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Por una poética femenina del espacio en 7 relatos sobre el amor y la guerra, de Rosario Aguilar Mémoire Doris Mayorga Fiallos Maîtrise en littératures d’expression espagnole Maître ès arts (M.A.) Québec, Canada © Doris Mayorga Fiallos, 2015

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Por una poética femenina del espacio en 7 relatos sobre el amor y la guerra, de Rosario Aguilar

Mémoire

Doris Mayorga Fiallos

Maîtrise en littératures d’expression espagnole Maître ès arts (M.A.)

Québec, Canada

© Doris Mayorga Fiallos, 2015

iii

Résumé

Ce mémoire analyse le thème de l’espace associé au sujet féminin dans 7

Relatos sobre el amor y la guerra (1986) de Rosario Aguilar. L’examen du récit a

été entrepris à partir de la perspective du concept de « poétique de l’espace » de

Gaston Bachelard. Pour ce philosophe, l’objectif de la littérature est de recréer le

langage à l’aide de nouvelles images associées à la réalité concrète, matérielle

et géographique. L’objectif principal de cette étude consiste, d’une part, à

analyser comment la nature est associée au sujet masculin et à l’idée de nation.

D’autre part, la maison et la prison, considérées comme des espaces fermés,

sont l’univers intime où les protagonistes féminins démontrent de quelle façon

chacune d’elles a affronté le chapitre de la guerre dans l’histoire du Nicaragua.

Cette étude confirme que l’image de l’héroïne lutte pour faire partie de l’histoire

de sa patrie, tout en renaissant en une nouvelle femme : la guerrière.

v

Resumen

Esta investigación analiza el tema del espacio asociado al sujeto femenino en 7

relatos sobre el amor y la guerra (1986), de Rosario Aguilar. El análisis

propuesto se realiza a través de la perspectiva del concepto de “poética del

espacio”, de Gastón Bachelard. Para dicho filósofo, el objetivo de la literatura es

recrear el lenguaje por medio de imágenes asociadas a la realidad concreta,

material y geográfica. El objetivo principal de este trabajo consiste en analizar

cómo la naturaleza es asociada al sujeto masculino y a la idea de nación. La

casa y la prisión, espacios cerrados, son el universo íntimo en dónde las

protagonistas demuestran de qué manera cada una de ellas enfrentó el capítulo

de la guerra en la historia de Nicaragua. Con este estudio se corrobora que la

imagen de la “heroína” pugna por formar parte de la historia renaciendo en una

nueva mujer: la guerrillera.

vii

Abstract

This thesis analyzes the topic of space associated with women in seven stories

about love and war (Siete relatos sobre el amor y la guerra - 1986) by Rosario

Aguilar. The stories were examined from the perspective of the concept of

“Poetics of Space” written by Gaston Bachelard. For this philosopher, the goal

of literature is to recreate language with the help of new images associated with

concrete, material and geographic reality. The main goal of this thesis is

twofold: to analyze how nature is associated with men and the idea of nation;

and, how the home and prison, considered as closed spaces, are the private

world where female protagonists show how each has faced the chapter of war

in Nicaraguan history. This study confirms the image of the heroine fighting to

be part of her country’s history and being reborn anew as a warrior.

ix

Índice

Résumé .......................................................................................................................................... iii

Resumen ......................................................................................................................................... v

Abstract……………………………………………………………………………………………………………………………………vii

Índice. ............................................................................................................................................. ix

Agradecimientos………………………………………………………………………………………………………………………xi

Introducción ....................................................................................................................................1

A. Marco Teórico ............................................................................................................. 7

a.1. Teoría del reflejo ................................................................................................................7

a.2. El “mundo verde” y el lenguaje femenino .......................................................................9

a.3. La poética del espacio .................................................................................................... 11

B. Contexto de producción ........................................................................................................ 15

b.1. Contextualización socio-histórica ................................................................................. 16

b.2. Contextualización literaria de Nicaragua ..................................................................... 22

C. Sobre la autora .................................................................................................................... 27

c.1. Vida y obra de Rosario Aguilar ..................................................................................... 27

c.2. Otros estudios sobre 7 Relatos ..................................................................................... 33

D. Los espacios verdes.............................................................................................................. 39

d.1. La naturaleza: símbolo de identidad nicaragüense ................................................... 40

d.2. La selva: un espacio masculino .................................................................................... 53

d.3.Nicaragua: la burguesía vs los militantes sandinistas ................................................ 62

E. Los espacios cerrados .......................................................................................................... 67

e.1. La casa y la clandestinidad ........................................................................................... 67

e.2. La prisión .......................................................................................................................... 75

e.3. Los espacios cerrados ................................................................................................... 78

e.3.1. La mujer guerrillera y la nación ............................................................................. 78

e.3.2. La maternidad .......................................................................................................... 83

Conclusiones ............................................................................................................................... 93

OBRAS CITADAS ....................................................................................................................... 97

x

a) Corpus principal: obras de Rosario Aguilar ................................................................ 97

b) Sobre la obra de Rosario Aguilar ................................................................................. 97

c) Bibliografía general ......................................................................................................... 98

xi

Agradecimientos

A Dios, por ser luz y fortaleza en mi vida.

A mi madre, gracias por todo su amor y por motivarme a ser mejor cada día.

A mi familia, especialmente a mis dos padres y a mis hermanos.

A mi esposo, mi mayor cómplice, mi mejor amigo. Gracias por tu amor y por tu

apoyo incondicional. Je t’aime.

A mi director de maestría, mi mentor, mi estimado profesor, Javier Vargas de

Luna. Mi admiración y cariño por siempre.

A todo el cuerpo docente del programa de Estudios hispánicos de la Universidad

Laval. A todos ellos, gracias infinitas por todas sus enseñanzas. En especial, a

mi querida profesora, Emilia Deffis.

A los bibliotecarios de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, por

poner a mi disposición todos los libros que me sirvieron de mucho apoyo para la

redacción de este trabajo.

A mi compatriota, Rosario Aguilar. Mi admiración por siempre.

¡Muchas Gracias!

1

Introducción

La obra 7 relatos sobre el amor y la guerra (1986), de la novelista nicaragüense,

Rosario Aguilar (1938), está basada en las diferentes vivencias que las mujeres

nicaragüenses atravesaron durante la época final de la dictadura somocista y el

inicio de la Revolución Sandinista. 7 relatos1 es una novela polifónica que cuenta

la historia de cuatro combatientes. Karla o Margarita Maradiaga, la maestra rural

que aparece en la novela El guerrillero (1976), es ahora una guerrillera en

Managua. María José muere en un baño acribillada, mientras está dando a luz a

su primer hijo. Lucía pierde la vida en la cárcel, cuando una bomba destruye su

celda. Sonia fallece en las barricadas poco antes del triunfo de la Revolución

Sandinista. La obra también cuenta la historia de tres mujeres civiles: Leticia y

Paula son dos hermanas ex guerrilleras que desean reinsertarse con normalidad

en la sociedad, y María Elena, exiliada en Miami, manifiesta una gran nostalgia

por el regreso a Nicaragua.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), así denominado en

honor de César Augusto Sandino, héroe de la resistencia nicaragüense contra la

ocupación norteamericana (1927-1933), fue fundado en 1962. Desde un

principio se manifestó contra la dictadura de la familia Somoza, contra la

influencia norteamericana y a favor de establecer un régimen socialista. Sus

tácticas guerrilleras, inspiradas en las que practicó Fidel Castro en Cuba,

1 En lo sucesivo todas las citas tomadas del texto de Rosario Aguilar serán indicadas mediante la abreviatura 7 Relatos, y se corresponden a la edición señalada en la bibliografía.

2

desencadenaron represalias por parte de la Guardia Nacional de Somoza. Pese

a problemas internos entre las tres grandes tendencias del movimiento, la

creciente rebelión popular llevó al FSLN a unirse bajo el liderazgo de Daniel y

Humberto Ortega, quienes encabezaron la revolución que finalmente derrocó a

la dictadura de Somoza en julio de 1979.

El estilo de las primeras novelas de Aguilar es lírico y se destaca por sus

numerosas metáforas. De la misma manera, retrata a mujeres psicológicamente

poco estables que se ven reducidas a servir al marido, al amante o al padre.

Estas protagonistas sufren crisis de identidad que desembocan en hechos

trágicos, mientras la naturaleza —o el llamado mundo “verde”— se convierte en

un espacio de refugio y salvación. En cambio, en las novelas de la Revolución,

la naturaleza pasa a simbolizar la nación, y en ciertos casos se convierte en

protagonista de la obra, en cómplice y aun en enemigo de la guerrilla. Esto

implica que el espacio natural se ha transformado en un territorio bélico

masculino, y permite considerar que existe una nueva conceptualización del

espacio natural para las protagonistas de 7 relatos.

El presente trabajo está divido en cuatro capítulos. En el primero, titulado

“Contexto de producción”, se hace una explicación, sobre todo, expositiva

acerca de los sucesos socio-políticos acontecidos en la historia de Nicaragua,

además de una amplia contextualización literaria del país de origen de Rosario

Aguilar. En el segundo, “Sobre la autora”, se expone la vida y la obra de la

novelista y se aborda otros estudios realizados sobre 7 Relatos.

3

En el tercer capítulo, “Los espacios verdes”, la naturaleza se convierte en un

bosque masculino: el espacio natural está militarizado, en contraste con el

mundo verde, risueño y florido, asociado a la mujer. Seguidamente, la topografía

y el paisaje exhuberante de Nicaragua son para María Elena, exiliada en Miami,

símbolo de identidad y de una relación carnal entre ella y su tierra-madre.

Finalmente, la naturaleza se torna violenta, un laberinto verde que amenaza la

estabilidad emocional de Leticia.

En el cuarto capítulo, titulado “Los espacios cerrados: un contraste con los

espacios verdes”, la casa o los espacios clausurados son el universo en el que

las protagonistas demuestran de qué manera cada una de ellas enfrentó el

capítulo de la guerra en Nicaragua. En el inciso dedicado a la maternidad y a la

guerrilla, se hace un análisis de cómo la gravidez representó, para las heroínas

de la historia, un impedimento para unirse la lucha sandinista.

A partir de lo antes dicho, la naturaleza de mis reflexiones2, en el estudio de

esta obra de Rosario Aguilar, se inscribe en una perspectiva de carácter

feminista, así como en ideas propias del marxismo: la teoría del reflejo. El

análisis del relato se hizo, principalmente, desde la perspectiva del concepto de

“poética del espacio” de Gastón Bachelard; para él, el objetivo de la literatura es

recrear el lenguaje y crear nuevas imágenes. La “transubjetividad” de la imagen

no puede ser comprendida, en su esencia, únicamente por los hábitos de las

referencias objetivas. Sólo la fenomenología —la consideración y el proceso del

2 En el capítulo dedicado al marco teórico abordaremos detalladamente sobre la teoría del reflejo, el feminismo y la poética del espacio.

4

surgir de la imagen en una conciencia individual— puede ayudarnos a restituir la

subjetividad de las imágenes y a medir la amplitud, la fuerza, el sentido de la

“transubjetividad” de la imagen.

Por tanto, todas esas subjetividades no pueden determinarse en forma

absoluta, lo que implica que la imagen poética sea esencialmente “variable”. No

es, como el concepto lo define, “constitutiva”. Por eso se pide al lector de

poemas u otros textos que no tome una imagen como un objeto, sino que capte

su realidad específica. En definitiva, para G. Bachelard “hay que asociar

sistemáticamente el acto de la conciencia donadora con el producto más fugaz

de la conciencia: la imagen poética” (9). Aguilar muestra con esta obra su visión

de los hechos pasados acontecidos en su país natal. Es posible que éstos

requieran una nueva reinterpretación o una versión alterna a los hechos, pero, a

decir verdad, 7 relatos se convirtió en un medio de expresión artística y de

difusión de la historia de un pueblo, y en especial de toda una generación.

Este trabajo busca demostrar cómo en la novela 7 relatos, la escritora

Rosario Aguilar nos presenta, a través de sus protagonistas, la realidad de los

exiliados: el éxodo de un pueblo que debe huir en forma permanente para

sobrevivir a la violencia irracional que asolaba a Nicaragua. La autora nos

aproxima a la guerra y sus consecuencias por medio de sus personajes. La

historia de la obra está basada en hechos pasados que forman parte de la

Historia de Nicaragua. En este estudio nos proponemos presentar e interpretar

la representación del discurso femenino, tomando en cuenta la situación que

5

cada mujer/protagonista enfrentó durante el golpe de la Revolución Sandinista y

el mandato del gobierno sandinista.

Esta investigación analiza, principalmente, el tema de la naturaleza como

espacio asociado a la mujer, en primera instancia, y luego asociado/relacionado

al sujeto masculino, y a la idea de nación. Los relatos de las protagonistas nos

aproximan a la guerra y nos permiten observar sucesos históricos,

socioeconómicos e ideológicos de la nación nicaragüense de los años ochenta.

A partir de esta idea de la naturaleza como un hecho tradicionalmente

masculino, este trabajo investigativo estudia el tema de los espacios, asociados

al sujeto femenino. En donde la imagen poética de la naturaleza y los espacios

cerrados tienen su propia sonoridad, y los convierte en resplandor de una

imagen tanto del pasado lejano como del presente de las heroínas.

6

7

Marco Teórico

a.1. Teoría del reflejo

En este trabajo nos basaremos, primeramente, en los conceptos de la llamada

“teoría del reflejo” de la escuela marxista, la cual explica que “los cambios en los

niveles inferiores del orden social repercuten en la historia del arte y del

pensamiento” (Viñas, 80). Asimismo, las realidades humanas de un pueblo se

ven reflejadas en las obras literarias, tal y como lo explica la crítica Laurence

van Nuijs:

La critique littéraire utilise depuis longue date la notion de « reflet » (ou de « miroir ») comme une métaphore pour désigner la manière dont une œuvre reproduit la nature en général et les réalités humaines en particulier. En ce sens, l’usage de la notion est lié à une conception de la mimèsis et de la représentation. Dans les approches sociales du littéraire, le concept de reflet se rapporte plus précisément aux théories marxistes de la littérature, dans le cadre desquelles elle se fonde sur une conception spécifique de l’histoire. (1)

7 relatos evidencia la historia vivida por una nación aquejada por la guerra

civil, durante la Revolución Sandinista. Aguilar, mediante el personaje de María

Elena, nos ilustra la actuación militar de la dictadura somocista y los militantes

sandinistas así como el pensamiento de un pueblo abatido por los conflictos

bélicos. La perspectiva marxista afirma que la literatura, como todas las artes,

puede ser considerada como reflejo de la ideología de cualquier sociedad.

Medvedev y Bakhtin afirman que el producto literario es esencialmente un

8

fenómeno social, y sería extremadamente inadecuado ignorar esta

particularidad, pues cualquier análisis superficial podría revelar “false

interpretations and definitions of its specific characteristics and features” (14). En

otras palabras, los marxistas tratan de identificar a través del texto literario las

fuerzas sociales presentes en un conflicto. De igual forma, admiten la

inseparabilidad de la obra y el contexto de la producción literaria, el cual es un

elemento dependiente del sistema ideológico de determinada época que a su

vez se ve afectado por el entorno socio-económico. Estas influencias demandan

un estudio o conocimiento del contexto de producción del trabajo literario para

una mejor comprensión e interpretación del mismo.

El estudio del contexto histórico como marco de referencia de cualquier

obra literaria es de suma importancia, ya que nos permite, primeramente,

obtener información sobre la vida y la obra del autor. Después, nos permite

asimismo ampliar los conocimientos acerca de las circunstancias que pudieron

haber influido en el contenido, el estilo y el mensaje del hecho artístico —en este

caso, literario—.

9

a.2. El “mundo verde” y el lenguaje femenino

La literatura latinoamericana siempre ha tenido una relación privilegiada con la

naturaleza y ha sido frecuentemente asociada con la mujer. Los comentarios de

Annis Pratt, crítica anglosajona, nos servirán para explicar la función de la

naturaleza en 7 relatos. Para ella, el mundo verde femenino es un espacio

natural aislado y está fuera de la ciudad que le sirve a la mujer de refugio en

contra de la opresión de la sociedad. La teoría y los comentarios de Hélène

Cixous, feminista francesa, serán oportunos para analizar el texto, en cuanto a la

definición del lenguaje femenino como modo de comunicación especial que

inventan las protagonistas cuando se trasladan al mundo verde; dicho escenario

funciona como refugio, lugar de transición y fuente de libertad para algunos de

los personajes de 7 relatos. Los estudios feministas de Cixous en The Laugh of

the Medusa (1976), son de mucha utilidad para interpretar la presencia de

numerosas imágenes táctiles con referencia a lo verde y lo selvático en la prosa

de Rosario Aguilar. Los comentarios teóricos de Cixous nos han permitido

comprender y analizar las vivencias que las protagonistas experimentan cuando

habitan el espacio natural. Así como los cambios drásticos que ofrece la

naturaleza, cuando ésta se torna en un sitio montañoso, pronto deviene un

ámbito militarizado y masculino, mientras la ciudad persiste en su condición de

geografía femenina por excelencia; desde allí podemos comenzar a construir la

dualidad conceptual que rige nuestro trabajo: lo rural frente a lo urbano y, en su

interior, lo masculino en contrapeso con lo femenino (5-6).

10

La sobrevivencia de las protagonistas en la naturaleza da como resultado

lo que Annis Pratt llama el “green-world lover” (22). Según la crítica, este

apasionamiento hacia la imagen del mundo natural surge con frecuencia en la

literatura femenina y está sumamente relacionada con una especie de adoración

suprema a lo natural. Lo que implica una visión paradisíaca del espacio verde,

en dónde las protagonistas se auto-realizan y sellan su alianza con la naturaleza

(23-29). Sin embargo, en algunas ocasiones las heroínas sufren un destino fatal

y la naturaleza se convierte en un amurallamiento, confinándolas en un laberinto

verde sin salida, como es el caso Leticia, una de las protagonistas de la obra en

estudio. Estas observaciones de Pratt permiten comprender con mayor claridad

cómo funcionan y evolucionan las mujeres de 7 Relatos, cuando están en

contacto con la naturaleza. El estudio de este texto argumentativo nos lleva a

identificar y analizar, en contraste, los espacios donde la mujer no se siente bien

que, por lo general, remiten a la opresión propia de los lugares cerrados.

11

a.3. La poética del espacio

Para G. Bachelard, el objetivo de la literatura es recrear el lenguaje y en su

interior producir nuevas imágenes: “entendemos por esto un estudio del

fenómeno de la imagen poética cuando la imagen surge en la conciencia como

producto directo del corazón, del alma, del ser del hombre captado en su

actualidad” (Bachelard 8). Lo que implica que Rosario Aguilar mostró con sus

protagonistas, la libertad de espíritu que cada una de ellas experimenta al vivir

en contacto con la naturaleza.

El relato de las historias de Leticia y María Elena y su relación con el “mundo

verde” nos transportan inmediatamente a una fenomenología de lo poético. En

efecto, para Leticia la inmensidad del mundo salvaje se convierte en una fuerza

adversa a los espacios amados, en este caso: la ciudad, lo urbano. La selva se

convierte para Leticia en un espacio de hostilidad y sufrimiento. La protagonista

adhiere valores imaginados a la naturaleza que amenazan su estabilidad

emocional; dichos valores son, según Bachelard, “valores dominantes” (22). A su

vez, la naturaleza se convierte en un espacio de odio, de un combate con tintes

“apocalípticos” (22).

Para María Elena, exiliada en Miami, la naturaleza es “la imagen del espacio

feliz […] un espacio ensalzado, con valor de protección que puede ser positivo”

(Bachelard 20). Sin duda alguna, los paisajes de Nicaragua son, para la exiliada,

el vínculo que la une con la tierra que la vio nacer. Ella añora su país y los

recuerdos de la naturaleza de su patria la mantienen viva en tierras lejanas. El

12

“mundo verde” representa para María Elena, según Bachelard “la inmensidad

ante los espectáculos grandiosos de la naturaleza […], la impresión de

inmensidad” (24). En contraste con la inmensidad de la naturaleza, se destacan

los espacios cerrados: la casa y la prisión, los cuales, a su vez, están

relacionados con la imagen de la maternidad.

En efecto, en 7 relatos tres de las protagonistas, María Elena, Leticia y Paula,

experimentan la maternidad, aunque en condiciones precarias y siempre en

espacios cerrados. Aunque fue una situación dolorosa y caótica para ellas, no

dejaron de experimentar la gravidez a través de dos matices importantes: el

alma y el espíritu reflejados siempre en la intimidad de sus reflexiones. De

acuerdo con Bachelard, “alma y espíritu son indispensables para estudiar los

fenómenos de la imagen poética desde el ensueño hasta la ejecución” (11). Al

principio, la noticia del embarazo, resultó ser para ellas una luz en el camino y el

lazo que las uniría con sus parejas sentimentales, pero luego se convirtió en una

especie desgracia. A decir verdad, la imagen del embarazo resultó ser espiritual

y reafirmar en las heroínas, en cierta forma, su condición de mujeres y el

derecho a ser madres. Sin embargo, esto trajo como consecuencia que las

protagonistas se sintieran doblegadas y asimiladas al llamado “sexo débil”.

Sobre las imágenes de la intimidad, Bachelard plantea que “el problema

de la poética de la casa”, en donde las imágenes de la casa marchan en dos

sentidos: “están en nosotros tanto como nosotros estamos en ellas” (23). Las

heroínas padecieron la guerra civil desde la clandestinidad. El espacio de la

casa clandestina fue para las protagonistas, un sitio para la integración de los

13

pensamientos, de los anhelos, de los recuerdos. La estancia en la casa favorece

el fondo poético de los espacios cerrados, lo que Bachelard llama “la protección

del soñador: la casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa

permite soñar en paz” (29). Podríamos afirmar que la imagen de la casa es el

espacio unificador del pasado, presente y del porvenir de las protagonistas. En

este orden de ideas aunque en sentido contrario, la imagen de la cárcel está

asociada al sufrimiento y a la desesperación. En efecto, una de las protagonistas

muere acribillada en la cárcel a punto de dar a luz. Por tanto, la prisión contrasta

con la imagen de la casa, la cual, desde la perspectiva de Bachelard, da al

“hombre razones e ilusiones de estabilidad” (37).

14

15

B. Contexto de producción

La literatura en Centroamérica experimentó un cambio estructural a partir de la

década de los 70. Los centroamericanos optaron por una evolución en el estilo

narrativo y desarrollaron una motivación ética, política e ideológica en sus

producciones literarias. La escritora Linda Craft afirma que aunque el fenómeno

del boom tuvo lugar en Sudamérica a partir de 1960, en América Central su

influencia se produce unos diez años después (37). Para la crítica nicaragüense,

Nydia Palacios, la literatura de su país es “un trasunto de nuestra realidad y

habría que recurrir a ella […] para acceder al conocimiento de nuestra historia”

(Antología de la novela 129). La lectura de la historia y el análisis al texto de 7

Relatos, nos aproxima a las vivencias experimentadas por el pueblo

nicaragüense, a la manipulación de la dictadura somocista y del posterior

gobierno opresor sandinista. La obra de Aguilar nos permite un mejor

entendimiento de la historia nicaragüense, principalmente en dos aspectos:

político y social. El marco histórico en el que se lleva a cabo el texto en estudio,

se sitúa a finales del siglo XX. Indudablemente, es oportuno establecer cuáles

fueron los acontecimientos que dominan la actualidad de Nicaragua en el

momento en que Aguilar escribe su novela.

16

b.1. Contextualización socio-histórica

En el siglo XIX, la rivalidad entre liberales y conservadores derivó en la

llamada “Guerra Nacional” de 1856. El triunfo del partido liberal elevó a José

Santos Zelaya como presidente. La dictadura liberal de José Santos Zelaya

(1893-1909) impulsó la producción de café, mejoró la armada, construyó

escuelas y edificios gubernamentales; además, se encargó de estimular la idea

de oposición contra Estados Unidos.

Así, cuando se construyó el canal de Panamá, Zelaya buscó la oportunidad

de construir un canal en Nicaragua con la ayuda de Alemania o Japón. Estados

Unidos, pendiente de la posible pérdida de aquel territorio, promovió la oposición

conservadora, estableciendo una rebelión que concluiría con la salida de Zelaya

del gobierno y la llegada de la armada estadounidense. Los conservadores

gobernaron en forma por demás nefasta, así que una alianza conservadora-

liberal se rebeló contra aquel gobierno consiguiendo finalmente que las fuerzas

militares estadounidenses ocuparan el territorio nicaragüense a partir de 1912 y

por un espacio intermitente de 21 años.

Las incesantes hostilidades entre conservadores y liberales resolvieron la

intervención de los Estados Unidos por medio de un acuerdo en el que las

fuerzas del orden nicaragüense serían reemplazadas por una Guardia Nacional

imparcial y dirigida por agentes estadounidenses. En 1927, un declarado rebelde

ante el orden impuesto por los Estados Unidos, Augusto César Sandino, no

17

firmó dicho acuerdo y se refugió en las montañas. Luego de varios intentos

frustrados para capturarlo, el ejército estadounidense decidió retirarse en 1933.

Posteriormente, Moncada fue electo presidente y nombró como jefe de la

Guardia Nacional a Anastasio Somoza. Sandino es asesinado en 1934, a manos

de la Guardia Nacional, liderada por Somoza, por lo que hasta hoy se asume

que fue éste quien lo asesinó.

A partir de 1936 surgiría la denominada dinastía Somoza —constituida por

Anastasio Somoza García y sus dos hijos, Luis Somoza Debayle y Anastasio

Somoza Debayle— que regiría el país hasta el triunfo de la Revolución

Sandinista en 1979. Durante el gobierno del primer Somoza (1936-1956),

Nicaragua se mantuvo estable económicamente y aun así se vivió un incremento

en el nivel de exportación. Esta situación de orden aparente mantuvo a la

población en una mediana conformidad respecto al régimen. El segundo

período, de Luis Somoza (1956-1967), presentó la misma situación que la de su

padre. Hacia la década de 1950, los movimientos liberadores o revolucionarios

ya estaban presentes en Centroamérica. El triunfo de Fidel Castro y la

Revolución Cubana darían aun más vigor a la organización de grupos

revolucionarios. Sin embargo, el apoyo de los Estados Unidos a la dictadura de

Somoza hizo muy difícil una lucha como la cubana.

En 1961 se fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y

esto significó el despertar de una organización que derrocaría la dictadura en

Nicaragua. Poco después de la Revolución Cubana, algunos nicaragüenses

18

exiliados iniciarían una lenta lucha contra Somoza. La Iglesia Católica también

jugaría un papel importante, ya que había mantenido una aparente relación de

apoyo a las dictaduras anteriores. Bajo el arzobispado de Miguel Obando y

Bravo, se publicaron cartas pastorales en las que se hacían duras críticas a la

dictadura somocista.

A diferencia de los periodos anteriores, el de Anastasio Somoza Debayle

(1967-1979) significó el incremento de los problemas de injusticia social y

violenta represión. Tanto las masas proletarias como la burguesía creían

intolerable otro gobierno bajo los Somoza. A pesar de las críticas y la presión

social, en 1967 el último Somoza se hizo del poder y jefatura de la Guardia

Nacional. En 1971, con el apoyo del embajador de los Estados Unidos en

Nicaragua, Somoza Debayle estableció acuerdos con la burguesía representada

por Fernando Agüero. Según el pacto Somoza-Agüero, se convocaría a

elecciones en 1974. No obstante, luego de un evidente fraude electoral, Somoza

permaneció en el poder por 7 años más, bajo la aprobación del gobierno de los

Estados Unidos. El quebrantamiento de este pacto determinó la oposición de la

burguesía y el inicio de una serie de organizaciones grupales entre las que

destacó la Unión Democrática Liberal (UDEL) dirigida por el periodista Pedro

Joaquín Chamorro. De igual manera, se inició la organización de masas

populares y estudiantiles. Sin embargo, a pesar del evidente rechazo hacia la

dictadura, la desunión de las organizaciones anti-somocistas no conseguía

organizar un plan que acabara con la dictadura somocista.

19

El asesinato del periodista Chamorro en 1978 impulsó, de nueva cuenta,

diferentes protestas masivas. Por su lado, el FSLN venía demostrando que su

estrategia de lucha armada tal vez sería la clave para el triunfo de la Revolución

Sandinista. Las numerosas protestas, la llegada clandestina de armamento para

las fuerzas revolucionarias, los acuerdos entre partidos revolucionarios y la falta

de apoyo del gobierno estadounidense obligaron a Anastasio Somoza a

renunciar al gobierno el 17 de julio de 1979 después de una guerra que costó

aproximadamente 50,000 vidas. Dos días después, el Frente Sandinista de

Liberación Nacional (FSLN) estableció la Junta de Gobierno.

El gobierno sandinista tuvo que afrontar serios problemas económicos. La

Junta, que secretamente contaba con más miembros del FSLN que de los otros

grupos de la alianza, erigió como presidente a Daniel Ortega. La creación de una

armada y policía sandinista fue una de las primeras medidas que se tomaron.

Asimismo, se iniciaron campañas de entrenamiento y educación que contaron

con la participación de cubanos y ciudadanos de Europa oriental.

Aproximadamente en 1982, cuando parecía que la Junta estaba cumpliendo sus

objetivos, un altercado en Bluefields hizo que el área de la Costa Atlántica,

conformada mayormente por indios miskitos y otras etnias, se resistiera a la

relocalización forzada e impuesta por el gobierno sandinista. Cabe destacar que

los habitantes de esta área del Atlántico de Nicaragua estaban completamente

20

incomunicados con las ciudades del área del Pacífico de Nicaragua, y, por lo

tanto, nunca habían tomado parte de las decisiones políticas del país.

El gobierno de Ronald Reagan, mediante la CIA, tuvo acceso a la zona

atlántica y estableció ahí un grupo de contra-revolucionarios —conocidos como

‘‘los contras’’—, que declararon la guerra al gobierno sandinista. Los sandinistas

fueron duramente criticados por parte de fundaciones de derechos humanos. La

Iglesia Católica, igualmente, en la voz del Cardenal Miguel Obando y Bravo,

reprendió las acciones del gobierno sandinista en la misma manera que había

criticado a Somoza.

La continua guerra y el apoyo financiero a los contras de parte de Ronald

Reagan ocasionaron la reacción de los países centroamericanos. En 1987,

Arturo Arias, presidente de Costa Rica, inició con las otras naciones

centroamericanas el llamado “Plan Arias”, el cual planteó el diálogo entre el

gobierno sandinista y la oposición para alcanzar la paz. En 1988, gracias a este

plan se acordó el cese al fuego entre sandinistas y contras, y se propuso la

convocatoria a elecciones para 1990.

Luego de once años de gobierno sandinista, la reelección de Daniel

Ortega, máximo líder del FSLN, no fue bien vista como una alternativa futura, ya

que la situación económica del país no se había recuperado. Por otra parte, la

unión de todos los grupos que no eran parte del sandinismo fue un factor

influyente en el triunfo del partido Unión Nacional Opositora (UNO) en 1990,

21

presidido por Violeta Barrios de Chamorro (viuda de Pedro Joaquín Chamorro).

Chamorro se convierte así en la primera mujer elegida para ocupar la

presidencia de Nicaragua.

Esta conflictiva historia de problemas tuvo evidentemente consecuencias

en el plano intelectual y educativo. La realidad de evidente analfabetismo trajo

como consecuencias la reducción de un público lector y la poca producción de

obras literarias. A pesar de ello, puede señalarse que Nicaragua sí cuenta con

una tradición literaria muy propia, mayormente caracterizada por la poesía, los

cuentos cortos y las novelas testimoniales e históricas.

22

b.2. Contextualización literaria de Nicaragua

Linda Craft señala que tanto la poesía como el cuento han definido la historia

literaria de Nicaragua y que la aparición de la novela fue más tardía (50). Lo más

precoz de la literatura nicaragüense lo encontramos en las composiciones orales

producidas probablemente durante el periodo de la Conquista. Estos testimonios

de carácter anónimo se encuentran en los anales realizados por Bartolomé de

Las Casas (Craft 51). A partir de la época colonial, se reconoce que poco o casi

nada fue producido en el ámbito literario. Sin embargo, hacia el siglo XXI, el

periodismo se permitía criticar la situación de entonces argumentando que la

falta de una literatura nicaragüense se debía a la inexistencia de una clase

intelectual.

La nación que está en proceso de construcción y que además, no cesa de

lidiar con serios problemas que requieren atención, podría justificar ese vacío.

Evidentemente, y tal como afirma el crítico Raúl Ianes, la doble y hasta triple

profesión de los intelectuales en aquellos tiempos no les permitía darse tiempo

para actividades que fueran ajenas a la conducción de la nación (35). Y aunque

esto debe ser tomado con cierta prudencia, sin duda refleja la realidad histórica

de la primera Nicaragua de la post-revolución.

De acuerdo a John Beverly y Marc Zimmerman, la situación en

Centroamérica impulsó la poesía como la forma crucial de nacionalismo literario,

especialmente en Nicaragua. En los años de la intervención estadounidenses y

del somocismo, “poetry was a central mode of intellectual expression and

23

resistance, politics came to dominate Nicaraguan literature as a whole” (cit. en

Chumpitaz-Furlan, “Diferentes mujeres para diferentes entornos” 15). En este

sentido, el poeta Rubén Darío ha sido considerado por varios críticos como

ajeno a la problemática de su país; sin embargo, su posición liberal y su

afiliación a Zelaya indican que estaba al tanto de la situación nicaragüense. No

cabe duda que la calidad de la obra de Darío influyó estéticamente no sólo a los

poetas latinoamericanos sino que ideológicamente también alcanzó a los

intelectuales nicaragüenses. Artísticamente su obra es considerada

revolucionaria, y sus poéticas imágenes de muerte representan una crítica a la

sociedad latinoamericana, su cultura y política. Por lo tanto, su legado asume

una relación de equivalencia entre sociedad, literatura y poesía.

En su estudio de la novela nicaragüense, Craft considera que en el primer

período de evolución de la novela nicaragüense (1878-1930), del cual Darío

forma parte, fue poca o ninguna la atención por lo subalterno (51). Beverly y

Zimmerman acotan que aunque es cierto que la obra de Darío nunca se inclinó

hacia los sectores más populares de la sociedad latinoamericana, su poesía

contenía elementos radicales de nacionalismo burgués que definitivamente

manifestaban una alternativa diferente a la de una simple asimilación a los

Estados Unidos (Chumpitaz-Furlan 16).

Luego de la fundación del FSLN, varios proyectos literarios aparecieron

en ese contexto, entre ellos el más importante es Ventana, fundado en 1960 por

los universitarios Sergio Ramírez y Fernando Gordillo. Su objetivo era difundir la

realidad del pueblo nicaragüense y romper con la tradición vanguardista. Ante la

24

victoria del FSLN, Sergio Ramírez, reconocido por su declarado compromiso con

la revolución, es destinado a la vicepresidencia del gobierno sandinista. Su

posición fue bastante clara respecto a la función de la literatura, al menos en su

patria: “el narrador habla en nombre de un inconsciente colectivo largamente

silenciado”, por tanto, “el escritor no puede dejar de cumplir con un acto político,

porque la realidad es política” (cit. en Palacios, “La representación” 6).

Las situaciones de aprisionamiento, tortura y alejamiento sufridas durante

la dictadura somocista provocaron que varios guerrilleros escribieran sus

testimonios y elaboraran algunos poemas. Se considera que estas

composiciones no poseen un carácter literario debido a la falta de preparación

de sus autores. El gobierno de la revolución, sin embargo, consideró apropiado

estimular dichas creaciones que reunían como características su difusión por

medio de la organización revolucionaria, y la manifestación del testimonio por

medio de la poesía. Más tarde, y probablemente teniendo como origen la poesía

revolucionaria testimonial, se produjeron los llamados neo-testimonios. Estos

eran textos que presentaban una evolución literaria, es decir, los autores

contaban con preparación artística. Entre algunos de dichos autores y autoras

aparece Gioconda Belli (Chumpitaz-Furlan 20).

Son muy pocas las mujeres que se han destacado a nivel mundial como

exponentes de la literatura nicaragüense. Una de las que comparte con Rosario

Aguilar la pasión por escribir sobre la problemática feminista, es su compatriota

Gioconda Belli. Al inicio de su carrera literaria, Belli se dedicó a las letras,

principalmente por el afán de poder expresarse como mujer y demostrar una

25

rebelión personal ante la hipocresía de una sociedad conservadora. A partir de

los setenta opta por incursionar en el tema de la guerrilla en sus obras. Su

preocupación radica en la situación de la mujer combatiente, “consciente del

papel que le toca desempeñar en los cambios histórico-sociales” (Palacios, “La

representación” 16). Luego de su exilio, volvió a Nicaragua para trabajar para un

canal de la televisión nacional. Durante ese período consideró la escritura como

un asunto de segundo plano por tener un compromiso político con su país.

Aunque Rosario Aguilar no formó parte del gobierno sandinista, conocemos su

inclinación política a través de su obra.3 Un resumen sobre la vida y obra de

Aguilar, resulta sumamente oportuno para comprender mucho mejor sus

intereses políticos, sus vivencias durante la dictadura somocista y la revolución

que la derrocó, así como el contexto socio-histórico en que se publicó el texto de

7 Relatos sobre el amor y la guerra.

3 Rosario Aguilar manifiesta, sin embargo, que el aspecto político debería ser descartado por completo de un análisis de su obra por estar lejos de cualquier pretensión suya (Souza, La historia 156).

26

27

C. Sobre la autora

c.1. Vida y obra de Rosario Aguilar

Rosario Fiallos de Aguilar nace en la ciudad de León, Nicaragua, en 1938, en el

seno de una familia de intelectuales. Su padre, el cuentista y poeta nicaragüense

Mariano Fiallos Gil, fue rector de la Universidad Nacional de Nicaragua. Su

madre, Soledad Oyanguren, española de nacimiento, poseía cierto talento

musical. El interés por la literatura despertó en Aguilar desde muy temprana

edad, el cual fue alentado por su tío materno, profesor de literatura española

quien tenía una gran biblioteca donde la joven Rosario pronto se familiarizó con

los clásicos españoles como Benito Pérez Galdós, Pío Baroja y otros. A su

conocimiento de la literatura española, la joven leonesa rápidamente añadió

lecturas de autores norteamericanos en boga en los años cincuenta como John

Steinbeck, William Faulkner y Ernest Hemingway. Según la autora misma, ellos

le dieron el realismo que buscaba; sin embargo, es su ambiente familiar el que la

llevó a interesarse por el arte y por una carrera de expresión artística (Hood 15-

16).

La autora fue un hallazgo de la revista Ventana y específicamente de su

co-fundador Sergio Ramírez que también escribió el prólogo a su primera

novela, aparecida en 1964 con el título de Primavera sonámbula (Zamora 32).

La obra de Aguilar consta de 9 novelas, y puede dividirse en dos partes: en la

primera, que se extiende de 1964 a 1975, la autora retrata a mujeres

28

psicológicamente poco estables que se ven reducidas a servir a un sujeto

masculino, que puede ser el marido, el amante o el padre. Por consiguiente,

estas mujeres sufren crisis de identidad que desembocan en tragedias. La

protagonista de Primavera sonámbula (1964) parece estar condenada a la

locura; la de Quince barrotes de izquierda a derecha (1965) asesina a su

proxeneta, mientras que la anti-heroína de Aquel mar sin fondo ni playa (1970)

pierde a su hijo recién nacido. Rosa Sarmiento (1968) es su tercera novela,

donde la protagonista debe abandonar definitivamente a su hijo, el joven Rubén

Darío; la obra es una biografía novelada de la madre del insigne poeta

nicaragüense.

En la novela Las doce y veintinueve (1975), el terremoto de 1972 sirve de

telón para el examen minucioso de las relaciones desiguales entre tres

personajes, Manuel, y dos mujeres: Vilma, su esposa, y una mujer sin nombre

con quien Manuel sostiene una relación. Vilma pierde a su hijo por culpa de

Manuel, quien no está en casa en el momento de siniestro. La otra muchacha

agoniza debajo de los escombros porque Manuel la ha abandonado para

socorrer a su familia.

El estilo de estas primeras novelas es lírico y se destaca por numerosas

metáforas y abundancia de símiles. La forma narrativa que utiliza Aguilar en esa

época es el monólogo interior, lo que les da a sus relatos un carácter

introspectivo. La novelista reconoce la influencia que tuvo el estilo faulkneriano

en la escritura de su obra primigenia: ‘‘después, en las otras novelas y en ciertos

relatos y en La niña blanca y los pájaros sin pies es diferente. Pero las primeras

29

tres novelas quedaron marcadas por esa espontaneidad con que me senté a

escribir la primera’’ (Hood 17).

A mediados de los años setenta, la escritora experimenta con otras

técnicas como el estilo indirecto libre, la intertextualidad y le presenta al lector

mujeres menos tradicionales y más independientes que además toman el control

de sus vidas. En 1976, publica El guerrillero, esta obra relata un trozo de la vida

de una maestra rural quien le da refugio a un fugitivo del Frente Sandinista de

Liberación Nacional. Cuando él se va, la maestra decide guardar al hijo que han

concebido y criarlo por sí sola, pese al posible rechazo social. Esta misma mujer

reaparece en nuestra obra en estudio: 7 relatos sobre el amor y la guerra (1986),

como una guerrillera en Managua bajo un nombre de guerra, Karla.

La sofisticación que se plantea en 7 Relatos se perfecciona en la última

novela de Aguilar, La niña blanca y los pájaros sin pies (1992), un collage de

seis biografías históricas que reescriben la historia de las compañeras indígenas

y españolas de los conquistadores más famosos del Nuevo Mundo. Se alternan

la primera y tercera persona, el estilo indirecto libre y los monólogos interiores.

Numerosas citas intertextuales se hacen presentes en el texto, de fuentes como

la Biblia, las Crónicas y los cantos indígenas. La novela es una obra escrita por

una séptima protagonista, una periodista, que quiere rescatar del olvido las

voces de las otras protagonistas en cuestión.

Se trata de una reescritura femenina de la historia de la Conquista, pero a

la vez es un informe sobre el fenómeno de transculturización que ocurrió en las

30

Américas después de la llegada de los españoles. La niña blanca y los pájaros

sin pies es la novela más lograda de la autora. La elaboración de su estructura y

la agudeza temática atestigua su madurez literaria. En 1995 publica Soledad, tú

eres el enlace, obra biográfica sobre la figura de su madre, doña Soledad

Oyanguren.

Casi todas las novelas que ha escrito Rosario Aguilar se centran en la

caracterización de seres femeninos. Como lo expresa Edward Hood, lo que le

interesa ‘‘es la situación de la mujer nicaragüense, sus diferentes conflictos, los

problemas que hay en el orden social, moral y psicológico’’ (16). Otras fuentes

de interés de la autora son las relaciones hombre-mujer y la experiencia misma

de la escritura. En este sentido, la escritura no encuentra mucha relación entre

su obra y la de otros escritores nicaragüenses de la época que, según ella,

tienen estilos y temas propios (Hood 16).

Sus obras presentan a las mujeres como protagonistas. Su preocupación

es la situación de la mujer nicaragüense y su cosmos, los problemas que ella

debe enfrentar en situaciones de conflicto, no sólo personal sino también

nacional. Su obra se caracteriza por el modo poco convencional con el que

representa a la mujer y su discurso. Las imágenes y su técnica narrativa que

mezclan lo actual y lo introspectivo hacen que su obra sea percibida como la

vida misma. Igualmente, y aunque no lo señala explícitamente, es posible

vislumbrar que para ella es muy importante la impresión y el efecto que puede

causar su obra en el lector (Hood 16-18).

31

En 7 Relatos, mediante los personajes femeninos, Aguilar muestra su

visión de los hechos históricos sucedidos en la época de la dictadura de Somoza

y la Revolución Sandinista en Nicaragua. Dándoles voz, la autora les otorga a

sus personajes femeninos un papel trascendental, y nos acerca a ellos a través

de las experiencias vividas por cada una de sus protagonistas. No cabe duda

que esta obra representa para la autora un medio de difusión de los sucesos

históricos afrontados, pero aún ignorados por los libros de Historia de Nicaragua.

Aguilar nos presenta con 7 Relatos lo que vivieron las mujeres de la sociedad

nicaragüense en tiempos de guerra y lo que trajo como consecuencia: el exilio

de miles de nicaragüenses en el extranjero. Este texto retrata la separación de

familias enteras que buscaban un lugar para rehacer sus vida, luego de huir de

la guerra civil nicaragüense. En el relato de la trama, el personaje de María

Elena evidencia lo vivido por los exiliados nicaragüenses.

En 7 Relatos, Aguilar pone en evidencia los conflictos sociales vividos en

el espacio urbano nicaragüense durante la guerra. Asimismo, la autora persigue

a las mujeres y hombres que huyeron hacia la selva para resguardarse del

peligro que representaba habitar en territorio bélico. Rosario Aguilar, a través del

personaje de Leticia, nos hace vivir, en medio de la naturaleza, la historia de

amor entre un miskito y una mujer de ciudad que ha ido a la selva nicaragüense

a buscar a su compañero. No cabe duda que esta obra es un relato histórico que

narra hechos que marcaron a toda la sociedad de una época en la historia del

pueblo nicaragüense. Por esta razón, 7 Relatos sobre el amor y la guerra ha

32

sido objeto de diferentes estudios y tesis, y ha recibido muy buena crítica en

Nicaragua y a nivel internacional.

33

c.2.Otros estudios sobre 7 Relatos

La mayor parte de los estudios críticos a la obra de Rosario Aguilar se han

inclinado a la aplicación de las teorías feministas, debido a que todas sus

protagonistas son mujeres. El análisis estructural se produce reconociendo las

diversas intertextualidades de la obra de Aguilar y, asimismo, el uso que

despliega de los espacios físicos.

La tesis doctoral de Frederick Rolland-Mills analiza la obra de Rosario

Aguilar a partir del trabajo de Luce Irigaray, This sexe Which is not one (1981).

En su estudio, Rolland-Mils aborda el tema de la desmitificación de la

maternidad. Expone los espacios naturales como sitios destinados a proteger al

sujeto femenino. El análisis de Rolland-Mills pretende demostrar la división de

espacios. Lo urbano está asociado al personaje femenino y la montaña al sujeto

masculino. De acuerdo a este estudio, la mujer sólo podrá acceder a las

montañas cuando pierda aquellas características que la singularizan como

personaje femenino, es decir, el embarazo. La maternidad es vista como una

situación de inmovilización, como una especie de impedimento y

aprisionamiento.

Nydia Palacios nos ofrece otro estudio mayor a 7 Relatos en su tesis

doctoral “La representación de las mujeres en la narrativa de la escritora

nicaragüense Rosario Aguilar”. Su análisis de la novela está especialmente

34

basado en los postulados de intertextualidad4. De acuerdo a Palacios, se puede

vislumbrar la aparición de citas e influencia de una serie de textos canónicos, por

ejemplo, pasajes de la Biblia en momentos críticos de la novela. Asimismo, la

inclusión de autores señalados como precursores de la literatura nicaragüense

como Rubén Darío.

Es de suma importancia destacar cómo Palacios se percata del poder

intertextual de la Historia. La guerra de la liberación sandinista y la actuación de

la mujer nicaragüense le permiten a Rosario Aguilar recoger un personaje propio

de los hechos ocurridos: “el de la heroína épica que participa en el quehacer

histórico de su país” (La representación 137). La interpretación de los hechos del

pasado que realiza Rosario Aguilar es estudiada por Palacios basándose en los

ensayos de Bakhtin, en “The Dialogic Imagination”. El diálogo se produce

cuando la autora crea una “doble voz” y transforma lo ya establecido. En la

perspectiva feminista, esto significa alterar los discursos androcéntricos vigentes

que presentan a la mujer como objeto para, desde allí, recuperar su

representación en tanto que sujeto.

Algunos artículos publicados han estudiado la novela de Rosario Aguilar.

Por ejemplo, en su estudio “Las mujeres de mi país: An introduction to the

Feminist Fiction of Rosario Aguilar”, Ann González indica reconocer el

desligamiento al feminismo que Rosario Aguilar hace de su propia obra. De

acuerdo a la crítica, esto se debe a la filiación que esa corriente tiene con el

4 Los autores que Palacios estudia al respecto son Mikhail Bakhtin, Roland Barthes, Jacques Derrida y Gerard Genette. Complementa su información con los estudios de Julia Kristeva.

35

lesbianismo en Latinoamérica. Sin embargo, González insiste en que el

tratamiento de personajes necesariamente requiere un estudio a partir de teorías

feministas. Y que en todo caso lo que Rosario Aguilar desea evitar es un estudio

a partir de las vertientes francesa o inglesa, pues las mujeres nicaragüenses

presentan diferentes situaciones a aquellas en las cuales probablemente se

fundamenta dicha teoría. González afirma que el tratamiento de la situación

femenina por parte de Rosario Aguilar constituye “little less than a subversive

act” (ver pp. 64 y ss.).

González analiza brevemente cada novela tratando de identificar los

“estereotipos” usados por la autora, y que ella a su vez revierte. En su análisis

de 7 Relatos, González indica que los principales temas explorados son la

maternidad y la “isolation of individual women in terms of their physical and

physiological space” (70). Además, señala la existencia del hombre como uno de

los factores determinantes del destino de las mujeres, sin embargo, acota que

Aguilar traspone esta situación y sus vidas, y muertes trascienden a los

hombres, para encontrar relaciones tanto con la tierra-madre como con la

Revolución. Para González, la importancia del texto de Rosario Aguilar radica en

la integración que hace el personaje de Margarita Maradiaga al mundo y la

recuperación de su identidad, lo que la hace tener un consciente conocimiento

de ella misma. Esta situación, según González, la diferencia de la visión

feminista anglo-francesa y por tanto comunica una perspectiva de la ideología

del feminismo latinoamericano.

36

El análisis de 7 Relatos hecho por Pamela M. Chumpitaz-Furlan en su

tesis de maestría “Diferentes mujeres para diferentes entorno: voz y rol femenino

en 7 Relatos sobre el amor y la guerra de Rosario Aguilar”, plantea cómo

Aguilar, por medio del retrato de la guerra, muestra la manera en que cada mujer

enfrentó una situación similar, aunque cada una en un contexto diferente,

reaccionando de manera distinta pero con sinceridad y humanidad.

Chumpitaz-Furlan expresa que los temas que Aguilar enfrenta en su

novela son escabrosos. La maternidad, la dependencia al hombre, la capacidad

de decisión para un futuro propio y, por supuesto, el amor son motivos

recurrentes en la vida de las mujeres latinoamericanas. Según Chumpitaz-Furlan

“Aguilar, para el caso de su novela, emplea prácticamente todas las situaciones

en las que pudo verse envuelta la mujer durante y después del golpe sandinista”

(67).

Además, agrega que la última mujer representada en la novela, Karla o

Margarita Maradiaga, proveniente de una novela anterior, “es una alegoría a la

patria libre, en alegoría con la propuesta de mujer libre, independiente, capaz de

tomar decisiones acertadas, reconocer cuándo el amor se ha acabado y dejar ir

al hombre que amó” (67). En definitiva, Chumpitaz-Furlan concluye alegando

que Rosario Aguilar, al presentar mujeres protagonistas en 7 Relatos, “no sólo

invierte el papel y revierte el poder del discurso desde lo masculino hacia lo

femenino ofreciéndonos dicha posición marginal, sino también corrobora la

metáfora de mujer-nación, para finalmente reivindicar al sujeto femenino” (68).

37

Aunque las críticas abordan los mismos temas planteados por Rosario

Aguilar, las interpretaciones son diversas. Así también, en este estudio se

tomarán en cuenta dichas contribuciones, que en algunas ocasiones coinciden

con mi lectura. Las interpretaciones de la novela de Rosario Aguilar, desde

cualquier punto de vista, son válidas, mientras puedan evidenciarse en el texto.

La constante identificable en la novela de nuestro estudio es que la autora

brinda a las mujeres la oportunidad de resolver sus conflictos. Les da la

posibilidad de descubrir ese espacio en donde las protagonistas encuentran la

solución a sus problemas, y en el cual se descubren útiles para apoyar el futuro

de la nación y para formar parte de la historia de su propio país.

38

39

D. Los espacios verdes El mundo es grande,

pero en nosotros es profundo como el mar.

(Gastón Bachelard, La poética del espacio)

Las dos partes que conforman 7 Relatos se encuentran en un orden cronológico

invertido. La primera parte nos cuenta el periodo postsandinista, aquel que

siguió al triunfo de 1979. La segunda parte está dedicada al desarrollo de las

historias durante dicho periodo y la guerra que culmina el 19 de julio de 1979. La

narración de ambas partes se realiza con tiempos gramaticales del presente. La

autora pretende ubicar en tiempo y espacio al lector en medio de la acción de los

acontecimientos y no en el recuerdo de éstos.

La primera parte titulada “Sobre el amor: Amándola en silencio” contiene

la historia de tres mujeres relacionadas entre sí. Aunque la trama de las historias

no se entrecruza, existe, estructuralmente, un entretejido de historias al nivel de

capítulos, o de secciones en un mismo capítulo. De igual forma, la línea de

tiempo “real” o actual se ve saturada de recuerdos que le dan cuerpo a cada

historia. La relación que existe entre María Elena y Paula es Eddy, quien es

esposo de la primera y amante de la segunda, aunque ambas son hermanas.

La primera parte de esta obra tiene dos títulos, el primero llamado “Sobre

el amor”, nos da a entender que se refiere al amor de pareja. El segundo es

‘‘Amándola en silencio’’, el cual está incluido en la narración omnisciente del

capítulo XI, en la historia de la protagonista, Leticia: ‘‘Cristy encontró siempre la

forma de alentarla. Remando. Tal vez amándola en silencio” (71).

40

d.1. La naturaleza: símbolo de identidad nicaragüense

A principios de la década de los setenta, cada vez más nicaragüenses se

unieron al Frente Sandinista mientras otros se marchaban al extranjero como

resultado del conflicto bélico que sufrió el país. Este es el caso del personaje de

María Elena que, luego del triunfo de la Revolución Sandinista, se exilia en la

ciudad de Miami, desde donde añora su tierra natal.

En 7 relatos, el paisaje se consagra como presencia central y como

elemento que está estrechamente ligado con la nación y lo nicaragüense. Para

María Elena, una joven exiliada en Miami, la naturaleza “verde” no está asociada

específicamente con la figura del guerrillero, sino con su tierra natal, Nicaragua.

Para esta protagonista, que vive en los Estados Unidos, la topografía y el paisaje

de su país son los elementos que definen la esencia de su patria.

Podemos pensar que el título de la primera parte de la historia “Amándola

en silencio” hace referencia al amor por la patria “recuperada”, si tomamos en

cuenta que el periodo al que se hace referencia al inicio de este capítulo es

después del triunfo (1979) y durante el gobierno de la Revolución. Nicaragua es

para María Elena el espacio añorado y deseado en donde ella quisiera estar.

Las tres historias suceden simultáneamente, la de María Elena es la que

aparece primero y es narrada por la propia protagonista. A raíz del triunfo

sandinista en 1979 y por razones de seguridad, María Elena se verá forzada a

41

huir de Nicaragua hacia Miami, junto a su esposo, Eddy. Otro punto que es

necesario señalar es el que ambos pertenecían a la burguesía nicaragüense.

Una vez en el exilio de Miami, la protagonista pasará por un proceso de

adaptación, mayormente sin la presencia de su esposo. Eddy se ve obligado a

regresar a Nicaragua para resolver asuntos familiares. La vida de María Elena

transcurre entre la nostalgia que siente por haber dejado su país, el no poder

volver y las ansias de triunfar en un mundo que es diferente al suyo. La exiliada

atraviesa por diferentes problemas emocionales tales como la muerte de su

mamá, un aborto inesperado, la infidelidad de Eddy con Paula y la llegada de un

nuevo amor a su vida, Jorge. No conocemos detalladamente el final de su

historia, pero según los hechos narrados en un principio indican que deja a Eddy

para quedarse con Jorge.

María Elena se siente contenta con su nueva pareja, pero “es que

siempre hay algo, aunque sea una menudencia, que trae de golpe a mi vida un

recuerdo” (12). Ella procura vivir a plenitud su relación de pareja. Intenta

disimular ante Jorge su tristeza, ser fuerte y calmar el llanto que le provoca el

sentirse lejos de su patria, pero se le hace difícil:

Y sin embargo, siento sorpresivamente una punzada de pesar y de nostalgia en mi corazón, y en lugar de sentirme feliz como debiera, por amar y ser amada de nuevo, dos lágrimas se derraman de mis ojos muy a mi pesar. Quisiera ocultarlas para que Jorge no las note. Detesta los recuerdos que alimentan mi melancolía. (11)

42

Los sentimientos de felicidad y tristeza forman parte de la vida de María

Elena, debido al recuerdo empapado de nostalgia que le produce el no estar en

Nicaragua. Aunque vive con Jorge, la protagonista recuerda la naturaleza y los

momentos vividos en su tierra natal, y los asocia con la relación amorosa que

vivió con Eddy, alegando:

Repaso a menudo las anécdotas… como ahora que el cielo azul con el ventanal abierto, los narcisos florecidos, y nuestras caricias, me trajeron de golpe a mi memoria aquel otro ventanal en la casa de mis suegros, en Managua, Nicaragua, en junio de 79 cuando estaba recién casada. Sí. Por el ventanal abierto veíamos Eddy y yo el cielo azul de Nicaragua. (12)

María Elena se transporta en el tiempo y en el espacio por medio de una

misma imagen (el ventanal y el cielo azul) que funciona como portal del tiempo.

En este pasaje nos damos cuenta de que en la traslación de lugar y tiempo,

quien esta vez comparte el lecho con ella es Eddy, su esposo en Nicaragua.

Este traslado al pretérito continúa a lo largo de la historia, “observo lo bonito que

es el aeropuerto de Tampa […] Cómo no recordar la última vez que estuve en el

aeropuerto de mi patria, cuando todavía se llamaba Las Mercedes” (35).

La historia de María Elena nos aproxima a la perspectiva de Rosario

Aguilar respecto a unos de los protagonistas históricos y geográficos de esta

obra: los Estados Unidos de Norteamérica. Aguilar, a través de su protagonista,

compara este país norteamericano con Nicaragua. El uno asociado a lo

tormentoso que puede ser para un inmigrante vivir en el exilio y el otro

relacionado al paraíso. Las muchas comparaciones hechas por María Elena con

43

referencia a Nicaragua, explican y comprueban que no ha perdido su identidad.

La protagonista se percata de la inautenticidad del mundo que la rodea y

compara ambos lugares y la sensación que le producen: “en mis sueños hay un

gran desierto con serpientes, alacranes, tarántulas: al otro lado hay verdor, agua,

pájaros y mariposas” (89). A lo largo de la historia de esta protagonista,

Nicaragua es para ella un paraíso de verdor.

El subconsciente de la joven contrasta estos dos mundos: Nicaragua es el

“Edén” y los Estados Unidos el infierno. Evidentemente, María Elena extraña con

nostalgia la naturaleza de su patria y considera su tierra natal como un paraíso

verde:

Me parecía que me restregaba en la piel de Nicaragua…en su zacate verde…que me revolcaba en su arena…me zambullía en sus aguas… porque sentía […] el olor inconfundible de mi patria de océano a océano… (54)

La idealización que la protagonista hace de su nación es casi mítica y

asocia la muerte de su madre con la pérdida de la patria que ella vive. Esta

relación entre madre-patria puede observarse en un pasaje en que ambas

parecen confundirse: “porque te extraño y te extrañaré por siempre desde este

exilio injusto y equivocado… por no haber sido valiente y haber regresado a

tiempo, a tu lado…yo, tu única hija’’ (63). La tristeza que embarga a la muchacha

es por la lejanía de su país natal y la muerte de su madre.

44

El recuerdo de su patria y el arrepentimiento la acompañarán al parecer

para siempre. Aunque desconectada espacialmente de su tierra, ésta subsiste

en la forma de una fantasía frondosa y verde; Rolland-Mills lo define como una

especie de Neverland inalcanzable:

Yo era como Peter Pan y como él, volaba sobre el triángulo verde y brillante de mi tierra natal, era como un mapa de relieve tan real, que en mi vuelo rozaba los bellos volcanes, las copas de los árboles de cenízaros, guanacaste, madroño. Me salpicaba de la brisa de los lagos y podía aspirar el olor de la tierra húmeda a la que había caído el primer aguacero del invierno. (20)

Por esta razón, la descripción táctil, olfativa y visual que ella ofrece de su país

testifica la relación carnal que ella tiene con su tierra-madre. Es decir, una

relación física entre ella y el paisaje nicaragüense, que la identifica con su patria

y con la naturaleza de una forma nostálgica, pero que rescata su identidad. En

cierto modo, aquí nace una nueva cara femenina a la que Palacios llama la

creación de un nuevo perfil: ‘‘heroínas épicas que participan en el quehacer

histórico de su país” (137). Este nuevo carácter es producto de la transformación

del sujeto femenino pasivo en sujeto activo.

El arrepentimiento que muchas veces expresa María Elena respecto a su

situación se debe a la nostalgia que siente por haber dejado a su país y a su

madre. Sus recuerdos se remontan a pocos días antes del triunfo sandinista,

cuando recién había contraído nupcias con Eddy, el estudiante de Derecho. La

unión de los enamorados sucedió en pleno conflicto bélico. Rosario Aguilar hace

analogías entre el amor y la guerra durante un encuentro amoroso de la pareja:

“Con el mismo ardor con que se combatía nos acariciábamos celebrando

45

nuestra luna de miel” (12). Y más adelante destaca: “Expresándonos de mil

formas aquel amor juvenil, la pasión. Como si la guerra que se luchaba en

nuestro país no sirviera más que de escenario romántico para acentuar nuestra

unión” (13).

A pesar de referirse constantemente a la felicidad que los rodeaba, María

Elena sabe que el haberse ido de Nicaragua fue un gran error. La protagonista lo

atribuye al amor que siente por Eddy, sentimiento “incauto” que la orilló a

alejarse de su patria por el deber o necesidad de estar con él, y también a ser

engañada posteriormente: “Cuando amé de verdad, hasta el sacrificio de

renunciar a mi patria, fui traicionada, desairada” (91). Ella mantiene su

indiferencia frente a los hechos que vivía Nicaragua, como lo demuestra de

alguna manera en la cita antes mencionada.

Aunque María Elena está muy triste por no poder volver a su tierra natal,

ésta hace comentarios respecto a lo lindo y auténtico que es Nicaragua, pero

nunca realiza un comentario crítico respecto a la guerra. Al guardar silencio, ella

se presiente fuera de los hechos históricos. Por otro lado, su relación con Eddy,

un burgués, le hacía pensar en la guerra como un hecho de muy poco interés

para ambos: “No, nada de aquello nos concernía. Nosotros no éramos políticos,

ni militares. No nos metíamos en nada” (13).

De hecho, no sólo mujeres políticas y militares participaron en esta

guerra, lo cual podemos apreciar en las otras historias de las protagonistas de

esta obra. María Elena atraviesa por diferentes procesos durante su estancia en

46

Miami, uno de ellos es el de la indiferencia frente a los sucesos que acontecen

en su país, el otro es el ámbito personal. Ella misma reconoce un cambio de

valores, y la adaptación por la que tiene que atravesar para subsistir:

Comprendo que en este sistema me he vuelto egoísta y fría. Tengo que competir. Despojarme de todo romanticismo. Y valerme por mi misma. Nada, ni el amor puede crecer indefinidamente sin cambiar. (77)

Durante sus años de exilio en Miami, la principal preocupación de María

Elena es poder tener un empleo en una de las cadenas de cosméticos más

grandes del mundo. Para logarlo, ella cuenta con el apoyo de Jorge, su amigo

cubano-americano. Jorge le enseña a María Elena, a manera de adiestramiento,

cómo causar “la mejor impresión” y así conseguir el empleo. Rosario Aguilar

ilustra la frivolidad de María Elena, quien se encuentra complacida por las

comodidades que le brinda el país norteamericano, pero a la vez busca medios

físicos y emocionales para relacionarse con Nicaragua.

El comentario más fuerte a los beneficios que proveen los Estados Unidos

puede ser percibido en la narración de María Elena, cuando ella solicita el

trabajo en el área de ventas de cosméticos y se encuentra con Jorge:

Me chequeo de nuevo, de reojo, mientras él se acerca. Las medias son de la mejor marca. Los zapatos de legítimo cuero, finos, tacón alto, realzan mis piernas. Cartapacio ejecutivo de un cuero muy bello y del mismo color vino de la cartera, los zapatos y el delgado cinturón. Tailored suit rayadito, blusa de seda suave color amarillo mostaza. Delicados accesorios. Jorge cree que es un color que me favorece. Los cabellos me los dejé sueltos, como él me lo recomendó […] y el maquillaje dejando libre el tono de mi piel. (79)

47

Aguilar no solamente ubica a María Elena en un lugar que ella considera

inauténtico en rotunda oposición a Nicaragua, si no que además la coloca en

una posición en la que tiene que trabajar como vendedora de cosméticos. De

esta forma ambos espacios se oponen, en donde la venta de cosméticos es un

mundo artificial, lleno de falsedad y superficialidad en comparación con su país

natal.

A pesar de la nostalgia que María Elena siente por la tierra que la vio

nacer, el texto nos ilustra su adaptación al mundo cosmopolita que ahora vive.

Con las vivencias de este personaje, Rosario Aguilar pretendió representar a los

Estados Unidos como el lugar donde a María Elena la rodea la avaricia, la lujuria

y la soberbia. Para esta protagonista lo sensual le resulta diferente y único, y sus

triunfos profesionales la hacen sentirse realizada en el exilio, a pesar de extrañar

su país.

Palacios comenta la inclusión de una cita de Rubén Darío en la novela de

Rosario Aguilar. Entre sus recuerdos no se destaca ningún otro elemento que

pueda definir mejor a su tierra. De hecho, la naturaleza le sirve de punto de

referencia y de comparación entre el presente y el pasado, entre un espacio y

otro. Las diferentes referencias a las frutas exóticas y los árboles de cenízaro

simbolizan la generosidad de su tierra natal, las cuales contrastan con la

artificialidad que, según ella, caracteriza a su país de adopción: “Como diría

Rubén: moderno, audaz, cosmopolita. Pero detrás del brillo, de las luces… la

encrucijada de nuevo’’ (91). Nydia Palacios afirma que es perceptible la analogía

48

que la autora pretendió retratar, al comparar el éxito que Darío tuvo

internacionalmente con la independencia que María Elena alcanza en otro país

(La Representación 20). Rolland-Mills tiene una perspectiva diferente y piensa

en la cita de Darío en términos de descripciones que “caracterizan al país

adoptivo que ofrece una fachada atractiva que, en fin, permanece sin sustancia”

(104). Sin embargo, para la exiliada, Nicaragua se ratificará hasta los últimos

momentos de su relato como el único país en el cual ella quiere estar.

La exiliada reconoce que lo único que la une a su esposo Eddy, del cual

ella está separada, es la patria: “sin embargo, me he dado cuenta, que con

Eddy me une un interés común por la patria. Nicaragua es de nosotros. La

compartimos. Le pertenecemos” (16). Para Palacios, María Elena es un

“personaje anti-heroico” y resume su situación como una “joven burguesa que se

exilia y que se ve acosada por el remordimiento de haber abandonado

Nicaragua en un momento trascendental para su historia” (30). Para Rolland-

Mills, la protagonista se identifica plenamente con su patria Nicaragua, por medio

de la naturaleza, indicando que “para María Elena, la naturaleza nicaragüense

sirve de contrapunto a un mundo enajenador, hightech, moderno y artificial que

quiere asimilarla y aniquilar su esencia nicaragüense” (106).

Rosario Aguilar nos ofrece un personaje indefinido, inmaduro, tal vez tan

simple como el lector mismo. En ocasiones, sin embargo, a pesar de la

simplicidad y del antiheroísmo que irradia el personaje de María Elena, éste es

capaz de tener un pensamiento crítico y analizar su situación en el exilio. Para la

49

protagonista, el mundo en el que vive es artificial y se percata de la

inautenticidad del espacio en el que se desarrolla:

Si me aceptan… ya veremos… esas personas tan sólo piensan en el negocio, no les interesan mis problemas personales ni mi status migratorio. Me valoraran de una sola ojeada, de un solo golpe. […] Si sirven o no para demostrar los productos nada más. (34)

Las muchas comparaciones hechas por María Elena entre los dos espacios en

los que ella ha vivido, Nicaragua y Miami, nos hace indudablemente admitir que

no ha perdido su identidad nicaragüense. Sin embargo, su vida continuará en

E.E.U.U. hasta el final de su relato.

El personaje de María Elena reflexiona sobre su vida en Nicaragua

durante el período de la Revolución Sandinista. El valor de la experiencia

personal de la autora toma importancia en la voz de la protagonista en cuestión.

Rosario Aguilar hace una distinción de lo que significa el conocimiento popular

frente a lo expuesto en textos en los que la información plantea los hechos sobre

la guerra civil a nivel superficial y masivo, sin tomar en cuenta aquellas voces

que puedan darle un viro a nuestra interpretación del pasado. Al verse en medio

de la Revolución, María Elena confiesa que:

Nadie sabe nada de una revolución hasta que sucede en el propio país y hay que tomar decisiones transcendentales para el futuro, para nuestros hijos y nuestros nietos. Podemos haber leído mucho. Historia, ensayos, novelas, Pero nada. Nadie sabe lo que significa para nuestras vidas hasta que nos toca vivirla y aun así, es demasiado difícil para entenderla o describirla. (15-16)

50

La situación de María Elena, el exilio, es un proceso difícil por el que muchos

nicaragüenses atravesaron durante el período de la guerra civil. Rosario

Aguilar, mediante este personaje, nos transmite lo que muchos ciudadanos

atravesaron durante los enfrentamientos bélicos en Nicaragua. La protagonista

es el ejemplo de muchos otros nicaragüenses quienes padecieron la

incertidumbre de tener que dejar su país natal y buscar un futuro mejor en otros

horizontes.

De alguna manera, este aspecto de la narración apela al ejercicio de la

nostalgia —dentro y fuera del texto de Rosario Aguilar—. El libro parece sugerir

que la memoria del país natal está presente en el individuo, y que dicho

recuerdo primigenio se potencia en el exilio. Asimismo, es muy lúcida la

estrategia elegida por Aguilar al privilegiar el ejercicio de la “patria exterior”, es

decir, al vincular la identidad nicaragüense con paisajes, el verdor de la

naturaleza y la inmensidad de ríos y lagos. De este sentimiento nostálgico, el

personaje de María Elena nos hace partícipes a lo largo de dicha obra.

Por otra parte, la maternidad para María Elena supuso uno de los

momentos más tristes y dolorosos por los que tuvo que atravesar. Lo padeció

enormemente. Su enfrentamiento con la maternidad fue una experiencia

frustrante, se trató de un aborto no deseado. Aunque en un principio renegó de

la criatura porque le privaba de su libertad, su discurso de reflexión acerca de

la pérdida refleja un espacio de intimidad donde se confunden la felicidad de la

dulce con la tristeza del aborto:

51

Sumida en la más profunda de la angustias, del

dolor, perdí a una criatura, que era tan pequeña, tan desvalida…que no tuvo fuerzas suficientes para resistir para aferrarse a la vida…varón. […] sangrando mi corazón, sangrando mis ojos rojos y ardientes porque ya casi que no eran lágrimas las que brotaban de ellos… (62)

La actitud con que la mujer asume la maternidad está relacionada, según el

argumento de esta obra, al contexto de vida y al espacio en los que la mujer se

desarrolla en Nicaragua. Así, la muerte del bebé tal vez está asociada al

fallecimiento de muchos nicaragüenses durante la guerra; a su vez, se puede

establecer aquí un paralelo más que claro entre la muerte de su madre y la

pérdida de la patria. Mills lo interpreta acertadamente, relacionando el deceso de

la madre de María Elena con la nostalgia de Nicaragua que ella padece. De

hecho, esta relación entre madre-patria puede observarse en un pasaje en el

que ambas parecen confundirse “porque te extraño y te extrañaré por siempre

desde este exilio injusto y equivocado…por no haber sido valiente y haber

regresado a tiempo, a tu lado…yo, tu única hija” (63). El discurso de María Elena

se traduce en la infelicidad en la que vive, extrañando en la distancia su país

natal, Nicaragua.

El presente para ella está junto a Jorge y debería “sentirse feliz […] por

amar y ser amada de nuevo” (11). Sin embargo, la tristeza que la embarga es

por la lejanía de su país y su estadía en los E.E.U.U. Aunque ella debería estar

feliz, el recuerdo de su patria y su arrepentimiento por haberse marchado la

acompañarán, al parecer, para siempre.

52

Rosario Aguilar refleja varias situaciones en las que lamentablemente las

protagonistas de su obra estuvieron rodeadas de un ambiente bélico. Cada una

de ellas vivió y padeció una situación de conflicto diferente. La historia de Leticia

es la que mejor desarrolla el tema de la maternidad en relación con su ambiente

y su medio. Además, por medio de su relato nos informamos sobre la posición

de un indio miskito respecto a la diferencia entre los dos espacios aquí

analizados: la urbe en contraste con la selva.

También percibimos el sentir de Leticia al vivir con su pareja, el indio

miskito, en un terreno completamente nuevo y desconocido para ella: la selva

nicaragüense. Podemos pensar que Aguilar aplicó a la historia de María Elena

pinceladas sobre la participación que más tarde tendría la presencia de los

Estados Unidos y su relación con Nicaragua luego del triunfo de la Revolución

Sandinista. La intervención de los E.E.U.U. en Nicaragua tuvo como

consecuencia la problemática histórica entre los sandinistas y los indios miskitos.

Jorge Jenkins Molieri, estudioso de la historia nicaragüense, explica que la

metodología del “enemigo” (los E.E.U.U.) fue la “manipulación de la problemática

étnica y como consecuencia el ulterior involucramiento de buena parte de la

población indígena en los planes imperiales de dominación” (1).

En la historia de Leticia, Rosario Aguilar, así como con el personaje de

María Elena, no involucra a sus protagonistas en una situación de conflicto

bélico, por el contrario, los desplaza al campo o selva atlántica nicaragüense,

lugar al que Leticia se dirige desde Managua para trabajar como maestra en el

proyecto sandinista de alfabetización. Por medio de Leticia, la autora nos ofrece

53

su perspectiva de otro protagonista de los hechos pasados nicaragüenses, es

decir, el grupo de indios miskitos.

d.2. La selva: un espacio masculino

La historia de Leticia la conocemos por medio de una voz narrativa en tercera

persona. Sin embargo, sus pensamientos más íntimos los percibimos,

usualmente, de su propia voz. En cambio, su esposo Cristy, el indio miskito de

nombre foráneo, nunca expresa sus pensamientos y llegamos a conocerlo sólo

por sus acciones y por medio de las introspecciones de Leticia. El escenario de

esta historia es la costa atlántica nicaragüense, en la que cohabitan

comunidades indígenas como los miskitos, sumos y ramas, entre otras etnias.

En el relato sobre Leticia, el mundo natural se transforma en una selva

primero idílica, pero después laberíntica que, sin embargo, sigue siendo un

territorio masculino. Efectivamente, la narración que se dedica a Leticia, otra

protagonista de 7 relatos, ofrece una perspectiva diferente de la naturaleza

nicaragüense. En efecto, el bosque que retrata Aguilar, según Rolland-Mills,

‘‘llega a transformarse como en los cuentos de Quiroga en una naturaleza

violenta que amenaza al individuo que subestima su poder’’ (107).

Leticia es una ex guerrillera que participa en una campaña de

alfabetización en la costa atlántica de Nicaragua. Durante esta misión

educativa, ella se enamora de un guía indígena de origen miskito, llamado

Cristy. La frase inicial del Capítulo II aparenta ser el resumen de la historia de

54

la heroína: ‘‘y su gran entusiasmo del principio se ha convertido ahora en

desesperación…’’ (17). La evolución de las emociones de ella se relaciona, de

cierta forma, con el amor que ella siente por su pareja. Por amor a él, Leticia le

sigue en medio de la selva donde viven felices en ese paisaje paradisíaco. En

efecto, los amantes se ubican en mundo mágico, risueño, florido que se

encuentra aislado de la civilización.

La naturaleza que circunda a los enamorados refleja a la perfección el

amor que sienten el uno por el otro: ‘‘un mundo que se asemeja a los principios

de la creación’’ (65), señala uno de los personajes. La percepción que la

protagonista posee de Cristy está llena de elementos sensuales, tales como

olores y observaciones hacia el cuerpo del hombre. En este sentido, es

relevante lo que Elaine Showalter señala acerca del modelo biológico de

análisis feminista en la literatura escrita por mujeres: ‘‘The biological [model]

emphasizes how the female body marks itself upon a text by providing a host of

literary images and a personal, intimate tone’’ (cit. en Chumpitaz-Furlan 33).

No obstante, la atmósfera idílica se deforma, reflejando el desencanto de

la protagonista en medio de un espacio que no es el suyo. Sin duda, estos

acontecimientos que viven los amantes obligan a realizar paralelos y a

encontrar ecos de La Vorágine, de José Eustasio Rivera, en 7 relatos. En la

obra del colombiano, la naturaleza se presenta como una realidad de valores

femeninos, ya que el personaje de Alicia incursiona y vive en la selva

amazónica, contrastando así con el personaje de Leticia que lo único que

desea es escapar de la selva. Aunque la maestra no se siente adaptada

55

totalmente al ambiente selvático, se siente cómoda por la presencia y el amor

que le brinda Cristy. Sin embargo, los desacuerdos surgen en un tiempo previo

al alumbramiento de Leticia, pues ella, ‘‘mujer civilizada’’, necesita y desea dar

a luz en la ciudad.

El indígena se opone a los deseos de ésta, ya que él quiere que ella

alumbre en la selva, ‘‘en aquellos parajes y completamente al natural’’ (40). La

ausencia prolongada del guía durante el parto de Leticia cambia para siempre

la visión idealizada que tiene la muchacha del medio ambiente que la rodea;

empezando a desarrollar sentimientos paranoicos hacia la selva:

Fuera de la casa brillan miles de ojos acechándola, cientos de pantanos, laberintos verdes de selvas, de cielo…todos iguales, todos bellos. Amenazantes, vigilantes, mortales. Esperando que ella, venida del

Pacífico, cometa un solo error… Los enormes árboles que la circundan, si se descuida, intentarán con sus raíces y sus ramas invadir. (26)

La inquietud que siente la protagonista cuando contempla el mundo natural

salvaje que la rodea, se incrementa rápidamente en una serie de alucinaciones:

‘‘todas aquellas plantas y enormes árboles de grandes hojas respiran,

transpiran: son seres vivientes’’ (39).

Aguilar no sólo establece una discrepancia entre la ciudad y la selva sino

que también anuncia lo funesto que será la situación política de Nicaragua

después de la guerra civil, así como lo que provocará: “La asustan varios

pájaros negros y raros que se posan en las ramas de los árboles de atrás, por

la carbonera. Con sus alas negras y abiertas parecieran presagiar algo funesto,

56

trágico, triste” (40). Es decir, introduce una imagen de la guerra “Contra-

Sandinista” y posteriormente la caída del régimen sandinista que gobernaba el

área del Océano Pacífico. Esta última afirmación está mejor ilustrada cuando

Leticia, esperando a Cristy en medio de su angustia, dolor e impotencia, se

siente observada por toda la selva: “Amenazantes, vigilantes, mortales.

Esperando que ella, venida del Pacífico, cometa un solo error. Un error.

Esperando” (26).

El episodio del alumbramiento es trágico y violento, no sólo por el dolor

físico que él le produce, sino por la soledad y el temor que la rodea. El paisaje

verde que Leticia tanto disfrutaba y la hacía sentir dichosa, se transforma en un

espacio del cual necesita escapar y no puede: ‘‘Repentinamente se siente

prisionera y totalmente aplastada por aquella exuberante naturaleza que, en

medio de su desesperación, se le asemeja a una trampa mortal en la que por

amar ha caído’’ (17).

La desesperación de la muchacha por librarse del dolor que la atormenta

alcanza su máxima expresión en el encierro del cual se siente víctima:

‘‘laberintos verdes de los que no existe salida para un extraño’’ (25). La

decisión inicial de vivir libremente con Cristy en la jungla ha cambiado de

manera drástica; el sentimiento de Leticia, ahora, es el de que haber caído en

una trampa. En efecto, ella ‘‘se siente prisionera’’ (17), en una ‘‘prisión bella y

macabra’’ (86), donde está ‘‘enterrada en vida’’ (86).

57

De acuerdo con Rolland-Mills, el espacio “verde” en el que se desarrolla

7 relatos no corresponde a “un espacio femenino utópico, sino que simboliza el

territorio nacional sobre el cual la guerrilla lucha por el poder” (96) y añade por

tanto que las mujeres “no tienen una relación privilegiada con la naturaleza”

(101). Rolland-Mills cita como apoyo a Ileana Rodríguez, pues ella afirma que

la selva se ha convertido en aquel espacio masculino en que las guerrillas

desfilan “como fantasmas” (97). Según la visión de Leticia, las mujeres en la

naturaleza encuentran una prisión y son excluidas del paisaje selvático.

La llegada del bebé a la vida de ambos personajes, sumado a la

experiencia angustiosa del alumbramiento, lleva a Leticia a desarrollar

sentimientos de rencor hacia la naturaleza que la rodea y considera a su pareja

el responsable de sus tragedias estando en la selva. A pesar de los esfuerzos

de Cristy por tratar de mejorar el estilo de vida de Leticia, brindándole

comodidades, para ella es claro que aquél no es “su mundo” ni su espacio, y

que necesita liberarse. La situación de incomprensión y disgusto entre Crsity y

Leticia es parcialmente análoga a la que vivirían los sandinistas y los miskitos,

debido a la diferente evolución que tuvieron ambos grupos. Según Jenkins

Molieri, esta situación estuvo relacionada a un “desconocimiento recíproco de

los modos de vida, tradiciones, estructuración social” (3), de los enamorados.

Particularmente, el desencanto de la protagonista está atribuido a su

origen en la región más industrializada de Nicaragua, pues ella ha nacido en la

costa del Pacífico. El mundo selvático no puede satisfacer a la maestra, ella es

una mujer profesional, que ha estado involucrada en el proceso histórico de su

58

país por medio de la revolución. No, la heroína no se adapta a la selva, y si

acaso la conoce es sólo a través de los libros. Sin embargo, el indígena miskito

no posee el conocimiento científico de la maestra, y aunque cuenta con el

conocimiento popular y la experiencia de vivir en un mundo salvaje, él está

consciente de que su amada no pertenece al medio natural:

Es verdad que sabe matemáticas, sociales y lenguaje y está capacitada para enseñar a leer y escribir a los que no saben y sin embargo, es algo distinto, no lograría descifrar las vueltas del río ni los posibles senderos en las selvas. Conoce la geografía en el mapa, pero una cosa es el mapa, en donde parece una empresa fácil, y otra la realidad. (20)

En este caso, la protagonista no posee conexión alguna con la naturaleza, por

el contrario, se siente totalmente perdida, desencantada por el aislamiento, no

se ubica ni en el tiempo ni en el espacio: ‘‘el lugar exacto en donde se

encuentra realmente está fuera del tiempo, de la geografía e incluso de la

imaginación’’ (20). El mundo selvático ya no satisface a Leticia. Esta situación

afecta la relación de la pareja, ambos pertenecen a dos mundos distintos.

Según Molieri, esta situación se debe a ‘‘un desconocimiento recíproco de los

modos de vida, tradiciones, estructuración social, etc’’ (3).

La llegada del bebé a la vida de esta pareja, sumado a la experiencia

angustiosa del parto, lleva a Leticia a desarrollar sentimientos de rencor hacia

la naturaleza que la rodea y al hombre que ama, puesto que para ella, él es el

responsable de su amarga estadía en la selva. A pesar de los esfuerzos de

Cristy por tratar de mejorar el estilo de vida de su compañera sentimental,

59

brindándole comodidades, para ella está claro que aquél no es su mundo y que

necesita liberarse de él. La protagonista está desesperada y desea irse a la

ciudad, y el indígena dejará ir a la maestra bajo la condición de no llevarse al

hijo con ella. En un nivel de análisis de la relación de pareja, Bressler expresa:

‘‘Man is the subject, the one who defines meanings; woman is the object,

having her existence defined and determined by male’’ (189). Por un lado,

Leticia se encuentra en una situación de dominio y sumisión, y esta petición es

un gran sacrificio para ella. Por otro lado, ella no puede aceptar una vida de

doméstica y primitiva en medio de la selva. De alguna manera, la maestra se

sentía útil al servicio de la Revolución, participando activamente en política y en

las cruzadas de alfabetización ‘‘su regocijo, su alegría cuando la inscribieron en

las escuadras roji-negras’’ (18).

El personaje de Cristy es descrito como la naturaleza a la que pertenece,

fuerte, tranquilo, “tenía un cuerpo vigoroso y […] transmitía inconscientemente

confianza” (56). El miskito era un “ser lleno de vida, exponente de su raza,

amante de las selvas, del agua” (59). Un hombre “en el peligro siempre rudo,

con [Leticia] totalmente desvalido y sumiso” (70).

60

En el episodio cuando Cristy va en busca de Leticia a la ciudad,

podemos entender, a través de la narración, cómo se sintió el indio miskito al

verse inmerso en un ambiente que le era completamente ajeno:

A pesar de que no le gustó la ciudad ni los volcanes azules. Le dio claustrofobia la casa limitada por paredes, aceras, calles. Se sintió acosado y un sentimiento de presión, sofocación, se apoderó de su cuerpo porque no podía limitarlo con las paredes de una habitación; con los edificios. Lo aplastaban y quiso liberarse huyendo de ahí. (44)

Observamos en este pasaje el sentir del indio miskito y lo podemos trasladar al

sentimiento experimentado por otros miskitos cuando se vieron “empujados” por

el gobierno sandinista a formar parte la Revolución. De acuerdo a Rodolfo

Stavenhagen, “el gobierno sandinista (fue) incapaz de comprender las justas

demandas de los miskitos los cuáles reprime violentamente y cuyos derechos

humanos viola con impunidad” (cit. en Chumpitaz-Furlan 46).

Un comentario por parte de la narradora parece instruirnos sobre la

fascinación de Leticia hacia Cristy: “logró que botara de los instintos de maestra

que prevalecían en Leticia, un sentimiento cariñoso y protector” (70). Esta idea,

una vez más, puede ser ampliada y equiparada con lo sucedido durante el

periodo de unificación por parte del gobierno sandinista. Sin embargo, lo dicho

hasta aquí completa el panorama sobre las relaciones del nuevo régimen con las

comunidad miskitas en Nicaragua.

Ahora bien, Leticia se encuentra en una encrucijada y debe tomar una

decisión. Cristy la dejará irse, bajo la condición de no llevarse al hijo de ambos

61

con ella. Esta petición significa una gran sacrificio para ella, y luchará con sus

emociones para resolver su partida de aquel lugar y su regreso a la ciudad.

Rosario Aguilar, en el relato de la historia de Leticia, nos deja en el umbral, pues

la narración culmina y el lector no es informado acerca de la decisión final que la

protagonista tomará. En el episodio final, Leticia recobra su propia voz y se

convierte en narradora de sus últimos pensamientos, mas no de sus decisiones.

La identificación de Leticia con la idea de “patria” se ve demostrada en

sus expresiones de amor a la naturaleza, admiración por la majestuosidad de la

selva aún inexplorada y por el compromiso de querer colaborar con el progreso

de su sociedad. La identificación consigo misma como mujer y madre se

presenta aún en proceso hasta el final del relato: retirarse a la ciudad y dejar a

su hijo, al menos por un tiempo, o sacrificar sus planes de realización y quedarse

con un hombre al que ya no admira tanto.

En definitiva, la protagonista desea alejarse de la selva aún inexplorada

y regresar a la ciudad. En este hecho se puede establecer que en ella perduran

valores femeninos que le han permitido sobrevivir en la selva, pues no

contempla la idea de vivir en un régimen patriarcal y en un mundo al que no

pertenece. Al contrario, pretende colaborar con el progreso de la sociedad y

tener una participación directa con la historia de la nación nicaragüense.

62

d.3.Nicaragua: la burguesía vs los militantes sandinistas

La imagen lo es todo, salvo un producto directo de la imaginación

(Bachelard, La poética del espacio)

La historia de Paula, hermana de Leticia, aunque se desarrolla en un espacio

diferente, es igual de agitada y con un final, podríamos decir, previsible. El

relato de su historia se reduce a la relación que tuvo con Eddy, el esposo de

María Elena. Eddy volvió a Nicaragua para resolver asuntos familiares y tuvo

un amorío con Paula quien es militante sandinista miembro de la burocracia

durante el gobierno de la Revolución, a quien Eddy llega solicitando ayuda.

La apariencia impecable de Eddy, impresiona enormemente a Paula y

establece una relación amorosa con él. Después de un tiempo, Paula queda

embarazada de Eddy, ya conforme con el trabajo realizado por su amante, opta

por dejarla y volver con su esposa. Totalmente decepcionada y traicionada,

Paula busca ayuda en sus amigos sandinistas de quienes la recibe en

abundancia. En cierta forma, la historia de Paula nos aproxima a dos

estamentos protagonistas de la Historia de Nicaragua: la burguesía y los

sandinistas, así como al típico abuso o complejo de superioridad por parte del

primero de ellos.

El impacto que Eddy tiene en Paula es construido en la oposición entre

lo conocido y desagradable versus lo aventurero y probablemente placentero.

Las comparaciones que Paula realiza acerca de Eddy respecto a sus

63

compañeros sandinistas demuestra una falta de identificación, si no con el

partido, al menos con su raza y clase:

[…] ella se fijó en sus uñas limpias y recién cortadas. Al levantar su mirada observó que los botones de la camisa eran iguales y después vio que el pantalón estaba bien planchado y la raya bien hecha, que sus zapatos los llevaba bien lustrados y brillantes. Aseado. Las antítesis de todos los “compas” que entraban y salían de la oficina despreocupados… las camisas desabrochadas y salidas del pantalón, y además, siempre comiendo algo. (21-22)

El amor fue para Paula un engaño, ya que Eddy no sólo estaba ya casado sino

que además era un burgués que simplemente la pretendía para obtener

beneficios: “entre plática y plática el insistía en que contaba con ella, con su

ayuda para que todo su asunto se resolviera favorablemente” (45). Debido a

esto, la llenaba de regalos, la paseaba en auto (cuando todos tenían que hacer

largas colas para tomar el autobús) y le prometía que cuando ella arreglase su

asunto, él volvería a Nicaragua para quedarse. Para ella todo eso significaba un

aire nuevo, un cambio de espacio, nuevas emociones, “olores a prosperidad,

lujo, derroche. A países lejanos y desconocidos. Seguramente bellos” (47).

Su enajenación, la pérdida de su identidad personal y de partido, estaba

en proceso. El sueño de haber nacido burguesa que significaba la felicidad pero

a la vez, la culpabilidad que sentía por tratar de ser feliz y por querer pertenecer

a un mundo que siempre había criticado, la llenaba de dolor y de

arrepentimiento. Sentía que estaba traicionando no solamente los ideales de la

revolución sino a su propia hermana, Leticia.

64

Las posesiones de Eddy le revelan un mundo que, por inaccesible y

deseado, construyen en ella un sentimiento de inferioridad. Esto último se

evidencia cuando Paula tiene la oportunidad de observar una foto de María

Elena y siente que jamás podría “compararse con aquélla de la fotografía” (65).

La facilidad que tuvo Eddy para cautivarla obedece, así, al mundo de fantasía en

el que Paula vivía, pues soñaba con muchas cosas que resultaban imposibles

para la época en que estaba viviendo: “quería al hombre apropiado, casarse en

ceremonia religiosa, con vestido blanco, velo y azahares […] eso es lo que ella

quería y soñaba” (23-24).

Rosario Aguilar no sólo nos presenta el proceso por el que tuvo que pasar

Paula para probar la fuerza de sus convicciones y reafirmar su identidad como

mujer y como “compañera”, sino también la solidaridad del grupo hacia ella.

Algunos pasajes de su historia revelan cuáles eran las relaciones de

camaradería entre los sandinistas así como algunas de sus actividades. Por

ejemplo, la narración nos ilustra que los sandinistas no siempre se mostraron

satisfechos luego del triunfo de 1979. Además, nos cuenta respecto a la vida

disipada que los soldados sandinistas tenían a pesar de estar realizando

funciones militares: “por las noches, cuando tocaba vigilancia […] Tomaban café

o pinolillo y algunas compañeras, en esas noches, hasta salían embarazadas”

(23).

La maternidad llegó para Paula en una forma impensable, ajena a

cualquier forma de idealización. De hecho, este personaje parece no

comprender la situación que vive, el abuso de un hombre que desprecia su clase

65

social, la pobreza y el desorden de su país. La voz narrativa explica que “su

cuerpo comenzó a ensancharse vertiginosamente…” (67), hasta el punto en que

ya no le quedaba el uniforme. La niña nació enferma y Eddy no estaba a su lado

para ayudarla.

El requerimiento de una visa a E.E.U.U. para llevar a su hija a recibir un

tratamiento médico la coloca nuevamente en una posición de autohumillación al

referirse a su apariencia como no equiparable a la mujer norteamericana. Por

tanto, los Estados Unidos es el espacio al que Paula no puede acceder y

Nicaragua con los sandinistas es el lugar que le brinda estabilidad y ayuda.

Rosario Aguilar piensa que es el momento de traerla a la realidad y al espacio a

donde ella pertenece, y así solicitar ayuda de quienes realmente son amigos: el

cuartel militar y sus “compas”. Toda esta situación, hasta cierto punto,

vergonzosa en la actitud del personaje, le hizo reflexionar respecto a cuál era

realmente su lugar sin necesidad de humillaciones: “Sería quien era en realidad.

Las aguas tarde o temprano vuelven a su cauce” (105).

Paula regresa a su situación inicial, a su espacio, a donde pertenece: a la

ideología sandinista y al mundo proletario “que le tocó vivir”. En la última línea,

Aguilar nos deja ver lo inexorable del destino de Paula quien parece haber

realizado un pequeño viaje para darse cuenta de que las cosas fuera de casa no

son tan buenas como parecen, y, por lo tanto, volverá al hogar donde siempre se

puede estar seguro. Esta travesía de Paula, aunque le dejó una hija —“la

burguesita”, como le apodaron sus compañeros sandinistas en el libro—, la

colocó en una posición que la hizo reafirmar sus anteriores convicciones. Al

66

parecer, Rosario Aguilar trató de establecer alguna crítica hacia aquellos que

probablemente optaron por abandonar su ideología a cambio del confort.

La primera parte de 7 Relatos culmina dejándonos con las historias de

tres mujeres que aún tienen asuntos por resolver. Sin embargo, el final de sus

historias nos muestra que al menos ellas han podido dilucidar sus problemas y

que están encaminadas a resolverlos. La segunda parte de esta obra también

nos narra las historias de mujeres en situaciones deprimentes con problemas por

solucionar.

67

E. Los espacios cerrados

Cuando las cimas de nuestro cielo Se reúnan

Mi casa tendrá un techo. (Paul Eluard, Digno de vivir)

e.1. La casa y la clandestinidad

La segunda parte de 7 Relatos, “Sobre la guerra: adiós para siempre”, encierra

la historia de cuatro mujeres: María José, Karla, Lucía y Sonia, durante el

derrocamiento de Anastasio Somoza por el grupo sandinista, por lo que las

imágenes y metáforas que emplea Aguilar están cargadas de bastante crudeza.

En muchas ocasiones la crueldad proviene de los miembros de la Guardia

Nacional, a quienes llama demonios apocalípticos. De esta manera, Aguilar, a

pesar de haber indicado que su producción no tiene fines propagandísticos,

evidencia aquí su simpatía hacia la Revolución, y acentúa su rechazo al

régimen somocista.

Desde su creación, la Guardia Nacional se consideró como una

herramienta de opresión por parte del gobierno dictatorial de los Somoza. Los

asesinatos llevados a cabo a personajes que manifestaban su oposición a la

dictadura y que buscaban un cambio, siempre fueron repudiados. Aunque la

crueldad e impunidad de sus acciones son sabidas, un acercamiento a historias

individuales convierte a esta institución en humanos que sin misericordia

aniquilaron a otros seres humanos inocentes. Las historias de María José y

Lucía aproximan al lector a conocer el proceder de este grupo armado.

68

Seguramente cuando María José se apartó de la clase burguesa a la que

pertenecía para formar parte de las filas del grupo sandinista, jamás imaginó que

su muerte sería tan despiadada. Rosario Aguilar se vale de un narrador

omnisciente para contarnos la historia de María José, una muchacha de la

burguesía, consciente de las diferencias de clase e involucrada en la búsqueda

del cambio. Decide dejar a su familia y unirse a la guerrilla, donde conoce a un

militante de quien se enamora y queda embarazada. El presente nos relata su

traslado a la ciudad, donde se encontrará con Karla, una camarada, protagonista

que aparece en una novela anterior de Rosario Aguilar, El guerrillero (1976). Es

importante destacar esta obra, pues, de esta forma, nos acercarnos y

conocemos un poco más al personaje de Karla o Margarita Maradiaga en 7

Relatos.

En El guerrillero, la historia de la protagonista se desarrolla por lo general

en el pueblo, y más aún en la casa y la escuela donde ella trabaja. Su contacto

con la naturaleza es mínimo. Debido a su asociación secreta con la guerrilla, el

mundo de la maestra rural se encuentra circunscrito a un perímetro cerrado y

aislado. La maestra no acepta vivir en un espacio interior. Se siente oprimida sin

poder demostrar ni sus miedos ni sus frustraciones. Con el fin de no despertar

sospecha y no ser denunciada por la sociedad como aliada de la guerrilla, opta

por refugiarse en su casa. A la joven no le queda otra opción más que sobrevivir

en los espacios confinados y cerrados.

En cambio su amante, el guerrillero, se encuentra en estrecha conexión

con los espacios abiertos y con la naturaleza salvaje. Los elementos naturales

69

que escoge la protagonista para describir a su amante son a la vez escurridizos,

poderosos y difícilmente controlables, lo que le da al guerrillero un aire de

libertad y de independencia:

[a]ma intensamente su imagen que para ella es irresistible como el viento que trae detrás, la lluvia, como las aguas de un río que corre y que no se puede detener, como la luz que es hermosa y existe pero que no se puede coger ni comprender. (227)

El protagonista se define entonces como un individuo rebelde que no está

establecido en algún sitio “urbano’’ o cerrado. Esto le da al personaje del

guerrillero un aire de libertad e independencia, que no se rige por convenciones

sociales. La persecución política de la que él es víctima lo obliga, de cierta

forma, a vivir de forma fugitiva. Dicha situación le cierra la puerta a una relación

amorosa y estable con la maestra rural.

La selva nicaragüense es, entonces, su refugio, aunque hostil y peligroso.

Efectivamente, la protagonista hace una asociación de ideas entre la naturaleza

y el guerrillero quien, en su mente, se mueve exclusivamente en un medio

ambiente salvaje y duro, siempre lejos de la ciudad:

El clima de Nicaragua es cálido, pero fresco en las sierras. Las estaciones de Nicaragua son: invierno o época de lluvias y verano o época seca. Ay amor, mejor no te hubieras ido por esos caminos que están llenos de lodo ¡ha llovido tanto! Los llanos deben estar que son un solo pegadero. (235)

En este pasaje la voz de la heroína describe la topografía y el clima de

Nicaragua, pero también expresa una inmensa preocupación por su amado que

70

se encuentra, según ella, en peligro. En una ocasión, la maestra rural mitifica la

imagen del guerrillero en las montañas y en los ríos que serpentean Nicaragua;

en sus reflexiones, la naturaleza es sin duda el mejor hogar para él:

[a]mor, ¡tantas veces imaginé a tu balsa fugitiva deslizándose sobre el río, casi a salvo, navegando sobre el río San Juan! Dicen que sus aguan bajan apacibles hacia el mar, como una masa, un todo que se desplaza lentamente, ancho, poderoso, impresionante… aguas que no ha dominado el hombre. ¡Dicen que son tan mansas en apariencia! Debajo de esas dulces aguas, vida mía viven monstruos gigantescos: tiburones, peces sierras, sí, como esos peces feroces que salen fotografiados… (271)

Para ella, él es un personaje heroico y fuerte, ya no es el ser humano

herido a quien hospedó en su casa. El guerrillero, eterno fugitivo en un laberinto

de aguas verdes y peligrosas, se convierte en un símbolo de libertad y en una

criatura casi sobrenatural. Por tanto, la naturaleza salvaje es su dominio, su

refugio, su casa que lo abrigará hasta el triunfo de la Revolución Sandinista.

Ileana Rodríguez explica que en la literatura revolucionaria a principios de los

ochenta, “the mountain is “power”, “myth”, “symbol”, “site of gestation”, a “boot

camp” (56). La montaña es donde los guerrilleros luchan por crear una nueva

nación. Es allí donde se fomentan las grandes operaciones guerreras que van a

cambiar el futuro de la nación. La naturaleza es un refugio, y el espacio

exuberante donde el combatiente se esconde y desaparece sin dejar huellas:

[s]u vida es clandestina y no se le puede escribir en ningún lugar. Se eclipsa como se esconde el sol o la luna tras la sombra momentánea de la tierra. Existiendo siempre detrás de la sombra. (119)

71

Por consiguiente, la naturaleza se asocia claramente con el guerrillero y

no con la mujer. Él es una figura elusiva y mítica que no puede ni localizarse ni

visualizarse claramente, pero queda claro que, entre él y la selva, existe una

especie de fusión/asociación. El mundo natural no sólo le provee al

revolucionario una guarida en contra de la Guardia Nacional, sino que también

se posiciona metafóricamente como un verdadero compañero de armas que

facilita sus acciones de guerra: “la hierba reverdecía. Los árboles lavados por las

primeras lluvias, ya sin el polvo del verano, brillaban al sol. Estaba preparando el

escenario propicio para que los guerrilleros se escondieran” (136).

De modo similar, en 7 relatos, particularmente en los fragmentos que se

relacionan directamente con la guerrilla, el mundo natural continúa

confundiéndose con la montaña y, como en El guerrillero, sigue representando

un territorio exclusivamente masculino. La invasión del espacio natural por el

guerrillero obliga, de cierta forma, a que la mujer emigre a la ciudad. Es allí, en el

mundo urbano, donde la mujer actúa como guerrillera. Incluso, en 7 relatos

reconocemos al mismo personaje de la maestra rural bajo el seudónimo de

Karla, su labor para con la guerrilla no está en el campo, es decir, con el fusil en

la mano, sino más bien de envío de cartas y recolección de dinero para alimentar

a miembros de la guerrilla.

El verdadero nombre de la maestra rural es Margarita, y ella retrata el

nuevo panorama femenino en la historia de la nación nicaragüense al arriesgar

su vida y abandonar temporalmente a su hijo para apoyar la Revolución. La

joven comprende que su destino ya no está al lado de su amante sino de su hijo,

72

y, asimismo, está segura de su misión como madre y maestra. De la misma

manera, reconoce que el sacrificio de haberse separado de su hijo, así como

haber arriesgado su vida por la causa sandinista, valió la pena pues sólo así

pudo integrarse a la historia de su país. Por otra parte, en el relato sobre Leticia,

el mundo natural se transforma en una selva, primero idílica, aunque después

laberíntica y que, sin embargo, al final seguirá siendo siempre un territorio

masculino.

Los años setenta coinciden con una intensificación de la actividad

revolucionaria en Nicaragua. A principios de la década, cada vez más

nicaragüenses se unieron al Frente Sandinista, mientras que otros

nicaragüenses marchaban al extranjero, como resultado del conflicto bélico que

sufría el país. Este es el caso de María Elena que, luego del triunfo de la

Revolución Sandinista, se exilia en la ciudad de Miami, desde donde añora su

tierra natal.

La llegada de Karla a la casa clandestina obliga a la búsqueda de una

partera, quien al parecer los delata ante la Guardia Nacional. Es precisamente

este episodio el que nos ilustra las acciones de la Guardia Nacional de Somoza,

desde un punto de vista personal de la autora. Resulta interesante mencionar

que la muerte de María José ocurre en el capítulo correspondiente a Karla, quien

está en la azotea de la casa cuando se percata de la llegada de la temida

Guardia Nacional y decide esconderse ahí y utilizar dicho espacio de guarida. La

voz narrativa se refiere a las acciones de la Karla, aunque el mayor daño es

sufrido por María José y por los otros militantes en la casa clandestina:

73

Una hora después […] vio si como si surgieran cuatro demonios cuatro demonios. Sintiendo el Apocalipsis en su carne. Vienen […] gritando con voces infernales. Abriendo a patadas y ráfagas de metralla la puerta de madera […] Sin preguntar. Nada. Tan sólo ráfagas a diestra y siniestra. Los enemigos marchándose… así, deslamados… […] Los jeeps arrancan… los enemigos van satisfechos. Prepotentes. Escupiendo. […] [Karla] ve primero a Marcos. El poeta. Con sus sesos, sus pensamientos. Con su sangre, con su vida. (127-128)

El terror de Karla es el reflejo de saber que el fin de la vida se acerca a pesar de

no estar en la mira de los asesinos. Mediante la comparación de estos con

demonios del Apocalipsis, Rosario Aguilar nos hace partícipes del sentimiento de

Karla cuyo uso de la imagen del “día del juicio final” tiene un fuerte poder

evocador que alcanza al lector en un solo golpe de voz. Continuando con esta

analogía de carácter bíblico, es interesante recordar que el libro de

“Revelaciones” incluye además el anuncio de la llegada del Reino de Cristo y de

la Salvación. De la misma manera, la guerra por la que está pasando es

considerada necesaria para la llegada de tiempos buenos, es decir, el triunfo de

la Revolución. Sólo así puede entenderse la fuerza con la que el texto desborda

en símbolos para asegurarle al relato, con una gran economía de voces, un

tránsito seguro hacia el lector.

Por lo demás, todo este terror y dolor se acrecientan aún más cuando se

transforman en desesperación. Karla ha visto a María José y parece que el dolor

de la guerra ha sido transportado al dolor de la embarazada quien además está

a punto de morir:

Pero lo peor no es eso. La María José en el baño. Todavía viva. Da gritos desesperados y angustiosos.

74

Desgarradores […] su dolor es tan intenso… porque no proviene tan sólo de su muerte, del desgarramiento físico de su cuerpo, sino también del dolor del parto… ya era la hora. […] Muriendo, pariendo por Nicaragua. Extraño compromiso. (128-29)

María José y el niño fallecerán en la casa clandestina. Serán tan sólo dos

víctimas más entre todas las que murieron en manos de la Guardia Nacional. Sin

embargo, no es simplemente un número o una estadística cuando Rosario

Aguilar nos ofrece una gráfica descripción de la muerte de la madre y del hijo en

su vientre. En este sentido, nos muestra el sacrificio de María José, quien muere

por su patria haciendo “un extraño sacrificio”, haciendo ya muy claro el correlato

con la causa revolucionaria.

Como lo plantea Bachelard “La casa es, más aun que el paisaje, un

estado del alma” en donde “toda imagen simple es reveladora de un estado del

alma” (78). La casa clandestina fungió como guarida para Karla, pero sólo ahí se

percibirá la imagen de su propia muerte.

75

e.2. La prisión

La historia de Lucía se encuentra lejos de la acción. Su localización y posición

no está en el bando de sus compañeros, sino más bien con el enemigo. Se

encuentra presa en un cuartel de la Guardia Nacional y aunque no hay ningún

tipo de ataques hacia ella en el presente, el recuento de lo sucedido y de la

descripción de su estado actual afectan, de alguna manera, la percepción del

lector: “Lucía se asemejaba a un frágil pájaro con sus alas rotas para siempre”

(133), sin poder volar encerrada de por vida o hasta que decidieran aniquilarla.

Nuevamente Aguilar afirma lo inhumano de los miembros de la Guardia

Nacional: “Ellos tampoco, si eran hombres, volverán a ser los mismos” (133).

Destaca además la insistencia de los guardias en maltratar y ocasionar

sufrimiento a la frágil Lucía, pues no dejaban de humillarla. Asimismo, a pesar

del dolor y lo poco de vida que le queda, el ser madre todavía inquieta y perturba

la mente de Lucía. Lamentablemente, la maternidad es un hecho que no se

consumará en el relato: “En aquellas circunstancias lo que más le dolía, lo que

más sentía, era morir sin haber tenido la oportunidad de concebir y parir un hijo.

Su hijo. Ser madre” (135).

Finalmente, el estado físico deplorable en el que se encuentra no la priva

de poder pensar en el momento de la lucha que ya llega, de acuerdo a sus

compañeros guerrilleros, con la primera lluvia: “pero los ojos de Lucía no podían

ver los campos verdes. Su nariz no podía inhalar el dulce y penetrante aroma de

la tierra mojada… Sus oídos reventados no captaban el sonido prometedor de la

76

lluvia” (136). Aguilar no recurre a ninguna imagen explícita para ilustrarnos la

muerte de Lucía, tal vez por su fragilidad expuesta a lo largo de todo el capítulo:

“Llovía […] De pronto. La pantalla de Lucía se tornó completamente roja en una

explosión terrible” (136-37). Rosario Aguilar nos explica que los compañeros

sandinistas habían bombardeado el fuerte donde se encontraba Lucía presa.

Tanto Lucía como María José, a pesar de la flagelación y la violencia, no

cedieron. De acuerdo a la imagen de Aguilar, éstas se mostraron valientes.

Nydia Palacios llama a la creación de este nuevo perfil, “Heroínas épicas que

participan en el quehacer histórico de su país”, y agrega que este nuevo carácter

es producto de la transformación del sujeto femenino pasivo en sujeto activo (“La

representación” 137). Por su parte, Rolland-Mills explica que la situación de furia

por parte del varón, especialmente hacia la mujer, radica en el cruce del límite de

la norma, de lo que constituye ser mujer, al menos en la sociedad

hispanoamericana. La posibilidad de encontrar mujeres guerrilleras que encajen

en el canon de mujer en Hispanoamérica es —lo sabemos— muy complicada.

Sin embargo, existen características que son inherentes a las mujeres y

de las cuáles difícilmente nos podemos liberar: tal es el hecho de la maternidad

reflejado en la angustia de Lucía. Aunque en el caso de María José, ella produce

sentimientos de conflicto, de instinto maternal y de rechazo a la criatura, debido

a la situación personal por la que ella atraviesa. Sin embargo, su logro más

importante fue dirigir a las guerrillas, tal y como el relato nos lo informa. No

obstante, su embarazo la aleja de su objetivo y la obliga en ocasiones a odiar a

77

su criatura y, asimismo, mueve su posterior arrepentimiento frente a dicha

situación.

Los asesinatos de María José y Lucía, hayan sido o no por razones de

género o de guerrilla, nos presentan el modo de aniquilamiento de los miembros

de la Guardia Nacional. Rosario Aguilar cubre cada entidad partícipe de la

Revolución por medio de historias personales, y nos aproxima a éstas a través

de su perspectiva. Al hacerlo, construye en el interior de la ficción un espacio

para la reflexión histórica que, de alguna manera, colma los vacíos de la

“oficialización” de la memoria. La literatura, lo sabemos, ofrece nuevas

posibilidades de reflexión para el pasado —al menos nuevas posibilidades de

ensayarlo subjetivamente en tanto que lectores—.

78

e.3. Los espacios cerrados La casa es un cuerpo de imágenes

que dan al hombre razones o ilusiones de estabilidad. (Gaston Bachelard, La poética del espacio).

e.3.1. La mujer guerrillera y la nación

Tal y como lo mencionamos en el capítulo anterior, la historia de Karla o

Margarita Madariaga es la última en 7 Relatos, y ello exige una revisión de una

novela anterior de Rosario Aguilar. En El guerrillero (1976), la protagonista no

posee ni nombre ni apellido y trabaja como maestra rural en un pueblo cerca de

Managua, la capital. Se enamora de un joven militar, a quien ayudó y refugió

cuando estaba herido; ella queda embarazada producto de su relación amorosa

con él. Cuando el joven se siente mejor y su salud se restablece decide volver a

la ciudad para continuar la lucha. Margarita se entera por las noticias que dos

revolucionarios han sido asesinados. Guiada por sus sentimientos hacia el joven,

se traslada a la ciudad para hacer un reconocimiento de cuerpos. Al no

encontrar a su amado, decide regresar a su pueblo. Su relación con este

guerrillero la conduce inevitablemente por el mismo sendero, el de la lucha

sandinista, y sus actividades subversivas se inician y desarrollan en 7 Relatos.

En la obra en estudio, reconocemos al mismo personaje de Margarita

Maradiaga, aunque ahora bajo el seudónimo de Karla. La labor de la

protagonista no es con el fusil en la mano, sino de envío de cartas y recolección

de dinero para alimentar a los miembros de la guerrilla. La acción en la novela

79

comienza durante la Revolución, y Karla se encuentra en el parto de María José,

por lo que el escenario ilustrado por Rosario Aguilar es agitado por demás. La

presión que la maestra rural sufre es hábilmente ilustrada estructuralmente por la

autora mediante el uso de frases cortas que aceleran la lectura y por tanto se

asemejan a la rapidez con la que suceden los acontecimientos:

En los rostros, en la actitudes del cuerpo, en el modo de caminar, de mirar. En el olor. La María José asustada. La partera con cara de sabia. Hay que tener listas una serie de cosas. No pasará de hoy. (127)

La partera traiciona a los guerrilleros, por esta razón los miembros de la Guardia

Nacional irrumpen en la que casa que funcionaba como un foco clandestino de

los sandinistas. Mueren asesinados todos los que ahí se encontraban, y entre

las víctimas fatales se encuentra la propia María José. Karla, sobreviviente de la

masacre, huye luego de presenciar la agonía de María José, quien está

muriendo a la vez que está a punto de parir. La escena presenciada por Karla es

sumamente perturbadora. Al huir de la casa, los vecinos la ayudarán a salvar su

vida. Los hechos posteriores a este incidente del asesinato son desconocidos

hasta que vemos aparecer al personaje de Karla en ese último capítulo titulado

“Margarita Maradiaga”.

Este capítulo final es de hecho el que define al personaje de Karla

(Margarita Maradiaga), a la vez que encierra el significado de toda la novela de

Rosario Aguilar. Esta vez, la historia de la protagonista se ubica temporalmente

en el momento del triunfo de la Revolución, el 19 de julio de 1979. Posterior a la

80

lucha, Margarita sabe que es tiempo de dejar las armas militares y retomar las

armas civiles, es decir, volver a ocuparse de su hogar y su hijo. Sin embargo,

quiere también ser testigo de la victoria de los sandinistas y participar de la

celebración. Entonces se dirige a la ciudad de Managua, a la Plaza de la

Revolución, en donde desfilaban los “guerreros nicas”. Ahí, entre ellos, reconoce

el rostro de aquel estudiante al que escondió y amó en la novela anterior El

guerrillero. Él la mira un instante pero, y aunque tal vez la reconoce, la deja

inmediatamente de mirar.

Este momento, aunque muy breve, hace que Karla comprenda que ella

jamás lo ha poseído y que él sólo le pertenecía a la Revolución. Aquel hombre

que había sido su amante y la había cautivado por sus convicciones políticas,

ahora representaba a la Revolución triunfante de la cual ella también forma

parte. Su rezo no solamente refleja el bienestar que ella espera en el futuro del

hombre a quien amó, sino también el devenir de la Revolución: “Virgen

Santísima, ayúdalo para que el triunfo no se le suba a la cabeza, para que no se

vuelva creído, para que no traicione sus ideales juveniles” (153).

Margarita comprende que su destino ya no está al lado de su amante sino

junto a su hijo. Entiende que debe continuar con su vida cotidiana, ejerciendo su

labor de maestra. De la misma manera, reconoce que el sacrificio de haberse

separado de su hijo, así como haber arriesgado su vida por la causa política,

esclarecen su misión en la Revolución: “Su lucha continuará allá, con su propio

prestigio, con las armas mejor conocidas por ella” (154). Armas que le servirán

para reconstruir una nación en ruinas a causa de la guerra.

81

A lo largo de ambas partes de la novela, nos hemos encontrado a mujeres

que de alguna manera presentan varias constantes: la primera de ellas es el

amor, ya sea a la patria o al hombre. Por lo general, las situaciones en las que

se encuentran involucradas son atribuidas a la fascinación que les causó cierto

hombre en sus vidas y al que decidieron seguir para luego arrepentirse. Las

historias contadas en la primera parte muestran un final incierto para las tres

mujeres. Sin embargo, sus pensamientos y acciones finales nos demuestran que

había superado la dependencia manifestada hacia los hombres en un inicio. Por

tanto, Rosario Aguilar revierte pero no termina de resolver esta problemática

sobe la dependencia hacia el hombre. En la segunda parte, la constante es

apreciada nuevamente al menos en tres protagonistas a excepción de Lucía, de

quien Rosario Aguilar no nos brinda mucha información. Lamentablemente, sólo

una protagonista sobrevive, y, por la información que poseemos de las otras dos,

la dependencia existió por lo menos hasta poco antes de la muerte.

Otra constante es el tema de la maternidad tratado por Rosario Aguilar en

prácticamente todo sus aspectos. Rolland-Mills asegura que el planteamiento de

Rosario Aguilar, al menos en las tres primeras historias, es el de postular la

maternidad como un elemento coercitivo. De acuerdo con la estudiosa, “para

Rosario Aguilar, ahora la maternidad no corresponde a un estudio idílico que

llena a la mujer de satisfacción sino por el contrario, representa un evento que

añade dificultades a una vida ya precaria” (195). El convertirse en madre ha

dejado de representar el pináculo de la existencia, a pesar del discurso social

que promueve esa característica en la mujer. La maternidad, evidentemente, no

82

será negada o enterrada, pero sí delegada por otras motivaciones que

complementarán sus vidas.

83

e.3.2. La maternidad

Según Rolland-Mills, Rosario Aguilar pretende desmitificar el tema del embarazo

haciendo una metáfora del nacimiento y de la maternidad para describir otras

experiencias: los paisajes de Nicaragua y el compromiso político con su nación

de las protagonistas de 7 Relatos (6). Para Aguilar, la maternidad es también un

tema de reflexión constante en muchas de sus obras, y en 7 Relatos vuelve a

evidenciarse. En esta novela, Aguilar presenta detalladamente el ambiente

socio-político nicaragüense de los años setenta y ochenta, así como la forma en

que las protagonistas enfrentaron la maternidad en los momentos de la gran

crisis política. Los espacios en los que las heroínas experimentan la maternidad

provoca en todas ellas una sensación de “prisión” y descontento. El amor de

Leticia por su hijo la “encarcela” en la selva, donde ella ha seguido a su marido.

Por su parte, el embarazo de Paula, resultado de su relación con el

marido de María Elena, la aleja de sus compañeros revolucionarios y de sus

ideales políticos. La maternidad de María Elena, vivida en Miami, le impide

regresar a su tierra natal. Por tanto, los relatos de las protagonistas nos permiten

explorar los diversos aspectos relacionados con el papel de la maternidad.

Leticia, dedicada a sus ideales políticos y a su trabajo de educadora, se

enamora de Cristy, el indio miskito. Ella decide dejar todo por él y seguirlo a la

selva. Este paisaje selvático sirve de escenario y aliciente para vivir su amor. Al

principio, ambos experimentan una total adecuación con este “mundo verde”;

Leticia se siente feliz es su nuevo medio ambiente, pues idealiza demasiado su

84

relación y su amor por el miskito. El embarazo que resulta del encuentro

amoroso de la pareja en ese paisaje idílico, pronto se transforma en un espacio

angustiante y constrictivo: “repentinamente se siente prisionera y totalmente

aplastada por aquella exhuberante naturaleza que, en medio de su

desesperación, se le asemeja a una trampa mortal en la que por amor ha caído”

(17). La relación de la protagonista con su marido se deteriora, y la complicidad

que existía entre ella y el medio ambiente se fractura. Aparecen entonces en

Leticia sentimientos de incomprensión y de miedo hacia un mundo natural que,

de repente, se ha vuelto amenazante. El día del parto, para Leticia, el “mundo

verde” y florido se transforman en un espacio angustioso:

Los pájaros negros cerraron las alas y después revolotearon. El olor a sangre fresca del parto, atrajo a los animales hambrientos, feroces. Sigilosos. Rugiendo. Maullando quedo… aguardaban en los alrededores. (61)

El “Edén” se convierte, así, en un espacio en el cual reina el caos. Las aves y las

fieras de la selva trastornan emocionalmente a Leticia. La naturaleza ya no

puede abrigar con seguridad ni a la mujer ni a su hijo. La protagonista considera

este “Edén” como una especie de “cárcel verde” y ello se evidencia en sus

deseos de escape, en añorar una libertad que siente haber perdido. Primero,

desea huir con su hijo, luego se atormentará pensando que debería escapar

sola.

Con el pasar del tiempo, la maternidad se vuelve para Leticia un peso

fuerte que la ata a la “cárcel verde”, de la cual no puede escapar y que,

asimismo, no le permite integrarse nuevamente al mundo civilizado al que ella

85

pertenece. En la ciudad, ella se sentía libre y útil. El mundo natural se convierte,

de cierta forma, en una tumba donde ella está carece de estímulos para vivir:

“[…] en su rostro, antes luminoso, no se refleja ya la luz. Rostro sombrío y

callado. Sus ojos oscuros no tienen ya brillo ni claridad, parecieran más bien irse

hacia adentro, hacia la profunda y obscura pupila de un pozo sin fondo” (73). El

encierro en el que vive afecta la relación con su pareja, pero sobre todo la de

madre-hijo. Leticia trata a su bebé con indiferencia y de su marido desea

separarse:

Para qué existir, con todos los perfumes amados, aquí, lejos. Y para qué van a continuar corriendo los ríos si ya no los navegaremos juntos. Si sus corrientes no podrán encontrarse jamás, como nosotros, nuestras vidas, corriendo, escapando. (109)

Esta reflexión final demuestra que, aparentemente, Leticia pretende abandonar a

Cristy y dejarle al niño. Rosario Aguilar nos pone en duda, en cuanto al destino

de esta protagonista, y sobre la posibilidad de su salida de la selva. La historia

tiene un fin ambiguo y no se puede saber con certeza qué decide hacer Leticia.

Según Mills, “cualquiera que sea la decisión que Leticia toma, su historia

demuestra […] que la maternidad sola no logra satisfacer a la mujer, quien

necesita otros modos de expresión (ocupación profesional, política) para

alcanzar la felicidad” (193).

La situación incierta de Leticia es tal vez la más polémica, no sólo por la

situación del parto que la dejó trastornada, sino también debido a la

incertidumbre del abandono de su hijo que ha estado enfrentando. Aunque su

86

decisión se presenta a priori, desconocemos cuál fue su proceder. En todo caso,

la historia de Leticia demostró el sufrimiento que implica la maternidad en toda

su expresión. Por último, el aborto involuntario que sufre María Elena, nos

muestra la angustia e inseguridad que sentía en un ambiente ajeno al suyo5.

En la primera parte en 7 Relatos, Paula es la madre soltera de una niña

producto de una relación ilegítima. La llegada de la niña ciertamente produce un

cambio en su vida, con el que no está conforme. La relación entre Paula y Eddy

se asemeja a un cuento de hadas: “se sentía como en una carroza, y él era para

ella como el príncipe rubio y soñado” (46). Sin embargo, de manera muy humilde

busca apoyo en sus compañeros, para sobrellevar la dura situación de ser

madre soltera.

En la segunda parte, la maternidad es ilustrada en el personaje de María

José y Karla. Sabemos, sin embargo, que es en el personaje de María José en

donde el embarazo no sólo la aleja de la actividad guerrillera, sino que también

la lleva a la ciudad para ser atendida y tratada donde finalmente se produce su

muerte. Madre e hijo mueren en medio de la guerra revolucionaria, y ello hace

pensar en lo que la maternidad significó para María José: alejarse de la causa

revolucionaria y, asimismo, ir al encuentro de su propia muerte.

Aguilar no sólo inició temporalmente esta novela con el personaje de

Karla, sino además la culmina. Es posible percibir en Karla las mismas

constantes anteriormente mencionadas para el resto de las protagonistas. Sin

5 Rolland-Mills establece la situación de la maternidad de María Elena, no en relación al niño perdido en el aborto, sino a aquélla entre María Elena y Nicaragua (su “tierra madre”). Con el aborto, ésta pierde tanto a su hijo como a su patria (ver p. 35 y ss.).

87

embargo, es en el personaje de Karla en quien los problemas e inconvenientes

parecen encontrar una solución. En el amor, por ejemplo, sabemos de todos los

sacrificios que hizo para estar con el hombre que amaba, y aun sin estar con él,

su recuerdo mantiene vivo el sentimiento. No obstante, cuando ella percibe la

imposibilidad de continuar a su lado lo deja ir:

Una mirada […] lo suficiente para seducirla y hacerla comprender que ni ahora, ni entonces, le perteneció… ni a ella ni a ninguna otra, porque estaba dedicado en cuerpo y alma a la Revolución… al fin se le iluminaba el cerebro. (153)

La última línea declara metafóricamente el despertar femenino, el entendimiento

y aceptación de las circunstancias que no deberían tener como consecuencia la

“destrucción” de la mujer sino el reconocimiento del problema y su puesta en

marcha para su resolución. En el caso de Margarita, a pesar de la tristeza y

decepción amorosa, ella resuelve que existen motivos para ser feliz, así como la

esperanza en el porvenir del cual ella es protagonista.

La maternidad para ella está clara desde un inicio, debe dejar a su hijo

para ir a luchar. Luego de la victoria sandinista, es tiempo de volver con su hijo y

construir un hogar con él: “lo que más deseaba en ese instante era tan sólo un

hogar para criar a su hijo” (154). Al parecer, el sentimiento de triunfo en

Nicaragua es el mismo sentido de triunfo que siente ella, pues ha entendido de

dónde viene y hacia dónde va:

Al comprender que ha llegado al término de su ilusionante y romántica búsqueda […]. Se dio cuenta de que lo que más deseaba en ese instante era tan sólo un hogar para criar a su hijo. Paz para poder preparar,

88

concienzudamente los programas escolares. Ensenar. (154)

Bressler explica el lema femenino “once women understand and then define

themselves as women, they believe they will be able to change the world” (63).

No sabemos con certeza cuánto tomaría cambiar el mundo. Lo que sí es

perceptible es el entendimiento de parte de un grupo que ha sido marginado,

oprimido por mucho tiempo y que piensa elevar su voz para establecer un

cambio. Así, Rosario Aguilar finaliza la obra “resolviendo” todas las situaciones

de conflicto planteadas en cada una de las otras protagonistas que habitan en el

personaje de Margarita Maradiaga. Margarita es la única sobreviviente y, por lo

tanto, solo en ella se ha cumplido el viaje hacia los símbolos de Nicaragua en

tanto que “patria naciente”.

Ileana Rodríguez formula el concepto de “mujer nación” al analizar la obra

de sus compatriotas nicaragüenses y señala que la desaparición o muerte de la

mujer ilustrada en este texto es, posiblemente, reflejo de la desaparición o

pérdida de la nación (3-18). De acuerdo a esto, Aguilar no sólo propone la

reivindicación e inclusión de la mujer en los eventos históricos de su patria por

medio del personaje de Margarita, sino además eleva su categoría al sentido de

nación. Es posible, inclusive, asociar su apellido Maradiaga con la pronunciación

Nicaragua, ya que ambas palabras no solo poseen un género gramatical

femenino sino que también se componen de cuatro sílabas con la penúltima

adquiriendo su condición de unidad tónica mientras reflejan el mismo número de

vocales fuertes —se repite tres veces la letra “a”— así como un diptongo en su

89

interior. Son, pues, varios elementos los que nos hacen pensar que la elección

del apellido fue intencional.

Entonces, podemos comprender que Rosario Aguilar pretendía realizar

una correspondencia entre ambas y a la vez retratar una lucha tanto interna

como externa en ambas entidades: la mujer y la patria. En la mujer, lo interno se

refería a los conflictos emocionales por los que tuvo que atravesar y lo externo,

en su presencia y lucha por la causa. Asimismo, los conflictos de Nicaragua

prosiguieron a nivel interno con la llamada contra-revolución, y a nivel exterior en

contra de los Estados Unidos.

Al final de la Revolución en 1979, Margarita asume el entendimiento de

sus problemas, y es entonces que se percata del deseo profundo por construir

un hogar, lograr la paz y volver a enseñar: “En ese instante lo comprendió todo

bien claro. La causa por la que había expuesto su vida había triunfado” (154). De

esta misma manera, el gobierno sandinista, debido a la Revolución y al destierro

de los enemigos, pudo entender los problemas de Nicaragua y, por tanto,

elaborar un proceso de reconstrucción basado, de hecho, en las nociones de

patria, paz y cultura.

La inversión o dislocación del tiempo de la novela al tomar como punto de

referencia el triunfo sandinista —la ubicación de hechos posteriores a ese evento

en la primera parte del relato—, obedece a que las historias de cada una de las

mujeres tuvieron que atravesar situaciones que no les permitían resolver los

problemas expuestos por Rosario Aguilar incluso después del año de 1979. Para

90

la autora, la Revolución significó un cambio positivo y el entendimiento de una

realidad en que la dictadura se alejaba para siempre de Nicaragua. Asimismo, el

movimiento revolucionario significó la búsqueda de soluciones para el bienestar

del país, y es tal vez por ello que una triunfadora, como Margarita Maradiaga —

quien, como ya se dijo, simboliza a toda Nicaragua—, tenga que cerrar la novela.

Por otra parte, las mujeres que inician la primera parte de esta obra se

relacionan con protagonistas históricos que durante el gobierno de la Revolución

ocasionaron problemas e infelicidad en la vida de las protagonistas y en el

pueblo nicaragüense. La historia de María Elena representa claramente la

intervención de E.E.U.U. en Nicaragua. Asimismo la relación de Leticia con

Cristy, representa a los muchos ciudadanos que participaron en la cruzada de

alfabetización en la selva nicaragüense. Por último, Paula, quien experimenta la

seducción un amante burgués, da la espalda a su gobierno revolucionario.

Todas ellas fueron infelices y aun en el presente de la narración no demuestran

una vía clara en sus vidas.

Por medio de la ilustración del discurso femenino, usualmente marginado,

Rosario Aguilar abarca todos los problemas que ella considera aquejaban a las

mujeres de su país durante la Revolución. Las situaciones que cada protagonista

vivió y el desarrollo del discurso femenino son perceptibles en la relación que

ellas tuvieron con cada protagonista histórico. Este discurso, probablemente

imposible de ser registrado en los libros de Historia, es rescatado e interpretado

por Rosario Aguilar para darnos una mayor perspectiva de lo sucedido, incluso

aun de lo que pudo haber ocurrido en el pasado. Margarita Maradiaga, quien

91

deja al lector con la satisfacción del nacimiento de una nueva nación, implica

también el renacimiento de la mujer y por ende, del discurso femenino asociado

a los espacios en donde la mujer se desarrolla ampliamente.

92

93

Conclusiones

En síntesis, las protagonistas de las novelas psicológicas de Rosario Aguilar

eran heroínas con trastornos mentales que se refugiaban en la naturaleza con el

fin de recuperar su esencia como mujeres. Efectivamente, antes de 1975, en las

obras de esta autora, las protagonistas de sus novelas psicológicas eran

jóvenes enajenadas e histéricas que se guarecían en el “mundo verde”, lejos de

la sociedad, para recuperar su autenticidad como mujer.

En cambio, los personajes principales de 7 relatos sobre el amor y la

guerra, son mujeres que buscan encontrar un lugar propio en la sociedad

nicaragüense y desean obtener una autorrealización, lejos de la naturaleza y

más cercanas a su realidad social. Por primera vez, la autora alude directa y

específicamente a Nicaragua, a sus montañas, a sus ríos y a su densa

vegetación. Por consiguiente, existe una nueva conceptualización del mundo

natural para las heroínas de 7 relatos.

Para María Elena, exiliada en Miami, recordar su patria la hace feliz; en el

extranjero se siente perdida en un mundo ajeno a ella. Ella considera la

naturaleza nicaragüense su esencia misma, su identidad. La exiliada describe a

su país atestiguando la relación carnal que ella tiene con su patria. La heroína

establece un contraste entre su tierra natal y su país de adopción, donde

Nicaragua es el “Edén”, y los Estados Unidos el infierno.

En los relatos sobre Leticia, la naturaleza se torna violenta, en un

laberinto verde que amenaza la estabilidad emocional de la heroína. Durante

94

una campaña de alfabetización, se enamora de un indígena llamado Cristy. Por

amor a él, ella le sigue en medio de la selva y viven felices dentro de un mundo

edénico y paradisíaco. No obstante, la atmosfera idílica que reina en el bosque

se deforma, reflejando el desencanto de la joven en medio de un espacio que no

es el suyo. La selva nicaragüense toma entonces formas hostiles, puesto que

Leticia es una mujer urbana que no se adapta a la naturaleza salvaje.

Nicaragua, la nación, es el espacio donde convergen dos clases sociales

y dos ideologías políticas. El amor entre Paula y Eddy resume la relación entre

un joven burgués y una chica de escasos recursos, que sueña con formar parte

de la historia de su país apoyando las causas revolucionarias. Eddy, por su

parte, solo se divierte con ella, la embaraza y la abandona. El hombre amado

por Paula no se siente identificado con el proletariado ni con la ideología

sandinista. La relación de esta pareja evidencia las clases sociales en conflicto y

las desavenencias que atravesó una chica proletaria en su afán de convertirse

en burguesa. Probablemente, Aguilar, mediante la historia de Paula, hace una

crítica hacia aquellos que abandonaron la lucha sandinista y sus convicciones

políticas, con el deseo de formar parte de una clase social superior.

Los espacios cerrados representan para las protagonistas de esta obra en

estudio, un espacio de opresión y confinamiento. La maestra rural, el personaje

de Karla, lo experimenta al quedarse en su casa de forma clandestina para no

ser descubierta por la guerrilla sandinista. Las metáforas utilizadas por Aguilar

para describir la sensación de aislamiento que padeció Karla, ratifican lo que

para Bachelard representan la casa y la prisión: “un lenguaje de imágenes […]

95

reducido a la realidad psicológica de un ser amurallado en su soledad, lejos de

todo socorro humano” (59).

En contraste, para María José, otra de las protagonistas, la casa

clandestina le sirvió de guarida para no ser descubierta por la Guardia Nacional

de Somoza. Sin embargo, la epifanía a la vida clandestina desaparece; la

guarida se convierte en la tumba de María José. Ella y su hijo encuentran la

muerte al ser asesinados por los somocistas. El personaje de Lucía tampoco

tiene un final feliz. Su vida en prisión no fue nada fácil, aunque siempre estuvo

convencida que su lucha por la Revolución valió la pena. Esta protagonista

muere luego de una explosión perpetrada en la prisión. Aguilar, mediante la

historia de María José y Karla, plantea su posición así como su opinión en

cuanto al actuar de los miembros de la Guardia de Somoza.

El embarazo vivido por las protagonistas las aleja de los espacios en

dónde ellas quieren estar, y a los que, según ellas, pertenecen. La gravidez

aparta a María José de su actividad guerrillera. Madre e hijo mueren en medio

de la guerra revolucionaria. A Lucía la agobia la maternidad y no se siente feliz

en la selva con el miskito. Ella quiere irse a la ciudad e integrarse a la lucha

sandinista. Para Karla, el tener un hijo implica un impedimento para luchar por

sus ideales y formar parte de la historia de la nación, luchando como guerrillera

a favor de la Revolución Sandinista.

El personaje de Karla o Margarita Maradiaga es la única sobreviviente de

las protagonistas de la obra de Aguilar. Karla simboliza el renacer de una nación:

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de un país que se levanta después de sufrir los embates de una guerra civil. Por

consiguiente, en 7 Relatos sobre el amor y la guerra, Rosario Aguilar muestra el

entendimiento por parte de las mujeres, un grupo que ha sido marginado,

oprimido por mucho tiempo, y que finalmente piensa elevar su voz para

establecer un cambio. 7 Relatos puede considerarse, entonces, como un

producto literario desde la perspectiva del concepto de realidad sociodiscursiva,

la cual se entiende como:

La vía de abordaje para el cruce entre género, poder y discursos sociales” e implica “que género, diferencias y subjetividad deberán aquí entenderse como producción de significados socialmente construidos y, por lo tanto, en términos de discurso o materialidad significante. (Cháneton 1)

En definitiva, en esta obra se muestra la manera en que cada mujer

enfrentó el capítulo de la guerra en la historia de Nicaragua. Se corrobora que

las protagonistas desean formar parte de la historia de su patria, renaciendo en

una nueva mujer: la guerrillera. Podemos considerar este nuevo prototipo como

una de las pocas opciones que encuentra la mujer nicaragüense en la búsqueda

de su identidad genérica y de su lugar en la sociedad. El tema de la poética del

espacio, abordado en este trabajo, sin duda abre la posibilidad para hacer una

investigación más detallada sobre la imaginación y la fenomenología de la

imaginación poética en toda la obra de Rosario Aguilar.

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OBRAS CITADAS

a) Corpus principal: obras de Rosario Aguilar

Aguilar, Rosario. Aquel mar sin fondo ni playa. León: Editorial Universitaria,

1970.

__. El guerrillero en Primavera Sonámbula. San José: Educa, 1976.

__. La promesante. Managua: PAVSA, 2004.

__. La niña blanca y los pájaros sin pies. Managua: Editorial Nueva Nicaragua,

1992.

__. “Las doce y veintinueve”. Cuadernos Universitarios 15 (1975): 144-185.

__. Miraflores. Managua: Academia Nicaragüense de la Lengua, 2012.

__. Primavera Sonámbula. León: Ediciones Ventana, 1964.

__. Rosa Sarmiento. Managua: PAVSA, 2004.

__. Quince Barrotes de izquierda a derecha. León: Ediciones Ventana. 1965

__. Siete relatos sobre el amor y la guerra. San José: Editorial Universitaria

Centroamericana, 1986.

__. Soledad: tú eres el enlace. Managua: Editora de Arte, 1995

b) Sobre la obra de Rosario Aguilar

Cháneton, July. Género, poder y discursos sociales, Buenos Aires, Eudeba:

2007.

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Siete relatos dobre el amor y la guerra. Universidad de Costa Rica: San José,

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