3. febvre, combates por la historia

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COMB TES POR L HISTORIA

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  • COMBATES POR LA HISTORIA

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  • LUCIEN FEBVRE

    COMBATES POR LA HISTORIA

    Traduccion ca stellana de

    FRANCISCO J. FERNANDEZ BUEY II ENRIQUE ARGULLOL

    EDITORIAL ARIEL Esplugues de Llobregat

    BARCELONA

  • Del titulo original, Combats pour l'histoire, solo se reproducen en Ia presentc edici6n quince ensa yos (los catorce primeros y el t'tltimo).

    Cub:erta : Alberto Coraz6n

    l.' edici6n: mayo de 1970 2.' ed ici6n: octubre de 1971 3 . edici6n : encro de 1974

    !953, 1965: Liorairie A rmand Colin, P aris 1970 y 1974 de Ia traducci6n castellana para E spana y A merica :

    Editorial Ariel, S. A. Esplugu cs de Llobregat (Barcelona) Deposito legal : B. 182 1974 I SBK: 84 344 0685 3

    I mpreso en Espafia

    1974. Ariel, S .A., Av. J. Antouio, 1341 38, Esplugucs de L/obregat . Barcelo>w

    PRO LOGO

    Si a la bora de reunir estos articulos elegidos entre tantos otros hubiera pensado en erigirme algun monu-mento habria titulado el compendia de otra manera. Puesto que a lo largo de mi vida he fabricado, y pienso seguir fabricando todavia, unos cuantos muebles s6li-dos, de los que amueblan la historia - que habnin de servir, al menos provisionalmente, para guarnecer cier-las paredes desnudas del palacio de Clio-, deberia llamar Mis virutas a estos restos de madera que al pasar el cepillo han quedado amontonados al pie del banco. Pero si los he recogido, no ha sido en absoluto para recrearme en esas obras cotidianas, sino para prestar algunos servicios a mis compafieros, principalmente a los mas j6venes. En consecuencia, el titulo que he escogido recordari lo que siempre bubo de militante en mi vida. No sera Mis combates, claro que no; nunca he luchado en favor mio ni tampoco contra tal o cual persona determinada. Sera Combates por la historia, ya que por ella he luchado toda mi vida.

    Por lejos que me remonte en mis recuerdos me veo como historiador por gusto y por deseo, por no decir de coraz6n y de vocaci6n. Soy hijo de un padre al que alejaron de la historia -sin que nunca se aesinteresara de ella - el prestigio de Henri W eil, el helenista de !11. F acultad de Letras de Besan~on y mas tarde de la Escuela Normal Superior, y el prestigio, tan grande entonces,- de Thurot, el il6sofo de la gramatica; sobrino

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  • de un tio que enseii6 historia toda su vida y que ensefi6 a. a~arla desde la mas tierna infancia. AI husmear en Ia b1blioteca paterna, encontraba debajo de los fasciculos de Darembe~g et Saglio, que se sucedian regularmente, esos dos volumenes que representan con todo realismo las grandes Histoires des Crees et des Romains de Vic-tor Duruy, obras maestras de la casa editora Hachette d~ magnifica factura; toda la antigtiedad entonces cono~

    c1d~, tem~los: bustos, dioses, vasijas, ilustradas por los meJ?res dibuJantes. Devoraba principalmente con una pas16n nunca satisfecha los tomos de Ia gran cdici6n Hetzel de la Histoire de France de Michelet ilustrada por J?aniel Vierge, visionario alucinante, co~ laminas tan hi,en adaptad~s a ciertos textos del-gran vidente que todav1a hoy me s1ento molesto si tengo que releerlos en

    !~ tris~~ e~ici6n que la gente ha dado en calificar de defimhva . Con tales consejos por alimento, Ia riqueza ~e esas le~turas y los suefios que hacian nacer en mi, c,c6mo no 1ba a ser historiador?

    Ahi estan mis maestros, mis verdaderos maestros. A_ los que mas tarde, entre los dieciseis y los veintilin anos, ~abn1 que aiiadir: :J;:Jisee Reclus y Ia profunda huma~1d~d de su Geografia Universal; Burckhardt y su Renactmtento en It:alia; Courajod y sus lecciones en Ia escue~a del L~llVre sobre el renacimiento borgofi6n y frai?-c~s a partrr _de 1910, el Jaures de la Historia del socwltsmo, ~a~ nca en intuiciones econ6micas y socia; les; y, po: Ultrmo, Stendhal, sobre todo el Stendhal de Ron:za, Napoles y Florencia, de Ia Historia del arte en Italta: d~ . las. M~morias de un turista, de la Correspon-dencza~, mv1tacwnes a la historia psicol6gica y senti-mental , que durante afios estuvieron sobre mi mesita ?e no~he. Las descubr_f casi por azaJ;, en aquellos le-Janos hempos, malvend1das por Colomb e impresas por Calmann en .. papel de envoiver, con viejos tipos ...

    :J;:sa fue ~i _alma de papel". Junto a ella, mi alma campestre y rustica: la Tierra fue para mi la otra maes-

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    Ira de historia. Los veinte primeros afios de mi vida trnnscurrieron en Nancy; y alii en mis recorridos por la tspcsa arboleda de los bosques de Haye, descubriendo 11110 tras otro, claramente per.filados, los horizontes de Ius costas y de los llanos de Lorena, reuni un puiiado dt recuerdos e impresiones que no me abandonaran nunca. Pero 1con que delicia volvia cada afio al Franco Condado, mi verdadera patria! En primer termino el dulce valle del Saona, la suave majestad del pueblo de Gray dominando esa pradera que devolvi6 Ia felicidad a Proudhon; y aun mas: el viejo y bravio Jura, sus ribazos y sus abetos, sus verdes aguas y sus gargantas dominadas por grandes bancos calcareos, plasmadas por cl epico pincel de Gustave Courbet. Asi es el Franco Condado, que recorri en todas direcciones desde mis primeros afios en las viejas diligencias de carroza ama-rilla de Messageries Bouvet: recuerdo el tufo del cuero viejo, el acre olor de los caballos sudados, el alegre tin-lmeo de los cascabeles y el chasquido de latigo a Ia nnlrada de los pueblos. Tambien el Franco Condado tiene, como Lorena, sus altos lugares solitarios y sagra-dos: la Haute-Pierre de Mouthier, el Poupet de Salins que envia su saludo al Mont Blanc por encima de las crestas; mas lejos, la Dole, esa cumbre literaria, y tantas otras menos notorias; lugares saludables donde el espi-ritu sopla con el viento y que proporcionan la necesidad de descubrir, de respirar infinitos horizontes para toda Ja vida. Los del Franco Condado no somos conformistas en absoluto. Courbet apenas lo era cuando pintaba r:Enterrement a Omans o L'Atelier. Tampoco Pasteur, cuando las academias conjuradas daban gritos de muer-L( contra su verdad. Ni Proudhon, el hijo del tonelero, tuando afirm6 en homenaje a los acomodados burgueses de Besan

  • palabras: "Siempre han sabido dos cosas: saber hacer y saber detenerse".

    Asi es como, al reunirse en mi la doble aspereza "critica, polemica y guerrera", del Franco Condado y de Lorena, no acepte de buen grado la historia de los vencidos de 1870, sus temblorosas prudencias, sus re-nuncias ante toda sintesis, su culto por el "hecho", la-borioso pero intelectualmente perezoso y ese gusto casi exclusivo por la historia diplomatica (" 1 Si Ia hubU~ramos aprendido mejor no seguiria preocup{mdonosl"), obse-si6n de los hombres que nos adoctrinaban entre 1895 y 1902, desde Albert Sorel (ese semidi6s) basta :mile Bourgeois (esa decima de dios). A ese doble rigor se debe tambien el que yo haya reaccionado casi instin-tivamente y sin apoyo en el campo de los historiadores (entre mis amigos se encontraban lingiiistas y orientalis-tas, psic6logos y medicos, ge6grafos y germanistas, desde

    J~les Bloch basta He.nri Wallon, Charles Blonde!, Jules S10n, Marcel Ray, m1entras que los menos conformistas

    d~ mis hermanos historiadores, con algunas raras excep-CJOnes entre las cuales hay que seiialar Ia de Augus-tin Renaudet, se alineaban sin mas, creyendose osados, bajo el ambiguo estandarte de Charles Seignobos); y que me inscribiera inmediatamente entre los fieles de la Re-vue de Synthi:se Historique y de su creador, Henri Berr: nada tiene de extrafio una aventura tal. A no ser el hecho de que califi.ca una epoca: ni mis atrevimientos ni mis ingeniosidades fueron suficientes para Ievantar en contra mfa aquellos valientes corazones que me que-rian bien y que me lo Clemostraban en cada ocasi6n; pienso en Gabriel Monod, en Christian Pfister, en Ca-mille Jullian y tambien en Gustave Bloch y en Vidal de la Blache (aunque el ya habia hecho su propia revo-luci6n para si y para sus sucesores). La aTta universi-dad de aquel tiempo era arist6crata de coraz6n al me-nos. Y entre los grandes reinaba una benevolencia ope-rante, una fraternidad.

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    As! pues, solo en la liza, trabaj~ lo mejor _que supe. -\l~unas de las cosas que en estos cmcuenta anos he po-cluln decir, y que parecian aventuradas cuand~ las for-111111aba por vez primera, son ya un lugar ~omun. Otras

    "~llt'n siendo discutidas. La suerte del p10n~r? es ~n}~1111osa: o bien su generaci6n le da raz6n cas1. mmedJa-1 ,11nrnte y absorbe en un gran esf~erzo colectivo. su es-t nl'r'I.O de investigador aislado; o b1en su generac16n. re-\1\IC y deja que la generaci6n siguiente haga germma~ Ia srmilla prematuramente lanzada en los sur~s. A~1 ,ta Ia causa de que el exito prolongado de CJertos h-hros, de ciertos articulos, sorprenda a su autor: no. en-tonlraron su verdadero pub1ico basta diez o qumce 1111os despues de su publicaci6n, cuando les llegaron nyndas extemas.

    Hablando de ayudas, he de decir que ~e. dio una wan seguridad el descubrimiento de Henn P1re~ne, a purlir de 1910, cua~~o me sume~gia en su pe~ueno v~}11mcn de la coleccwn Flammanon, Les anctennes de-mocraties des Pays-Bas y despues en los primeros to~os de }a Historia de Belgica, en espera de las espien?Idas mcmorias que fueron su canto del cisne (Los penodos d1 la historia social del capitalismo, 1914; Maho11UJ. Y Carlomagno, 1922; Merovingios y .ca~olingios, ~923; Y , 0 r ultimo esa joya que es el hbnto .Las ctu_dades ~lr la Edad Media, 1927). Me dio segundad, pnmero, y dcspues jubilo personal saber que un hombre fuerte

    r~corna, c~n paso constant~ y d?~inador, los c.ampo~ hisl6ricos de la BcHgica am1ga. Jubilo q~e e~enmente th- nuevo cuando Marc Bloch, joven h1st~nador, con ocho aiios menos que yo, orientado por si m1smo de una forma ligeramente distinta, vi no a re~paldarme frater-n111mente, a continuar y prolongar m1 esfue~zo en su c:unpo de medievalista. En 19~9 fun~amos JUntos los Annales, ayudados desde el pnmer nurnero por. la fi-dclidad de Leuilliot y mas que por el beneplacJtO de Henri Pirenne por su magnifica colaborac16n. tPero

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    PaulinaHighlightel culto por el hecho, historia diplomtica

    PaulinaHighlightFundacin de los Annales

  • como no reconocer el rnerito que corresponde, en aque-llos Annales que adquirieron rapido prestigio y en los que habfa que aceptar de entrada su canicter saluda-hie y vivificador, a todos los que a mi alrededor for-maron un circulo fraternal y fervientel Y que lo siguen formando todavfa: Fernand Braude!, poderoso evoca-dor de un Mediterraneo tan lleno de resonancias y des-pues osado protector de una historia econ6mica reno-vada; Georges Friedmann, penetrante analista de las almas individuaTes y colectivas, desde Leibniz y Spino-za basta los siervos an6nimos de la maquina; y Charles Moraze, curioso y ardiente descubridor de tierras desco-nocidas; intrepido en la obstinada busqueda de metodos nuevos; y por ultimo, todos vosotros, mis colaborado-res, mis lectores, mis alumnos y mis colegas de Francia y del extranjero, cuyo exigente afecto mantiene mi fuer-za y sostiene mi impulso. Yo debfa decir esto, debfa pro-damar al comenzar esta recopilaci6n mis deudas sen-timentales para con tantos hombres y lugares y tambien para con las casas que me acogieron: la Escuela Nor-mal Superior (1899-1902) y la Fundaci6n Thiers en las universidades de Dijon y de Estrasburgo; sin olvidar entre tantas otras, en el viejo y nuevo mundo, la Uni-versidad Libre de Bruselas que durante un aiio me abri6 sus catedras; y finalmente desde 1933, el noble College de France. Gracias a esas altas tribunas mi voz pudo hacerse ofr tan extensamente.

    1 Ojala estas paginas que guardan relaci6n entre si, y por ello espero que sean tanto mas expresivas, puedan servir a las causas que me son tan carasl En estos afios en que tantas angustias nos ~rimen no quiero repetir con el Michelet del Peuple: J6venes y viejos estamos fatigados". dLos jovenes, fatigados? Espero que no. dLos viejos, fatigados? No lo deseo. Por encima de tantas tragedias y transformaciones, en el horizonte lucen am-plias claridades. En la sangre y en el dolor se engen-dra una humanidad nueva. Y por tanto, como siempre,

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    111111 h1storia, una ciencia hist6rica a la medida. d~f tiem-111, im revisibles va a nacer. Yo dese? qu~ mt es uerzo

    II Ph.d dt'vm ar y abrazar sus duectnces por ade-'i)'ll sa 1 o a t l. lulado. y que mis arroyos puedan aumentar su torren e.

    Lr Sauget, Navidad de 1952

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    PaulinaHighlight

    PaulinaHighlightUna ciencia histrica en nacimiento para lo que constribuy

  • ADVERTENCIA AL LECTOR

    Pucsto que se trataba de prolongar y extender Ia in-llut uda de algunos artlculos escritos, a lo largo de me-diU siglo, para propagar y defender ideas que entonces ,.,. cro{an y se siguen juzgando utiles, el autor no se ha pwltibido:

    - ni aportar algunas modincaciones forrnales a !os textos recogidos,

    - ni aligerarlos de consideraciones demasiado cir-cunstanciales,

    - ni modificar ciertos titulos para subrayar mejor el espiritu de un articulo,

    - ni tampoco (aunque en escasas ocasiones) remi-tir al lector a trabajos posteriores que permitan Ia puesta a punto del texto primero.

    En cambio, ha resistido a la tentaci6n de proceder

    !lOr si mismo a esta puesta a punto. Es saludable que os j6venes historiadores que lean este libro puedan co-hrar un sentido exacto de Ia evoluci6n de las ideas y del Jncesante cambio de puntos de vista en historia. No para que se vanaglorien de tales transformaciones, ~iuo para que aflrrhen, con conocirniento de causa, que \ us csfuerzos no se perden1n.

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  • DE 1892 A 1983

    EXAMEN DE CONCIENCIA Dl UNA HISTORIA Y DE UN HISTORIADOR

    Es el momenta de regresar al pasado, el momenta dt volver sabre mi mismo. Guardare en secreta, por

    lmdor, el Domine non sum dignus que aflora a los !a-lios de un hombre cuando siente por vez primera pesar ~uhre sus hombros el fardo de su debilidad, en este ( :olcgio donde le rodean y le acechan tantas presencias iuvisibles . .. Tanto mas cuanto que lo que esperan del t lc gido sus oyentes y sus colegas no es en absoluto una Plnsion, sino la promesa viril de un esfuerzo, el don tin una energia. dEn que empresa? Para definirla como hisloriador, ire directamente a las fechas.

    1892: a Ia muerte de Alfred Maury, el College de France suprimi6, para transformarla, Ia catedra de His-toria general y del Metoda hist6rico aplicado que poseia dPsdc hac.ia mas de un siglo. La citedra de Historia y dc Moral, para llamarla con su antiguo nombre, per-mili6 a Daunou, el clasico, y a Michelet, el romantico, irnpartir una ensefianza innovadora y brillante.

    1933: cuarenta afios mas tarde, el College obtuvo la crcaci6n de una catedra de Historia general y de Me-todo hist6rico aplicado a los tiempos modernos, traduc-d6n personal y libre de Ja f6rmufa (Historia de la Civi-lizaci6n moderna) que en lo sucesivo se leera en el ta-hl6n de anuncios del College.

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  • 1892, 1933: dos fechas, un problema. Problema que es absolutamente necesario que yo os plantee. Y si al hacerlo me veo obligado a proceder a un examen sin contemplaciones de las ideas que recibieron los hom-bres de mi generaci6n y de los metodos que les fueron ensefiados no debeis ver en ello ni pizca de orgullosa presuncion, sino simplemente un gran deseo de clari-dad y la necesidad, mia y vuestra, de aclarar un cami-no comun en lo sucesivo.

    I

    El College cumplia con su razon de ser al suprimir Ia catedra de Historia y Moral en 1892. No estaba hecho para volar en ayuda de la victoria, sino para precederla. Ahora bien, en 1892, la historia, tal como entonces se concebia, habia jugado y ganado su par-tida. Estaba en los institutos, poblados de profesores de historia; en las universidades, provistas de cate-dras de historia; en las escuelas especiales, reservadas a su culto. La historia copaba las direcciones de Ia ensefianza, los rectorados, los puestos importantes de la instrucci6n publica. Orgullosa y potente en Io tem-poral, aparecia segura de sf misma en Io espiritual, aunque un poco sofiolienta.

    dy su .fiiosofia? Mas o menos hecha con formulas tomadas de Augusto Comte, de Taine, del Claude Ber-nard que se enseiiaba en los institutos; aunque tenia rotos y agujeros, alii estaba, siempre a punto, Ia amplia y suave almohada del evolucionismo para disimularlos. La historia se sentia a gusto en Ia corriente de estos pensamientos faciles; por lo demas, he oido decir fre-cuentemente que los historiadores no tienen grandes necesidades filosoficas. AI rememorar las maliciosas opi-niones de Peguy en uno de sus mas brillantes Cahiers 16

    I l . . . 1 "Corrientemente los historiadores 1 1, a qumzame. , . 1 hucon historia sin meditar sobre los _lumtes y as con-diciones de Ia historia; tiene razon, sm duda: mas ~ale c , H' cada cual haga su oficio. En lineas gen~ra e~, ~nl~ mas que el historiador empiece por hac~r hlstona . tratar de ir mas lejos. jEn caso contrano, nunca ~:~,rfa nadal , - siempre he tenido miedo de que mu-

    dws historiadores, al leer esas frases falsamen.te bon~dtonas sacudan aprobatoriamente la cabeza ,smdpe~lhir el 'regusto avinagrado de esa socarronena e r-)(Jans... 1 de

    Todo eso, por fuera. Por dentro, as cosas se or -nahan simplemente.

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    Lo previo es Ia definicion: la historia, la historia ora .. , En cualquier caso, si alguien-se molestaba en dcflnirla lo bacia, cosa bastante extra~a, no por su ob-jcto, sino por su mate~ial. Quiero declr: por una parte ' s6lo de su rico matenal. 'l b I

    "La historia se hace con textos". Formula ce e re: todavia hoy no ha agotado su virtud . . Que fue grande, ... I S. . ' de consigna y com~romlso a los buenos (J ' c aro. uv1o .

    lrabajadores legitimamente orgu osos de su con~clencia de eruditos, que lucha. ban contra. obras . faCiles y ~~ cobardes. Formula peligrosa si no se hene cUidado ~n ella ue daba la impresi6n de querer tac?ar d~ fa . o, i brut~~ente el movimiento general de las mveshgacw- / nes humana~ estrechamente solidarias. .

    La formula ligaba la historia a la escntura c~n e~lrecho lazo. Era el momento en que la pr~hlstona - nombre claramente significativo- se ~ediCaba a redactar, sin textos, el mas largo de los capltulos de la

    1 De Ia situation faite a l'histoire 1ft a Ia sociologie dans les temp; modernes, 3."' cuademo, 8. serie, pag. 28

    17 2.- FEBVU!

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    PaulinaHighlightEn 1892 en el College se enseana que la historia era una mera relacin de hechos

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  • historia humana Nada u h' . Ja pretension d~ ser . n~ IStona economica COn trabajo humano. y c6m~n~cipa~ente, la historia del les o pergamino .c. acer simplemente con pape-del trabajo cuya; :!~d~a?do 1~ tecnicas, esta historia un aiio Franr;ois Simi~~~~~es e,terminaba ahora hace mana que llamaba la ate . 'N~c~~ ut?a geografia hn-nip~damente por estudio~c~~nl e os JOvenes, captados tudws que eran como s h' .a es y concretos, por es-claroscuro de las aulas \ ~cjeran penetrar en el triste Y los bosques, toda Ia :a~~~1 Y la~ ~guas,}os pueblos se hace con textos". de ol eza VIV~ente. La historia penetrante observacion d~ l~e pare?Ia desvanecerse la prension de las relaciones e~ P~~aJes, 1~ ~guda coro-nas, el examen de las hueTI gra .cas proximas y leja-humanizada por el e . aJ deJadas sobre la tierra ciones desde los tiem n~armza o trabajo de las genera-Htico, real~zada la se/ar~c~~
  • ni, no digamos ya, si han oido hablar de las teorias con-tradictorias de Ia. economfa politica, sino que ni siquiera se les pregunta s1 son capaces de explicar con precisi6n lo que es una moneda en su utilizaci6n corriente lo que significa el cambio, lo que realmente sucede tr~ la fachada de una bolsa de valores o las ventanillas de un banco de depositos; para colmo de paradojas, ni siquie-ra se les pide Ia exp1icaci6n critica de un texto: Ia his-toria se hace casi exclusivamente con palabras fechas nombres de lugares y de hombres. Basta rec~rdar I~ f6rmula : "La historia se hace con textos". Sin duda, entonces, se comprende todo.

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    Pero hay que preguntarse: dse alcanzaban los hechos a traves de los textos? Todo el mundo lo decia: la historia era establecer los hechos y despues operar con ellos. Cosa que era verdad y estaba clara, en lineas generales y, sobre todo, si se consideraba que la his-toria se componfa unicamente, o casi, de aconteci-mientos. Si tal rey determinado habia nacido en tal Iugar, tal afio, y en determinada regi6n habia conse-guido una victoria decisiva sobre sus vecinos se tra-taba de investigar todos los textos que men~ionaban ese nacimiento o esa batalla decisiva; elegir entre ellos los unicos dignos de credibilidad y, con los mejores, componer un relato exacto y preciso. ~o tenian difi-cultades todas esas operaciones:

    Pero dque decir de la depreciaci6n progresiva, a traves de fos siglos, de la libra de Tours? dY cm1ndo los salarios han bajado o han subido el costo de Ia vida a lo largo de una serie de aiios? Sin duda, son hechos hist6ricos y, en nuestra opinion, mas importantes que la muerte de un soberano o la conclusi6n de un tra-tado efimero. Esos hechos dse advierten de una rna-

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    nera directa? Esta claro que no: los fabrican trabaja- j dores pacientes, relevandose, sucediendose, de forma lenta, penosa, apoyandose en. miles de observacion~s (. juiciosamente planteadas y rrullares de datos numen-cos extraidos laboriosamente de multiples documentos (datos que, en realidad, nunca proporciona_? los ~ocumentos de modo directo). Y no se objete: colecc10nes 1 de hechos y no solo hechos . .. " Porque ednde.

  • de la obra cientifica ... "- Sin embargo, toda historia es ~n. ...f ==

    es porque existe el azar que aqui destruy6 y alia salvaguard6 los vestigios del pasado. Lo es par-que existe el hombre: cuando los documentos abun-dan, abrevla, simpiifica, hace hincapie en esto, relega aquello a segundo termino. Y lo es, principalmente, por el hecho de que el historiador crea sus materiales o los

    1 recrea, si se quiere: el historiador no va rondando al azar a traves del pasado, como un trapero en busca de despojos, sino que parte con un proyecto preciso en ]a mente, un problema a resolver, una hip6tesis de tra-bajo a verificar. Decir que "eso no es una actitud cien-tffica" dno es poner de manifiesto, simplemente, que se sabe muy poco de la ciencia, de sus condiciones y de sus metodos? El hist6logo que mira por el ocular de su microscopic dcapta hechos aislados de una manera inmediata? Lo esencial de su trabajo consiste en crear, por asi decirlo, los objetos de su observaci6n, con ayuda de tecnicas frecuentemente muy complicadas. Y despues, una vez adquiridos esos objetos, en "leer" sus probetas y sus preparados. Tarea singularmente ardua; porque describir lo que se ve, todavia pase, pero ver lo que se debe describir, eso si es dificil.

    Establccer los hechos y despues operar con ellos ... Muy bien, si, pero cuidad de no establecer de esa manera una nefasta divisi6n del trabajo, una peligrosa jerarqula. No estirnuleis a quienes, en apariencia mo-destos y desconfiados y en realidad pasivos y grega-rios, amasan hechos para nada y despues esperan con los brazos cruzados eternamente que llegue el hombre capaz de ordenarlos. Hay en los campos de la historia tantas piedras talladas por benevolos canteros y aban-donadas despues en el terreno... Si surgiera el arqui-tecto al que las piedras esperan sin ilusi6n me parece que se irla a construir a un lugar libre y desnudo, hu-yendo de esos campos sembrados de dispar sillerla.

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    Manipulaciones, invenciones: a un }ado los. peones, d a ( otro los constructores. No. Par~ que. nose pterda.na a del trabajo humanO, ]a invenct6n tiene 92_e reavzalte en todas partes. Elaborar un hecho es constrmr. s dar soluciones a un problema, si se quiere. ""Y st no hay problema no hay nada. .

    Son estas verdades que con demasiada frecuenCla esca aban a demasiados historiadores. E?ucaba~ a sus disctpulos en el santo temor a la hip6te~ts, c~nstderada ( r hombres que, por otra, parte, ~~m~.n stemr,re. en Ifboca las gran des palabras , metodo y verdad cten. tifica) como el peor de los pecados contr~ lo 9-ue ellos llamaban Ciencia. En el front6n de su htstona graba-ban con letras de fuego un perentorio hypotheses no~ fingo. y para Ja clasificaci6n de los hechos, un~ I_D:ixt-ma linica: seguir rigurosamente el orden cronologtco . . Rigurosamente? Michelet deda "sutilm~nte". Pero to?o ~1 mundo sabia a la perfecci6n que MIChelet Y la ~~toria no tenian nada en comun. 0 0 0

    La historia de Francia, desde la Galia roma~a definida por Cesar al comienzo de los Comentanos basta }a Francia de 1933 Jimitada por sus. front~ras,

    ' 1 ht'lo del tiempo sin perderse m desvtarse segma e d'd nunca. No embarrancaba en escollos escon 1 ~s ~ nau-fragaba jamas entre los rapidos. Al llegar ~1 terrnmo ~e su via'e concluia: "1Mirad, sali de Ia Gaha Y ll~g~ sm tropie:1o a la Francia de hoy: maravillosa contmmdad de una historia nacionall" Era verdad; pero, porque

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    PaulinaHighlight

    PaulinaHighlightLa historia es eleccin

    PaulinaHighlight

  • partiendo de 1933, el historiador habfa empezado por remontar la corriente, reconocer todos los aHuentes eli-minar los ?razo~ que se desviab~n (quiero decir,' que no conducian drrectamente a Cesar). Ese majestuoso desarrollo encantaba al historiador e introduda en una his~oria viviente: hecha. de catastrofes, tragedias, ampu-

    tac~o?es y anexto?es sm fruto, una especie de rigidez flchcia y cadavenca, si hay que decirlo todo.

    Aunque no sea mas que mirando con nueva aten-ci6n un atlas hist6rico, pongamos ante nosotros mismos la prodigiosa representaci6n de todas las flguras sor-prendentemente distintas que ha presentado el pais que denominamos Francia, nombre con el que se le ha lla-mado . con continuidad desde hace s!glos; si consegui-mos hberarnos. de la obsesi6n de lo que es", evo-qu~~os es~ sene de formaciones parad6jicas en nuestra opmi6n; SI una de elias hubiera perdurado podemos estar seguros de que la historia hubiera vuelto a en-contrar, ~emont{m~ose, a sus antepasados: la alianza d~ Francia y Espana, y la de Francia y Renania o Fran-Cia. e Inglate~ra, o Francia e Italia, Francia y los Paises BajOS ... eQmen podra decir lo que una historia pierde de vital e interes si no se. tienen en cuenta tantas casua-lidade~, escarceos e innovaciones? dQuien podra decir el peligro que puede representar, si desde esta cate-dra pudiera utilizar palabras que no sean cientlflcas?

    . ~upongamos la histori~ del Rhin.2 Empezais a es-cnhi~la de. buena fe partien.do. de la ilusi6n de que segms el h1lo de los acontecrmientos mientras que de hecho, habeis empezado por remontarlo. Partls d~ Io que representa el Rhin para nosotros - un Rhin cargado de rencores nacionales, un Rhin fronterizo, enclave san-

    2. Lucien FEBVRE, Le probleme historique du Rhln, primera parte del volumen Le Rhin, publicado en colaboraci6n con Albert DEMANCEON, por Ia Societe generale alsacienne de Banque Estras-burgo, Imprimerie Alsacienne, 1930, en 4.0 Recogido en Le Rhin woblemes d'histoire et d'economie, Pars, A. Colin, 1935, en s/ 24

    griento de politicas belicistas -. Y po~o a poco ~e?ais basta el famoso texto de los Comentarws que vaticma: "El Rhin, linea de separaci6n de la Calia y la Ger-mania ... " Tras lo cual, volveis a empezar. Esta clare que inocentemente. Estoy de acuerdo en que libremen-te. Pero a lo largo del camino apretais con fuerza en la mano los dos extremos de la cadena. A pesar vuestro habeis proyectado el ardiente presente sabre siglos frios. Y en ellos volveis a encontrar el presente tal como lo habeis considerado. No dudeis que se trata de un me-toda regresivo. Es concebible que ya un Guillermo II lo haya preconizado y que, a eje~plo suyo, lo de~endan los que considerandose el ombhgo del mundo pten-san que todo el pasado entero no sirve mas que como preparaci6n y justificaci6n deseada de lo que ellos son y proyectan. Pero ed6nde situar la ciencia?, que queda de la ciencia en todo eso?

    Asi andabamos y la historia triunfaba. Desde fuera se la envidiaba por su potencia. S~ embargo, ~co. a poco, se iba vaciando de su sustanc1a real. La histona, se deda no era una disciplina particular con un con-

    ' u L 00 " tenido perfectamente deflnido. Era un md o . : u~ metoda a punto de convertirse en el metoda cuasi uru-versal en el campo de las ciencias del hombre. Como si un metoda tal, al que un conocido texto llamaba "el metodo empleado para constituir Ia hist,oria"', fuese,. en realidad, algo distinto a uno de los meto?o~ prac~tc~dos por todas las ciencias, el del conocimiento mdl-recto. La historia no habia perdido su sombra. Pero renunciaba a su verdadero cuerpo por una sombra. y quienes lo afirmaban, principafmente los qu~ agr~paba Henri Berr en torno a la Revue de Synthese H1S-torique, el hombre que tuvo la valentia clarivide;t~e de escribir en 1911,. en el p~6lo?o a ~u ens~y~ cntico Y te6rico La synthese en histcnre (pag. VI) . Se aflrma que la historia no tiene contacto con Ia v!da porque es demasiado cientHica; yo estoy convencido, por el

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    PaulinaHighlight

    PaulinaHighlightel mtodo para constituir la historia, crtica a la historia positivista

  • contrario, de que no lo tiene porque no es Io su-ficientemente cientHica", aquellos eran los que prepa-raban el futuro porque, desde luego, no domefiaban el presente.

    II

    Y lleg6 el desoertar, brusco y desagradable. En plena crisis, en medio de las dudas. Dudas rujas de la g~erra. D.udas de los que reanudaban su padfico ofi-CIO, obseswnados por la idea de que estaban aiH para hacer la tarea individual de cada cual y no tal como Ia hubieran hecho si la tormenta no hubiese arrastrado al mundo con sus torbellinos; y, ante todo, para hacer Ia tarea. de los que ya no estaban all:i, de aquellas dos generacwnes atrozmente diezmadas de las cuales s6lo sobre~ivfan algunos restos como e~ esos bosques de pesad11la que uno atraviesa, directamente, sin dudas ... a Hacer historia, ensefiar historia : remover cenizas, unas

    ya .frlas y otras todavfa tibias, pero siempre cenizas, resi?uos mertes de exfstencias consumidas ... " Pero

  • vo, un objetivo sustrafdo a las exigencias del Yo y que se valorab~ no por la cu~lidad sino por la cantidad; y mas espectalmente, esta Ctencia de los hechos del hom-bre que se iba constituyendo por aplicaci6n al terrene humano de los metodos experimentados basta entonces en el terreno de una materia ligada al determinismo mas riguroso.

    e~s una derrota de las viejas ideas, de las viejas doctrmas anonadadas por las nuevas que irrumpen? No tanto. Nu~ca bubo mar geol6gico que no dejara un es-trato ateshguando su potencia. leEs una crisis de ideal necesario retorno a un rnisticismo primitive o evolucio~ n~d?? Menos aun. Se tr~ta.' ciertamente, de un enrique-Ctmtento y de un~ a~pliact6n; la posibilidad, entrevista, de nuevas negoctac10nes, relaciones inteligibles en el punto preciso que ahora nos ocupa entre esos dos te-rre.no~ basta ahora separados por un abismo: el campo ohJ~tivo de la naturaieza y el terrene subjetivo del es-plntu ...

    ~o es ahora ,el memento de investigar c6mo, en que medtd~ y en qu~ aspectos especfficos esas grandes trans-form.acJOnes de tdeas. pueden afectar a Ia historia - que

    empte~ a ~ar los pnmeros pasos por el camino general de la c1encra -. Haria falta, si no un libro, por Io me-nos un ~urso. ~abra que contentarse con una simple observact6n: eComo concebir en un ambiente de trans-formaciones tales una historia absolutamente inm6vil en sus viejas costumbres? eC6mo no vamos a sentir los historiadores la necesidad de concertar nuestras ideas y nuestros metodos con los de otras disciplinas? Para ha-blar c1aro ec6mo no reconstruir cuando aparecen grietas por todas partes?

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    Pero ~sobre que. fundamentos reconstruir? No hay que buscar muy lejos: sobre los s6lidos cimientos de lo que debe llamarse la humanidad.

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    La historia es la ciencia del hombre, ciencia del pa-sado humano. Y no la ciencia de las cosas o de los con-ceptos. Sin hombres dquien iba a difundir las ideas? Ideas que son simples elementos entre otros muchos de ese bagaje mental heche de influencias, recuerdos, lec-turas y conversaciones que cada cuallleva consigo. -eiban a difundirlas las instituciones, separadas de aquellos que las hacen y que, aun respet{mdolas, las modifican sin cesar? No, s6lo del hombre es Ia historia, y Ia historia entendida en el mas amplio sentido. Ya es sabido con que vigor denunciaba Michel Breal, aqui mismo, en el College, la quimera de James Darmesteter cuando es-cribi6 La vie des rrwts dando al lenguaje la categoria de heroe.

    La historia es ciencia del hombre; y tarobien de los hechos, si. Pero de los hechos humanos. La tarea del historiador: volver a encontrar a los hombres que han vivido los hechos y a los que, mas tarde, se alojaron en ellos para interpretarlos en cada caso.

    Y tambien los textos. Pero se trata de textos huma-nos. Las mismas palabras que los forman estan reple-tas de sustancia humana. Todos tienen su historia, sue-nan de forma diferente seg{m los tiempos e incluso si designan objetos materiales; s6lo excepcionalmente sig-nifican realidades identicas, cualidades iguales o equi-valentes.

    Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero tod_s los textos. Y no solamente los documentos de archivo en fuvorde los cuales se ha creado un privilegio: el pri-vilegio de extraer de ellos, como decia el otro,15 un nom-bre, un Iugar, una fecha, una fecha, un nombre, un Iugar, todo el saber positive, concluia, de un historiador despreocupado por lo real. T~mbien....un .I>Oema un GUa-dro,_ up. drama son para nosotros documentos, testimo-

    5. El ffsico Boisse.

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    PaulinaHighlightcrisis, en qu consista sta

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    PaulinaHighlightDefinicin de historia de Febvre

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    PaulinaHighlightfuentes del historiador

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  • ni?s de una hist~1;ia viva y humana, saturados de pensa-mlento y de acc10n en potencia .. .

    Esta claro que hay que utilizar los textos, pero no exclusivamente los textos. Tambien los documentos sea

    ~ual sea su.na~uraleza: los que hace tiempo que s~ uti-hzan y, pnnc1palmente, aquellos que proporcionan el feliz esfuerzo de las nuevas disciplinas como la estadis-tica, como Ia demografia que sustituye a la genealogia en la misma medida, indudablemente, en que demos

    re~pl~~~ ~n su trono a los reyes y a los principes; como 1~ h~~:shca que procla~a con Meillet que todo hecho lmgmshco pone de mamfiesto un hecho de civilizaci6n como Ia psicologia que pasa del estudio del individu~

    1 al de los grupos y las masas. Y tantas otras disciplinas. Hace milenios que el polen de los arboles forestales , cay6 en los cenagosos pantanos del norte. Hoy, un

    Gradmann, examinandolo al microscopio saca de ese I hecho ~I funda~ento de apasi?na~tes estudios sobre el 1 poblam1ento anhgu~ que Ia c1encta del habitat huma-

    n~ debe confesarse 1mpotente para realizar - aun afia-dwndo a los datos de los textos el. estudio de los nombres de los lugares o el de vestigios arqueol6gi-

    \ c~s -_. Ese P?len. milenario es un documento para ]a I histona. La h1stona hace con el su miel, porque la his-toria se edifica, sin exclusion, con todo 1o que el in-genio de los hombres pueda inventar y combinar para

    J.

    'suplir el s_ilencio de los textos, los estragos del olvido ... , Negoc1ar perpetuamente nuevas alianzas entre dis-

    ciplinas pr6ximas o lejanas; concentrar en haces sobre un mismo tema ]a luz de varias ciencias heterogeneas: esa es ]a tarea primordial, la mas urgente y la mas fecunda, sin duda, de las que se imponen a una histo-ria que se impacienta ante las fronteras y los compar-timientos estancos.

    dHay que tomar prestadas ciertas nociones? Algu-nas veces. Pero sobre todo, hay que tomar prestados metodos e inspiraci6n. La regia hoy es que lo hagan

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    investigadores aislados que buscan el apoyo de sus \ compaiieros de otras disciplinas. Manana sera, sin duda, ) caracteristica propia de trabajadores de formaci6n di-versa unidos en equipos para aunar sus esfuerzos; me imagino que el fisico planteara el problema, el mate-matico aportara su virtuosismo en el manejo del len-guaje cientllico y, por ultimo, el astr6nomo elegini los astros que hay que elegir en el inmenso campo del cielo, observara y controlara. Indudablemente, es una formula para el futuro. Al trabajo, le hani perder mu-cho de su intimidad. No sera ya asunto de UD hombre y su proyecci6n, al menos, tan profundamente. Pero ganani en eficacia Io que se pierda en personalidad. Quierase o no, los tiempos del artesanado empiezan \ a quedar fuera de nuestro horizonte. Y como tantas l otras cosas, el pequefio artesano cientifico que somos cada uno de nosotros, que nos gusta hasta en sus taras 1 y sus manias; el pequefio artesano que todo lo hace f por si mismo y para si mismo, que crea su utillaje, su campo de experiencias, su programa de investigaci6n, va a reunirse en el pasado con tantas otras bellezas -muertas. Pero ya otra belleza se esboza sobre la tierra.

    Colaboraci6n entre los hombres, concordancia de los metodos, analogia en los desarrollos. Una ciencia nue-va, la lingiiistica, tuvo su origen en una secci6n de la fllologia, ]a fllologia comparada, que a su vez habia sur-gido del descubrimiento del sanscrito en el siglo xvm. Ahora bien, antes de orientarse hacia el estudio estatico de los hechos linguisticos hacienda abstracci6n de ]a historia de ]as lenguas, se consagr6 casi unicamente a esta. Evoluci6n que, sin duda, prefigura en lineas gene-rales y muy toscas Ia que un dia asumini ]a historia, cuando del estudio global de los conjuntos hist6ricos -pueblos y naciones, si se quiere- pase en una forma que no se puede determinar por adelantado (porque esta claramente en funci6n de los futuros progresos de otras ciencias pr6ximas) al estudio estatico de los hechos de la

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    PaulinaHighlightinterdisciplina

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  • historia ... De momento, modestamente, no Ie asigna-mos mas tarea que plantear problemas humanos. Por preocupaciones humanistas y a la vez por presentimien-to de lo que un dfa pueda ser la historia. La ciencia de los hechos hist6ricos.

    dUna ciencia con !eyes? Acaso. Todo depende de lo que se denomine ley. Palabra ambiciosa, pero plena de sentidos diferentes y a veces contradictorios. Ya hemos dicho que no se trata de leyes que obligan a la acci6n. No aplastemos el esfuerzo humano bajo el peso esterili-zador del pasado. Hay que repetir en voz alta, historia-dores - y precisamente en cuanto que historiadores -, que el pasado no obliga. No hay que hacerse ilusiones.

    lfEl hombre no se acuerda del pasado; siempre lo re-ff ~_onstruye. EI hombre aislado es una abstracci6n. La rea-

    lidad es el hombre en grupo. Y el hombre no conserva en su memoria el pasado de la misma forma en que los hielos del Norte conservan congelados los mamuts mi-lenarios. Arranca del presente y a traves de e~ siempre, conoce e interpreta el pasado.

    eHace falta un ejemplo? eCual seria el mas tipico? El del derecho consuetudinario medieval que ayer ale-gaba justamente Marc Bloch. Durante varios siglos se consider6 valida una regia de derecho, o se juzg6 le-gitimo un canon por la sola raz6n de que regia o canon eran inmemoriables. Cuando el juez concienzudo bus-caba la verdad juridica volvia ai pasado: "d que se ha hecho con anterioridad?, ecual era la costumbre?" Asi pues, dtenia que permanecer estacionario el derecho? Sin embargo, no ha dejado de evolucionar, y n1pida-mente. Lo mismo que evolucion6 el cristianismo entre la paz de la iglesia y la Reforma ...

    Son necesidades vitales. Reacciones de defensa ins-tintivas contra la formidable masa de los hechos, las ideas, los Mbitos de antafio. El primer medio de resis-tencia es imbuir el presente en la tradici6n misma. Cosa que no es en absoluto la reacci6n de la historia obje-32

    tiva. Esta intenta, mediante un esfuerzo heroico y di-recto, desembarazandose de las interpretaciones citadas, reconstruir los sistemas sucesivos de ideas e institu-ciones en su estado de frescura original. Pero al mismo tiempo sabe medir las dificultades de una tarea tal. Sabe que nunca podra poner en funcionamiento el in-hallabfe aparato que, tras un suefio de varios siglos, le permitiria oir, grabada tal cual, toda una eternidad, la voz misma del pasado refl.ejada en lo contemporaneo. La historia objetiva interpreta, organiza. Reconstruye y completa las respuestas. Se hace el pasado que nece-sita. Y en ello no hay escandalo ni atentado contra la supuesta majestad de la ciencia. La ciencia no se hace en una torre de marfil; se hace en la vida misma y por gentes que trabajan en ese momento. Esta ligada a traves de mil sutilezas y complicados lazos a todas las actividades divergentes de los hombres. A veces incluso sufre la influencia de las modas. eC6mo iba a escapar a sus inquietudes, moviendose en el mismo ambiente que todas las demas disciplinas humanas, esta ciencia de Ia que decia Poincare que "adivina el pasado"? No-sotros decimos que la historia solo toea con su varita, para resucitarlas, algunas partes determinadas: aque-llas que tienen valor para el ideal al que sirve la histo-ria, y en un momenta concreto ... Y con esto, vuelvo a plantear la pregunta de antes.

  • que oposiciones, conflictos, antinomias. Aqul, en esta casa, dejemos bromear a los que van denunciando con una risita burlona nuestras impotencias. Solo olvidan una cosa: en el origen de toda adquisicion cientffica existe el no-conformismo. Los progresos de la ciencia son fru to de Ja discordia. De la misma manera que las religio-nes se refuerzan con la herejla de que se alimentan. Oportet haereses esse.

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    Yo ya sabia al empezar esta lecci6n cu{mto tiempo y esfuerzo exigen estas ideas para ser realmente explici-tadas. Perdonadme que no me haya detenido ante difi-cultades que conocla. Se trataba, en mi opinion, no de edificar un sistema, sino de presentaros a un hombre, sus intenciones, sus prejuicios quizas y sus debilidades, en cualquier caso, su buena voluntad.

    En el bello libro jubilar que public6 el College de France con ocasion de su cuarto centenario, se encuen-tra reproducido, gracias a Ia atenci6n de Paul Hazard, un documento emocionante. Es una pagina de notas autografas de Michelet - anotaciones hechas con su fina caligraHa, antes de una de las ultimas lecciones que profeso aqui -. En ella, vibran ya las cadencias del gran poeta de la historia rom{mtica: se lee lo si-guiente:

    "~Por que no tengo partido? ... Porque he vista en la historia la historia y nada mas ... .

    "GPor que no tengo escuela? . .. Porque no he exage-rado la importancia de las formulas, porque no he que-rido someter a ningll.n espiritu, sino al contrario, libe-rarles, darles la fuerza que permite juzgar y encontrar."

    M i aspiracion es que un dia, proximo o lejano, al tl11nino del curso que hoy inauguro, pueda merecer 'Ill'""" Ill

  • f '

    VIVIR LA HISTORIA PALABRAS DE INICIAC16N

    Me gusta la historia. No serfa historiador si no me -l gustara. Cuando el oficio que se ha elegido es un oficio intelectivo resulta abominable dividir la vida en dos par-tes, una dedicada al oficio que se desempefia sin amor y Ia otra reservada a la satisfacci6n de necesidades pro-fundas. Me gusta ]a historia y por eso estoy contento al hablaros hoy de lo que me gusta.1

    Estoy contento yes muy natural. No me gusta mez-clar los generos y sustituir la conferencia por la confi-dencia. Pero, en fin, os lo puedo decir: cuando eo 1899 entre, como hoy vosotros, en esta casa despues de un afio de servicio militar ( el primero de los siete afios que por h~rmino i:nedio entregaron los hombres de mi gene-raci6n a la vida militar) me inscribi en la secci6n de Letras. Fue una traici6n, porque yo tenia pegada al cuerpo desde la mas tiema infancia la vocaci6n de his-toriador. Pero la vocaci6n no fudo resistir ante dos afios de ret6rica superior en e Louis-le-Grand, ante dos afios de machacar el Manuel de politique etrangere de :E:mile Bourgeois (al que iba a volver a encontrar

    1. Estas observaciones iban dirigidas a los alumnos de la Es-cuela Normal Superior en el comienzo de curso de 1941. Ante el ruego de que hiciera tres conferencias de orientaci6n sobre historia econ6mka y social, pense que podrla darles los consejos que van a leers e.

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  • como maestro de conferencias en Ia Escuela). Anatole France cuenta en alguna parte que de niiio sofiaba en escribir una historia de Francia "con todo detalle". Nuestros mae~tros, en los institutes, parecian propo-nemos el ideal pneril del pequefio Anatole. Se ha dicho que hacer historia era para ellos, si no aprender todos, por lo menos el mayor numero posible de detalles sobre la misi6n de M. de Charnace en las Cortes del Norte. Y naturalmentc quien sabia un poco mas sobre esos detalles se llevaba el gato al agua: jServia para his-toriador!

    Tengo un poco de miedo de que las cosas no hayan cambiado mucho dcsde mis tiempos. Con ese humor normalista que conserv6 hasta los ultimos mementos, el gran matem{ttico Lebesgue, un colega que acabamos de perder en el College de France, nos confiaba un dia que, segun el, habla dos clases de matematicos: una elase temible, la de los inspectores generales, que con-fesaba no cntender bien; y otra accesible, Ia que cada dia avanzaba y ante Ia cual no se oponia ninguna difi-cultad. Paralelamente e,no habra dos historias, la pri-mera de las euales aprobarfa todo el mundo igualmen-g? EI problema es temerario. En cualquier caso no voy hablaros de eso, sino de otra cosa. De Ia historia sin as. La que yo intento hacer progresar, Ia que me gusta.

    I

    dHistoria sin mas?, me preguntareis. No, ya que anuneiais eharlas sobre historia "econ6mica y social". Precisamente por eso lo primero que debo deciros es que, hablando con propiedad, no hay historia econ6mica y social. Y no {micamente porque la relaci6n entre lo econ6mico y lo social no es un piivilegio- una exclusi-vidad como diria un director de cine- en el senti do de qu'e no hay raz6n alguna para decir econ6mica y so-

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    cia! en v.ez d~ politica y s?cial, literaria y social, religi[ sa y soctal o mcluso filosoflca y social. No fueron raze nes razonadas las que nos habituaron a relacionar d forma natu~al y sin ~ayores reBexiones los dos epitetos d,e . econ6m1co y ~octal. Fueron razones hist6ricas muy fac1les de determmar- y, en definitiva, ]a formula que nos ocupa no es mas que un residuo o una herencia de

    l~s largas discusiones a que dio Iugar desde hace un stglo lo que se denomina el problema del materialismo hist6rico -. Por tanto, cuando utilizo esa formula co-rriente, cuando hablo de historia econ6mica y social no debe creerse que yo albergue alguna duda sobre su' va-lor real. Cuando Marc Bloch y yo hicimos imprimir esas dos, palabras tradicionales en Ia portada de los Annales, sabtamos perfectamente que lo "social", en particular es uno de aquellos adjetivos a los que se ha dado tan ~ tas significac_:iones en . el transcurso del tiempo que, al final, no qmeren dec1r nada. Perc lo recogimos preci-samente por eso. Y lo hicimos tan bien que por razones puramente contingentes hoy flgura s6lo en Ia portada de los propios Annales, que pasaron a ser de econ6mi-cos y sociales, por una nueva desgracia, a s61o Sociales. Una desgracia que aceptamos con Ia sonrisa en los la-b~os. Porque eshibamos de acuerdo en pensar que, pre-Cisamente, una palabra tan vaga como "social" parecia harn:r side creada y traida al mundo por un decreto nommal de la Providencia hist6rica, para servir de ban-dera a una revista que no pretendia rodearse de mura-

    llas~ sin~ hacer . irradiar sobre todos los jardines del vecmdano, amphamente, libremente, indiscretamente in-dus?, un es.pfritu, su. e~~~ri.tu. Quiero decir un espfritu de hbre crfhca y de miCiativa en todos los sentidos.

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    . Repito, po7 ta~to:. no ~ay historia econ6mica y s~ ctal. Hay la h1stona sm mas, en su unidad. La historia l

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  • que es, por definicion, absolutamente social. En mi opi-nion la historia es el estudio cientificamente elaborado de ]~s diversas actividades y de las diversas creacio-nes de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha en el marco de sociedades extremadamente va-

    riada~ y, sin embargo, comparables unas a otras (el postulado es de la sociologia); actividades y creaciones con las que cubrieron la superficie de la tierra y la su-cesi6n de las edades. La definicion es un poco larga, pero yo desconfio de las definiciones demasiado bre-ves, demasiado milagrosamente breves. Y ademas en sus mismos tt~rminos descarta, me parece, muchos pseu-doproblemas.

    A ello se debe, en primer Iugar, que califique la historia como estudio cientificamente elaborado y no como c:iencia; raz6n par la cual, igualmente, al trazar ell?lan de Ia Encyclopedie franyaise no quise fundamen-tarlo, como exigian los ritos, en una clasificaciop gen~ral de las ciencias; principalmente porque hablar de Clen-cias es, ante todo, evocar la idea de una suma de resul-tados, de un tesoro, si se quiere, mas o menos repleto de monedas unas preciosas y otras no; pero no significa subrayar lo' que representa el resorte motor del cienti-fico, es decir, la inquietud, el replanteamiento no per-petqo y maniatico, sino razonado y metodico de las verdades tradicionales, la necesidad de recobrar, rete-car y repensar, cuando haga falta y desde que haga falta, los resultados adquiridos para readaptarlos a las concepciones y, mas aUn, a las nuevas condiciones de existencia que nunca acaban de forjarse el tiempo y los hombres, los hombres en el marco del tiempo.

    Y, por otra parte, en la definici6n se habla de hom-bres. Los hombres son el objeto unico de la historia, de una historia que se inscribe en el grupo de las dis-ciplinas humanas de todos los ordenes y de todos los grados, al ]ado de la antropologia, la psicologia, la lin-gi.iistica, etc.; una historia que no se interesa por cual-

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    quier tipo de hombre abstracto, eterno, inmutable en su fondo y perpetuamente identico a si mismo, sino por hombres comprendidos en el marco de las sociedades de que son miembros. La historia se interesa por hom-bres dotados de multiples funciones, de diversas acti-vidades, preocupaciones y actitudes variadas que se mezclan, chocan, se contrarian y acaban por concluir entre ellas una paz de compromiso, un modus vivendi al que denominamos Vida.

    Definido asi, se puede asir al hombre, por comodi-dad, de tal o cual miembro, por la pierna o por el brazo, mas que por la cabeza. Es igual: siempre sera el hom-bre entero lo que se arrastra desde el momenta en que se tira de el. No se puede descomponer a un hombre en trozos sin matarlo. Por eso el historiador no tiene que hacer pedazos de cadaveres. El historiador estudia la vida pasada - y Pirenne, el gran historiador de nuestra epoca, lo definia un dia: "un hombre que ama Ia vida y que sabe mirada" -. En una palabra, el hombre de que hablamos es el Iugar comun de todas las activida-des que ejerce y puede interesarse mas particularmente por una de estas, por su actividad, por sus actividades economicas por ejemplo. Con Ia condici6n de no olvidar nunca que esas actividades incriminan siempre al hom-bre completo y en el marco de las sociedades que ha forjado. Eso es, precisamente, lo que significa el epfteto "social" que ritualmente se coloca junto al de "econ6-mico". Nos recuerda que el objeto de nuestros estudios no es un fragmento de lo real, uno de los aspectos ais-lados de Ia actividad humana, sino el hombre mismo, considerado en el seno de los grupos de que es miembro.

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    Me excuso por los aspectos un tanto abstractos que hay en estas observaciones. Y al formularlas no pierdo de vista mi verdadero proyecto ni la razon profunda

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    PaulinaHighlightHistoria: Estudio cientficamente elaborado y no una ciencia

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  • por la que estoy aqui en este momento. Ayer releia para vosotros textos curiosos y hellos. Hace afios, en 1914, Hauser publico algunas notas de Michelet, como siem-pre, plenas de destellos, de destellos de adivinaci6n y genio. Entre elias hay una lecci6n profesada aqui mis-mo, el 10 de julio de 1843, ante los alumnos de tercer curso que terminaban en la E scuela e iban a partir

    haci~. las prov!ncias. Michelet imprimia

  • tos, hechos dotados por lo extraordinario de una exis-tencia real perfectamente definida, simple, irreductible. Es el historiador quien da a luz los hechos hist6ricos, incluso los mas humildes. Sabemos que los hechos, esos hechos ante los cuales se nos exige con tanta frecuencia que nos inclinemos devotamente, son abstracciones entre las que tenemos que elegir necesariamente - y abs-tracciones cuya determinacion obliga a recurrir a los mas diversos e incluso contradictorios testimonios - . Asl es que esa colecci6n de hechos, que tan a menudo se nos presentan como hechos brutos que compondrian automaticamente una historia transcrita en el mismo momento en qu.e se.producen los aconteci~ien~os, tiene tambien una h1stona. Y lo sabemos: la h1stona de los progresos del conocimiento y de la consciencia de los historiadores. En tal medida que, para aceptar la lecci6n de los hechos, tenemos perfecto derecho a recla-mar que se nos asocie primero al trabajo critico que sirvi6 para preparar el encadenamiento de los hechos en el espiritu de quien los invoca.

    En el mismo sentido, me veo obligado a declarar en bien del oficio, de la tecnica, del esfuerzo cientifico, que si el historiador no se plantea problemas, o plan-teandoselos no formula hip6tesis para resolverlos, esta atrasado con respecto al ultimo de nuestros campesinos. Porque los campesinos saben que no es conveniente llevar a los animales a la buena de Dios para que pasten en e1 primer campo que aparezca: los campesinos apris-can el ganado, lo atan a una estaca y le obligan a pacer en un lugar mejor que en otro. Y saben par que.

    dQue quereis? Cuando par cas.ualidad se descul;>re una idea en uno de esos gruesos hbros cuya redacc16n parece absorber las energias de nuestros mejores. pro-fesores de historia - manuales honorables, consCiente-mente preparados, cuidadosamente redactados, atibo-rrados de hechos, cifras y fechas, enumeraciones de cuadros, de relatos o de maquinas -, en uno de esos

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    ltluos que tienen mas estampillas aduladoras para el lnsliluto, Ia Sorbona o las Universidades regionales que I mnderitas multicolores uno de nuestros buenos hotc~les pam turistas; y cuando la idea descubierta es la siguien-1

  • que no es ni slqulera el metodo historico, sino el metodo !1 critico sin mas. ~

    La historia conquistaba, una a una, todas las disci-plinas humanas. Gustave Lanson convertla la critica literaria en historia literaria. Y la cdtica estetica pasaba a ser historia del arte con Andre Michel, sucesor del tempestuoso Courajod, el J 6piter tonante de la escuela del Louvre. La vieja controversia se convertla en histo-ria de las religioncs. La historia se dom1ia en sus laure-Jes, satisfecha de sus progresos, orgullosa de sus con-quistas, vanidosa por sus exitos materiales. Frenaba Stl marcha. Volvia a decir, repetla, recogfa, pero no recrea-ba. Y cada aiio que pasaba la voz de la histori:! se pareda mas a[ sonido cavernoso de una voz de ultra-tumba.

    Sin embargo, se iban elaborando nuevas disciplinas. La psicologfa renovaba a la vez sus metodos y su ob . jeto bajo e) impulso de Ribot, Janet, Dumas. La socio-logla se convertia a Ia vez en ciencia y en escuela a Ia Jlamada de Durkheim, Simiand y Mauss. La geografh humana, instaurada en Ia Escuela Normal por Vidal, desarrollada en Ia Sorbona por Demangeon y en el College de France por Jean Brunhes, satisfacla una necesidad de realidad que nadie encontraba en los es-tudios hist6ricos, orientados progresivamente bacia la mas arbitraria historia diplomatica y absolutamente separada de Ia realidad - y hacia la historia politica completamente despreocupada por todo Jo que no fuera ella, en el sentido estricto de Ia palabra- . La inclina-cion de los j6venes hacia las nuevas disciplinas iba en a:umento. Lleg6 ]a guerra y estall6 Ia crisis -para unos represent6 el abandono, para otros el sarcasmo -. Ahora bien, Ia historia ocupa demasiado Iugar en Ia vida de nuestros esp.iritus como para que uno no se preocupe por sus vicisitudes. y como para contentarse tan solo con alzar los hombros al hablar de ataques que puedcn ser injustos en Ia forma, o malintencionados - y que 46

    lo son con frecuencla - , pero que traducen, todos, algo que es preciso remediar y rapido: un desencanto, una cltsilusi6n total- el sentimiento amargo de que hacer lustoria, leer historia es, en adelante, perder el tiempo.

    II

    Hay que pon~r remedio, pero dc6mo? Tomando clara consciencia de los lazos que unen a

    Ia historia, lo sepa o no, voluntaria o involuntariamente, ('On las disciplinas pr6ximas. Lazos de los que su destino 110 )a separa nunca.

    Michelet decia a sus alumnos en la lecci6n de 1834: "En historia pasa como en la novela de Sterne: lo que ' t: hace en el salon se hace en Ia cocina. Absolutamente igual que dos relojes simpaticos, uno de ellos situa-do a 200 leguas seiiala la hora mientras que el otro da las campanadas". Y aiiadia el ejemplo siguiente: Lo mismo pasaba en la Edad Media: el fil6sofo Abelardo proclamaba la libertad mientras que las comunas de Picardfa la seiialaban". Frases muy inteligentes. Mi-chelet - lo seiialo de pasada - no establecia una jerar-clula, una clasi.ficacion jenhquica entre las diversas actividades del hombre; no tenia en su espfritu la sim-p~ista metafisica ?el alba nil: p:imera hilada, segunda htlada, tercera h1lada - o pnmero, segundo, tercer P.iso -. Tam poco establecia una genealogia: esto de-nva de aquclTo, aquello engendra esto. No; tenia la idea cle un clima comun- idea sutil e inteligente - . Y, entre parentesis, es muy curioso comprobar que hoy, en un mundo saturado de electrjcidad cuando la electricidad nos ofrece tantas metaforas apr~piadas a nuestras nece-sidades mentales, todavia nos obstinamos en discutir con gravedad sobre metaforas antiguas que vienen del fondo de los siglos, cargantes, pesadas, inadaptadas; todavia nos esforzamos en pensar sobre las cosas de la historia

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    PaulinaHighlight

  • por hileras, etapas, escalones, bases y superestructuras, mientras que el paso de Ia corriente por el hilo, sus inter-ferencias y cortocircuitos nos proporcionarian facilmente todo un manojo de imagenes que se adecuarian con mas flexibilidad al marco de nuestros pensamientos. Pero siempre ocurre asi. Cuando un historiador quiere hacer teoria de Ia historia inspirandose en el estado de las ciencias, relee (si tiene un espiritu muy curioso) la In-troduction ala medecine experimentale, de Claude Ber-nard. Que es un gran libra, pero con un interes exclu-sivamente hist6rico. (La norma es: un siglo de retraso mas o menos.) El pobre Plattard escribi6, hace tiempo, un articulo en el que manifestaba su extrafieza porque el sistema de Copernico no hubiera tenido mas influen-cia inmediata en su tiempo y no hubiera operado una brusca revoluci6n en el espiritu de los hombres. Hoy podria escribirse un hermoso libra sobre el sorprendente hecho de que, desde hace treinta o cuarenta afios, todos los viejos sistemas cientificos sabre los que se apoyaba nuestra quietud fueron destruidos o invertidos bajo el impulso de Ia Hsica moderna. Hay que considerar de nuevo y volver a poner a punto no solamente los siste-mas sino las nociones de base. Y todas: empezando por Ia del determinismo. Pues bien, yo pienso que dentro de cien afios, cuando se haya realizado una nueva revolu-ci6n, cuando hayan caducado las concepciones de hoy, los hombres inteligentes, los hombres cultos, los que haran las teorias de las ciencias humanas y principal-mente la teoria de la historia, caeran en la cuenta, ima-gino, de que existieron los Curie, Langevin, Perrin, Bro-glie, Joliot y algunos mas (para no citar mas que cientificos franceses). Y utilizaran alg{m resto de los es-critos te6ricos de estos para volver a poner al dia sus tratados de metodo. Una puesta al dia que tendni cien afios de antigiiedad.

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    La cosa tiene escasa importancia, por lo demas. Por-'luet aunque los historiadores no se den cuenta, la crisis ' ,. Ia historia no fue una enfermedad que atacara uni-c1unonte a la historia.

    Fue y es uno de los aspectos, el aspecto propiamente hist6rico de una gran crisis del espiritu humano. Dicho rrll\s precisamente: tal enfermedad no es mas que uno do los signos y, a Ia vez, una de las consecuencias de nun transformaci6n muy clara y muy reciente de la ac-tilud de los hombres de ciencia, de los cientHlcos, frente 1\ Ia ciencia.

    En realidad es muy cierto que en el punto de partida do todas las nuevas concepciones de los cientificos (o mejor, de los investigadores, de los que crean, de los que hacen progresar Ia ciencia y con frecuencia se preocupan mas de operar que de hacer Ia teoria de sus ucciones) es muy cierto, repito, que en ese punta de partida hay el gran drama de Ia relatividad que ha lle-gndo a sacudir, a socavar todo el edificio de las ciencias tal como se lo figuraba un hombre de mi generaci6n on los tiempos de su juventud.

    En aquel tiempo, viviamos sin temor y sin esfuerzo sobre nociones elaboradas lenta y progresivamente, en el curso de los afios, a partir de datos sensoriales y que pueden ser calificados de antropom6rficos. Con el nom-bre de fisica se constituy6, en primer b~rmino, un blo-que de saberes fragmentarios que originalmente se con-sideraban aut6nomos y distintos y que agrupaban he-chos comparables en el sentido de que habian sido proporcionados a los hombres por uno u otro de sus 6rganos sensoriales. La 6ptica existia en funci6n de Ia vista. La acustica en funci6n del oido. La teoria del calor en funci6n del sentido tactil y muscular. Mas complicada ya, Ia mecanica era Ia ciencia del movi-miento de los cuerpos percibidos a Ia vez por la vista

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    PaulinaHighlight

  • y por el senlido muscular, comhinando asf datos senso-riales de diferente origen; mas complicada, pero, a pe-sar de ello, mas rapida en su desarrollo, quizas a causa de una mayor riqueza de informaciones, de una mas amplia curiosidad de los hombres que se interesaban por Ia mecanica debido a razones de arden practice y tecnico, es decir, para ]a construcci6n de maquinas, molinos o serrerias, por ejemplo, Io que planteaba pro-blemas de hidraulica cada vez mas complejos; para 1a fabricaci6n y perfeccionamiento continuo de las armas de fuego, particularmente canones, cuya construcci6n planteaba problemas de baHstica cada vez mas arduos. Los otros capltulos de la Hsica, aquellos en los cuales la experiencia humana era menos inmediata, se desarro-llaron mas lentamente; y todav!a mas lentamente los nuevos campos de Ia electricidad y el magnetismo, en los que todo o casi todo escapaba a Ia aprehensi6n directa de los 6rganos sensoriales.

    No puedo hablar, porque encontraria muchas difi-cultades para ello y porque ademas seria bastante inutil para mi proyecto, no puedo hablar, digo, sobre como Ia mecanica se Ianzo a conquistar poco a poco y a penetrar esos diversos capitulos. En primer Iugar se anexion6 Ia acustica interpretando las sensaciones so-no:::as con ayuda de las vibraciones. Despues, constituyo una mecanica celeste, mediante Ia aplicaci6n a los as-tros de las leyes humanas del movimiento - leyes del movimiento que el cerebro de nuestros antepasados ob-tuvo de su propio esfuerzo muscular-. Mas tarde, Ia mecanica extendio sus !eyes y sus metodos a todo el terreno Je la teorfa del calor y a todo el campo de los fluidos. Quedaba, sin duda, Ia optica, el magnetismo y Ia electricidad, pero se consideraba que se podia ya anunciar su conquista. Y por adelantado se celebraba el triunfo universal e indiscutible de Ia fisica cartesiana. geometria del mundo; se abrigaban inmensas esperan-zas, se anunciaba, se vela esbozarse, se predecfa, siem-

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    Jil l' sobre el mismo plano, Ia triunfal reduccion de lo

    l,siquico a lo Hsico. Y nosotros, los historiadores, esta-~ounos a gusto en este universe cientHico en que todo Jl.lr(Cia seiialado por cifras conocidas, cuando, brusca-nwnte, se hizo Ia revolucion. Una revolucion en dos lll'mpos: en primer Iugar, Ia imprevista revelacion de que la electricidad, el magnetismo e incluso la 6ptica se 1 t'~istian a la anexion anunciada y celebrada por adelan-tndo. Y despues- sobre Ia base de Ia oposicion formal 'liiC contra la mecanica, edificada por Newton a partir ' t las observaciones de Copernico, constituia Ia electro-dinamica fundada por Maxwell a partir de las experien-l'ins de Ampere y Faraday- se realizo esa prodigies a

    ~lntesis que trastocando las nociones primordiales de "tiempo,, "extension, y "masa, abarco por completo a la Hsica y unio, en gavillas de !eyes, los factores que habia separado Ia antigua concepcion.

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    Entretanto, una revolucion analoga se operaba en el campo de la vida - una revolucion engendrada por la microbiologia -. De la observacion se derivaba la no-cion de organismos compuestos po.r un numero inmenso de celulas del o~;den de la milesima parte de milimetro. Y mientras que los organismos vivos observados a simple vista aparedan cada vez mas como sistemas fisicoq_ui-micos, los organismos que revelaba la microbiologia cran organismos sobre los cuales Ia accion de las leyes mecanicas, el peso, etc., parecia despreciable. Esca~aban a las opiniones de las teorfas explicativas que hab1an nacido en los tiempos en que tambien los organismos, por lo menos los organismos elementales, parecian re-gidos por leyes de Ia mecanica clasica. En cambio, los organismos que captaba la microbiologia eran organis-mos sin resistencia propia, en los que hay mas vacios

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  • que llenos y que, en su mayor parte, no son mas que espacios recorridos por campos de fuerza. De esta ma-nera, el hombre cambiaba bruscamente de mundo. Ante el, por una parte, organismos como su propio cuerpo, visibles a simple vista, palpables con la mano; organis-mos con grandes mecanismos a los cuales - pensemos en Ia circulaci6n sanguinea, por ejemplo- eran y se-guian siendo aplicables las !eyes de Ia meclnica clasica basadas en la geometrfa euclidiana. Pero ante el tenia igualmente los millones y millones de celulas de que esta formado ese organismo. Celulas de una magnitud o de una pequefiez tal que no podemos represenbirnos-las. Y lo que ocurria al nivel celular desmentia claramen-te lo que pasaba al nivel de nuestras percepciones sen-soriales. Estos ultimos organismos que captabamos de golpe, los organismos que nos revelan los trabajos re-cientes, superaban, por decirlo asi, y chocaban con nues-tro "buen sentido". Y los vados de que estaban tejidos nos habituaban tambien, en el campo de Ia biologia, a la noci6n de discontinuo, que, por otra parte, se habfa introducido en Ia fisica con la teoria de los quanta; cen-tuplicando los estragos ya causados en nuestras concep-ciones cienticas por la teoria de Ia relatividad, la teoria de los quanta pareda volver a cuestionar Ia noci6n tra-dicional, la antigua idea de causalidad, y al mismo tiem-po, en consecuencia, Ia teoria del determinismo, el fun-damento indiscutible de toda ciencia positiva, el pilar inquebrantable de Ia vieja historia clasica.

    De un solo golpe se hundia toda una concepci6n del mundo, toda la construcci6n de una representaci6n del mundo abstracta, adecuada y sintetica, elaborada por generaciones de cientificos a Io largo de siglos su-cesivos. Bruscamente nuestros conocimientos superaban a nuestra raz6n. Lo concreto rebasaba los marcos de lo abstracto. El intento de explicaci6n del mundo por Ia mecanica newtoniana o racional terminaba con un fra-caso brutal. Se hacia necesario sustituir las antiguas

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    l1orfas por otras nuevas. Se bacia necesario revisar todas las nociones cientificas con las que se habia vivido husta entonces.

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    Seria demasiado largo indicar aqui en detalle lo que lne esta revisi6n. Sefialemos que nada escap6 a ella. Ni lu concepci6n . del hecho cientico, ni Ia concepci6n de Icy cientHica, ni la de azar. Ni tampoco la concepci6n total o de .conjunto de las ciencias particulares y de Ia ciencia. Ciencias que Augusto Comte presentaba antafio como jerarquizadas en una clasicaci6n cuyo doble defecto apareda bruscamente. Defecto que consistla en clesconocer la profunda unidad del trabajo cientffico y en transformar abusivamente el estado de hecho en cstado de derecho; y que conducia, por ejemplo, a situar en ia cumbre de las ciencias una geometria y una me-canica orgullosas, que se complacian con la imagen de su perfecci6n y proponian sus leyes a las otras ciencias -sus leyes verdaderas, sus leyes abstractas, absolutas, universales y necesarias - como modelos y, por decirlo asi, como un ideal. Las ciencias eran campos de dislo-caci6n magmas. Todos los descubrimientos se hadan, no en el seno de cada una de elias, en su coraz6n, sino en los hordes, en los m:'lrgenes, en las fronteras, alii donde se penetran entre si. Eso sucedla con las ciencias particulares. Pero Ia ciencia por su parte se aproximaba al arte y, en general, podia decirse de ella lo que decia Berthelot de la quimica organica fundada en la sintesis, en 1860, en el momento de Ia euforia de los primeros triunfos. Proclamaba Berthelot: "La qui-mica crea su objeto". Y afiadia: "Esta facultad creadora, semejante a Ia del arte, Ia distingue esencialmente de las ciencias naturales e hist6ricas". Porque estas otras ciencias, precisaba: "tienen un objeto dado de antemano e independiente de la voluntad y de la acci6n del cien-

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  • tifico; no disponen de su objeto", mientras que la nueva quimica " tiene la capacidad de formar una multitud de seres artificiales, semejantes a los seres naturales y que participan de todas sus propiedades". La distinci6n se hada caduca en un momenta en que, cada vez mas, lo que aparecia a los cientlficos como el termino mismo del esfuerzo cientifico no era el conocimiento sino la comprensi6n. Distinci6n caduca en un momenta en que, precisamente, nuestros sabios definen cada vez mas la ciencia como una creaci6n, nos la representan "constru-yendo su objeto" y advierten en ella, en todo momenta, la intervenci6n del cientifico, de su voluntad y de su actividad.

    Tal es el clima de la ciencia hoy. Un clima que no tiene nada en comun con el de la ciencia de antafio, con el de la ciencia de cuando yo tenia veinte aiios. Esta ciencia y los postulados sabre los cuales reposaba han sido destruidos, criticados, superados. Race afios que los cientificos han renunciado a ellos y los han sus-tituido par otros. Me planteo, por tanto, una pregunta, una simple y unica pregunta: dVamos a continuar siendo los historiadores los unicos que reconocen como validos aquellos postulados? Y, por otra parte ~de que servi-ria esta reconquista si es cierto que todo el material de nociones cientificas que utilizamos lo hemos tornado prestado precisamente de los hombres que hace decenas de aiios cultivaban las ciencias en el sentido napole6-nico de la palabra, las ciencias del mundo Hsico y de la naturaleza? dNo es posible sustituir las viejas nociones caducas par nociones nuevas, mas exactas, mas cerca-nas? Y al menos, ya que las ciencias de hace cincuenta aiios no son mas que recuerdos y fantasmas ~no es posible renunciar de una vez a apoyarnos sobre las "ciencias" de hace cincuenta aiios para apuntalar y justificar nuestras teorias? f:se es el problema. Y res-ponder, significaria resolver la crisis de la historia. Si es cierto que las ciencias son todas solidarias, la res-

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    l'''''sla se conoce par adelantado. Es inutil proclamarla .oltmnemente.

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    11:se es el gran drama que se desarrolla ante nosotros. Uno de los grandes dramas, porque hay muchos otros que se ligan y se desligan bajo nuestra mirada sin que les prcstemos un minuto de atenci6n. Si tuviera tiempo, Jt6mo me hubiera gustado esbozar ante vosotros, a tl-!11lo de referenda y comparaci6n, lo que puede denomi-nnrse la Tragedia del Progreso[ Como me hubiera gus-lade mostraros a los creadores, a los animadores de las s6lidas sociedades burguesas del siglo XIX fundamen-tando sabre la raz6n los comienzos de su poderio, soste-uicndo este poderio con la ayuda de una filosofia clara-mente racionalista - y despues, hacia finales del si-glo XIX, cuando se anuncian las dificultades sabre el Icparto del mundo, cuando las masas se organizan y re-claman cada vez mas imperiosamente un nivel de vida mas elevado -, cambiando de camisa, echando a la ra-z6n por la borda y, en el momenta mismo en que de-dican sus vidas a las b~cnicas, a esas aplicaciones de la ciencia que antiguamente sus padres exaltaban bajo el mismo nombre de progreso - esas aplicaciones de la ciencia que ya no les servian, sino que les esclaviza-ban - , dejando de creer precisamente en la ciencia. y en el progreso cuya derrota proclamaban... Contrad1C-ci6n patetica pero que se resuelve, teniendo presente que debido a que esos hombres dejaron de creer en el valor humano de la ciencia pudieron ser esclavizados por sus tecnicas. Cuando n? existe, u~ fin mayor qu.e empuja a los hombres hac1a los hm1tes de su hon-zonte, los medias pasan a ser fines y convierten en escla-vos a los hombres libres.

    Gran lecci6n para nosotros, historiadores. La histo-ria es la ciencia del hombre. No lo olvidemos nunca.

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    PaulinaHighlight

  • Ciencia del perpetuo cambio de las sociedades huma-nas, de su perpetuo y necesario reajuste a nuevas con-diciones de existencia material, polftica, moral, religio-sa, intelectual. Ciencia de ese acuerdo que se negocia de la armonla que, perpetua y espontaneamente, s~ establece en todas las epocas entre las diversas y sincr6-nicas condiciones de existencia de los hombres: condi-ciones inateriales, condiciones tecnicas, condiciones es-piri~uales. Por ahf. es por donde la historia descubre Ia v1da. Por eso deJa de ser maestra de siervos y de per-seguir un suefio mortifero en todos los sentidos de I~ palabra: imponer a los vivos la ley dictada, preten-cwsamente, por los muertos de ayer. Y porque tengo Ia suerte de saber que en esta sala hay j6venes decidi-d?s a consagrar su vida a Ia investigaci6n hist6rica, Ies d1go con plena consciencia: para hacer historia volved Ia espalda resueltamente al pasado, vivid primero. Mez-claos con Ia vida. Con la vida intelectual, includable-mente, en toda su variedad. Sed ge6grafos, histoi'iado-res. Y tambien juristas, y soci6logos, y psic6logos; no hay que cerrar los ojos ante el gran movimiento que transforma las ciencias del universo Hsico a una velo-cidad vertiginosa. Pero hay que vivir tambien una vida practica. No hay que contentarse con ver desde Ia orilla, perezosamente, lo que ocurre en el mar enfure-cido. Cuando el barco este amenazado no seais como Panurgo: que se ensuci6 de varonil miedo, ni tampo-co como el pobre Pantagruel, que se content6 con elevar los ojos al cielo, abrazado al palo mayor, e implorar. Hay que arremangarse, como el hermano Juan. Y ayu-dar a los marineros en la maniobra.

    IdEs eso todo? No. Eso apenas es nada si teneis que continuar separando la acci6n del pensamiento, la vida como historiador de Ia vida como hombre. Entre la

    Personajes de Gargantaa 11 Pantagruel, de F. Rabelais. (N. del T.)

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    11 l'i6n y el pensamiento no hay ningU.n tabique, ningu-'"' hntrera. Es preciso gue la historia deje de aparecer ' 111110 una necr6polis dormida por la que s6lo pasan n111bras despojadas de sustancia. Es preciso que pene-

    '' M~ en el viejo palacio silencioso donde la historia rlntrme, animados por la lucha, cubiertos de polvo del 111111bate y de la coagulada sangre del monstruo ven-' ldo, y que, abriendo las ventanas de par en par con la uln llena de luz y restablecido el sonido, desperteis con \'austra propia vida, con vuestra vida caliente y joven, J,, vida helada de Ia Princesa dormida ...

    No seran intervenciones exteriores las que restable-cwun Ia unidad del mundo -de un mundo desgarra-clo, roto, sangrante y que pide ayuda - . Corresponde u tada cual rehacer el mundo en si mismo, a traves del u1agnffico acuerdo entre su pensamiento profundo y su utci6n desinteresada, a traves de ese don total que es ,., unico que puede liberar nuestras conciencias de la 11111da interrogaci6n que yo recordaba al comenzar, el 1'mico que ante la gran pregunta "dtengo yo derecho?" ns permitira, con toda la seguridad recobrada, respon-dcr: si.

    Perdonad el rumbo que han tornado estas observa-dnnes. Hablo, ante todo, para los historiadores. Y si tstan dispuestos a pensar que hablarles asl no es hablar tomo historiador, les conjuro a reHexionar antes de for-mular tal cdtica. Porque es mortal. En Ia historia pasa como en cualquier otra disciplina. Necesita buenos obre-IOS y buenos aparejadores, capaces de ejecutar correc-lamente los trabajos de acuerdo con pianos de otros. Nccesita tambien algunos buenos ingenieros. Y estos clcben ver las cosas desde un poco mas arriba que el pie de Ia pared. f:stos deben tener la .posibilidad oe trazar pianos, vastos pianos, amplios pianos, en cuya realiza-(i6n puedan trabajar despues con provecho los buenos obreros y los buenos aparejadores. Para trazar pianos, vastos pianos, amplios pianos, hacen falta espiritus vastos

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    PaulinaHighlightLa Historia ciencia de:

  • y amplios. Se precisa una vision clara de las cosas. Es necesario trabajar de acuerdo con todo el movimiento de su tiempo. Hay que tener horror de lo pequefio, de lo mezquino, de lo pobre, de lo atrasado. En una pala-bra: hay que saber pensar.

    Eso es lo que, por desgracia, falta a los historiadores, sepamos reconocerlo, desde hace medio siglo. Y eso es lo que no debe faltarles ya. De lo contrario, a Ia pre-gunta "~hay que hacer historia?" yo os diria muy claro: responded que no. No perdais vuestra vida. No teneis este derecho. Por lo demas, una vision clara y amplia de las relaciones que unen a la historia con las demas ciencias no es un impedimenta para captar los proble-mas concretes y plantearlos de forma positiva y pn1c-tica. jAl contrariol Eso es lo que intentare poner de ma-nifiesto la proxima vez. Y si acaso los historiadores ta-man mas gusto e interes por esas lecciones que por su introduccion, les pediria que pensaran, simplemente, que todo sirve. Y que una buena cultura general es para el arquitecto quiza mas util que una buena prac-tica de los secretes de Ia albafiileria.

    Eso es lo que yo queria deciros hoy sin afectacion. Y dar las gracias porque lo habeis escuchado sin fa-tiga.

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    DE CARA AL VIENTO MANIFIESTO DE LOS NUEVOS "ANNALES"

    Desde 1929, los Anrwles han ido apareciendo con-tinuamente.

    Ni un solo aiio, fueran las que fuesen las calamida-des que se cernian sobre Francia y el mundo, los An-nales desertaron de su doble tarea cientifica y educa-t ional.

    Los Anrwles continuan. En un clima nuevo, con for-mulas nuevas. Y un nuevo titulo.

    "jQue gusto por el cambio! Primero se llamaron Anrwles d'Histoire Economique et Sociale. DesRues Annales d'Histoire Sociale. Mas tarde Melanges dHis-toire Sociale. Y ahora ANN ALES sin mas. Con el lar-go subtitulo siguiente: Economies, Societes, Civilisa-tions."

    Podriamos responder que esos camhios fueron en parte fortuitos. Pero dpara que excusarnos? Bloch y yo quisimos, en 1929, unos Anrwles vivientes. Y yo espero que los que por largo tiempo aun prolonguen nuestro es-fuerzo prolongaran tambien nuestro deseo. Porque vivir cs cambiar.

    Sentimos gran admiracion - y es para admirar -ante esas grandes revistas que se instalan en una parcela del saber con la conciencia tranquila, con la indiferente

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    PaulinaHighlight

  • placidez de una piramide de Egipto. Alii estan. Y alH se quedan. De lejos dan la impresi6n de una imagen majestuosa. Pero de cerca son tumbas. En el centro de su masa, las piramides tienen cautivo a un muerto ilus-tre Y momificado. JViva el cementa y el vidrio transpa-rentel. Cuando su uni6n no responde ya a las nuevas necestdades, se le echa abajo sin pena ni remordimien-to. Se reconstruye. Se vuelve a empezar. Es otro im-pulso: Ia fuerza en expansi6n de esas grandes ciuda-des de America que cada diez afios reedifican sus avenidas y echan nueva piel.

    ~s Annales cambian, porque a su alrededor todo camb1a: los hombres y las cosas. En una palabra: e)

    mu~do. El mundo del 38 no era ya el del 29. dQue ?ecrr del mundo del 42 o del 46? dQue decir que sea Justo y eficaz? . Porque, comunmente, vamos orquestando el tema romantico de las ruinas. Vamos descontando las cen-trales el.ectricas, los viaductos y los puentes, los barrios de las cmdades y los pueblos olvidados. Y afiadimos con los ojos abie~os por Ia inquietud, en voz baja: "Y Ia bomba at6m1ca ... JEl mundo esta arruinadol" eArrui-nado! !Jay algo distinto y mas grave que las ruinas: Ia prod1g10sa aceleraci6n de Ia velocidad que acerca vio-lentamente los continentes, esta aboliendo los oceanos suprJme los desiertos y pone en brusco contacto grupo~ humanos cargados de electricidades contrarias los mas obstinados basta ahora en "conservar las dista~cias" en moral como en Hsica: contacto brusco, cortocircuito ...

    ,Por eso. es por lo que, en esencia, nuestro mundo esta destrmdo. Es vital darse cuenta. Quien s6lo tiene ojos para las ruinas se consuela pronto: "Paciencia ... AI cabo de uno, dos, diez afios, todo se habra restau-rado. Todas las estaciones de metro volveran a estar abiertas. Se habran arreglado las carreteras. Y habra platanos en todas las fruterias".- Falsa seguridad.

    Asimismo, hay una cierta forma de pensar sobre Ia

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    \clocidad que nos perturba tambien peligrosamente: "1 Bah! Problema de cambios. Ya se ha resuelto en el uutbito de las fronteras nacionales. Se trabaja para resol-vtrlo a nivel continental. Se resolvera, claro esta, a uivcl de todo el planeta. Cuesti6n de tiempo, de estu-dio, de material. Principalmente de material. .. " Es Ia tlusi6n del ingeniero. Y tambien del politico, rodeado dj funcionarios a quienes se ha tenido que ensefiar :clgebra para que sepan manejar a los hombres.

    Es cierto que hay problemas tecnicos. Y problemas l't'On6micos. Pero el problema que cuenta para el futu-o de Ia humanidad es el problema humano. Problema que en 1932, al volver de una visita a Ia Exposici6n Colonial donde habia visto manifestarse, irresistible, la nueva osadia, yo planteaba en los terminos siguientes: "El historiador vuelve a bajar a Ia ciudad, meditando ~obre todos los desarreglos que se producen en Ia his-loria, las variaciones alternadas de las distancias entre rnzas, ertre pueblos: unas, las distancias materiales, se hacen cada dia mas pequefias; otras, las distancias roo-rules, son enormes, quizas infranqueables".-Ahi resi-de el drama. El drama de la civilizaci6n. En 1932 se ununciaba. En 1946 esta en juego.

    "Nosotras, civilizaciones, sabemos ahora perfecta-mente que somos mortales." Esta frase, que Valery ('Scribi6 a finales de los afios veinte, tuvo una gran reso uancia. Para el historiador, por lo demas, no era una voz completamente nueva: el viejo Ballanche (para no citar mas que un ejemplo) ya habia dicho textualmente lo mismo en 1817. En uno y otro caso, refiexi6n de siniestrados. Claro que Ballanche podia tener tal opi-ui6n porque era ciudadano de una EuropaJ

    1:tigiosa

    y que se sentia y se proclamaba la tierra ci da por cxcelencia, a pesar de las risitas burlonas de Fourier. Pero dY Valery? Ya en tiempos de los Regards sur le monde actuel el problema no es tanto saber si nuestra civilizaci6n, que seguimos llamando la civilizaci6n, va

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  • a ~?rir. Mo~ir es una palabra noble, prefiada de tran-qmlidad maJestuosa y natural serenidad. El problema no es ni . siquiera saber si nuestra civilizaci6n va a pere-cer asesmada. Es saber que civilizaci6n se establecera manana en este nuevo mundo que ya se esta elabo-rando en el fondo del crisol.

    ~orque una civilizaci6n puede morir; pero la civili-zac16n no muere. Es un instinto de los hombres una propiedad de los hombres superarse, tomar su ~oluntad como trampolfn para saltar siempre mas alto. Solo que, hasta el presente, ha sido en el marco estricto de los grupos limitados clonde los hombres realizaban los mayores esfuerzos. Asi es c6mo producian civilizacio-nes de grupos, de tribus, de naciones, incluso dP. con-tinentes o. por~iones de continentes: civilizaciones par-celadas. Sm nmguna ducla, manana, por primera vez y salvo catastrofe, los hombres presentanill, si no in-mediatamente una civilizaci6n mundial, ]a civilizaci6n de los terrestres extendida por la ecumene, sf, al me-n~s, una o dos civilizaciones intercontinentales, que, ahmentadas P?r varias civilizaciones locales, se prepa-ranin, enfrentandose, para absorberse redprocamente.

    dCuales seran las etapas de este inmenso proceso? dCmlles seran los primeros exitos parciales? cA que niveles sucesivos se estableceran? dQne representaran en l~ obra _total las aportaciones de los no europeos? dQue ocurnra con nuestra civilizaci6n en esas civili-zaciones a escala mundial que la sustituin'm? Secreta

    d~l futuro. Que uno quisiera prever y, si no saber, adi-vmar ...

    . "Tod!? eso son locuras. Y en la pluma de un histo-nador... - Ya, dY de que pluma quisierais que vinie-sen esas observaciones de historia? Por.que, al fin y a] cabo, por favor, dque ocurri6 en Europa en los siglos vr, vn, vm, IX y x? dQue ocurri6 ya, sino una batalla de civilizaciones en medio de convulsiones sin nombre derrurnbamientos, destrucciones, incendios intermiten~ 62

    , .. ., pero prolongados, con rem1s10nes y repeticiones? Una reciproca digestion de civilizaciones: b:hbaros contra romanos, n6rdicos contra mediterraneos, asUtti-ros contra europeos. En cuyo termino esh1, fresca y jovcn, la civilizaci6n cristiana de Ia Edad Media. Toda-vla ayer, nosotros vivfamos unicamente esta gran in-uovaci6n. Entonces dno son pasos atras mis "prediccio-nes" de historiador?

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    Un hecho es cierto ya desde ahara: VlVIr, para no-wlros y para nuestros hijos, sed. manana, es hoy ya, adaptarse a un mundo perpetuamente resbaladizo.

    Ha comenzado una gran tarea. Tarea que no se detendra, sea cual fuere la duraci6n de las paradas y las treguas. Liquidad vuestros "seguros de vida", com-paiifas de seguros. Ya ha pasado el tiempo en que los padres ponfan en vuestras huchas varios centenares de escudos asegurando a sus hijos, para recuperarlos con intereses veinte anos mas tarde. Desarrollad vuestros "seguros contra incendios", modernizandolos. Y tambien los "seguros contra robos" ...

    Sf. Vamos a estar muy amenazados. Gemir no sirve para nada. Es preciso acomodarse. Y ante todo no per-derse. Racer balance cada dia. Situarse en el tiempo y en el eSpacio.

    El espacio, que tambien denominamos universo: esa bolita de materia perdida, entre otros tantos millones, en un rincon de la Via Lactea y que empieza ya a no ser suficiente para nuestros suefios de exploradores. Por vez primera tomamoo conciencia de su pequenez. 1 Medida en toesas era tan grande! En kil6metros, ya no tanto. A la velocidad de un avi6n ya no es nada. Uno sube al avion por la manana en Karachi y toma el te al dia siguiente en Londres a las 4 de la tarde.

  • siones al infinito, en direcci6n a esa palida luna que un dfa acabaremos por alcanzar? .. .

    Si, bruscamente, nuestro humilde planeta nos parece P.equefio, mezquino, sin misterio... Planeta en el que, sm embargo, hemos de pasar nuestra existencia, de grado o por fuerza, blancos, negros o amarilloS'. La Casa de los Hombres, con su "Reglamento" al pie de Ia escalera: a cualquier infracci6n, la muerte ...

    Casa de cien pisos, casa de mil habitaciones. De todos los colores, de todas las dimensiones, con todas las clases de muebles. Pero hay que conocerse unos a otros porque ahora - a unos pasos en el pasillo o a un par de rellanos en el ascensor- el amarilio entra en casa del blanco y el blanco en casa del negro, metra-Beta en mano y con el saco tiroU~s a la espalda, lleno de buenas cosas