4 el principe de las mentiras - lowder, james.pdf

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    Este ttulo contina la serie Avatar, publicada en ediciones en rstica (Las Tablas del Destino,Tantras y Aguas Profundas). En esta serie los dioses son expulsados y vagan por los Reinos tratandode recuperar sus antiguos poderes, lo que genera una lucha en la que los hroes tendrn queenfrentarse a los dioses malignos para evitar que se hagan con las Tablas del Destino. Para ellotendrn que encontrar al sabio Elminster. En esta cuarta entrega los dioses han sido devueltos a sulugar pero el hroe Kelemvor Lyonsbane todava tendr motivos por los que luchar.

    James LowderPrlogoLa vida subterrneaEl libro de las mentirasPunto de vistaLa bsqueda de las almasImpulsor de la esperanzaDel CyrinishadPasajes secretosDe La vida verdadera de CyricPandemoniunPerros y liebresNada que temerDel CyrinishadEspada de doble filoEl inquisidorEl espectculo de las marionetasEl prncipe de la victoriaUn poco de conocimientoOrculos de guerraJuegos mentalesGigantes a las puertasEl muerto y el velozPesadillasEl seor de los muertosEplogo

  • James Lowder

    El prncipe de las mentiras

    (Prince of Lies)

    Avatar 4

  • Prlogo

    Gwydion no tena salvacin, pero de todos modos segua corriendo. Apodado el Veloz por elsargento de su compaa de los jactanciosos Dragones Prpura de Cormyr, Gwydion haba vencido atodos los que se haban atrevido a desafiarlo en la carrera. Era capaz de correr como una centelladesde un extremo al otro del largo Paseo de Suzail sin inmutarse, mientras que los aspirantes a suttulo empezaban a jadear mucho antes de llegar a la Torre de Vangerdahast, situada a medio camino.Siendo explorador, durante la cruzada, haba superado a tres jinetes de Tuigan para entregar unmensaje al rey Azoun. Tan grande era su fama que nadie, por ms escptico que fuera, se habraatrevido a cuestionarlo, aunque nadie ms hubiese presenciado la sorprendente hazaa.

    Sin embargo, hasta el propio Gwydion dudaba de que la ligereza de sus pies pudiera salvarloahora, como tampoco haba conseguido salvar a lady Cardea el precioso arco construido por loselfos, ni haba librado del mal a Aram Scragglebeard la multitud de encantamientos. No, los cuervoscarroeros que poblaban el cielo gris como el acero estaban all por l y por sus compaeros cados.

    Una vez que hubo trepado hasta el pie del acantilado, Gwydion se volvi a mirar la meseta. Lassombras crepusculares que envolvan la faz rocosa estaban salpicadas aqu y all por rutilantescarmbanos y parches de nieve. Al comienzo de la senda, recortado contra el sol que se pona a susespaldas, estaba el gigante. Pareca nada menos que un castillo asentado sobre la repisa rocosa, y susbotas eran como torres de viga, sus manos como slidos balcones, y el astado casco, el alto yalmenado tejado. All estaba, inmvil, mirando a Gwydion con sus helados ojos azules. De repente,dio un salto adelante.

    Por el corazn de Torm! dijo Gwydion con voz entrecortada al tiempo que sala corriendoa toda velocidad.

    Al posarse sobre el suelo, el gigante dio la impresin de cubrir todo el cielo y su sombra setrag al hombre que hua. Con sorprendente agilidad, el gigante salt una, dos, y finalmente tres vecesmientras corra por la escarpada pendiente rocosa. Sus botas claveteadas de hierro desprendancantos rodados que pasaban por uno y otro lado del petrificado mercenario. Rfagas de nieve enpolvo se arremolinaban en el aire mientras las rocas llegaban al claro. Los cuervos carroeros seapostaron en un lugar ms seguro, como puntos negros relucientes en medio de la nieve pulverizada.

    Cada vez que el gigante apoyaba el pie en el suelo, la tierra temblaba, y muchas criaturastenebrosas de las Grandes Tierras Grises de Thar eran arrancadas de su intranquila somnolencia.

    No puedes escapar de Thrym! bram el titn blandiendo un hacha de batalla adornada conlas plumas de grifos y de guilas gigantes.

    Gwydion carg campo a travs, tratando de llegar al ro de rpida corriente que estaba aalgunos cientos de pasos por delante. Si consegua dar con el bote que haban ocultado all tendra laposibilidad de burlar a Thrym. Si no...

    Gwydion apret los dientes y corri.El claro bajaba desde el acantilado en pronunciada pendiente y la manta de nieve recin cada

    slo se vea interrumpida por algunos montones de piedras, por matas de nudosos tejos y por lashuellas dejadas horas antes por Gwydion y por sus dos compaeros cazadores de tesoros. Trataba deseguir esas huellas en la medida de lo posible para evitar caer en los barrancos ocultos bajo la nieve.De camino a la guarida del gigante, Cardea haba cado en uno de esos agujeros, uno especialmenteprofundo. Gwydion pens con tristeza que seguramente habra echado la culpa de su deficiente

  • comportamiento ante Thrym a la torcedura del tobillo de no ser porque en ese momento se encontrabarota sobre la meseta.

    Ech una mirada fugaz por encima del hombro. Thrym vena detrs de l a grandes zancadaslevantando una nube de nieve. Por cada cinco pasos de Gwydion, el gigante slo daba uno, y a pesarde todo segua ganando terreno.

    Para cuando Gwydion avist la fisura en la que tanto dao se haba hecho Cardea, ya le llegabael hedor de las pieles sin curar que Thrym llevaba debajo del peto. El mercenario dej entonces quesus rodillas se doblaran y cay dolorosamente dentro de la fisura. A continuacin, palpndose lasmagulladas costillas, hizo lo posible por encogerse dentro del agujero.

    El gigante, que iba demasiado rpido como para pararse de golpe, cubri de un salto lahendidura. Volte el hacha al pasar, pero lo nico que consigui fue esparcir otra delgada nube denieve en el aire, adems de disuadir a Gwydion de cualquier intento de alcanzar el ro y la barca.

    Al pasar silbando la hoja del hacha cerca de la cara del mercenario, lo nico que vio ste fue lasangre que cubra la mellada cabeza del arma. Pens que tal vez fuera la sangre de Cardea, o quizincluso la de Aram, aunque no se haba quedado el tiempo suficiente para presenciar el terrible finaldel mago. Pens que tal vez el siguiente golpe pusiera un triste final a una vida de aventura y a sucarrera como espada de alquiler.

    Lo que sea, Torm gimi Gwydion. Har lo que sea si me permites vivir lo bastante paravolver a ver Cormyr. La plegaria del mercenario al dios del Deber careca de toda credibilidad, lomismo que todos los juramentos que haba hecho en momentos de desesperacin, pero no cay ensaco roto.

    Ven a m, Gwydion.Las palabras le sonaron insistentemente dentro de la cabeza aunque no eran ms que un susurro.

    A continuacin, ante los ojos llorosos del hombre, brill una luz fugaz. Sin palabras, indic almercenario que cavara un tnel en la nieve que llenaba la hendidura. Gwydion obedeci sinrechistar, sin dudar ni un solo instante de que algn poder superior se haba apiadado de l. Esascosas no eran raras en Faerun, una tierra donde los dioses adoptaban avatares mortales de vez encuando, y donde los milagros slo conocan los lmites impuestos por la fe y la imaginacin.

    Despus de cavar hacia adelante un trecho equivalente a la estatura de un enano, Gwydion sintique la nieve se remova debajo de l.

    Cava ms hondo, le indic la voz. Las palabras le hicieron desaparecer el fro de losmiembros temblorosos y enmascararon el dolor de sus manos sangrantes.

    A travs del fro manto que lo cubra llegaban las voces airadas de Thrym. Las pisadas seacercaban nuevamente haciendo retemblar el suelo bajo las pesadas botas. Aspirando hondo,Gwydion cav en la dura nieve que haba debajo de sus pies como un conejo que tratara de abrir unamadriguera para huir de un zorro hambriento. De repente, el manto de nieve que lo cubradesapareci esparcido por un manotazo de la callosa mano de Thrym.

    Ja! Crees que puedes burlarte de m con una treta tan vieja como sta? dijo Thrym consorna. Su voz sonaba tan fra como los carmbanos que le colgaban de la barba rubia y sucia.

    Gwydion alz la vista hacia el gigante, cuyas botas de hierro se elevaban como las paredes deuna prisin a ambos lados de la hendidura. Las piernas cubiertas con unas pieles moteadasterminaban en un desvencijado peto que otrora haba sido la puerta frontal de un palacio de Vaasa. Lacara del gigante, a tres pisos por encima de Gwydion, quedaba oculta casi totalmente bajo ladescuidada barba y el enorme yelmo, pero los ojos relumbraban en medio de toda esa maraa. Elgigante entorn los ojos al tiempo que levantaba el hacha muy por encima de su cabeza.

  • No tengas miedo susurr la voz en la mente de Gwydion. Tus ruegos han sidoescuchados.

    La nieve en la que se apoyaba el mercenario se separ. Con un grito de sorpresa, Gwydion caypor el agujero y se desliz por un desgastado y marmreo tobogn. Por encima de su cabeza, el hachadel gigante golpe el suelo, haciendo caer una lluvia de nieve y tierra por el tobogn en pos delmercenario.

    Gwydion tropez y se dej caer hasta enderezarse. Acababa apenas de conseguirlo cuando eltobogn lo deposit en una pequea cmara hecha por manos humanas. Se qued all sentado duranteun tiempo, atontado, cubierto de sangre y de tierra y chorreando nieve derretida. No repar en estasincomodidades ni oy las terribles promesas de torturas, rituales de dolor y sufrimientoperfeccionados a lo largo de los siglos por los chamanes de los gigantes de la escarcha.

    Debes postrarte ante tu dios.La orden tard un instante en penetrar en la bruma de miedo y de temor reverencial en la que

    estaban envueltos los pensamientos de Gwydion, hasta que finalmente parpade, balbuci una mudaplegaria y apoy la frente sobre el terso suelo de mrmol. El dios dej que Gwydion permanecieraen esa incmoda postura durante largo rato.

    Puedes mirarme, Gwydion dijo por fin, y el mercenario alz tmidamente la cabeza.Sus ojos tardaron algn tiempo en adaptarse a la deslumbrante claridad que inundaba la cmara,

    pero cuando lo consiguieron, Gwydion vio que el extranjero era alto, con una estatura que duplicabala suya con creces. La figura cubierta con una armadura irradiaba oleadas de poder, de frreaautoridad, como irradia calor un fuego rugiente. Alz una mano cubierta con un guantelete y lasheridas del mercenario se curaron de forma instantnea. El miedo y la confusin le desaparecieron dela mente engullidas por el conocimiento divino. Una fra claridad mental se asent sobre Gwydion, yesta nueva comprensin le hizo ver palpablemente la realidad innegable que sacudi el centro mismode su ser: estaba en presencia de Torm el Veraz, dios del Deber, patrono de la Lealtad. De eso no lecupo la menor duda.

    La ornamentada armadura de Torm, ms antigua que cualquiera de las que se conservaban enFaerun, era de un color prpura desvado, y en ella estaban reflejadas las costumbres de los msgrandes guerreros dedicados a su causa. Puntas de lanza talladas con los huesos del primer dragnmalvado muerto en su nombre sobresalan de las articulaciones de codos y rodillas. Del petocrepuscular que le cubra el pecho brotaban destellos, como si en l llevara incrustada una miradade estrellas. Los ojos brillaban como dos soles gemelos dentro del yelmo de Torm mientras el diosapuntaba con su espada corta de color carne al pecho de Gwydion. La hoja palpitaba con el ritmo deun corazn latiente.

    Los hombres me llaman Torm el Veraz porque valoro la lealtad por encima de todo. Mellaman Torm el Valiente porque estoy dispuesto a afrontar cualquier peligro para probar mi respetopor el deber. El dios toc el hombro del mercenario con su roscea espada. Quien quierallamarse seguidor mo debe hacer lo mismo.

    Por supuesto, s-s-santidad tartamude Gwydion mientras senta que un estremecimiento deterror le recorra la columna vertebral. Lo entiendo.

    En una poca lo entendas dijo Torm, tajante, pero te has apartado mucho de la senda dela obediencia y el deber.

    Las palabras resonaron dentro del yelmo del dios como una ominosa advertencia salida delinterior de un sepulcro.

    Cuando luchaste bajo el estandarte del rey Azoun entendas lo que es el honor. Me honraste

  • sobremanera batallando contra los brbaros tuiganos y brillaste entonces como un verdaderocaballero de mi Iglesia. Pero despus dejaste a los Dragones Prpura, diste la espalda a tu deber dedefender la ley y la justicia, y todo para qu?, para convertirte en mercenario, en un aventurero queslo va en pos de riquezas. Al ver que Gwydion inclinaba la cabeza avergonzado, Torm prosigui.

    Viniste a Thar en busca del tesoro de los gigantes de la escarcha, pero descubriste que la nicarecompensa que ofrecen a los tontos avariciosos es una muerte rpida. Para tus aliados ya esdemasiado tarde, pero para ti todava hay una oportunidad, una forma de recuperar el honor.

    Lo que sea, santidad dijo Gwydion. Lgrimas de arrepentimiento le corrieron por lasmejillas mientras trataba de ponerse de pie.

    Contempla entonces el descanso final de Alban Onire, Santo Caballero del Deber, conocidoen su da como enemigo de todos los gigantes del mal.

    Torm flot hacia un lado, dejando ver a un agraciado joven que yaca dignamente sobre una losade piedra. Llevaba una armadura muy parecida a la del dios. La malla pareca recin pulida y de lascorreas que sujetaban la armadura y del cinturn de cuero del que penda la vaina de la espadallegaba un olor a aceite fresco.

    Gwydion se pas nerviosamente la lengua por los labios.He odo historias de Alban Onire, pero... Ech una mirada a la armadura reluciente, a la

    expresin apacible de las facciones del cadver. Pero muri hace siglos.Este lugar se consagr en honor de las grandes hazaas de Alban dijo Torm, que tambin se

    volvi a mirar al caballero cado. Su alma descansa en paz, pero su cuerpo no volver al polvohasta que surja alguien digno que ocupe su lugar como azote de gigantes y dragones. Lentamentetendi una mano a Gwydion. En otra poca gozaste de mi favor, y puedes volver a hacerlo, peroslo si te sacudes la cobarda y asumes el peso del legado de Alban.

    El mercenario trat sin xito de que el rostro no reflejara su sorpresa. Por ms que le dabavueltas en la mente, no se le ocurra ninguna razn por la que Torm lo hubiera elegido a l. Habaluchado valientemente como Dragn Prpura, enfrentndose a la muerte una docena de veces en lacruzada. Tal vez bastara con eso. Repas mentalmente las historias de otros guerreros santificados,leyendas de hombres y mujeres a quienes los dioses haban dado poder para actuar como agentessuyos en Faerun. Muy pronto, esas visiones de gloria superaron sus dudas.

    Seor, yo no soy digno dijo Gwydion, a pesar de que ahora tena la certeza de que eramerecedor de todos los honores con que Torm pudiera bendecirlo. Con gesto solemne, hinc rodillaen tierra como muestra de humildad.

    Torm hizo un movimiento con su rosada espada.Levanta, heredero de la grandeza de Alban, y reclama su espada. Algunos bardos la llaman

    Matatitanes, y no les faltan razones. Un toque de su acero encantado puede hacer caer al titn mspoderoso. Haz buen uso de ella.

    Gwydion se acerc a la losa de mrmol, levant la vaina y sac la espada. El arma tena el pesoperfecto y sinti su empuadura slida y segura en la mano. Cort el aire con ella y la hoja se movicomo una extensin de su brazo o incluso de su mismsima alma. Sonri y mantuvo a Matatitanes enalto para ver cmo bailaba la luz sobre el filo de la hoja del color de la plata. Con esta espadapodra hacerse un lugar en la historia de Faerun, es decir, un lugar ms grande para Torm, se corrigiinmediatamente.

    Gracias, santsimo s... las palabras se le atragantaron mientras miraba atnito en derredor.Torm haba desaparecido, lo mismo que el cuerpo de Alban Onire. Gwydion se encontr solo en

    una pequea caverna oscura iluminada nicamente por la luz que entraba desde la superficie por el

  • tobogn. Tendi los dedos helados hacia la losa de mrmol y slo encontr una piedra de sperogranito sobre la cual haba unos cuantos huesos antiguos y algunas piezas de armadura oxidadas. Hehecho posible que Alban pueda descansar por fin, pens con orgullo el mercenario.

    Apret la empuadura de la espada y, confortado por su peso, se dirigi hacia el tobogn. Uncrculo de luz tenue sealaba la entrada. La luz del sol, pens el mercenario, sobresaltado. El diosdel Deber y la afilada hoja de Matatitanes lo haban entretenido ms tiempo del que habaimaginado.

    Afirmando las piernas contra una de las paredes y la espalda contra la otra, Gwydion empez atrepar por el hueco. La piedra estaba mojada, lo cual haca que el ascenso resultara peligroso.Resbal dos veces, y las dos veces retrocedi unos palmos antes de poder frenar la cada.Matatitanes se desliz de la funda, pero consigui coger la empuadura antes de que la espada fueraengullida otra vez por la oscuridad. Mientras envainaba cuidadosamente el arma, el mercenario tuvouna fugaz visin de la ira de Torm. Tard un buen rato en dominar su cuerpo tembloroso y podercontinuar.

    Por fin sali del tobogn a la fisura en la que se haba refugiado inicialmente de Thrym. Estabacansado por el largo ascenso, pero la expectativa del inminente enfrentamiento le daba fuerzasrenovadas. Se asom por la grieta rocosa y vio a su enemigo.

    Thrym estaba disfrutando del sol maanero, sentado contra la pared del acantilado. Los pocoscuervos que quedaban en el claro le picoteaban los brazos y las piernas alimentndose de losinsectos que pululaban por encima de su mugrienta vestimenta. Un ratn se asom por debajo delpeto del gigante dando lugar a una febril actividad. Los cuervos se lanzaron en persecucin del ratn,pero Thrym se despert ante tan inusitado revuelo. Apart a las aves de un manotazo y stas sedispersaron por el cielo. Slo cuando los sonoros ronquidos de Thrym volvieron a sacudir losarbustos y sofocaron el murmullo del ro, los cuervos volvieron y reanudaron su festn.

    En nombre de Torm, ponte de pie y enfrntate a m!Lentamente, el gigante abri los ojos azul hielo y mir al insignificante hombre que tena de pie

    ante s. Despus de un instante se frot la cara con una de sus manazas, y cuando Thrym volvi amirar descubri sorprendido que el ladrn segua all.

    Es mi deber como caballero de Torm darte ocasin de rendirte dijo Gwydion.El gigante se puso de pie trabajosamente y el mercenario tuvo que luchar contra el impulso de

    salir corriendo para refugiarse otra vez en el agujero subterrneo. En lugar de eso, Gwydion recurria la reserva de valor que tanto tiempo llevaba sin usar. Sinti que las fras aguas de la determinacinaquietaban el temblor de su alma y apagaban el ascua de pnico que le quemaba el pecho.

    Debo advertirte anunci Gwydion con aire grandilocuente. Mi mano sujeta aMatatitanes, azote de todos los gigantes malvados. No puedes herirme mientras tenga esta espada.Alz el arma en alto admirado de los destellos que le arrancaba la luz del sol.

    Thrym entrecerr los ojos, confundido. Ech mano de su hacha, que descansaba contra elacantilado como un rbol cado, y se aprest a atacar con ella.

    Loco como una cabra musit mientras descargaba el hachazo.Gwydion vio que el brazo con el que sostena la espada rebotaba en el suelo un instante antes de

    sentir cmo el hacha se le hunda en el hombro. La extremidad experiment una gran sacudida y losdedos dejaron caer el largo y ennegrecido hueso que sostenan con desesperacin. No haba niMatatitanes ni regalo alguno de los dioses. Sinti entonces un dolor que le atenazaba el pecho y tuvola certeza de estar tirado en la nieve cubierto con su propia sangre.

    Torm musit Gwydion mientras el gigante se aprestaba a darle el golpe de gracia.

  • La vida subterrnea

    Donde un viaje inesperado conduce a Gwydion el Veloz hasta el causante de su perdicin, y elpoderoso y tenaz Torm intenta una defensa del honor del hombre muerto.

    Voces entusiastas llenaban el aire. Gritos de alegra, susurros de esperanza y murmulloscargados de un desesperado anhelo de salvacin se fundan hasta convertirse en un manto sonoro quese extenda por el Plano del Olvido. Las voces entremezcladas tenan una extraa fuerza,apaciguadora en su constancia, enfervorizante en su optimismo sin lmites. As eran las plegarias delos muertos recientes.

    Silvanus, poderoso Padre Roble! Admteme en el gran crculo de rboles que es el coraznde nuestra casa en Concordant!

    Somos los hijos del seor de la Maana, renacidos en su amor eterno. Alcmonos,Lathander, como el sol en un amanecer de primavera, para renovar nuestros espritus a tu lado!

    Oh, Mystra, divina seora de los Misterios, este servidor de tu gran iglesia solicitahumildemente ser iniciado en los secretos de la magia, ser integrado en el tejido de poder mgico querodea al mundo!

    En el cielo despejado que cubre la planicie interminable de color blanco tiza, un estallido de luzanunci la llegada del heraldo de algn dios. La enorme criatura, semejante a un glem, era un marut,tallado de un bloque de nix tan grande como cualquier castillo de Cormyr, y estaba sujeto a unencantamiento para ejecutar el mandato de su divino creador. Levit por encima de la muchedumbrey estudi a las almas all reunidas con un par de ojos que ardan como zafiros en la redonda cara depiedra. Las anchas placas de armadura y bandas de oro martilleado con intrincadas tallas no podanocultar los anchos hombros del marut ni sus gruesos y musculosos brazos. Su aura de firme poder, defuerza irresistible, tampoco era capaz de enmascarar el brillo de sabidura de su inflexible mirada.

    Las almas que llenaban el plano interminable alzaban los ojos expectantes hacia el marut. Elheraldo extendi una enorme mano en seal de bendicin. Al extender los dedos anchos y romos, unnimbo blanquiazul apareci en la palma oscura del marut. El suave resplandor se intensific,formando un crculo de estrellas. Una niebla rojiza se propag en una tenue corriente desde el centrodel crculo.

    Las sombras reconocieron el smbolo sagrado. Desde todo el Plano del Olvido surgi un grito:Mystra!Unos rayos luminosos surgieron de cada una de las mil estrellas y atravesaron el plano en una

    lluvia repentina de relmpagos. Los rayos incidieron sobre los adoradores de la diosa de la Magia,eliminando todos los cuidados y preocupaciones que se haban endurecido como costras sobre susalmas en sus aos de vida mortal. Los servidores de Mystra gritaron gozosos. Empapados en elpoder y amor de la seora de los Misterios, tendieron los brazos y flotaron hacia el crculo de luz.Uno por uno, los fieles de Mystra se convirtieron en rutilantes estrellas. Cuando todos se hubierondespegado de la muchedumbre, el heraldo cerr la mano y desapareci.

    Como una sola voz, las almas del Plano del Olvido reanudaron sus cnticos.Oye el sonido de mi espada sobre mi escudo! Yo te invoco, oh seor de las Batallas, y

    solicito ser admitido en tu gran ejrcito del Limbo. Mis victorias en tu nombre son legendarias, lashuestes enviadas a este campo de los muertos antes que yo son innumerables. Astolpho de Highpeak

  • cay vctima de una afilada espada, y Frode Silverbeard. Magnes, hijo de Edryn, y Hemah, terriblecaballero de Talos...

    Gwydion el Veloz observaba al hombre vestido con armadura que golpeaba la espada contra elabollado escudo. El guerrero bramaba una lista aparentemente interminable de nombres, y slo hacapausas para reclamar que Tempus lo rescatase de este horrible lugar. Gwydion haba avanzado atumbos entre los dems adoradores del dios de la Guerra en el Plano del Olvido. Todos eran iguales,se ufanaban de sus victorias y se mostraban ansiosos de incorporarse al ejrcito del dios, dondepodan pasar el resto de la eternidad en un glorioso e interminable combate.

    El mercenario sacudi la cabeza pesaroso y se apart. Por todos lados, hombres y mujereselevaban plegarias a sus dioses. Bardos y exploradores dedicados a Milil formaban enormes coros,elevando sus alabanzas al seor de Todos los Cnticos. Un solitario adorador de Loviatar avanz porel centro de la multitud flagelndose con un ltigo de pas, indiferente a cuanto lo rodeaba. Losbardos se apartaban momentneamente de esta fantica sombra y sus cnticos se hacan discordantes.Sin embargo, la interrupcin dur poco y las alabanzas a Milil volvieron a flotar en el aire,sustentadas por armonas tan perfectas que apaciguaban incluso a los salvajes seguidores de Malar,seor de las Bestias.

    Y en medio de este tapiz de sonidos, Gwydion el Veloz permaneca mudo.Haca algn tiempo que haba aparecido en el Plano del Olvido, aunque ahora le resultaba

    difcil determinar cunto. Al principio, el mercenario se haba atrevido a confiar en que su muertehaba sido un sueo. Despus de todo, su cuerpo pareca bastante slido. El brazo con el quemanejaba la espada estaba otra vez unido al hombro y las dems heridas fatales se haban cerradomilagrosamente. El capote forrado de piel que haba comprado para el viaje a las heladas tierras deThar no estaba manchado de sangre. La casaca, los pantalones y las altas botas de cuero parecanperfectamente nuevos.

    Pero las imgenes de su brazo cercenado yaciendo sobre la tierra helada y del hachaensangrentada de Thrym disponindose a asestar otro golpe todava seguan patentes en su memoria.Gwydion no tena ms que evocar esas vividas escenas para saber que su destino fatal se habacumplido. Haba pasado de los reinos de los vivos a las tierras de los muertos.

    La idea ni le daba miedo ni lo llenaba de asombro. Desde el momento en que se habaencontrado de pie en medio de la multitud, un espeso manto de indiferencia haba nublado su mente.Se mova en una niebla, aceptando las imgenes y los sonidos extraos como si no fueran msinusuales que cualquiera de las escenas que podan contemplarse en el mercado de Suzail.

    Gwydion saba lo suficiente de teologa como para darse cuenta de que la extensin atestadaque lo rodeaba era el Plano del Olvido. Haca ya mucho, en sus das como Dragn Prpura, habaviajado como guardia de una caravana diplomtica dirigida a Bruenor Battlehammer, seor enano deMithril Hall. Un sacerdote que se diriga a Oghma lo haba aburrido mortalmente durante la rutahacia el norte con complicadas explicaciones del camino que segua un alma hasta la paz eterna.Ahora, Gwydion hubiera dado cualquier cosa por una conferencia sobre lo que le esperaba ms alldel Plano del Olvido.

    Dando la espalda a los adoradores de Milil, la sombra trat una vez ms de llamar a Torm. Laspalabras salieron de su boca como un horrible graznido, tal como le suceda cada vez que intentabaorar a Torm el Veraz o a cualquier otro dios. Ni siquiera consegua formar la letana en su cabeza.Procuraba recordar las plegarias, pero las palabras simplemente se desvanecan de sus pensamientosantes de que pudiera centrarse en ellas.

    Una de las adoradoras de Milil hizo una pausa en su cancin para mirar a Gwydion. Cuando la

  • mirada del mercenario se cruz con la suya, ella apart la vista, pero no antes de que l pudiera verel terror que le nublaba los ojos.

    Ese miedo result contagioso. Un ascua de suave resplandor se encendi en la mente deGwydion y quem la envoltura de indiferencia que todava embotaba sus sentidos. Y si Torm sehubiera adueado de mi voz como precio por mi fracaso? Un escalofro lo recorri de arribaabajo. No se record. Fui engaado. Algn mago, algn ilusionista muy poderoso, fue elcausante de mi perdicin.

    Se estremeci y farfull algo, pero ni una sola palabra sali de sus labios. El ascua de miedoestall y se esparci por todos sus pensamientos. Estaba condenado. Quienquiera que hubiera sido elhacedor del encantamiento, tambin haba robado parte de su alma...

    Gwydion sinti que lgrimas ardientes le afloraban a los ojos, pero cuando trat de eliminarlasparpadeando, se encontr con que no poda cerrar los prpados.

    Las sombras de los Fieles empujaron a Gwydion cuando emprendi una carrera sin sentido, ysus almas eran tan tangibles como su forma extraamente fsica. Algunas imploraban con msvehemencia al pasar el mercenario a su lado. Otras volvan los ojos hacia el alma perdida. Lasconmova la tristeza reflejada en el rostro de Gwydion, pero tenan miedo de interrumpir el murmullode sus plegarias para consolarlo, no fuera que tambin a ellas se las privara del contacto con susdioses.

    Gwydion avanz a tumbos entre la multitud. Los rostros se volvan borrosos ante sus ojos y lasplegarias se transformaban en una cacofona sin sentido. Cogi a una mujer joven que luca un discode plata de Tymora y la sacudi con rudeza. Alguien tena que levantar la maldicin! Comorespuesta a su gorgoteante ruego, la mujer le propin una patada que le hizo perder pie y acontinuacin retrocedi apartndose de l.

    Parece uno de los nuestros dijo una voz que no era humana.Qu va. Es uno ms de esos malditos condenados. Beshaba atrae a los de su calaa.Las voces speras, profanas, resaltaron sobre el fondo de las plegarias sagradas, sobresaltando

    a Gwydion y sacndolo de su frenes. Se puso en pie de un salto y mir en derredor, y se encontrcara a cara con la criatura ms horrorosa que hubiera visto jams.

    Su cabeza deba de haber pertenecido en un tiempo a un enorme lobo, pero el resto de su formagrotesca estaba formada con partes de muchos otros animales. Una piel listada de la que brotaba unamelena cubra el espacio entre las orejas y recorra toda su encorvada espalda de ogro. El resto delcuerpo estaba cubierto de rojas escamas brillantes. Tena brazos humanos rematados en unas manosque eran poco menos que garras y que la criatura se frotaba nerviosamente. Cuatro enormes patas dearaa removan el aire por debajo de los otros brazos. Unos tentculos soportaban el torsomonstruoso enroscndose debajo del cuerpo.

    Te equivocas, Perdix dijo la bestia babeando por sus mandbulas de lobo. ste es de laciudad. Es evidente. Mrale la cara. Ha estado llorando.

    Perdix pleg las alas coriceas y se acerc a Gwydion dando saltos con las patas raquticas quese doblaban hacia atrs por las rodillas. Una piel amarilla y gomosa le cubra el cuerpo, que era tanesculido y disminuido como el de un nio en una hambruna. Con el nico ojo azul del centro de suancha cara, Perdix mir al mercenario.

    Y bien dijo impaciente mientras su fina lengua asomaba entre unos relucientes dientesblancos. Empieza a orar, gusano.

    Frentico, Gwydion trat de apartar a la pequea criatura de su camino, pero dos pares de patasde araa se le cerraron sobre el pecho y tiraron de l hacia atrs. La bestia de cabeza de lobo mir

  • con furia al mercenario y le coloc las garras a ambos lados de la cabeza.Ya has odo a Perdix bisbise. Oigamos ahora tu mejor plegaria del da.Una vez ms, lo nico que sali de la boca de Gwydion cuando trat de llamar a Torm fue un

    graznido.Perdix movi la cabeza con aire de reprobacin.Por una vez tienes razn, Af. Estaba seguro de que era un maldito condenado. Siempre se

    meten en las filas de los de Tymora. Sac unas esposas negras como la noche. Los anillos dehierro se abrieron y dejaron ver unos afilados pinchos en su interior. No queremos que nos causesproblemas, gusano.

    Una mirada a las sombras que tena cerca le bast a Gwydion para darse cuenta de que estabasolo en esto. Los dems le haban vuelto la espalda y lo haban dejado solo frente a sus dos odiososcaptores. Los Fieles ms prximos formaron un amplio crculo. Tenan los rostros vueltos hacia elcielo y las manos juntas o cruzadas devotamente sobre sus corazones inertes.

    Gwydion los maldijo para sus adentros y se debati contra el abrazo implacable de Af. Supnico haba sido reemplazado por un terror que arda sin llama y le permita pensar con algo ms declaridad. Record las interminables horas de entrenamiento en los campos de Suzail, su prctica decombate cuerpo a cuerpo. Entrelaz los dedos y golpe a Af en la mandbula al tiempo que con losdos talones daba una patada en los muelles que servan de piernas a la criatura.

    Af gru, fastidiado por los golpes, pero en silencio se dijo que no tendra ningn problema sile arrancaba la cabeza al prisionero. En lugar de eso, cuando Gwydion levant las manos para volvera golpearlo, le clav los dientes en ellas lacerando la carne.

    En ese instante, Gwydion se dio cuenta de que el hacha del gigante no lo haba librado deldolor.

    Vaya. Siempre lo mismo suspir Perdix. No importa lo que digas, tus gusanos siempretratan de resistirse. De un salto se alz del suelo y coloc las esposas en las muecas de Gwydion.

    Cuando los anillos de hierro se cerraron, los pinchos interiores se le clavaron en la carne.Entonces, como si el sabor de la esencia de sombra los hubiera despertado de su sueo herrumbroso,los pinchos cobraron vida y se enterraron todava ms. Se hundieron en los huesos, se doblaron ypenetraron brazos arriba. Cegada por el dolor, la sombra emiti un largo aullido de agona.

    Por primera vez desde su llegada al Plano del Olvido, de su garganta salieron sonidos claros yreales.

    * * *

    Cuando la bruma del dolor desapareci de sus ojos, Gwydion se encontr en medio de unaruidosa muchedumbre reunida a las afueras de una gran necrpolis amurallada. Le dolahorriblemente todo el cuerpo, pero pareca que los pinchos de las esposas haban dejado deatenazarle los brazos. Af lo tena firmemente cogido de un codo con una de sus garras mientrasPerdix lo asa por el otro con una mano fra y membranosa. Un hedor a osario se cerna sobre ellugar. Gwydion se dio cuenta de que las lgrimas le surcaban las mejillas y no debido al dolor de lasmuecas, sino por el olor asfixiante a muerte y putrefaccin que se le colaba en la nariz y en la boca.Las puertas que se alzaban ante l hubieran empequeecido a Thrym o a cualquier otro de los

  • gigantes de Faerun. Oscuras y amenazadoras se perdan en un cielo en el que se arremolinaba unaniebla rojiza. A uno y otro lado, ms all de las dos imponentes torres de viga, se extendan unosmuros altos y plidos que llegaban hasta el horizonte. No estaba seguro ni mucho menos, pero lepareci que las murallas se movan. Era casi como si cada ladrillo cambiara constantemente, como siestuviera vivo.

    Alrededor de l, la multitud de sombras gema, chillaba y se apiaba. Todas llevaban lasmuecas sujetas por esposas y, como el ganado que se resiste ante el matadero, las almas malditaseran conducidas por un par de criaturas monstruosas parecidas a Af y a Perdix slo por lo grotescode su aspecto. Estaban formadas por mezclas descabelladas de animales y hombres, plantas o inclusogemas y metales. Volaban, se deslizaban y reptaban arrastrando a sus prisioneros con dedos comoventosas o con agudas espinas.

    La multitud no cesaba de avanzar, empujando a Gwydion contra la torre de viga ms prxima.La superficie de la torre era dura y oscura, y el mercenario la sinti extraamente caliente contra lacara. Se apart para ver mejor los pequeos bloques redondeados. Se dio cuenta entonces de que noeran piedras sino trozos del tamao de un puo de... algo. Los mir con ms detenimiento yretrocedi espantado.

    Corazones! chill. Los muros de la torre estn hechos de corazones humanos!Af resopl burln.Brillante, chico. Y las puertas tambin. Baj el hocico y mir fijamente a Gwydion, cuyos

    ojos estaban llenos de terror. A que no sabes decirme de qu clase?Oh, djalo ya dijo Perdix. No me parece que sea un sacerdote, y los sacerdotes son los

    nicos que prestan atencin a esas trivialidades.Corazones de cobardes bram Af haciendo caso omiso de Perdix. No son tan buenos

    para levantar paredes como los corazones de los hroes, pero de stos no nos llegan muchos poraqu.

    Perdix movi la cabeza disgustado.Vaya. Ests tan orgulloso de esa maldita cosa como si la hubieras construido t mismo.Y as fue! bram Af. Al menos yo andaba por aqu cuando empezaron a construirla!Gwydion encontr por fin la voz.Torm, slvame! grit.Todos los que lo oyeron se volvieron hacia l, y una mano membranosa le tap la boca.Nada de eso, gusano bisbise Perdix. Slo hay un dios en la Ciudad de la Lucha, y no le

    gusta que sus sbditos invoquen a ningn otro. No nos importa que t metas con l en cuanto temuevas por tus propios medios, pero ahora mismo ests a nuestro cargo y eso tendra malasconsecuencias para Af y para m.

    Y eso no nos interesa en absoluto gru el de la cabeza de lobo.Cerr una de sus garras y descarg un puetazo en la mandbula de Gwydion. Los huesos se

    partieron y los dientes salieron volando de la boca de la sombra como las canicas de una bolsa rota.Perdix frunci el entrecejo.T eres nuestro peor enemigo, Af suspir, envolviendo a Gwydion con una de sus alas para

    protegerlo de ms golpes. Si no puede hablar en el castillo se disgustarn mucho. Recuerda lo quesucedi la ltima vez cuando le arrancaste la cabeza a aquella sombra.

    Af se balance sobre sus muelles.Bah! Esto se habr curado antes de que se presente ante l. Adems, estaba invocando a otro

    poder, y ya conoces las reglas.

  • Perdix asinti de mala gana, pero no dej de interponerse entre Gwydion y Af hasta que seabrieron las puertas.

    Sonaron unos cuernos desde las torres de viga y, chirriando, las oscuras puertas se abrieron losuficiente como para que pasaran tres hombres hombro con hombro. Los engendros hicieron pasar asus tutelados por la abertura y a continuacin los siguieron sin apartarse de ellos. Las sombras hacanintilmente todo lo posible por resistirse a dar esos ltimos pasos para entrar a la Ciudad de laLucha. En todos los casos, la cuestin quedaba siempre dirimida con un fuerte empujn de losmillares de almas condenadas que se removan detrs de los prisioneros reacios.

    Un recto bulevar se abra al otro lado, bordeado por cientos de guardianes esquelticosarmados con picas y lanzas. La nica funcin de los soldados no muertos era atormentar a los nuevoscondenados y a sus captores. Con sus armas cortantes como navajas de afeitar, rebanaban tiras decarne que se transformaban rpidamente en una pasta bajo los pies de la multitud. A lo largo delbulevar unas criaturas hambrientas de ojos desorbitados esperaban impacientes en las sombras con laesperanza de poder hacer suyo algn bocado.

    Si alguno de los que atravesaban las puertas hubiera necesitado respirar, la presin lo habrasofocado antes de dar siquiera una docena de pasos. En el aire haba un zumbido constante. No setrataba de un entramado de plegarias como en el Plano del Olvido, sino de un teln rechinante demaldiciones y de gritos de angustia. Cerca de las puertas haba tal ruido que nadie poda pensar enhablar como no fuera a gritos. Por fortuna, las piedras marrones retorcidas, que alcanzaban una alturade diez pisos y que impedan ver ms all, amortiguaban el sonido mientras la multitud seaproximaba al centro de la ciudad.

    Gwydion fue perdiendo la nocin del tiempo a medida que se encaminaba junto con todos losdems hacia el corazn de la Ciudad de la Lucha. Slo la curacin constante de su mandbulamarcaba el paso del tiempo.

    Senta que los huesos se iban recomponiendo y que dientes nuevos se abran paso a travs de lasdoloridas encas. El dolor todava segua atenazndolo, le nublaba la vista y le impeda pensarcoherentemente, pero se haba reducido a un dolor constante y pulsante. Gwydion se preguntabatorpemente si su capacidad para sentir una agona tan mundana se habra visto mermada. Despus detodo, el dolor de los pinchos que se le clavaban en las muecas tambin se haba hecho ms leve. Noobstante, en lo ms ntimo, el mercenario no era tan tonto como para pensar que despus de esto serainmune a la tortura. Sus captores se encargaran de inventar nuevos tipos de dolor cuando losclsicos no le hicieran efecto.

    Por fin la multitud atraves el puente viviente que salvaba la negra y gorgoteante putrefaccindel ro Slith y se verti por las puertas abiertas del gran palacio situado en el centro de la necrpolis.Contenidas por murallas defensivas recin construidas con el diamante ms puro, las sombrastuvieron ocasin de descansar. Muchos de los condenados se desplomaron, exhaustos por la marcha,no as Gwydion el Veloz, que, no afectado por la maratn, contemplaba las alturas sombras delCastillo de los Huesos.

    La torre se alzaba imponente en el cielo rojo. Las plantas inferiores estaban hechas de calaverasque miraban con ojos vacos hacia el patio. Ms arriba, otros huesos se iban incorporando a laarquitectura formando fantsticas estructuras en espiral en torno a las ventanas y vigorososcontrafuertes en los balcones. Los engendros alados usaban esos balcones para entrar al palacio opara lanzarse hacia la niebla que se arremolinaba en torno a los pisos superiores. Todava msarriba, la cima dentada de la torre desapareca en un denso magma de humo y niebla.

    Adelante rugi Af. Es hora de irse.

  • La puerta principal de la torre se haba abierto y los engendros pululaban por el patio,sobresaltando a las sombras. Gwydion segua de pie, de modo que fue el primero al que condujerondentro.

    Por favor dijo con tono atribulado el mercenario, creo que ha habido un error. Lamandbula le dola y cruja con cada slaba, y senta los dientes flojos, pero por lo menos podahablar otra vez.

    Ya lo ves chill Af. Ya te dije que la mandbula se le curara antes de que llegramosante el prncipe.

    Con gesto desdeoso, Perdix cogi la cadena sujeta a las esposas y de un tirn lo introdujo en latorre.

    Qu clase de error? Acaso piensas que no te corresponde estar aqu, gusano?Ni siquiera s qu es este lugar! grit Gwydion.Vaya, vaya! Uno de los que no tienen fe, eh? Af se refreg las patas de araa una contra

    otra disfrutando mientras se colocaba al lado de Gwydion. Entonces te corresponde la pared.No carece de fe lo reconvino Perdix. Invoc al Tonto al pie de las puertas. Fue por eso

    que lo golpeaste en la mandbula, no te acuerdas? El engendro volvi hacia Gwydion su nico ojoazul. Crees en los dioses?

    Por supuesto balbuci. Alguien formul una ilusin que fue la causa de mi muerte. Yoera un guerrero de...

    No vas a aprender nunca? le espet Perdix. No te basta con que te partan la mandbulauna vez? Aqu no puedes pronunciar el nombre de ningn dios, a menos que sea el de Cyric, claro. Arrastr a Gwydion hasta el umbral del Castillo de los Huesos. Ests en el Hades, la Ciudad de laLucha. Como no pudiste implorar a ninguno de los dems poderes ah fuera, en el Plano del Olvido,fuiste enviado aqu para ser juzgado por el propio seor de los Muertos. Si eres listo, guardarssilencio. A veces Cyric es benevolente con la primera alma de un nuevo lote, pero slo si no es unquejica.

    Te ests volviendo blando se burl Af. Por m le partira la espalda para que no puedahacer otra cosa que gimotear delante del prncipe.

    Perdix se encogi de hombros.T mismo, pero no te olvides quin tiene que encargarse de que se ejecute el castigo del

    gusano. Si tiene suerte, lo arrojamos a la ciudad fortificada y eso es todo.Gwydion abri la boca para decir algo, pero Af le impuso silencio con un gesto feroz.Supongo que tienes razn gru entre sus dientes de lobo, pero sin duda sera divertido

    ver descargar sobre l un poco de la ira del viejo.Af y Perdix hicieron que su prisionero pasara rpidamente por la enorme losa de nix tallado

    que haca las veces de puerta principal y entraron en un vestbulo levantado sobre un suelo de cristalde una sola pieza. Con fibras de cristales de colores hiladas por los drows de Menzoberranzan sehaban tejidos hermosos tapices que cubran las paredes de huesos. Las colgaduras describan lasatrocidades que los elfos oscuros solan infligir a los pacficos habitantes del norte. Sin embargo,esas escenas eran una funesta fantasa infantil al lado de lo que Gwydion entrevi a travs del suelo.

    Entra ah, gusano dijo Perdix, cuya voz spera se haba transformado en un respetuosomurmullo.

    Ms all del espantoso vestbulo se abra una estancia grande pero escasamente amueblada. Enel centro haba un podio y de su parte superior colgaba una cinta de pergamino que bajaba en formade rollo por su nico soporte. A la derecha haba una silla pesada. El antiguo trono haba tenido

  • haca tiempo una peculiar belleza, con dibujos hipnticos tallados sobre la mayor parte de la maderanegra como la noche. En los ltimos aos, algn vndalo haba destrozado los brazos y las patas conuna espada. Los rubes que otrora dibujaban un crculo en el respaldo formaban una especie de halocristalino a los ojos de cualquiera que mirara al hombre all sentado. Ahora faltaba la mitad de laspiedras y el crculo carmes se vea roto y desigual.

    La luz que penetraba por las ventanas emplomadas de la habitacin daba a todo la tonalidadpardusca de la sangre seca. Miles de crneos recubran las paredes, con las mandbulas abiertas ensilenciosos gritos perpetuos. En todas las bocas se haban introducido gruesos rollos de pergamino.De las calaveras colgaban telas de araa como estandartes en un saln de banquetes, y unosdiminutos ojos blancos espiaban entre los crneos en descomposicin en toda la estancia. Gwydionsupo que no eran ratas sino algo mucho ms malvolo.

    Los engendros llevaron a su cautivo hasta el podio y lo obligaron a ponerse de rodillas. Af yPerdix se apresuraron a imitarlo, postrndose hasta donde lo permitan sus contrahechas formas.

    Tan pronto como las criaturas tocaron el suelo con la frente, el senescal del Castillo de losHuesos apareci en el podio. La cara gris, monstruosa y lisa del escribiente no tena ms rasgos queun par de ojos amarillos y saltones. Su cuerpo no era ms que una capa llena de sombra que seelevaba y caa movida por un viento que Gwydion no perciba. Con unos guantes blancos enfundandobrazos y manos invisibles, la criatura cogi una pluma y la coloc firmemente sobre el pergaminoenrollado.

    De todos los rincones de la biblioteca, de todas las calaveras y rollos de pergamino, salancucarachas que se acercaban a la luz. Los insectos se dejaban caer al suelo con un golpeteosemejante al de un fuerte chaparrn de otoo. Grandes y pequeas, negras, marrones y blancas comoel hueso, se arrastraban hacia la silla vaca. Gwydion las senta trepar por las piernas, por laespalda. Los engendros le sujetaron las manos cuando intent sacudrselas.

    Los insectos treparon por las maltrechas patas de la silla y se amontonaron formando una pilabisbiseando en el asiento. Despus, de repente, desaparecieron, se fundieron formando la figura deun hombre de aspecto bastante corriente: delgado y de nariz aguilea y aparentemente muy aburrido.Se arrellan en el asiento con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos y los brazos a amboslados del cuerpo. Sus ropas no tenan nada de majestuoso: botas altas, anodinos pantalones negros,vaina de cuero y una informe guerrera carmes que llevaba como emblema una rfaga solar negra yuna calavera. Slo la espada corta y el aro de oro blanco lo identificaban como alguien importante enel Castillo de los Huesos, aunque la corona pareca menos un smbolo de poder que un recurso paramantener el largo pelo castao apartado de los ojos. Sin embargo, a pesar de su aparente hasto, a sualrededor se cerna la tensin como una nube pestilente. No importaba el aire de displicencia queadoptara en su asiento, segua siendo una serpiente enroscada dispuesta a atacar a la menorprovocacin.

    Salve, Cyric, seor de los Muertos, el ms grande de todos los poderes de Faerun losalud Perdix con una profunda reverencia.

    Af repiti el gesto.Salve, Cyric, Prncipe de las Mentiras, asesino de tres dioses.El seor de los Muertos se removi, como si estuviera deseando estar en otra parte. No se saba

    con certeza si la impaciencia era slo una pose o simplemente el eco de algn hbito adquirido porCyric en su vida mortal, pero al igual que todos los grandes poderes, el Prncipe de las Mentiras noestaba limitado a una mera encarnacin fsica. Mientras l permaneca con su corte en el Castillo delos Huesos, su conciencia divina se manifestaba en docenas de avatares por todo el universo,

  • respondiendo a las plegarias de sus fieles, sembrando la contienda y la discordia en todos los sitiosdonde stas podan arraigar.

    Acabemos con esto, Jergal murmur el seor de los Muertos.El senescal mir directamente a Gwydion y la sombra sinti que algo fro e inhumano se le

    colaba en la mente. Se hundi en sus recuerdos, escudri en su vida como una rata en la basura.Gwydion trat de apartar la mirada de los ojos sin vida del senescal, pero se encontr paralizado.Despus, tan rpido como haba empezado, el interrogatorio termin.

    Eres Gwydion, hijo de Gareth el herrero. La voz descarnada era tan heladora como elsondeo mental de Jergal. Naciste en Suzail hace treinta inviernos, que es como se mide all eltiempo. A lo largo de tu vida has sido soldado y mercenario, aunque tu nico don reseable era laligereza de tus pies. Esto lo usaste sobre todo para ganar pequeas apuestas. En tu vida no huboni grandes alegras ni grandes dolores.

    Eh, un momento barbote Gwydion. Y qu me dices de Cardea o Eri? Yo am...Creste en los dioses de Faerun, pero slo los honraste en momentos de peligro. Tomaste al

    Tonto como patrono, pero no mostraste ni valor ni lealtad en la defensa de sus causas a lo largo delos ltimos aos de tu vida.

    Cyric bostez.Tus hechos te describen como a uno de los Falsos dijo el seor de los Muertos sin pararse

    a pensar. Ningn dios te aceptar en su paraso, de modo que eres mi prisionero. Como tal...Gwydion se puso de pie de un salto.He muerto luchando por Torm! l debe de...El nombre del dios del Deber casi no le haba salido todava de los labios cuando una espada

    corta le atraves la garganta. Gwydion se qued suspendido, empalado en la hoja de Cyric,debatindose y tosiendo. Un escalofro que no se pareca a nada que la sombra hubiera sentido vivoo muerto se extendi a partir de la herida llegando hasta su esencia misma. La espada corta palpitabay la hoja se fue oscureciendo poco a poco, pasando del rojo plido a un carmes intenso.

    El seor de los Muertos volvi sus ojos fros hacia Af y Perdix.Alguien debera haberle informado que slo yo puedo pronunciar el nombre de otro dios en la

    Ciudad de la Lucha.Lo hicimos, magnificentsimo seor dijo Perdix, pero l piensa que ha habido un error.

    Afirma que fue engaado por alguien y...Todo el que llega aqu piensa que ha habido un error apunt Cyric. Vosotros dos

    compartiris el castigo de ste durante un tiempo, as seris ms diligentes a la hora de preparar a lassombras para venir a mi encuentro en el futuro. Retir la espada de la garganta de Gwydion y dejque la sombra cayera al suelo.

    Gracias, magnificentsimo seor dijo Af. Los dos engendros se postraron ante su amo.En cuanto al destino... No le hemos enviado a Dendar ninguna alma recientemente, verdad,

    Jergal?La Serpiente Nocturna estar complacida por tu generosidad reconoci el senescal.

    Lleva mucho tiempo sin hincarle el diente a un alma fresca.Cyric volvi a arrellanarse en su asiento.Entonces, est decidido. Llevad la sombra a Dendar.Mientras Jergal tomaba notas con trazos cuidadosos, precisos, de la pluma, los engendros se

    apoderaron de Gwydion. La sombra, aunque debilitada por el maltrato, trat de resistirse. Balbucialgo a Cyric, pero el aire se le escapaba por la herida de la garganta como el vapor de una tetera

  • caliente.La sorpresa absoluta de los ojos de Gwydion llam la atencin de Cyric. El seor de los

    Muertos hizo un gesto y las heridas de la sombra se curaron instantneamente.Me reconoces? le pregunt, golpeando indolentemente la pata de la silla con la espada.Gwydion seal la espada ensangrentada.Fuiste t dijo con voz entrecortada. Te me presentaste en Thar. Simulaste ser...El Tonto apunt Jergal. Cada dios tiene un nombre ms apropiado a su categora en

    nuestro reino. El dios del Deber es conocido aqu como el Tonto.Simulaste ser... el Tonto dijo Gwydion. Al pronunciar el nombre blasfemo hizo una mueca

    . Por qu? Slo para engaarme y que yo me lanzara contra el gigante como un luntico?Exactamente afirm una voz profunda, tonante, desde la puerta de la biblioteca. sas son

    las diversiones que busca Cyric.Al girar en redondo, Jergal, Gwydion y los engendros se encontraron con una imponente figura

    de pie ante ellos. Su antigua armadura estaba manchada de polvo prpura, y las piezas de los codos ylas rodillas estaban hechas de huesos de dragn. La luz se reflejaba como el brillo de las estrellas enel peto, incluso en la biblioteca pobremente iluminada. Irradiaba poder, un poder inflexible y severo.

    Oh, no susurr Perdix. l no. Ahora no.Torm el Veraz avanz hacia Cyric. Su armadura resonaba al andar, y los sonidos eran repetidos

    por el eco sobre las paredes como lejanos caonazos. Al lado de Gwydion, Torm se detuvo y sequit el yelmo. La sombra jams haba visto un joven guerrero de tan perfecta apostura. La luz de larectitud le brillaba en los ojos azules, y su mandbula reflejaba un valor inquebrantable.

    Libera a esta alma orden Torm. La atrajiste a tu reino con ilusiones y perfidia. Pusistefin a su vida con engao.

    El seor de los Muertos se recost en su asiento e hizo una mueca de desprecio.Oh, vamos, Torm. Supongo que no has hecho este viaje al Hades por un msero gusano.

    Tienes gigantes ms grandes que matar. No es sa la expresin que circula entre tus tormitas?Tormianos corrigi el dios del Deber con gesto severo. Y el destino de Gwydion es

    razn suficiente para traerme a tu detestable corte. l me invoc y yo respondo a su plegaria.Un grito de alivio sali de los labios de Gwydion.Gracias, santidad, saba que no dejaras a un fiel...No te deshagas en alabanzas todava lo interrumpi Cyric taimadamente. A Torm no le

    importa lo ms mnimo tu alma. Tiene poder suficiente para entrar en mi ciudad sin invitacin sloporque t pronunciaste su nombre. Le has dado una razn muy conveniente para presentarse en micasa sin ser bienvenido.

    La ira que Torm haba estado tratando de contener se desbord. Alz un puo cubierto de mallay amenaz con l al Prncipe de las Mentiras.

    Tengo un deber para con mis fieles. Los hombres me llaman Torm el Veraz porque valoro lalealtad por encima de todo. Me llaman...

    Te llaman Torm el Valiente porque eres lo bastante tonto como para recortar tus prdidas yabandonar una lucha perdida dijo Cyric entre dientes. Me conozco muy bien la letana. Se larepet con bastante sentido dramtico a Gwydion en Thar no hace mucho tiempo.

    Torm dio un paso amenazador hacia Cyric, que todava no se haba levantado de su asiento.Llegamos rpidamente al meollo de la cuestin. Eso no es propio de ti.Ah, vienes aqu para informarme de que no te halaga mi representacin se ri el Prncipe

    de las Mentiras. Pues te aseguro que fue muy buena. Adems de la espada, te imit hasta en los

  • menores detalles. Se puso de pie y se estir. Sin embargo, te voy a dar una oportunidad desalvar a esta pobre alma engaada.

    Admites tus pecados? pregunt Torm entornando los ojos con aire de desconfianza. EsGwydion libre de marcharse?

    Yo no admito nada replic Cyric. Pero te dar una oportunidad para rescatar a estesupuesto tormita. Apart a Af de un puntapi y alz a Gwydion por los grilletes. Sin embargo,antes de que lo acojas bajo tu ala, debes convencerme de que tendr un lugar entre tus fieles. Nopuedo dejar salir un alma de mi reino sin esa garanta.

    Si no conmigo empez Torm, entonces con...No puedes hablar por los dems dioses, Torm. Me sorprende que tengas la osada de

    intentarlo.El dios del Deber se ruboriz y mir fijamente a Gwydion.Puedo ofrecerte un santuario dijo, pero slo si eres realmente uno de mis fieles. Ests

    dispuesto a demostrar tu devocin por m?La sombra dio un paso al frente, apartndose de los horribles engendros y del siniestro y

    silencioso senescal.Por supuesto respondi.Torm estir los dedos y extendi las manos con la palma hacia abajo. El mortecino resplandor

    que entraba por las ventanas permiti ver multitud de diminutas runas talladas en sus guanteletes: enla derecha, la palabra que significaba deber en todos los idiomas conocidos; en la izquierda, lomismo con respecto a la palabra lealtad.

    Se murmuraba que Torm poda ser destruido si se perdan todas esas palabras. Para evitar esedesastre, algunos novicios tormianos pasaban su primer ao de servidumbre secuestrados endiminutas celdas donde repetan una de las palabras que significaban deber o lealtad a modo demantra durante todas sus horas de vigilia. Los ms devotos incluso las seguan repitiendo en sueos.

    Lee cualquier palabra de uno de mis guanteletes dijo Torm en tono solemne.Gwydion mir la armadura entrecerrando los ojos y a continuacin desvi la mirada al dios del

    Deber.Yo... no veo nada escrito, santidad.Una tristeza autntica llen los ojos de Torm.El pacto que tengo con mi Iglesia es claro, Gwydion el Veloz. No puedo aceptar tu alma si no

    eres capaz de pasar esta sencilla prueba. La ira volvi a aparecer y relumbr ferozmente. Seenfrent a Cyric. Vas a pagar por esto. Me encargar de ello.

    El Prncipe de las Mentiras le dio la espalda al dios de la armadura y se dirigi lentamentehacia su asiento.

    Af, Perdix, llevaos a Gwydion y pegadlo a la pared. Vigiladlo hasta que os vuelva a llamar.Silenciosamente, Gwydion mir a Torm pidiendo ayuda, pero el dios del Deber hizo un gesto

    negativo con la cabeza. La sombra sinti que moran todas sus esperanzas. Inclinando la cabeza, dejque los engendros se lo llevaran sin oponer resistencia.

    Tan pronto como el prisionero hubo abandonado la estancia, Cyric despidi a Torm con un gestodisplicente de la mano.

    Ve e informa al Crculo sobre su castigo. S perfectamente que la pared est reservada a losque no tienen fe. He colocado al gusano all por un motivo: quiero que recuerdes por toda laeternidad que le pusiste las cosas ms difciles por meter la nariz donde no debas.

    La ley que rige...

  • Mis caprichos son ley en la Ciudad de la Lucha le solt Cyric. Haras bien en recordareso, especialmente porque ests yendo demasiado lejos. Podra ocurrrseme llamar a varios cientosde amigos abismales para que te escoltaran hasta la salida...

    Me ests amenazando! El dios del Deber se transform y sus agraciadas facciones sevolvieron leoninas. Podra matar a cuantos seres abismales fueras capaz de invocar en tu moradainfernal rugi.

    Pero eso te mantendra ocupado algn tiempo se burl Cyric. El tiempo suficiente paraque yo visitara tus iglesias hacindome pasar por ti y desatara una guerra santa. Tampoco tendraspoder para detenerme. Despus de todo, Torm, t eres slo un semipoder.

    Torm se dirigi al extremo de la biblioteca. Su rostro leonino estaba crispado en una muecaairada. La melena dorada se le arremolinaba formando un halo en torno a la cabeza.

    No eres digno de ser considerado un poder mayor. Dicho esto, desapareci en un destellode luz azulada.

    El Tonto tiene suerte de no saber hasta qu extremo eres peligroso, magnificentsimo seor,apunt Jergal.

    Cyric volvi a sacar su espada corta y se qued mirando intensamente la hoja carmes.Si lo supiera, me habra limitado a tratar con l como lo hice con Bhaal, Myrkul y Leira. De

    hecho, podra matarlo de todos modos. Mi espada le ha tomado el gusto a la sangre de dioses. Desliz la mano con suavidad por la hoja. No es cierto, amor mo?

    Slo cuando es sangre derramada por ti, ronrone en su mente una seductora voz femenina.El espritu de la espada se contone con satisfaccin en el fango de la conciencia de Cyric, tanoscuro y cruel como cualquiera de las ideas corruptas que pululaban en la mente del dios de laMuerte.

  • El libro de las mentiras

    Donde la versin tricentsimo nonagsimo sptima de un libro donde se cuenta la vida de Cyrices objeto de una revisin radical para desesperacin de los copistas e iluminadores de la Torre deZhentil

    Bevis llevaba quince aos como iluminador y no poda recordar ni un instante en que hubieradisfrutado de su trabajo. Detestaba las perpetuas manchas de tinta de sus dedos. Las pinturas de oloracre le hacan llorar los ojos y al finalizar cada da de trabajo invariablemente tena la manoacalambrada. El problema era que Bevis no tena otras habilidades que pudiera explotar legalmente,y mucho menos el valor necesario para abrirse camino en el submundo enorme y floreciente deZhentil Keep. De modo que as transcurran sus das, proveyendo de ilustraciones artsticas aaburridas colecciones de sermones, tediosos relatos de batallas locales y pomposas autobiografasde jefes de gremios que esperaban comprarse un lugar en la historia zhentilesa. Algo menos aburridole resultaba el trabajo que haca en los penitenciales. Esos libros contaban las penitencias impuestaspor diversos pecados y por lo general contenan escenas vividas de engendros torturando a las almasen la Ciudad de la Lucha, por si el fiel tena necesidad de que le recordaran cules eran las penas porandar ganduleando. Como el resto de las miniaturas que dibujaba Bevis, las horrorosas imgenestenan su origen en un libro de modelos. De todos modos, copiar engendros era ms interesante quereproducir reiteradamente el smbolo santo de Mscara en papel barato destinado a las notasespordicas del gremio de los ladrones.

    El libro adjudicado en ese momento al poco inspirado Bevis haba atrado su atencin con msintensidad incluso que el ms espantoso penitencial. Haba sido contratado por la Iglesia de Cyricpara limpiar los cuadernillos de pginas acabadas antes de que pasaran al encuadernador. A pesar dela misteriosa escasez de copistas e iluminadores de Zhentil Keep, los clrigos le haban dicho aBevis con muy poco tacto que sus habilidades no estaban a la altura necesaria para hacer los bordesni el miniado de esta importante obra. Despus de revisar las primeras pginas, se sinti inclinado adarles la razn.

    El pergamino era el ms fino que hubiera visto jams, delgado y flexible y con una texturaperfecta para trabajar con la tinta y la pintura. Unos ttulos ornamentados escritos con tinta rojaindicaban cul era la intencin de cada seccin. Extraas franjas de engendros bestiales rodeaban eltexto, aparentemente advirtiendo al lector timorato del contenido que guardaban. Grandes cuadradostratados con pan de oro servan de fondo para las miniaturas. Los ms elaborados representabanciudades sitiadas por monstruos sobrenaturales y a los dioses en el momento de ser expulsados delos cielos.

    Ah, la Era de los Trastornos susurr el iluminador, y a continuacin pas los ojos inquietopor el lugar lleno de oscuros recovecos en el que trabajaba.

    Haca rato ya que los sacerdotes se haban retirado al calor del templo, dejando a Bevis solo enlas criptas. Un crculo de braseros dibujaba un amplio arco de luz alrededor de l, pero todava tenala desagradable sensacin de que alguien acechaba desde donde no poda verlo. Sin embargo,despus de escudriar la oscuridad durante un rato, el iluminador decidi que era una tontera.Estaba solo. Los sacerdotes jams se enteraran de que haba desobedecido sus rdenes estrictas yledo una parte pequesima del libro.

  • La ira de Ao era el ttulo en nobles y grandiosos caracteres de la pgina que tena ante losojos. En esa seccin se describa cmo el seor supremo de los dioses, furioso por el robo de lasTablas del Destino, haba desalojado a las deidades de Faerun de sus palacios eternos en los cielos.Los dioses convertidos en mortales se vieron obligados a deambular por el mundo en avataresmortales hasta que se devolvieran las Tablas. A su paso fueron surgiendo el caos y las contiendas. Lamagia se volvi inestable, los clrigos ya no podan invocar a sus patronos celestiales para curar alos enfermos, la muerte y la violencia se aduearon incluso de las naciones y ciudades-estado mscivilizadas del oeste.

    sa era la esencia de la historia, y en la dcada transcurrida desde la Era de los Trastornos sehaban escrito docenas de tratados para explicar los calamitosos acontecimientos. Bevis inclusohaba iluminado uno haca ya cinco aos. No obstante, algo en este relato llam su inters. Se sintiextraamente compelido a seguir leyendo. Reuniendo los cuadernillos que tena ante s, Bevis losorden en una pila de bordes desiguales.

    El robo de las Tablas. Bien, eso iba antes de la seccin que acababa de leer, pens. Latraicin del Gremio. Esta historia no se limitaba a la Era de los Trastornos. Era sobre Cyric antesde que se convirtiera en un dios! Una niez en las sombras. Kelemvor y el rey del invierno. Elcaso del Puente de los Caballeros...

    Sin aliento, Bevis repas la primera pgina de cada cuadernillo. Una ilustracin mostraba aCyric en su poca de joven ladrn asaltando a un guardia desprevenido en lo alto de las negrasmurallas de Zhentil Keep. La siguiente introduccin hablaba de su primer encuentro con Medianoche,la hechicera que habra de buscar las Tablas del Destino junto con Cyric, el guerrero malditoKelemvor Lyonsbane, y un sacerdote insustancial llamado Adon. Poco sospechaban Cyric oMedianoche que esa primera noche en Arabel recuperaran las Tablas y seran recompensados porAo con un lugar entre los dioses.

    Una violenta miniatura, deslumbrante por el brillo del oro, llam la atencin de Bevis mientraspasaba al siguiente cuadernillo. El artista haba creado una escena macabra con una carnicera en unaaldea halfling. Los soldados zhentileses empalaban a mujeres y nios. Las casas y graneros ardancon llamas de oro mientras que las cabezas cortadas de negros ojos contemplaban la escena. Y en elcentro de la matanza estaba Cyric, con una corta espada roscea en sus manos ensangrentadas. Unhalo de oscuridad anticipaba su futura divinidad.

    La explicacin que segua a la escena de la matanza simplemente anunciaba el tema: RoblesNegros y Godsbane.

    Sucedi as que Cyric se libr de la compaa de esa ramera de Medianoche, del presumidoAdon de Sune y del maldito soldado Kelemvor Lyonsbane. En los das que siguieron reuni entorno a s a un pequeo grupo de zhentileses e hizo que lo acompaaran en su ascensin comoprofetas. Atraves las Tierras Centrales con estos soldados, eliminando a todo aquel que seopona a su visin de un mundo libre de la hipocresa de la Ley y el Honor.

    La sangre de los reyes poco convencidos ba sus espadas, los cerebros de sabios neciossalpicaron sus armaduras. No obstante, cada cabeza cortada o corazn arrancado ganaba un parde heraldos para la causa de Cyric. En los reinos mortales, los cadveres corrompidosrenunciaron a sus amenazas contra su grandeza con gritos silenciosos y caras paralizadas por elterror. En el Hades y en los dems reinos celestiales, las almas recin liberadas llegaron con unaproclamacin: Preparaos porque viene un dios que har de todo el vasto mundo su dominio.

    Una vez difundido su mensaje y cuando la gente se dio cuenta de que slo poda ganarse lalibertad mediante el Poder, Cyric se vio aclamado como hroe conquistador en muchas ciudades y

  • pueblos. Pusieron guirnaldas al cuello de sus hombres y se celebraron abundantes festines en suhonor.

    Sin embargo, algunos reductos aislados, como la aldea halfling Robles Negros, permanecanciegos a la gloria de Cyric. Las necias criaturas que habitaban en Robles Negros lo rechazaron yamenazaron con invocar la ira de los dbiles iconos a los que honraban. Incluso entonces, un mesantes de su ascenso desde la cima del monte Aguas Profundas, Cyric hizo saber que alguien de sugrandeza no tolerara semejantes insultos.

    Con fuego y acero, borr Robles Negros de la faz de Faerun. Mientras sus zhentilesesquemaban las endebles viviendas, Cyric reuni a los halflings y los decapit, uno por uno. Lascabezas fueron colocadas en hileras perfectas, como coles boquiabiertas y ensangrentadas queesperasen el momento de la recoleccin; a continuacin, Cyric maldijo los montones de hueso ycarne condenndolos a una muerte en vida por toda la eternidad. Todava hoy los crneosdescarnados dan fe de su estupidez a todos cuantos los miran.

    Como su espada haba quedado mellada por su incansable castigo a los halflings, Cyricbusc otra para reemplazarla. Fue as que liber una poderosa espada encantada de las manos deel Furtivo, el ms grande guerrero de Robles Negros y el nico que logr escapar de la aldeaaquel da. El espritu de la espada haba quebrantado la voluntad del halfling convirtindolo enun esclavo incondicional. Esto no representaba una vergenza, porque hasta que Cyric la tuvo ensu poder la espada roscea no haba sido conquistada jams. Larga era la lista de soldados yreyes destruidos al tratar de doblegar la espada a su voluntad, pero slo Cyric tena podersuficiente para triunfar sobre ella.

    La espada roscea encantada prest buenos servicios a Cyric, protegindolo de los vientosheladores de Marpenothy curando las heridas que recibi en las feroces batallas por las Tablasdel Destino. Como recompensa, Cyric le daba sangre. Al igual que todos los que lo servan sinreticencias, la espada reciba lo que ms deseaba.

    Fane, un oficial zhentils, fue el primero en dar su vida a la espada. El halfling al quellamaban el Furtivo fue el siguiente. Sin embargo, la esencia de estos hombres quedara muypronto a la altura de simples sobras ante los banquetes con los que la espada pronto habra desaciarse.

    En el puente de Boareskyr, Cyric mat a Bhaal, patrono de los asesinos, seor del Asesinato.Tan grande fue el caos desatado por la muerte de Bhaal, que las Aguas Sinuosas todava correnturbias y emponzoadas desde el puente de Boareskyr hasta el vado de la Garra del Troll. Todacriatura que bebe de esas aguas muere maldiciendo a los que se oponen a Cyric, ya que esaresistencia es intil, como lo demuestran sin duda las aguas envenenadas.

    Bhaal no fue el ltimo de los dioses aniquilados por Cyric. En lo alto de la torre de KhelbenBastn Negro Arunsun, mago conocido como enemigo de Zhentil Keep y de sus agentes, Cyric seenfrent a sus enemigos unidos, ya que Medianoche se haba aliado con Myrkul, el dios de laMuerte cado. Juntos haban tramado un cobarde complot para poner las Tablas del Destino, y porconsiguiente la totalidad de Faerun, en manos de esos dioses que haban honrado la Ley y el Bienpor encima de todo. Cyric mat a Myrkul por volverse contra sus fieles. Con un solo tajo de suespada encantada cort en dos al avatar del dios. El cadver se transform en cenizas quecayeron sobre Aguas Profundas disolviendo edificios y caminos.

    Kelemvor Lyonsbane tambin muri aquel glorioso da en lo alto de la torre de Bastn Negro,y la traidora Medianoche habra seguido a su amante hacia la destruccin de no haber invocadosus poderes mgicos para escapar de la ira de Cyric. Fue por esta cobarda que el lord Ao orden

  • a Medianoche renunciar a su nombre cuando la eligi para ocupar el lugar de la destruida diosade la Magia. Y fue as que Medianoche se transform en Mystra.

    Fue as tambin que la corta y roscea espada encantada pas a ser conocida comoGodsbane, ya que ninguna otra arma en la historia de Faerun haba sido usada para abatirpoderes que gobiernan por encima de los reinos mortales.

    Bevis cerr el cuadernillo. La lectura a la luz vacilante de los braseros le haba producido unfuerte dolor de cabeza y tena la boca extraamente seca. Se frot las sienes y durante un momentomantuvo los ojos cerrados, esperando que as desapareciera el dolor, pero las horripilantesilustraciones seguan bailando ante sus ojos. Las palabras de la historia le resonaban en la cabezacomo el canto de una sirena que lo incitase a seguir leyendo. A lo mejor era una especie de libro deconjuros disfrazado para que tuviera la apariencia de la vida de Cyric. O tal vez los clrigos habanlanzado una maldicin sobre las pginas para castigar a todo aquel que lo leyera sin autorizacin.Con el corazn desbocado, Bevis dio la vuelta a la pila de hojas en busca de una clave.

    El gremio de los copistas de Zhentil Keep exiga que sus miembros pusieran un colofn en lapgina final de un manuscrito. Por lo general, esas notas personales, escritas en el cdigo esotricodel gremio, expresaban el alivio del copista al haber terminado el libro, junto con el deseo de que selo recompensase bien por sus esfuerzos. En el caso de tomos peligrosos, el colofn adverta a losdems miembros del gremio de que slo podan hojear el libro bajo su propio riesgo.

    El colofn de ste no era ms largo que el de otros libros. Empezaba con las habitualesexclamaciones de alivio y con las quejas consabidas por la mano agarrotada, y a continuacin pasabaa expresar su esperanza de verse recompensado con una bella muchacha y una pinta de buenacerveza. La parte final del colofn haba sido oscurecida mediante tachaduras apresuradas, lo cualindicaba que las lneas seran borradas del pergamino antes de su encuadernacin. Las tachadurasdificultaban la lectura del texto, pero Bevis tena prctica descifrando esos rompecabezas.

    De la boca del dios a mi pluma en este dcimo ao del reinado de Cyric como seor de losMuertos. Trescientas noventa y siete versiones de este tomo se han hecho antes de m. Pluga a miinmortal seor no utilizar mi piel para las pginas de la tricentsima nonagsima octava.

    Con un grito de horror, Bevis dio un manotazo a los cuadernillos, que flotaron desde la mesahasta posarse en el suelo como buitres en torno a un cadver.

    No es se el modo en que un artista debera tratar la obra de sus colegas dijo una vozdesde las sombras.

    Bevis se volvi precipitadamente. Haba alguien all, en la parte ms oscura de la cripta.P-patriarca Mirrormane? tartamude el iluminador mientras buscaba precavido su navaja.No precisamente. El hombre refugiado en las sombras dio un paso adelante. Era joven e

    imberbe, con una gracia felina que hablaba de su formacin como ladrn. Apartando hacia un lado elnegro capote apoy con gesto dramtico una mano en la empuadura de su espada corta. sta pendade un pasador de su cinto, y su color rosceo se trasluca a pesar de la vaina. Te ha gustado milibro?

    El iluminador balbuci una respuesta, pero las palabras se resistan a salir de su garganta. Elhombre de nariz aguilea se acerc. Sus pisadas no hacan el menor ruido sobre la piedra fra delsuelo. Se agach y recogi un cuadernillo, uno en el que estaba representado el seor de los Muertos,y, levantndolo, lo coloc junto a su cara para que Bevis pudiera comparar. La miniatura tena unparecido sorprendente, hasta en lo del halo de oscuridad.

    Oh, dioses consigui farfullar Bevis mientras caa al suelo desmadejado.La cruel sonrisa de Cyric se hizo ms ancha.

  • No, el nico que importa.

    * * *

    Bevis colgaba inerte contra el pilar de piedra, afortunadamente ajeno a la presencia de las tresfiguras reunidas en torno a l. El crculo de braseros segua ardiendo intensamente, pero ya no eranecesario. Con un solo pensamiento de Cyric la luz inund las catacumbas, permitiendo ver conclaridad hasta el menor detalle de los suelos de piedra desiguales y de los techos bajos yabovedados.

    Me gustara que Fzoul se diera prisa! chill Xeno Mirrormane. El pelo blanco plateadodel sumo sacerdote formaba alborotados rizos en torno a su cabeza mientras avanzaba a grandeszancadas amenazando a Bevis con una varilla de hierro humeante. La exigua figura del sacerdotequedaba oculta por el volumen de sus ropajes color prpura oscuro. Quiero empezar con esteespa antes de la cena.

    El rollizo noble que tena a su lado bostez y se llev un pauelo perfumado a la bulbosa nariz.Tu extinto hermano habra estado muy orgulloso al ver la forma en que blandes eso, Xeno

    dijo con voz cansina a travs del lienzo de seda Shou estampada. Te has adaptado admirablementea tu nuevo papel de patriarca. Todos debemos dar gracias de que pudieras reemplazar a Maskuldespus de su misteriosa muerte.

    Ahrranos tus indirectas, lord Chess dijo Cyric. Sabes que Xeno asesin a Maskul. Tusespas te informaron del hecho incluso antes de que la daga llegara a su corazn. Eso no deberasorprenderte en absoluto. Despus de todo, Xeno est a mi servicio, y yo soy el seor del Asesinato,no es cierto?

    La expresin indolente desapareci y el regente de Zhentil Keep apart el pauelo con el quecubra su cara.

    Por supuesto, magnificentsimo seor murmur.Dime, Chess inquiri Cyric con perentoriedad, sigues rogando a Leira para encontrar

    una manera de ocultar tu desagradable vientre a tus cortesanos? Sabes muy bien que las ilusiones sonlo nico capaz de semejante ocultacin.

    Ruborizado de vergenza, Chess enderez su voluminosa forma contra la pared de piedra de lacripta. Cuando mir a Cyric esperando alguna seal de aprobacin, se encontr con que el avatar deldios se haba alejado hacia las lbregas catacumbas, dejndolo con la duda de cmo habra hecho elseor de los Muertos para interceptar las plegarias dirigidas a otro dios de los cielos.

    Las catacumbas haban alojado en otro tiempo a los muertos honorables de Bane, sacerdotes yguerreros y notables hombres de estado que haban dedicado sus vidas al anterior dios de la Lucha.Despus de la Era de los Trastornos, cuando Cyric se haba apropiado del manto de Bane, diordenes a sus secuaces de saquear los lugares consagrados al Seor Tenebroso. Estos pintarrajearonlas hermosas estatuas y tumbas de mrmol antes de reducirlas a escombros. Los restos de los fielesde Bane fueron arrojados irreverentemente al ro Tesh.

    La iglesia de Cyric todava tena que crear una cantidad suficiente de mrtires como para llenarlas ahora desoladas criptas, de ah que el espacio se usara para otros fines. Un grupo de asesinos dela iglesia se haba acostumbrado a meditar entre las ratas, las araas y otros seres ms escalofriantes

  • que poblaban las oscuras catacumbas. Aparte de ellos y de los pocos magos de la iglesia quellevaban a cabo experimentos secretos en las criptas, las bvedas y cmaras seguan vacas.Formaban una red serpenteante e intil bajo el vasto complejo de templos y monasterios dedicados alPrncipe de las Mentiras.

    Cyric se paseaba inquieto entre los restos destrozados de lo que en una poca haba sido unindicador. Tal vez debera permitir que Xeno encerrara a los copistas que trabajaron en las anterioresversiones del Cyrinishad, se dijo. Con eso llenara muy pronto este lugar. Incluso podra devolverlos cuerpos de los copistas si los clrigos quisieran enterrar lo que queda de ellos.

    El Prncipe de las Mentiras cerr los ojos y escuch. Los chillidos interminables de loshombres y mujeres que haban copiado los tomos fallidos sonaron en sus odos a pesar de queestaban encerrados a cal y canto en el saln del trono del Castillo de los Huesos.

    Un sonido discordante apart de la conciencia de Cyric los chillidos de los condenados. Sevolvi a mirar a los dems. Xeno haba dejado caer el hierro en un brasero para calentarlo. La ideade enterrar al patriarca junto con su hermano asesinado pas por la mente del dios de la Muerte buena recompensa por sus chillidos y nerviosos desplazamientos, pero la diversin pronto acabcon el aburrimiento de Cyric.

    Cyric haba asumido un avatar fsico para esta visita a Zhentil Keep, algo que pocas veces habahecho desde que era dios. Prefera horrorizar en sueos a sus fieles como un fantasma ensangrentadoo manifestarse como una nube de humo envenenado ante sus enemigos. Haba olvidado lo que erapercibir el mundo a travs de unos sentidos que a menudo son objeto de distracciones. La extraasensacin era agradable. Tena algo de nostlgico y aplacaba un poco su humor sombro.

    Los ecos de las pisadas de Fzoul precedieron la llegada de ste a las criptas. Cuando aparecial pie de la escalera no daba muestra alguna de haber acudido presuroso a la llamada de Cyric. Enrealidad, por el traje ceremonial que vesta, daba la impresin de que se haba tomado tiempo paraacicalarse antes de acudir a la cita. La extraa radiacin que iluminaba las catacumbas haca que lanegra armadura de Fzoul pareciera aceitosa, como las escamas de una serpiente inmediatamentedespus de la muda. En un tiempo, el smbolo sagrado de Bane le haba adornado el peto. Ahoraestaba vaco: un cielo de medianoche sin una sola estrella. Cintas de plata arrebatadas a loscentauros del bosque de Lethyr le sujetaban el largo pelo rojo en una trenza y le recogan los largosbigotes.

    Fzoul se quit parsimoniosamente los guantes, dedo a dedo, y despus dobl los guanteletes depiel de dragn y los guard en el cinto.

    Magnificentsimo seor dijo en un tono en el que no haba ni rastro de reverencia oentusiasmo. El sacerdote hinc rodilla en tierra e inclin la cabeza, ms para ocultar la miradadesdeosa que como muestra de sumisin.

    Las crueles risotadas de Cyric llenaron las criptas.Tu renuencia slo consigue hacerme saborear ms tu muestra de respeto, Fzoul. S que me

    odias. Me has odiado desde aquel da en que te clav una flecha en la batalla del valle de lasSombras. Hizo un gesto desdeoso. Dime, duelen las heridas de guerra en los antiguos das degloria de Bane?

    Un relmpago de furia cruz por los ojos del sacerdote. Apret los dientes para reprimir unarespuesta mordaz.

    As est bien, Fzoul. Eleva plegarias silenciosas a todos los poderes oscuros del universo dijo Cyric. Los dems dioses no pueden hacer que vuelva Bane, y no harn nada contra m.

    La alegra haba desaparecido de su voz y su mirada atraves el alma del sacerdote.

  • Lentamente, Fzoul se puso de pie. Un atisbo de miedo haba atemperado las afiladas aristas dela ira.

    As lo has demostrado una y mil veces durante los diez ltimos inviernos, magnificentsimoseor.

    Para romper la tensin que se cerna sobre el grupo, lord Chess sonri ampliamente y dio unapalmada a Fzoul en el hombro.

    Y qu tal van las cosas con los zhentarim? Han encontrado tus magos alguna pista deKelemvor Lyonsbane? Es sumamente extrao que su alma haya estado desaparecida durante todosestos aos sonri tontamente a Cyric. Magnificentsimo seor, creo que lo mataste demasiadobien.

    Godsbane se removi intranquila contra el muslo de Cyric.Hiervo por beberme la sangre de todos estos monos parlanchines, son la voz de la espada

    roscea en la mente del dios.La lgubre sonrisa volvi al rostro de Cyric al compartir la espada con l imgenes de la

    carnicera. El Prncipe de las Mentiras se regode en ellas. La precisa explicacin de Fzoul de laincapacidad de los zhentarim para encontrar el alma de Kelemvor se aloj en otra parte de laconciencia de Cyric.

    El seor de los Muertos no confiaba mucho en los zhentarim. Desde la destruccin de su patronoinmortal, Bane, la Red Negra haba seguido minando sutilmente los reinos legales de Faerunvalindose de espas y asesinos. Los magos que controlaban al grupo haban resultadofastidiosamente leales a la memoria de Bane, o, lo que resultaba todava ms oprobioso, a la diosade la Magia. No obstante, Cyric reconoca que eran tiles, especialmente para cuestiones querequeran los servicios de magos talentosos.

    Y los orculos no encuentran ni vestigio de Lyonsbane fue la conclusin final de Fzoul.Si su alma escap a tu ira y se oculta en los reinos de los vivos, algn gran poder lo protege denuestra magia.

    Cyric frunci el entrecejo.Lo mismo que todos los informes de los diez ltimos aos bram. Mystra est detrs de

    esto, o uno de sus aliados. Pero no podrn mantener oculto a Kelemvor de m para siempre, nocuando el Cyrinishad les robe a sus fieles. No es cierto, Xeno?

    El patriarca prorrumpi en carcajadas y levant la pila de pergaminos de la mesa.Eres afortunado, Fzoul. Alguien ha hecho ya la primera revisin del libro, o al menos de una

    parte. Seal a Bevis con el mentn. Le pondremos la marca y veremos si lo cree.No te preocupes, Fzoul murmur Cyric pasando cerca del sacerdote. Sers el siguiente

    en leer el libro si este pequeo experimento tiene xito. Para eso te he llamado. Quiero que seas elprimero en ver lo errneo de tus mtodos.

    Tras sacudir a Bevis para despertarlo, Xeno aproxim la varilla de hierro al rojo a los piesdesnudos del hombre. El dolor hizo caer al copista en un desmayo de agona. En cuanto su mente sedespej, el olor de su propia carne chamuscada le produjo arcadas.

    Lo siento dijo Bevis con voz ahogada. S que no debera haberlo ledo, p-pero en cuantoempec no pude parar.

    Xeno lanz un aullido triunfal.Dices que no pudiste impedirlo? Blandi el hierro candente frente a la cara de Bevis.

    No mentiras sobre eso, verdad?No! grit el prisionero. P-por favor. No le dir a nadie lo que he ledo. No les dir lo

  • que dice el libro!Frotndose la papada, lord Chess frunci el entrecejo y movi la cabeza insatisfecho.No se trata de eso. Ms bien queremos que se lo digas a todos.En el rostro de Bevis brill la esperanza al mirar al presumido noble.Entonces lo har. Me pondr en las calles a repetir la historia una y otra vez. Mi hija era

    copista, una excelente copista. Abandon el gremio, pero har que vuelva a ayudarme a copiar eltexto si as lo quieres...

    Esto no nos lleva a ninguna parte solt Fzoul, arrebatndole al patriarca el hierro candente. Lo que queremos es saber si crey en el libro, no si podemos inducirlo a propagar su contenidoen bien de la iglesia.

    Con la aquiescencia de Cyric, Fzoul Chembryl empez a torturar a Bevis de una manera larga ysistemtica. Durante ms de una hora el iluminador soport el dolor. Repiti gran parte de lo quehaba ledo en el Cyrinishad, palabra por palabra. Los pasajes estaban grabados en su memoria conuna intensidad que el ingenioso uso de la daga o del hierro candente por parte del sacerdote noconsigui borrar..., hasta que llegaron a la muerte de Myrkul y a la batalla en lo alto de la torre deBastn Negro.

    No puedo recordar esa parte de la historia susurr Bevis a travs de los labioschamuscados y sangrantes.

    No le creas dijo Xeno con gesto ceudo.Por supuesto que no solt Fzoul. Se enjug el sudor de la frente con el dorso de la mano y

    salpic con el lquido salado las mejillas laceradas de Bevis. Cuando el iluminador dej de aullar, elsacerdote le pregunt tranquilamente: Quin destruy a Myrkul?

    E-estaba en el otro libro respondi Bevis. El libro sobre la Era de los Trastornos en elque trabaj hace aos. Empez a rerse de forma incontrolable. Esa historia fue el nico libroque le entero. Pens...

    La destruccin de Myrkul apunt Cyric impaciente. Desenvain a Godsbane, pues unaparte de s mismo conoca la respuesta antes de que Bevis la revelara.

    Medianoche mat a Myrkul susurr el iluminador poniendo los ojos en blanco. Perocuesta pensar eso ahora, aun cuando el otro libro deca que era verdad. Y Cyric esper en la torre ytendi una emboscada a Medianoche, a Kelemvor y al otro, al sacerdote de la cicatriz. Y atraves aKelemvor por la espalda y le rob las Tablas del Destino. Sali corriendo porque Medianoche lohubiera...

    La hoja carmes penetr en el costado del hombre, cortando su respuesta incoherente. Bevistuvo tiempo de dar un respingo mientras Godsbane le absorba hasta la ltima gota de sangre.Entonces Cyric busc dentro del cuerpo y arranc el alma, liberndola. Fantasmagrica ytemblorosa, el alma pareca formada de luz, pero una vez que estuviese en la Ciudad de la Lucha,Bevis sera tan corpreo como el resto de las sombras, y tan vulnerable como ellas a la torturaeterna.

    Con una mano cerrada en torno al alma, el seor de los Muertos volvi los ojos orlados defuego infernal a los tres mortales presentes en las criptas.

    Empezaremos nuevamente dentro de tres das, a la puesta del sol grit. Tened preparadoa un copista en el lugar acostumbrado. Encontrad al que escribi esta basura. Seal loscuadernillos con la espada y la tinta desapareci de las pginas. Y aadid su piel al pergaminopara el siguiente volumen. Enviar un engendro a recoger el cuerpo cuando lo hayis desollado.

    Xeno cay de rodillas.

  • Pero no tenemos ms copistas en el templo dijo con voz vacilante. Hemos acabadoincluso con todos los miembros del gremio a los que arrestamos.

    El alma que Cyric tena cogida se encendi.ste dijo que tena una hija que podra escribir grit el dios, acallando los ruegos de

    clemencia de Bevis. Si no te quedan ms, bscala. Yo decidir si es digna de servirme cuando lahaya conocido. Dicho esto, el seor de los Muertos desapareci.

    Lord Chess agit el pauelo perfumado ante la nariz, tratando en vano de disipar el hedor de lacarne chamuscada.

    Este libro ser la ruina de Zhentil Keep musit, aunque su voz no reflejaba una granpreocupacin.

    Suena como si dudaras de los poderes del dios, Chess dijo Xeno Mirrormane alzando unade sus plateadas cejas en seal de desconfianza. Podra hacerte matar por eso.

    No te pongas melodramtico le solt Fzoul. No hace sino corroborar los hechos. SiCyric logra encontrar al copista idneo y redactar su libro adecuadamente, tendr el arma perfectapara convertir a todo Faerun... A todo el mundo incluso. Repas con el pulgar los cuadernillos depergamino en blanco. Esta vez anduvo cerca. El artista casi se lo crey, aun cuando haba ledoantes la verdad. Fzoul neg con la cabeza. Leed el Cyrinishad y creed en l, diga lo que diga.Por qu crees que Mystra le neg a Cyric la magia para crear el libro l mismo? O por qu Oghmale neg los servicios de sus copistas eternos? Sin fieles, el resto del panten desaparecer. Sercomo si jams hubiera existido.

    Xeno arranc las pginas de la mano a Fzoul.Mystra y Oghma no pueden impedir que los fieles de Cyric creen este volumen. Y hay muchos

    que creen todo lo que el magnificentsimo seor nos dice, incluso sin el Cyrinishad. Para nosotros nohay ms dios que l.

    Eso es lo ms terrible de todo dijo Fzoul, y se volvi para abandonar las criptas.

  • Punto de vista

    Donde Mystra se rene con el Crculo de los Poderes Mayores para censurar a Cyric y descubreque, incluso en los cielos, la culpa y la inocencia son una cuestin de perspectiva.

    A cada uno de los dioses, el Pabelln de Cynosu