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LA HISTORIA DE LA VIDA DE GERÓNIMO Por Gerónimo

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LA HISTORIA DE LA VIDA DE GERÓNIMO

Por Gerónimo

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Información de derechos de autor

Copyright, 1905, by S. M. Barrett Copyright, 1906, by Duffield & Company

Published in New York, September, 1906

Título original: Geronimo’s Story of His Life

Autores: Gerónimo, 1829–1909 Stephen Melvil Barrett, 1865–?

El libro original es de dominio público en Estados Unidos y en algunos otros países. Sin embargo, se desconoce cuando falleció S. M. Barrett. Dependiendo del año de su muerte, el libro puede tener derechos de autor en países que usan la vida de los autores + 70 años (o más) para la duración de los derechos.

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PRESENTACIÓN POR EL TRADUCTOR

Mi interés por Gerónimo1 data desde mi infancia, cuando veía por la televisión la serie “El Gran Chaparral”. Aunque en la misma hicieron muchos esfuerzos por no mostrar como apaches a actores blancos del tipo anglosajón, casi ninguno de los protagonistas indígenas era apache o por lo menos personas con genes amerindios. Con todo, la serie fue una de las mejores para mostrar a los apaches y sus problemas con los advenedizos colonos anglosajones que invadían sus tierras y sobretodo, para dejar claro que no eran ni bárbaros ni salvajes. En esta serie cabe resaltar el uso del lenguaje mudo (señas con las manos) que usaban para que se comunicaran dos personajes que no compartían la misma lengua, la presencia mexicana entre los habitantes más antiguos de Arizona, los caballos de los indios que parecían criollos y otros aspectos mostrados en la serie, que le daban mucho realismo.

He visto varias películas en las que aparece Gerónimo, en algunas representado por

actores anglosajones de ojos claros. Ninguna de las películas se apega a la autobiografía de Gerónimo. Los interese comerciales prevalecen sobre los históricos, inclusive la última película sobre él, la cual fue hecha lejos de Hollywood y con actores indígenas.

El libro de Gerónimo resulta interesante, no sólo porque es una narración de los

hechos relevantes de su vida, sino porque es la historia de la lucha de un pueblo relatada desde la perspectiva de uno de sus grandes protagonistas. El editor, S. M. Barret agregó citas de informes militares y de entrevistas con personas que vivían en Arizona en esa época en cuestión, lo cual enriquece las narraciones de Gerónimo y facilitan elementos para entender, en parte, el comportamiento de los apaches, aunque en ningún lado, el editor aporta elementos de procesos históricos de mayor envergadura y trascendencia por sus implicaciones en la vida de los indígenas, como los derivados de la independencia de México de España, con la cual se abandonaron los tratos que los españoles habían hecho con los indígenas del área que posteriormente se convirtió en el suroeste estadounidense o la ampliación de la frontera agrícola anglosajona en Estados Unidos, la cual resultaba necesaria para apoyar el proceso de industrialización de ese país, pues ésta se realizó de manera diferente al modo en que se hizo en Europa. El modelo europeo se basa en la producción de máquinas para hacer máquinas, el de Estados Unidos en la producción de máquinas para la agricultura. Pero esto es pedir mucho, el libro fundamentalmente es la narración de Gerónimo.

Por otro lado, la narración se hizo del modo en que su autor creyó conveniente y

buscando sin duda, la aprobación del ejército para su publicación, por lo que el libro tampoco permite identificar por qué se dejó vencer a pesar de todos los engaños a que fue sujeto en su cautiverio como prisionero de guerra. Pero estas son otras historias y alguien las deberá explicar en el futuro o quizás ya fueron explicadas y nosotros legos en estos temas lo desconocemos.

El libro comienza con el origen de los apaches, una historia que recuerda el origen

del mundo concebido por otras etnias americanas. Como eran un pueblo cazador

1 En castellano, el nombre de Gerónimo es Jerónimo, pero decidimos dejarlo como aparece en el libro original en inglés.

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relativamente nómada dentro de un territorio propio, la historia enfatiza la cacería. Luego habla de los grupos en que se divide la etnia apache y con cuales el autor está más emparentado y con quienes su grupo guarda relaciones de estrecha amistad.

Narra cuando y donde nació, su vida de bebé, de niño y adulto. Me sorprende que

sus sistemas de cultivo hayan sido tan semejantes a los practicados en la Mesoamérica. Básicamente sustentados en el cultivo de maíz asociado con frijol y cucurbitáceas. Asumo que así debió haber sido la agricultura de los Anasazi, antes que los apaches aparecieran en escena en el suroeste estadounidense.

Sobre los primeros contactos con el ejército estadounidense, relata pasajes de las

desarmonías que se originaron de los engaños de los militares. Cuenta como algunos de los principales jefes apaches fueron atraídos al interior de los fuertes del ejército bajo el engaño de hacer un consejo de paz y luego asesinados. Más adelante relata como el ejército mexicano asesinó a su madre, esposa e hijos, y como esto motivó todas sus correrías en Sonora, México. En el primer intento de buscar justicia con su propia mano, acompañado de los grupos apaches con los que estaba emparentado, triunfó contra el ejército mexicano y fue declarado jefe de guerra. Luego, sigue narrando como sus fuerzas se fueron mermando por la constante y simultánea lucha con los ejércitos de México y Estados Unidos, hasta decidir entregarse. Da mucha rabia saber como fue engañado. El gobierno estadounidense no honró el tratado de entrega. Al final, el libro tiene una sección sobre las leyes de los apaches, otra sobre sus experiencias en la Feria Mundial en San Luis Missouri en 1904, y al final, lo qué le gustaría para su pueblo en el futuro.

La traducción del libro no ha quedado como me hubiera gustado. Casi toda es una traducción textual y hay problemas con el uso del tiempo, pero en general, creo que las ideas de Gerónimo se entienden, lo cual es un mérito para alguien con conocimientos tan elementales de la lengua de Shakespeare, como los míos.

Espero que el esfuerzo les sea útil y logren capturar el espíritu del libro de

Gerónimo, unos de los personajes más famosos, pero menos conocido de nuestra América india, que junto con Lautaro, Caupolicán, Tupac Amaru, Tatebiate y otros líderes indígenas, ocupa un lugar en una historia que todos los americanos tenemos la obligación de conocer, investigar y divulgar.

Mamerto Reyes Hernández Guatemala, diciembre de 2008

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LA HISTORIA DE LA VIDA DE GERÓNIMO

INTRODUCCIÓN

Conocí a Gerónimo en el verano de 1904 cuando actuaba como su intérprete de inglés a español y viceversa, en la venta de un bonete de guerra. Después de lo cual, él siempre tuvo palabras amables para conmigo, pero en general, nunca tuvo una conversación conmigo hasta cuando supo que una vez fui herido por un mexicano. Tan pronto como supo de ello, vino a verme y a expresar libremente su opinión del mexicano promedio y su aversión a todos los mexicanos en general. Lo invité a que me visitara de nuevo, lo cual hizo, y en respuesta a sus invitaciones, lo visité en su “tepee” en la reservación del fuerte militar Sill. En el verano de 1905, el doctor J. M. Greenwod, superintendente de escuelas en la ciudad de Kansas, Missouri, me visitó y lo invité a ver al jefe indio. Gerónimo estuvo muy formal y reservado hasta que el Dr. Greenwood dijo: “soy amigo del general Howard, de quien he oído hablar de usted”, “vengan”, dijo Jerónimo, dejó por un lado la timidez, nos invitó a sentarnos, se puso su bonete de guerra y nos sirvió sandía a la apache (cortada en grandes tajadas), mientras hablada libre y alegremente. Cuando nos fuimos de su casa, nos invitó para que lo visitáramos de nuevo. A los pocos días, el viejo jefe vino a verme y a preguntarme por “mi padre”. “Le respondí que si se refería al viejo caballero de Kansas, él había retornado a su hogar”. “¿es él tu padre?”, preguntó Gerónimo. “No”, le dije, “mi padre murió hace veinticinco años, el Dr. Greenwood solamente es mi amigo”. Después de un momento en silencio, el viejo indio habló de nuevo, ésta vez en un tono de voz cargado de convicción o al menos para no permitir ninguna discusión: “Tu padre natural está muerto, este hombre ha sido tu amigo y tu consejero en la juventud. Por adopción, él es tu padre”. Me dijo que él siempre será bienvenido en su hogar las veces que quiera venir. Era inútil explicar más, porque el viejo hombre no entendía mi relación con el Dr. Greenwood más que de acuerdo a las costumbres indias y dejé las cosas de ese modo.

En la última parte de ese verano, le pedí al viejo jefe que me permitiera publicar algunas de las cosas que me había contado, pero objetó, indicando, sin embargo, que si pudiese pagarle, y si los oficiales a cargo no se oponían, podría contarme la historia completa de su vida. Inmediatamente fui al Fuerte (Fuerte Sill) y pregunté al oficial a cargo, teniente Purington, por un permiso para escribir la vida de Jerónimo. Me indicó con claridad que tal privilegio no me podría ser concedido. El teniente Purington me explicó que las numerosas depredaciones cometidas por Gerónimo y sus guerreros, y el coste enorme de someter a los apaches, agregando que el viejo apache, más que toda la atención de los civiles, merecía ser colgado. Entendí que nuestro gobierno había pagado muchos soldados y oficiales para ir a Arizona a matar a Gerónimo y a lo Apaches, y éstos no habían mostrado signos de saber hacerlo, lo cual no era gratificante para el orgullo de los oficiales regulares del ejército, por lo que decidí buscar el permiso por otra vía. De acuerdo con esto, le escribí al presidente Roosevelt contándole que aquí hay un viejo indio que ha sido

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detenido como prisionero de guerra por veinte años y que nunca se le ha dado la oportunidad para que cuente su lado de la historia, y que Gerónimo había concedido su permiso para que se publique la historia de su vida narrada en sus propias palabras, pero que necesitaba que se le garantizara que la publicación de su historia no vendría a afectar desfavorablemente a los apaches prisioneros de guerra. Por el correo recibí la noticia de que la autorización había sido concedida. En pocos días me notificaron del Fuerte Sill que el presidente había ordenado al oficial a cargo nos permitiera lo solicitado. Necesité una entrevista para recibir las instrucciones del departamento de guerra. Cuando fui al Fuerte Sill, el comandante me dio mis instrucciones, las cuales estaban en el escrito siguiente:

Lawton, Oklahoma, agosto 12 de 1905

Geronimo,—Jefe Apache— S. M. Barrett, Superintendente Escolar.

La carta al presidente establece que el deseo arriba mencionando de narrar la historia de su vida pueda publicarse y requiere permiso para contarla en sus propias palabras y también desea asegurarse que lo que dirá no generará problemas para la tribu Apache.

1er. Endoso

Departamento de Guerra, Oficina de la Secretaría Militar,Washington, agosto 25 de 1905.

Respetuosamente referida por dirección del jefe de actas, a través del cuartel general, Departamento de Texas, al oficial a cargo de los prisioneros de guerra apaches en el Fuerte Sill, Territorio de Oklahoma, para hacer observaciones y recomendaciones.

(Fimado) E. F. Ladd, Secretaría Militar.

2do. Endoso

Cuartel General del Departamento de Texas, Oficina de la Secretaría Militar,

San Antonio, agosto 29 de 1905. Respetuosamente transmitida para el primer teniente George A. Purington, 8vo. de Caballería, a cargo de los prisioneros de guerra apaches (Oficial al mando, Fuerte Sill, T. O.). Por el comandante general de brigada Lee.

(Firmado) C. D. Roberts, Capitán, 7mo. de Infantería,

Actuando por la Secretaría Militar.

3er. Endoso

Fuerte Sill, T. O, agosto 31 de 1905

Respetuosamente referido al primer teniente G. A. Purington, 8vo de Caballería, oficial a cargo de los prisioneros de guerra apaches, para hacer observaciones y recomendar. Por orden del capitán Dade.

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(Firmado) James Longstreet,1er. Teniente & S. Ayudante, 13vo. de Caballería.

4to. Endoso

Fuerte Sill, T. O., septiembre 2 de 1905

Respetuosamente retornado al Ayudante del Fuerte Sill, T. O., no veo ninguna objeción para que Gerónimo narre la historia de su vida pasada, proveyendo la verdad. Recomendaría que el señor S. M. Barrett sea responsable de que sea escrito y publicado.

(Firmado) Geo. A. Purington,1er. Teniente, 8vo. de Caballería,

A cargo de los prisioneros de guerra apaches.

5to. Endoso

Fuerte Sill, T. O., septiembre 4 de 1905

Respetuosamente retornado a la Secretaría Militar, Departamento de Texas, San Antonio, Texas, se invita atención al 4to. Endoso. Acá se recomienda que el manuscrito sea enviado antes de la publicación al teniente Purington, quien puede revisar la veracidad de la historia..

(Firmado) A. L. Dade, Capitán, Comandante del 13vo. de Caballería.

6to. Endoso

Cuartel General, Departamento de Texas, San Antonio, septiembre 8 de 1905

Respetuosamente retornado a la Secretaría Militar, Departamento de Guerra, Washington, D. C., invitando la atención al endose precedente, con el cual estamos de acuerdo.

(Firmado) J. M. Lee, General de Brigada, Comandante

7mo. Endoso

Departamento de Guerra, Oficina del jefe de Staff,

Washington, septiembre 13 de 1905

Respetuosamente sometido a la Honorable Secretaria de Guerra, invitando atención a los endosos realizados.

(Firmado) J. C. Bates, Mayor General, actuando como jefe de Staff.

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8vo. Endoso

Departamento de Guerra, Septiembre 15 de 1905

Respetuosamente retornado al actuante Jefe de Staff para conceder la autoridad necesaria en esta materia, a través de los canales oficiales, con el entendimiento expreso que el manuscrito del libro deberá enviarse a él antes de la publicación. Recibiendo tal manuscrito debe seleccionar a la persona más competente para hacer una inspección propia y crítica de la publicación propuesta.

(Firmado) Robert Shaw Oliver, Actuando por la Secretaría de Guerra.

9no. Endoso

Departamento de Guerra, Oficina de la Secretaría Militar,

Washington, septiembre 18 de 1905

Respetuosamente retornado, por dirección del actuante Jefe de Staff, al Comandante General, Departamento de Texas, quien dará las necesarias instrucciones para ejecutar las instrucciones del actuante por la Secretaría de Guerra, contenidas en el 8vo. Endoso. Deseamos que el señor Barrett sea asesorado de acuerdo con éstas.

(Firmado) Henry P. McCain, Secretaría Militar.

10mo. Endoso

Cuartel General, Departamento de Texas, Oficina de la Secretaría Militar,

San Antonio, septiembre 23 de 1905

Respetuosamente referido al Oficial Comandante, Fuerte Sill, Territorio de Oklahoma, quien dará las instrucciones necesarias para ejecutar la dirección del actuante por la Secretaría de Guerra contenida en el 8vo. Endoso.

Este documento puede mostrarse y explicarse plenamente al señor Barrett y luego retornado a este Cuartel General.

Por orden del coronel Hughes.

(Firmado) Geo. Van Horn Moseley, 1er. Teniente, 1ro. de Caballería, Ayudante de Campo,

Actuando por la Secretaría Militar.

A principios de noviembre me aseguré los servicios de traducción de un indio educado, Asa Deklugie, hijo de Whoa, jefe de los apaches Nedni, como intérprete, y así el trabajo de compilar el libro comenzó.

Gerónimo rehusó hablar cuando un taquígrafo estuviera presente, o esperar por correcciones o por preguntas cuando contaba la historia. Cada día tenía en mente que

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narraría y lo hacía de una manera muy clara, breve. Prefería hablar en su propio tepee, en la casa de Asa Deklugie, al pie de alguna montaña, o mientras cabalgaba a galope a través de la pradera, adondequiera que su imaginación lo llevara, dijo lo que deseaba decir y no más. El día cuando dio la primer porción de su autobiografía, no quiso ser cuestionado sobre ningún detalle, tampoco agregaría una palabra más, simplemente indicó “escriba lo que he contado” y nos dejó solos recordando y escribiendo la historia sin prestarnos ninguna ayuda. Convino, sin embargo, venir otro día a mi estudio, o a cualquier lugar señalado por mí, y escuchar la reproducción (en apache) de lo qué había narrado, y en esa oportunidad respondería todas las preguntas o agregaría información en las partes donde él creyera que era necesario. Rápidamente se cansó de estar haciendo el libro, de no haber acordado narrar la historia completa, hubiera abandonado la tarea. Una vez que había dado su palabra, nada podría hacer que no cumpliera su promesa. Una ilustración muy llamativa de esto fue dada por el mismo a principios de enero de 1906. Había acordado venir a mi estudio en cierta fecha, pero a la hora designada el intérprete vino solo y comentando que Gerónimo estaba muy enfermo, agripado y con fiebre. Nada más había venido a decirme que debíamos designar otra fecha, pues temía que el viejo guerrero se encontraba bajo el ataque de una neumonía. Era un día frío y el intérprete rodó una silla hasta la rejilla para calentarse después de la exposición al frío en la larga cabalgata. Cuando se estaba sentando vio algo por la ventana, levantándose y sin hablar señaló a un objeto que se movía rápidamente hacia nosotros. En un momento reconocí al viejo jefe montando furiosamente (evidentemente intentando llegar tan pronto como lo hiciera el intérprete), su caballo con espuma vacilaba de agotamiento. Desmontando entró y dijo con un ronco susurro, “prometí venir. Aquí estoy.”

Le expliqué que no había esperado que viniera en un día tan tempestuoso y que en sus condiciones físicas no debía intentar trabajar. Estuvo por un rato y luego, sin hablar dejó el cuarto, volvió a montar su cansado pony y con la cabeza arqueada hizo frente a las diez largas millas con ese frío viento del norte —había honrado su promesa—.

Cuando terminé el manuscrito de esta historia, lo envié al mayor Charles W. Taylor

del Regimiento XVIII de Caballería, comandante del Fuerte Sill, Oklahoma, quien me dio algunas sugerencias valiosas así como información adicional, la cual luego se la pedí a Gerónimo. En la mayoría de los casos, el viejo jefe me facilitó la información que necesitaba, pero en otros se negó, aduciendo sus razones.

Cuando la información adicional había sido incorporada envié el manuscrito al presidente Roosevelt, de cuya carta he acotado: “En este manuscrito tiene un volumen muy interesante, pero le aconsejaría que niegue responsabilidades en todos los casos donde se invade la reputación de un individuo”.

De acuerdo con esa sugerencia, he añadido notas a través del libro en las que niego mi responsabilidad sobre críticas adversas sobre cualquier persona hechas por Gerónimo.

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El 2 de junio de 1906, remití el manuscrito completo al Departamento de Guerra. La cita siguiente es de la carta de envío: “De acuerdo con el endoso número ocho del oficial al mando en el Fuerte Sill, adjunto remito el manuscrito de la autobiografía de Gerónimo”.

“El manuscrito fue presentado al presidente, y de acuerdo con sus sugerencias he negado cualquier responsabilidad sobre las críticas (hechas por Gerónimo) a los individuos mencionados.”

Seis semanas después de haber remitido el manuscrito, Thomas C. Barry, general de brigada, ayudante del jefe de Staff, enviaba al presidente el siguiente memorándum: “Memorándum para el Secretario de Guerra”. “Tema: Manuscrito de la autobiografía de Gerónimo. El documento adjunto, que fue referido a esta oficina el 6 de julio, con instrucciones de informar si hay cualquier cosa objetable, se retorna”. “El manuscrito es una autobiografía interesante de un indio notable, hecha por el mismo. Hay un número de pasajes que desde el punto de vista del Departamento son decididamente objetables. Éstos se encuentran en las páginas 73, 74, 90, 91 y 97, y están indicados con líneas marginales en rojo. El manuscrito entero parece ser de una manera importante, muestra el lado indio de una prolongada controversia, pero se cree que el documento, entero o parcial, no debe recibir la aprobación del Departamento de Guerra”. Se indica en el memorándum que las objeciones del Departamento de Guerra se pueden dar a conocer al público. La objeción es suscitada por la mención en las páginas setenta y tres y setenta y cuatro del manuscrito de un ataque a indios en una tienda en el Paso Apache o Bowie, por soldados de los EEUU. La declaración de Gerónimo, sin embargo, es confirmada substancialmente por L. C. Hughes, redactor de La Estrella, Tucson, Arizona. En las páginas noventa y noventa y uno del manuscrito, Gerónimo criticó al general Crook. Estas críticas son simplemente opinión privada de Gerónimo sobre el general Crook. Juzgamos una cuestión personal y lo dejamos sin comentarios, pues no se refiere de ninguna manera a la historia de los apaches. En la página noventa y siete del manuscrito Gerónimo acusa al general Miles de mala fe. Por supuesto, Miles hizo el tratado con los apaches, pero sabemos muy bien que él no es responsable de la manera con que el gobierno trató posteriormente a los prisioneros de guerra. Sin embargo, Gerónimo no puede entender esto y culpa a Miles por algo que él llama un trato injusto. Uno no podría esperar que el Departamento de Guerra apruebe críticas adversas de sus propios actos, pero es especialmente gratificante que una visión tan liberal se haya tomado de estas críticas, y también que una declaración tan franca de los méritos de la autobiografía se haya presentada en el memorándum. Por supuesto, ni el presidente ni el Departamento

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de Guerra son de ninguna manera responsables de lo que dice Gerónimo; le han concedido simplemente la oportunidad de presentar su propio caso del modo en que él lo ve. El hecho de que Gerónimo haya contado la historia a su propia manera es sin duda alguna la única excusa necesaria que ofrece por las muchas características poco convencionales de este trabajo.

Gerónimo (Jefe de Guerra Apache) y Asa Deklugie, intérprete de Gerónimo, hijo de Whoa, jefe de

los Apaches Nedni. Fue electo jefe sucesor de Gerónimo luego de la muerte de éste. Fotografía del libro original “Geronimo’s Story of his Life, New York, Duffield & Company, 1906”.

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PARTE I

LOS APACHES

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Capítulo I

Orígenes de los apaches

En el principio, el mundo estaba cubierto de oscuridad. No había sol, ni día. La noche era perpetua y no tenía luna o alguna estrella. Había, sin embargo, todo tipo de bestias y de pájaros. Entre las bestias, habían muchos monstruos horribles sin nombre, así como dragones, leones, tigres, lobos, zorros, castores, conejos, ardillas, ratas, ratones, y todos los tipos de cosas que se arrastran como lagartos y serpientes. La humanidad no podía prosperar bajo tales condiciones, porque las bestias y las serpientes destruían a todo descendiente humano.

Todas las criaturas tenían el poder de hablar y estaban dotadas de razón. Había dos tribus de criaturas: los pájaros o la tribu emplumada y las bestias.

Originalmente fueron organizadas debajo de su jefe, el águila. Estas tribus a menudo hacían consejos y los pájaros querían que la luz fuera

admitida. Pero las bestias, repetidamente rechazaban esta propuesta. Finalmente los pájaros hicieron la guerra contra las bestias.

Las bestias estaban armadas con garrotes, pero el águila había enseñado a su tribu a

utilizar arcos y flechas. Las serpientes eran tan sabias que no se podían matar. Una tomó refugio en un acantilado perpendicular de una montaña en Arizona, y su ojo (cambiado en una piedra brillante) en la actualidad se puede ver en esa roca. Los osos, cuando se les mataba, cada uno se convertía en más osos, de modo que cuanto más osos mataba la tribu emplumada, más osos habían. El dragón tampoco se podía matar, estaba cubierto con cuatro capas de escamas córneas y las flechas no le penetraban. Uno de los monstruos más horribles, más viles (sin nombre) era a prueba de flechas, así que el águila voló muy alto con una piedra blanca redonda y la dejó caer en la cabeza de este monstruo, matándolo inmediatamente. Éste fue un servicio tan bueno que la piedra fue declarada sagrada. (Un símbolo de esta piedra se utiliza en el juego tribal de Kah 2). Ellos lucharon por muchos días, pero finalmente, los pájaros obtuvieron la victoria.

Después de que esta guerra terminó, aun cuando permanecieron algunas bestias

malvadas, los pájaros pudieron controlar los consejos, y la luz fue admitida. Después la humanidad podría vivir y prosperar. El águila fue jefe en esta buena lucha, por lo que, sus plumas fueron usadas por el hombre como emblemas de sabiduría, justicia y poder.

Entre los pocos seres humanos que existían en ese momento, había una mujer que

fue bendecida con muchos niños, pero éstos siempre fueron destruidos por las bestias. Si por cualquier medio ella eludía exitosamente a las otras bestias, el dragón, que era muy sabio y muy malvado, se las agenciaba para comerse a sus bebés.

2 Véase el capítulo IV.

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Después de muchos años, un hijo de la tormenta de lluvia nació de ella y para él, su madre cavó una profunda caverna. Ella cerró la entrada de la cueva y sobre este punto prendió una fogata. Así cubrió el lugar donde ocultó al bebé y lo mantuvo caliente. Cada día ella quitaba el fuego y descendía a la cueva, donde estaba la cama del niño, para cuidarlo; al regresar, reconstruía la fogata.

Frecuentemente, el dragón vino y le preguntaba, pero ella respondía, “no tengo más niños, tu te has comido todos”.

Cuando el niño fue más grande ya no podía estar siempre en la cueva, porque algunas veces quería correr y jugar. Una vez el dragón vio sus pisadas. Ahora el dragón se puso perplejo y muy furioso porque no podía encontrar el lugar donde se ocultaba el chico. Dijo que destruiría a la madre si no le revelaba donde se ocultaba el niño. La pobre madre estaba muy preocupada, ella no podía darle a su niño, como conocía el poder y la astucia del dragón, vivía en constante miedo.

Muy pronto después de esto, el muchacho dijo que deseaba ir de caza. La madre no le dio su consentimiento. Ella le contó del dragón, de los lobos y de las serpientes; pero el chico dijo, “mañana voy a ir”.

Por petición del muchacho, su tío (quién era el único hombre que vivía entonces) hizo un pequeño arco y algunas flechas para él, y los dos fueron a cazar al día siguiente. Rastrearon a los ciervos en la parte alta y lejana de la montaña y finalmente el muchacho mató un venado. Su tío le enseñó como destazarlo y como asar la carne. Asaron dos cuartos traseros, uno para el chico y otro para su tío. Cuando la carne estuvo lista, la colocaron en unos arbustos para que se enfriara. En ese momento apareció la enorme figura del dragón. El muchacho no tenía miedo, pero su tío se asustó tanto que enmudeció y no se podía mover.

El dragón tomó la parte de la carne del muchacho y la llevó a otro lado. Colocó la carne en otro arbusto y se sentó a su lado. Entonces dijo, “éste es el niño que he estado buscando. Muchacho, estas gordo y agradable, así que cuando me haya comido esta carne te comeré a ti”. El muchacho respondió, “no, usted no me comerá, y tampoco comerá esa carne.” Entonces, caminó cerca de donde el dragón estaba sentado y tomó la carne y de nuevo la trajo cerca de su propio asiento. El dragón dijo, “me gusta tu valor, pero eres tonto, ¿qué piensas que podrías hacer?” “Bien,” dijo al muchacho, “puedo hacer mucho para protegerme, como usted podrá darse cuenta”. Entonces el dragón tomó la carne otra vez, y nuevamente el muchacho la volvió a regresar a su lugar. Cuatro veces el dragón tomó la carne, y después de haber retomado la carne cuatro veces, el muchacho dijo “¿dragón, usted luchará conmigo?” El dragón dijo, “sí, de la manera que tu quieras hacerlo” El muchacho dijo, “me colocaré a cien pasos distantes de usted y usted puede hacerme cuatro tiros con su arco y flechas, a condición de que usted después intercambie lugares conmigo y me permita cuatro tiros.” “Bueno,” dijo el dragón, “párate.”

Entonces el dragón tomó su arco, que fue hecho de un de pino grande. Tomó cuatro flechas de su aljaba; que fueron hechas de pinos jóvenes, y cada flecha era de veinte pies de longitud. Apuntó, pero justo cuando la flecha salió del arco, el muchacho hizo un sonido

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peculiar y saltó en el aire. La flecha fue inmediatamente hecha mil astillas, y el muchacho fue visto en la parte alta de un arco iris brillante en el punto donde el dragón había apuntado. Inmediatamente el arco iris desapareció y el muchacho se colocó en el suelo nuevamente. Cuatro veces se repitió esto, después el muchacho dijo, “dragón, le toca colocarse acá, es mi turno de tirar.” El dragón dijo, “muy bien, tus pequeñas flechas no pueden perforar mi primera capa de cuerno, y tengo tres capas más —tira pronto—”. El muchacho tiró una flecha, pegándole justo en el corazón y una capa de las grandes escamas córneas cayó al suelo. El tiro siguiente botó otra capa, y luego otra, y el corazón del dragón quedó expuesto. Entonces el dragón tembló, pero no podía moverse. Antes de que la cuarta flecha fuera tirada el muchacho dijo, “tío, usted está enmudecido por el miedo; usted no se ha movido; venga para acá o el dragón le caerá encima” Su tío corrió hacia él. Entonces, lanzó la cuarta flecha con puntería certera y perforó el corazón del dragón. Con un tremendo rugido, el dragón rodó montaña abajo, cayendo por cuatro precipicios en un cañón abajo.

Las nubes de tormenta barrieron inmediatamente las montañas, destellaron los relámpagos, rodaron los truenos y la lluvia fue vertida. Cuando pasó la tormenta, lejos, cañón abajo, se podían ver fragmentos del enorme cuerpo del dragón entre las rocas, y los huesos de este dragón pueden encontrarse todavía allá.

El nombre de este muchacho era Apache. Usen3 le enseñó cómo preparar las hierbas para la medicina, cómo cazar y cómo luchar. Él era el primer jefe de los indios y usó las plumas del águila como muestra de justicia, sabiduría y poder. Para él y su gente, como fueron creados, Usen dio hogares en la tierra del oeste.

Capítulo II

Subdivisiones de la Tribu Apache

Los indios apaches se dividen en seis sub tribus. Una es la de los Be-don-ko-he, a la que yo pertenezco.

Nuestra tribu habitó la región montañosa que colinda al oeste con la línea este de

Arizona, y al sur desde las cabeceras del río de Gila. Al este de nosotros vivieron los Apaches Chi-hen-ne (Ojo Caliente), (Hot Springs).

Nuestra tribu nunca tuvo ninguna dificultad con ellos. Victoria, su jefe, fue siempre un amigo mío. Siempre ayudó a nuestra tribu cuando le pedimos ayuda. Él perdió su vida defendiendo los derechos de su gente. Él fue un buen hombre y un guerrero valiente. Su hijo Charlie ahora vive aquí en esta reservación con nosotros.

Al norte de nosotros vivieron los apaches de la Montaña Blanca. No siempre

estaban en los mejores términos con nuestra tribu, raramente tuvimos guerra con ellos. Conocí personalmente a su jefe, Hash-ka-ai-la, y lo consideraba un buen guerrero. Su

3 Usen es la palabra apache para Dios. Se utiliza aquí porque implica los atributos de deidad que se le da en su religión. “Apache” significa “enemigo.”

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territorio estaba al lado de la tierra de los indios Navajo, quienes no tienen la misma sangre que los apaches. Hicimos consejos con todas las tribus apaches, pero nunca con los Navajos. Sin embargo, negociamos con ellos y algunas veces los visitamos.

Al oeste de nuestra tierra se extendía la de los apaches Chi-e-a-hen. Ellos tenían dos

jefes al mismo tiempo, Co-si-to y Co-da-hoo-yah. Esta tribu era amistosa pero no intimaba con la nuestra.

Al sur de nosotros vivieron los apaches Cho-kon-en (Chiricahua), cuyo jefe en los

viejos tiempos era Co-chise, y más adelante su hijo, Naiche. Esta tribu fue la más amistosa con nosotros. A menudo andábamos juntos en el campo y rastreando. Naiche, fue mi compañero de armas y ahora es mi compañero en la esclavitud.

Al sur y al oeste de nosotros vivieron los apaches Ned-ni. Su jefe era Whoa,

llamado por los mexicanos “Capitán Ju”.4 Eran nuestros amigos firmes. La tierra de esta tribu se localiza una parte en Viejo México viejo y otra en Arizona.5 Whoa y yo acampamos y luchamos a menudo de lado a lado como hermanos. Mis enemigos eran sus enemigos, mis amigos sus amigos. Ahora, él está muerto, pero su hijo Asa está traduciendo esta historia para mí.

Las cuatro tribus (Bedonkohe, Chokonen, Chihenne, y Nedni), que eran amigas

cercanas en los días de libertad, permanecen juntas mientras que disminuyen en gran número. Solamente la destrucción de toda nuestra gente disolverá nuestros vínculos de amistad.

Estamos desapareciendo de la tierra, no obstante, no puedo pensar que seamos

inútiles o Usen no nos hubiera creado. Él creó todas las tribus de hombres y tenía ciertamente un propósito honrado para crear a cada una.

Para cada tribu de hombres que Usen creó, también hizo un hogar. En la tierra

creada para cada tribu particular colocó lo mejor para el bienestar de esa tribu. Cuando Usen creó los apaches, también creó sus hogares en el oeste. Les dio el

grano, las frutas y animales de caza, como lo que necesitaban comer. Para restaurar su salud cuando la enfermedad los atacara, Usen hizo crecer diversas hierbas. Les enseñó donde encontrarlas y cómo prepararlas para medicina. Les dio un clima agradable y todo lo que necesitaban para vestirse y abrigarse estaba al alcance de la mano.

Así fue en el principio: los apaches y sus hogares, cada uno creado para el otro,

fueron hechos por Usen. Cuando son sacados de estos hogares se enferman y mueren.

4 En el texto dice “Capitán Whoa”, pero en castellano lo llamaban “Capitán Ju” (Nota del traductor). 5 Las líneas fronterizas establecidas en diversos tiempos entre México y los Estados Unidos no se ajustaron a las fronteras de las tribus apache, y por supuesto, los indios pronto lo notaron y sacaron ventajas de las cuestiones internacionales que surgían como resultado de los conflictos de interés entre los dos gobiernos.

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¿Cuánto tiempo faltará para que se diga, ya no hay ningún apache? 6

Capítulo III

Primera etapa de la vida

Nací en el Cañón No-doyohn, Arizona, en junio de 1829.

Me criaron en ese territorio situado en las cabeceras del río Gila. Este territorio fue

nuestra patria; entre esas montañas estuvieron ocultas nuestras viviendas; los valles desparramados contuvieron nuestros campos; en las praderas ilimitadas, extendiéndose lejos en cada lado, estuvieron nuestras pasturas; las cavernas rocosas eran nuestros lugares para sepultar.

Fui el cuarto7 de una familia de ocho hijos —cuatro muchachos y cuatro

muchachas—. De mi familia, solamente quedamos mi hermano, Porico (caballo blanco) y mi hermana, Nah-da-ste y yo. Estamos detenidos como prisioneros de guerra en esta Reservación Militar (Fort Sill).

Cuando bebé, gateé en la alfombra sucia del tepee de mi padre, anduve en mi

“tsoch” 8 en la parte posterior de mi madre, o suspendido de la rama de un árbol. Fui calentado por el sol, fui mecido por los vientos y abrigado por los árboles como otros bebés indios.

En mi niñez, mi madre me enseñó las leyendas de nuestra gente; enseñándome del

sol y el cielo, la luna y estrellas, las nubes y las tormentas. Ella también me enseñó a arrodillarme y rogar a Usen por fuerza, salud, sabiduría y protección. Nunca rogamos contra ninguna persona, pero si teníamos algo contra alguien, nosotros mismos tomábamos venganza. Nos enseñaron que Usen no nos cuida en las peleas pequeñas de hombres.

Mi padre a menudo me contaba de los hechos valientes de nuestros guerreros, de los

placeres de la caza y las glorias de la senda de la guerra.

6 Los apaches hechos prisioneros de guerra están disminuyendo grandemente en números. No parece haber causa particular, pero sin embargo, sus números se hacen más pequeños. 7 Cuatro es un número mágico para los apaches Bedonkohe. El dragón tenía cuatro capas de escamas, él tomó cuatro veces la carne del pequeño Apache; (el dragón y Apache) intercambiaron cuatro tiros —el dragón rodó hacia abajo por cuatro precipicios—. Se usan cuatro mocasines en el juego tribal de Kah, y solamente cuatro juegos pueden ser hechos. Un muchacho debe acompañar a los guerreros cuatro veces en el camino de la guerra antes de que pueda ser admitido en el consejo. Gerónimo fue el cuarto muchacho de una familia de cuatro muchachos y cuatro muchachas. Él ha tenido cuatro esposas que eran apache Bedonkohe pura sangre y cuatro que eran parte apache Bedonkohe y parte de otra sangre apache. Cuatro de sus hijos fueron asesinados por los mexicanos y cuatro han sido mantenidos en la esclavitud por el gobierno de los EEUU. Él cree firmemente en el destino y en la magia del número cuatro. Además de Gerónimo, solamente cuatro apaches Bedonkohe de pura sangre están vivos ahora, estos son: Porico (caballo blanco), Nah-da-ste, Moh-ta-neal, y A-klon-nen. 8 Nombre apache del arnés portabebé (Nota del traductor).

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Con mis hermanos y hermanas jugué en los alrededores de la casa de padre. Algunas veces jugamos al escondite entre las rocas y los pinos; vagamos en el bosque de matas de algodón o a veces buscamos “shudock” (una clase de cereza silvestre) mientras que nuestros padres trabajaban en el campo. A veces jugamos que éramos guerreros. Practicamos el acercamiento cuidadoso a cierto objeto que representaba un enemigo, y en nuestra imitación infantil realizamos a menudo las hazañas de la guerra. En ocasiones, nos ocultamos de nuestra madre para ver si ella podía encontrarnos, y en varias oportunidades, nos quedamos dormidos y seguimos ocultos por muchas horas.

Cuando fuimos suficientemente mayores para hacer un servicio real, fuimos al

campo con nuestros padres: no para jugar, sino a trabajar. Cuando los cultivos debían ser plantados, rompimos la tierra con azadas de madera. Sembramos el maíz en hileras rectas, los frijoles entre el maíz, y los melones y las calabazas en un orden irregular en el terreno. Cultivamos la tierra pues había necesidad.

Generalmente, nuestro campo tuvo cerca de dos acres de terreno. Los campos

nunca estuvieron cercados. Era común para muchas familias cultivar la tierra en el mismo valle y compartir los cuidados para proteger los cultivos de los daños de los potros de la tribu o de los ciervos y otros animales salvajes. Los melones fueron recolectados mientras se iban consumiendo. Las calabazas y frijoles de otoño fueron cosechados y colocados en bolsas o cestas; las mazorcas de maíz fueron atadas juntas por medio de sus propias envolturas, y luego la cosecha fue transportada a lomo de caballo hasta nuestros hogares. Aquí el maíz fue desgranado, y toda la cosecha almacenada lejos en cuevas u otros lugares seguros para utilizarse en el invierno.

Nunca alimentamos con maíz a nuestros caballos, guardamos forraje para darles en

el invierno. No teníamos ganado u otros animales domésticos excepto nuestros perros y caballos.

No cultivábamos el tabaco, sino lo encontrábamos silvestre. Lo cortábamos y

curábamos en otoño, pero si la disponibilidad se agotaba, las hojas que quedaban en los tallos, servían para nuestro propósito. Todos los indios fumaban-hombres y mujeres.9 No se permitía que ningún muchacho lo hiciera hasta que hubiera cazado solo y matado presas grandes —lobos y osos—. No era prohibido que fumaran mujeres solteras, pero eran considerado como una incorrección si lo hacían. Casi todas las matronas fumaban.

Además de moler el maíz (a mano con los morteros y las majas de piedra) para el

pan, lo machacábamos y lo remojábamos, y después de que hubiera fermentado sacábamos un jugo, “tis-win”, que tenía el poder de embriagar, algo muy apreciado por los indios. Este trabajo fue hecho por las muchachas y los niños. Cuando las bayas o las nueces debían ser recolectadas, los niños y las muchachas iban en partidas a buscarlos, y permanecían a veces todo el día en esta labor. Cuando ellos tenían que recorrer grandes distancias hasta los campos, llevaban caballos para cargar las cestas.

9 Los apaches no fumaron la pipa de la paz, a menos que fuera propuesta por otros indios. No tenían ninguna pipa grande; de hecho, los cigarrillos que generalmente fumaban los hacían enrollando el tabaco en envolturas de las hojas del roble.

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Con frecuencia fui en estas partidas y en una de ellas, una mujer de nombre Cho-ko-le, se perdió de la partida e iba conduciendo su pony a través de los matorrales buscando a sus amigas. Su pequeño perro iba siguiéndola despacio a través de la maleza y los pinos. De pronto un oso pardo apareció en su camino y atacó al potro. Ella saltó y el pony escapó, pero el oso la atacó, así que ella luchó con el oso lo mejor que pudo con su cuchillo. Su pequeño perro, mordiendo los talones del oso, lo distrajo, dándole tiempo a la chica para que se pusiera lejos de su alcance. Finalmente el oso pardo le dio un zarpazo en la cabeza, rasgando casi todo su cuero cabelludo. Ella cayó, pero no perdió la conciencia, y mientras estuvo postrada cerca del oso, le dio cuatro buenas puñaladas con su cuchillo, y él se retiró. Después de que él se fue, ella se colocó su cuero cabelludo rasgado y lo curó como mejor pudo, luego cayó en una enfermedad mortal y quedó tendida en el suelo. Esa noche su pony regresó del campo con su carga de nueces y bayas, pero sin jinete. Los indios salieron a buscarla, pero no la encontraron hasta el segundo día. La llevaron a su hogar y bajo el tratamiento de los hombres medicina, todas sus heridas fueron curadas.

Los indios sabían qué hierbas utilizar como medicina, cómo prepararlas y cómo darlas. Ellos habían sido enseñados por Usen en el principio y cada generación sucesiva tenía los hombres que eran expertos en el arte de la curación.

En el acopio de las hierbas, en su preparación y en la administración de la medicina, se ponía mucha fe, así como en las plegarias que se rezaban para que hiciera efecto la medicina. Generalmente cerca de ocho personas trabajaban juntas en la fabricación de la medicina, y había maneras de rezar y de hacer encantamientos para atender cada etapa del proceso. Cuatro atendían los encantamientos y cuatro, la preparación de las hierbas.

Algunos indios eran expertos en sacar balas, cabezas de flecha, y de otros proyectiles con los cuales los guerreros eran heridos. Yo mismo me he hecho mucho de esto, usando un puñal o un cuchillo de carnicero.10

Los niños pequeños usaban poca ropa en invierno y ninguna en verano. Las mujeres usaban generalmente una falda primitiva, que consistía en un pedazo de paño de algodón sujeto alrededor de la cintura y extendido hasta las rodillas. Los hombres usaban taparrabos y mocasines. En invierno adicionaban camisas y polainas a su vestuario.

Con frecuencia, cuando la tribu estaba en el campo, un número de muchachos y muchachas, por acuerdo, se escabullían y se juntaban en un lugar varias millas distantes, donde podían jugar todo el día libre de tareas. Nunca fueron castigados por estas fiestas; pero si los lugares donde se ocultaban eran descubiertos se les ridiculizaba.

Capítulo IV

Diversiones, maneras y costumbres tribales

Para celebrar cada acontecimiento notable se daba un banquete y había una danza.

10 Este es el único fundamento para la declaración, hecha con frecuencia, que Gerónimo era un hombre medicina.

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Solamente se invitaba a nuestra propia gente y quizás, tribus vecinas. Estas festividades duraban generalmente cerca de cuatro días. De día disfrutábamos los banquetes y por la noche, bajo la dirección de algún jefe, danzábamos. La música para nuestra danza era un canto llevado por los guerreros y acompañado batiendo el “esadadedne” (instrumento de percusión formado por una piel de venado en un aro). No se cantaba ninguna palabra — solamente los tonos—. Cuando los banquetes y danzas habían concluido teníamos carreras de caballos, carreras a pie, luchas, salto y toda una suerte de juegos (juegos competitivos).

Entre estos juegos, el más conocido era el juego tribal de Kah (pie). El cual se juega

como sigue: cuatro mocasines se colocan separados unos cuatro pies, en agujeros en el suelo, cavados en una hilera en un lado del campo y en el lado opuesto, una hilera paralela similar. En la noche se prende una fogata entre estas dos hileras de mocasines, y se ordenan los jugadores, uno o cualquier número en cada lado. La cuenta se lleva con un manojo de palillos, de los cuales cada lado toma uno por cada punto ganado. El primer lado toma el hueso (un símbolo de la roca blanca usada por el águila en la matanza del monstruo sin nombre, véase el capítulo I), pone las mantas entre los cuatro mocasines y el fuego de modo que el equipo opuesto no pueda observar sus movimientos, y después comienza a cantar las leyendas de la creación. El lado que tiene el hueso representa la tribu emplumada, el lado opuesto representa las bestias. Los jugadores que representan los pájaros hacen todo el canto, y mientras que cantan ponen el hueso en uno de los mocasines, después las mantas se lanzan abajo. Continúan cantando, pero tan pronto como las mantas se quitan, el jugador elegido del equipo competidor, armado con un bordón de guerra, viene a su lado de la fogata y con éste pega al mocasín en el cual asume que está oculto el hueso. Si le da al mocasín correcto, su lado consigue el hueso, y alternadamente representan los pájaros, mientras que el equipo competidor debe quedarse en silencio y especular a su turno. Se hacen cuatro juegos; tres que pierden y uno que gana. Cuando todos los palillos se han agotado, el lado que tenga el mayor número de ellos es el ganador.

Este juego se hace raramente excepto como juego de competencia, por esta razón es

el juego conocido más popular para la tribu. El juego dura generalmente cuatro o cinco horas. Nunca se juega de día.

Después de que los juegos se acaban, los visitantes dicen, “estamos satisfechos,” y

el campo se destruye. Yo estaba siempre alegre cuando se anunciaban las danzas y los banquetes. Así también lo estaba el resto de la gente joven.

Nuestra vida también tenía un lado religioso. No teníamos ninguna iglesia, ni

organizaciones religiosas, ni día Sabat, ni días sagrados, pero practicamos la veneración. La tribu entera se reunía a veces para cantar y para rogar; a veces sólo un número pequeño, quizás solamente dos o tres. Las canciones tenían algunas palabras, pero no eran formales. De vez en cuando, el cantante colocaba las palabras que deseaban en el tono de la canción. Rogábamos a veces en silencio; otras cada uno rogaba en voz alta; otras un anciano rogaba por todos nosotros. Otras veces alguien se levantaba y nos hablaba de nuestros deberes11,

11 Los apaches no reconocían derechos para hombres de fuera de su tribu. No era pecado matarlos o robarles. Sin embargo, si se aceptaba un favor de un extraño o se admitía compartir sus comodidades de alguna manera, (por adopción) el extraño llegaba a ser miembro de la tribu y todos debían reconocerle sus derechos.

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aquellos del uno para con el otro y para con Usen. Nuestros servicios eran cortos. Cuando la enfermedad o la peste se proliferó, fuimos convocados y preguntados por

nuestros líderes para comprobar qué mal habíamos hecho y cómo podríamos satisfacer a Usen. A veces el sacrificio era juzgado necesario. A veces, las ofensas fueron castigadas. Si un apache había permitido que sus padres envejecidos sufrieran por alimento o abrigo, si había abusado del débil, si había profanado nuestra religión, o si había sido desleal, podría ser desterrado de la tribu.

Los apaches no tenían ninguna prisión como las tienen los hombres blancos. En vez

del enviar a sus criminales a la prisión, los echamos fuera de la tribu. Los miembros desleales, crueles, perezosos o cobardes fueron excluidos de la tribu de una manera en que no podían unirse a otra. Nadie tenía ninguna protección contra nuestras leyes tribales no escritas. Con frecuencia, estos indios proscritos se congregaron y cometieron depredaciones que fueron cargadas a la tribu regular. Sin embargo, la vida de un indio proscrito fue muy dura y sus bandas nunca llegaron a ser muy grandes; además, estas bandas provocaron la cólera de la tribu y aseguraron con frecuencia su propia destrucción.

Cuando tenía ocho o diez años comencé a participar en la cacería, y para mi, ésta

nunca fue un trabajo. En las praderas, que corrían hasta nuestros hogares en la montaña, vagaban las

manadas de ciervos, antílopes, alces y búfalos, para ser cazados cuando necesitamos hacerlo.

Buscamos generalmente el búfalo a caballo, matándolo con flechas y lanzas. Sus

pieles fueron utilizadas para hacer tepees y lechos; su carne, para comer. Requirió más habilidad buscar los ciervos que cualquier otro animal. Nunca intentamos acercarnos a un ciervo excepto contra el viento. Pasábamos con frecuencia horas ocultándonos de los ciervos en el pasto. Si estuviesen en terreno abierto nos arrastrábamos por el suelo por distancias largas, procurando que malezas o un arbusto quedara delante de nosotros, de modo que nuestro acercamiento no fuera notado. Podíamos matar a menudo varios de una manada antes de que los otros huyeran. Su carne era secada y empacada en recipientes, y se mantenía en esta condición por muchos meses. La piel de los ciervos se lavaba con agua y ceniza y el pelo quitado, luego continuaba el proceso de curtirla hasta que ésta fuera suave y flexible. Quizás no hay otro animal más valioso para nosotros que los ciervos.

En los bosques y a lo largo de los riachuelos había muchos pavos salvajes.

Nosotros los arriábamos a las planicies, luego nos dirigíamos lentamente hacia ellos hasta que quedaban extenuados. Cuando comenzaban a caer y a esconderse, les caíamos encima o los cogíamos agachándonos desde nuestros caballos. Si alguno comenzaba a volar, cabalgábamos rápidamente sobre él y los matábamos con una pequeña estaca o con el bordón de caza. De esta manera nosotros conseguíamos tantos pavos salvajes como pudiéramos llevar a casa en un caballo.

Había muchos conejos en nuestro territorio, y también los cazábamos a caballo.

Nuestros caballos estaban entrenados para seguir al conejo a toda velocidad y al

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acercársele, le pegábamos con nuestro bordón de caza. Si un conejo fuese muy lejos, le lanzaríamos una estaca y lo mataríamos. Éste fue un gran deporte mientras éramos muchachos, ya de guerreros raramente lo practicamos.

Había muchos peces en los ríos, pero como no los comíamos, no intentamos

cogerlas o matarlos. Los muchachos pequeños lanzaban piedras en ellos o a veces tiraban flechas con sus arcos para practicar. Usen no pensó que se comieran las serpientes, ranas o peces. Yo nunca he comido de ellos.

Había muchas águilas en las montañas. Las buscábamos por sus plumas. Se

requería mucha habilidad para cazar una, por la agudeza de sus ojos, también son sabias y nunca se paran en cualquier lugar en donde no tengan una buena vista del entorno circundante.

He matado muchos osos con una lanza, aunque nunca fui herido en la lucha con uno

de ellos. He matado varios leones de montaña con flechas y uno con lanza. Ambos animales, osos y leones de montaña, son buenos para alimento y son valiosos por su piel. Cuando matamos de estos animales, los llevamos a casa en nuestros caballos. Con la piel del león hicimos a menudo carcajes para nuestras flechas. Éstos eran muy bonitos y muy durables.

Durante mi niñez nunca vimos misioneros ni predicadores. Nunca habíamos visto

un hombre blanco. Así tranquilos vivieron los apaches Be-don-ko-he.

Capítulo V

La familia

Mi abuelo, Maco, había sido nuestro jefe. Nunca lo conocí, pero mi padre a menudo me contaba del gran tamaño, fuerza y sagacidad de este viejo guerrero. Sus guerras principales habían sido con los mexicanos. También tuvieron algunas guerras con otras tribus, pero raras veces estuvieron en paz por un tiempo prolongado con los poblados mexicanos.

Maco murió cuando mi padre era sólo un joven guerrero, y Mangas-Coloradas12

llegó a ser el jefe de los apaches Bedonkohe. Cuando yo era un pequeño muchacho mi padre murió, después de estar enfermo por algún tiempo. Cuando él se fue, los vigilantes le cerraron cuidadosamente los ojos, luego lo arreglaron con su mejor ropa, pintaron su cara de nuevo, lo envolvieron en una rica manta, ensillaron su caballo preferido, llevaron sus armas delante de él y conduciendo su caballo detrás, repitieron en tonos de lamentación, sus hechos de valor y llevaron su cuerpo a una cueva en la montaña. Entonces mataron sus

12 Maco era jefe de los apaches Nedni. Su hijo (el padre de Gerónimo) se casó una apache Bedonkohe (la madre de Gerónimo), y uniéndose a la tribu de ella, perdió el derecho de gobernar por herencia. Debido a lo cual, Gerónimo no podría llegar a ser jefe por herencia, aunque su abuelo lo hubiera sido. También explica por que el padre de Gerónimo no podría ser jefe y por lo tanto, ese lugar lo ocupó Mangas Coloradas.

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caballos y regalamos todas sus otras propiedades,13 como se acostumbraba en nuestra tribu, después de lo cual su cuerpo fue depositado en la cueva, sus armas a su lado. Su sepulcro se ocultó con pilas de piedras. Envuelto en esplendor él yace para mucho tiempo y los vientos en los pinos cantan un réquiem lento acerca del guerrero muerto.

Después de la muerte de mi padre asumí el cuidado de mi madre. Ella nunca se

casó otra vez, aunque según las costumbres de nuestra tribu podía hacerlo inmediatamente después de su muerte. Usualmente, sin embargo, la viuda que tiene niños se queda sola después de la muerte de su marido por dos o tres años; pero la viuda sin niños se casa otra vez inmediatamente. Después de la muerte de un guerrero, su viuda vuelve a su gente y puede ser regalada o vendida por su padre o hermanos. Mi madre eligió vivir conmigo, y ella nunca deseó casarse otra vez. Vivimos cerca de nuestro viejo hogar y la apoyé.

En 1846, cuando tenía diecisiete años de edad, me admitieron en el consejo de los

guerreros. Entonces era muy feliz, porque podría ir a donde quisiera y hacer de lo que tuviese gusto. No estaba bajo control de nadie, pero las costumbres de nuestra tribu prohibían compartir las glorias del camino de la guerra hasta que fuese admitido por el consejo. La oportunidad ofrecida llegó, después de lo cual, pude ir al camino de la guerra con mi tribu. Esto sería glorioso. Tenía esperanzas de que pronto serviría a mi tribu en batalla. Desde hacía mucho, deseaba luchar a la par de nuestros guerreros.

Quizás la alegría más grande para mí fue que ahora podría casarme con Alope, hija

de No-po-so. Ella era una muchacha delgada, delicada, no obstante, habíamos estado enamorados por mucho tiempo. Así pues, tan pronto como el consejo me concedió mis privilegios, fui a ver a su padre para acordar nuestra unión. Probablemente, nuestro amor no le interesó, quizás quería conservar a Alope con él, porque ella era una hija obediente; de todos modos pidió muchos caballos por ella. No repliqué nada, pero en pocos días aparecí en su tienda con la manada de caballos y me dio a Alope. Ésta era toda la ceremonia de unión necesaria en nuestra tribu.

No lejos del tepee de mi madre había hecho un nuevo hogar para nosotros. El tepee

fue hecho con pieles de búfalo y en ella habían muchos trajes de piel de oso, pieles de león, y otros trofeos de cacería, así como mis lanzas, arcos y flechas. Alope había hecho muchas pequeñas decoraciones con cuentas14 y dibujos en pieles, que colocó en nuestro tepee. Ella dibujó muchos cuadros en las paredes de nuestro hogar. Ella era una buena esposa, pero nunca fue fuerte. Seguimos las tradiciones de nuestros padres y fuimos felices. Tres niños vinieron a nosotros —niños que jugaron, vagaron y trabajaron como lo había hecho yo—.

13 Los apaches no se quedaban con ninguna propiedad de un pariente muerto. Sus leyes tribales no escritas lo prohibían, porque se pensaba que de otra manera, los niños u otros parientes de alguien que tuviese muchas propiedades, podrían alegrarse cuando sus padres o parientes murieran. 14 Las cuentas fueron obtenidas de los mexicanos. Los apaches también consiguieron el dinero de los mexicanos, pero lo juzgaban de ningún valor, y lo daban a sus niños para jugar con o lo botaban como inservible.

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PARTE II

LOS MEXICANOS

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Capítulo VI

Kas-ki-yeh

i. La Masacre

En el verano de 1858, estando en paz con los poblados mexicanos así como con todas las tribus vecinas, fuimos al sur, a comerciar a Viejo México. Nuestra tribu entera (apaches Bedonkohe) pasó a través de Sonora hacia Casas Grandes, nuestro destino, pero antes de llegar, paramos en otro pueblo mexicano que los indios llaman “Kas-ki-yeh.” Aquí permanecimos por varios días, acampando en las afueras del pueblo. Diariamente entrábamos al pueblo a comerciar, dejando nuestro campamento bajo la protección de pocos guardias, así como nuestras armas, provisiones y mujeres y niños.

Una tarde al volver del pueblo, encontramos unas mujeres y niños que nos contaron

que tropas mexicanas de otro pueblo habían atacado nuestro campamento, asesinado a todos los guerreros de la guardia, capturado todos nuestros potros, decomisado todas nuestras armas, destruidos nuestros suministros y matado a muchas de nuestras mujeres y niños. Nos separamos rápidamente, ocultándonos como mejor pudimos hasta el anochecer, cuando nos juntamos de nuevo en un lugar acordado —un matorral por el río—. Silenciosamente nos ocultamos uno por uno, colocamos centinelas y cuando todos habíamos sido contados, encontré que mi vieja madre, mi joven esposa joven y mis tres pequeños niños estaban entre los muertos. No había luces en el campamento, sin ser notado silenciosamente salí y me fui para el río. Cuánto tiempo estuve ahí, no lo se, pero cuando observé a los guerreros hacer los arreglos para un consejo, tomé mi lugar.

Esa noche no voté a favor o en contra de ninguna medida; pero estaba decidido que

como éramos solamente ochenta guerreros y estábamos desarmados y sin provisiones, y además estábamos rodeados de mexicanos dentro de su territorio, no podríamos esperar luchar con éxito. Por lo que nuestro jefe, Mangas-Coloradas, dio la orden para marchar inmediatamente en silencio perfecto hacia nuestros hogares en Arizona, dejando a los muertos sobre el campo.

Estuve sin saber que hacer hasta que todo había pasado —no tenía ninguna arma,

no tenía deseos de luchar, tampoco intenté recuperar los cuerpos de mis gentes amadas, porque eso fue prohibido—. No recé, ni había resuelto hacer nada en particular, porque no tenían ningún propósito. Finalmente seguí a la tribu silenciosamente, guardando apenas la distancia para escuchar el suave ruido de los pies de los apaches en retirada.

La mañana siguiente algunos de los indios cazaron un poco y nos detuvimos lo

suficiente para que la tribu cocinara y comiera, luego reanudamos la marcha. Yo no cacé y no comí nada. Durante la primera marcha y durante el tiempo en que acampamos en ese lugar, no hablé con nadie y nadie habló conmigo —nadie tenía nada que decir—.

Durante dos días y tres noches anduvimos a marcha forzada, deteniéndonos sólo

para comer, luego después acampamos cerca de la frontera mexicana, donde descansamos dos días. Aquí tomé un poco de alimento y hablé con los otros que habían perdido

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familiares en la masacre, pero ninguno había perdido como yo, porque yo había perdido todo.

En unos pocos días llegamos a nuestro hogar. Estaban las decoraciones que había

hecho Alope —y estaban los juguetes de nuestros niños—. Quemé todo,15 incluso nuestro tepee. También quemé el tepee de mi madre y destruí todas sus propiedades.

No estuve jamás dentro de nuestro tranquilo hogar. La verdad, podía visitar el

sepulcro de mi padre, pero había hecho voto de venganza contra las tropa mexicanas que me había lastimado, y siempre que andaba cerca de su sepulcro u observaba cualquier cosa que me recordara mis antiguos días felices, mi corazón clamaba por venganza contra México.

ii. La venganza

Tan pronto como habíamos colectado algunas armas y provisiones, Mangas- Coloradas, nuestro jefe, llamó a un consejo y encontró que todos nuestros guerreros estaban dispuestos a tomar la senda de la guerra contra México. Me designaron para solicitar la ayuda de otras tribus para esta guerra.

Cuando fui con los apaches Chokonen (Chiricahua), Cochise, su jefe, convocó a un

consejo al amanecer. Silenciosamente, los guerreros se reunieron en un lugar abierto de una cañada en una montaña y se sentaron en el suelo, en filas de acuerdo a su rango. Fumaban en silencio. A una señal del jefe me presenté y expuse mi causa de la manera siguiente:

“Parientes”, ustedes han oído lo que sin causa han hecho los mexicanos recientemente. Ustedes son mis familiares —tíos, primos, hermanos—. Somos hombres lo mismo que los mexicanos lo son —nosotros podemos hacerle a ellos lo mismo que nos hicieron a nosotros—. Vamos adelante y busquémoslos —Yo los llevaré a su ciudad— nosotros los atacaremos en sus hogares. Lucharé en el frente de la batalla —Solamente les pregunto si me seguirán para vengar el mal hecho por éstos Mexicanos— ¿vendrán conmigo? Está bien —Todos ustedes vendrán—. “Recuerden la regla de guerra —los hombres pueden regresar o pueden ser matados—. Si algunos de estos hombres jóvenes mueren, no quiero ninguna culpa de sus parientes, porque ellos mismos han elegido ir. Si me matan nadie guardará luto por mí. Han matado a toda mi gente en ese país, y yo moriré si es necesario”

Regresé a nuestras tierras, informé mi éxito a mi jefe, y salí inmediatamente con dirección al Sur hacia la tierra de los apaches Nedni. Su jefe, Whoa, me escuchó sin comentarios, pero inmediatamente solicitó un consejo, y cuando todo estaba listo dio una señal para que pudiera hablar. Los traté como había tratado a la tribu de Chokonen, y también prometieron ayudarnos. 15 De acuerdo con la costumbre, él no debía conservar las propiedades de sus familiares muertos, sin embargo, no estaba obligado a quemar su propio tepee o los juguetes de sus hijos.

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En el verano de 1859, casi un año después de la fecha de la masacre de Kaskiyeh, las tres tribus fueron reunidas en la frontera mexicana para tomar el camino de la guerra. Sus caras fueron pintadas, las bandas16 de guerra fueron sujetadas en sus frentes, sus largas cabelleras17 listas para la mano y el cuchillo del guerrero que pudiese cortarlas. Habían ocultado a sus familias lejos en un lugar de la montaña cerca de la frontera mexicana. Con las familias dejaron un guardia y designaron lugares de reunión para el caso en que hubiera problemas en el campamento.

Cuando todos estuvieron listos, los jefes dieron orden de marchar. Ninguno de

nosotros fue a caballo y cada guerrero usó mocasines y un paño con el que se cubría la espalda. Este paño podría cobijarlo para dormir y cuando la marcha fuese larga, sería una ropa de amplia protección. En batalla, si la lucha fuese dura, no necesitábamos mucha ropa. Cada guerrero llevó raciones para tres días, pero como cazamos a menudo en la marcha, raramente estuvimos sin alimento.

Viajamos en tres divisiones: los apaches de Bedonkohe conducidos por Mangas-

Coloradas, los apaches de Chokonen por Cochise, y los apaches de Nedni por Whoa; sin embargo, no había orden regular dentro de las tribus separadas. Usualmente marchamos por cerca de catorce horas por día, haciendo tres paradas para las comidas y caminando de cuarenta á cuarenta y cinco millas por día.

Yo actuaba como guía en México, y seguimos los cursos del río y terrenos

montañosos porque así podíamos ocultar nuestros movimientos. Entramos en Sonora y fuimos hacia el sur, pasamos Quitata, Nacozari y muchos pueblos pequeños.

Acampamos cuando casi estábamos en Arispe, y ocho hombres vinieron de la

ciudad a hablar con nosotros. Fueron capturamos, muertos y escalpados. Lo hicimos para sacar a los soldados de la ciudad, y el día siguiente ellos vinieron. La escaramuza duró todo el día sin un daño general, pero en la noche capturamos su tren de provisiones, logrando con ello, disponer de un montón de abastos y algunas armas adicionales.

Esa noche pusimos centinelas y no movimos nuestro campamento, y descansamos

tranquilamente por toda la noche, porque esperábamos trabajo más pesado para el día siguiente. Temprano en la mañana siguiente los guerreros fueron convocados para rezar —no por ayuda, sino por salud y evitar emboscadas o engaños del enemigo—.

Como habíamos previsto, a eso de las diez de la mañana, toda la fuerza mexicana

salió del pueblo. Había dos compañías de caballería y dos de infantería. Reconocí a los de caballería como los soldados que habían matado a mi gente en Kaskiyeh. Les conté esto a los jefes y me dijeron que podía dirigir la batalla.

No era jefe y nunca lo había sido, pero porque me habían perjudicado más

profundamente que a otros, este honor me fue conferido, y resolví probar ser digno de la 16 Tiras de piel de venado (gamuza) de dos pulgadas de ancho sujetas alrededor de la cabeza. 17 En este tiempo, el gobierno mexicano ofreció recompensas en oro por los cueros cabelludos de los apaches —cien dólares por el de un guerrero, cincuenta por el de una mujer y veinticinco por el de un niño—.

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confianza. Organicé a los indios en un círculo cerca del río, y los mexicanos colocaron su infantería en dos líneas, con la caballería en reserva. Estábamos en el bosque y ellos avanzaron aproximadamente cuatrocientos yardas, pararon y abrieron fuego. Rápidamente llevé una carga contra ellos, pero al mismo tiempo envié algunos bravos para atacar su retaguardia. Durante la batalla yo pensaba en mi madre, esposa y bebés asesinados —en mi voto de venganza en la tumba de mi padre y luché con furia—. Muchos cayeron a mi lado y conduje el avance constantemente. Muchos bravos fueron muertos. La batalla duró cerca de dos horas.

Quedamos en el centro del campo los últimos cuatro indios —tres guerreros y yo—.

Se habían acabado nuestras flechas, nuestras lanzas quebradas en los cuerpos de los enemigos muertos. Teníamos solamente nuestras manos y cuchillos con los cuales luchar, pero todos aquellos que estuvieron en contra de nosotros estaban muertos. Entonces dos soldados armados vinieron sobre nosotros de otra parte del campo. Dispararon contra dos de nuestros hombres y nosotros, los dos restantes, huimos hacia el lado de nuestros guerreros. Mi compañero fue herido con un sable, yo alcancé a nuestros guerreros, tomé una lanza y regresé. El tipo que me persiguió falló su puntería y cayó con mi lanza. Con su sable encontré al soldado de caballería que había matado a mi compañero y nos atacamos y caímos. Lo maté con mi cuchillo y me alcé rápidamente sobre su cuerpo, blandiendo su sable, buscando otros soldados para matarlos. No había ninguno. Pero los apaches habían visto. Sobre el campo sangriento, cubierto con los cuerpos de mexicanos, sonó el feroz grito de guerra apache.

Todavía cubierto con la sangre de mis enemigos, todavía sosteniendo mi arma

conquistadora, aún caliente con la alegría de la batalla, de la victoria y de la venganza, fui rodeado por los bravos apaches y fui hecho jefe de guerra por todos los apaches. Entonces di las órdenes para escalpar los caídos.18

No podía regresar a llamar a mis personas amadas, no podía traer de nuevo a los

apaches muertos, pero podía regocijarme en esta venganza. Los apaches habían vengado la masacre de “Kas-ki-yeh.”

Capítulo VII

Luchando bajo dificultades

Después de la batalla de “Kaskiyeh”, todos los apaches estaban satisfechos, pero yo deseaba más venganza. Por varios meses estuvimos ocupados con la cacería y otras andadas pacíficas. Finalmente tuve éxito en la persuasión de dos guerreros, Ah-koch-ne y Ko-deh-ne, para que fueran conmigo a invadir el país mexicano. 18 A partir del momento que sigue a la orden para la guerra, todo asume un modo religioso. La manera de acampar, de cocinar, etc., están exactamente prescritas. Cada objeto que se relaciona a la guerra es llamado por su nombre sagrado; por ejemplo, no se dice caballo sino caballo de guerra o el cargador; no flecha, sino misil de la muerte. No se le llama al indio por su nombre ordinario sino por un nombre sagrado, al cual se le subordina “bravo” o “jefe” de acuerdo con las circunstancias. El nombre indio de Gerónimo era Go Khlä Yeh, pero los mexicanos en esta batalla lo llamaron Gerónimo, un nombre que él ha llevado desde entonces, tanto entre indios y blancos.

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Dejamos a nuestras familias19 con la tribu y tomamos el camino de la guerra. Fuimos a pie y con raciones para tres días. Entramos en México por la línea del norte de Sonora y seguimos la sierra de Antunez hasta el extremo sur. Aquí decidimos atacar una pequeña villa. (No sé el nombre de esta villa.) A plena luz del día nos acercamos desde las montañas. Cinco caballos estaban amarrados afuera. Avanzamos cautelosamente, pero momentos antes de que alcanzáramos los caballos, los mexicanos abrieron fuego desde las casas. Mataron a mis dos compañeros. Aparecieron mexicanos por todos lados; algunos a caballo, otros a pie, y todos parecían estar armados. Ese día me rodearon tres veces, pero evité la pelea, me les esquivé y me oculté. Varias veces durante el día mientras me ocultaba, tuve la oportunidad de agarrar a algún mexicano, quien con pistola en mano me buscaba. No pienso haber perdido mi propósito en ningún momento. Con la oscuridad encontré más tiempo para retirarme a Arizona. Pero los mexicanos no pararon la persecución. Varias veces del día siguiente, los mexicanos intentaron agarrarme; hicieron fuego muchas veces contra mi, ya no tenía flechas, sólo dependía de correr y esconderme, aunque estuviera muy cansado. No había comido desde que comenzó la persecución, ni me atrevía a parar para descansar. La segunda noche conseguí desaparecer de mis perseguidores, pero nunca aflojé mi paso hasta alcanzar nuestro hogar en Arizona. Entré en nuestro campamento sin botín, sin mis compañeros, agotado, pero no desalentado.

Las esposas e niños de mis dos compañeros muertos fueron cuidados por su gente.

Algunos apaches me culparon por el mal resultado de la expedición, pero no dije nada. Había fallado, lo único apropiado era mantenerme en silencio. Pero mis sentimientos hacia los mexicanos no cambiaron —continúo odiándolos y deseando venganza—. Nunca dejé de planear su castigo, pero era difícil conseguir guerreros que escucharan mis propuestas de incursiones.

Unos pocos meses después de esta última aventura persuadí a otros dos guerreros

para que se juntaran conmigo para atacar la frontera mexicana. En nuestra incursión anterior habíamos entrado a Sonora través de las tierras de los apaches Nedni. Esta vez pasamos a través del territorio de los Cho-kon-en y entramos en las montañas de la Sierra Madre. Viajamos al sur, aseguramos más raciones, y nos preparamos para comenzar nuestras incursiones. Habíamos seleccionado una aldea cerca de las montañas que planeamos atacar a plena luz. Mientras dormíamos, exploradores mexicanos descubrieron nuestro campamento e hicieron fuego contra nosotros, matando a un guerrero. Por la mañana observamos una compañía de las tropas mexicanas que venían del sur. Venían a caballo y con suficientes abastos para una larga jornada. Seguimos su rastro hasta asegurarnos que se dirigían hacia nuestro territorio en Arizona; entonces nos apresuramos a pasarlos y en tres días llegamos a nuestro asentamiento. Llegamos al mediodía, y esa tarde, a eso de las tres, esas tropas mexicanas atacaron nuestro asentamiento. Su primera descarga mató a tres pequeños muchachos. Muchos de los guerreros de nuestra tribu estaban fuera, pero los pocos de nosotros que estábamos en el campamento tuvimos la habilidad para conducir a las tropas fuera de las montañas antes de la noche. Matamos a ocho mexicanos y perdimos cinco nuestros —dos guerreros y tres muchachos—. Los mexicanos se fueron derecho al sur en franca retirada. Designamos cuatro guerreros para que los siguieran y en tres días volvieron informando que la caballería mexicana había 19 Gerónimo se había vuelto a casar.

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salido de Arizona, yendo hacia el sur. Estábamos absolutamente seguros que ellos no volverían pronto.

Casi inmediatamente después de esto (en el verano de 1860) pude otra vez tomar la senda de la guerra contra los mexicanos, este vez con veinticinco guerreros. Seguimos el rastro de las últimas tropas mexicanas y entramos en las montañas de Sahuaripa. El segundo día en estas montañas nuestros exploradores descubrieron a los soldados mexicanos. Había solamente una compañía de caballería en ese comando, y pensé que sorprendiéndolos podríamos derrotarlos. Emboscamos la ruta por la cual vendrían. Era un lugar por donde la compañía entera debería pasar por un desfiladero de la montaña. Reservamos el fuego hasta que todas las tropas hubieran pasado; entonces la señal fue dada. Los soldados mexicanos, aparentemente sin una orden, desmontaron, y colocaron sus caballos por el exterior de la compañía, para escudarse, hicieron una buena lucha contra nosotros. Noté que no podíamos tumbarlos sin usar toda nuestra munición, así que conduje una carga. Los guerreros presionaron repentinamente por todos los lados y luchamos mano a mano. Durante este encuentro levanté mi lanza para matar a un soldado mexicano justo cuando él apuntó su arma contra mí; avancé rápidamente, y mi pie se me resbaló en un charco de sangre, caí debajo del soldado mexicano. Me dio un culatazo en la cabeza, dejándome inconciente. Justo en ese instante, un guerrero que seguía mis pasos mató al mexicano con una lanza. En pocos minutos no dejaron un soldado mexicano vivo. Cuando el grito de guerra había terminado y habían escalpado a sus enemigos, comenzaron a atender a los muertos y heridos. Me encontraron inconciente en donde había caído. Lavaron mi cabeza con agua fría y me restauraron el sentido. Luego vendaron mi herida y a la mañana siguiente, aunque débil por la pérdida de sangre y sufriendo de un dolor de cabeza severo, pude marchar de vuelta a Arizona. No me recuperé completamente por meses, y todavía se ve la cicatriz que me hizo ese mosquetero. En esta lucha habíamos perdido tan pesadamente que no había realmente gloria en nuestra victoria, y volvimos a Arizona. Ninguno parecía querer ir a la senda de la guerra otra vez ese año.

En el verano (1861) con doce guerreros fuimos nuevamente a México. Entramos a

Chihuahua y seguimos hacia al sur por el lado este de la Sierra Madre durante una jornada de cuatro días; luego cruzamos por el territorio de la Sierra de Sahuaripa, no lejos del oriente de Casas Grandes. Aquí descansamos un día, y enviamos exploradores a hacer un reconocimiento. Ellos informaron que un tren de suministros acampaba a cinco millas al oeste de nosotros. A la mañana siguiente, al amanecer cuando los conductores cargaban las mulas, los atacamos. Huyeron salvando sus vidas, dejándonos el botín. Las mulas estaban cargadas con provisiones, de las cuales la mayoría las tomamos para la casa. Dos mulas estaban cargadas con jamón o tocino;20 y lo tiramos. Comenzamos a llevar los suministros, tomamos hacia el norte a través de Sonora, pero cuando estábamos cerca de Casita, las tropas mexicanas nos alcanzaron. Estaba amaneciendo y acabábamos de tomar nuestro desayuno. No teníamos ninguna idea que nos habían perseguido o que nuestros enemigos estaban cerca hasta que abrieron fuego. En la primera carga una bala me pegó en la esquina del ojo izquierdo cuando me voltee a dar un vistazo y caí inconsciente. Todos los indios fueron a ponerse a cubierto. Los mexicanos, pensando que estaba muerto, comenzaron a 20 Nunca habían comido tocino y durante mucho tiempo no aprendieron a hacerlo. Incluso ahora no comerán tocino o cerdo, si pueden conseguir otra carne. Gerónimo rechaza positivamente comer tocino o cerdo.

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buscar a los huidos. En pocos momentos recuperé el sentido y había comenzado a correr rápidamente entre los árboles, cuando otra compañía que subía abrió fuego contra mí. Entonces los soldados que habían estado persiguiendo a los otros indios dieron vuelta, y quedé entre dos compañías hostiles, pero no estuve mucho rato. Las balas silbaban en todas direcciones y algunas cerca de mi. Una me hirió levemente, pero permanecí corriendo, esquivando y peleando, hasta que perdí a mis perseguidores. Trepé por un cañón escarpado, donde la caballería no podía seguirme. Los soldados me vieron, pero no desmontaron y no intentaron seguirme. Pienso que fueron sabios al no hacerlo.

Se había acordado que en caso de sorpresa con este botín, nuestro lugar de reunión

estaría en las montañas de Santa Rita en Arizona. No nos reunimos en México, pero viajando por separado, en tres días acampamos en nuestro lugar de reunión. De este lugar volvimos a casa con las manos vacías. Incluso no teníamos ni una victoria parcial para divulgar. Volví herido otras vez, pero todavía sin desalentarme. Nuestra gente me culpó otra vez, y nuevamente no tenía ninguna respuesta.

Después de nuestro regreso, muchos de los guerreros habían ido de caza y algunos

habían ido al norte a negociar mantas con los navajos. Yo permanecía en el hogar intentando que mis heridas sanaran. Una mañana apenas en el amanecer, cuando las mujeres encendían los fuegos para preparar el desayuno, tres compañías de soldados mexicanos que habían rodeado nuestro campamento en la noche, abrieron fuego. No había tiempo para la lucha. Los hombres, las mujeres y los niños huyeron por sus vidas. Mataron a muchas mujeres y niños y a algunos guerreros, y capturaron a cuatro mujeres. Mi ojo izquierdo todavía estaba cerrado por la hinchazón, pero con el otro veía bien como para darle a uno de los oficiales con una flecha, y después hice un buen escape entre las rocas. Los soldados quemaron nuestros tepees y tomaron nuestras armas, provisiones, potros y mantas. El invierno estaba a la mano.

No había más de veinte guerreros en el campamento en ese momento, y solamente

algunos de nosotros habíamos asegurado las armas durante la excitación del ataque. Algunos guerreros siguieron el rastro de las tropas cuando regresaban a México con su botín, pero no podían ofrecer batalla. Pasó un largo, largo tiempo para que pudiéramos de nuevo tomar el camino de la guerra contra los mexicanos.

Las cuatro mujeres que fueron capturadas fueron llevadas a Sonora, México, donde

se les obligó a trabajar para los mexicanos. Después de algunos años se escaparan a las montañas y comenzaran a buscar nuestra tribu. Tenían cuchillos que habían robado de los mexicanos, pero no tenían ninguna otra arma. No tenían ninguna manta; en la noche hacían un pequeño tepee cortando ramas y malezas con sus cuchillos, y usándolas para las paredes. El techo fue cubierto con los mismos materiales. En este tepee temporal ellas podían dormir. Una noche cuando su fogata era muy pequeña, oyeron un rugido afuera del tepee. Francisca, la más joven de todas (de diecisiete años de edad, aproximadamente), comenzaba a alimentar el fuego, cuando un león de montaña a travesó el tepee y la atacó. Lo precipitado del ataque hizo que ella botara su cuchillo, pero luchó con sus manos lo mejor que pudo. Ella no era una presa para el león, no obstante; su hombro izquierdo fue lastimado y parcialmente rasgado. El león intentó tomarla por la garganta; pero ella se protegió con las manos durante un buen tiempo. La arrastró por cerca de de 300 yardas,

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ella comenzó a sentir que las fuerzas le faltaban por la pérdida de sangre, y pedió auxilio a las otras mujeres. El león la había estado arrastrando por un pie, y ella había estado agarrándose de la pierna y de las rocas y de la maleza del bosque, para retrasarlo. Finalmente él paró y se colocó sobre ella. Ella llamó otra vez a sus compañeros y lo atacaron con sus cuchillos y lo mataron. Después vendaron sus heridas y la cuidaron en las montañas por cerca de un mes. Cuando ella pudo caminar reanudaron su viaje y llegaron sanas a nuestra tribu.

Esta mujer (Francisca) fue hecha prisionera con otros apaches y murió en 1892 en la

Reservación del Fuerte Sill. Su cara quedó desfigurada para siempre por las cicatrices y nunca recuperó el uso perfecto de sus manos. Las tres mujeres más viejas murieron antes de que nos hicieran prisioneros de guerra.

Muchas mujeres y niños fueron llevados por los mexicanos en diversos tiempos.

Muchos de ellos nunca volvieron, y los que lo lograron experimentaron muchas dificultades para poder unirse nuevamente con su gente. Los que no se escaparon eran esclavos de los mexicanos, o quizás en una posición más degradada.

Cuando los guerreros fueron capturados por los mexicanos, ellos permanecieron

encadenados. Cuatro guerreros fueron capturados una vez en un lugar al norte de Casas Grandes que los indios llaman “Honas”, permanecieron encadenados año y medio, hasta que fueron intercambiados por mexicanos que habíamos capturado.

Nunca encadenamos a los prisioneros o los mantuvimos en confinamiento, sin

embargo, rara vez escaparon. Los mexicanos capturados fueron obligados a cortar leña o cuidar los caballos. Las mujeres y los niños mexicanos21 fueron tratados como a nuestra propia gente.

Capítulo VIII

Incursiones que fueron exitosas

En el verano de 1862 tomé ocho hombres e invadí el territorio mexicano. Fuimos al sur por el oeste de las montañas de la Sierra Madre, por cinco días; luego en la noche cruzamos cerca de la parte sur del territorio de la sierra de Sahuaripa. Aquí acampamos otra vez para observar los trenes de provisiones. A eso de las diez de la mañana, cuatro transportistas de provisiones pasaron por nuestro campamento con mulas cargadas. Nada más nos vieron, huyeron dejándonos el botín. Era un tren largo con cargas de mantas, calicó22, sillas de montar, mercancías y bloques de azúcar. Nos apresuramos a casa tan rápidamente como podíamos con estas provisiones, y a nuestro retorno, mientras

21 El intérprete, Asa, hijo de Whoa, recuerda a una pequeña muchacha mexicana prisionera que jugaba con los niños apache, pero finalmente fue intercambiada. En este tiempo mataron a una de las esposas de Gerónimo y a su hijo, a partir de entonces hasta que fue hecho prisionero de guerra, tenía dos esposas. Pudo haber tenido tantos esposa como el hubiera querido, pero dijo que estaba tan ocupado peleando contra los mexicanos, que no podía apoyar más de dos. 22 Tela delgada de algodón (Nota del traductor)

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pasábamos a través de un cañón en el territorio de las montañas de Santa Catalina en Arizona, nos cruzamos con un hombre blanco que conducía unas mulas con provisiones. Cuando lo vimos, él ya nos había visto y se estaba yendo por la pendiente del cañón. Examinamos su carga y encontramos que todas sus mulas estaban cargadas con queso. Juntamos los dos trenes de provisiones y continuamos nuestro viaje. No intentamos perseguir al conductor y estábamos seguros que él tampoco intentaría seguirnos.

En dos días llegamos a casa. Entonces Mangas-Coloradas, nuestro jefe, juntó a la

tribu. Dimos un banquete, dividimos el botín y danzamos toda la noche. Matamos y nos comimos algunas de las mulas de carga.

Esta vez después de nuestro regreso, dejamos exploradores para saber si las tropas

mexicanas intentaran seguirnos. Al tercer día, nuestros exploradores llegaron al campamento e informaron que la

caballería mexicana había desmontado y se acercaba a nuestro asentamiento. Todos nuestros guerreros estaban en el campamento. Mangas-Coloradas tomó el comando de una división y yo de la otra. Esperábamos tomar posesión de sus caballos, luego rodear a las tropas en las montañas y destruir la compañía entera. Pero no lo pudimos hacer, porque ellos también tenían exploradores. Sin embargo, a cuatro horas después de que comenzamos la lucha, habíamos matado a diez soldados con la pérdida de solamente un hombre, y la caballería mexicana se puso en franca retirada, seguida por treinta apaches armados, que no les dieron ningún descanso hasta que estuvieron lejos dentro del territorio mexicano. Ese invierno no vinieron más tropas. Por mucho tiempo tuvimos muchas provisiones, un montón de mantas y un montón de ropa. Tuvimos también un montón de queso y azúcar.

Al otro verano (1863) seleccioné a tres guerreros y fuimos a una incursión a México. Fuimos al sur por Sonora, acampando en las montañas de la sierra de Sahuaripa. Cerca de cuarenta millas al oeste de Casas Grandes hay una pequeña aldea en las montañas que los indios llaman “Crassanas”. Acampamos cerca de este lugar y acordamos hacer un ataque. Habíamos notado que justo al medio día nadie parecía moverse; planeamos hacer nuestro ataque justo a esa hora. El día siguiente, al medio día entramos furtivamente al poblado. No teníamos ninguna arma de fuego, sino lanzas y arcos y flechas. Cuando el grito de guerra fue dado para abrir el ataque, los mexicanos huyeron en todas las direcciones; ninguno de ellos intentó luchar con nosotros.

Tiramos algunas flechas a los mexicanos replegados, pero matamos solamente uno.

Pronto todo fue silencio en el pueblo y no se veía ningún mexicano. Cuando descubrimos que todos los mexicanos se habían ido, miramos dentro de sus

casas y vimos muchas cosas curiosas. Los mexicanos tienen muchas más cosas que los apaches. Muchas de las cosas que vimos en las casas no podíamos entender, pero en las tiendas vimos muchas que si queríamos; llevamos una manada de caballos y mulas, y la cargamos con provisiones, tanto como pudimos. Después formamos los animales en un tren de carga y volvimos muy seguros a Arizona. Los mexicanos no nos siguieron.

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Cuando llegamos al campamento convocamos a la tribu y festejamos todo el día. Dimos presentes a cada uno. En la noche la danza comenzó y no cesó hasta mediodía del día siguiente.

Ésta fue quizás la incursión más acertada nunca hecha por nosotros en territorio

mexicano. No se el valor del botín, pero debía ser muy grande, porque tuvimos provisiones suficientes para nuestra tribu entera como para un año o más.

En el otoño de 1864, veinte guerreros estaban dispuestos a ir conmigo a otra incursión a México. Todos eran hombres seleccionados, bien armados y equipados para la batalla. Como de costumbre previmos la seguridad de nuestras familias antes de comenzar en esta incursión. Nuestra tribu entera deshizo el campamento y lo volvió a montar en un lugar alejado unas cuarenta millas del lugar anterior. De esta manera sería difícil para los mexicanos localizarlo y nosotros sabríamos dónde encontrar a nuestras familias cuando volviéramos. Por otra parte, si algunos indios hostiles observaban que este gran número de guerreros estaba dejando nuestro territorio, podrían atacar nuestro campamento, pero si no encontraban a nadie en el lugar usual, su incursión fallaría.

Pasamos al sur a través del territorio de los apaches Chokonen, entramos a Sonora,

México, en un punto directamente al sur de Tombstone, Arizona, y nos ocultamos en las montañas de la Sierra de Antunez. Atacamos varios poblados vecinos y aseguramos abundantes provisiones. Después de cerca de tres días atacamos y capturamos un tren de mulas de suministros en un lugar que los indios llaman “Pontoco.” Se sitúa en las montañas a un día de jornada23 al oeste de Arispe.

Había tres conductores con este tren. Uno fue matado y dos escaparon. El tren iba

cargado con mezcal,24 el cual iba en botellas guardadas en cestas de mimbre. Tan pronto como hicimos el campamento, los indios se emborracharon y comenzaron a pelear entre si. Yo también bebí bastante mezcal para sentir su efecto, pero no estaba borracho. Di la orden para que cesara la pelea, pero la orden fue desobedecida. Pronto estaba en progreso una lucha general. Intenté poner a un guardia alrededor del campamento, pero todos estaban muy borrachos y rehusaron servir. Esperaba un ataque de las tropas mexicanas en cualquier momento, era realmente una cuestión seria para mí, porque estaba al mando y podría ser responsabilizado de cualquier mala suerte que le cayera a la expedición. Finalmente el campamento quedó tranquilo, los indios estaban tan borrachos como para caminar o seguir peleando. Mientras que estaban en este estupor, vertí todo el mezcal, después apagué todos los fuegos y moví las mulas de suministros a una distancia considerable del campamento. Después de esto volví al campamento para intentar hacer algo con los heridos. Encontré que solamente dos tenían heridas peligrosas. De la pierna de uno saqué una cabeza de flecha y del hombro de otro, retiré una punta de la lanza. Cuando todos los heridos habían sido curados, yo mismo hice guardia hasta la mañana. Al día siguiente, montamos a nuestros heridos en las mulas de carga y salimos para Arizona.

23 Cuarenta y cinco millas. 24 Mezcal es un licor producido en México de varias especias de agave.

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Al siguiente día capturamos un poco de ganado de una manada y lo llevamos con nosotros. Pero era una labor muy difícil conducir el ganado yendo a pie. El cuidado de los heridos y la custodia del ganado, hicieron tedioso nuestro viaje. No obstante, no fuimos seguidos y llegamos salvos a casa con todo el botín.

Entonces dimos un banquete y una danza, y dividimos el botín. Después de la

danza matamos todo el ganado y secamos la carne. Curamos las pieles y después la carne seca fue empacada con estas pieles y almacenada lejos. Todo ese invierno tuvimos un montón de carne. Éste fue el primer ganado que nunca tuvimos. Como de costumbre matamos y comimos algunas de las mulas. Teníamos poco uso para las mulas y si no podíamos cambiarlas por algo de valor, las matábamos.

En el verano de 1865, con cuatro guerreros, entré otra vez en México. Hasta ahora,

habíamos ido a pie; estábamos acostumbrados a luchar a pie; además, podíamos escondernos más fácilmente cuando estábamos desmontados. Pero esta vez queríamos más ganado, y era difícil conducirlo cuando íbamos a pie. Entramos a Sonora por un punto al sudoeste de Tombstone, Arizona, y seguimos las montañas de Antunez hasta el límite sur, luego cruzamos el territorio tan al sur como la desembocadura del río Yaqui. Aquí vimos un gran lago25 que se extendía más allá del límite de la vista. Después dimos vuelta al norte, atacamos varios pueblos, y aseguramos muchas provisiones. Cuando veníamos de regreso al noroeste de Arispe agarramos cerca de sesenta cabezas del ganado y las trajimos a nuestros hogares en Arizona. No fuimos directamente a casa, acampamos en diversos valles con nuestro ganado. No nos siguieron. Cuando llegamos a nuestro asentamiento, la tribu fue reunida otra vez para el banquete y la danza. Dimos presentes a todos y matamos el ganado y la carne fue secada y empacada.

Capítulo IX

Fortunas diversas

En el otoño de 1865, con nueve guerreros entré a México a pie. Atacamos varios poblados al sur de Casas Grandes, y colectamos muchos caballos y mulas. Hicimos camino hacia el norte con estos animales a través de las montañas. Cuando estábamos cerca de Arispe acampamos una tarde y pensando que no nos venían siguiendo, solté toda la manada, incluso los caballos que habíamos estado montando. Estábamos en un valle rodeado por montañas escarpadas y acampamos en la boca de este valle de modo que los animales no pudieran irse sin pasar por nuestro campamento. Justo cuando íbamos a cenar, llegaron nuestros exploradores y anunciaron que las tropas mexicanas venían hacia nuestro campamento. Salimos por los caballos, pero soldados que nuestros exploradores no habían visto estaban en los acantilados sobre nosotros y abrieron fuego. Nos dispersamos por todas las direcciones, y las tropas capturaron todo nuestro botín. En tres días volvimos a juntarnos en el punto acordado de reunión en las montañas de la Sierra Madre en el norte de Sonora. Las tropas mexicanas no nos siguieron, y volvimos a Arizona sin más luchas y sin botín. De nuevo, no tenía nada que decir, pero estaba ansioso por otra incursión.

25 Golfo de California.

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El verano próximo (1866), tomé a treinta guerreros montados e invadimos el territorio mexicano. Pasamos al sur a través de Chihuahua hasta Santa Cruz, Sonora, después cruzamos la Sierra Madre, siguiendo el curso del río hasta el extremo sur del territorio. Pasamos del oeste de la Sierra Madre a la Sierra de Sahuaripa, y seguimos esa ruta hacia el norte. Recogimos todos los caballos, mulas y ganado que quisimos, y los arriamos hacia el norte a través de Sonora a Arizona. Los mexicanos nos vieron muchas veces y muchos lugares, pero no nos atacaron en ningún momento, ni las tropas intentaron seguirnos. Cuando llegamos nuestros hogares dimos presentes a todos, y la tribu hizo un banquete y danzó. Durante esta incursión habíamos matado unos cincuenta mexicanos.

El año siguiente (1867), Mangas-Coloradas llevó ocho guerreros en una incursión a

México. Fui como guerrero, porque siempre me alegraba luchar contra los mexicanos. Fuimos al sur cerca de Tombstone, Arizona, hacia Sonora, México. Atacamos a algunos vaqueros, y después de una lucha con ellos, en la cual dos de su gente fueron muertos, llevamos todo su ganado hacia el norte. El segundo día conducimos el ganado, pero sin haber colocado ningún explorador afuera. Cuando estábamos no lejos de Arispe, los soldados mexicanos cabalgaban hacia nosotros. Estaban bien armados y bien montados y cuando los vimos por primera vez, estaban a media milla de nosotros. Dejamos el ganado y cabalgamos tan duro como pudimos hacia las montañas, pero nos alcanzaron rápidamente. Pronto abrieron fuego, pero estaban tan lejos de nosotros que no podíamos alcanzarlos con nuestras flechas; finalmente llegamos a un pequeño bosque, y, dejando nuestros potros, luchamos a cubierto. Entonces los mexicanos pararon, recogieron nuestros caballos, y cruzaron a través de la planicie hacia Arispe, conduciendo el ganado con ellos. Permanecimos viéndolos hasta que desaparecieron en la distancia, y después iniciamos la marcha hacia nuestro hogar.

Llegamos a casa en cinco días sin una victoria para divulgar, ninguno botín para dividir e incluso sin los potros con los que habíamos ido a México. Esta expedición fue considerada vergonzosa.

Los guerreros que habían estado con Mangas-Coloradas en esta última expedición

quisieron volver a México. No estaban satisfechos, además de que no soportaban las agudas cosas que les decían los otros guerreros. Mangas-Coloradas no los llevaría de vuelta, así que tomé el mando y fuimos a pie, directamente hacia Arispe en Sonora, e hicimos nuestro campamento en la Sierra de Sahuaripa. Éramos solamente seis, pero atacamos varios poblados (en la noche), capturamos muchos caballos y mulas, y los cargamos con provisiones, sillas de montar y mantas. Entonces volvimos a Arizona, viajando solamente por la noche. Cuando llegamos a nuestra casa enviamos exploradores para prevenir cualquier sorpresa de los mexicanos, reunimos la tribu, disfrutamos del banquete, danzamos y dividimos el botín. Mangas-Coloradas no recibió nada de este botín, porque no había ayudado. Ninguna tropa mexicana no siguió a Arizona.

Más o menos un año después de esta incursión (1868), tropas mexicanas rodearon

todos los caballos y mulas de la tribu que estaban no lejos de nuestro asentamiento. No habíamos hecho ninguna incursión en México ese año, y no esperábamos ningún ataque. Todos estábamos en el campamento, apenas habíamos regresado de cazar.

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Como a las dos de la tarde, dos exploradores mexicanos fueron vistos cerca de nuestro campamento. Matamos a estos exploradores, pero los soldados tomaron la manada de nuestros caballos y mulas antes de que los viéramos. Era inútil intentar alcanzarlos a pie, a nuestra tribu no le habían dejado un solo caballo. Tomé veinte guerreros y fui a seguir sus rastros. Encontramos nuestros caballos en un rancho ganadero en Sonora, no lejos de Nacozari, y atacamos a los vaqueros que estaban a cargo. Matamos a dos hombres y no perdimos ninguno. Después de la lucha tomamos nuestros caballos y los de ellos.

Fuimos seguidos por nueve vaqueros. Mandé los caballos adelante y con tres

guerreros permanecimos en la retaguardia para interceptar cualquier ataque. Una noche cerca de la línea de Arizona descubrimos a estos vaqueros en nuestro rastro y observamos su campamento y les quitamos sus caballos. Cerca de la media noche, entramos furtivamente a su campamento y en silencio nos llevamos todos sus caballos, dejando a los vaqueros dormidos. Entonces cabalgamos duro y alcanzamos a nuestros compañeros, que siempre viajaban de noche en vez de día. Pusimos los caballos adentro de la manada y volvimos a la retaguardia otra vez para interceptar a cualquier persona que pudiera estar siguiéndonos. Qué hicieron estos nueve vaqueros la mañana siguiente, no lo se, y nunca he oído que los mexicanos hablen acerca de ello; se que no nos siguieron, porque nos no molestaron. Cuando llegamos a nuestro hogar había gran regocijo en la tribu. Se consideró un gran truco quitarle los caballos de los mexicanos y dejarlos dormidos en las montañas.

Pasó un buen tiempo antes de que volviéramos a entrar a México o fuéramos

molestados por estos.

Capítulo X

Otras incursiones

Cuando se leen los capítulos anteriores sobre las incursiones apaches, alguien que no está familiarizado con la anarquía de la frontera podría preguntarse como esta tendencia de los apaches fue desarrollado hasta un grado tan marcado, pero cuando uno se familiariza con las condiciones reales —la no observancia de la ley entre mexicanos y estadounidenses a largo de la frontera de México y Arizona, en los días antiguos— se puede entender fácilmente donde se educaron los apaches en el arte de conducir incursiones sin ley. Por lo tanto, para aquellos que no están familiarizados con las condiciones en que se encontraba el sur de Arizona durante los años ochenta (de 1800), este capítulo permite entender el ambiente de los apaches. Los acontecimientos adjuntos narrados se tomaron de muchos relatos de hombres confiables que vivieron en esta sección del país durante el período mencionado.

Incursión de los blancos 26

En 1882 una compañía de seis comerciantes mexicanos, que eran conocidos como

“contrabandistas” porque evadían derechos de las mercancías que compraban en Estados Unidos y vendían en Arizona, acampó en el Cañón del Esqueleto, diez millas al norte de la 26 Se refiere a anglosajones estadounidenses.

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línea de Viejo México. Ellos fueron conocidos por llevar grandes cantidades de dinero, pero como andaban siempre armados y listos para defender sus posesiones con ellas, con frecuencia no fueron molestados. Sin embargo, en esta ocasión, justo cuando se levantaban a preparar su desayuno, cinco hombres blancos abrieron fuego sobre ellos desde los arbustos y todos, excepto uno de los mexicanos, fueron muertos. Éste, aunque herido, finalmente logró escapar. Algunos días después de la matanza, unos vaqueros que juntaban ganado, acamparon en este lugar y enterraron los restos (qué los coyotes habían salido) de estos cinco mexicanos. Dos años después, en el mismo lugar, un vaquero encontró una bolsa de cuero que contenía setenta y dos “dólares mexicanos”,27 pequeña cantidad de dinero que los ladrones habían olvidado.

Los hombres que hicieron esta matanza vivieron en Arizona durante muchos años

después, y aunque era sabido que ellos habían hecho tal depredación, no fueron arrestados, y los mexicanos nunca intentaron recuperar la propiedad de sus paisanos

Incursión mexicana

En 1884, un ganadero y cuatro vaqueros conducían de su rancho al mercado de

Tombstone, Arizona, un poco de ganado gordo. La ruta que tomaron cubría una parte de Viejo México y otra de de Arizona. Una noche acamparon en un cañón al sur de la frontera mexicana. La mañana siguiente a plena luz del día, el vaquero que había cuidado la manada la última mitad de la noche acababa de llegar y había despertado al campamento, cuando los mexicanos abrieron fuego sobre ellos desde los arbustos. El ganadero y un vaquero fueron gravemente heridos en el primer ataque y buscaron refugio en el carro vagón, desde esta posición dispararon tanto como sus municiones lo permitieron. Los otros tres fueron heridos levemente y alcanzaron a cubrirse, pero solamente uno escapó vivo. Permaneció oculto por dos días antes de que lo encontraran sus camaradas. Él vio a los mexicanos robar a los cuerpos de los muertos y llevarse las sillas de montar, después cocinaron el desayuno para sí mismos en el campamento abandonado. Lo había herido seriamente y estaba agotada toda su munición, por lo que sólo podía esperar.

Al segundo día después de esta incursión, algunas cabezas de ganado regresaron al rancho, dando aviso a los vaqueros que había habido un juego sucio. Encontraron a su compañero delirando cerca de donde cayeron sus camaradas. Nunca se hizo ninguna detención en México por estos asesinatos, y no se hizo ninguna tentativa por vengar el daño hecho o por procesar a los ladrones. Los dos casos narrados arriba servirán para mostrar al lector, los ejemplos que proveían a los apaches, una porción de los habitantes de las dos naciones cristianas con las que ellos tenían contacto.

Incursiones de apaches

Pensamos en este capítulo dar cuenta de algunas depredaciones de los apaches que no fueron narradas por Gerónimo. Han sido relatadas por nuestros propios ciudadanos y desde el punto de vista del hombre blanco (estadounidense).

27 Así dice en el libro original. Debe tratarse de dinero mexicano equivalente a sesenta y dos dólares o simplemente eran sesenta y dos pesos (Nota del traductor).

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En 1884, el juez McCormick y su esposa, acompañados por su joven hijo, se

conducían de Silver City a Lordsburg, cuando fueron emboscados por apaches. Los cuerpos de los adultos fueron encontrados rápidamente, pero nunca recuperaron el cuerpo del niño. Años después, una mujer apache contó a algunos de los colonos en Arizona que el pequeño niño (de cerca de ocho años) lloraba mucho y era tan obstinado que tuvieron que matarlo, aunque su intención original fuera salvarle la vida.

En 1882 hirieron a un hombre llamado Hunt en una riña en un salón en Tombstone,

Arizona. Durante esa riña habían matado a otros dos hombres, y, para evitar la detención, Hunt y su hermano se fueron a las montañas y acamparon a unas diez millas al norte de Willow Springs para esperar la curación de sus heridas. Pocos días después de su llegada, los apaches los atacaron y mataron al hermano herido, pero el otro, cabalgando duro pudo escapar.

En 1883 dos muchachos del este vinieron a Arizona a hacer una investigación

prospectiva. Su excursión verdadera comenzó en Willow Springs, donde habían permanecido dos días con los vaqueros. Quienes los habían prevenido contra los apaches, pero los jóvenes parecían no tener miedo y se internaron en las montañas. A la segunda mañana después de que salieran del pueblo, uno de los muchachos preparaba el desayuno mientras que el otro fue a traer a los caballos de carga que durante la noche habían quedado con las patas amarradas, pero que se habían desatado para pastar. Justo el tiempo para encontrar sus caballos, notó que dos guerreros apache que lo habían rodeado desde sitios a cubierto avanzaban hacia él, precipitadamente trató de regresar y saltó desde un peñasco, rompiéndose una pierna.

Los chicos del este se consultaron entre si y decidieron que quizás todas las historias

que les habían contado sobre las incursiones apache eran ciertas y que era recomendable rendirse. Un pañuelo blanco fue atado al extremo de un palo y levantado cautelosamente sobre la parte superior del peñasco. En unos diez minutos, los dos indios —un guerrero muy viejo y el otro, meramente un muchacho, evidentemente su hijo— vinieron al campamento y desmontaron. El viejo guerrero examinó el miembro quebrado, después sin decir una palabra procedió a sacarle la camisa al joven ileso, con tiras de la cual vendó cuidadosamente la pierna quebrada. Después de que esto, los dos indios se comieron el desayuno preparado y montaron sus caballos. Entonces el viejo guerrero, indicando la dirección con su pulgar, dijo “Doctor Lordsburg tres días”, y se fueron lejos silenciosamente. Los jóvenes cabalgaron veinticinco millas a Sansimone, donde los vaqueros los acomodaron en un vagón para continuar su viaje a Lordsburg, setenta y cinco millas más, donde podrían asegurar los servicios de un médico.

En 1883 dos exploradores llamados Alberts y Reese, conducían un equipo a través del bajo Turkey Creek, consistente en un caballo y una mula, cuando fueron interceptados por los indios. El carro y el arnés fueron dejados en el camino, y la mula fue encontrada muerta en el camino a doscientas yardas de ese lugar. Los indios no tenían evidentemente mucho uso para ella. Las armas de los exploradores fueron encontrados más adelante, pero el caballo que conducían no fue recuperado.

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En ningunos de los casos indicados, los cuerpos de las víctimas fueron mutilados. Sin embargo, hay muchos casos registrados en los cuales los apache mutilaron los cuerpos de sus víctimas, sin embargo, ha sido indicado por Gerónimo que tales indios eran proscritos, pues los guerreros regulares estaban instruidos para no escalpar a nadie excepto a los matados en batalla, y no torturar a nadie excepto para hacer que revelaran información deseada.

En 1884 dos vaqueros empleados por la Compañía Ganadera Sansimone acamparon

en Willow Springs, dieciocho millas al sudoeste del Cañón del Esqueleto, no lejos de Viejo México. En el ocaso, su campamento fue rodeado por apaches con pintura de guerra, que dijeron que habían estado en guerra con los mexicanos y habían deseado volver a los Estados Unidos. Había cerca de setenta y cinco indios en la tribu entera, las mujeres y los niños iban adelante. Tenían con ellos cerca de ciento cincuenta caballos mexicanos. Los indios tomaron posesión del campamento y permanecieron por cerca de diez días, consiguiendo sus fuentes de carne matando al ganado de la compañía.

Con esta banda de indios estaba un muchacho blanco de unos catorce años, que evidentemente habían estado con ellos desde la infancia, porque no podía hablar una palabra de inglés, y no entendía mucho español, pero hablaba la lengua apache con facilidad.

Permitían solamente que uno de los vaqueros dejara el campo a la vez, dejando el otro bajo guardia. Tenían centinelas con catalejos en todas las colinas y picos que rodeaban el campamento.

Una tarde cuando se había permitido a uno de los vaqueros, William Berna, salir fuera del campamento, notó a un indio desmontado y al observarlo con atención descubrió que el indio estaba al alcance de su rifle. Él desmontó, y colocándose en el lado opuesto del piel roja, lanzó inmediatamente su propio Winchester a través del cuello de su caballo, cuando el indio saltó a su caballo y galopó hacia él a toda velocidad, haciéndole señas de que no disparara, y cuando el apache se acercó a él, desmontado y señalando hacia el suelo, le mostró a Berna muchas huellas frescas de ciervos. Entonces, como una comprensión había sido establecida, el vaquero volvió a montar y se fue por su propio camino, dejando al apache en la caza de los ciervos.

Un día cuando éste vaquero estaba a unas diez millas del campamento y encontró dos caballos espléndidos de los indios. Estos caballos se habían extraviado de la manada. Pensando que de alguna manera compensarían el ganado que los apaches se comían, los condujo por cerca de cinco millas a un cañón donde había suficiente pasto y agua y los dejó en ese lugar, proponiéndose volver después de que los indios se fueran y tomar posesión de ellos.

En el décimo día después de la llegada de esta banda de indios, las tropas de Estados Unidos, acompañadas por dos indios que habían sido enviados para hacer arreglos, llegaban al campamento, pagaron por el ganado que los apaches se habían comido, tomaron a los indios y sus caballos, y los llevaron al Fuerte Bowie. Los vaqueros inmediatamente se fueron para el cañón donde habían dejado los dos caballos, pero no habían ido lejos cuando

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encontraron a dos indios que conducían estos caballos delante de ellos, mientras que apretaban por alcanzar a la tribu.

Evidentemente, la agudeza del cara pálida no engañó al hombre rojo todo ese

tiempo.

Gerónimo dijo que no estaba conectado con los acontecimientos aquí mencionados, por otro lado, rechazó indicar si sabía algo sobre cualquier cosa respecto a ellos. Sostuvo que era impropio hablar sobre cualquier depredación de los hombres rojos, excepto de las que él era responsable.

Tales eran los acontecimientos que se transpiraban en la “tierra apache” durante los días en que Gerónimo llevaba a sus guerreros a vengar “el daño” de su gente. Este capítulo servirá para demostrar que los apaches tenían un montón de ejemplos que la anarquía sin ley les suministraba, y también que él era un estudiante aventajado en la escuela de los salvajes sin ley.

Capítulo XI

Luchando duramente

Cerca de 1873, nuevamente fuimos atacados por las tropas mexicanas en nuestro asentamiento, pero las derrotamos. Entonces decidimos hacer incursiones en México. Movimos nuestro campamento entero, cargamos todas nuestras pertenencias en mulas y caballos, fuimos a México e hicimos el campamento en las montañas cerca de Nacori. Con la mudanza de nuestro campamento buscábamos que nadie nos espiara, y si pasábamos por un hogar mexicano, matábamos a los residentes. Sin embargo, si ofrecían entregarse y no resistían y no causaban ningún problema, les tomaríamos presos. Cambiábamos con frecuencia nuestro lugar de reunión; entonces tomábamos con nosotros a nuestros prisioneros si estaban dispuestos a ir, pero si eran ingobernables podíamos matarlos. Recuerdo a un mexicano en las montañas de la Sierra Madre que vio nuestro movimiento y nos retrasó por algún tiempo. Nos tomamos la molestia de capturarlo, pero pensando que robaríamos su casa, nos retrasó, sin embargo, después de haberlo matado, en su casa no encontramos nada que fuese digno de tener. Anduvimos por esas montañas por más de un año, atacando los pueblos mexicanos por nuestras provisiones, pero en general no tuvimos ningún contacto con las tropas mexicanas; luego volvimos a nuestros hogares en Arizona. Después de permanecer en Arizona por cerca de un año volvimos a México, y nos fuimos a ocultar en las montañas de la Sierra Madre. Nuestro campamento estuvo cerca de Nacori, y acabábamos de organizar bandas de guerreros para atacar la región, cuando nuestros exploradores descubrieron a las tropas mexicanas que venían hacia nuestro campamento a atacarnos.

Batalla de la colina blanca El jefe de los apaches Nedni, Whoa, estaba conmigo y comandaba una división.

Todos los guerreros marcharon hacia las tropas y las encontraron en un lugar a unas cinco millas de nuestro campamento. Nos mostramos a los soldados y ellos rápidamente fueron

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hacia la cima de una colina y desmontaron, colocando sus caballos en el exterior para escudarse. Era una colina redonda, muy escarpada y rocosa, y sin árboles en su alrededor. Había dos compañías de caballería mexicana, y nosotros teníamos cerca de sesenta guerreros. Nos arrastramos hacia arriba de la colina detrás de las rocas, y ellos mantuvieron un fuego constante, yo había advertido a nuestros guerreros que no se expusieran a los mexicanos.

Sabía que los soldados de caballería agotarían su munición. Pronto habíamos

matado todos sus caballos, pero los soldados permanecían detrás de éstos y nos disparaban. Habíamos matado a muchos mexicanos y no habíamos perdido ni un hombre. No obstante, era imposible acercarse a ellos de esta manera, y juzgaba que era mejor hacer de nuevo una carga contra ellos.

Habíamos estado luchando desde la una y a media tarde, no observábamos ningún

progreso, di la señal para avanzar. El grito de guerra sonó y brotamos desde cada piedra sobre los caballos muertos de los mexicanos, luchando mano a mano. El ataque fue tan repentino que los mexicanos, primero corrieron pero luego todo se hizo tan confuso que en pocos algunos minutos los habíamos matado todos. Después escalpamos a los caídos, llevamos nuestros muertos y aseguramos todas las armas que necesitamos. Esa noche movimos nuestro campamento hacia el este a través de las montañas de la Sierra Madre en Chihuahua. Ninguna tropa nos molestó aquí y después de un año volvimos a Arizona.

Casi cada año vivimos una parte del tiempo en Viejo México. Había en este tiempo muchos poblados en Arizona; la caza no era abundante y además nos gustaba ir a Viejo México. Además, las tierras de los apaches Nedni, nuestros amigos y parientes, se extendían mucho en México. Su jefe, Whoa, era como un hermano para mí, y pasamos mucho de nuestro tiempo en su territorio.

Por 1880 estábamos en un campamento al sur de las montañas de Casas Grandes,

cuando una compañía de tropas mexicanas nos atacó. Había veinticuatro soldados mexicanos y cerca de cuarenta indios. Los mexicanos nos sorprendieron en el campamento e hicieron fuego contra nosotros, matando a dos indios en la primera carga. No se como pudieron encontrar nuestro campo a menos que tuvieran excelentes exploradores y nuestros guardias fueran descuidados, de todos modos, estaban en el lugar disparándonos antes de que supiéramos que estaban cerca. Estábamos en el bosque y di la orden para ir adelante y para luchar a una distancia cercana. Nos movimos ocultos en las rocas y árboles hasta que estuvimos a diez yardas de su línea, después nos levantamos y desde ambos lados tiramos hasta que matamos a todos los mexicanos. Perdimos a doce guerreros en esta batalla.

Este lugar fue llamado por los indios “Sko-la-ta”. Cuando habíamos enterrado a

nuestros muertos y las provisiones que tenían los mexicanos, nos fuimos al noreste. En un lugar cerca de Nacori las tropas mexicanas nos atacaron. En este lugar, que los indios llaman “Nokode,” había cerca de ochenta guerreros, apaches Bedonkohe y Nedni. Había tres compañías de soldados mexicanos. Nos atacaron en un campo abierto y nos separamos, disparando mientras corríamos. Nos persiguieron, pero nos dispersamos y pronto los perdimos; luego nos volvimos a juntar en las montañas de la Sierra Madre.

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Aquí organizamos un consejo, pero como las tropas mexicanas venían en muchas cuadrillas, nos desbandamos.

Unos cuatro meses después volvimos a juntarnos en Casas Grandes para hacer un

tratado de paz. Los jefes de la ciudad de Casas Grandes y todos sus hombres hicieron un tratado con nosotros. Sacudimos las manos y prometimos ser hermanos. Luego, comenzamos a negociar y los mexicanos nos dieron mezcal. Rápidamente casi todos los indios estuvieron borrachos. Mientras que ellos bebían, dos compañías de tropas mexicanas de otra ciudad, nos atacaron, matando veinte indios y capturado muchos más.28 Nosotros huimos en todas las direcciones.

Capítulo XII

La batalla más poderosa de Gerónimo

Después de la traición y masacre de Casas Grandes, nosotros no volvimos a juntarnos por un largo rato y sólo lo hicimos cuando volvimos a Arizona. Permanecimos en Arizona por algún tiempo, viviendo en la reservación de San Carlos, en un lugar ahora llamado Gerónimo. En 1883 entramos a México otra vez. Permanecimos en el territorio montañoso de México por cerca de catorce meses y durante este tiempo tuvimos muchas escaramuzas con las tropas mexicanas. En 1884 volvimos a Arizona para conseguir que otros apaches vinieran con nosotros a México. Los mexicanos reunían tropas en las montañas donde nos habíamos estado extendiendo, y sus números eran más grandes que los nuestros que no podríamos esperar luchar con éxito, y estábamos cansados de ser perseguidos de un lugar a otro.

En Arizona teníamos problemas con los soldados de Estados Unidos (explicados en

el capítulo siguiente) y regresamos a México. Habíamos perdido unos quince guerreros en Arizona y no habíamos conseguido

reclutar ninguno. Con nuestro número reducido, acampamos en el norte de las montañas de Arispe. Las tropas mexicanas fueron vistas por nuestros exploradores en varias direcciones. Las tropas de Estados Unidos bajaban del norte. Nosotros estábamos bien armados con armas de fuego y con municiones, pero no nos cuidamos de ser rodeados por las tropas de los dos gobiernos, así que comenzamos a mover nuestro campamento en dirección Sur.

Una noche acampamos a cierta distancia de las montañas por un riachuelo. No

había mucha agua en la corriente, pero un canal profundo se había hecho a través de la pradera y pequeños árboles comenzaban a crecer ahí y a lo largo del banco del arroyo.

En esos días nunca acampamos sin la colocar exploradores, porque sabíamos que

nos atacarían en cualquier momento. La mañana siguiente, justo a la salida del sol,

28 Es imposible conseguir que Gerónimo entienda que estas tropas servían al gobierno general en vez de a una ciudad particular. Él todavía continúa pensando en cada pueblo o ciudad independiente, como una tribu separada. Él no puede entender la relación que guardan las ciudades con el gobierno general.

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nuestros exploradores llegaron, despertaron al campamento y nos notificaron que las tropas mexicanas se acercaban. En un plazo de cinco minutos, los mexicanos comenzaron el fuego contra nosotros. Tomamos para las zanjas hechas por la corriente y teníamos a las mujeres y niños ocupados cavándolas más profundas. Di órdenes terminantes para no perder ninguna munición y para aguardar bajo cubierta. Matamos a muchos mexicanos ese día y nos desorientamos bastante, porque la lucha duró todo el día. Frecuentemente, las tropas cargaban en un punto, al ser repelido, después se reagrupaban y cargaban en otro punto.

A eso del mediodía comenzamos a oír que decían mi nombre combinado con

maldiciones. Por la tarde, el general vino al campo y la lucha se hizo más furiosa. Di órdenes a mis guerreros para que intentaran matar a todos los oficiales mexicanos. Cerca de las tres, el general llamó a todos los oficiales al lado derecho del campo. El lugar en donde se reunieron no estaba muy lejos del canal principal del río y una pequeña zanja corría cerca de donde los oficiales se colocaron. Me arrastré cautelosamente fuera de la zanja muy cerca de donde tenían el consejo. El general era un viejo guerrero. El viento soplaba en mi dirección, de modo que pude escuchar todo lo que él dijo, y comprendí la mayor parte de ello.29 Esto es más o menos lo que les dijo: “oficiales, allí a la vista en esas zanjas están el diablo rojo Gerónimo y su odiada banda. Éste debe ser su último día. Vayan por él por todos los lados de las zanjas; maten hombres, mujeres y niños; no tomen a ningún prisionero; los indios muertos son lo que queremos. No escatimen a sus propios hombres; exterminen esta banda a cualquier costo; pondré a los heridos a disparar contra los desertores; vuelvan a sus compañías y avancen.”

Apenas la orden de avanzar había sido dada, apunté deliberadamente al general y éste cayó. En un instante, el suelo alrededor de mí fue surcado con balas, pero ninguna me tocó. Los apaches lo habían visto. A todo lo largo de las zanjas surgió el feroz grito de guerra de mi gente. Las columnas dudaron un instante y luego barrieron; no se retiraron hasta que nuestro fuego hubo destruido a las filas al frente.

Después de esto, su lucha no fue tan feroz, pero continuaron reuniéndose y

avanzando hasta el oscurecer. También continuaron diciendo mi nombre con amenazas y maldiciones. Esa noche antes de que el fuego hubiera cesado, una docena de indios se había arrastrado fuera de las zanjas y prendieron fuego a la larga pradera de hierba detrás de las tropas mexicanas. Durante la confusión que siguió nos escapamos a las montañas.

Ésta fue la última batalla que luché con los mexicanos. Las tropas de Estados

Unidos nos persiguieron continuamente a partir de este tiempo hasta que el tratado fue hecho con el general Miles en el Cañón del Esqueleto.

Durante mis muchas guerras con los mexicanos recibí ocho heridas, las cuales son

las siguientes: un balazo en la pierna derecha arriba de la rodilla y todavía llevó el proyectil; un balazo a través del antebrazo izquierdo; una herida en la pierna derecha debajo de la rodilla, con un sable; una herida encima de la cabeza con la culata de un mosquete; un balazo justo en la esquina exterior del ojo izquierdo; un balazo en lado izquierdo; un balazo 29 Gerónimo tiene un claro conocimiento de la lengua española.

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en la parte posterior. He matado a muchos mexicanos; no se cuantos, porque con frecuencia no los contaba. Algunos de ellos no valía la pena contarlos.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero todavía no tengo ningún afecto por

los mexicanos. Conmigo siempre fueron traicioneros y maliciosos. Soy viejo ahora y nunca iré al camino de la guerra otra vez, pero si fuera joven y lo hiciera, lo llevaría hacia Viejo México.

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PARTE III

LOS HOMBRES BLANCOS

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Capítulo XIII

La llegada de los hombres blancos

Por la época de la masacre de “Kaskiyeh” (1858) escuchamos que algunos hombres blancos estaban midiendo la tierra al sur de nosotros. En compañía de un número de guerreros fui a visitarlos. No podíamos entenderlos muy bien, porque no teníamos ningún intérprete, sino que hicimos un tratado con ellos sacudiendo las manos y prometiendo ser hermanos. Después hicimos nuestro campamento cerca del de ellos, y vinieron a negociar con nosotros. Les dimos pieles, mantas y potros, a cambio de camisas y provisiones. También les trajimos presas que cazamos, por las cuales nos dieron un poco de dinero. No sabíamos el valor de este dinero, por lo que lo guardamos y de los navajos aprendimos más adelante, que tenía mucho valor.

Cada día medían la tierra con instrumentos curiosos y ponían marcas en el suelo que

no podíamos entender. Eran buenos hombres y los echamos de menos cuando se fueron hacia el oeste. No eran soldados. Éstos eran los primeros hombres blancos que había visto.

Como a los diez años después vinieron algunos hombres blancos. Todos eran

guerreros. Acamparon en el Río Gila al sur de Hot Springs. Al principio eran amistosos y no les tuvimos aversión, pero no eran tan buenos como los que vinieron primero. Después de más o menos un año, ciertos problemas surgieron entre ellos y los indios, y tomé el camino de la guerra como guerrero, pues no era un jefe.30 Yo no había sido perjudicado, pero alguna de mi gente si lo había sido, y luché con mi tribu; los soldados y no los indios habían cometido faltas.

Poco después de esto, algunos oficiales de las tropas de Estados Unidos invitaron a

nuestros líderes para tener una conferencia en Paso Apache (Fuerte Bowie). Momentos antes del mediodía, los indios fueron metidos en una tienda y les dijeron que les darían algo de comer. Estando en la tienda fueron atacados por los soldados.31 Nuestro jefe, Mangas-Coloradas, y varios otros guerreros, cortando a través de la tienda, se escaparon; pero la mayor parte de guerreros fueron muertos o capturados. Entre los apaches Bedonkohe asesinados en este tiempo estaban Sanza, Kladetahe, Niyokahe, y Gopi. Después de esta traición, los indios volvieron a las montañas y dejaron el fuerte totalmente solo. Pienso que el agente no tuvo nada que ver con este plan, porque él nos había tratado bien siempre. Creo que todo fue planeado completamente por los soldados.

30 Como una tribu, lucharían bajo su jefe tribal, Mangas-Coloradas. Si varias tribus hubieran sido llamadas, el jefe de guerra, Gerónimo, las hubiera comandado. 31 En relación con este ataque, el señor. L. C. Hughes, redactor de La Estrella, Tucson, Arizona, cuya persona referí por medio del general Miles, escribió lo siguiente: “Parece que Cochise y su tribu habían estado en el camino de la guerra por algún tiempo y con un número de jefes subalternos fue llevado al campo militar en Bowie, bajo la promesa de que un tratado de paz debía ser considerado, luego fueron puestos en una tienda grande donde fueron encerrados. Cochise, viendo esto, hizo una salida con su cuchillo a través de la tienda y huyó a las montañas; y en menos de seis horas había rodeado el campo con trescientos a quinientos guerreros; pero los soldados rehusaron luchar.”

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De aquí en adelante, los soldados enviados a nuestro país del oeste y los oficiales a cargo, no vacilaron en perjudicar a los indios.32 Nunca explicaron al gobierno cuando perjudicaron a un indio, pero divulgaron siempre las fechorías de los indios. Mucho de lo hecho por malos hombres blancos fue divulgado en Washington como hecho por mi gente.

Los indios siempre intentaron vivir en paz con los soldados y los colonos blancos. Un día durante el tiempo que colocaron a los soldados en Paso Apache, hice un tratado con este puesto. Esto fue hecho sacudiendo las manos y prometiendo ser hermanos. Cochise y Mangas-Coloradas lo hicieron también. No sé el nombre del oficial al mando, pero éste era el primer regimiento que vino a Paso Apache. Este tratado fue hecho más o menos un año antes de que nos atacaran en una tienda, como se relató arriba. Algunos días después del ataque en Paso Apache nos organizamos en las montañas y volvimos para luchar con los soldados. Había dos tribus—apaches Bedonkohe y Chokonen, ambos comandados por Cochise. Después de algunos días de escaramuzas, atacamos un tren de carga que traía suministros para el fuerte. Matamos algunos de los hombres y capturamos otros. Con estos prisioneros nuestro jefe ofreció intercambiar a los indios que los soldados habían capturado en la masacre en la tienda. Los oficiales rechazaron el intercambio, así que matamos a nuestros prisioneros, desbandamos y nos fuimos a ocultar a las montañas. De los que participaron en este asunto yo soy el único que ahora vive.

En pocos días, las tropas fueron enviadas a buscarnos, pero como nos desbandamos,

era, por supuesto, imposible que localizaran cualquier campamento hostil. Durante el tiempo que nos estuvieron buscando, muchos de nuestros guerreros (quienes debido a los soldados, habían pensado en ser indios pacíficos) hablaron con los oficiales y hombres, indicándoles donde podrían encontrar el campamento que buscaban, y mientras lo hacían, los observábamos desde nuestros escondites y nos reíamos de sus fallas.

Después de estos problemas, todos los indios acordaron no ser amistosos con los

hombres blancos nunca más. No había un compromiso general, pero la larga lucha siguió. Algunas veces atacamos a los hombres blancos, otras veces los blancos nos atacaron a nosotros. Primero matarían a algunos indios y entonces, algunos soldados serían muertos. Pienso que la matanza fue más o menos igual en cada lado. El número de muertos en estos problemas no ascendió a mucho, pero esta traición de parte de los soldados había encolerizado a los indios y hacía recordar otros males, de modo que nunca confiamos de nuevo en las tropas de Estados Unidos.

Capítulo XIV

El más grande de los males

Quizás el mal más grande nunca hecho a los indios fue el tratamiento dado a nuestra tribu, por las tropas de Estados Unidos en los alrededores de 1863. El jefe de nuestra tribu, Mangas-Coloradas, fue a hacer un tratado de paz para nuestra gente con el poblado blanco en Apache Tejo, Nuevo México. Nos había sido informado que los 32 Esta declaración arrebatadora es más general que lo que estamos dispuestos a conceder, con todo, puede estar más cerca de la verdad que nuestros propios registros.

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hombres blancos en este pueblo eran más amigables y más confiables que aquellos en Arizona, ellos mantendrían vigentes sus tratados y no perjudicarían a los indios.

Mangas-Coloradas, con otros tres guerreros, fue a Apache Tejo y tuvo un consejo

con los ciudadanos y soldados. Le dijeron que si venía con su tribu y vivía cerca de ellos, les proveerían del gobierno, mantas, harina, provisiones, carne de vaca y de todo tipo de suministros. Nuestro jefe prometió volver a Apache Tejo en dos semanas. Cuando volvió a nuestro asentamiento reunió la tribu entera en consejo. No creí que la gente en Apache Tejo hiciera lo que había prometido y por lo tanto, me opuse al plan, pero se decidió que con una parte de la tribu, Mangas-Coloradas volvería a Apache Tejo y recibiría una provisión de raciones y suministros. Si todo fueran como se les había presentado, y si los hombres blancos se apegaban al tratado fielmente, el resto de la tribu se les adicionaría y haríamos nuestro hogar permanente en Apache Tejo. Yo debía permanecer a cargo de la porción de la tribu que permanecía en Arizona. Dimos casi todas nuestras armas y municiones a la parte que iba a Apache Tejo, de modo que en caso de que hubiera traición estuvieran preparados para cualquier sorpresa. Mangas-Coloradas y cerca de la mitad de nuestra gente fue a Nuevo México, felices porque ahora habían encontrado a hombres blancos que eran buenos con ellos y con quienes podrían vivir en paz y abundancia.

Nunca nos vino ningún mensaje de ellos. De otras fuentes, sin embargo, oímos que

habían sido traicionados,33 capturados y muertos. En este dilema no sabíamos que hacer exactamente, pero temiendo que las tropas que los habían capturado nos atacaran, nos retiramos a las montañas cerca de Paso Apache.

Durante las semanas que siguieron a la partida de nuestra gente, estuvimos en

suspenso y fallamos en hacernos de más provisiones, habíamos agotado todo nuestro almacén de ellas. Ésta fue otra razón para mover el campamento. En esta retirada, mientras pasábamos a través de las montañas, descubrimos cuatro hombres con una manada de ganado. Dos de los hombres iban al frente en un cochecillo y dos iban detrás a caballo. Matamos a los cuatro, pero no los escalpamos; no eran guerreros. Condujimos el ganado nuevamente dentro de las montañas, hicimos un campamento, y comenzamos a matar el ganado y a empacar la carne.

Antes de que hubiéramos terminado con este trabajo, fuimos sorprendidos y atacados por las tropas de Estados Unidos, quienes mataron siete indios —un guerrero, tres mujeres y tres niños—. Las tropas del gobierno estaban montadas y nosotros también, pero estábamos mal armados, habíamos dado la mayor parte de nuestras armas a la división de nuestra tribu que había ido a Apache Tejo, así que luchamos principalmente con lanzas, arcos y flechas. Al principio tenía una lanza, un arco y algunas flechas; pero en un breve periodo de tiempo mi lanza y todas mis flechas se agotaron. Una vez estuve rodeado, pero esquivándome de un lado al otro de mi caballo mientras él corría, me escapé. Durante la lucha fue necesario para muchos guerreros, dejar sus caballos y escapar a pie. Sin embargo, mi caballo estaba entrenado para venir cuando oyera una llamada, y tan pronto

33 El general Miles telegrafió desde Whipple Barracks, Arizona, el 24 de septiembre de 1886, en relación a la entrega de los apaches. Entre otras cosas, él dijo: “Mangas-Coloradas había sido asesinado hace años luego de que se había entregado”.

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como alcanzara un lugar seguro, si no estaba siendo perseguido demasiado cerca, lo llamaría.34 Durante esta lucha nos dispersamos en todas las direcciones y dos días después nos volvimos a reunir en un punto acordado, a unas cincuenta millas de la escena de esta batalla.

Como diez días después, la misma tropa de Estados Unidos nos atacó de nuevo en

nuestro campamento al amanecer. La lucha duró todo el día, pero nuestras flechas y lanzas se agotaron antes de las diez y para el resto del día teníamos solamente las rocas y los bordones para luchar. Podíamos hacer poco daño con estas armas, y en la noche movimos nuestro campamento unas cuatro millas nuevamente dentro de las montañas, donde seguirnos sería difícil para la caballería. El siguiente día, nuestros exploradores que habíamos dejado para observar los movimientos de los soldados, volvieron, indicando que las tropas habían vuelto a la reservación de San Carlos.

Pocos días después, fuimos atacados nuevamente por otra compañía de caballería de

Estados Unidos. Antes de esta lucha nos habíamos unido a una banda de apaches Chokonen bajo el mando de Cochise, quien tomó el mando de ambas divisiones. Fuimos repelidos y decidimos desbandarnos.

Después de habernos disuelto, nuestra tribu de apaches Bedonkohe volvió a juntarse

cerca del viejo campamento esperando el regreso de Mangas-Coloradas y nuestros parientes. Ninguna noticia vino, excepto que habían sido traicionados y muertos.35 Entonces, tuvimos un consejo, y mientras se creyera que Mangas-Coloradas estaba muerto, me eligieron jefe de la tribu.

Por un período largo, no tuvimos problemas con nadie. Más de un año después de

que fui hecho jefe de la tribu, las tropas de Estados Unidos nos sorprendieron y atacaron nuestro campamento. Mataron siete niños, cinco mujeres y cuatro guerreros, capturaron todas nuestras provisiones, mantas, caballos y ropa, y destruyeron nuestros tepees. No nos dejaron nada; el invierno comenzaba, y era el invierno más frío que nunca había conocido. Después de que los soldados se retiraron tomé tres guerreros y los seguimos. Su rastro los llevaba hacia San Carlos.

34 Gerónimo llamaba a menudo sus caballos para que viniera a él en la reservación del Fuerte Sill. Producía una nota chillona y ellos corrían hacia él a toda velocidad. 35 En relación al asesinato de Mangas-Coloradas, L. C. Hughes de La Estrella de Tucson, Arizona., escribe lo siguiente: “Era temprano en el año '63, cuando el general West y sus tropas acamparon cerca de Membras, envió a Jack Swilling, un explorador, por Mangas, quien había estado en el camino de la guerra desde la época del incidente con Cochise en Bowie. El viejo jefe estaba por la paz, y aceptó alegre el llamado; cuando él apareció en el campamento, el general West pidió que lo pusieran en prisión, en cuya celda había nada más que una pequeña abertura en la parte posterior y una pequeña ventana. Al estar encerrado, el viejo jefe dijo: ‘este es mi fin. Ya no cazaré otra vez en las montañas y a través de los valles de mi gente’. Sentía que sería asesinado. Los guardias fueron instruidos para que dispararan si intentaba escapar. Se acostó e intentó dormir, pero durante la noche, alguien lanzó una piedra grande que cayó en el pecho. Él se puso de pie rápidamente y los guardias en su delirio pensaron que intentaba escapar y varios de ellos le dispararon; éste fue el final de Mangas. “Su cabeza fue separada de su cuerpo por un cirujano, y el cerebro sacado y pesado. La cabeza midió más que la de Daniel Webster, y el cerebro estaba en su correspondiente peso. El cráneo fue enviado a Washington, y ahora está en exposición en la Smithsonian Institution.”

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Capítulo XV

Remociones

Mientras volvíamos de rastrear a las tropas gubernamentales vimos dos hombres, un mexicano y un blanco, y los tumbamos de sus caballos. Con estos dos caballos volvimos y movimos nuestro campamento. Mi gente sufría mucho y se juzgó conveniente ir a adonde pudiéramos conseguir más provisiones. En esa época, las presas eran escasas en nuestro territorio, y desde que había sido jefe de la tribu, no había solicitado raciones del gobierno, ni cuidados, pero no deseábamos morir de hambre.

Habíamos oído que el jefe Victoria de los apaches Chihenne (Ojo Caliente) había

tenido un consejo con los hombres blancos cerca de Hot Springs en Nuevo México, y que tenía un montón de provisiones. Habíamos estado siempre en términos amistosos con esta tribu, y Victoria era especialmente gentil con mi gente. Con la ayuda de los dos caballos que habíamos capturado, llevamos con nosotros a nuestros enfermos, fuimos a Hot Springs. Fácilmente encontramos a Victoria y su banda, y nos dieron provisiones para el invierno. Estuvimos con ellos cerca de un año y durante esta estancia tuvimos una paz perfecta. No tuvimos el mínimo problema con mexicanos, hombres blancos o indios. Cuando habíamos estado todo el tiempo que quisimos y habíamos acumulado algunas provisiones, decidimos dejar a Victoria. Cuando le dije que íbamos a irnos él dijo que deberíamos tener un banquete y una danza antes de que nos separáramos.

Las festividades fueron llevadas a cabo a unas dos millas arriba de Hot Springs, y

duraron cuatro días. Había cerca de cuatrocientos indios en esta celebración. Pienso que nunca pasamos un rato más agradable que en esa ocasión. Nunca nadie trató a nuestra tribu con más gentileza que Victoria y su banda. Estamos todavía orgullosos de decir que él y su gente eran nuestros amigos.

Cuando fui a Paso Apache (Fuerte Bowie), encontré al general Howard36 al mando

e hice un tratado con él. Este tratado duró hasta que el general Howard se marchó de nuestro territorio. Él guardó su palabra con nosotros y nos trató siempre como hermanos. Nunca tuvimos entre los oficiales de Estados Unidos un amigo tan bueno como el general Howard. Hubiéramos podido vivir en paz por siempre con él. Si hay un hombre blanco puro y honesto en el ejército de Estados Unidos, éste hombre es el general Howard. Todos los indios lo respetaban y hasta hoy día frecuentemente hablan de los tiempos felices en que el general Howard estaba a cargo en nuestra jurisdicción. Después de que él se fue puso a un agente en Paso Apache, quien nos proveyó de ropa del gobierno, raciones y provisiones, como el general Howard dejó indicado. Cuando dieron carne de vaca a los indios, conseguí doce novillos para mi tribu, y Cochise consiguió doce novillos para la suya. Las raciones fueron proveídas más o menos una vez al mes, pero si se nos terminaban, solamente

36 El general O. O. Howard no estaba al mando, pero había sido enviado por el presidente Grant, en 1872, para hacer la paz con los Apaches. El general me escribió de Burlington, Vt., el 12 de junio de 1906, en esa carta recordaba el tratado y también recordada con mucha satisfacción haber conocido a Gerónimo —El editor—.

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teníamos que pedirlas y nos las suministraban. Ahora, como prisioneros de guerra en esta reservación, no conseguimos buenas raciones.37

A fuera en la pradera lejos de Paso Apache, un hombre puso una tienda y una

cantina. Una vez, después de que el general Howard se había ido, una banda de indios proscritos mató a este hombre, y tomó muchas provienes de su almacén. Al día siguiente, algunos indios del puesto se emborracharon con “tiswin,” que habían hecho de maíz. Lucharon entre sí y cuatro de ellos fueron muertos. Por algún tiempo habían tenido peleas y peleas entre ellos, y después de este problema, juzgamos imposible mantener en paz diferentes bandas juntas. Por lo tanto nos separamos, cada líder tomó su propia banda. Algunos se fueron a San Carlos y algunos a Viejo México, pero yo llevé mi tribu a Hot Springs y nos juntamos de nuevo con la banda de Victoria.

Capítulo XVI

En prisión y haciendo el camino de la guerra

Inmediatamente después de que llegamos a Nuevo México, dos compañías de exploradores fueron enviadas de San Carlos. Cuando vinieron a Hot Springs enviaron un mensaje para que Victoria y yo fuéramos a la ciudad. Los mensajeros no indicaron que querían con nosotros, pero como parecían amistosos, pensamos que querían hacer un consejo, y fuimos a reunirnos con los oficiales. Tan pronto como llegamos a la ciudad de los soldados, nos desarmaron y nos llevaron a la jefatura del cuartel, en donde nos juzgó una corte marcial. Nos hicieron algunas preguntas y entonces Victoria fue liberado y a mi me condenaron a la cárcel. Los exploradores me condujeron a la celda y me encadenaron. Cuando les pregunté por qué lo habían hecho, dijeron que era porque había abandonado Paso Apache.

Yo creo que nunca pertenecí a aquellos soldados de Paso Apache, o que debía

preguntarles adonde podía ir. Nuestras bandas no podían vivir en paz juntas por más tiempo,38 así que nos habíamos retirado tranquilamente, esperando vivir con la banda de Victoria, donde pensamos que nos no molestarían. También condenaron a otros siete guerreros a las cadenas en la prisión.

No sé por qué hicieron esto, porque estos indios me habían seguido simplemente de

Paso Apache a Hot Springs. Si era incorrecto (y yo no pienso que lo fuera) ir a Hot Springs, sólo debían culparme a mi. Ellos les preguntaron a los soldados responsables por qué los encarcelaron y encadenaron, pero no recibieron ninguna respuesta.

Me mantuvieron preso por cuatro meses, durante los cuales me transfirieron a San

Carlos. Entonces pensaba que tenía otro juicio, aunque no estuviera presente. De hecho no

37 Ellos no reciben raciones completas, como lo hacían entonces. 38 Victoria, jefe de los apaches de Hot Springs, encontró su muerte en la oposición a un retiro forzado de su banda a una reservación, porque previamente lo habían intentando y habían fallado. Él sentía que era imposible para bandas separadas de apaches, vivir en paz bajo tal arreglo.

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se si tenía otro juicio, pero me dijeron que si lo tenía, y que en cualquier momento sería liberado.

Después de esto no tuvimos más problemas con los soldados, pero ya no me sentí

bien por mucho tiempo en el puesto. Se nos permitió vivir arriba de San Carlos en un lugar ahora llamado Gerónimo. Un hombre que los indios llamaron “Nick Golee” era el agente en este lugar. Todos estuvieron bien aquí por un período de dos años, pero no estábamos satisfechos.

En el verano de 1883 había un rumor que los oficiales planeaban encarcelar otra vez

a nuestros líderes. Este rumor sirvió para revivir en la memoria, todos nuestros pasados males —la masacre en la tienda en Paso Apache, la suerte de Mangas-Coloradas y mi propio encarcelamiento injusto, que pudo fácilmente haber sido la muerte para mí—. Justo en este tiempo nos dijeron que los oficiales querían que fuéramos por el río arriba de Gerónimo a un fuerte (Fuerte Thomas) para tener un consejo con ellos. Creímos que nada bueno podría venir de esa conferencia y/o que no teníamos ninguna necesidad para hacerla; tuvimos un consejo entre nosotros mismos, y temiendo la traición, decidimos dejar la reservación. Pensamos que era más importante morir en el camino de la guerra que asesinados en la prisión.

En total éramos unos 250 indios, principalmente apaches Bedonkohe y Nedni,

comandados por mi y Whoa. Pasamos a través de Paso Apache y al oeste cerca de allí tuvimos una lucha con las tropas de Estados Unidos. En esta batalla matamos a tres soldados y no perdimos ninguno.

Fuimos hacia Viejo México, pero al segundo día después de que los soldados de Estados Unidos nos alcanzaron a eso de las tres de la tarde, luchamos hasta que cayó la obscuridad. El terreno donde nos atacaron era muy áspero, lo cual nos daba ventaja, porque los soldados tuvieron que desmontar para luchar. No sé cuántos soldados matamos, pero perdimos solamente un guerrero y a tres niños. Teníamos un montón de armas y municiones en ese tiempo. Muchas de los armas y de las municiones las habíamos acumulado mientras que vivimos en la reservación, y el resto lo habíamos obtenido de los apaches de la montaña blanca cuando dejamos la reservación.

Las tropas no nos siguieron muy lejos, así que fuimos al sur casi hasta Casas

Grandes y acampamos en las montañas de la Sierra de Sahuaripa. Anduvimos en las montañas de Viejo México por alrededor de un año, después volvimos a San Carlos, tomando con nosotros una manada de ganado y de caballos.

Después de haber llegado a San Carlos, el oficial a cargo, general Crook, se llevó

los caballos y el ganado, lejos de nosotros. Le dije que éstos no eran ganado de los hombres blancos, sino de nosotros, porque lo había tomado de los mexicanos durante nuestras guerras. También le dije que no nos proponíamos matar estos animales, sino que deseábamos quedarnos con ellos y criarlos en nuestro territorio. Él no me escuchó, sino se llevó las manadas. Fui cerca del Fuerte Apache y el general Crook ordenó a los oficiales, soldados y exploradores que me arrestaran; les dio instrucciones para matarme si ofrecía resistencia.

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Esta información me fue traída por los indios. Cuando me enteré de la acción propuesta, me fui para Viejo México, y cerca de cuatrocientos indios se fueron conmigo. Eran apaches Bedonkohe, Chokonen y Nedni. En este tiempo Whoa estaba muerto, y Naiche era el único jefe conmigo. Fuimos al sur, entramos a Sonora y acampamos en las montañas. Las tropas nos siguieron, pero no nos atacaron hasta que acampamos en las montañas al oeste de Casas Grandes. Aquí fuimos atacados por exploradores indios del gobierno. Mataron a un muchacho y capturaron a casi todas nuestras mujeres y niños.39

Después de esta batalla fuimos al sur de Casas Grandes e hicimos un campamento,

pero a los pocos días fuimos atacados por soldados mexicanos. Tuvimos escaramuzas con ellos todo el día, matando a algunos mexicanos, pero sin perder ninguno de nosotros.

Esa noche fuimos al este por las faldas de la Sierra Madre e hicimos otro

campamento. Las tropas mexicanas nos siguieron, y después de algunos días atacaron otra vez nuestro campamento. Esta vez los mexicanos tenían un ejército muy grande, y evitamos un contacto general. Es inconsciente luchar cuando no se puede esperar ganar.

Esa noche tuvimos un consejo de guerra; nuestros exploradores habían informado

sobre bandas de Estados Unidos y de tropas mexicanas en muchos puntos en las montañas. Estimamos que unos dos mil soldados andaban por estas montañas buscando capturarnos.

El General Crook había bajado a México con las tropas de Estados Unidos. Estaban

acampando en las montañas de la Sierra de Antunez. Los exploradores me dijeron que el general Crook deseaba verme y fui a su campamento. Cuando llegué el general Crook me dijo, “¿porqué dejó la reservación?” respondí: “usted me dijo que podía vivir en la reservación de la misma manera en que vivía la gente blanca. Un año cultivé maíz, lo coseché y lo almacené, y el próximo año cultivé avena y cuando estaba casi lista para cosechar, usted dijo a sus soldados que me pusieran en prisión y que si oponía resistencia, que mataran. Si me hubieran dejado solo, ahora yo estaría en buenas circunstancias, pero en su lugar, usted y los mexicanos me están cazando con soldados.” Él dijo: “Nunca di ninguna orden a las soldados en Fuerte Apache, quien difundió ese informe, sabía que era falso.” Entonces acordé volver con él a San Carlos.

Era difícil de creer en aquel momento. Ahora se que lo que dijo era falso,40 y creo

firmemente que él dio las órdenes para ponerme en prisión o que me mataran en el caso de que ofreciera resistencia. 39 Capturaron a la familia completa de Gerónimo, excepto su hijo más viejo, un guerrero. 40 Palabras exactas de Gerónimo, para las cuales el editor niega cualquier responsabilidad.

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Capítulo XVII

La lucha final

Con toda nuestra tribu, comenzamos a irnos con el general Crook de regreso a Estados Unidos, temía una traición y decidí permanecer en México. No estábamos bajo ninguna guardia en este tiempo. Los soldados de Estados Unidos marcharon al frente y los indios los siguieron, y cuando sospechamos, dimos la vuelta. No sé hasta dónde llegó el ejército de Estados Unidos después de que yo y algunos guerreros dimos la vuelta y antes de que desapareciéramos y no me preocupa.

He sufrido mucho por órdenes injustas como las del general Crook. Tales actos han

causado mucho dolor a mi gente. Pienso que la muerte41 del general Crook fue enviada por el Todopoderoso, como un castigo por la cantidad de malas acciones que él cometió.

Inmediatamente que el general Miles fue nombrado comandante de todos los

puestos del oeste, las tropas nos persiguieron continuamente. Estaban dirigidos por el capitán Lawton, quien tenía buenos exploradores. Los soldados mexicanos42 también se hicieron más activos y más numerosos. Teníamos escaramuzas casi todos los días, por lo que finalmente decidimos dividirnos en pequeñas bandas. Con seis hombres y cuatro mujeres estuve en el territorio montañoso cerca de Hot Springs, Nuevo México. Pasamos por muchos ranchos de ganado y no tuvimos problemas con los vaqueros. Matamos ganado para comer, siempre que tuvimos necesidad de alimento, sin embargo, frecuentemente sufrimos por agua. En ese tiempo no tuvimos nada de agua por dos días y sus noches y nuestros caballos casi murieren de sed. Anduvimos en las montañas de Nuevo México por algún tiempo, después pensando que quizás las tropas habían salido de México, regresamos. A nuestra vuelta a Viejo México, atacamos a todo mexicano que encontramos, incluso sólo por matarlos. Creíamos que ellos habían llamado a las tropas de Estados Unidos para que vinieran a México a combatirnos. Al sur de Casas Grandes, cerca de un lugar que los indios llaman Gosoda, había un camino que llevaba hacia las afueras de la ciudad. Había mucho transporte de carga de mexicanos por este camino. Permanecimos ocultos donde el camino corre a través de un paso de montaña y matamos a todos los transportistas mexicanos que pasaron, tomamos los suministros que necesitamos y destruimos el resto. Éramos imprudentes con nuestras vidas, porque sentíamos que la mano de cada hombre estaba contra nosotros. Si regresábamos a la reservación nos pondrían en prisión y nos matarían; si continuábamos en México seguirían enviando soldados para combatirnos; no dimos ni un cuarto a nadie y no pedimos ningún favor.

Después de algún tiempo dejamos Gosoda y pronto nos reunimos con nuestra tribu

en las montañas de la Sierra de Antunez. Al contrario de nuestras expectativas, los soldados de Estados Unidos no había

dejado las montañas en México, y pronto nos estaban persiguiendo y teniendo escaramuzas 41 Estas son las palabras exactas de Gerónimo. El editor no es responsable por esta crítica al general Crook. 42 El gobernador Torres de Sonora estaba de acuerdo en cooperar con nuestras tropas para exterminar o capturar esta tribu.

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con nosotros casi a diario. Cuatro o cinco veces sorprendieron nuestro campamento. Una vez nos sorprendieron cerca de las nueve de la mañana y capturaron todos nuestros caballos43 (diecinueve en números) y agarraron nuestro almacén de carne seca. También perdimos tres indios en este encuentro. A media tarde de ese mismo día, los atacamos por la retaguardia cuando pasaban a través una pradera —matamos un soldado y no perdimos a ninguno de nosotros—. En esta escaramuza recuperamos todos nuestros caballos, excepto tres que me pertenecían. Los tres caballos que no recuperamos eran las mejores monturas que teníamos.

Luego de esto, hicimos un tratado con las tropas mexicanas. Nos dijeron que las tropas de Estados Unidos eran la causa verdadera de estas guerras, y acordamos no luchar más entre nosotros, ofrecimos volver a los Estados Unidos. Este fue el acuerdo hecho y reasumimos nuestra marcha, esperando hacer un tratado con los soldados de Estados Unidos y volvimos a Arizona. No parecía haber otro curso a seguir.

Poco tiempo después, los exploradores del capitán Lawton nos informaron que él

deseaba hacer un tratado con nosotros; pero yo sabía que el general Miles era el jefe de las tropas estadounidenses y decidí tratar con él.

Continuamos moviendo nuestro campo hacia el norte, y las tropas de Estados

Unidos también lo hacían,44 guardaban una distancia no grande de nosotros, pero sin atacarnos. Envié a mi hermano Porico (caballo blanco) con el señor George Wratton al Fuerte Bowie para ver al general Miles y decirle que deseábamos volver a Arizona; pero antes de que estos mensajeros volvieran me reuní con dos exploradores indios —Kayitah, un apache Chokonen y Marteen, un apache Nedni—. Servían como exploradores para las tropas del capitán Lawton. Me dijeron que había venido el general Miles y los habían enviado para pedirme que me reuniera con él. Entonces, fui al campamento de las tropas de Estados Unidos a conocer a Miles.

Cuando llegué a su campamento fui directamente al general Miles y le conté cómo

me habían perjudicado, y que quería volver a los Estados Unidos con mi gente, que deseábamos ver a nuestras familias, que habían sido capturadas45 y alejadas de nosotros.

El general Miles me dijo: “El Presidente de los Estados Unidos me ha enviado para

hablarle. Él ha oído hablar de sus problemas con los hombres blancos, y dice que si usted acordara unas pocas palabras de un tratado, nosotros no tendríamos más problemas. Gerónimo, si usted acordara unas pocas palabras de tratado, todo quedará satisfactoriamente arreglado”.

El general Miles me dijo que podríamos ser hermanos el uno del otro. Levantamos

nuestras manos al cielo y dijimos que el tratado no sería roto. Tomamos un juramento para no hacer mal el uno al otro o para planear hacerlo. 43 El capitán Lawton informa oficialmente lo mismo, pero no hace ninguna mención acerca de que los apaches recuperaron los caballos. 44 Ver cita anterior. 45 Ver cita 35.

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Luego habló conmigo durante mucho tiempo y me dijo lo que él haría para mí en el futuro si convenía el tratado. No le creí mucho al general Miles, pero acordé el tratado porque el presidente de los Estados Unidos me lo había pedido, y lo mantuve. Entonces le pregunté al general Miles que contendría el tratado. El general Miles me dijo:46 “lo tomaré bajo la protección del gobierno; le construiré una casa; le cercaré mucha tierra; le daré ganado, caballos, mulas e implementos agrícolas. Se le suministrarán hombres para trabajar la granja, para que usted no tenga que trabajar. En el otoño le enviaré mantas y ropa para que no sufra de frío en el invierno.” “Hay un montón de madera, agua y hierba en la tierra que le daré. Usted vivirá con su tribu y con su familia. Si usted conviene este tratado, verá a su familia en un plazo de cinco días.”

Le dije al general Miles: “Todos los oficiales que han estado a cargo de los indios han hablado de esa manera y suena como un cuento para mi; difícilmente le creo.”

Él dijo: “Esta vez es la verdad.”

Le dije: “general Miles, no conozco las leyes del hombre blanco, ni de este nuevo país donde usted está enviándome y puedo infringir sus leyes.”

Él dijo: “Mientras yo viva, usted no será arrestado.”

Entonces acordé hacer el tratado. (Desde que he sido un prisionero de guerra, he sido arrestado y puesto en la prisión dos veces por beber whisky)

Estuve entre sus soldados y mis guerreros. Colocamos una piedra grande en la manta antes de que nos sentáramos. Nuestro tratado fue hecho por esta piedra, y la que durará hasta que se haga polvo; luego hicimos el tratado, y nos juntamos en un juramento.

No creo haber violado el tratado nunca; pero el general Miles nunca cumplió plenamente sus promesas.47

Cuando habíamos hecho el tratado, el general Miles me dijo: “Mi hermano, usted

tiene en su mente cómo matará hombres y otros pensamientos de guerra; quisiera que usted los saque de su mente y que los cambie por pensamientos de paz”.

Entonces, convine y entregué mis armas. Dije: “Pararé el camino de la guerra y viviré en paz de aquí en adelante.”

Entonces el general Miles barrió con su mano un poco de suelo, y dijo: “Sus hechos pasados serán limpiados como esto y usted comenzará una nueva vida.” 46 Ver algunos términos del tratado en el capítulo siguiente. 47 Las críticas al general Miles en el capítulo precedente son de Gerónimo, no del editor.

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Capítulo XVIII

Entrega de Gerónimo

El 11 de febrero de 1887, el senado aprobó la resolución siguiente: “Que la Secretaría de Guerra ordene comunicar al senado todos los despachos del general Miles que se refieran a la entrega de Gerónimo, y todas las instrucciones dadas a Miles en referencia a lo mismo, así como toda la correspondencia con él sobre este tema”. Estos papeles están publicados en los Documentos Ejecutivos del Senado, Segunda Sesión, 49o. Congreso, 1886-7, volumen II, No. 111 á 125. Para una cuenta exhaustiva de las condiciones de la entrega de Gerónimo se refiere al lector a estos documentos, sin embargo, este capítulo se presenta para mostrar brevemente los términos de la entrega, y para corroborar, por lo menos en parte, las declaraciones hechas por Gerónimo.

Sobre el comando asumido por el departamento de Arizona, el general Nelson A. Miles fue instruido por el Departamento de Guerra para utilizar las operaciones más vigorosas para la destrucción o la captura de los apaches hostiles.

Los siguientes son extractos de las instrucciones emitidas el 20 de abril de 1886, para información y dirección de las tropas que sirven en la porción sur de Arizona y de Nuevo México. “El principal objeto de las tropas será capturar o destruir cualquier banda de indios apaches hostiles encontrados en esta sección del país, y para este fin se requerirán los esfuerzos más vigorosos y persistentes de todos los oficiales y soldados hasta que el objeto sea alcanzado”.

-------------------- * -------------------- “Un suficiente número de indios confiables será utilizado como auxiliares para descubrir cualquier signo de indios hostiles y para rastrearlos”.

-------------------- * -------------------- “Para evitar cualquier ventaja que los indios puedan tener por medio de caballos de relevo, donde un jefe de tropa o comando esté cerca de los indios hostiles, será justificado desmontar a la mitad de su comando y seleccionar los mejores y más ligeros jinetes para hacer la persecución por medio de vigorosas marchas forzadas hasta que la energía de todos los animales de su comando haya sido agotada.”

-------------------- * --------------------

Los telegramas siguientes muestran los esfuerzos de las tropas de Estados Unidos y la cooperación de tropas mexicanas bajo la jurisdicción del gobernador Torres:

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“Cuartel General de la División del Pacífico, “Presidio de San Francisco, California.

“22 de julio de 1886. “Ayundante General “Washington, C.C.: “El telegrama siguiente fue recibido del general Miles: “El capitán Lawton informa, a través del coronel Royall, comandante del Fuerte Huachuca, que su comando sorprendió el campamento de Gerónimo en el río Yongi, cerca de 130 millas al sur y este de Cumpas, Sonora, o casi 300 millas de la frontera mexicana, capturando todas las propiedades indias, incluyendo centenares de libras de carne seca y diecinueve animales de montar. Esta es la quinta vez en tres meses que las tropas han sorprendido a los indios. Aunque los resultados no han sido decisivos, ha dado estímulos a las tropas y ha reducido el número y la fuerza de los indios, y les ha dado a éstos, una sensación de inseguridad incluso en las remotas y casi inaccesibles montañas de Viejo México.”

“En ausencia del comandante de división. “C. McKeever,

“Ayudante auxiliar General.”

“Cuartel General de la División del Pacífico, “Presidio de San Francisco, California.

“19 de agosto de 1886. “Ayundante General, “Washington, C.C.: “El siguiente mensaje fue recibido del general Miles, fechado el 18: “Despachos de hoy del gobernador Torres, fechados en Hermosillo, Sonora, México, de los coroneles Forsyth y Beaumont, comandantes de los distritos de Huachuca y Bowie, confirman lo siguiente: Gerónimo con cuarenta indios se está esforzando para acordar términos de paz con autoridades mexicanas del distrito de Fronteras. Uno de nuestros exploradores, al volver al Fuerte Huachuca del comando de Lawton, encontró a Naiche y trece indios en el camino a Fronteras; tuvieron una conversación larga con ellos; contándole que quieren las paces, y que parecían cansados y hambrientos. Gerónimo llevaba su brazo derecho vendando en un cabestrillo. El espléndido trabajo de las tropas está teniendo evidentemente buen efecto. Si los hostiles no se entregan a las autoridades mexicanas, el comando de Lawton está al sur de ellos, y Wilder, con las tropas G y M, del Cuarto de Caballería, se ha movido al sur de Fronteras, y estará allí por el 20. El teniente Lockett, con un comando eficaz, estará en buena posición mañana, cerca del Cañón de Guadalupe, en las montañas de Cajón Bonito. El 11 tuve una entrevista muy satisfactoria con el gobernador Torres. Los funcionarios mexicanos están actuando en acuerdo con los nuestros.”

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“O. O. Howard, “Mayor General.”

El general O. Howard, telegrafió del Presidio de San Francisco, California, el 24 de

septiembre de 1886, lo siguiente: “…. El 6 de septiembre, el general Miles informó que los apaches hostiles han iniciado la overtura de su entrega al capitán Lawton, a través del teniente Gatewood. Desean ciertos términos y me enviaron dos mensajeros a mi (Miles). Fueron informados que deben entregarse como prisioneros de guerra a las tropas en el campo. Prometieron entregarse a mí en persona, y por once días el comando del capitán Lawton se movió al norte, Gerónimo y Naiche lo hicieron paralelamente y con frecuencia acampan cerca de él. …. Pararon en el Cañón del Esqueleto, indicando que desean verme (Miles) antes de entregarse.”

Después de su llegada, Miles informa lo siguiente: “Gerónimo vino de su campamento en la montaña en medio de las rocas y dijo que estaba dispuesto a entregarse. Le habían dicho que podrían entregarse como prisioneros de guerra; que no era la manera de los oficiales del ejército matar a sus enemigos que habían bajado las armas.” “… Naiche era salvaje y suspicaz y evidentemente temía una traición. Conocía la vez que el notable líder, Mangas-Coloradas, hace años, había sido asquerosamente asesinado después de que se había entregado, y el último jefe hereditario de los apaches hostiles vaciló colocarse en las manos de los rostros pálidos. …”

Continuando su informe, general Howard dice: “…. de informes de los oficiales, creí al principio que la entrega era incondicional, excepto que las tropas no matarían a los hostiles. Ahora, de los despachos del general Miles y de su informe anual, remitido por correo el 21, las condiciones son claras: Primero, que las vidas de todos los indios deben ser perdonadas. Segundo, que ellos deben ser enviados al Fuerte Marion, Florida, donde su tribu, incluyendo sus familias, ya ha sido ordenado …”

D. S. Stanley, general de brigada, telegrafió de San Antonio, Texas, el 22 de octubre de 1886, como sigue: “… Geronimo y Naiche pidieron una entrevista conmigo cuando comprobaron que estaban por irse de aquí, y al hablar con ellos, les indiqué la disposición exacta de lo que debía hacerse con ellos. Consideraron la separación de sus familias como violación de los términos de su tratado de entrega, a través de éste les había sido garantizado de la manera más positivamente concebible a sus mentes, que deberían permanecer unidos con sus familias en el Fuerte Marion.” “Había estado presente en la charla que tuvieron conmigo, mayor J. P. Wright, cirujano, ejército de Estados Unidos; con el Capitán J. G. Ballance, actuando como abogado

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defensor, ejército de Estados Unidos; George Wratton,48 intérprete; Naiche, y Gerónimo. Los indios fueron separados de sus familias en este lugar; colocaron a las mujeres, niños y dos exploradores en un coche separado antes de que se marcharan.” “En una entrevista conmigo indicaron el incidente siguiente, que consideran parte esencial de su tratado de entrega y que tuvo lugar en el Cañón del Esqueleto, antes de que tuvieran, como banda, preparadas sus mentes para entregarse, y antes que ninguno de ellos, excepto quizás Gerónimo, había entregado sus armas, y cuando todavía ellos podían plenamente escapar y defenderse.” “El general Miles les dijo: ‘Ustedes van conmigo al Fuerte Bowie y en cierto tiempo verán a sus parientes en Florida’. Después de que fueron al Fuerte Bowie él reaseguró que verían a sus parientes en Florida en cuatro y medio días o cinco días.” “Mientras que en el Cañón del Esqueleto, el general Miles les dijo: ‘Yo he venido a hablar con usted’. La conversación fue traducida del inglés al español y de español a apache y viceversa. La traducción del inglés al español fue hecha por un hombre bajo el nombre de Nelson. La traducción del español al apache fue hecha por José Maria Yaskes. José Maria Montoya estaba también presente, pero no hizo ninguna traducción.” “El doctor Wood, ejército de Estados Unidos, y el teniente Clay, Décimo de Infantería, estaban presentes.” “El general Miles trazó una línea en el suelo y dijo, ‘esto representa el océano’, y poniendo una pequeña roca al lado de la línea, dijo, ‘esto representa el lugar donde está Chihuahua con su banda. Luego, él tomó otra piedra y la colocó una distancia corta de la primera, y dijo, ‘esta lo representa a usted, Geronimo’. Después tomó una tercera piedra y la colocó a una pequeña distancia de las otras, y dijo, ‘esta representa a los indios en el campamento apache. El presidente quiere llevarlo y poner a usted con Chihuahua’. Entonces, él cogió la piedra que representó Geronimo y su banda y la puso al lado de la que representó a Chihuahua en el Fuerte Marion. Después de hacer esto cogió la piedra que representó a los indios en el campamento apache y la colocó al lado de las otras dos piedras que representaron a Gerónimo y a Chihuahua en el Fuerte Marion, y dijo, ‘esto es lo que el presidente quiere hacer, ponerlos todos juntos’. “Después de su llegada al Fuerte Bowie, el general Miles les dijo: ‘de ahora en adelante nosotros queremos comenzar una nueva vida’, y manteniendo una de sus manos en horizontal y con la palma abierta, él marcó líneas a través de ella con el dedo de la otra mano y dijo, señalando a su palma abierta, ‘esto representa el pasado; esto está todo cubierto con valles y colinas’, frotando su otra palma contra ella, dijo, ‘esto representa el barrido del pasado, que será considerado liso y olvidado’.” “El intérprete, Wratton, dijo que él estaba presente y escuchó esta conversación. Los indios dicen que el capitán Thompson, del Cuarto de Caballería, también estaba presente.” 48 El señor George Wratton está ahora en el Fuerte Sill, Oklahoma, actuando como superintendente de apaches. Ha estado con los apaches como intérprete y superintendente desde que ellos se entregaron.

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“Naiche dijo que el capitán Thompson, quien actuaba como ayudante general adjunto, Departamento de Arizona, le dijo en su casa en el Fuerte Bowie, ‘no tenga miedo, no se le hará ningún daño. Usted volverá muy bien con sus amigos’. Él también les dijo ‘que el Fuerte Marion no es un lugar muy grande, y probablemente no lo bastante grande para todos y que probablemente en seis meses o más les pondrán en un lugar más grande, en donde ustedes estarán mejor’. Él les dijo la misma cosa cuando tomaron los carros para partir del Fuerte Bowie.” “La idea que ellos tenían del tratado de entrega dada en esta carta se remite por su deseo, y, mientras que no deseen comentar respecto a la materia, me siento obligado a decir que mi conocimiento del carácter indio y la experiencia que he tenido con los indios de todos los tipos y las circunstancias y los hechos corroborados que acompañan a mi apreciación en este caso particular, me convencen de que la declaración precedente de Naiche y de Gerónimo es substancialmente correcta”.

Extracto del informe anual (1886) de la División del Pacífico, a cargo del general O. O. Howard, ejército de Estados Unidos.

“Cuartel General de la División del Pacífico, “Presidio de San Francisco, California.

“17 de septiembre de 1886. “General de ayudante, “Ejército de Estados Unidos, Washington, C.C.: “General: Tengo el honor para someter a su consideración, el informe siguiente sobre operaciones militares y la condición de la División del Pacífico por información del Teniente General, y para hacer algunas sugerencias:

-------------------- * -------------------- “El 17 de mayo de 1885, una partida de cerca de cincuenta prisioneros Chiricahua, dirigidos por Gerónimo, Naiche y otros jefes, escaparon de la Reserva de la Montaña Blanca en Arizona, y comenzaron una carrera de muertes y robos sin par en la historia de las incursiones indias.” “Desde entonces, y hasta esta época, mi mando asumido en esta división, ha perseguido con las tropas con éxito variado.” “Después del asesinato de capitán Crawford, el 11 de enero, por los mexicanos, los hostiles pidieron una charla y finalmente tuvimos una conferencia los días 25, 26 y 27 de marzo, con el general Crook, en el Cañón de Los Embudos, 25 millas al sur de San Bernardino, México, en la que en la última fecha fue arreglado que debían ser conducidos al Fuerte Bowie, Arizona, por el teniente Manus, con su batallón de exploradores.” “La marcha comenzó en la mañana del 28 de marzo y procedió hasta la noche del 29, cuando, excitándose con temores de posibles castigos, Gerónimo y Naiche, con veinte

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hombres, catorce mujeres y dos muchachos, se desparramaron por las colinas. El teniente Manus los perseguió inmediatamente, pero sin éxito.”

-------------------- * -------------------- “Simultáneamente con mi toma del mando, el general Crook fue relevado por el general Miles, quien inmediatamente precisó completar la tarea comenzada por su predecesor.” “Gerónimo y su banda estuvieron cometiendo depredaciones, ahora en los Estados Unidos y ahora en México, y separándose en pequeñas partidas, fácilmente han eludido a las tropas, y continuado su trabajo de asesinato y ultraje.” “A principios de mayo, el general Miles organizó en distritos todo el campo de operaciones de los hostiles, cada uno con su comando de soldados, con instrucciones específicas de guardar los ojos de agua, cubrir todo el territorio con partidas de exploración y no darle descanso a los hostiles.” “Un comando eficaz, al mando del capitán Lawton, Cuarto de Caballería, fue organizado para una búsqueda prolongada.” “El 3 de mayo, el capitán Lebo, Décimo Caballería, tuvo una lucha con la banda de Gerónimo, 12 millas al sudoeste de Santa Cruz, en México, con las bajas de un soldado muerto y uno herido. Después de esta lucha, los indios se retiraron en dirección Sur seguidos por tres tropas de caballería.” “El 12 de mayo una seria lucha de tropas mexicanas con los hostiles, cerca de Planchos, México, dio lugar a una derrota parcial de los mexicanos.” “El 15 de mayo, el comando del capitán Hatfield se encontró con la banda de Gerónimo en las montañas de Corona, sufriendo una pérdida de dos muertos y tres heridos y la pérdida de varios caballos y mulas, los indios perdieron varios hombres. “El 16 de mayo, el teniente Brown, Cuarto de Caballería, dio con los hostiles cerca de Buena Vista, México, capturando varios caballos, rifles y una cantidad de munición.” “La usual serie de ultrajes, con la persecución de fatiga por medio de tropas, continuó hasta el 21 de junio, cuando los mexicanos encontraron los hostiles a 40 millas al sureste de Magdalena, México, y después de una lucha obstinada los repelieron ….”

-------------------- * -------------------- “Cerca de mediados de agosto, Gerónimo y su banda estaban tan diezmados y acosados por la incansable búsqueda de los soldados que ofrecieron entregarse a los mexicanos, pero sin acordar los términos.”

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“Su localización fue así definitivamente conocida, la disposición de las tropas fue rápidamente hecha para actuar conjuntamente con los mexicanos para interceptar a Gerónimo y forzar su entrega.” “El 25 de agosto, cuando se encontraba cerca de Fronteras, México, Gerónimo reconoció que estaba rodeado completamente y estando sin municiones y alimentos, hizo una proposición de capitulación a través del teniente Gatewood, Sexto de Caballería, para el Capitán Lawton. Deseaba ciertos términos, pero fue informado que una entrega como prisionero de guerra era la única que le sería aceptada.” “Los indios, entonces prosiguieron a la vecindad del comando de capitán Lawton, cerca del Cañón del Esqueleto, y enviaron un mensaje donde solicitaban ver al general Miles.” “El 3 de septiembre, el general Miles llegó al campamento de Lawton y el 4 de septiembre, Naiche, el hijo de Cochise y jefe hereditario de los apaches, con Geronimo entregaron todos los hostiles, bajo el entendimiento, eso parece, que deberían ser enviados a Arizona.” “No estoy informado de la naturaleza exacta de esta entrega, al principio juzgada como incondicional. ….”

-------------------- * -------------------- “De usted, señor, con mucho respecto, su obediente siervo,

“O. O. Howard, “Mayor General, ejército de Estados Unidos.”

Declaración de W.T. Melton, Anadarko, Oklahoma

De 1882 á 1887, viví en el sur de Arizona meridional y fui empleado por la

Compañía Ganadera Sansimone.

En 1886, con J. D. Prewitt fuimos colocados en el Cañón del Esqueleto, cerca de 10 millas al norte de la línea límite entre Arizona y Viejo México. Nuestro deber era recorrer las líneas sur de nuestras tierras y evitar que el ganado de la compañía se perdiera en Viejo México.

Una tarde, al volver de nuestro recorrido, descubrimos un rastro indio que iba hacia nuestro campamento. Cabalgamos con prisa para salir de las colinas entrando a un amplio valle, de manera que pudiéramos descubrir mejor a cualquier partida de ataque de apaches y si nos asaltaban, tener por lo menos una oportunidad para luchar por nuestras vidas. Sabíamos que los apaches al mando de Gerónimo estaban en el camino de la guerra, pero que estaban lejos en Viejo México. Sin embargo, nuestro conocimiento de los indios nos llevaba a esperar cualquier cosa en cualesquiera momento—siempre estábamos listos para lo peor.

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Cuando alcanzamos el valle nos cruzamos con un rastro de la caballería que también se dirigía hacia nuestro campamento. Estábamos perplejos, porque ni los indios ni los soldados parecían haber cabalgado rápidamente, y ambos rastros conducían hacia nuestro campamento en el Cañón del Esqueleto. Este cañón era una ruta natural de Viejo México a Arizona, y casi todas las bandas de indios, como destacamentos militares de Estados Unidos, pasaban a través de este valle cuando iban o regresaban de Viejo México, pero nunca antes, dos bandas hostiles pasaron por acá al mismo tiempo y viajando en la misma dirección, a menos que una estuviera huyendo y la otra persiguiéndola. Qué pudiese significar esto era un misterio para nosotros. ¿Podría ser que las tropas no habían visto a los indios? ¿Eran los pieles rojas los que intentaban alcanzar a las tropas y atacarlos en su campamento? ¿Estaban las tropas buscando a esos indios? ¿Podría éste ser el comando de Lawton? ¿Podría ser ésta la banda de Gerónimo? No, era imposible. ¿Entonces quiénes eran estas tropas y aquellos indios?

Con cautela fuimos a nuestro campamento, y clavado en la puerta de nuestra cabaña estaba un aviso que decía: “Tengan cuidado, Gerónimo está cerca de aquí y todavía no se ha entregado. Capitán Lawton”.

Entonces comprendimos.

A una distancia corta arriba de nuestra cabaña encontramos el campamento de las tropas y justo cuando terminamos de hablar con el capitán Lawton, quien nos aconsejó permanecer en su campamento donde había menos riesgo que permanecer solos en nuestra cabaña, llegó el jefe Gerónimo. Montaba un caballo bayo de careta blanca. Vino directamente al Capitán Lawton y a través de un intérprete preguntó quiénes éramos y lo que queríamos.

Tan pronto como le dieron la explicación, aprobó con la cabeza y se fue otra vez.

Prewitt y yo montamos y nos fuimos con él. Íbamos bien armados y bien montados y Gerónimo también iba bien montado, pero en cuanto estuvimos lejos pudimos ver que estaba desarmado. Intenté hablar con el jefe (en inglés), pero no pude hacerme entender. Prewitt quería dispararle49 y decía que podía matarlo fácilmente al primer disparo, pero me opuse y tuve éxito en refrenarlo. Mientras que discutíamos, el jefe pasó silenciosamente entre nosotros, evidentemente sintiéndose perfectamente seguro. Todo este tiempo habíamos estado cabalgando en la dirección en que nuestros caballos se encontraban pastaban en el valle a más o menos una milla distante de nuestro corral. Cuando llegamos a

49 El señor Melton le contó recientemente a Gerónimo de esta conversación. El astuto viejo jefe se rió tímidamente y preguntó, “¿la pistola de Prewitt había sido quitada de la mano de éste? Otros hombres han intentado dispararme y por lo menos algunos han fallado. Pero me alegra que él no lo intentara”.

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un lugar como a una milla del campamento de Lawton, donde una estribación de la montaña corre hacia el valle, Gerónimo se apartó, saludando, dijo en un español bastante bueno, “Adiós, Señores,” y comenzó a ascender por un sendero de la montaña. Más tarde entendimos que él iba directamente hacia su campamento, lejos entre las rocas. Montamos de nuevo, llevamos nuestros caballos de nuevo al corral y permanecimos en nuestra cabaña toda la noche, pero no fuimos molestados por los indios.

El día siguiente matamos tres cabezas de ganado para los indios, y fueron pagadas por el capitán Lawton. En el segundo día, dos exploradores mexicanos a caballo, vinieron al campo de Lawton. Tan pronto como estos mexicanos fueron divisados por los indios, éstos agarraron rápidamente sus armas y desaparecieron entre las rocas.

El capitán Lawton escribió un detalle de las condiciones y la entregó a los mexicanos, quienes se retiraron. Después de que se había ido y su misión había sido explicada a Gerónimo, los indios regresaron nuevamente a su campamento y bajaron sus armas.

Al día siguiente que el mensaje enviado al general Miles le había llegado, éste se aproximaba a nuestro campamento y los indios nuevamente armados desaparecieron entre las rocas. (Muchas mujeres apache tenían telescopios50 y eran colocadas diariamente en prominentes picos de montaña para tener una buena observación. Nadie podían acercarse a su campamento o al de Lawton, sin que lo descubrieran estos espías).

Luego que el general Miles se reunió con el comando de Lawton, Gerónimo vino desarmado y desmontando se aproximó al general Miles, sacudió las manos con él, y después permaneció orgulloso ante los oficiales, esperando que el general comenzara la conversación con él.

El intérprete dijo a Gerónimo, “el general Miles es su amigo”. Gerónimo dijo, “nunca lo he visto, pero estoy necesitando amigos. ¿Por qué él no lo está siendo conmigo?” Cuando esta respuesta fue traducida todos se rieron. Después de esto no hubo más formalidad y sin demora, comenzó la discusión del tratado. Todo lo que recuerdo claramente del tratado es que Gerónimo y su banda no deberían ser matados, sino que debían ser llevados con sus familias.

Recuerdo esto más claramente, porque los indios estuvieron muy contentos con este particular término del tratado.

Gerónimo, Naiche y algunos otros fueron al frente con el general Miles, pero la banda principal partió bajo la escolta de las tropas de Lawton.

Una noche antes de que partieran, una joven india, nuera de Gerónimo, dio a luz un niño. La mañana siguiente, su esposo, el hijo de Gerónimo, fue por el niño, pero la madre

50 Los cuales habían sido tomados de los soldados y oficiales (mexicanos y estadounidenses) que los apaches habían matado.

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montó su potro sin ayuda y cabalgó sin asistencia —como una prisionera bajo custodia militar—.

En la tarde del día del tratado, el capitán Lawton construyó un monumento de piedras ásperas (cerca de diez pies de ancho y seis pies de alto), en el punto donde el tratado fue hecho. Al año siguiente, algunos vaqueros en una ronda de ganado acamparon en el lugar, y tumbaron el monumento para ver que había adentro. Todo lo que encontraron fue una botella que contenía un trozo de papel sobre el cual escribieron los nombres de los oficiales que estaban con Lawton.

Después de que los indios se fueron, encontramos ciento cincuenta dólares y veinticinco centavos ($150.25) en dinero mexicano, oculto en una madriguera de rata51, cerca de donde habían acampado los indios.

A eso de las diez de la mañana, después de que los apaches y soldados se habían ido lejos, veinte indios Pimas acompañados por un hombre blanco, rodearon nuestro campamento y demandaron saber del paradero de Gerónimo. Les contamos del tratado y ellos siguieron el rastro rumbo al Fuerte Bowie.

Aquella tarde, pensando que todo el peligro de los apaches había pasado, mi compañero, Prewitt, fue a recorrer las líneas y yo estaba solo en el campamento. Yo estaba bombeando agua (con fuerza de caballo), cuando observé a tres indios rondando por nuestros caballos como a media milla de distancia. Me vieron pero no me molestaron, ni tampoco interferí con ellos, pero tan pronto como hubieron conducido esa manada de caballos hacia el norte sobre la colina, monté rápidamente hacia otra dirección y conduje otra manada de caballos al corral. El resto de la tarde estuve en el campamento, pero no vi más indios.

Al día siguiente fuimos por la colina en la dirección en que se habían ido éstos indios y encontramos que habían acampado a menos de tres millas. Habían evidentemente varios en la partida y habían dejado exploradores cerca de la cima de la colina para observarnos y emboscarnos si los hubiéramos estado siguiendo. Esto lo sabíamos porque vimos detrás de algunas rocas en la cresta de la colina, las impresiones dejadas en el suelo flojo por los cuerpos de tres guerreros que se habían ocultado en esos lugares.

En su campamento encontramos la cabeza y los cascos de mi caballo preferido, “Digger,” un pequeño y fino potro alazán, y supimos que él les había servido de cena. Seguimos su rastro lejos en Viejo México, pero no los alcanzamos. Habíamos estado acostumbrados a decir que “era la banda de Gerónimo” siempre que cualquier depredación fuera cometida, solamente que esta vez no éramos tan positivos.

-------------------- * --------------------

No deseamos expresar nuestra propia opinión, sino preguntar al lector si, después de tener el testimonio de apaches, soldados y civiles, que conocían las condiciones de la 51 Esta era un nido de palitos construido a ras del suelo por una especie de rata del bosque.

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entrega, y, después examinando cuidadosamente el testimonio ofrecido, sería posible concluir que ¿hizo Gerónimo una entrega incondicional?

Antes de salir de este tema estaría bien también considerar, si nuestro gobierno ha tratado a estos presos estrictamente de acuerdo con los términos del tratado hecho en el Cañón del Esqueleto.

Yahozha (cuñado de Gerónimo), Chappo (hijo de Gerónimo), Fun

(primo de Gerónimo) y Gerónimo. Fotografía tomada por J. S. Fly, después de la entrega. 1886. Fotografía libre de derechos de autor. No está en el libro original.

Hijo de Gerónimo, Gerónimo, Naiche y desconocido. Fotografía tomada por J.

S. Fly, después de la entrega. 1886. Fotografía libre de derechos de autor. No está en el libro original.

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Capítulo XIX

Un prisionero de guerra

Cuando me había entregado al gobierno, me pusieron en el ferrocarril del pacífico del sur y me llevaron a San Antonio, Texas, y detenido para ser tratado por sus leyes.

Cuarenta días después, me llevaron al Fuerte Pickens (Pensacola), en Florida.

Donde me pusieron a aserrar troncos grandes. Habían otros guerreros apaches conmigo, y todos nosotros tuvimos que trabajar cada día. Casi por dos años nos mantuvieron trabajando duro en este lugar y no vimos a nuestras familias, sino hasta mayo de 1887. Este tratamiento era una violación directa de nuestro tratado hecho en el Cañón del Esqueleto.

Después de esto fuimos enviados con nuestras familias a Vermont, Alabama, en

donde permanecíamos cinco años y trabajamos para el gobierno. No teníamos ninguna propiedad, y buscaba en vano que el general Miles me enviara a esa tierra de la que el había hablado; deseé en vano los instrumentos, la casa y el ganado que el general Miles me había prometido.

Durante esta época uno de mis guerreros, Fun, mató a su esposa y se mató él. Otro

le pegó un tiro a su esposa y luego se lo pegó él. Cayó muerto, pero la mujer se recuperó y todavía está viva.

No estábamos sanos en ese lugar, porque el clima estaba en desacuerdo con

nosotros. Mucha de nuestra gente estaba muriendo, yo consentí enviar a una de mis esposas a vivir en la Agencia Mezcalero en Nuevo México. Esta separación está de acuerdo con nuestra costumbre y equivale a lo que la gente blanca llama divorcio, así que ella se casó de nuevo, nada más encontró un mezcalero. Ella también se llevó a nuestros dos pequeños niños, ella tenía derecha de hacerlo. Los niños, Lenna y Robbie, todavía viven en Mezcalero, Nuevo México. Lenna está casado. Me quedé con una esposa, pero ella está muerta ahora y tengo solamente a nuestra hija, Eva, conmigo. Desde mi separación con la madre de Lenna, nunca tuve más que una esposa a la vez. Desde la muerte de la madre de Eva, me casé con otra mujer (en diciembre de 1905), pero no podíamos vivir felices y nos separamos. Ella se fue a la casa de su gente —esto es un divorcio apache—.

Entonces, como ahora,52 el señor George Wratton supervisa a los indios. Él siempre

ha tenido problemas con los indios porque los ha maltratado. Un día un indio, mientras estaba borracho, hirió al señor Wratton con un pequeño cuchillo. El oficial a cargo tomó el parte del señor Wratton y envió al indio a prisión.

Cuando53 nos enviaron la primera vez al Fuerte Sill, el capitán Scott estaba a cargo,

y tenía casas para nosotros, construidas por el gobierno. Del gobierno nos dieron también, 52 Estas no son palabras del editor, sino de Gerónimo. 53 Estuvieron en Alabama de mayo de 1888 á octubre de 1894.

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ganado, cerdos, pavos y pollos. Los indios no hicieron mucho con los cerdos, porque no entendían como cuidarlos y no muchos indios tienen cerdos en la actualidad. Lo hicimos mejor con los pavos y pollos, aunque con estos no tuvimos la buena suerte que tienen los hombres blancos. Con el ganado lo hemos hecho muy bien, y de hecho, tenemos gusto de criarlo. También tenemos algunos caballos y con ellos no hemos tenido ninguna mala suerte.

En el tema de vender54 nuestro ganado y granos han habido muchos malentendidos. Los indios entendían que el ganado debía ser vendido y el dinero dado a ellos, pero en su lugar, parte del dinero se da a los indios y otra parte se pone en lo que los oficiales llaman el “Fondo Apache”. Hemos tenido cinco diferentes oficiales a cargo de los indios aquí y todos tienen reglas semejantes —no consultan a los apaches o nunca les explican—. Puede ser que el gobierno ordenara a los oficiales a cargo poner el dinero del ganado en un fondo apache, porque una vez me quejé y le dije al teniente Purington55 que tenía el propósito de informar al gobierno que él había tomado algo de mi parte del dinero del ganado y lo había puesto en el fondo apache, me dijo que lo tenía sin cuidado si yo lo hacía.

Hace varios años el tema de la ropa cesó. Esto, también, pudo haber sido por orden del gobierno, pero los apaches no la entienden.

Si hay un fondo apache, algún día debería volcarse a los indios o por lo menos

deberían tener una cuenta de él, porque son sus ganancias. Cuando el general Miles visitó la última vez el Fuerte Sill, le pedí ser relevado del

trabajo a causa de mi edad. También le recordé lo que había prometido en el tratado y le hablé de ello. Él dijo que no necesito trabajar más, excepto cuando desee hacerlo y desde entonces, no me han ordenado hacer ningún trabajo. He trabajado mucho, aunque sea viejo, tengo gusto por trabajar56 y por ayudar a mi gente tanto como pueda.

54 No se permite que los indios vendan directamente el ganado. Cuando el ganado está listo para el mercado, es vendido por el oficial a cargo, parte del dinero es pagado a los indios que lo criaron y otra parte se coloca en un fondo general (Apache). Las provisiones, los instrumentos de cultivo, etc., para los apaches son pagadas con este fondo. 55 Las críticas al teniente Purington son de Gerónimo. El editor niega cualquier responsabilidad, como en todos los casos donde al viejo guerrero critica a los individuos. 56 Ayudantes de Gerónimo hacen el heno y cuidan el ganado, pero él no recibe órdenes del superintendente de los indios.

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Gerónimo y su gente, prisioneros en el Fuerte San Houston, San Antonio, Texas, otoño de

1886. Fotografía tomada por E. K. Sturtevant. Actualmente libre de derechos de autor. No está en el libro original.

Tren de la deportación a Florida, 10 de septiembre de 1886. En la

primera file, al centro está Naiche y a la derecha, Gerónimo y luego el hijo de éste. Fotografia libre de derechos de autor. No está en el libro original.

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Gerónimo y Naiche en la Reservación del Fuerte Sill en

Oklahoma. Esta fotografía no está en el libro original.

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PARTE IV

LO VIEJO Y LO NUEVO

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Capitulo XX

Leyes no escritas de los apaches

Juicio

Cuando un indio ha sido perjudicado por un miembro de la tribu, puede, si él no desea hacer personal la dificultad, hacer la queja al jefe. Si no puede reunir a las partes ofendidas en un encuentro personal, y desecha hacer la queja, cualquier persona puede en su lugar, informar al jefe sobre ésta conducta, y entonces llega a ser necesario tener una investigación o un juicio. Ambos, acusado y acusador tienen derecho a testigos y sus testigos no son interrumpidos de ninguna manera con preguntas, sino dicen simplemente lo que desean decir sobre el tema tratado. Los testigos no se ponen bajo juramento, porque no se cree que darán testimonio falso en una cuestión referente a su propia gente.

El jefe de la tribu preside durante el juicio, pero si es una ofensa seria pide que dos o

tres líderes se sienten con él. Ellos simplemente determinan si alguien es o no culpable. Si no es culpable, el asunto ha terminado y la parte que se queja ha perdido el derecho de tomar venganza personal, porque si alguien desea tomar la venganza, debe oponerse al juicio que la prevendría. Si el acusado se encuentra culpable, la parte dañado fija la pena, que es confirmada generalmente por el jefe y sus asociados.

Adopción de niños

Si cualquier niño queda huérfano por la guerra u otras razones, es decir, si ambos padres están muertos, el jefe de la tribu puede adoptarlos o regalarlos si lo desea. En el caso de indios proscritos, pueden, si desean, llevar a sus niños con ellos, pero si dejan a los niños con la tribu, el jefe decide que hará con ellos, pero ninguna desgracia se vincula a los niños.

Lago de sal

Obteníamos nuestra sal de un pequeño lago en las Montañas Gila. Este es un lago muy pequeño de agua clara, poco profundo, y en el centro un pequeño montículo se eleva por la superficie del agua. El agua es demasiado salada para beber, y la parte inferior del lago se cubre con una corteza marrón. Cuando esta corteza está quebrada las tortas de la sal se adhieren a ella. Estas tortas de sal se pueden limpiar con el agua de este lago, pero si se lavan con otra agua se disolverán.

Al visitar este lago, nuestra gente no tiene permitido matar presas o atacar a un enemigo. Todas las criaturas están libres de ir y de venir sin que las molesten.

Preparación de un guerrero

Para ser admitido como guerrero, un joven debe haber ido al camino de la guerra con los guerreros de la tribu en cuatro veces separadas.

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En el primer viaje le darán solamente alimentos muy inferiores. Con los que debe estar contento, sin murmurar. En ningunos de los cuatro viajes se le permite seleccionar su alimento como lo hacen los guerreros, sino debe comer el alimento que se le permite.

En cada una de estas expediciones, él actúa como siervo, cuida los caballos, cocina

la comida y hace cualquiera de los deberes que se le digan. Él sabe qué cosas deben ser hechas, sin esperar que se le pida que las haga. No se le permite hablar a ningún guerrero, excepto para responder preguntas o cuando se le diga que hable.

Durante estas cuatro guerras se espera que aprenda los nombres sagrados de todo lo

usado en la guerra, porque después de que la tribu comience el camino de la guerra, no se utiliza ninguno de los nombres comunes para referirse a cualquier cosa que se relaciona a la guerra. La guerra es una cuestión solemnemente religiosa.

Si después de cuatro expediciones, todos los guerreros están satisfechos, que el

joven a sido industrioso, que no ha cuestionado una orden, que ha sido discreto en todas las cosas, que ha mostrado valor en batalla, que ha nacido para no quejarse de la dificultades y que no ha exhibido ningún color de cobardía, o debilidad de ningún tipo, él puede por medio del voto del consejo ser admitido como guerrero; pero si cualquier guerrero objeta por cualquier aspecto, será sujeto a más pruebas, y si él resuelve todas con valor, su nombre puede ser propuesto otra vez. Cuando él ha probado incuestionablemente que puede llevar dificultades sin queja y que les es extraño el miedo, lo admiten en el consejo de guerreros con el rango más bajo. Después de que esté allí, no hay ninguna prueba formal para las promociones, pero por consentimiento común él puede asumir una posición en el campo de batalla, y si esa posición se mantiene con honor, se le permite permanecer en ella, y puede solicitar u ofrecerse voluntariamente para tomar una posición más alta, pero ningún guerrero intentará tomar una posición más alta a menos que los líderes de la tribu estén seguros de que su conducta en la primera posición fue digna de encomio.

De esta posición hacia arriba, la única elección del consejo en asamblea formal es la

elección del jefe. No se permite a los hombres viejos ir a la batalla, pero su consejo se respeta

siempre. La edad avanzada significa pérdida de energía física y es fatal para el liderazgo activo.

Danzas

Todas las danzas se consideran ceremonias religiosas y son presididas por un jefe y los hombres medicina. Ellas son de naturaleza social o militar, pero nunca sin cierta característica sagrada.

Una danza para agradecer

Cada verano recolectábamos la fruta de la yuca, la molíamos y pulverizábamos y la moldeábamos en tortas; entonces la tribu se reunía para el banquete, para cantar y para hacer alabanzas a Usen. Los rezos de agradecimiento eran hechos por todos. Cuando la

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danza comenzaba, los líderes elevaban estas tortas y ocasionalmente adicionaban palabras de alabanza a los tonos de sonido de la música.

La danza de guerra

Después de que un consejo de guerreros hubiese deliberado y estuvieran preparados para el camino de la guerra, la danza sería iniciada. En esta danza es usual que el canto lo lleven los guerreros y lo acompañen batiendo el “esadadene”, pero la danza es más violenta, y los gritos y los chillidos de guerra a veces casi ahogan la música. Solamente los guerreros participaron en esta danza.

Danza de escalpar

Después de que una partida de guerra ha vuelto, se celebra una modificación de la danza de guerra. Los guerreros que han traído cueros cabelludos de las batallas, los exhiben a la tribu, y cuando la danza comienza estos cueros cabelludos, elevados en palos o lanzas, se cargan alrededor de las fogatas mientras que la danza esté en curso. Durante esta danza todavía hay algo de la solemnidad de la danza de guerra. Hay gritos y chillidos de guerra, acompañados con frecuencia por descargas de armas de fuego, pero hay siempre más frivolidad que la que se permite en una danza de guerra. Después de que la danza de escalpar ha terminado, los cueros cabelludos se tiran. Ningún apache los guardaría, porque se considera una profanación.

Una danza social

En la primera parte de septiembre de 1905, anuncié a los apaches que mi hija, Eva, había alcanzado la condición de mujer, debería dejar las cosas infantiles y asumir su posición como dama joven. En una danza de la tribu ella haría su debut, y entonces, o después de ésto, sería apropiado que un guerrero busque su mano en matrimonio. Por consiguiente, las invitaciones se hicieron públicas para todos los apaches, y a muchos Comanches y Kiowas, para reunirse en una danza magnífica en el verde banco sur del río medicinal, cerca de la aldea de Naiche, antiguo jefe de los apaches Chokonen, en la primera noche de luna llena en septiembre. Las festividades continuaron por dos días y sus noches. No se omitió nada en la preparación de lo que contribuyó al deleite de los invitados o a la perfección de la observancia del rito religioso.

Para preparar el lugar de la danza, la hierba de un espacio circular grande fue

cortada a una altura muy baja. El canto fue llevado por el jefe Naiche, y yo asistido por nuestros hombres

medicina, dirigimos la danza.

Eva, avanzó primero de entre las mujeres y danzó una vez alrededor de la fogata, luego, acompañada por otra mujer joven, avanzó otra vez y ambas danzaron dos veces alrededor de la fogata; entonces ella y otras dos señoras jóvenes avanzaron y bailaron tres veces alrededor de la fogata; la próxima vez, ella y otras tres señoras jóvenes avanzaron y danzaron cuatro veces alrededor de la fogata; esta ceremonia duró cerca de una hora. En

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seguida entraron los hombres medicina, con el torso desnudo, sus cuerpos fantásticamente pintados, y danzaron las danzas sagradas. Fueron seguidos de payasos danzarines, que divirtieron grandemente a la audiencia.

Después, los miembros de la tribu unieron sus manos y danzaron en círculo

alrededor de la fogata durante mucho tiempo. A todos los amigos de la tribu se les pidió que participaran en esta danza, y cuando fue terminada, comenzaron las danzas de muchas de las personas mayores retiradas y la de “los enamorados”.

Los guerreros se colocaron en medio del círculo y las damas, danzando de dos en

dos, delante de ellos, señalaban a un guerrero para bailar con ellas. La danza era hacia adelante y hacia atrás en una línea desde el centro al borde del círculo. El guerrero hacía frente a las dos damas, y cuando bailaban para adelante hacia el centro, él bailaba para atrás, luego bailaban para atrás hacia la orilla del círculo y él las seguía enfrentándolas. Esto duró dos o tres horas y luego, la música cambió. Inmediatamente, los guerreros se reunieron otra vez en el centro del círculo, y esta vez cada dama seleccionó a un guerrero como compañero. La manera del baile fue como antes, sólo que dos en lugar de tres bailando juntos. Durante esta danza, que continuó hasta la luz del día, el guerrero (si bailaba con una doncella) podría proponerle matrimonio57 y si la doncella estaba de acuerdo, pronto él consultaría a su padre y negociarían por ella.

En todas las ocasiones como ésta, cuando se acaba la danza, cada guerrero da un

presente a la dama que lo seleccionó para ser compañero y bailó con él. Si ella está satisfecha con el presente él se despide, pero si no, el asunto se refiere a alguien con autoridad (jefe u hombre medicina), quien determina la cuestión de cuál es un regalo apropiado.

Para una señora casada, el valor del presente debe ser de dos o tres dólares; para

una doncella, el presente debe tener un valor de no menos de cinco dólares. A menudo, sin embargo, la doncella recibe un presente de mucho valor.

Durante danza de “los enamorados”, los hombres medicina se mezclan con los

bailarines para dejar fuera los malos espíritus. Quizás nunca tendré nuevamente la oportunidad de reunir a nuestra gente para

danzar, pero estas danzas sociales a la luz de la luna han sido una parte grande de nuestra manera de disfrutar en el pasado, y pienso que no deberían descontinuarse pronto, por lo menos yo espero que no lo hagan.

57 Los guerreros apaches no van “a cortejar” como lo hacen nuestros jóvenes. Las asociaciones en las aldeas producen grandes oportunidades para conocerse, y el arreglo matrimonial se considera una transacción de negocios, pero la delicadeza de consultar a la doncella, aunque sea no esencial, se considera muy cortés.

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La esposa de Asa Deklugie (hija del jefe Chihuahua y sobrina de

Gerónimo) y Eva Gerónimo (hija de Gerónimo, a sus 16 años). Fotografía original del libro Geronimo’s Story of his Life, New York, Duffield & Company, 1906.

Capítulo XXI

En la feria mundial

Cuando me invitaron la primera vez para ir a la Feria Mundial de San Luis Missouri, no deseaba hacerlo. Más adelante, cuando me dijeron que recibiría buena atención y protección, y que el presidente de los Estados Unidos había dicho que todo estaría bien, consentí ir. Fui puesto a cargo del Departamento Indio, el cual había obtenido el permiso del presidente. Permanecí en este lugar por seis meses. Vendí mis fotografías

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por veinticinco centavos, y se me permitió guardar diez centavos de eso para mi. También escribí mi nombre por diez, quince o veinticinco centavos, como lo permitiera el caso, y guardé todo ese dinero. A menudo hice dos dólares por día, y cuando regresé tenía un montón de dinero —más de lo que nunca había poseído—.

Mucha gente en San Luis me invitó a que fuera a sus hogares, pero mi encargado lo rechazó siempre.

Cada domingo, el presidente de la feria enviaba por mi para que fuera al Show del

Salvaje Oeste. Participé en las competencias de lazo (soga) ante la audiencia. Habían muchas otras tribus indias y gente extraña de las que nunca había oído.

Cuando recién llegó la gente a la feria del mundo no hizo nada más que deambular

arriba y abajo por las calles. Cuando ellos se cansaron de eso, visitaron los show. Habían muchas cosas extrañas en esas exhibiciones. El gobierno envió guardias conmigo cuando fui, y no se me permitió ir donde quiera sin ellos.

En uno de los show, algunos hombres extraños58 con unos gorros rojos tenían unas

peculiares espadas y parecían que querían luchar. Finalmente su encargado les dijo que podían luchar entre ellos. Intentaron golpearse las cabezas con esas espadas, y esperé que ambos se hirieran o que quizás se mataran, pero ni ninguno resultó lastimado. Serían gente dura de matar en una lucha mano a mano.

En otra exhibición había un negro de extraña mirada. El encargado ató sus manos

rápidamente, después lo ató a una silla. Lo ataron bien, porque yo lo estaba viendo, y no pensé que fuera posible que se desatara. Entonces el encargado le dijo que se liberara.

Él se retorció en su silla por un momento, y después se levantó; las cuerdas

continuaban amarradas todavía, pero él estaba libre. No entiendo cómo hizo esto. Hubo ciertamente una fuerza milagrosa, porque ningún hombre habría podido desatarse por sus propios esfuerzos.

En otro lugar, un hombre en una plataforma hablaba a la audiencia; luego llegaron

unos tipos y pusieron una cesta a un lado de la plataforma y la cubrieron con una tela roja; después llegó una mujer y se metió en la cesta, y un hombre cubrió la cesta otra vez con la tela; después el hombre que hablaba a la audiencia tomó una larga espada y la ensartó en la cesta cubierta con la tela. Oí la espada cortar a través del cuerpo de la mujer, y el encargado mismo dijo que ella estaba muerta; pero cuando el paño fue levantado de la cesta, salió ella sonriendo y caminando. Quisiera saber cómo la curaron tan rápido y porqué las heridas no la mataron.

Nunca he considerado que los osos sean muy inteligentes, excepto en sus hábitats salvajes, pero nunca había visto un oso blanco. En uno de los show, un hombre tenía un oso blanco que era tan inteligente como un hombre. Él hacía lo que él decía —cargaba un trozo en su hombro, justo como lo haría un hombre—; luego, cuando se lo ordenaron, se lo 58 Turcos.

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puso de nuevo. Hizo muchas otras cosas, y parecía saber exactamente lo que le decía su encargado. Estoy seguro que ningún oso pardo podría ser entrenado para hacer esas cosas.

Una vez los guardias me pusieron en una pequeña casa59 que tenía cuatro ventanas. Cuando estuvimos sentados, la pequeña casa comenzó a moverse a lo largo de la tierra. Entonces los guardias llamaron mi atención con algunas cosas curiosas que tenían en sus bolsillos. Finalmente me dijeron que mirara hacia fuera, y cuando lo hice sí que me asustaron, porque nuestra pequeña casa se había ido para arriba por el aire y la gente abajo en el piso de la feria lucía no más grandes que las hormigas. Los hombres se rieron de mí por haberme asustado; entonces me dieron un lente para que mirará a través (yo tuve a menudo de esos lentes, los cuales los tomé de oficiales muertos después de batallas en México y otros lugares), y pude ver ríos, lagos y montañas. Pero nunca había estado así tan alto en el aire e intenté mirar el cielo. No había estrellas, y no pude mirar el sol a través de este vidrio porque el brillo lastimó mis ojos. Finalmente bajé el lente y como todos se reían de mí, yo también comencé a reír. Luego ellos dijeron, “¡salga!” y cuando miré estábamos en la calle otra vez. Después de que estuvimos seguros en la tierra, observé muchas pequeñas casas subiendo y bajando, solamente no puedo entender cómo viajaban. Estas son pequeñas casas muy curiosas.

Un día fuimos a otro show, y tan pronto como estuvimos adentro, cambió en noche.

Era una noche verdadera, porque podría sentir el aire húmedo; pronto comenzó a tronar y los relámpagos destellaban; eran relámpagos verdaderos, también, uno cayó justo arriba de nuestras cabezas. Lo esquivé y traté de correr lejos, pero no podría decirles para donde ir para salir. Los guardias me indicaron que aguardara y así que me quedé. Enfrente de nosotros, una pequeña gente extraña comenzó a salir a la plataforma; entonces al mirar para arriba otra vez, todas las nubes se fueron y podía ver brillar las estrellas. La pequeña gente en la plataforma no parecía ganar nada por lo que hacían; me reí de ellos. Toda la gente alrededor de donde nos sentamos parecía estarse riéndose de mí.

Fuimos a otro lugar y el encargado nos puso dentro de un cuarto que parecía estar

hecho como una jaula; luego todo lo que estaba alrededor parecía moverse; pronto el aire parecía azul, después había nubes negras que se movían con el viento. Luego rápidamente afuera se puso claro; entonces vimos algunas delgadas nubes blancas; después las nubes aumentaron su densidad, y llovió y granizó con truenos y relámpagos. En seguida el trueno se retiró y un arco iris apareció en la distancia; luego llegó la oscuridad, la luna color de rosa y millares de estrellas salieron. Pronto el sol subió, y salimos del pequeño cuarto. Este era un buen show, pero era tan extraño y sobrenatural que me alegré de estar en la calle otra vez.

Entramos a un lugar en donde hacían cristalería. Había pensado siempre que estas

cosas se hacían a mano, pero no es así. El hombre tenía un pequeño instrumento curioso, y siempre que él soplara dentro de un pequeño resplandor, el vidrio tomaría cualquier forma que él quisiera. No estoy seguro, pero pienso que si yo tuviera esta clase de instrumento podría hacer lo que deseara. Parece haber un encantamiento sobre él. Pero supongo que es muy difícil conseguir esos pequeños instrumentos, u otra gente los tendría. La gente en 59 Es la rueda de la fortuna de México y conocida en Guatemala como rueda de Chicago (N. del traductor).

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este show estaba ansiosa por comprar las cosas que el hombre hacía y lo tuvieron tan ocupado, que no pudo sentarse en todo el día. Compré muchas cosas curiosas en ese lugar y las traje a casa conmigo.

Al final de una de las calles algunas personas fueron puestas en una torpe canoa, sobre una clase de repisa y resbalando abajo dentro del agua.60 Parecían disfrutar en ella, pero parecía demasiado espantosa para mí. Si una de estas canoas hubiera salido de su trayectoria, seguramente la gente se hubiera herido o matado.

En la feria había alguna pequeña gente marrón61 que las tropas de Estados Unidos

capturaron recientemente en algunas islas lejanas de aquí. No usaban mucha ropa, y pienso que no debía habérseles permitidos venir a la feria.

Pero ellos mismos no parecían saber algo mejor. Tenían algunos pequeñas platos de bronce e intentaban tocar música con éstos, pero no pensé que fuera música —era solamente un traqueteo—. Sin embargo, bailaron con ese ruido y parecían pensar que hacían un show fino.

No sé que tan verás era el informe, pero oí que el presidente los envió a la feria de

modo que pudieran aprender algunas maneras, y para cuando se fueran a su hogar, pudieran enseñar a su gente cómo vestirse y cómo comportarse.

Estoy alegre de haber ido la feria. Observé muchas cosas interesantes y aprendí

mucho de la gente blanca. Son una gente muy buena y pacífica. Durante todo el tiempo que estuve en la feria nadie intentó lastimarme de ninguna manera. Si esto hubiera sido entre los mexicanos, estoy seguro que hubiera estado obligado a defenderme a cada rato.

Deseo que toda mi gente hubiera asistido a la feria.62

Capítulo XXII

Religión

En nuestra concepción primitiva, sólo nuestras relaciones con Usen y con los

miembros de la tribu se consideran responsabilidades religiosas. En cuanto al estado futuro, las enseñanzas de nuestra tribu no fueron específicas, es decir, no teníamos ninguna idea definida de nuestras relaciones y su entorno después de la vida. Creíamos que había una vida después de ésta, pero nunca nadie me indicó que parte del hombre vive después de la muerte. He visto morir a muchos hombres; he visto muchos cuerpos humanos podridos,

60 Son canoas resbalando en un canal inclinado, en inglés se llaman “ Shooting the Chute”, en la actualidad se ven en los parques acuáticos (Nota del traductor). 61 Igorrotes de las Filipinas. 62 Gerónimo también fue llevado a las exposiciones de Omaha y Buffalo (Nuevo York), pero durante ese período de su vida era hosco y no mostró ningún interés en las cosas. La exposición de San Luis Missouri fue celebrada después de que él había adoptado la religión cristiana y había comenzado a intentar entender nuestra civilización.

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pero nunca he visto esa parte que se llama el espíritu; no se que es eso; ni tengo una idea para entender esta parte de la religión cristiana.

Creímos que la descarga de sus obligaciones haría su vida futura más placentera,

pero si esa vida futura era peor que esta vida o mejor, no lo sabíamos, y nadie estaba capacitado para hablarnos de ella. Tenemos la esperanza que en el futuro las relaciones de la vida de la familia y de la tribu serían reasumidas. De una manera lo creíamos, pero no lo conocíamos.

Una vez cuando vivíamos en la reservación de San Carlos, un indio me contó que

mientras yacía inconsciente en el campo de batalla, él realmente había muerto, y había pasado a la tierra del espíritu.

Primero él vino hacia una mata de bayas que crecía fuera de una cueva en el suelo. Ante esta cueva un guardia había sido colocado, pero cuando él se acercó sin miedo, el guardia lo dejó pasar. Descendió a la cueva, y tomó por una pequeña vereda que se ampliaba y terminaba en una roca perpendicular de muchos cientos de pies de ancho y alto. No había mucha luz, pero mirando directamente con fijeza debajo de él descubrió una pila de arena que desde la profundidad hasta la roca en la que él estaba, alcanzaba unos veinte pies. Agarrándose de un arbusto, se balanceó en la orilla de la roca y cayó sobre la arena, resbalando rápidamente hacia abajo por el lado inclinado hasta la oscuridad. Aterrizó en un estrecho pasaje que corría hacia el oeste a través de un cañón, el cual gradualmente se iluminó más y más, hasta que pudo ver como si hubiese luz del día; pero no había sol. Finalmente, llegó a una sección de este pasaje que era más ancha por una corta distancia y luego se cerró abruptamente para continuar por una senda estrecha; justo donde esta sección se hizo angosta, dos serpientes enormes estaban en espiral, y alzaban sus cabezas, le silbaban mientras se acercaba, pero él no mostró miedo, y tan pronto como se acercó, ellas se retiraron tranquilas y lo dejaron pasar. En el siguiente lugar, donde el pasaje se abrió a una sección más amplia, habían dos osos pardos preparados para atacarlo, pero cuando se acercó y les habló, se hicieron un lado y pasó ileso. Continuó siguiendo el pasaje estrecho y una tercera vez se ensanchó y dos leones de montaña se agazaparon en el camino, pero cuando se había acercado a ellos sin miedo y les había hablado, también se retiraron. Nuevamente entró al pasaje estrecho. Por algún tiempo continuó siguiéndolo, emergiendo en una cuarta sección más allá de la cual él no podía ver nada: las paredes posteriores de esta sección se juntaban en intervalos regulares con tremendos sonidos, pero cuando él se acercó a ellas, se mantuvieron separadas hasta que hubo pasado. Después de esto, le pareció estar en un bosque, y siguiendo un trazo natural que conducía hacia el oeste, pronto entró en un valle verde, donde habían muchos indios acampando y un montón de presas. Él dijo que él vio y reconoció a muchos que había conocido en esta vida, y que cuando lo trajeron de nuevo a la conciencia, él lo había lamentado mucho.

Le dije que si supiera que esto era cierto, yo no querría vivir otro día más, pero por

algunos significados, [no se] si por mis propias manos pudiese morir para disfrutar de estos placeres. Yo mismo he yacido inconsciente en el campo de batalla y mientras he estado en esa condición he tenido algunos pensamientos o experiencias extrañas; pero son muy confusas y no puedo recordarlas bastante bien como para hablar de ellas. Muchos indios

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creyeron a este guerrero, y yo no puedo decir si dijo la verdad. Deseo saber que lo que el dijo es una verdad incuestionable. Pero quizás tampoco estemos seguros.

Desde que comenzó mi vida como prisionero, he estado escuchando las enseñanzas

de la religión del hombre blanco y en muchos aspectos creo que es mejor que la religión de mis padres. De cualquier modo, yo he rogado siempre y creo que el Todopoderoso me ha protegido siempre.

Creyendo de una manera sabia que ir a la iglesia es bueno y que el estar asociado

con los cristianos mejoraría mi carácter, yo he adoptado la religión cristiana.63 Creo que la iglesia me ha ayudado mucho durante el breve tiempo que he sido un miembro. No estoy avergonzado de ser un cristiano, y estoy contento de saber que el Presidente de los Estados Unidos es un cristiano, porque sin la ayuda del Todopoderoso no pienso que él pudiera decidir correctamente por mucha gente. He aconsejado a toda mi gente que no son cristianos, estudiar esa religión, porque me parece la mejor religión que le permite a uno vivir correctamente.

Capítulo XXIII

Esperanzas para el futuro

Estoy agradecido que el presidente los Estados Unidos me haya dado permiso para contar mi historia. Espero que él y aquellos con autoridad la lean y juzguen correctamente como ha sido tratada mi gente.

Hay una gran cuestión entre los apaches y el gobierno. Por veinte años hemos sido

prisioneros de guerra detenidos bajo un tratado que fue hecho con el general Miles, por parte del gobierno de los Estados Unidos, y yo mismo, como representante de los apaches. No todo el tiempo, el tratado ha sido apropiadamente observado por el gobierno, aunque en el presente, se está cumpliendo más que en el pasado. En el tratado con el general Miles acordamos ir a un lugar fuera de Arizona y aprender a vivir como la gente blanca lo hace. Pienso que ahora mi gente es capaz de vivir de acuerdo con las leyes de los Estados Unidos, y por supuesto, le gustaría tener la libertad de volver a esa tierra que es nuestra por derecho divino. Nos estamos reduciendo en números, y estamos aprendiendo que el cultivo del suelo no requerirá tanto como antes era necesario. No pedimos toda la tierra que nos fue dada por el Todopoderoso en el principio, sino que allá podamos tener suficientes tierras para cultivar. Por las que nosotros no necesitamos, estamos alegres por los hombres blancos que las cultivan.

Ahora estamos detenidos en tierra Comanche y Kiowa, las cuales no se adecuan a

nuestras necesidades —por su supuesto, estas tierras y este clima se adaptan a los indios que habitaron originalmente en ella—, nuestra gente está disminuyendo en números aquí, y continuará disminuyendo a menos que se le permita volver a su tierra nativa. Tal resultado es inevitable. 63 Gerónimo se unió a la iglesia reformada holandesa y fue bautizados en el verano de 1903. Asiste a los servicios regularmente en la misión Apache, en la Reservación Militar del Fuerte Sill.

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No hay clima o suelo que para mi mente, sean iguales a los de Arizona. En Arizona

podríamos tener un montón de buena tierra de cultivo, llena de hierba, llena de bosque y llena de minerales que el Todopoderoso creó para los apaches. Es mi tierra, mi hogar, la tierra de mis padres, a la cual ahora pido se nos permita volver. Quiero pasar mis últimos días allá y que me sepulten en las montañas. Si esto pudiese ser, yo podría morir en paz, siento que mi gente, ubicada en sus hogares nativos, aumentaría en números, más que disminuir como en el presente, y que nuestro nombre no se extinguiría.

Sé que si colocaran a mi gente en la región montañosa que descansa en las

cabeceras del río Gila, viviría en paz y actuaría según la voluntad del presidente. Sería próspera y labraría la tierra y aprendería la civilización de los hombres blancos, la cual ahora respeta. Si pudiese ver esto logrado, pienso que podría olvidar todos los males que siempre he recibido, y morir como un viejo satisfecho y feliz. Pero no podemos hacer nada en esta materia nosotros solos —debemos esperar hasta que la autoridad decida actuar—. Si esto no se puede hacer durante el curso de mi vida —si debo morir en la esclavitud—, espero que el remanente de la tribu apache pueda, cuando yo me haya ido, concedérsele el privilegio que ellos demandan —para volver a Arizona—.

Gerónimo y jefes de otras etnia indígenas estadounidenses. Gerónimo es el tercero de izquierda a derecha. (Posiblemente 1900) Fotografía de Edward S. Curtis. Actualmente libre de derechos de autor. No está en el libro original.