónito me deja semejante parecer en amor y poesía,

y a no estar en el mundo tan asentado por excelente uno y otro, encuidado me habíades puesto de armarme de razones contra las vues-tras. Si amor es conveniente o no, si es bueno o malo, apacible origuroso, quédese el disputarlo para otra vez; que no mereciera yotítulo de su vasallo fiel si no entrara por su respeto en la lid más peli-grosa. Sólo pretendo al presente (antes de apuntar los que faltan lasfuerzas de sus inclinaciones, que para eso será oportuno otro cual-quier tiempo) expliquéis algunas partes de la Poesía, así por mayor;que, como sin letras, he mucho menester vuestra enseñanza. Y ossuplico la tratéis esta vez no como padrastro; antes le hagáis buenaacogida, honrándola como a güésped con quien es lícito usar exce-sos de cortesía.

DOCTOR. La llave de mi voluntad tenéis para obedeceros; mases de advertir no se cause molestia a los que, como vos, quizá nogustan de tal materia; que es acertado siempre medirse con el gustogeneral de la junta.

MAESTRO. En ningún sujeto puede ser penosa la vuestra, comoquien con tanta elegancia sabe hablar sobre cualquier cosa. Muy de suparte ha muchos años tiene la Poesía granjeado el aplauso y aceptaciónde todos, y así, al presente sólo podremos nosotros rendirle el debidotributo de atención, para recoger vuestras palabras sin pestañear.

DOCTOR. Corteses sois por estremo, y por diferentes caminossabéis obligar; será, según esto, la más discreta réplica el comenzar.

Sin duda, los primeros maestros de la vida, en tiempo cuando loshombres rudos y silvestres aún no bien se unían y congregaban,enseñados de la naturaleza, que les había concedido ingenio y vozpara poderse juntar cómodamente, hallaron la gravedad de los ver-sos. Comenzaron cantando, con ellos, a disponer la dureza de aque-llos pueblos, que entre árboles y grutas pasaban a modo de fieras, sintener noticia de mejor ser ni de más políticas costumbres. Apenasresonaron los acentos destos primeros cantores, cuando, atraídos desu melodía, fueron seguidos de los más rústicos. En esta forma sepublica haber la deleitosa cítara de Orfeo atraído a sí fieras, piedras,plantas y ríos con la harmonía de sus voces; esto es, haber reducido

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con el verso a vida sociable aquellas gentes montaraces y desunidas.Por lo menos, tiene la Poesía en su favor este gran principio. Mas suorigen túvole, sin duda, del Cielo. Habiendo Dios (autor de todo, decosas invisibles y visibles) criado ángeles y hombres, y adornádolosde dones maravillosos, fue conveniente declarase una y otra genera-ción en cuánta obligación le estaba por tantos beneficios recebidos.Esto queda más confirmado poniendo la consideración en los asom-bros soberanos. Si miramos los movimientos de los orbes, que conel continuo girar hacen sempiternia harmonía, si se repara en losespíritus celestes, cuyo concento y admirable modo de voces exce-de nuestra inteligencia, denotan haberse unido todos para rendir gra-cias a tan inmenso padre y señor, y para con sumas alabanzas cele-brarle cantando. Parece, pues, no haberse podido hallar mejor formacomo que los mismos, con acomodada medida de tiempos y palabrasintelectuales, hiciesen ruegos que tuviesen vigor para mover la divi-na potencia cuando pidiesen gracias y suplicasen por nosotros, per-teneciéndoles el cuidado de las cosas humanas y el estar delante delsumo Rey, en ayuda y favor de los mortales. Así, casi luego quenacieron los hombres, o por divina razón de naturaleza, o porquetanto cuanto era más reciente su origen derivado de arriba, tanto máspresto, viendo lo mejor, quisiesen imitar la costumbre de los que enel Cielo habitan, podemos imaginar eligieron honrar a Dios conmúsica y poesía en públicos y privados sacrificios, en ruegos, enhacimientos de gracias y en todas fiestas, cantando palabras ligadasy restringidas debajo cierta ley harmónica. Por tanto, así como de laciega gentilidad, entre los coros de entendimientos celestiales fueronantepuestos Apolo y las Musas para celebrar la majestad del granJúpiter, criador y dueño de todo, así también los hombres atribuye-ron a los poetas (súbditos ya de Apolo) el mismo oficio, como aintérpretes de las cosas divinas. En esta conformidad, toda la antiguaPoesía era de los dioses, ni otra cosa contenía que celestes alabanzasy ruegos para impetrar su favor y dar gracias de las cosas felizmen-te sucedidas. Loaba también y rogaba a los héroes puestos en elnúmero de dioses, o por aplacar su ira, o por conseguir su socorro.Después se ocupó asimismo en celebrar los gloriosos hechos y cla-ras virtudes de ilustres hombres. Ahora, siendo cualquier difinición

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tema fecundo y concertado, principio de las ciencias, nombre de lacosa y naturaleza della, será acertado, difiniendo la Poesía (ya expli-cado su origen), afirmar ser arte de imitar con palabras, a diferenciade la muda. Imitar es representar y pintar al vivo las acciones huma-nas, la naturaleza de las cosas y diversos géneros de personas, comosuelen ser y tratarse. Divídese en tres especies: épica, scénica y méli-ca. Las partes de la épica esenciales son fábula, afectos, costumbres,sentimientos y palabras, en que entran los episodios como acidente.El poema, en general, juzgo ser mezcla de acciones divinas y huma-nas. Ciñe tres puntos principales: proposición, invocación y narra-ción. La fábula se forma diversamente, mixta y doble, simple y com-puesta, sin otras. Son sus miembros atar y desatar. En las costumbreshay diferencias: de edad, de fortuna, de nación. Los afectos tienentambién vario origen: de amor, de odio, ira, mansedumbre, miedo,confianza, misericordia, desdén, invidia, celos, emulación, menos-precio, vergüenza y otros: La poesía scénica o representable se divi-de en tres: tragedia, comedia y sátira. El fin de la primera es movera conmiseración. La dignidad de su verso iguala a la del épico: poreso le señalan coturnos. Pasa entre príncipes, entre héroes y grandespersonajes. Los modos de la fábula trágica, sus miembros y episo-dios, cómo se ha de representar lo miserable, lo espantoso, costum-bres, pasiones, traje, aparato y otros requisitos, pedían más tiempo ymeditación. El oficio de la comedia es mover a risa. Introdúcense enella personas comunes, como ciudadanos (así son propios suyos loszuecos) donde pueda tener lugar la gracia, la malicia, el artificio, laagudeza. Será forzoso pasar apriesa por todos sus términos, puestoque se podía formar crecido volumen si se hubieran de exprimir pormenudo el origen de la comedia antigua, de la mediana, de la nueva;qué se requiera en el cómico, cuál deba ser la fábula, de qué metallos episodios; qué cosas se pueden sacar al teatro, y cuáles oírse onarrarse; en qué degeneran de las épicas y trágicas las costumbres yafectos cómicos; de qué forma ha de ser la graciosidad y de qué agu-deza el motejo; cuántos sean los actos de la comedia, cuántas lasescenas, de qué forma el verso, traje, teatro y título.

La sátira scénica consistía en introducir algún sileno o sátiro, nosólo en el coro, sino también en los razonamientos y discursos, aten-

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tos siempre a mezclar donaires y burlas entre las veras, oficio ahorapropio del lacayo. No son deste género las sátiras épicas. Diferenteartificio tienen las de Horacio, Juvenal y Persio, tocando a éstosenderezar costumbres, reprehendiendo galanamente vicios públicos.La mélica o lírica poesía ostenta con no menor antigüedad que lasotras. Es común parecer de todos haber sido Apolo el primer inven-tor de la lira, a cuyo son (apto mucho y muy conforme al canto delas cosas divinas) se cantaba el poema mélico. Tuvo la antigüedadmuchos instrumentos de música y muchos géneros de cantos. El pri-mero fue todo de los dioses; el segundo, lleno de lamentos; el ter-cero, llamado peana, de Apolo, por la vitoria conseguida con lamuerte de la serpiente dicha Pitón; el cuarto, ditirámbico, cantadoen alabanza de Baco; el último, nómico o legal, por haberse institu-ído para dar leyes de bien vivir. Todas estas maneras tenían su pro-pio instrumento. Profesábase adaptar a las cosas las palabras, a laspalabras los tiempos y pies, para hacer versos a ellas convenientes,y a los versos los concentos de voces y cuerdas. Los cantores líricosconseguían el toro en premio de su vitoria, y el trípode los ditirám-bicos. La materia lírica fue aplicada en sus principios a las cosasdivinas; después, decendiendo a los hechos humanos, cayó en elregazo de vanidades. Mas cómo se deba cantar amor honesto, cómoloar perfeta hermosura, puede enseñar a todos el Petrarca, maestrode amorosa poesía.

Quieren los gramáticos sea el modo mélico mixto, participandode narrar y de imitar. Según esto, será imitación de actos, ya gravesy honrosos, ya deleitosos y placenteros, debajo de cabal y perfetamateria, comprehendidos de cierta grandeza, que deleitosamente sehace con versos, no simples ni desnudos, sino adornados y vestidosde harmonía, cuya naturaleza se une por estremo bien con la músicay baile, ya narrando simplemente, ya introduciendo a que otro hable,ya observando uno y otro modo, para que con igualdad produzcandeleite y aprovechamiento. Son las partes esenciales del mélico,fábula, digresión, afectos, sentimientos y palabras. Varias son susespecies en todas lenguas. En la vulgar abraza todo género de com-posición: versos sueltos, ligados, en sonetos, canciones, liras, ota-vas, tercetos, décimas, romances, ovillejos, sextinas, redondillas y

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otros. En general, consta toda la mejor de alteza de concetos y ele-gancia de palabras, de buena colocación, sonantes, dignas y graves,imitando antes de la publicación de todas la calidad del buey, quepace, rumia y lame; esto es, que no salgan abortivas, sino más y máspremeditadas. Sobre las materias y formas poéticas, que son demuchos géneros, había mucho que decir, y asimismo las partes yartificios de cualquiera composición; mas será forzoso cortar el hilo,bastando por ahora lo apuntado.

DON LUIS. Casi todo lo más que explicastes se queda por desci-frar para mí. Breve mapa ha sido; mas comprehensor de grandescosas en razón de lo propuesto. Ignoraba hubiese en el mundo tér-minos semejantes, ni arte rigurosa que enseñase poesía. En la fuer-za de mi inclinación seguía sólo la lumbre natural, con que me pare-cía haber llegado a lo sumo de cuanto había que aprender. Según lasocasiones, tomaba la pluma y escribía, soneto, décimas o romance,procurando expresar mi sentimiento de modo que me entendiesen.En teniendo a la orden mi conceto, como me salía de la imaginación,y certeza de que no había de quedar por consonante, respeto de tenerun libro dellos, llevaba adelante mi obra con gran confianza y satis-fación. Ahora reconozco eran aquéllos partos de ingenio niño, sinornamento, sin gala, sin luz de poesía.

DOCTOR. Son pocos los que alcanzan semejante noticia. Da lás-tima ver tanto ingenio ocupado en versificar, sin entender lo quetraen entre manos. Poetas hay de a sesenta y setenta años, tan idio-tas como presumidos, hechos toda la vida unos Rodríguez, unosHernández, unos escuderazos viejos de las Musas, sin más capaci-dad en los fines que en los principios. Ponen todo su caudal en cier-tos fragmentos desabridos y fantásticos. Falta a los más talento paraemprender obra seguida, donde se pudiese descubrir el caudal deciencia y arte. La caterva mayor es la de los mozalbetes, tan enamo-rados de sus ingenios, que a la segunda composición piensan de síno faltarles ya más tierra que descubrir, por parecerles haber sido losColones de cuantas Indias, de cuantas riquezas poéticas se puedenimaginar. Esta gente es peligrosa mucho, porque sólo comunican susversos, no para desengaño, sino para ostentación; y así, se debe huircon todo cuidado.

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DON LUIS. Pues si, como decís, apenas hay en la lengua castella-na arte por donde los ciegos en esta facultad puedan cobrar vista, escu-sados se hallan si sus obras no salen con la perfeción que se desea.Trabajo agradecido fuera el que se tomara sobre este asunto, y aun, sihe de decir lo que siento, quizá no desigual a vuestros hombros, puesen tan corto discurso ceñistes tanta sustancia, tanto esencial.

DOCTOR. Es muy digno de temer no atierre tan grave peso elvigor más gallardo. Sacar al teatro del mundo para siempre hijos lle-nos de propio amor y ardor no resfriado podría intentarlo solamentequien del todo hubiese perdido el miedo a las menguas de honor.

MAESTRO: Tales cobardías suelen ser dañosísimas a la patria,pues deja de gozar por ellas los frutos de inumerables ingenios. Ser-víos de que no enfrene vuestra voluntad, si la tenéis, semejante rece-lo. Ocupad los ratos del ocio (casi como por alivio de más gravesestudios) en hacer este beneficio a los que por falta de latinidad esforzoso procedan a escuras.

DOCTOR. Presto se podrá levantar tal edificio, por haber díasque tengo recogidos los materiales. Así, pues me infundís ánimo,pienso dar en breve a la emprenta una Poética Española, que, por lomenos, saldrá con buenos deseos de acertar.

DON LUIS. Confuso me tiene tanta modestia. Obras acertadasserán las que publicáredes; que no deseos. Contraria de la vuestra esmi condición. Jamás querría los hombres tan humildes y que profe-sasen tan exquisita sumisión. Dos cosas no aparto de la memoria, enque tengo depositado mi gusto: componer un libro y hacer una come-dia. A uno y otro me apliqué muchas veces, y todas me quedé atrás,sin poder pasar adelante. Deseo me digáis si es posible salir con miintento, y qué orden tengo de guardar cuando volviere a mi porfía.

DOCTOR. La posibilidad, señor don Luis, es cosa muy dilatada;mas, en rigor, ninguno da más de lo que tiene. Quien sin caudal deletras quisiere publicar libros, abrazará vana pretensión, y su deseoproducirá heno, no grano. Ni sólo para la perfeción deste ministeriose requiere haber leído mucho, sino haber visto muchas ciudades ycomunicado muchas gentes, por no poder suplir la teórica lo quepertenece a la prática.

DON LUIS. Riguroso estáis conmigo, y parece ponéis cuidado en

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oponeros a lo en que os manifiesto tengo delectación. ¿Es posible hade ser sólo para mí dificil lo que es tan fácil para todos? ¿Por ventu-ra hállase ya quien no tenga sobra de talento para componer muchosvolúmenes, cuanto más uno? Apenas hay dineros para comprar tan-tos como se publican todos los días, ¿y queréis sea yo solo el inhá-bil, el incapaz?

DOCTOR. Decís bien; mas es de considerar no ser legítimos losmás de ésos, sino bastardos: no partos buenos, sino abortos. ¿Acasojuzgaréis por verdadero capitán al que no hubiere sido soldado, porbuen piloto al que nunca hubiese entrado en la mar, o cuadraríale bienal maestro su grado si careciese de estudios? Así, pues, no mereceránnombre de libros los en que no precedieren ciencia, erudición, expe-riencia, moralidad y lo demás que los puede hacer perfetos.

DON LUIS. Frustrado, según eso, queda mi disinio en esta parte,y os prometo siento con demasía tan manifiesto desengaño. Per-diendo voy del todo el ánimo que había concebido en virtud de tan-tas osadías como acerca deste particular he visto en otros.

DOCTOR. Paso; que os soy más amigo, y no pretendo infundirostristeza con mis palabras. La regla que oístes padece su excepción,como todas las demás. Es el caso que si con el libro que deseáiscomponer pretendéis opinión de docto, erudito y versado en variasmaterias, cesa vuestra determinación. Mas si queréis componerlesólo por galantear con la pluma, como si dijésemos, sólo por hablar,sin quedar opinado entre sabios por científico, no sólo tendréis licen-cia para uno, sino para casi infinitos, porque, en fin, su númerodependerá de vuestra lengua.

DON LUIS. Viváis mil años por el consuelo. Con causa provo-cara risa querer persuadir pueda alguno tener verdadero nombre derico careciendo de hacienda. Ande yo impreso por las manos de lasgentes, y adquiera este dulce nombre de autor, y séase con lo quefuere. Demás, que no todos los entendimientos tienen unos mismosquilates. Platos ha de haber con que se alimente el vulgo, cuyo talen-tazo no usa jamás la exquisita vianda de puntos sutiles. Y si bienconozco no haber felicidad que iguale a la de conseguir inmortali-dad cuando llegue la muerte, en virtud de obras, por dignas eterna-mente durables, cáusame, con todo, alegría entender pueda resonar

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mi nombre en las bocas de muchos, de cualquier capacidad que sean.DOCTOR. Bastantemente os habéis declarado, y sobre igual ape-

tencia caerán bien ahora los documentos. Debéis, pues, considerarno poderse decir rigurosamente haber cosa que ya no esté dicha, o,por lo menos, imaginada. Asentado este principio, tan importantepara el discurso presente, es cierto ser lo más que pueden hacercuantos escriben recoger lo principal que se debe contener en lostomos, para escoger después lo que pareciere venir más a propósito.Sin duda, es acto acendradísimo del entendimiento la acertada elec-ción y buena disposición de cualquier cosa. Entremos ahora en elespacioso campo de los libros, cuyo ejército consta de diferentesescuadrones. Usurpa las fuerzas del más sutil discurso considerar lamuchedumbre que se halla compuesta sobre materias varias; sobrevarias, no dije bien: antes sobre unas mismas. La inmensidad quereconoce en su dominio la Jurisprudencia, ¿paréceos que puede sernumerada fácilmente? Firmísimo cimiento fue aquel de las DoceTablas, pues tan gran máquina pudo fundarse sobre su fortaleza.Esto nace más de la ambición de los hombres que de la urgente nece-sidad que pueda haber de tanto volumen. No hay Indias cuya rique-za baste para tenerlos todos. Mas, si va a decir verdad, con menospuede un ingenioso lucir, acudiendo a las fuentes de uno y otroDerecho, a sus comunes glosas y clásicos expositores. Todo lodemás es, sin duda, acumular redundancias y traspalar de una partea otra un mismo grano. Algo más corto número es el de la facultadmédica; bien que para matar a muchos basta una hoja. En los de lasagrada Teología no hay para qué meterse, siendo cierto deben, aun-que muchos, ser necesarios todos para exponer mejor la sutileza desus puntos; para confutar depravadas herejías, y cosas así. En razónde Matemáticas, particularmente Geometría, me ha causado admira-ción el desamparo con que vive, pues tal vez he visto catredático condos oyentes. Merece, sin duda, el buen Euclides cualquier honra, ysus demonstraciones toda veneración; mas es infinito el número deignorantes, y así, no es mucho menosprecie su incapacidad la sutile-za de sus lineas, ángulos, cuadrángulos, etc. Pues no ha de ser vues-tro asunto de alguna destas facultades, hállome indeterminado sobrecuál materia le pertenezca, y así, estoy cuidadoso hasta descubrir el

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rumbo por donde podáis seguir tan ardua navegación. ¿Acaso gus-táis de novelas al uso?

DON LUIS. No entiendo ese término, si bien a todas tengo pocainclinación, por carecer de cantidad de versos.

DOCTOR. Por novelas al uso entiendo ciertas patrañas o conse-jas propias del brasero en tiempo de frío, que, en suma, vienen a serunas bien compuestas fábulas, unas artificiosas mentiras.

DON LUIS. Paréceme tuviera yo habilidad para mentir, ya que,fuera de ser (según dicen sus profesores) cosa por sí tan suave, esgrande felicidad ayudarse de su inventiva en las ocasiones de pluma.

DOCTOR. Las novelas, tomadas con el rigor que se debe, es unacomposición ingeniosísima, cuyo ejemplo obliga a imitación oescarmiento. No ha de ser simple ni desnuda, sino mañosa y vestidade sentencias, documentos y todo lo demás que puede ministrar laprudente filosofía.

DON LUIS. Pues si ha de tener semejantes requisitos, pasemosadelante; que me juzgo insuficiente para novelar.

DOCTOR. No sería malo, si por suerte os han sucedido naufra-gios en el discurso de vuestra vida, entregarlos a la fama, para quepor boca de la posteridad se vayan publicando de gente en gente.

DON LUIS. Eso, ¿a qué propósito? Porque como quiera que demuchos infortunios es autor y causa el mismo que los padece, sólopuede servir de manifestar al mundo su imprudencia, firmando de sumano sus mocedades, escándalos y desconciertos.

DOCTOR. Decís bien; mas, con todo eso, no falta quien ha his-toriado sucesos suyos, dando a su corta calidad maravillosos realcesy a su imaginada discreción inauditas alabanzas; que como estaba elpaño en su poder, con facilidad podía aplicar la tisera por donde leguiaba el gusto.

MAESTRO. Y ¿qué fruto sacó de tan notable locura, de tan desati-nada osadía?

DOCTOR. El que suele producir lo que no se forja en el crisol dela cordura: mofa, risa, mengua, escarnio.

DON LUIS. Ruégoos no padezca interpolación nuestro discurso;que es indigno estorbo ése para interrumpirle.

DOCTOR. ¡Albricias; que tengo por cierto haber hallado lo que

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hasta ahora busqué! Ocupáos en escribir una historia, la que mejoros pareciere. De su variedad os resultará entretenimiento; fuera deque también sacaréis no pequeña utilidad; que cuesta mucho un librosemejante, por haber de ser su volumen crecido.

DON LUIS. Líbrenos Dios: fuerza es santiguarse. ¿Yo historia?¿Empresa tan poco ardua juzgáis la de historiar, que osáis cometer-la a mi idiotismo, a mi flaqueza?

DOCTOR. Si la historia hubiera de escrebirse con los preceptosque publica el arte, no me atreviera a encargaros cuidado igual. Por-que siendo así que todos los libros van enderezados a un fin, que esel de enseñanza, la más digna de todas las lecciones viene a ser la deHistoria, por aprovechar con la narración de públicos negocios oparticulares acciones, no comunes, sino singulares y famosas. Poreso concluyen comúnmente ser la misma testimonio de los tiempos,luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y mensaje-ra de la antigüedad.

DON LUIS. ¡Como quien no dice nada! ¿Por qué camino, segúneso, pudiera yo sacar a luz historia acertada, si carezco de erudición,de inteligencia y prática para narrar no solamente los hechos, sinorastrear también la razón con que se hicieron, y juntamente los con-sejos y motivos que pudieron intervenir en los casos? Sin esto, sonmenester papeles; que escribir sin comprobar antes es propio defábula que historia.

DOCTOR. No me desagrada ese conocimiento; mas, por otraparte, réplica tiene vuestra proposición. Al cómo se puede sacar a luzhistoria acertada sin los requisitos de arriba y sin papeles, respondoque como la sacan otros muchos: sin ellos. ¿Hállase cosa tan estérilcomo casi todas las de España, y, en particular, modernas? Pareceandan buscando aposta para este fin los que menos saben, los menosgraves y suficientes, los a quien presenta sólo el favor, no sus letrasy capacidad. Debrían cierto los príncipes (exclama un bien entendi-do) favorecer a los hombres que pueden tratar con elocuencia y ver-dad, con prudencia y juicio, las cosas bien hechas en paz y en gue-rra. Así se robaran al olvido tantas hazañas de españoles, cualesnunca en sus Décadas y Anales celebraron de sus romanos los tanaceptos Livio y Tácito. Descubren los escritores estranjeros la mali-

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cia de sus ánimos para con nuestra nación, al paso que desean sepul-tar en silencio las proezas de tanto invencible caballero como entodas edades produjo España. Tantos Sertorios y Viriatos, tantonumantino tan prodigioso, tanto valor y lealtad saguntina, tantosreyes guerreros y fuertes sucesores de Pelayo, tantos Bernardos,Condes Fernán-González y Cides, ¿cederán por ventura a susManos, a sus Cipiones, a sus Césares? Pues en tiempos más moder-nos no han sido menos maravillosas sus hazañas en Flandes, Ale-mania, Francia, Italia, África, Indias, Oriental y Occidental, y en lamisma España contra infieles, quebrantando con la fortaleza de susbrazos la soberbia de tantas naciones, por su disciplina tan formida-ble a todos. Deja, pues (repitiendo las palabras de un docto), la gran-deza de su esfuerzo con grande intervalo inferior al de más estruen-do; y así, copiosos de tantas riquezas militares, desestiman y menos-precian los atributos de bárbaros que les aplican algunos autores,procediendo todos de mordaz envidia, que, como se sabe, es dolor ytristeza que proviene y nace de ajenas glorias. Todos estos y otrosmuchos inconvenientes se evitaran buscándose sujetos hábiles ycapaces para historiar, con que tan dignos hechos cobraran sus mere-cidos resplandores y el nombre perpetuo que les era debido. Burlá-rase también así la indignación y odio de los estraños, que apenaspuede sufrir salga un pequeño rastro de sus cosas del sepulcro de tanlargo olvido. Mas hállome muy apartado del primer intento; baste loque me trasportó el amor de la patria y fuerza de la verdad.

Ya que vuestro talento no osa (y no sin prudencia) dispensar sucaudal en esto, estoy indeterminable sobre lo que os pueda proponerde menos dificultad. Entiendo sería bien dictar algún volumen decartas, juntamente con algunas advertencias y avisos de Corte. Si osagradase este empleo, se podría exagerar en su principio cuánimportante ocupación sea la que trata de informar hombres nuevosen puntos tan peligrosos, en materias tan difíciles.

DON LUIS. Paréceme, con vuestra licencia, burlería y ocupaciónindigna de cualquier mediano discurso. Los formularios antes cau-san daño que provecho, por tratar a sus inclinados como a niños deescuela, a quien apenas es lícito escribir sin ejemplar. Sin esto, lanecia confianza que comunican a sus poseedores produce flojedad

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en los ingenios más vivos, para no inquirir agudos concetos, ni laselocuentes galas de que se adornan: por eso no se debrían consentiren las repúblicas.

DOCTOR. Confórmome con vuestra opinión. Ahora me ocurreque si tuviérades noticia de la lengua latina, o italiana, era fácil tra-ducir en romance algún librito curioso, con que se viniera a conse-guir vuestro intento; que, al fin, en semejantes trabajos, se lisonjea ala lengua natural con hacerle propias las buenas razones ajenas. Yaunque muchos ignorantes menosprecian esta ocupación, es, contodo, digna de cualquier honra. Según me acuerdo haber dicho enotra conversación, las traduciones, para ser acertadas, conviene setransforme el tradutor (si posible) hasta en las mismas ideas y espí-ritu del autor que se traduce. Débese, sobre todo, poner cuidado enla elegancia de frases, que sean propias, que tengan parentesco conlas estrañas, llenas de énfasi; las palabras, escogidas y dispuestascon buen juicio, para que así se conserve el ornamento y decoro dela invención; de manera, que estas dos virtudes queden anudadascon tal temperamento, que por ningún caso pierda de su lustre yvalor la obra traducida. Será casi imposible pueda jamás acertar talesversiones el bárbaro, que se halla destituido del todo de la lengualatina, importantísima, sin duda, para alcanzar y poseer las riquezasde cualquier idioma. Así se veen no pocas veces deslustradosmuchos dignos autores, emprendidos, por su gran desdicha, destegénero de idiotas, no menos presumidos que temerarios.

MAESTRO. En confirmación de lo que advertis, puedo afirmarhaber visto, y ha muy poco, algunos doctos poemas vulgarizados contantos yerros y tan grande infelicidad, que, moviendo a conmiseracióncon los estragos y deformidad padecida, claman y solicitan indigna-ción contra la ignorancia y osadía de quien así se atreve a su decoro yopinión; como si en razón de entendimiento se hallara tan superior alos demás hombres como el Sol en luz al resto de las estrellas.

DON LUIS. Gastáis tiempo en cosa que no me pertenece. Esofuera a propósito al volver de Italia, de donde, ya poseída algunanoticia de la lengua, trujera conmigo un par de librillos acomodadosal intento. Por ahora no poseo más que la natural, y en ésa me pare-ce hay harto en que entender.

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MAESTRO. Yo me suelo reír mucho de los que, sin ser únicos enla suya, profesan otras exquisitas, juzgándolos águilas en griego ygansos en castellano. El que no es singular en la de que participó en laleche, en la que ha sido compañera de sus años, en la que usa común-mente para exprimir sus concetos, ¿qué crédito de elegante podrá pre-tender en la ajena, en la escura, en la no entendida? Es cosa digna decompasión ver la ceguedad de algunos, que con seis palabras puestasen la memoria y dichas sin tiempo entre ignorantes, pretenden grandeopinión de eruditos, y, lo que es más, pródigo sustento, vestido y casa.

DOCTOR. Tened; que poco a poco vais resbalando, y cairéis sinpensar en alguna murmuración. Tanta inquisición se puede hacersobre este particular, que se venga a descubrir el tesoro que busca-mos. ¿Por ventura tenéis cantidad de poesías hechas a diferentessujetos, cuando duraba la correspondencia de vuestra dama?

DON LUIS. Sí tengo, y no pocas ni mal trabajadas, aunque las hecobrado notable desamor, por ser claras y fáciles, después que llegó ami noticia ser de ingeniosos escurecer los concetos y mezclar por lascomposiciones palabras desusadas y traídas del latín a nuestro vulgar.

DOCTOR. Vivís engañado en ambas cosas. No deben ser (enseñaun docto moderno) los versos revueltos, ni forzados; mas llanos,abiertos y corrientes, que no hagan dificultad a la inteligencia, si noes por historia o fábula. Con esta claridad suave, con esta limpieza,tersura y elegancia, con la fuerza de sentencias, y afectos, se debejuntar la alteza del estilo. Mas, sobre todo, sin la claridad no puede lapoesía mostrar su grandeza; porque donde no hay claridad no hay luzde entendimiento, y donde faltan estos dos medios no se puede cono-cer ni entender cosa. Y el poema que siendo claro tendría grandeza,careciendo de claridad es áspero y difícil. Con estas palabras, cuantoa la lengua, de bien grave autor, quedaran, a mi ver, convencidos(permítase impugne esta novedad su primer autor, si bien lucidísimoingenio en nuestro vulgar) los que siguen secta contraria, publicandobernardinas y haciendo burla de los a cuyas manos llegan. Sin duda,se levanta en España nueva torre de Babel, pues comienza a reinartanto la confusión entre los arquitectos y peones de la pluma. Nosirve el hablar de encubrir o poner en tinieblas los concetos, sino dedescubrirlos y declararlos. Merlín Cocayo, donosísimo poeta, alu-

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diendo en su Macarronea a este lenguaje infernal, introduce a undemonio hablando, sin poder ser entendido, desta manera:

Drum Cararontardus, tragaron granbeira detronde.

El Dante, por el consiguiente, varón doctísimo, hace en su obraque Lucifer, admirado de ver en su región hombres en carne y hueso,exclame diabólicamente:

Pape Satán, Pape Satán, Alepe.

Mienten, según los presentes dogmas, los preceptos retóricos enexcluír de la oración demasiadas metáforas, como opuestas derecha-mente a la gala natural del decir. Pena es de sentido, como la de lasalmas, atormentar con la difícil construción de los periodos. No sedebe cargar un vestido, aunque sea de joyas; que saldrá pesado. Bienhayan los autores antiguos Virgilio, Homero, y los demás épicos ylíricos; que, con ser tan elegantes, les tocó la dignidad de clarísimos,como a patricios venecianos.

Falta ahora responder a lo de las palabras desusadas, peregrinas ynuevas. Las desusadas (prosiguiendo los preceptos del mismomoderno), desecha por antiguas al común uso de hablar, si bien talvez redunda en gala ingeniosa el usarlas. Peregrinas son las que setoman de estraño lenguaje, de quien sólo será lícito valerse cuandoen el natural faltaren vocablos con que poderse exprimir bien lospensamientos del ánimo. Así se han ido poco a poco convirtiendo enpropios muchos meramente latinos, como repulsa, idóneo, lustro,prole, posteridad, astro, y otras sin número. Del arábigo hay tambiénmuchos, y muchos habrá asimismo del griego, como sabrán sus pro-fesores, en particular nombres propios: Decamerón, Filocopo,Cimón, Dioneo, Pánfilo, Filostrato, Filomena, Emilia, Neyfile,Elisa, etc. Por manera que es lícito (dice el mismo autor) a los escri-tores de una lengua valerse de las voces de otra. Concédeseles usarcon libertad prudente las forasteras y admitir las que no se han escri-to antes, las nuevas, las nuevamente fingidas, y las figuras del decir,pasándolas de una lengua a otra; que así se da más gracia a lo com-

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puesto, se hace más agradable, más apartado del hablar común, y sedeleitan más bien los que leen. Síguese (va prosiguiendo) que quienhubiere alcanzado con estudio y arte tanto juicio, que pueda discer-nir si la voz es propia y dulce al sonido, o extraña y áspera, puede ytiene licencia para componer vocablos y enriquecer la lengua depalabras limpias, significantes, magníficas, numerosas. El oradordifiere mucho del poeta en el lenguaje; ni tratan unas mismas cosas.La Poesía es abundantísima, sola, sin sujeción, y maravillosamenteidónea en el ministerio de la lengua y copia de palabras para expli-car concetos. Las riquezas que posee nunca se acaban ni deshacen;antes con inmensa fertilidad crecen y se renuevan perpetuamente.

DON LUIS. Consolado me deja respuesta semejante, de quieninfiero no haber perdido mis versos alguna cosa por claros y suaves,y que por ningún modo me era lícito afectar escuridad en ellos.Cuanto a las palabras, de las comunes elijo las más dignas y conve-nientes para exornación de mis poemas. Procuro sea buena su colo-cación, inquiriendo con cuidado las que echo menos para la acerta-da expresión de los concetos.

DOCTOR. Buen camino es ése: no dejéis de seguirle en las oca-siones; que es lo demás fruslería, yerro y novedad viciosa, digna deser evitada.

Supuesto, pues, que os halláis con cantidad de fragmentos poéticos,carece de cualquier dificultad el juntarlos en un volumen y entregarlosa la estampa con título de Obras sueltas. Un riesgo sólo corre estadeterminación, y es que los superiores conceden de mala gana licenciapara la impresión destos libros, y, si va a decir verdad, muévense conjustísima causa, por haberse publicado algunos merecedores de hogue-ra. De suerte que, cuanto a rimas sueltas, solamente las de Garcilaso yCamoes merecen en España aplauso y estimación; las demás, menos-precio y olvido, por flojas, por humildes en pensamientos y elocución.

DON LUIS. Hacéis notable agravio a muchos poetas ilustres queandan recogidos en un tomo, donde he oído decir se hallan algunasbuenas composiciones.

DOCTOR. Habíaseme olvidado ese librillo. Juzguele por lo queleí, que fue poco, mies en parva: paja y grano. Muchas cosas pormadurar, pocas valientes. Quisiera yo fueran los términos de decir

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poéticos, selectos, nerviosos, de gran pompa y aparato; que lo demásno viene a ser poesía, sino prosa trabada. Cáusame a este propósitocrecida admiración la crasa ignorancia que se profesa generalmente.Por un soneto flojo, por un romance sin ornato, sin gala, piensa cual-quiera haber llegado a la cumbre de la más alta sabiduría y al colmode todo crédito y opinión. Semejantes deslumbramientos proceden depropia satisfación (que es el mayor daño), y de no leer ni escuchar,medios eficacísimos para deprender. Da gusto ver cómo se llega unpoetico novel a lo falso a lo satisfecho, con alguna composición opapel; que así llaman modernamente a los asumptos en verso. Y des-pués de haber metido su ponzoña en el cuerpo de quien se le oye, si leadvierte algo, queda declarado para siempre por su enemigo. Tan ena-morado está de su ingenio, que le parece caso imposible el poder errar.Así presume nació la censura más de invidia que de buena intencióny sano conocimiento. Los que del todo se hallan desahuciados decobrar salud son los poetas señores, porque como quiera que en lacomunicación de sus partos han de intervenir forzosamente engaño ylisonja, quedan llenos de trampantojos y ceguedad. Fuera de que,como jamás están enseñados a oír cosa que les dé pesadumbre, eladvertimiento entre ellos es tenido por injuria y temeridad. Mas vol-vamos a cobrar el hilo de lo que íbamos diciendo.

Paréceme, pues, habrá dificultad en alcanzar licencia para laimpresión, y que, según esto, sería menester valerse de industria conque se venciese este obstáculo. Convendría erigirle algún frontispi-cio pomposo, algún nombre abultado, ejemplar y atractivo. Si ellibro fuera de latín, fácil fuera buscarle un título griego, como se usa;que, en fin, admiramos lo que no entendemos; respeto de ser vulgar,no me ocurre fácilmente cosa a propósito. ¿Acaso sería bueno Flo-res de la edad? Mas no, que muchas flores no dan fruto. Casi mecuadra el de Musas de Manzanares, si bien esto de musa y ninfasuele ser atributo de moza de paños menores. ¡Válgame el cielo!¿No he de acertar con uno...? Sin pensar se vino a la memoria. Esexcelente el de Engaños y desengaños de amor.

DON LUIS. Por vida mía, que no le podía pedir más significanteel deseo. Con el principio de mis amores dice admirablemente suprimera parte; la última, con los fines.

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DOCTOR. No tenemos, pues, hecho poco. Resta ahora interpolarlos versos con algunas prosas, que sirva sólo de explicar las ocasio-nes en que se hicieron. Con esta mezcla, con este entreverado sedisimula no poco aquella mala calidad de rimas solas, y se da moti-vo a facilitar la licencia.

DON LUIS. ¡Aquí de Dios! ¿Tan gran delito es la poesía, queconviene profesarla con máscara?

MAESTRO. Hállanse en los poetas griegos y latinos abismos desentencias, habiendo cantado todo género de cosas. Platón los alabay aprueba en el libro de sus leyes. Alcibíades exclamó contra unmaestro que carecía de las Ilíadas de Homero, afirmando no podíasaber ni enseñar bien quien las soltaba de la mano. Ninguno de losreyes y emperadores antiguos dejó de acompañarse con algún poeta.Fue venerado Anacreonte de Policrates, rey de Samios; Accio, deBruto; Enio, de Cipión Africano, a quien hizo estatua; Andrónico fueayo y maestro de los hijos de Livio Salinator; Virgilio y Horaciorecibieron grandes favores de Augusto; sin otros muchos héroes queestimaron sumamente ser celebrados de cualesquier poetas.

DOCTOR. Así como en esta edad no se hallan tan floridos ingenioscomo en aquélla, así también se han ido resfriando los favores, con-virtiéndose en odio el amor. Los príncipes deste siglo, después quedejan de hacer obras dignas de loa, estiman poco sus alabanzas. Masno es justo ofenda esta generalidad a muchos señores que se preciande hacer grandes honras a virtud y letras. ¿Cuándo se vio tan agasaja-da la Poesía? ¿Cuándo ceñida de tanto banquete, premio y honor comoen estos tiempos? No pocos titulares, sin otra intercesión más que la demedianos versos, recibieron en sus casas hombres que los hacían, esti-mándolos, enriqueciéndolos, y, lo que es más, sufriendo sus muchasimpertinencias, sus muchos desacatos y descuidos, indignos de corte-sía y tolerancia. En suma, tenéis ya vuestro libro en astillero; paréce-me que en razón desta dificultad ya no me habréis menester.

DON LUIS. ¿Cómo no? Aún falta mucho en que de necesidad mehaya de valer vuestro buen discurso. No obstante que tengo legajosde poesías atrasadas, dulces despojos de mi pasión amorosa, ignorosi serán todos dignos de publicación, y si de los escogidos se podrájuntar cantidad bastante a formar un libro de justo cuerpo.

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DOCTOR. ¿Eso os daba cuidado? Perdedle desde luego; que elremedio es fácil y a pedir de boca. Los libros que se componen devarios centones no inducen obligación de ser pequeños o grandes,puesto que está en mano del autor medir su fin con su gusto, y así,cesa la dificultad del cuánto. Al corto caudal de propias poesíaspodéis aplicar el suplemento de las ajenas, con que os hallaréis porestremo aliviado. El daño consistiera sólo en que vuestro libro fueracomo información de letrado: nada propio, todo ajeno; mas, habien-do mucho de casa, ¿qué importa pedir al vecino algo prestado paralucir en semejante fiesta?

DON LUIS. Bien estoy con eso; pero los que leyeren la obra, ¿nollamarán hurtos a esos socorros? ¿No juzgarán pobre ingenio el delautor? ¿No darán título de descaramiento a su necesidad?

DOCTOR. No sois bueno para palacio: sois demasiado vergon-zoso y circunspecto. Cuanto al robo, ningún alguacil os hará causapor él. A la pobreza de ingenio disculpa la remisión; porque estáclaro se forjarán cien mil versos en el crisol que se forjan ciento.Tengo por fruslería la nota de descarado. Es campo espaciosísimo elde la murmuración, y aunque componga el libro, iba a decir, unainteligencia celeste, no han de faltar achaques a la invidia, a la malaintención, para batir los dientes y morderle, por más humildad quese muestre en el prólogo. Todos cuantos escriben en todo género defacultades son cornejas vestidas de ajenas plumas. Publícase la obra;vanse los ojos a lo menos bueno, y murmúralo la lengua. Son otroslinces de aprovechamientos; que así se llaman hoy los hurtos. Pasanalgunos días, y, al cabo, el preso se da por libre; olvídase todo, y, porlo menos, el autor engorda con las maldiciones y dineros que sacódel trabajo. Es cierto no habrá quien ose apuntar cara a cara cosa queos disguste, si ya no quiere probar la suya el rigor de vuestra mano.Según esto, cuando en ausencia se pronuncien baldones, se esparzaninjurias, ¿de qué importancia será para daros pesadumbre, si lleva elviento cuanto entonces forma la lengua? ¿Por ventura, como se dicecomúnmente, puédense poner puertas al campo? Basta que es degozques ruines roer talones, y de ánimos viles herir a espalda vuel-ta, y esto hácenlo sólo poetillas jacarandinos, vinolentos y juglares.

DON LUIS. Dios os consuele en vuestras melancolías. Vuelto me

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habéis el alma al cuerpo. Inviolable ley será para mí tan próvidaadvertencia. Pienso hacer muchos insertos en el jardín de mi librillo;que no suelen ser los que rinden fruta menos sabrosa. Por lo menos,me agradecerán el contexto, el estilo, y, juntamente, haber plantadoen mi viña sarmientos de buena ley, aunque ajenos. A mi ver, con losrequisitos apuntados y con la cantidad de varias poesías que escribi-rán los amigos honrándome y abonando el libro, participará, sinduda, de toda perfeción.

DOCTOR. ¿También vos pretendéis incurrir en el vicio de soneti-cos mendigados? Ligereza notable, absurdo, terrible. Descúbreseindignísimo de cualquier mínimo loor quien, aspirando a él con ansia,le procura con incesable solicitud, con fomentada importunidad. Claroes habrá de publicar la lengua del muchas veces rogado lo que por nin-gún modo siente el corazón. Así, es justo llamar invectivas afrentosasy sátiras mordaces semejantes abonos, debiéndose entender siempre alrevés de lo que suenan. Si la obra es mala, millones de sonetos en sualabanza no la hacen buena; y, al contrario, si está bien escrita, no hamenester para adquirir el aplauso ajenos puntales. Bestial estratagema,ridícula presunción querer el material, el idiota, el incapaz, conseguirnombre de discreto, de docto, con un centenar de bernardinas que pegaen el frontispicio de alguna obrilla del todo indocta, insulsa y lega.

DON LUIS. Sóbraos la razón en cuanto decís. Sin duda me que-ría despeñar. No pondré en el primer pliego ni una redondilla.

DOCTOR. Resta saber qué tenemos de dirección. ¿Hállase yaelegido personaje a cuyo amparo le podáis cometer? ¿Ha de ser delos grandazos? ¿Rey, príncipe, duque, o punto menos, como seríamarqués, conde, barón, etc.?

DON LUIS. En esto me ha sucedido una estrema calamidad.Como ha días que me acompaña este intento, había tenido lugar deponer los ojos en un insigne defensor, en un admirable Mecenas, tanfamoso por su persona, que ninguno le igualaba en el mundo. Masen medio de mis mayores esperanzas, quiso el cielo llevársele,dejándome huérfano de su protección; pérdida que me llegó al alma.

DOCTOR. De notable consideración debía ser el que con su faltaos provocó a tan gran sentimiento. No viene a ser corto azar para laobra haberle perdido; mas sírvaos de consuelo quedar en varias pro-

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vincias otros muchos, dignísimos de patrocinar cualesquier escritos.DON LUIS. No como aquél, cuya singularidad apenas puede

segunda vez ser imitada de la naturaleza.MAESTRO. Extravagante encarecimiento. Sepamos quién era,

por vuestra vida; no deis lugar a que nos cause pena la suspensiónde ignorar su nombre.

DON LUIS. El enanillo Bonamí.DOCTOR. ¿Qué decis? ¿Aquel átomo de criatura, aquella vis-

lumbre de niño?DON LUIS. Ese propio. ¿Por ventura paréceos erraba en la elec-

ción? ¿Acaso pudiera salir más acertada, si la estuviera meditandoun siglo?

DOCTOR. Sin duda habéis perdido el entendimiento. ¿Decís esode veras? ¿Decislo con todos vuestros siete sentidos, como dijo undocto moderno?

DON LUIS. Con siete y setecientos, si tantos tuviera; y ojalá nohubiera muerto; que sin falta lo viérades puesto en ejecución.

MAESTRO. Pues ¿qué os movía para intentar novedad semejan-te, y aun estoy por decir tan inaudito escándalo?

DON LUIS. Habéis preguntado bien; yo lo diré, y pienso os dejarésatisfecho. No se me puede negar era el dueño escogido en razón deinsigne cuanto podía pintar el deseo, pues dejaba atónito a quien mira-ba la notable proporción de tan pequeño individuo, por quien, comosabemos, era estimado de las personas reales. Cuanto al patrocinio demi volumen, lo mismo importaba ser pigmeo que gigante, puesto queno había de tomar (como ninguno las toma) armas y pelear en defensadel ahijado, cuyas heridas era forzoso fuesen de antuvión; y no hayquien pueda estar prevenido para evitar una traición improvisa, paraevadir un asasinio impensado. Síguese el disinio de remuneración, que,sin duda, había de ser grandísima. Fundábase igual consideración en elcomún estilo del mundo, que andando en todas sus cosas al revés, asícomo en él tienen por costumbre los mayores estrecharse, así tambiénera justo entender se habían de ensanchar los más chicos. Y de quienanhela por extensión de nombre, si no de cuerpo, ¿qué liberalidades nose pueden prometer? ¿Qué magnificencias no se pueden esperar? Fuerade que, cuanto a favor, con un granillo de mostaza, que es lo mismo

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que una palabrilla de las suyas, dicha entre los magnates de arriba, mepudiera hacer no sólo alférez o capitán, mas, con seguridad, maese decampo, o general de algún grueso ejército. ¿Qué os parece del funda-mento de mi intención? ¿Corría bien el discurso? ¿Podía ser contrasta-do de contrarias razones?

DOCTOR. No, por cierto, si ya no es lícito decir era posible here-dase la puntualidad del premiaros y el cuidado de vuestro aumentosujeto de mayor estatura, que, memorioso de su obligación, la pusie-se por obra en las ocasiones, puesto que entonces la dedicatoriasaliera con mayor dignidad y reputación.

DON LUIS. ¿Hállase en toda la redondez de la tierra quien sepani quiera hacer lo que decís? Así se tragan los más poderosos, losmás encumbrados, direcciones literarias como avestruces hierros,imaginando califican los asumptos más doctos, los desvelos máseruditos, con permitir a sus arquitectos pongan sus nombres y armasen la portada de la primer hoja.

DOCTOR. Gentil vanidad, por cierto. ¿Qué interés resulta allibro de tan inútil ostentación, de humo tan desvanecido? El antiguoMecenas, de cuya liberalidad y virtud tomaron apellido los venide-ros, no sólo alimentaba generosamente con su hacienda los sujetosingeniosos, sino que también socorría con su favor sus pretensiones,representando a César (de quien era valido) su talento y partes, conque los beneméritos conseguían premios debidos. Ahora juzga elmás dadivoso cumple y satisface con cualquier corta miseria, y ésa,dada por una vez, al que con su capacidad deja por muchos siglosdilatada su memoria, comunicando al nombre (parte mortal, que tanpresto fenece y se olvida) el glorioso título de inmortalidad.

DON LUIS. En suma, para evitar los inconvenientes de tan depra-vada costumbre, si con un bostezo de la Parca no se hubiera desapa-recido el singularísimo Bonamí, yo había hallado, con elegirle pordueño, el derecho camino de valer y medrar. Sentí, sobre todo, falta-se sin tener noticia de la dedicatoria, que, como miembro separadodel libro (si bien, cuanto a interés, el más importante), la tenía ya pon-derada y aun escrita, si no en limpio, por lo menos en borrador.

MAESTRO. Anticipación donosa. Comunicalda, así viváis, si osacordáis della.

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DON LUIS. Dice: ‘Al setentrional Bonamí, príncipe de enanos,pensamiento visible, burla del sexo viril, melindrillo de naturaleza,ínclito poseedor de quantos títulos, atributos y epítetos se puedenaplicar a la más única pequeñez.

Acetando este don y premiando con liberalidad los deseos de quienle ofrece, no obstante sea micosía de cuerpo tan abreviado, se hará,por extensión de nombre, el mayor de la tierra. Nuestro Señor, etc..

DOCTOR. Disparate ridículo. Por lo menos, es bien concisa lacarta y no menos nueva la cortesía con que le tratáis. ¿Qué os movíaa no llamarle excelencia, señoría, o merced, sino micosía?

DON LUIS. Cuanto a la brevedad, fue mi intento dirigir sólo unrenglón a cada uno de los cuatro cuartillos de su brioso corpezuelo.Representábale en todos no más que la obligación en que le poníacon esta acción, siendo, por otra parte, cosa cansadísima la ignoran-cia y prolijidad con que proceden en las direcciones algunos asnazoscargados de letras, moliendo con exordios de lisonjas y pudriendocon encomios de linajes. El estilo de crianza fue acomodado con ladisposición del sujeto, cuya figura, asimilándose tanto a la de unmico, micosía solamente era justo llamarle, y no de otra suerte,como de señor, señoría, de excelente, excelencia…

DOCTOR. No me desagrada el derivado; aunque, si este punto sepondera como se debe, los modos más cortesanos, los términos demás aparato y las palabras de mayor tronido con que en las Cortesse veneran y ensalzan los gigantones de las riquezas, los sátrapas delimperio, no son más que varias ceremonias, aparentes fantasmas,engañosas tropelías. Confirma esta verdad también el uso de otrasprovincias, en particular, de Italia, donde al médico llaman excelen-cia y señoría al zapatero.

DON LUIS. Quedo ahora deseosísimo de saber quién os indus-trió, o por qué camino aprendistes, el modo de escribir que me ense-ñastes, tan a lo artificioso, tan a lo poltrón, que cierto parece ospudiera hacer versado con tanto estremo la experiencia sola.

DOCTOR. ¿A quién, sino a ella, maestra de todo, pudiera yo atri-buír el blasón de tan cómodo alumbramiento? Prática viene a ser enmí lo que al presente es teoría en vos. Años ha que hallándome biendescuidado de ocupar la pluma, o porque me juzgase insuficiente, o

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porque otros cuidados tuviesen con violencia oprimidos talento ygusto, se me apareció cierto personaje tributario de Amor. Traíaleindecible impulso de que se celebrase la hermosura y constancia desu querida en algún libro serrano o pastoril, como el de Galatea oArcadia. Aunque con alguna modestia excluí su deseo, pródigas cor-tesías de ofertas y palabras facilitaron el sí y dispusieron la volun-tad. La dificultad consistía en la presteza; que fuese bueno y enbreve: mirad cómo podía ser. Con todo, me ofrecí, y, comenzando,apenas en un día daba entera perfeción a dos planas; tan niño y torpeme hallaba en aquel género de escribir. Era sobrestante de la obra elmismo interesado. Pudríase y pudríame: él, con mi detención; y yo,con su celeridad. Moríame por hallar en tan largo y difícil caminoalgún atajo, sobre que de contino tenía ocupados los nervios de laimaginación. Ponderé convenía, para subir presto a parte alta, si nose permitía dilación para labrar una sola escalera, enlazar unas conotras, hasta la cantidad necesaria. Este símil fue puerto de mi borras-ca; fue norte de mi navegación. Volaba desde allí adelante; mas eraprestándome algunos sus alas. Cuanto a lo primero, entablé a mi pla-cer los versos que tenía represados, que no eran pocos. Hacíales lacama con ciertas prositas ocasionadas; y tantos granos junté, quevine a perficionar el deseado montón. Apenas nacido, le repudié conira, tratándole como adulterino. Al despedirle de casa, considerandosus yerros, por falta de castigación, “allá, dije, vayas para no volver:a poco dinero poca salud”.

DON LUIS. Notable caso, y ajustado por estremo con la liciónque me distes. Por lo menos, se publicó, y consiguió el amante elintento de alabar las partes de la que adoraba.

DOCTOR. Pues es de considerar que, sin haberla visto ni comu-nicado, le di título de hermosísima, de sumamente discreta y a mara-villa constante.

MAESTRO. Servicio fue no pequeño: ¿acaso súpolo estimar esadama?

DOCTOR. Con muda lengua y apretado puño.DON LUIS. Agradecimiento en rima. Cierto que produce indig-

nación haya escaseza hasta de palabras donde las obras son tanmerecidas. Razón era considerase lo poco que se puede hallar obli-

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gada para la harmonía de cualquier loor esfera que no es movida coninteligencia de oro. La más esenta libertad de ánimo avasalla unavoluntad agradecida.

DOCTOR. El yerro más evidente en que incurren por instanteslos a quien noble sangre y riqueza dieron algún grado en la patria, esimaginar se les debe sólo por sí cualquier tributo de honor, cualquierofrenda de loa. El gañán más rústico viene a ser en su casa un cor-tesano, un conde; y más cuando su fatiga y sudor es mayordomo ydespensero de su casa y mesa. Felicísimo quien huye de perspecti-vas importunas, todo humo, todo hinchazón, sombra todo.... Mascese disgresión tan larga y volvamos a lo del libro. Digo, pues, meholgara mucho desistiérades de semejante intento, por los muchosinconvenientes que suelen resultar de seguirle, cuanto a censuras ygrescas, nacidas, ya de impugnar, ya de patrocinar los escritos. Massi, con todo, quisiéredes perseverar en él, sería de opinión no dilatá-sedes mucho el poner manos en la obra. Entre las edades del hom-bre, es para escribir más capaz la varonil. Hállanse entonces laspotencias dispuestas con más igualdad, los sentidos más perspica-ces, más sutil la imaginativa y toda la harmonía corporal más aptapara cualquier empresa y ocupación.

DON LUIS. Contraria opinión tenía, movido no de pocos ejem-plos. Muchos libros he leído donde procuran sus autores hacer par-ticular conmemoración de sus verdes años. Muévense, según imagi-no, con dos intentos: con el de que pasen con menos culpa los yerroscometidos por defeto de edad, y para que se colija lo que se puedeesperar de su talento en la más nerviosa y aprovechada.

DOCTOR. Ambos disinios se fundan en gentil disparate. Cuantoa lo primero, los bien entendidos culpan, en lugar de disculpar, a losque, confundiendo los tiempos, en vez de pretender ser dicípulos, sejatan ya de maestros. Y así como es temeridad trazar palacios sinconocimiento de arquitectura, así viene a ser imprudencia y vitupe-rio querer levantar edificio de letras el falto de dotrina y experiencia.Fuera de que corre riesgo de usurpador de ajenos bienes el que anti-cipa frutos a flores. Hállanse algunos que muertos, no por ser, sinopor parecer eruditos, casi en años de mantillas arrojaron al conspec-to del mundo partos (sean de comentos o cualesquier otras miscelá-

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neas) desiguales sumamente a lo que se podía esperar de su cortasuficiencia. Con esta petulancia, con esta inadvertencia, dan motivopara ponderar menudamente la posibilidad de aquel imposible; ytanto inquieren los curiosos, que vienen a descubrir el bajío, a mani-festar el robo, junto con el sujeto en cuya hacienda se cometió. Taldicípulo se vio, que con inaudita desvergüenza convirtió en carne ysangre los honrosos sudores de su maestro, apropiándose sus fatigasy ornándose de sus galas. Mas salió vano todo su artificio; pues entrejueces desapasionados sirvió semejante título no más que de opro-brio. Esto, cuanto a la poca edad. Al otro será superfluo responder,puesto que sólo se hace juicio de lo presente, sin estender la consi-deración a lo venidero. También hay muchos que se inhabilitan alpaso que se envejecen, como gámbaros de Italia, cuya condición escaminar hacia atrás, en vez de ir adelante. Ingenio hemos conocidoque al cabo de cuarenta años de versificador cómico, vino a quedarempeorado, errando arreo afrentosamente, no sola una, sino diezcomedias. En suma, terminando esta materia, soy de parecer ser másconveniente para el acierto de cualquier obra libre el autor su dispo-sición más en los nervios y madurez del entendimiento que en lasvislumbres y osadía de la agudeza. Colijo por lo que leí ser peligro-sos mucho, y de no poca sospecha en la Fe, los tratados de algunoshumanistas setentrionales y ultramontanos, que, a manera de linceso águilas, pretenden mirar las cosas con ojos que penetren lo másíntimo de los corazones y vean lo más escondido de los tiempos. Alfin, deslumbrados, se despeñan en sentidos discrepantes de la piedadcristiana, y no conformes al intento de la santa Iglesia, árbitra, rec-tora y juez de institutos de religión y de proposiciones católicas. Portanto, es grande la vigilancia que para expurgarlos hace poner el tri-bunal de la santa Inquisición, hacha encendida de la Fe contra laherética pravedad.

MAESTRO. Los impresos en España bien seguros están de seme-jante nota, por el rigor con que los tratan varias censuras. Debríase,pues, aplicar remedio a la entrada de libros estraños, de quien nacecualquier daño y abuso.

DOCTOR. Si se alentaran los libreros españoles y se diera cum-plido favor a las emprentas, en ninguna parte de Europa se hicieran

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impresiones de menos erratas, ni más lucidas. Así se escusaran lasvenidas de estranjeros, que, codiciosos sobremanera, introducencuantos libros les piden, sean o no prohibidos; con que se seguiríatambién el ahorro de mucho dinero que se saca de España para jamásvolver a ella.

Quiero suplicaros ahora, ya que vuestra inclinación (bien puedodecir mala) os compele a componer este libro, sea para nunca rein-cidir en tal inconveniente. Errar es de hombres, y perseverar en losyerros, de demonios. No sé qué se tiene la pluma de aduladora, dehechicera, que encanta y liga los sentidos luego que se comienza aejercitar. Arráigase este afecto en el alma: un librico tras otro, y seade lo que fuere. Anda toda la vida el autor en éxtasis, roto, desluci-do, y en todo olvidado de sí. Si es imaginativo y agudo en demasía,pónese a peligro de apurar el seso concetuando, como le perdieronalgunos que aún viven. Si es algo material, bruma a todos, abofete-ando y ofendiendo con impertinencias el blanco rostro de muchopapel. Dura en no pocos esta flaqueza hasta la muerte, haciendo pró-logos y dedicatorias al punto de espirar. Dios os libre de tan grandesdicha. Dad paz a vuestros pensamientos. Seguid recreo másterrestre y menos espiritual; que así pasaréis mejor la vida y asíposeeréis más dineros.

DON LUIS. Con cuanto advertís me dejáis por estremo obligado;mas por lo menos un libro, es imposible escusarle. Hecho éste, no sélo que sucederá. Si por ventura le alabasen mis amigos, ¿no os pare-ce era un arrimarme espuela para otros? Difícil fue grandemente laprimera navegación a Indias; mas, cursada a menudo, por la facili-dad fue llamada carrera. Asombrábame otras veces sólo el quererintentar esto; mas con tan cierta guía, con tan firme gobernalle, cesacualquier espanto, allánase cualquier duda y cóbrase todo vigor.

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EL PÍCARO VENTERO *

HALLÉ paciendo la mula, y muy despacio mirándose elmozo las entrañas. Despertele, y, poniéndose todo enorden, pasamos a sestear de allí dos leguas.

Era una venta el lugar, y no de las más bien bastecidas. El güés-ped, en estatura y carnes un romano Vitelio, hizo poco caso de lacabalgada de uno, y ése, en figura de hospitalero. Estaba tendidosobre un escaño, del modo que sobre artesas, por San Lucas, los ene-migos de Mahoma.

Clamaba el mozo por el ventero, y por paja y cebada, y él, quedoque quedo, sin rebullirse. Al fin, alzando el gordísimo tozuelo, dijocon flema singular:

—¿Qué diablos quiere? ¿Qué avispas le pican? ¡Doile al demo-nio, qué voces da!

A esto, llegándome yo algo más cerca, le rogué proveyese aque-lla petición; que harto tiempo le sobraría para reposar después.Enderezó poco a poco los bastos miembros, descubriendo del vello-so pechazo hasta el ombligo.

Al cabo de atender a lo que con instancia se le había pedido,quiso honrarme con ponérseme al lado. Mirabale yo, como al des-cuido, atentamente, pagándome él, con cuidado, en la misma mone-da. Fueme reconociendo poco a poco, y cuando —a su parecer—estuvo bien enterado, propuso tenía por cierto haberme visto enotra parte; mas que no se acordaba dónde.

—Puede ser —le respondí—; que he corrido mucha tierra ycomunicado con muchas gentes.

—¿Voarcé —replicó— ha estado por ventura en Italia, y en par-ticular en Piemonte?

—Sí, amigo —proseguí—; y no pocos años, principalmente enese estado.

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* Nos hemos permitido señalar con negrita los “tics” lingüísticos de Figueroa que, como vere-

mos, se repetirán en los Capítulos del QUIJOTE de “Avellaneda”

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—¡Tate, tate! —respondió, dándose una palmada en la frente—,ya he caído en el chiste al misterio. A fe de soldado que ha sido voar-cé mi auditor. Acabe: ¿no conoce a Juan, mosquetero en la compa-ñía de don Manuel Manrique? ¡Oh, que sea en buena fe bienvenidoa esta su casa! ¿De dónde bueno, y cómo así? No se acuerda quesiempre que le vía decía a mis camaradas: “Veis allí el que nos ha dejuzgar”?

—Con tan buenas señas —dije—, ¿quién dejará de tener acuer-do? ¡Juan amigo, válgame Dios, lo que habéis engordado! Fueraimposible conoceros de la forma que os halláis. ¡Buena vida debeser ésta! ¿Quién os hizo ventero, tras haber sido soldado?

—Por Dios, señor —replicó—, la necesidad. Mi historia no escomo quiera. Coma primero; que endespués se la contaré. Aguarde;que la güéspeda está lavando allí abajo; llamaréla para que aliñe loque hubiere.

Tras esto, puesto encima de un cerrillo, dio dos voces al ama, queno tardó en venir; y matando, de orden del marido, una polla, lapuso, acompañada con un conejo, a la lumbre, todo con prestezanotable. Mi Juan partió al gallinero, de quien sacó seis huevos fres-quísimos. En la alforja aún había quedado alguna fruta, sin ciertasreliquias de jamón, único regalo para el güésped, que tenía pormaña despulsar de un tragazo una bota.

Ya, pues, todo prevenido y a la orden en mesa larga y estrecha,con mantel poco cándido respeto de la presente colada, quise nosasentásemos a un lado Juan y su mujer, y a otro, el mozo de mi mulay yo. Comenzose a comer, como los plebeyos dicen, en buen amory compaña, lo que había.

A pocos bocados, fue menester escombrar estorbos del tragadero.Dio principio a la provocación mi ventero militar, acriminando elque yo tardase tanto en beber; mas casi hubo de perder la pacienciacuando supo que era aguado.

— ¡Voto —dijo— a mi costal, señor auditor, que no le quisierahaber conocido! Quien no bebe vino, ¿qué puede tener bueno?Siempre había de vivir a la orilla de algún arroyo o fuente, comoberro. ¡A gentil sombra se llega para no tener desdichas en suscosas: al agua, ruina de los hombres, cuchillo de sus fuerzas y ahi-

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lamiento de sus estómagos! Un aguado no puede ser amigo de nin-gún hombre de bien, ni meter paz en pendencia, ni jugar suerte, niser ahigadado. ¡Allá se lo haya; que yo, Pedro, y la Meléndez nosaveriguaremos!

Apenas puso fin a la riña contra mi complesión, cuando, con unaescudilla de cuartillo y medio, brindó airosamente a mi lacayo decamino, que, dejando venir la pelota, sopló el estorbo con tal gentiltalante como pudiera Zuñiguilla, el de la farsa. Contemplábamelosyo con risa y solaz, y causábame, por otra parte, compasión estu-viesen presas dos almas en aquellos dos vasos de Sahagún, cuyacapacidad se estiende a mil y quinientas cántaras. La Meléndez,pues, repolluda y carirredonda, de edad de hasta cinco dieces, porningún caso se quedaba en zaga, porque, como dicípula de tan buenmaestro, seguía cabalmente sus pisadas.

En suma, feneció el yantar, arrojándose cantidad de varillas deuna y otra parte. Titubeaban tanto cuanto los edificios, y las lenguas,engruesecidas, tropezaban en docientas erres. Bien es verdad que minuevo conocido se las pudiera tener tiesas a todo el Setentrión,según la estabilidad de cabeza y pies con que se halló en los fines.

Quise, en acabando de comer, cobrar la deuda que resulta de loque se promete, y así, le pedí me contase su vida y los grados pordonde había subido a la dignidad presente. Obedeció como un cor-dero; que deseaba agasajarme por mil caminos, fuera de que delei-ta no poco la remembranza de pasados sucesos.

* * *

Bien se acordará voarcé —comenzó— del año en que tuvo fin laguerra de Piemonte, con la última toma de aquel castillo tan fuertellamado Cabor. Pues casi luego traté de venirme a España, enfadadode tener siempre por compañero a un pesado mosquete. Y aun si elhombre fuera bien pagado, vaya con Dios; mas trabajar mucho ycomer poco, no en mis días. A fin de conseguir mi intento, di con misbienes en Génova, donde se aprestaba para Cartagena un navío decierto tratante que le enviaba cargado de varias mercaderías.

Encontré, mientras trataba de pasar en él, con una damaza españo-

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la que había sido alboroto de Roma y Nápoles, a lo de Dios es Cristo,llena de autoridad y rumbo. Coligió por el traje que era español, yhablándome, tras muchas demandas y respuestas, me pidió que,embarcándome en su compañía, asistiese al cuidado y seguridad de supersona; que, por lo menos, no gastaría cosa alguna en el viaje. Acetéel partido, por lo bien que me estaba, y habiéndome convenido con elcapitán del bajel en razón del precio, nos embarcamos una tarde.Refrescó a cosa de media noche el viento, con que, desplegando lasvelas, comenzamos a salir del muelle, encaminando la proa haciadonde apuntaba el deseo, que era a la patria. Gozamos de buen tem-poral dos días; mas, pasados, hizo el mar lo que acostumbra, mudan-do su tranquilidad en tormenta. Padecimos lo espantable, sucediendoluego algunas calmas, en cuyo ocio comenzó mi buen capitán a ponerlos ojos en doña Petronila, que se llamaba así mi encomendada.

Mostró la mujer sentir disgusto de que el hombre se le inclinase,y, dándomelo a entender, me pidió no me descuidase en ser su cen-tinela y defensor. Hacíalo de contino así, causa de volverme odiosí-simo con el pretendiente, que varias veces, por lo que imagino, estu-vo determinado de zabullirme en las ondas.

En fin, habiendo aportado a Tolón, ciudad de Francia, faltos dealgún refresco, propuso quería enviar a tierra alguno que lo com-prase. Fue de común parecer eligida mi persona, como más expertay que tenía mas noticia de la lengua y práctica francesa. Saltamos enel esquife dos remeros y yo, hallándose la nave casi una legua a lamar. Llegamos a su orilla, y apenas de un salto estampé los pies enla arena, cuando dio la vuelta, alargándose, el barquillo.

Quedé en aquella playa solo y con pocos dineros. Había de allí allugar, por una punta que hace, más de media legua. Era ya casi noche,y así, antes que del todo cerrara la escuridad, me encaminé de buentrote hacia la población. Andaban alojados en su contorno algunastropas de caballos, ocasión de mi primer infortunio. Encontré, mien-tras iba descuidado prosiguiendo mi camino, con cinco o seis, dequien a bien librar escapé en camisa, habiéndome dejado solamente,de cortesía, los tiznados calzoncillos de lienzo que llevaba.

En esta forma entré en Tolón, como a las nueve de la noche, porlos fines de otubre, cuando en aquella provincia refrescan tanto los

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aires, que bastan a que un vestido se quede yerto, cuanto más un des-nudo si le cogen en despoblado.

Arrimeme a cierto cajón que parecía de platero, y mientras, tiri-tando, estaba atendiendo a la consideración de mi desdicha, sin decir“¡agua va!”, arrojaron por una ventana que, sin saberlo, venía a estarderechamente sobre mis espaldas, cantidad de dos grandes cántaros,y no de la más limpia del mundo. Cayome toda encima y, dando yo,tras el golpazo, un terrible grito, obligué con él a que se asomase unmozo a ver quién le había dado. Bajó en un vuelo a la calle y, pre-guntando quién era, tras haberme arrimado al estómago la punta deun chuzo, me agarró con la una mano y me subió a la primer cuadra,con título de que era ladrón y quería robar la tienda. Esta sospechacesó, en parte, cuando vieron la poca traza que tenía de hurtar quiense hallaba tan mal apercebido.

Participaba, como es uso allá, la sala primera de chimenea y lum-bre, y en ella toda la prevención conveniente para la cena. Tendí lavista por su juridición y reconocí, en dos asadores, un cuarto decabrito, un capón y un gran pedazo de carnero, sin lo que prometí-an en su concavidad dos ollas que, a más y mejor, porfiaban sobrecuál era más diestra en hervir. A un lado estaba una mujer no de maltalle, que me comenzó a preguntar quién era, de dónde venía y cómoestaba de aquella suerte. Mostró, habiendo dicho verdad en todo,sentimiento de mi desastre, y más cuando supo de qué nación era.Dijo que había estado en España con cierto embajador, y que porhaberle cobrado voluntad, hallaría en la suya consuelo mi desventu-ra. En confirmación desto, hizo traer una capa, aunque de paño grue-so, buena para lo que yo la había menester, que era para abrigarme.Después quiso me llegase a la lumbre, consolándome con palabrasamorosas. Parece que me hacía ya respirar algún tanto el buen trata-miento, y el imaginar que me había de caber parte de lo que sazona-ba el fuego; mas hasta las imaginaciones corren peligros notables.

Vino casi al instante un hombrón como un filisteo y, reconocien-do la figura encapada, preguntó quién me había traído allí. Dijéron-le lo pasado, y mostrando buen semblante a lo hecho, tras habersosegado un poco, dio en incitarme para que, mientras llegaba lacena, nos entretuviésemos con cualquier juego. Alegué no saber

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alguno, ni tener, cuando lo supiera, qué jugar; a que dijo: –Por lo menos, según la buena disposición que mostráis, debéis

ser buen saltador. Pues sabed que me precio de lo mismo, y así,hemos de probar, con esta condición: que quien saltare más escalo-nes de los que están de la puerta de la calle abajo —ya sabe el señorauditor que en Francia muchas casas tienen cinco o seis antes de lle-gar a la puerta—, se coma aquel capón que se está asando; y el queperdiere, reciba por penitencia no probarle.

Yo, triste, movido de la hambre y deseoso de no disgustar algüésped, me ofrecí de buen corazón a lo que deseaba, y poniendomanos a labor, se dio principio a los saltos. Fue mi francesón el pri-mero, atrancando desairadamente dos escalones. Entonces, vistocuán pequeño había sido el suyo, alentado y seguro de quedar vito-rioso, arrimé la aguadera y, poniendo juntos los pies, salté cuatro,dos de quienes cumplían el número de seis que comenzaban desdela calle. Apenas arrojé el cuerpo fuera de la otra parte, cuando, sinestar en Madrid, me hallé en la Puerta Cerrada, en la misma formaque cuando agarrado me subieron arriba. Al cerrar, se despidió eltraidor de mí con muchas injurias, diciendo, entre otras, me alber-gase y abrigase aquella noche en el rollo; que no lejos de la ciudadle hallaría desocupado para tal efeto.

Dile las gracias dentro de mi pecho, y con el desconsuelo que sepuede imaginar anduve cruzando callejuelas, hasta dar en una iglesiacon plaza, que servía como de cimenterio. Hice mi rancho en un rin-cón, lo mejor que pude, dando diente con diente; mas aun allí no mehallé seguro de la fortuna, pues trataba de aniquilarme con mayorpersecución. Sería ya cerca de media noche, cuando mis vigilantesojos descubrieron una linterna, que a todo andar se venía acercandohacia donde estaba. Dobláronse los temblores del frío con el temblorreciente, juzgándome ya por muerto; mas mientras me apercebía paradecir el Padrenuestro, la linterna se hallaba ya muy cerca de mí. Veníahaciendo luz a cinco, que así como me vieron rebullir, fueron sobre-saltados de improviso miedo, movido de ver a tal hora cosa blanca encimenterio, y que se meneaba. Tuvieron por cierto fuese algún almaen pena, y tratando, despavoridos, de volver las espaldas, uno que sepreciaba de más arriscado y valentón afeó la huida sin reconocer la

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causa. Con este ánimo apercibieron las pistolas y, acometiéndomeunánimes y conformes, casi todos a un tiempo preguntaron:

—¿Quién va allá? Respondí con voz humilde que un desdichado; y acercando la luz,

reconocieron muy barbado y corpulento al que tuvieron por espírituincorpóreo. Tras haber contado en seis palabras mi historia, dijeronque los siguiese, y abriendo de allí a pocos pasos un postigo quetenía la iglesia, nos pusimos todos de pies sobre la piedra de unasepultura. Era el caso que habían enterrado por la mañana un caba-llero riquísimo, y como es costumbre en Italia y Francia llevarlos nosólo con los mejores vestidos, sino tal vez con muchas joyas, habien-do traído éste sobre sí cosas de no poca estima, venían los cinco adespojarle dellas, movidos de abominable codicia. Pareciéndoles,pues, a propósito la persona de Juan para desnudarle, alzaron la pie-dra de la bóveda y, dándome una candelilla, me advirtieron lo quehabía de hacer. Entré, sabe Dios con qué pavor, y con la luz que lle-vaba descubrí a un lado mi buen difunto, tan ataviado y compuestocomo si estuviera esperando el caballo para salir a ruar. La primercosa que le quité fue una cadena de buen tamaño, que di a los de arri-ba. Luego le fui aligerando de lo más precioso; hasta de la daga yestoque dorado. En tanto, vi relucir en uno de los dedos meñiques nosé qué de oro, y, agarrándolo, me lo metí presto en la boca, conintento de ganar también algo en aquella feria.

Dábanme prisa los que esperaban, con que, turbado, en vez deacelerar la operación, la retardaba. Cayose en este ínter la velilla quehabía pegado a la pared, quedando a escuras y abrazados el sin vidaenterrado, y yo, aunque vivo, no menos muerto y sepultado que él.Comencé, desasiéndome, a dar voces me diesen luz; mas dábalascomo debajo de tierra, sin que alguno las oyese. Considerando misleales compañeros no le quedaba ya al desvalijado alhaja de valor,dieron con la losa sobre su mismo encaje, y dejándola en la formaque primero, marcharon a toda prisa.

Quedé con el alma en los dientes, tan cerca de espirar de miedo yfrío, que fue singular milagro no quedarme allí para siempre. Enmedio de tanta tristeza y confusión, oí voces en la iglesia, como declérigos que cantaban. Anduve tentando a una y otra parte, hasta que

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vine a dar con la escalerilla que subía a la entrada de la bóveda, pordonde había bajado poco había. Animeme cuanto pude, y por los res-quicios de la misma piedra comencé a dar terribles gritos. Tuve suer-te en que uno de los eclesiásticos los oyó, y pidiendo atención alcompañero que tenía al lado, quedaron ambos ciertos de que se hacíaruido por allí cerca. Avisaron a los demás, y así, seis o siete de cama-rada vinieron poco a poco a descubrir la parte de donde salían lasvoces. Alzaron, aunque medrosísimos, la losa, con que salí deimproviso, escapando de entre todos como saeta. Cayeron, al verme,desmayados casi todos, hechos figuras de Resurreción; mas yo, queaún tenía en la memoria la vereda del postiguillo, apeldelas haciaallá velozmente. Hallele abierto, que se le habían dejado sin cerrarlos amigos, y saliendo por él a la calle, di muchas gracias a Dios deverme en ella, aunque tan mal parado.

Fue grandísima dicha para mi semejante olvido, porque, siendo laiglesia —como después supe— colegial, y teniendo todos sus cléri-gos habitación dentro de su clausura, iban a los oficios desde susaposentos, particularmente de noche a maitines, sin abrirse la mismaiglesia. Por manera, que si me faltara por dónde huir, sin duda mehicieran pernear por la mañana, como a ladrón sacrílego.

Libre, pues, de tan peligroso naufragio, no me pareció estar deltodo seguro si no desamparaba la ciudad. Para esto anduve errandomás de una hora, hasta dar en cierto portillo de la muralla, por dondesalí al campo Corría en él un cierzo penetrador, de forma, que a todaprisa sentía envarárseme los miembros, sin poder dar paso adelante.

El Cielo, que a ningún afligido falta, me socorrió también en estano menos apretada calamidad; porque, habiendo columbrado nolejos de allí un bulto como de muradal, me acerqué a él con intentode abrigarme con cualquiera cosa que fuese. Era un gran montón deorujo (sobra reciente de la vendimia), y abriendo en él, como mejorpude, un hoyo capaz, me sepulté dentro, hasta esconder del todo lacabeza. Estaba por estremo caliente, cuya calidad me dio totalmen-te la vida. Cobré en breve algún vigor, y en medio de aquella quie-tud dormí un sueñecito, el más cordial y sabroso que jamás tuve.

Desperté al punto que amanecía, y reparando con la luz en micama, hallé era toda la lana del colchón de uvas negras, causa de

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haberme puesto jaspeado de pies a cabeza. Dejela con velocidad,porque visto tan bonito de algunos muchachos, no me hiciesen susosadías un segundo Esteban. Salió el Sol, a cuyo brasero, después decalentado bien, tomé entre los pies el camino que me pareció másfrecuentado y real. A pocos pasos, puse en la palma, para alegría delos ojos, la sortijilla de quien había sido caja la boca. La piedra relu-cía mucho, aunque no era grande; por donde presumí debía ser dia-mante, o cosa así, de razonable valor.

El primero que encontré, yendo tan galán como he significado,fue un coche ceñido de cuatro o seis caballos, que, habiendo salidoaquella mañana de donde yo, prometía por su priesa hacer más largajornada. Descubriome uno de los de a caballo y, enseñándome a losdemás, les di ocasión de ganosa risa. Parece ser iba en el coche unobispo, a quien, avisando de lo que vían, le obligaron a reparar en elestraño caminante. Paró y, mandando que me llamasen, me acerquéal estribo. Tuvo noticia por lo que me preguntó como había sido sol-dado, y como, habiéndome dejado desnudo los que me toparon aldesembarcar, me obligó el frío a meterme donde apunté.

Moviose a piedad el buen prelado y, haciéndome dar un herrerue-lo con que me arrebozase, ordenó me pusiese en aquel asiento quetiene el coche en la parte de atrás, tan deseado y pretendido de mucha-chuelos. Así fui bien tratado con él hasta Marsella, donde, dándoleparte como de cuanto me habían quitado sólo había quedado en mipoder aquella sortija, le supliqué se sirviese della y me socorriese conlo que fuese su voluntad, para ponerme en forma que pudiese pasaradelante. Mirola con atención y, habiéndola hecho ver de quien seentendía, me dio por ella cincuenta ducados. Con la mitad hice un ves-tido de paño y compré espada y daga, y con los otros me embarqué enun navichuelo de catalanes que partía de Marsella a Barcelona.

Llegamos en cuatro días, y saliendo dentro de otros cuatro deaquella famosa ciudad, me vine paseando a mi placer, hasta entrarme,sin pensar, por los confines de Castilla. Acerqueme a la Roda, villa dela Mancha y mi tierra, dueño, si va a decir verdad, de malas costum-bres. Los mozos de aquel lugar, y los que viven en los demás circun-vecinos, ejercítanse en la ocupación de los campos, labranza y carre-tería. Por eso el que quiere vivir holgando, al cabo es fuerza que muera

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de hambre. Pues como yo no estaba ya doecho a este trato, hacíasememuy de mal seguirle; aborreciendo, sobre todo, tratar con mohínas, quea traición disparan sendas, con que tullen a quien más bien las hace.

Escurrime por este respeto hacia la Corte, en tiempo cuando sehabía publicado elección de cuarenta capitanes. Hablé a uno, y comosoldado viejo le ofrecí la diligencia y solicitud necesaria para el luci-miento de la leva. Estimolo mucho el recién eligido, y entendiósería su compañía dichosa con mi favor. Tocole a Zamora y Toro, enCastilla la Vieja, no mal partido, por ser de gente sana. Como yaplático, engaité a cuantos pude, con encaramarles mucho las cosasde aliende el mar. Asegurábales ser sólo sedas y brocados los que segastaban en vestir; las comidas, siempre en forma de grandes ban-quetes, y todo como se finge pasa en la tierra del Pipíripao, dondelos ríos son de miel y los árboles producen tortadas. Caían en latrampa como moscas; de manera, que en poco tiempo juntó mi buencapitán una tropa de docientos como unos pinos. Comenzáronlos aconducir hacia la tremenda, gozando yo a mi placer en los aloja-mientos de dos o tres boletas. Hubo estafa cruel y estorsión como elbrazo; mas cuando ya conocí que nos acercábamos a las gurapas, olíel poste y di codazo a la comodidad. Desgarreme en compañía decinco o seis también chorrilleros, por el peligro en que se puedeincurrir caminando solo.

Entré por la anchísima de Alcalá con algún dinerillo, que se des-pachó presto en comer y probar la mano en las mesillas que estánsobre el paseo del Prado, a vista de San Jerónimo: ¡En Madrid ysin dinero: mirad dónde y sin quién! Pardiez, señor, todo era necesi-dad. El vestido se desvergonzaba ya mucho; convertíase en añicos lacamisa, y, en fin, ya no venía a quedar cosa con cosa de lo que setraía encima. Valime algunos días de baratos y empréstidos; mas, alfin, todo cansa. Ya del todo rematado, padecía este corpanchónmucha mala ventura, para cuyo remedio quiteme la máscara de unavez y acudía donde los amigos de Jesucristo a las doce. Las estacio-nes ordinarias eran cuatro o cinco. Engullíase sopaza, que era ben-dición, con que quedaba la barriga como una bola. Yo, a lo zaino, lle-vábame siempre una calabacilla arrimada a los riñones, para suplirfaltas; que si los padres dieran vino con el condumio, cualquier bri-

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bón fuera un marqués. De noche llegábame a buenos, y a título depobre soldado se recogían en el aire treinta ochavitos para almuerzoy posada. Con esta carta de marear se pasaba no mala vida, si biende correo, porque era menester andar mucho.

Como en este mundo no hay cosa permaneciente, tuvo también finesta flor; mas no con menos fruto. Entre las santas que recorría, erauna cierto hospital de los más poderosos de Madrid, donde trabéconocimiento con uno de sus ministros, que se aficionó de mi hábito,por haber sido otro tiempo también el suyo de soldado. Éste no pocasveces me llevó a su aposento, donde con todo recato se tomaba estre-cha cuenta a una pellejuda, capaz de cuatro y más. Aquél sí ¡pesia tal!que era amigo, y no voarcé; que si arrimara la mayor cuba a loslabios, por llena que se hallara, la hiciera menguar cuatro dedos.Teníame por no mal fistol; mas entonces conocí que era un pobretecon la taza. Créame, rey, que los juegos y brindis engendran grandesamistades. La que trabamos, pues, mi Bernardino (que así se llama-ba) y yo fue cordialísima. El ser ya tan apretada le obligó a cuidar demi estado. Preguntome si sería a propósito para ocuparme en aquelministerio, donde el trabajo era poco y mucha la comodidad.

—Si no es más de lo visto —respondí—, pintiparado me juzgopara ello.

—Pues a la mano de Dios —replicó. Y agradándole tan fácil “sí” y la pronta resignación de mi voluntad

en la suya, comenzó a favorecer mi causa con el superior. Púsole pordelante mi buena salud y robustas fuerzas; requisitos necesarios paralos que entran a servir en tales habitaciones. Alcanzó sin dificultad elfraternal beneplácito, y veme aquí cuando una tarde, como a las tres,me embuten en una túnica, apretándomela con un correón. Diomepesadumbre el no ser nueva; que ya había servido en otra boda, y nopoco desdichada, por haberla arrimado el novio con presteza.

Los primeros días atendí al servicio de los enfermos, muy contrami voluntad, por el mal olor y peligro del contagio; que dicen sesuelen pegar algunas enfermedades; si bien por las mañanas no mepudiera empecer un ejército: tan bastecido se hallaba el estómago devino y ajos. En suma, me resolví en que me ocupasen en cosa quepudiese ejercer más a mi sabor. Ésta, con intercesión del amigo, fue

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una demanda, oficio que se aprende presto, pues desde que nace elhombre vive pidiendo. Al principio era la misma lealtad y confian-za, puesto que me esmeraba en llevar (aunque nuevo) casi tantocomo los ratones de más agujeros; mas luego el demonio estragó mibuena intención. El hervor de la mocedad, entretenido con los hala-gos de las rameras, no dejaba de inquietarme por momentos; masresistía, por la decencia de la túnica. ¿Qué asechanzas no pone eldinero para hacer hocicar a la razón? Pardiez, venció el apetito; y sibien por algún tiempo había dejado la conversación de la Meléndez,que está delante (aunque pecadora, hembra de nobles respetos), vol-vila a buscar; que un grande amor olvídase tarde. Entraba en su casaa deshoras, acudiéndole con lo que había menester; que para tododaban buenos. Tenía yo propósito de volver a aquel lecho, entoncessentina de maldades; en lo porvenir, lícito y conjugal, como dicenlos polidos; y así, no me desasosegaba mucho la conciencia.

Era mi estilo levantarme bien de mañana y, habiendo rezado nomucho, cogía mi camino hacia la iglesia. Antes de llegar, torcía a unladito y, acompañando con media de lo caro un mollete y dos torrez-nos de buen tomo, entraba rozagante por los umbrales del temploque tenía señalado. Allegaba hasta las doce lo que ofrecía la caridadde los fieles; luego, dando una vuelta por las calles principales, noperdonaba las pitanzas de los gremios; con que a las dos me retira-ba a tomar cuenta a la ración, de quien, aunque bastantísima, haciapoco caso, por las frecuentes ayudas de costa y extraordinarios quese ofrecían. Salía, tras breve reposo, enderezando hacia la comedia.Si era flamante, parábame a verla en cesando el concurso; y si no,partía a recorrer los feligreses que habían quedado de la mañana.

No hay reloj tan cierto como la limosna del sexo femenino, cari-tativo y devoto, con quien iba por horas trabando amistad y conoci-miento. Híceme en pocos días repartidor de cómodos; porque lasmozas me encomendaban buenas casas y las amas querían recibirpor mi mano buenos servicios. En estos tratos y contratos se ofrecí-an hartas ocasiones de estima; mas yo con la Meléndez sola estabacontento; que en mi vida profesé ser perro de muchas bodas.

Visitaba, ya anochecido, las casas de juego. Tal vez para hallarmeen las de más tomo, aguardaba hasta media noche, y tal me recogía a

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las tres y más. Dase en estas partes sin duelo, por sacarse de lo dudo-so; y así, no son, aunque con incomodidad, de perder semejantes emo-lumentos. Al dar cuenta y entregar, reservaba siempre el miserableJuan para sí, por lo menos, la tercera parte. Ésta se repartía en tres:para el regalo la una; para la Meléndez y ropa blanca la otra; y la últi-ma para necesidades venideras, haciendo dello lo que llaman“hucha”. Cruel tentación ocasiona el manejo de los redondos; y el quedellos escapare sin cometer crímenes, canonícenle por mi cuenta.

Así se gozaba el mundo, a pesar de bellacos, cuando turbiones dedesdichas ahogaron tanta felicidad, en esta forma:

Amaba cierto señor desenfrenadamente a una dama virtuosa,rica, bella, y de las que con razón se podía llamar matrona romana.Valiose de cuantas diligencias le ofreció su afición para ser admiti-do. Acometió con dádivas a los escuderos; con las mismas quisocorromper las criadas, sólo a fin de que pusiesen un papel en sumano. Temblaban todos de oírlo; y habiéndose pasado inútilmentemucho tiempo sin hallar traza de consideración, vio el mismo que,oyendo misa, me había llegado a pedir limosna.

–¡Quién fuera tú! —dijo entre sí. Y juntándose a cabo de rato conmigo, me preguntó qué era y

dónde tenía lo recibido. —Estos dos cuartos —respondí— fueron los que me dio su mer-

ced, que son la ración de todos los días. —Démelos —replicó el mamantón—, hermano de mis ojos; que

por ellos le ofrezco un doblón. No era el envite de perder, y así, besándolos, se los entregué con una

gran reverencia. Aplicolos a los ojos, y tras haber dicho muchos de losencarecimientos que son propios de locos amantes, puso en mi palmael rubio indiano, risueño de ver deslumbrado a su poseedor. Encontro-me de allí a cuatro días en la calle; trabamos conversación, y poco apoco entabló su disinio, instando con muchos ruegos recibiese ladama por mi medio un billete suyo. Hice al punto respirar millones deimpedimentos para el caso: el peligro que corría mi persona, procedi-do no tanto de la severidad del sujeto cuanto del familiar interesado yde mi confraternidad, si por desdicha se llegase a descubrir. Venció miscontradiciones con promesas, y, como poderoso, aseguró mis recelos

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con ofrecerme su amparo y casa en ocasión de cualquier desastre. La esperanza, pues, de buen acogimiento en el pretensor me hizo

cerrar los ojos a mil inconvenientes, pronunciando un “sí”, ganosode servirle. Púsose el papel de modo que por ningún caso podíaministrar sospecha en quien por defuera le mirase. No llevaba sello,ni sobrescrito, para que con verle abierto se tuviese por otra cosa.Sucedió así; porque, llegando a la hora acostumbrada de misa con élen la mano, me preguntó lo que contenía.

—Indulgencias —respondí—, mi señora, de ciertas medallas.—Holgaré de verlas —replicó. Y ofreciéndoselas de buena gana, sin abrir, ni reparar en el men-

sajero amoroso, se le metió en la manga, a vista de quien lo deseabatanto. Valiome el feliz suceso muy buen porqué; mas tal ganancia déDios a quien mal me quisiere. Dejeme ver como siempre en el lugardonde se había hecho la entrega, por inferir del semblante el modocon que la diligencia se había recebido. Fuime entreteniendo un rato,por ver si sus ojos brotaban ira o agradecimiento; mas hallelos sinalteración, y sosegado el resto del rostro. Atrevime a lo que solía,pidiendo la acostumbrada porción.

—Ya os la haré dar, bergante —respondió— como la merecéis.¿Así osan los de vuestro hábito injuriar la sombra de mujeres hones-tas? Creed no perderéis el debido premio.

No dijo más, y bastó para dejarme del todo difunto. Con tal desfa-llecimiento, perdí el ánimo de responderle, y así, lo que pude hacer fueapartarme presto de su presencia, taciturno y avergonzado. ¡VálgameDios, lo que puede una honrada con una miradura! Para mí que hesacado la espada contra cantidad de enemigos muchas veces con elaliento de un César, fue una mujercita metida entre sedas recio frío deefémera, por quien en todo un día perdí los temblores. Pasose casi unasemana sin reventar por algún camino la cólera desta mina, contento yocon entender que, templado el rancor (si ya no era fingido) con la ame-naza de arriba, se negaría lugar a mayor venganza; mas engañeme.

Tuvo aviso de todo el superior, con instancia de que fuesen grandesel resentimiento y castigo. No se pidió a sordo ni avaro sino a quien,como celoso de virtud, no fuera mucho jaspearme mortalmente el pelle-jo. Citome cierta tarde para lugar secreto destinado a examen y a pena.

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Fui descuidado de aciago acontecimiento, aunque siempre rece-loso de algún desmán; que tiene en toda parte poca seguridad la malaconciencia. Quedamos solos, si bien a distancia de un tabique sehallaba de resguardo una emboscada, pronta para cualquier ejecu-ción. Púsome por delante las obligaciones de ser bueno, no sólo enel siglo, sino aun más apretadamente en la religión, donde, sobretodo, era importantísimo cualquier buen ejemplo. Que debía serincontrastable en toda ocasión la constancia de ánimo virtuoso, sinque la derribasen jamás humanos placeres, respetos y sobornos. Enfin, tras muchos documentos santos, de que ahora me acuerdo poco,insistió manifestase mi culpa y me sometiese a saludable peniten-cia. Negué con valor la demanda, y cuanto a la disciplina y cárcelque se proponía, mostré particular desabrimiento. Signifiqué nohabían servido jamás mis espaldas de atabales; y así, como no acos-tumbradas, sentirían mucho ser batidas en aquella ocasión.

—Pues aquí —dijo el prelado— se ha de pasar por todo; que elverdadero obedecer consiste en regresar su propia voluntad en laajena. Mas hágase con la bendición de Dios lo que el hermano pre-tende; que harto beneficio y satisfación será para esta casa despedirdella al que la deshonra. Quien conserva tan vivos los aceros ase-glariados, no entre pobres humildes, sino entre soldados soberbiosvivirá mejor. Tráiganle su vestido, y cobre con él la libertad quefuera justo haber perdido.

Apenas publicó esta sentencia, cuando vinieron en el aire los anti-guos despojos, en la misma forma destrozados que se pusieron endepósito cuando me cubrí con la larga. Ésta arrimé, algo más rica demugre que antes estaba, y encajando en su lugar los recién traídos,cogí la puerta rezongando, con poca paciencia y mucho ceño. Fuimederecho a casa de la Meléndez, a quien, contando lo sucedido, hallédispuesta para mi consuelo. Éramos, en fin, para en uno, y plugo alCielo sacar este bien de aquel mal, para que yo no olvidase mi obli-gación y correspondiese a ella con casamiento.

Tratamos de poner orden en nuestras cosas y de establecer un modocon que ganar de comer. Para esto me quise valer de mi buen caballe-ro, que mostró no pequeño pesar en mi desgracia. Mandome le viesea menudo; y hacíalo así, sacando el de a ocho de cuando en cuando,

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para ayuda de la cotidiana provisión. Púseme a costa de mis herede-ros en hábito avalentado, con vestido de mezcla, con gavión ancho,con medias y ligas de color, con daga y espada de crecidos gavilanes.El trato aumentó la amistad entre mí y el amante, que me destruyó.

Pareciole no era malo, como personudo, para acompañarle denoche; fuera de que adquiere no poco crédito de buen batallador elhaber sido un poquito soldado. Rondaba, pues, de contino la calle ycasa de su afición, disfrazado y seguro entre las sombras. En muchasnoches no encontramos algún ocasionado estorbo, por carecer lapretensión de competencia, que es de donde casi se derivan todos.Medrábase poco o nada con salidas tan pacíficas, y así, convino soli-citase el provecho la industria.

Fuime al petril de san Felipe, y juntando cuatro amigos de los vie-jos, les pedí favor y asistencia para una trata. Ofreciéronseme todos,y habiendo dispuesto y ordenado lo que habían de hacer, nos dividi-mos. Acudí a la hora que solía para la estación de mi socorredor, queera continua en sucediendo la escuridad a la luz. Entramos en aquelmar una noche con la bonanza que siempre; mas alterose con laimprovisa llegada de cuatro bultos, que se pararon poco lejos dedonde estábamos. Causaron éstos no pequeña turbación a mi ahija-do, pareciéndole era posible haber venido en su busca con intentode maquinar contra su vida.

—¿Qué haremos —dijo—, que son cuatro contra dos, y es forzo-so vengan bien puestos?

—Pelear, señor —respondí—, es solo el remedio que al presente sepuede ofrecer. Mas esto ha de tocar a mí solo; que es muy precioso elvivir de vusía; el mío importa poco, y así, es de menos consideraciónarriesgarle. Estéseme aquí entretanto que yo escombro la calle de losque la ocupan; que no será más de en cuanto desnudo la blanca.

Insistía el noble señor en que sin él no me había de poner en peli-gro; mas viendo que me enojaba, tuvo paciencia. Entonces, pisandotieso, con gentil compás de pies, en postura pendenciosa, diez pasosantes de llegar, les pedí cortésmente (de modo que me entendiesequien me atendía) despejasen el puesto, por importar a cierto amigoquedar solo en la calle. Respondieron que no querían, y que antes habí-an venido a echarnos della; que al punto lo pusiésemos en ejecución.

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—Presto se verá, gallinas —repliqué—, si se ajustan con obraslas palabras.

A esto, quedando las lucientes en “púribus”, con tanta velocidadcomencé a formar tajos, puntas y reveses, que mis contrarios fueronsacando pies por la posta, desvaneciéndose con mi furia tan apriesacomo suele niebla con viento. Miraba la pendencia, loco de conten-to, mi Macías, y púdose apenas contener de no ponerse a mi lado;mas por no indignarme, observó la jura de “a fe de caballero”, conque le tenía fuertemente ligado. Llegué adonde estaba, ufano de tangloriosa vitoria; mas cubierta la alegría con tal sagacidad, que antesmostraba disgusto de que no hubiese sido mucho mayor la escuadrade enemigos, para que pudiese campear más mi esfuerzo y valentía.Ciñó mis hombros con sus brazos, y con un “a fe de quien soy” gus-tosísimo, prometió tendría en él de allí adelante un cordial amigo.

Visitándole el día siguiente a hora de levantarse, no se hartaba dedarme gracias por haber sido en tan apretada ocasión tan firme escu-do de su vida. Tras esto, mandó al contador se me librase en casade su mercader un vestido de cien ducados, que me daba como enseñal de lo mucho que me debía y pensaba hacer por mí en adelan-te. El regocijo que causó en mis entrañas el rumor de los ciento con-sidérelo quien se ha visto contrastado de necesidad. Habiéndose,pues, logrado tan felizmente mi embeleco, procuré juntarme con losamigos que sirvieron de yerba para que se cuajase, a quien con unagentil bodegonada di muestras de agradecido y obligado, ocultándo-les el fin que había tenido la maraña, por que no pretendiesen la divi-sión del todo en partes. Con este suceso dichoso adquirí entre caba-lleros tan grande crédito de valiente (ignorando lo había sido dementira), que en los mayores riesgos cualquiera se tenía por malseguro si no llevaba a su lado a Juan Fernández.

Jamás permití saliesen tales acompañamientos de balde, puestoque encajaba el “deme” en lindísima ocasión, con que se pasaba lagloriosa a las mil maravillas, abundando, sobre todo, la Meléndez yyo, de no malos vestidos y otras alhajuelas de casa, no deslucidas.Íbame poco a poco haciendo amigo y compañero deste o aquel titu-lado, llamándole a secas “Conde”, o “Marqués”, sin la cortapisa de“señor”. Por las mañanas asistía, y no sin provecho, en el juego de

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pelota, donde servía de juez o pedidor de suertes, sin ser lícito ape-lar de lo que yo sentenciase; porque todos me deseaban tener gratoy muy de su parte para las batallas de escuridad. Cierto que se mevuelve un pimiento el rostro cuando traigo a la memoria cosas pasa-das, y los peligros en que pone el hombre su reputación cuando notiene cuidado en sus acciones.

No reparaba yo en lo que entonces se podía murmurar de vermetan hecho camarada de sujetos tan desiguales como son los señores,a quien sólo conviene venerar desde lejos. Toda mi vida he sido ene-migo capital de bufones, juzgándolos vilísimas inmundicias de latierra, ya que por ningún caso son buenos, si no es para ejercer enellos cuantos géneros de martirios tiene el mundo. Solía admitir eluso algunos déstos, cuya graciosidad entretenía y alegraba a lospríncipes, de modo, que era debida a sus agudezas y a sus burlasalguna porción de cualquier mesa, bien como se suele della arrojaral lebrel el hueso desechado. Mas que en los tiempos de ahora quie-ra un bergante triunfar y vivir espléndidamente a título de cubrirse,sentarse, y llamar “vos”, o “borracho”, a un rey, duque o marqués,es cosa que apura el sufrimiento y hace reventar de cólera al máspaciente. Lo que más solicita indignación es pretendan los talessalir no pocas veces de su centro, tratando cosas tan de veras y mate-rias de estado tan profundas, como si el grave peso de regir la tierrafuese para su talento ligerísimo. Los potentados de Italia tratan comose debe las carnes de tan infames pícaros, con gatadas, ballestillas,correonazos y cosas así; por manera, que se puede decir dellos queni visten galas ni comen regalos a traición.

Volviendo, pues, al hilo de mi cuento, casi las más veces que mehallaba en las juntas de señores tropezaba en el excremento vil deuno déstos, viejo, descolorido y flaco. Habíale conocido en Italia,siempre frión, siempre desgraciado y chismoso. Enfadábame nota-blemente su vista, disimulándolo tan poco, que el juglar lo echabade ver a menudo, y pienso me pagaba en la misma moneda de abo-rrecimiento. Motejele un día en el juego de pelota de necio, decarámbalo y digno de ser privado de la bufonesca profesión.

—De buena gana la arrimaré yo, Juan —me respondió—, comovos la heredéis, pues tan poco falta para declararos del todo. Veamos

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si vuestros dichos tienen más sal que los míos; aunque no sé cómonos podamos prometer de un tronco tan por desbastar acción que nosea grosera.

Apenas el truhanillo me había lisiado con estas palabras, cuandocon ambas manos le arropé los molletes, haciéndole aprisa salircolores en ellos con las palmas callosas. Alteró a los circunstanteseste resentimiento, y casi de todos fue tenido a mal no perdonasehombre tan acreditado en valor a la licencia de un entretenedorpúblico, permitida hasta de emperadores y reyes.

Enfademe con cierto avalentado que le quiso defender con razo-nes, a quien de allí un rato hice de ojo, por parecerme conveniente ami reputación y estima. Siguiome con más presteza que yo quisiera,porque le deseaba más endeble; y echando por detrás del monaste-rio de doña Maria de Aragón, en un punto esgrimimos las blancasairosamente. A la primera entrada nos herimos los dos; mas hubogrande diferencia en las heridas. Diome el provocado una cuchilla-da en la cabeza, casi de a jeme, pagándole la merced con cierta pun-tilla que entró medio dedo en busca de lo más interior; y si no le sir-viera de broquel la dureza de una costilla, aquel día fuera, sin duda,a cenar con Christo. No sé quién diablos trujo por allí la justicia, dequien fue imposible escapar.

Hecha, pues, la causa de desafío, me vi en trance apretadísimo,por traerme ya los de las ropas sobre ojo, en razón de acumularmeque estragaba a muchos señores mozos, con quien salía las vecesque se querían entretener con pesadas travesuras. Alegaban que losmetía en pendencias, que les hacía gastar en borracheras y bodego-nes las noches enteras, que les hacía frecuentar a deshora las casasde las rameras; paño bastantísimo, según su opinión, de que sepudiera cortar bien el vestido de mi perdición y ruina. Al fin, yafuera de peligro el contrario, juzgaron convenir, en razón de buengobierno, licenciarme de Madrid por algunos años.

Fue forzoso obedecer la orden dada, y así, haciendo almoneda de lomás embarazoso, subí a la Meléndez en un carro, dando con ella y misbienes en Granada, lugar muy de mi gusto, por fresco y abundante.

Consultamos entre los dos el trato que sería a propósito seguirpara entretenemos honradamente. Oficio, yo no le sabía, ni tenía

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edad para aprenderle; pues ocupación que diese de comer sin traba-jo hallábala con dificultad. En medio destas dudas y confusión,quiso el Cielo socorrernos con alumbrarnos lo que nos estaba mejor.Mi mujer es gran guisandera y por estremo limpia, requisitos que laalentaron para eligir lo que en Sevilla llaman “gula”, en Madrid“estado”, y en todo el mundo “bodegón”. Todo nuestro caudal con-sistía, puesta ya casa, en docientos ducados. Parte déstos se empleóen lo que se despacha cada día con la mitad de ganancia: pan, fruta,carne, tocino, legumbres y cosas así.

La fama de limpieza y del buen sazonar acarreaba tantos feligre-ses como moscas; que no serían pocos, respeto de las muchas queocupaban bancos, mesas y paredes. No he tenido desde que nací tancómoda y regalada vida. La Meléndez y una moza se lo trabajabantodo: sólo servía yo de hacer cuentas y de traer a casa las cosas defuera. Lo mejor era para el consuelo del afligido Juan, que andabasiempre ahíto de torreznos, de asado, cocido, guisados y albondigui-llas. Es grande elemento, a fe mía, saber con certeza que a las diezde la noche no sólo se ha de quedar el caudal en pie, sino, en su com-pañía, famosos ribetes de interés, sin aguardar, como en otros tratos,a si se vende o no. El arte, aunque algo mecánica, es entretenida ensumo grado; porque como concurren a un tiempo diversidad de gen-tes venidas de varias partes, todos son portadores de nuevas, espar-ciéndolas al son que hacen los dientes cuando muelen a costa de sudinero. El respeto que de contino se tiene al huésped es singular, ymás si no es persona menuda y efeminada, sino así como la mía, gor-daza y robustona.

En tanto, pues, que atendíamos en amor compaña a tan prove-chosa profesión, yo, que soy el mismo pecado, y que de contino mepierdo en medio de la felicidad, busqué algunos sumideros pordonde se escurriese no sólo la ganancia adquirida, mas también nopequeña parte del caudal. Fueron los dos principales fiar a no sécuántos buenos, entretenidos largo tiempo acerca de aquella Chan-cillería, con esperanza de salir con vitoria en ciertos pleitos degruesísima cantidad. Nunca llegó este día; de forma, que, no sóloperdí los grandes retornos prometidos para entonces, sino la sumaprocedida de mi sudor, con que se me fueron. El otro era este negro

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jueguecillo, polilla de las bolsas y padre de toda inquietud. Viéndome casi rematado, tuve noticia se hallaba escueto, por

fallecimiento de un mi predecesor, este albergue, puesto en el cami-no real de Jaén a Granada. Comuniqué con la Meléndez una nocheque estaba desvelado si convendría dar con nosotros en él antes dever el fin de lo que nos había quedado. Como la mujer —no lo digopor estar delante— puede presidir en el más importante consejo —yaun ojalá no se hallaran en algunos muchos hombres con menossabiduría— desmenuzolo y examinolo muy despacio, y, al fin, resol-vió era acertadísimo probar cómo nos iba en la propuesta habitación.

Era la venta de un venticuatro de la ciudad, mi conocido. Hablelesobre el negocio: vino en él de buena gana, y no sólo quitó del alqui-ler antiguo, sino que me negoció un salvoconduto para robar más aplacer. Este fue un titulo de hermandad, que se me despachó con todossus acostumbrados requisitos y circunstancias. Demás desto, me pro-metió de su parte todo amparo y favor; y así, que no recelase alargarla mano en los provechos; que él me sacaría de cualquier persecucióna paz y a salvo. Soy, por san Rorro, una vez determinado, como río,que jamás vuelve atrás su corriente. En esta conformidad, se buscó uncarro y, llenándole de las baratijas necesarias al trato alojatriz, nosvenimos a este puesto hizo dos años esta Pascua de Flores.

En él nos va famosamente, por importar mucho para todo el ser cua-drillero. No es este camino el más cursado del mundo; mas ¡triste delque se detiene un cuarto de hora en esta casa, ya que le ha de ser for-zoso consentir en ser pelado sin ser gallina! Con poca cebada tengoabondo para todo el año; porque en echando el pienso y en sentán-dose a la mesa los huéspedes, la Meléndez, en achaque de echar lasgallinas de la caballeriza, alivia del trabajo a las cabalgaduras condejarles los pesebres hechos de seda, y no tercio pelos, sino como seríaa decir “rasos”. Mato cinco o seis lechones, cuyas morcillas, chorizosy longanizas (en que es única mi mujer) duran casi todo el año, conmucha pimienta para los viandantes. De carne me proveen los pastoresdestos contornos, puesto que nunca faltan algunas ancianas ovejuelaso cabras que, con muerte natural, dan ocasión para ser cocidas o asa-das. A muchos se les hacen durísimos sus pedazos y confiesan no habervisto en sus días carnero tan tenaz y fuerte; mas, en resolución, la ham-

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bre lo despacha todo. El vino, aunque para mí siempre de lo más bara-to, es bendición ver cuán caro les sale a los sedientos, que, acompa-ñándole con cantidad de agua, encubren y disimulan mucho mejor laprimera que yo le aplico y la punta natural con que se halla adornado.

Tenemos cien gallinas, cuyos huevos, sin ser las más veces fres-cos, exceden en valor a los que a pares se ven por recientes junto ala Carnicería de Madrid. Criamos palomas, pavos y capones; masestos dos últimos relieves se emplean en regalar a mi venticuatro ya otros conocidos de pluma, en cuya virtud quedan desvanecidasalgunas quejuelas que se esparcen de mi proceder; que no es tansanto el hombre para poder contentar a todos.

Cinco o seis desgracias han sucedido en el tiempo de mi adminis-tración, sobre ciertos dinerillos que han faltado; mas si bien hice lasdiligencias como solícito cuadrillero, no pude descubrir rastro. Malaslenguas atribuyen al ventero la culpa; mas por mi fe que se engañan;cuanto más, que apenas habrá llegado todo en veces a cuatrocientosducados; y en tan corta miseria no se enconan los generosazos comoyo, a quien la conciencia hace traer siempre la barba sobre el hom-bro. Son mis provechosas vasallas casi todo el año un par de piltraso cotas finísimas, para que la hacienda se despache mejor y másapriesa, pues nunca la lujuria fue amiga de bolsa de hierro.

De propósito he querido descubrirle mis flaquezas, porque si otrasveces se viere juez, no sea tan escrupuloso como solía. Por una liebreque a porrazos pedí a un patrón, cuando el ejército estaba alojado enel Marquesado de Saluzo, me condenó a tres tratos de cuerda, de quienapenas me libraron muchas intercesiones; miren qué hiciera si fuerami justicia en este lugar, donde por liebres doy tantos gatos.

Señor auditor, no es ya tiempo de rigores. Vivir y dejar vivir a losdemás es lo que importa. ¿Quién no hace ya las manos botes, paraque en ellos hagan choz los sobornillos? Los mejores abogados, dosque he conocido en mis causas, fueron capones, conejos, pavos y,sobre todo, la pecuña. Con éstos, no me visitan varas, viviendo conmás libertad que pudiera en Ginebra. Con éstos, me abonan y encu-bren los mismos que me habían de perseguir y castigar. Con éstos,son excluidas cualesquier querellas y transformadas en verdades mismentiras. ¿Cómo pudiera un ministro, no sólo pasar tan bien, con

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tanto manjar, coche, litera, caballos y sirvientes sin número, sinofundar gruesos mayorazgos y rentas, con la poquedad del salario quegozan y se les señala? Ya ve que es imposible: la industria, pues,viene a ser conveniente para enriquecer presto. Dios lo crió todo, engeneral, para sus criaturas, y el que se aprovecha, sólo viene a igua-lar lo mal repartido; que es duro caso que pocos lo posean todo.

Con esto puso fin a su plática el ventero, dejándome atónito conla diversidad de su relación. Versado no poco me hallaba en mali-cias; mas al lado de tan buen maestro, pareciera dicípulo bozal y conestremo rudo.

* * *

—¡Quién —dije entre mí— aplicara a un remo los holgazanescuartos deste bellacón, depravado por tantos caminos! ¿Es posible quecon tan grande seguridad y holganza viva este troglodita desollandocristianos, sin Dios, sin ley, sin justicia? ¿Cuadrillero y perseguido deladrones el mismo Caco? ¡Oh, quién le tuviera un hora bajo de su juri-dición, para que con pronto lazo pagara crímenes tan enormes!

Tras esto, tomando la mano, di muestras de agradecido en que mehubiese dado tan menuda cuenta de su vida. Admiré su sagacidadpara librarse de los trances en que le pusieron ocasiones. Persuadilehubiese moderación en las ganancias, y que con los afligidos no olvi-dase del todo la compasión y piedad; tanto más, no obligándole hijosa semejantes excesos; advirtiese la poca duración que había tenido enlas otras ocupaciones, por sobra de imprudencia y falta de considera-ción; huyese de poner confianza en quien sería posible cansarse pres-to, permitiéndolo Dios así, para que no se retardase su castigo.

Riose de mis advertencias, diciendo: —¿No digo yo que aún no ha perdido las mañas? Voarcé no es

para este siglo: mejor se hallará entre frailes, donde está en su vigorla observancia de regla y virtud. Acá los mundanos no echamos porel camino de tanta perfeción; que como quien carece de dineros espeor que Lucifer, conviene buscarlos por todos medios. Por lomenos, si esto se acabare, no quedaré manivacío; que cerca de milducados vale lo arañado.

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Cesó, dando lugar a que reposase un poco. Llegó la hora de partir, y solicitando al mozo, pedí a mi Juan

hiciese cuenta. Respondiome, con la delantera de un voto másredondo que le pudiera arrojar un carretero:

—No me agravie, señor auditor; que soy hombre de bien. ¡Ojaláfuera posible detenerle aquí muchos días, para que conociera cómonos esmerábamos en su regalo! Harta merced he recebido con verley hablarle tras tantos años; bien pagado está todo.

Repliqué; no aprovechó. Al fin, aceté, siendo fuerza, dándomeantes de subir cuatro estrechos abrazos mi buen Juan y la Meléndez.

Finalmente, partí de la venta, de quien a pocos pasos lejos, reco-nocí pesaba más de lo ordinario la alforja. Hice que la mirase elmozo, y halló dentro medio queso —alabado de mí por famoso en lamesa—, una gallina en pluma, doce huevos en forma de pedernales,y otro conejuelo como el comido a medio día.

Estimé el cuidado del hombre, por haber puesto callando en aquellugar parte de lo mucho que, también callando, habría quitado desemejantes. ¡Ved qué forma de poderle castigar, aunque viniera amis manos!

En suma, las dádivas obligan mucho, y hasta los más facinerososadquieren por su medio las amistades de los más severos y terribles.

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Portada de la Primera parte del Quijote impresa en Valencia, 1605. Estaedición tomó como modelo el texto de la segunda de Madrid.

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LOS FELICES AMANTES

CERCA de los muros de una ciudad de las buenas de España,hay un monasterio de religiosas de cierta orden, en el cualhabía una, entre otras, que lo era tanto, que no era menos

conocida por su honestidad y virtudes que por su rara belleza. Lla-mábase doña Luisa, la cual, yendo cada día creciendo de virtud envirtud, llegó a ser tan famosa en ella, que por su oración, penitenciay recogimiento mereció que, siendo de solos veinte y cinco años, laeligiesen por su perlada las religiosas del convento de común acuer-do, en el cual cargo procedió con tanto ejemplo y discreción, quecuantos la conocían y trataban la tenían por un ángel del cielo.

Sucedió, pues, que cierta tarde, estando en el locutorio del con-vento un caballero llamado don Gregorio, mozo rico, galán y dis-creto, hablando con una deuda suya, llegó la priora, a quien él cono-cía bien por haberse criado juntos cuando niño, y aun querido algocon sencillo amor, por la vecindad de las casas de sus padres; y,viéndola él, se levantó con el sombrero en la mano y, pidiéndola desu salud y suplicándola emplease la cumplida de que gozaba encosas de su servicio, le dijo ella:

—Esté vuesa merced, mi señor don Gregorio, muy en hora buena,y sepamos de su boca lo que hay de nuevo, ya que sabemos de suvalor con la merced que nos hace.

—Ninguna —respondió él— puede hacer quien nació para servirhasta los perros desta dichosa casa; ni sé nuevas de que avisar avuesa merced, pues no lo serán de que de las obligaciones que tengoa mi prima nacen mis frecuentes visitas, y la que hoy hago es a cuen-ta de un deudo que le suplica en un papel le regale con no sé quéalcorzas, en cambio de ocho varas de un picotillo famoso o perpe-tuán vareteado que le envía.

—Bien me parece —dijo la priora—, pero con todo, vuesa mer-ced me la ha de hacer a mí de que, en acabando con doña Catalina,se sirva de llevar de mi parte este papel a mi hermana (que bastadecir esto para que sepa en qué convento, pues no tengo más que la

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religiosa), de la cual aguardo ciertas floreras para una fiesta de laVirgen que tengo de hacer, con obligación de que ha de dar ordenvuesa merced en que se me traigan esta tarde con la respuesta; que,por ser el recado de cosa tan justificada, y vuesa merced tan señormío casi desde la cuna, me atrevo a usar esta llaneza.

—Puede vuesa merced —respondió el caballero— mandarme, miseñora, cosas de mayor consideración; que, pues no me falta paraconocer mis obligaciones, tampoco me faltará, mientras viva, elgusto de acudir a ellas; que más en la memoria tengo los puerilesjuguetes y los asomos que entre ellos di de muy aficionado servidorde ese singular valor de lo que vuesa merced puede representarme.

Rióse la priora, y medio corrióse de la preñez de dichas razones,con que se despidió luego, diciendo lo hacía por no impedir la buenaconversación, y porque le quedase lugar de hacerle la merced supli-cada, cuya respuesta quedaba aguardando.

Apenas se hubo despedido ella, cuando don Gregorio hizo lomismo de su prima, deseosísimo de mostrar su voluntad en la bre-vedad con que acudía a lo que se le había mandado. Fue al monas-terio do estaba la hermana de la priora, cuyas memorias fueronrepresentando de suerte a la suya su singular perfección, hermosu-ra, cortesía de palabras, discreción y la gravedad y decoro de su per-sona, juntamente con la prudencia con que le había dado pie paraque, sirviéndola en aquella niñería, la visitase, que con la bateríadeste pensamiento se le fue aficionando en tanto estremo, que pro-puso descubrille muy de propósito el infinito deseo que tenía de ser-villa luego que volviese a traelle la respuesta.

Llegó con esta resolución al torno del convento de la hermana;llamóla, diole el papel y prisa por su respuesta, y ofreciósele cuantopudo. Y, agradeciendo su término doña Inés (que éste era el nombrede la hermana de la priora), diole la deseada respuesta a él, y a unpaje suyo las curiosas flores de seda que pedía, compuestas en unazafate grande de vistosos mimbres.

Volvió luego, contentísimo con todo, don Gregorio a los ojos de ladiscreta priora; y, llegando al torno de su convento y llamándola, pasóal mismo locutorio en que la había hablado, por orden della, no pocoloco del gozo que sintió su ánimo por la ocasión que se le ofrecía de

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explicarle su deseo en la plática, que de propósito pensaba alargar paraeste efecto, como quien totalmente estaba ya enamorado della.

Apenas entró en la grada el recién amartelado mancebo, cuandoacudió a ella la priora, diciéndole:

—A fe, mí señor don Gregorio, que hace fielmente vuesa mercedel oficio de recaudero, pues dentro de una hora me veo con las dese-adas flores, respuesta de mi hermana y en presencia de vuesa mer-ced, a quien vengo a agradecer como debo tan extraordinaria dili-gencia.

—Señora mía —respondió él—, por eso dice el refrán: “Al mozomalo, ponelde la mesa y envialde al recaudo”.

—Está bien dicho —replicó ella—; pero ese proverbio no hace, ami juicio, al propósito; porque ni a vuesa merced tengo por malo nien esta grada hay mesa puesta, ni es hora de comer; si no es quevuesa merced lo diga (que a eso obligan esas razones) porque lesirva con algunas pastillas de boca o otra niñería de dulce. Y si a esefin se dirige el refrán, acudiré presto a mi obligación con grandegusto.

—No ha dado vuesa merced en el blanco —respondió don Gre-gorio—; que, sin que hable de pastillas ni conservas, sustentaréfácilmente se halla y verifica en este locutorio cuanto el refrán dice.

—¿Cómo —respondió doña Luisa— me probará vuesa mercedque es mal mozo?

—Lo más fácil de probar —dijo él— es eso, pues malo es todoaquello que para el fin deseado vale poco; y, valiéndolo yo para cosasdel servicio de vuesa merced, que es lo que más deseo y a quien tengopuesta la mira, bien claro se sigue mi poco valor. Y no teniéndole,¿qué puedo tener de bondad, si ya no es que de la vuesa merced mela comunique, como quien está riquísima della y de perfecciones?

—Gran retórico —dijo la priora— viene vuesa merced, y más delo que por acá lo somos para responderle; que, en fin, somos muje-res que nos vamos por el camino carretero, hablando a lo sano deCastilla la Vieja. Aunque, con todo, no dejaré de obligarle a que mepruebe cómo se salva lo que dijo, que dejó la mesa puesta cuandofue con el papel que le supliqué llevase a mi hermana, ya que apa-rentemente me ha probado que es mal mozo.

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—Eso, señora mía —respondió él—, también me será cosa pocodificultosa de probar; porque donde se ve el alegría de los convida-dos y el contento y regocijo de los mozos perezosos, juntamente conel concurso de pobres que se llegan a la puerta, se dice que está yala mesa puesta y que hay convite. Lo mismo colegí yo del gozo quesentí cuando merecí ver esa generosa presencia de vuesa merced,que se me ofrecía con ella, pues vi en ese bello aspecto, digno detodo respecto, una esplendidísima mesa de regalados manjares parael gusto, pues le tuve y tengo el mayor que jamás he tenido en ver lavirtud que resplandece en vuesa merced, pan confortativo de misdesmayados alientos, acompañada de la sal de sus gracias y vino desu risueña afabilidad; si bien me acobarda el cuchillo del rigor conque espero ha de tratar su honestidad mi atrevimiento, si ya esa sin-gular hermosura, despertador concertado dél, no le disculpa.

Quedósela mirando sin pestañear, dichas estas razones, saltándo-sele tras ellas algunas lágrimas de los amorosos ojos, harto bien vis-tas y mejor notadas de doña Luisa, a cuyo corazón dieron no peque-ña batería; aunque disimulándola y encubriendo cuanto pudo la tur-bación que le causaron, le respondió con alegre rostro, diciendo:

—Jamás pensara de la mucha prudencia y discreción de vuesamerced, señor don Gregorio, que, conociéndome tantos años ha,pudiese juzgarme por tan bozal que no llegue a conocer la doblez desus palabras, el fingimiento de sus razones y la falsedad de los argu-mentos con que ha querido probar la suficiencia de mi corto caudal.Mas pase por agora el donaire (que por tal tengo cuanto vuesa mer-ced ha dicho), y, pues tiene en esta casa prima de las prendas de doñaCatalina, que le desea servir en estremo, no tiene que pretender más,pues cuando lo haga, no sacará de sus desvelos sino un alquitrán dedeseos difíciles de apagar si una vez cobran fuerza; pues la mesmaimposibilidad les sirve a los tales de ordinario incentivo, en quien seceban, pues de contino el objecto presente, que mueve con más efi-cacia que el ausente a la potencia, muestra la suya cuando lucha conlos imposibles que tenemos las religiosas. Con esto (pues vuesa mer-ced me entenderá como discreto), pienso he bastantísimamentesatisfecho a las palabras y muestras de voluntad de vuesa merced; ycon ello le despide la mía, pero no de que me mande cosas de su ser-

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vicio más conformes a razón y de menos imposibilidad; que hacién-dolo, podrá vuesa merced acudir una y mil veces a probar las verasde mi agradecimiento. Y cuando las ocupaciones de mi oficio metuvieren ocupada, no faltarán religiosas de buen gusto que no loestén para acudir en mi lugar a servir y entretener a vuesa merced.

Había estado don Gregorio oyendo esta despedida equívoca conestraña suspensión, mirando siempre de hito en hito a quien se ladaba. Y, desocupado de oír, respondió agradecía mucho la mercedque se le hacía, pues cualquier, por pequeña que fuese, le sobraba;pero que entendía quedaba de suerte con la llaga que la vista de susblancas tocas y bellísimo rostro (manteles ricos de la mesa que desus gracias había puesto a su voluntad) le había causado, que teníasu vida por muy corta si su mano, en quien ella estaba, no le conce-día algún remedio para sustentarla.

Despidióse la priora tras esto dél, diciéndole se reportase y fiaselo demás del tiempo y de la frecuencia de las visitas, para las cualesde nuevo le daba licencia. Volvióse don Gregorio a su casa tan ena-morado de doña Luisa, que de ninguna manera podía hallar sosiego.Acostóse sin cenar, lamentándose lo más de la noche de su fortunay de la triste hora en que había visto el bello ángel de la priora. Lacual, luego también que se apartó dél, se subió con el mismo cuida-do a su celda, do comenzó a revolver en su corazón las cuerdas razo-nes que don Gregorio le había dicho, las lágrimas que en su presen-cia y por su amor había derramado, la afición grande que le mostra-ba tener y el peligro de la vida con que a su parecer iba si no lehacía algún favor. Y el ser él tan principal y gentil hombre, y cono-cido suyo desde niño, ayudó a que el demonio (que lo que a lasmujeres se dice una vez, se lo dice a solas él diez) tuviese bastanteleña con ello para encender, como encendió, el lascivo fuego conque comenzó a abrasarse el casto corazón de la descuidada priora. Yfue tan cruel el incendio, que pasó con él la noche, con la mismainquietud que la pasó don Gregorio, imaginando siempre en latraza que ternía para declararle su amoroso intento.

Venida la mañana, bajó luego con este cuidado al torno, y, lla-mando una confidente mandadera, le dijo:

—Id luego a casa del señor don Gregorio, primo de doña Catali-

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na, y decilde de mi parte que le beso las manos y que le suplico mehaga merced de llegarse acá esta tarde, que tengo que tratar con élun negocio de importancia.

Fue al punto la recaudera, cuyo recado recibió don Gregorio conel gusto que imaginar se puede, asentado en la cama, de la cual nopensaba levantarse tan presto, y dijo a la mujer:

—Decid a la señora priora que beso a su merced las manos, y queme habéis hallado en la cama, en la cual estaba de suerte, que, a nomandármelo su merced, no me levantara della en muchos días, por-que el mal con que salí de su presencia ayer tarde me ha apretadoesta noche con increíble fuerza. Pero ya con el recado cobro la nece-saria para poder acudir, como acudiré, a las dos en punto a ver lo quemanda su merced.

Fuese la mandadera y quedó el amante caballero totalmentemaravillado de aquella novedad, y no sabía a qué atribuirla. Por unaparte, consideraba el rigor con que el día pasado le había despedido;y por otra, el enviarle a llamar tan deprisa para comunicarle, comola mandadera le había dicho, un negocio de importancia, le asegura-ba o prometía algún piadoso remedio. Aguardaba con sumo deseo elfin de la visita; y, llegada la hora de hacella, fue puntualísimamenteal convento. Y, avisando en el torno y cobrada respuesta en él de quepasase a la grada, fue a ella, do estuvo esperando a que la priorasaliese, haciéndosele cada instante de su tardanza un siglo. Perosalió dentro de breve rato, risueña y con muestras de mucha afabi-lidad, diciéndole, no sin turbación interior:

—No quiere tan mal a vuesa merced como piensa, mi señor donGregorio, quien le ha enviado a llamar en amaneciendo con tantocuidado; pero hámele causado tan grande las muestras de indisposi-ción con que vuesa merced se fue anoche, que, temiendo no nacieseella del cansacio tomado en ir y venir del convento de mi hermana aéste, a mi cuenta, me ha parecido quedaba también a ella el saber louno de su salud y lo otro el divertille esta tarde de la pasada melan-colía, causada de mi inadvertencia. Que sin duda de la que debí teneren el hablar tomó vuesa merced ocasión para decirme aquellas tanamorosas cuanto estudiadas razones con que pretendió darme aentender, a vueltas de aquellas fingidas lágrimas, le desvelaban mis

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memorias y enamoraban mis cortas prendas. Pero no le ha salido malel intento, si le tuvo, de obligarme con eso a que le enviase a llamar,pues en efecto ha salido con él. Y si ese ha sido el artificio motriz deaquel fingimiento, dígame vuesa merced agora sin él, pues me tienepresente, su pretensión; que para ello le da cumplidísima licencia minatural vergüenza, pues, como dicen, el oír no puede ofender. Y hagoesto porque, como me dijo vuesa merced al despedirse había yo deser causa de su temprana muerte, no me ha parecido debía dar lugara que el mundo me tuviese por homicida de quien tantas partes tieney es por ellas digno de vivir los años que mi buen deseo suplica aDios le dé de vida, confiada en que no perderemos nada los desta casaen que la tenga larguísima quien tan bienhechor es della.

Respondióle don Gregorio, cobrando un nuevo y cortés atrevi-miento, diciendo:

—Ha sido tan grande, señora mía, la merced que hoy se me hahecho y va haciendo agora, y hállome tan incapaz de merecerla, queme parece que, aunque los años de mi vida llegasen a ser tantoscuantos prometen los nobles y religiosos deseos de vuesa merced, nopodía pagar en ellos, por más que los emplease en servicio destacasa, la mínima parte della. Pero ya que no la puedo pagar con cau-dal equivalente, pagaréla, a lo menos, con el que agora corre entrediscretos, que es con notable agradecimiento y confesión de perpe-tuo reconocimiento. Aunque quiero que vuesa merced entienda (yesto sabe el Cielo cuánta verdad es) que si no acudiera con la bre-vedad que acudió con el recaudo y esperanzas de su vista, ya no latuviera yo, ni vida con ella, a la hora presente, según me apretaba lapasión amorosa que las gracias de vuesa merced me causan. Pero yade aquí adelante pretendo mirar por mi vida, para tener siquiera quéemplear en servicio de quien tan bien sabe dármela cuando menos laconfío. Y porque acabe de conocer prosiguirá vuesa merced el hacér-mela, quiero atrevidamente pedir otra de nuevo, confiado en lo queacaba de decir de que gusta de mi vida.

—Veamos —dijo la priora— qué cosa es, y, conforme a la peti-ción, se podrá fácilmente juzgar si será justo concederla o no. Digavuesa merced.

—Yo, señora, no pido nada —replicó él—; que no querría me

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sucediese lo de anoche, de dar pesadumbre a vuesa merced. —Sin duda —dijo ella—, que debe de ser, según se le hace de

mal el decirlo, algún pie de monte de oro. —No es —respondió don Gregorio— sino una mano de plata,

que tales son las blanquísimas de vuesa merced, para besarla porentre esta reja.

—Aunque haya sido atrevimiento, señor don Gregorio —replicóla priora—, no dejaré de usar desa llaneza y libertad, por haberloprometido.

Y, sacando de un curioso guante la mano, la metió por la reja, ydon Gregorio, loco de contento, la besó, haciendo y diciendo conella mil amorosas agudezas, y ella le dijo:

—Agora, ¿estará vuesa merced contento?—Estoylo tanto —replicó el nuevo amante—, que salgo de jui-

cio, pues con esto cobro nueva vida, nuevo aliento, nuevo gozo y,sobre todo, nuevas esperanzas de que se lograrán más de cada díalas mías; y así, podré decir está todo mi ser en la mano de vuesa mer-ced, en la cual, como pongo los ojos, pongo y pondré mientras vivamis deseos y memorias.

—Pues, señor don Gregorio —dijo doña Luisa—, ya no es tiem-po de disimulación ni de que vuesa merced ignore que si me amacon las veras que finge, no hace cosa que no me la deba; y si he disi-mulado hasta agora, ha sido no con poca violencia de mi voluntad.Pero forzábanla el ser mujer y religiosa y cabeza de cuantos lo sonen esta grave casa, y también que deseaba enterarme y ver si la per-severancia confirmaba los asomos del amor que con palabras y lágri-mas me comenzó a mostrar. Pero ya que mi ceguera me obliga a quecrea lo que tan difícil es de averiguar, digo que soy contentísima deque todos los días me visite, y aun le suplico lo haga, variando lashoras para mayor disimulación. Y advierta vuesa merced hago másen confesarme ciega y amante que en cuanto tras eso diere lugar avuesa merced, pues el mayor imposible que sentimos las mujeres esel haber de otorgar amamos a quien con sola esa confesión sueletomar ánimo para condenarnos a perpetuo desprecio y desesperadoscelos. ¡Plegue a Dios no me suceda a mí así! Libertad terná vuesamerced de hablarme sin impedimiento; que el ser priora me da aqué-

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lla y me quita éstos; y crea vuesa merced que, perseverando, piensoserle autora de mayores servicios. Y baste por agora, y vuesa mer-ced se vaya; que quedo confusísima de mi determinación y de lapoca fuerza que en mí siento para resistir a mayores baterías. Y lodemás quede para otro día.

Despidiéronse con esto, quedando los dos tan enamorados comodirá el suceso del verdadero cuento. Luego comenzaron a andar losrecados, los billetes, y a frecuentarse las visitas, enviándose regalosy presentes de una parte y otra, con tanta frecuencia que ya daban desí no poca nota; si bien, como todos veían la autoridad de la priora,no reparaban tanto en ello como fuera razón.

Duróles este trato por más de seis meses, hasta que, estando losdos un día hablando en el locutorio, comenzó don Gregorio a malde-cir las rejas, que eran estorbo de que él gozase del mejor bien quegozar podía y deseaba; y lo mesmo decía ella; que era de suerte suamor, y estaba tan perdida por el mozo y tan otra de lo que solía, yera tan frecuentadora de billetes y ternuras, que hasta el mismo donGregorio se espantaba de verla tal. Y fue de manera que ella fue quiendio principio a su misma perdición, pues le dijo esa mesma tarde:

—¿Es posible, señor, que, mostrándome el amor que me mos-tráis, seáis tan pusilánimo y tan para poco, que no deis traza deentrar de noche por alguna secreta parte adonde podamos gozarambos sin zozobras el dulce fruto de nuestros amores? ¿No advertísque soy priora y que tengo libertad para poderlo hacer con el debidosecreto? Yo, a lo menos de mi parte, si vos os disponéis para ello,harto bien trazado lo tengo con mi deseo y facilitado con vuestracobardía; y aun si no fuera ella tanta, podríais sacarme de aquí y lle-varme adonde os diese gusto, pues vivo y estoy en todo dispuesta deseguir el vuestro.

Maravillado don Gregorio desta determinación, la respondió: —Ya, prenda mía, os he dicho muchas veces que estoy aparejado

para todo aquello que fuere de vuestro entretenimiento y regalo; yasí, pues me enseñáis lo que debo hacer, será el negocio desta mane-ra. Yo tomaré dos caballos de casa de mi padre, recogiendo junta-mente della todo el más dinero que pudiere, y vendré a la mediano-che por la parte del convento que mejor y más secreto os pareciere.

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Y saliendo dél, subiréis en el uno, yo en el otro, y así, nos iremosjuntos a media posta a algún reino estraño, donde, sin ser conocidos,podremos vivir todo el tiempo que nos diere gusto. Y vos, puestenéis las llaves del dinero, plata y depósitos deste convento, podréistambién recoger la mayor suma de cosas de valor que podáis, paraque vamos así seguros de no vernos jamás en necesidad.

—Así me parece bien —replicó ella— que se debe hacer. Quedaron desde luego de concierto de que su ida fuese a la una de

la noche del siguiente domingo, después de dichos los maitines, horaen que el galán sin falta estaría aguardando a la puerta de la iglesiacon los caballos; que, pues ella se quedaba las noches con las llavesde casa, fácilmente podría abrir la sacrestía y salir por ella al dichopuesto por la puerta principal de la iglesia, con presupuesto de cami-nar la misma noche diez o doce leguas a toda diligencia, para que,cuando los echasen menos, fuese más dificultoso el hallarlos.

Con este concierto y con el de que don Gregorio le enviaría bienenvueltos, como si fuese colgadura, unos curiosos vestidos de damacon que saliese, se despidieron. Y, en haciéndolo, comenzó la prio-ra a dar orden en su partida, cosiendo en un honesto faldellín quehabía de llevar debajo, las doblas que pudo recoger, que no fueronpocas; poniendo en una bolsa otra gran cantidad de moneda de plata,para llevarla más a mano; de suerte que sacó del convento entremoneda y joyas más de mil ducados.

La mesma prevención hizo don Gregorio, el cual, contrahaciendolas llaves de ciertos cofres de su padre, sacó dellos más de otros milducados, sin otra gran cantidad de dineros que pidió prestados aamigos; que, con la confianza de que era hijo único y mayorazgo decaballeros de más de tres mil de renta, fue fácil hallar algunos quese los prestasen.

Llegado el concertado domingo, a las doce de medianoche, horade universal silencio por la seguridad que dan los primeros sueños,que, por serlo, son más profundos, se bajó don Gregorio, con laaprestada maleta de lo que había de llevar, a la caballeriza, y, ensi-llando en ella dos de los mejores caballos, sin ser de nadie sentido, sesalió de casa y fue al monasterio, do estuvo aguardando en la puertade la iglesia a que su querida doña Luisa saliese. La cual, acabados

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los maitines, se volvió a su celda y, quitándose en ella los hábitos, sevestió las ropas de secular que don Gregorio le había enviado y teníaen un arca, como queda dicho; y, poniendo las de religiosa sobre unamesa y dejando allí una bien larga carta escrita de la causa que susamores le dieron para irse, como se iba, con don Gregorio, dejó, nimás ni menos, allí una vela encendida, con el breviario y rosario, dequien siempre había sido devotísima, y por él lo había sido en sumogrado de la Virgen, Señora Nuestra, toda su vida. Y, tomando trasesto un gran manojo de llaves, las cuales eran de toda la casa y de laiglesia, se salió de la celda lo más pasito que le fue posible; y se fuepor el claustro y bajó a la sacristía, y, abriéndola sin ser sentida, salióal cuerpo de la iglesia con las llaves en la mano. Y, habiendo de pasaral salir della por delante de un altar de la Virgen benditísima, de cuyaimagen era particular devota y le celebraba todas las fiestas suyas conla mayor solenidad y devoción que podía, a la que llegó delantedella, se hincó de rodillas, diciendo con particular ternura interior ynotable cariño de despedirse della, privándose del verla, porque erala cosa que más quería en esta vida:

—Madre de Dios y Virgen purísima, sabe el Cielo y sabéis voscuánto siento el ausentarme de vuestros ojos; pero están tan ciegos losmíos por el mozo que me lleva, sin hallar fuerzas en mí con que resis-tir a la pasión amorosa que me lleva tras sí, voy tras ella sin reparar enlos inconvenientes y daños que me están amenazando. Pero no quieroemprender la jornada sin encomendaros, Señora, como os encomien-do con las mayores veras que puedo, estas religiosas que hasta ahorahan estado a mi cargo. Tenelde, pues, dellas, Madre de piedad, puesson vuestras hijas, a las cuales yo, como mala madrastra, dejo y des-amparo. Amparaldas, digo, Virgen santísima, por vuestra angélicapuridad, como verdadero manantial de todas las misericordias, siendocomo sois la madre de la fuente dellas: de Cristo, digo, nuestro Diosy Señor. Volved y mirad, os suplico otra vez, en mi lugar, por estassiervas vuestras que aquí quedan, más cuidadosas de su limpieza y sal-vación que yo, que voy, despeñándome, tras lo que me ha de hacerperder lo uno y lo otro, si vos, Señora, no os apiadáis de mí. Pero, con-fío que lo haréis, obligada de vuestra inexplicable y natural piedad yde la devoción con que siempre he rezado vuestro santísimo rosario.

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Y, dicha esta breve oración, y hecha tras ella una profundareverencia a la imagen, abrió el postigo de la iglesia y, abierto, sevolvió a dejar las llaves delante del dicho altar de la Virgen, traslo cual se salió a la calle, entornando tras sí la puerta. Apenas estu-vo fuera della, cuando le salió al encuentro don Gregorio, que laestaba aguardando hecho ojos; y, tomándola en brazos (tras haber-la tenido un breve rato entre los suyos amorosos haciendo desen-volturas que el recelo de no ser vistos le consintió), la subió en elcaballo que le pareció más manso, con que comenzaron luego acaminar, de suerte que los vino a tomar el día seis o siete leguaslejos de adonde habían salido. Y en el primer lugar se proveyeronde todo lo necesario tocante a la comida, con fin de no entrar enpoblado, si no fuese de noche, para hurtar así el cuerpo a la muchagente que tenían por sin duda iría en su busca.

En efeto, señores, que aquélla que había profesado y prometidocastidad a Dios, y la había guardado hasta entonces con notablesmuestras de virtud (permitiéndolo así su divina Majestad por susecreto juicio y por dar muestras de su omnipotencia, la cual mani-fiesta, como canta la Iglesia, en perdonar a grandes pecadores gra-vísimos pecados, y por mostrar también lo que con Él vale la inter-cesión de la Virgen gloriosísima, madre suya, y con cuántas verasla interpone ella en favor de los devotos de su santísimo rosario),la perdió por un deleite sensual y momentáneo, yendo a riendasuelta por el camino fragoso de sus torpezas, olvidada de Dios, desu profesión y de todos los buenos respetos que a quien era debía.Mas no hay que maravillarse hiciese esto, dejada de la mano deDios, pues, como dice san Agustín, más hay que espantarse de lospecados que deja de hacer el alma a quien desampara su divinamisericordia que de los que comete; que eso, dice David, voceanlos demonios, enemigos de nuestra salvación, al hombre que llegaa tal miseria, tomando ánimo por ello de perseguirle y prometién-dose vencerle en todo género de vicios: Deus dereliquit eum; per-sequimini et comprehendite eum, quia non est qui eripiat.

Continuaron su camino los ciegos amantes, con los justos mie-dos y sobresaltos que imaginarse pueden de quien anda en desgra-cia de Dios, algunos días, sin parar jamás hasta que llegaron a la

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gran ciudad de Lisboa, cabeza del ilustre reino de Portugal. Allí,pues, hizo don Gregorio una carta falsa de matrimonio; y, alqui-lando una buena casa, compró sillas, tapices, bufetes, camas yestrado con almohadas para su dama, con el demás ajuar necesariopara moblar una honrada casa, comprando juntamente para el ser-vicio della un negro y una negra. Cargó tras esto de galas y joyaspara adorno suyo y de su bella doña Luisa.

Pasaron la vida muchos días, acudiendo en aquella ciudad atodo cuanto apetecían sus ciegos sentidos, como fuese de entrete-nimiento, disolución y fausto, sin perder fiesta ni comedia lagallarda forastera (que así la llamaban los portugueses) de cuantasen Lisboa se hacían. Paseaba también sus calles don Gregorio dedía, ya con una gala y caballo, y ya con otro, gozando sin escrú-pulo ninguno de conciencia de aquella pobre apóstata perlada,olvidado totalmente de Dios y sin rastro de temor de su divina jus-ticia; porque, como dice el Espíritu Santo por boca de Salomón, loque menos teme el malo, cuando llega a lo último de su maldad,es a Dios. Dos años estuvieron en Lisboa los ciegos amantes, gas-tándolos en la vida más libre y deleitosa que imaginarse puede,pues todo fue galas, convites, fiestas y, sobre todo, juegos, a quedon Gregorio se dio sin moderación alguna.

…como dieron tanta prisa las libertades de don Gregorio y susjuegos, y las galas de su doña Luisa y sus saraos, a desembolsar losdineros que habían traído de su tierra, sin que de ninguna parte ni deningún modo les viniese ganancia, comenzaron, al cabo de los dosaños dichos, a echar de ver ambos se iban empobreciendo; y hicié-ronlo tan por la posta, que en breve les fue forzoso vender las col-gaduras y aun muchas o todas las joyas de casa, tras lo cual vendióél tres o cuatro caballos que tenía, pero remedióse poco con su venta,porque con el dinero que sacó della, codicioso de ganar o picado delo perdido, se fue a una casa de juego, do, tras perderle todo, vino aperder hasta un famoso ferreruelo que traía, siéndole necesario dete-nerse hasta la noche sin volver a su casa, porque no le viesen los quele conocían ir, como de hecho fue, en cuerpo por las calles.

Y, llegando apesarado, corrido, pobre y sin capa a los ojos de sudoña Luisa, que le aguardaba con harta necesidad, no tuvo ánimo

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la triste dama de reprehenderle su inconsideración, temerosa de nodarle materia para que la dejase o hiciese alguna bajeza; antes,consolándole, dio orden de que vendiesen los negros, como lohicieron. Pero acabáronse presto los dineros que sacaron dellos,parte con el gasto ordinario y parte con los excesos del juego dedon Gregorio, que eran grandes (quizá por permisión divina, parareducirlos a su conocimiento mediante la necesidad), y llegaron alcabo a verse tales, que ni prenda que empeñar ni pieza que vendertuvieron; con que el dueño de la casa, conociendo el peligro quecorría la cobranza de sus alquileres, dio orden de ejecutarlos porellos si no le daban por seguro algún abonado fiador. Fueles impo-sible hallarle; y así, hubo el galán de rematar con los vestidos desu doña Luisa, a la cual, viendo llorosa, desnuda, corrida y mediodesesperada, dijo el pródigo mozo un día:

—Ya veis, mi bien, lo que pasa y cuán imposible nos es vivir enesta ciudad sin notable nota della y vergüenza nuestra, por ser tanconocidos de la gente principal, de quien no tengo cara para amprar-me. Muy sin consideración hemos andado en gastar tan sin tino loque de nuestras tierras sacamos y sin mirar en lo que adelante nospodía suceder. Pero, pues para lo hecho no hay remedio, parécemeque lo que agora debemos hacer, previniendo mayores daños, es que,pues nos vemos tales, nos salgamos una noche, sin ser vistos, de Lis-boa y vamos a dar cabo a la primer ciudad de Castilla, que esBadajoz, do, por no conocernos ni habernos visto con la pompa yfausto que los de Lisboa, podremos pasarlo mejor y con menosgasto. Que, pues vos tenéis tan buenas manos para cosas de labor,fácil será el ganar con ellas con que moderadamente vivamos, yaenseñando a labrar a algunas niñas y ya labrando para otros.

Respondióle con no pocas lágrimas y sentimiento la triste damaque hiciese della cuanto fuese de su gusto, pues estaba ya dispues-ta a seguirle en todo sin contradición alguna.

Saliéronse, cual pueden pensar vuesas mercedes, de la gran Lis-boa, haciendo su viaje a pie y sin más provisión ni ropa que la quellevaban a cuestas, yendo sin espada y en cuerpo don Gregorio, porla pérdida que había hecho de su capa en el juego. Pero lo que élmás sintía era verse imposibilitado de poder llevar a caballo a su

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doña Luisa, que, por la aspereza de los caminos y delgadeza de suspies, los llevaba abiertos y cribillados, por ir, como iba, con pobrí-simo calzado, y necesitada, en fin, de pedir limosna por las puer-tas de las casas de los pueblos por donde pasaba, como también loiba haciendo él, llenas sus plantas de vejigas.

Llegaron, al cabo de algunos días, a Badajoz despeados, do, lle-gando, les fue forzoso irse a alojar por su gran pobreza al hospital,que era tanta, que si algunos compasivos pobres dél no les dierande los mendrugos que por las casas habían recogido de limosna,quedaran la noche que llegaron sin cenar. Aquí fue el llorar, hechaotro hijo pródigo, de la afligida doña Luisa, y el considerar laabundancia que tenía en el monasterio de donde era priora; aquí elarrepentirse de haber salido tan inconsideradamente dél con donGregorio, con tan grave ofensa de Dios y tan en deshonra de loslinajes de entrambos; aquí, finalmente, el sollozar por la pérdida dela irrecuperable joya de la virginidad.

Pasó la noche, en efeto, la aburrida señora lamentando conestraño sentimiento su desventura; tanto, que el afligido don Gre-gorio no le osaba hablar, antes, corredísimo y melancólico, se esta-ba escuchándola en un rincón del mismo aposento; y si algo decía,eran también endechas y pesares por los que padecía y esperabapadecer, sin esperanzas de poder volver en toda su vida a su tierra,en la cual era rico y regalado mayorazgo. Con cuya consideracióny con la que tenía del sentimiento de sus padres, deudos y amigos,arrancaba de rato en rato un doloroso suspiro del centro de suafligida alma, con que enterneciera las piedras, maldiciendo sudesconcierto, ciega determinación, locos amores y a los infernalesgustos, y, finalmente, la primer vista de quien había sido causatotal de tan fatales principios y del fin peligroso que ellos las vidasde su cuerpo y alma amenazaban.

Pasada la noche en estas ocupaciones y sentimientos y venidala mañana, entró en el hospital un caballero mancebo, a quientocaba reconocer aquella semana qué gente había entrado y dormi-do en él; que, para no dar lugar a que no se poblase de vagamun-dos, tenía esta cuerda providencia aquella ciudad de tener admi-nistradores que por semanas visitasen los peregrinos y se infor-

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masen de sus necesidades. Y, llegándose a doña Luisa, luego quela vio moza y hermosa, aunque mal vestida, le preguntó que dedónde era; y respondiendo ella, con muestras de vergüenza, que deToledo, replicó él si conocía a tales y tales personas bien señaladasen dicha ciudad. Respondió la dama luego que no, porque habíamucho tiempo que había salido de allá. Estando en esta plática, seles juntó don Gregorio, diciendo:

—Esta mujer, señor mío, es natural de Valladolid y es mi esposa. —Pues ¿para qué —dijo el caballero— es menester mentir

aquí? Muéstrenme acá la carta del casamiento, porque, si no sonmarido y mujer, serán muy bien castigados.

Sacó luego su carta falsa don Gregorio y enseñósela, de la cualel caballero quedó satisfecho, y les preguntó que adónde camina-ban, porque allí no podían estar más de sólo un día. Respondiódon Gregorio que venían a aquella ciudad de asiento para vivir enella.

—¿Pues qué oficio tenéis? —replicó el administrador. Respondióle que no tenía oficio, pero que su mujer era labran-

dera, y quería allí, habiendo comodidad, enseñar a labrar algunasniñas.

—De suerte —dijo el caballero— que ella os ha de sustentar avos. Harto trabajo tendréis ambos. Con todo, por amor de Dios,os llevaré hoy a mi casa y os daré en ella de comer hasta buscarosalguna comodidad con que vos y vuestra mujer, que parece honra-da, podáis vivir en esta tierra.

Mandó tras esto a un paje que los llevase a su casa. Agradecié-ronselo mucho ellos; y por el camino, preguntando por las prendasde quien tanta merced les hacía, respondió el paje que era un man-cebo rico y tan caritativo, que hacía los más de los días muchaslimosnas; y así, que confiasen que él sin duda les buscaría adondepudiesen vivir, y aun si fuese menester les pagaría el alquiler de lacasa. Nueva fue ésta que les dio a ambos notable contento.

El caballero les buscó, en saliendo del hospital, una razonableposada en que vivían unas costureras, y les hizo dar alquiladas unabuena cama y algunas alhajas de casa, saliendo él a pagar el alqui-ler de todo cuanto los huéspedes, para quien había de servir, no le

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pagasen. Hecha esta diligencia, se fue a mediodía a su posada, enla cual les hizo dar bien de comer; y, en comiendo, les llevó élproprio a la que les había buscado, donde le besaron las manos porello y por un real de a ocho que les dio de limosna, con que pasa-ron aquella noche razonablemente.

A la mañana, comenzó doña Luisa a preguntar a aquellas veci-nas que quién le daría que labrar, porque ella no conocía a nadie enaquella ciudad; las cuales la respondieron:

—Nosotras, con ser naturales de aquí y hacer, como dicen, paja-ritos de nuestras manos, morimos de hambre. ¡Mirad qué haréis,señora, vos, venida de ayer acá! A la fe, hermana mía, que habéisllegado a muy ruin puesto para ganar de comer, como os enseñarála experiencia. Con todo eso, para dos o tres días —dijo la una—,yo os daré con que ganéis siquiera para pan.

Agradecióselo ella, y comenzó a labrar en cierta obra que lepuso en las manos, quedándose don Gregorio en la cama, pensan-do pasar mejor la hambre en ella que paseando. Esa mesma maña-na se llegó el caballero, después de haber visitado el hospital, asaber de los dos forasteros; y, hallando acostado a don Gregorio, ledijo:

—¿Qué’s, gentilhombre? ¿Cómo va? ¿Adónde está vuestramujer?

—Bien hasta agora me va —respondió él—, y ahí con la vecinaestá mi mujer, por quien pregunta vuesa merced; a quien suplicono se espante de no hallarme levantado; que el no tener andrajo dezapatos me obliga a ello.

—No será tanto ésa la causa —dijo el administrador— cuantopoltronería.

Y, volviendo las espaldas, se salió a ver a doña Luisa; y, sen-tándose en un taburete junto a ella, se la puso a mirar de propósitoa las manos y rostro; y reparando en sus faciones y en la modestiacon que estaba, le pareció la más hermosa mujer y más digna deser amada que en su vida hubiese visto. Aficionósele luego, que esimposible deje la voluntad de amar a aquello que se le representavestido de bondad, hermosura o gusto; y, rendido ya a sus partes,le preguntó con muestras de afición, por su nombre y la causa por

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que había dejado su patria. Respondió ella, sin levantar el rostro,con alguna turbación, que se llamaba doña Luisa, y que, por habersucedido cierta desgracia a su marido en Valladolid, habían salidoambos huyendo a uña de caballo (cosa que le pesaba confesar, yque, por no hacerlo, había dicho al principio que eran de Toledo),y, habiendo dado cabo en Lisboa, habían vivido allí dos años, enel cual tiempo habían gastado no poca suma de dinero que consi-go habían traído.

—Por cierto, señora doña Luisa, que siento en el alma —dijo elcaballero— veros empleada en quien tan poco os merece, como estepicaronazo de vuestro marido, pues por una parte os veo hermosa ydiscreta, y considero por otra que él os ha de consumir y gastar lopoco que aquí ganáredes. Con todo, si queréis hacer por mí lo queos suplicare, os juro a fe de caballero de remediaros y favorecemosa ambos en cuanto pudiere, pues no puedo negar sino que os hemirado con buenos ojos, y de suerte están los míos enamorados delos vuestros, que ya vivo con deseo intenso de serviros y agradarosen cuanto pudiere. Y así, desde luego, os suplico me mandéis todolo que fuere de vuestro gusto; que a todo acudirá el mío, sin querermis fieles deseos más premio que verse admitidos de vuestra memo-ria, pues con sólo esa gloria juzgaré verme en la mayor que puedodesear. No perdáis, bellísima forastera, la ocasión que a vuesas des-dichas ofrece en mis dichosos cuidados la fortuna, y advertid no escosa que os pueda estar mal el hacerme mercé.

—Agradezco cuanto puedo, señor —respondió ella—, la queese valor me ofrece, sin haberla yo servido ni merecido; pero, sien-do mujer casada y estando mi marido presente, en gravísimo yerroy peligro caería si le ofendiese. Y así por esto y, lo más principal,por lo que debo a Dios y a mí misma, suplico a vuesa merced des-ista de tal pretensión; y, en cuanto no tocare a ella, mándeme, queen todo verá mi debido agradecimiento.

—Miraldo, señora, bien —dijo el mancebo—; que yo me encar-go en dar orden cómo vuestro marido no lo sepa ni entienda. Y veisaquí por agora ese doblón para que cenéis esta noche; que doblesos los daré las que vinieren, como gustéis emplearlas en darmegusto, y no le terné hasta que mañana me deis la respuesta que

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deseo; y me le puede sólo causar el ser ella cual mi fe merece y esabeldad asegura.

Constreñida doña Luisa de la necesidad, que es poderoso tiropara derribar las flacas almenas de la mujeril vergüenza, tomó eldoblón, dándole por él no pocas gracias ni pocas esperanzas conrecebirle, pues siempre quien lo hace se obliga a mucho. Levantó-se tras esto el administrador, y llamó aparte a la vecina más viejade la casa y le dijo:

—Si acabáis con doña Luisa que corresponda a mis ruegos yacete mis ofertas, os prometo, a ley de quien soy, de daros una sayade famoso paño, sin otras cosas de consideración. Pero eso rogád-selo y persuadídselo con las mayores veras que pudiéredes; y sisalís con la empresa, venid volando con la nueva a mi casa, quedella llevaréis al punto las ofrecidas albricias.

Aseguróle la astuta tercera serlo con las veras que dirían lasobras; y, llegándose el caballero, oída esta respuesta, a la descui-dada dama, le asió la mano y se la besó, sin que lo pudiese ellaimpedir, partiéndose luego. Comenzó, tras su ida, la solícita viejaa persuadir eficazmente a la perpleja señora, por saber ella másdestos ensalmos que de los Psalmos de David. Y fue de suerte labatería que le dio, que, convencida della doña Luisa, le vino a res-ponder que, como el negocio fuese secreto, procuraría servir cuan-to pudiese a aquel caballero, con tal que él hiciese también por ellalo que le había ofrecido. Encargóse la vieja, agradecida a la res-puesta, de tratar el negocio con igualdad y satisfación de ambaspartes como el efeto mostraría.

Entróse doña Luisa en su cuarto, por ser hora de comer, docontó punto por punto a don Gregorio cuanto con el caballero lehabía pasado; el cual le respondió que, atento que padecían estre-ma necesidad y que era imposible remediarla por otro camino, quecondecendiese con su gusto; que para todo daba su consentimien-to y daría el lugar necesario, con tal que le sacase cuanto pudiese,así en dineros como en joyas, fingiendo siempre temor y recelo yencargándole el secreto.

Ya en esto había ido corriendo la vieja a ganar las albricias delenamorado caballero; y teniéndolas, y concertado con ella tratase

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con doña Luisa se viesen la siguiente noche donde y como ellamandase, se efectuó todo así. Porque, fingiendo don Gregoriosalirse de ciudad, dio ella entrada en su propria casa al caballero,el cual durmió con ella aquella y otras noches, dándole dineros ytodo lo necesario para su sustento y reparo, con que pudieronambos vestirse razonablemente.

Publicóse el negocio, con escándalo del pueblo; que de ver eltoldo de la dama, la bizarría de don Gregorio y la familiaridad conque trataba con el caballero, frecuentando las entradas de casa eluno del otro (que a todo lo allanó el gusto del natural y necesidaddel forastero), nació el echar de ver todos tenía tienda la forasterade entretenimientos, la cual aumentó la ocasión de la murmuracióncon el engalanarse, ponerse a la ventana y gustar de ser vista y visi-tada, todo con consentimiento de don Gregorio, que ya no se ledaba nada del medrar a costa de la votada honestidad, pero profa-nada escandalosamente, de la ciega religiosa. De quien de nuevocomenzaron a picarse otros tres mancebos ricos de la ciudad,admitiendo sus presentes, billetes y recados la dama, sin reparar encomprarlos a costa de su honra.

Llegó el negocio a término que una noche, encontrándose todosen su calle, trabaron celosos una tan cruel pendencia, que dellasalió muerto un hijo de vecino principal. Prendió luego la justiciapor indicio a todos los de la riña, depositando a doña Luisa en casade un letrado. Y, al cabo de un mes que corrió la causa, no pudién-dose averiguar quién fuese el homicida, los sacaron a todos enfiado, dándoles la ciudad por cárcel. Don Gregorio fue quien peorlibró, pues salió el postrero della, con sentencia de destierro per-petuo de Badajoz y su tierra; y hubiera de salir a la vergüenza porlas calles, si la buena diligencia del administrador, su amigo, no loremediara con dinero. Dióle, en viéndole libre, todo lo que fuenecesario para salirse de la ciudad y irse a la de Mérida, do le acon-sejó se entretuviese regalando un par de meses, mientras él en ellosnegociaba se le alzase el destierro, ofreciéndole se encargaba demirar en ellos por doña Luisa como si fuera su propria hermana.

Acetó de muy buena gana don Gregorio el partido, porque vioen él la puerta abierta para hacer lo que pretendía, que era dejar a

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doña Luisa, de quien ya estaba cansado, y arrepentido de la locuraque había hecho de encargarse de tan impertinente carga; temien-do, si perseveraba en tal vida, no lo viniese a ser él de algún burropor las calles públicas de algún pueblo, o de alguna horca si se des-cubría su delito. Con todo, disimuló con ella, de quien se despidióencargándole el recato y honestidad y la diligencia en procurar sele alzase el destierro, o se fuese tras él a Mérida, do la esperaría, sino se podía negociar.

Toda esta plática pasó delante del administrador, que gustaba yade verle ausente, no menos que la dama, que deseaba lo mismo portener más libertad para sus disoluciones. Todos, en efeto, deseabanuna misma cosa, aunque por diferentes fines. Tomó don Gregoriode mano de su amigo más de quinientos reales, y con ellos y muybien vestido se salió de Badajoz a pie para Mérida, ciudad quedista poco ella.

No se fue don Gregorio a Mérida, como había prometido alcaballero y a doña Luisa, sino a Madrid, donde, por la babilonia dela Corte, fácilmente se encubre y disimula cualquier desdichado; y,como él lo era tanto, vino a parar con toda su nobleza en servir aun caballero de hábito, mudado el nombre, sin acordarse más de sudama que si jamás la hubiera visto. La cual le pagó con la mesmamoneda a los primeros días de su ausencia, empleándolos todosen nuevos gustos y en tratar de estafar a cuantos podía, teniendopor blanco sólo el interés; pero, conociendo todos el suyo, comen-zaron a hacer alto, divulgándose entre ellos la pena, ley y libertadde la forastera. Por lo cual, viéndose sin muñidores y, sobre todo,viendo que le hacía algunos malos tratamientos el administrador,enfadado de su ingratitud y disolución, cayó en la cuenta del peli-gro en que estaba su alma y cuerpo. Advirtió también luego, cómo,habiendo tantos días que don Gregorio faltaba, jamás le habíaescrito, siéndole fácil el hacerlo estando en Mérida, por la vecin-dad, y forzoso el procurarlo por las obligaciones que le tenía, si,como hombre en fin, no hubiera mudado de intento y dejádola,como lo tenía por sin duda lo había hecho.

Comenzó a cavar en la consideración de su mal estado trasesto, y Dios a obrar secretamente en su conocimiento, como aquel

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que la quería dejar por ejemplo de penitentes y de lo que con sudivina misericordia puede la intercesión de su electísima Madre, y,finalmente, de lo que a ella la obligan los devotos de su sanctísimorosario con la frecuentación de tan eficaz y fácil devoción, que seencendió de suerte su espíritu en amor y temor de Dios, que empe-zó a deshacerse en lágrimas, apesarada de las ofensas cometidascontra Su Majestad, confusa por no saber cómo ni en quién hallarremedio ni consejo; que tan cargada estaba de desatinos.

Advirtieron su llanto algunos de sus galanes, y, deseando enju-gársele, le preguntaban la causa con gran cuidado y deseo desaberla; pero era en vano, porque ya espiraba la reconocida señoraa superior consuelo. Y así, despidiéndoles lo mejor que pudo (queno le fue fácil, por ser las arremetidas de los amartelados másfogosas en prosecución de lo que después de amado han procura-do dejar, y más si ven desvío en el sujeto), propuso, alumbrada deDios, volverse a su ciudad y presentarse en ella secretamente a uncaballero deudo suyo, y descubrirle todo el suceso de su vida, confin de que él la ayudase a ir, sin ser conocida, a Roma, a procurarallí, echada a los pies de Su Santidad, algún modo para volver a sumonasterio o a otro cualquiera de su misma orden, con fin de tenerdónde enmendar, como deseaba, la infernal vida que hasta enton-ces había tenido.

Con este pensamiento, y encomendándose de corazón a Maríasacratísima, madre de piedad y fuente de misericordia, recogiendocuanto dinero tenía y haciendo de sus vestidos y alhajas todo loque pudo, se vistió de peregrina, con sombrero, esclavina, bordóny un grueso rosario al cuello y alpargatas a los pies; y, cubiertadeste penitente traje, arrebozado el rostro, se salió una noche obs-curísima de Badajoz, tomando la derrota hacia su tierra, acompa-ñada sólo de suspiros, lágrimas y deseos de salvarse, desviándosecuanto le era posible de los caminos reales y procurando caminarcasi siempre las noches, en las cuales entraba en las posadas demenos bullicio a tomar dellas lo más necesario para su sustento,saliéndose luego al campo.

No le faltaron algunos trabajos y desasosiegos de gente libre enel camino; pero vencióles a todos su modestia y sacudimiento, y

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sobre todo la santa resolución que la eficaz gracia le había hechohacer de no ofender más a su Dios en toda su vida, aunque la supie-ra perder mil veces a manos de un millón de tormentos. Padeciótambién hambre, sed y frío, por ser tiempo en que le hacía grandeel en que caminaba, y por la misma causa la molestaron las aguasy arroyos; pero acompañábase en ellos de la gente más pobre quehallaba, hasta pasarlos, a quien después daba buenas limosnas.Hacía las jornadas cortas, por el cansancio y tiempo, siendo esto lacausa de que fuese tan largo el que gastó en el camino, pues tardóen llegar a su tierra más de cuatro meses, visitando en ellos algu-nos píos sanctuarios que le venían a cuento.

Quiso ya el Cielo apiadarse della y dar fin a su prolija jornada;y así, llegando a la última, antes de entrar en su ciudad, a la quedescubrió y reconoció el campanario de su monasterio, fue tal elsentimiento que hizo postrada en tierra, que no hay lengua … quelo acierte a pintar. Resolvióse en lágrimas, y resolvió juntamentede quedarse allí en el campo hasta el anochecer, por entrar amedianoche, para mayor seguridad.

Hízolo así y, llegado el plazo, comenzó a enderezar los turbadospasos hacia la casa del deudo de quien pensaba valerse; pero, lle-gando a pasar por delante su monasterio (que no sé si la obligótanto a ello la necesidad cuanto el cariño y deseo de ver sus pare-des; pero no debió de ser lo uno ni otro, sino inspiración de Diospara que tuviese su viaje el feliz fin que se sigue), al punto quedaban las once, y, emparejando con el mismo postigo de la puer-ta de la iglesia, la vio abierta; y, asombrada de semejante caso,comenzó a decir entre sí:

—¡Válame Dios! ¿Qué descuido ha sido éste de las monjas odel sacristán que tiene cargo de cerrar la iglesia? ¿Es posible quese hayan dejado abierto el postigo de su puerta? Mas ¿si acaso hanrobado algunos ladrones los frontales y manteles de los altares o lacorona de la Virgen, que ha de ser de plata, si no me engaño? Pormi vida, que tengo de llegar pasito (aunque aventure en ello lavida, pues en dichosa parte la perderé cuando aquí la pierda) ymirar si hay alguna persona dentro y avisar, por si ha sido descui-do de quien tiene cargo de cerrarle.

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Metió en esto la cabeza hacia dentro con gran tiento, y estuvoun rato escuchando; pero, no sintiendo ruido, ni viendo más quedos lámparas encendidas, una delante del Santísimo Sacramento yotra delante del altar de la Virgen benditísima, estuvo suspensa unagran pieza, sin que osase determinarse a entrar, temiendo no estu-viese alguna monja rezando acaso en el coro y, viéndola allí, hicie-se algún rumor por do se viese en peligro de ser conocida y, porconsiguiente, rigurosamente castigada. Pero, no obstante estemiedo, se resolvió a seguir la primera deliberación, aunque fuesecon el riesgo de la vida.

Entró tras esto osadamente, y, pasando por delante del altar dela Virgen, tropezó en un gran manojo de llaves que delante délestaban en el suelo, del cual suceso maravillada, se abajó para ver-las y levantarlas con notable turbación. Y, apenas lo hubo comen-zado a poner por obra, cuando la devotísima imagen de la Virgenla nombró por su nombre con una voz como de reprehensión, de lacual quedó tan atemorizada doña Luisa, que cayó medio muerta entierra; y, prosiguiendo la Virgen sacratísima, le dijo:

—¡Oh perversa y una de las más malas mujeres que han nacidoen este mundo! ¿Cómo has tenido atrevimiento para osar parecerdelante de mi limpieza, habiendo tú perdido desenfrenadamente latuya a vueltas de tantos y de tan sacrílegos pecados como son losque has cometido? ¿De qué suerte, di, ingrata, soldarás la irrepara-ble quiebra de tan preciosa joya? ¿Y con qué penitencia, insolentí-sima profesa, satisfarás a mi amado Hijo, a quien tan ofendido tie-nes? ¿Qué enmienda piensas emprender, ¡oh atrevida apóstata!,para volver por medio della a recuperar algo de lo mucho que tení-as merecido y has perdido tan sin consideración, volviendo lasespaldas a las infinitas misericordias que habías recebido de midivinísimo Hijo?

Estaba en esto la afligidísima religiosa acobardada de suerte,que ni osaba ni podía levantar el rostro, ni hacía otra cosa sino llo-rar acerbísimamente; pero la piadosa virgen, consolándola des-pués de la reprehensión, no ignorando la amargura y el dolor de suánimo, incitándola a verdadera penitencia, le dijo:

—Con todo, para que eches de ver que es infinitamente mi Hijo

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más misericordioso que tú mala, y que sabe más perdonar queofenderle todo el mundo, y que no quiere la muerte de los pecado-res, sino que se conviertan y vivan, le he yo rogado por tu reparo,obligada de las fiestas, solemnidades y rosarios que en honra míacelebraste, festejaste y me rezaste cuando eras la que debías, sinque tú lo merezcas. Y Él, como piadosísimo que es, ha puesto tucausa en mis manos; y yo, por imitarle en cuanto es hacer miseri-cordias, deseando verificar en ti el título que de Madre de ellas meda la Iglesia, como a él se lo da de Padre de tan grande atributo, hehecho por ti lo que no piensas ni podrás pagarme aunque vivas dosmil años y los emplees todos en hacerme los servicios que me solí-as hacer en los primeros años de tu profesión. Acuérdate que cuan-do desta casa saliste, agora hace cuatro años, pasando delante destemi altar, me dijiste que te ibas ciega del amor de aquel don Grego-rio con quien te fuiste, y que me encomendabas las religiosas deesta casa, tus hijas, para que mirase por ellas como verdaderamadre, cuando tú les eras madrastra, y que las rigiese y gobernase,pues eran mías. Tras lo cual, arrojaste en mi presencia esas mis-mas llaves del convento que en la mano tienes. Entiende, pues, queyo, como piadosa madre, he querido hacer, para confusión tuya, loque me encomendaste. Y así, has de saber que, desde entonceshasta ahora, he sido yo la priora deste monasterio en tu lugar,tomando tu propria figura, envejeciéndome al parecer al compásque tú lo has ido haciendo, tomando juntamente tu habla, nombrey vestido; con que he estado entre ellas todo este tiempo, así de díacomo de noche, en el claustro, coro, iglesia y refitorio, tratandocon todas como si fuera tú propria. Por tanto, lo que ahora has dehacer es que tomes esas llaves y, cerrando la puerta de la iglesiacon ellas, te vayas, por la sacristía y demás pasos por donde tesaliste, a tu celda, la cual hallarás de la propria forma y maneraque la dejaste, hallando hasta tus hábitos doblados sobre el bufete.Póntelos en llegando, y guarda esos de peregrina en la arca; yadvierte que hallarás también sobre la propria mesa el breviario yla carta que dejaste escrita, sin que nadie la haya abierto ni leída,y la vela encendida junto a ella. En efeto, hallarás todas las cosas,por mi piadosa diligencia, en el estado en que las dejaste, sin hallar

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novedad en alguna, y sin que se haya echado de ver tu falta ni ladel dinero que has desperdiciado. Vete, por tanto, a recoger antesque despierten a maitines, y enmienda tu vida como debes, y lavatus culpas con las lágrimas que ellas piden; que lo mismo hanhecho cuantas tras tan graves pecados han merecido el ilustre nom-bre de penitentes que les da la Iglesia.

Quedó la en que estaba doña Luisa, acabando estas razones laCelestial Princesa de todas las Jerarquías, llena de un olor suavísi-mo; y ella contrita y tan consolada en su espíritu, cuanto corrida dehaber obligado a la Madre del mismo Dios a serlo de sus súbditas.Pero, obedeciendo a su celestial mandato, recelosa de que no sellegase la hora de los maitines, se levantó el suelo, cubierta desudor y lágrimas, y, haciendo una profunda inclinación a la pre-ciosísima imagen y otra al Santísimo Sacramento y tomando lasllaves, cerró la puerta de la iglesia y se fue a su celda por los mis-mos pasos que había salido della; en la cual lo halló todo del modoque lo había dejado y la Virgen le había dicho.

Púsose, en entrando dentro, sus hábitos, guardando en el arcalos de peregrina, y, apenas lo había acabado de hacer, cuando toca-ron a maitines; y, enjugándose el rostro, tomó el breviario y estu-vo aguardando hasta que vino la monja que solía llamarla, la cual,tomando el candelero de la mesa, como cada noche tenía de cos-tumbre, le fue delante alumbrando hasta el coro, donde estuvoaguardando de rodillas (con no pequeña turbación, por parecerlesueño cuanto vía) a que se juntasen las religiosas; y, en habiéndo-lo hecho, hizo la señal acostumbrada, tras que comenzaron losmaitines. Y, acabados ellos y la oración que de ordinario suelendecir, se volvieron a salir todas, y se fueron a sus celdas al postrerseñal de la priora, la cual también hizo lo proprio, acompañándo-la con luz a la suya la mesma religiosa que la había sacado della.

Cuando se vio sola, comenzó de nuevo a derramar lágrimas,parte de dolor por sus culpas y parte de agradecimiento por lanunca oída merced que la misericordiosísima María le habíahecho; y, haciéndole una breve oración, llena de fervorosos deseosy celestiales conatos, descolgó de la cabecera de su cama unasgruesas disciplinas que solía tener en ella, y, tomándolas, se dio

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con ellas por espacio de media hora una cruelísima diciplina sinninguna piedad, por principio de la rigurosa penitencia que pensa-ba hacer todos los días de su vida de aquel sacrílego y deshonestocuerpo, de cuya roja sangre quedó el suelo esmaltado en testimo-nio del verdadero dolor de sus pecados.

Acabado este penitente acto, abrió una arca, de adonde sacó unáspero cilicio que solía ponerse en las cuaresmas cuando era la quedebía, hecho de cerdas y esparto machado, el cual le tomaba desdeel cuello a las rodillas, con sus mangas justas hasta la muñeca.Púsose juntamente debajo dél una cadenilla que en la mesma arcatenía, que le daba tres vueltas, y, apretándosela con todo rigor aldelicado cuerpo, decía:

—Agora, traidor, me pagarás los agravios que al espíritu hashecho. No esperes, lo poco que la vida me durare, otro regalo másque éste, y agradece a la Madre de afligidos y fuente de consuelos,María, y a su clementísimo Hijo que no te hayan enviado a los infier-nos a hacer esta penitencia, donde fuera sin fruto, forzosa y tan eter-na, que durara lo que el mismo Dios, sin la esperanza del perdón yremedio que agora tienes en la mano, teniéndole tan poco merecido.

Y, saliéndose luego de su celda, se volvió otra vez al coro, dondeestuvo pasando el santísimo rosario, delante de la misma imagen quela había hablado, hasta la hora de prima; la cual acabada, hizo al ins-tante llamar al confesor del convento, con quien hizo una generalconfesión con no vistas muestras de dolor y arrepentimiento, con-tándole todo el suceso de su vida y las abominaciones y pecados quecontra su divina y inmensa Majestad había cometido los cuatro añosque había estado fuera del convento. Refirióle juntamente el milagroy merced que, por la devoción del rosario, la Reina de los Cielos, supatrona, le había hecho supliendo su falta y acudiendo a todas susobligaciones, movida de su virgínea piedad, salvándole la honra enque no se echase de ver su falta.

El secreto del milagro encargó tras esto cuanto fue posible,para mientras le durase la vida, al confesor, el cual quedó suma-mente maravillado de su grandeza y lleno de ternura y devoción enel espíritu, cosa que le aseguraba de la verdad del caso. Y pasmá-base cuando consideraba había merecido su indignidad confesar y

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comulgar por su mano, no una, sino muchísimas veces, a la puri-dad ante quien y en cuya comparación no la tienen los más purosángeles del Cielo.

Con todo, quiso ver el rostro de la penitente perlada y certificar-se de que era ella misma, y no demonio, como temía, que en figurasuya le quería engañar; y, vistas sus lágrimas y enterado de la ver-dad, la consoló cuanto pudo y animó para la continuación de laempezada penitencia y devoción del santísimo rosario. Y perseveróella en todo, haciéndose mil ventajas cada día a sí misma, de suer-te que las que la veían con tan repentina mudanza, en el retiro degradas, asistencia continua a la oración y mortificación y ordinariocurso de lágrimas, estaban pasmadas, por no saber la causa, como lasabían ella y su confesor, con que se confesaba los más de los días,recibiendo el Santísimo Sacramento muy a menudo.

Perseveró en estos ejercicios toda la vida; y, al cabo de meses quelos continuaba, quiso Dios apiadarse de su perdido galán, como lohabía hecho della, tomando por medio un sermón que acaso oyó aun religioso dominico de soberano espíritu, en una parroquia de laCorte, que, moviendo el Cielo la lengua en él, se engolfó a deshoraen las alabanzas de la Virgen y en las misericordias que había hechoy hacía cada día con infernados pecadores, por la suave devoción desu benditísimo rosario, trayendo en consecuencia desto el sabidomilagro del desesperado hombre que, habiendo hecho donación de sualma al demonio con cédula escrita y firmada de su mano y sangre,por la dicha devoción fue libre de todo, y acabó su vida perseveran-do en ella, santísimamente, tras una bien premeditada y llorosa con-fesión general de todos los cometidos desatinos. Cayó en la cuenta delos suyos el ciego de don Gregorio, luego que oyó el doto sermón; y,acordándose también de lo mucho que acerca del celestial poder delrosario le había dicho diversas veces su doña Luisa, premeditando lasrazones del predicador y conferiéndolas con las que de su dama enesta parte le trajo Dios a la memoria, le pareció que, arrimándose a lafrecuentación de tan soberano rezo, hallaría en él brazo que le sacasedel cieno de sus torpezas y otra escala, cual la de Jacob, con quepudiese llegar al Cielo, por más entumecido que estuviese en la fra-gosa y mal cultivada tierra de sus bestiales apetitos.

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Propuso, tras esto, irse al religioso convento de la Virgen deAtocha y confesarse luego con el santo predicador, cuyo nombreya sabía, por haberlo preguntado a su compañero al bajar del púl-pito. Efectuólo eficazmente, que no es perezosa la divina gracia niadmite tardanzas. Fue al convento, entróse en la iglesia, postrósedelante la imagen milagrosa de la Virgen, derritióse, puesto allí,en lágrimas. Pedía perdón a Dios, piedad a su Madre y ayuda aambos para enmendar los hierros de la pasada vida y hacer dellosuna general confesión. Alzóse luego, entróse en el claustro, pidiópor el predicador y, puesto en su presencia, empezaron sus ojos adecirle lo que su lengua no acertaba; con todo, cuando las lágrimasle dieron lugar, le dijo:

—¡Remedio, padre! ¡Socorro, varón de Dios, para esta alma,que es la más mala de cuantas la misericordia y caridad inmensa deJesucristo ha salvado!

Entróse al instante el predicador a su celda, y, apenas estuvo den-tro, cuando, prostrado a sus pies, empezó a hacer con acerbo llantouna confesión general de sus excesos, tal, que estaba el confesorigualmente compungido, confuso y consolado de ver tal trueco en unmozo de los años y prendas de aquél. Consolóle cuanto pudo, ani-mándole a la continuación de sus propósitos y del rezo del santorosario, cuya era tan feliz mudanza. Y, asegurándole del perdón desus culpas y de la largueza de las perpetuas misericordias que Dios,con celestial regocijo de todos los Cielos y sus ángeles, ha usado yusa de cada día con los pecadores recién convertidos de verdaderocorazón, le envió absuelto, consolado y lleno de mil santos propósi-tos y fervores. Y no fue el menor el con que propuso de ir a Romaa visitar los Santos Lugares, besar el pie a Su Santidad y obtener,para mayor bien suyo, su plenísima absolución.

Volvió, al salirse del convento, a hacer oración a la Virgen, yhecha con las demostraciones del agradecimiento que tan granmerced como la que acababa de recebir merecía, se volvió a lavilla, y en ella trocó luego sus vestidos por unos de peregrino,hechos de sayal basto. Y, sin despedirse de su amo ni de persona,empezó a caminar hacia Roma, do llegó cansado, pero no menos-cabado el fervor con que emprendió tan santa peregrinación. Cum-

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plió en aquella grandiosa ciudad con cuanto los deseos que le habí-an llevado a ella pedían; y, obtenido el fin dellos, dio la vueltahacia su tierra, deseando saber, con aquel disfraz y sin ser conoci-do, de sus padres (que bien seguro iba de no poderlo ser, según ibade flaco, macilento, triste y desfigurado, así de los trabajos delcamino como de las penitencias que iba haciendo en él). Y no fuela menor el sufrimiento con que llevó las vejaciones que ciertossalteadores le hicieron en un peligroso paso.

Entró, al cabo de días, cubierto de confusión, lágrimas y sobre-salto, en su amantísima patria, y lo primero que hizo, llegado a ella,fue irse a pedir limosna al torno del convento de do sacó la priora,queriendo fuese teatro del primer acto de su penitencia en su patriosuelo el mismo que lo había sido del que dio principio a su trágicaperdición y ciego desatino. Diéronle fácilmente honrada limosna lascaritativas torneras, y, en recibiéndola, se llegó a la misma manda-dera que le había llevado el primer recado de doña Luisa la mañanaen que se principiaron sus locos amores, y preguntóle quién era prio-ra de aquella casa; y, diciéndole ella que doña Luisa lo era añoshabía, porque continuaban las religiosas en reelegirla siempre, nosin gusto de sus superiores, por su gran virtud…

—¡Doña Luisa —replicó él atónito— decís que es priora!¿Cómo es posible?

—Ella es, digo —añadió la mujer—. Sin duda. —Que os burláis de mí —porfió él— he de pensar, pues queréis

persuadirme es priora desta casa doña Luisa, de quien he oídodecir estaba muy lejos de poderlo ser.

—Doña Luisa —respondió ella— es, ha sido y será prioramuchos años, a pesar de cuantos invidian su virtud y aumento,pues no faltan muchos que lo hacen.

Bajó la cabeza don Gregorio con la confusión y perplejidad quepensar se puede, sin osar replicar más con la mujer, que ya cono-cía se iba encolerizando en defensa de su señora, temiendo por unaparte no le conociese en la voz, y por otra que, descuidándose, nodescubriese algo de lo mucho que con la priora le había pasado. Yasí, saliéndose de allí, se fue por diferentes partes de la ciudad,fuera de sí y pidiendo igualmente limosna y el nombre de la prio-

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ra de tal convento; y, dándole unos y otros la misma respuesta quele había dado la mandadera, por salir del todo de la confusión enque se vía, determinó irse de rendón a casa de sus padres, paraecharse allí con la carga, como dicen, y, descubriéndoseles, fiar,como era justo hacerlo, dellos el paso de tan grave suceso.

Entró por sus puertas, y al primer criado que vio en ellas pre-guntó si le darían limosna los dueños de la casa; y respondiéndoleque sí harían, que eran muy caritativos, marido y mujer, le replicóse sirviese decirle sus nombres y si tenían hijos; y sabido dél, porla respuesta, vivían sus padres, aunque afligidísimos por la ausen-cia de un solo hijo que tenían y se les había ido sin saber dónde,con quién ni por qué, por el mundo, y que lo que más les entriste-cía era no saber si vivía ni en qué parte había dado cabo, parapoderle remediar. Saltáronsele las lágrimas de los ojos a don Gre-gorio con la respuesta y, volviendo el rostro a la otra parte y enju-gándolas y disimulándolas cuanto pudo, dijo de nuevo al criado:

—¿Llamábase por dicha el hijo destos señores don Gregorio?Porque si tenía ese nombre, es sin duda un soldado que he conocidoen Nápoles en el cuartel de los españoles. Y sí sería, que por lasseñas que él me daba de sus calidades y de que era único mayoraz-go en este lugar y de la disposición de las casas de sus padres (quetodo me lo comunicaba, por ser muy mi camarada), éstas han de serlas dellos y el de quien habló, su hijo. Y sabráse presto si es él, sihay quien me diga si se fue deste lugar con alguna mujer de calidad.

—No estaba yo aún en servicio desta casa cuando él faltó della,ni le conocí; pero sé que su nombre era, como decís, don Gregorio,y que no hizo otra bajeza ni se tiene dél otra queja que haberse lle-vado algún dinero prestado de amigos, aunque ya todo lo han paga-do sus padres. Que de dos caballos a que a ellos les llevó y otragran cantidad de moneda, nunca han hecho caso, porque en fintodo había de venir a ser suyo.

—Pues, amigo, por las entrañas de Dios, os ruego que digáis aesos señores si gustan de hacerme limosna, siquiera por lo quepienso haber conocido a su hijo.

—¡Y cómo si os la harán, de bonísima gana! —dijo el criado—. Yo fío que no sólo eso hagan por vos, sino que os regalarán muy

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mucho y tendrán a merced de que les deis nuevas de prenda quetanto quieren. Y así, aguardadme, os ruego, mientras subo volan-do a darles el aviso y recado.

Subióse, dicho esto, el criado arriba, sin curarse, con el conten-to, de mirar en el rostro al peregrino; que si lo hiciera, fueraimposible no leyera en su turbación y lágrimas que él mismo erasu señor y el mayorazgo de la casa.

No había bien subido a dar el aviso el criado a sus amos, cuandose arrepintió don Gregorio dello; porque, como venía con intenciónde saber de sólo de la vida dellos y, sin dárselos a conocer, irse luegoa meter religioso en la mesma religión en que lo era la priora, parahacer allí una condigna penitencia con que en parte satisfaciese susgraves culpas, parecióle que todo se lo impidiría lo que había empe-zado a intentar. Con la melancolía que esto le causó, y deseandoobviar los inconvenientes que de ver a sus padres se le podíanseguir, volvió las espaldas para retirarse de la puerta; pero, apenas lohabía comenzado a hacer, cuando ya el criado estuvo en ella a bus-carle y los padres salieron a la ventana a llamarle.

No se pudo escusar de entrar el turbado peregrino en su casa; yhaciéndolo, y subido arriba en una cuadra, le rogaron los venera-bles viejos se sentase en una silla, y, poniéndosele cada uno a sulado, le hicieron mil preguntas del don Gregorio que había dicho alcriado había conocido y tratado en Nápoles, haciéndole tras cadauna un millón de ofrecimientos. Decíanle con no pocas lágrimas:

—¡Ay, hermano mío, y qué diéramos por haber visto como vosese único y amantísimo hijo nuestro, absoluto señor de nuestrahacienda y total causa del llanto con que pasamos la vida! ¿Estábueno? ¿Tiene qué comer? ¿Sirve o es soldado? ¿Hase casado oqué vida tiene quien tan sin piedad es verdugo de las nuestras?

Estaba don Gregorio, cuando oía estas razones, más muerto quevivo de ternura y sentimiento; pero, disimulando cuanto pudo, lesdijo:

—Lo que dél, ¡oh ilustres señores!, os puedo decir, es que,según me comunicó, ha padecido infinitos trabajos desde que salióde vuestra casa y obediencia; pero ¿cuándo los dejó de dar el Cieloal hijo que, saliendo de la que debe a sus padres, ofende su valor,

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lastima sus canas, menoscabando su propria salud, fuerzas y repu-tación? Dígolo, porque en todo sé que ha padecido don Gregoriomucho, y creo que volviera de buena gana a vuestros ojos si lo per-mitiera la vergüenza que se lo impide.

—¿De qué la ha de tener Gregorio —replicó la madre—, puesen su vida ha hecho bajeza ni hay en la ciudad quien se pueda que-jar dél?

—No significaban sus razones —añadió el peregrino—, cuandome hablaba, eso; antes, siempre colegí dellas se había ausentadopor alguna afición que tenía a no sé qué religiosa, a quien él lla-maba doña Luisa; y temí algunas veces no hubiese escándalo porella en el convento o sacádola dél, según andaba de recelo de cuan-tos le podían conocer.

—La mejor seña que nos podíais dar —dijo el padre— de queel que habéis conocido es nuestro hijo es decirnos nombraba él adoña Luisa; porque es una religiosa gravísima deste lugar y prioraha años de tal convento, a quien él visitaba a menudo. Pero habéis-le hecho agravio a ella y a su valor en pensar cosa de su personaque desdiga della y de su virtud singular que profesa.

Cuando don Gregorio oyó el abono que sus padres daban de lapriora, en confirmación de lo que toda la ciudad había dado della,y reparó por otra parte en la ternura y sentimiento con que habla-ban dél, se demudó de suerte que, dándole un parasismo mortal,quedó como muerto reclinado a la silla. Acudieron de improvisolos padres a darle algo confortativo, pensando era desmayo dehambre el que le había tomado; y, quitándole el sombrero que teníacalado y desabrochándole con piedad cristiana, reparando en elrostro la madre, que hacía este oficio y le enjugaba el sudor dél, leconoció y levantó los gritos al cielo, diciendo:

—¡Ay, hijo de mis ojos, y qué disfraz es el con que has queridoentrar en esta tu propria casa!

El padre que, oyendo los gritos de la madre, percibió llamaba dehijo al peregrino, se llegó, tan desmayado como él lo estaba, amirársele, y, conociéndole, ayudó también a las endechas de lamadre, diciendo:

—¿Qué peregrina invención ha sido ésta, Gregorio mío, de que-

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rer disimulártenos, dándotenos a conocer tan por rodeos? ¿Pensa-rías hacer con tus padres, sin duda, lo que con los suyos hizo sanAlejo? Mas no creo tal, pues tan lejos está de parecerse a aquelsanto quien tan sin ocasión ni violencia de casamientos ha usadotan peregrino rigor.

Alborotóse luego la casa, corriendo las nuevas de la vuelta dedon Gregorio por el barrio; y, antes que él volviese del desmayo ensí, estaba rodeado de criados y vecinos. Y corrido, cuando volvióa cobrar sus sentidos, de ver la publicidad de su vuelta, abrazó asus padres, prostrándoseles luego a sus pies y pidiéndoles le deja-sen reposar a solas, despidiendo los circunstantes, pues bastabahubiesen sido testigos de su corrimiento y del perdón que les pedíapor los enojos causados.

Fuéronse cuantos esto le oyeron, contentos de ver lo quedabanlos padres, los cuales luego dieron también orden en que se acos-tase y reposase. Hízolo, y, preguntando a su madre en la camacuánto había que no se había visto con la priora, supo della que tresdías, y cómo, hablándole en la conversación dél y representándoleel sentimiento con que vivían todos en su casa por su ausencia y nosaber si era muerto ni vivo, había en ella vertido no pocas lágrimasy despedido del pecho algunos lastimosísimos suspiros, indicioclaro del sincero amor que le tenía y de lo que sentía su perdición.Más le crecía el asombro a don Gregorio cuando estas cosas oía;porque, como no sabía el milagro y estaba cierto, por otra parte, desu maldad y de lo que con la priora le había acontecido, parecíaletodo sueño y que era ilusión del demonio el pensar verse en casade sus padres y vuelto tan a su salvo en su patria. Y así, a ratos, conla vehemencia desta imaginación se suspendía, de suerte que noacertaba a responder.

Con todo, rogó a su madre, después de haber reposado algunosdías, le hiciese merced de llegar al convento y verse con la priora,dándole aviso de su vuelta y de cómo había sido con hábito peni-tente de peregrino, después de haber estado en Roma a pedir abso-lución a Su Santidad de las mocedades que había cometido en losaños que había faltado de su casa, en cuyo conocimiento habíavenido por sus oraciones, a lo que creía, y por haber oído un ser-

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món de las alabanzas del santísimo rosario y de las misericordiasque por su devoción hacia la Virgen benditísima en grandísimospecadores. Rogóla juntamente instase con ella le diese licencia entodo caso para ir a besarle las manos y darle cuenta de los sucesosde su persona, sola aquella vez, pues en hacello o dejarlo de hacerestaba su consuelo y quietud.

Fue la madre luego a hacer la visita, encargadísima de sacar lalicencia que deseaba su hijo, cuyo alivio procuraban ella y todos losdemás deudos, por ver cuánto necesitaba dello la melancolía con quele veían. Habló, en llegando al convento, a la priora. Y cuando lehubo dado las referidas nuevas y recado, vio en las lágrimas que decontento derramó tras él (que a eso atribuía la madre de don Grego-rio las que doña Luisa derramaba de confusión y vergüenza), el gozoque mostraba de su vuelta y mudanza; y, alegre de ver que ya por suinstancia permitía le hablase (enterada primero della de cuán otrovenía de la fuente de las indulgencias y perdones que da Dios a lospecadores por manos de su supremo vicario; cosas todas que se lasaseguraba ser así el enviarle a decir el mismo don Gregorio venía deRoma; lo cual y el entender juntamente que había alcanzado tangrande misericordia por el mismo medio que ella, del santísimorosario, fueron bastantes causas para obligarla a concederle sinescrúpulo la licencia que le pedía para llegar a hablarla el díasiguiente; porque siempre el corazón le dijo había de ser tan feliz elfin desta segunda visita, cuanto le había sido nocivo el de la prime-ra), volvióse la madre con esta respuesta contentísima a su casa; ycon razón, pues en ella llevaba, aunque sin entenderlo así, la medi-cina que más convenía al consuelo de su hijo y a su salvación. Elcual, deseándola con las veras que lo suele hacer aquel a quien Diosabre los ojos del alma, pasó la noche toda en oración, suplicando asu divina Majestad, por la puridad de su santísima Madre, cuyo rosa-rio nunca se le cayó de las manos, se sirviese de darle en la espera-da visita el espíritu para cosas de edificación de su alma, que con-venía tuviese quien en aquel puesto en que se había de ver, tan des-atinado había andado. La misma oración hizo en su coro la santapriora; y preparándose, venida la mañana, ambos con recebir losdivinos sacramentos de la confesión y eucaristía, se pusieron, lle-

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gando el plazo, en el locutorio do se habían de ver con igualesdeseos de saber el uno el suceso del otro.

No tiene, señores, mi ruda lengua palabras con que explicarbastantemente la turbación de las con que se saludaron al primerencuentro los dos felices amantes; porque, en viéndose el uno alotro (si es que las lágrimas les dejaron mirarse), se turbó él y encal-mó ella de suerte que por muy gran rato no supieron ni de sí ni deadónde estaban. Las galas con que don Gregorio entró a verla: conun vestido de paño liso, sin gorbión alguno, el sombrero puesto enlos ojos, sin espada ni más compañía que bonísimos deseos y unasplanchas grandes de hoja de lata, hechas rallo, en pecho y espal-das, y una cruz entre la ropilla y jubón, con rosario y horas en lafaltriquera; sacando la priora el adorno que queda dicho se puso laprimera noche que llegó al convento y con que en ella dio princi-pio a su rigurosa penitencia. Puestos, pues, de la suerte dicha,cuando la suspensión y llanto les dio lugar, empezó él a decirle:

—Por la cruz en que remedió mi eterno Dios pecadores talescual yo soy, y por las lágrimas, afrentas y angustias con que en ellaespiró, y por las que al pie de tan salutífero árbol sintió su purísi-ma Madre, que por serlo tanto, pudo ser sólo su hechura de suomnipotencia, os pido me digáis, ¡oh religiosa señora!, si sois vosla priora doña Luisa que cuatro años ha con vuestra vista me cegas-tes, perdistes y enamorastes de suerte que, loco, desatinado y sintemor de Dios, me resolví en sacaros de aquí y llevaros a Lisboa ya Badajoz, cometiendo las ofensas y sacrilegios contra el Cielo,que sólo un merecido infierno puedo esperar. Y si acaso sois la quepienso, decidme también cómo yéndoos conmigo, os quedastesacá, y, quedándoos acá, os fuistes conmigo; que cierto estoy (¡yojalá no lo estuviera tanto!) que os vi, hablé, amé y solicité y saquédeste convento, sin temor de hacer a vuestro estado y profesión laofensa que se siguió por postre de tan infernales principios. Por-que veo me aseguran cuantos de vos pregunto por otra parte (cosaque vuelve loco) que jamás habéis faltado desta casa; antes dicenque siempre la habéis regido con notables ejemplos y mil virtuo-sas medras. Yo soy don Gregorio el malo, el sacrílego, el aleve, eltraidor y, finalmente, el peor de los hombres y el igual a Lucifer en

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los pensamientos, pues los puse en quien era esposa de mi mismoDios, cielo suyo y niñas de sus ojos. A la Virgen bendita del Rosa-rio debo el conocimiento de mis culpas, pues dejándoos (si sois laque pienso, y no fantasma) en Badajoz, y dando cabo en la Corte,descuidado de mi bien, merecí un día oír acaso un sermón de unode los apóstoles que de la predicación de su santo rosario tieneMaría en el mundo; en que, pintando las misericordias que por taldevoción hace su clemencia, pintó mi ceguera y dibujó mi perver-sa vida, dando juntamente remedio a todos mis males; que todo lohizo predicando un milagro y la eficacia de la dicha devoción.Sentí, tras sus palabras, la de la divina gracia, pues supe confe-sarme luego y dejar la Corte del rey de España, y buscar la dequien es vicario de Aquel por quien los reyes reinan y en cuyo ser-vicio consiste sólo el verdadero reinar. Alcancé absolución deaquella santa silla; y, volviendo peregrino a saber, disfrazado, demis padres, y a saber la nota y escándalo que de vuestra persona yde la mía había en esta ciudad, he hallado en ella que en boca detodos sois vos la santa, la recogida y ejemplar, sin habérseos nota-do falta ni ausencia; siendo yo solo el que os he pintado y sabenlos Cielos y vos (si sois la que pienso) y mi misma conciencia, quees el más riguroso fiscal y quien me trae a sombras de tejado, detemor de la divina justicia, de quien sólo pienso escapar recogido,en el templo de la divina misericordia, mediante la intercesión dequien es Madre dellas.

Acabó en esto la lengua de don Gregorio las razones, y comen-zaron de nuevo sus ojos a confesar sus hierros y a mostrar el sen-timiento que tenía dellos.

Consoladísima quedó la priora cuando hubo oído del autor desus desventuras el conocimiento que tenía dellas, y más cuandosupo que le había venido tan grande bien por las manos clementí-simas de quien había vuelto por su honra y suplido su falta en elgobierno los años que, dejada de Dios, había seguido desenfrena-damente sus apetitos y las sendas de su condenación. Y consolán-dole y dándole cuenta de sus sucesos y de lo que debía a Maríabenditísima, y cómo pensaba pagarle en parte tan grande deudacon una verdadera y perpetua penitencia de sus culpas y un privar-

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se de verle jamás a él, le rogó fuese el que debía, mirase por sualma y huyese del mundo cuanto le fuese posible y de vanas con-versaciones y pláticas; que le daba palabra ella de hacer lo mismo,como también se la daba de callar el suceso mientras viviese. Perono muerta, pues antes de morir le pensaba dejar escrito en manosde su confesor, con orden de que le divulgase el mesmo día paragloria de Dios y recomendación de la celestial autora de tal mise-ricordia. Ofrecióle don Gregorio hacer las mismas diligencias y deno quedar en el mundo, sino entrarse en un retirado convento de supropria orden, do pagase su sensualidad el debido escote de losexcesos pasados, a fuerza de ayunos y diciplinas. Y tras celebrarél con mil alabanzas de la Virgen y un millón de asombros y admi-raciones la merced milagrosa y favor inaudito que su infinita cle-mencia había usado por la devoción del santo rosario con la prioray con él mesmo, se despidió del convento para nunca más llegar aél, y della para jamás verla. Y lo proprio hizo ella, pidiéndoseambos con lágrimas perdón recíproco y las oraciones el uno delotro. Continuó siempre, como queda dicho, la priora sus mortifi-caciones, consoladísima de la conversión de don Gregorio, dandopor ella iguales gracias a la Virgen que por la suya propria, a quienle encomendó toda su vida.

Volvióse de allí él a su casa, do estuvo algunos días asentandocosas; y, comunicada al cabo dellos a sus padres su devoción, yrepresentándoles las obligaciones que tenían de consolarse conhaberle visto vuelto vivo, les pidió su bendición y licencia para serreligioso, pues lo debía a Dios y a su Madre, rogándoles ahincada-mente se la diesen y tuviesen a bien tomase tan divino estado. Traslo cual también los rogó dejasen sus bienes después de sus días apobres, que son los verdaderos depósitos y en quien mejor se guar-dan, pues en su poder jamás se menoscaban las haciendas. Alcan-záronlo todo dellos sus lágrimas y raro espíritu; con que se fuecontentísimo a ser religioso en la misma ciudad, profesando en lareligión que tomó, con notables demonstraciones de virtud. Y, lle-gando por ellas a ser perlado de su convento, quiso Dios acabasesus días, ordenando juntamente el Cielo fuese el de su muerte en elmesmo en que fue la de la priora y a la misma hora; haciendo cada

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uno antes de espirar una devotísima plática a su comunidad, murie-ron con notables señales de su salvación, recebidos todos los divi-nos sacramentos.

Halláronse en poder de los confesores de ambos, luego queespiraron, las relaciones de los amores, sucesos, conversiones,milagros y de los favores que la Virgen les había hecho; y, publi-cándose el caso y verificándose, acudió toda la ciudad a ver sussantos cuerpos, que estaban hermosísimos en los féretros. Hízose-les sumptuosísimo entierro, invidiando todos la buena suerte de lospadres de fray Gregorio, los cuales tuvieron honradísima y conso-lada vejez con su feliz fin. Llegado el de su vida dellos, repartie-ron su hacienda en los conventos de la priora y de su hijo, conejemplo de todos; murieron cargados de años y de buenas obras.De los de la santa priora no digo nada, porque así ellos como laotra hermana que tenía religiosa, murieron mucho antes que ella.

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Portada del Quijote 'de Avellaneda', que vio la luz un año antes que laSegunda parte escrita por Cervantes

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QUINTA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO

DON QUIJOTE DE LA MANCHA

CAPÍTULO PRIMERO:De cómo don Quijote de la Mancha volvió a sus desvanecimientosde caballero andante, y de la venida a su lugar del Argamesilla de

ciertos caballeros granadinos

E L sabio Alisolán, historiador no menos moderno que verda-dero, dice que siendo expelidos los moros agarenos de Ara-gón, de cuya nación él decendía, entre ciertos annales de

historias halló escrita en arábigo la tercera salida que hizo del lugar delArgamesilla el invicto hidalgo don Quijote de la Mancha, para ir aunas justas que se hacían en la insigne ciudad de Zaragoza, y dicedesta manera:

Después de haber sido llevado don Quijote por el cura y el bar-bero y la hermosa Dorotea a su lugar en una jaula, con SanchoPanza, su escudero, fue metido en un aposento con una muy gruesay pesada cadena al pie, adonde, no con pequeño regalo de pistos ycosas conservativas y sustanciales, le volvieron poco a poco a sunatural juicio. Y para que no volviese a los antiguos desvanecimien-tos de sus fabulosos libros de caballerías, pasados algunos días de suencerramiento, empezó con mucha instancia a rogar a Madalena, susobrina, que le buscase algún buen libro en que poder entreteneraquellos setecientos años que él pensaba estar en aquel duro encan-tamiento. La cual, por consejo del cura Pedro Pérez y de maeseNicolás, barbero, le dio un Flos sanctorum de Villegas y los Evan-gelios y Epístolas de todo el año en vulgar, y la Guía de pecadoresde fray Luis de Granada; con la cual lición, olvidándose de las qui-

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meras de los caballeros andantes, fue reducido dentro de seis mesesa su antiguo juicio y suelto de la prisión en que estaba.

Comenzó tras esto a ir a misa con su rosario en las manos, conlas Horas de Nuestra Señora, oyendo también con mucha atenciónlos sermones; de tal manera, que ya todos los vecinos del lugar pen-saban que totalmente estaba sano de su accidente y daban muchasgracias a Dios, sin osarle decir ninguno, por consejo del cura, cosade las que por él habían pasado. Ya no le llamaban don Quijote, sinoel señor Martín Quijada, que era su proprio nombre, aunque enausencia suya tenían algunos ratos de pasatiempo con lo que dél sedecía y de que se acordaron todos, como lo del rescatar o libertar losgaleotes, lo de la penitencia que hizo en Sierra Morena y todo lodemás que en las primeras partes de su historia se refiere.

Sucedió, pues, en este tiempo, que, dándole a su sobrina el mesde agosto una calentura de las que los físicos llaman efímeras, queson de veinte y cuatro horas, el accidente fue tal, que, dentro desetiempo, la sobrina Madalena murió, quedando el buen hidalgo soloy desconsolado; pero el cura le dio una harto devota vieja y buenacristiana, para que la tuviese en casa, le guisase la comida, le hicie-se la cama y acudiese a lo demás del servicio de su persona, y paraque, finalmente, les diese aviso a él o al barbero de todo lo que donQuijote hiciese o dijese dentro o fuera de casa, para ver si volvía ala necia porfía de su caballería andantesca.

Sucedió, pues, en este tiempo, que un día de fiesta, después decomer, que hacía un calor excesivo, vino a visitarle Sancho Panza;y, hallándole en su aposento leyendo en el Flos sanctorum, le dijo:

—¿Qué hace, señor Quijada? ¿Cómo va? —¡Oh Sancho! —dijo don Quijote—, seas bien venido; siéntate

aquí un poco, que a fe que tenía harto deseo de hablar contigo. —¿Qué libro es ese —dijo Sancho— en que lee su mercé? ¿Es de

algunas caballerías como aquellas que nosotros anduvimos tanneciamente el otro año? Lea un poco, por su vida, a ver si hay algúnescudero que medrase mejor que yo; que por vida de mi sayo, queme costó la burla de la caballería más de veinte y seis reales, mi buenrucio, que me hurtó Ginesillo el buena boya, y yo me quedo trastodo eso sin ser rey ni roque, si ya estas Carnestoliendas no me

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hacen los muchachos rey de los gallos. En fin, todo mi trabajo hasido hasta agora en vano.

—No leo —dijo don Quijote— en libro de caballerías, que notengo alguno; pero leo en este Flos sanctorum, que es muy bueno.

—¿Y quién fue ese Flas Sanctorum? —replicó Sancho—. Fue reyo algún gigante de aquellos que se tornaron molinos ahora un año?

—Todavía, Sancho —dijo don Quijote—, eres necio y rudo. Estelibro trata de las vidas de los santos, como de san Lorenzo, que fueasado; de san Bartolomé, que fue desollado; de santa Catalina, quefue pasada por la rueda de las navajas; y así mismo, de todos losdemás santos y mártires de todo el año. Siéntate, y leerte he la vidadel santo que hoy, a veinte de agosto, celebra la Iglesia, que es sanBernardo.

—Par Dios —dijo Sancho—, que yo no soy amigo de saber vidasajenas, y más de mala gana me dejaría quitar el pellejo ni asar enparrillas. Pero dígame: ¿a san Bartolomé quitáronle el pellejo y a sanLorenzo pusiéronle a asar después de muerto o acabando de vivir?

—¡Oigan qué necedad! —dijo don Quijote—. Vivo desollaron aluno y vivo asaron al otro.

—¡Oh, hideputa —dijo Sancho—, y cómo les escocería! Pardio-bre, no valía yo un higo para Flas Sanctorum. Rezar de rodillasmedia docena de credos, vaya en hora buena; y aun ayunar, comocomiese tres veces al día razonablemente, bien lo podría llevar.

—Todos los trabajos —dijo don Quijote— que padecieron lossantos que te he dicho y los demás de quien trata este libro, los sufrí-an ellos valerosamente por amor de Dios, y así ganaron el reino delos Cielos.

—A fe —dijo Sancho— que pasamos nosotros, ahora un año,hartos desafortunios para ganar el reino micónico, y nos quedamoshechos micos; pero creo que vuesa merced querrá ahora que nos vol-vamos santos andantes para ganar el Paraíso Terrenal. Mas, dejadoesto aparte, lea y veamos la vida que dice de san Bernardo.

Leyóla el buen hidalgo, y a cada hoja le decía algunas cosas debuena consideración, mezclando sentencias de filósofos, por dondese descubría ser hombre de buen entendimiento y de juicio claro, sino le hubiera perdido por haberse dado sin moderación a leer libros

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de caballerías, que fueron la causa de todo su desvanecimiento. Acabando don Quijote de leer la vida de san Bernardo, dijo: —¿Qué te parece, Sancho? ¿Has leído santo que más aficionado

fuese a Nuestra Señora que éste? ¿Más devoto en la oración, mástierno en las lágrimas y más humilde en obras y palabras?

—A fe —dijo Sancho— que era santo de chapa. Yo le quierotomar por devoto de aquí adelante, por si me viere en algún trabajo,como aquel de los batanes de marras o manta de la venta, y meayude, ya que vuesa merced no pudo saltar las bardas del corral.Pero, ¿sabe, señor Quijada, que me acuerdo que el domingo pasadollevó el hijo de Pedro Alonso, el que anda a la escuela, un libro deba-jo de un árbol, junto al molino, y nos estuvo leyendo más de doshoras en él? El libro es lindo a las mil maravillas y mucho mayor queese Flas sanctorum, tras que tiene al principio un hombre armadoen su caballo con una espada más ancha que esta mano, desenvaina-da, y da en una peña un golpe tal, que la parte por medio de un terri-ble porrazo, y por la cortadura sale una serpiente, y él le corta lacabeza. ¡Éste sí, cuerpo non de Dios, ques buen libro!

—¿Cómo se llama? —dijo don Quijote—; que si yo no me engaño,el muchacho de Pedro Alonso creo que me le hurtó ahora un año, y seha de llamar Don Florisbián de Candaria, un caballero valerosísimo,de quien trata, y de otros valerosos, como son Almiral de Zuazia, Pal-merín del Pomo, Blastrodas de la Torre y el gigante Maleorte de Bra-danca, con las dos famosas encantadoras Zuldasa y Dalfadea.

—A fe que tiene razón —dijo Sancho—; que esas dos llevaron aun caballero al castillo de no sé cómo se llama.

—De Acefaros —dijo don Quijote.—Sí, a la fe, y que, si puedo, se le tengo de hurtar —dijo San-

cho—, y traerle acá el domingo para que leamos; que, aunque no séleer, me alegro mucho en oír aquellos terribles porrazos y cuchilla-das que parten hombre y caballo.

—Pues, Sancho —dijo don Quijote—, hazme placer de traérmele;pero ha de ser de manera que no lo sepa el cura ni otra persona.

—Yo se lo prometo —dijo Sancho—; y aun esta noche, si puedo,tengo de procurar traérsele debajo de la halda de mi sayo. Y con esto,quede con Dios, que mi mujer me estará aguardando para cenar.

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Fuese Sancho, y quedó el buen hidalgo levantada la mollera con elnuevo refresco que Sancho le trajo a la memoria de las desvanecidascaballerías. Cerró el libro y comenzó a pasearse por el aposento,haciendo en su imaginación terribles quimeras, trayendo a la fantasíatodo aquello en que solía antes desvanecerse. En esto tocaron a víspe-ras, y él, tomando su capa y rosario, se fue a oírlas con el alcalde, quevivía junto a su casa; las cuales acabadas, se fueron los alcaldes, elcura, don Quijote y toda la demás gente de cuenta del lugar a la plaza,y, puestos en corrillo, comenzaron a tratar de lo que más les agradaba.En este punto vieron entrar por la calle principal en la plaza cuatrohombres principales a caballo, con sus criados y pajes, y doce lacayosque traían doce caballos de diestro ricamente enjaezados; los cuales,vistos por los que en la plaza estaban, aguardaron un poco a ver quésería aquello, y entonces dijo el cura, hablando con don Quijote:

—Por mi santiguada, señor Quijada, que si esta gente viniera poraquí hoy hace seis meses que a vuesa merced le pareciera una de lasmás estrañas y peligrosas aventuras que en sus libros de caballeríashabía jamás oído ni visto; y que imaginara vuesa merced que estoscaballeros llevarían alguna princesa de alta guisa forzada; y queaquellos que ahora se apean eran cuatro descomunales gigantes,señores del castillo de Bramiforán el encantador.

—Ya todo eso, señor licenciado —dijo don Quijote—, es aguapasada, con la cual, como dicen, no puede moler el molino; mas lle-guémonos hacia ellos a saber quién son, que si yo no me engaño,deben de ir a la Corte a negocios de importancia, pues su traje mues-tra ser gente principal.

Llegáronse todos a ellos y, hecha la debida cortesía, el cura, comomás avisado, les dijo desta manera:

—Por cierto, señores caballeros, que nos pesa en estremo quetanta nobleza haya venido a dar cabo en un lugar tan pequeño comoéste y tan desapercebido de todo regalo y buen acogimiento comovuesas mercedes merecen; porque en él no hay mesón ni posadacapaz de tanta gente y caballos como aquí vienen. Mas, con todo,estos señores y yo, si de algún provecho fuéremos, y vuesas merce-des determinaren de quedar aquí esta noche, procuraremos que se lesdé el mejor recado que ser pudiere.

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El uno dellos, que parecía ser el más principal, le rindió las gra-cias, diciendo en nombre de todos:

—En estremo, señores, agradecemos esa buena voluntad que sinconocernos se nos muestra, y quedaremos obligados con muy justarazón a agradecer y tener en memoria tan buen deseo. Nosotrossomos caballeros granadinos y vamos a la insigne ciudad de Zara-goza a unas justas que allí se hacen; que, teniendo noticia que es sumantenedor un valiente caballero, nos habemos dispuesto a tomareste trabajo, para ganar en ellas alguna honra, la cual, sin él, esimposible alcanzarse. Pensábamos pasar dos leguas más adelante,pero los caballos y gente viene algo fatigada; y así, nos pareció que-dar aquí esta noche, aunque hayamos de dormir sobre los poyos dela iglesia, si el señor cura diere licencia para ello.

Uno de los alcaldes, que sabía más de segar y de uncir las mulasy bueyes de su labranza que de razones cortesanas, les dijo:

—No se les dé nada a sus mercedes, que aquí les haremos mer-ced de alojarles esta noche, que sietecientas veces el año tenemoscapitanías de otros mayores fanfarrones que ellos, y no son tan agra-decidos y bien hablados como vuesas mercedes son; y a fe que noscuesta al concejo más de noventa maravedís por año.

El cura, por atajarle que no pasase adelante con sus necedades, lesdijo:

—Vuesas mercedes, mis señores, han de tener paciencia, que yo lestengo de alojar por mi mano; y ha de ser desta manera: que los dosseñores alcaldes se lleven a sus casas estos dos señores caballeros contodos sus criados y caballos, y yo a vuesa merced, y el señor Quijadaa esotro señor; y cada uno, conforme sus fuerzas alcanzaren, procurede regalar a su huésped. Porque, como dicen, el huésped, quienquieraque sea, merece ser honrado; y siéndolo estos señores, tanta mayorobligación tenemos de servirles, siquiera porque no se diga que, lle-gando a un lugar de gente tan política, aunque pequeño, se fueron adormir, como este señor dijo lo harían, a los poyos de la iglesia.

Don Quijote dijo a aquel que por suerte le cupo, que parecía serel más principal:

—Por cierto, señor caballero, que yo he sido muy dichoso en quevuesa merced se quiera servir de mi casa; que, aunque es pobre de

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lo que es necesario para acudir al perfeto servicio de un tan grancaballero, será a lo menos muy rica de voluntad, la cual podrá vuesamerced recebir sin más ceremonias.

—Por cierto, señor hidalgo —respondió el caballero—, que yome tengo por bien afortunado en recebir merced de quien tan buenaspalabras tiene, con las cuales es cierto conformarán las obras.

Tras esto, despidiéndose los unos de los otros, cada uno con suhuésped, se resolvieron, al partir, en que tomasen un poco la maña-na, por causa de los excesivos calores que en aquel tiempo hacía.Don Quijote se fue a su casa con el caballero que le cupo en suertey, poniendo los caballos en un pequeño establo, mandó a su viejaama que aderezase algunas aves y palominos, de que él tenía en casano pequeña abundancia, para cenar toda aquella gente que consigotraía; y mandó juntamente a un muchacho llamase a Sancho Panzapara que ayudase en lo que fuese menester en casa, el cual vino alpunto de muy buena gana.

Entre tanto que la cena se aparejaba, comenzaron a pasearse elcaballero y don Quijote por el patio, que estaba fresco; y, entre otrasrazones, le preguntó don Quijote la causa que le había movido avenir de tantas leguas a aquellas justas y cómo se llamaba. A lo cualrespondió el caballero que se llamaba don Álvaro Tarfe, y quedecendía del antiguo linaje de los moros Tarfes de Granada, deudoscercanos de sus reyes y valerosos por sus personas, como se lee enlas historias de los reyes de aquel reino, de los Abencerrajes, Zegrí-es, Gomeles y Mazas, que fueron cristianos después que el católicorey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada.

—Y ahora esta jornada por mandado de un serafín en hábito demujer, el cual es reina de mi voluntad, objecto de mis deseos, centrode mis suspiros, archivo de mis pensamientos, paraíso de mis memo-rias y, finalmente, consumada gloria de la vida que poseo. Ésta,como digo, me mandó que partiese para estas justas y entrase enellas en su nombre, y le trujese alguna de las ricas joyas y preseasque en premio se les ha de dar a los venturosos aventureros vence-dores. Y voy cierto, y no poco seguro, de que no dejaré de llevárse-la, porque yendo ella conmigo, como va dentro de mi corazón, seráel vencimiento infalible, la vitoria cierta, el premio seguro y mis tra-

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bajos alcanzarán la gloria que por tan largos días he con tan infla-mado afecto deseado.

—Por cierto, señor don Álvaro Tarfe —dijo don Quijote—, queaquella señora tiene grandísima obligación a corresponder a los jus-tos ruegos de vuesa merced por muchas razones. La primera, por eltrabajo que toma vuesa merced en hacer tan largo camino en tiempotan terrible. La segunda, por el ir por sólo su mandado, pues con él,aunque las cosas sucedan al contrario de su deseo, habrá cumplidocon la obligación de fiel amante, habiendo hecho de su parte todo loposible. Mas suplico a vuesa merced me dé cuenta desa hermosaseñora, y de su edad y nombre y del de sus nobles padres.

—Menester era —respondió don Álvaro— un muy grande Cala-pino para declarar una de las tres cosas que vuesa merced me ha pre-guntado. Y, pasando por alto las dos postreras, por el respeto quedebo a su calidad, sólo digo de sus años que son diez y seis, y su her-mosura tanta, que a dicho de todos los que la miran, aun con ojosmenos apasionados que los míos, afirman della no haber visto, nosolamente en Granada, pero ni en toda la Andalucía, más hermosacriatura. Porque, fuera de las virtudes del ánimo, es sin duda blancacomo el Sol, las mejillas de rosas recién cortadas, los dientes de mar-fil, los labios de coral, el cuello de alabastro, las manos de leche y,finalmente, tiene todas las gracias perfetísimas de que puede juzgarla vista; si bien es verdad que es algo pequeña de cuerpo.

—Paréceme, señor don Álvaro —replicó don Quijote—, que nodeja ésa de ser alguna pequeña falta, porque una de las condicionesque ponen los curiosos para hacer a una dama hermosa es la buenadisposición del cuerpo; aunque es verdad que esta falta muchasdamas la remedian con un palmo de chapín valenciano; pero, quita-do éste, que no en todas partes ni a todas horas se puede traer, pare-cen las damas, quedando en zapatillas, algo feas, porque las basqui-ñas y ropas de sedas y brocados, que están cortadas a la medida de ladisposición que tienen sobre los chapines, les vienen largas de talmodo, que arrastran dos palmos por el suelo. Y así, no dejará esto deser alguna pequeña imperfeción en la dama de vuesa merced.

—Antes, señor hidalgo —dijo don Álvaro—, ésa la hallo yo por unamuy grande perfeción. Verdad es que Aristóteles, en el cuarto de sus

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Éticas, entre las cosas que ha de tener una mujer hermosa, cual él allíla describe, dice que ha de ser de una disposición que tire a lo grande.Mas otros ha habido de contrario parecer, porque la Naturaleza, comodicen los filósofos, mayores milagros hace en las cosas pequeñas quelas grande; y cuando ella en alguna parte hubiese errado en la forma-ción de un cuerpo pequeño, será más dificultoso de conocer el yerroque si fuese hecho en cuerpo grande. No hay piedra preciosa que no seapequeña; y los ojos de nuestros cuerpos son las partes más pequeñasque hay en él, y son las más bellas y más hermosas. Así que, mi sera-fín es un milagro de Naturaleza, la cual ha querido darnos a conocerpor ella cómo en poco espacio puede recoger, con su maravilloso arti-ficio, el inumerable número de gracias que puede producir; porque lahermosura, como dice Cicerón, no consiste en otra cosa que en unaconveniente disposición de los miembros, que con deleite mueve losojos de los otros a mirar aquel cuerpo, cuyas partes entre sí mesmas conuna cierta ociosidad se corresponden.

—Paréceme, señor don Álvaro —dijo don Quijote—, que vuesamerced ha satisfecho con muy sutiles razones a la objección quecontra la pequeñez del cuerpo de su reina propuse. Y, porque meparece que ya la cena, por ser poca, estará aparejada, suplico a vuesamerced nos entremos a cenar; que después, sobre cena, tengo unnegocio de importancia que tratar con vuesa merced, como con per-sona que tan bien sabe hablar en todas materias.

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CAPÍTULO SEGUNDO:

De las razones que pasaron entre don Álvaro Tarfe y don Quijotesobre cena, y cómo le descubre los amores que tiene con Dulcineadel Toboso, comunicándole dos cartas ridículas; por todo lo cual, elcaballero cae en la cuenta de lo que es don Quijote

D ESPUÉS de haber dado don Quijote razonablemente decenar a su noble huésped, por postre de la cena, levanta-dos ya los manteles, oyó de sus cuerdos labios las

siguientes razones: —Por cierto, señor Quijada, que estoy en estremo maravillado de

que, en el tiempo que nos ha durado la cena, he visto a vuesa mercedalgo diferente del que le vi cuando entré en su casa; pues en la mayorparte della le he visto tan absorto y elevado en no sé qué imaginación,que apenas me ha respondido jamás a propósito, sino tan ad Ephe-sios, como dicen, que he venido a sospechar que algún grave cuida-do le aflige y aprieta el ánimo; porque he visto quedarse a ratos conel bocado en la boca, mirando sin pestañear a los manteles, con talsuspensión que, preguntándole si era casado, me respondió: ¿Roci-nante? Señor, el mejor caballo es que se ha criado en Córdoba. Y poresto digo que alguna pasión o interno cuidado atormentará a vuesamerced, porque no es posible nazca de otra causa tal efecto; y talpuede ser que, como otras muchas veces he visto en otros, pueda qui-tarle la vida o, a lo menos, si es vehemente, apurarle el juicio. Y así,suplico a vuesa merced se sirva comunicarme su sentimiento, porquesi fuere tal la causa dél que yo con mi persona pueda remediarla, loharé con las veras que la razón y mis obligaciones piden. Pues, asícomo con las lágrimas, que son sangre del corazón, el mesmo desfo-ga y descansa y queda aliviado de las melancolías que le oprimenvaporeando por el venero de los ojos, así, ni más ni menos, el dolory aflicción, siendo comunicado, se alivian algún tanto, porque sueleel que lo oye, como desapasionado, dar el consejo que es más sano yseguro al remedio de la persona afligida.

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Don Quijote, entonces, le respondió:—Agradezco, señor don Álvaro, esa buena voluntad y el deseo

que muestra tener vuesa merced de hacérmela; pero es fuerza que losque profesamos el orden de caballería, y nos hemos visto en tantamultitud de peligros, ya con fieros y descomunales jayanes, ya conmalendrines, sabios o magos, desencantando princesas, matando gri-fos y serpientes, rinocerontes y endrigos, llevados de alguna imagi-nación destas, como son negocios de honra, quedemos suspensos yelevados, y puestos en un honroso éxtasi, como el en que vuesa mer-ced dice haberme visto, aunque yo no he echado de verlo. Verdades que ninguna cosa déstas, por ahora, me ha suspendido la imagi-nación; que ya todas han pasado por mí.

Maravillóse mucho don Álvaro Tarfe de oírle decir que había des-encantado princesas y muerto gigantes, y comenzó a tenerle porhombre que le faltaba algún poco de juicio; y así, para enterarsedello, le dijo:

—¿Pues no se podrá saber qué causa por ahora aflige a vuesamerced?

—Son negocios —dijo don Quijote— que, aunque a los caballe-ros andantes no todas las veces es lícito decirlos, por ser vuesa mer-ced quien es, y tan noble y discreto, y estar herido con la propia saetacon que el hijo de Venus me tiene herido a mí, le quiero descubrir midolor. No para que me dé remedio para él, que sólo me le puede daraquella bella ingrata y dulcísima Dulcinea, robadora de mi voluntad,sino para que vuesa merced entienda que yo camino y he caminadopor el camino real de la caballería andantesca, imitando en obras yen amores a aquellos valerosos y primitivos caballeros andantes quefueron luz y espejo de todos aquellos que, después dellos, han, porsus buenas prendas, merecido profesar el sacro orden de caballeríaque yo profeso, como fueron el invicto Amadís de Gaula, don Belia-nís de Grecia y su hijo Esplandián, Palmerín de Oliva, Tablante deRicamonte, el Caballero del Febo y su hermano Rosicler, con otrosvalentísimos príncipes, aun de nuestros tiempos, a todos los cuales,ya que les he imitado en obras y haciendas, los sigo también en losamores. Así que, vuesa merced sabrá que yo estoy enamorado.

Don Álvaro, como era hombre de sutil entendimiento, luego cayó

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en todo lo que su huésped podía ser, pues decía haber imitado a aque-llos caballeros fabulosos de los libros de caballería; y así, maravilladode su loca enfermedad, para enterarse cumplidamente della, le dijo:

—Admírome no poco, señor Quijada, que un hombre como vuesamerced, flaco y seco de cara, y que, a mi parecer, pasa ya de los cua-renta y cinco, ande enamorado; porque el amor no se alcanza sino conmuchos trabajos, malas noches, peores días, mil disgustos, celos,zozobras, pendencias y peligros, que todos estos y otros semejantesson los caminos por donde se camina al amor. Y si vuesa merced hade pasar por ellos, no me parece tiene sujeto para sufrir dos nochesmalas al sereno, aguas y nieves, como yo sé por experiencia que pasanlos enamorados. Mas dígame, vuesa merced, con todo: esa mujer queama ¿es de aquí del lugar o forastera?; que gustaría en estremo, sifuese posible, verla antes que me fuese, porque, hombre de tan buengusto como vuesa merced es, no es creíble sino que ha de haber pues-to los ojos en no menos que en una Diana efesina, Policena troyana,Dido cartaginense, Lucrecia romana o Doralice granadina.

—A todas ésas —respondió don Quijote— excede en hermosuray gracia; y sólo imita en fiereza y crueldad a la inhumana Medea.Pero ya querrá Dios que con el tiempo, que todas las cosas muda,trueque su corazón diamantino y, con las nuevas que de mí y misinvencibles fazañas terná, se molifique y sujete a mis no menosimportunos que justos ruegos. Así que, señor, ella se llama princesaDulcinea del Toboso (como yo don Quijote de la Mancha); si nuncavuesa merced la ha oído nombrar; que sí habrá, siendo tan célebrepor sus milagros y celestiales prendas.

Quiso reírse de muy buena gana don Álvaro cuando oyó decir laprincesa Dulcinea del Toboso, pero disimuló, porque su huésped nolo echase de ver y se enojase; y así, le dijo:

—Por cierto, señor hidalgo, o por mejor decir, señor caballero,que yo no he oído en todos los días de mi vida nombrar tal princesa,ni creo la hay en toda la Mancha, si no es que ella se llame por sobre-nombre Princesa, como otras se llaman Marquesas.

—No todos saben todas las cosas —replicó don Quijote—; peroyo haré antes de mucho tiempo que su nombre sea conocido, nosolamente en España, pero en los reinos y provincias más distantes

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del mundo. Esta es, pues, señor, la que me eleva los pensamientos;ésta me enajena de mí mismo; por ésta he estado desterrado muchosdías de mi casa y patria, haciendo en su servicio heroicas hazañas,enviándole gigantes y bravos jayanes y caballeros rendidos a suspies. Y, con todo eso, ella se muestra a mis ruegos una leona de Áfri-ca y una tigre de Hircania, respondiéndome a los papeles que leenvío, llenos de amor y dulzura, con el mayor desabrimiento y des-pego que jamás princesa a caballero andante escribió. Yo le escribomás largas arengas que las que Catilina hizo al Senado de Roma,más heroicas poesías que las de Homero o Virgilio, con más terne-zas que el Petrarca escribió a su querida Laura, y con más agrada-bles episodios que Lucano ni Ariosto pudieron escribir en su tiem-po, ni en el nuestro ha hecho Lope de Vega a su Filis, Celia, Lucin-da, ni a las demás que tan divinamente ha celebrado; hecho en aven-turas un Amadís, en gravedad un Cévola, en sufrimiento un Perianeode Persia, en nobleza un Eneas, en astucia un Ulises, en constanciaun Belisario y en derramar sangre humana un bravo Cid Campeador.Y, por que vuesa merced, señor don Álvaro, vea ser verdad todo loque digo, quiero sacar dos cartas que tengo allí en aquel escritorio:una que con mi escudero Sancho Panza la escribí en los días pasa-dos, y otra que ella me envió en respuesta suya.

Levantóse para sacarlas, y don Álvaro se quedó haciendo crucesde ver la locura del huésped, y acabó de caer en la cuenta de que élestaba desvanecido con los vanos libros de caballerías, teniéndolospor muy auténticos y verdaderos. Al ruido que don Quijote hizoabriendo el escritorio, entró Sancho Panza, harto bien llena la barri-ga de los relieves que habían sobrado de la cena. Y como don Qui-jote se asentó con las dos cartas en la mano, él se puso repantigadotras las espaldas de su silla para gustar un poco de la conversación.

—Ve aquí —dijo don Quijote— vuesa merced a Sancho Panza,mi escudero, que no me dejará mentir a lo que toca al inhumanorigor de aquella mi señora.

—Sí, a fe —dijo Sancho Panza— que Aldonza Lorenzo, aliasNogales (como así se llamaba la infanta Dulcinea del Toboso porproprio nombre, como consta de las primeras partes desta grave his-toria), es una grandísima… Téngaselo por dicho; porque, ¡cuerpo de

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San Ciruelo!, ¿ha de andar mi señor hendo tantas caballerías de díay de noche y hendo cruel penitencia en Sierra Morena, dándose decalabazadas y sin comer por una…? Mas quiero callar; allá se lohaya, con su pan se lo coma; que quien yerra y se enmienda, a Diosse encomienda; que una ánima sola ni canta ni llora; y cuando la per-diz canta, señal es de agua; y a falta de pan, buenas son tortas.

Pasara adelante Sancho con sus refranes si don Quijote no lemandara, imperativo modo, que callara; mas, con todo, replicódiciendo:

—Quiere saber, señor don Tarfe, lo que hizo la muy zurrada cuan-do la llevé esa carta que ahora mi señor quiere leer? Estábase en lacaballeriza la muy puerca, porque llovía, hinchendo un serón debasura con una pala, y cuando yo le dije que le traía una carta de miseñor (¡infernal torzón le dé Dios por ello!), tomó una gran paladadel estiércol que estaba más hondo y más remojado y arrojómele deboleo, sin decir “agua va”, en estas pecadoras barbas. Yo, como pormis pecados las tengo más espesas que escobilla de barbero, estuvedespués más de tres días sin poder acabar de agotar la porquería queen ellas me dejó perfetamente.

Diose, oyendo esto, una palmada en la frente don Álvaro, diciendo: —Por cierto, señor Sancho, que semejante porte que ése no le

merecía la mucha discreción vuestra. —No se espante vuesa merced —replicó Sancho—, que a fe que

nos ha sucedido a mí y a mi señor, andando por amor della en lasaventuras o desventuras del año pasado, darnos, pasadas de cuatroveces, muy gentiles garrotazos.

—Yo os prometo —dijo colérico don Quijote— que si me levan-to, don bellaco desvergonzado, y cojo una estaca de aquel carro, queos muela las costillas y haga que se os acuerde per omnia saeculasaeculorum.

—Amén —respondió Sancho.Levantárase don Quijote a castigarle la desvergüenza, si don

Álvaro no le tuviera el brazo y le hiciera volver a sentar en su silla,haciendo con el dedo señas a Sancho para que callase, con que lohizo por entonces. Y don Quijote, abriendo la carta, dijo:

—Ve aquí vuesa merced la carta que este mozo llevó los días

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pasados a mi señora, y juntamente la respuesta della, para que deambas colija vuesa merced si tengo razón de quejarme de su inaudi-ta ingratitud.

Sobreescrito de la carta:A la infanta Dulcinea del Toboso

Si el amor afincado, ¡oh bella ingrata!, que asaz bulle por los porosde mis venas, diera lugar a que me ensañara contra vuestra fermosura,cedo tomara venganza de la sandez con que mis cuitas os dan enojosoreproche. ¿Cuidades, dulce enemiga mía, que non atiendo con todasmis fuerzas en al que en desfacer tuertos de gente menesterosa? Maguerque muchas veces ando envuelto en sangre de jayanes, cedo el pensa-miento sin polilla está además ledo y tiene remembranza que está presopor una de las más altas fembras que entre las reinas de alta guisa fallarse puede. Empero, lo que agora vos demando es que, si alguna desme-suranza he tenido, me perdonedes; que los yerros por amare, dignos sonde perdonare. Esto pido de finojos ante vuestro imperial acatamiento.

Vuestro hasta el fin de la vida,El Caballero de la Triste Figura,

Don Quijote de la Mancha.

—Por Dios —dijo don Álvaro riéndose—, que es la más donosacarta que en su tiempo pudo escribir el rey don Sancho de León a lanoble doña Jimena Gómez, al tiempo que, por estar ausente della elCid, la consolaba. Pero, siendo vuesa merced tan cortesano, meespanto que escribiese esa carta ahora tan a lo del tiempo antiguo,porque ya no se usan esos vocablos en Castilla, si no es cuando sehacen comedias de los reyes y condes de aquellos siglos dorados.

—Escríbola desta suerte —dijo don Quijote— porque, ya queimito a los antiguos en la fortaleza, como son al conde Fernán Gon-zález, Peranzules, Bernardo y al Cid, los quiero también imitar enlas palabras.

—Pues ¿para qué —replicó don Álvaro— puso vuesa merced enla firma El Caballero de la Triste Figura?

Sancho Panza, que había estado escuchando la carta, dijo:

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—Yo se lo aconsejé, y a fe, en toda ella no va cosa más verdade-ra que ésa.

—Púseme el de la Triste Figura —añadió don Quijote— no porlo que este necio dice, sino porque la ausencia de mi señora Dulci-nea me causaba tanta tristeza, que no me podía alegrar; de la suerteque Amadís se llamó Beltenebros, otro el Caballero de los Fuegos,otro de las Imágenes o de la Ardiente Espada.

Don Álvaro le replicó:—Y el llamarse vuesa merced don Quijote, ¿a imitación de quién

fue?—A imitación de ninguno —dijo don Quijote—, sino, como me

llamo Quijada, saqué deste nombre el de don Quijote el día que medieron el orden de caballería. Pero oiga vuesa merced, le suplico, larespuesta que aquella enemiga de mi libertad me escribe.

Sobreescrito:A Martín Quijada, el mentecapto:

El portador desta había de ser un hermano mío para darle la res-puesta en las costillas con un gentil garrote. ¿No sabe lo que le digo,señor Quijada? Que por el siglo de mi madre, que si otra vez me escri-be de emperatriz o reina, poniéndome nombres burlescos, como es A lainfanta manchega Dulcinea del Toboso, y otros semejantes que mesuele escribir, que tengo de hacer que se le acuerde. Mi nombre proprioes Aldonza Lorenzo o Nogales, por mar y por tierra.

—Vea vuesa merced si habrá en el mundo caballero andante, pormás discreto y sufrido que sea, que pueda sin morir tolerar semejan-tes razones.

—¡Oh, hideputa! —dijo Sancho Panza—. ¡Comigo las había dehaber la relamida! A fe que la había de her peer por ingeño; que, aun-que es moza forzuda, yo fío que, si la agarro, no se me escape deentre las uñas. Mi señor don Quijote es muy demasiado de blando.Si él la enviase media docena de coces dentro una carta, para quese la depositasen en la barriga, a fe que no fuera tan repostona. Sepavuesa merced que estas mozas yo las conozco mejor que un huevovale una blanca: si las hablan bien, dan al hombre el pescozón y

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pasagonzalo que le hacen saltar las lágrimas de los ojos. Sobre mí,que conmigo no se burlan, porque luego les arrojo una coz másredonda que de mula de fraile jerónimo; y más si me pongo los zapa-tos nuevos. ¡Mal año para la mula del preste Juan que mejor lasendilgue!

Levantóse riendo don Álvaro y dijo:—Por Dios, que si el rey de España supiese que este entreteni-

miento había en este lugar, que, aunque le costase un millón, procu-rara tenerle consigo en su casa. Señor don Quijote, ello hemos demadrugar, por lo menos una hora antes del día, por huir del Sol; yasí, con licencia de vuesa merced, querría tratar de acostarme.

Don Quijote dijo que su merced la tenía; y así, comenzó a desnu-darse para hacerle la cama, que en el mesmo aposento estaba, ymandó a Sancho Panza que le descalzase las botas. Llegaron en estoa quererlo hacer dos pajes del mesmo don Álvaro, que habían esta-do oyendo la conversación desde la puerta, pero no consintió San-cho Panza que otro que él hiciese tal oficio, de que gustó en estre-mo don Álvaro; el cual le dijo, mientras don Quijote salió afuera porunas peras en conserva para darle:

—Tirá, hermano Sancho, bien y tened paciencia.—Sí tendrán —respondió Sancho—, que no son bestias; y, aun-

que no soy don, mi padre lo era. —¿Cómo es eso? —dijo don Álvaro—. ¡Vuestro padre tenía don! —Sí, señor —dijo Sancho—, pero teníale a la postre. —¿Cómo a la postre? —replicó don Álvaro— ¿Llamábase Fran-

cisco Don, Juan Don o Diego Don? —No, señor —dijo Sancho—, sino Pedro el Remendón. Rieron mucho del dicho los pajes y don Álvaro, que prosiguió

preguntándole si era aún su padre vivo; y él respondió: —No, señor, que más ha de diez años que murió de una de las

más malas enfermedades que se puede imaginar. —¿De qué enfermedad murió? —replicó don Álvaro. —De sabañones —respondió Sancho.—¡Santo Dios! —dijo don Álvaro con grandísima risa—. ¿De

sabañones? El primero hombre que en los días de mi vida oí decirque muriese desa enfermedad fue vuestro padre, y así, no lo creo.

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—¿No puede cada uno —dijo Sancho— morir la muerte que leda gusto? Pues si mi padre quiso morir de sabañones, ¿qué se le daa vuesa merced?

En medio de la risa de don Álvaro y sus pajes, entró don Quijotey su ama, la vieja, con un plato de peras en conserva y una garrafade buen vino blanco y dijo:

—Vuesa merced, mi señor don Álvaro, podrá comer un par des-tas peras y, tras ellas, tomar una vez de vino, que le dará mil vidas.

—Yo beso a vuesa merced las manos —respondió don Álvaro—, señor don Quijote, por la merced que me hace, pero no podré ser-virle, porque no acostumbro comer cosa alguna sobre cena, que medaña y tengo larga esperiencia en mí de la verdad del aforismo deAvicena o Galeno que dice que lo crudo sobre lo indigesto engendraenfermedad.

—Pues, por vida de la que me parió —dijo Sancho—, que, aun-que ese Azucena o Galena, que su mercé dice, me dijese más latinesque tiene todo el abecé, así dejase yo de comer, habiéndolo a mano,como de escupir. ¡Mirá qué cuerpo de san Belorge! El no comer paralos castraleones, que se sustentan del aire.

—Pues, por vida de la que adoro —dijo don Álvaro tomando unapera con la punta del cuchillo—, que os habéis de comer ésta, conlicencia del señor don Quijote.

—¡Ah, no! Por su vida, señor don Tarfe —respondió Sancho—, queestas cosas dulces, siendo pocas, me hacen mal; aunque es verdad quecuando son en cantidad me hacen grandísimo provecho.

Con todo, la comió, y tras esto se puso don Álvaro en la cama,y a los pajes les hicieron otra junto a ella, do se acostasen, como lohicieron. En esto, dijo don Quijote a Sancho:

—Vamos, Sancho amigo, al aposento de arriba, que allí podremosdormir lo poco que de la noche queda; que no hay para qué irte ahoraa tu casa, que ya tu mujer estará acostada, y también que tengo unpoco que comunicar contigo esta noche sobre un negocio de impor-tancia.

—Pardiez, señor —dijo Sancho—, que estoy yo esta noche para darbuenos consejos, porque estoy redondo como una chueca. Sólo será lafalta que me dormiré luego, porque ya los bostezos menudean mucho.

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Subiéronse arriba tras esto ambos a acostar; y, puestos en unamisma cama, dijo don Quijote:

—Hijo Sancho, bien sabes o has leído que la ociosidad es madrey principio de todos los vicios, y que el hombre ocioso está dispues-to para pensar cualquier mal y, pensándolo, ponerlo por obra, y queel diablo de ordinario acomete y vence fácilmente a los ociosos, por-que hace como el cazador, que no tira a las aves mientras que las veandar volando, porque entonces sería la caza incierta y dificultosa,sino que aguarda a que se asienten en algún puesto, y, viéndolasociosas, les tira y las mata. Digo esto, amigo Sancho, porque veo queha algunos meses que estamos ociosos y no cumplimos: yo con elorden de caballería que recebí y tú con la lealtad de escudero fiel queme prometiste. Querría, pues (para que no se diga que yo he recebi-do en vano el talento que Dios me dio, y sea reprehendido comoaquel del Evangelio, que ató el que su amo le fió en el pañizuelo yno quiso granjear con él), que volviésemos lo más presto que serpudiese a nuestro militar ejercicio, porque en ello haremos doscosas: la una, servicio muy grande a Dios, y la otra, provecho almundo desterrando dél los descomunales jayanes y soberbios gigan-tes que hacen tuertos de sus fueros y agravios a caballeros meneste-rosos y a doncellas afligidas; y juntamente ganaremos honra y famapara nosotros y nuestros sucesores, conservando y aumentando la denuestros antepasados; tras que adquiriremos mil reinos y provinciasen un quita allá esas pajas, con que seremos ricos y enriqueceremosnuestra patria.

—Señor —dijo Sancho—, no tiene que meterme en el caletreesos guerreamientos, pues ya vee lo mucho que me costaron ese otroaño con la pérdida de mi rucio, que buen siglo haya; tras que jamásme cumplió lo que mil veces me tenía prometido de que nos vería-mos, dentro de un año, yo adelantado o rey por lo menos, mi mujeralmiranta y mis hijos infantes; ninguna de las cuales cosas veo cum-plidas por mí (¿oye vuesa merced o duérmese?), y mi mujer tan MariGutiérrez se es hoy como ahora un año; así que yo no quiero perrocon cencerro. Y, fuera deso, si nuestro cura, el licenciado PeroPérez, sabe que queremos tornar a nuestras caballerías, le tiene demeter a vuesa merced con una cadena por unos seis o siete meses en

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domus Getro, que dicen, como la otra vez; y así, digo que no quieroir con vuesa merced; y déjeme dormir, por vida suya, que ya se mevan pegando los ojos.

—Mira, Sancho —dijo don Quijote—, que yo no quiero quevayas como la otra vez; antes, quiero comprarte un asno en quevayas como un patriarca, mucho mejor que el otro que te hurtó Gine-sillo; y, en fin, iremos ambos con mejor orden, y llevaremos dinerosy provisiones y una maleta con nuestra ropa; que ya he echado dever que es muy necesario, porque no nos suceda lo que en aquellosmalditos castillos encantados nos sucedió.

—Aun desa manera —respondió Sancho—, y pagándome cadames mi trabajo, yo iré de muy buena gana.

Oyendo su resolución, alegre don Quijote, prosiguió diciendo: —Pues Dulcinea se me ha mostrado tan inhumana y cruel, y, lo

que peor es, desagradecida a mis servicios, sorda a mis ruegos,incrédula a mis palabras y, finalmente, contraria a mis deseos, quie-ro probar, a imitación del Caballero del Febo, que dejó a Claridana,y otros muchos que buscaron nuevo amor, y ver si en otra hallomejor fe y mayor correspondencia a mis fervorosos intentos, y verjuntamente… ¿Duermes, Sancho? ¡Ah, Sancho!

En esto, Sancho recordó diciendo:—Digo, señor, que tiene razón, que esos jayanazos son grandísi-

mos bellacos, y es muy bien que les hagamos tuertos. —¡Por Dios —dijo don Quijote— que estás muy bien en el cuen-

to! Estoyme yo quebrando la cabeza diciéndote lo que a ti y a mímás, después de Dios, nos importa, y tú duermes como un lirón. Loque digo, Sancho, es…, ¿entiendes?

—¡Oh! Reniego de la puta que me parió —dijo Sancho—. Déje-me dormir con Barrabás, que yo creo bien y verdaderamente cuantome dijere y piensa decir todos los días de su vida.

—Harto trabajo tiene un hombre —dijo don Quijote— que tratacosas de peso con salvajes como éste. Quiérole dejar dormir, que yo,mientras que no diere fin y cabo a estas honradas justas, ganando enellas el primero, segundo y tercero día las joyas de más importanciaque hubiere, no quiero dormir, sino velar, trazando con la imagina-ción lo que después tengo de poner por efecto, como hace el sabio

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arquitecto, que, antes que comience la obra, tiene confusamente ensu imaginativa todos los aposentos, patios, chapiteles y ventanas dela casa, para después sacallos perfetamente a luz.

En fin, al buen hidalgo se le pasó lo que de la noche quedabahaciendo grandísimas quimeras en su desvanecida fantasía: yahablando con los caballeros; ya con los jueces de las justas pidién-doles el premio, ya, finalmente, saludando con grandísima mesura auna dama hermosísima y ricamente aderezada, a quien presentabadesde’l caballo con la punta de la lanza una rica joya. Con estos yotros semejantes desvanecimientos, se quedó al cabo adormido.

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CÁPITULO XXXVI Y ÚLTIMO:

De cómo nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha fue lle-vado a Toledo por don Álvaro Tarfe y puesto allí en prisiones en

Casa del Nuncio, para que se procurase su cura.

CUANDO tuvo aprestada su vuelta para Córdoba donÁlvaro y estuvo despedido de todos los señores de quie-nes tenía obligación hacello en la corte, trazó la noche

antes de la partida que, para arrancar della a don Quijote, entrase uncriado del Archipámpano en casa cuando acabasen de cenar, vestidode camino y con galas, como que venía de Toledo en nombre de lainfanta Burlerina a buscarle para que fuese en su compañía luegocon toda diligencia a decercar la ciudad y libralla de las molestiasque le hacía el alevoso príncipe de Córdoba. Túvole tan bien ins-truido, así de lo que había de hacer y decir a don Quijote cuando lediese el recado como por el camino y en Toledo (donde por ordendel Archipámpano le había de acompañar, para mayor encubrir elengaño y traerle nuevas dél y del modo que quedaba), que, llegandola señalada noche y hora, a la que acababan de cenar en casa delpríncipe Perianeo con él en su mesa don Carlos, don Quijote y donÁlvaro, apenas él hubo dado aviso a don Quijote de cómo se partíael día siguiente para Córdoba, diciéndole si mandaba algo para Tole-do, donde había de pasar, cuando entró por la sala el dicho paje delArchipámpano, gallardamente aderezado, el cual, después de habersaludado cortésmente a todos los circunstantes, se volvió a don Qui-jote y le dijo:

—Caballero Desamorado, la infanta Burlerina de Toledo, cuyopaje soy, te besa las manos humilmente y suplica, cuan encarecida-mente puede, que te sirvas de partir mañana sin falta conmigo a laligera y sin ruido, a la gran ciudad de Toledo, donde ella y su afligi-do padre y lo mejor y más lucido del reino te está por momentosaguardando, pues no faltan más de tres días para cumplirse los cua-

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renta que el enemigo príncipe de Córdoba les tiene dado de plazopara deliberar o la entrega de la ciudad o el rendimiento de las inhu-manas parias que les tiene pedido; y si tú con tu valeroso brazo nolos socorres, sin duda serán miserablemente todos muertos, la ciu-dad saqueada, quemados los templos, y los cimientos de torres yalmenas ocuparán las alegres calles, sirviéndoles sus piedras de cal-zada y empedrado. La infanta, mi señora, y el rey, por cierto postigoque el enemigo no sabe, te está esperando con todos los mejorescaballeros de su corte, para que otro día antes que amanezca, tocan-do de repente al arma, con la voz y favor de Santiago, les demos,cogiéndolos descuidados, un asalto tal, que quede el enemigo, comosin duda lo quedará, vencido, y tú vencedor. Tras lo cual serás, si tepareciere, aunque sea corto premio de tus inauditas grandezas, casa-do con la hermosísima infanta Burlerina, la cual ha desechado aotros muchos hijos de reyes y príncipes, sólo por casar contigo. Portanto, valeroso caballero, vete luego a reposar para que, tomando lamañana, lleguemos a buena hora a la imperial ciudad de Toledo,que espera tu favor por momentos.

Don Quijote, con mucha pausa, le respondió diciendo:—A muy buen tiempo habéis llegado, venturoso paje, pues podré

ir en esta ocasión acompañando al señor don Álvaro, que me acabade decir que también por la mañana ha de partir para Toledo. Portanto, no hay sino que aderecéis todo lo necesario para que en ama-neciendo partamos juntos y pueda yo llegar con tan honrada com-pañía a socorrer al rey vuestro señor y a la infanta Burlerina, sobri-na del sabio Alquife, mi buen amigo. Verdad es que no soy de pare-cer de que se me trate deso que decís de casarme con dicha infantadespués de vencido y muerto el alevoso príncipe de Córdoba, sucontrario, y saqueado su campo; que, en efeto, siendo conocido enel mundo por Caballero Desamorado, no será razón que ande enamores hasta pasar primero algunas docenas de años. Pues podríasuceder, como ha sucedido muchas veces a otros caballeros andan-tes, que andando yo por tanta y tan varia multitud de reinos y pro-vincias, me encontrase y aun enamorase de alguna infanta de Babi-lonia, Transilvania, Trapisonda, Tolomaida, Grecia o Constantino-pla. Y si esto me sucede, cual confío, desde aquel día me tengo de

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llamar el Caballero del Amor, pues pasaré notables trabajos, peli-gros y dificultades por el que a dicha infanta tendré, hasta que, des-pués de haber librado su reino o imperio del fortísimo enemigo quele tendrá cercado, le descubriré mi amor a dicha infanta en su mismoaposento, do entraré bien armado con atentados pasos por un jardín,guiado por una sabia camarera suya, una noche obscura. Y si bien alprincipio, por ser pagana, se azorará de oírme soy cristiano, todavía,prendada de mis partes y obligada de las razones con que le persua-diré la verdad de nuestra santa religión, se casará conmigo conpúblicas fiestas, bautizada ella y todo su reino; pero sucederme hantales y tan notables guerras por ciertos motines de envidiosos vasa-llos, que darán bien que contar a los historiadores venideros.

Viendo don Álvaro que ya comenzaba a disparatar, se levantódiciendo:

—Vámonos a reposar, señor don Quijote, porque hemos demadrugar mucho para llegar con tiempo a Toledo, por lo que hay depeligro en la tardanza.

Y dicho esto, se volvió al paje diciéndole:—Y vos, discreto embajador de la noble infanta Burlerina, idos

luego a cenar y después a acostar en la cama que el mayordomo osseñalare.

Salióse el paje de la sala, y con él los demás, yéndose todos a suscamas, sin reparar don Quijote más en Sancho que si nunca le hubie-ra visto, que fue particular permisión e Dios. Verdad es que a lamañana, en levantándose, a la que ensillaban los criados de donÁlvaro y paje del Archipámpano, preguntó por el escudero; masdivirtióle el humor don Álvaro diciéndole que no cuidase dél, por-que ya se aprestaba para seguirles y que poco a poco se verníadetrás, como otras veces solía.

Tras esto y tras almorzar bien y despedirse del príncipe Perianeoy de don Carlos, se salieron de la corte y caminaron para Toledo,ofreciéndoseles por el camino graciosísimas ocasiones de reír, parti-cularmente en Getafe y Illescas. Llegados a la vista de Toledo, dijodon Quijote al paje de la infanta Burlerina:

—Paréceme, amigo, que sería bien, antes de entrar en la ciudad,dar una gentil ruciada al campo del enemigo, pues vengo yo bien

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armado, y él muestra estar descuidado del azote que tan cerca tienensobre sí sus arrogancias en mi esfuerzo, pues sería empezar a hacer-le bajar la cresta, que tan engreída tiene.

El paje le respondió:—El orden, señor, que del rey e infanta traigo es que sin rumor

alguno vamos adonde nos están esperando. —Discretísimo es ese orden —añadió don Álvaro—, pues no hay

duda sino que sería poner en contingencia la vitoria, si les diesevuesa merced la menor ocasión del mundo para prevenirse, y ten-dríanla grande de hacello con el rumor que haríamos, pues es ciertoque, en sintiéndonos, darían aviso las despiertas centinelas de quehay enemigos.

—Digo —dijo don Quijote— que quiero seguir ese parecer comomás acertado, pues por lo menos me asegura de que los cogeré derepente. Y así, vos, paje de la infanta Burlerina, guiad por dondehabemos de entrar sin ser sentidos; pero id prevenido de que si solossomos, tengo de hacer antes que entre en la ciudad una sanguino-lenta riza destos andaluces paganos que se han atrevido a llegar a lossacros muros de Toledo.

El paje fue caminando un poco adelante, guiando derecho haciala puerta que llaman del Cambrón, dejando a la mano izquierda lade Bisagra. Mas, como don Quijote no viese rumor de gente de gue-rra alrededor de la ciudad, y viese por otra parte entrar y salir libre-mente por la puerta de Bisagra todos cuantos querían, dijo maravi-llado al paje:

—Decidme, amigo, el príncipe de Córdoba, ¿dónde tiene asenta-do su campo, que no veo por aquí ningún aparato de guerra?

—Señor —respondió él—, es astuto el enemigo, y así, se ha alo-jado a la otra parte del río, adonde nuestra artillería no le puede hacermal ni ofender.

—Por cierto —dijo don Quijote—, que él sabe poco del arte mili-tar, pues no echa de ver el necio que, dejando estas dos puertas libresy desembarazadas, pueden los de adentro meter fácilmente los soco-rros y provisiones que les pareciere, como en efeto lo meten todo hoycon sola mi entrada; pero, en fin, no todos saben todas las cosas.

Entraron por la puerta del Cambrón, como digo, y don Quijote iba

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por las calles mirando a todas partes cuándo y por dónde le saldríana recebir el rey, infanta y grandes de la corte. Don Álvaro fingió a laentrada del lugar que se quería quedar a aguardar a Sancho, porpoderse entrar libremente y sin el acompañamiento de muchachosque don Quijote llevaba, en la posada do había de aposentarse, comoen efeto lo hizo, enviando dos o tres criados suyos en compañía delpaje del Archipámpano y de don Quijote, con los cuales, y con unamultitud increíble de niños que le seguían viéndole armado, llegó eltriste, sin pensar, a las puertas de la Casa del Nuncio, y quedándoseen ellas para su guarda los criados de don Álvaro, se entró solo conél y un mozo de mulas que le tuvo a Rocinante. El paje del Archi-pámpano, en apeándose, dijo a don Quijote:

—Vuesa merced, señor caballero, se esté aquí mientras subo arri-ba a dar cuenta a la señora infanta de su secreta y deseada venida.

Y subiéndose una escalera arriba, se quedó solo en medio delpatio don Quijote; y, mirando a una parte y a otra, vio cuatro o seisaposentos con rejas de hierro, y dentro dellos muchos hombres, delos cuales unos tenían cadenas, otros grillos y otros esposas, y delloscantaban unos, lloraban otros, reían muchos y predicaban no pocos,y estaba, en fin, allí cada loco con su tema. Maravillado don Quijo-te de verlos, preguntó al mozo de mulas:

—Amigo, ¿qué casa es ésta? O dime, ¿por qué están aquí estoshombres presos, y algunos con tanta alegría?

El mozo de mulas, a quien ya habían instruido don Álvaro y elpaje del Archipámpano del cómo se había de haber con él, le res-pondió:

—Señor caballero, vuesa merced ha de saber que todos estos queestán aquí son espías del enemigo, a los cuales habemos cogido denoche dentro de la ciudad, y los tenemos presos para castigarloscuando nos diere gusto.

Prosiguió don Quijote preguntándole:—Pues ¿cómo están tan alegres?Respondióle el mozo:—Estánlo tanto, porque les han dicho que de aquí a tres días se

entrega la ciudad al enemigo, y así, la esperada vitoria y libertad leshace no sentir los trabajos presentes.

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Estando en esto, salió de un aposento, con un caldero en la mano,un mozo, el cual era de los locos que iban ya cobrando un poco dejuicio, y cuando oyó lo que el mozo de mulas había dicho a don Qui-jote, dio una grandísima risada, diciendo:

—Señor armado, este mozo le engaña, y sepa que esta casa es lade los locos, que llaman del Nuncio, y todos los que están en ellaestán tan faltos de juicio como vuesa merced; y si no, aguárdese unpoco, y verá como bien presto le meten con ellos. Que su figura ytalle y el venir armado no prometen otra cosa sino que le traen enga-ñado estos ladrones de guardianes, para echalle una muy buenacadena y dalle muy gentiles tundas hasta que tenga seso, aunque lepese, pues lo mismo han hecho conmigo.

El mozo le dijo que callase, que era un borracho y que mentía. —En buena fe —replicó el loco—, que si vos no creéis que yo

digo la verdad, también apostaré que venís a lo mesmo que estepobre armado.

Con esto, don Quijote se apartó dél riendo y se llegó bien a unade aquellas rejas, y, mirando con atención quién estaba dentro, vio aun hombre puesto en tierra en cuclillas, vestido de negro, con unbonete lleno de mugre en la cabeza, el cual tenía una gruesa cadenaal pie y en las dos manos unos sutiles grillos que le servían de espo-sas. Estaba mirando de hito en hito al suelo, tan sin pestañear, queparecía estaba en una profundísima imaginación, al cual como viesedon Quijote, dijo:

—¡Ah, buen hombre!, ¿qué hacéis aquí? Y, levantando el encarcelado con gran pausa la cabeza y viendo a

don Quijote armado de todas piezas, se fue poco a poco llegando ala reja y, arrimado a ella, se estaba sin hablar palabra mirándole aten-tísimamente, de lo cual el buen Caballero estaba maravillado, y másviendo que, a más de veinte preguntas que le hizo, a ninguna respon-día ni hacía otra cosa más que miralle de arriba abajo. Pero, al cabode un gran rato, se puso en seco a reír con muestras de grande gusto,y luego comenzó a llorar amarguísimamente, diciendo:

—¡Ah, señor caballero! Y si supieseis quién soy, sin duda osmovería a grandísima lástima, porque habéis de saber que en profe-sión soy teólogo; en órdenes, sacerdote; en filosofía, Aristóteles; en

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medicina, Galeno; en cánones, Ezpilcueta; en astrología, Ptolomeo;en leyes, Curcio; en retólica, Tulio; en poesía, Homero; en música,Enfión. Finalmente, en sangre, noble; en valor, único; en amores,raro; en armas, sin segundo, y en todo, el primero. Soy principio dedesdichados y fin de venturosos. Los médicos me persiguen porqueles digo con Mantuano:

His, etsi tenebras palpent, est data potestas excruciandi aegros hominesque impune necandi.

[aunque anden en tinieblas, a éstos se les ha dado poder paraescudriñar a los enfermos y matar impunemente a los hombres]

Los poderosos me atormentan porque con Casaneo les digo: Omnia sunt hominum tenui pendentia filo, et subito casu quae valuere ruunt.

[todas las cosas de los hombres están pendientesde un tenue hilo,y en repentina caída se derrumba lo que tiene vigor]

Los temerosos, odiosos y avaros, me querrían ver abrasado, por-que siempre traigo en la boca:

Quatuor ista, timor odium, dilectio, sensus, saepe solent hominum rectos pervertite sensus.

[estas cuatro cosas, temor, odio, amor y sentidos, trastocan confrecuencia el juicio de los hombres]

Los detractores no me dejan vivir, porque les digo han de restituirla fama; cualquier que dice cosa que la tizna:

Imponens, augens, manifestans, in malum vertens qui negat aut minuit, tacuit, laudatve remisse.

[el que niega, disminuye, calla o alaba reticentemente, es embau-cador, exagerado, delator o inclinado a la maldad]

Los poetas me tienen por hereje, porque les digo, del afecto conque leen sus versos, lo de Horacio:

Indoctum, doctumque fugat recitator acerbus, quem vero arripuit tenet, occiditque legendo,

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non missura cutem nisi plena cruoris hirudo. [el recitador incorregible pone en fuga al ignorante y al letrado;

pero a quien agarra le mata leyéndole (sus versos): no soltará supellejo sino se llena de sangre, como la sanguijuela]

Y con ellos me aborrecen los historiadores, porque les digo: Exiit in inmensum fecunda licentia vatum, obligant historica nec sua verba fide.

[aboga al infinito la fecunda inspiración de los poetas, pero suspalabras no tienen la fidelidad de lo histórico]

Los soldados no pueden llevar que les anteponga las letras y lesdiga lo de Alciato:

Cedant arma togae, et quamvis durissima corda eloquio pollens ad sua vota trahit.

[cedan las armas a la toga; y por muy duros que señan los áni-mos, el hábil en elocuencia los arrastra a sus deseos]

Los letrados no pueden tolerar les dé en rostro, viéndolos hablaren cosas de leyes tan sin guardar la de Dios, con el recato de sus pre-decesores sabios, que decían:

Erubescimus dum sine lege loquimur. [nos ponemos rojos de vergüenza cuando hablamos sin ley]

Las damas me arman mil zancadillas, porque publico dellas: Sidera non tot habet caelum, nec flumina pisces quot scelerata gerit faemina mente dolos.

[no tiene el cielo tantas estrellas ni peces los ríos como engañosguarda en su mente la mujer maliciosa]

Las casadas reniegan de que haya quien diga dellas: Pessima res uxor, poterit tamen utilis esse si propere moriens det tibi quidquid habet.

[tu mujer es la cosa peor, pero puede serte útil si al morir prema-turamente te deja lo que tiene]

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Las niñas no toleran oír: Verba puellarum foliis leviora caducis irritaque, ut visum est, ventus, et aura ferunt.

[palabras de chiquillas, más leves que las hojas caducas: el vien-to y las auras se las llevan, como frívolas que son]

y también:Ut corpus teneris, sic mens infirma puellis.

[así como son débiles en su cuerpo, así también es flaca la menteen las muchachas]

Las hermosas fisgan de oír que Formosis levitas semper amica fuit,

[la liviandad siempre fue amiga de las hermosas]

con ser verdad que de todas se puede decir: Quid sinet inausum faeminae praeceps furor?

[¿qué locura mayor, antes no acometida, faltará en la mujer?]

Los ociosos amantes querrían se desterrase del mundo mi lengua,que les repite:

Otium si tollas periere Cupidinis artes, contemptaeque iacent et sine luce faces.

[si suprimes el ocio, perecerán las flechas de Cupido y las antor-chas yacerán despreciadas y sin detello]

Los sacerdotes se avergüenzan de que les repita lo que dijo Judicha los de su vieja ley:

Et nunc, fratres, quoniam vos estis presbiteri in populo Dei, et exvobis pendet anima illorum, ad eloquium vestrum corda eorum erigite.

[y ahora, hermanos, puesto que sois los ancianos en el pueblo deDios y de vosotros está pendiente su alma, levantad con vuestra elo-cuencia sus corazones]

La real potencia que, como el amor, no admite compañía, Non bene cum sociis regna Venusque manent,

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[los reinos y Venus no se mantienen bien con sus aliados]es tal, que se verifica bien della lo que dijo Ovidio en cierta epís-

tola; respondió una reina recuestada a su galán: Sic meus hinc vir abest, ut me custodiat absens. An nescis longas regibus esse manus?

[mi hombre se ausenta, pero de tal modo, que, ausente, me vigila]

Ésas, pues, ¡oh valerosísimo príncipe!, son las que me tienen aquíporque reprehendo la razón de Estado, fundada en conservación debienes de fortuna, a los cuales llama el Apóstol estiércol con que-brantamiento de la ley de Dios, como si, guardándola, de humildesprincipios no hubiera subido a ser David poderoso rey y capitáninvicto el gran Macabeo Judas, o como si no supiéramos que todoslos reinos, naciones y provincias que con prudencia de carne y dehijos deste siglo han tratado de ensanchar sus estados los han des-truido miserablemente.

Proseguía el loco su tema con tan grande asombro de don Quijo-te, que, viendo no le dejaba hablar, le dijo a gritos:

—Amigo sabio, yo no os conozco ni he visto en mi vida; perohame dado tanta pena la prisión de persona tan docta, que no piensosalir de aquí hasta daros la preciosa libertad, aunque sea contra lavoluntad del rey y de la infanta Burlerina su hija, que este real pala-cio ocupan. Por tanto, traedme vos, que estáis con ese caldero en lamano, las llaves luego aquí de este aposento, y dejad salir libre, sanoy salvo dél a este gran sabio, porque así es mi voluntad.

Luego que esto oyó el loco del caldero, comenzó a decir riendo: —¡Ea, que ciertos son los toros! A fe que habéis venido a purgar

vuestros pecados en buena parte; en mala hora acá entrastes. Y, dichas estas razones, se subió la escalera arriba, y el loco clé-

rigo dijo a don Quijote: —No crea, señor, a persona desta casa; porque no hay más ver-

dad en ninguno della que en impresión de Ginebra. Pero, si quiereque le diga la buena ventura en pago de la buena obra que me ha dehacer con darme la libertad que me ofrece, déme la mano por estareja, que le diré cuanto le ha sucedido y le ha de suceder, porque sémucho de quiromancia.

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Quitóse don Quijote la manopla, creyéndole sencillamente, ymetió la mano por entre la reja, pero apenas lo hubo hecho, cuando,sobreviniéndole al loco una repentina furia, le dio tres o cuatrobocados crueles en ella, asiéndole a la postre el dedo pulgar con losdientes, de suerte que faltó harto poco para cortársele a cercen.Comenzó con el dolor a dar voces, a las cuales acudieron el mozo demulas y otros tres o cuatro de la casa, y tiraron dél tan recio, quehicieron que el loco le soltase, quedándose riendo muy a su placeren la gavia. Don Quijote, en sentirse herido y suelto, se hizo unpoco afuera y, metiendo mano a su espada, dijo:

—Yo te juro, ¡oh falso encantador!, que si no fuera porque esmengua mía poner manos en semejante gente cual vosotros sois, quetomara bien presto venganza de tamaño atrevimiento y locura.

A esta sazón, bajaron con el paje del Archipámpano cinco o seisde los que tenían cuenta de la casa; y, como vieron a don Quijote conla espada en la mano y que le corría mucha sangre della, sospechan-do lo que podía ser, se llegaron a él diciéndole:

—No muera más gente, señor caballero armado.Tras lo cual, uno le asió de la espada y otros de los brazos, y los

demás comenzaron a desarmarle, haciendo él toda la resistencia quepodía. Pero aprovechóle poco; con que en breve rato le metieron enuno de aquellos aposentos muy bien atado, do había una limpiacama con su servicio. Y, estando algo sosegado, después de haberleencomendado el paje del Archipámpano a los mayordomos de lacasa con notables veras y dícholes su especie de locura y las cali-dades de su persona, y de dónde y quién era, habiéndoles dado paramás obligarles alguna cantidad de reales, le dijo a don Quijote:

—Señor Martín Quijada, en parte está vuesa merced adondemirarán por su salud y persona con el cuidado y caridad posible; yadvierta que en esta casa llegan otros tan buenos como vuesa mer-ced y tan enfermos de su proprio mal, y quiere Dios que en brevesdías salgan curados y con el juicio entero que al entrar les faltaba.Lo mismo confío será de vuesa merced, como vuelva sobre sí y olvi-de las leturas y quimeras de los vanos libros de caballerías que a talextremo le han reducido. Mire por su alma y reconozca la mercedque Dios le ha hecho en no permitir muriese por esos caminos a

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manos de las desastradas ocasiones en que sus locuras le han pues-to tantas veces.

Dicho esto, se salió, y fue con los criados de don Álvaro en la posa-da en que estaba, a quien dio cuenta de todo, como hizo al Archipám-pano, vuelto a la Corte. Detúvose don Álvaro algunos días en Toledo,y aun visitó y regaló a don Quijote y le procuró sosegar cuanto le fueposible, y obligó con no pocas dádivas a que hiciesen lo mesmo a lossobrestantes de la casa, y encomendó cuanto le fue posible a los ami-gos graves que tenía en Toledo el mirar por aquel enfermo, pues enello harían grandísimo servicio a Dios, y a él particularísima merced.Tras lo cual dio la vuelta felizmente a su patria y casa.

Estas relaciones se han podido sólo recoger, con no poco trabajo,de los archivos manchegos, acerca de la tercera salida de don Qui-jote; tan verdades ellas, como las que recogió el autor de las prime-ras partes que andan impresas. Lo que toca al fin desta prisión y desu vida, y de los trabajos que hasta que llegó a él tuvo, no se sabe decierto. Pero barruntos hay y tradiciones de viejísimos manchegos deque sanó y salió de dicha Casa de Nuncio; y, pasando por la Corte,vio a Sancho, el cual como estaba en prosperidad, le dio algunosdineros para que se volviese a su tierra, viéndole ya al parecer asen-tado; y lo mismo hicieron el Archipámpano y el príncipe Perianeo,para que mercase alguna cabalgadura, con fin de que se fuese conmás comodidad; porque Rocinante dejólo don Álvaro en la Casa delNuncio, en servicio de la cual acabó sus honrados días, por más queotros digan lo contrario.

Pero, como tarde la locura se cura, dicen que, en saliendo de laCorte, volvió a su tema, y que, comprando otro mejor caballo, se fuela vuelta de Castilla la Vieja, en la cual le sucedieron estupendas yjamás oídas aventuras, llevando por escudero a una moza de solda-da que halló junto a Torre de Lodones, vestida de hombre, la cual ibahuyendo de su amo porque en su casa se hizo o la hicieron preñada,sin pensarlo ella, si bien no sin dar cumplida causa para ello; y conel temor se iba por el mundo. Llevóla el buen caballero, sin saberque fuese mujer, hasta que vino a parir en medio de un camino, enpresencia suya, dejándole sumamente maravillado el parto. Y,haciendo grandísimas quimeras sobre él, la encomendó, hasta que

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volviese, a un mesonero de Val de Estillas y él, sin escudero, pasópor Salamanca, Ávila y Valladolid, llamándose el Caballero de losTrabajos, los cuales no faltará mejor pluma que los celebre.

Aquí da fin la Segunda Partede la historia del ingenioso hidalgo

don Quijote de la Mancha

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BIO-BIBLIOGRAFÍA DE CRISTÓBAL SUÁREZDE FIGUEROA (1571 – 1644?)

F IGUEROA fue un escritor de mérito no común, si bien suextensa labor literaria no obtuvo la estimación debida. Aun-que no pueda ser clasificado entre los más grandes escritores,

debémosle honores como un hombre de profundos principios mora-les y como un infatigable campeón de los más altos ideales literariosy políticos. La fortuna rara vez le sonrió en su camino, pero él per-severó abnegadamente, rehusando toda clase de procedimientosindignos para alcanzar el triunfo. Sus convicciones fueron demasia-do enérgicas para impulsarle a solicitar el favor popular, y su vida sevio amargada por disputas con sus contemporáneos.

Los más de sus libros fueron escritos como medio de vivir, y sólocon su ayuda pudo prolongar una existencia de escaseces. Casi sinexcepción, yacen hoy cubiertos de polvo en las librerías de España,y su lectura se ha limitado a los investigadores de las letras españo-las. Sin embargo, su traducción de El pastor Fido es obra de granmérito, La constante Amarilis es de las mejores novelas del géneropastoril, y El pasajero es quizá el mejor documento que poseemospara el estudio de la sociedad española de comienzos del siglo XVII.

* * *

Cristóbal Suárez de Figueroa nació en Valladolid hacia el año1571. Esta fecha se deduce de una referencia en su obra Varias noti-cias importantes a la humana comunicación (publ. en 1621, peroterminada en 1620), en la cual cuenta cómo había dejado España 32años antes, o sea en 1588; y en El pasajero (1617) dice haber aban-donado su hogar a la edad de 17 años, lo cual hace colocar la fechade su nacimiento próximamente en 1571.

Figueroa refiere la tradición concerniente al origen de su apellidoen el Libro XI de su poema épico España defendida (1612): Confi-nados los cristianos en las montañas de Asturias y Galicia, Bativa,

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joven gallego, cortejaba a la hermosa doncella Rosarda. Llegó porentonces de una partida de moros que exigieron el tributo de las ciendoncellas. Los cristianos, débiles para resistir, echaron suertes, ycorrespondió a Rosarda ser una de las víctimas. Bativa, sin embar-go, ayudado de unos cuantos compañeros, sale al encuentro de losmoros, y desgajando, a falta de armas, algunos árboles, los pone enfuga; por lo cual, al regresar de la victoria, tomó cinco hojas dehiguera por blasones. Esta historia apareció primeramente en la lite-ratura española en la Vida de San Millán VIDA DE SAN MILLÁN,de Berceo, versos 369-374, y forma el asunto de la comedia de Lopede Vega Las doncellas Simancas.

Quizá su familia tuviese lejano parentesco con los duques deFeria, una de las más nobles familias de España, y cuyo apellido eraSuárez de Figueroa. En la España defendida, habla en términosencomiásticos de don Lorenzo Suárez de Figueroa, que había servi-do a su nación en varias misiones importantes. En la BibliotecaNacional de Madrid, un ejemplar (signatura R15892) de la biografíadel marqués de Cañete escrita por Figueroa, contiene una notamanuscrita que puede arrojar alguna luz sobre este punto. En laIntroducción, donde se habla de Figueroa como natural de Vallado-lid, la palabra natural está tachada, y se ha puesto en su lugar veci-no; y al margen se escribió: “natural de Badajoz, de la casa de losduques de Feria, tío de don Diego Suárez de Figueroa, tambiénfamoso escritor”. Figueroa había nacido en Valladolid, y no enBadajoz, pero la nota tiende a confirmar la creencia de que teníaalguna relación con la familia de Feria. Este asunto del apellidoFigueroa, como veremos, tuvo repercusión.

En septiembre de 1630, varios años despuès de haber regresado aItalia, Figueroa compareció ante el tribunal de la Inquisición deNápoles. Declaró que había nacido en Valladolid de nobles padres,aunque eso quizá no quiera decir más de que procedían de La Mon-taña. Ni todos los montañeses eran nobles, ni, como decía Quevedo,“todos los solares / han de ser de la Montaña”. Aunque es muy cier-to lo que hacía notar Fray Antonio de Guevara: “Cuando pregunta-mos a un vecino del Potro de Córdoba, del Zocodover de Toledo, delCorrillo de Valladolid o del Azoguejo de Segovia, que de dónde es

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natural, luego dice que es verdad haber él nacido en aquella tierra,mas sus abuelos vinieron de La Montaña”.

Su padre había salido de La Coruña con escasos recursos, pasandoa Valladolid, donde se dedicó al ejercicio de la abogacía. En los Librosde Acuerdos de la Chancillería de Valladolid figuran varios Figuero-as, pero lo más probable es que se tratase de Luis de Figueroa. Eljoven Cristóbal estudió Leyes en la universidad de Valladolid, donde,según él mismo indica en El pasajero, asistió cuatro cursos.

El muchacho no congeniaba con su padre, y cuando tenía 17años, observó signos de parcialidad por parte de sus padres hacia suhermano, delicado y achacoso. Esto despertó su envidia, y determi-nó marchar a Italia. No se afectó por la pena que con su partida cau-saba a sus padres, y les dijo que no regresaría a España hasta que notuviera un modo de vivir, palabra que cumplí. Encontramos ya en eljoven de 17 años algunas de las características que veremos desarro-lladas y acentuadas en el curso de su vida: un carácter insociable eirascible, que le atrajo más tarde en su carrera muchos enemigos, ysu terquedad y perseverancia cuando una vez se afirmaba en unaresolución.

En lo sucesivo, su vida estaría más íntimamente relacionada conItalia que con su propio país, y en aquella tierra encontraría algunarecompensa cuando España le negó el reconocimiento a que creíatener derecho.

* * *

Una vez en Italia, continuó resueltamente sus estudios en Boloniao Pavía. Un año empleó, probablemente de 1588 a 1589, en estudiarDerecho Civil y Canónico, recibiendo después su doctorado enambos Derechos. Dice en El pasajero: Hubo poco menester paraconseguir honroso grado en Italia, quien llevaba ya en el cuerpocuatro apretados cursos de su Universidad. Además, da amplio tes-timonio en sus últimas obras, especialmente en las Varias noticias,de no haber descuidado los estudios clásicos.

Figueroa tenía poco más de 18 años cuando terminó su carrera enla Universidad. Probablemente estuvo un año en Milán, y en 1591.

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Luego fue enviado como Auditor de algunas tropas españolas queestaban sirviendo en Piamonte contra Francia. Sus deberes eran ase-sorar en las cuestiones legales a los funcionarios respectivos y deci-dir sobre asuntos civiles y criminales del Ejército, si bien la senten-cia era pronunciada por las autoridades militares. No conocemos conexactitud el término de este servicio, ni en qué campañas tomó parte,pero es lo cierto que estaba presente a la última toma del castillo deCavour en 1595. Con esta victoria la guerra de Piamonte tuvo tér-mino, y podemos inferir que su empleo militar terminó en 1595.Disuelto el ejército, volvió a Milán con una buena hoja de servicios.

Sabemos que por este tiempo Figueroa había desempeñado lossiguientes cargos: Auditor de la Infantería Española, habiendo servidoen el Piamonte y Saboya; Abogado Fiscal de la provincia de Martesanay Contrascritor de Blados (cerca de Milán); Juez de la ciudad de Tera-mo en el reino de Nápoles, y Comisario de la Colateral. No sabemoscuánto tiempo desempeñó cada uno de estos cargos; pero en el año de1600 hallábase en Nápoles, pues en sus Varias noticias describe un viajeque en este año hizo desde Nápoles a las costas de Berbería.

Hallábase ejerciendo su profesión en Nápoles cuando tuvo noticiade haber muerto su hermano y sus padres. Había rehusado volver asu hogar, porque presentía que las probabilidades de buen éxito eranmucho mayores en Italia que en Valladolid. Finalmente, sin embargo,el amor al país natal inclinó su decisión, y tornó a Valladolid a tresaños de calificada con título de Corte, esto es, en 1603 o 1604, pues-to que la Corte se había establecido en Valladolid en enero de 1601.

* * *

En lugar de la herencia que esperaba, sólo encontró deudas ypobreza. Sus tentativas para asegurarse una colocación por medioslegítimos no dieron resultado, y rehusó mendigar favores poniendopor delante sus méritos. En este apuro, recordó que, viéndose ame-nazado de grave riesgo de naufragio en el golfo de León, habíahecho promesa de ir en peregrinación a la iglesia de Santiago deCompostela, y decidió cumplir su voto.

Comenzó su peregrinación en agosto, probablemente en 1604,

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poco después de su regreso a España. Antes de llegar a Cuéllar sedetuvo a pasar la noche en un mesón del camino, en el que tuvo unapelea con un arriero cuyos gritos le impedían dormir. Al día siguiente,el arriero llegó a Cuéllar antes que Figueroa y, dándole sus señas alCorregidor, le dijo que había matado a un hombre en Valladolid.Cuando Figueroa entro en Cuéllar, fue inmediatamente encerrado enuna prisión, acusado de asesinato. De allí salió gracias a don Diego dela Cueva, hijo del duque de Alburquerque, quien le disuadió de conti-nuar su peregrinación, y Figueroa regresó a Valladolid después dedetenerse un mes en Viloria (pequeña villa en la prov. de Valladolid).

A fines del año 1604, su ciudad natal era no sólo la capital delreino, también el centro de casi toda la actividad literaria de España,pues los principales autores del Siglo de Oro, con excepción de Lopede Vega, habían seguido a la Corte a Valladolid. Sería difícil encon-trar en la historia de ninguna literatura un grupo de literatos másnotable que el que en Valladolid vivió durante el corto tiempo decinco años, hasta que la Corte regresó a Madrid. Allí Agustín deRojas terminaba su Viaje entretenido, Luis Vélez de Guevara yAntonio de Mendoza hallábanse en servicio del conde de Saldaña,Quevedo y Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo asistían a la Uni-versidad, y Bartolomé Leonardo de Argensola, Miguel Sánchez,Vicente Espinel y Góngora comunicaban brillantez a esta corte seña-ladísima. En 1605, Pedro de Espinosa publicó sus Flores de poetasilustres, conteniendo en gran parte versos de los poetas residentes enValladolid.

Cervantes llegó al comenzar el año de 1603, y probablementecompuso en aquella ciudad dos de sus novelas: el Coloquio de losperros y el casamiento engañoso. Figueroa debió de conocer perso-nalmente a todos estos escritores, pero a juzgar por el tono burlóncon que habla de su estancia en Valladolid, podemos sin dificultadcreer que no le fue posible conseguir su amistad.

Hacia marzo de 1605 (el último año de la Corte en Valladolid), sunatural pendenciero le puso en peligro. En el transcurso de una aca-lorada discusión sobre las excelencias y desventajas de la adminis-tración de Justicia, y cuando cierto individuo insolente dijo que nin-guno de los circunstantes era apto para el ejercicio de la Abogacía, el

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impetuoso Figueroa, no pudiendo reprimir su cólera, le hundió unadaga en el costado. Cayó a tierra como muerto, y Figueroa se refugióen el convento de San Francisco, donde tenía un pariente fraile. Porúltimo, al saber que el herido estaba en peligro de muerte, resolvióhuir a Andalucía. Disfrazado de sacerdote, hizo un viaje hasta Baezay permaneció los meses de abril y mayo en Úbeda y Jaén.

Pasó el verano en Granada, donde se enamoró, pero la repentinamuerte de su amada llenó de dolor su corazón, y decidió abandonar laciudad. Visitó a Córdoba y Sevilla, y en el Puerto de Santa María trabóconocimiento con el poeta Luis Carrillo (fall. 1610), de quien tomaríaalgunos poemas para su novela pastoril La constante Amarilis (1609)y a quien rindió un cariñoso tributo en El pasajero. Después de per-manecer un mes en Sanlúcar, regresó a Madrid con Carrillo, pues supoque su rival en la pendencia de Valladolid había curado.

* * *

Llevaba a Madrid (la Corte regresó allí en marzo de 1606) gran-des esperanzas, pero le disgustó la vida de Corte. Descubrió que lapompa y rica fastuosidad que le había deslumbrado a su llegada erasolamente un exterior brillante que ocultaba multitud de miserias.Los ministros no prestaban atención a los más altos intereses delEstado, y la voz del deber se apagaba en ellos por sus miras demedro personal, mientras la población se llenaba de mezquinos pre-tendientes que se procuraban el favor por medios indignos. Su laborliteraria fue ásperamente criticada, y no anduvo tardo para vengarse,acumulando burlas sobre sus críticos.

En el prólogo a los Hechos de don García de Mendoza, donGabriel Caravajal de Ulloa presenta una lista de ocho obras que suamigo Figueroa había compuesto entre 1602 y 1612. La primeramencionada es el Espejo de juventud, escrita en Nápoles, probable-mente en los comienzos de 1602. De este primer libro sabemos quetrataba de las buenas cualidades que un caballero debe poseer. No seconoce ejemplar alguno. El segundo libro de Figueroa mencionadopor Caravajal es la traducción del Pastor Fido de Guarini (1590).

Ciertamente, la primera traducción al castellano que se conoce se

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publicó en Nápoles en 1602, bajo el nombre de Cristóbal Suárez. Vadirigida a Baltasar Suárez de la Concha y el texto va precedido desonetos laudatorios por Luis Vélez de Santander (Luis Vélez deGuevara, autor de El diablo cojuelo, usó el apellido materno hasta1603 próximamente) y Alonso de Salazar, y en italiano por Alessan-dro Adenari y el Doctor Vicenzo Bruni. En 1622 hízose en Nápolesuna nueva edición de este libro (según Salvá, copia de la de 1602),pero la dedicatoria va dirigida a don Juan Bauptista ValenzuelaVelázquez. En esta última edición, el autor se nombra Cristóbal Suá-rez, Doctor en ambos Derechos.

En 1609 aparece una nueva traducción castellana del Pastor Fidoimpresa por el valenciano Pedro Patricio Mey, bajo el nombre deCristóbal Suárez de Figueroa y dedicada al duque de Mantua, elamigo y protector de Guarini. La aprobación está fechada en Valen-cia, a 1º de agosto de 1609 (el mismo día que se había concedido lalicencia para imprimir La constante Amarilis). Especialmente en losfragmentos líricos, este Pastor Fido pierde muy poco de sus encan-tos y es digno de un honroso lugar entre las mejores traducciones dela lengua española. Cervantes la menciona con elogio en DQ-II-62.

Esta versión difiere tanto de la publicada en Nápoles en 1602cuanto es posible en dos obras que reconocen un original común. Laprimera traducción, por su género de rima, contrasta grandementecon la de 1609, que sigue la rápida variedad de metro del poema deGuarini. La expresión es en un todo diferente, y en ningún pasajepueden descubrirse trazas de ser rifacimento de un libro anterior. LaIntroducción en prosa difiere enteramente en las dos versiones, y lade 1602 va precedida de sonetos encomiásticos, práctica que Figue-roa condena acerbamente en El pasajero.

Algo difíciles son de aceptar, sin embargo, las singulares coinci-dencias siguientes: Que el autor de la primera traducción se llamaseCristóbal Suárez; que, como Figueroa, fuese doctor en ambos Dere-chos (dice la reed. de 1622) y que la primera ed. se imprimiera enNápoles en 1602, hallándose allí el autor vallisoletano. Por otrolado, Figueroa no podía ignorar que ya en 1602 se había traducidoel Pastor Fido al castellano por un tal Cristóbal Suárez, y resultaextraño que no advierta a sus lectores de 1609 de que nada tiene que

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ver con él, pese a las apariencias. Así las cosas, cabe pensar que nocontento con la primera versión que hizo en Italia, pretendiese mejo-rarla en España.

El erudito vallisoletano Narciso Alonso Cortés propuso (pruden-temente) que bien pudo ser que Figueroa se decidiese a emplear elapellido de su padre una vez fallecido éste. Pero, por ser Figueroaapellido tan ilustre, evitaría toda alusión a la primera versión delPastor Fido para que nadie pensase que se lo había añadido recien-temente, y que no le correspondía. Todo lo relativo a linajes resulta-ba polémico en aquella época.

Raro parece, en efecto, que siendo Figueroa autor de las dos ver-siones, se reimprimiese en 1622 la de 1602 (por no hablar del cam-bio en la dedicatoria); pero bajo circunstancias que no es posiblepresumir, pudieron hacerlo así el autor o el editor. Aquí cabe apun-tar que Figueroa aún estaba en España en 1622.

Todo este asunto del primer Pastor Fido en catellano está envuel-to en una nebulosa.

* * *

Ya hemos visto que Figueroa estaba muy descontento con lavida de Madrid. Sus mordaces críticas de la corrupción cortesanaatrajeron sobre él la malquerencia de los ministros, y el fracaso desus proyectos le hizo severo con los que eran más afortunados.Aceptó entrar al servicio de don Juan Hurtado de Mendoza, quevivía en Barajas (prov. de Cuenca). A esta amistad debe su origenLa constante Amarilis, novela pastoril de Figueroa, impresa enValencia, por Juan Crisóstomo Garriz, junto al molino de Rovella,en 1609. Don Juan Andrés de Mendoza, el protector de Figueroa,era hijo de don García de Mendoza, marqués de Cañete, famosopor sus victorias sobre los araucanos en Chile. A los veinticincoaños de edad acompañó a su padre al Perú, de donde éste habíasido nombrado Virrey. De vuelta en España, don Juan enviudó dosveces, y en 1609 tomó su tercera esposa, doña María de Cárdenasy Manrique, hija de don Bernardino de Cárdenas, duque deMaqueda, y de doña Luisa Manrique de Lara, duquesa de Nájera.

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Don Juan y doña María eran primos, por lo que sus relacioneshubieron de superar los impedimentos de sus padres y requirieron deuna dispensa papal para contraer matrimonio. Aparecen en la nove-la como Menandro (de Juan Andrés Mendoza) y Amarilis. Damón,el pastor que llega a las riberas del Manzanares procedente de las delPisuerga, no es otro que Figueroa (también adopta este nombre en supoema épico España defendida). Menandro refiere a Damón cómohabía entablado relaciones amorosas con su prima Amarilis cuandoésta se hallaba en estrecha clausura, que se habían prometido solem-nemente la fe de esposos, y que la oposición de la familia de Ama-rilis a las relaciones había acarreado la reclusión de ambos.

Figueroa deja claro en El pasajero que escribió la novela porencargo de su protector, que le pidió que celebrase la belleza y cons-tancia de su amada en una novela pastoril parecida a La Galatea oLa Arcadia La tarea le resultó desagradable; en particular porque suprotector le apremiaba continuamente. En el prólogo presenta comodisculpa de los defectos que el libro pueda tener, el haberle imagi-nado y escrito en dos meses.

Doña María fue celebrada por el poeta Alonso de Salas Barbadi-llo en la dedicatoria de sus Rimas castellanas, libro dedicado al mar-qués de Cañete. Y Figueroa reiteró sus alabanzas a la hermosa Ama-rilis en la España defendida (1612):

Celebré con el nombre de constante del sacro Manzanares en la orilla, aquella dulce amada y tierna amante,de belleza y aviso maravilla:Mas otra vez que mi zampoña cante, tendrá su nombre entre los orbes silla, porque, vuelto deidad de su alta gloria, a la posteridad quede memoria.

Pero hablando de su novela pastoril en El pasajero (1617), insi-núa que no había sido suficientemente recompensado por su labor deescribirla:

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—Pues es de considerar que sin haberla visto ni comunicado [a ladama] le di el título de hermosísima, de sumamente discreta y amarauilla constante.—Servicio fue no pequeño: ¿acaso súpolo estimar esa dama?—Con muda lengua y apretado puño.

El libro parece haber pasado inadvertido para casi todos los poe-tas de la época, pero Cervantes habla de él con elogio en el Viaje delParnaso.

* * *

Bajo la protección del marqués de Cañete, Figueroa debió entregar-se de lleno a su labor literaria, pues en su prólogo a los Hechos dedon Gracía de Mendoza (el padre de su protector), cuya Aprobaciónes de agosto de 1612, vemos una lista de las ocho obras que habíaescrito en los diez años precedentes. Cinco de ellas fueron proba-blemente compuestas entre 1609 y 1612.

El poema épico España defendida fue impreso en Madrid porJuan de la Cuesta en 1612, y lo dedicó Figueroa su protector, a quienencomiaba en la tercera octava del poema:

Generoso don Juan, gran decendiente de tanto héroe, famoso en toda parte,bastón a cuya diestra, a cuya frente la rama honró que eternidad reparte; hijo de aquel magnánimo y prudente que en paz Júpiter fue, y en guerra Marte, hoy tenga el don en vuestra sombra escudo, aunque pequeño y de caudal desnudo.

En el prólogo elogia al Tasso por haber observado con toda fideli-dad los preceptos de Horacio concernientes a la poesía épica, y con-fiesa ingenuamente que para escribir su poema seguía las huellas delpoeta italiano. Sin embargo, Figueroa no debe ser criticado conmucha dureza por la falta de originalidad, pues los más de los poetas

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épicos españoles de los siglos XVI y XVII pidieron su forma y esti-lo a la escuela de los épicos italianos. La imitación de Figueroa no fueservil, y estrofas hay no escasas en que encontramos deliciosas imá-genes poéticas, o el fuego y vigor de una situación dramática.

El argumento del poema, en pocas palabras, es el siguiente:Alfonso el Casto, viéndose anciano y sin sucesores, decide ofrecersu corona a Carlomagno, que éste acepta desde luego; pero losnobles españoles, ofendidos por la intrusión de un extranjero, anu-lan el pacto del Rey. Carlomagno, sin embargo, insiste en que elacuerdo se cumpla, y después de esperar cinco años, envía a Orlan-do y al arzobispo Turpín a exigir la corona en su nombre. La peti-ción de estos embajadores es inmediatamente rechazada por losespañoles, y aquéllos se retiran con amenazas de guerra. El ejércitoespañol, dirigido por Bernardo del Carpio y auxiliado por los moros,derrota a los invasores en Roncesvalles, y Bernardo mata al valero-so Orlando en singular combate.

Poco después de comenzar el primer canto, encontramos una muynotable escena dramática, en la cual Figueroa aparece en su más altovalor. Alfonso y sus consejeros oyen las amenazas de guerra delarzobispo Turpín, y se oponen a declarar los derechos de Carlomag-no. Alfonso, con decorosa gravedad, manda a Turpín diga a su jefeque no insista en hostilizar a quien le ofrece su amistad, pero que siel Emperador resuelve invadir la España, él pondrá sobre las armastodas las fuerzas del imperio. Entonces Orlando, el gran paladín, conmirada fiera, exige una respuesta definitiva:

En suma, guerra y paz tenéis delante: sepa cuál de las dos más os agrada. Guerra (dijeron todos al instante); aquí la guerra sola es aceptada. Apenas esto, cuando el provocante terció la capa y empuñó la espada, diciendo con mayor coraje y brío:Pues a guerra mortal os desafío;quien desprecia la paz haya la guerra, que jamás hubo falta de rencillas;

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yo solo pondré fuego a vuestra tierra,y asolaré yo solo vuestras villas.Sé que vuestro sagrado es esta tierra, mas bien le violarán nuestras cuchillas; servirán a los suyos de obeliscoslas encumbradas puntas de sus riscos.

Entablada la batalla, la suerte favorece a los españoles, y las tro-pas de Carlomagno huyen en desorden a través de las montañas, fie-ramente perseguidos por asturianos y leoneses. Bernardo encuentraa Orlando casualmente en el campo de batalla, y la descripción de sulucha, hasta la muerte del último, está llena de ardor dramático.Orlando hiere el primero, pero el español redobla sus esfuerzos, ycon una certera estocada queda victorioso del combate.

La historia de Bernardo del Carpio es un curioso ejemplo decómo una antigua historia cambia bajo las peculiares exigencias deuna nación. La historia de la invasión de Carlomagno en España,referida como lo está en la Chason de Roland hería el orgullo de losespañoles, que opusieron su versión propia, según la cual Roldán esretado a singular combate, cuando entra en España, por Bernardo delCarpio, campeón de los asturianos.

La España defendida se reimprimió en Nápoles en 1644, cuandoFigueroa había vuelto a Italia definitivamente. En el prólogo, insinúaque el libro había sido objeto de críticas adversas. Bien sé estimaránlos entendidos este trabajo, como conocedores de lo que cuesta cual-quier sudor estudioso; y así dellos, no de los idiotas, opuestos a todaerudición, reconoceré lo que mereciere de alabanza. En esta nuevaedición, los versos están a veces mejorados, y aparecen añadidas nue-vas octavas. Está suprimida aquella en elogio de don Juan Hurtado deMendoza, quizá porque Figueroa no había sido bastante recompensa-do por La constante Amarilis.

Hacia abril de 1613 (la primera Aprobación es de octubre de1612) apareció Hechos de don García Hurtado de Mendoza, bio-grafía consagrada principalmente a narrar los hechos de don García(fall. 1609) como gobernador de Chile en 1556 (donde con unapequeña fuerza derrotó a los araucanos en siete batallas campales),

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y como virrey del Perú (1588-96). Esta biografía era una conse-cuencia del esfuerzo hecho por el nuevo marqués de Cañete, donJuan Hurtado de Mendoza, para reintegrar los prestigios de su padrey presentar sus actos en Chile y Perú tal como eran. Si bien es cier-to que Ercilla en su poema épico Araucana relataba los hechos delos españoles en Chile, los amigos de don García notaron que éste nojugaba en el poema el importante papel que había desempeñado comodirector de la guerra. Esto se debía probablemente a un rencor per-sonal por parte del autor, pues sabido es que Ercilla y Juan de Pine-da altercaron en una justa en 1566, y que el gobernador los amena-zó con ahorcarlos.

Si recordamos que Figueroa veía por completo pendiente de aque-lla obra sus medios de vida, no nos causará sorpresa que el libroabunde en alabanzas a la familia de Cañete. Pero el libro es un impor-tante documento para la historia primitiva de Chile y Perú. Para suobra utilizó la Historia del descubrimiento de las regiones australeshecho por el General Pedro Fernández de Quirós. Lope de Vega uti-lizó el libro de Figueroa para escribir su comedia Arauco domado.

El libro estaba dedicado al poderoso Francisco de Rojas y San-doval, duque de Lerma, pero Figueroa debió quedar defraudado(trata de ello en El pasajero) en cuanto a la recompensa que espera-ba recibir de aquel magnate, puesto que dedicó la segunda ed.(1616), a su antiguo protector, don Juan Hurtado de Mendoza (aun-que eso sucede en la portada, pues la Dedicatoria lo está, como en laprimera ed., al duque de Lerma). A juzgar por el hecho de apareceruna segunda edición en el espacio de tres años, el libro debió deobtener buena acogida; pero Figueroa estaba a la sazón en discordiacon casi todos los escritores, y se habló poco de su obra.

En el prólogo a la biografía del marqués de Cañete, el capitánGabriel Caravajal de Ulloa, amigo de Figueroa, incluyó una lista deocho obras que éste había compuesto desde 1602 hasta entonces(1612), comenzando por el Espejo de juventud, escrito en Nápoles;y habla en esta forma del sexto libro: Perficionó y volvió de Portu-gués en Castellano a instancia de los Padres de la Compañía deJesús… la relación de las cosas que los religiosos del mismo insti-tuto hicieron en las partes de Oriente en las misiones de los años

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pasados. Sin embargo, su publicación se aplazó, pues no aparecióhasta 1614. Esta obra es una concisa traducción del libro portuguésdel Padre Fernao Guerreiro, que apareció en Lisboa en 1611, impre-so por Pedro Crasbeeck. El título completo dice así:Historia y analrelación de las cosas que hicieron los padres de la Compañía deJesús, por las partes de oriente y otras, en la propagación del santoevangelio, los años pasados de 607 y 608. Sacada, limada, y com-puesta de Portugués en Castellano por el Doctor Cristóbal Suárez deFigueroa. En Madrid, 1614, en la Imprenta Real.

Caravajal de Ulloa, hablando del séptimo libro escrito por Figue-roa durante este período, dice: …tradujo de italiano en castellano elprimer tomo de las Obras espirituales que compuso la Madre Bau-tista de Génova, santísima sierva de Dios, y grandemente ilustrada.No es probable que esta traducción se publicase, pues no la encon-tramos mencionada en ninguna otra lista inserta en sus otras obras.

Figueroa demuestra en sus trabajos una marcada tendencia reli-giosa, y no es dudoso que la tarea de traducir las poesías devotas ydisertaciones místicas de la monja genovesa le fuese simpática.

Figueroa continuó el destajo de su faena traduciendo un libro ita-liano que había obtenido excelente éxito dentro y fuera de Italia, Lapiazza universale di tutte le professioni del mondo, de Tomás Garz-zoni (1549-1589, cultivó la Filosofía, la Historia y la Teología).Aunque la traducción estaba terminada en 1612, no se publicó hasta1615, con el título:Plaza universal de todas las ciencias y artes. Ellibro es una especie de enciclopedia que abarca casi todos los ramosdel saber humano en aquel tiempo, y trata de todas las artes y profe-siones, desde los poetas y los filósofos, hasta los sastres, los zapate-ros y los pobres mendicantes. Figueroa omitió algunos párrafos quesólo importaban especialmente a los lectores italianos, y agregó loque creyó de interés en la versión española. La plaza universal esprincipalmente conocida por los investigadores de la Literaturaespañola, en relación con la historia del arte escénico. La lista quetrae de los más famosos representantes de su tiempo es un impor-tante documento para la historia de los comediantes. Es de notar queya en ese tiempo (1612) Figueroa se mostraba duramente opuesto alteatro nacional español, y censuraba con energía la desmoralización

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del arte dramático. El académico Emilio Cotarelo y Mori, en su suBibliografía de las controversias sobre la licitud del teatro en Espa-ña (1904), reprodujo la parte más importante de esta discusión (Dis-curso 91) sobre el arte dramático español.

Cuando apareció la Plaza universal (1615), Figueroa vivía enMadrid, donde tal vez disfrutaba algún cargo cerca de la Corte. LaBarrera menciona una relación del matrimonio celebrado aquel añoentre el príncipe Felipe (futuro Felipe IV) e Isabel de Borbón; rela-ción escrita por el Doctor Cristóbal Suárez de Figueroa.

* * *

En noviembre de 1617 se publicó El pasajero, quizá la másimportante obra de Figueroa. En la dedicatoria a la república deLuca, dice que su libro es producto de sus propios y vehementesdeseos (hijo de mi inclinación, por haber sido otros siete que escri-bí y publiqué partos de ajena instancia). En su plan general, el libroguarda alguna semejanza con el Viaje entretenido de Rojas. Cuatroviajeros salen de Madrid para Barcelona, en camino para Italia.Varias profesiones están en ellos representadas: uno es Maestro deArtes y Teología, otro militar, el tercero orífice, y el cuarto doctor —Figueroa mismo—, que disgustado de su escasa fortuna en el paísnatal, abandona España para siempre. A causa del intenso calor, losviajeros acuerdan romper la monotonía del viaje con la discusión devarios asuntos, y de aquí la forma dialogada. Figueroa se pertrechade un buen recurso para la expresión de sus propias ideas.

El autor se nos muestra como un hombre perseguido sin descan-so por la adversidad, pues a despecho de sus penosos trabajos litera-rios, sus libros habían encontrado muchas críticas adversas. Habíaadquirido Figueroa en Madrid la reputación de mordaz crítico, y auncuando no dudó en dar su leal parecer a quienes se le acercaron pre-guntándole sobre sus libros, tropezó en su camino con muchos ene-migos. Figueroa deja desbordar el malhumor de largos años, y su des-precio hacia las costumbres corrompidas de su época, y la aversiónque había alimentado durante prolongado tiempo contra varios de suscontemporáneos. Pocos libros hay en la Literatura española tan subje-

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tivos, y quizá ningún escritor español ha dejado un registro tan fiel desu temperamento y gustos. No solamente nos proporciona una ocasiónpara el estudio de la vida y carácter de su autor, sino que nos da moti-vo para ver por los ojos de un contemporáneo la vida y costumbres deEspaña en los comienzos del siglo XVII.

El pasajero es sobre todo conocido por contener la más severa crí-tica del teatro nacional que apareció en los comienzos del siglo XVII.En España, el teatro fundado en modelos clásicos no hizo firme asien-to en ninguna época, como le hizo en Francia e Inglaterra. El públicoespañol tenía en poco las unidades y otras tradiciones del teatro clási-co, siendo su único deseo conseguir tres horas de entretenimiento.Jovialmente complacido viendo al gracioso burlarse de las debilidadesde su amo, hacía caso omiso de que se violase uno de los preceptosseñalados por Horacio. Sin embargo, algunos eruditos y hombres deletras, aferrados a los preceptos clásicos, y conociendo los defectos dela nueva comedia, protestaron enérgicamente contra la invasión deaquel género híbrido, que quebrantaba las leyes del arte. Cervantes,Micer Andrés Rey de Artieda, Cristóbal de Mesa, Villegas y Francis-co Cascales tomaron la iniciativa en este trabajo para imponer lasreglas clásicas sobre la comedia nueva.

Figueroa condenaba en la Plaza universal la inmoralidad de laescena, pero en El pasajero sus ataques van dirigidos contra los nue-vos elementos introducidos en la comedia por Lope de Vega. No lemenciona por su nombre, pero claramente le reprocha el ser culpablede las incongruencias y absurdos del nuevo tipo de comedia. Los argu-mentos están desenvueltos con lógica y energía, pero no tuvieron bas-tante fuerza para contrarrestar la corriente de los gustos populares.

* * *

La primera parte del siglo XVII presenció en España algunas agriasdisputas entre los literatos de Madrid, y ninguna más acerba que laemprendida contra el brillante dramático don Juan Ruiz de Alarcón.Los más notables escritores de España ridiculizaron en verso la defor-midad de su cuerpo, resultante de un accidente en su infancia. Figue-roa participó de esta antipatía contra Alarcón, y en El pasajero hace

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mofa de sus humos aristocráticos y pretensiones a la nobleza.La enemistad entre Alarcón y Figueroa pudo iniciarse en los

comienzos del año 1613, pues el Sr. Fernández-Guerra y Orbe creeque Alarcón aludía a la maldiciente lengua de Figueroa, y a su fra-caso para conseguir un empleo, en La cueva de Salamanca, que apa-reció ese año. En el acto II, escena II, hablando de cierto maldicien-te de Madrid, dice:

Pues esto ¿es mucho? Un letradohay en ella, tan notadopor tratante en decir mal,que en lugar de los recelosque dan las murmuraciones,sirven ya de informacionesen abono sus libelos;y su enemiga fortunatanto su mal solicita,que por más honras que quitajamás le queda ninguna.

Figueroa, pues, tenía una antigua cuenta que saldar, y su ataqueen El pasajero contra el celebrado autor dramático, es duro y cruel.En este libro censura a las personas de la clase media que aspiran auna posición social y toman aires aristocráticos, y se burla de Alar-cón por haber puesto en su nombre el título de Don (en la décimaque acompaña a su comedia Desengaño de fortuna) y por enorgu-llecerse con su apellido Mendoza. Hablando del método usado paraobtener nobleza, dice:

Menos me cuadra el González [aludiendo al apellido Ruiz], que sibien cristiano viejo, es apellido común. Aunque en este particular fácilfuera prohijarle el más respetado y antiguo de Toledo, Manrique oMendoza, pues saben hacer semejantes embelecos hasta los hijos denadie, contrahechos y advenedizos… Uno conocí (Dios le perdone)cuyo padre siendo oficial de bien, un platero honrado... —el padre deAlarcón estuvo empleado en las minas de Tasco— granjeó mediana

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hacienda, con que se le metió al hijo en el cuerpo este demonio quellaman Caballería. Vínole a pelo el nombre, de gentil sonido, aunquecomún: arrimóle una noche buenamente (pienso que muerta la luz) laprimer primicia desta locura, y amaneció hecho un Don Pedro…Murió en este ínter el padre, cuya vida y oficio enfrenaba en algunamanera el apetito caballeril del hijo… Aquí fue el quitarse el mayo-razgo —Alarcón era el hijo primogénito— del todo la mascara. Abriósu casa para conversación. Asistía en las ruedas, sino discreto, ni gen-til hombre, por lo menos con traje y atavío de caballerete, seda, cabes-trillo, sortijuelas, y cosas así.

Cruelmente también alude a la deformidad de Alarcón: “Infiére-se, pues… lo que importa excluir de públicos oficios sujetos meno-res de marca, hombrecillos pequeños… puesto que es bien agudo elratón, y perece al primer rasguño de un gato. Síguese de lo apunta-do, que si el chico, aunque bien formado y capaz, debe hallar repul-sa en lo que desea, si ha de representar autoridad con la persona,mucho mayor es justo la halle el gimio en figura de hombre, el cor-covado imprudente, el contrahecho ridículo, que dejado de la manode Dios, pretendiere alguna plaza o puesto público”.

Cuando El pasajero apareció en 1617, Alarcón estaba ocupado entres comedias para la compañía de Vallejo: La prueba de las prome-sas, Mudarse por mejorarse y Las paredes oyen. Esta última, quecondena el vicio de la maledicencia, está especialmente dedicada adar contestación, no sólo a Figueroa, sino también a los demás poe-tas que le habían injuriado.

Alarcón dejó por un momento a un lado las dos primeras comedias,y terminó Las paredes oyen tan prontamente como pudo. No podemosmenos de admirar la mesurada respuesta que dio a sus críticos, puesjamás descendió a brutales personalismos, como aquéllos lo habíanhecho. Se conforma simplemente con hacer ver lo necio de hablar malde otros, pues la murmuración no solamente atrae enemigos, sino quelos amigos no siempre la reservan, y cita el ejemplo de un individuoque había llegado a ser impopular a causa de este vicio:

En la Corte hay un señor

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que muchas veces oí...que está malquisto de modo,por vicioso en murmurar,que si lo vieran quemardiera leña el pueblo todo.

Si recordamos que esta comedia se escribió inmediatamente des-pués de la publicación de El pasajero, no será mucho pensar que elimpopular crítico a quemar era el propio Figueroa.

La siguiente comedia de Alarcón, La prueba de las promesas, enque bajo el personaje don Juan se encubre el mismo Alarcón, tam-bién contiene parte de esta réplica a sus enemigos. En la segunda jor-nada, justifica sus esfuerzos para figurar en sociedad, y mantiene suderecho al uso del Don, pretensión que su biógrafo ha probado serfundada, y añade que la noble sangre se muestra en las acciones y noen el mero accidente del nacimiento.

En el acto III, escena II, Alarcón habla de cierto crítico calvo, loque de nuevo parece aludir a Figueroa. Tristán lee ciertas fórmulaspara el estudio de la nigromancia, entre ellas una para impedir los sil-bidos de los mosqueteros, que recomienda a los poetas, y continúa:

Carácter que puede hacerque un calvo no lo parezca,bien habrá quien agradezcaque le enseñe el caracter.¿Que la magia da cabello?Por Dios, que he de denunciarde cierto Momo, y vengarmil ofendidos con ello.Puesto que la villa enteravio que calvo anocheció,y a la mañana sacóabrigada la mollera.

Otros literatos de aquel tiempo eran calvos, como Alonso Casti-

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llo Solórzano, pero está claro que estos versos van directamente con-tra un personaje muy conocido, que había ofendido, no solamente aAlarcón, sino a otros mil. En la Expostulatio spongiae, escrita porFrancisco López de Aguilar en 1618, vemos que por este tiempoFigueroa era calvo. Alarcón dice que toda la villa había visto que,anocheciendo calvo, amanecía con pelo. Esto era recuerdo de laspalabras de Figueroa, en El pasajero, de que el hijo del platero(Alarcón) se acostaba sin ningún título y a la mañana siguiente ama-necía con un Don. Parece muy probable que Alarcón quisiera con-seguir la risa a costa de su enemigo, seguro de que el vulgo, enten-dería la alusión. A decir verdad, el propio Figueroa censura a los cal-vos que usaban peluca en El pasajero.

A la terminación del tercer acto de La prueba de las promesas,hay otra posible alusión a Figueroa. Tres pretendientes se presentanante Tristán, secretario de don Juan, y le piden un empleo. Los dosprimeros tienen buena acogida, pero el último es rechazado, porquesólo puede presentar como títulos el haber escrito un libro en roman-ce y traducido otro del italiano.

Pretendiente 2°. Para que una plaza alcanceo el uno destos oficiosme dad favor.

Tristán. ¿Qué servicios?Pretendiente 2º. He escrito un libro en romance.Tristán. ¿Qué?Pretendiente 2°. En romance.Tristán. Bien está.Pretendiente 2°. Ytambién fui traductor

de uno italiano, señor.Tristán. Señor, no negociará.

Figueroa también aparece mencionado como traductor de librositalianos en la Expostulatio spongiae.

La tercera comedia de Alarcón, escrita en parte cuando El pasa-jero apareció, fue Mudarse por mejorarse (o Dejar dicha por másdicha o Por mejoría mi casa dejaría. El poeta introduce un escude-

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ro de nombre Figueroa, quien se lamenta de que no le dejasen gozaren paz de su ilustre nombre. Alarcón saca a luz las pretensiones deFigueroa a figurar en la familia de Feria, justamente del mismomodo que Figueroa había puesto en duda el derecho del dramáticomejicano a usar el apellido Mendoza. Las pretensiones de Figueroaa considerarse individuo de la familia de Feria debían ser notorias, oen otro caso las pullas de Alarcón carecerían de alcance.

En la jornada II, escena XIII, el Marqués, deseando saber si ade-lantan sus pretensiones amorosas cerca de doña Clara, habla con sucriado Figueroa:

Marqués. Dígame agora su nombre.Figueroa. Figueroa.Ricardo. ¡Una miseria!

Es de la casa de Feria.Marqués. Ese es sólo un sobrenombre.Figueroa. No han de ser desvanecidos

los pobres; que es muy cansadoun hombre en humilde estadohecho un mapa de apellidos.Aun con sólo un nombre, veoque no me dejan vivir,y hay quien ha dado en decirque sin razón lo poseo.Mas procuren de mil modoslos malsines murmurar;que por Dios que al acostarestamos desquitos todos.

Marqués. Vos, en fin, ¿sois Figueroa?Figueroa. Por lo menos me lo llamo.

En la escena II del último acto, alude manifiestamente a Figue-roa, diciendo que había estropeado el papel en que escribía susobras. Mencía dice a su señora, Leonor, que su mayor convenienciaestaba en casarse con el Marqués; que el escudero de éste, Figueroa,había puesto manos en el asunto, y Leonor replica:

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Mencía. Si Figueroa porfíaque lleva puesta la proaen eso.

Leonor. ¿De Figueroahaces tú caso, Mencía?

Mencía. Hace libros.Leonor. El papel

echa a mal.Mencía. Pues por mil modos

dice en ellos mal de todos.Leonor. Y todos dellos y dél.

Aquí logró Alarcón su reparación más completa. El maldicienteFigueroa sale a las tablas como un lacayo, y ya hemos visto que tanmal como él hablaba de todos, hablaban todos de él y de sus obras.Alarcón debió escribir esta comedia —en su última mitad a lomenos— cuando El pasajero apareció, pues en su primera parte,Figueroa es simplemente un escudero que, después de discurrir dis-cretamente sobre varias cuestiones, se retira.

En otras varias ocasiones se refirió Alarcón a los maldicientespuesta sin duda su mira en Figueroa. En otro lugar de La prueba delas promesas, dice Tristan:

Pues señor, a no mentirel maldiciente, ¿lo fuera?Aquel es murmuradorque divulga falsedades,que a quien dice verdadesllamo yo predicador.

En El semejante a sí mismo (acto III, escena VIII), dice Sancho:

“Todas las ha menesterel sastre”, dijo un poeta;mas por la gracia discreta

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le mandaron parecer.Súpose que eran sus galassolamente murmurar,y mandáronlo quemarentre cien comedias malas.Mas él, que no se desdeña,a trueco de hablar, de arder,dijo: “¿Malas han de ser?A fe que no falte leña”.

* * *

La férrea presión de Felipe II supo sostener en España la unidadnacional, y con su incansable energía había dilatado, a lo menos, quesu pueblo se desplomase de la magnífica posición que en Europaocupaba; pero con la venida de Felipe III en 1598, el reino sufrió uncambio radical. El pueblo se hallaba al borde de la ruina, el Tesoroestaba exhausto, y sólo a costa de grandes dificultades pudo reunirel monarca la suficiente cantidad de dinero para los gastos de sumatrimonio en 1598. El rey y el duque de Lerma caminaban hacia lamás inaudita disipación, y los funcionarios públicos iban de puertaen puerta recaudando dinero para pagar los gastos de la Corte, cuyosexcesivos tributos habían llevado al pueblo a un estado mísero. Elabuso que Lerma hacía del poder no dejó de excitar la indignación,y aparecieron algunas sátiras contra él y contra don Rodrigo Calde-rón. El toque de atención dado en El pasajero fue oportuno, pues alpublicarse el libro, Lerma era aún favorito, si bien cayó del favorreal al año siguiente, reemplazado por el poco escrupuloso conde-duque de Olivares. A pasos agigantados mermaba la gloria de Espa-ña, que momentáneamente habría de sostener Carlos III, para sufrircasi un eclipse total al terminar el siglo XVIII.

No mostró Figueroa misericordia alguna con los ministros deFelipe, atribuyéndoles los desastres que acontecían en España. “Eslástima no sólo que chupen como inútiles zánganos la miel de lascolmenas, el sudor de los pobres; que gocen a traición tantas rentas,tantos haberes, sino que tengan osadía de pretender aumentarlas sin

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influir, sin obrar, sin merecer. Son éstos (queden siempre reservadoslos dignos de alabanza) escándalo de la tierra y abominación de lasrepúblicas; y si no resultara consuelo de considerar su fin, espirarande tristeza los discursivos, Al fin mueren entre tanta pompa y apara-to. Al fin los abren como a brutos; al fin se oscurece su nombre, ycon ser el olvido raíz de todas las ingratitudes y padre de todas lasvillanías, sólo en deshacer su memoria es hidalgo, justo, agradeci-do”. El brazo de Lerma tenía alcance suficiente para castigar a losque le ofendían, y realmente se necesitaba valor para de esta suerteacusar animosamente a él y a sus secuaces de haber causado la ruinadel país.

No era Figueroa hombre a propósito para dejarse arrastrar por lacorriente de la opinión popular, y cuando advirtió los defectos de laadministración de justicia y los vicios de la vida cortesana, no vaci-ló en hacer un poderoso esfuerzo para remediar estos males. Nosolamente protestó contra la corrompida administración, sino quecensuró severamente la relajación moral y vida ociosa de los corte-sanos. El joven de la nobleza que solamente pensaba en divertirse,mientras el resto del país perecía, especialmente excitaba su indig-nación. Sin embargo, sus protestas pasaron inadvertidas, y sólo con-siguió atraerse la enemistad de aquellos a quienes había criticado.

Junto a las disquisiciones en prosa, El pasajero contiene un grannúmero de poesías con que los viajeros rompían la monotonía de suviaje a Barcelona. Figueroa no consideró la poesía como su especialprofesión, y creía que el escribir versos es con frecuencia dañoso, puesroba al poeta algunas horas que podían ser empleadas con más prove-cho; pero, no obstante esta opinión, escribió un número considerablede versos, aun en los últimos años de su vida. En El pasajero prome-tió escribir una “poética española”, pero desgraciadamente no llevó acabo su proyecto, que de seguro hubiera proporcionado una intere-sante información sobre los poetas del Siglo de Oro.

Sus versos, aunque correcta y cuidadosamente limados, son fríosy artificiosos, y rara vez ofrecen la verdadera nota de la poesía. Suscomposiciones amorosas carecen de ternura y pasión, y debemossuponer que solamente las consideraba como ejercicios literarios, yaque la inspiración lírica pocas veces aparece. Su fuerte está en las

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descripciones de la naturaleza, que muestran a menudo una gran deli-cadeza de sentimiento y una apreciación muy sutil de la belleza. Lar-gos años de malestar y contraria fortuna le habían llenado de amar-gura, y muchos de sus últimos versos están teñidos de melancolía.

Sólo admiraba Figueroa a los poetas Garcilaso, Camóens y Gón-gora. En El pasajero el Doctor aconseja a don Luis que no publiquesus versos con el título Rimas sueltas, pues con este título habían apa-recido algunos que debían ser quemados, y sólo los de Garcilaso yCamóens merecían elogio. Don Luis indica el título Flores de laedad para sus versos, pero el Doctor le rechaza porque “muchas flo-res no dan fruto”, aludiendo a la colección de Pedro de Espinosa,titulada Flores de poetas ilustres, que se había publicado en Valla-dolid en 1605. Esto era una condena general de los más grandes poe-tas de su tiempo, y no deberá admirarnos que sus obras alcanzaranescaso elogio de sus contemporáneos.

Figueroa incluyó en El pasajero una muy bien escrita novelapicaresca. En el curso de sus viajes por Andalucía, encuentra a unventero llamado Juan, que había servido en el ejército de Piamonte,y que le cuenta sus aventuras después de abandonar Italia. Es delamentar que Figueroa no intentara más libros de esta especie.

El mismo año 1617, apareció un libro escrito en latín por PedroTorres Rámila (1583-1658), quizá en colaboración con J. Pablo Már-tir Rizo (1593-1642), La Spongia criticaba algunas obras de Lope,especialmente la Angélica, la Dragontea, la Jerusalem conquistada,y las comedias. Del tal libro solamente conocemos las citas hechasen la Expostulatio spongiae de Francisco López de Aguilar, pues seignora que exista un solo ejemplar de la obra original. La críticamoderna cree que Figueroa fue el promotor de la antilopista Spon-gia, y que Pedro Torres Rámila, sería el maestro de El pasajero.Desde luego, Figueroa simpatizaría con ese ataque, pues apareceentre las personas que Francisco de Aguilar ridiculizó en su defensade Lope.

Francisco López de Aguilar tomó por su cuenta el replicar a los car-gos de Rámila en la Expostulatio spongiae, que se publicó en junio de1618. Hállase continuada al folio 43 por el Oneiropaegnion sive jocus(sueño jocoso), escrito en prosa latina con singular gracia e ingenio.

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El autor supone que es trasladado por el aire a las gradas de San Feli-pe el Real de Madrid, y desde allí ve un tropel de gente que entra enuna librería situada enfrente. Entrando a su vez, encuentra un grupo desilenciosos doctores, y pregunta la causa de su silencio a un persona-je calvo, de abultado rostro (según una nota marginal manuscrita delejemplar que poseyó Cayetano de La Barrera, este calvo era Suárez deFigueroa). Acariciándose la barba, contesta que aquella reunión seasemeja a las de los antiguos filósofos, que basaban sus escuelas desabiduría en el silencio, no en palabrería. Esta es la contestación quepudiera esperarse de Figueroa, quien constantemente elogiaba las vir-tudes de griegos y romanos, como contraste con los defectos de suscontemporáneos.

Sin rodeos manifiesta su manía de zaherir las obras de los demás,y dice que a causa de esto había recibido el nombre de Satyrion: “Itanotum est (inquit) per omnes Hispaniae et Italiae parte Satyrionisnomen… Primum quidem Aresius (esto es, Suárez) ab omnibus sim-pliciter vocabar, cum illud nomen mecum adolevisset, sed labenti-bus sensim rebus, ut ad scribendas satyras animum inclinavi, et ple-risque Principibus, magnorum capitum detrimento risum satyriceconciliavi: ita promptissimis unius cuiusque suffragiis ad Satyrionisnomen evectus sum. Vix fidem adhibeas medius fidius, si dicam inhoc nomen ita fatorum ordinem conspirase, ut integro vitae meaecurriculo in nullum aliud studiorum genus incubuerim, quam vel inprivatorum mores, vel in codices traducendos”.

Luego habla de sus traducciones del italiano: “Ex quo, si nonmihi Satyrionis, traductoris certe, quod idem esse existimo nomenremansisset. Nam Italia, cuius tantam librorum farraginem, Hispanadictione donavi, mihi saltem in tanti laboris praemium hunc titulumindulsisset si statuis, et monumentis indignum laboris mei benefi-cium reputasset”.

Satyrion habla después de algunas de sus pendencias literarias:“Verum ut non sunt omnes ad modestiam nati, et laesa tandem patien-tia surgit indignatio non omnibus affectus hic satyricus placuit, sednon pauci reperti sunt, qui in scripta mea diligentius inquirentes, nontantum me precibus denouerunt, sed alios etiam ne per somnium qui-dem violatos arte pessima in odium meum concitarunt”.

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Curiosamente, el lugar citado, muy conocido como punto de reu-nión de los murmuradores, lo había mencionado Figueroa mismo ensu Plaza universal (1615), censurando a los que pretenden adquirirreputación de doctos criticando a los demás: “Testigo desta verdadpudiera ser particularmente en Madrid, cierto puesto enfrente de SanFelipe, donde en varios concursos y juntas se trata de supeditar elmás ignorante al más científico, excluyendo la envidia (con solicitardescréditos) debidas estimaciones y alabanzas”. El convento de SanFelipe el Real estaba situado en la calle Mayor, frente por frente alpalacio del Conde de Oñate. Podría tratarse de la librería menciona-da al pie de la portada de la primera ed. de Marcos de Obregón deVicente Espinel (1618): “A costa de Miguel Martínez. / Vendese enla calle mayor, a las gradas de S. Felipe”.

Lope quedó perfectamente defendido en la Expostulatio spon-giae, pero nunca perdonó a Rámila su ataque, aludiéndole como “elfamoso perro” en su epístola a Rioja titulada El jardín de Lope, yretratándole bajo el Tordo en la segunda parte de La Filomena,publicada en 1621.

En 1621, publicó Figueroa sus Varias noticias importantes a lahumana comunicación. En el prólogo a este libro nos dice que susobras habían sido bien recibidas, que por virtud de esto había podidovivir algunos años en Madrid, y que se veía obligado a continuar sulabor literaria hasta que el Rey le favoreciese con un empleo. De estopodíamos deducir que Figueroa no había aún recobrado el favor realen 1620; sin embargo, hubo de desempeñar algún cargo públicodurante once años entre 1606 y 1624, pues en su petición al Rey en1606, hacía constar que durante dieciséis años había servido en variospuestos, y en una carta, fecha en agosto de 1624, decía haber servidoa su rey y a su patria en varios destinos durante veintisiete. En el cita-do prólogo trata de refutar la acusación de que sus libros carecían deoriginalidad: “Hay algunos que con la hiel de sus entrañas procuranavenerar, deshacer y deslucir cuanto digno de alabanza con virtuososudor fabrica el más estudioso. Éstos, por disimular su apasionadaintención, dan título de ajenos a los que son propios trabajos, aplicán-doles nombre de mendigados fragmentos”. Procura justificarse dicien-do: “No se podrá negar ser artificio ingenioso explicar con curioso

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estilo las cosas más entre todos comunes y de la antiguedad máscomunes”.

A medida que Figueroa avanzaba en edad, sus libros iban toman-do un tono más didáctico; y si bien la tendencia educativa se observaen todos sus libros, este elemento moralizador es más predominanteen sus últimas producciones, y con especialidad en las Varias noti-cias. La división del libro en Variedades es muy arbitraria, pues elautor parte de un tópico para consignar sin orden aparente sus teorí-as. Filosofía, historia antigua, ética y política forman el principalasunto, y sus conclusiones están siempre fortalecidas por copiosascitas de los autores griegos y latinos, de los cuales muestra tener unprofundo conocimiento. Estas disquisiciones, aunque tal vez prove-chosas, son sumamente pesadas, y nuestro interés se aviva solamen-te cuando trata de la sociedad de su tiempo.

Antes hemos visto a Figueroa aparecer en El pasajero como unaustero moralista, atacando sin miedo la pervertida administración ylos vicios de la vida privada. En las Varias noticias aceptó idénticamisión, reprobando la escasa atención hacia las Letras y los abusosexistentes en el alto Clero y en los empleados. Lamentaba que losescritores no recibieran protección, y fustigaba el libertinaje de losjóvenes nobles. Es indudable que con toda sinceridad se esforzabaen reformar los vicios de su tiempo, y que con ello se imponía supropio sacrificio, pues después de atacar las vergonzosas prácticasde los que ocupaban el poder, no era probable que obtuviese ningúnfavor de su mano.

Figueroa nos da una sombría pintura del reinado de Felipe III,período tan brillante por su literatura y tan deplorable por sus dañosde negligente y depravada administración. Sin embargo, los mora-listas y reformadores constituían tan sólo una pequeña minoría; laCorte y el pueblo hacían oídos sordos a estos avisos. El año en quese publicaron las Varias noticias, el indolente y despreocupado Feli-pe IV subió al poder, y España se hundió aun más profundamente enel desorden, la corrupción política y la miseria.

* * *

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En 1622, don Antonio Álvarez de Toledo, duque de Alba, fue nom-brado Virrey de Nápoles, y asumió los deberes de su nuevo cargo el24 de diciembre de aquel año. Figueroa inmediatamente hizo trabajospara conseguir un empleo. Su petición, beneficiada quizá por la vecin-dad de casas, recibió favorable acogida, y en 22 de febrero de 1623fue nombrado Auditor de la ciudad de Lecce, próxima a Napoles.

Cuando Figueroa llegó a Nápoles, la ciudad se hallaba en unasituación lastimosa. Los excesivos impuestos, unidos a una crisisrentística, habían puesto al pueblo al borde de la indigencia, y por lamala conducta de Hanibal Macedonio, Gobernador de la ciudad, laadministración de justicia estaba en suspenso. Por todas partes secometían crímenes, sin que los culpables temieran el castigo. Figue-roa, con su rigor acostumbrado, en los seis meses que duró sumando, hizo ahorcar a cinco hombres, y condenó a galeras a un cen-tenar. Pero a los pocos meses, Figueroa y su colega don Juan Anto-nio Ricciardo fueron destituidos de sus cargos. Se deduce que Hani-bal Macedonio, celoso de que la ciudad se había regenerado de unalarga indisciplina, y de la fama de recta administración que Figueroay su colega adquirían, no conforme con ser eclipsado por estos dosnuevos funcionarios, discurrió el malquistarlos con el Virrey. Corrióla voz de que Figueroa y Ricciardo habían convenido en administrarel tribunal a su gusto y cometido toda clase de abusos.

No sabemos cuánto tiempo permaneció Figueroa sin empleo,pero en diciembre de 1627 desempeñaba el cargo de Auditor dellaRegia Udienza de Catanzaro, en la provincia de Calabria, perdiendoeste puesto en 16 de noviembre de 1628. Y es que Figueroa se viometido en un grandísimo conflicto entre los poderes civiles y ecle-siásticos. En diciembre de 1627, cierto funcionario del gobierno lla-mado Francisco Antonio Stantione fue enviado a Nicotera pararecaudar tributos. Su celo le llevó a exigirlos también a ciertas órde-nes religiosas que siempre habían logrado esquivar la carga de lascontribuciones. Estas comunidades tenían gran influencia con elobispo de Nicotera, y como Stantione se negase a ceder en sus dere-chos, fue excomulgado. Confiando en que obraba de acuerdo con lasórdenes del Virrey, insistió en cobrar las cantidades correspondien-tes, y por último, fue aprisionado.

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Cuando las noticias de su detención llegaron a oídos del duque deAlba, éste dio órdenes a la Regia Udienza de Calabria para sacar aStantione de la prisión de Nicotera. Se decidió en la Regia Udienza deCalabria que Suárez de Figueroa fuese a Nicotera a ejecutar las órde-nes del Virrey. Al llegar allá, el obispo sospechó que aquél procuraríalibertar a Stantione, y le envió un monitorio, declarando que Stantio-ne era prisionero del Santo Oficio. Cuando supo que Figueroa se jac-taba de ponerle en libertad a la fuerza, hízole saber que ejecutándoloasí violaría la bula de protegendis, de Pío V, y se exponía al castigoen ella especificado. Figueroa armó a su tropa, echó a tierra cuatropuertas de la prisión, y puso en libertad a Stantione, quien fue mástarde encerrado de nuevo por los agentes de la Inquisición; pero fuejuzgado con indulgencia, pues se resolvió que volviese a Nicotera, yque el obispo le absolviera públicamente de su excomunión. El granperjudicado no fue otro que Figueroa, que, aunque apoyado por elVirrey, se encontró en el centro de aquel pulso entre poderes.

El Santo Oficio perdió toda esperanza de atraer al excomulgadoFigueroa a su tribunal por medios pacíficos, y resolvió arrestarle porla fuerza. El 25 de enero de 1630 viéronle entrar en la iglesia de SanLuis, y allí le detuvieron e hicieron preso los agentes de la Inquisición.

A partir de ese momento desarrollaron por ambas partes todo tipode gestiones, llegando a intervenir el Rey y el Papa. Pero el asunto lecostó a Figueroa un año de cárcel en distintas prisiones hasta que seresolvió. Ignoramos cuándo saldría de las cárceles del Nuncio.

En el año 1629 se publicó en Nápoles la última obra que de Figue-roa poseemos: Pusilipo ratos de conversación, en los que dura elpaseo. La escena del libro ocurre en un huerto de la colina de Posili-po, sobre la bahía de Nápoles, donde cuatro amigos van en busca defrescas brisas y amena conversación durante los largos días de vera-no. Su disquisición sobre el gobierno de Nápoles es valiosa comodocumento histórico, pero, aparte de esto, el libro ofrece escaso inte-rés. Un profundo acento religioso (quizá por no enfadar más a laInquisición) llena la obra entera, y emula el más apasionado misti-cismo en su descripción de los goces del Cielo.

En otro orden de cosas, el libro va dedicado y otorga inacaba-bles elogios al duque de Alcalá, ahora Virrey. También se alaba a

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Góngora “Aquel Fénix de las agudezas, el solo poeta español, elmoderno Marcial, más que él agudo en las burlas, y en las verasotro Papinio Estacio”. Habla de los romances Píramo y Tisbe yLeandro y Ero, como lo más deteitable que jamás había leído.

En el prólogo, prometía publicar en breve la Residencia de talen-tos, que sería seguida de Olvidos de príncipes, sobre los males causa-dos al mundo por los príncipes indignos. Ambos libros aparecen men-cionados en la lista de obras, hecha y publicada por él, que se insertóen la edición de la España defendida impresa en Nápoles en 1644,pero nunca han sido citados por ningún bibliógrafo, y esto inclina asuponer que, si bien se escribieron, no llegaron a publicarse.

En 10 de octubre de 1633, en Trani, donde desde enero de 1633era Abogado Fiscal de la Audiencia, suscribió la aprobación a Lospastores del Betis, de Gonzalo de Saavedra. Esta es la última fechacierta en su vida, sin que me haya sido posible encontrar ningunareferencia posterior en los Archivos de Nápoles.

En 1644, su España defendida fue reimpreso en Nápoles, consig-nándose ser “por su autor reconocido, y de las erratas enmendado”.Así que es probable que Figueroa viviera todavía en 1644. En el pró-logo dice haber desempeñado cargos oficiales durante 42 años. Si sedescuentan los 32 que en el Pusilipo (1629) dice que había servidoal rey en varios puestos, resulta que en el periodo 1629-44 había dis-frutado de empleo 10 años. Hasta 1633 no recibió su nombramientode Trani, y debió de poseer éste u otro empleo por lo menos hasta1643, en que comenzara la nueva edición de su poema.

En el mismo prologo inserta una lista de las obras que había com-puesto y publicado hasta entonces. A más de los dos libros prometi-dos en Pusilipo, menciona como escritos y publicados Desvarios delas edades: Escarmientos para todos, y La aurora, con los primerosejercicios de vivientes. No se sabe que exista ninguno de estos doslibros, y parece más queprobable que no se publicaran nunca; peropor los títulos podemos deducir que los elementos didácticos queadoptó en la Plaza universal y en El pasajero tenían cabida en estasúltimas obras.

Ignoramos la fecha de su muerte, pero probablemente ocurriódespués de 1644.

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LIBROS PUBLICADOS POR CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA

1. (1602?) Espejo de juventud, requisitos a un cavallero. Figura en unalista de los libros compuestos por Figueroa durante los diez añosanteriores, en el prólogo a los Hechos de don García Hurtado deMendoza (1613). También mencionado en la ed. de la España defen-dida, Nápoles, 1644.

2. (1602?) El pastor Fido. Tragicomedia pastoral de Battista Guarino.Traducida de Italiano en verso Castellano por Christoval Suarez,Napoles, Tarquinio Longo.2.1. (1609) El pastor Fido, tragicomedia Pastoral de Baptista Gua-

rini. Traduzida de Toscano en Castellano por Christoval Suarezde Figueroa. Valencia, en casa de Pedro Patricio Mey.

2.2. (1622?) El pastor Fido. Tragicomedia Pastoral, de Battista Gua-rino. Traducida de Italiano en verso Castellano por ChristovalSuarez, Dottor en ambos derechos. En Napoles, Domingo d’Er-nando Macarano.

3. (1609) La constante Amarilis, Prosas y versos de Christoval Suarezde Figueroa. Divididos en quatro Discursos. Valencia, junto al moli-no de Rovella.3.1. (1614) La constante Amarilis, De Christoval Suarez de Figue-

roa. Diuisée en quatre Discours. Traduite d’Espagnol en Fran-çois, par N. L. Parisien. Lyon, Claude Morillon.

3.2. (1781) La constante Amarilis, Prosas y Versos de ChristovalSuarez de Figueroa, divididos en quatro discursos. Terceraimpression. En Madrid, Antonio de Sancha..

4. (1612) España defendida, poema heroyco, de Christoval Suarez deFigueroa. Madrid, Juan de la Cuesta, 1612.4.1. (1644) España defendida. Poema Heroico de don Christoval

Suarez de Figueroa, Auditor de exercito y Provincia que fue porsu Magestad. En esta quinta impression por su Autor reconocido,y de las erratas enmendado. En Nápoles, Egidio Longo.

5. (1613) Hechos de don García Hurtado de Mendoza, Quarto Marquesde Cañete. Por el Doctor Christoval Suarez de Figueroa. Madrid,Imprenta Real.

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5.1. (1616) Hechos de don García Hurtado de Mendoza, Marquesde Cañete. Por el Doctor Christoval Suarez de Figueroa. EnMadrid, en la Imprenta Real.

5.2. (1865) Hechos de don García Hurtado de Mendoza.(Colecciónde historiadores de Chile; Santiago de Chile).

6. (1614) Historia y anal relación de las cosas que hizieron los padresde la Compañía de Jesús por las partes de Oriente y otras, en la pro-pagación del santo evangelio, los años pasados de 607 y 608. Saca-da, limada, y compuesta de Portugués en Castellano por el DoctorChristoval Suarez de Figueroa. En Madrid, Imprenta Real.

7. (1615) Plaza universal de todas las ciencias y las artes, parte tradu-cida de Toscano, y parte compuesta por el Doctor Christoval Suarezde Figueroa. Madrid, Luis Sanchez.

7.1. (1630) Plaza universal de todas las ciencias y artes, partetraduzida de Toscano, y parte compuesta por el Doctor Christo-val Suarez de Figueroa. A Hierónimo Perarnau, CavalleroCatalan, Señor del Castillo y Lugar de la Roca de Albera, en elcondado de Rossellon. En la Fidelíssima Villa de Perpiñan, porLuis Roure, Librero.

7.2. (1733) Plaza universal… nuevamente corregido, y addicionadopara esta impression. En que se comprehende una universal noti-cia de cada una de las ciencias, sus inventores, origen, etc. Detodas las religiones, sus principios, aprobacion y establecimien-tos… De las ordenes militares de dentro y fuera de España… Devarias artes liberales, y mechanicas… Con una historica narra-cion en cada uno de estos particulares… Madrid.

8. (1615) Relación de la onrossísima jornada que la magestad del reydon Felipe, nuestro señor a hecho aora con nuetro príncipe, y lareyna de Francia, sus hijos, para efetuar sus reales bodas; y de lagrandeza, pompa y aparato de los príncipes y señores de la corte, queyvan acompañando a sus magestades. Es relación la mas cierta que asalido de la corte. Ordenada por el Dotor Christoval de Figueroa, resi-dente en ella. Este año.

9. (1617) El passagero. Advertencias utilíssimas a la vida humana. Porel Doctor Christoval Suarez de Figueroa. En Madrid, por Luys San-chez.

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9.1. (1618) El passagero. Advertencias utilíssimas a la vida huma-na. Por el Doctor Christoval Suarez de Figueroa. Barcelona,Geronimo Margarit.

9.2. (1913) El passagero. Ed. de Francisco Rodríguez Marín, Colec-ción Renacimiento.

9.3. (1914) El passagero. Ed. de la Sociedad de Bibliofilos Españo-les.

En la Dedicatoria de El passagero (1617), el propio Figueroa indica:“Este libro… justamente puedo llamar hijo de mi inclinación y empleo de mivoluntad, por haber sido otros siete que escribí y publiqué partos de ajena ins-tancia, etc”., dando a entender que todos los anteriores fueron traducciones oencargos; y probablemente excluya, por irrelevante, el título 8 de la presenteBibliografía.

10. (1621) Varias noticias importantes a la humana comunicación.. Porel Dotor Christoval Suarez de Figueroa. Madrid, Tomas lunti.Impresor del Rey nuestro Señor

11. (1629) Pusilipo. Ratos de conversación, en los que dura el paseo.Autor don Christoval Suarez de Figueroa. Nápoles, Lazaro Scorig-gio, MDCXXIX. 4°.

12. (1610-12) Traducción al castellano del primer volumen de la Operespirituali de la Madre Bautista di Genova. Mencionada en el prólo-go a los Hechos de don García Hurtado de Mendoza de 1613, perono incluida en la lista de las obras compuestas y publicadas porFigueroa inserta en la España defendida, ed. de Nápoles 1644.

Sí están incluidas en esa lista los siguientes títulos:13. Residencia de talentos14. Olvidos de príncipes, daños seguidos por ellos15. Desvaríos de las edades, escarmientos para todos16. La Aurora, con los primeros exercicios de vivientes.

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ANEXO

TEXTOS RELACIONADOS CON LA

AUTORÍA DEL QUIJOTE

DE AVELLANEDA

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PROPONENTE CANDIDATOS TEXTO(S)

ALONSO CORTESNarciso Fray Cristobal de Fonseca

El falso Quijote y fray Cristobal de Fonseca (Valladolid, 1920), Casos cervantinos que tocan a Valladolid (Madrid,1916,.pág.131)

ARIAS SANJURJOPARDIÑAS, Joaquín rebate al cddto. Guillen de Castro Avellaneda y el sentido oculto del Qui-

jote (Santiago, Tip. Paredes, 1935)

de ARMAS Y CÁRDENAS, José Luis Fernandez de Córdoba y Aragón,Duque de Sessa

Cervantes y el Duque de Sessa. Nue-vas observaciones sobre el Quijote deAvellaneda y su autor (La Habana, P.Fernández, 1909)

ASTRANA MARÍN, Luis ---------- Vida ejemplar heroica de Miguel de Cer-vantes (t.VII, Madrid, Reus, 1948-58)

AZCUNE, Valentín rebate a cddto. Jerónimo de Pasamonte Avellaneda no es Pasamonte (Rvta.Dicenda, 1998)

BAIG BAÑOS, Aurelio apoya al cddto. fray Alonso FernándezQuién fue el licenciado Alonso Fernán-dez de Avellaneda (Madrid, J. PérezTorres, ¿1915?

BONILLA Y SAN MARTÍN, Adolfo Pedro Liñán de Riaza Historia de la Literatura española deFitzmaurice Kelly, pág 371

BRAGA, Teófilo Lupercio Leonardo de ArgensolaQuem foi o auctor do segundo don Qui-xote (Lisboa, 1905), Soluçao do proble-ma de Avellaneda, durante tres seculosirreductivel (Coimbra, 1916)

BROWN, Rawdon Gaspar SchöppeMiguel de Cervantes of Alcalá deHenares and Carlo Emmanuele ofSavoy (Londres 1873, trad. en la rvta.El Ateneo, Sevilla 1874)

CANAL, Maximiliano fray Andrés PérezEl padre fray andres Pérez de Leon, O.P., autor de La pícara Justina y delfalso Quijote (Rvta. de Archivos,Bbtcas. y Museos, Madrid 1926)

CARBALLO PICAZO, Alfredo -------------

Cervantes, Avellaneda y los artículos(Studia Philológica, Homenaje a Dáma-so Alonso, Madrid, Gredos, 1960, págs.281-293)

de CASTRO, Adolfo fray Luis de Aliaga, fray Alonso Fernán-dez, Juan Ruiz de Alarcón

El conde-duque de Olivares y el rey Feli-pe IV (Madrid, 1846), Cervantes y Alar-cón: Alarcón fue el fingido Avellaneda(Varias obras inéditas de Cervantes,Madrid, 1874)

CAVALIERI PAZOS, José fray Luis de Aliaga

CEÁN BERMÚDEZ, Juan Agustín Juan Blanco de Paz

CLEMENCÍN, Diego opina que fue aragonés, fraile dominicoy comediógrafo

COTARELO Y MORI, Emilio Guillén de CastroSobre el Quijote de Avellaneda y acercade su autor verdadero (Boletín de laRAE, junio 1934, págs. 339-356)

DÍAZ de BENJUMEA, Nicolás Juan Blanco de Paz, Francisco Lópezde Úbeda

La estafeta de Urganda (Londres 1861),El correo de Alquife (Barcelona 1866), Elmensaje de Merlín (Londres 1875)

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DÍEZ y LOZANO, B Lope de Vega Compendio de la vida de Cervantes(Oviedo, 1905)

ESPÍN RAEL, Joaquín Francisco de Quevedo Investigaciones sobre el Quijoteapócrifo, Madrid, Espasa-Calpe, 1942

FECED VALERO, P apoya al cddto. fray Luis de Aliaga El Quijote de Avellaneda (Las Provin-cias, Valencia, dcbre. 1947)

FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín opina que fue un dominico aragonés, yprotegido por fray Luis de Aliaga

Vida de Miguel de Cervantes Saavedra(Madrid, 1819, pág. 150)

FERNÁNDEZ GUERRA Y ORBE, Aure-liano fray Luis de Aliaga Algunos datos para ilustrar el Quijote

(Madrid, 1863)

FITZMAURICE KELLY, James Alonso Fernández de Avellaneda (opinano hubo seudónimo)

Miguel de Cervantes Saavedra (pág.194, B. Aires, 1944)

FORS, Luis Ricardo fray Andrés Pérez

Criptografía quijotesca (La Plata, 1905),Espíritu del Quijote (B. Aires, Laso, Pardoy Cia. 1916), Vida de Cervantes (B.Aires. Fed. Universitaria,1916)

de FREITAS, J. apoya al cddto. Bartolomé Leonardo deArgensola Cervantes e Argensola (Lisboa, 1916)

GALLARDO, Bartolomé José fray Luis de AliagaEl buscapie del buscarruido de donAdolfo de Castro (Valencia, Imp. M.Cabrerizo, 1851)

GARCÍA SALINERO, Fernandoapoya al cddto. Alonso de Castillo Solór-zano (en la introd. a su ed. del Quijotede Avellaneda, Madrid, Castalia 1972)

Alonso de Ledesma ¿soldado y autordel falso Quijote? (Hispania L, págs.227-284)

GARCÍA SORIANO, Justo Alonso de Castillo Solórzano

Los dos Don Quijotes. Investigacionesacerca de la génesis de El IngeniosoHidalgo y de quién pudo ser Avellaneda(Toledo. 1944)

GERMOND de LAVIGNE, Leopold AlfredGabriel Bartolomé Leonardo de Argensola introd. a su ed. del Quijote de Avellane-

da (París, Didier, 1853)

GILMAN, Stephen opina que fue aragonés

Alonso Fernández de Avellaneda, areconsideration and a bibliography, (His-panic Revue, XIV, 1946, págs. 304-321);Cervantes y Avellaneda: estudio de unaimitación (Nva. Rvta. de Filología Hispá-nica, Méjico, 1951)

GROUSSAC, Paul Juan MartíLe don Quichotte d’Avellaneda: uneenigme litteraire: (París, AlphonsePicard et fills, 1903)

GUTIERREZ PALACIOS, Arsenio Alonso Fernández Zapata diario ABC, Madrid, 22 noviembre 1967

HARTZENBUSCH, Juan Eugenio apoya al cddto. fray Luis de Aliaga Cervantes y Lope en 1605 (Rvta. Espa-ñola, 1862)

HERRÁN, Fermín Miguel de Cervantes

HERRERO GARCÍA, Miguel apoya el estudio tipográfico de F. Vindel Vida de Cervantes (Madrid, EditoraNcal., 1948)

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de HORNEDO, Rafael Mª rebate al cddto. Alonso de Cas-tillo Solórzano

Fernández de Avellaneda y Castillo Solórzano (Ana-les Cervantinos, II, 1952) págs. 249-267

de LA BARRERA, Cayetano A. apoya al cddto.fray Luis de Alia-ga

Nuevas investigaciones sobre las obras de Cervan-tes (Madrid, 1863)

LEÓN MÁINEZ, Ramón Lope de Vega En su ed. del Quijote (Cádiz 1876)

LÓPEZ PELAEZ, A. Aprobación verdadera del Quijote falso (Boletín dela RAH, LXVIII, 1916, pag. 557)

de LOS RÍOS LAMPÉREZ,Blanca

fray Gabriel Téllez, “Tirso deMolina”

Algunas observaciones sobre el Quijote de Avellane-da (La España moderna, 1897-98)

MALDONADO de GUEVARA,Francisco Alonso Pérez de Montalbán El incidente Avellaneda (Anales Cervantinos,

V,1956-57, págs. 41-62)

MALDONADO RUIZ, Antonio Antonio Mira de Amescua yLupercio Leonardo de Argensola

Cervantes, su vida y sus obras (Barcelona, Labor,1947)

MARASSO, Arturo Juan Valladares de ValdelomarCervantes. La invención del Quijote (B. Aires, Bbtca.Nueva, 1947); Cervantes. La invención del Quijote(B. Aires, Hachette, 1954.)

MARTÍN JIMÉNEZ, Alfonso apoya al cddto. Jerónimo dePasamonte

El Quijote de Cervantes y el Quijote de Pasamonte:una imitación recíproca (Bbtca. Est. Cervantinos,Alcalá de H., 2001)

MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Fran-cisco

rebate al cddto. Guillén de Cas-tro

Don Guillém de Castro no pudo ser Avellaneda.Réplica a Cotarelo (Valencia, Tip. Hijo de F. VivesMora, 1935)

MARTÍNEZ UNCITI, Ricardo Miguel de Cervantes

Avellaneda es Cervantes (Barcelona, Studium,1915);; Cervantes, autor de ambos Quijotes (diarioEl Debate, Madrid, 1916); La génesis del Quijote(Valladolid, 1918)

MAYANS Y CISCAR, Gregorio opina que fue aragonés y pode-roso

Vida de Miguel de Cervantes (Madrid, 1737, arts. 61y sgtes.)

MENÉNDEZ PELAYO, Marceli-no Alfonso Lamberto

Introd. a su ed. del Quijote de Avellaneda, págs. 27-41 (Barcelona 1905), Estudios y discursos de críticaliteraria (Madrid, 1941, págs. 357-420)

MILLÉ Y GIMÉNEZ, Juan Francisco de Quevedo, sin des-cartar a fray Luis de Aliaga

Quevedo y Avellaneda (B. Aires, Helios, 1918), Unaoctava real de Lope y el falso Avellaneda (Hispania,XX, pág. 341); Una nueva interpretación acerca delos artículos omitidos por Avellaneda en su Quijote(Rvta. del Ateneo Hispanoamericano, 1919)

MORENO GARCÍA, César fray Luis de Granada

MOREY MORA, G. fray Hortensio Felix Paravicino yArteaga

El Greco, personaje y autor secreto del Quijote(Palma de Mallorca, 1969)

NIETO, José apoya al cddto. fray Luis deAliaga

Cervantes y el autor del falso Quijote (Madrid,1905).

ORIA, José AntonioLa polémica de Menéndez Pelayo con Groussacsobre el Quijote de Avellaneda (B. Aires, CasaImpresora López, 1934)

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ORTÍN, E. El autor del Quijote espúreo (CrónicaCervantina, V, 1934, págs. 535-539)

OSTERC, ¿Ludovico? Cervantes y Avellaneda (Anales Cer-vantinos, XXI, 1983, pág. 96)

PALAU Y MARSÁ, F. apoya al cddto. fray Gabriel Téllez,“Tirso de Molina”

Una nueva conjetura sobre el Quijote(Barcelona, 1902)

PELLICER Y SAFORCADA, Juan Anto-nio

Vida de Miguel de Cervantes (Madrid,Sancha, 1799, págs. 154 y sgtes.)

de PUELLES, Antonio Mª Alonso de Castillo Solórzano

RIQUER, Martín Jerónimo de PasamonteEl Quijote y los libros (Papeles de SonArmadans, CLX, 1969). Cervantes,Passamonte y Avellaneda (Barcelona,Sirmio, 1988)

RIVERO, Atanasio Antonio Mira de Amescua y GabrielLeonardo de Albión Argensola

Memorias maravillosas de Cervantes.El crimen de Avellaneda (Madrid, BbtcaHispana, 1916)

RODRÍGUEZ MARÍN, Francisco opina que fue Alfonso Lamberto o bien“algún estudiantón famélico”

en su ed. póstuma del Quijote, Atlas,Madrid 1949- t. IV

ROJAS, Ricardo opina que Cervantes no supo quién fueAvellaneda

Cervantes (B. Aires, La Facultad,1935); Cervantes (B. Aires, Losada,1948)

ROMERO FLORES, Hipólito R opina que fue de la comarca de Zara-goza

Biografía de Sancho Panza, filósofo dela sensatez (Barcelona, Aedo, 1952)

ROSELL, Cayetano apoya al cddto. fray Luis de Aliaga Novelistas posteriores a Cervantes-I(BAE, XVIII, 1851; Atlas, 1946)

SALVAT i BOVÉ, Juan La imprenta en Tarragona (Tarragona,1977)

SÁNCHEZ, Alberto opina que Cervantes no supo quién fueAvellaneda

¿Consiguió identificar Cervantes alfalso Avellaneda? (Anales Cervantinos,II, Madrid, 1952, págs. 313-331

SÁNCHEZ CASTAÑER, Francisco rebate al cddto. fray Alonso Fernández

Quien no pudo ser Avellaneda. Nuevosdatos acerca de fray Alonso Fernández(Valencia, Mediterráneo t-II-6, 1944);Univ. Literaria, Fac. Filosofía y Letras(1941)

SÁNCHEZ PÉREZ, Juan Bautista(“JBSP”) Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo Avellaneda (Madrid–Cádiz, Escelicer,

1940)

SCHEVILL, Rudolph rebate al cddto. Guillén de Castro¿Quién era Alonso Fernández de Ave-llaneda? (Homenatje a Antoni Rubió iLluch, Barcelona, 1936, págs. 555-568)

SERRA VILARÓ, Juan Viçens García, rector de Vallfogona(Tarragona)

El Quixot d’Avellaneda fou imprès aTarragona (diario La Cruz, Tarragona, 14junio 1936); El rector de Vallfogona,Vicente García, autor del Quijote deAvellaneda (Barcelona, Balmes, 1940;parece que publicó una 2ª ed. ampliada)

SERRANO CASTILLA, Francisco apoya al cddto. Alonso de CastilloSolórzano

¿Fue Alonso del Castillo Solórzano elautor del falso Quijote? (diario Patriade Granada, 23 abril 1944

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TERZANO, Enriqueta rebate al cddto. Fco. de Quevedo Rvta. de Filología Hispánica, V,1943, págs. 183-186

TORIBIO MEDINA, José apoya al cddto. fray Alonso Fernán-dez

El disfrazado autor del Quijote impre-so en Tarragona fue fray Alonso Fer-nández (Santiago de Chile, ImprentaUniversitaria, 1918); Estudios Cer-vantinos (págs. 15-109)

TUBINO, Francisco Mª rebate al cddto. fray Luis de Aliaga

Cervantes y el Quijote: estudios críti-cos (Madrid, A. Durán, 1872); El Qui-jote y la estafeta de Urganda (Sevi-lla, Imp. La Andalucia, 1872)

de USOZ Y RÍO, Luis apoya al cddto. fray Luis de Aliaga

VINDEL, Francisco Alonso de Ledesma

La verdad sobre el falso Quijote (2vols. Barcelona, 1937); Las treintacasualidades que hacen que Alonsode Ledesma sea el autor del falsoQuijote (Madrid, 1941)

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Colección Clásicos CarenaEdiciones Carena quiere sumarse a la celebración del IV Centena-

rio de la publicación de la obra cumbre de nuestras Letras: El inge-nioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.

Para ello hemos iniciado una colección, Clásicos Carena. Como edi-torial independiente, y celebrando cuantas contribuciones puedanhacerse desde todas las perspectivas, queremos poner nuestro máximoempeño en la difusión de trabajos y aportaciones provenientes desde lasociedad "civil". Afortunadamente, son miles y miles los "cervantistas"o "quijotistas" que desde el anonimato trabajan apasionadamente, sinmás interés que el del enriquecimiento espiritual, que no es poco.

La colección estará dirigida por Enrique Suárez Figaredo, inge-niero eléctrico, que lleva años dedicado al estudio gozoso del Qui-jote, sin otro fin que formarse su propia opinión sobre los aspectosmás oscuros relativos a la fijación del texto. Este buen quijotista hadedicado muchas horas a la revisión de las más antiguas edicionesdel Quijote, consultando ejemplares originales de las principalesbibliotecas españolas y batallando con las reproducciones facsimila-res al uso. Al tiempo, y por documentarse, ha leído (examinado, másbien) no pocos textos de nuestros Siglos de Oro, a la búsqueda depasajes que le ayudasen a su proyecto. De ahí su éxito en la resolu-ción del enigma de Avellaneda, primer título de la Colección.

Su dedicación al texto del Quijote ha llegado a tal punto, que hareconstruido (vocablo a vocablo y con la grafía original) el texto deaquellas ediciones antiguas (Madrid, Valencia, Bruselas, Barcelo-na…), reflejando en una gigantesca tabla las variantes textuales con-tenidas en ellas. Estos textos -casi facsímiles- y la tabla ha de ser deenorme interés para los especialistas y estudiosos, y para ellos esta-mos estudiando su distribución digital por medio de internet.

Los títulos 'en papel' que estamos preparando son:Núm. 2 El Quijote 'de Avellaneda', de Suárez de FigueroaNúm. 3 El pasajero, de Cristóbal Suárez de FigueroaNúm. 4 Edición comentada del Quijote de Cervantes, de Suárez

Figaredo