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La Virgen se muestra como el vínculo entre el Antiguo y Nuevo Testamento, como reina del Cielo. El programa iconográfico, tanto escultórico como en el arte de las vidrieras enfatiza siempre, una estrecha y poco habitual relación entre la Virgen y Cristo, hasta ese momento, pues Chartres quiere afirmar su distinción de ser la primera de todas las iglesias consagrada a Nuestra Señora. CRISTIÁN LEÓN GONZÁLEZ, Arquitecto, (1995) Licenciado en Estética, (2000) de la PUC. Diplomado de Estudios Avanzados en Historia del Arte, (2007), Magister en Gestión Cultural (2008) y Doctor © en Historia del Arte y Gestión Cultural, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España, docente de la facultad de Diseño UDP, de la UPA, Profesor del Magister de Artes y Humanidades de la UGM. LA CATEDRAL DE NOTRE DAME DE CHARTRES Santuario y cuna del misterio Mariano en Francia Vista aére

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La Virgen se muestra como el vínculo entre el Antiguo y

Nuevo Testamento, como reina del Cielo. El programa

iconográfico, tanto escultórico como en el arte de las

vidrieras enfatiza siempre, una estrecha y poco habitual

relación entre la Virgen y Cristo, hasta ese momento, pues

Chartres quiere afirmar su distinción de ser la primera de

todas las iglesias consagrada a Nuestra Señora.CRISTIÁN LEóN GONZÁLEZ, Arquitecto, (1995) Licenciado en Estética, (2000) de la PUC. Diplomado de Estudios Avanzados en Historia del Arte, (2007), Magister en Gestión Cultural (2008) y Doctor © en Historia del Arte y Gestión Cultural, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España, docente de la facultad de Diseño UDP, de la UPA, Profesor del Magister de Artes y Humanidades de la UGM.

LA CATEDRAL DE NOTRE

DAME DE CHARTRES

Santuario y cuna del misterio Mariano en Francia

Vista aérea de la Catedral de Chartres (1195-1220) desde el suroriente

Vista aérea de la Catedral de Chartres (1195-1220) desde el suroriente97Red Cultural

EL VIEuX CHarTrESEstas breves líneas simplemente quieren evocar a aquel tiempo remoto y distante en que fue levantada la primera de esas grandes catedrales del alto gótico, obra rotunda y bella, prodigio de dies-tras manos y mejores geómetras, que dio el inicio a esa eclosión de templos y catedrales consagradas a Nuestra Señora y que poblaron primero Francia y luego el resto de Europa.Chartres, pequeña ciudad de la campiña francesa, hoy de unos 40.000 habitantes, se emplaza en la inmensa llanura de Beauce, atravesada por el río Eure, con el cual mantiene un bello y pintoresco diálogo, rodeando una pequeña colina donde se yergue la imponente catedral, que el escultor Rodin bautizó como “la Acrópolis de Francia”. El bello y sinuoso casco viejo de la ciudad se extiende a orillas del río, donde sus casas van confi gurando su borde, articulado por parques y calles serpenteantes que nos recuerdan el vitalismo secular de una rica ciudad, emplazamiento que era encrucijada de rutas comerciales e importante centro de peregrinación. Hacia el s. XII contaba con unos 15.000 habitantes cuando París no pasaba de 80.000.Situada a una hora al suroeste de París, lo primero que impresiona es su famoso perfi l, donde las agujas se recortan sobre el paisaje de be-llos campos de trigo. En este punto, apenas se divisan las agujas de las torres, los peregrinos, en signo de profunda veneración, se arrodillan y rezan piadosamente a Nuestra Señora, aún hasta hoy en día. Con-forme se va uno acercando va descubriéndose el perfi l de la Catedral, seguido del perfi l urbano, manifestándose el sentir y la orientación de una sociedad que no se entiende si no es desde su dimensión profun-damente religiosa, sello de la época y fuente de su grandeza.

Antes de ser una fundación romana llamada Autricum, al parecer, existió un importante centro religioso druídico justo en la colina sobre la que se emplaza la catedral. Los celtas, su antigua población, eran adoradores del agua y de una diosa madre. Algunas fuentes señalan la existencia de un pozo cavernoso en ese preciso emplazamiento, así como la de un importante menhir, centro del culto religioso, pero que hoy ya se ha perdido. Otros autores niegan que este haya sido un lugar sagrado relevante de las religiones precristianas. De cualquier modo, es en este culto en el cual se inspiraron los primeros evangelizadores para divulgar la fe cristiana en la región de Las Galias, generando un proceso paulatino y armónico, que buscó fusionarse con las tradicio-nes más arraigadas de los pueblos originales.La iglesia actual se levanta sobre los cimientos de una iglesia ro-mánica anterior del año 1134 y que en 1194 se destruyó en un trágico incendio que devoró varias manzanas del fl oreciente burgo, y que un importante delgado pontifi cio presenció, el enérgico cardenal Melior, él que motivó su reconstrucción de inmediato, en el nuevo estilo, removiendo las fuerzas de la consternada, pero fervorosa feligresía cristiana, pues la Santísima Virgen María así se los solicitaba; el pue-blo sencillo y sus ricos burgueses así lo entendieron y se abalanzaron a una de las más prodigiosas y legendarias empresas de la cristian-dad medieval, la erección de su nueva, portentosa y emblemática catedral. El grueso de las obras de la catedral se construyó en un lapso, a todas luces sorprendente, de apenas veinticuatro años.El pueblo sencillo y sus ricos burgueses así lo entendieron y se abalanzaron a una de las más prodigiosas y legendarias empresas de la cristiandad medieval, la erección de su nueva, portentosa y emblemática catedral.

La CaTEdraLLos templos de la Cristiandad se orientaban ya en dirección este-oeste según las constituciones apostólicas del s. IV, y Chartres no era ajena a esta orientación, aunque algún observador avezado podría percatar-se de que la disposición de la planta de nuestra iglesia no es exac-tamente este-oeste, como era lo habitual, sino levemente girada en dirección noreste- sudoeste. Al respecto ya nos lo señala Santo Tomás: “Es conveniente que adoremos con el rostro vuelto hacia el oriente: primeramente, para mostrar la majestad de Dios, que nos es mani-fi esta por el movimiento del cielo, que parte del oriente; en segundo lugar porque el Paraíso terrenal existió en oriente y nosotros tratamos de volver a él; en tercer lugar, porque Cristo, que es la luz del mundo, es llamado Oriente por el profeta Zacarías, y porque, según Daniel, ‘subió al cielo del cielo, al Oriente’; y en cuarto lugar, por último, porque en el oriente es donde aparecerá en el último día, conforme a las palabras del Evangelio de San Mateo: ‘Como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre”. Algunos eruditos han especulado sobre este cambio de orientación, con respecto al habitual, y aducirían que se debería a que la Catedral se orienta según principios radiestésicos, de geopuntura, es decir, de emanaciones de energía; otros la atribuyen a la orientación primitiva de la iglesia románica previa a la actual catedral, o debido, simplemente, a la topografía del lugar. Lo que sí es cierto, es que la

Vista de la pequeña y antigua ciudad, atravesada por el rio Eure.

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sola experiencia de penetrar en la catedral nos conduce ciertamente a vivenciar por algunos instantes toda una cultura que se gestaba y destellaba a la sombra de este prodigioso edifi cio.El proyecto original La Catedral de Chartres, inicialmente fue con-cebido con 9 torres -el número 9 es muy simbólico-, de las cuales se comenzaron 8 y completaron 2, las de la fachada occidental. Las que fl anquean el transepto se construyeron hasta el segundo cuerpo y en las del ábside falta el remate de las agujas. La torre del crucero nunca se realizó. Worringer puntualiza en su libro La esencia del esti-lo gótico que “cuando el Gótico obliga a la piedra a tomar formas que parecían contrarias a su peso, a su fragilidad, a su natural posición; formas que parecen infundir en la piedra como una nueva y superior esencia, ¿no hace algo semejante a lo que hace la Iglesia en su lucha contra las tendencias naturales del hombre?”.La elevación de la nave central que logra levantarse sobre los 36 mt. de altura, desafi ando los fuertes empujes que emanan de la bóveda, gracias a la poderosa línea de arbotantes con botarel y contrafuer-tes que se desarrollan a lo largo de toda la nave y que permiten alcanzar una altura inigualable en la época. Tal impresión causó en los arzobispos, obispos y prelados de las localidades vecinas que

fueron invitados a su Consagración, que todos quisieron construir un templo que compitiera en prodigio y belleza con la de Chartres. El arzobispo Hugues de Rouen escribió al obispo Thierry de Amiens:”el rumor de esta maravilla se ha difundido por todas partes y fi nalmen-te ha despertado a nuestra Normandía de su adormecimiento y su despreocupación por las iglesias (…) Han regresado con la resolu-ción de imitar a los habitantes de Chartres (…) y se han puesto a trabajar en su iglesia catedral, su madre”.

III. CHarTrES CoMo IMaGEn dE una rEaLIdad SupErIorEn el gótico era central la idea de que cada cosa hiciese referen-cia a una realidad superior. La Catedral de Chartres es una nítida representación de esta cosmovisión. Es una visión del mundo que afi rma, entre otros, el valor de las esperanzas terrenas como medio para alcanzar el único fi n que es Dios. Se comprende así cómo y por qué la Catedral de Chartres no era tan sólo un lugar de culto para el pueblo cristiano, y antes un lugar de culto pagano, sino que también un lugar donde se concentró todo el saber de una época. En su rica y espléndida iconografía está compendiado todo el pen-

Portada real, fachada occidental (1145) de antes del incendio. Cristo Pantocrátor al centro, envuelto en una mandorla y rodeada de los tetramorfos, esto es, los cuatro evan-gelistas, Mateo, Lucas, Marco y Juan, representados por el Hombre alado, el Toro, el León y el Águila respectivamente, y que simbolizan las fi estas litúrgicas esenciales del Cristianismo, y en el mismo orden: La Encarnación, La Pasión, La Resurrección y La Ascensión.

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samiento teológico medieval. Vitrales, portales y esculturas nos van narrando cómo, durante largos milenios, Cristo fue esperado, anunciado, prefi gurado. Su vida y la de su Madre son allí ilustra-das. Los santos son glorifi cados y se enseña a seguir su ejemplo. No falta tampoco, en sintonía con el espíritu gótico, la anticipación iconográfi ca del Juicio Final.La Catedral es imagen de la Ciudad de Dios, de la Jerusalén celeste. Las pilastras y las columnas son los profetas y doctores que pueblan el cielo, cuya clave es Cristo. El portal es la puerta del Paraíso. Las ventanas coloridas que protegen de la intemperie y que entregan la luz, son los doctores de la iglesia.Chartres era también el más famoso santuario de la Virgen y los peregrinos afl uían de todas partes para venerar su milagrosa imagen revestida de una túnica preciosa donada el año 876 por el hijo de Carlomagno, Carlos el Calvo. Ésta era la famosa reliquia de la sancta camisia, la túnica de la Santísima Virgen traída de Bizancio a Aquis-

grán por Carlomán, contenía un rectángulo de seda que cubría a Ma-ría el día del Nacimiento de Jesús. Miles de fi eles querían postrarse delante de la maravillosa reliquia, para lo cual descendían a la cripta donde permanecía ésta con una imagen de la Virgen majestuosa-mente sentada en un trono.La Virgen se muestra como el vínculo entre el Antiguo y Nuevo Testa-mento, como reina del Cielo. El programa iconográfi co, tanto escul-tórico como en el arte de las vidrieras enfatiza siempre, una estrecha y poco habitual relación entre la Virgen y Cristo, hasta ese momento, pues Chartres quiere afi rmar su distinción de ser la primera de todas las iglesias consagrada a Nuestra Señora. En la catedral existen 175 distintas representaciones de María. Por lo que podremos afi rmar que el nacimiento de la devoción mariana, renovada o no, se da en Char-tres en forma primordial, para infl uir después en toda la Francia. San Alberto Magno nos dirá con razón que “su Hijo es el Rey de los reyes y el Señor de los señores, así pues, ella debe ser llamada Reina de las

reinas y Mujer entre las mujeres (…); su Hijo es llamado Dios de los dioses; así pues; ella debe ser llamada Diosa de las diosas”

IV. La FaCHada oCCIdEnTaLEl portal occidental, aunque todavía conserva ese estilo románico, dado por su estático equilibrio, por sus formas serenas y contenidas, ya contiene, sin embargo, el germen del nuevo estilo, dado por sus es-culturas que se proyectan hacia el cielo, tal cual es la dinámica gótica.La Portada Real la constituye una portada de tres cuerpos, llamada así a causa de las esculturas que adornan los derrames de las portadas y que representan a los reyes y reinas del Antiguo

Testamento. El conjunto constituye la enseñanza más completa que nunca se había inscrito en una portada. Este representa a Cristo al centro de cada tímpano. A la derecha se ve su llegada a la Tierra, junto a su Madre, a la izquierda, ascendiendo al cielo y al centro se revela en su Gloria eterna. Es decir, Cristo como Alfa y Omega, principio y fin de todo.El cuerpo superior, del rosetón occidental, se agrega sobre la facha-da, que es anterior al incendio de 1194. Su programa iconográfi co se revela sólo al interior, que corresponde al Juicio Final. Cristo reina al centro, rodeado de ángeles y juzga a los resucitados que vienen a Él desde el exterior. Apreciamos el fi no detalle de sus tracerías de

Portada Norte (s. XIII), que representa el Antiguo Testamento y el mundo previo a la llegada del Mesías. A la izq.: Parteluz portada central: Santa Ana con la virgen María niña en brazos. Al centro: Escena de La Visitación. María, junto a Santa Isabel y Zacarías con las escrituras que anuncian la llegada del Mesías. A la der.: Prefi guraciones de Cristo en el Antiguo Testamento, de izq. A der. Melquisedec, rey y sumo sacerdote de Salem; Abraham con su hijo Isaac en el sacrifi cio del monte Moriá; Moisés con la ley y el caduceo; el profeta Isaías escrutando, de las vísceras del cordero, el anuncio del Mesías y el Rey David, prueba del linaje real de Cristo.

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piedra, así como el detalle románico de una de sus torres. En cuanto al tímpano del portal central domina la imagen de la Gloria Eterna de Cristo, y probablemente, alcance aquí su representación más equi-librada. El tetramorfo, que son el león, el águila, el toro y el hombre alado, símbolos de los arquetipos asociados a los cuatro evangelis-tas, envuelven en un movimiento continuo y unitario a la fi gura de Cristo inscrito en una mandorla.Las esculturas de los derrames representan, al parecer, la genealo-gía de Jesús, del cual sólo podemos reconocer a algunas, parecen ser parte indivisa de las columnas que las soportan y su estilizada fi gura que apoya el juego ascendente de la estética gótica sim-boliza a los ancestros de Cristo como los pilares de la Tierra que sustentan a la Iglesia, en un juego de formas, donde el tímpano nos revela la realidad divina de Cristo y el derrame del portal nos presenta la dimensión plenamente humana de Jesús. El registro inferior del tímpano nos muestra a los doce apóstoles, auténticas columnas de la Iglesia.El número inusualmente elevado de fi guras femeninas -ocho- entre los personajes del Antiguo Testamento enfatiza el rol salvador de la Virgen María, santa protectora de la Iglesia. Durante el siglo XII, apareció un nuevo modo de plantear el problema de relaciones entre hombres y mujeres, estando estas relaciones estrechamente vincu-ladas a especulaciones intelectuales y espirituales...Las escenas del portal de la derecha de la torre sur, nos presentan a Cristo en las rodillas de su Madre, que reina en Majestad. También nos presenta la Visitación del Ángel y Encarnación del Verbo y la Presentación del Niño en el Templo. Las esculturas de los derrames presentan una coronación con forma de torres y ciudades que recuer-dan a la Jerusalén Celestial. En el remate de la fachada se encuentra la logia de los soberanos o reyes de Judá, y a imagen de éstos, los reyes y el emperador no sólo representaban el poder terrenal; ya que su poder no ema-naba de fuentes humanas, pues la sangre divina corría por sus venas. Los soberanos mediaban entre el pueblo y Dios. Ya no eran señores de la guerra; ahora a imagen de Dios, administraban la paz y la justicia. Aquí los reyes de Judá, defensores de la fe, tiene su correlato en los mismos reyes de Francia que se convertirán en los protectores del Papa, y de allí que sean representados simbó-licamente en la catedral.

V. LaS oTraS FaCHadaSEl prodigioso programa iconográfi co de la Catedral de Chartres no puede entenderse aislado, sino que todo el conjunto está subordina-do a la concepción total del edifi cio. Así es que hacia el sol del este es el Verbo Encarnado, liberado de la muerte y resucitado, en el sur se desarrolla la Gloria de Cristo, en el portal occidental desarrolla el Jui-cio Final. El Norte, que no recibe nunca la luz es la vida del Antiguo Testamento a la espera de la llegada del Mesías.La fachada norte, por estar permanentemente en sombra, ya que el sol nunca la iba a iluminar, era una norma representar los personajes y pasajes del Antiguo Testamento en ellas, y Chartres respetó siempre esa convención. Los personajes esculpidos en el derrame izquierdo

de la portada norte son, de izquierda a derecha: Melquisedec con el cáliz y el incensario, quizás el personaje más misterioso y sugerente del Antiguo Testamento, Abraham, vuelto hacia éste y su hijo Isaac atado para el sacrifi cio, Moisés con las tablas de la Ley y la serpiente de bronce en forma de dragón, Samuel con el cordero del sacrifi cio, y fi nalmente David con su cetro y corona. Todos eran prefi guraciones de Cristo, que yacían en el Antiguo Testamento de manera velada, y que el Nuevo Testamento ahora revelaba. Estas elaboraciones que los teólogos medievales vieron como una preclara ley de prefi guraciones de tipos y antitipos, anudaban de modo asombroso la historia sagrada con una coherencia impresionante. El parteluz de la portada central una bella escultura nos representa a su madre Santa Ana sosteniendo a la pequeña Virgen María en sus brazosesa convención. Los personajes esculpidos en el derrame izquierdo a la pequeña Virgen María en sus brazos

Interior de la nave central de la Catedral de Chartres. Ya se puede observar que se ha suprimido el matroneo, galería o tribuna superior reservada a las mujeres, y ahora el muro interior sólo se articula en tres niveles. Arcadas, triforio y claristorio.

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La Portada Sur reúne a los doce apóstoles alrededor de la puerta central, los mártires alrededor de la puerta izquierda, y los con-fesores a cada lado de la puerta de la derecha; todos se refi eren a la fi gura de Cristo enseñando, que se levanta en el parteluz de la puerta principal. Sobre ésta, el tímpano que representa el Juicio Final, en una aparente contradicción con el orden litúrgico señala-do, pero “hay que leer esta representación como una prolongación y una ampliación de la Majestas- la expresión de la victoria divina y su esplendor” nos dirá Titus Burckhardt en su libro Chartres y el nacimiento de la Catedral.

VI. una nuEVa ConCEpCIÓn dEL ESpaCIoEs con la reconstrucción de la Catedral de Chartres, que se da el empuje inicial a una arquitectura que alcanzará las cotas más elevadas del espí-ritu humano para desafi ar la lógica del material, la piedra, con un único y privilegiado entusiasmo por vencer todo efecto de masa y pesadez.Hasta entonces, durante todo el gótico primitivo, el interior de las catedrales había conservado algo de la maciza estructura de las iglesias románicas, que subordinaba la masa inerte de la piedra a un orden espiritual. Ahora la arquitectura gótica parecía insufl ar al material nueva vida, si, una vida propia; empujada por una voluntad ascensional, una espiritualización de la materia. Podemos afi rmar que con el gótico, la piedra alcanzará su límite; después de este despliegue titánico de fuerzas, la piedra ya no iba a poder llegar nunca tan lejos.La grandiosa planta, de tres naves , con doble deambulatorio y tran-septo dotado de naves laterales generando el crucero, prácticamente, en el centro óptico y geométrico del edifi cio nos permiten entender esta concepción del espacio unifi cado a que tiende el alto gótico. Es al traspasar el umbral donde el fi el, embriagado por la experiencia estéti-ca y sagrada, puede vivenciar la concepción espacial interior de la Catedral en su plenitud; explicándose así, como el despliegue formida-ble de su paramento exterior, cual esqueleto provisto de arbotantes, estribos y contrafuertes se eleva prodigiosamente hacia el cielo. Esa perfección de la tectónica del edifi cio está dada por la supresión de las tribunas altas o matroneo, lugar de los catecúmenos y de las mujeres en el gótico primitivo, ya que ahora el muro se articula formalmente en 3 niveles: arcadas, triforio y claristorio (ventanales), lo cual permite subir la altura de todas las naves, articular la bóveda en tramos cuadripartitos y descargar con arbotantes los fuertes empujes. Worringer nos plantea que “la expresión gótica es la representación más enérgica y amplia de la sensibilidad medieval. La mística y la escolástica, las dos grandes potencias vitales de la Edad Media, que suelen aparecer en inconciliable oposición, quedan aquí íntimamente unidas, profundamente compenetradas. Si el espacio interior es todo mística, el exterior del edifi cio es todo escolástica”.Enlazando con lo dicho más arriba, esta devoción mariana que surge aquí en Chartres tiene una repercusión capital en toda la arquitectura del Gótico clásico: de ahora en adelante se suprime el matroneo o tribunas altas, lugar de los catecúmenos y las mujeres, hasta el momento simples espectadoras de la liturgia, ahora bajan y pasan a compartir el rito junto a los hombres en la nave. Por

tanto se elimina la antigua articulación del muro en cuatro niveles como en las antiguas catedrales románicas y del gótico primiti-vo, como es el caso de Laon o París. Esta consideración espacial acerca del estatus social de la mujer será, probablemente, uno de los factores desencadenantes de la nueva sensibilidad hacia las mujeres experimentadas a partir del s. XII con la ingente cantidad de iglesias y catedrales consagradas a nuestra Señora, con el adve-nimiento del amor cortés, el arribo del ideal caballeresco y el culto a la femineidad. La mujer comenzó a ser considerada como imagen viviente de la Stma. Virgen María, por tanto fuente de devoción, admiración y respeto. Esto marcaba algo sin precedentes en la evolución de Occidente.

VII. La VIrGEn nEGra: noTrE daMEdu pILLIErCuando el emperador romano Teodosio decreta al cristianismo como religión ofi cial del Imperio a fi nales del s. IV, también suprime de raíz todas las demás formas religiosas que todavía se daban en esos

Notre-Dame de-la-Belle-Verriére. Vitral del s. XII. Este vitral, uno de los más anti-guo de Francia, y sin duda, el más hermoso, logra un azul de cobalto muy profundo, que ha sido imposible de igualar. Represente a nuestra Señora entronizada, como reina y madre de la Creación, con el niño Jesús en sus brazos.

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territorios. Es así que los practicantes de los cultos druídicos en la Galia y en el mundo celta en general, adoradores de la diosa madre, entierran esas imágenes entre las raíces de árboles sagrados, y una vez que las condiciones se estabilizan, en tiempos de Carlomagno, vuelven a afl orar a la luz. Son las llamadas Vírgenes Negras, y Char-tres posee varias. La más emblemática es Nuestra Señora del Pilar, una talla del siglo XVI (1507, en madera de peral) conocida como la ‘Virgen Morena’, aunque algunos le conceden una antigüedad mu-cho mayor; se encuentra en un nicho en la nave lateral norte, justo en la articulación con el cuerpo septentrional del transepto.Si es la original o no, no importa tanto si concedemos que esta catedral fue el nacimiento de una veneración nueva, o renovada, de la Virgen María, por la necesidad de dirigirse al rostro maternal de la misericordia divina; y también el culto caballeresco a la Dama Celestial, en quien se resumía la nobleza del alma, la inocencia y la belleza. Otra de estas representaciones de la Virgen se encuentra en la capilla de la cripta, la llamada Notre-Dame de-sous-Terre y sería originalmente una estatua creada por los druidas del culto a la diosa madre, aún cuando la actual, es de fechas más recien-tes. Está sentada en un trono cuyo zócalo muestra la inscripción: “Virgini pariturae” o la Virgen por dar a luz.

VIII. LaS VIdrIEraS SaGradaS Y noTrE-daME dE-La-BELLE-VErrIÉrEGeorge Duby, en su libro La época de las catedrales plantea que “en el interior de la catedral, las vidrieras prolongan las enseñanzas transmitidas en el pórtico. Ha ascendido un grado hacia la contem-plación. Volviéndose hijo de Dios por medio de la encarnación de Cristo, participa de la herencia, es decir, de la iluminación”. La vidriera pertenece íntimamente al edifi co gótico. No conocemos el nombre de los maestros de obra que se sucedieron en la obra, pero el resultado es de una notable coherencia. Imágenes convertidas en paramentos, paramentos de luz; atmósfera luminosa convertida en atmósfera numinosa, después de atravesar la materia de los vitrales, cristales coloreados y traslúcidos. Es en su refracción por el vidrio como la luz despliega su riqueza interior de colores, convirtiéndose ella misma en objeto de contemplación. Las imágenes transparentes, análogas a las Escrituras, ponen la Luz Divina al alcance de la visión humana.Su programa iconográfi co se ha previsto tal como se había concebido por los teólogos de los siglos XII y XIII. Así la catedral presenta nueve portales esculpidos, únicos en Francia y 2600 m2 de vidrieras. Dominada estrictamente por la lógica escolástica, permiten extraer de ellas toda su sustancia y pasar del sentido literal al sentido místico. Es una verdadera enciclopedia de piedra, hecha para instruir a los cristianos, expresión de teología y de espiritualidad, estas imágenes transmiten una enseñanza y una palabra de fe y de vida: “el pensamiento mismo de la Edad media hecho visible, hacer visible lo invisible” escribió Emile Mâle.En Chartres el color azul es dominante, pero es sobre todo el azul de la vidriera de la otra imagen, la de Notre Dame de la Belle Verrière la que atrae a los visitantes de todo el mundo, por su belleza, nitidez y profundidad. Se trata de uno de los pocos vitrales que sobrevivió al incendio de 1194. La composición de la Virgen entronizada revela

en su hieratismo, las infl uencias románicas que aún presenta. El niño sostiene un libro en el que se lee: “ovnis vallis implebitur”, todo valle sera terraplenado. Este azul luminoso se obtenía coloreando la pasta de vidrio con óxido de cobalto, aunque su método de fabrica-ción todavía se desconoce. Más tarde, otros azules, menos costosos suplantarán este azul del siglo XII.Los rosetones, símbolos de la creación en su plenitud y en los que la cir-culación de la luz surgida de su inefable seno y volviendo para converger en él, se reduce a la unidad de su principio, imitan la curva cerrada que los astros recorren en el fi rmamento. El arte de las vidrieras culmina en estos rosetones, que expresan al mismo tiempo la signifi cación de los ciclos del cosmos, del tiempo resumiéndose en lo eterno, y del misterio de Dios, Lux Aeterna, Cristo sol. Los rosetones representan también a la Virgen, es decir, a la Iglesia. El rosetón es, por último la imagen del Amor Divino. “Aquí, la rueda del mundo se ha convertido en rosa, fl or de la pureza, la inocencia y la nobleza del alma, que abre su cáliz en una rueda dispuesta a absorber el sol del Espíritu divino” nos dirá Burckhardt.

IX. ConCLuSIÓn.Después de recorrer brevemente los diversos elementos que articu-lan el gran libro sagrado que es la catedral de Chartres, y habiendo obviado aquí una gran cantidad de elementos que nos hubiera gus-tado analizar; podemos, quizás, percibir que estamos en el origen mismo del renacimiento espiritual de Occidente; un arte en perfecta consonancia con la hierática estructura espiritual y simbólica de la liturgia. Henri Focillon en su libro El año mil plantea que “Chartres conserva un privilegio de juventud sobre todas las grandes cate-drales cuya dinastía inauguró: no una prioridad abstracta, sino la cualidad viva de un estilo que, dueña de sus recursos, se manifi esta por primera vez”. Este renacer de la fe, donde paulatinamente el fi el irá siendo parte activa del culto, se traduce por este inmenso fervor que aquí comienza a producir la Piedad Mariana que irrumpe desde Chartres, anudando e iluminando entrañablemente las tradiciones más antiguas y propias, de los pueblos originales que precedieron al cristianismo, en honda síntesis. Quizás allí radique el misterio mariano que sugiere esta gran catedral. •

para SaBEr MÁS: BULTEAU, M. J. Monographie de la Cathédrale de Chartres, Chartres, 1887-1892, 3 vol.

BURCKHARDT, Titus. Chartres y el nacimiento de la catedral. Barcelona: José J. de Olañeta, 2004.

CHARPENTIER, Louis. El enigma de la Catedral de Chartres. Domingo Pruna trad., Barcelona: Plaza & Janés. 1976.

DUBY, Georges. La época de las catedrales: Arte y sociedad, 980-1420. Madrid: Cátedra, 2005.

MÂLE, Émile. El arte religioso del siglo XIII en Francia, Ma-drid: Encuentro, 2001.

VON SIMSON, Otto. La catedral gótica. Madrid: Alianza Editorial, 2007.

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