fouilloux etienne - la fase antepreparatoria del concilio vaticano ii (1959-1960)

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    LA FASE ANTEPREPARATORIA (1959-1960)

    El lento camino para salir de la inercia

    E t ie n n e F o u i l l o u x

    1. El Vaticano II, un acontecimiento?

    Qu relacin puede establecerse entre la convocatoria del vigesimoprimerconcilio general de la Iglesia catlica y el clima peculiar de los aos 1950-1960? La interpretacin del gesto de Juan XXIII depende ya, al menos en parte, de la respuesta a esta pregunta: es completamente autnomo o se ha dejado influir de alguna manera por dicho clima?1. Lo cierto es que la historia antigua y reciente de los concilios, que recordaremos, aboga sin duda por la segunda hiptesis: las mltiples interferencias entre las guerras de religin y eldesarrollo catico del concilio de Trento, que se prolong desde 1545 hasta1563; la interrupcin inesperada del anterior concilio Vaticano I debido a laguerra franco-prusiana y a la entrada en Roma de las tropas italianas, en 1870.

    No habra renunciado quizs el mismo Po XII a reanudar este ltimo acausa de la guerra fra? Por lo que podemos adivinar de su decisin, sus razones habran sido ms bien de orden interno: el coste de la operacin despusde un terrible conflicto mundial, las divergencias sobre la futura asamblea en elequipo de preparacin...2. Pero su renuncia no habra tenido nada que ver nisiquiera con el paroxismo del enfrentamiento este-oeste, que probablemente

    habra privado a su concilio de la asistencia de los episcopados del mundo comunista, manifestando as una nueva divisin de la catolicidad? Baste recordarque los trabajos preparatorios comenzaron el 15 de marzo de 1948 (poco des

    pus del golpe de Praga) y concluyeron en enero de 1951 (comienzo de laguerra de Corea).

    Estos precedentes invitan a considerar la coyuntura especfica del momentodel anuncio y de la preparacin del Vaticano II para tratar de constatar las con-

    1. Las observaciones que siguen son al mismo tiempo indispensables y pobres: es imposibledar aqu una visin completa de la historia general, pero en todo caso es necesario describir el con

    texto en el que nace el Vaticano II... Entre quienes lo han tratado antes de nosotros, cf. G. Martina, El contexto histrico en que naci la idea de un nuevo concilio ecumnico,en R. Latourelle(ed.), Vaticano II. Balance y perspectivas, Salamanca 1989, 26-64.

    2. F.-Ch. Uginet,Les projets de concite gnral sous Pie XI et Pie XII,enDeuxime,75-78.

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    vergencias o discordancias entre la futura asamblea y el momento histrico. Sinembargo, se puede dejar de insinuar, anlogamente, que las primeras fueron

    bastantes ms que las segundas? Por muy diversos motivos, la situacin que hereda Juan XXIII no es ya la que bloqueaba a su predecesor: el mundo que haba salido de la guerra fra est cambiando, a pesar de que an no vea clarala direccin que ha de tomar; pero slo este retorno a la flexibilidad facilita laestabilidad de un concilio que su iniciador presenta ms bien como un conciliode movimiento.

    Vacilaciones? A los que albergan pensamientos sombros los estragos de laguerra fra les dan an demasiados motivos para anunciar lo peor, es decir, unconflicto atmico al que las premisas de una rpida conquista del espacio abrenhorizontes vertiginosos: el Sputnik sovitico de 1957, el Explorer americano de1958, Gagarin en el espacio el 12 de abril de 1961... Sabemos ahora cmo exa

    geraban los soviticos; pero quin dudaba entonces de su superpotencia?Por otra parte, en Europa el fuego sigue todava latente bajo las cenizas en

    no pocos lugares: Imre Nagy, considerado responsable de la revuelta de Hungra de otoo de 1956, es ejecutado el 16 de junio de 1958; por dos veces se endurece la postura comunista sobre Berln: primero en noviembre de 1959, perosobre todo en agosto de 1961, con la construccin del famoso muro destinadoa interrumpir la huida de los alemanes del este hacia la repblica federal, lo que

    provoc una viva reaccin del presidente americano Kennedy... Pero esta crisis

    ser la ltima.Fuera de Europa, la propagacin del comunismo tiende a multiplicar los lu

    gares de enfrentamiento. A comienzos de enero de 1959, Fidel Castro y sushombres entran en La Habana, abandonada por el dictador Batista; el rgimenque all se instaura no tarda en radicalizarse; los americanos intentan eliminarlo de una forma poco diestra y eficaz, ya que no soportan esta base roja tancerca de sus costas. Kruschev sostiene a Cuba hasta el punto de proporcionarle por mar armas atmicas, justo en el momento en que se rene el Vaticano II;la crisis de los misiles pone al mundo al borde de un choque directo USA-URSS. Estamos en octubre-noviembre de 1962. Esta crisis, la ltima de tantaamplitud entre las dos potencias, fue al mismo tiempo la ms seria.

    La verdad es que todo esto no era muy estimulante para un papa! La destruccin generalizada sigue siendo posible con los nuevos y potentes arsenalesdestructivos. Pero no lleg a producirse: la firmeza de Kennedy, pero tambinla sensatez de Kruschev, tuvieron razn: el leadersovitico, particularmente,

    supo imponer la prudencia a su fogoso aliado cubano, como atestigua la publicacin de su correspondencia3.

    Desde la primavera de 1962, la doctrina del secretario de defensa norteamericano McNamara prevea una respuesta gradual, golpe por golpe, y no unarespuesta global para cada circunstancia: el equilibrio del terror impona sus le-

    3. Le Monde, 24 noviembre 1990: sobre el conjunto del contexto internacional, cf. R. Frank,Vatican I! entre guerre froide et detente (1962), enE. Fouilloux (ed.), Vatican II commence... Ap-

    proches francophones,Bibliotheek van de Faculteit der Godgeleerdheid, Leuven 1993, 3-13.

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    yes. Por otra parte, las crisis intermitentes son cada vez ms raras respecto alperiodo anterior. No son ms que fisuras en un entramado de negociaciones,ininterrumpidas aunque delicadas, entre americanos y soviticos: ninguno sue

    a en bajar la guardia; pero hay dilogo. Los dos K son hoy dos personajes demasiado discutidos en sus mutuos pases, para que se pueda hacer justicia sobre lo que le corresponde a cada uno: haber alejado el peligro de guerra caliente que comportaba la guerra fra, sustituyndolo por una competicinininterrumpida, que no es todava coexistencia pacfica.

    Esta distensin precaria provoca cambios sensibles en el orden mundial,cambios que a su vez la alimentan. En el mbito de las relaciones internacionales hay que sealar ante todo, si no la desarticulacin de los bloques, almenos el retomo a un cierto pluralismo en cada uno de ellos; en julio de 1959es cuando De Gaulle empieza a manifestar su intencin de independizarse de la

    NATO; mucho ms grave es en el este la ruptura chino-sovitica que se perfilaa partir de 1958. Por lo contrario, algunas zonas geogrficas hasta ahora su

    bordinadas refuerzan sus alianzas dentro del mundo occidental. Este es el caso,sobre todo, de la pequea Europa de los seis, con su recuperacin econmicaentre 1957 y 1962. El 17 de agosto de 1961, en Punta del Este, se inaugura enAmrica latina la Alianza por el progreso, sugerida por Washington, que represent entonces una esperanza de colaboracin menos desequilibrada con uncontinente bajo tutela, a pesar de que su independencia se remontaba formalmente a comienzos del siglo XIX.

    Pero el elemento ms importante de la diversificacin del mundo, en aquella poca, no es sino la segunda descolonizacin. Es verdad que esta va acompaada de conflictos sectoriales: en el ex-Congo belga (1960-1961), en la Argelia francesa (1954-1962), e incluso en Vietnam, donde se complic seriamente la situacin al final de los aos 50... Pero, por dolorosos que sean, estosconflictos no son sino la otra cara de un fenmeno emancipatorio mundial, lleno de esperanza en el momento de nacer: al comienzo de los aos 60, la mayor

    parte de los pueblos colonizados en el siglo XIX logran sin demasiados problemas la independencia. Con ello desaparece uno de los mayores motivos deconflicto, mientras que brota en Bandung (1955), en se que cada vez se llama

    con mayor frecuencia tercer mundo, el germen de una tercera fuerza internacional, definida por su negativa a afiliarse a ningn bloque por parte de algunos de los artfices carismticos de la descolonizacin (Nasser, Nehru, Sukar-no). De forma paralela, el tercer mundo se convierte, para esos mismos bloques, en una especie de desafo o de frontera, cuyo desarrollo se disputaban

    pacficamente por aquella poca.Esta nueva frontera que es la ideologa del desarrollo, que triunfaba por

    los aos 60, constituye solamente uno de tantos aspectos del optimismo entonces reinante. Las ruinas de la guerra haban logrado superarse con mayor rapidez de la prevista. De ambos lados del teln de acero, la industria y la ciudad se fueron imponiendo definitivamente a la economa rural tradicional, gracias a las nuevas tecnologas. Pero quin se da cuenta de que estas revoluciones socio-demogrficas afligan tambin al tercer mundo, sin ninguna contra-

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    partida real? Porque el crecimiento econmico que se buscaba tras el final dela reconstruccin no parece tener lmites, ni en el espacio ni en el tiempo. Unavez ms, el capitalismo reforzado suea tanto con el final de la crisis como con

    una expansin ilimitada. En cuanto al comunismo de Kruschev, les prometems que nunca un enganche inminente. Por otra parte, los dos rivales inician,cada uno con sus mtodos, a una seria competencia para sacar al tercer mundodel subdesarrollo: los soviticos se comprometen en la construccin de la presa de Assuan en septiembre de 1958; en cuanto a la Organizacin europea decooperacin econmica (OECE), encargada de gestionar las ayudas americanas, se trasforma a partir de 1960 en Organizacin de cooperacin y desarrolloeconmico (OCDE)... No solamente vuelve la esperanza de una paz mundialduradera, a pesar de algunos irritantes conflictos sectoriales, sino tambin la es

    peranza de un bienestar para todos los habitantes de la tierra: cmo no creer

    en ese cielo despejado despus de tantas borrascas?Los nicos que no se dejan arrastrar por el optimismo general son unos j

    venes intelectuales que no tardan en darse a conocer. Tambin en el mbito delpensamiento parece decisivo el quicio de los aos 1959-1960. En efecto, vemosesbozarse entonces una crtica radical de los valores sobre los que se habaconstruido el mundo despus de Auschwitz e Hiroshima, valores basados en unhumanismo progresista, en una voluntad de compromiso por la paz y por la dignidad del hombre: humanismo liberal ciego ante las taras del mundo libre,humanismo cristiano poco sensible a los errores de las Iglesias, humanismomarxista sordo a los clamores del gulag.Hurfanos de todas las ortodoxias, lade Stalin, la de Traman.... o la de Po XII, profundamente marcados por los horrores de las guerras coloniales y por el nacimiento de los nacionalismos indgenas, algunos pensadores llegan hasta el punto de denunciar brutalmente todas las hipocresas que no vacilan en destruir a cuantos se oponen a sus doctrinas. En Cuba, en Argelia, luego en Vietnam, las luchas armadas por la inde

    pendencia les parecen preadas de futuras revoluciones. Y teorizan todo lo queobservan: lejos de dominar la naturaleza, la propia conciencia o la historia, elhombre se ve movido por fuerzas oscuras e implacables que se agitan en ellas:se trata de Marx revisado por Althusser y de Freud corregido por Lacan. La cr

    tica del humanismo en el terreno filosfico va acompaada de la destruccin desus corolarios estticos: relato lineal (le nouveau romno la nouvelle vagueenlo que se refiere al cine), ruptura de los ritmos meldicos habituales (free jazz,msica electro-acstica), desaparicin o desmembramiento de la figura humana (artes plsticas). Esta agresin de una litecontra la cultura clsica, que pretenda ser universal, es contempornea de otra agresin, mucho ms terrible: laagresin de la cultura de masas, a base de sonidos e imgenes difundidas en todo el mundo por la televisin; el Vaticano II ser el primer concilio televisado,al menos en las ceremonias oficiales. Se trata de una cultura hedonista y no crtica, pero que logra un xito fulgurante entre los jvenes del baby-boom,comodemuestra la moda precoz de los Beatles, a partir de... 1962.

    Esta es la descripcin, a grandes rasgos, del escenario en el que se est preparando el Vaticano II. Podra alguien decir si todos y cada uno de estos ele-

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    mentos estaba presente en la mente del papa en el momento de su decisin? Pero ste es su contexto, por el que estaba ms o menos influido, y del que parece tomar en consideracin tan slo los aspectos positivos: indirectamente, sin

    duda, la convocatoria del concilio se beneficia del optimismo econmico, poltico y cultural general. Sera intil buscar vnculos ms estrechos: hemos decontentamos con afirmar, y no es poca cosa, que la decisin pontificia pareceestar en consonancia, por su voluntad de unin y de apertura, con una de lastendencias ms fuertes de la poca, tendencia que a su vez contribuir a reforzar notablemente.

    Pero Juan XXIII no infravalora los riesgos de la empresa, sobre todo si sepiensa que vislumbra, aunque sin comprenderlos del todo, los nuevos grmenes de la contestacin4. No es quizs uno de los dramas del Vaticano II haber

    preparado a la Iglesia catlica para una serena renovacin, mientras que de

    semboc de hecho en una crisis que lo atenaz, impuesta por una nueva cultura hedonista y una nueva cultura crtica? Su sorprendente adhesin al optimismo de los golden sixties se convierte as, a partir de 1964-1965, es decir, condemasiada rapidez para que se puedan corregir los tiros, en un handicap frenteal pesimismo que vuelve a renacer.

    2. Una Iglesia en dolores de concilio?

    Pero no terminemos antes de empezar! Del resumen del panorama de unmundo totalmente en cambio, hemos de pasar ahora a un retrato menos impresionante del catolicismo al que Juan XXIII propone un concilio ecumnico, enel sentido romano de la palabra, el 25 de enero de 1959.

    a) Supervivencia de una tradicin conciliar?

    Su asombro... no puede menos de asombrar al historiador. En realidad, setrata de un doble asombro: primero, porque el sumo pontfice admite la necesidad de una puesta al da de la Iglesia catlica; y asombro, adems, de ver queesta puesta al da tenga que asumir la forma de un concilio. Interesmonos ante todo por la segunda cuestin, antes de analizar la primera.

    4. Luego, con un ansia dominada por su serenidad, el sumo Pontfice me habla de la conmocin espiritual que han provocado en la cristiandad las gigantescas agitaciones del siglo. En to

    dos los pueblos europeos y asiticos sometidos al comunismo, la comunidad catlica se ve oprimida y aislada de Roma. Pero tambin en otras partes, bajo los regmenes libres, se desencadena

    una especie de contestacin difusa, si no contra la religin, al menos contra su accin, sus reglas,su jerarqua, sus ritos. Sin embargo, a pesar de la preocupacin que le causa esta situacin, el pa

    pa no ve en ella ms que una crisis, que se aade en nuestra poca a las que la Iglesia ha soporta

    do y superado despus de Jesucristo. Cree que poniendo en obra sus propios valores de inspiracin y de anlisis, no dejar, una vez ms, de recobrar su equilibrio: Charles de Gaulle,Mmoires d espoir, I. Le renouveau, 1958-1962, Pars 1970, 204-205 (relacin de la audiencia de JuanXXIII al presidente de la repblica francesa, 27 junio 1959).

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    Es que haba desaparecido la tradicin conciliar en la cristiandad del sigloXX? Desde luego que no! Pero est mucho menos presente dentro del catolicismo que fuera de l. Es en el mundo ortodoxo donde sigue estando ms viva.

    Encuentra incluso en l, en situaciones de urgencia, una nueva juventud. Buena prueba de ello es el concilio reformador de la Iglesia rasa, que se desarrollaa trancas y barrancas en medio de los sobresaltos revolucionarios de 1917-1918; no slo se restaura entonces el patriarcado de Mosc, suprimido por Pedro el Grande, sino que se fundamenta toda su obra en la sobornost,es decir enla conciliaridad. Sin esta reorganizacin, es fcil que la Iglesia rasa no hubierasobrevivido a la persecucin ulterior.

    Ser acaso contagioso el ejemplo? Al terminar la guerra mundial, la Iglesia de Constantinopla no se encuentra en mejor situacin, tras el desmembramiento del imperio otomano; sin embargo, se es el momento escogido por su

    snodo para lanzar al mundo cristiano, en 1920, una llamada a constituir una especie de sociedad de Iglesias al estilo de la Sociedad de naciones, a fin de responder mejor a lo retos que se plantean. Este texto alimentar los primeros pasos del movimiento ecumnico; pero no se continu en oriente. Es de nuevo enConstantinopla donde se celebra, en la primavera del 1923, una asamblea pa-nortodoxa que formula la hiptesis de reunir un concilio de todas las Iglesiasbizantino-eslavas. Se evoca de nuevo este proyecto durante el congreso de teologa ortodoxa de Atenas, en otoo de 1936. Pero las mltiples rivalidades internas (conservadores/reformadores; Mosc/Constantinopla), y ms an la difcil supervivencia de alguna de las principales Iglesias implicadas, impiden suconcrecin. Habr que aguardar a 1952 para ver cmo otro patriarca de Constantinopla, Atengoras, recoge esta dea con sabia prudencia, idea cuyo intersno se escap al antiguo nuncio apostlico en Turqua, Angelo Giuseppe Roncalli. La perspectiva de un concilio panortodoxo atraviesa, por tanto, la primera mitad del siglo XX..., pero sin el ms pequeo indicio de realizacin.

    El panorama eclesistico se modifica ms velozmente en la parte anglo-protestante, con un apoyo interesante de la parte oriental. Hemos de aludir aqua la aparicin del movimiento ecumnico, cuyos xitos Roma no puede ignorar. Nacidas en la coyuntura que surgi inmediatamente despus de la primera

    guerra mundial, sus dos orientaciones celebran sus conferencias inaugurales: enEstocolmo, en 1925, para el movimiento del cristianismo prctico (Life andWork)y en Lausanne, en 1927, para la orientacin doctrinal (Fe y Constitucin,Faith and Order).Los dos organismos acuerdan en 1937, en Oxford y en Edimburgo, su fusin en un Consejo ecumnico de las Iglesias, cuya creacin retras en diez aos la segunda guerra mundial. Esto se hizo en Amsterdam en 1948:invirtiendo una corriente centrfuga secular, los cristianos separados de Romaemprenden oficialmente el camino de la cooperacin y del dilogo. El Conse

    jo, con sede en Ginebra, no se presenta ni como la Iglesia de Jesucristo en latierra, ni como una superiglesia: se contenta con ser una asamblea fraternal de

    Iglesias que aceptan a nuestro Seor Jesucristo como Dios y Salvador5, segn

    5. A fellowship of Churches which accept our Lord Jess Christ as God and Saviour.

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    lo establecido en Amsterdam. Sobre esta base, que rene desde su origen a 147denominaciones diversas, el organismo ginebrino se desarroll hasta el puntode acoger dentro de s, desde su tercera asamblea general (Nueva Delhi, 1961),

    al Consejo internacional de misiones y a la mayor parte de las Iglesias del mundo sovitico. Configura entonces su base en un sentido expresamente trinitario, para satisfacer a sus nuevos miembros orientales. De esta forma el movimiento ecumnico, del que se ha convertido en expresin a pesar de algunas reticencias fundamentalistas, se acerca al vrtice de su representatividad cuandollega el anuncio del concilio romano: la casi totalidad de los cristianos no catlicos entrarn a formar parte de l en breve tiempo. Sus diferentes instancias notienen nada que sea propiamente conciliar, ya que no son ms que una emanacin de las iglesias-miembros, sin ninguna autoridad sobre ellas. Pero la prctica va ms all de la definicin de los lmites jurdicos: la existencia misma del

    Consejo y de las mltiples instancias que ste anima, crea en el seno de la cristiandad no romana un flujo de intercambios totalmente inconcebible en el sigloanterior. Y hace que se viva en l algo de la vida colectiva de la Iglesia6.

    Pero Roma dej pasar largos aos sin tener en cuenta todo esto. No slo lasanta Sede se neg a unirse al movimiento, como le haban propuesto desde el

    principio, sino que prohibi a sus miembros participar en l. Tras la pequeaapertura de Lund (Fe y Constitucin,1952) y la clausura de Evanston (segunda asamblea general, 1954), la cuestin de los observadores sigue obsesionando todava a los especialistas en vsperas del Vaticano II: por primera vez

    estuvieron presentes en New Delhi y en Roma al ao siguiente7. En lneas generales, el Vaticano II se mantiene prudente, por no decir receloso, frente alConsejo de Ginebra, convertido en una organizacin no gubernamental religiosa. No es posible ignorar su existencia, pero no se acepta que asuma una fisonoma similar a la propia. Por tanto, a pesar del inters de Juan XXIII por losacontecimientos de oriente, parece excesivo hablar de una influencia conciliarno catlica, a no ser muy diluida, en las premisas del Vaticano II.

    En cuanto a la tradicin conciliar catlica, parece encontrarse ms bien enmalas condiciones. Ciertamente, despus de su suspensin a finales de octubrede 1870, sigue en pie un problema a propsito de la asamblea del Vaticano: es

    justo que termine un concilio cuya misin no era limitarse a definir el dogmadel primado y la infalibilidad pontificia en determinadas condiciones? Se haban distribuido entonces 14 esquemas a los padres conciliares y haba comenzado la discusin de tres de ellos, dos de los cuales se referan a las competenciasy a los deberes de los obispos. Esta precisin no es superflua, teniendo en cuenta que la interrupcin hizo que se reforzase el poder pontificio respecto al delepiscopado. De hecho, la gran cuestin que segua en suspenso desde 1870 era

    justamente sta: qu lugar ocupan los obispos al lado del papa?8.

    6. Cf. R. Rouse-St. Ch. Neill (eds.),A History ofthe Ecumenical Movement, 1517-1948,Lon-

    don 21967; H. E. Fey (ed.), The Ecumenical Advance, 1948-1968,London 1970.7. E. Fouilloux,Les catholiques et l unit chrtienne du XlXe au XXe sicle. Itinraires euro-

    pens d expression frangaise,Pars 1982, 777-817.8. J. Gadille, Vatican I, concite incomplet?,enDeuxime,33-45.

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    Aunque nos falta todava la documentacin original, podemos avanzar la hiptesis de que los diversos sucesores de Po IX pensaron en una posible reanudacin del concilio Vaticano. Los indicios de este propsito, tenues en Po X y

    Benedicto XV, son suficientemente claros en Po XI y Po XII, hasta el puntode servir de base a un proceso de relanzamiento que, en los dos ltimos casos,lleg bastante lejos. El intento del papa Ratti comienza en 1922 con la creacinde una pequea comisin de telogos, encargados de hacer un balance del concilio de Po IX. Pero no tenan que limitarse a esto: el Cdigo de derecho cannico de 1917 puso fin a un gran nmero de cuestiones que deberan habersediscutido entonces; por otra parte, la evolucin de la Iglesia durante medio siglo hizo que surgieran otros problemas que sera difcil ignorar, empezando porlos del modernismo, doctrinal o social. Esta inevitable extensin del programamultiplic las divergencias entre los que queran reforzar las condenas prece

    dentes y los que, como el cardenal Ehrle, deseaban que se aflojase la mordazaantimodemista. Adems, era o no oportuno anticipar un concilio sobre la posible resolucin de la cuestin romana? En una proporcin difcil de precisar,estos dos factores concurrieron a que se interrumpiera la preparacin en 1924,a pesar de la respuesta favorable de una gran mayora del episcopado consultado el ao anterior9.

    Tras el levantamiento de la hipoteca de la cuestin romana por los pactos deLetrn en 1929, en los aos siguientes se multiplican los sondeos en favor dela reanudacin del concilio Vaticano; los ha expuesto recientemente GiuseppeButturini, que piensa que se alcanz la cuota ms alta diez aos ms tarde, conlas memorias redactadas por el secretario de la Congregacin de PropagandaFide, monseor Celso Costantini, en el momento del cnclave que elegira alcardenal Pacelli como sucesor de Po XI. Pero su proyecto es bastante distinto,en la medida en que deja de lado tanto la conclusin de la asamblea del 1869-1870 y la condena de los errores recientes, para proponer a la Iglesia de la segunda mitad del siglo XX un programa prudentemente reformista (revalorizacin de la funcin episcopal, retomo de los protestantes, lengua verncula en laliturgia...). En este sentido, Costantini est ms cerca de lo que habra de ser elVaticano II que del concilio anterior. Pero quin lleg a conocer su proyecto,

    renovado diez aos despus? Juan XXIII, por su parte, no lo conoci hasta laprimavera del 1959, es decir, varios meses despus de anunciar su decisin10.

    Sea de ello lo que fuere, la segunda guerra mundial impona otras urgencias! Pero poco despus de terminar, vemos reaparecer la idea en un contexto

    bastante diferente. Asediada por las fuerzas hostiles de origen comunista en elmundo de la guerra fra, la Iglesia tiene que pensar ante todo en defenderse, incluso de los que son o cree que son sus cmplices en su interior: sta es la opi-

    9. A propsito de este episodio y el que vendr luego bajo bajo Po XII, cf. F.-C. Uginet,Lesprojets...,68-75, que utiliza, como todos, los artculos de G. Caprile: Pi XII e la ripresa del con

    cilio Vaticano'. CivCat 117/3 (1966) 27-39; Id., Pi XII, la Curia romana e il concilio: CivCat120/2 (1969) 121-133, 563-575.

    10. G. Butturini,Alie orgini del Concilio Vaticano secondo. Una proposta di Celso Costantini,Pordenone 1988, 350 (proyecto fechado el 12-25 febrero 1939, 69-116).

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    nin que someten a Po XII algunos prelados como Ottaviani o Ruffini. En este espritu es como el papa se pone a trabajar a comienzos de 1949. Sin estar altanto del trabajo desarrollado por su predecesor -algo de todos modos extra

    o-, ordena hacer un nuevo balance de la asamblea vaticana y un estudio de lascuestiones que se haban ido aadiendo desde entonces. Pero el mtodo que sesigue no es ya el mismo: mientras que Po XI haba confiado esta tarea a unacomisin reducida, Po XII pone su preparacin en manos del santo Oficio enla persona de su asesor, monseor Ottaviani, y de los telogos que trabajan para l. La preparacin avanza con rapidez en un sentido restrictivo que no contenta a todos, empezando por el secretario de la comisin central, el jesuta belga Pierre Charles. Estas divergencias sobre la orientacin del futuro concilio,

    junto con las dificultades materiales y la austeridad del momento, mientras elpapa va envejeciendo, llevan a arrinconar un proyecto, que exclua toda consulta al episcopado. Se dice, pero sin pruebas suficientes, que los materiales entonces elaborados fueron utilizados para la redaccin de ulteriores encclicas,

    particularmente laHumani generis del 12 de agosto de 1950". Si fue as, elplanteamiento restrictivo del texto bastara para indicar por dnde iba a ir elconcilio previsto!

    Qu podemos deducir, a propsito de la gnesis del Vaticano II, de estabreve historia conciliar a partir de 1870? No mucho, desde luego, si exceptuamos algunos elementos de discontinuidad. No cabe duda de que el trascurririnexorable del tiempo hace que est cada vez ms lejos el siglo XIX y que ca

    da vez sea menos plausible una pura y simple reanudacin del concilio de PoIX. Pero los trabajos preparatorios de los aos 20 y 40 siguen estando presididos por la voluntad de abordar los nuevos problemas desde la perspectiva esencialmente defensiva del 1870. Sin ninguna relacin aparente entre ellos, tam

    poco la tienen con la idea que desvela poco a poco Juan XXIII entre 1959 y1962. Quizs sea ms bien en el otro frente donde haya que buscar fragmentosde continuidad: Ehrle, Costantini o Charles no quieren un concilio cerrado, queera por entonces el ms verosmil; Ottaviani y los suyos, estrechamente implicados en el programa pacelliano, intentaron, no sin cierto xito, imponerlo al

    proyecto que poco a poco iba delineando Juan XXIII: de ah los sobresaltos del

    primer periodo del Vaticano II. Pero sera abandonarse a discutibles acrobaciasconsiderar los intentos anteriores de reanudacin como etapas hacia el Vaticano II. Al menos, el espectculo imperfecto de la sinodalidad oriental marc msal papa Roncalli que ciertas peripecias descubiertas tardamente y de forma incompleta1112.

    Esta investigacin de una causalidad lineal es por otra parte un tanto engaosa. En efecto, deja al margen el contexto institucional y teolgico en que se

    11. F.-C. Uginet, Les projets...,75-78, utilizando a G. Caprile, Pi XII e un nuovo progetto diconcilio ecumnico:CivCat 117/3 (1966) 209-227 (texto corregido: Pius XII und das zweite Vati-kanische Konzil,en H. Schambeck (ed.), Pius XII zum Gedachtnis, Berln 1988, 649-691).

    12. A. Melloni, Questa festiva ricorrenza. Prodromi e preparazione del discorso di an-nuncio del Vaticano II (25 gennaio 1992):Rivista di Storia e Letteratura religiosa 28 (1992) 607-616.

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    desarrollan los distintos intentos; y esto es muy importante. Es verdad que unaterminacin normal del concilio Vaticano habra compensado seguramente eldesequilibrio entre el papa y los obispos. Pero tal como concluy, este concilio

    es muy representativo de la evolucin de la eclesiologa catlica tras la revolucin francesa, por no decir tras la reforma catlica. No igualitaria y jerrquica,segn Belarmino, la sociedad Iglesia ha asistido al desarrollo estas dos notas en

    beneficio casi exclusivo del papa y de los rganos de la curia romana. La romanizacin de la Iglesia es simblica en la medida en que el anciano venerabledel Vaticano, despus de 1870 an ms que antes, encarna la resistencia a lasfuerzas del mal coaligadas contra l. Pero es tambin perfectamente real, quizs no tanto por la definicin dogmtica de su infalibilidad en materia de fe yde costumbres, de la que se har un uso restringido, como por la aparicin simultnea, y mucho ms eficaz en concreto, del concepto de magisterio ordina

    rio en 1863. Por falta de lmites precisos, el magisterio ordinario rebasa muchasveces los actos pontificios para extenderse a las decisiones de las congregaciones romanas, especialmente de la Suprema13. Ratificada por las sucesivas encclicas y por el Cdigo de 1917, esta eclesiologa convierte al Vaticano, msque nunca, en el vrtice del catolicismo, y al papa en el pice del mismo, es decir, una especie de soberano absoluto en materia doctrinal, por encima de todaforma de contra-poder. La difusin de las peregrinaciones a Roma y de la devocin a la persona del pontfice son signos del eco espiritual de esta evolucinteolgica.

    En este esquema, al margen de la suerte que pudieron correr los intentos dereanudacin de la asamblea vaticana, no hay lugar alguno para el concilio, aunque mantenga su posibilidad el Cdigo de 1917 (cnones 222-229). Por otra

    parte, no es raro leer en la literatura de vulgarizacin teolgica ciertas condenas inapelables de la hipoteca conciliar, por ejemplo en el autorizadsimoDic-tionnaire de thologie catholique, a comienzos de este siglo: los conciliosecumnicos no son necesarios para la Iglesia14. No es sta ciertamente la opinin de algunos expertos eclesilogos. Pero stos no se hacan muchas ilusiones cuando lleg el anuncio del futuro concilio Vaticano II. Finalmente, ha

    biendo perdido ya las esperanzas de ver alguna vez la continuacin de las gran

    des asambleas, se afirm que, con la definicin de la infalibilidad del papa, haba acabado la era de los concilios, puede escribir en 1960 el benedictino deChevetogne Olivier Rousseau, resumiendo muy bien la opinin del pblicocatlico en cuyo nombre habla15*. Al contrario, se defendi a veces la idea se-

    13. G. Ruggieri, Magistre ordinaire. La lettre Tuas libenter de Pie IX du 21 dcembre 1863, en Le Magistre. Institutions et fonctionnements: Recherches de Science religieuse 71(1983) 259-267, nmero monogrfico.

    14. La Iglesia tiene con la preminencia del romano pontfice el rgano al mismo tiempo ordinario y esencial de la autoridad suprema, y este rgano recibe de l mismo el poder y la gracia

    para decidir todas las cuestiones y afrontar todas las dificultades: J. Forget, voz Conciles,111/1,col. 669.

    15. O. Rousseau,Le Concile et les conciles,Paris-Chevetogne 1960, XV; cf. tambin L'ec-clsiologie au XlXe sicle, Pars 1960.

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    cas sobre el concepto de colegialidad, que si bien fueron suficientes para inspirarel votumdel arzobispo de Utrecht, monseor Alfrink, en 1959, en vsperas del Vaticano II su difusin era an muy restringida20. As pues, desde cualquier ngulo que se mire el problema, era bastante escasa, por no decir nula, la

    probabilidad de un concilio general en la Iglesia catlica a finales de los aos50. A pesar del esfuerzo real por mejorar su funcionamiento local, desde fina-\es &e\ s'\g\o XYX \a lg\es\a catWca se ^ue Y\ac\ervdo cada vez ms IgVesva romana..., en la que slo el papa puede tomar la iniciativa de restaurar la institucin conciliar, que no gozaba precisamente de buena salud.

    Pero adems, un concilio para qu? En la larga historia de la Iglesia el concilio general intervino en cuatro situaciones para desempear cuatro funcionesdiferentes, que permiten distinguir cuatro clases de concilios. En primer lugar,el concilio de unin con una rama del tronco de la cristiandad que retoma a lacasa romana mediante el un acuerdo en la forma debida, suprimiendo el cisma.

    Este fue el caso, por ejemplo, el concilio de Lin en 1274 o el de Florencia en1439, con el oriente bizantino. Ser quizs tambin el Vaticano II un nuevoconcilio de unin, dada la gran insistencia de Juan XXIII en su aspecto ecumnico? La incertidumbre era tan grande que esta voz lleg a circular durantealgunas semanas..., el tiempo necesario para que llegara el desmentido oficial.No! El Vaticano II habra de ser un concilio catlico, pero ordenado a la futura reconciliacin, tan deseada, de los cristianos separados por la historia.

    El concilio se ha convocado tambin para condenar una o varias herejas,para anatematizar ciertos errores y excomulgar a sus autores, antes de definir

    de nuevo, contra ellos, la fe catlica: es el caso de Trento, en el siglo XVI, trasla revuelta protestante. Pero qu errores poda condenar el Vaticano II que nohayan sido ya reciente y solemnemente condenados? La encclica Quanta curay el Syllabusde 1864 hicieron ya un catlogo exhaustivo de las desviaciones

    producidas en el siglo XIX. La encclica Pascendiy el decretoLamentabilide1907 condenaron, bajo el nombre de modernismo, algunas de las infiltracionesde estas desviaciones en la Iglesia catlica. Ciertamente, las condenas del sigloXX fueron ms raras, ms concretas y a veces menos firmes. Pero hay una excepcin, el comunismo, al que se define como intrnsecamente perverso porPo XI en la encclicaDivini Redemptorisde 1937. Su permanencia tras la se

    gunda guerra mundial y el terror que suscita en el Vaticano, justifican una reiteracin de la condena? Dos intervenciones disciplinares del santo Oficio fueron suficientes: si la de 1949 hizo correr mucha tinta, la de 1959, diez aos mstarde, pas prcticamente inadvertida. Es verdad que no cejan los que defendan una proscripcin solemne. Pero no se comprende su urgencia al final de losaos 50, cuando se advertan ya signos inequvocos de distensin internacional.Si se volva a condenar al comunismo, ciertamente con retraso, no se arriesgara la Iglesia catlica a ir contra corriente?

    20. J. Grootaers, Une restauration de la thologie de l'piscopat. Contribution du cardinalAlfrink la prparation de Vatican II,en E. Klinger-K. Wittstadt (eds.), Glaube im Prozess. Ch-ristsein nach dem II Vatikanum. Fr Karl Rahner, Freiburg-Basel-Wien 1984, 778-797.

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    Sean cuales sean sus orgenes, la encclica Hutnani generis de agosto de1950 quera ser un freno a las esperanzas de apertura que sobrevivieron a lacondena del modernismo haca ya casi medio siglo. Aunque francamente res

    trictiva, era al mismo tiempo mucho ms difusa que la Pascendio, mejor dicho, suficientemente ambigua para que los principales sospechosos pudierannegar vigorosamente toda interpretacin que les culpabilizara, como el jesutaHenri de Lubac, por ejemplo, no dej de hacer hasta su muerte21. En su favorhay que decir que el texto no aluda explcitamente a ningn autor ni a ninguna doctrina, y que nunca se public el decreto de acompaamiento que se anunci varias veces... Habr que poner entonces los puntos sobre las es, rechazando los neo- o los para-modernismos de cualquier tipo? Existe indudablemente una tendencia en este sentido en el catolicismo, que era poderosa en la

    curia. Pero por lo que se refiere tanto a la llamada nouvelle thologiecomo alcomunismo,Juan XXIII indic varias vecesque no deseaba condena alguna..Tercer tipo de concilio: el que Roma rene, no para dividir, sino para aco

    ger solemnemente un punto del corpusde creencias de la Iglesia en la estructura dogmtica. Es el modelo del Vaticano I, al que los acontecimientos externos convirtieron en definitiva en el concilio de la infalibilidad pontificia. Ha

    ba alguna urgencia de fijar nuevas verdades de fe en el paso de la dcada del50 a la dcada del 60? No lo parece. En primer lugar, porque una de estas definiciones era muy reciente: para definir el dogma de la Asuncin el 1 de noviembre de 1950, Po XII no crey conveniente convocar un concilio. Se con

    tent con una consulta por escrito en el mbito del catolicismo, que como hemos visto no puede compararse con un procedimiento conciliar. Fue, por tanto,la primera vez que se puso en prctica la infalibilidad en esta cuestin... El poderoso lobbymariano esperaba entonces otras definiciones. Pero parece que, yadesde antes de la muerte de Po XII, las causas ms avanzadas -mediacin universal de todas las gracias y corredencin- quedaron bloqueadas. Sus defensores seguan siendo numerosos; pero de ah a convocar un concilio slo para definirlas hay una sima difcil de salvar, ya que Juan XXIII manifestaba escasointers por nuevos dogmas. Tanto si se trataba de condenas como de definiciones, el Vaticano II era una ocasin importante; pero la pedagoga progresiva delpapa respecto a su concilio no iba ciertamente en ninguna de esas dos direcciones. Es lo menos que puede decirse.

    Queda pues la cuarta solucin, que no haba sido muy practicada tras el clamoroso fracaso del Lateranense V entre 1512 y 1517: un concilio reformista, ode reforma, capaz de evitar la Reforma (con R mayscula), sinnimo entoncesde ruptura en la cristiandad occidental. A su manera, Trento fue tambin unconcilio de este tipo. En efecto, no se content con erigir un baluarte contra el

    protestantismo, sino que mejor profundamente al catolicismo relajado del Renacimiento, culpable en parte del desgarrn. Por otra parte, los historiadores de

    hoy prefieren hablar de Reforma catlica ms que de Contra-Reforma para designar la fase que Trento inaugur. Sin embargo, a mediados del siglo XX la

    21. H. de Lubac,Entretien autour de Vatican II,Paris 1985, 12-13.

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    palabra reforma resultaba sospechosa para el catolicismo: el dominico francs Y.-M. Congar lo sabe muy bien, ya que su libro Vraie et fausse rformedans l Egliseestuvo a punto de ser condenado en 1952 por haberla utilizado....con muchas precauciones22. Pero cul puede ser, para Juan XXIII, el signifi

    cado del trmino aggiornamento sino la sustitucin eufemstica del trminoproscrito por un neologismo que l no invent23, pero al que l dio todo el valor y el vigor de un slogan? A su juicio, la Iglesia que l dirige no tiene tantanecesidad de situarse ante el mundo que la rodea con afirmaciones o renuncias,como de descubrirse a s misma para poder responder mejor a los retos que esemundo le plantea. En una palabra, fiel a sus principios, tiene que adaptarse almundo que le rodea, en vez de contraponerle sus convicciones particulares o rechazar los principios que l defiende. Incluso ms, tiene que renunciar a su pro

    pia intransigencia secular para tratar de mantener la posibilidad de un nuevo in-tegralismo. Cmo no ver en este comportamiento un reformismo new lookl24.

    b) La Iglesia catlica afnales de los aos 50

    Ya se ha sugerido antes cmo el absurdo itinerario del papa Roncalli pudo llevarlo a la sorprendente decisin de reunir un concilio, que hemos de interpretar en definitiva como un concilio de reforma para que la Iglesia catlica

    pudiera afrontar en las mejores condiciones posibles los retos del ambiente que

    la rodea. Todava queda mucho que decir sobre la maduracin de esta decisin

    en el espritu del papa; pero no es ste ahora nuestro propsito. Queda por explicar sobre todo si su percepcin de la necesidad de un aggiornamento,es decir, de superar cierto distanciamiento entre la Iglesia catlica y el mundo moderno, distanciamiento capaz de generar cierto malestar, era algo real y no slo una idea en la mente del anciano pontfice. De ah que aumente el inters poranalizar ahora, desde esta perspectiva, el catolicismo del siglo anterior, e incluso el de los siglos precedentes25.

    22. E. Fouilloux, Recherche thologique et magistre romain en 1952. Une affaire parmi

    d autres,enLe Magistre,269-286. (La obra de Congar se tradujo al espaol: Falsas y verdaderas reformas en la Iglesia,Madrid 1953)

    23. Convocado en Roma en noviembre-diciembre 1950, el primer congreso nacional de religiosos se propona la accomodata renovado,o sea, el aggiornamento de las rdenes y congregaciones, segn el cardenal Piazza: DC (31 diciembre) col. 1699.

    24. G. Alberigo insiste mucho en esta originalidad respecto a los intentos de reforma precedentes:L amore alia Chiesa: dalla riforma allaggiornamento,en A. y G. Alberigo (eds.), Contutte le tue forze. 1 nodi della fede cristiana oggi. Omaggio a Giuseppe Dossetti, Genova 1993,169-194.

    25. Resumir la historia contempornea de la Iglesia catlica en unas pocas pginas es tan

    aventurado como resumir el Vaticano II en unos prrafos... Para mayor profundidad, remitimos alas ltimas sntesis que han aparecido: Guerres mondiales et totalitarismes (1914-1958),en J.-M.

    Mayeur (dir.),Histoire du christianismeXII, Pars 1990; G. Alberigo-A. Riccardi (eds.), Chiesa ePapato nel mondo contemporneo, Bar 1990;Dalle missioni alie Chiese locali (1846-1965),enStoria della ChiesaXXIV, Cinisello Balsamo (Milano) 1990-1991.

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    1. El modelo romano

    Ya hemos subrayado un primer aspecto de la evolucin multisecular: la con-

    centracin progresiva en manos del papa, de su camarilla y de su gobierno, detodos los poderes en la Iglesia, bien se trate del poder dogmtico (infalibilidad),del poder doctrinal (magisterio ordinario) o del poder disciplinar (sanciones ca-nnicas); pero tambin la concentracin correlativa en esas mismas manos detodos los cargos simblicos, hasta llegar a una verdadera devocin, no sola-mente a la ciudad de Roma visitada por peregrinaciones cada vez ms nume-rosas (pensemos en las multitudes del ao santo 1950), sino a la persona delmismo pontfice: Po IX estuvo a punto de ser canonizado y Po X lo fue en1954 bajo Po XII, para quien esta devocin alcanz unas cimas que las crti-cas posteriores han hecho olvidar demasiado. Po XII, por otra parte, fue pre-sentado por doquier como el ltimo papa que haba logrado mantener la inte-gridad del sistema romano, cerca entonces de la perfeccin, a pesar de susfallos. Cmo extraarse por otra parte de esta centralizacin si intentamos sa-lir del campo catlico? acaso no ha sido durante los tres ltimos siglos cuan-do se ha configurado y consolidado el Estado moderno y dentro de l el poderejecutivo? Desde este punto de vista, el caso romano no es una excepcin de lanorma. La personalizacin del poder provoc otros muchos excesos, a vecescatastrficos, en el siglo XX... Desde Benedicto XV hasta Po XII, los pontfi-ces se sirvieron de esta caracterstica de la poca para incrementar sensible-

    mente el prestigio moral del pontificado, tantas veces discutido antes de ellos.El corolario lgico de este movimiento centrpeto no es sino el deterioro de

    las diferentes instancias de responsabilidad en la Iglesia. El concilio general noes el nico que sufre las consecuencias: con los concilios locales, salvo excep-ciones queridas por Roma, son las autonomas eclesisticas las que tienden adesaparecer. Buena prueba de ello es la romanizacin litrgica de la segundamitad del siglo XIX, bajo la cual sucumben los ritos particulares, por ejemploel rito lions. Una nueva prueba ser la homologacin disciplinar realizada porel Cdigo de derecho cannico de 1917, homologacin a la que slo se sustra-en las Iglesias catlicas de rito oriental, que a travs de Roma fueron dotadas

    de su propia reforma disciplinar. Los nuncios, que multiplican la amplitud dela red vaticana en las relaciones internacionales, ven ampliarse sus competen-cias segn los intereses de la santa Sede: en gran nmero de pases, sobre todoen Amrica latina, sus funciones diplomticas oficiales van acompaadas defunciones religiosas oficiosas, que los convierten en verdaderos jefes de unepiscopado nombrado a su gusto y privado de cohesin. Llegados a Roma pa-ra terminar all sus estudios eclesisticos, la mayor parte de los futuros obisposcontrajeron en la ciudad eterna un fuerte habitasromano, dispuesto a aflorar encualquier circunstancia; especialmente durante la visita ad limina,cuando ha-

    cen cola en las oficinas vaticanas para conseguir un certificado de buena con-ducta, una autorizacin... o un auxiliar. Algunos de ellos son perfectamenteconscientes del carcter humillante de esta subordinacin, como lo demostra-rn un gran nmero de los votapreconciliares, pero de aqu a organizarse para

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    sacudirse la tutela el paso es tan grande que solo logra darlo alguna figura aislada o algn episcopado de Europa occidental.

    Con todo, esta indiscutible centralizacin, que culmina en tiempos de PoXII, no se justifica por s misma. Al menos en teora, persigue un objetivo im

    portante por otras razones. Es preciso mantener una unidad de lnea, de mandoy de maniobra para resistir mejor los asaltos que vienen de fuera. Esta dea roza con la obsesin a lo largo de los aos 50: cualquier desviacin de lenguajerespecto a las normas vaticanas, abundantemente comentadas por Po XII, seinterpreta entonces como un apoyo potencial al adversario, en particular al comunismo. Y llovan las sanciones para cerrar filas en tomo al frente unido adextra: este fenmeno se ha comparado a veces, exageradamente, con la cazade brujas en los Estados Unidos de McCarthy; aunque en menor escala, am

    bos son de la misma poca.Fue en el siglo XVI cuando naci apareci en la Iglesia romana el comple

    jo de ser el baluarte de la verdad, asediada por las oleadas sucesivas, primerode la hereja y luego de la impiedad. Pero este fatigoso combate a la defensiva,cuando no era un combate de retaguardia, sin duda ha dejado huellas. Cadaamenaza, al ir aumentando de nivel, provocaba a su vez un nuevo y mayor endurecimiento. Podemos distinguir, por comodidad, cuatro de estas amenazas,que un gran nmero de panfletistas han superpuesto con frecuencia entre s, como ocurre con las muecas rusas, de una forma ms o menos artificial. La reforma protestante fue la primera, al introducir la polilla del libre examen en elacto de fe, regulado hasta haca poco tiempo solamente por la autoridad. Para

    limitar sus daos, si no para eliminarlos por completo, hubo que afrontar la severa batalla de la contrarreforma, de la que naci el catolicismo, en el plenosentido de la palabra. Lleg luego la Ilustracin y su hija la Revolucin (francesa en primer lugar); se la combati, siempre en retirada, mediante un antili

    beralismo decidido, que es al mismo tiempo rechazo de la laicizacin de la vida pblica y de la privatizacin de la religin. Este antiliberalismo triunfa conPo IX, pero se prolonga, ms de lo que se ha credo, con Len XIII. Lleg finalmente el cientificismo del siglo XIX, que lucha contra la misma fe, atacando sus fuentes bblicas y sus interpretaciones dogmticas. El antimodernismoriguroso de Po X trat de conjurar la amenaza en el mismo interior del cuerpo

    eclesial. Al final de los aos 50 se dejan sentir todava los efectos de la crisisde comienzos de siglo, como muestran las sanciones contra el pensamiento delabb Dumry en 1958 o contra el jesuta Teilhard de Chardin en 1962, es decir,

    bajo Juan XXIII, unas semanas antes de la apertura del concilio: en el centrodel debate, como en 1907, la filosofa y el cristianismo en el primer caso, laciencia y la fe en el segundo26. Finalmente, la revolucin rusa de 1917, los regmenes comunistas que gener y los totalitarismos de derecha que suscit porreaccin: Po XI bas esencialmente su reputacin en la condena firme y sim-

    26. Decreto del santo Oficio del 4 de junio y comentario de lOsservatore Romano del 21; LaDocumentation Catholique (6 julio 1958) col. 841-842; monitumdel 30 de junio y comentario del1 de julio; DC (15 julio 1962) col. 949-956.

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    trica de 1937; pero la cada de los fascismos haca obsoleta esta simetra, porlo dems discutible; por eso el pontificado de Po XII conoce el apogeo de unanticomunismo catlico, que se endureci a lo largo de los aos 30. En esta

    perspectiva interesa subrayar que el comunismo sovitico es un cientificismo,que pretende ser una respuesta (falsa) a las taras (reales) del liberalismo, heredero a su vez del libre examen de los reformistas...

    Reducir el catolicismo postridentino slo a su aspecto defensivo sera sinembargo una exageracin. Este catolicismo no es una simple reaccin; es tam

    bin un movimiento, en todas las acepciones de la palabra. No se contenta concondenar para defenderse, sino que propone incansablemente el modelo de unacontra-sociedad cristiana integral, que no quiere que se le escape ningn as

    pecto de la vida, personal o colectivo; es que este catolicismo se desmentira as mismo si aceptase la acotacin de un terreno profano sobre el que no tuviera algo que decir. Pero un modelo as no permanece durante mucho tiempo intocable: si su integralismo constitutivo permanece a travs de las pocas, sugrado de intransigencia va variando sensiblemente. Cabe pensar que esta intransigencia alcanz su punto culminante hasta 1920, excepto en un mbito: elde la tcnica, de la que se apropia muy pronto la Iglesia, a pesar de las frecuentes reticencias iniciales, sobre todo en lo que se refiere a la electricidad. Elejemplo del tren, de la radiodifusin, y luego de la televisin, es bien elocuente; no habra sido posible ninguna gran peregrinacin masiva, empezando porLourdes, sin una utilizacin racional de estos smbolos de la modernidad, re

    chazada por otra parte con horror, que son las vas del tren y la locomotora.Pero en todos los dems planos, la preocupacin por distanciarse es bien

    clara: la reprobacin tanto de la sociedad liberal como de la sociedad colectivista va acompaada de la propuesta varias veces reiterada de un retomo a lacristiandad. Habra mucho que decir sobre este punto, que es ms bien aoranza de los mitos medievales que deseo de que resuciten. Sea lo que fuere, esta contra-sociedad tiene, en el tomismo restaurado por Len XIII, su esqueletointelectual, obligatorio y excluyente de todos los dems en la formacin de laslites catlicas hasta... las vsperas del Vaticano II. Sus fundamentos socialesestn claramente dibujados: ni liberalismo ni socialismo, sino un organicismo

    que subordine el egosmo individual o colectivo (de una clase, por ejemplo) albien comn. Cada uno encontrara en l su propio sitio, desde la base constituida por las familias hasta la comunidad de los pueblos, pasando por las profesiones, la provincia o la patria (ms bien que la nacin, herencia revolucionaria). Este proyecto de sociedad, en gran parte utpico, es el que puede llamarse catolicismo social, siempre que no se reduzca esta expresin a la cuestin obrera. Su manifestacin, el movimiento catlico, conglomerado deasociaciones de todo tipo con una fuerza real en Alemania, Blgica o Italia,

    puede ser signo de una anticipacin de la sociedad soada. Esta tercera va, que

    no quiere reconocerse como tal, se adapta de buena gana a diversas opcionespolticas sin decantarse por ninguna: monarqua s, pero tambin repblica, yhasta democracia, con tal que sea cristiana, naturalmente. Aunque se reconocide buen grado en el Portugal de Salazar, el proyecto catlico se guard mucho

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    de absolutizar un rgimen contingente y conden con viveza toda fuerza queintentara someterlo a una lnea poltica concreta, en favor de la democracia ode la monarqua: de aqu la condena simtrica por parte de Roma del Silln(1910) y de laAction franqaise(1926-1927).

    En el terreno propiamente religioso, la intransigencia se manifiesta en unavoluntad de afirmar sin equvocos la diferencia catlica respecto a las otras denominaciones cristianas o las otras religiones; esto explica la persistencia de la

    polmica interconfesional y de las resistencias a cualquier acercamiento ecumnico ante litteram(fracaso de las dos campaas anglo-romanas, la de la revisin del problema de las ordenaciones anglicanas en 1896 y la de las conversaciones de Malinas treinta aos despus). Pero la intransigencia se manifiestaan ms en la profundizacin de la identidad romana, tanto en el campo dogmtico (la infalibilidad pontificia de 1870, la inmaculada concepcin y la asuncin de Mara en 1854 y 1950), como en el de la espiritualidad o la devocin:exaltacin de las tres realidades blancas (la hostia, la Virgen, el papa), as como del Sagrado Corazn o de Teresita de Lisieux. Esta pedagoga religiosa refuerza la coherencia del baluarte sitiado, separndolo un poco ms del resto delos creyentes y exponindolo al sarcasmo de los no creyentes.

    Pero a medida que se reduce la plausibilidad de un retorno a la edad media,la intransigencia catlica no tiene ms remedio que adaptarse a ciertos cambiosambientales, en los que no se puede dar marcha atrs. Por eso, despus de la primera guerra mundial aparece la idea de nueva cristiandad, menos sacral quela cristiandad a secas, en la medida en que distingue los planos, segn la dis

    tincin de Maritain que pronto se hara clsica, entre la actuacin normal como cristiano en el mundo profano, y el obrar excepcional en cuanto cristiano, cuando estn en peligro los valores religiosos. Esta es la perspectiva de lasegunda Accin catlica, especializada por ambientes de vida, cuando afirma,como la JOC (juventud obrera cristiana), vivamente apoyada por Po XI y com

    prometida por completo en este proyecto de nueva cristiandad: Actuaremosde manera que nuestros hermanos vuelvan a ser cristianos; lo juramos por Jesucristo. Se trata, segn otra clebre frmula, de poner todo el cristianismoen toda la vida, pero despojndolo de su sabor medieval ya obsoleto, exceptoen el caso del escultismo, que hace que triunfe durante breve tiempo el ideal del

    caballero andante. La meta ltima sigue siendo la cristianizacin o, mejor dicho, una recristianizacin integral; pero ha cambiado la estrategia; ya no se trata solamente de proteger lo que queda de la cristiandad, presentndola como un

    posible modelo ante un ambiente reticente; hay que salir de la Iglesia baluartepara proponer un cristianismo abierto, un cristianismo de choque se dir a veces, a un mundo en vas de secularizacin, como su nico camino de salvacin;concretamente un rostro humano frente a las ideologas totalitarias. A su manera, este cristianismo integral es tambin totalizante, si no totalitario, pero no sepuede imponer desde arriba por un poder ilimitado (de aqu algunas reservas,

    empezando por las de Maritain, contra el franquismo naciente en Espaa).Para conseguir todo esto, la Iglesia catlica tiene que pactar con su tiempo,sin decirlo demasiado abiertamente, aunque de forma muy real. Es notable su

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    adaptacin en el caso de los medios de comunicacin de masa: en el periodo deentreguerras se comprende el uso que podr hacerse de la radiodifusin, de laque se servir con gran eficacia Po XII durante la segunda guerra mundial; viene luego la televisin, que difundir imgenes de Roma por todo el mundo (losescrpulos de algunos telogos sobre la validez de la retransmisin de la misa

    pesan poco en comparacin con el provecho espiritual que se prev). Ms sediscute otra adaptacin: la de la divisin de la sociedad del siglo XX, si no enclases, al menos en ambientes de vida separados por costumbres e intereses

    particulares, ambientes que es necesario seducir con mtodos pastorales especficos. De aqu el debate, muy vivo en algunas ocasiones, entre la Accin catlica llamada general, de matriz italiana, que no tiene en cuenta las situaciones dentro de sus movimientos de masa de base parroquial (hombres, mujeres, jvenes de ambos sexos), y la Accin catlica especializada por am

    bientes (obreros, campesinos, estudiantes, marineros...), de estructura nacional,de la que se sospechaba a veces que iba a introducir, horresco referens,la lucha de clases en el seno de la Iglesia. Tanto en un caso como en el otro, el catolicismo de conservacin va cediendo poco el paso a un catolicismo de movimiento, orgulloso, puro, alegre y conquistador, segn otra frmula de la poca. Este catolicismo conocer xitos, pero tambin fracasos, que lo llevarndespus de 1945 a abandonar el proyecto de la nueva cristiandad, en beneficio por un lado de la humanizacin de las condiciones de vida de las poblaciones donde est presente, y por otro de la misin, laica y sacerdotal, con todoslos problemas que plantean en los ambientes obreros alejados de la Iglesia. El

    entusiasmo inicial cedera su puesto a un mayor realismo y a contrastes entretcticas diversas, salidas de las capas, tambin diferentes, del movimiento catlico: catolicismo social, accin catlica, corriente misionera. Esta diversificacin no tiene que hacernos perder de vista la perspectiva de conjunto: reconquistar de una manera o de otra el terreno perdido, tanto entre las litescomoentre el pueblo. Pero la diversificacin de las opciones oblig a modificar la intransigencia inicial: pero se producen, por otro lado, algunos excesos de conformidad con el mundo, o que se supone que lo son, y que conducen a Roma

    primero a inquietarse y luego a prohibir, a propsito de los sacerdotes obreros

    en 1954 y luego en 1959..., a comienzos del pontificado de Juan XXIII27.Habr quizs que afirmar por este motivo que los cambios en la postura intransigente, difcilmente discutibles, fueron impuestos por la periferia, inclusodesde fuera, al centro romano, incapaz de reformarse? Nada sera ms inexacto. Contra todo prejuicio de inmovilismo, hay que integrar este panorama conlos intentos de reforma, no despreciables, que llegaron de Roma a lo largo delmedio siglo que precede al'Vaticano II. Desde este punto de vista, las imgenesque se han impuesto son con frecuencia engaosas: Po X es ciertamente elenemigo incansable del modernismo, encrucijada de todas las herejas segnl, pero es tambin el artfice de una importante reforma de la curia, destinada

    27. Carta del cardenal prefecto del santo Oficio Pizzardo al cardenal arzobispo de Pars Fel-tin, del 3 de julio, publicada en Le Monde del 15 septiembre; DC (4 octubre 1959)col. 1222-1226.

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    a mejorar sensiblemente su funcionamiento (1908); es adems el iniciador dela reforma del derecho cannico que se concretara bajo su sucesor en 1917; esfinalmente el papa de la comunin frecuente, incluso para los nios (1910). Adiferencia de las anteriores, esta medida que choca, por lo dems, con fuertesresistencias en muchos sitios, afecta al conjunto del pueblo cristiano y lo mueve a romper con un rigorismo secular, que de jansenismo no tiene ms que elnombre, impropiamente envilecido. Esta medida constituye un paso de capitalimportancia en la revalorizacin, no slo de la piedad eucarstica, sino de la

    prctica sacramental. Sirve de estmulo a un fecundo movimiento litrgico, quenace en Blgica en vsperas de la primera guerra mundial.

    Su sucesor Benedicto XV, demasiado infravalorado por haberse dejado absorber sobre todo por la guerra mundial y sus consecuencias, imprimi sin em

    bargo su sello al menos en dos mbitos religiosos. En primer lugar, en el unionis-

    mo, con su mano tendida a un oriente cristiano totalmente desconcertado despus de que sus protectores zarista y otomano fueron arrastrados por el fuego dela guerra y de la revolucin: en 1917 -esta coincidencia no es ni mucho menosfortuita- se crearon en Roma la Congregacin para la Iglesia oriental y el pontificio Instituto oriental. En segundo lugar, y sobre todo, en el mbito de las misiones lejanas: la previsin de la inevitable emancipacin de los pueblos colonizados invita a tener ms en cuenta las culturas indgenas, como terreno frtil para el cristianismo, y a preparar un slido clero autctono. El impulso lanzado porlaMximum illudde 1919 continuar hasta la Fidei donumde 1957.

    Po XI, por su parte, como se ha dicho una y mil veces, fue el papa de laAccin catlica, antes de convertirse en el de la lucha contra los totalitarismosestalinista y hitleriano. Pero tambin se debe a este diplomtico ocasional laampliacin del campo de accin vaticano en las relaciones internacionales, conla firma de numerosos concordatos, ms o menos eficaces. En cuanto hombrede ciencia, lo que realmente era, intent mejorar el sistema de la formacineclesistica, dentro de un respeto absoluto a santo Toms de Aquino (constitucinDeus scientiarum Dominusde 1931).

    Po XII, papa reformador? Menuda apuesta! No obstante, basta con evitarlos clichs para convencerse de ello, al menos durante la primera fase de su

    pontificado, que termina en torno a 1950; despus de esta fecha, las circunstancias refuerzan la tendencia naturalmente defensiva del envejecimiento. LaencclicaDivino afilante Spiritu de 1943 sobre los estudios bblicos es considerada unnimemente como una liberacin de la plancha de plomo que pesa so

    bre la investigacin bblica desde la crisis modernista. Menos abierta, por tenerque luchar en el doble frente del espiritualismo y del formalismo jurdico, laencclicaMystici corporis sustituye, ese mismo ao, a una eclesiologa puramente conceptual por otra eclesiologa orgnica, aunque subrayando la coincidencia de la Iglesia romana con la Iglesia de Jesucristo. Son ms conocidos loselementos de reforma litrgica, que sometidos a estudio en 1947-1948, madu

    ran algo ms tarde: el aspecto ms significativo de esta reforma es la restauracin de la fiesta de pascua en su antiguo esplendor, gracias al papel central quese otorga de nuevo a la vigilia -liturgia nocturna del sbado santo- y al do-

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    mingo de pascua. La disminucin ya sensible del nmero de vocaciones sacer-dotales y religiosas promueve una reflexin general sobre los estados de vida.Esta reflexin lleva, por un lado, a la creacin de los institutos seculares en1947, que no obligan a todos sus miembros a optar de forma rgida y definiti-va entre laicado y vida religiosa; por otro, favorece la colaboracin de las dife-rentes ramas del laicado, con ocasin de los congresos mundiales para el apos-tolado de los laicos, reunidos en Roma en 1951 y 1957. Es verdad que esta ini-ciativa encaja muy bien en el contexto de la centralizacin, mediante la crea-cin de un Comit permanente romano o COPECIAL, pero completa la ubica-cin del laicado como actor e interlocutor en el corazn de la Iglesia. Es conocasin del segundo de estos congresos cuando Po XII lanza, por otra parte, lahiptesis, que ser recogida en los vota,de la restauracin del diaconado per-manente dentro del catolicismo28. Si a todo esto se aade el comienzo de inter-

    nacionalizacin de la curia, decidido con motivo de las promociones cardena-licias de 1946 ms que de 1953, el balance es bastante positivo.

    Sin embargo, el sistema romano se alimenta esencialmente de estas adap-taciones sin modificarse en profundidad: buen ejemplo de ello es la rpida ro-manizacin de los no romanos integrados en la curia. Este sistema, no carentede grandeza, encuentra en s mismo suficientes recursos para evolucionar len-tamente, sin contragolpes, a su propio estilo y siguiendo su propio ritmo. Engeneral, a pesar de los cambios que intentaban mejorar su eficiencia, que seravano negar, el catolicismo romano bajo Po XII se parece ms al de Po IX queal de Pablo VI: est por medio el concilio Vaticano II.

    2. Un cierto malestar

    Hemos optado hasta ahora por presentar la historia reciente del catolicismosegn su principio romano de coherencia. Podramos haberlo hecho tambin

    poniendo de relieve una serie de crisis entre este principio de coherencia y losintentos, mltiples y variados, de acelerar su trasformacin o incluso de sub-vertirlo: desde la crisis de Lamennais hasta la de los sacerdotes obreros, pa-sando por la crisis modernista o por la de laAction frangaise,no faltaron oca-

    siones para ello. Todas estas crisis plantean un mismo y nico problema, a pe-sar de los diversos ngulos de ataque segn las pocas y los pases: en vez dehilvanar un proyecto de ciudad cristiana, al mismo tiempo anacrnico y utpi-co, quizs fuera mejor pasar, de una vez por todas, a los brbaros del mundomoderno, realizando una evangelizacin que se adaptara realmente a ellos. Porconsiguiente, muchos de estos intentos trascienden una simple reduccin de laintransigencia; tocan el postulado del integralismo cuando exploran, por ejem-

    plo, los caminos de una posible libertad religiosa. A travs de estos intentos,

    28. La funcin encomendada a las rdenes menores la vienen ejerciendo desde antiguo losseglares. Nos sabemos que en la actualidad se piensa en introducir un orden de diaconado conce-

    bido como funcin eclesistica independiente del sacerdocio. La idea, hoy al menos, no est ma-dura todava: audiencia del Po XII del 5 octubre 1957: Ecclesia 849 (1967) 1187.

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    aunque esta palabra se hizo impracticable desde 1907, se trata de hecho de unaadaptacin al mundo moderno -luego se dir de la modernidad- en lo que serefiere a las modalidades de pensar y de obrar. Ciertamente, estos intentos se

    fueron descartando con ms o menos precaucin: Lamennais, Mhler o New-man saban algo de esto, y eso sin salimos del siglo XIX... Pero ellos crean adems, no slo una genealoga, una especie de complejo antirromano, bautizado as por uno de sus adversarios, el telogo suizo-alemn Urs von Balthasar29.Si no provoca una verdadera disidencia despus del cisma vtero-catlico, quesigui a la definicin de la infalibilidad pontificia, este complejo sobrevive detodas formas a los repetidos coletazos; sobre todo cuando stos disminuyen porla sustitucin en la cumbre de una estrategia puramente defensiva por otraofensiva: por consiguiente, puede fecharse el verdadero nacimiento del com

    plejo antirromano en los aos 30, periodo en que empieza a calmarse el mo

    mento ms crucial de la reaccin antimodernista.Su vertiente crtica es evidentemente la ms visible. Con prudencia, porque

    Roma sigue vigilando, un nmero bastante conspicuo de pensadores lamentalos mtodos propios de otras pocas que se utilizan para reducir al silencio alos contestatarios: la plaga de la denuncia annima, el secreto sumarial, en unainstruccin en que no interviene el interesado, el abuso de los procedimientosdel Indice, los argumentos impuestos por autoridad para obligar a aceptar unasentencia sin aclarar realmente las cosas, la exigencia de una obediencia casimilitar. Sus reivindicaciones tienen en su punto de mira sobre todo los mtodosde la suprema congregacin del santo Oficio, cuyos poderes crecen en el sigloXX a menor velocidad que la leyenda negra que se va tejiendo en tomo a ella.

    Ms graves son las dudas que se presentan sobre el instrumento intelectualimpuesto por Roma a los filsofos y telogos catlicos: un tomismo agostado,

    por haber sido a veces demasiado comprimido en tesis lapidarias; un tomismodeductivo, que desmenuza las realidades contemporneas al ritmo de su impecable conceptualizacin. Pero no se deja escapar a veces su originalidad, esdecir, lo que en l es esencial? Y su tentacin racionalista, que busca a Dios alfinal del silogismo, acaso se adapta a un mundo como el nuestro, donde la ex

    periencia personal y colectiva, as como la historia del hombre y de los hom

    bres, tienen un papel cada vez mayor? Subjetivismo, historicismo, relativismo:respondern algunos discpulos del Doctor anglico, divididos por otra partesobre la gnesis de su obra y ms an sobre su posteridad. No habr ms acceso a la fe cristiana ms que santo Toms y su escuela?

    Semejante apetito de racionalidad, que no vacila en tachar a los escpticos deanti-intelectualismo, va acompaado de forma curiosamente lgica, porque sesalta alegremente la etapa de la instancia crtica, de una gran credulidad ante lasms diversas devociones, incluso las menos seguras: discutidas apariciones maanas, estigmas no reconocidos, santos enfrentados con los poderes diablicos.De aqu una proliferacin mstica respetable, pero que suprime en gran medida

    29. H. U. von Balthasar,Die antirmische Affekt,Freiburg im Breisgau 1974 (trad. espaola,El complejo antirromano, Editorial catlica, Madrid 1981).

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    la especificidad de la fe cristiana: Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre,muerto y resucitado. Las crticas se dirigen principalmente contra la diversificacin y proliferacin de la mariologa o del culto maano, que tiende a hacer delcatolicismo, segn una expresin ingeniosa del dominico francs Yves Congar,un maano-cristianismo, es decir, una religin sensiblemente distinta30.

    Finalmente, estn las insistentes reservas sobre el ensimismamiento del catolicismo romano, que pasa impertrrito al lado de las grandes corrientes intelectuales y sociales de la poca sin comprenderlas de veras, sin interesarse quizs demasiado por ellas. Es lo que ocurre con los cristianos separados de Roma, a quienes se piensa atraer a travs del unionismo, en lo que atae a losorientales; se espera incluso una pura y simple conversin para los anglo-

    protestantes: se ignora deliberadamente el movimiento ecumnico que acaba denacer. Aunque el tradicional antijudasmo catlico da signos de debilidad y se

    lanzan incluso algunas seales en direccin al Islam, estas veleidades no dejande ser embrionales. En cuanto a la nueva estrategia misionera, que conoce sinembargo xitos iniciales en China, choca con bastante frecuencia con las costumbres asimiladoras de la Congregacin de Propaganda Fide y de las sociedades religiosas especializadas. Respecto al agnosticismo o al atesmo contemporneo, el retraso es considerable. En vsperas del futuro concilio, hay numerosos textos romanos que demuestran que el mayor adversario sigue siendo Kant,a quien se juzga responsable del individualismo moderno. Si es cierto que seconoce y combate al comunismo ateo en su variante sovitica, se presta poca atencin a Hegel o a Marx, y tampoco se piensa en Freud, por no hablar de

    Nietzsche. Mientras que estos maestros de la sospecha influyen cada vez msen la juventud universitaria, el sistema romano sigue batindose contra Kant,Comte o Renn, aunque empiezan a orse voces, cada vez ms numerosas, pero pronto sofocadas, que piden una verdadera reflexin sobre estos nuevos desafos. Hay que construir un mundo propio, o insertarse del mejor modo posi

    ble en el que ya existe? Esta es justamente la cuestin que se plantea.Pero estas crticas a la romanidad triunfante, dispersas y minoritarias una

    vez ms, no son totalmente negativas; al contrario, sugieren de forma prudente, dada su condicin existencial, otra manera de presentar el catolicismo a los

    hombres del siglo XX. Esta propuesta alternativa, que no tiene nada de sistemtica, supone sin embargo algunas opciones fundamentales, que generan acontinuacin una serie de opciones concretas.

    Todos los pensadores directamente afectados de cerca o de lejos por elcomplejo antirromano han llevado a cabo por su cuenta una aproximacininductiva que, en vez de medir la realidad con la medida de las realidades intangibles, parte de la vida y de la experiencia del hombre, e incluso de la historia de los hombres, para intentar comprenderlos en Dios. Al margen de su

    profundidad y calidad, este trabajo previo de penetracin evita por lo menos lostrgicos errores precedentes, ya que impide caricaturizar demasiado al adver

    sario para atacarlo mejor.

    30. Carta al marista Maurice Villain, 23 noviembre 1950.

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    Paralelamente se observa un trabajo de concentracin cristolgica, destinado a exponer al adversario la fe cristiana en lo que tiene de esencial, liberadade las ramificaciones ocasionales que haban proliferado en tomo a ella desde

    haca al menos tres siglos y que eran cada vez ms sofocantes. Si el misterio deDios hecho hombre, muerto y resucitado para la salvacin de la humanidad,constituye justamente el ncleo del mensaje cristiano, su kerigma, una reflexin adecuada tena que poder liberarlo de su carga devocional y difundirloampliamente, sobre todo en la catcquesis: tal es la perspectiva de un grupo detelogos de lengua alemana, en el que destaca el jesuta Karl Rahner, pero queencuentra simpatas en la otra orilla del Rin, como muestra la obra del dominico francs Pierre-Andr Lig. Esta concentracin cristolgica, de gran valorecumnico al ser un eco en el catolicismo del intento del ms egregio pensador

    protestante de la poca, Karl Barth, de Basilea, no deja de tener consecuencias

    en el terreno concreto de las prcticas de piedad: una teologa kerigmtica,unaespiritualidad purificada, depurada dirn algunos de sus ms activos defensores, con todo lo que sugiere este trmino despus de la segunda guerra mundial.As pues, quedan en sordina las devociones secundarias, en provecho de la nica vlida adoracin en espritu y en verdad, la del misterio trinitario, aun cuando el Espritu santo ocupa en ella un lugar subordinado a pesar de los vnculosestablecidos con algunos pensadores de la emigracin rasa. Por lo dems, loscontactos ecumnicos desempearon un papel importante a la hora de afinar la

    posicin que intentamos describir. Concretamente, sta puede traducirse en unadiscreta reticencia ante la definicin del dogma de la asuncin de la Virgen, en1950, definicin que se consider inoportuna, adems de no tener suficiente base en la sagrada Escritura.

    En efecto, esta preocupacin por volver a lo esencial con la esperanza de sermejor comprendidos fuera, y quizs mejor aceptados, pasa al siglo XX graciasa la formacin de nebulosas intelectuales y pastorales, bautizadas un poco abusivamente como movimientos en el contexto del nacimiento y desarrollo delos movimientos de la Accin catlica especializada, al final de los aos 20.Sea cual fuere el valor analgico del trmino, de uso corriente despus de 1945,a todos estos movimientos les anima la misma conviccin: para acabar con

    la teologa barroca y con la piedad sulpiciana que de ah se deriv, es necesario volver, por encima de las complicadas elaboraciones de la contrarreforma y de la contrarrevolucin, a las mismas fuentes del cristianismo, que

    pueden y deben alimentar directamente la fe y la piedad de los fieles medianteun escrupuloso respeto a las intenciones del fundador y de sus primeros disc

    pulos. Retorno a las fuentes: esta orientacin es decisiva en el sistema catlico,que depende decisivamente de la tradicin; para poder criticar lo que hoy se hace sin romper el hilo que han ido trenzando los siglos, hay que referirse obligatoriamente, no ya a una tradicin reciente, sino a una tradicin ms antigua,ms cercana a los orgenes. Pero se dieron cuenta, tanto sus defensores comosus censores, de la ambigedad de este retomo? Unos y otros ven en ello unainnovacin, mientras que por definicin tiene los ojos vueltos a un pasado remoto, asegurando que ese pasado est ms prximo a los contemporneos que

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    las elaboraciones de los siglos XVII o XIX. Pero y si, por hiptesis, no se produjera ese encuentro? sorprendera encontrarse con algunos innovadoresentre los desilusionados del aggiornamento?

    Todava no se est, evidentemente, en vsperas del concilio... Desde finalesdel siglo XIX, en Francia, Blgica y Alemania se ha desarrollado, bajo diferentes formas, un poderoso movimiento de retomo a la Biblia, antiguo y nuevotestamento, a pesar de las advertencias precedentes, actualizadas de nuevo porla condena del modernismo. Este movimiento bblico es de triple naturaleza:cientfica, ya que utiliza todos los recursos de la arqueologa y de la filologa

    para comprender mejor los textos en su contexto histrico, intelectual y espiritual; pastoral, ya que pone esta exgesis, ms rigurosa de lo que haban sido loscaprichos anteriores, al servicio de las mejores ediciones de la Escritura, destinadas a suplantar a la literatura piadosa en la meditacin de los fieles (la Biblia

    de Bonn o de Jerusaln, por ejemplo); y teolgica, ya que debera ayudar a emprender una reflexin, que prescindiese de la mediacin obligatoria de la escolstica medieval, empobrecida, de los manuales. Hay que reconocer sin embargo que la teologa bblica, en vsperas del concilio Vaticano II, no haba salidoan de sus balbuceos. Menos importante, aunque dedicado tambin por com

    pleto al estudio y quizs ms eficaz en el terreno teolgico, era el movimientopatrstico en Inglaterra, Francia y Alemania, que propona al catlico culto ediciones y comentarios accesibles de los padres de la Iglesia, occidentales yorientales, primeros intrpretes autorizados del mensaje cristiano.

    Poco antes de la primera guerra mundial naci en Blgica un movimiento li

    trgico de origen benedictino, que alcanz a continuacin un xito considerable, primero en Alemania y luego en Francia, antes de extenderse con mayor omenor facilidad a otras zonas de la catolicidad. Como su homlogo bblico, conel que mantiene por otra parte estrechas relaciones, intenta superar el llamadorubricismo del siglo anterior, en sus aspectos formulistas y rgidos, as comoen su uniformidad. Tambin l se vuelve hacia la Iglesia antigua para recuperar sus venerables costumbres, eliminando las innumerables superposiciones

    posteriores y desempolvando los antiguos ritos en una prudente y esmerada tarea, en la que se comprometieron muchos monasterios. Se intentaba igualmen

    te sacar de all una teologa orante, una de cuyas joyas ms preciadas es Lemystre pascalde Louis Bouyer, de 1945, que trata de cambiar a los fieles pasivos en participantes activos, bien revalorizando los ritos principales en detrimento de los secundarios, bien explicndolos y hasta celebrndolos en la llamada lengua vulgar.

    Conjuntando estos diversos retornos a las fuentes con el inters por las nuevas investigaciones pedaggicas modernas, el movimiento catequtico trabaja

    para trasformar la enseanza del catecismo en una verdadera iniciacin en la fe,que vaya progresando a lo largo de los aos y se oriente a lo esencial31.

    31. Sntesis interesantes, a pesar del cufio marcadamente francs: G. Adler-G. Vogeleisen, Unsicle de cathchse en Frunce, 1893-1980,Paris 1981; M. Coke,Le mouvement catchtique de

    Jules Ferry Vatican II,Paris 1988.

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    Hay que recordar aparte un ltimo movimiento, por referirse, ms que al catolicismo en s mismo, a su relacin con las diversas confesiones, religiones eideologas. Como las otras confesiones cristianas, aunque con ms premura, la

    Iglesia catlica del siglo XX vio nacer en su interior, bajo los impulsos de Portal, Beauduin, Congar y otros como Couturier y Metzger, un movimiento ecumnico consagrado al acercamiento y, a ser posible, a la unin de los cristianosseparados desde el siglo XI y XVI32. Un asunto an ms delicado: algunos audaces tienden la mano a los hermanos de las otras dos ramas salidas de Abra-hn: el judaismo y el islam. Pero llegaron a comprenderse de verdad las dimensiones de este acontecimiento fundamental del siglo XX, que es la renovacin musulmana, rabe o no rabe? En cuanto a las grandes religiones asiticas, fascinan a un Vincent Lebbe o a un Jules Monchanin, decididos a sumergirse, respectivamente, en el mundo de China y de la India. Ms all de las religiones, se tienden frgiles puentes en todas direcciones, hacia la masonera eincluso hacia el comunismo. Qu otra cosa es la experiencia francesa de lossacerdotes obreros, bajo todos los aspectos, sino la voluntad de encamarse enel mundo obrero que se haba hecho comunista, a travs de la inmersin totalde un grupo de aquellos a quienes la gente segua viendo como la personificacin misma de la Iglesia: los sacerdotes?33. Con una eficacia y un empeo incomparables, algunos telogos tratan de integrar la diversidad infinita de lasrealidades terrenas con el cuerpo de la doctrina catlica.

    Esta doble corriente convergente y rejuvenecedora del catolicismo median

    te el retorno a sus orgenes y la apertura hacia fuera, qu peso tuvo realmenteen el momento del anuncio del concilio por Juan XXIII? No es fcil ni muchomenos el discernimiento con un mnimo de seguridad, ya que la consagracinque de estos movimientos hizo el Vaticano II llev muchas veces, comprensi

    blemente, a exagerar retrospectivamente su importancia. Desde un punto devista cuantitativo no se trata de un gran peso, en comparacin con el que tenan los grandes batallones romanos; cualitativamente, las cosas son sin dudamuy distintas. Sea cual fuere la idea que de ellos se tenga, muestran con diversa intensidad la existencia de cierto malestar frente a las certezas y la frialdadde Roma en un nmero cada vez mayor de miembros de las capas medias de

    las ciudades europeas del noroeste, que pedan una expresin de la fe ms conforme con su cualificacin intelectual o profesional, pero tambin en un nmero creciente de militantes de los movimientos populares de Accin catlica,obreros o campesinos, que constataban da tras da, en contacto con sus com

    paeros de trabajo, lo difcil que era hacer creble una Iglesia cuya lengua, cuyas ceremonias, cuya organizacin y cuyas posturas parecan ser de otros tiem

    pos. Muchos escritores convertidos y universitarios laicos pedan una apolog-

    32. E. Fouilloux, Les catholiques et l'unit chrtienne..., 1008.33. Sobre este tema, particularmente bien documentado: E. Poulat, Naissance des prtres-

    ouvriers, Tournai-Paris 1965; F. Leprieur, Quand Rome condanne. Domenicains et prtres-ouv-riers, Paris 1989; O. L. Cole-Arnal, Prtres en bleu de chauffe. Histoire des prtres-ouvriers(943-1954), Paris 1992.

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    tica de altos vuelos; muchos adolescentes de los movimientos cristianos y muchas jvenes parejas buscaban una espiritualidad conyugal ms fundamentadaen una seria valoracin del amor humano que en las prohibiciones. Unos y

    otros encontraban un firme y valioso apoyo en los capellanes encargados deacompaarles en su itinerario; y esos mismos capellanes encontraban un sostnen los guas intelectuales del complejo antirromano, telogos de espritu li

    bre, que a veces sacrificaban sus doctos estudios para multiplicar las sesiones,los planes de trabajo y los artculos de slida vulgarizacin en nombre de aquellos que se convertan as en su pueblo: entre 1942 y 1954 el dominico francsMarie-Dominique Chenu se entreg por completo a los cristianos del distritoXIII de Pars, a los equipos de maestros, a los grupos de focolarini, a los sacerdotes y a los obreros militantes, a los que acompa con constancia ejem

    plar, ya que vea en ellos otros tantos puntos de insercin del evangelio en su

    tiempo, para parafrasear el ttulo del libro que recoge una parte de sus trabajosdispersos34.

    El anlisis que haremos a continuacin de las disparidades locales segn laperspectiva de las respuestas episcopales a la consulta antepreparatoria, permitir perfeccionar esta valoracin. Pero ya desde ahora podemos decir que estemovimiento de contestacin interna, informal y respetuosa, preocupa a Roma,que ve germinar ah, con razn o sin ella, otra posible lnea para el catolicismode la segunda mitad del siglo XX: ms despojada en su fe, ms flexible con losde fuera, y tambin ms dinmica. Los ambientes a que nos hemos referido

    cuentan y contarn cada vez ms por su saber o por su responsabilidad: no esuna buena poltica evitar el trato con ellos. En cuanto a los telogos que trabajan para esos ambientes, sus libros conocen una difusin muy superior a la delas producciones de sus hermanos romanos, muchas veces confidenciales. Esevidente que haba demanda de una teologa accesible a los no especialistas; deah el serio problema que planteaban las traducciones del alemn o del francsal italiano o al espaol...

    Sin que pueda hablarse de una oposicin estructurada, ni tampoco, a fortio-ri,de un complot, puede advertirse cierto malestar desde los aos 30 en el seno del catolicismo de Europa del norte: perceptible in situ,pero tambin en Ro

    ma, que vacila a este propsito entre la zanahoria y el bastn. Por un lado, laobsesin intermitente y dominante de un retomo del modernismo no fomentaciertamente la indulgencia; por otro, la percepcin, difundida por algunos am

    bientes curiales, de un esplndido pero estril aislamiento puede inclinar losnimos al compromiso. Este toma la forma de un examen quisquilloso de lasnovedades por parte de la curia romana; luego, de una opcin rigurosa entrelas que parecen aceptables y las que no lo son: de aqu las reformas desde arri