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KRISTOV D. CERDA NEIRA

CRÍTICA Y TRANSGRESIÓN

Un systéme est une espéce de damnationqui nous pousse a une abjuration perpétuelle;

il en faut toujours inventerun autre, et cette fatigue est un cruel

chátíment'.

Baudelaire

CORRESPONDE A MICHEL FOUCAULT el méritode haber situado la figura de la transgresión

como una de las categorías fundamentales a la'hora de interrogarse por el ser de la literatura tal ycomo nos ha sido dado en los últimos dos siglos.Ciertamente este saber de la transgresión le llega a

I "Un sistema es una especie de maldición que nos conduce a la abjuraciónperpetua; nos fuerza a inventar todos los días otro, y esta fatiga es un cruelcastigo".

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Foucault de su cercanía con la escritura multiformede Georges Bataille, quien la descubre como el datoo la experiencia originaria desde donde se abre laposibilidad misma de un pensar venidero -"ca-tegoría" en un sentido aristotélico o incluso kan-tiano. Foucault sistematiza parte de la dispersaintuición del creador de Acéphale, hasta llegar alreconocimiento de que el primer lugar en el queemerge la transgresión como asunto del pensar es elespacio literario. El conjunto de textos que dedicaal tema durante los años '60, especialmente suprefacio a las Obras Completas de Bataille, pone demanifiesto cómo la transgresión es anterior a laconstitución de la literatura misma, no obstante seescenifica en ella para luego derramar fuera deltexto su destello sagital, iluminando de golpe lasformas de exclusión o exterioridad sobre las que sefunda la cultura de Occidente. La locura, el crimeny el erotismo nos son re-conocibles como tales enesta Modernidad que no cesa de disciplinarlos yadministrarlos, gracias a su aparición en el indo-mable cuadrilátero de la obra. La literatura nosrevela que todos ellos no son más que avatares deuna potencia ciega que afirma tanto el ser del límitecomo el de lo ilimitado, en un movimiento que notiene que ver nada con las conciliaciones dialécti-cas, y que por lo mismo no hace sino sostener acada cual en esa apertura posibilitante que designa-mos como Diferencia (Foucault 1996b).

111 primer lugar, decimos, en que se manifiesta el11'1(lIl1pago de la transgresión es el texto literario,IIIIIN no solo porque en él se trae a la palabra lo que111 ("\ ti t \1ra excluye, sino porque la literatura no posee11 ¡('s esencia que una cierta profanación de louu-Iublc que es a su vez una expoliación del hablacotidiana. Ninguna palabra o juego de palabraspertenece por derecho a un orden peculiar deldiscurso que constituiría de suyo el campo literario.Pcro desde el momento en que las palabras coti-dianas se desgajan de su circulación en la sociedadpara ser inscritas en el entramado de la obra ad-quieren una tonalidad nueva, que suspende su perte-nencia al discurso cotidiano sin dej ar de enunciarcómo este nuevo estado tampoco se correspondeexactamente a una habitación de la obra en propie-dad. El texto literario ni posee lenguaje propio ni essólo lenguaje cotidiano fuera de contexto. Esteexcedente que da lugar a la obra funciona como unaverdadera perforación del lenguaj e, que patentizalos límites del decir cotidiano al mismo tiempo enque desnuda las pretensiones de inefabilidad esté-tica que se hallan suspendidas sobre el textoartístico sin llegar jamás a colmarse, es decir,además de abrir el espacio donde toman lugar lalocura, el erotismo y el crimen, la obra literaria esconstitutivamente transgresiva: señala tanto haciael exterior del lenguaje como hacia la imposibilidadde salir del mismo (Foucault 1996a).

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Con todo, ha sido también el propio Foucaultquien tomase nota de la pérdida del potencial trans-gresivo de la literatura, al menos en el primero deaquellos sentidos, digerido en la actualidad por lalógica del consumo y el espectáculo, que hace detoda experiencia límite que pueda ser representadao imaginada un paliativo para la mala concienciade la complaciente sociedad burguesa (Foucault,1999b: 388-389). El discurso que aquíproponemos, intenta pensar la posibilidad de resti-tuir de algún modo la transgresión en el campo dela literatura, mas no ahora dentro del volumencircunscrito de la obra sino más bien hacia elámbito abierto por los lenguajes segundos osubsidiarios, de la crítica literaria, en tanto en losúltimos cincuenta años ha cobrado fuerza la idea deque ésta no se subordina servilmente respecto deun decir poético originario sino antes bien lo con-tinúa, dispersándolo gracias a un acoplamientoantes productivo que re-productor. En otraspalabras, intentaremos indagar cómo el lugar de latransgresión hoy puede ser el de la crítica, preser-vando toda la amplitud y ambivalencia que poseetal denominación disciplinaria. El esbozo de estacrítica transgresiva no tiene otro sentido paranosotros que despejar un microscópico fragmentodel sendero, abierto ya por Foucault y Batailleentre otros, de aquel pensar que ya no será máscrítica, ni filosofía, ni literatura.

11 Roland Barthes (1998: 23 ss.) formuló clara-mcutc la idea según la cual la crítica literaria tradicio-uul funcionaria como un sistema de prohibiciones quese articula alrededor de un conjunto de nocionesdirigidas, en lo fundamental, a preservar la integridadde las certezas estéticas adquiridas respecto delAutor, la Obra y el Lenguaje. Esta idea no es válidaexclusivamente para un cierto tipo de crítica sino parala concepción de la crítica literaria en general en lamedida en que, por definición, el discurso crítico seautoconcibe como un metalenguaje que a su vezimplica un repertorio de prescripciones, general-mente metodológicas. Ellas determinan con ciertaprecisión el tipo de relación que ha de establecer consu objeto, excluyendo cierto tipo de enunciados ypostulando otros; operación tanto más comprometidacuanto la crítica es también una forma de saber que sejustifica apelando al estado de desarrollo de otrosmetalenguajes (filosofía, lingüística, sociología, etc.),de modo que se halla entonces en la incómodasituación de una doble exterioridad.

El estructuralismo intentó sobrellevar esta situaciónhomologando el discurso crítico y el literario sobre elcontexto irrebasable del Lenguaje tal y como esdescrito por la Lingüística contemporánea, pero nohizo sino multiplicar los términos de la cuestión alintroducir la posibilidad de una ciencia de la literaturaque liberase a la crítica de su necesidad de justificación

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en el concierto de los saberes para una producciónde sentidos más o menos análoga a la producciónliteraria. El precio de esta relativa seguridad essin embargo, dar lugar a un sistema de reglas aúnmás cerrado que termina consagrando la circu-lación del sentido de acuerdo a los principiosmetafísicos e ideológicos de su distribución en laconstelación de saberes que constituyen la culturade Occidente. Se catalogan las formas de inter-pretación y de producción discursivas, inscrip-ción en la red cultural que se halla sometida a las"suj eciones formales del sentido" (Barthes, 1998:68ss) las que a su vez se fundamentan, ni más nimenos, en la gran lógica de los símbolos, (...) lasgrandes formas vacías que permiten hablar yoperar" (Barthes, 1998; 61). En otras palabras, sibien el estructuralismo significa probablemente elmás alto nivel de rigurosidad -y, por lo tanto, deautonomía- al que haya accedido la crítica lite-raria, ésta se alcanza a través de su estabilizacióndisciplinaría bajo la égida del formalismolingüístico, cuya sutileza metodológica operadesde la precomprensión del lenguaje comosistema formal o totalidad organizada que essusceptible de estudio y manipulación. En tantoesta concepción se supone exhaustiva y seproyecta a su vez sobre todos los niveles delsistema, cada acto discursivo -entre los que se

.ucntan la literatura y la propia crítica- puede enprincipio ser previsto o descrito por reglas generalesde producción y transformación. La aparición deanomalías e intensidades discursivas no previstas seexplica por el estado de los conocimientos hasta esemomento, de modo que tarde o temprano habrán deser codificadas, aún cuando ello signifique el reorde-namiento de algún segmento más o menos relevantedel sistema. Si todo acto discursivo "hace sentido",entonces puede ser establecida su estructura (Cfr.Derrida, 1989: 41 ss.). Siguiendo la tendencia íntimaque todo el pensamiento occidental desde Platónhasta Husserl, el estructuralismo considera allenguaje como el lugar privilegiado de la produccióndel sentido. No obstante descubre cómo esta produc-ción tiene lugar en el perpetuo diferir del significante,procura racionalizar la diferencia estableciendo lasleyes de la combinatoria de las formas puras donde hade vaciarse invariablemente cualquier evento discur-sivo que pretenda significar. En este imperialismodel signo, donde el significante ha sido debidamentedepurado y regulado hasta convertirse en el deposi-tario más o menos transparente de la significación,se emboza la mayor empresa teórica jamás conce-bida de control y clasificación del discurso, contem-poránea a su vez de la domesticación del deseo y

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la administración definitiva del mundo por laeconomía capitalista-

se en la oscilación del límite que esconde los órdenesde sentido para destituirlos incesantemente por lamanifestación de la precariedad de su génesis. Estoquiere decir que la transgresión del lenguaje a la quealudimos ha de operar desde su interior. Si renuncia-mos a tratar al lenguaje como una esencia intempo-ral que se despliega regularmente y respecto del cualcada evento discursivo no es más que un caso de unaserie objetiva de estructuras, y pasamos a tratarlocomo un campo de intensidades, de efectos, desingularidades que se dispersan para oponerse oacoplarse sin más ley que el juego de la afirmación yla rareza (Foucault, 2002: 68), veremos como sehallan inscritas en él las huellas de su afuera. Allídonde el lenguaje se pliega sobre si mismo hastavaciar toda referencia o toda subjetividad y presen-tarse obscenamente desnudo, en ese despojamientoque no es el vacío de la forma sino la excedencia delsentido que se fagocita a sí mismo, aparecen lascicatrices de la potencia del deseo. Foucault ha dichoque el pensamiento del afuera adviene como desapa-recer del sujeto que hace aparecer el ser tachado dellenguaje (1999a: 299-300); en este vacío campea-agregamos nosotros- el deseo de cuyo encuentrocon el lenguaje ha devenido la interioridad y conella la posibilidad misma de un decir literario, estoes, de un decir que ignorando la economía de lo realy de la Ley no responde sino a la demanda muda del

La recusa del logocentrismo desde el interior delpropio pensamiento estructuralistaha podido acercarsea la idea de que el sistemade prohibicionesmás vasto yantiguo de la cultura, pues es su mismísima condiciónde posibilidad, es precisamente el lenguaje, de modoque antes que acometer la empresa de su siste-matización debemos permanecer vigilantes ante susseducciones. El lenguaje se nos presenta hoy en suopacidad y resistencia, de modo que saber de la litera-tura que no sea ya más critica en aquella concepcióndisciplinaria puede ser ser -jugando con un conceptoque Foucault (1999a) encuentra en su diálogo con laescritura monumental de Maurice Blanchot- trans-gresión del lenguaje hacia su afuera (Dehors).¿Significaacaso que proponemosuna ingenua tentativade salir del lenguaje? De ninguna manera. Primeroporque ella anularía la articulaciónmisma de un pensaro un discurso cualquieray segundo porque no corres-ponde a la transgresióndeslizarsehacia la intemperiedela pura exterioridadni hacia la conciliacióndialécticadelo Mismo y de lo Otro, sino -por el contrario- instalar-

2 Alguien podrá argumentar, con justa razón, de que el estructuralismo es unfantasma del pasado. Este fantasma pervive, sin embargo, y lo hace bastantebien, en las múltiples especies de formalismo de inspiración lingüística que -detiempo en tiempo- buscan hacer entrar a la crítica literaria una en la "sendasegura de la ciencia".

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deseo. Este proceso no es inofensivo, dispersa susvestigios por todos lados. A esas escoriaciones, llagastumefactas, hinchazones, y extensos hematomas deja-dos por el deseo en el lenguaje debe acercarse lacrítica no para suturar y curar sino para desangrar yseparar los estratos hasta hacer visible el vacío sobreel que descansa toda enunciación, gesto transgresivoque confirma la copertenencia de lenguaje y abismo.

entre los miembros así dispersados. Aun cuando notiene ya la obligación moral -jamás ha sido otra'osa- de recomponer el texto en su integridad origi-nal, habrá de ensayar composiciones nuevas, acopla-mientos antinaturales, reconstrucciones parciales ocon elementos foráneos. El conjunto de estas mons-truosidades (Cfr. Derrida 1989: 401) dará lugar a lapropia escritura de la crítica, pues no tiene más normaque la afirmación del deseo en el discurso. En estepunto el texto plástico ha avanzado más a prisa que eltexto literario y mucho más que el crítico: pensamos,por ejemplo, en la singular experiencia dedesmembramiento/composición de la imagencorpórea y aún de la luz que se encuentra en la obradel pintor irlandés Francis Bacon, particularmente enla operación furiosa que realiza en diversos momen-tos sobre el retrato de Inocencio X de Velásquez, quefuncionaría -nos parece- como analogon perfecto dela actividad crítica que estamos proponiendo. Latransgresión de la fuente opera como una celebracióndel potencial infinito de su deseabilidad, que setrans-figura como reescritura incesante que al alejarsedel origen lo restituye en la apertura de una verdad noenunciada, pero contenida siempre allí como ofrendapara la mirada deseante. Como lo ha enunciadoPhilippe Sollers (1978; 67), refiriéndose otra vez altexto sadiano, cuando la escritura alcanza a la trans-gresión "se convierte en el lugar de una afirmaciónsin límites, es decir, no remitiendo (como el deseo)

No es otro el gesto inaugural de Sade. El ha puesto"al desnudo al deseo en el murmullo infinito deldiscurso" (Foucault,1999a: 300), gesto que la litera-tura ha perdido luego al ser plenamente integrada enel sistema de domesticación del deseo por el consumocapitalista. Si la crítica ha de tomar su relevo debereproducir el gesto sadiano no ya sobre la ficción dela realidad dispuesta en la escena literaria, sino sobreesa especial ficción del lenguaje que llamamos litera-tura. La crítica debe operar sobre la literatura como ellibertino sadiano opera sobre los cuerpos mientrasdiscurre animadamente en torno de los ideologemasde la cultura occidental. La crítica ya no tendrá máspor objeto la textualidad aséptica del laboratorio for-malista, sino la escritura como devenir del deseo en ellenguaje, por lo que ha de acosar y mutilar' el textocuanto sea necesario para que florezca la escritura

3 Recordemos el gusto de los estructuralistas por el "corte", el "segmento" yel"ensamble".

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111:'1:-1 que H ella misma y cometiendo ese crimen mayor(superior al crimen que, de cierta manera, reconoce laley) de cambiar la realidad en una ficción activa, cuyavirulencia desnuda sin descanso el mundo del bien ydel mal". Trangresión del lenguaje que es trans-gresión de la obra, descubierta ahora como cuerpoescritural que ha de ser transedes)figurado por lacrítica.

ubre todo- con fuerzas que lo estremecen y que el1 IltH'o debe liberar con el estilete de su propia escri-111111. Mientras la lectura, modelo sobre el que desean-

111" 111 crítica tradicional y también gran parte de la1 1IIIl'II cstructuralista, consiste en un desciframientoIpll' preserva -en último término-la unidad o integri-dlld del texto, el trabajo de desvelamiento de la corpo-icidad de la escritura exige que el texto sea apremiadohasta que no sea expuesto nada más que su carne delenguaje palpitante y las huellas que en ella ha dejadoel recorrido del deseo. Puesto que la crítica es escri-tura en el mismo sentido, este apremio se realizarábajo la forma del encuentro transgresor entre dos cuer-pos: sea como oposición agonística de fuerzas, seacomo concurrencia erótica de dos cuerpos. No se tratasolo de reemplazar la metafórica logocéntrica de lacrítica académica por una metafórica corporal oerótica, antes bien se trata de sacar las últimas conse-cuencias tanto de la crisis de la subjetividad metafísicaen la que descansa el modelo de la lectura así como deuna concepción pragmático-retórica del lenguaje, queatienda a la eficacia de los discursos en el mundo y-sobre todo- sobre otros discursos reales o posibles".

Si bien concedemos al estructuralismo un pasodecisivo en el descubrimiento de la materialidad dellenguaje y sus implicaciones para los estudios lite-rarios deseamos, sin embargo, avanzar hacia laconsideración -todavía más radical en su alcance-de la corporeidad de la escritura. En la medida en quesostenemos que el lenguaje se halla herido por eldeseo precisamente en cuanto tiene de material y quedesde allí se produce el sentido como efecto del esta-llido del deseo a través del significante, reconocemosque la escritura constituye un cuerpo de lenguajedonde se inscribe el devenir del deseo. La escritura noes así una instancia cuasi-trascendental que designe elespaciamiento del significante desde donde seproduce el sentido sino el hacerse material, carnal sise quiere, del deseo en la inscripción. El texto, comoha acaecido al lenguaje, se convierte en un volumenopaco, con pliegues y cavidades, con zonas más omenos sensibles, con fluidos que se desplazan en suinterior y aun más allá de él con fibras que lo inervan

4 Las formas académicas de la "deconstrucción", que se hallaban en la mejorposición para llevar a cabo este programa en la medida en que se implicaron enla interrogación productiva del nexo entre la imprevisibilidad retórica del texto ysu eficacia ideológica, han sido lamentablemente reconducidas a una concepcióntrascendental de la escritura que se posee aún muchos rasgos del trascendentallingüístico estructuralista. Es bastante visible, sin embargo, la estrechavinculación de nuestros puntos de vista con esta forma de pensamiento, porllamarla de algún modo.

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S\.:trata, por lo tanto, de un agonismo crítico quebusca la confrontación contaminante de los dos cuer-pos de escritura a fin de verificar las consecuenciasproductivas, las transformaciones posibles en elcampo material --significante si se quiere-- de la solaescritura, pero concebidas ahora no como interacciónde estructuras formales sino como choque del deseoen el campo del lenguaje, que opera como dispositivode empalme entre -en último término- un entramadode lenguaje/deseo del que el crítico no es más que unnodo en el entramado histórico-social y la corporeidadescritural de la obra, despojada de la referencia alautor. Distinción, esta última, solamentemetodológica, en la medida en que lo que nos interesason las variaciones que el encuentro de los deseosopera en una red de escritura/lenguaje que suponemosinfinita. Por ello también esta critica es una erótica,que aspira a la fusión de los cuerpos escriturales en lamedida en que esta realza la economía decontinuidad-discontinuidad en las formaciones discur-sivas históricas, permitiendo a su vez la proliferacióninterminable de los discursos. La erótica es una trans-gresión en la medida en que "tiene como principio unadestrucción de la estructura de ser cerrado que es, ensu estado normal, cada uno de los participantes deljuego" (Bataille, 1997: 22). El acto crítico, por lotanto, no acontece sin que conduzca a una modifi-cación relevante en ambos cuerpos de escritura, debedejar cicatrices tanto en el lenguaje de la obra como

JI l,j ,!t-I propio ejecutor. ¿Acaso leemos al mismo,11111' ,kNpu6s de Blanchot y Klossowski? ¿O es el

11111,11111 Bnrthes después de su encuentro con Sarra-1111" ,

, 111 poco más adelante de la cita que acabamos deI'dlltll'l'ibir,Bataille (1997: 23) señala que el erotismo1111 ulcanza su plenitud sin un cierto elemento derulación o de violencia, apuntando de este modo

hucia un último concepto que hemos de examinar en'st\.:ejercicio por el que imaginamos una crítica trans-gr\.:siva."Violentar un texto" es una antigua metáforahermenéutica para designar cierta forma de interpre-tación abusiva que no respeta la unidad de la obra niel sistema de reglas estéticas, morales o lógicas queaseguran cierta relación de adecuación entre un textoy su sentido. Todo lo que hemos propuesto en lospárrafos precedentes nos hace reos de la acusación dellamar a la violencia, perturbando el orden apaciblede la República de las Letras. No es nuestra intenciónescapar de esta imputación pues aquí efectivamentese ha querido poner en escena una cierta violencia: lade la interpretación.

Si el sentido acontece como efecto del devenir deldeseo en el lenguaje toda interpretación que noaspire a ser una mera paráfrasis sino que se propongacomo producción de sentido debe -como hemossugerido- extraer el deseo de las marcas en el texto

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y apropiárselo para un nuevo flujo escritural quecontinúe la circulación del deseo (erotismo crítico), obien intentar imponer su deseo al de texto y trazar surecorrido en alguna de las líneas de dispersión delsentido producidas por esta fricción en los cuerposescriturales (agonismo crítico). Cualesquiera de lasdos estrategias supone que la relación interpretativano es la transcripción apacible de un sentido ocultosino una acción violenta que viene determinada engran medida por la carga que el deseo impone allenguaje. Este último arrastra a lo largo de la historialas marcas que él primero deja en él, las que se vanacumulando unas sobre otras en formaciones de sedi-mentación infinita. Estas formaciones se hallan a suvez sometidas a procedimientos de regulación ydisciplinamiento que orientan la producción de senti-dos y -por lo tanto- trabajan por la constricción oencauzamiento del deseo. Puesto que la escrituraliteraria acontece dentro de un contexto socioculturaldeterminado y hereda su lenguaje de las formacionesdiscursivas delimitadas por los procedimientos dedisciplinamiento propios de dicho contexto, el cuerpotextual jamás se ofrece a la crítica exento de rigidecesy resistencias, que constituyen el fondo de aquellaLey del texto que la crítica esta llamada a transgredir.Como lo ha señalado el propio Foucault " ...interpre-tar es apoderarse, mediante la violencia o subrepticia-mente, de un sistema de reglas que no tiene en símismo significación esencial, e imponerle una direc-

!!II nl"'ltllllo n una voluntad, hacerlo entrar en otroII!1WI.y IHI111derloa reglas segundas ... " (1992:111 11.1) Violencia que también debe ser ejercida por!n I lilllll literaria sobre sí misma, en tanto -como11. 11111'1VINlo más arriba- su deseo se halla igualmente1Il1lt'lldo,y quizás aun más que el de la literatura, a la

1'1I,·tiÚII de los mecanismos de control del discurso.NI) debe ser comprendida esta violencia contra sí11111111111de la crítica a la manera de aquél ascetismo deII1 verdad que pueda rastrearse probablemente en eli'1)razón del estructuralismo, sino más bien como unaviolencia sacrificial por la que el cuerpo escritural de111crítica se pone en juego completamente a sí mismoal encontrarse con la escritura de la obra. De otramanera la transgresión deviene ejercicio descaradode un poder arbitrario de la crítica sobre la literatura,que no tardaría en consagrar una forma aberrante dedisciplinamiento. La crítica transgresiva debe serprofundamente consciente de sus propios límites,porque ha de verlos constantemente en el cuerpo de laobra. De ahí el necesario equilibrio entre agonismo yerotismo, cuya vibración permanente en el ejerciciode la escritura dotarán al crítico literario de un tenorcaracterísticamente irónico, reencontrando así unantiguo talante del pensamiento que ha sido resguar-dado también por la literatura pese a la presiónterrible de la seriedad científica y filosófica. El sacri-ficio debe realizarse regularmente para que posea laeficacia del rito, irónico si se quiere, pero no por ello

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menos eficaz; sin esta capacidad de arriesgarse a símisma en cada uno de sus actos,' la critica no merecela denominación de tal.

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Horadamiento del lenguaje hacia su afuera,afirmación de la materialidad deseante o corporeidadde la escritura y violencia de la interpretación son lasfiguras de la transgresión en el campo de la críticaliteraria, figuras de una práctica transgresiva que seejercita esencialmente sobre el lenguaje y figuras deun pensar de la escritura desde el lugar oscilante de latransgresión. Ninguna de ellas subsiste sin la otra,como no se sostiene la Ley sin el acto que la viola nipuede darse franqueamiento alguno sin la cota de unlímite. Ello no constituye la debilidad del pensamientoque se instala en la transgresión sino, muy por elcontrario, su capacidad de hacer valer la fuerza deldeseo sobrepujando incesantemente el universo de lasformas. Hasta ahora este pensamiento que intenta noser nada más, pero tampoco nada menos que trabajodel deseo en la escritura, se anuncia en la experiencialiteraria de la locura, el erotismo y el crimen. Estaexperiencia ha sido pensada para nosotros por esesingular evento de carne, palabra y deseo que seenmascara tras el nombre propio de Michel Foucaultquizás el mejor homenaje que podamos ofrecerle esentregarlo al cuchillo sacrificial de la crítica tal y comohemos intentado describirlo aquí, quizás así se nosrevele su proveniencia desde la verdad del abismo.

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LJACAMAYO y LA SERPIENTE

.um do la Cultura Ecuatoriana"Bunjamln Carri6n",

Núcleo del Azuay

N° 40 - Septiembre del 2005

Lllroctor: DR. EFRAIN JARA IDROVO

l' 1<1:" OV 1). CERDA NEIRA: Crítica y trans-UI i1111(111 ••••••••••••• - •• - - - - - - - - - - - -. - - •• - - - - - - - -,

MANIII I VILLAVICENCIO: Yo el supremo: LaIlilVlIl1I polifónica del Augusto Roa Bastos ... ---t )',WAII)O ENCALADA VASQUEZ: BorgeslIiilll'll1 do Baudolino ---- --------------IIINI)I I<L;K M, EMRICH: Apreciación estética yIIliJ ••••••• -------------- ••••

I I I<NANDA ELlSA BRAVO HERRERA: LI

65

1 111JI 1 lo actual ecuatoriano-----------------.--.-- 99MAUHICIO OSTRIA GONZALEZ: Literatura yuntudlos literarios: más allá de la inmanencia ••. 109

MENTARIOS Y NOTAS ••••• _._ •• _... 127S COLABORADORES--------------·--···-··, 141

olicita colaboraciones, las mismas que seránde exclusiva responsabilidad de los autor

I canje para la Biblioteca del Núcleo,apartado 01,01.4907 - Cuenca - E

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EL GUACAMAYO Y LA SERPIENTE

PUBLlCACION DEL DEPARTAMENTO DE LITERATURADEL NUCLEO DEL AZUAY, DE LA CASA DE LA CULTURAECUATORIANA "BENJAMIN CARRION"

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