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EL USO DE LAS TIC POR PARTE DE LOS MIGRANTES Y SUS
CONSECUENCIAS PARA EL CAPITAL SOCIAL
Xabier Riezu, Pedro J. Oiarzabal, Mª Esther Aretxabala, Concepción Maiztegui ©1
Universidad de Deusto
RESUMEN
Esta comunicación presenta algunos elementos teóricos para investigar el uso que las
personas migrantes hacen de las tecnologías de la información y comunicación, TIC, y
sus consecuencias individuales y sociales en términos de capital social. Sus resultados
forman parte de una investigación recién iniciada sobre las implicaciones de las TIC, en
la integración y participación de las asociaciones de inmigrantes en la Sociedad de la
Información de España (AsITIC, MINECO Ref. CSO2012-31999).
En contra de lo que suele pensarse, los inmigrantes muestran unos niveles de uso de
las TIC similares a la población autóctona. El concepto de capital social puede ser una
herramienta útil para valorar algunos de los efectos socialmente más relevantes del uso
de las TIC. Basándonos en la literatura académica existente concluimos que las TIC
incrementan el capital social de los inmigrantes. Sin embargo, existe el temor a que las
TIC estén relacionadas con el incremento de un tipo de capital social específico, el
capital social vinculante, y no tanto con el del resto de tipos de capital social. El capital
social vinculante propicia la consolidación de redes de relaciones con los países de
origen así como con personas del mismo origen en la sociedad de acogida, con el
consiguiente riesgo de crear comunidades cerradas. Esto puede suceder en una primera
etapa, pero no se debe a ninguna característica de las TIC sino a dinámicas propias de la
experiencia migratoria, por las que se tiende a crear capital social vinculante en un
primer momento y otros tipos de capital social –puente y de acceso- posteriormente. En
cualquier caso hacen falta más investigaciones empíricas que detallen los usos que los
inmigrantes hacen de las TIC a fin de estudiar la contribución de estos usos a su
integración y a la cohesión social.
PALABRAS CLAVE: Tecnologías de la Información y Comunicación, Capital
Social, Integración, Inclusión Digital, Sociedad de la Información
1
Queda totalmente prohibido copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra sin previa autorización por escrito de los autores. Artículo preparado para su presentación en el XI Congreso Español de Sociología ‘Crisis y Cambio: Propuestas desde la Sociología’ - Grupo nº 35 (Sociología de los Valores). Universidad Complutense de Madrid, 10-12 de julio de 2013.
2
INTRODUCCIÓN
Los migrantes utilizan cada vez más las tecnologías de la información y la
comunicación (TIC). Obviamente existen diferencias en sus niveles de uso, y el estudio
de los factores que determinan esas diferencias (género, edad, nivel educativo, renta,
etc.) constituye un campo de investigación fundamental para poder implementar
políticas públicas de e-inclusión. Algunos colectivos inmigrantes son y serán
beneficiarios de programas de este tipo porque forman parte de grupos sociales en
riesgo de exclusión. Sin embargo, abordamos nuestro estudio observando que el acceso
de los inmigrantes como categoría social general a la Sociedad de la Información es ya
un hecho. Y desde esta constatación, nos preguntamos cómo está afectando este uso a
su bienestar y a su integración en las sociedades de acogida.
Sostenemos que el concepto de “capital social” puede ser una herramienta útil para
estudiar las consecuencias de las TIC para la relaciones interculturales, el
empoderamiento de los migrantes y la cohesión social. Este concepto pone en valor la
red de relaciones existentes entre personas y grupos, como un activo para las personas y
para la sociedad en su conjunto. Las TIC tienen unos efectos directos en estas
dimensiones relacionales de la persona, siendo además este, un rasgo cada vez más
definitorio de las TIC en la era de las redes sociales y la web 2.0.
Pero el concepto de capital social recoge tipos de relaciones muy diferentes. Si lo
que deseamos es la integración de los inmigrantes de forma mutuamente enriquecedora
(inmigrantes – sociedad receptora) y si entendemos la cohesión en términos de un
consenso básico entre personas y grupos diferentes que atempere lealtades étnicas o
culturales cerradas o excluyentes, no podemos considerar de la misma manera un capital
social conformado por redes de relaciones con personas pertenecientes a un mismo
grupo étnico o un capital social conformado por redes de relaciones que trasciendan
lealtades primarias, familiares, de grupos étnicos, religiosos, etc. No es que un tipo de
capital social sea bueno y el otro malo, ya que como argumentaremos ambos son
necesarios, pero habrá que considerar en qué medida se está propiciando un capital
social compensado. Y más en particular en lo que a nosotros nos atañe, tendremos que
observar si las TIC contribuyen al equilibrio en la creación de capital social para los
migrantes.
Adelantaremos que las TIC conllevan un amplio abanico de potencialidades y que es
su uso específico por parte de grupos y personas el que determina sus consecuencias.
3
Ninguna reflexión teórica puede soslayar la necesidad de estudios empíricos de todo
tipo, sobre la forma en la que los migrantes utilizan las tecnologías de la información y
la comunicación, las diferencias entre colectivos específicos en este uso, así como sobre
las consecuencias para las relaciones que estos grupos y sus miembros entablan con
otras personas, grupos y con la sociedad en general.
MIGRANTES EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN
Asistimos desde finales del siglo XX a una enorme transformación en el ámbito del
acceso a la información y a la comunicación, que está multiplicando su volumen,
velocidad e intensidad. Se trata de lo que Alvin Toffler a finales de los 70 y con aires
futuristas bautizó como “tercera ola” (Toffler, 1993): una nueva revolución, está vez de
la información, tras las revoluciones agrícola e industrial. Diversos autores han optado
por diferentes definiciones y denominaciones para caracterizar este tiempo:
informatización de la sociedad, (Nora et al., 1980), revolución informacional (Miège,
1992), tercer entorno (Echeverría, 1999), sociedad de la comunicación (Vattimo, 1990),
sociedad de la información (Webster, 2002; Dijk, 2012), sociedad de la postinformación
(Negroponte, 1995), sociedad del conocimiento (Drucker, 1993), sociedad en red
(Castells, 2001; Dijk, 2012), etc. Lo que el análisis social contemporáneo concluye es
que en nuestra sociedad, lo característico de la misma y lo que determina la estructura
social y las relaciones de poder es la información, el conocimiento y la comunicación
(Poster, 1990; Hamelink, 1995; Castells, 2001; Lash, 2005; Mosco, 2009).
Por otro lado, la sociedad de la información genera nuevas injusticias entre los que
tienen y los que no tienen acceso a las tecnologías de la información, y entre los que
más capacitados están para aprovecharla y quienes sufren más dificultades. El término
brecha digital tiene su origen en el inglés “digital divide” que se popularizó durante la
administración Clinton. En castellano se han utilizado diversos términos similares:
fractura digital (Baigorri y Fernández, 2000), estratificación digital (Carracedo Verde,
2002), divisoria digital (Castells, 2003), brecha infocomunicacional (Ford, 1999),
abismo digital (Crovi, 2002), pero es “brecha digital” (Ballestero, 2002) la que más se
ha extendido. No se trata de una idea nueva. El sociólogo Natan Katzman ya advirtió
hace décadas que la adopción de cada nueva tecnología incrementa en primera instancia
las desigualdades (Katzman, 1974). A media que se introduce un nuevo medio, quienes
son más ricos, tienen un alto nivel de información y habilidades, y por tanto lo obtienen
primero y salen beneficiados en detrimento de quienes están menos capacitados o no
4
tienen acceso a él. Con el tiempo los grupos desaventajados terminarán incorporando la
tecnología, pero entretanto, los privilegiados habrán abierto una nueva brecha.
Cuando hablamos de brecha digital conviene tener en cuenta que existe por una
parte una brecha digital entre regiones y países -brecha digital global-, y por otro lado
otra brecha entre grupos de ciudadanos en el interior de una sociedad -brecha digital
doméstica- (Norris, 2001). La pregunta a la que deseamos responder es la siguiente:
¿forman parte los migrantes de los grupos excluidos de la Sociedad de la Información?
Aunque se hacen encuestas sobre el uso de las TIC, no es fácil extraer datos específicos
de la población migrante. Las encuestas de Eurostat no incorporaban –con la excepción
parcial de España2- el dato sobre país de origen de los encuestados hasta 2010, y a partir
de entonces este dato es opcional, por lo que difícilmente puede ser de utilidad. Algunos
países de la Unión Europea han generado estadísticas sobre el uso de de las TIC por
parte de inmigrantes y minorías étnicas (Reino Unido, Alemania, España y Holanda)
pero son datos limitados y no reunidos de forma sistemática y comparable. En cualquier
caso la conclusión que se extrae de los datos existentes (Ros et al., 2007; Bridge-IT
Network, 2010; Willem, 2011) es que los migrantes y minorías étnicas muestran un
grado de uso de las TIC cuantitativamente similar al de las poblaciones nativas3. El
perfil comparativamente más joven de las personas migrantes hace que en algunos casos
su grado de uso de TIC sea incluso superior. Las personas mayores y las mujeres están
como colectivos más en riesgo de sufrir lo que se conoce como “exclusión digital”.
Todo ello cuestiona la idea de que los migrantes y las minorías étnicas están
tecnológicamente en una posición retrasada.
Esta equiparación en el nivel de uso de las TIC por parte de los grupos migrantes y
minorías étnicas con los niveles de la población en su conjunto, se produce además a
pesar de la falta de infraestructuras como conexión de banda ancha o puntos de acceso
públicos en barrios degradados y con alto porcentaje de personas extranjeras
(Diminescu et al., 2009a; Diminescu et al., 2009b), lo cual pone de manifiesto el
carácter de “fenómeno de base” de este uso de las TIC por parte de migrantes. Se trata
en gran medida de algo no propiciado por políticas ad hoc, sino por la voluntad de sus
propios interesados, que muestran incluso una clara capacidad de emprendizaje en este
2 El Instituto Nacional de Estadística comenzó hace unos años a registrar la nacionalidad (español o
extranjero) de los encuestados en su encuesta anual sobre TIC en los hogares. Sin hacer más distinciones nacionales que esa. 3 Hay algunas distinciones entre ellos: los europeos y latinoamericanos utilizan las TIC más que los
nativos, el resto lo hace menos.
5
terreno como demuestra el hecho de que la mayoría de cibercafés y locales similares
surjan a iniciativa de personas migrantes (Bridge-IT Network, 2010).
Por tanto las TIC en un sentido amplio (ordenador personal, telefonía, hardware y
software, aplicaciones, internet, rede sociales, etc.) se han convertido en recursos
cotidianos para la mayoría de ciudadanos y también entre los migrantes quienes los
utilizan para desarrollar, mantener y recrear redes personales, sociales, culturales,
lingüísticas, políticas y religiosas a nivel transnacional. Las TIC han transformado la
experiencia migratoria en todas sus etapas y la propia condición del migrante en el país
de acogida, que deja de ser un “inmigrante desarraigado” dando lugar a lo que se ha
denominado “inmigrante conectado” (Diminescu, 2008).
Siendo este un aspecto tan relevante, se entiende que durante los últimos años se
hayan incrementado las investigaciones, libros y publicaciones en revistas
especializadas, sobre TIC y migraciones en las diversas facetas de la cuestión, pero a
pesar de ello todavía existe un déficit notable de investigación. No existen muchos datos
empíricos y carecemos también de marcos teóricos sólidos o metodologías establecidas
(Ros et al., 2007; Borkert et al., 2009; Bridge-IT Network, 2010).
EL CAPITAL SOCIAL
El concepto de “capital social” comienza a utilizarse en los años 70 pero es a partir de
los 90 cuando se hace popular. Se trata de un concepto ambiguo debido a que se ha
utilizado con significados sensiblemente distintos. Resumiendo sucintamente lo que han
sido innumerables debates, podríamos decir que existen dos grandes puntos de vista. El
primero, vinculado a la economía y a la sociología económica aunque construido con
aportaciones ideológicamente tan dispares como la sociología crítica postmarxista de
Pierre Bourdieu (Bourdieu, 1980) o la teoría de la elección racional desde la que parte el
norteamericano James Coleman (Coleman, 1990), entiende el capital social como un
conjunto de recursos –más o menos directamente identificado con la red de relaciones
del individuo- que una persona puede utilizar para la persecución de sus fines. El
segundo es el que popularizan en los años 90 autores norteamericanos como Robert
Putnam (Putnam et al., 1993) y Francis Fukuyama (Fukuyama, 1998) que, recogiendo
una tradición que se remonta a Tocqueville (de Tocqueville, 1986), vincula el capital
social a una propiedad –llámese esta “civicnes”, confianza, o capital social- necesaria
para garantizar la calidad democrática de una sociedad. Nótese que en esta segunda
acepción, el significado de capital social ha cambiado, y ya no se refiere a un plano
6
microsociológico anclado en el individuo, sino a las condiciones históricas que permiten
la prosperidad y el buen gobierno. Este discurso va acompañado además de una crítica a
algunos cambios sociales en la sociedad norteamericana que se interpretan como declive
de capital social.
Ninguna de estas aproximaciones resulta satisfactoria si las tomamos de forma
extrema. Creemos con otros autores (Marcuello Servós et al., 2007) que una visión
microsociológica del capital social de carácter individualista y concepción
instrumentalista, como las apegadas a las teorías de la elección racional, no capta la
complejidad del capital social. Y no lo hace porque se basa en una antropología
reduccionista, desconociendo el carácter constitutivamente social de las personas.
Nosotros partimos de una definición del individuo en clave relacional, entendiendo a las
personas como seres dependientes los unos de los otros. En consecuencia, situamos el
capital social, no en el ámbito de los recursos que una persona atesora -junto a otros
tipos de capital como son el material y humano- sino en el ámbito relacional de las redes
sociales en las que se da un equilibrio entre la consecución de objetivos particulares y
las dinámicas colaborativas desinteresadas.
Tampoco aceptamos identificar el “capital social” con la “confianza” o con una
“cultura política” como hace el segundo punto de vista, ya que esto pone en riesgo la
fecundidad del término como herramienta de investigación. Interpretar el capital social a
un nivel macro refiriéndose a aspectos culturales de carácter estructural, desactiva las
potencialidades del concepto. Diversos autores nos recuerdan (Bagnasco et al., 2003)
que la principal aportación del concepto de “capital social” fue la de fijarse en las
dinámicas de interacción y los procesos de construcción social de la acción, para
analizar las iniciativas que individuos y grupos toman y las consecuencias que esas
decisiones tienen para sus propias vidas.
Atendiendo a estas consideraciones, vamos a aceptar una definición que
encontramos en el informe de Dieter Zinnbauer sobre el capital social y las TIC
auspiciado por el Joint Research Centre Institute for Prospective Technological Studies
de la Comisión Europea: “El capital social se refiere a la extensión, naturaleza y calidad
de los vínculos sociales que individuos y comunidades pueden movilizar al gestionar
sus asuntos” (Zinnbauer, 2007).
Vamos a destacar cuatro rasgos en esta definición. En primer lugar, entendemos por
tanto que el capital social es algo más preciso que la “cultura” o el grado de “confianza”
existente en la sociedad. Se trata de un concepto “situacional” y “dinámico” (Piselli,
7
2003), que cambia con el tiempo a través de la acción de las personas. El capital social
son vínculos reales, que individuos y grupos disponen y pueden hacer uso de ellos. Si
bien los individuos están condicionados por las redes, a través de la interacción los
individuos pueden transformar las redes, y obtener nuevos resultados, alterando el
capital social del que disponen. Por otro lado esos vínculos no se circunscriben a la
“agenda de contactos personal” a la que los individuos pueden recurrir para solucionar
sus problemas y contiene dimensiones para las cuales resulta difícil crear indicadores –
naturaleza de las mismas, calidad, etc.-.
En segundo lugar, es posible estudiar el capital social de grupos, por lo que no es un
fenómeno sólo analizable desde una perspectiva estrictamente individual –aunque
siempre tengamos que hacer referencia a los individuos de esas comunidades-.
En tercer lugar, la definición no precisa el tipo de vínculos a los que se refiere.
Podemos completarla afirmando que estos pueden ser formales -los lazos
institucionalizados y sujetos a reglas- o informales -relaciones más fluidas, no
codificadas y sujetas al compromiso personal-.
Por último, la definición tampoco precisa a qué se refieren los “asuntos” que
individuos y comunidades han de gestionar haciendo uso de su capital social. Por tanto,
la definición es válida también para explicar las acciones no instrumentales y
desinteresadas.
Una vez definido lo que es el capital social, vamos a incorporar a esa definición una
tipología consolidada ya en el ámbito académico que distingue entre tres tipos de capital
social: de vinculación –bonding-, puente -bridging- y de acceso –linking-. La distinción
entre “Capital social vinculante” y “Capital social puente” tiene su origen en Putnam
(Putnam, 2002); a esas dos categorías la literatura académica ha añadido una tercera, la
del “Capital social de acceso” –linking social capital-4, para referirse a las relaciones
que posibilitan la participación social mediante la interlocución con instancias de poder
y la participación política. El capital social queda por tanto clasificado en tres tipos:
Capital social vinculante –bonding social capital-: relaciones estrechas con personas de
nuestro propio grupo (de parentesco, de amigos, étnico…); Capital social puente –
bridging social capital-: relaciones más débiles entre comunidades diversas; y Capital
social de acceso –linking social capital-: interconexiones verticales que permiten a
4 El término “linking social capital” ha sido traducido de diversas maneras en la literatura académica en
español. Hacemos nuestra aquí la opción de Patxi Álvarez de los Mozos (Álvarez de los Mozos, Patxi, 2010).
8
individuos y grupos el acceso a las instancias de poder propiciando la participación
política.
LAS TIC Y EL CAPITAL SOCIAL DE LOS MIGRANTES
La relación entre las TIC, el capital social y los migrantes puede abordarse en diferentes
direcciones. La pregunta de investigación que nosotros formulamos aquí es esta: ¿Cómo
afectan las TIC al capital social de los migrantes y otros grupos en riesgo de exclusión?
Pero hay que tener en cuenta que la relación entre estos elementos es bidireccional. A
saber, podríamos hacer también la pregunta en sentido contrario: ¿Cómo afecta el
capital social del que disponen individuos y grupos, a su incorporación a la Sociedad de
la Información? El capital social es un elemento que facilita el acceso al capital humano
en términos de conocimientos y cualificación de una persona. Este es uno de los
motivos por los que queremos estudiar el efecto que el uso de las TIC tiene sobre el
capital social. Pero dicho esto, reconocemos también que quien quiera estudiar la
incorporación de grupos en riesgo de exclusión como los inmigrantes a la Sociedad de
la Información, necesitará observar en qué medida el capital social del que disponen –
sea mucho o poco- les ayuda a esa incorporación (Thomas, 2007). Esta segunda
aproximación queda sin embargo fuera del alcance de este trabajo.
Respecto a las consecuencias de las TIC para el capital social, aunque algunos
autores se apuntan a la tesis pesimista de Putnam (Putnam, 2002) según la cual las
tecnologías de la comunicación -antes la televisión ahora internet5- encierran a las
personas en casa, destruyendo la vitalidad social (Kraut et al., 1998; Nie, 2001; Nie et
al., 2008), son mayoría quienes consideran por el contrario que las TIC no implican una
reducción del capital social, sino una transformación o un incremento neto del mismo
(Wellman et al., 2001; Norris, 2002; Norris, 2003; Van Bavel et al., 2004; Ellison et al.,
2007). Entre los primeros, los politólogos Norman Nie y Lutz Erbing sostienen en base
a encuestas que los usuarios de interent tienden a ser más solitarios y anónimos. Otros
autores han cambiado de opinión: Robert Krau y sus colegas encontraron efectos
negativos en el uso de internet para la comunicación y la interactividad. Sin embargo
esos resultados fueron corregidos más tarde (Kraut et al., 2002) llegando a la conclusión
de que esos efectos negativos se habían disipado, si bien afirmaban que siguiendo el
modelo de "el rico se hace más rico”, el uso de internet da mejores resultados para los
5 En Bowling Alone Putnam no toma partido sobre las consecuencias de internet para el capital social,
afirmando que es una cuestión abierta.
9
extrovertidos y quienes tienen mayor apoyo social y peores para los introvertidos y
aquellos con menor apoyo. Las instituciones Europeas asumen también este segundo
punto de vista interesándose por la importancia de las TIC para mejorar el capital social
de la ciudadanía. Entre 2003 y 2005 el proyecto SOCQUIT (Social Capital, Quality of
Life and IST) financiado por la Comisión Europea recopiló datos y formuló
recomendaciones sobre los efectos de las TIC en el capital social y la calidad de vida de
los ciudadanos6.
Respecto a los migrantes, existe una creciente bibliografía sobre los usos que están
dando estos a las TIC y las repercusiones que las TIC tienen sobre sus vidas (Borkert et
al., 2009)7, pero no son muchos los trabajos que abordan el tema desde el marco
conceptual del capital social.
El ya mencionado proyecto SOCQUIT estudió la relación entre las TIC y el capital
social en cuatro áreas específicas, y una de ellas fue precisamente la de los migrantes8.
Siguiendo esa estela, el Institute for Prospective Technological Studies auspiciado
igualmente por la Comisión Europea, ha elaborado también diversos informes sobre la
relación entre TIC, Capital Social e Inmigración. Tanto el informe del proyecto
SOCQUIT (Anderson et al., 2006) como los documentos What can Social Capital and
ICT do for Inclusion (Zinnbauer, 2007) e ICT, Social Capital and Cultural Diversity
(Cachia et al., 2007) del IPTS recomiendan utilizar las TIC para la integración de los
inmigrantes, así como incorporar la dimensión del capital social en las iniciativas que se
tomen para la difusión de las TIC entre los inmigrantes, cubriendo por tanto ambos
sentidos de la relación entre las TIC y el capital social, a los que nos referíamos antes:
TIC cómo herramienta para proporcionar capital social; y capital social como elemento
a tener en cuenta en políticas de promoción de la Sociedad de la Información.
Más recientemente, durante los años 2010 y 2011, el proyecto Bridge IT, nacido del
Laboratori de Mitjans Interactius, un centro de I+D+i de la Universitat de Barcelona9 y
también financiado por la Comisión Europea a través del ICT Policy Support
Programme (ICT PSP) ha trabajado en forma de red internacional de 24 entidades de
6 Se pueden consultar los resultados en: http://archive.eurescom.eu/socquit/
7 En España parece prometedor el trabajo del IN3 de la Universitat Oberta de Catalunya, que a través de
su red de investigadores Migranet, ha lanzado en octubre de 2011 el proyecto de investigación ConnectIEM: http://migranetwork.net/, financiado por el Instituto de Prospectiva Tecnológica (Comisión Europea): Se trata de una encuesta para recabar información en 8 países europeos sobre la forma en que Internet y los teléfonos móviles ayudan a mejorar la calidad de vida de los inmigrantes. 8 Las otras tres son: trabajo y empleo, envejecimiento de la población, y TIC local.
9 http://www.bridge-it-net.eu/
10
más de 7 países europeos, abarcando todo lo relacionado con el uso de las TIC para
facilitar la integración de inmigrantes y minorías étnicas10
. Tanto en su Guía de
soluciones TIC para la inclusión y la diversidad (Bridge IT Partners, and seminar
participants, 2010), como en su inventario de buenas prácticas (Bridge-IT Network,
2010), incluyen apartados dedicados al capital social.
Todos coinciden en que las TIC inciden positivamente en el capital social de los
migrantes. Pero nosotros queremos hacer algunas distinciones importantes a la hora de
referirnos a ese incremento de capital social. Atendiendo al marco conceptual que
hemos propuesto, queremos estudiar qué tipo de capital social es el que incrementan las
TIC. Comenzaremos por afirmar que las TIC realizan una contribución positiva a los
tres tipos de capital social: vinculante -bonding social capital-, puente -bridging social
capital- y de acceso -linking social capital-. Veamos cómo.
Las TIC y en particular internet son una magnífica herramienta para mantener y crear
nuevos lazos con personas afines, que pertenecen al mismo grupo étnico o nacional
(Alonso y Oiarzabal, 2010). La mayor parte de páginas webs, blogs y redes sociales de
colectivos de inmigrantes por ejemplo, tienen como principal objetivo aglutinar a
personas que comparten país de origen y mantener lazos con dichos países. Muchas de
estas presencias en los medios digitales son explícitas en su deseo de contribuir a la
creación de capital social entendiéndolas como forma de “seguir fortaleciendo nuestra
red”11
o se presentan como “un espacio abierto a todos aquellos que quieran compartir,
difundir, analizar o debatir, a través de cualquier forma de expresión, temas de interés
general para la comunidad”12
. Estos espacios virtuales ofrecen información de
actividades, son puntos de encuentro para personas y proveen de diversos servicios y
enlaces; establecen relaciones con grupos similares; ofrecen una nueva posibilidad de
mantener los vínculos con los países de origen de los migrantes, y fomentan actividades
de ayuda hacia esos países en situaciones de emergencia. Por tanto son útiles para
incrementar el capital social vinculante, algo fundamental para los migrantes
especialmente en las primeras etapas de su proceso migratorio.
Pero las TIC también sirven para entablar relaciones entre personas y grupos de
orígenes diferentes (Bridge-IT Network, 2010; Willem, 2011). Un vistazo superficial a
10
El resultado son cuatro documentos: una guía para utilizar las TIC para la integración; un inventario de buenas prácticas; una comparativa entre diferentes países y un documento que recopila los materiales de su congreso final. 11
http://www.argentinaeuskadi.org/ 12
http://www.facebook.com/amexicoeuskadi?sk=info
11
la webgrafía inmigrante en España y en Europa demuestra que las TIC están siendo
útiles para crear redes de personas y asociaciones de diferentes orígenes y estrechar
vínculos con la sociedad de acogida. Las TIC permiten a los migrantes establecer
relaciones y hacer primeros contactos a través por ejemplo de las redes sociales
superando barreras sociales o prejuicios personales que en la vida real resultan más
difíciles de apartar. Por otro lado, una dimensión fundamental del capital social puente
es la de estrechar relaciones entre inmigrantes y sociedad de acogida. Las TIC están
siendo útiles para dar a conocer las características de colectivos de inmigrantes y
entablar intercambios porque ofrecen herramientas magníficas para cumplir una función
de escaparate donde mostrar la realidad de culturas desconocidas para las sociedades de
acogida. Por último también habría que incorporar en este apartado toda la actividad de
sensibilización y denuncia de las situaciones de injusticia. Las TIC son herramientas
propicias para movilizar a la sociedad, organizando protestas y actividades de
promoción de la justicia. Por los blogs y redes sociales se distribuyen manifiestos y
convocatorias de todo tipo de actividades; además se generan y distribuyen materiales
audiovisuales como instrumento para la sensibilización de la sociedad autóctona sobre
las problemáticas que sufren los migrantes, la reivindicación de sus derechos, así como
para favorecer valores interculturales. En definitiva las TIC también sirven para
incrementar el capital social puente.
Por último, las TIC están siendo utilizadas también para poner en contacto a los
inmigrantes y sus colectivos con instancias de poder a fin de fomentar su acceso a todo
tipo de servicios públicos y su participación social y política. Pero este tipo de
experiencias vienen condicionadas por la situación administrativa precaria de muchos
inmigrantes, que reduce el posible recorrido de cualquier proyecto que tenga como fin
facilitar la participación e integración sociopolítica de los inmigrantes. Las iniciativas de
intermediación, acceso a servicios, e-administración, e-educación, e-sanidad, incidencia
o participación política a través de las TIC, pueden ser de diferente tipo: desde
iniciativas por parte de colectivos inmigrantes para canalizar la interlocución con las
instituciones, hasta iniciativas de las propias administraciones para incorporar al sistema
a los inmigrantes y sus asociaciones fomentando su participación (Bridge-IT Network,
2010; Willem, 2011). Por ejemplo el proyecto sueco Arbete (www.stockholm.se/Arbete)
que destacan los autores del informe de Bridge-IT, relacionado con la telefonía móvil.
Es un proyecto del departamento de Bienestar Social y Empleo de Estocolmo, dirigido a
recién llegados, y en particular a los refugiados. Ofrece formación a los migrantes con
12
perfiles de trabajo específicos, utilizando la telefonía móvil para enseñar el idioma, así
como las habilidades profesionales y culturales necesarias. Hay experiencias similares
en diversos países. Es la forma en la que las TIC pueden ser útiles para crear capital
social de acceso.
Vemos pues que potencialmente, estas tecnologías pueden incrementar los tres tipos
de capital social de los migrantes. Las TIC no están orientadas intrínsecamente a la
creación de un tipo específico de capital social en detrimento de otros tipos de capital
social. ¿Pero están de hecho las TIC facilitando un incremento equilibrado de los tres
tipos de capital social? La pregunta es pertinente porque varios autores (Cachia et al.,
2007; Zinnbauer, 2007; Bridge IT Partners, and seminar participants, 2010) apuntan al
riesgo de que los migrantes y sus comunidades, podrían utilizar las TIC para reforzar
especialmente el capital social vinculante -bonding social capital- referido a las
relaciones entre personas afines; y no tanto el capital social puente -bridging social
capital-, fundamental para la promoción de relaciones entre grupos diversos y la
construcción de una sociedad intercultural e inclusiva. El temor sería que los
inmigrantes estarían utilizando las tecnologías de la comunicación principalmente para
incrementar sus vínculos con los países de origen y crear lazos de solidaridad étnicos en
los países de acogida, con riesgo de alimentar dinámicas endogámicas, de
enclaustramiento y control social, que dificulten la integración.
Es difícil ser concluyentes sobre esta cuestión. El informe del proyecto SOCQUIT
parece contradecir estos temores, llegando a afirmar basándose en encuestas europeas
que “el uso de internet viene acompañado de mayor capital social puente, entre los
inmigrantes así como entre los no inmigrantes”. Ahora bien, reconoce que esto ocurre
en menor medida entre los inmigrantes (Anderson et al., 2006). Además, este resultado
viene condicionado por una diferencia notable en el uso del concepto de “capital social
puente”. Para estos autores, “capital social puente” es toda participación en
organizaciones sociales y voluntarias, algo que no podemos aceptar nosotros. Ellos
constatan que son las personas que utilizan internet las que más participan en
asociaciones voluntarias por lo que internet para ellos promociona el capital social
puente. Y es cierto que el uso de internet parece generar una mayor emancipación
respecto a lazos fuertes de carácter familiar y una mayor implicación en otro tipo de
13
vínculos13
. El problema es que para nosotros no todo el resto de vínculos son capital
social puente. Por capital social puente nosotros entendemos relaciones que constituyen
encuentro entre diferentes y las asociaciones de carácter –por ejemplo- étnico, sin
descartarlo, no lo garantizan.
Hacen falta investigaciones empíricas basadas en indicadores claros para los
diferentes tipos de capital social. Pero dicho esto, aún en el caso de que fuera cierto que
las TIC refuerzan en algunos casos especialmente el capital social vinculante, esto no
sería consecuencia de ninguna particularidad de las TIC, sino que respondería a las
dinámicas propias de cada uno de los tipos de capital social. Es algo constatado que los
migrantes, especialmente los de primera generación, generan igual cantidad de capital
social vinculante que el resto de personas pero menor cantidad de capital social puente
(Heres et al., 2006), siendo aparentemente un fenómeno que tiende a remitir con el
tiempo (de Palo et al., 2007). Las TIC operarían también de igual manera, y si en un
primer momento se ha observado que estas tecnologías podrían incrementar más el
capital social vinculante, es un efecto que igualmente parece remitir con el tiempo
(Parker y Song, 2006).
Todo ello se explica por la función que el capital social vinculante desempeña en las
primeras fases del proceso migratorio. La solidaridad étnica es crucial en los primeros
momentos de la inmigración y es un instrumento eficaz para la integración de los
inmigrantes, ya que provee a los grupos de “solidez y capacidad de configurar a las
personas y de incorporarlas a procesos densos de socialización” (Álvarez de los Mozos,
Patxi, 2010). ¿Es esto peligroso o malo? ¿Pone en riesgo la cohesión social? No
necesariamente. Siempre que el capital social vinculante vaya convenientemente
acompañado de otros tipos de capital social, a saber, el capital social puente -que facilite
relaciones entre diversas comunidades y con la sociedad de acogida- y el capital social
de acceso -que posibilite su participación social y política-, no tiene que suponer ningún
riesgo para la integración sino todo lo contrario. De hecho, según Fennema y Tille
(Fennema y Tillie, 1999), son los colectivos que desarrollan más capital social
vinculante en agrupaciones, las que trazan mejores vínculos puente con la sociedad
mayoritaria.
En definitiva no es que las tecnologías de la información y la comunicación
refuercen los vínculos del migrante con su país de origen y los miembros de su
13
Tener internet en casa incrementa 1,7 veces la probabilidad de participar en una asociación voluntaria, siendo el porcentaje 0,2 puntos menor en el caso de inmigrantes.
14
comunidad de origen. Lo que ocurre es que ese tipo de capital social es el que mayor
rendimiento puede dar al inmigrante durante el viaje y en una primera fase de su
proceso migratorio tras asentarse en un lugar en el país de acogida. De hecho en muchos
casos este puede ser el único capital social disponible para el inmigrante. Y las TIC
pueden resultar cruciales a la hora de entablar redes con personas y organizaciones
afines (por origen, parentesco, religión, etc.) que proveen a la persona de información y
recursos para acceder a servicios básicos (situación administrativa, vivienda, sanidad,
etc.) o multiplicar su empleabilidad, además de ofrecer el refuerzo psicológico necesario
para afrontar las dificultades que todo proceso migratorio acarrea. La comunicación
constante con el país de origen puede ser también muy importante para garantizar el
éxito de los objetivos del proyecto migratorio y en algunos casos para la continuidad y
adaptación de los roles familiares en las familias transnacionales (Benítez, 2011).
CONCLUSIONES
Los migrantes constituyen un grupo en situación de debilidad en nuestra sociedad, que
sufre realidades de exclusión y discriminación en muchos ámbitos. Las TIC pueden
hacer una contribución positiva sobre esta realidad mediante el incremento del capital
social de los migrantes. Más aún tras constatar que la población inmigrante a pesar de
sus dificultades muestra unos niveles de uso de las TIC similares a los del resto de la
población. Las TIC ofrecen magníficas herramientas para el empoderamiento de los
migrantes y la construcción de una sociedad intercultural. Las dinámicas de
comunicación y colaboración que las TIC propician, constituyen una ampliación del
capital social que las personas inmigrantes y los colectivos inmigrantes necesitan para
gestionar aspectos diversos como la identidad, el acceso a recursos básicos y
empleabilidad, o la socialización.
El hecho de que se produzca una mayor contribución de las TIC al capital social
vinculante en comparación con el capital social puente –como señalan algunos autores-
no es consecuencia de ninguna especificidad de las TIC sino reflejo de las dinámicas
propias de cada uno de los tipos de capital social. Dado que el capital social vinculante
es más fácil de generar y más necesario durante las primeras fases del proceso
migratorio, no es extraño descubrir numerosas prácticas en el ámbito de las TIC que
buscan fomentarlo.
En cuanto al capital social de acceso, aunque existen experiencias para fomentarlo
mediante las TIC, su extensión está condicionada por la limitada capacidad de
15
participación que los inmigrantes tienen en nuestra sociedad. A los inmigrantes, salvo a
los nacionalizados, no se les permite ejercer el derecho al voto, que es el cauce natural
de participación establecido en los regímenes democráticos. Las relaciones con las
administraciones, órganos públicos u otras instancias de poder suelen limitarse en gran
medida a resolver su situación administrativa y obtener servicios básicos.
La importancia de las TIC para el capital social de las personas es creciente. Las
numerosas iniciativas encaminadas a incrementar el capital humano y técnico de los
inmigrantes y el resto de ciudadanos en esta materia (cursos de formación digital para
inmigrantes, acceso a Internet en espacios públicos, etc.) harán también su contribución
para que cada vez mayor número de ciudadanos sean capaces de utilizar las TIC de
forma beneficiosa para su capital social particular y para el del conjunto de la sociedad.
Es por ello que necesitamos investigaciones que estudien de forma cuantitativa y
cualitativa el uso que diferentes grupos de migrantes hacen de las TIC a fin de poder
evaluar la contribución que ese uso está realizando a la mejora de las vidas de sus
usuarios y a la cohesión social en general. Este tipo de investigaciones debería además
servir para diseñar iniciativas públicas y privadas que incidan en este ámbito.
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