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LA GUERRE ET SES TRACES

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LA GUERRE ET SES TRACES

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- AUSONIUS ÉDITIONS -— Mémoires 37 —

LA GUERRE ET SES TRACESConflits et sociétés en Hispanie

à l’époque de la conquête romaine (IIIe-Ier s. a.C.)

textes réunis par

François Cadiou & Milagros Navarro Caballero

— Bordeaux 2014 —

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Notice catalographiqueCadiou, F. et M. Navarro Caballero (2014) :La guerre et ses traces. Conflits et sociétés en Hispanie à l’époque de la conquête romaine (IIIe-Ier s. a.C.), Ausonius Mémoires 37, Bordeaux.

Mots-clé : péninsule Ibérique ; provinces romaines ; époque républicaine ; guerre ; conquête romaine ; archéologie militaire ; camps romains ; numismatique ; armée romaine ; épigraphie.

AUSONIUSMaison de l’ArchéologieUniversité de Bordeaux - MontaigneF - 33607 Pessac Cedexhttp://ausoniuseditions.u-bordeaux-montaigne.fr

Directeur des Publications : Olivier DEVILLERSSecrétaire des Publications : Nathalie PEXOTOCouverture : Stéphanie VINCENT PÉREZ

© AUSONIUS 2014ISSN : 1283-2995ISBN : 978-2-35613-096-9

Achevé d’imprimer sur les pressesde l’imprimerie Gráficas Calima, S.A.Avda Candina, s/nE - 39011 Santander - Cantabria - Espagne

juin 2014

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Las huellas de las guerras sertorianas en el Sureste de Hispania: elementos para la revisión histórica

Feliciana Sala Sellés, Lorenzo Abad Casal, Sonia Bayo Fuentes & Carolina Doménech Belda

– La guerre et ses traces, p. 181 à 202

E n este trabajo presentamos un avance de la investigación que, con un carácter más amplio, pretende conocer cómo se produjo la romanización del sureste de Hispania, en la forma del cambio político, económico, social y finalmente cultural que concluyó tras un largo proceso de dos siglos 1. En este sentido, es importante

recordar que el área de estudio, el Sureste peninsular, y en particular el área alicantina, entran a formar parte de los territorios conquistados por Roma muy tempranamente, en los últimos años del siglo III a.C., tras la conquista de Qart Hadasht por las tropas de Escipión en el 209 a.C. Desde esa fecha y a lo largo de los siglos II y I a.C., la población local ibera no pudo continuar su forma de vida tradicional sin verse implicada, o afectada en mayor o menor grado, por los acontecimientos militares que se sucedieron en el siglo II y, especialmente en esta zona, por las guerras civiles del siglo I a.C.

Uno de los objetivos de este proyecto es el análisis de las consecuencias de la conquista a través de los enclaves ubicados en la costa septentrional alicantina y que tienen en común una serie de rasgos (fig. 1). En primer lugar, su datación. Aunque en la Contestania ibérica de E. Llobregat 2 se incluían en la relación de poblados iberos de la fase final, en el marco cronológico de los siglos II y I a.C., por la presencia de “campaniense A y B”, la revisión actual de los materiales arqueológicos señala que fue en las primeras décadas del siglo I a.C. cuando desplegaron una gran actividad comercial, a juzgar por la presencia en todos ellos de ánforas, vajilla de cocina y de mesa romanas de esas fechas 3. Por el momento, los contextos cerámicos del siglo II a.C. parecen estar ausentes. En algunos lugares han aparecido materiales de la segunda mitad del siglo I a.C., aunque son minoritarios y, en todo caso, confirman que el momento de fuerte ocupación para estos enclaves fueron las décadas iniciales de este siglo. En segundo lugar, su ubicación geográfica. Estos enclaves iberos se localizan en cerros costeros en un entorno de escasos recursos agropecuarios, pero siempre junto a buenos fondeaderos y/o refugios temporales para las naves. Esta localización llamó nuestra atención desde tiempo atrás, ya que no tiene cabida en los patrones habituales del poblamiento ibero, ni en el contestano en particular. Por el contrario, desde que comprobamos que estaban interconectados visualmente (fig. 2 y 3) tuvimos la certeza de que la razón de ser de estos enclaves radicaba en el tráfico marítimo y, observando el espacio marítimo con una mínima lógica, en el control del tráfico de naves en el triángulo formado por Ebusus, Dianium y Cartago Nova.

1. Este trabajo se realiza en el marco del proyecto HAR2009-11334 El desarrollo de las guerras civiles romanas y la transformación del mundo indígena en el sureste de Hispania, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.

2. Llobregat 1972.3. Sala 2003.

| Fig. 1. Mapa de situación de los enclaves iberos y las referencias históricas de batallas. El trazo blanco grueso señala la ruta de tránsito más probable por el corredor del Vinalopó y de Montesa. Base cartográfica elaborada por M. Olcina.

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182 – FELICIANA SALA SELLÉS, LORENZO ABAD CASAL, SONIA BAYO FUENTES & CAROLINA DOMÉNECH BELDAÉléments  sous  droit  d’auteur  -­  ©  Ausonius  Éditions  juillet  2014

Los estudios clásicos sobre el mundo ibérico del sureste –y en este punto nos referimos conjuntamente a las regiones alicantina y murciana– han insistido más en la fase plena de esta cultura 4, pues no en vano es el período con más datos arqueológicos y de mejor calidad, relegado a una mera relación de sitios los enclaves ibéricos de la fase final. Se daba por hecho que el proceso de cambio cultural empezaba muy pronto y que su huella se manifestaba con más claridad en los oppida principales. Al final de ese proceso, se verían promocionados por Augusto con la fundación de la colonia de Ilici en l’Alcúdia d’Elx y la concesión de la municipalidad de Lucentum (Tossal de Manises, Alicante). La conclusión más inmediata que todo historiador se ha podido forjar era la de una población ibera inmersa como simple espectadora en los hechos bélicos ocurridos a lo largo de esos dos siglos, aceptando una transición hacia los nuevos patrones culturales sin sobresaltos ni traumas, casi de manera automática. Por otro lado, el silencio de las fuentes escritas sobre esta zona geográfica y este momento histórico también ha contribuido a construir una visión casi idílica de la conquista. Contamos tan sólo con las menciones a Dianium como plaza fuerte y base naval de Sertorio en Estrabón 5 y Salustio 6, o la alusión a contestanos e ilercavones formando parte del bando sertoriano en Tito Livio 7.

Sin embargo, los avances de los últimos años en la documentación del registro arqueológico de la conquista de Hispania, en especial de los establecimientos campamentales y fortines, del aprovisionamiento de las legiones e incluso de los campos de batalla, han devuelto a la investigación una imagen más real de los acontecimientos 8. Esta nueva perspectiva de lo que debió ser la realidad histórica es la que nos hizo volver nuestra atención al litoral de la Contestania ibera, a esos pequeños enclaves costeros que recibieron masivamente en las primeras décadas del siglo I a.C. unos conjuntos cerámicos que en otros lugares de Hispania se habrían calificado como avituallamiento de las legiones. Los registros monetales hallados en algunos de esos enclaves, como se verá a continuación, adquieren otro significado cuando se les deja de ver exclusivamente como un indicador comercial. El factor geográfico es también clave pues, además del control del litoral, los enclaves se encuentran en la salida al mar de los barrancos y torrenteras que constituyen el camino de acceso al poblamiento ibero de los valles interiores. En definitiva, nos hemos propuesto analizar los hechos desde distintas perspectivas con el objeto de revisar este período histórico a la luz de los nuevos datos arqueológicos, conocer las secuelas reales de la conquista e interpretar la verdadera respuesta de la población local ante los acontecimientos.

4. Llobregat 1972; Lillo 1981.5. Str. 3.159.6. Sall., Hist., 1.124.7. Liv., Per., 91.8. Morillo 2002, 2006 y 2007; Morillo et al. 2003; Cadiou 2008.

| Fig. 2. Vista de la Penya de l’Àguila desde el cerro del Portet de Moraira. | Fig. 3. Vista de los enclaves del Penyal d’Ifac y del Tossal de la Cala desde el Portet de Moraira.

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LAS HUELLAS DE LAS GUERRAS SERTORIANAS EN EL SURESTE DE HISPANIA: ELEMENTOS PARA LA REVISIÓN HISTÓRICA – 183Éléments  sous  droit  d’auteur  -­  ©  Ausonius  Éditions  juillet  2014

LOS ENCLAVES IBEROS DE LA COSTA SEPTENTRIONAL ALICANTINA

Los enclaves objeto de estudio son de Norte a Sur: Passet de Segària, Penya de l’Àguila (conocido en la bibliografía anterior como Pic de l’Àguila), Punta de la Torre o Portet de Moraira, Penyal d’Ifac, Cap Negret y Tossal de la Cala (fig. 1). Salvo en los casos del Passet de Segària y la Penya de l’Àguila, con fortificaciones de notable envergadura, el resto de establecimientos no destaca por su extensión, ni por los vestigios constructivos visibles, que se reducen a construcciones domésticas sencillas adaptadas a la geomorfología del cerro. Hay otra diferencia importante entre ellos: Passet de Segària y la Penya de l’Àguila no están estrictamente en cerros costeros junto al mar, sino sobre enormes promontorios cercanos a la costa desde los que se controla visualmente todo el golfo de València y el tramo de la ruta Heraklea entre Valentia y Saiti-Xàtiva (fig. 4). Desde la cima del Montgó, además, también hay contacto visual con Ibiza en los días con buenas condiciones meteorológicas.

En el extremo más occidental de la cima del macizo del Montgó, a unos 484 m.s.n.m., los farallones rocosos configuran un espolón largo y estrecho bien defendido. Este paraje es conocido con el elocuente topónimo de la Penya de l’Àguila (Dénia). En este punto se construyeron tres lienzos de muralla distantes entre sí unos 1200 metros. En 1929 se publicaba en la revista Antiquity el artículo de W. J. Hemp que daba a conocer la existencia de estas murallas y la del cercano poblado protohistórico de l’Alt de Benimaquia, vinculándolas a la colonización griega del Sureste peninsular 9. A principios de los 60, H. Schubart realizó la planimetría general de las murallas y recogió los materiales superficiales, con cuya valoración adelantó otra interpretación del yacimiento que sigue siendo válida en términos generales 10 (fig. 5). Schubart entendió que la existencia de la fortificación en un paraje tan encastillado debía obedecer a un grave momento de crisis, que el autor relacionaba con la Segunda Guerra Púnica y con la localización de la base naval de Sertorio en Dénia. Finalmente prevaleció la opinión de E. Llobregat, quien recogiendo las observaciones de Schubart sobre la tipología constructiva de las murallas 11, incluyó este peculiar asentamiento en la nómina de los poblados contestanos en altura de los siglos II y I a.C. por la presencia de cerámica campaniense A y B.

Con el desarrollo de la arqueología urbana en València desde finales de los años 80, el conocimiento de la ciudad romana de Valentia fue creciendo sustancialmente 12. Entre los descubrimientos de mayor alcance científico, destacamos aquí el hallazgo de los niveles de destrucción de la ciudad en el 75 a.C., primero en las excavaciones de la Plaça de l’Almoina y después por otras áreas del centro histórico, con toda la crudeza que demostraba el hallazgo de cuerpos humanos torturados y ajusticiados 13. Este registro arqueológico ponía de manifiesto la veracidad histórica de los episodios sertorianos en el levante peninsular. Por las mismas fechas, y nuevamente en el marco de actuaciones arqueológicas urbanas, en un área que se extiende a los pies de la ladera norte del castillo de Dénia y frente al puerto se descubrían nuevos contextos arqueológicos fechados, según su excavador, en el segundo cuarto del s. I a.C. 14. Es precisamente a la luz de estos hallazgos en València y en Dénia cuando empieza a sopesarse la idea de la Penya de l’Àguila como un fortín para la vigilancia y defensa de la base naval sertoriana 15, volviendo así a la interpretación inicial de Schubart.

9. Hemp 1929, 193.10. Schubart 1962 y 1963, passim.11. Llobregat 1972, 48-50.12. Ribera 1998, con la bibliografía anterior.13. Ribera & Calvo 1995; Alapont et al. 2010.14. Gisbert 1991, 60, 62; 1998, 385-387.15. Ribera 1992; Castelló 1992; Costa & Castelló 1999, 101-106.

| Fig. 4. Vista del golfo de Valencia desde la Penya de l’Àguila.

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184 – FELICIANA SALA SELLÉS, LORENZO ABAD CASAL, SONIA BAYO FUENTES & CAROLINA DOMÉNECH BELDAÉléments  sous  droit  d’auteur  -­  ©  Ausonius  Éditions  juillet  2014

El yacimiento ha sido objeto desde muchos años atrás de numerosas excavaciones clandestinas con detectores, ya que era ampliamente conocido en esos círculos la abundancia de objetos de metal. Afortunadamente, los hallazgos de una de estas intervenciones fueron donados en 2005 al Museu Arqueològic i Etnogràfic Soler Blasco de Xàbia, así como toda la documentación escrita y gráfica –fotografías, planimetrías, croquis de hallazgos, secciones de cortes– elaborada por el aficionado inglés, A. Salvage 16. Tras un primer análisis de esos documentos comprobamos que la intervención se llevó a cabo aplicando una cierta metodología arqueológica y, por tanto, que muchos de los objetos arqueológicos que aquí presentamos se localizaron en las catas practicadas y son totalmente fiables. Actualmente preparamos un estudio más profundo del enclave que incluye el análisis de la documentación gráfica y escrita, su cotejo con los objetos arqueológicos, el estudio arquitectónico de las fortificaciones y su interpretación poliorcética ayudados por la planimetría digital que también se está elaborando.

De la Penya de l’Àguila se conserva en el citado museo un interesante conjunto de cerámicas y objetos de metal. Entre los objetos de metal identificados hasta ahora distinguimos armas, objetos de uso personal, instrumental de trabajo y objetos de plomo, en los que incluimos abundantes restos del trabajo de fundición de este metal. Entre las armas documentamos un protector de mejilla de un casco del tipo Montefortino 17 (fig. 6, 3), un proyectil de hierro 18 (fig. 6, 5), dos glandes de plomo (fig. 6, 4), la moharra de un pilum de lengüeta o tipo Šmihel 19 (fig. 6, 1) y una punta de lanza de bronce (fig. 6, 2). Esta última destaca por su peculiar forma, idéntica a una punta de lanza vilanoviana conservada en el Detroit Institute of

16. Agradecemos al personal del museo la atención que nos han brindado y en especial a su director, Ximo Bolufer, que de forma generosa puso a nuestra disposición todos los documentos donados por A. Salvage.

17. Feugère 1993, 83 y 1994, 39.18. Horvat 1997, 113.19. Connolly 1997, 44. Donación de J. Cardona.

| Fig. 6. Conjunto de armas procedente de la Penya de l’Àguila.

| Fig. 5. Imagen de la segunda muralla en zig-zag de la Penya de l’Àguila.

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LAS HUELLAS DE LAS GUERRAS SERTORIANAS EN EL SURESTE DE HISPANIA: ELEMENTOS PARA LA REVISIÓN HISTÓRICA – 185Éléments  sous  droit  d’auteur  -­  ©  Ausonius  Éditions  juillet  2014

Arts, cuyos paralelos más próximos se encuentran en las puntas de lanza de los siglos VIII-VII a.C. del Heroon de Enea (Lauinium), de la necrópolis de Sala Consilina o de la tumba del Duce en Vetulonia 20. Es una punta alargada, ancha en su parte inferior y estrecha en la parte central, cuyo enmangue cónico-tubular se prolonga hasta la punta como una nervadura; todo el perímetro de la hoja se encuentra biselado. Esta punta de lanza, que por antigüedad y procedencia es un objeto anacrónico en el conjunto 21, está identificada y localizada en los croquis de hallazgos de A. Salvage, luego se trata de una pieza que estaba en posesión de alguno de los ocupantes del enclave en el siglo I a.C.

Probablemente formen parte de los militaria cinco láminas cuadrangulares y finas de bronce, alguna de ellas con perforaciones, una plaquita circular muy fina de bronce con numerosas perforaciones de forma radial, varias tiras alargadas y delgadas de bronce que podrían utilizarse para elaborar otros objetos como, por ejemplo, anillas para una cadena 22, clavos de hierro de diversos tamaños y una pieza que podría estar relacionada con los arreos de un caballo. Entre lo que hemos llamado objetos personales, identificamos 11 tachuelas de calligae, unas pinzas de bronce, una aguja y cinco ponderales. Más interesante es la existencia de un anillo de hierro con un cabujón ovalado (fig. 7), cuya aparición en este contexto nos llamó la atención desde el inicio. En referencia a la Segunda Guerra Púnica, Apiano señala cómo los anillos de hierro eran privativos de los ciudadanos romanos en un pasaje en el que Asdrúbal pretendía identificar a los tribunos romanos: éste buscó entre los cadáveres, los reconoció por sus anillos pues los tribunos militares llevan anillos de oro, en tanto que los soldados los llevan de hierro y les dio sepultura 23. Aunque con otra cronología, sabemos de la aparición de estos anillos en los campos de batalla de Andagoste (Álava) 24 y Baecula (Jaén) 25.

También se documentan herramientas de trabajo como un hacha (fig. 8, 5), una picoleta (fig. 8, 2), una azada (fig. 8, 1), unas tenazas (fig. 8, 4) y un cuchillo (fig. 8, 3). Una pieza no identificada por el momento es un objeto de bronce muy pesado, circular, cuya parte superior presenta unas marcas resultantes de haber sido golpeado con objetos punzantes tipo cincel y otro de punta triangular (fig. 9). Encontramos objetos muy parecidos en el museo de Turín, procedentes de la colonia romana de Industria donde se han identificado como una base o soporte para colocar estatuillas de bronce 26. Para nosotros tiene mayor interés haber encontrado otra pieza idéntica en el campamento de Cáceres el Viejo, donde Ulbert lo denomina plato de bronce 27.

De plomo se documentan diversos pequeños objetos como lañas, plaquitas enrolladas, dados, fichas circulares y cuadrangulares, un tronco de cono, precintos, etc., aunque lo más destacable son diez planchas de forma, grosor y peso variables; oscilan entre los 500 gr y los 5,3 kg y pesan un total de 29,4 kg. Esta cantidad de plomo, listo para ser utilizado, más los abundantes restos de fundición, indican que el trabajo del plomo constituyó una actividad importante en el enclave.

El conjunto cerámico se encuentra todavía en fase de estudio, si bien mencionamos aquí por su interés cronológico la presencia de campaniense A –forma 6 de Lamboglia y forma 68 de Morel– y campaniense B-oide -un vaso de la forma Lamb. 1, dos de la forma 3, dos de la forma 4 y seis de la forma 5-. Más abundantes son las ánforas, entre los que contabilizamos diez ibéricas y trece importadas, estas últimas repartidas entre siete Dr. 1 B, tres Dr. 1C, una Lamb. 2 y dos ánforas púnicas del Estrecho T-7.4.3.3. Por ser la primera vez que se documentan en yacimientos contestanos, destacamos la presencia de recipientes de almacenaje procedentes del área del Ebro 28, como son dos tinajas del tipo Ilduratin (fig. 10, 1-2) y otras dos

20. Caccioli 2009, 76; Gracia & Domingo 1991, 620-621, 623.21. Agradecemos al profesor Quesada habernos llamado la atención sobre esta circunstancia en el debate posterior a la ponencia.22. Mercando & Zanda 1998, 162.23. App., Pun., 8.104.24. http://www.euskonews.com/0333zbk/gaia33302es.html.25. Según comunicación oral del profesor A. Ruiz.26. Mercando & Zanda 1998,123, lám. LXXXI.27. Ulbert 1984, lám. 14.81 y 16.99.28. Saiz & López en prensa, 5.

| Fig. 7. Anillo de hierro procedente de la Penya de l’Àguila.

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del tipo denominado “dolia de borde reentrante, levantado con concavidades sobre el mismo” (fig. 10, 3-4) 29. La cerámica ibérica contestana también está presente en recipientes de almacenaje y servicio, como son las urnas bicónicas, lebetes, pequeñas pateritas/lucernas y platos. En cuanto a la cerámica común romana, destaca el número de jarras con un total de diez y también se documentan tres morteros, la base de una tinaja reparada con un sello de plomo y cinco ungüentarios fusiformes. Por lo que respecta a la cerámica de cocina, es interesante señalar que no existe ninguna olla ibérica y, en cambio, las seis registradas se corresponden con las que en los niveles republicanos de Valentia se identifican como de “pasta local valenciana” 30. La vajilla de cocina campana también está presente con dos sartagines, una cazuela y un plato-tapadera.

El interés de este conjunto cerámico radica, por un lado, en la datación que ofrecen los vasos campanienses en las primeras décadas del siglo I a.C. y, por otro, en su coherencia como conjunto mueble, comparable con los contextos cerámicos de los niveles sertorianos de Valentia 31. Estos datos, sumados a que se trata de un conjunto inédito entre los poblados contestanos tardíos y a la particularidad de los objetos de metal, confirman la interpretación de la Penya de l’Àguila lleva acento grave: à como un fortín vinculado al conflicto sertoriano y, sin duda, justificado por la existencia en Dénia de la base naval de Sertorio.

A escasos kilómetros frente al Montgó tenemos el segundo enclave fortificado en altura, el Passet (Benimeli), situado en la cima de la sierra de Segària (fig. 1). Llobregat mencionaba el hallazgo de “cerámica ibérica lisa, sin decoración”, y “cerámica romana común” 32. Los sondeos practicados en los años 70 pusieron de manifiesto la existencia de una potente fortificación que delimitaba un espacio de unos 200 m por 80 m, constituida por varios lienzos discontinuos construidos entre los escarpes rocosos. En la vertiente norte algunos presentan una fábrica seudociclópea, mientras que el más espectacular, en la vertiente sur, es un lienzo de más de 58 m, que se retranquea unos siete m para continuar otros 17 m más, conserva una altura entre 2,5 y 3 m. Está construido con una fábrica de sillarejo 33 (fig. 11). La cerámica recogida en superficie fue cerámica campaniense e ibérica pintada. En el Museu Arqueològic i Etnogràfic Soler Blasco de Xàbia se conserva un conjunto de catorce

29. Burillo 1980, 222.30. López et al. 1989, 84, lám. 25.31. Ribera 1998, 349-351; Marín & Ribera 2001, lám. 3-4.32. Llobregat 1972, 106.33. Aranegui & Bonet 1978, passim.

| Fig. 9. Objeto de bronce no identificado procedente de la Penya de l’Àguila.

| Fig. 8. Conjunto de herramientas procedente de la Penya de l’Àguila.

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LAS HUELLAS DE LAS GUERRAS SERTORIANAS EN EL SURESTE DE HISPANIA: ELEMENTOS PARA LA REVISIÓN HISTÓRICA – 187Éléments  sous  droit  d’auteur  -­  ©  Ausonius  Éditions  juillet  2014

| Fig. 10. Dolia de procedencia del valle del Ebro localizadas en la Penya de l’Àguila.

| Fig. 11. Lienzo meridional de la fortificación del Passet de Segària (catálogo de yacimientos de la Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana).

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glandes de plomo procedentes de rebuscas en el yacimiento, así como cuatro ases romanos republicanos que se estudian en el apartado siguiente. Por todo ello, monedas, cerámica y, especialmente, su posición geográfica y características de la fortificación, creemos que puede tratarse de un segundo fortín vinculado a la base naval sertoriana.

A partir del Montgó en dirección sur, el litoral alicantino está constituido por la alternancia de abruptos acantilados y pequeñas calas, algunas de ellas sólo accesibles por mar. Al doblar el Cap de la Nao hacia el Sur, tendríamos el resto de enclaves que se localizan en cerros en la misma línea de costa, de bastante menor altura que las cimas del Montgó y Segària y junto a una cala que sirve de refugio. Se da la coincidencia de que, bien en la cima de los mismos cerros, bien en el cerro vecino, en época de Felipe II se edificaron torres vigía contra las razzias de los piratas berberiscos 34, lo que certifica la estratégica posición de estos lugares, tanto para la vigilancia del mar como para abortar el desembarco de los piratas en las calas próximas (fig. 12).

En esta relación Norte-Sur, el primero de los yacimientos, la Punta de la Torre o Portet de Moraira (Teulada), ubicado sobre el cerro conocido como Cap d’Or, protege del viento de levante la cala situada al Sur, donde hoy está emplazado el puerto de Moraira. Llobregat citaba hallazgos cerámicos de “algunos fragmentos de campaniense A, tardía, y abundantísimos fragmentos de campaniense B” 35, dato que unido a la ausencia de sigillata confirmaba la cronología final antes de mediados del siglo I a.C. No hemos podido localizar estos materiales en los depósitos del MARQ, aunque durante una visita al lugar pudimos observar in situ fragmentos de ánfora de pasta campana Dr. 1 y cerámica de cocina campana, además de la habitual cerámica ibérica, lo que coincide con ese contexto de primeras décadas del siglo I a.C. Tampoco se observan restos constructivos en superficie. Este lugar es clave en la interconexión entre yacimientos, ya que desde su cima se contacta visualmente con la Penya de l’Àguila, hacia el norte, y con el Penyal d’Ifac y Tossal de la Cala, hacia el Sur (fig. 2 y 3).

El siguiente enclave lo encontramos en la ladera del Penyal d’Ifac (Calp) (fig. 1 y 3). Las excavaciones realizadas a principios del siglo XX por J. Belda y en la década de los 70 la Universitat de València descubrieron cerámica ibérica asociada a vajilla ática de barniz negro y un conjunto de cerámica campaniense A y B 36. Llobregat lo interpretaba como un establecimiento de época plena que “posteriormente vivió con algo más de languidez” 37. Sin embargo, la revisión de los materiales de ambas excavaciones permite mantener la hipótesis de que más que una perduración desde el siglo IV al I a.C., el lugar fue ocupado en dos momentos diferentes, cuyos horizontes vienen marcados por la cerámica ática, por un lado, y la campaniense, por otro, tal vez en función de dos empresas o hechos históricos distintos. Sospechamos que la ocupación en las primeras décadas el siglo I a.C. obedeció a intereses estratégicos en el conflicto sertoriano. En este sentido, es importante tener en cuenta la existencia de las salinas a los pies del Penyal, en explotación hasta los años 60 del siglo XX, y recordar la importancia de la sal en el ejército romano para la dieta, la conservación de alimentos, como remedio terapéutico y como complemento en especie de la paga 38.

A continuación, tendríamos el enclave de Cap Negret (Altea) sobre un morro de pórfido que, al adentrarse en el mar, formaba una pequeña cala en su vertiente norte (fig. 13). De este yacimiento se conocía una mano de bronce de una escultura, dos ungüentarios fusiformes, dos cabecitas femeninas de terracota y dos lucernas romanas publicados por F. Martínez en 1943 39. Una intervención de urgencia en 1987 descubrió un abundante conjunto cerámico fechado en la primera mitad

34. Menéndez 1997.35. Llobregat 1972, 107.36. Aranegui 1973, 1978.37. Llobregat 1972, 59.38. Perea 2006, passim.39. Llobregat 1972, 109.

| Fig. 12. Imagen del cerro del Portet de Moraira entrando a la cala. El yacimiento se ubica en la cima a los pies de la torre vigía moderna.

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del siglo I a.C. formando parte de la escombrera que amortizaba la muralla previamente desmantelada 40. Aunque entre los hallazgos aparece algún fragmento más antiguo –cerámica ática y ánforas púnicas de los siglos IV y III a.C.– que, de nuevo, apuntan a una ocupación en el s. IV a.C., el conjunto destaca por la variedad de cerámicas comunes romanas y el elevado número de ánforas importadas, especialmente las vinarias Dressel 1 y Lamboglia 2 (fig. 14a). Aún más, el gráfico de porcentajes totales de la cerámica importada, mayoritariamente romana, frente a la cerámica ibérica muestra un llamativo despunte de los vasos romanos frente a los locales (fig. 14b). El enclave se encuentra a pocos centenares de metros de la desembocadura del río Algar, cuyas aguas ya en época islámica eran apreciadas por su calidad para la aguada de los barcos.

El siguiente yacimiento se encuentra en la cima del Tossal de la Cala (Benidorm), un cerro de 100 m de altura que protege de los vientos del Norte y de levante la cala situada al sur (fig. 15). Se dio a conocer tras las excavaciones en los años 40 de J. Belda y del profesor Tarradell en 1965 41. Según la opinión de E. Llobregat y F. García, los materiales de las excavaciones de Belda depositados en el antiguo Museo Arqueológico Provincial de Alicante señalaban un hábitat entre la segunda mitad del siglo II y el I a.C. 42. Sin embargo, como en Cap Negret y el Penyal d’Ifac, la presencia de algunos vasos de cerámica ática está indicando una ocupación en el siglo IV a.C. Es el único enclave donde se conocen construcciones de tipo doméstico, compuestas por unidades sencillas, de entre una y tres estancias, ordenadas en calles que siguen la geomorfología de la ladera. Las actualmente visibles fueron exhumadas en la campaña de excavación de 1984 de F. García. Los trabajos de Tarradell pusieron al descubierto otra calle con idénticas construcciones que no se conservan en la actualidad. Sabemos, no obstante, que las estructuras domésticas no ocupaban toda la ladera, sino que se ceñían aproximadamente al tercio superior del cerro.

Con la reciente revisión de las excavaciones de Belda 43 se ha constatado que en el conjunto de materiales apenas aparece cerámica de cocina o común ibérica y que, en cambio, hay un número considerable de vasos pintados y de vajilla fina importada, sobre todo, campaniense A tardía y B-oide 44. Esta última permite proponer una datación entre fines del siglo II y primeras décadas del I a.C., cronología acorde con el repertorio de ánforas que no son abundantes pero, curiosamente, están enteras: sólo un ánfora ibérica de la forma I-5 de Ribera frente a una T-7.4.3.3. 45, una T-15.1.1.1. 46, una T-8.1.3.3. y un ánfora campana Dr. 1B. Ribera contabilizó tres Mañá C2 más –posiblemente T-7.4.3.3 de Ramón-, una Lamboglia 2, una Dr. 2-4 y otra Dr. 1 -sin especificar subtipo–, pero no hemos podido comprobar estos datos porque se desconoce su paradero 47.

40. Sala 1990.41. Tarradell 1985. Aunque al Museo Arqueológico Provincial sólo llegaron las monedas. El resto de materiales se depositaron en el

Ayuntamiento de Benidorm para el museo arqueológico que se proyectaba construir. 42. Llobregat 1972, 61; García Hernández 1986.43. Bayo 2010.44. Id. 60-73. Las formas más comunes son Lamb. 1 y Lamb. 5 y también hay una pieza de la forma Lamb. 3, dos de Lamb. 4, una de

Lamb. 8, una Lamb. 27 y una Lamb. 34.45. Bayo 2010, fig. 26.1.46. Ramón considera este ejemplar como único. Se trata de una copia no local de un ánfora púnica de perfil cilíndrico: Ramón 1995,

244; Bayo 2010, fig. 26.2.47. Ribera 1982, 63; García 1986, 108-110.

| Fig. 13. Imagen de Cap Negret desde la cala norte tomada entre los años 40-50 (fotografía de Luís Fuster en la página web www.alteamipueblo.es).

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| Fig. 14. A. Gráfico con el recuento de las importaciones de cerámica romana de las excavaciones de 1987 en Cap Negret; B. Gráfico de los totales de cerámica importada y local en Cap Negret.

| Fig. 15. Imagen actual de la cala y al fondo el cerro de Tossal de la Cala oculto por las edificaciones (fotografía de S. Bayo).

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Más interesante ha sido la identificación de los objetos metálicos, de hueso o de vidrio que habían pasado por alto en los estudios anteriores. Así, destacamos la existencia de una moharra de pilum de tipo Šmihel (fig. 16, 2) 48 . Es muy semejante al pilum de la Penya de l’Àguila y al ejemplar hallado en los niveles sertorianos de l’Almoina en València 49. Al pilum hay que añadir la hoja de un puñal (fig. 16, 1) y dos regatones de lanza (fig. 16, 3-4). Ante este contexto de presencia de armas adquiere otro significado la existencia de dos asas de bronce de cabeza masculina del tipo Piatra Neamt (fig. 17, 1-2) y una tercera rematada con una hoja cordiforme del tipo Gallarate (fig. 17, 3) 50. Pertenecen a unas jarras de bronce de cuerpo bitroncocónico y carena baja, datadas entre fines del siglo II a.C. y el primer tercio del siglo I a.C. 51, asociadas al servicio de mesa romano, lo que explica su aparición en el campamento de Cáceres el Viejo 52. Recientemente han aparecido también en el barrio ibérico de Libisosa (Lezuza, Albacete), en un ambiente de destrucción violenta datado en el siglo I a.C. 53. Otra asa documentada en el Tossal de la Cala es la que Ulbert denomina asas de tamiz en Cáceres el Viejo (fig. 17, 5) 54.

En este supuesto campamento romano 55 encontramos también los paralelos para la sonda espatulada que aparece en el Tossal de la Cala (fig. 18). Es un tipo de instrumento quirúrgico que servía para agitar las mezclas, y su punta en forma de espátula para aplicarlas una vez elaboradas, aunque otras fuentes indican que también eran usadas como depresor de lengua para ver la garganta 56. De los objetos óseos destacamos cinco stili de distintas formas (fig. 19, 1-5), cuyos paralelos los volvemos a encontrar en Cáceres el Viejo 57. Además de los stili, hay un anillo y una posible charnela (fig. 19, 6-7). Asimismo,

48. Connolly 1997, 44; Quesada 2007, 382.49. Ribera 1995; Connolly 2005, fig. 2; Quesada 2007, fig. 2.50. Bayo 2010, fig. 70.51. Romana 2007, 200-201.52. Ulbert 1984, lám. 13 y 15.91.53. Márquez et al. 2004, 185.54. Ulbert 1984, lám. 15.55. Id. 1984, lám. 20, 126-128.56. Borobia 2007, 185.57. Ulbert 1984, lám. 20.130-132.

| Fig. 16. Conjunto de armas procedente de las excavaciones de Belda en el Tossal de la Cala.

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debemos mencionar la presencia de dos fragmentos informes de vidrio prensado de color blanquecino, con manchas verdosas y decoración grabada a modo de retícula 58. No podemos saber las formas de los vasos, pero sus características técnicas los datan en torno a los siglos II y I a.C. Tienen un uso continuo hasta inicios del siglo I de nuestra era 59. Se trata de las primeras importaciones de vidrio, muy escasas todavía en época tardo-republicana y que hasta ahora aparecen siempre en ambientes romanos.

A la vista de estos materiales, empezamos a barajar la hipótesis de una presencia romana en el Tossal de la Cala, bien de contingentes militares, bien de población civil, tal vez de ambas; haciendo extensiva esa presencia romana a los restantes enclaves toma sentido el gran número de ánforas y de vajilla de cocina romanas que aparecen en aquellos que han sido objeto de excavación, como por ejemplo Cap Negret, de donde ya expresamos lo inusual de tan altos porcentajes para un enclave ibero 60.

Ante esta perspectiva, y ya en el marco de este proyecto, procedimos a la catalogación de los materiales de la excavación de F. García de 1984. Se excavaron un total de trece departamentos y se realizaron cinco catas, en principio situadas a extramuros. Obtuvo materiales tanto en los departamentos como en tres de las cinco catas 61. Aunque el conjunto

58. Bayo 2010, fig. 78.59. Price 1981, 100,102.60. Sala 2003, 310-311.61. García 1986, 13. Los materiales fueron depositados en el Museo Arqueológico Provincial de Alicante.

| Fig. 18. Sonda espatulada procedente de las excavaciones de Belda en el Tossal de la Cala.

| Fig. 19. Objetos de hueso procedentes de las excavaciones de Belda en el Tossal de la Cala.

| Fig. 17. Asas de bronce procedente de las excavaciones de Belda en el Tossal de la Cala.

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está todavía en proceso de estudio, podemos afirmar que existen diferencias entre este conjunto y el del padre Belda: para empezar, el material se halla muy fragmentado; en segundo lugar, no hay vasos enteros ni piezas que remonten al siglo IV a.C.; por último, el volumen de cerámica común, de cocina y de ánforas de importación es bastante considerable, frente a la práctica inexistencia en las excavaciones de Belda. Se diría que habían excavado en dos yacimientos distintos.

En efecto, el primer dato significativo es el reflejado en el gráfico de la figura 20B, en el que llama la atención el alto porcentaje de cerámicas importadas (75,53 %), casi todo de procedencia itálica, frente a las cerámicas ibéricas (24,47 %). Entre las primerasz, destacan especialmente las ánforas y la cerámica de cocina (fig. 20A). El repertorio de las ánforas importadas vuelve a ser el mismo que ya se había documentado: ánforas vinarias Dr. 1 A, Dr 1 B y Lamboglia 2, púnicas del Estrecho T-7.4.3.3 de Ramón y algunos pivotes y asas de ánforas púnico-ebusitanas cuya forma no podemos identificar. Hay que citar también dos asas de ánfora de aceite de Brindisi, un tipo de ánfora datado en torno a finales del siglo II a.C. y primera mitad del I a.C. 62 (fig. 21). Las identificamos porque presentan dos sellos. En una se lee VISELLI. Según Desy, su centro de producción se puede localizar en Giancola y Masseria Marmorelle 63. En el segundo sello aparecen las letras C AN[…], probablemente C. ANINI, cuyo centro de producción se sitúa en Apani 64. Se han hallado ánforas de tipo Brindisi en Azaila 65 y en los niveles republicanos de Valentia 66.

La cerámica campaniense representa un 13,83 % del total de los hallazgos y se reparte entre campaniense A, A tardía –6,38 % en total–, campaniense B, B-oide –5,59 % en total– y campaniense gris –1,60 %–. Las formas más repetidas son las Lamb. 1 y Lamb. 5. No ha aparecido ningún fragmento de terra sigillata, por lo que nos mantenemos en la horquilla cronológica entre fines del siglo II a.C. y primera mitad del I a.C.

Otro dato muy significativo es la casi total ausencia de ollas de cocina ibéricas y su sustitución por ollas de cocina romanas (fig. 20A), que representan algo más de un 20 % del total, equiparándose así al porcentaje de ánforas importadas. Están elaboradas con pastas toscas de diversas calidades, una de las cuales hemos identificado con la que en los niveles sertorianos de Valentia se conoce como de “pasta local valenciana” 67. Por su parte, la cerámica de cocina campana está muy poco representada: hemos documentado una base de cazuela, dos fragmentos de borde bífido, diez platos-tapadera y un fragmento informe de una cazuela de rojo pompeyano. En cuanto a los morteros, aunque escasos, también están presentes, tanto en las excavaciones del padre Belda 68, como en las de F. García, con cuatro fragmentos correspondientes a sendos ejemplares, bien del tipo con digitaciones, bien de borde plano con vertedor.

Por su parte, la cerámica ibérica pintada, la más abundante en el grupo local, ofrece un repertorio compuesto por kalathoi, lebetes, urnas bicónicas y un elevado número de platos, en su mayoría de borde reentrante; también aparecen oenochoai y jarras aunque en menor medida.

En definitiva, se trata de un conjunto muy homogéneo en las producciones cerámicas y en la cronología, todo lo cual confirma una ocupación en el Tossal de la Cala dentro de la primera mitad del s. I a.C. Además, es un contexto material con muchos paralelos en los niveles de destrucción de Valentia e incluso en el campamento de Cáceres el Viejo: los mismos repertorios de vajilla campaniense 69 y de ánforas 70; la relativamente abundante presencia de cerámica ibérica pintada en los niveles sertorianos de Valentia es otro punto en común. También hemos localizado en el Tossal de la Cala los dolia de borde reentrante que proceden de la zona del Ebro 71 y que documentamos por primera vez en la Penya de l’Àguila. Estos recipientes de almacenaje también aparecen en los niveles republicanos de Valentia 72. A la vista de estos datos, del alto porcentaje de las importaciones frente a la vajilla ibérica, de la presencia abrumadora de vajilla de cocina

62. Desy 1993, 233.63. Id. 1989, 10, 12.64. Ibid., 63-64.65. Beltrán 1980, 196.66. López et al. 1994, 38.67. Idid., 84, lam. 25.68. Bayo 2010, 114. Forma 1 de Aguarod Otal, equivalente a forma 7a de Vegas y a la “Emporiae” 32,6.69. López et al. 1994, 58-60; Ulbert 1984, lám. 43 y 44.70. Ulbert 1984, 94, lám. 37-38 y 51-53.71. Burillo 1980, 222; Saiz & López en prensa, 5.72. López et al. 1994, lám. 14, fig. 3 y 4.

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| Fig. 20. A. Gráfico de las producciones cerámicas documentadas en las excavaciones de García Hernández en el Tossal de la Cala; B. Gráfico de los totales de cerámica importada y local en el Tossal de la Cala.

| Fig. 21. Asas de ánfora apula de Brindisi con sello procedentes del Tossal de la Cala.

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romana, de la identificación de las piezas no cerámicas de las excavaciones antiguas, cuesta seguir viendo en este lugar un asentamiento ibérico dedicado pacíficamente a la pesca y al comercio.

Finalmente, aunque no entre en nuestro estudio dado que el yacimiento es objeto de un proyecto de investigación hispano-francés dirigido por P. Rouillard, no descartamos que el Tossal del Moro o de la Mallaeta (la Vila Joiosa) (fig. 1) forme parte también de esta relación de enclaves como punto más meridional. De nuevo sobre un cerro junto al mar, con su cala al Sur, con idéntico contexto de cerámicas ibéricas pintadas, campanienses 73 y un abundantísimo número de fragmentos de ánforas itálicas 74. Las excavaciones llevadas a cabo en los últimos años confirman este contexto material y, por tanto, su datación en el siglo I a.C., independientemente de que presente un horizonte de época plena, como ocurre en la mayoría de los enclaves. Recordemos que, a poco más de un kilómetro del enclave, en pleno casco urbano de la Vila Joiosa, se ha localizado la fossa fastigata del campamento romano que sus excavadores adscriben a las guerras sertorianas 75.

LA APORTACIÓN DE LA NUMISMÁTICA

La Penya de l’Àguila ha proporcionado un registro numismático de catorce monedas y dos plomos monetiformes. De dichas piezas diez son romanas, tres ibéricas y la que resta es una acuñación provincial romana de la ciudad de Valentia. Todas son de bronce y, a excepción de un cuadrante, corresponden a unidades de as. Las diez monedas romanas son ases y presentan un aspecto muy homogéneo en cuanto a pátina y grado de desgaste, que es bastante acusado. La homogeneidad del conjunto sugería que podía tratarse de una ocultación; sin embargo, de los documentos donados por A. Salvage se desprende que se trata de hallazgos localizados en diferentes puntos del yacimiento.

De estos diez ases romanos republicanos, los que permiten una clara catalogación corresponden al tipo Jano bifronte/proa de nave, existiendo algunos que se pueden datar a mediados del siglo II a.C. en función de los epígrafes de magistrados que en ellos figuran. Es el caso de uno que conserva sobre la proa la leyenda TVRD, emblema de la familia Papiria, acuñado entre el 169 y 158 a.C.

El resto de piezas proceden de cecas cercanas o de cecas bien conectadas con el emplazamiento estudiado (fig. 22): un as ibérico de jinete con lanza acuñado en Saiti y datado hacia mediados del siglo II a.C.; un fragmento de un as de Cástulo acuñado hacia el 85 a.C.; un cuadrante de Arse del último tercio del siglo II a.C.; y un as hispanoromano de Valentia con el nombre de los cuestores C LVCIEN C MVNI, cuyas emisiones han sido datadas entre los años 138 y el 125 a.C. 76. Este as fue hallado en el extremo oeste del yacimiento, junto a un plomo monetiforme que presenta en su anverso una figura que ha sido descrita como la cabeza de Vulcano barbado y laureado o con diadema con ínfulas, delante tenazas y abajo tres glóbulos; mientras que en el reverso se ha representado una cornucopia con frutos y la leyenda L. Cale(Ci) dentro de una gráfila lineal 77. Este motivo de reverso es similar al utilizado en las monedas emitidas por la ceca de Valentia, del que parece derivar, diferenciándose por carecer del haz de rayos que acompaña a la cornucopia en las emisiones dicho taller. Ello le imprime un claro carácter monetiforme y sugiere su uso como moneda, hipótesis reforzada por el hecho de haber sido encontrada asociada al mencionado as de Valentia.

Existe todavía otro plomo monetiforme procedente del asentamiento que presenta un deficiente estado de conservación, lo que impide conocer los posibles motivos y/o leyendas grabados en él. En una de sus caras se observa una perforación de forma triangular que no llega a traspasar la pieza. Dichos plomos completan el conjunto numismático estudiado.

La cronología de estos plomos monetiformes es difícil de precisar. La descontextualización y el amplio grado de desgaste de uno de ellos impiden hacer cualquier consideración al respecto y sólo es posible enmarcarlo en la cronología general del asentamiento. Del otro plomo tenemos más indicios, dada su asociación con el as de Valentia, lo que evidencia, al menos, un mismo momento de uso y también de deposición en el registro arqueológico bien por pérdida, bien por ocultación. Dicho momento debe situarse con posterioridad al último tercio del siglo II a.C. que es la fecha de emisión

73. Llobregat, 1972, 110.74. Agradecemos esta información a Jesús Moratalla, codirector de las excavaciones en la Mallaeta.75. Espinosa et al. 2008, 214-216, fig. 6-7.76. Véase Ripollés 1988. 77. Falcó & Casabó 1989, 68.

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del as de Valentia, y podría relacionarse con el conflicto sertoriano: en los dos únicos conjuntos monetales donde han aparecido monedas de Valentia, el de Azaila y el de Borriol, dichas piezas corresponden a la misma emisión y presentan el mismo grado de desgaste que la de la Penya de l’Àguila, siendo la cronología propuesta para la ocultación de dichos conjuntos la década de los años 70 a.C. 78. Por otro lado, no hay que olvidar que es precisamente este conflicto bélico el que da lugar a la explotación intensa de los yacimientos mineros del área de Sierra Morena 79.

La presencia de teseras en ámbitos militares es conocida desde antiguo, aunque su valor monetal es difícil de precisar ya que se desconoce si fueron acuñados como moneda de necesidad, como fracciones del numerario oficial o como simples teseras con valor de cambio. Igualmente complejo resulta determinar su circulación y ámbito de validez, que debió reducirse a un espacio geográfico concreto y no demasiado amplio, pero todavía son muy escasos los estudios en ese sentido.

En conclusión, el material numismático de la Penya de l’Àguila forma un conjunto caracterizado por la mayoritaria presencia de ases romanos a los que acompañan algunos bronces ibéricos y dos plomos monetiformes. Es pues un registro claramente diferente del que es habitual en los poblados ibéricos contestanos, donde la circulación monetaria está dominada por los bronces indígenas, fundamentalmente de cecas locales. Dichas monedas sugieren un modelo de circulación distinto, más cercano a los ámbitos militares, con un predominio de ases romanos, muy vinculados con la presencia de ejércitos. Este registro monetal es acorde con el resto del registro material, donde abundan los elementos relacionados con la presencia de milicias.

78. Falcó & Casabó 1989, 69 y Ripollés 1988.79. La explotación de los yacimientos mineros de plomo en Hispania en época romana es conocida desde antiguo, sin embargo,

Casariego et al. 1987, 17 dieron a conocer algunos datos interesantes respecto a su cronología. Así, la mina de “El Centenillo”, una importante explotación ubicada en Sierra Morena que contaba con tres fundiciones romanas y un poblado metalúrgico dedicado exclusivamente a la extracción y trabajo del plomo y a la que se le supone un enorme rendimiento, sabemos que se comenzó a explotar por los romanos a finales del siglo II y principios del I a.C. y que fue abandonado a principios del siglo I a.C., para no volver a reabrirse hasta mediados de la centuria siguiente. El mismo fenómeno ocurre en otras minas de la zona, por lo que debe explicarse a la luz de los acontecimientos. La explotación de estas minas de manera intensa y concentrada entre fines del siglo II y mediados del I a.C. quizás deba relacionarse con las guerras sertorianas, conflicto de gran envergadura que tiene lugar en ese periodo y que explicaría fácilmente el interés de las explotaciones mineras de plomo.

| Fig. 22. Procedencia de las monedas halladas en la Penya de l’Àguila.

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Procedentes del Passet de Segària se conocen cuatro ases romanos republicanos y un fragmento de difícil adscripción. Corresponden al tipo Jano bifronte en anverso y proa de nave en el reverso. Tres de ellos, los conservados en el Museu Soler Blasco de Xàbia, presentan un alto grado de desgaste y su fecha de acuñación se sitúa entre los años 211 y 82 a.C. El otro as, propiedad de un particular, fue publicado por P. P. Ripollés como un as del tipo Jano/proa, delante ancla, debajo ROMA y se dataría entre el 169 y 158 a.C. 80. La cuarta pieza es un fragmento de moneda sin identificar, aunque bien podría corresponder al mismo tipo que las anteriores. Al igual que ocurre en la Penya de l’Àguila, uno de los ases presenta un golpe de punzón circular en el centro del anverso. Es difícil llegar a dilucidar si estos golpes tenían como finalidad perforar la pieza y fueron un intento de hacer un orificio en el centro de la misma que pudiera servir para ensartar un hilo que permitiera colgar la moneda o transportarla 81.

Del Tossal de la Cala se conocen una serie de monedas tanto a través de referencias bibliográficas como procedentes de trabajos arqueológicos. En total, son más de 34 piezas, de las cuales algunas se conservan en el Museu Arqueològic d’Alacant-MARQ, mientras que de otras sólo se tiene información a partir de dichas menciones bibliográficas 82. De las que se tiene noticia, cuatro son acuñaciones romanas y el resto ibéricas. Las romanas son un denario, un as, un triens y un cuadrante, cuyas cronologías van desde mediados del siglo II a.C. a inicios del I a.C. La más antigua parece ser el as, acuñado a nombre del magistrado Cina entre 169 y 158 a.C. Apareció en el curso de los trabajos arqueológicos en la habitación 15A del poblado. Su alto grado de desgaste explicaría, según M. Tarradell, que la fecha de emisión de esta moneda esté bastante alejada del momento de su pérdida 83. El triens está datado en el año 91 a.C. 84, mientras que el cuadrante presenta un estado frustro. Cabe destacar la presencia del denario datado por F. Mateu en el año 84 a.C. 85, una de las escasas monedas de plata existentes en el registro estudiado por el momento.

Las monedas ibéricas son mayoritariamente unidades de bronce acuñadas en cecas situadas en diferentes áreas de las costas peninsulares: contamos con ejemplares de Saiti y Arse, de Ilturo y Kesse en la costa septentrional, de Ebusus; de Abdera y Malaca y de Gadir en la costa atlántica. De las cecas del Valle del Ebro, muy activas en el periodo que tratamos, se ha documentado un único ejemplar procedente de Bilbilis (fig. 23).

Finalmente, y según los escritos de J. Belda dados a conocer por S. Bayo, en el “nivel hondo” del yacimiento apareció una tesera de plomo bien acuñada, en el interior de una estancia que él denomina casa de los plomos 86. Nada sabemos de esta pieza ni si tenía carácter monetiforme.

El desconocimiento del total del material numismático impide hacer valoraciones definitivas, pero los datos con que contamos dejan entrever una mayoritaria presencia de moneda ibérica, que sería numéricamente muy superior a las acuñaciones romanas, contrariamente a lo que sucedía en la Penya de l’Àguila, donde los ases de la ceca de Roma suponían más del 71 % de las monedas conocidas. M. Tarradell 87 afirmaba también que la cronología de las monedas es la habitual en los poblados ibéricos con cerámica campaniense, toda vez que es lógico que Saiti sea la ceca mejor representada al ser la más cercana al asentamiento 88.

80. Véase Ripollés 1985, 339, n° 146. Correspondería a RRC, 194-1.81. Aunque esta es la teoría tradicional, en los últimos años se ha planteado la posibilidad de que sea una marca de desmonetización

dada la circunstancia de que estas perforaciones abundan en el caso de las monedas forradas, como se ha comprobado en el caso de la colección de la R.A.H. (Chaves 2005, 21).

82. A las primeras noticias sobre monedas procedentes de este enclave dadas por F. Mateu (1972-1974), se han ido añadiendo otras proporcionadas por E. Llobregat (1972, 138-139 y 1974) y la publicación de las piezas exhumadas en las excavaciones de M. Tarradell (1985). Recientemente, el estudio realizado sobre este asentamiento por parte de S. Bayo (2010) ha sacado a la luz nuevos datos que permiten conocer que, en las excavaciones del padre Belda, se hallaron hasta un total de 23 monedas procedentes en su mayoría de la mitad oriental del yacimiento. A ellas quizás habría que añadir, según E. Llobregat (1974), las “pequeñas monedas posiblemente púnicas” y “una moneda de Ibiza con el cabiro”, que aumentarían en un número indeterminado dicho registro.

83. Tarradell 1985, 116.84. Véase Bayo 2010, 160, tabla 2.85. Más tarde, Abad & Abascal 1991, 187 adelantarían la datación al año 82 a.C., a partir de la referencia de F. Mateu quien lo considera

acuñado por L. Marius Censorinus. Se trataría de un denario de la familia Marcia acuñado en Roma (RRC, 363.1). 86. Véase Bayo 2010, 35 y 37.87. Tarradell 1985, 117.88. Véase Tarradell 1985, 117.

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EL ESCENARIO GEOGRÁFICO Y LOS ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS

La revisión de los materiales arqueológicos y de los conjuntos monetales abre una perspectiva distinta para explicar los yacimientos que analizamos. Nos referimos a la hipotética presencia de contingentes militares romanos y/o de población civil itálica en estos enclaves costeros, habitando en ellos en un probable régimen de convivencia con la población local ibera que los ocuparía desde dos siglos antes. La situación que planteamos no es nueva. Con la expresión «el ejército romano “oculto” dentro de» yacimientos indígenas, que reproducimos de forma literal, C. Fabião alude a las noticias en las fuentes escritas que se refieren al uso de yacimientos indígenas por parte del ejército romano en períodos de conquista, y cree ver esta situación en varios yacimientos portugueses 89. Sin embargo, como se aprecia en la figura 1, los yacimientos de la costa alicantina están lejos de la gran vía de circulación terrestre que fue la ruta Heraklea-Augusta y se encuentran en una posición periférica que dificulta entender el interés que podrían tener para el ejército romano. La intrincada orografía de la mitad septentrional de la provincia alicantina es determinante en este análisis y condiciona la interpretación histórica. Las estribaciones montañosas y valles que discurren en sentido Suroeste-Noreste hacen imposible el tránsito del transporte rodado atravesando la montaña alicantina en sentido Norte-Sur, hasta el punto de tener que rodear esta zona a través del corredor de Montesa y descender por el valle del Vinalopó para volver a encontrar la costa en el Bajo Segura, a menos de un centenar de kilómetros al norte de Cartago Nova. Así pues, la zona interior y la costa norte alicantinas difícilmente podrían entrar en los objetivos militares romanos, salvo la lógica plena conquista, a menos que alguna materia prima o alguna razón estratégica fuera vital para sus intereses. Pensamos que fue el control del tráfico marítimo y de los puntos de refugio temporal de naves en la costa en el área de influencia costera de la base naval de Dianium lo que dio impulso a estos lugares, pero no olvidamos la explotación de las salinas a los pies del Penyal d’Ifac y la aguada para naves en el río Algar junto a Cap Negret.

89. Fabião 2007, 128-131.

| Fig. 23. Procedencia de las monedas halladas en el Tossal de La Cala.

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En opinión de García Morá 90, la victoria de Sertorio sobre Pompeyo en la batalla de Lauro debió abrirle las puertas de la Contestania. La opinión mayoritaria sitúa en el verano del año 76 el sitio de Cartago Nova por parte de tropas sertorianas, apoyadas por piratas cilicios y quizá por aliados contestanos. El cerco fracasó pero puso en evidencia el peligro potencial de que el ejército de Metelo viese cortado el suministro por mar desde la Península Itálica, o sencillamente se viese acosado desde el Este. Cuando Metelo se puso en camino hacia el Levante con la intención de sumar sus fuerzas a las de Pompeyo debió tomar la ruta meridional, pasando desde el valle del Guadalquivir a la Hoya de Baza. Desde aquí García Morá plantea dos posibilidades 91: una por la zona más septentrional de Almería hacia Caravaca y Calasparra, y otra por la actual carretera nacional 342, por donde discurría la vía Augusta, llegando a Lorca y desde aquí al valle del Segura. Conociendo la geografía de la región murciana, esta segunda alternativa nos parece más probable porque es más adecuada para el tránsito de un ejército en marcha. De hecho, los castella tardo-republicanos de la cuenca de los ríos Argos y Quípar, (Caravaca, Murcia) que jalonan la ruta más septentrional, se están datando más tarde, en el segundo y tercer cuarto del siglo I a.C., y se adscriben a la guerra civil entre César y Pompeyo 92. Una vez en el Segura, García Morá propone el paso por Yecla y desde aquí hacia el puerto de Almansa para enfilar el corredor de Montesa hacia Saiti y la llanura valenciana 93. Aunque no descartamos ninguna posibilidad, poniendo de nuevo como principal argumento la orografía de la zona, pensamos que la ruta más apropiada para alcanzar el corredor de Montesa desde Lorca sería recorrer el bajo Segura y ascender por el valle del Vinalopó hasta Villena, entrando en el corredor de Montesa por la Font de la Figuera, sin necesidad de tener que llegar hasta Almansa.

Tanto con el desplazamiento del ejército de Metelo para unirse al de Pompeyo en el golfo de València, como en el año 81, con Sertorio descendiendo apresuradamente por la misma ruta para llegar al puerto de Cartago Nova e iniciar su periplo africano, los enclaves costeros alicantinos quedan visiblemente fuera de las rutas terrestres de circulación (fig. 1). Sin embargo, por su privilegiada situación en el litoral y por los objetos vinculados al ejército romano que estamos identificando, sostenemos como hipótesis de trabajo que no se mantuvieron al margen de los acontecimientos. Nos encontraríamos, pues, en una zona de frontera, en un territorio en el que una sutil línea marcaría el área de influencia de un ejército y de otro: por un lado, la base naval de Sertorio en Dianium y, por otro, el puerto de Cartago Nova en el extremo meridional fiel al bando senatorial. Es previsible que esta situación comportara el establecimiento de pactos con la población ibera. En la actualidad no hay dudas acerca de la presencia de contingentes militares en el Tossal de Manises-Lucentum. La construcción de una segunda muralla a fines del siglo II a.C. o a principios del siglo I a.C., a la que se añadiría un bastión poco después, señala la existencia de un destacamento militar en un momento de crisis que los excavadores tienden a vincular con las guerras sertorianas en las recientes publicaciones 94. El mosaico helenístico del Sailacos de l’Alcúdia d’Elx y otros mosaicos de opus signinum aparecidos en la misma vivienda 95 señalan la adopción de modelos constructivos itálicos en las mismas fechas por parte de una elite local que pretende emular los patrones culturales de una población civil itálica posiblemente instalada en l’Alcúdia. Es nuestro objetivo asimismo entender la relación entre los enclaves costeros y estos lugares con población romana que, no olvidemos, serían los únicos promocionados por Augusto con la municipalidad para Lucentum y la concesión de la colonia en el caso de Ilici.

90. García Morá 1991, 227-233. 91. Ibid., 246-250.92. Brotons & Murcia 2008, passim.93. García Morá 1991, 249.94. Olcina 2009, con la bibliografía anterior.95. Abad 1986-87, passim.

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