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Albert Soboul

DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE Historia de la Revolución Francesa

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

Libro 109

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Albert Soboul

Colección

SOCIALISMO y LIBERTAD

Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANAVíctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa LuxemburgoLibro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETOKarel KosikLibro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO Silvio FrondiziLibro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXISAntonio GramsciLibro 5 MAO Tse-tungJosé AricóLibro 6 VENCEREMOSErnesto GuevaraLibro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEALEdwald IlienkovLibro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTEIñaki Gil de San VicenteLibro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANONéstor KohanLibro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADREJulio Antonio MellaLibro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del surMadeleine RiffaudLibro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista David RiazánovLibro 13 ANARQUISMO y COMUNISMOEvgueni PreobrazhenskiLibro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LASOCIALDEMOCRACIARosa LuxemburgoLibro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓNHerbert MarcuseLibro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASESAníbal PonceLibro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDEOmar CabezasLibro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia1789-1848. Selección de textos de Alberto J. PláLibro 19 MARX y ENGELS.Karl Marx y Fiedrich Engels. Selección de textosLibro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionarioIñaki Gil de San VicenteLibro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICARubén Zardoya

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

Libro 22 DIALÉCTICA Y CONSCIENCIA DE CLASEGyörgy LukácsLibro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁNFranz MehringLibro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA Ruy Mauro MariniLibro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓNClara ZetkinLibro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTADAgustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textosLibro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO -DE ÍDOLOS E IDEALES Edwald Ilienkov. Selección de textosLibro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN - ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALORIsaak Illich RubinLibro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la DemocraciaGyörgy LukácsLibro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDOPaulo FreireLibro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASEEdward P. Thompson. Selección de textosLibro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINARodney ArismendiLibro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUEOsip PiatninskyLibro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓNNadeshda KrupskayaLibro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOSJulius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textosLibro 36 UN GRANO DE MAÍZTomás Borge y Fidel CastroLibro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXISAdolfo Sánchez VázquezLibro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIALSergio BagúLibro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINAAndré Gunder FrankLibro 40 MÉXICO INSURGENTEJohn Reed Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDOJohn ReedLibro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICOGeorgi PlekhanovLibro 43 MI GUERRA DE ESPAÑAMika EtchebéherèLibro 44 NACIONES Y NACIONALISMOSEric Hobsbawm

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Albert Soboul

Libro 45 MARX DESCONOCIDONicolás Gonzáles Varela - Karl KorschLibro 46 MARX Y LA MODERNIDADEnrique DusselLibro 47 LÓGICA DIALÉCTICA Edwald IlienkovLibro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURAAntonio GramsciLibro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINOTrotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de TextosLibro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema CapitalistaSilvio FrondiziLibro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución SocialistaSilvio FrondiziLibro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a PerónMilcíades PeñaLibro 53 MARXISMO Y POLÍTICACarlos Nélson CoutinhoLibro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOSMiguel León-PortillaLibro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓNLucien HenryLibro 56 MARX Y LA POLÍTICAJorge Veraza UrtuzuásteguiLibro 57 LA UNIÓN OBRERAFlora TristánLibro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIAIsmael ViñasLibro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBREROJulio GodioLibro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA Luis VitaleLibro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina. Selección de TextosLibro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADAMarighella, Marulanda y la Escuela de las Américas Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZPedro Naranjo SandovalLibro 64 CLASISMO Y POPULISMO Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textosLibro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTADHerbert MarcuseLibro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALESTheodor W. AdornoLibro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSAVíctor SergeLibro 68 SOCIALISMO PARA ARMARLöwy -Thompson - Anderson - Meiksins Wood y otros. Selección de Textos

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

Libro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?Wilhelm ReichLibro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera ParteEric HobsbawmLibro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda ParteEric HobsbawmLibro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera ParteEric HobsbawmLibro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANAÁgnes HellerLibro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo IMarc BlochLibro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2Marc BlochLibro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUALMaximilien RubelLibro 77 EL DERECHO A LA PEREZAPaul LafargueLibro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?Iñaki Gil de San VicenteLibro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIAPablo González CasanovaLibro 80 HO CHI MINHSelección de textosLibro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN Herbert MarcuseLibro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistenciaSantana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somoza y otrosLibro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICAHenry LefebvreLibro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINAEduardo GaleanoLibro 85 HUGO CHÁVEZJosé Vicente RangélLibro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINASJuan ÁlvarezLibro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICABetty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo OsorioLibro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓNTruong Chinh - Patrice LumumbaLibro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRAFrantz FanonLibro 90 HOMENAJE A CATALUÑAGeorge OrwellLibro 91 DISCURSOS Y PROCLAMASSimón BolívarLibro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textosVargas Lozano - Echeverría - Burawoy - Monsiváis - Védrine - Kaplan y otros

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Albert Soboul

Libro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICAJean Paul SartreLibro 94 LA IDEA ANARQUISTABakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - GoldmanLibro 95 VERDAD Y LIBERTAD Martínez Heredia - Sánchez Vázquez - Luporini - Hobsbawn - Rozitchner - Del Barco

LIBRO 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICAKarl Marx y Friedrich EngelsLIBRO 97 EL AMIGO DEL PUEBLOLos amigos de DurrutiLIBRO 98 MARXISMO Y FILOSOFÍAKarl KorschLIBRO 99 LA RELIGIÓNLeszek KolakowskiLIBRO 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓNNoir et RougeLIBRO 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓNIñaki Gil de San VicenteLIBRO 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIOSelección de textosLIBRO 103 LA INSURRECCIÓN ARMADAA. NeubergLIBRO 104 ANTES DE MAYOMilcíades PeñaLIBRO 105 MARX LIBERTARIOMaximilien Rubel

LIBRO 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓNManuel RojasLIBRO 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIASergio BagúLIBRO 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESAAlbert SoboulLIBRO 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución Francesa

Albert Soboul

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

ALBERT MARIUS SOBOUL (Ammi Moussa, Argelia, 1914 - Nimes, Francia,1982). Fue un historiador de la revolución francesa y período napoleónico.Profesor en la Sorbona, fue catedrático de historia de la revoluciónfrancesa y autor de numerosos e influyentes trabajos de historia einterpretación histórica. En vida fue reconocido internacionalmente como lamayor autoridad francesa en la época revolucionaria.

La obra de Soboul constituye ya un mito en la historiografía sobre laRevolución francesa. Siguiendo la línea de Jaures, Sagnac, Mathiez yGeorges Lefebvre, Albert Soboul utiliza conceptos y métodos de carácterdialéctico que le sirven para aclarar el fondo socioeconómico delmovimiento revolucionario. El papel de los nobles y la aristocracia engeneral, el movimiento campesino en las zonas rurales, el levantamientodel pueblo en las ciudades y la imposición definitiva de la burguesía comoclase social en predominio son fenómenos descritos y analizados a lo largode estas páginas con una precisión y una claridad que nos parece estarviendo las secuencias casi cinematográficamente.

Se ha dicho que la obra de Soboul es una historia socialista de laRevolución francesa; más bien diríamos nosotros que es una historia socialen la que se iluminan zonas oscuras de la Revolución, a la luz del examende las relaciones de producción y de las luchas de clases, del nuevodesarrollo de la agricultura y de las industrias manufactureras, etc. Esteenfoque, predominantemente social, permite dar a la Revolución todo surelieve histórico en el progreso de la humanidad, a través del cual vemos elpaso de una sociedad de carácter y organización feudal a otra de índolefundamentalmente burguesa.

El libro termina con un capítulo importante sobre la Francia contemporáneay el modo como en ellas repercute todavía la influencia de la Revolución ensus estructuras sociales y políticas, con todas sus consecuencias. Ensuma, se trata de una obra que habrá de gozar del interés no solo de losestudiosos del pasado, sino de aquellos a quienes preocupa el presente yel porvenir, puesto que en el estudio vivo de aquel podemos vislumbrar ladirección del futuro histórico de la humanidad.

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Albert Soboul

“Sin duda el arma de la crítica no puede reemplazar a la crítica delas armas, y la fuerza material debe ser derrocada por la fuerzamaterial; no obstante, también la teoría se convierte en fuerzamaterial tan pronto como se apodera de las masas. La teoría escapaz de conmover a las masas una vez que ella demuestra AdHominen, una vez que devienen Radical, Ser radical es tomar lacosa desde la raíz, ahora bien, la raiz para el hombre, es el hombremismo..."

Karl Marx ”Crítica de la Filosofía del Derecho"

https://elsudamericano.wordpress.com

HIJOSLa red mundial de los hijos de la revolución social

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

LA REVOLUCIÓN FRANCESAAlbert Soboul1

INTRODUCCIÓNCAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y SUS CARACTERES

FEUDALISMO Y CAPITALISMO

ESTRUCTURA Y COYUNTURA: ANTAGONISMOS SOCIALES

FLUCTUACIONES ECONÓMICAS Y DEMOGRÁFICAS

ESPONTANEIDAD Y ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIALA ESPERANZA Y EL MIEDO

LA PRÁCTICA POLÍTICA

AÑO 1789: ¿REVOLUCIÓN O COMPROMISO? (1789-92)

LA “ABOLICIÓN” DE LA FEUDALIDAD

EL LIBERALISMO BURGUÉS

EL COMPROMISO IMPOSIBLE

AÑO 1793: ¿REPÚBLICA BURGUESA O DEMOCRACIA POPULAR? (1792-95)

EL DESPOTISMO DE LA LIBERTAD: GIRONDINOS Y MONTAÑESES (1792-93)

GRANDEZA Y CONTRADICCIONES DE LA REPÚBLICA DEL AÑO IITENDENCIAS SOCIALES Y PRÁCTICA POLÍTICA DEL MOVIMIENTO POPULAR

GOBIERNO REVOLUCIONARIO Y DICTADURA JACOBINA

LA IMPOSIBLE REPÚBLICA IGUALITARIA: CESE Y DECLIVE DEL MOVIMIENTO POPULAR (PRIMAVERA DE 1794)

CAÍDA DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO Y FIN DEL MOVIMIENTO POPULAR (TERMIDOR AÑO II - PRADIAL AÑO III)

AÑO 1795: ¿LIBERALISMO O DICTADURA? (1795-99)

LA CATÁSTROFE MONETARIA Y “LA CONSPIRACIÓN DE LOS IGUALES” (1795-97)

LA PRÁCTICA POLÍTICA: DEL LIBERALISMO DIRECTORIAL AL AUTORITARISMO CONSULAR

CONCLUSIÓN: LA REVOLUCIÓN FRANCESA EN LA HISTORIA DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO EL RESULTADO DE LA REVOLUCIÓN

REVOLUCIÓN FRANCESA Y REVOLUCIONES BURGUESAS

BIBLIOGRAFÍA COMENTADA

1 Título original: La Révolution Française. Traducción de Pilar Martínez

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Albert Soboul

DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE Albert Soboul2

DANTON

Un personaje discutidoEl tribuno popularLas responsabilidades de gobiernoDanton y la defensa nacionalDanton y las masacres de septiembreLas negociaciones secretasEl fracaso de la política conciliadoraEl proceso del reyEn el Comité de Salud PúblicaEl jefe de la oposición moderadaEstrategia de la moderación: un error históricoLa ofensiva indulgenteLa crisis de ventoso del año IIEl proceso de DantonDanton y RobespierrePatrimonio y venalidad de DantonDanton, hombre y políticoBibliografía

MARAT

“El Amigo del Pueblo” (1743 - 1793)La vida aventurera del doctor MaratLos años de aprendizajeLa experiencia inglesaLos comienzos literariosLas cadenas de la esclavitudEl Plan de legislación criminalMarat, hombre de cienciaLa lucha por la libertad (1789 - 10 de Agosto de 1792)La Ofrenda a la patriaEl periódico de MaratMarat contra NeckerLa vigilancia revolucionariaContra la guerraMarat siempre contra la guerraLa caída de la monarquíaVictoria y martirio de Marat (10 de Agosto de 1792 - 13 de Julio de 1793)Marat representante del puebloLa Gironda contra Marat

2 Colección Los Hombres de la Historia; n.º 46 “Robespierre” (Abril de 1969); “Danton” n.º 133(Noviembre de 1970); “Marat” n.º 137 (1971). Centro Editor de América Latina, CEAL, Bs. As.

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

El proceso de Luis XVIContra DumouriezFrente al tribunal revolucionarioEl ataque final contra la GirondaMarat contra los RabiososEl asesinato de MaratConclusiónBibliografía

ROBESPIERRE

“El incorruptible”Un intelectual pequeño burguésRepresentante del puebloUna democracia burguesaDe la revolución burguesa a la democracia popular socialLa propiedad no es un derecho de naturalezaUna contradicción históricaEl hombre de la revoluciónLa guerra y la dictaduraLa victoria y sus consecuenciasLa crisis de TermidorBibliografía

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Albert Soboul

INTRODUCCIÓN

CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y SUS CARACTERES

La Revolución Francesa señala la llegada a la historia de Francia de lasociedad burguesa y capitalista. Su característica esencial es la de haberlogrado la unidad nacional del país mediante la destrucción del régimenseñorial y de las órdenes feudales privilegiadas: la Revolución, segúnTocqueville en L’Ancien Régime et la Revolution3 (lib. II, cap. I),

“cuyo objetivo era abolir en todas partes los restos de las instituciones dela Edad Media”.

Que haya acabado en el establecimiento de una democracia liberal es algoque concreta aún más su significación histórica. Desde este doble punto devista, y bajo la perspectiva de la historia mundial, merece ser consideradacomo el modelo clásico de revolución burguesa.

La historia de la Revolución Francesa plantea, pues, dos series de problemas.Problemas de tipo general: los relativos a la ley histórica de la transición delfeudalismo al capitalismo moderno. Problemas de tipo concreto: los que serefieren a la estructura específica de la sociedad al final del Antiguo Régimen yque dan cuenta de los caracteres propios de la Revolución Francesa encomparación con los distintos tipos de “revolución burguesa”.

Se impone hacer una observación de vocabulario. Sabemos las observacionescríticas suscitadas por los términos feudalidad y feudalismo, aquí empleados;Georges Lefebvre, en ocasión de un debate sobre “la transición del feudalismoal capitalismo”, adelantó que no eran apropiados. ¿Cómo designar, a partir deese momento, el tipo de organización económica y social que la Revolucióndestruyó y que se caracterizaba no solamente por las supervivencias delvasallaje y del desmembramiento del poder público, sino también por lapersistencia de la apropiación directa por parte de los señores del producto delsobretrabajo de los campesinos, de lo que daban prueba las prestacionespersonales, los derechos y cánones en especie y en dinero a que estabansujetos estos últimos? Sin duda alguna, esto es dar a la palabra feudalidad unsignificado más amplio, que engloba los cimientos materiales del propiorégimen. Es en este sentido como la entendían los contemporáneos, tal vezmenos los juristas al corriente de las instituciones o los filósofos sensiblessobre todo al fraccionamiento del poder público que los campesinos quesoportaban su peso y los revolucionarios que la derribaron. Es en este sentidocomo la entendía también ese observador clarividente por excelencia,Tocqueville, que escribió en El Antiguo Régimen y la Revolución (lib. I, cap. V)que esta última había destruido “todo lo que, en la antigua sociedad, procedíade las instituciones aristocráticas y feudales”. Feudalidad, pues, no en elsentido restringido del derecho sino como noción de historia económica ysocial, definida por un cierto tipo de propiedad, por un modo de producciónhistórico basado en la propiedad de tierras, anterior al capital moderno y almodo de producción capitalista. No hace falta concretar que la feudalidad eneste último sentido presenta diversos matices según la fase de su evolución y

3 Trad. castellana “El Antiguo Régimen y la Revolución”, Guadarrama, Madrid, 1969.

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también según los países y las regiones. El papel histórico de la RevoluciónFrancesa fue el de asegurar, por la destrucción de la feudalidad así definida, latransición hacia la sociedad capitalista.4

FEUDALISMO Y CAPITALISMO

A finales del siglo XVIII la estructura social de Francia seguía siendoesencialmente aristocrática: conservaba el carácter de su origen, de la épocaen que la tierra constituía la única forma de riqueza social y, por lo tanto,confería a quienes la poseían el poder sobre quienes la cultivaban. Lamonarquía de los Capetos había despojado a los señores, al precio degrandes esfuerzos, de sus derechos de regalías: no por eso dejaron deconservar sus privilegios sociales y económicos. Los derechos señorialesseguían subrayando la sujeción de los campesinos.

El renacimiento del comercio y el desarrollo de la producción artesanal habíancreado, sin embargo, desde los siglos X y XI, una nueva forma de riqueza, lariqueza mobiliaria, y con ello habían dado nacimiento a una clase nueva, laburguesía, cuya importancia había quedado consagrada con su admisión enlos Estados Generales desde el siglo XIV. En el marco de la sociedad feudal, laburguesía había seguido su expansión al mismo ritmo del desarrollo delcapitalismo, estimulado por los grandes descubrimientos de los siglos XV y XVIy por la explotación del mundo colonial, así como por las operacionesfinancieras de una monarquía siempre escasa de dinero. En el siglo XVIII laburguesía estaba a la cabeza de las finanzas, del comercio, de la industria;proporcionaba a la monarquía tanto técnicos administrativos como los recursosnecesarios para la marcha del estado. La aristocracia, cuyo papel no habíadejado de disminuir, seguía no obstante en el primer rango de la jerarquíasocial: pero se estancaba en casta, en tanto que la burguesía crecía ennúmero, en poder económico y también en cultura y en conciencia. El progresode la Ilustración minaba las bases ideológicas del orden establecido al mismotiempo que se afirmaba la conciencia de clase de la burguesía. Su buenaconciencia: como clase en ascenso, con fe en el progreso, estaba convencidade representar el interés general y de asumir las cargas de la nación; comoclase progresiva ejercía una atracción victoriosa tanto sobre las masaspopulares como sobre los sectores disidentes de la aristocracia. Pero laambición burguesa, llevada por la realidad social y económica, topaba con laletra aristocrática de las leyes y de las instituciones.

4 Sobre la feudalidad, cf. Bloch, M., La société féodale, vol. I: La formation des liens dedépendance (Paris, 1939); Boutruche, R., IX e Congrès International des SciencesHistoriques, I: Rapports (Paris, 1950); Boutruche, R., Seigneurie et féodalité, I. Le premierège des liens d’homme à homme (París, 1959). Sobre el problema de la transición delfeudalismo al capitalismo, cf. The Transition from Feudalism to Capitalism, A Symposium, deSweezy, P. M.; Dobb, M.; Takahashi, H. K.; Hilton, R. y Hill, C. (Londres, 1954); Hilton, R. H.,“Y eut-il une crise générale de la féodalité?” (Annales, Economies, Sociétés, Civilisations,núm. 1, 1951); Procacci, G.; Lefebvre, G. y Soboul, A., “Une discusión historique: duféodalisme au capitalisme” (La Pensée, núm. 65, 1956); Soboul, A., “La Révolution françaiseet la féodalité. Notes sur le prélèvement féodal” (Revue historique, núm. 487, pág. 33, 1968).

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Esos caracteres no diferenciaban a Francia del resto de Europa. En todaspartes el ascenso de la burguesía se había producido en detrimento de laaristocracia y en los mismos marcos de la sociedad feudal. Pero, como seaque los diversos países europeos habían tomado parte de forma muy desigualen el desarrollo de la economía capitalista, esos caracteres les afectaban engrados muy diversos, desde los Países Bajos e Inglaterra que desde el sigloXVII habían llevado a cabo su revolución burguesa, hasta las grandesmonarquías de Europa central y oriental, con burguesías poco numerosas ycon escasa influencia.

En Francia, en la segunda mitad del siglo XVIII, el desarrollo de la economíacapitalista, sobre cuya base se había edificado el poder de la burguesía, seveía frenado por los marcos feudales de la sociedad, por la organizacióntradicional y reglamentaria de la propiedad, de la producción y de losIntercambios. “Había que romper esas cadenas –escriben los autores delManifeste–, y se rompieron”. Así se plantea el problema del paso delfeudalismo al capitalismo. Problema al que no se sustrajeron los másclarividentes hombres de la época. Lejos de estar inspirada por un idealismoabstracto, como pretende Taine, la burguesía revolucionaria tenía una claraconciencia de la realidad económica que le daba su fuerza y que determinó suvictoria.

Barnave fue el primero que formuló, más de medio siglo antes que Marx, lateoría de la revolución burguesa. Barnave, que había vivido en el Delfinado, enmedio de esa inmensa actividad industrial que, si creemos lo que el inspectorde las manufacturas Roland escribía en 1785, hacía de esta provincia, por lavariedad y densidad de sus empresas y la importancia de su producción, unade las primeras del reino, llegó a concebir la idea de que la propiedadindustrial acarrea el advenimiento político de la clase que la posee. En suIntroduction á la Révolution française, escrita en 1792 y publicada en 1843,después de sentar el principio de que la propiedad influye sobre lasinstituciones, Barnave observa que las instituciones creadas por la aristocraciaterrateniente contrarían y retrasan el advenimiento de la nueva sociedad.

“El reinado de la aristocracia dura tanto como el pueblo agrícola sigueignorando o descuidando las artes, y como la propiedad de las tierrassigue siendo la única riqueza...”.

“Desde el momento en que las artes y el comercio consiguen penetrar enel pueblo y crean un nuevo medio de riqueza en ayuda de la clasetrabajadora, se prepara una revolución de las leyes políticas; una nuevadistribución de la riqueza prepara una nueva distribución del poder. Asícomo la posesión de las tierras aupó a la aristocracia, la propiedadindustrial eleva el poder del pueblo; este adquiere su libertad...”.

El pueblo, según la pluma de Barnave, es la burguesía. Después de afirmartan claramente la necesaria correspondencia entre las instituciones políticas yel movimiento de la economía, Barnave le añade el movimiento de las mentes:

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“A medida que las artes, la industria y el comercio enriquecen a la clasetrabajadora del pueblo, empobrecen a los grandes propietarios rurales yacercan a las clases por la fortuna; los progresos de la instrucción losacercan por las costumbres y recuerdan, después de un largo olvido, lasideas primitivas de la igualdad”.

Tanto como la igualdad con la aristocracia, era la libertad lo que reclamaba laburguesía: la libertad política, sí, pero más aún la libertad económica, la de laempresa y el beneficio. El capitalismo exigía la libertad porque la necesitabapara asegurar su desarrollo. La libertad en todas sus formas: libertad de lapersona, condición del asalariado, libertad de los bienes, condición de sumovilidad, libertad de la mente, condición de la investigación y de losdescubrimientos técnicos y científicos.

Las revoluciones holandesa a finales del siglo XVI e inglesa en el XVII yahabían demostrado que las causas profundas de la revolución burguesa hayque buscarlas en las supervivencias feudales y las contradicciones de laantigua sociedad, obstáculos para el desarrollo de los nuevos medios deproducción y de intercambio. Pero este aspecto no explica todos los caracteresde la Revolución Francesa. Las razones para que haya constituido el episodiomás clamoroso, por su propia violencia, de las luchas de clase que han llevadoa la burguesía al poder, hay que buscarlas en las características específicas dela sociedad francesa del Antiguo Régimen.

ESTRUCTURA Y COYUNTURA

ANTAGONISMOS SOCIALES

La aristocracia (es decir, la nobleza y el alto clero, dado que el orden del clerono presentaba ninguna unidad social) planteaba un doble problema, social ypolítico.

Socialmente, más que sobre los matices y los enfrentamientos en las filas de laaristocracia, hay que insistir en su unidad profunda y en sus característicasespecíficas: estas se miden en comparación con la aristocracia inglesa, que nodisfrutó ni del privilegio fiscal ni del prejuicio de derogación. Sin duda lanobleza francesa no era homogénea, puesto que la evolución histórica habíaintroducido diferenciaciones en el seno del orden: nobleza de espadatradicional y nobleza de toga, adquirida al nacer, nobleza de corte y noblezaprovinciana, de sangre una y otra pero con opuestos géneros de vida. Sinduda también en el siglo XVIII el dinero se imponía a la nobleza, como a laburguesía, y tendía a disociar sus filas. El noble, incluso el de espada, no eranada si era pobre. Había que ser rico para adquirir la nobleza, rico tambiénpara mantener su rango. En sus capas superiores, la aristocracia se veíareducida en una minoría a la que el dinero, el espíritu de empresa, lascostumbres y las ideas, acercaban a la burguesía. No obstante, la masa de lanobleza permanecía al margen de esa renovación, obstinadamente aferrada asus privilegios y a su mentalidad tradicional.

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Si bien es cierto que el exclusivismo nobiliario no data del siglo XVIII, sí sereforzó considerablemente a finales del Antiguo Régimen: el ejército (la medidamás célebre en la materia es la ordenanza de 1781), la Iglesia (en 1789 todoslos obispos son nobles), la alta administración (acabado el reino de la “vilburguesía”), se cerraron a los plebeyos.

“De una forma u otra –escribe Sieyés en su folleto Qu?est-ce que le tiersétat?– todas las ramas del poder ejecutivo cayeron también en la castaque suministraba la Iglesia, la Toga y la Espada. Una especie de espíritude confraternidad hace que los nobles se prefieran entre ellos y para todo,al resto de la nación. La usurpación es total: reinan realmente”.

Entre la espada, la toga y las finanzas recién llegadas, la solidaridad de losintereses aseguraba una rápida fusión: la diversidad de los orígenes seborraba ante la afirmación del privilegio. El pequeño noble de provinciasseguía todavía más aferrado a su condición: le iba en ello su propia existencia.Renunciar a los derechos señoriales o simplemente pagar el impuesto hubieraprecipitado su ruina. El prejuicio de derogación condenaba a los segundones ala miseria, dado que el derecho de primogenitura reservaba el patrimonio a losherederos del apellido. En algunas provincias, una auténtica “plebe nobiliaria”,según la expresión de Albert Mathiez, seguía fijada en la tradición, negándosea cualquier concesión. En la nación, “¿dónde situar la casta de los nobles?”,pregunta Sieyés. El peor ordenado de todos los estados sería aquel en que:

“toda una clase de ciudadanos se vanagloriara de permanecer inmóvil enmedio del movimiento general y consumiera la mejor parte del productosin haber participado en nada en su producción. Una clase como esa esciertamente ajena a la nación por su holgazanería”.

Cuando se puso en entredicho la existencia del privilegio, el rey, “primergentilhombre del reino”, ¿podía resignarse a abandonar a “su fiel nobleza”? Lamonarquía, como la aristocracia, no tuvo otra salida que la contrarrevolución.

Políticamente, la aristocracia se alzó, en el siglo XVIII, contra el absolutismoreal y lo minó obstinadamente. Tanto como por el desarrollo del pensamientoburgués y el resplandor de la filosofía de la Ilustración, la época se caracterizópor una contracorriente de ideología aristocrática ilustrada por Boulainvilliers,Montesquieu, Le Paige. La feudalidad fue justificada por la conquista, y losnobles serían descendientes de los conquistadores germánicos, a los que elderecho de armas habría convertido en señores de los galorromanosreducidos al vasallaje. La aristocracia es anterior a la monarquía, y los reyes alprincipio eran elegidos. Nutriéndose de este arsenal ideológico, sólidamenteinstalada en esas fortalezas del exclusivismo aristocrático que eran las Cortessoberanas, los estados provinciales y las asambleas del clero, usando yabusando de los derechos de los parlamentos al registro y a lasamonestaciones, la aristocracia, tanto la de espada como la de toga, desplegóa lo largo de todo el siglo XVIII el asalto contra la autoridad real. Las Cortes ylos estados, rechazando toda tentativa de reforma fiscal, atribuyéndose papelde defensores del contribuyente, mantenían de hecho los privilegios al abrigode todo ataque. Maupeou había vencido en 1771 a la oligarquía judicial; LuisXVI, a su llegada, la restableció en sus poderes; contribuyó a la caída deTurgot. Desde este momento el ataque se generalizó en nombre de la libertad

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–la de la aristocracia–, la Espada y la Toga hicieron causa común contra elpoder central y los parlamentos y los estados provinciales se apoyaronmutuamente.

La oposición aristocrática culminó en lo que Albert Mathiez ha llamado “larevuelta nobiliaria” y Georges Lefebvre “la revolución aristocrática” (1787-1788): “Los patricios –escribió Chateaubriand– empezaron la Revolución; losplebeyos la acabaron”. De la reunión de la Asamblea de notables del 22 defebrero de 1787, a la decisión del Parlamento de París del 23 de septiembre de1788 (en que los Estados Generales, convocados para el 1 de mayo pordecisión del Consejo del 8 de agosto, se constituyeron, como en 1614, en tresórdenes con el mismo número de representantes y voto separado), los intentosde reformas propuestas por Calonne y por su sucesor Lomóme de Briennefueron atajados por la resistencia del Consejo de notables, y después por larevuelta de la Corte de los pares y de los parlamentos provinciales. Despuésde acabar imponiendo su voluntad al poder real, la aristocracia había triunfado

¿“Revolución aristocrática”?... La expresión parece ambigua. Si la nobleza (ysus cuadernos de quejas pronto lo ilustraron) admitía un régimen constitucionaly el voto del impuesto por parte de los Estados Generales, si exigía elabandono de la administración a unos estados provinciales electivos (EstadosGenerales y Estados Provinciales que dominaría gracias al mantenimiento desu estructura aristocrática), si se mostraba preocupada por la libertadindividual, estaba lejos de admitir la igualdad fiscal, era unánime en cuanto almantenimiento de los derechos señoriales. No puede quedar ninguna duda: laaristocracia emprendió la lucha contra el absolutismo para restablecer supreponderancia política y salvaguardar unos privilegios sociales superados.lucha que lógicamente llevó hasta la contrarrevolución.

La problemática de esta “etapa intermedia” ha vuelto a ser estudiadarecientemente y el acento se ha puesto no ya sobre el contenido social delepisodio sino sobre la voluntad de reforma de la monarquía5: reforma de lasimposiciones propuestas por Calonne, relanzada por Brienne, más el amplioconjunto de reformas emprendidas por Brienne, desde la administracióncentral de las finanzas y el comercio hasta la reforma militar, desde lasasambleas provinciales hasta la reforma judicial y el estado civil de los nocatólicos. Loménie de Brienne y sus colaboradores habían emprendido convalentía la renovación de un régimen condenado: ¿estaba en sus manoscambiar su contenido social? La mayor parte de los privilegiados no estabandispuestos a hacer sacrificios; aunque limitadas y parciales, las reformaslesionaban sus intereses y ponían en peligro sus prerrogativas. Si las justiciasseñoriales estaban condenadas, no era cuestión de tocar los derechosfeudales. La reforma militar respetaba las prerrogativas de la noblezacortesana, pero seguía negando a los plebeyos el acceso a los grados deoficiales. Para complacer a la aristocracia, el poder de los intendentes quedabadesmembrado en beneficio de las asambleas provinciales, pero se mantenía ladivisión en órdenes, y la presidencia seguía reservada a los privilegiados. Si escierto que la nobleza y el clero perdían parte de su privilegio fiscal, también loes que conservaban su preeminencia social y el clero su autonomíaadministrativa tradicional. Las reformas no ponían en cuestión la estructura

5 Egret, J., La Pré-Révolution française, 1787-88, París, 1962.

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aristocrática del Antiguo Régimen: tratándose del prólogo a una revoluciónburguesa, ¿puede desde ese momento hablarse de “prerrevolución”? Más quesobre las tentativas de reforma, parece claro que el acento de esta “etapaintermedia” ha de seguir poniéndose en la resistencia victoriosa de laaristocracia. Pero, al minar el poder real, esta no se daba cuenta de queestaba anulando al defensor de sus privilegios. La revuelta de la aristocraciaabrió el camino al estado llano.

El tercer estado, o estado llano, incluía confundidos en sus filas a todos losplebeyos, o sea, según Sieyés, al 96 % de la nación. Esta entidad legalencubría elementos sociales diversos cuya acción específica diversificó elcurso de la Revolución.

Es una verdad evidente que la burguesía guio la Revolución. También hay queobservar que no constituía, en la sociedad del siglo XVIII, una clasehomogénea. Algunas de esas fracciones estaban integradas en las estructurasdel Antiguo Régimen, participando en grados diversos de los privilegios de laclase dominante: bien por la fortuna inmobiliaria y los derechos señoriales,bien por la pertenencia al aparato del estado, bien por la dirección de lasformas tradicionales de las finanzas y la economía. Todas ellas estuvieronafectadas en grados diversos por la Revolución. Convendría medirexactamente el papel de la gran burguesía comerciante e industrial tanto en elAntiguo Régimen como en la Revolución. El capitalismo todavía seguía siendobásicamente comercial. Dominaba un sector importante de la producción, bienen las ciudades, bien en el campo, donde el negociante-fabricante hacíatrabajar a trabajadores a domicilio a destajo. El capitalismo comercial, si bienhistóricamente representa una fase de transición, no llevaba esencialmente ala revolución del antiguo sistema de producción y de intercambio en el queestaba en parte integrado. Los sectores de burguesía vinculados a él notardaron en mostrarse partidarios de un compromiso. Desde ese punto devista, ¿no podría señalarse una cierta continuidad lógica desde losmonárquicos a los feuillants, y después a los girondinos? Mounier, portavoz delos monárquicos, escribiría más tarde que su destino era:

“seguir las lecciones de la experiencia, oponerse a las innovacionestemerarias y no proponer en las formas de gobierno entonces existentesmás que las modificaciones necesarias para mantener la libertad”.

En cuanto a los girondinos, cuyas vinculaciones con la burguesía de lospuertos y el gran comercio colonial son bien conocidas, el ejemplo de Isnardilustra su posición social y política: diputado por el Var en la Convención,célebre por su apostrofe contra París el 25 de mayo de 1793 (“Pronto sebuscaría en las orillas del Sena...”), Isnard era un negociante especializado enel comercio al por mayor de aceites y en la importación de granos, propietariode una fábrica de jabones y de una fábrica de torcidos de seda. Ejemplosignificativo de una actividad industrial subordinada al capital comercial y queno cambiaba las relaciones de producción tradicionales: tanto desde el puntode vista social como desde el punto de vista económico la industria seguíasiendo subalterna.

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La existencia de un amplio sector de pequeña y mediana burguesía yaconstituía una de las características esenciales de la sociedad francesa. Lamayor parte de la producción local seguía alimentada por artesanos,productores independientes y vendedores directos. Pero en el artesanadoreinaba una enorme diversidad en cuanto a la condición jurídica y al nivelsocial. Existían muchos matices, desde la burguesía media hasta la clasehumilde, que trabajaba manualmente. Algunos oficios, como los Seis Cuerposen París, estaban considerados y sus miembros se encontraban entre losnotables. A menudo se ha citado la opinión de la esposa del convencionalLebas –hija del “carpintero” Duplay (entendámonos: empresario carpintero)–huésped de Robespierre, que afirmaba que su padre, preocupado por ladignidad burguesa, jamás hubiera admitido en su mesa a uno de sus“servidores”, es decir, de sus obreros. Se ve así la distancia que separó a losjacobinos de los sans-culottes, a la pequeña o mediana burguesía de lasclases populares propiamente dichas. Donde acababan unas y empezabanotras era algo difícil de precisar. En la sociedad del Antiguo Régimen, dedominante aristocrática, las categorías sociales englobadas bajo el términogeneral de tercer estado no estaban claramente dilucidadas. La producciónartesanal y el sistema de intercambios a través del tendero facilitabantransiciones insensibles del pueblo a la burguesía. El obrero trabajaba y vivíacon el pequeño artesano, compartía su mentalidad y sus condicionesmateriales. Del artesano al empresario habían múltiples matices y los pasoseran lentamente graduados. En lo alto de la escala unos cambios casiinsensibles provocaban una brusca mutación: en la primera fila de la clasemedia y ya en las fronteras de la auténtica burguesía, un cierto parentesco conlas profesiones liberales, así como unos privilegios concretos o unareglamentación especial, aislaban a libreros, impresores, boticarios, maestrosde postas, algunos grandes empresarios que, si trataban a tenderosimportantes y a obreros, se irritaban de ver a los burgueses propiamentedichos comportarse de igual forma con respecto a ellos.

Sobre esas categorías sociales intermedias pesaban las contradicciones deuna situación ambigua. Los artesanos, pertenecientes a las clases popularespor sus condiciones de vida y a menudo por la miseria que conocían, poseían,sin embargo, su tenderete y sus herramientas; el tener bajo su disciplina aobreros y aprendices acentuaba su mentalidad burguesa. Pero el apego alsistema de la producción reducida y de la venta directa les enfrentaba a laburguesía comercial y al capital comercial: los artesanos se sentíanamenazados por la competencia de la manufactura, y temían sobre todotrabajar para el negociante-fabricante y verse reducidos así a la condición deasalariados. De ahí que, entre los artesanos y tenderos que formaron losdirigentes del movimiento popular, se dieran aspiraciones contradictorias. Sealzaban contra la propiedad concentrada en manos de los grandes fabricantes:pero ellos mismos eran propietarios. Reclamaban la tasación de lassubsistencias y de las materias primas: pero pretendían mantener la libertadde sus beneficios. Las reivindicaciones de esas categorías artesanales y detenderos se sublimaron en quejas apasionadas, en arranques de revuelta,particularmente eficaces en la obra de destrucción de la vieja sociedad: jamáspudieron concretarse en un programa coherente.

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A las categorías populares propiamente dichas les faltaba el espíritu de clase.Diseminados en muchos pequeños talleres, no estaban especializados comoconsecuencia del desarrollo todavía restringido de la técnica, ni estabanconcentrados en grandes empresas o en los barrios industriales. A menudomal diferenciados del campesinado, los asalariados, así como también losartesanos, no eran capaces de concebir soluciones eficaces para su miseria: ladebilidad de los gremios lo demostraba. El odio hacia la aristocracia, elenfrentamiento irreductible con los “pudientes” y los ricos, fueron los fermentosde unidad de las masas trabajadoras. Cuando las malas cosechas, y la crisiseconómica que necesariamente provocaban, las pusieron en movimiento, nose alinearon con una clase distinta, sino como asociadas al artesanado, detrásde la burguesía: así se dieron los golpes más fuertes a la vieja sociedad. Peroesta victoria de las masas populares no podía ser más que “una victoriaburguesa”: la burguesía solo aceptó la alianza popular contra la aristocraciaporque las masas le permanecieron subordinadas. En caso contrario,probablemente habría renunciado, como hizo en el siglo XIX en Alemania y enmenor medida en Italia, al apoyo de aliados considerados como demasiadotemibles.

Los campesinos desempeñaron un cometido no menos importante en laRevolución Francesa: fue una de sus características más originales. En 1789la gran mayoría de campesinos eran, desde hacía mucho, hombres libres,dado que la servidumbre solo subsistía en algunas regiones, sobre todo en elNeversado y el Franco Condado. Las relaciones de producción feudalesdominaban, sin embargo, los campos, como demostraban los cánonesseñoriales y los diezmos eclesiásticos. El diezmo, alejado la mayoría de lasveces de su objetivo primitivo y que presentaba los inconvenientes habitualesde un impuesto en especie, parecía tanto más insoportable cuanto que el alzade los precios había aumentado su beneficio: en tiempos de hambre seobtenía a expensas de la alimentación del campesino. Lo que quedaba de losderechos señoriales era todavía más impopular, aunque ciertamente seguíasiendo igual de gravoso. Algunos historiadores tienen tendencia a minimizar elpeso de la feudalidad al final del Antiguo Régimen. Tocqueville les hacontestado por adelantado en un capítulo de El Antiguo Régimen y laRevolución: “Porque los derechos feudales se habían vuelto en Francia másodiosos para el pueblo que en cualquier otra parte”: si el campesino no hubieraposeído la tierra hubiera sido menos sensible a las cargas que el sistema fiscalhacía pesar sobre la propiedad rural.

Quizás habría que distinguir, desde un estricto punto de vista jurídico, lo queera propiamente feudal de lo que era señorial. Los derechos feudalesresultaban de los contratos de feudo. La jerarquía de los feudos se mantenía,como da fe de ello en cada mutación el permiso y el censo, así como el pagode una tasa; allí donde los plebeyos tendían a ser compradores de feudos, y elcaso no era raro en el Midi, estaban sujetos a un canon especial llamado defeudo alodial. Los derechos señoriales hallaban su principio en la soberaníaejercida en la Edad Media por los señores. De la autoridad señorial subsistía:una parte de la justicia, alta o baja, carácter esencial del señorío; unasprerrogativas honoríficas, símbolo de la superioridad social del señor; unosmonopolios señoriales, personales unos, prestaciones personales y cánonesdiversos, y reales otros: caían sobre las tierras y no sobre las personas, y

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traducían la propiedad eminente del señor (todavía se decía la directa), pues elcampesino solo tenía la propiedad útil. De los derechos reales, unos erananuales (bien en dinero, censo o rentas, bien en especie, tributo de las gavillaso terrazgo en el Norte, agrier en el Midi), otros casuales (laudemio sobre lasmutaciones). Tal era, esquematizado (Boncerf evalúa en más de trescientas lasdistintas clases de cánones en su folleto sobre los Inconvénients des droitsféodaux, 1776), el complexum feudale, en expresión de los juristas: la feudalidad,en el vocabulario ordinario de la época. Que las masas campesinas, unánimesen detestarla, dieran a través suyo un golpe mortal a la aristocracia, pruebabastante bien que la feudalidad constituía la característica esencial de lasociedad del Antiguo Régimen.

“La feudalidad había permanecido como la mayor de todas nuestrasinstituciones civiles al dejar de ser una institución política –escribeTocqueville–. Así reducida, todavía provocaba muchos más odios, ypuede decirse en verdad que al derribar una parte de las instituciones dela Edad Media se había hecho cien veces más odioso lo que se dejaba”.

Frente a la explotación feudal, la comunidad rural permanecía unida: frente alseñor, frente al diezmero, frente también al impuesto real. Pero detrás de esteantagonismo fundamental ya se percibían oposiciones que llevaban el germende las luchas del siglo XIX, una vez destruidas la feudalidad y la aristocracia.La desigualdad había penetrado desde hacía mucho en la comunidad rural, ytendía a disociarla.

En las regiones de grandes explotaciones, la aplicación del capital y susmétodos al trabajo agrícola con vistas a un cultivo intensivo y a una producciónpara el mercado, había producido evidentes repercusiones en la condicióncampesina. El grupo social de los grandes terratenientes se desarrollóampliamente al final del Antiguo Régimen, concentrando no la propiedad sinola explotación: los campesinos de las llanuras cerealeras de la cuencaparisiense denunciaron en sus cuadernos de quejas la “reunión” de lasexplotaciones agrarias y se obstinaron en vano, hasta el año II, en reclamar sudivisión. Así se afirmaba ya el antagonismo entre un capitalismo agrícola y uncampesinado en vías de proletarización. Faltos de tierra, despojados de susderechos colectivos a medida que se reforzaban la propiedad privada y la granexplotación, los pequeños campesinos engrosaban las filas de un proletariadomiserable e inestable, presto a alzarse tanto contra las grandes explotacionescomo contra los castillos.

Desde luego, no hay que exagerar esas características: en vísperas de laRevolución, la mayor parte del país seguía siendo dominio de la pequeñaexplotación tradicional. Pero también aquí la desigualdad se había introducidoen el seno de la comunidad rural. La propiedad de los bienes comunales, laspresiones colectivas sobre la propiedad privada (prohibición de cercar, rotaciónde cultivos obligatoria), los derechos de uso sobre los campos (pastoscomunales, derechos de espigueo y de rastrojera), sobre los prados (derechode segunda hierba) o sobre los bosques habían constituido durante muchotiempo unos sólidos cimientos comunitarios. En la segunda mitad del sigloXVIII, bajo la ola del individualismo agrario y con el apoyo del poder real(edictos de cercado, clasificación de los comunales), la estructura comunitaria

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se resquebrajó: fue la aristocracia quien se aprovechó sobre todo de ello. Pero,en el seno de la comunidad, algunos propietarios, “gallitos de pueblo”,dominaban a jornaleros y pequeños campesinos que dependían de ellos parasus yuntas o para su pan cotidiano; producían más o menos para el mercado,acaparaban la administración del pueblo y se adaptaban a la renovación de laagricultura. Este campesinado propietario, tanto como a la aristocracia quegravaba su tierra con los derechos señoriales, era hostil a la comunidad ruralque lo gravaba con derechos colectivos y limitaba su libertad de explotación yde provecho: aspiraba a liberarse de todas esas restricciones. El campesinadopobre, por el contrario, falto de tierra y obligado para asegurarse el pan abuscar un salario complementario en la tierra de otros o en la industria rural, seaferraba tanto más a los derechos colectivos y a los modos tradicionales deproducción cuanto que sentía que se le escapaban: la masa campesina oponíala reglamentación del cultivo a la libertad de explotación.

Concepción de un derecho limitado de la propiedad, acción reivindicativacontra la concentración de las explotaciones o de las empresas: estos rasgoscaracterizaban un ideal social popular a la medida de las condicioneseconómicas de la época. Los campesinos y artesanos para disponerlibremente de su persona y de su trabajo debían primero dejar de estarenfeudados a otro, apegados a la tierra o prisioneros en el marco de unacorporación. De ahí su odio hacia la aristocracia y el Antiguo Régimen: lasclases populares han sido el motor de la revolución burguesa. Pero,productores inmediatos o codiciosos del devenir, campesinos y artesanosbasaban la propiedad en el trabajo personal y soñaban en una sociedad depequeños productores, cada uno dueño de su campo, su taller, su tienda: deun modo confuso, querían prevenir la constitución de un monopolio de lariqueza, así como la de un proletariado dependiente. Estas aspiracionesprofundas dan cuenta de las luchas sociales y políticas durante la Revolución,de sus peripecias y de su progresión: de 1789 a 1793 se asiste a unaprofundización de la lucha de la burguesía contra la aristocracia, marcada porel papel creciente de las capas medias y de las masas populares, y no a uncambio de naturaleza de las luchas sociales. En ese sentido puede hablarsede un “cambio de frente” de la burguesía después de la caída de Robespierre:tanto antes como después del 9 termidor, el enemigo esencial sigue siendo laaristocracia que no depone las armas. La prueba de ello es la ley de 9 frimariodel año VI (29 de noviembre de 1797), inspirada por Sieyés, que redujo a losexnobles y ennoblecidos a la condición de extranjeros. La RevoluciónFrancesa es “un bloque”: antifeudal y burguesa a través de sus diversasperipecias.

Este arraigo de la Revolución en la realidad social francesa, esta continuidad yesta unidad, así como su necesidad, han sido subrayados por Tocqueville consu acostumbrada lucidez.

“Lo que la Revolución no ha sido en modo alguno es un acontecimientofortuito. Ha tomado, es cierto, el mundo de improviso, y sin embargo noera más que el complemento del trabajo más largo, el término repentino yviolento de una obra en la que habían trabajado diez generaciones dehombres”.

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FLUCTUACIONES ECONÓMICAS Y DEMOGRÁFICAS

No obstante, más allá de las estructuras sociales y de los antagonismosfundamentales que dan cuenta de las causas profundas de la Revolución,conviene precisar los diversos factores que explican una fecha. La Revoluciónera ineluctable, según testimonio del propio Tocqueville: pero ¿por qué –segúnsu expresión– esa explosión repentina, ese brusco “esfuerzo convulsivo ydoloroso, sin transición, sin precaución, sin miramientos”?6.

La Revolución de 1789 nació en una atmósfera de crisis económica. Jaurés,en el amplio fresco que es su Histoire socialiste (1901-1904), había buscadoen “las condiciones económicas, la forma de la producción y de la propiedad”,las razones profundas de la Revolución. Pero su obra peca quizá por excesode simplificación: la Revolución se desarrolla casi en su totalidad lisa yllanamente; su causa reside en el poder económico e intelectual de laburguesía que ha alcanzado su madurez; su resultado fue consagrar esepoder en la ley.

“Ahora –escribe Jaurés– la propiedad industrial y mobiliaria, es decir, lapropiedad burguesa, está en plena fuerza: el advenimiento de lademocracia burguesa es, por lo tanto, inevitable, y la Revolución es unanecesidad histórica”.

Esta explicación no da cuenta ni de la fecha de la Revolución ni de su carácterviolento debido a la resistencia de la aristocracia y a la irrupción de las masaspopulares en la escena política. ¿La Revolución Francesa solo habría sido larevolución de la prosperidad burguesa?

El siglo XVIII ha sido ciertamente un siglo de prosperidad; su apogeoeconómico se sitúa a finales de la década de 1760 y principios de la de 1770:“El esplendor de Luis XV”. Después de 1778 comenzó “la decadencia de LuisXVI”, período de contracción, después de regresión, que culminó en 1787 conuna crisis generadora de miseria y de problemas. Desde luego, Jaurés no hanegado la importancia del hambre en el desencadenamiento de la Revolución,pero únicamente le adjudica un papel episódico: la crisis, al poner a pruebadolorosamente a las masas populares, las movilizó al servicio de la burguesía,pero no habría sido más que un accidente. El mal era más profundo7.

Las masas populares de las ciudades y del campo no fueron puestas enmovimiento en 1789 por los manejos sediciosos de la burguesía: esta es latesis del complot avanzada por el padre Barruel en sus Mémoires pour servir ál‘histoire du jacobinisme publicadas en Hamburgo en 1798, tesis retomada enun cierto sentido por Agustin Cochin en su encuesta sobre Les sociétés depensée et la Révolution en Bretagne (1925). Tampoco se levantaron bajo elimpulso de sus instintos sanguinarios, como pretende Taine en los Origines dela France contemporaine (1875), obra de denigración y de cólera. El hambrelos levantó: es una verdad evidente, subrayada vehementemente por Michelet

6 Sobre el problema en general, ver Labrousse, C. E., “Comment naissent les révolutions”Actes du Congrès historique du Centenaire de la Révolution de 1848, París. 1948.7 Sobre este aspecto esencial, ver la obra de Labrousse, C. E., Esquisse du mouvement desprix et des revenus en France au XVIII e, 2 vols., París. 1933; La crise de l'économiefrançaise à la fin de l’Ancien Régime et au début de la Révolution, París, 1944.

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(“Os lo ruego, venid a ver a este pueblo tirado por el suelo, pobre Job. Elhambre es un hecho de tipo civil: se tiene hambre en nombre del rey”), a la quelos trabajos de C. E. Labrousse han dado unos amplios cimientos científicos.El hambre popular aparece como la consecuencia de los caracteres generalesde una fase (A) de alza y de expansión (según la terminología de F. Simiand),pero asociados a los movimientos cíclicos y estacionales, matizados por laconsideración del salario real, explicados finalmente por las característicashistóricas de la economía y la demografía de la época.

El movimiento de los precios en Francia en el siglo XVIII se caracteriza por unalza secular de 1733 a 1817, fase A que sucedió a la fase B de depresión quese prolongó desde mediados del siglo XVII hasta alrededor de 1730. La ola dealza y de prosperidad, lenta hasta hacia 1758, violenta de 1758 a 1770, seestabilizó de 1778 a 1787, provocando un malestar prerrevolucionario: unanueva ola desencadenó el ciclo revolucionario (1787-91). Si otorgamos elíndice 100 al ciclo 1726-41, el alza media de larga duración es del 45 % para elciclo 1771-89; se eleva al 65 % para los años 1785-89. El aumento, muydesigual según los productos, es más importante para los productosalimenticios que para los productos fabricados, para los cereales que para lacarne: hechos típicos de una economía todavía esencialmente agrícola. Loscereales ocupaban un lugar enorme en el presupuesto popular, su producciónaumentaba poco mientras que la población crecía y la competencia de losgranos extranjeros no podía intervenir. Para el período 1785-1789, el alza delos precios es del 66% para el trigo candeal, del 71 % para el centeno, del 67% para la carne; la leña bate todos los records: el 91 %. El caso del vino esespecial: 14%; la baja del beneficio vitícola fue tanto más grave cuanto quemuchos viñadores no producían cereales y compraban su pan. Las variacionescíclicas (ciclos 1726-41, 1742-57, 1758-70, 1771-89) se superpusieron almovimiento de larga duración, de modo que el máximo cíclico de 1789 llevó elalza del candeal al 127 % y la del centeno al 136 %. En cuanto a los cereales,las variaciones estacionales, por último, insensibles o casi en períodos deabundancia, se ampliaban en los años malos; de uno a otro otoño aumentabanentonces del 50 al 100 % y más. En 1789 el máximo estacional coincidió con laprimera quincena de julio: llevó el aumento del candeal al 150 %, el delcenteno al 165 %. La jornada del 14 de julio coincidió con el punto culminantedel alza de los precios en el siglo XVIII.

El coste de la vida para las clases populares resultó gravemente afectado porel alza de los precios; como los cereales aumentaron más que todo lo demás,el pueblo fue quien estuvo más duramente afectado. La víspera del 14 de julio,la parte que ocupaba el pan en el presupuesto popular había alcanzado el 58% debido al alza general; en 1789 alcanzó el 88 %: solo quedaba el 12 % delos ingresos para los demás gastos. El alza de precios beneficiaba a lascategorías sociales acomodadas y abrumaba al pueblo.

El movimiento de los salarios agravaba todavía más la incidencia del alza delos precios sobre el destino de las masas populares. Las series localeselaboradas por C. E. Labrousse llevan al 17 % el aumento de salarios entre elperíodo base de 1726-41 y el de 1771-89; pero en la mitad de casos no llega al11 %. En comparación con los años 1785-89 es del 22 %; supera el 26 % entres generalidades. El aumento de los salarios fue variable según las

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profesiones: para la construcción, el 18 % (1771-89) y 24 % (1785-89), perosolo el 12 y el 16 %, respectivamente, para el jornalero agrícola. El aumento delarga duración de los salarios es, pues, muy débil en comparación con el de losprecios. Ahora bien, las variaciones cíclicas y estacionales de los salariosaumentaban más la diferencia, puesto que eran en sentido inverso a las de losprecios. En el siglo XVIII, en efecto, la carestía provocaba el paro y la escasezde la cosecha reducía las necesidades del campesinado. La crisis agrícolaprodujo la crisis industrial, y la parte importante que el pan ocupó en elpresupuesto popular tuvo como consecuencia la reducción de las otrascompras. Comparando el aumento del salario nominal con el del coste de lavida, se comprueba que el salario real ha disminuido: en una cuarta parte entre1726-41 y 1785-89; en más de la mitad si se tienen en cuenta los puntosmáximos cíclicos y estacional de los precios. Las condiciones de vida de laépoca exigían que la reducción afectara básicamente a las subsistencias deprimera necesidad, por lo que el período de alza del siglo XVIII provocó unaumento de la miseria popular. El hambre movilizó al pueblo.

El crecimiento demográfico multiplicó las consecuencias del alza de losprecios. Parece tanto más destacable cuanto que sucedió, alrededor de 1740,a un período de estancamiento. Las depresiones demográficas profundas, quecaracterizaron al siglo XVII y que provocaron un déficit perceptible durantemucho tiempo en el flanco de la pirámide de las edades, dieron paso a crisismás leves y más rápidas. Las grandes carestías de antes de 1715 seconvirtieron después de 1740 en carestías larvadas, las crisis “mortales” encrisis “veniales”. Las quintas de efectivos realmente reducidos desaparecieron,los efectivos se regularizaron. La natalidad mantuvo un nivel elevado, el 40manifestándose, no obstante, una cierta tendencia a la reducción de losnacimientos, sobre todo en medios aristocráticos. La mortalidad siguióoscilando de un año a otro, pero normalmente se mantenía por debajo de lanatalidad, descendiendo al 33 % en 1778. La esperanza de vida al nacerestaba alrededor de los 29 años en vísperas de la Revolución. La expansióndemográfica benefició proporcionalmente más a las ciudades que al campo: elsiglo XVIII fue un siglo de expansión urbana. Si situamos en la categoría de“ciudades” a las aglomeraciones de más de 2000 habitantes, la poblaciónurbana ascendía aproximadamente al 16% del total. Como en las ciudades lanatalidad era menor, la mortalidad mayor y el número de solteros más elevado,la inmigración de los habitantes del campo constituía el factor principal de laexpansión urbana, Al final del Antiguo Régimen, la población francesa era deunos 25 millones de habitantes. Desde el punto de partida, 19 millones afinales del siglo XVII, y teniendo en cuenta el crecimiento territorial, el aumentoera modesto: 6 millones, apenas más de un tercio. Otros estados se habíanbeneficiado de una expansión mayor, por ejemplo Inglaterra. Francia no era,sin embargo, el país más poblado de Europa. Sobre todo, por modesto quehaya sido su crecimiento demográfico, diverso según las regiones, no hadejado de tener importantes consecuencias sociales. Al aumentar la demandade productos agrícolas, contribuyó al alza de precios. El crecimiento urbanoestimuló a la industria textil que veía cómo se abrían nuevas salidas y que, asu vez, atraía a la mano de obra de los medios rurales. Sobre esta poblaciónque había aumentado, y principalmente en las ciudades y en las masaspopulares, las crisis de las subsistencias, todavía más nefastas en la primera

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mitad del siglo, ya no tuvieron graves repercusiones demográficas sinoconsecuencias sociales y económicas. En esa economía todavía arcaica, lacrisis de las subsistencias desencadenó un proceso en el que se encadenaronmiseria, subconsumo, contracción del mercado de mano de obra, subempleo,mendicidad y vagabundeo. La expansión demográfica8 tiende a romper el frágilequilibrio población-subsistencias, multiplicando así las tensiones sociales:aquí se incluye, en una parte no esencial pero no obstante importante, entrelas causas próximas de la Revolución.

Las contradicciones irreductibles de la sociedad del Antiguo Régimen hacíamucho tiempo que habían llevado a la revolución a la orden del día. Lasfluctuaciones económicas y demográficas, generadoras de tensión y que, enlas condiciones de la época, escapaban a toda acción gubernamental, crearonuna situación revolucionaria. Contra un régimen cuya clase dirigente eraimpotente para defenderlo, se alzó la inmensa mayoría de la nación, confusa yconscientemente. Así se llegó al punto de ruptura. En 1788 se urdió la crisisnacional.

El campo ya había sido afectado por la mala venta del vino, cuyos precioscayeron hasta la mitad después de unas cosechas abundantes; si bien lasituación mejoró después de 1781, el beneficio vitícola siguió limitado porvendimias poco abundantes. Como en ese momento el cultivo de la vid estabamuy extendido, la suerte de muchos campesinos resultó afectada, pues paraellos el vino constituía el único producto comercializable. En 1785 el ganadofue diezmado por culpa de la sequía. El mercado rural, esencial para laproducción industrial, se contrajo a partir de ese momento, y el tratadocomercial anglofrancés de 1786 contribuyó en parte (aunque no convieneexagerar) a las dificultades de la industria. La cosecha de 1788 fue desastrosa:desde el mes de agosto fue afianzándose el alza, que siguió sin detenersehasta julio de 1789. La catástrofe agrícola cerró la salida rural, el paro semultiplicó entre una mano de obra ya pletórica y el nivel del salario bajó. Lacaída de la producción industrial (y, por lo tanto, el paro urbano) puedeestimarse en el 50%, la del nivel del salario en el 15 al 20%, en tanto que elcoste de la vida subía en la proporción del 100 al 200%. La penuria y lacarestía movilizaron a las masas rurales y ciudadanas que con todanaturalidad imputaron la responsabilidad de sus males a las clases dominantesy a las autoridades gubernamentales. Diezmeros y señores que cobraban elimpuesto sobre las gavillas, que disponían de grandes cantidades de granos,así como tratantes en granos, molineros y panaderos sospechosos defavorecer el alza, caían bajo la acusación de acaparamiento. Las compras delgobierno daban crédito a la tenaz leyenda del “pacto de hambre” lanzadacontra Luis XV. Si los economistas reclamaban como única solución la libertaddel comercio de granos, provechosa sobre todo para los propietarios y losnegociantes, el pueblo se atenía a la reglamentación tradicional, reforzada siera preciso por la requisa y la fijación de los precios. La crisis económica, si no

8 Sobre los problemas demográficos de la Revolución Francesa, ver principalmente lostrabajos de Reinhard. M., “Etude de la population pendant la Révolution et l’Empire”, enBulletin d’Histoire économique et sociale de la Révolution française, 1959-60, Gap, 1961;Primer suplemento, ibid., 1962, París, 1963; “Contributions à l’histoire démographique de faRévolution française”, París, 1962, 1.a serie; 1965, 2.a serie; 1970, 3.a serie, bajo la direcciónde M. Reinhard.

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la creó, sí contribuyó a agravar la crisis de la monarquía: las dificultadesfinancieras dieron pie a la oposición política.

La crisis financiera se remonta a la guerra de América, sostenida por Necker abase de préstamos; Calonne recurrió al mismo método para consolidar loatrasado. El Compte rendu presentado al rey en marzo de 1788 evaluaba losgastos en 629 millones de libras, y los ingresos en 503: o sea, un déficit del20%. El servicio de la deuda exigía 318 millones, o sea más de la mitad de losgastos. La crisis económica repercutía en el ingreso de los impuestos,aumentaba las cargas a razón de las compras de granos al exterior; alcanzó alcrédito público. Al haber disminuido el poder adquisitivo de las masas, elimpuesto, y sobre todo el impuesto indirecto, no podía rendir mucho. Quedabala igualdad fiscal. Calonne se arriesgó a proponer una “subvención territorial”que gravaría a todos los propietarios de tierras sin excepción. El consejo denotables, aristócratas por definición, reunido el 22 de febrero de 1787, criticó elproyecto y exigió la comunicación de las cuentas del Tesoro. Luis XVI cesó aCalonne el 8 de abril.

La crisis política se sumó desde ese momento a la crisis financiera: la rebeliónde la aristocracia, pese a la voluntad reformadora de Loménie de Brienne, quehabía sido llamado al ministerio, pese a la tentativa de una reforma judicial –el8 de mayo de 1788– que habría desmembrado el poder de los parlamentos,redujo a la monarquía a la impotencia. Con el Tesoro vacío y sin ningunaposibilidad de que se suscribiera ningún empréstito en circunstancias tanconfusas, Brienne capituló: el 5 de julio de 1788 –en decisión confirmada por laorden del Consejo del 8 de agosto– prometió reunir a los Estados Generales,cuya apertura se fijó para el 1° de mayo de 1789.

La burguesía, elemento director del tercer estado, tomó el relevo en esemomento. Sus objetivos eran revolucionarios: destruir el privilegio aristocrático,establecer la igualdad civil en una sociedad sin órdenes ni cuerpos. Peropretendía ceñirse a un estricto legalismo. Pronto se vio empujada hacia laacción revolucionaria por las masas populares, auténtico motor, cuyasreivindicaciones propias y la crisis económica, al persistir hasta mediados de1790, contribuyeron todavía mucho tiempo a tener en vilo.

ESPONTANEIDAD Y ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIA

LA ESPERANZA Y EL MIEDO

La convocatoria de los Estados Generales suscitó en el pueblo una profundaemoción: desde ese momento, la esperanza y el miedo fueron a la par, al ritmode la Revolución, dejando traslucir los acontecimientos políticos lasmotivaciones sociales que constituían su motor fundamental. La mentalidadrevolucionaria se concretó en principio, como es lógico, en las concienciasindividuales y en las filas de la burguesía. Sin duda la mentalidad del tercerestado distaba mucho de ser uniforme: campesinos, artesanos y burguesessufrían de modo distinto en el Antiguo Régimen, la carestía tendía a enfrentar apobres y ricos, consumidores y productores. Pero las condiciones generales dela economía y de la sociedad, así como las condiciones políticas, alzaban al

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conjunto del tercer estado contra la aristocracia y el poder real garante delprivilegio. Por el juego de la propaganda, bajo el peso de los acontecimientos,más aún bajo el peso de representaciones arraigadas desde hacía muchotiempo en la conciencia colectiva y que se imponían al individuo, cristalizódesde la primavera de 1789 en una mentalidad revolucionaria que constituyóun potente factor de acción9.

La esperanza sublevó a las masas, unió por un momento los elementosheterogéneos del tercer estado y sostuvo todavía por mucho tiempo la energíarevolucionaria de los más puros. La reunión de los Estados Generales fueacogida como la “buena nueva” anunciadora de tiempos nuevos. Se abría unfuturo mejor que respondía a la espera milenaria de los hombres. Estaesperanza alimentó el idealismo revolucionario, entusiasmó a los voluntarios,iluminó la muerte trágica de los “mártires de pradial”, así como la de los héroesdel proceso de Vendóme. De la vieja campesina que encontró Arthur Youngsubiendo la costa de las Islettes en Argonne, el 12 de julio de 1789, aRobespierre, a Babeuf al pie de la guillotina, el hilo de la esperanza no serompe.

“Se dice que ahora va a hacerse alguna cosa, por parte de grandespersonajes, para nosotros, pobres gentes, pero no se sabe quién ni cómo;pero que Dios nos envíe algo mejor, porque los derechos y las cargas nosagobian”. La misma esperanza casi religiosa alienta a Robespierre en su“informe sobre los principios de moral política que deben guiar a laConvención” (5 de febrero de 1794):

“Queremos, en una palabra, cumplir los deseos de la naturaleza, realizarlos destinos de la humanidad, mantener las promesas de la filosofía,absolver a la providencia del largo reinado del crimen y la tiranía... Y queal sellar nuestra obra con nuestra sangre podamos ver al menos brillar laaurora de la felicidad universal”.

El miedo acompañó a la esperanza: ¿consentirían los privilegios en dejarsedespojar? En la mentalidad campesina el señor estaba incuestionablementeapegado de modo egoísta a su superioridad social y a su renta (todo era lomismo). El burgués pensaba lo mismo del privilegiado. El comportamiento dela aristocracia reforzó esta creencia; su oposición al desarrollo del tercerestado, su resistencia al voto por cabeza, la anquilosó definitivamente. El reyera “bueno”, pero su entorno aristocrático era perverso. A partir de esemomento reinó la inquietud. “Los nobles ensillarán sus caballos”; recurrirán alas tropas reales; no vacilarán en buscar ayuda en el extranjero; enrolarán amendigos y vagabundos, cuyo número por los caminos se multiplicaba debidoal hambre y al paro: el miedo a los salteadores duplicó al que inspiraban losaristócratas. La crisis económica aumentaba la inquietud, pues el aristócratasolía ser casi siempre el que cobraba el impuesto sobre las gavillas y eldiezmo. Las gentes del pueblo, totalmente incapaces de analizar la coyuntura

9 Sobre estos aspectos, ver Lefebvre, G., La grande peur de 1789”, París, 1932; 2.a ed.aumentada, s.f. (1956); “Foules révolutionnaires”, en Annales historiques de la Révolutionfrançaise, 1934, reproducido en Etudes sur la Révolution française, Paris, 1954; 2.a ed., 1963.Georges Lefebvre ha dado un buen ejemplo de análisis de un hecho de voluntad punitiva ensu artículo “Le meurtre du comte de Dampierre (22 de juin 1791)”, en Revue historique, 1941,reproducido en Etudes sur la Révolution française.

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económica, atribuían la responsabilidad de la carestía, a menudo calificada de“artificial”, a la aristocracia y a su voluntad de perjudicar. La sospecha tomacuerpo, se vuelve legítima: la corte y los aristócratas, en los primeros días dejulio de 1789, preparan un golpe de fuerza para disolver la Asamblea. Lainquietud se convierte en miedo cuando se concreta el “complot aristocrático”;ese miedo duró tanto como la Revolución, alimentado por los complots reales,por las intrigas de los emigrados, por la invasión extranjera, por lacontrarrevolución permanente; apaciguado por momentos, aumentado por elanuncio o la aproximación del peligro –después de la huída a Varennes o en elverano de 1792– y culminó en las masacres y el Terror.

El miedo es social, pero su contenido se matiza según las circunstancias.Miedo a la aristocracia y a lo que esta significa socialmente. Taine, que no essospechoso de benevolencia, ha trazado un cuadro sobrecogedor del miedo yla ira que, ante la aproximación de los invasores, subleva a los campesinos enel verano de 1792.

“Por propia experiencia saben la diferencia entre su condición reciente ysu condición actual. Solo tienen que recordarlo para volver a tener en laimaginación la enormidad de los impuestos reales, eclesiásticos yseñoriales.”

Pero el hecho de que el miedo a los “salteadores” haya sido asociado, en juliode 1789, al de los aristócratas, señala otra orientación que fue afirmándosehasta el golpe de estado de brumario: el miedo agrupó a los propietarios antela amenaza de las clases peligrosas. Sin duda, la crisis económica, almultiplicar a los miserables, generalizó una inseguridad que al final fueatribuida al complot aristocrático. El sentido social de este miedo a los“salteadores” está igualmente claro. El campesino propietario teme que seatente contra sus bienes, como lo teme el burgués de París cuando el 12 dejulio, luego de que las tropas reales se retiraran detrás del Sena, a la EscuelaMilitar y al Campo de Marte, París quedó abandonado a su suerte. Laformación de la milicia burguesa tuvo entonces como objetivo la defensa de lacapital, no solamente contra los excesos del poder real y de sus tropasdecididas, sino también contra el ataque de las categorías socialesconsideradas peligrosas. Monárquicos, feuillants y girondinos compartieronesos sentimientos en grados distintos: de ahí su voluntad de detener laRevolución mediante un compromiso. El miedo burgués explica, por una parte,el 9 termidor; alcanza su paroxismo en la primavera de 1795, durante lasjornadas de pradial; da cuenta de la impotencia del Directorio en lucha en dosfrentes: alimentó la campaña revisionista de 1799: el golpe de estado debrumario tranquilizó a los notables.

La reacción defensiva procede del miedo. Si este degeneró en ocasiones enpánico, la mayoría de las veces llevó al pueblo a armarse para su propiaseguridad. La noticia del cese de Necker, el 12 de julio de 1789, provocó unacceso de cólera y medidas de defensa. El pueblo practicó el pillaje en lastiendas de los armeros; la burguesía asumió la dirección del movimiento y seesforzó por regularizarlo mediante la creación de la milicia burguesa. Fue paraarmarse que el pueblo se dirigió a los Inválidos primero y a la Bastilla después,en la mañana del 14 de julio.

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Por más que el rey capitulara y aceptara el día 17 en el ayuntamiento laescarapela tricolor, el miedo, con su cortejo de altercados y violencias,persistió. El Gran Miedo, a finales de julio de 1789, movilizó a los campesinos;aceleró y generalizó el armamento popular; obligó a las milicias a reunirseincluso en los pueblos más pequeños. El ardor guerrero de la Revolución semanifestaba por primera vez. El sentimiento de solidaridad del tercer estadoresultó reforzado: “¿Eres del tercer estado?” era la contraseña habitual en juliode 1789. Esa movilización general prefigura los enrolamientos de voluntariosdespués de la huida de Varennes y a lo largo del verano de 1792, La reaccióndefensiva suscitada por el miedo da cuenta también de la exigencia populardel levantamiento en masa en agosto de 1793.

La voluntad punitiva y la reacción defensiva no son más que una sola cosa:hay que situar a los enemigos del pueblo lejos de la posibilidad de perjudicar,pero también hay que castigarles y vengarse de ellos. De ahí laspersecuciones y los arrestos, la devastación o el incendio de los castillos, losasesinatos y las masacres, el Terror, en una palabra. El 22 de julio de 1789,Bertier de Sauvigny, intendente de París y de la Ille-de-France, y su suegroFoulon de Doué, fueron detenidos y conducidos al ayuntamiento; arrebatadospor la multitud los colgaron del farol más próximo. La burguesía revolucionarialo aprobó: “¿Tan pura era esa sangre?”, preguntó Barnave en la Asambleaconstituyente. A lo largo de toda la Revolución, la voluntad punitiva fuecompañera del miedo. El conde de Dampierre fue ejecutado al día siguiente deVarennes. Las ejecuciones de septiembre de 1792 coronaron el miedoprovocado por la invasión y coincidieron con los enrolamientos de voluntarios.Cuando el peligro nacional volvió a agravarse en agosto de 1793, seprodujeron ejecuciones en los medios de las secciones parisienses: laConvención las previno al poner el Terror al orden del día. La voluntad punitivarespondía a una concepción confusa de la justicia popular. La burguesíarevolucionaria, que no rechazaba la violencia, se esforzó a partir de 1789 porcanalizar la ira popular y regularizar la represión. El 23 de julio, Barnave pidió“una justicia legal para los crímenes de estado”; el 28, Du Port obtuvo de laAsamblea la creación de un Comité des Recherches, auténtico prototipo delComité de Seguridad General, en tanto que la Comuna de París, a propuestade Brissot, creaba otro que prefiguró los comités de vigilancia revolucionaria.En 1792 Danton hizo crear el Tribunal extraordinario del 17 de agosto –envano, por otra parte–. Las ejecuciones populares solo acabaron cuando elgobierno se reforzó y la Convención legalizó la represión. El miedo, con sucortejo de violencias, únicamente desapareció cuando el complot aristocráticoy la contrarrevolución fueron finalmente vencidos.

LA PRÁCTICA POLÍTICA

La espontaneidad revolucionaria de las masas ciudadanas y ruralessublevadas por la miseria y el “complot aristocrático” derrocó al AntiguoRégimen desde finales de julio de 1789, destruyó su armazón administrativo,suspendió la percepción del impuesto, municipalizó el país, liberó a lasautonomías locales. Se va perfilando el aspecto de un poder popular y de lademocracia directa. En París, mientras la Asamblea de Electores en los

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Estados Generales, por medio de su comité permanente, se apoderaba delpoder municipal, los ciudadanos deliberaban y actuaban en los sesentadistritos constituidos para las elecciones. Pronto pretendieron controlar lamunicipalidad: ¿no reside la soberanía en el pueblo? Al mismo tiempo que sederrumbaban las viejas estructuras, por un movimiento de balanceo inherentea toda revolución, surgían instituciones y una práctica política cuyo sentido yobjetivo no pueden escapársenos: la burguesía se esforzó, desde julio de1789, por estabilizar la acción revolucionaria, por controlar y derivar enprovecho propio el impulso espontáneo de las masas.

Primero los distritos, después las secciones, constituyeron en las ciudades elmarco institucional básico en el que se desarrolló la vida política desde laprimavera de 1789 hasta el Directorio, y tomaron un contenido social nuevocon los progresos de la Revolución o con los intentos contrarrevolucionarios.En el caso de París, la normativa electoral del 13 de abril de 1789 habíadividido la capital en sesenta distritos. Terminadas las elecciones estossiguieron reuniéndose y deliberando en sus asambleas generales permanentes.La Asamblea constituyente, después de haber organizado las municipalidadesdel reino mediante el decreto de 14 de diciembre de 1789, no podía dejarsubsistir para París una organización especial que favorecía las tendenciashacia la autonomía. Su decreto de 21 de mayo-27 de junio de 1790 constituyela carta de la capital, dividida en cuarenta y ocho secciones, a imagen de laorganización municipal general. Las secciones, más o menos numerosassegún las ciudades, forman teóricamente circunscripciones electorales. LaAsamblea es el órgano supremo de la sección: es el soberano en pie. En lasasambleas primarias los ciudadanos activos (durante el período censual) sereúnen para votar; a petición de cincuenta de ellos pueden reunirse enasamblea general para deliberar. Las secciones también constituían lassubdivisiones administrativas de los municipios urbanos: en calidad de talesfueron dotadas de órganos de ejecución, comités y funcionarios elegidos porlos ciudadanos activos. A la cabeza de cada sección, un comité civil,intermediario entre la municipalidad cuyas decisiones debe hacer cumplir y laasamblea de la que procede: posición ambigua que a menudo le reduce a unaposición de prudente reserva. En cada sección, por último, hay un juez de pazrodeado de asesores y un comisario de policía, igualmente elegidos. Estaorganización aparece como un compromiso entre la tendencia general a laautonomía y las necesidades de una administración municipal coherente.Desde 1790 proporcionó sus cuadros al movimiento revolucionario. Muyrápidamente tendió a transformarse, primero bajo la influencia de lasaspiraciones a la democracia directa que caracterizaban incluso a losbeneficiarios del régimen censatario, después bajo el empuje de las fuerzaspopulares que exigían su parte de poder. También conviene aclarar laimportancia de los elementos activistas. Desde los inicios de la Revolución, yexcepto en período de paroxismo o en ocasión de las grandes jornadas, laparticipación en la vida política de las secciones solo fue cosa de una minoríade militantes: del 4 al 19 % según las secciones, de los ciudadanos activos deParís, durante el período censual. Pero en los períodos de crisis esta minoríaarrastraba a un amplio sector de las masas populares.

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Para la movilización de las masas los clubs constituyen un elementodeterminante, sin duda más eficaz que la organización de sección que lesproporciona un cuadro. De los grandes clubs parisienses a las múltiplessociedades populares de los barrios de la capital y de las ciudades y villas delos departamentos, el prototipo sigue siendo el Club de los Jacobinos surgido(parece ser) del club de los diputados bretones, y que después de las jornadasde octubre de 1789 tuvo su sede en París, en el convento de los jacobinos dela calle Saint-Honoré, bajo el nombre de Société des Amis de la Constitution.Más que por la doctrina que evolucionó al ritmo de la Revolución, paracristalizar en 1793-94, los jacobinos se caracterizaron por un método y unaorganización que, canalizando y orientando la energía revolucionaria de lasmasas, multiplicaron su eficacia. Mediante la afiliación y la correspondencia, lasociedad madre daba impulso a los clubs afiliados, amplia red de sociedadesque cubrían todo el país y agrupaban a los patriotas más conscientes. Por esedoble procedimiento los jacobinos cubren o encierran en sus redes al cuerpopolítico, coordinando la acción del conjunto de clubs que forman como elarmazón de un partido. El club central vota mociones, lanza peticiones,imprime octavillas y carteles; las sociedades afiliadas en seguida influyen enlas consignas. El club controla las administraciones, hace comparecer ante él alos funcionarios, denuncia a los contrarrevolucionarios, protege a los patriotas.Según Camille Desmoulins en Les Révolutions de France et de Brabant del 14de febrero de 1791, el Club de los Jacobinos “abarca en su correspondenciacon las sociedades afiliadas todos los rincones y recovecos de los 83departamentos”; es a la vez el gran inquisidor que horroriza a los aristócratas yel gran justiciero que refrena todos los abusos. El club es la fuerza viva delmovimiento revolucionario.

La prensa en sus múltiples formas –diarios y octavillas, folletos y carteles–multiplicaba la audiencia de las tendencias que se enfrentaban, pero sobretodo la de los patriotas, en especial por la lectura pública que se hacía bien porla noche en las sociedades populares y las asambleas de sección, bien en lascalles y plazas públicas (en 1793, el fanático Varlet hacía su propagandadesde lo alto de una tribuna rodante, pero mucho antes que él un tal Collignonse autotitulaba el lector público de los “sans-culotíes”), bien en los talleres, porejemplo, los del Panteón, en París. La prensa popular –L’Ami du peuple, deMarat desde septiembre de 1789, Le Pére Duchesne de Hébert a partir deoctubre de 1790– ejerció así una influencia mucho más considerable de lo quepodría hacer suponer su tirada. La prensa, como el club, reflejaba lasconsignas revolucionarlas en los departamentos y hasta en las filas delejército.

El ejército desempeñó desde la primavera de 1789 un papel revolucionario pordistintos conceptos10. Primero, en la tropa, por el rechazo de la obediencia: essabida la importancia de la deserción de las guarniciones acuarteladas enParís –desde finales de junio–. El hombre de tropa tiene los reflejos del tercerestado, comparte sus temores y su esperanza, es sensible (una parte de latropa se aloja en las casas de los habitantes) a la miseria popular quecomparte. La descomposición del ejército real por la penetración de la

10 Reinhard, M., “Observations sur le role révolutionnaire de l’armée dans la Révolutionfrançaise”. Annales historiques de la Révolution française, pág. 169, 1962.

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ideología revolucionaria en la tropa, por la emigración de una parte notable delcuerpo de oficiales ya sospechosos por ser nobles, constituyó un factoresencial de los progresos de la Revolución. Pero no se puede olvidar la acciónrevolucionaria espontánea de los soldados, que revistió modalidades, desde lapresencia activa en los clubs hasta la denuncia, desde la riña hasta laejecución. El papel revolucionario de la guardia nacional, fuerza nueva de laRevolución, es asimismo notable.

La guardia nacional fue básicamente una institución civil dotada de unaorganización militar. En aquellos días de julio de 1789 la asamblea general delos electores parisienses vaciló en las palabras: milicia evocaba recuerdosmolestos; se prefirió la palabra guardia, concretada por el adjetivo burguesa,vieja expresión tradicional; finalmente, la palabra nacional fue propuesta por LaFayette, y adoptada el 16 de julio. Pero tanto como al poder real y a losmercenarios de la infantería de línea, la milicia burguesa o guardia nacionalrespondía a la amenaza de las clases consideradas peligrosas, masa inestablede trabajadores sin domicilio fijo y de pobres diablos. Agrupaba a todos los quetenían casa fija, una situación estable, unos bienes que proteger. Como fuerzaregular para la salvaguardia de los intereses de los propietarios, imponía elorden burgués a las masas en efervescencia.

La milicia parisiense, organizada el 13 de julio, inició sus patrullas esa mismatarde, desarmando a: “las gentes sin identificación” y procurando:

“a la ciudad una noche tranquila en la que ya no confiaba ateniéndonos alnúmero considerable de particulares que se habían armado”.

La Asamblea constituyente convirtió el derecho a llevar armas en un privilegioburgués: los ciudadanos activos, esto es, los que pagaban una contribucióndirecta igual al valor de tres jornadas de trabajo, los únicos que teníanderechos políticos, fueron también los únicos que formaron parte de la guardianacional. Robespierre se alzó, en vano, en su discurso del 27 de abril de 1791,contra la exclusión de los ciudadanos pasivos. El decreto de 29 de septiembrede 1791, que organizaba definitivamente a la guardia nacional, le asignó comotarea “restablecer el orden y mantener la obediencia a las leyes”: se trataba degarantizar el reino de la burguesía victoriosa. Sin duda la composición socialde la guardia nacional acabó siendo más diversa de lo que los gestoslegislativos hacían pensar. No obstante, la institución no se cargó de unsentido nuevo hasta julio y agosto de 1792, cuando sus filas fueron invadidaspor la masa de los ciudadanos pasivos.

La federación multiplicó la eficacia de una guardia antes esencialmentemunicipal: se convirtió en nacional. El juego de las federaciones condujo a laconstitución de una nación en armas, mezclados pueblos y ciudades. Laescarapela tricolor se convirtió en el emblema nacional después de haber sidoel de la guardia parisiense y el de las guardias nacionales del reino. Lafederación tiene por objeto la fraternización: une a todos los ciudadanos con“los vínculos indisolubles de la fraternidad”. Los habitantes de las ciudades ylos del campo fraternizaron primero en unas federaciones locales, prometién-dose ayuda mutua. El 29 de noviembre de 1789 las guardias del Delfinado ydel Vivarais se federaron en Valence, los bretones y los angevinos en Pontivyen febrero de 1790; federación en Lyon el 30 de mayo, en Estrasburgo, en Lille

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en junio. El movimiento ilustraba el sentido unitario de los patriotas ymanifestaba la adhesión de la nación al nuevo orden; en este sentidoconstituyó frente a la aristocracia y al Antiguo Régimen un procedimientorevolucionario de gran eficacia. La nueva unidad nacional encontró suexpresión solemne en París, en la Federación del 14 de julio de 1790, comoafirmó Merlin de Douai a propósito del asunto de los príncipes alemanesdominantes en Alsacia. Pero también hay que delimitar, detrás del innegableentusiasmo popular, la significación real del acontecimiento. Mientras en laspalabras tomaba cuerpo la teoría de la nación-asociación voluntaria, unarealidad social diferente se afirmaba en los hechos. El papel eminente de LaFayette en el curso de la Federación subrayó su sentido: ídolo de la burguesía,“héroe de los dos mundos”, Julio César según Mirabeau, pretendía captar a laaristocracia para la Revolución; fue el hombre del compromiso; la guardianacional que dirigía era la guardia burguesa de la que habían sido excluidoslos pasivos. El pueblo estaba presente, pero era menos actor que espectador.Si, en el acto de la federación, la guardia representaba la fuerza armadanacional, era por oposición a la tropa, que no era más que la fuerza armadareal, y en el sentido burgués del nuevo orden.

Guardia nacional y federaciones, clubs y comités, distritos o secciones: tantasformas institucionales que solo tienen sentido por su contenido social. Laburguesía revolucionaria no podía dejar en estado bruto las enormes fuerzasque se encerraban en las profundidades del pueblo. Las dirigió, en la medidaen que pudo, en el sentido de sus intereses, bajo el falso pretexto de estaunanimidad nacional de la que el 1789 sigue siendo el símbolo fáctico.

AÑO 1789¿REVOLUCIÓN O COMPROMISO? (1789-92)

Los Estados Generales se abrieron el 5 de mayo de 1789. Al día siguiente lanobleza y el clero se reunieron en las salas que tenían adjudicadas paraproceder a la verificación de los poderes y constituirse por separado. Empezóel conflicto entre los órdenes: el tercer estado reclamó la verificación encomún, lo que implicaba el voto por cabeza y no orden. Su habilidad táctica yla división del clero le dieron la victoria. El 17 de junio, el tercer estado tomó elnombre de Asamblea Nacional: esto implicaba la afirmación de la unidad y lasoberanía nacionales, auténtica revolución jurídica sancionada por 491 votoscontra 89. De modo que aproximadamente un representante de cada seis senegaba a tomar una decisión: se esbozaba ya la disociación de la burguesía.El juramento del Jeu de Paume confirmó, el 20 de junio, la voluntadreformadora del tercer estado. Por el contrario, el programa gubernamentalpresentado en la sesión real del 23 de junio puso en evidencia lo que estabaen juego en el conflicto y subrayó por adelantado el alcance de la Revolución:si el rey aceptaba convertirse en un monarca constitucional, si proponía laabolición del privilegio fiscal, lo que pretendía era mantener el orden socialtradicional, “los diezmos, las rentas y los deberes feudales y señoriales”.

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La firmeza colectiva del tercer estado se impuso una vez más; el 27 de junio, elrey ordenó a la minoría del clero y a la mayoría de la nobleza que seincorporara a la Asamblea Nacional, la cual se proclamó constituyente el 9 dejulio de 1789.

La revolución burguesa pacífica abortó de todas formas. ¿Tenía algunaposibilidad de triunfar? En el seno del tercer estado había una minoríaconservadora que se había manifestado el 17 de junio; con la masa de cleroque había sido llevada a la reconciliación y con la fracción liberal de la nobleza,constituía un partido de la resistencia proclive al compromiso. Esta tendenciase reforzó a partir de finales de junio, preocupada por la agitación popular.Pronto la encarnó Mounier. Pero todo compromiso topaba con la feudalidad: laburguesía revolucionaria y las masas populares no podían tolerar sumantenimiento, ni la aristocracia podía pensar en una supresión que significabasu ruina. La llamada al ejército para devolver al tercer estado a la obedienciasubrayó, si es que hacía falta, el carácter aristocrático del Antiguo Régimen.Pero eso significaba no tener en cuenta a las masas populares.

La crisis económica ya había multiplicado los motines. El 28 de abril de 1789,los centros del salitrero Henriot y de Réveillon, fabricante de papeles pintados,en el faubourg Saint-Antoine, habían sido saqueados. Altercados en losmercados, saqueos de los convoyes de granos, ataques a las oficinas derecaudación de impuestos: las “emociones” populares irritan a la tropa y a lapolicía mantenidas en vilo, y caldean la atmósfera de las ciudades. El “complotaristocrático” consuma la movilización de las masas. En París, artesanos,tenderos y obreros, soldados que abandonan el acuartelamiento se manifiestany pronto se convierten en tropas de choque de la burguesía revolucionaria. Elcese de Necker, que se conoció durante la madrugada del domingo 12 de julio,desencadenó al pánico, paro sobre todo una rápida reacción defensiva. A larevolución parisiense del 14 de julio respondieron las provincias con múltiplesmodalidades, la revolución municipal: las municipalidades antiguas desapare-cieron en pocas semanas, el país fue cubierto por una red de comitésardientes en la vigilancia de los sospechosos, prestos a hacer fracasar losmanejos aristocráticos. Los pasos de tropas hacia sus guarniciones, la primaraemigración, los rumores de una intervención extranjera incitaban a lavigilancia, al tiempo que generalizaban el miedo. En ese momento entra enjuego el campesinado. Desde luego, este ya estaba en pie en varias regiones:Bocage normando, Hainaut, Maconés Franco Condado, Alta Alsacia. En elclima de inseguridad y de miseria generales, unos incidentes locales dieronorigen a seis corrientes de pánico en cadena: dejando a un lado Bretaña,Alsacia y Lorena. Bajo Languedoc..., el Gran Miedo sacudió al país desde el20 de julio hasta el 6 de agosto de 1789. En esos días la feudalidad fuedefinitivamente quebrantada.

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LA “ABOLICIÓN” DE LA FEUDALIDAD

Las bases del nuevo orden se establecieron desde el día siguiente de lainsurrección del campo, sobre cuyo alcance la Asamblea constituyente nopodía tener ninguna duda: producida en plena cosecha, esa insurreccióncuestionaba la toma feudal y la propia existencia de los derechos señoriales yde los diezmos.

En principio la burguesía las era hostil. El sistema feudal obstaculizaba latransformación capitalista de la agricultura y de la economía en conjunto. Estaúltima exigía la libertad del individuo y de la mano de obra, por lo tanto laabolición del vasallaje; la libertad de la producción, por lo tanto la supresión delas trivialidades y de los monopolios señoriales; la movilidad de la propiedad,por lo tanto la desaparición del derecho de primogenitura, del retracto feudal ydel derecho de feudo alodial; la unificación del mercado, por lo tanto laabolición de los peajes. Si bien algunos grandes señores liberales aceptabanla retroventa de los derechos e incluso la abolición sin indemnización de losmás opresivos, la masa de los pequeños señores, para los que esos derechosconstituían una buena parte de sus ingresos, se oponían obstinadamente, nosolamente por interés, sino también por espíritu de casta: vivían “noblemente”y se negaban a una existencia plebeya en la que deberían hacer valer elcapital de la redención y que les pondría al mismo nivel que los campesinos.Este rechazo testarudo llevó sin duda a la burguesía, ya enfrentada con laCorte, a hacer concesiones a los campesinos, pero, no obstante, sin llegar alpunto de apoyar todas sus reivindicaciones: la mayoría de entre los diputadosdel tercer estado que eran legistas, consideraban los derechos señorialescomo una propiedad individual legítima que no se podía suprimir sin poner enpeligro el propio orden burgués.

El tercer estado vaciló: el 3 de agosto de 1789 la discusión se centró en unproyecto de decreto del comité de relaciones que decía que:

“ninguna razón puede legitimar las suspensiones del pago de un impuestoo de cualquier otro censo”.

El compromiso vino de la nobleza liberal. Al inicio de la sesión memorable de lanoche del 4 de agosto, el vizconde de Noailles propone que todos los derechosfeudales puedan ser comprados con dinero o intercambiados “al precio de unaestimación justa”. El duque de Aiguillon concreta después que “esos derechosson una propiedad y toda propiedad es sagrada”; no podía pedirse a lospropietarios de un feudo, a los señores de las tierras, “la renuncia pura ysimple de sus derechos feudales”, sin concederles una “indemnización justa”.Una vez salvaguardado lo esencial de sus intereses, los diputados podíandejarse llevar por el entusiasmo. Todos los privilegios de los individuos y de losórdenes, de las provincias y de las ciudades, fueron abolidos; para clausuraresa grandiosa abjuración, a las dos de la madrugada Luis XVI fue proclamadoel restaurador de la libertad francesa.

La abolición de la feudalidad por la Asamblea constituyente era, no obstante,más aparente que real: los decretos de 5-11 de agosto de 1789, promulgadosen aplicación de las decisiones de principio de la noche del 4, y el decreto de15 de marzo de 1790, demostraron hasta qué punto la unanimidad de esa

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noche de entusiasmo calculado era equívoca; los sacrificios consentidos por laaristocracia, aparentes; las ventajas que de ellos obtenían campesinos yburgueses, desiguales. La feudalidad fue destruida en su forma institucional yjurídica, pero se mantuvo en su realidad económica.

“Quedan abolidas todas las distinciones honoríficas, toda superioridad ypoder resultante del régimen feudal”

Y también:

“la fidelidad, el vasallaje y cualquier otro servicio personal al que losvasallos, censatarios y arrendatarios, han estado sometidos hasta ahora”(art. 1 del decreto de 15 de marzo de 1790).

La distinción entre tierra noble y tierra plebeya desaparecía, así como elderecho de primogenitura. La igualdad de las tierras va de la mano de laigualdad de las personas. Pero si bien la igualdad fiscal (art. 9 del decreto de5-11 de agosto) beneficia a todos, la igualdad civil juega en favor de laburguesía: la abolición de la venalidad y de la herencia de los cargos (art. 7), laadmisión de todos a todos los empleos civiles y militares (art. 11) le abrían laspuertas de la función pública y de la magistratura a las que el pueblo, falto de“talentos”, todavía no podía aspirar.

La feudalidad económica subsistió bajo nuevas modalidades. Aquí interviene ladistinción fundamental afirmada desde el 4 de agosto, reanudada no sinreticencias y contradicciones en el decreto de 5-11 de agosto de 1789. “LaAsamblea Nacional destruye totalmente el régimen feudal; decreta que de losderechos y deberes tanto feudales como censuales, los que se refieren a lamano muerta real o personal, y a la servidumbre personal, quedan abolidos sinindemnización”: del servilismo solo quedaban escasas supervivencias. “Todoslos demás derechos son declarados redimibles”: por lo tanto, se percibiránhasta el pago. Curiosa restricción que conservaba para la aristocracia loesencial de sus derechos: los campesinos eran liberados, pero debían pagar laliberación de sus tierras. El decreto de 15 de marzo de 1790, propuesto porMerlin de Douai, recuperó esos principios sistematizándolos: introdujo ladistinción entre feudalidad dominante y feudalidad contratante. De la primeraprocedían los derechos supuestamente usurpados en detrimento del poderpúblico o concedidos por ella o incluso establecidos por la violencia: derechoshonoríficos y derechos de justicia, derechos de manos muertas y servidumbre,prestaciones personales, trivialidades y peajes, derechos de caza, de palomary de coto de pesca; todos fueron abolidos. Los derechos de feudalidadcontratante, reputados como la contrapartida de una concesión primitiva de laheredad, fueron transformados en una propiedad burguesa y, por lo tanto, conderecho a redención: censo, rentas inmobiliarias y el impuesto sobre lasgavillas “de todo tipo y bajo toda denominación” (derechos anuales), laudemiosy ventas (derechos casuales). Los diezmos suscitaron un debate encarnizado:finalmente fueron abolidos sin redención, a excepción de los diezmosenfeudados a laicos, que fueron declarados susceptibles de redención.

El índice de redención fue fijado por el decreto de 3 de mayo de 1790: veinteveces la renta anual para los derechos en dinero, veinticinco veces para losderechos en especie, y para los derechos casuales a proporción de su peso.

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La redención era estrictamente personal; el campesino también debía pagarlos atrasos de treinta años. La redención beneficiaba, por otra parte, solo a lospropietarios que hicieron recaer su carga en los arrendatarios, colonos ogranjeros. En cuanto al diezmo, también aquí los propietarios eran los únicosen beneficiarse de su supresión: el decreto de 11 de marzo de 1791 trasladó elpeso del diezmo sobre el granjero o el colono:

“a razón de la indemnización debida al propietario en compensación porla contribución que sustituye al diezmo y con la que resultan gravados deahora en adelante granjeros y colonos”.

La redención de los derechos feudales constituyó la base económica delcompromiso con la aristocracia, buscado desde 1789 por una parte de laburguesía. Sin duda la abolición de los “efectos generales del régimen feudal”(título I del decreto de 15 de marzo de 1790), la supresión de la organizaciónfeudal de la propiedad inmobiliaria, la reforma administrativa y judicial,provocaban la destrucción del poder señorial y sentaban las bases del estadonacional unificado. Pero, como consecuencia de la redención, la abolición de lafeudalidad se realizaba bajo la forma de un compromiso eminentementefavorable a la aristocracia. Al recaer, a fin de cuentas, la carga especialmentesobre los granjeros y los colonos, no todos los campesinos liberados delrégimen señorial lo eran en las mismas condiciones económicas y sociales: ladiferenciación del campesinado, ya avanzada desde el Antiguo Régimen, sevio acelerada y la comunidad rural resultó todavía más trastornada. Para lamasa de pequeños campesinos, granjeros y colonos, la abolición de lafeudalidad, auténtica operación blanca, fue, según la expresión de Lefebvre,“una amarga decepción”.

Para la liberación total de la tierra, la revolución campesina siguió bajomúltiples formas hasta 1793, en una auténtica guerra civil que todavía aguardaa su historiador. Hizo imposible todo compromiso con la aristocracia feudal;empujó hacia adelante la revolución burguesa.

EL LIBERALISMO BURGUÉS

El compromiso histórico y social sobre la feudalidad da la medida exacta de laobra de la Asamblea constituyente: si bien los principios fueron proclamadoscon solemnidad, no dejaron de ser modificados en el sentido de los Interesesde los propietarios.

Lo que más le importa a la burguesía es la libertad. Primero se preocupa de lalibertad económica, aunque no se haga ninguna mención de ello en laDeclaración de Derechos de 1789: sin duda porque la libertad económica eraobvia a los ojos de la burguesía, pero también porque las masas popularesseguían profundamente apegadas al viejo sistema de producción que,mediante la reglamentación y la tasación, garantizaba en una cierta medidasus condiciones de vida. El laissez faire, laissez passer constituyó, sinembargo, a partir de 1789, el fundamento de las nuevas instituciones. Lalibertad de la propiedad se derivó de la abolición de la feudalidad. La libertadde cultivo consagró el triunfo del individualismo agrario, aunque el CódigoRural del 27 de septiembre de 1791 mantuvo, no sin contradicción, el pasto

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libre y el derecho de tránsito si estaban basados en un capítulo o en lacostumbre. La libertad de producción se generalizó con la supresión de losmonopolios y de las corporaciones: la ley de Allarde de 2 de marzo de 1791suprimió las corporaciones, gremios y mandos intermedios, así como tambiénlas manufacturas con privilegios. La libertad del comercio interior fueacompañada de la unificación del mercado nacional mediante la abolición delas aduanas interiores y de los peajes, el retroceso de las barreras queincorporó a las provincias del extranjero efectivo, mientras que la abolición delprivilegio de las compañías comerciales liberaba el comercio exterior. Porúltimo, la libertad de trabajo, indisolublemente ligada a la libertad de empresa:la ley Le Chapelier del 14 de junio de 1791 prohibió, contrariamente al derechode asociación y de reunión, la coalición y la huelga. El individuo libre lo estambién para crear y producir, para buscar el beneficio y para emplearlo comoquiera. En realidad, el liberalismo basado en la abstracción de unindividualismo social igualitario, beneficiaba a los más fuertes: la ley LeChapelier constituyó, hasta 1864 para el derecho de huelga y hasta 1884 parael derecho sindical, una de las piezas maestras del capitalismo de librecompetencia.

La libertad comprende naturalmente también las libertades públicas y políticas.Es un derecho natural imprescriptible, según el art. 2 de la Declaración deDerechos, limitado solamente por la libertad del prójimo (art. 4). Es, en primerlugar, la de la persona, la libertad individual garantizada contra las acusacionesy los arrestos arbitrarios (art. 7) y por la presunción de inocencia (art. 9). Loshombres, dueños de sus personas, pueden hablar y escribir, imprimir y publicarlibremente, a condición de que la manifestación de las opiniones no altere elorden establecido por la ley y a reserva de responder del abuso de esa libertad(arts. 10 y 11). La libertad religiosa fue objeto, sin embargo, de curiosasrestricciones, siendo solamente tolerados los cultos disidentes. En el planopolítico, el liberalismo burgués se encarnó en la Constitución llamada de 1791,pero cuyas principales disposiciones fueron votadas a partir de finales de1789: sobre la base de la soberanía nacional y de la separación de los poderes(arts. 3 y 6 de la Declaración), organizó un sistema representativo caracterizadode hecho por el predominio de la Asamblea legislativa. La descentralizaciónadministrativa, la reforma judicial, la nueva organización fiscal y hasta lareorganización de la Iglesia por la Constitución civil del clero (12 de julio de1790) respondían al mismo deseo de liberalismo: en el marco de unaorganización territorial coherente y racional, todos los administradores eranelegidos, incluso los obispos, por sufragio censatario.

La igualdad fue íntimamente asociada a la libertad por la Declaración deDerechos; había sido ávidamente reclamada por la burguesía en contra de laaristocracia, por los campesinos frente a sus señores. Pero únicamente puedetratarse de igualdad civil. La ley es la misma para todos, todos los ciudadanosson iguales a sus ojos; dignidades, cargos y empleos son igualmenteaccesibles para todos sin distinción de cuna (art. 6 de la Declaración). Lasdistinciones sociales ya solo están basadas en la utilidad común (art. 1), lasvirtudes y los talentos (art. 6); el impuesto debe ser repartido igualitariamenteentre todos los ciudadanos, en razón de sus facultades (art. 13). La igualdadcivil recibió, no obstante, una singular alteración por el mantenimiento de laesclavitud en las colonias: su abolición habría lesionado los intereses de los

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grandes propietarios de plantaciones, cuyo grupo de presión era especialmenteinfluyente en la Asamblea. De igualdad social no podía ni hablarse: lapropiedad es proclamada, en el art. 2 de la Declaración, derecho natural eimprescriptible, sin preocuparse por la inmensa masa de quienes no poseennada. La propia igualdad política fue contradicha por la organización censatariadel voto; los derechos políticos, por la ley de 22 de diciembre de 1789, fueronreservados a una minoría de propietarios, distribuidos en tres categoríasjerarquizadas según la contribución: ciudadanos activos agrupados en lasasambleas primarias; electores que formaban las asambleas electoralesdepartamentales; por último, elegibles para la Asamblea legislativa. Losciudadanos pasivos estaban excluidos del derecho al voto, porque noalcanzaban el canon prescrito.

El nuevo orden social debía ser singularmente reforzado por dos reformasíntimamente relacionadas, medidas extremas a las que la burguesíaconstituyente fue llevada como a pesar suyo por la necesidad de resolver lacrisis financiera. El 2 de noviembre de 1789 los bienes del clero fueron puestos“a disposición de la nación”; el 19 de diciembre, 400 millones fueron puestosen venta, representados por una suma igual de asignados, bonos al 5 % queconstituían un empréstito con garantía del estado y reembolsables en bienesdel clero. La operación fracasó. El 27 de agosto de 1790 el asignado seconvirtió en billete de banco. La depreciación de ese papel moneda, la inflacióny la carestía de la vida relanzaron la agitación social, al tiempo que golpeabanduramente la riqueza adquirida. Con la venta de los bienes nacionalesfavorecida por el asignado, la Revolución se encaminó hacia un nuevo repartode la riqueza en bienes raíces que acentuó su carácter social. La venta de losbienes nacionales, así como la recompra de los derechos señoriales, no fueconcebida en función de la masa del campesinado: reforzó la preponderanciade los propietarios.

La Constitución civil del clero, votada el 12 de julio de 1790 y que multiplicaríalas dificultades de la Revolución, se inscribe en el marco del liberalismoburgués; se derivaba necesariamente de la reforma del estado y de laadministración. Con el clero regular ya suprimido el 13 de febrero de 1790, laConstitución civil reorganizó el clero secular. Las circunscripciones administra-tivas pasaban a ser el marco de la nueva organización eclesiástica: un obispopor departamento. Los obispos y párrocos eran elegidos como los demásfuncionarios: estos por la asamblea electoral del distrito, aquellos por la deldepartamento. Los recién elegidos serían nombrados por sus superioreseclesiásticos, los obispos por sus metropolitanos en vez de por el Papa. LaIglesia de Francia se convertía en una Iglesia nacional. Se aflojaban susvínculos con el papado, los breves pontificios eran sometidos a la censuragubernamental, se suprimían las anatas. Si bien el Papa conservaba laprimacía espiritual sobre la Iglesia francesa, se le quitaba toda jurisdicción.Ahora bien, la Constituyente dejó al Papa el cuidado de “bautizar a laConstitución civil”, es decir, de darle la consagración canónica. El Papa yahabía condenado la Declaración de los Derechos del Hombre tachándola deimpía; sus reproches eran numerosos; Aviñón repudiaba la soberanía pontificiay reclamaba su anexión a Francia. Pío VI dio largas al asunto. Cansada deesperar, la Constituyente exigió a todos los sacerdotes, el 27 de noviembre de1790, el juramento de fidelidad a la Constitución del reino, y por lo tanto a la

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Constitución civil incluida en ella. Solo siete obispos prestaron juramento. Lospárrocos se dividieron en dos grupos, casi iguales, pero muy desigualmenterepartidos: juramentados o constitucionales eran mayoría en el sudeste, yrefractarios o no juramentados en el oeste. La condena de la Constitución civilpor parte del Papa consagró este estado de hecho. Los breves de 11 de marzoy 13 de abril de 1791 condenaron solemnemente los principios de laRevolución y la Constitución civil: el cisma estaba consumado. A partir de esemomento el país quedó dividido en dos. La oposición refractaria reforzó laagitación contrarrevolucionaria, el conflicto religioso aumentó el conflictopolítico.

Las contradicciones que marcaron su obra dan cuenta del realismo de losConstituyentes y de que, cuando se trataba de defender sus intereses declase, no se preocupaban demasiado por los principios. Los principios del 1789tuvieron, de todas formas, un eco que está lejos de apagarse. La Declaraciónadoptada el 26 de agosto concreta lo esencial de los derechos del hombre y delos derechos de la nación, con una preocupación por lo universal que superasingularmente el carácter empírico de las libertades inglesas, tal como habíansido proclamadas en el siglo XVII. En cuanto a las Declaraciones norte-americanas de la guerra de Independencia, apelaban al universalismo delderecho natural, pero no sin ciertas restricciones que limitaban mucho sualcance. Los principios sobre los que la burguesía constituyente construyó suobra aspiraban a basarse en la razón universal. La Declaración les dio unaexpresión clamorosa. Desde ese momento las “reclamaciones de losciudadanos, basadas en principios sencillos e indiscutibles”, únicamentepodían dirigirse “hacia el mantenimiento de la Constitución y hacia la felicidadde todos”: una fe optimista en la omnipotencia de la razón, muy de acuerdocon el espíritu del Siglo de las Luces, pero que no pudo resistir a la presión delos intereses de clase.

EL COMPROMISO IMPOSIBLE

Sobre la base del compromiso económico y social que constituía la redenciónde los derechos señoriales y en el marco del liberalismo censatario queconsagraba los derechos de la propiedad y la preponderancia de la riqueza, laburguesía constituyente se dedicó intensamente, y durante mucho tiempo, abuscar un compromiso político con la aristocracia. La resistencia obstinada dela pequeña nobleza que en buena parte vivía de sus cánones y la voluntadtozuda y agresiva de los campesinos de acabar con todos los restos defeudalismo impidieron la política de compromiso y conciliación: la estabilizaciónfue imposible.

El compromiso político que, a imagen de la Revolución Inglesa de 1688, habíaimplantado sobre las masas populares sometidas el dominio de la altaburguesía y de la aristocracia, fue buscado primero en septiembre de 1789 porlos monárquicos o anglómanos, partidarios de una cámara alta, fortaleza de laaristocracia, y de un veto real absoluto. Mounier creyó posible obtener en1789, como en 1788 en Vizille, el consentimiento de los tres órdenes para unarevolución limitada. Esta revolución de los notables fracasó; el 10 de octubrede 1789 Mounier abandonó Versalles; el 22 de mayo de 1790 emigraba. Ya

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sea por incomprensión, ya sea por ambición, La Fayette duró más tiempo: supolítica tendió a conciliar, en el marco de una monarquía constitucional a lainglesa, a la aristocracia terrateniente con la burguesía negociante. En 1790 LaFayette domina la vida política y triunfa en la Federación del 14 de julio. Noobstante, se desenmascaró al aprobar la represión dirigida por su primo Bouillócontra la guarnición sublevada de Nancy en agosto de 1790: su popularidad sevino abajo. El Triunvirato pronto tomó el relevo. Barnave fue quien mejor quenadie definió el contenido social y político del compromiso en su discursovehemente del 15 de julio de 1791:

“¿Vamos a acabar la Revolución o vamos a volver a iniciarla?... Un pasode más serla un acto funesto y culpable. Un paso de más en la línea de lalibertad sería la destrucción de la monarquía, en la línea de la igualdadsería la destrucción de la propiedad”.

De acuerdo con La Fayette, los triunviros Barnave, Du Port y Lamethpretendían revisar la Constitución, aumentar el censo, reforzar los poderes delrey: esta política exigía tanto el apoyo de los aristócratas como el asentamientode Luis XVI. El rechazo de la aristocracia y del rey, el recurso al exterior, laguerra, en fin, acabaron una vez más con esa política.

La aristocracia no lo lamentó, de modo que finalmente se hizo inevitable, pararomper su resistencia recurrir a las masas populares. Su apego obstinado alprivilegio, su exclusivismo a ultranza, su mentalidad feudal impermeable a losprincipios burgueses situaron a la mayor parte de la nobleza francesa en unrechazo total. En cuanto a la monarquía, su actitud demostró, si aún hacíafalta, que era claramente el instrumento de supremacía de una clase: elllamamiento al ejército al que la Corte se dirigió desde los primeros días dejulio de 1789 pareció significar el fin de la Revolución. La aristocracia, en sumayoría, no aceptó ni los decretos de 5 y 11 de agosto de 1789, ni laDeclaración de los Derechos: es decir, la destrucción, aunque parcial, de lafeudalidad.

“No consentiré jamás, declaró Luis XVI, que se despoje a mi clero y a minobleza”.

Las jornadas populares de octubre le impusieron la aceptación de los decretos.En 1790, mientras el rey utilizaba a La Fayette pese a detestarlo, laaristocracia se obstinaba en su resistencia. Las maniobras de los emigrados,las intrigas de las cortes extranjeras y los inicios de la contrarrevoluciónalimentaban sus esperanzas, mientras que las revueltas agrarias suscitadasen muchas regiones por la obligación de la redención de los derechos feudalesendurecían su postura de rechazo. La huida del rey, el 21 de junio de 1791, lasformaciones armadas de los emigrados en el Rhin y finalmente la guerra,deseada y buscada desde 1791, demostraron que la aristocracia prefería, porintereses de clase, traicionar a la nación antes que ceder.

La política de conciliación entre la aristocracia y la alta burguesía eraquimérica, en tanto no se hubieran destruido irremisiblemente los últimosvestigios de la feudalidad. Mientras duró la esperanza de ver restablecidos susantiguos derechos con una vuelta a la monarquía absoluta, la aristocracia senegó al triunfo del orden burgués. Cuando la feudalidad apareció como

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destruida para siempre (pero fue necesario que llegara 1793 y el Terror) y todatentativa de restauración fue totalmente imposible; pero después de quinceaños de dictadura napoleónica, el fracaso de los ultras y las Tres Gloriosas de1830, la aristocracia acabó por aceptar el compromiso político que, bajo lamonarquía de julio, la vinculó al poder con la alta burguesía.

En cuanto a los campesinos, estos se opusieron, y no menos encarnizada-mente, al compromiso de la redención11. La Asamblea constituyente, llena deilusiones, esperaba de esa ley una pronta y equitativa desaparición delrégimen feudal. La ley suscitó entre los contemporáneos un máximo interés, almismo tiempo que provocaba discusiones y oposición, como testimonian nosolamente los documentos del Comité feudal de la Constituyente y del Comitéde legislación de la Convención, sino también los archivos de los Directoriosde departamento y de distrito, los del Registro y las actas de los notarios. Pesea la proclamación del principio de la redención el 4 de agosto de 1789, losdeudores solo pudieron empezar a pensar en su liberación a partir de lapublicación del decreto de 3 de mayo de 1790, que organizaba la redenciónsegún los principios establecidos por la ley del 15 de marzo anterior: lasprimeras ofertas regulares de los deudores parecen haberse producido enjunio. Esta lentitud exasperó a los mejor dispuestos. La mala redacción de losdecretos de 4 de agosto, que empezaban con la solemne afirmación de que “laAsamblea constituyente acaba totalmente con el régimen feudal”, aumentó laconfusión: los campesinos tomaron la fórmula al pie de la letra, sin querertener en cuenta las excepciones que los propios decretos establecían, yconsideraron nulas las leyes de 1790. Es fácil imaginar la influencia de eseestado de ánimo en la práctica de la redención. Debido sobre todo a unaomisión singular, no se previó ninguna medida financiera especial, ningunainstitución crediticia que hubiera permitido a los deudores conseguir el dineroindispensable para su liberación. Un gran número de campesinos no disponíade los adelantos necesarios: la redención se mostraba como imposible, salvopara los ricos; la libertad prometida, como ilusoria. El paso de la decepción a lacólera se dio tanto más rápido cuanto que los señores se empeñaron en recibirno solamente los derechos que conservaban sino lo atrasado de los derechossuprimidos: la supervivencia de la feudalidad, después de su abolición deprincipio la noche del 4 de agosto, no pertenece al campo de la imaginaciónmítica.

En esas condiciones, desde 1789 hasta 1793 una auténtica guerra civilenfrentó a campesinado y aristocracia, con mayor o menor intensidad segúnlas regiones. En el departamento del Doubs, donde sin embargo solo se

11 El importante problema de la recompra de los derechos feudales y de su abolición definitivafue abordado por Sagnac, Ph., La législation civile de la Révolution française, 1898; en unresumen que sigue siendo válido, por Aulard, A., La Révolution française et le régime féodal,1919; por Garaud, M., La Révolution et la propriété foncière, 1959. Pero unas monografíaslocales o regionales permitirían elaborar un auténtico cuadro de conjunto de la supervivenciaparcial, de las vicisitudes y la desaparición final del régimen feudal durante la Revolución; sólodisponemos de dos obras de ese tipo: Ferradou, A., Le rachat des droits féodaux dans laGironde (1790-93), 1928; Millot, J., L’abolition des droits seigneuriaux dans le département duDoubs et la région comtoise, 1941. También sobre las revueltas agrarias y los levantamientosque, desde al Gran Miedo da 1789 hasta la abolición definitiva de los derechos feudales (17de julio de 1793), marcaron la historia revolucionaria del campesinado, sólo disponemos deestudios locales fragmentarios. Esta historia está por escribir.

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señala un incidente violento después de 1789 las trivialidades desaparecierondesde ese mismo año; lo atrasado de prestaciones abolidas sin indemnizacióndejó de cobrarse; a finales de 1789 la mayoría de las comunidades rechazaronlos cánones considerados suprimidos y apoyaron a los campesinos perseguidos;el rechazo del diezmo fue común en 1790; en 1791 una multitud de juicioscondenaron a los recalcitrantes; 1792 vio generalizarse una sorda efervescencia.En muchas otras regiones la revuelta agraria no cesó desde 1789 hasta 1793,atenuándose, alcanzando cotas altas en las épocas de la recogida feudal o decarestía de los granos. Graves altercados o auténticos levantamientos a finesde 1789 en el Aisne, el Bocage normando, el Anjou, el Franco Condado, elDelfinado, el Vivarais, el Rosellón. En enero de 1790 hubo levantamientos enel Quercy y el Périgord, así como en la Alta Bretaña, de Ploermel a Redon, enmayo en el Borbonesado; durante la siega, rechazo de los diezmos y de losimpuestos sobre las gavillas en todo el Gatinais. El Quercy y el Périgord sesublevaron de nuevo en el invierno de 1791-92; en la primavera el Gard, elArdéche y el Lozére, el Tarn y el Cantal se vieron afectados; el Ariége enotoño, en tanto que una inmensa insurrección por la tasación afectaba, desdela primavera hasta el otoño, a la Beauce y sus alrededores. Los colonos selevantaron, en julio de 1793, en el Gers; en julio y agosto, el departamento deSeine-et-Marne se vio también afectado por altercados por culpa de losimpuestos sobre las gavillas.

Es indudable que los derechos señoriales y los diezmos no siempre eran losúnicos que estaban en juego; si bien la excelente cosecha de 1790 distendió lasituación, los problemas en los mercados y las trabas a la circulación de losgranos se multiplicaron al acercarse la primavera de 1792: el odio contra eldiezmo exasperó la resistencia contra la deducción feudal y la obligación de laredención. La aristocracia, cada vez más amenazada, endurece su rechazo,encona los incidentes. Tanto como los movimientos populares urbanos, elantagonismo de las clases en el campo empujaba hacia adelante laRevolución.

La huida del rey a Varennes, el 21 de junio de 1791, demostró escandalosa-mente la inutilidad de la política de compromiso. Por más que la burguesíaconstituyente desencadenara el Terror tricolor, reforzara el carácter censatoriode la Constitución, la ruptura todavía se agravó, como demostraron los miedosy sus cortejos de violencias e incendios. El conde de Dampierre, que habíavenido a saludar al rey a la vuelta de Varennes, fue asesinado por suscampesinos cuando su pesada berlina se alejaba de Sainte-Menehould. El reyapareció desde entonces, a los ojos de las masas, como el enemigo mástemible: la huida a Varennes había “rasgado el velo”.

La guerra exterior constituyó para la aristocracia un último recurso.

“En lugar de una guerra civil, esta será una guerra exterior –escribía LuisXVI el 14 de diciembre de 1791 a su agente Breteuil–, y las cosas iránmucho mejor”.

Y ese mismo 14 de diciembre María Antonieta escribía a su amigo Fersen, apropósito del partido que, en la nueva Asamblea, incitaba a la guerra: “¡Losimbéciles!, no ven que eso es servirnos a nosotros”. En la Asamblea legislativaque se reunió el 1° de octubre de 1791, la guerra fue, en efecto, deseada por

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la izquierda bajo el impulso de hombres nuevos a los que los contemporáneos,por el nombre de su jefe de filas, denominaron brissotinos y que, desdeLamartine, llamamos girondinos.

Los girondinos, representantes de la alta burguesía negociante, intentanacabar con la contrarrevolución, sobre todo para restablecer el crédito delasignado, necesario para la buena marcha de las empresas. La guerra, que laaristocracia desea para realizar por la derrota la contrarrevolución interior, noes rechazada por la burguesía negociante: ¿no han sido siempre losaprovisionamientos a los ejércitos una fuente de beneficios considerables?;¿guerra contra Inglaterra? No es muy probable. La base del poder de estaburguesía negociante reside en la prosperidad de los puertos, Marsella,Nantes y sobre todo Burdeos, centros vitales del capitalismo de esa época,esencialmente comercial. Los girondinos, que habían desencadenado laguerra continental desde abril de 1792, no declararon la guerra a Inglaterrahasta febrero de 1793: la guerra marítima comprometía el comercio de las islasy la prosperidad de las ciudades marítimas. La guerra continental respondíamejor a los cálculos políticos de la burguesía girondina. Atacar al AntiguoRégimen europeo significaba llevar al paroxismo la lucha contra la aristocracia,desenmascararla, dirigirla a voluntad. “Señalemos por adelantado un lugarpara los traidores y que ese lugar sea el cadalso”, gritó Guadet el 14 de enerode 1792.

Pero la burguesía girondina se mostró incapaz de dirigir solo con sus fuerzasesa guerra contra la aristocracia: por egoísmo de clase rechazó la ayuda delpueblo. Así se cumplieron las previsiones de Robespierre, en sus grandesdiscursos a los jacobinos, cuando decía que antes de combatir a la aristocraciamás allá de las fronteras había que destruirla en el interior. Ya la Gironda, sopretexto de que la guerra exigía la unión, había salido fiadora, a principios de1792, de La Fayette y había apoyado al ministro de Asuntos Exteriores, elconde de Narbonne: esbozo anticipado de ese régimen de los notables del queMadame de Stael, la amante de Narbonne, fue justamente una de sus teóricosy que conciliaba los intereses de la aristocracia terrateniente unida y los de laburguesía negociante. Los reveses de la primavera de 1792, a través de loscuales la Gironda entrevió la necesaria alianza con las masas populares paraasegurar la victoria, revelaron sus vacilaciones, cuando no su duplicidad:consentía en recurrir al pueblo, como en la jornada del 20 de junio de 1792,pero en la medida en que este se atuviera a los objetivos que ella le habíamarcado.

La crisis nacional, conjugándose con la crisis económica, multiplicaba, sinembargo, el empuje de las masas: entusiasmo nacional y movimientorevolucionario son inseparables, un conflicto de clases apoya y exacerba elpatriotismo. Los aristócratas oponen el rey a la nación, de la que se mofan; losdel interior esperan al invasor; los emigrados combaten en las filas enemigas.Para los patriotas del 1792 se trata de salvaguardar y promover la herencia del1789. Los ciudadanos pasivos, siguiendo los consejos de los propiosgirondinos, se arman de picas, se ponen el gorro rojo, multiplican lassociedades fraternales. ¿Romperán los marcos de la nación censataria?

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“...La patria –escribía Roland a Luis XVI en su célebre carta del 10 dejunio 1792– ya no es tan solo una palabra que la imaginación se hayacomplacido en embellecer; es un ser al que se ofrecen sacrificados.; quese ha creado con grandes esfuerzos, que se educa en medio de lasinquietudes, y al que se ama tanto por lo que cuesta como por lo que seespera de él”.

La patria no se concibe, para los ciudadanos pasivos, más que en la igualdadreal de derechos.

Ahora bien, la crisis nacional, al sobreexcitar el sentimiento revolucionario,acentúa los enfrentamientos sociales en el propio seno del antiguo tercerorden. Más aún que en 1789, la burguesía se inquieta. Los ricos son acusadospor armar a voluntarios; como la inflación sigue causando estragos, aumentanlos problemas en las subsistencias. El asesinato de Simoneau, alcalde deEtampes, el 3 de marzo de 1792, puso de manifiesto la oposición irreductibleentre las reivindicaciones populares y las concepciones burguesas respecto alcomercio y a la propiedad. Mientras que en París, en mayo, Jacques Roux yareclama la pena de muerte contra los acaparadores, en Lyon, el 9 de junio de1792, el funcionario municipal Lauge, presenta sus medios sencillos y fácilespara “fijar la abundancia y el justo precio del pan”. Un espectro atormentadesde ese momento a la burguesía: la “ley agraria”, esto es, el reparto de lapropiedad. En tanto que Pierre Dolivier, párroco de Mauchamp, asume ladefensa de los amotinados de Etampes, la Gironda hace decretar unaceremonia fúnebre en honor de Simoneau y que su manto de alcalde seacolgado de las bóvedas del Panteón. Eso representará el punto de ruptura quepronto va a separar a girondinos y montañeses, y se expresan las razonesprofundas de lo que la historia ha denominado púdicamente “la debilidadnacional” de la Gironda. Los girondinos, representantes de la burguesía,ardientemente apegados a la libertad económica, tuvieron miedo de la huelgapopular que habían provocado con su política de guerra; su sentido nacionalnunca fue lo bastante fuerte para acallar en ellos la solidaridad de clase.

En el momento de dar el paso, temiendo poner en peligro si no la propiedad síal menos la preponderancia de la riqueza, la Gironda se asustó de lainsurrección popular que en principio había favorecido y que el 10 de agostode 1792 echó abajo, con el trono y la Constitución de 1791, los marcosestrechos de la nación censataria. El 10 de agosto se hizo si no pese a laGironda, sí al menos sin ella: esta abstención le fue fatal.

Tanto como nacional, por la presencia de los federados marselleses ybretones, la insurrección del 10 de agosto 1792 fue también social. Lasbarreras que dividían a la nación cayeron. Los ciudadanos pasivos entraron enmasa, a partir de julio, en las asambleas de sección y en los batallones de laguardia nacional. El 30 de julio, la Asamblea legislativa había consagrado unestado de hecho al decretar la admisión de los pasivos en la guardia nacional.

“Mientras la patria está en peligro –según la sección parisiense de laButte-des-Moulins– el soberano (el pueblo, según Rousseau) debe estaren su sitio: a la cabeza de los ejércitos, a la cabeza de los negocios, debeestar en todas partes”.

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Mediante el sufragio universal y el armamento de los ciudadanos pasivos, esta“segunda revolución” integró al pueblo en la nación y marcó la llegada de lademocracia. Después de tentativas inútiles, los viejos partidarios delcompromiso se anularon ellos mismos. Dietriech trató de sublevar aEstrasburgo, después huyó; La Fayette, abandonado por sus tropas, sepasaba a los austríacos el 19 de agosto de 1792. Pero más aún, la entrada enescena de los sans-culottes levantó a una fracción de la burguesía: ya seafirmaban las resistencias contra la república democrática y popular queanunciaba la “segunda revolución” del 10 de agosto.

“Una clase concreta de ciudadanos – había declarado la sección parisinadel Teatro Francés, el 30 de julio de 1792– no puede arrogarse el derechoexclusivo de salvar a la patria”

AÑO 1793¿REPÚBLICA BURGUESA O DEMOCRACIA POPULAR? (1792-95)

En el conflicto que desde ese momento es el de la Francia revolucionaria y laaristocracia europea, una parte de la burguesía se dio cuenta de que no podíavencer sin el pueblo: los montañeses se aliaron con los sans-culottes. Peroesta intrusión popular en la escena política pareció una amenaza supremapara los intereses de la gran burguesía, que en boca de Brissot denunció “lahidra de la anarquía”. “Vuestras propiedades están amenazadas”, proclamóPétion, haciendo un llamamiento a los propietarios a finales de abril de 1793.“La igualdad no es más que un vano fantasma –replicó el fanático Jacques

Roux el 25 de junio de 1793– cuando el rico, a través del monopolio, ejerce elderecho sobre la vida y la muerte de su semejante”. Así se inicia, en laprimavera de 1793, el drama en que acabó por venirse abajo, ante lasexigencias de la revolución burguesa, la República popular que queríanconfusamente los sans-culottes. Se marca así por adelantado el antagonismoirreductible entre las aspiraciones de un grupo social y el estado objetivo de lasnecesidades históricas.

EL DESPOTISMO DE LA LIBERTAD

GIRONDINOS Y MONTAÑESES (1792-93)

La rivalidad entre la Gironda y la Montaña, pese a su común pertenenciaburguesa, reviste, como consecuencia de las opciones políticas, un innegablecarácter de clase. La Gironda, portavoz de la burguesía negociante, pretendedefender la propiedad y la libertad económica contra las limitaciones quereclamaban los sans-culottes: reglamentación, tasación, requisa, curso forzosodel papel moneda. Los girondinos, imbuidos del sentimiento de las jerarquíassociales, sentían un rechazo instintivo ante el pueblo; reservaban para su claseel monopolio gubernamental. Estigmatizando a jacobinos y montañeses en unLlamamiento a todos los republicanos de Francia, Brissot escribía en octubrede 1792 que:

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“los desorganizadores son aquellos que quieren nivelarlo todo:propiedades, bienestar, precio de los productos, diversos servicios aprestar a la sociedad”.

Robespierre había contestado por adelantado en el primer número de lasLettres á ses commettants (Cartas a sus comitentes), el 30 de septiembre1792, denunciando a los falsos patriotas:

“que solo quieren constituir la República para sí mismos, que solopretenden gobernar en beneficio de los ricos”.

Los montañeses, y sobre todo los jacobinos, se esforzaron por dar a larealidad nacional un contenido positivo capaz de atraer a las masas populares.Saint-Just, en su discurso sobre las subsistencias, el 29 de noviembre de1792, subrayó la necesidad “de sacar al pueblo de un estado de incertidumbrey de miseria que le corrompe”; “podéis dar en un momento una patria al pueblofrancés”: deteniendo los estragos de la inflación, garantizándole su subsistencia,uniendo “estrechamente su felicidad y su libertad”. Robespierre todavía fuemás claro, el 2 de diciembre de 1792, en su discurso sobre los problemasfrumentarios en Eure-et-Loir:

“De todos los derechos, el primero es el de existir. Por lo tanto, la primeraley social es aquella que garantiza a todos los miembros de la sociedadlos medios para existir; todas las demás están subordinadas a esta”.

Las necesidades de la guerra y su sentido nacional llevaron a los montañesesa acercarse a los sans-culottes: la situación de la República exigía medidasextraordinarias que solamente se concebían con el apoyo popular; se tratabauna vez más de ganarlo a través de una nueva orientación social.

El proceso y la muerte del rey volvieron inexpiable el conflicto entre la Gironday la Montaña, al precisar los perfiles de la nueva realidad política. Saint-Justfue el primero en plantear el problema del juicio de Luis XVI desde la ópticanacional:

“Queremos la república, la independencia, la unidad. Luis XVI debe serjuzgado como un enemigo extranjero” (13 de noviembre de 1792).

La ejecución del rey, el 21 de enero de 1793, al asestar un golpe decisivo alsentimiento monárquico, acabó de liberar la idea de nación de su forma real.Hizo imposible todo compromiso entre los regicidas y los “apelantes”,partidarios del llamamiento al pueblo para salvar a Luis XVI propuesto porVergniaud. Empeñándose en salvar al rey, los girondinos esperabancircunscribir el conflicto con Europa.

Se inclinaban así, consciente o inconscientemente, hacia el compromiso con laaristocracia: actitud inconsecuente por parte de unos hombres que, ennoviembre de 1792, habían preconizado la guerra de propaganda. A la nación,identificada con la república y basada en la solidaridad reforzada entre laburguesía montañesa y el pueblo sans-culotte, la ejecución del rey no le dejómás salida que la victoria.

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Las derrotas de marzo de 1793, la insurrección de la Vendée y el peligro queprodujo sellaron el destino de la Gironda. Esta se negó hasta el final acualquier concesión. Vergniaud proclamaba aún el 13 de marzo de 1793 que“la igualdad para el hombre social no es solo la de derechos”; esto eramantener la primacía de la propiedad y de la riqueza. Las jornadas del 31 demayo al 2 de junio de 1793, en las que las secciones parisienses eliminaron alos girondinos de la Convención, presentan un doble aspecto nacional y social.Jaurés ha negado su carácter de clase: los girondinos habrían perdido“sencillamente [por su] espíritu de partido reducido a espíritu de facción y decamarilla”. Eso es cierto si nos limitamos a considerar el aspecto parlamentariode esas jornadas; pero el papel de la sans-culotterie parisiense y la eliminaciónde la alta burguesía subrayan su contenido social. Esas jornadas, que fueronun sobresalto revolucionario, constituyen también un reflejo nacional, unareacción defensiva y punitiva contra una nueva manifestación del complotaristocrático. El desarrollo del movimiento seccionario de los departamentoshabía aclarado de antemano este aspecto: bajo la máscara de la oposicióngirondina, en Burdeos, en Marsella, más aún en Lyon, la contrarrevoluciónaristocrática volvía a pasar a la ofensiva. El federalismo, extensión de la guerracivil cuya iniciativa había sido tomada desde mayo de 1793 por el movimientoseccionario, presenta el mismo doble aspecto. Su contenido social es todavíamás fuerte que su tendencia política. La persistencia de los particularismosregionales lo explica en parte, pero lo explica más todavía la solidaridad de losintereses de clase: la insurrección federalista agrupó a los partidarios delAntiguo Régimen, a los feuillants que seguían apegados al sistema censatario,a la burguesía preocupada por la propiedad y la libertad de beneficios. Poradhesión a los principios del 1789 y por su preocupación por la independencianacional, los girondinos rechazaron la alianza vendeana y la llamada alextranjero: pero, por su desconfianza en las masas populares, por surepugnancia a integrarlas en una nación ampliada, no dejaron de hacer eljuego de la aristocracia y a la coalición.

MONTAÑESES, JACOBINOS Y “SANS-CULOTTES” (1793-94)

Apenas eliminada la Gironda, la Convención, dirigida ahora por losmontañeses, se vio entre dos fuegos. Mientras la contrarrevolución recibía unnuevo impulso de la revuelta federalista, el movimiento popular, exasperadopor la carestía y la escasez, aumentaba su presión. La organizacióngubernamental se mostró inepta para dominar la situación: Danton, en elComité de Salvación Pública, negociaba en vez de luchar. Mientras laMontaña, prisionera ya de sus contradicciones, vacilaba, las masas populares,impulsadas por sus necesidades y sus odios, imponían las grandes medidasde salvación pública, la primera de las cuales fue, el 23 de agosto de 1793, ellevantamiento en masa. Un gobierno revolucionario pareció indispensable paradisciplinar la presión popular y mantener la alianza con la burguesía, que era laúnica que podía proporcionar los cuadros necesarios.

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Sobre esta doble base social, sans-culotterie y burguesía montañesa y jacobina,el gobierno revolucionario fue organizándose pieza por pieza de julio adiciembre de 1793: sus dirigentes más clarividentes intentaron salvaguardar acualquier precio la unidad revolucionaria del antiguo tercer estado, es decir, launidad nacional.

A partir de ese momento se plantearon dos serios problemas a lo largo del añoII. Un problema político: ¿cómo conciliar el comportamiento propio de los sans-culottes con las exigencias de la dictadura revolucionaria y las necesidades dela defensa nacional? Dicho de otra forma: ¿cómo resolver el problema de lasrelaciones entre la democracia popular y el gobierno revolucionario? Unproblema de tipo social: ¿cómo conciliar las aspiraciones y las reivindicacioneseconómicas de los sans-culottes con las exigencias de la burguesía que siguesiendo el elemento dirigente de la Revolución? Dicho de otra forma: ¿cómoresolver el problema de las relaciones entre las masas populares y las clasesdominantes? Pero ¿estaba en manos de los hombres del gobierno laposibilidad de superar las contradicciones inherentes a esta coalición? Elpeligro nacional las acalló un momento. Era de prever que, al afirmarse lavictoria, volverían al primer plano.

La presión popular se mantuvo con fuerza hasta el otoño de 1793. Arrancó a laConvención, a quien no le agradaban, y a sus reticentes Comités, las grandesmedidas revolucionarias: el 5 de septiembre, el Terror se pone al orden del día;el 11 se adopta el máximo nacional de los granos; el 17 se vota la ley de lossospechosos; el 29 de septiembre, por último, se instituye el máximo general,es decir, la economía dirigida.

Victoria popular, pero también éxito gubernamental: la legalidad ha quedadosalvaguardada, el terror legal se impone sobre la acción directa. El Comité deSalvación Pública resistió, supo ceder a tiempo y en un terreno elegido por él:su autoridad salió robustecida. La oposición popular extremista fue aniquiladaen la persona de los fanáticos, se impuso el silencio a la oposición en laConvención en el gran debate del 25 de septiembre, se detuvo ladescristianización el 6 de diciembre con la evocación solemne de la libertad decultos, en tanto se afirmaba la victoria republicana en Wattignies sobre losaustríacos (16 de octubre), y en Mans sobre los vendeanos (13-14 dediciembre). El 10 de octubre de 1793, en el informe de Saint-Just, laConvención había declarado al gobierno de Francia, revolucionario hasta lapaz; el 14 frimario del año II (4 de diciembre de 1793), adoptó el decreto deconstitución del gobierno revolucionario. La lógica de los acontecimientosllevaba a reconstituir la centralización, a restablecer la estabilidad administrativa,a reforzar la autoridad gubernamental, todas ellas condiciones necesarias paraesa victoria tan perseguida por el Comité de Salvación Pública. Pero se habíaacabado la libertad de acción del movimiento popular.

Al subordinarlo todo a las exigencias de la defensa nacional, el Comité deSalvación Pública pretendía no ceder ni a las reivindicaciones de las masas aexpensas de la unidad revolucionaria, ni a las reclamaciones de la burguesíamoderada a expensas de la economía dirigida necesaria para sostener laguerra o a expensas del Terror que le garantizaba la obediencia de todos.

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Pero ¿dónde hallar exactamente un punto de equilibrio entre esas exigenciascontradictorias?

La liquidación de los fanáticos, el frenazo a la descristianización, los ataquessordos contra las organizaciones populares, sobre todo contra las sociedadesseccionarías, señalaron, en el otoño de 1793, la voluntad del Comité deSalvación Pública de tomar distancias respecto al movimiento popular al quehasta ese momento había seguido más que dirigido. Pero precisamente contodo ello se ponía a merced de la Convención y favorecía la ofensiva de susadversarios en la Asamblea y en la opinión pública. Danton había apoyado aRobespierre contra los descristianizadores, no sin segundas intenciones: setrataba de aflojar los resortes del gobierno revolucionario. La política“indulgente” de Danton se oponía en todos los puntos al programa popularapoyado por Hébert y sus amigos cordeleros: terror extremo, máximoaumentado, guerra a ultranza. Ataque gubernamental contra la descristia-nización, atenuación del Terror en los departamentos a partir de enero de1794: indicios de que el Comité de Salvación Pública, sin proscribir a losextremistas, pretendía al menos reducirlos cada vez más. Su labor de zapacontra la democracia seccionaria está dentro de esa línea; así habríamoderado el Terror conservándolo como medio de gobierno. La actitudgubernamental favoreció la ofensiva dantonista contra el sistema terrorista.

La lucha entre las facciones se desencadenó en el mismo momento en que lacrisis de las subsistencias, al final del invierno de 1793-94, se agravóbruscamente; la situación en París empeoró; pareció probable una explosiónpopular. Al sumarse la crisis política y el malestar social estallaron lascontradicciones del sistema: las consecuencias serían irremediables para elmovimiento popular, para el gobierno revolucionario, y en última instancia parala propia Revolución.

GRANDEZA Y CONTRADICCIONES DE LA REPÚBLICA DEL AÑO II

TENDENCIAS SOCIALES Y PRÁCTICA POLÍTICA DEL MOVIMIENTOPOPULAR12

De junio al invierno del año 1793, el movimiento de la sans-culotterie habíapermitido la consolidación del gobierno revolucionario y la estabilización de ladictadura jacobina de salvación pública,

al mismo tiempo que imponía a una Convención reacia unas medidasdestinadas a mejorar la suerte de las masas.

Si nos remitimos a la composición del personal político de las seccionesparisienses en el año II, así como al papel del faubourg Saint-Antoine en elmovimiento de la Revolución, comprobamos que la vanguardia revolucionariano estaba formada por un proletariado de fábrica, sino por una coalición depequeños patronos y de obreros que trabajaban y vivían con ellos. De ahí sederivan ciertos rasgos del movimiento popular, un cierto comportamiento, así

12 Soboul, A., Les sans-culottes parisiens en I‘an II. Mouvement populaire et gouvernementrévolutionnaire, 2 juin 1793-9 thermidor an II, París, 1958.

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como algunas contradicciones resultantes de una situación ambigua. El mundodel trabajo está caracterizado en su conjunto por la mentalidad de la pequeñaburguesía artesanal, y como esta participa de la mentalidad de la burguesía.Los trabajadores, ni por el pensamiento ni por la acción, no constituían unelemento independiente. No establecían una relación directa entre el valor deltrabajo y el nivel del salario; el salario se fijaba en relación a los precios de lassubsistencias: la función social del trabajo no estaba clara. Los sans-culottesdel año II no pusieron en el centro de sus preocupaciones sociales losproblemas de la producción y del trabajo; fueron mucho más sensibles a susintereses de consumidores. Si bien exigieron la tarifa de los productos, lareivindicación de la lista de precios quedó en algo excepcional. La fijación deprecios fue reclamada con mayor empeño por los militantes parisienses, porcuanto en sus secciones respectivas tenían que soportar no solamente lapresión de los trabajadores sino también la de una masa considerable deindigentes atenazados por el hambre: a principios de la primavera de 1794había alrededor de un indigente socorrido por cada nueve habitantes de París,pero en el faubourg Saint-Antoine la relación era de uno por cada tres. ¿Ycuántos pobres vergonzantes?

El hambre constituye la argamasa de categorías tan diversas como elartesano, el tendero, el obrero, el buscavidas, coaligados por un interés comúncontra el gran comerciante, el empresario, el acaparador noble o burgués. Eltérmino sans-culotterie puede parecer impreciso frente al vocabulariosociológico actual: en relación a las condiciones sociales de la época,responde a una realidad concreta. Sin duda no hay que excluir otros móvilesdel comportamiento popular: el odio hacia la nobleza, la creencia en el complotaristocrático, la voluntad de acabar con el privilegio y establecer la igualdadreal de derechos.

En última instancia se reducen a la exigencia del pan cotidiano, a la que seunió confusamente, en muchos casos, la reivindicación política.

“Bajo el reino de Robespierre –según el ebanista parisino Richer, el 1°pradial del año III (20 de mayo de 1795)– la sangre corría y no faltaba elpan”.

El comportamiento terrorista estaba indisolublemente ligado a la reivindicaciónsocial.

Las aspiraciones sociales populares se concretaron a través de las luchasreivindicativas. En 1793, el máximo de los granos se reclamó para armonizar elprecio del pan con los salarios, es decir, para permitir vivir a los sans-culottes:el derecho a la existencia fue invocado como un argumento a favor. Lareivindicación social precedió y suscitó la justificación teórica que, a su vez,reforzó la lucha. Aquí no podemos buscar un sistema coherente. Eligualitarismo constituye la característica esencial: las condiciones de existenciadeben ser las mismas para todos. Al derecho total de propiedad, generador dedesigualdad, los sans-culottes oponen el principio de la igualdad deposesiones. De ahí llegan con toda facilidad a la crítica del libre ejercicio delderecho de propiedad. El propio derecho jamás es cuestionado: pero los sans-culottes, que son pequeños productores independientes, lo fundamentan en eltrabajo personal. A quienes atacan es a los ricos y a los altos personajes. El 2

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de septiembre de 1793, en el paroxismo del empuje popular, la sección de lossans-culottes, delante del Jardín des Plantes, pide a la Convención nosolamente que fije “los beneficios de la industria y los del comercio” mediantela tasación general, sino también que imponga un máximo a las fortunas y “queel mismo individuo solamente pueda poseer un máximo”.

¿Cuál sería este? Correspondería a la pequeña propiedad artesanal y tendera:

“Que nadie pueda tener más de un taller, una tienda”.

Estas medidas radicales:

“harían desaparecer poco a poco la desigualdad demasiado grande de lasfortunas y crecer el número de propietarios”.

En ningún otro momento de la Revolución encontramos una formulación tanclara del ideal social popular: ideal a la medida de los artesanos y tenderosque componían los cuadros de la sans-culotterie. Ideal también a la medida dela masa de consumidores y de pequeños productores urbanos, hostiles tanto atodos los vendedores directos o indirectos de subsistencias como a todos losempresarios cuyas iniciativas capitalistas corrían el riesgo de reducirles a lacategoría de trabajadores asalariados dependientes. Ideal, en fin, que en suvoluntad por limitar las consecuencias de la propiedad privada manteniéndola,se oponía profundamente al de la burguesía que dirigía la Revolución.

Las tendencias políticas de la sans- culotterie se oponían igualmente a lasconcepciones burguesas. La soberanía reside en el pueblo: de ese principio sederiva todo el comportamiento político de los militantes populares, paraquienes se trata no de una abstracción sino de la realidad concreta del puebloreunido en sus asambleas de sección y en ejercicio de todos sus derechos; losmás conscientes tendían al gobierno directo. En materia legislativa reivindicabany practicaban, llegado el caso, la sanción de las leyes por el pueblo. Pordesconfiar del sistema representativo, reclamaban el control y la revocabilidadde los elegidos. El pueblo, legislador soberano, es también juez soberano:cuando las masacres de septiembre de 1792, se organizaron tribunalespopulares. El poder de las armas constituía, por último, un atributo esencial dela soberanía: el pueblo debe estar armado; en el año III el desarme de losmilitantes seccionarios simbolizó su caída política. El pueblo en armas yrecuperando el ejercicio de sus derechos mediante la insurrección: aplicaciónextrema del principio de la soberanía popular. El pueblo manifestó con lainsurrección su omnipotencia soberana y delegó de nuevo el ejercicio de lasoberanía a sus mandatarios revestidos de su confianza: así ocurrió el 2 dejunio de 1793.

La organización seccionaria daba una singular eficacia a esas tendencias.Aprovechando las instituciones municipales creadas por la Asambleaconstituyente, pero insuflándoles un contenido nuevo, utilizando los comitésrevolucionarios impuestos a la Convención, forjando con las sociedadesseccionarias del otoño de 1793 un instrumento específicamente popular, losmilitantes sans-culottes dieron al movimiento de las masas parisienses unaorganización a la vez flexible y eficaz. De la primavera al otoño de 1793 dioprueba de sus aptitudes en la lucha contra los moderados y facilitó en granmedida la instauración del gobierno revolucionario. De julio de 1792 a

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septiembre de 1793 la permanencia de las secciones (la Asamblea general sereunía cada día a las cinco) constituyó una de las bases de ese sistemapolítico. Suprimida por el decreto de 9 de septiembre, que reducía las sesionesa dos por semana, después por década, reapareció por medio de lassociedades seccionarlas. Estas, garantizando la permanencia y la continuidad,tendieron a sustituir a lo largo del invierno del año II a las Asambleasgenerales, reduciéndolas a un papel de registro. De todas las institucionesseccionarías, los comités revolucionarios son los que mejor simbolizan elpoder popular. Aparecieron espontáneamente en algunas seccionesparisienses después del 10 de agosto de 1792 y se generalizaron en la crisisde marzo de 1793. La Convención los legalizó el 21 de marzo. Suscompetencias, en un principio reducidas, se ampliaron rápidamente. La ley delos sospechosos de 17 de septiembre de 1793 consagró los poderes que dehecho se habían arrogado: en cada comuna o sección de comuna elaboraronla lista de sospechosos y extendieron las órdenes de arresto. La definición muyamplia que de la sospecha dio la Comuna de París contribuyó a acrecentar suspoderes: los comités, liberándose de la tutela de las asambleas generales,escapando poco a poco a la de la Comuna, llegaron a controlar toda la vida dela sección.

Las secciones parisienses, que disponían de la fuerza armada y nombraban asus oficiales, se autoadministraban, elegían a sus magistrados y a suscomités, constituían así, en el interior de la capital, otros tantos organismosautónomos. Como carecían de una institución central, la suplieron por lacorrespondencia en tiempo normal, por la fraternización en período de crisis:así aventajaban a la municipalidad parisiense. Ante esta organización existía elpeligro de que desbordara a los comités de gobierno, y que tendía a destruir,en provecho de la sans-culotterie, el equilibrio social sobre el que se basaba elgobierno revolucionario.

GOBIERNO REVOLUCIONARIO Y DICTADURA JACOBINA

De todos modos, el gobierno revolucionario primero se reforzó lentamente a lolargo del verano de 1793, después se constituyó definitivamente por el decretode 14 frimario año II (4 de diciembre de 1793, sobre la base de principios muydistintos de los de la democracia popular.

La teoría del gobierno revolucionario lo hizo Saint-Just en su informe del 10 deoctubre de 1793, y Robespierre en sus informes sobre los principios delgobierno revolucionario (25 de diciembre de 1793) y sobre los principios demoral política que deben guiar a la Convención (5 de febrero de 1794).

Es una característica significativa el hecho de que en ninguno de esosinformes se haga mención del principio de soberanía popular: esta seconcentró en la Convención, “único centro impulsor del gobierno”. Los comitésgobiernan bajo su control. De hecho, solo dos ejercen efectivamente el poder:el Comité de Salvación Pública, “en el centro de la ejecución”, “se reserva elpensamiento del gobierno, propone a la Convención nacional las medidasprincipales”; y el Comité de Seguridad general que tiene “bajo su inspecciónconcreta todo lo relativo a las personas y a la policía general”. El gobierno

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revolucionario es un gobierno de guerra: “La revolución es la guerra de lalibertad contra sus enemigos”. Su objetivo es el de cimentar la república:después de la victoria se volverá al gobierno constitucional, “régimen de lalibertad victoriosa y pacífica”. Porque hace la guerra, “el gobiernorevolucionario necesita una actividad extraordinaria”, debe “actuar como unrayo”: no se puede “someter al mismo régimen a la paz y a la guerra, a la saludy a la enfermedad”. El gobierno, por lo tanto, tiene en sus manos la fuerzacoactiva, es decir, el Terror. “¿La fuerza solo está hecha para proteger elcrimen?”. El gobierno revolucionario solo debe “a los enemigos del pueblo lamuerte”. Pero el Terror está únicamente al servicio de la república: la virtud,“principio fundamental del gobierno democrático o popular”, constituye lagarantía de que el gobierno revolucionario no se orientará hacia el despotismo.La virtud, “es decir –según Robespierre–, el amor a la patria y por sus leyes”,“la entrega magnánima que funde todos los intereses particulares en el interésgeneral”.

El Terror constituye un medio de defensa nacional y revolucionaria. Manifiesta,frente al complot aristocrático siempre renaciente (no se puede entender la leydel Gran Terror de 22 pradial del año II si se hace abstracción de los intentosde asesinato de Collot d’Herbois y de Robespierre), la reacción defensiva y lavoluntad punitiva del tercer estado, pero que a partir de ese momento estarándisciplinadas por la ley y controladas por el gobierno. Los estudios estadísticosdel historiador norteamericano Donald Greer confirman esta característica. ElTerror obró con severidad sobre todo allí donde la contrarrevolución pasó a lasarmas y a la traición abierta: mientras el 15 % de las condenas a la penacapital se pronunciaron en París, el 71 % proceden de las dos principaleszonas de guerra civil (el 19 % en el sudeste y el 52 % en el oeste). Los motivosde condena concuerdan con este reparto regional: en el 72 % de los casos setrata de rebelión.

Podrá objetarse, sin duda, la composición social y que el 85 % de loscondenados pertenecen al tercer estado, solo el 8,5 % a la nobleza y el 6,5 %al clero.

“Pero en una lucha como esa –señala Georges Lefebvre– los tránsfugassuscitan menos miramientos que los adversarios originales”.

Como la guerra civil, de la que no es más que un aspecto, el Terror suprimió dela nación unos elementos juzgados como socialmente inadmisibles, por seraristócratas o por haber unido su destino a la aristocracia. En otro sentido,contribuyó a desarrollar el sentimiento de la solidaridad nacional: acalló por unmomento los egoísmos de clase e impuso a todos los sacrificios necesariospara la salvación pública.

La maquinaria revolucionaria se perfeccionó, pero al servicio solamente delgobierno. El Club de los Jacobinos, sociedad madre, que redujo poco a poco elpapel autónomo de las organizaciones populares, constituye su pieza maestra.Los jacobinos, reclutados en las capas de la burguesía media, frecuentementecompradores de bienes nacionales, son los hombres de la resistencia: frente atodos los peligros conjugados, intentan conservar las conquistas políticas del1789; con ese fin se aliaron con el pueblo sans-culotte. Como partidarios queeran del liberalismo económico, aceptaron la reglamentación y la tasación

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como una medida de guerra y como una concesión a las reivindicacionespopulares. Su reclutamiento, a resultas del movimiento de la Revolución y desucesivas depuraciones, se democratizó un tanto, pero la primacía la siguiómanteniendo la mediana burguesía. En 1793-94 la república quedó cubiertapor una red de filiales densa y eficaz, cuyo número es difícil de precisar en loque se refiere al conjunto del país. En el sudeste, en un momento amenazadopor la contrarrevolución, parece que fue particularmente alto: 139 sociedadespopulares para 154 comunas en el Vaucluse, 258 para 355 en la Drome, 117para 260 en los Bajos Alpes. El cometido de esas organizaciones fuepreponderante en la derrota del enemigo interior y en la implantación de lasinstituciones revolucionarias.

El jacobinismo, que caracterizó la teoría y la práctica del gobiernorevolucionario, tanto como por una ideología derivada del rusonismo, se definiópor un temperamento y una técnica políticos. Religión o mística, se ha dicho:más sencillo, los jacobinos consideraban que la libertad y la igualdadconstituyen las características de una sociedad concebida racionalmente.¿Fanatismo?. De la rigidez de su actitud y de su dogmatismo dan cuenta lagrandeza del peligro y la necesaria disciplina contra un enemigo irreconciliable.Los jacobinos tuvieron el sentimiento, nunca claramente explicitado, de que lademocracia debía ser dirigida, que no es posible confiar en la espontaneidadrevolucionaria de las masas. El pueblo quiere el bien, dijo Robespierre, pero nosiempre lo ve. Los jacobinos consideraron necesario iluminarlo, en realidad,conducirlo. De ahí una técnica cuyo mecanismo ha sido desmontado desdehace mucho tiempo, y no sin una hostilidad preconcebida. Los jacobinospusieron a punto la práctica de los comités restringidos, que fijaban la doctrina,concretaban la línea política, que traducían en consignas. La elección secorrige por la depuración y su corolario, la infiltración: una vez limitada lacompetencia por el escrutinio depurador que permite a los afiliados juzgarsobre la aptitud de los candidatos a desempeñar su mandato, se deja a loselectores en libertad de elegir. Los ciudadanos quedan encerrados en la red delas organizaciones afiliadas que reciben el impulso de la sociedad- madre,“único centro de la opinión pública”, como el Comité de Salvación Pública lo esde la acción gubernamental. Los jacobinos, de todos modos, no llevaron estosprincipios hasta sus últimas consecuencias: crearon clubs, no formaron unpartido; sobre todo permanecieron subordinados a una asamblea parlamentariaque había sido elegida como al azar. Babeuf dio el paso y fue probablementede él, a través de Blanqui, de quien Lenin extrajo la lección.

La economía dirigida implantada en el otoño de 1793 bajo la presión de lasmasas respondía, en el espíritu de los gobernantes, menos a una concepciónteórica de la organización social que a las exigencias de la defensa nacional:se trataba de alimentar, de equipar, de armar a los hombres del levantamientoen masa, de avituallar a las poblaciones de las ciudades, cuando el comercioexterior estaba interrumpido por el bloqueo y Francia parecía una plaza sitiada.La requisa afectó a todos los recursos materiales del país, limitando la libertadde empresa. La tasación, complemento necesario de la requisa, y generalizadapor el decreto de 29 de septiembre de 1793 impuso unos márgenes debeneficios (5 % para el mayorista, 10 % para el detallista), frenó el espíritu deespeculación, restringió la libertad de ganancias. La nacionalización afectó endiversos grados a la producción, sobre todo a la de armamento y fabricaciones

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de guerra y al comercio exterior, pero básicamente en función de lasnecesidades militares, pues el Comité de Salvación Pública se negó anacionalizar el avituallamiento civil.

Sin embargo, se estaban esbozando los rasgos de una democracia social.Montañeses y jacobinos solamente proyectaban integrar a las masaspopulares en la nación burguesa mediante el acceso a la propiedad definida enel sentido del 1789. Ya no se trata de subordinar el derecho de propiedad alderecho a la existencia, ni de definirlo como “una institución social garantizadapor la ley”, como había sugerido Robespierre en su proyecto de unaDeclaración de Derechos, el 24 de abril de 1793. Sino que la Montaña dio porfin satisfacción a los campesinos, el 17 de julio de 1793, con la abolicióndefinitiva, sin indemnización, de todos los derechos señoriales. El decreto de22 de octubre de 1793 prohibió a los propietarios exigir de arrendatarios yaparceros cualquier prestación de subrogación (pero ¿en qué medida seaplicó?). Mientras se realizaba esa transferencia de ingresos, la transferenciade propiedad se aceleraba: los bienes de los emigrados, secuestrados desdeel 9 de febrero de 1792, puestos en venta el 27 de julio siguiente, se ofrecíanen pequeños lotes de 2 a 4 arpents13 (según el decreto de 3 de junio de 1793),pagaderos en diez años (plazo ampliado a 20 años por el decreto de 13 deseptiembre). El 10 de junio un decreto autorizó la partición de los bienescomunales si era solicitada por un tercio de la asamblea de vecinos. El puntoculminante de esta política tendente a crear una nación de pequeñospropietarios lo constituyeron los decretos de 8 y 13 ventoso del año II (26 defebrero y 3 de marzo de 1794), que despojaban de sus bienes a lossospechosos (“Aquel que se muestra como enemigo de su país no puede serpropietario en él”, según Saint-Just), para trasferirlos a los patriotas indigentes.No se trata del “programa de una revolución nueva”, como pretende AlbertMathiez, sino de una medida política y social que se inscribe en la línea de larevolución burguesa: la confiscación no ha sido jamás otra cosa que un mediode lucha contra la aristocracia, y el acceso a la propiedad un factor deconsolidación social. A los robespieristas, partidarios en el fondo de ellosmismos de la libertad económica, les repelía, como a los montañeses,intervenir en los problemas agrarios: sordos a las reivindicaciones de los sans-culottes del campo, jamás proyectaron la reforma de la aparcería ni la divisiónde las grandes explotaciones agrarias en otras más pequeñas. La mismaaudacia y la misma timidez caracterizan el intento de una legislación socialnueva. El derecho a la asistencia quedó sancionado por el decreto de 22floreal del año II (11 de mayo 1794), que abrió en cada departamento un librode la beneficencia nacional, pero solo para los “habitantes del campo”:pensiones de jubilación para los ancianos e impedidos, subsidios para lasmadres y las viudas con hijos, asistencia médica gratuita a domicilio –medidastodas ellas que prefiguran una seguridad social–.

“Que Europa sepa que no queréis ni un solo desdichado, ni un soloopresor más sobre el territorio francés –había declarado Saint-Just el 13ventoso– [...]. La felicidad es una idea nueva en Europa”.

13 Arpent: Medida agraria francesa (oscila entre 42 y 51 áreas). (N. del T.)

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LA IMPOSIBLE REPÚBLICA IGUALITARIA

CESE Y DECLIVE DEL MOVIMIENTO POPULAR (PRIMAVERA DE 1794)

Al final del invierno del año II las características de la evolución que veníanesbozándose desde el establecimiento del gobierno revolucionario seendurecieron. Mientras la reglamentación, la tasación y la dirección de laeconomía, reclamadas por los sans-culottes, atacadas por los propietarios,aseguraban a duras penas –salvo en el caso del pan– el abastecimiento de lapoblación parisiense, las necesidades de la defensa nacional como unaconcepción burguesa del poder político llevaban cada vez más el gobiernorevolucionario a asegurarse la obediencia pasiva de las organizacionespopulares y a reducir la democracia sans-culotte a la medida jacobina. Así seasienta, a principios de ventoso, un doble malestar social y político que afectaa la sans-culotterie tanto en su existencia material como en su comportamientorevolucionarlo. Sobre este trasfondo de crisis, la oposición entre indulgentes ypatriotas decididos se exaspera. La conjunción de la oposición avanzada y eldescontento popular constituía una seria amenaza para el gobierno: esteintentó, con los decretos de ventoso, conciliarse con la opinión sans-culotte.

La maniobra fracasó: los decretos de ventoso no provocaron ese esperadochoque psicológico capaz de resolver la crisis política, aliando a la sans-culotterie con el gobierno revolucionario.

El momento pareció propicio a los patriotas decididos, cordeleros a la cabeza,para una acción que les desembarazaría de los moderados e impondría sutriunfo en los comités de gobierno y en la Convención. Pero, olvidando lasenseñanzas de todas las jornadas revolucionarias, los dirigentes cordeleros nose preocuparon de organizar su movimiento, ni de asegurarse su unión con lasmasas más sensibles a la escasez de las subsistencias que al peligro delmoderacionismo. El 14 ventoso del año II (4 de marzo de 1794) los cordelerosproclamaron la necesidad de una santa insurrección: en su espíritu, probable-mente una simple manifestación de masas. No les siguieron. Pero su intentodio ocasión al gobierno revolucionario para salir del inmovilismo: sedesembarazó de la doble oposición, primero liquidando a los cordeleros (24 demarzo de 1795); después, volviéndose hacia los indulgentes, guillotinados el 5de abril.

El drama de germinal fue decisivo. La evolución se precipitó. Al ver condenar alPére Duchesne y a los cordeleros que tenían su audiencia y expresaban susaspiraciones, los sans-culottes dudaron del gobierno revolucionario. En vanoDanton fue también ejecutado. La represión que siguió a los grandes procesosde germinal del año II, pese a su carácter limitado, desarrolló entre losmilitantes un complejo de miedo que paralizó la vida política seccionaria. Elcontacto directo y fraternal entre las autoridades revolucionarias y los sans-culottes de las secciones se rompió.

El gobierno revolucionario, que salió ganando, emprendió un amplio esfuerzode regularización de las instituciones y de unificación de las fuerzas políticas.Si bien ante la inminencia del peligro había permitido la alianza con la sans-culotterie, jamás había aceptado sus objetivos sociales ni sus métodos

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políticos. El ejército revolucionario fue licenciado (27 de marzo de 1794)14, loscomisarios para los acaparamientos suprimidos (1° de abril), la Comuna deParís depurada. Y algo todavía más grave para el movimiento popular, lareanudación de la ofensiva gubernamental contra las sociedades seccionarias.En su discurso de 15 de mayo de 1794, Couthon reclamó la unidad de opinión:que todos los patriotas se concentren en los jacobinos; Collot d’Herboissubrayó una vez más la incompatibilidad de la democracia sans-culotte con lasnecesidades del gobierno revolucionario: las sociedades seccionariasquerían “hacer de cada sección una pequeña república”. De germinal a pradialse disolvieron 39 sociedades bajo la presión jacobina y gubernamental: en lamayoría de los casos (29 de 39), sociedades de fundación reciente, formadasesencialmente por patriotas del 1793, llamados de nueva hornada poroposición a los patriotas del 1789. Al forzarles a disolverse, los comités degobierno rompían el armazón del movimiento popular.

De germinal a mesidor se acentuó la centralización: con la supresión de seisministros del consejo ejecutivo provisional y su sustitución, el 1.° de abril de1794, por doce comisiones ejecutivas subordinadas al Comité de SalvaciónPública; con la nueva llamada a los representantes en misión, el 19 de abril,pues el comité prefirió utilizar a sus propios agentes. El Terror se aceleró por laley de 22 pradial del año II (10 de junio de 1794):

“Se trata menos de castigar a los enemigos de la Revolución –declaróCouthon– que de aniquilarlos”.

Las autoridades administrativas depuradas obedecieron, la Convención votósin discusión. Pero lo que el gobierno ganaba en fuerza coactiva lo perdía enapoyo confiado, y su base social se reducía peligrosamente. Los documentosde la primavera de 1794 dan fe de la atonía de las organizaciones populares.Si las asambleas de sección todavía abordan los problemas de política generalya no es para discutir, sino para aprobar mediante el envío de felicitaciones yde testimonios de fidelidad: por ejemplo, cuando la proclamación del culto alSer supremo por el decreto de 18 floreal del año II (7 de mayo da 1794). Si losintentos de asesinato de Robespierre y de Collot d’Herbois reavivan en pradialla llama terrorista, las asambleas vuelven a caer en seguida en la monotoníade su curso cotidiano. La victoria de Fleurus (26 de junio de 1794) o elaniversario de la toma de la Bastilla (26 mesidor) no logran reavivar elentusiasmo. Bajo una unidad ficticia, la indiferencia o la hostilidad gangrenanlas secciones estrechamente dirigidas por unos comités revolucionariosburocratizados. Saint-Just escribe que “la Revolución está helada”.

Los comités de gobierno, domesticando el movimiento popular, se habíanliberado del odio de una jornada: pero al mismo tiempo liberaban a laConvención y se privaban de un medio de presión. Puesto que la victoria seafirmaba, ¿qué razón podía tener para soportar por más tiempo su tutela?Entre la Convención impaciente por el yugo y la sans-culotterie irreductible-mente hostil, el gobierno revolucionario estaba como suspendido en el vacío.

14 Cobb, R., Les armées révolutionnaires, instrument de le Terreur dans les départements,avril 1793-floréal an II, 1963.

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CAÍDA DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO Y FIN DEL MOVIMIENTO POPULAR (Termidor año II - Pradial año III)

En los primeros días de termidor la descomposición del grupo montañés seagravó en la Convención. Los representantes que habían sido llamados enmisión, los antiguos partidarios de Danton, no perdonaron al Comité deSalvación Pública. Sus esfuerzos hubieran sido inútiles si los comités degobierno hubieran permanecido unidos. Pero la división ya vieja entre los doscomités empeoró. Los miembros del Comité de Seguridad General, salvoLebas y David, eran hostiles al Comité de Salvación Pública y sobre todo aRobespierre, por razones a la vez personales y de principio. La delimitación depoderes entre ambos comités nunca había sido claramente establecida: lapolítica general era objeto de un conflicto de atribuciones desde la creación, enfloreal, de un Buró de política dependiente del Comité de Salvación Pública. Lahostilidad del Comité de Seguridad General hubiera sido fácilmente neutralizadasi el de Salvación Pública no se hubiera dividido: intervienen aquí no solo lapolítica social y la aplicación de los decretos de ventoso, como sostiene AlbertMathiez, sino igualmente los conflictos de atribuciones, los rencores políticos ylos enfrentamientos de temperamentos, como sugiere Georges Lefebvre. Apesar del intento de reconciliación de los dos comités, en sesión plenaria de 4y 5 termidor (22 y 23 de julio 1794) Robespierre decidió llevar el conflicto antela Convención: ello significaba convertirla en juez del apoyo del gobiernorevolucionario, en el mismo momento en que la victoria se afirmaba y en que elpeligro de una presión popular parecía eliminado.

Robespierre corrió ese riesgo a descubierto. No se hizo nada para preparar laacción de la Comuna y de las secciones en caso de que la Convención senegara a seguir al grupo robespierista. Más aún, mientras que la atmósfera seenrarecía, la Comuna de París, ciega al malestar social y sorda a lasreivindicaciones populares, publicaba el máximo de los salarios (5 termidor):baja autoritaria a veces considerable (así, en el caso de un carpintero de obra,de 8 libras a 3 libras 15 sueldos), que acentuó el divorcio entre el gobiernorevolucionario y los militantes seccionarios, entre la Comuna y las masaspopulares.

La prueba de fuerza del 9 termidor del año II (27 de julio 1794) demostró laeficacia de la centralización gubernamental. Solo diez comités revolucionariosde sección se pronunciaron a favor de la Comuna insurreccional y persistieronbastante tiempo en su actividad hasta comprometerse definitivamente; docevacilaron; dieciocho se aliaron de entrada a la Convención. En las asambleasgenerales, únicamente una minoría de militantes siguió las consignasinsurreccionales. La práctica revolucionaria, en la que basaba sus esperanzasla Comuna, fracasaba por culpa del aparato dictatorial que al final se volvíacontra aquellos mismos que tanto habían contribuido a forjarlo: al gruporobespierista apoyado en los jacobinos. Las autoridades seccionarías, en vezde formar como en las jornadas precedentes los cuadros de la insurrección, seconstituyeron en la mayoría de los casos en los órganos de transmisión de lasvoluntades gubernamentales.

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Caído Robespierre, el gobierno revolucionario no le sobrevivió. Empezó adesmantelarse en el verano de 1794, en particular por el decreto de 7 fructidordel año II (24 de agosto de 1794) que puso fin a la concentracióngubernamental. El abandono del Terror fue a la par, y así la fuerza coactivadesapareció con los demás resortes revolucionarios; se abrieron las cárceles.El Club de los Jacobinos fue disuelto en brumario del año III (13 de noviembrede 1794). Pronto se dio rienda suelta al Terror blanco. El abandono de laeconomía dirigida estaba inscrito en la línea termidoriana: el decreto de 4nivoso del año III (24 de diciembre de 1794) suprimió el máximo general y laeconomía dirigida. El papel moneda se hundió, el alza de los precios fuevertiginosa: en abril de 1795 el índice general de los precios alcanzaba el 758en relación a 1790, solo el de los productos alimenticios 819. En este sentido,el 9 termidor fue ciertamente para los sans-culottes una jornada de engaños.Descontentos del gobierno revolucionario, no habían sentido la amenaza quela caída de este haría pesar sobre ellos. Diez meses más tarde, extenuadospor la carestía, la escasez y los rigores de un invierno excepcional, los sans-culottes parisienses reclamaron el retorno a la economía dirigida y selevantaron por última vez. La jornada del 12 germinal del año III (1° de abril de1794) constituyó el preludio de aquellas, más dramáticas, del 1 y 2 pradial (20y 21 de mayo de 1795).

El 4 pradial por la noche, sin jefes, casi sin cuadros, minado por el hambre, elfaubourg Saint-Antoine, columna de la Revolución desde el 1789, capitulabasin combate.15

La gente decente respiró tranquila, se desencadenó la represión. Unasjornadas decisivas que vieron alzarse contra el movimiento popular, agotado ydesorganizado, desde los republicanos hasta los partidarios del AntiguoRégimen, el bloque de la burguesía apoyado en el ejército. Roto por fin suresorte, la Revolución se había acabado.

Las jornadas de pradial del año III, como el 9 termidor, constituyen en un últimoanálisis episodios trágicos del conflicto de clases en el seno del antiguo tercerestado. Para situarlos en su justo lugar, no puede olvidarse que la RevoluciónFrancesa fue básicamente una lucha del conjunto del tercer estado contra laaristocracia europea. En esta lucha la burguesía llevaba la voz cantante. En loesencial, odio a la aristocracia y voluntad de victoria, los sans-culottes estabande acuerdo con la burguesía revolucionaria: siempre se quedaron en eso, demodo que el 13 vendimiario (5 de octubre de 1795) y el 18 fructidor (4 deseptiembre de 1797), ahogando su legítimo rencor, los más conscientestodavía ayudaron a la burguesía termidoriana a aplastar la contrarrevolución.No obstante, rápidamente se manifestó el enfrentamiento entre el movimientopopular y la dictadura jacobina de salvación pública, lo que minó el sistema delaño II. Si bien es cierto que se agravó a consecuencia de la guerra, no lo esmenos que traducía las tendencias irreductibles de las dos categorías socialesdiferentes.

15 Tonnesson, K. D., La défaite des Sans-Culottes. Mouvement populaire et réactionbourgeoise en I'an III, Oslo-París, 1959.

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En el plano político la guerra exigía un gobierno autoritario y los sans-culottestuvieron conciencia de ello, ya que contribuyeron a su formación. Pero laguerra y sus necesidades entraron rápidamente en contradicción con lademocracia que montañeses y sans-culottes invocaban por igual pero ensentidos distintos. Los sans-culottes habían reclamado un gobierno fuerte queaplastara a la aristocracia: no se habían dado cuenta de que, en su voluntadde vencer, ese gobierno les obligaría a obedecer. Sobre todo la democracia, talcomo ellos la practicaban, tendía espontáneamente hacia el gobierno directo.Control de los elegidos, derecho para el pueblo de revocar su mandato, votoen voz alta o por aclamación: este comportamiento político se oponíairremediablemente a la idea de una democracia liberal y representativadefendida por la burguesía montañesa. Más que enfrentamiento circunstancial,había en este terreno una contradicción fundamental.

En el plano económico y social la contradicción no era menos insuperable.Partidarios de la economía liberal, los hombres del gobierno revolucionario,Robespierre el primero, solo aceptaron la economía dirigida porque no podíanprescindir de la tasación y la requisa para mantener una gran guerra nacional:los sans-culottes, al imponer el máximo general, pensaban mucho mástambién en su propia subsistencia. La Revolución, por democrática que sehubiera vuelto, no dejaba de ser burguesa: el gobierno revolucionario tasótanto los salarios como los productos, para mantener el equilibrio entre losjefes de empresa y asalariados. Esta política exigía la alianza de la Montaña yde la sans-culotterie. Ahora bien, se oponía a la burguesía, incluso jacobina,porque suprimía la libertad económica y restringía el beneficio. Salvo en elcaso de materiales de guerra pagados por el estado y en la de los granos yforrajes requisados al campesino, el máximo se eludió: el conflicto con losasalariados era inevitable. Estos, que padecían la inflación y las insuficienciasdel abastecimiento, estaban naturalmente predispuestos a sacar partido de laescasez relativa de la mano de obra para arrancar aumentos de salario: delotoño a la primavera del año II, la Comuna dejó hacer, descuidando la tasaciónde los salarios en contra de la ley. Después de germinal el gobierno enderezóla situación de las empresas, cuyos beneficios tendían a disminuir, atrapadascomo estaban entre la tasa y el aumento ilegal de los salarios; política esta quedesembocó en el máximo salarial parisiense del 5 termidor. No obstante,actuando de ese modo el gobierno revolucionario acaba con unas ventajasadquiridas por los asalariados y parecía abandonar su posición de mediador.La economía dirigida del año II, al no reposar sobre una base de clase, estabaen falso: después del 9 termidor el edificio se hundió.

Los antagonismos entre dictadura jacobina y movimiento popular no eran losúnicos: las contradicciones propias de la sans-culotterie llevaban en germen laruina del sistema del año II. Los sans-culotte no constituían una clase, ni sumovimiento un partido de clase. Artesanos y tenderos, obreros y jornaleros,formaron con una minoría burguesa, una coalición que desplegó una fuerzairresistible contra la aristocracia. Pero en el seno de esta coalición se afirmó laoposición entre artesanos y tenderos, que vivían del beneficio que obtenían dela propiedad privada de los medios de producción, y obreros y jornaleros, queno disponían más que de un salario. Las necesidades de la Revolución habíansoldado por un momento la unidad de la sans-culotterie y dejado en unsegundo plano los conflictos de intereses que enfrentaban a sus distintos

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elementos: no podían eliminarlos. Los sans-culottes, cuyo reclutamiento eraheterogéneo, no tenían ninguna conciencia de clase. Si generalmenteafirmaban su hostilidad hacia el capitalismo, no era por los mismos motivos. Elartesano temía verse reducido a asalariado; el obrero abominaba delacaparador que le encarecía la vida. Los obreros, que eran asalariados, noposeían sin embargo ninguna conciencia social propia: su mentalidad estabamás bien formada por el artesanado, pues la concentración capitalista todavíano había despertado el sentido de la solidaridad de clase. Apenas tenían unacierta noción de su unidad, que subrayaban sus ocupaciones manuales asícomo su vestido y su género de vida. También la falta de instrucciónengendraba en las filas populares un sentimiento de inferioridad y a veces deimpotencia: cuando a la sans-culotterie parisiense le faltaron los hombres detalento de la burguesía media jacobina, estuvo perdida.

La marcha de la historia, en su misma dialéctica, da cuenta también delfracaso del intento del año II. Cinco años de luchas revolucionarias constantesgastaron a los mejores y, a la larga, quitaron al movimiento popular su fuerza ysu acometividad, en tanto que la gran esperanza siempre pospuestadesmovilizaba poco a poco a las masas. “El pueblo se cansa”, había señaladoRobespierre: el pueblo aspiraba a disfrutar del fruto de sus esfuerzos.“Estamos en vísperas de lamentar todos los sacrificios que hemos hecho por laRevolución”, declaraban en la Convención, el 27 ventoso del año III (17 demarzo de 1795), los sans-culottes de los faubourgs Saint Antoine y Saint-Marcel. De mes a mes, los reclutamientos de hombres habían debilitado lassecciones parisienses, privándolas de los más jóvenes, también de los másconscientes y de los más entusiastas, para quienes la defensa de la nuevapatria constituía el primer deber revolucionario. Puede el lector imaginarse lasirremediables consecuencias de ese envejecimiento sobre el ardor revolucio-nario de las masas.

Al mismo tiempo las sans-culotterie había visto desvanecerse sus cuadros, porel propio efecto del éxito popular en la primavera y durante el verano de 1793.Muchos militantes, sin estar movidos solo por la ambición, consideraban laobtención de un cargo como la recompensa legítima a su actividad. Este era elprecio, por otra parte, de la eficacia del gobierno revolucionario. En el otoño de1793 se depuraron las administraciones y se poblaron de buenos sans-culottes. Entonces apareció un nuevo conformismo que ilustra el ejemplo delos comisarios revolucionarios de las secciones parisienses, en un principio elelemento más popular y combativo del nuevo personal político. Su condición yel propio éxito de su tarea exigían que fuesen asalariados: en el curso del añoII esos militantes seccionarios se transformaron en funcionarios tanto másobedientes a las órdenes del gobierno por cuanto podían temer perder lasventajas adquiridas. El poder revolucionario se vio así reforzado. Por elloprodujo un debilitamiento del movimiento popular y una alteración de lasrelaciones con el gobierno. La actividad política de las organizacionesseccionarias se vio frenada, la democracia debilitada. El proceso deburocratización provocó gradualmente la parálisis del espíritu crítico y de lacombatividad política de las masas. Por último se afirmó una disminución delcontrol popular sobre el aparato gubernamental, cuyas tendencias sereforzaron. Los partidarios de Robespierre asistieron impotentes a estaevolución.

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Termidor y su epílogo de pradial del año III, al arruinar la esperanza popular enuna democracia igualitaria, permitieron restablecer el 1789. Pero en esasfechas, el Terror, con sus terribles golpes, había concluido la destrucción de laantigua sociedad y despejado el terreno para la instauración de nuevasrelaciones sociales: el reino burgués de los notables podía comenzar.

AÑO 1795¿LIBERALISMO O DICTADURA? (1795-99)

De los dos movimientos populares que desde 1789, uno sustituyendo al otro,habían impulsado hacia adelante la revolución burguesa, en 1795, uno habíacesado y el otro estaba en calma. Las masas urbanas, pese a los esfuerzos delos conjurados del año IV, estaban desde ese momento en retirada: solo selevantarían en 1830. Las masas campesinas estaban irremisiblementedivididas: aboliendo definitivamente los derechos feudales por la ley del 17 dejulio de 1793, la Convención montañesa colocó por mucho tiempo alcampesinado propietario en el partido del orden. Apagado al ardorrevolucionario, con la aristocracia tocada en sus fuerzas vivas, se abría la erade la estabilización burguesa.

De todas formas, la Convención termidoriana legaba al régimen que instaurabay que ha pasado a la historia bajo el nombre de Directorio, la guerra, unasituación económica catastrófica y un sistema político sabiamente equilibrado,cuyo espíritu y cuya práctica importan aquí más que la letra. La burguesía, quehabía conservado de la experiencia del año II un recuerdo horrorizado(restringida su libertad, limitados sus beneficios, con las gentes humildesimponiendo su ley), con su conciencia de clase endurecida y fortalecida,organizó celosamente su poder; una vez restaurada la primacía de losnotables, la nación se definía de nuevo en el estrecho marco de un sistemacensatorio. Pero una nueva oposición revolucionaria relanzada por elhundimiento del papel moneda, el rechazo tenaz de la contrarrevolución, tantoen el interior como en el exterior, hicieron imposible el juego normal de laexperiencia: entonces se instauró una práctica política y administrativa deexcepción de la que se aprovechó el Consulado y que este institucionalizóampliamente.

De Termidor al Imperio se afirma una continuidad que Brumario solo rompió enapariencia.

LA HERENCIA TERMIDORIANA: PROPIEDAD Y LIBERTAD

Los principios de la preponderancia social y política de la burguesía fueronplanteados con claridad por el convencional Boissy d'Anglas en su discursopreliminar al proyecto de constitución, el 5 mesidor del año III (23 de junio de1795). Se trata de:

“garantizar por fin la propiedad del rico, la existencia del pobre, lapropiedad del hombre industrioso, la libertad y seguridad de todos”.

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La propiedad constituye la base del orden social. La Convención debe evitar:

“con coraje los principios ilusorios de una democracia absoluta y de unaigualdad sin límites que son indiscutiblemente los escollos más temiblespara la verdadera libertad. La igualdad civil, en efecto, he aquí todo lo quepuede exigir el hombre razonable. La igualdad absoluta es una quimera:para que pueda existir haría falta que existiera una igualdad total en elespíritu, la fuerza física, la educación, la fortuna de todos los hombres”.

Vergniaud ya había sostenido el mismo razonamiento, el 13 de marzo de 1793:

“La única igualdad para el hombre social es la de derechos. No es la delas fortunas como tampoco es la de las estaturas, la de las fuerzas, la delespíritu, la de la actividad, la de la industria y la del trabajo”.

¡Curiosa continuidad de la Gironda en los termidorianos! Prosigue Boissyd’Anglas:

“Debemos ser gobernados por los mejores: los mejores son los másinstruidos, los más interesados en el mantenimiento de las leyes; ahorabien, con muy pocas excepciones, no encontraréis hombres de ese tipomás que entre aquellos que, teniendo una propiedad, están apegados alpaís en que se encuentra, a las leyes que la protegen, a la tranquilidadque la conserva, y que deben a esa propiedad y al bienestar queproporciona la educación que les ha hecho aptos para discutir consagacidad y justicia las ventajas y los inconvenientes de las leyes quedeterminan el destino de su patria. El hombre sin propiedades, por elcontrario, necesita un constante esfuerzo de virtud para interesarse porun orden que no le conserva nada y para oponerse a los movimientos quele ofrecen algunas esperanzas”.

La libertad económica está necesariamente vinculada a los derechos de lapropiedad.

“Si dais a unos hombres sin propiedades los derechos políticos sinreserva alguna, excitarán o dejarán excitar agitaciones sin temer susefectos: establecerán o dejarán establecer tasas funestas para elcomercio y la agricultura, porque no habrán sentido, ni temido, ni previstosus deplorables resultados, y acabarán por precipitarnos en esasconvulsiones violentas de las que apenas acabamos de salir. Un paísgobernado por los propietarios está dentro del orden social; un país en elque gobiernan los no propietarios está en estado salvaje”.

Desde ese momento la burguesía se reserva celosamente el ejercicio delderecho de propiedad, lo que significa negar toda esperanza a las clasespopulares. El acceso a la propiedad de las tierras, en un momento facilitadopor la legislación montañesa, fue negado a los no propietarios, al pequeñocampesinado en particular, en nombre de las exigencias de la economíaliberal. Desde el 22 fructidor del año II (8 de septiembre de 1794), Lozeau,diputado de la Charente Inferior, había subrayado esas necesidades,presentando a la Convención su:

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“informe sobre la imposibilidad material de convertir a todos los francesesen propietarios de tierras y sobre las consecuencias desagradables queprovocaría además esa conversión.”

Incluso admitiendo que se pudiera convertir a todos los campesinos enagricultores independientes, la república no hubiera podido felicitarse por ello:

“puesto que, admitiendo esa hipótesis en la que cada uno estaríaobligado a cultivar sus campos o sus viñas para vivir, el comercio, lasartes y la industria pronto desaparecerían”.

La existencia de un proletariado dependiente es la condición necesaria de laeconomía capitalista y de la sociedad burguesa. Todo ataque al privilegio de lariqueza corre el peligro de cuestionar el orden social: la sombra de la leyagraria mantuvo toda su eficacia, el miedo social dio cuenta de la evolución delrégimen hacia la dictadura militar. Al pronunciarse contra el establecimiento delimpuesto progresivo, el oscuro Dauchy declaraba a los Quinientos, el 10frimario del año IV (1° de diciembre de 1795):

“Los estados solo prosperan si vinculan el máximo posible los ciudadanosa la propiedad [...]. El impuesto progresivo es una ley de excepción contralos ciudadanos acomodados [...]. Su efecto sería inevitablemente ladivisión hasta el extremo de las propiedades; este sistema se ha seguidodemasiado en la enajenación de los bienes nacionales [...]. El impuestoprogresivo es, para decirlo en pocas palabras, el verdadero germen deuna ley agraria con la que hay que acabar desde un principio. Soloteniendo un respeto religioso hacia la [propiedad] se podrá vincularfuertemente a todos los franceses con la libertad y la república”.

La Declaración de Derechos que precede a la Constitución del año III marcaun claro retroceso en relación a la de 1789. En la discusión, el 26 termidor (13de agosto), Mailhe había subrayado el peligro que había en incluir:

“en esta declaración unos principios contrarios a los que contiene laConstitución”: “Hemos tenido una prueba lo bastante cruel del abuso delas palabras como para no emplear ni una sola que sea inútil”.

El art. 1.° de la Declaración de 1789 (“Los hombres nacen y siguen siendolibres e iguales en sus derechos”) se suprimió.

“Si decís que todos los hombres son iguales en sus derechos –habíadeclarado Lanjuinais el 26 termidor–, incitáis a la rebelión contra laConstitución a aquellos a quienes habéis rechazado o suspendido elejercicio de los derechos de ciudadanía en pro de la seguridad de todos”(art. 3).

De los derechos sociales reconocidos por la Declaración de 1793 ni sehablaba, y menos todavía del derecho a la insurrección. En cambio, el derechoa la propiedad, del que la Declaración de 1789 no había dado ningunadefinición, se precisa aquí como en la Declaración de 1793:

“La propiedad es el derecho a disfrutar y disponer de los bienes propios,de los ingresos propios, del fruto del propio trabajo y de la industriapropia” (art. 5).

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Esto significaba consagrar la libertad económica en toda su amplitud. LaDeclaración de deberes que los termidorianos consideraron oportuno unir a lade derechos precisaba también en su art. 8:

“Es sobre la conservación de las propiedades sobre lo que reposan elcultivo de las tierras, todas las producciones, todo medio de trabajo y todoel orden social”.

El derecho al voto fue restringido; las condiciones del censo eran, sin embargo,más amplias que en 1791: todo francés de 21 años, domiciliado durante unaño y que pagara cualquier contribución era ciudadano activo.

En esas condiciones, la base social sobre la que los directoriales, después delos termidorianos, pretendían estabilizar la Revolución, se revela singularmentereducida.

Del lado de las masas populares, el recuerdo del año II y el miedo socialsiguen siendo un poderoso motivo de reacción, para acabar legitimando el 18brumario. Los más conscientes entre el pueblo no aceptaron sin resistencia elverse echados fuera de la nación y de esa república por la que habíanluchado: la Conjura de los Iguales lo demostró. Pero mientras que elmovimiento revolucionario se orientaba, no sin titubeos, hacia nuevas vías, elmiedo burgués constituía en manos de los gobernantes un potente incentivocontra los exclusivos, los terroristas, los anarquistas, los bandoleros, loschupadores de sangre. Los notables, la gente decente temían por encima detodo la vuelta al sistema del año II: el rico considerado como sospechoso, lainversión de los valores sociales tradicionales, la democracia política abriendopaso al nivelamiento social.

Del lado de las clases poseedoras, la aristocracia seguía excluida, perotambién una parte de la burguesía. La ley de 3 brumario del año IV (25 deoctubre de 1795) prohibía las funciones públicas a los padres de emigrados;revocada por los realistas del año V, fue restablecida el 18 fructidor. Pocodespués, Sieyés propuso el destierro de los nobles que habían ejercido cargoso disfrutado de dignidades en el Antiguo Régimen, y la reducción de los demása la condición de extranjeros: la ley de 9 frimario del año VI (29 de noviembrede 1797) se limitó a esta segunda medida; si bien jamás fue aplicada, laintención no por ello era menos clara. La exclusión todavía iba más lejos: laburguesía directorial, de condición mediana, desconfiaba igualmente de laburguesía del Antiguo Régimen, de un nivel social más alto y más próximo a laaristocracia. Los monárquicos constitucionales eran tan rechazados como losabsolutistas. Los termidorianos, convertidos en directoriales, pretendían que larepública fuera burguesa y conservadora; pero rechazaron el apoyo de unaparte de la burguesía realista, temerosos de que no les llevara por la vía de larestauración.

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LA CATÁSTROFE MONETARIA Y “LA CONSPIRACIÓN DE LOS IGUALES” (1795-97)

La estabilización de la Revolución sobre la estrecha base de la propiedad, dela burguesía censataria, de solo los notables republicanos, acabó por revelarseimposible. Dependía de la solución que se aportara a los problemasfundamentales heredados de la época termidoriana: la guerra, dentro delproblema económico y financiero. Una vez firmada la paz por los termidorianosen 1795 –en Basilea con Prusia y España, en La Haya con los Países Bajos–,la guerra siguió con Austria hasta el Tratado de Campoformio (18 de octubrede 1797). La moneda estaba arruinada, la economía deteriorada. Una crisisfiscal multiplicaba la crisis monetaria, no se recaudaban impuestos, el Tesoroestaba vacío. Reubell invitaba en vano:

“incluso a los indiferentes [...] a unirse a la república y sumarse a esa granmasa de republicanos ante la cual toda facción desaparecerá”.

La inflación alcanzó su nivel máximo poco después de la instalación delDirectorio [4 brumario del año IV (26 de octubre de 1795)]. El papel moneda de100 libras no valía más que 15 céntimos. La plancha del papel moneda siguióreproduciendo una moneda cuyo valor fue pronto inferior al precio del papel:en menos de cuatro meses la masa se dobló, alcanzando 39 000 millones enfebrero de 1796. En vano se creó un empréstito forzado a interés progresivo,pagadero en moneda metálica, en grano o en papel moneda al 1 % de su valornominal: el curso era tres o cuatro veces inferior. El 30 pluvioso del año IV (19de febrero de 1796), hubo que suspender las emisiones y abandonar el papelmoneda.

El retorno a la moneda metálica parecía imposible: solamente circulaban unos300 millones de los 2500 millones a finales del Antiguo Régimen. La idea deuna banca nacional de emisión fue descartada. La ley de 28 ventoso del añoIV (18 de marzo de 1796) creó la orden de pago territorial cuyos 2400 millonesfueron emitidos inmediatamente. Garantizadas por los bienes nacionalestodavía no vendidos, las órdenes de pago sustituían a los asignadosintercambiados a razón de 30 por uno, mientras que en ese mismo momento elasignado era aceptado para el pago del empréstito obligado a razón de 100por uno. En seis meses la orden de pago territorial recorrió el camino que elasignado había recorrido en cinco años. Desde las primeras emisiones laorden perdió hasta el 65-70 %: la depreciación llegó al 90 % el 1° floreal (20 deabril de 1796). Desde ese momento los productores tuvieron tres precios, loque no contribuía a disminuir las dificultades del comercio y del abastecimiento.La dilapidación de los bienes nacionales, al disminuir la garantía, contribuyótambién a arruinar la orden de pago. La ley de 6 floreal del año IV (26 de abrilde 1796) decidió la vuelta a las ventas y determinó su forma, sin subasta,siendo aceptada la orden por su valor nominal: se produjo un alud, unauténtico bandolerismo, en beneficio sobre todo de los proveedores delestado, pagados en órdenes. En pradial el pan valía en asignados 150 francosla libra. Los mismos mendigos rechazaban el papel que se les tendía.

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A partir de entonces el ciclo se aceleró. El 29 mesidor (17 de julio de 1796) elcurso obligado fue abolido; el 13 termidor (31 de julio) se decidió que el pagode los bienes nacionales se haría en órdenes al curso: medida demasiadotardía para impedir el despilfarro de las propiedades nacionalizadas. A finalesdel año IV (mediados de septiembre 1796) se había acabado la ficción delpapel moneda. Reaparecía la moneda metálica; pero el estado, al no recibirmás que papel, no salía beneficiado. La ley de 16 pluvioso del año V (4 defebrero de 1797) desmonetizó la orden de pago, cerrándola al 1 % de su valornominal: consagración oficial de una bancarrota ya producida. Así se acabó lahistoria del papel moneda revolucionario.

La guerra ya alimentaba al régimen: la explotación de los países ocupados dacuenta de la vuelta al metálico. El 5 germinal del año V (25 de marzo de 1797)el Directorio había ingresado 10 millones en metálico del ejército de Sambre-et-Meuse, más 51 millones del ejército de Italia. Las consecuencias socialesfueron, como de costumbre, catastróficas para el conjunto de las clasespopulares. El invierno del año IV fue terrible para los asalariados, abrumadospor el alza vertiginosa de los precios. Los mercados permanecían vacíos: lacosecha de 1795 no había sido buena, los campesinos solo aceptabanmetálico, ya no se exigían las requisas. El Directorio tuvo que proceder aefectuar compras en el exterior y a reglamentar severamente el consumo. EnParís la ración de una libra de pan por día descendió a 75 gramos; secompletó con arroz que las amas de casa no podían cocer por falta de leña.Durante todo el invierno los informes políticos señalan con una pesadamonotonía la miseria y el descontento populares, todavía acentuados por ellujo y la falta de pudor de agiotistas. La oposición contra el Directorio resultóreforzada: en el club del Panteón los jacobinos reagrupados discutían sobre elrestablecimiento del máximo. No obstante, la oposición revolucionaria tomóuna nueva forma bajo el impulso de Babeuf.

La presión de los acontecimientos, la reflexión sobre su tiempo, la acciónrevolucionaria en la que tan ardorosamente había participado, habíanenriquecido y vivificado en Babeuf el conocimiento literario del comunismomilenario: fue el primero en la Revolución Francesa que superó lacontradicción con la que habían chocado todos los políticos entregados a lacausa popular, entre la afirmación del derecho a la existencia y elmantenimiento de la propiedad privada y de la libertad económica. Sin duda elintento de la Conjura de los Iguales no se inscribe exactamente en la línea dela revolución burguesa. Pero, considerando la evolución histórica desde unaperspectiva más elevada, marca la mutación necesaria entre el movimientopopular de tipo antiguo, como culmina en el año II, y el movimientorevolucionario nacido de las contradicciones de la sociedad nueva.

Como los sans-culottes, como los jacobinos, Babeuf proclama que el fin de lasociedad es la dicha común y que la Revolución debe garantizar la igualdad delos disfrutes. Pero como la propiedad privada introduce necesariamente ladesigualdad, y la ley agraria, es decir, la partición igualitaria de laspropiedades, no puede “durar más de un día” (“desde el día siguiente de suimplantación volvería a mostrarse la desigualdad”), el único medio para llegar ala igualdad de hecho es el de:

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“establecer la administración en común; suprimir la propiedad particular;vincular cada hombre de talento a la industria que conozca; obligarlo adepositar el fruto en especie en el almacén común; y establecer unasencilla administración de las subsistencias que, registrando a todos losindividuos y todas las cosas, hará repartir estas últimas con la igualdadmás escrupulosa”.

Este programa, expuesto en el “Manifiesto de los plebeyos” publicado por LeTribun du peuple de 9 frimario del año IV (30 de noviembre de 1795), constituíaen comparación con las ideologías jacobina y sans-culotte, caracterizadas unay otra por el apego a la pequeña propiedad basada en el trabajo personal, unarenovación o más exactamente una brusca mutación: la comunidad de bienesy de trabajos fue la primera forma de la ideología revolucionaria de la nuevasociedad surgida de la propia Revolución. Con el babuvismo, el comunismo,hasta entonces un sueño utópico, se erigía en sistema ideológico; con laConjura de los Iguales entraba en la historia política.

El sistema babuvista ha sido calificado por Georges Lefebvre de “comunismodel reparto”. Sin duda el problema del reparto de las subsistencias, que pesabacon un peso tan grande sobre las masas populares de la época, está en elcentro de la reflexión social de Babeuf. Pero Babeuf, comisario del catastro yfeudista, y en un momento secretario del escribano forense de la comunidad,tenía experiencia directa del campesinado de la Picardía, de sus problemas yde sus luchas; el espectáculo de comunidades campesinas vivas ycombativas, con sus derechos colectivos y sus costumbres comunitarias, lellevó sin duda desde antes de la Revolución hacia la igualdad de hecho y elcomunismo. Si en su Cadastre perpétuel de 1789 se inclinaba por la leyagraria, es decir, por el socialismo de los partidarios de la comunidad debienes, según la expresión de 1848, en una memoria de 1785, sobre lasgrandes explotaciones agrarias y en una carta de junio de 1786 preconizaba laorganización de “granjas colectivas”, auténticas “comunidades fraternales”:“desmenuzar la tierra en parcelas iguales para todos los individuos significaaniquilar la mayor suma de recursos que daría al trabajo combinado”.

Desde antes de la Revolución, Babeuf planteaba así no solo el problema de laigualdad real de derechos, y por lo tanto del reparto, sino también el de laproducción, exponiendo la necesidad de una organización colectiva del trabajode la tierra. El gran hecho de la concentración capitalista y del desarrollo de laproducción industrial, ¿se le ha escapado? Su predilección por las formaseconómicas antiguas, especialmente las artesanales, la ausencia en su obrade toda alusión a una sociedad comunista basada en la abundancia de losproductos de consumo, explican que se haya podido hablar de su pesimismoeconómico. Las características específicas de la economía de la época, elescaso grado de concentración capitalista y la ausencia de una auténticaproducción en masa explican –el mismo temperamento de Babeuf y suexperiencia social dan cuenta de ello– que se haya inclinado a contemplar lapenuria y la estancación de las fuerzas productivas más que su desarrollo y laabundancia. Así se concreta el lugar del babuvismo entre la utopía comunistamoralizante del siglo XVIII y el socialismo industrial de un Saint-Simón.

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La Conspiración de los Iguales constituyó, durante el invierno de 1795-96, elprimer intento de hacer entrar el comunismo en la realidad. Su organizaciónpolítica señala una ruptura con los métodos empleados hasta entonces por elmovimiento popular. En el centro aparece el grupo dirigente, que se apoya enun número reducido de militantes experimentados; después está la franja delos simpatizantes patriotas y demócratas en el sentido del año II, mantenidos almargen del secreto y que no aparece que hayan compartido exactamente elnuevo ideal revolucionario; por último, las propias masas populares a las quese trata de atraer aprovechando la crisis. Conspiración organizativa porexcelencia: pero el problema de las necesarias vinculaciones con las masasparece haberse resuelto de forma insegura. Así, más allá de la experiencia dela insurrección popular, se iba concretando la noción de dictadura revolucionariaque Marat había presentido sin poder definirla exactamente: después de latoma del poder mediante la insurrección, sería pueril remitirse a una asambleaelegida según los principios de la democracia política, incluso aunque fuera porsufragio universal; la dictadura de una minoría revolucionaria es indispensabledurante el tiempo preciso para la reestructuración de la sociedad y la puestaen marcha de las nuevas instituciones. A través de Buonarroti esta idea pasó aBlanqui, y ciertamente es el blanquismo al que hay que atribuir la doctrina y lapráctica leninistas de la dictadura del proletariado.

La importancia de la Conjura de los Iguales y del babuvismo solamente puedemedirse a la escala de nuestro siglo: en la historia del Directorio solo fue unsimple episodio. Pero por primera vez la idea comunista se había convertidoen una fuerza política. Respondiendo a un anhelo de su amigo, Buonarrotipublicó en 1828, en su exilio de Bruselas, la historia de la Conspiration pour l‘Egalité dite de Babeuf: este libro ejerció una profunda influencia; gracias a él,el babuvismo se inscribió como un eslabón en el desarrollo del pensamientocomunista y de la práctica revolucionaria.16

LA PRÁCTICA POLÍTICA: DEL LIBERALISMO DIRECTORIAL AL AUTORITARISMO CONSULAR

La depresión económica persistió después de la catástrofe monetaria, y pesóduramente sobre toda la historia del Directorio. Contra toda previsión, lasupresión del papel moneda no relanzó la actividad económica. Los mercados

siguieron desiertos: si bien los campesinos querían vender, si bien la ofertaahora era abundante, los compradores no aparecían, el dinero se ocultaba. Lasituación se había invertido desde el fin de la inflación, el consumidor urbanoera favorecido en detrimento del campesino que ya no obtenía su beneficio.Según los administradores del departamento del Sena, en septiembre de 1798los habitantes de París veían cumplirse el anhelo que esperaban inútilmenteen el Antiguo Régimen: “el pan a 40 céntimos, el vino a 40 céntimos y la carnea 40 céntimos”.

16 El balance de los estudios babuvistas es el siguiente: Babeuf (1760-1797). Buonarroti(1761-1837). Pour le deuxième centenaire de leur naissance, publicación de la Sociedad deEstudios robespieristas, Nancy, 1961; Mazauric. C., Babeuf et la Conspiration pour l'Egalité,Paris, 1962; Babeuf et les problèmes du babouvisme, Paris, 1963; Daline, V. M., GracchusBabeuf (1785-1794), Moscú, 1963, en ruso.

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En cambio, los habitantes de los medios rurales se lamentaban de que losgranos estaban a bajo precio; como de costumbre, el malestar campesinocontribuía el marasmo de los negocios. La abundancia de las cosechas desde1796, la escasez del dinero en efectivo que siguió a la plétora del papelmoneda explican sin duda esta depresión. La concentración urbana, todavíamodesta, no era suficiente para frenar, por el volumen de la demanda, ladepreciación de los productos agrícolas. En ese contexto, los factores políticosdesempeñaron solamente un papel muy reducido. Pero las consecuenciaspolíticas de esta depresión económica de tres a cuatro años (año V al año VII ysin duda año VIII) fueron funestas para el Directorio. La masa de la poblaciónguardó de ella un recuerdo amargo. Los habitantes de los medios rurales y losde las capitales esperaron que un cambio político produjera la recuperación delos negocios, y los obreros de fábrica que acabara con el paro. En cuanto a losfuncionarios, ¿qué apoyo podían dar a un régimen que les pagaba de formairregular? El gobierno de Bonaparte se aprovecharía del cambio de lacoyuntura.

En las condiciones de inestabilidad general que, de 1795 a 1799, fueron las delDirectorio, el juego de la Constitución del año III no podía dejar de serpeligroso.

La división de los poderes había sido sabiamente calculada, el ejecutivo fueprivado de la iniciativa para legislar y del poder sobre la Tesorería, laadministración local fue de nuevo descentralizada, se produjo la inestabilidadinstitucional con la renovación anual de la mitad de los municipios, del tercio delos Consejos, de la quinta parte de las administraciones departamentales y delDirectorio ejecutivo: esto, mientras la Revolución aún no estaba consolidada(las leyes de excepción contra los refractarios y los emigrados subsistían),mientras la bancarrota amenazaba y la guerra seguía. No obstante, por unaparte el propio texto de la Constitución del año III no dejaba al Directorio tandesarmado como se ha dicho, y sobre todo se instauró de hecho una prácticapolítica por la que se concretaron poco a poco los rasgos esenciales delsistema consular: de los termidorianos a los directoriales y a los brumarianos,el régimen de los notables se afirmó, y Brumario constituyó no una ruptura,como pretende la leyenda consular, sino una etapa decisiva.

El principio liberal de la elección fue violado desde el principio, pues se utilizóhipócritamente la cooptación: a base de leyes de excepción y de golpes deestado, falseó el juego constitucional y acabó sustituyendo a la elección bajo elConsulado. El decreto de los dos tercios (5 fructidor del año III-22 de agosto de1795) perpetuó a los termidorianos en el poder. “¿A qué manos se entregará eldepósito sagrado de la Constitución?”. Las asambleas electorales tenían queelegir a los dos tercios de los nuevos diputados (500 de 700) entre losconvencionales en activo; el decreto de 13 fructidor (30 de agosto) concretóque, si no se alcanzaba tal proporción, los convencionales reelegidos secomplementarían por cooptación. Esto suponía eliminar, en beneficio de lostermidorianos, tanto a los antiguos montañeses como a la oposiciónmonárquica constitucional. Finalmente, los consejos directoriales se llenaronde 511 convencionales: los dos tercios prescritos se habían sobrepasado.

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Los “golpes de estado”, que tanto hicieron por la enojosa reputación delDirectorio, se inscriben en esta línea política: para poner remedio a lassacudidas de la elección, el ejecutivo corrige sus resultados mediante laanulación o la exclusión y la cooptación.

En las elecciones de germinal del año V (1797), para la renovación del primertercio saliente de los Consejos, entre ellos la mitad de los perpetuos, losdirectoriales fueron arrasados salvo en una decena de departamentos: solo 11convencionales fueron reelegidos, el nuevo tercio reforzaba considerablementea la derecha monárquica. Con el golpe de estado de 18 fructidor del año V (4de septiembre de 1797), el Directorio impuso en los consejos unas medidas deexcepción: 49 departamentos vieron anuladas totalmente sus elecciones, otrosmutilada su representación, en total 177 diputados fueron eliminados sin sersustituidos; de entre aquellos respetados por la administración, algunosdimitieron y otros callaron.

Para las elecciones del año VI (1798) esta práctica se perfeccionó y revistióalgunos caracteres que persistieron hasta muy avanzado el siglo XIX. El enviteera importante: las exclusiones habían acabado dejando en 437 el número deescaños a cubrir, entre ellos los de la segunda mitad de los perpetuos. Porprecaución, desde el 12 pluvioso del año VI (31 de enero de 1798) losconsejos se atribuyeron la posterior comprobación de los poderes: los 236convencionales salientes procedieron, junto a los 297 diputados restantes, a ladepuración de los nuevos elegidos.

Las elecciones, cuidadosamente preparadas por el gobierno que multiplicó laspresiones administrativas, estuvieron marcadas por numerosas escisiones enlas asambleas electorales, que permitieron al Directorio hace validar a quienquería: en los consejos, los directoriales apoyaron a los elegidos de lasasambleas escisionarias y pidieron su validación. La mayoría de los Quinientosadoptó la lista de los nuevos elegidos que había que excluir, los Antiguos sedoblegaron.

Finalmente, la ley de 22 floreal del año VI (11 de mayo de 1798) anuló laselecciones en 8 departamentos, dio validez a los elegidos en las asambleasescisionarias en 19 departamentos, descartó a 60 elegidos porque eran jueceso administradores: en total, 106 diputados fueron florealizados. En cambio, 191candidatos gubernamentales entraron en los consejos: 85 comisarios yfuncionarios por nombramiento del Directorio, 106 jueces o administradoresteóricamente elegidos, pero muchos de los cuales habían sido colocados porel gobierno. Cuando no era negado por la exclusión y la cooptación, el régimenrepresentativo era viciado por la candidatura oficial de los agentes del poder:práctica llamada a tener un gran porvenir en la historia política de Francia.

El 30 pradial del año VII (18 de junio de 1799) constituye menos un golpe deestado que una jornada parlamentaria: los Consejos se tomaron la revancha alobligar legalmente a dos directores a dimitir.

Brumario, en cambio, se inscribe en la línea de fructidor y de floreal: la mismanoche del golpe de estado de Bonaparte, el 19 brumario del año VIII (10 denoviembre 1799), la mayoría de los Antiguos y la minoría de los Quinientosexcluyeron de la representación nacional, “por los excesos y los atentados que

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han protagonizado constantemente”, a 62 diputados, y cooptaron doscomisiones de 25 miembros cada una, encargadas de:

“preparar los cambios a efectuar en las disposiciones orgánicas cuyosvicios e inconvenientes ha hecho notar la experiencia”.

La hipócrita práctica constitucional del Directorio hallaba aquí su fin.

Ya desde la primavera del año V (1797), Benjamín Constant había publicado laobra Des réactions politiques, en la que reclamaba “la fuerza y la estabilidaddel gobierno”. Desde después del 22 floreal, Daunou, que sin embargo era unode los autores de la Constitución del año III se había pronunciado contra lafrecuencia de elecciones que cada año volvía a cuestionarlo todo. El principiode soberanía seguía intangible: la burguesía termidoriana no podía renunciar aél sin renegar de sí misma y hacer el juego a los partidarios del derecho divino.Se trataba, pues, de conciliario con las exigencias de un ejecutivo estable yfuerte. Sieyés proyectó corregir la elección mediante la cooptación: los cuerposconstituidos se reclutarían por cooptación entre las notabilidades, cuyas listasserían confeccionadas por el pueblo soberano al que se restituía hipócrita-mente el sufragio universal. Bonaparte no podía hacer otra cosa que aprobarlo:la cooptación caracterizó a la Constitución del año VIII (24 de diciembre de1799). El Senado se completó por cooptación; nombró al principio a losmiembros del Tribunado y del Cuerpo legislativo: más adelante esaselecciones se harían sobre las listas de las notabilidades elegidas por sufragiouniversal a distintos niveles. De hecho, estas listas, elaboradas en el año IX,no sirvieron jamás; fueron suprimidas por la Constitución del año X (16 deagosto de 1802) y sustituidas por colegios electorales.

“Los principios de nuestro nuevo derecho electoral –declaró LucianoBonaparte el 24 de marzo de 1803– ya no se basan en Ideas quiméricas,sino en la propia base de la asociación civil, en la propiedad que inspiraun sentimiento conservador del orden público”.

Bonaparte ya había proclamado más llanamente:

“Solo yo soy el representante del pueblo”.

El restablecimiento de la centralización fue a la par. Aunque generalmente sele atribuya a Bonaparte, también había sido preparada por la prácticadirectorial. La organización administrativa del año III estaba más centralizadade lo que se ha dicho. Los pequeños pueblos rurales fueron agrupados bajo ladirección de administraciones municipales de cantón, en tanto que las grandesciudades, sobre todo París, perdían su autonomía, con su comuna y sualcalde, y eran divididas en varias municipalidades. El distrito desapareció. Anivel del departamento, el Consejo fue suprimido en pro de una administracióncentral de cinco miembros.

Con la autoridad así concentrada, las administraciones fueron jerarquizadasunas con respecto a otras, las municipales subordinadas a las departamentalesy estas a los ministros. El Directorio tenía la facultad de anular sin apelaciónposible las decisiones de las administraciones locales, de revocar susmiembros, de sustituirlos en caso de destitución total, siendo normal lacooptación para las sustituciones parciales. Sobre todo, el ejecutivo estaba

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representado en cada administración departamental o municipal por uncomisario nombrado y revocable. Los comisarios del Directorio requieren laejecución de las leyes, asisten a las deliberaciones de las asambleas, vigilan alos funcionarios. Frente a unas administraciones renovables por partes cadaaño, garantizan una cierta estabilidad. Más aún, el comisario departamental,que se relaciona directamente con el ministro del Interior, dirige las oficinas, daórdenes a los comisarios municipales, prefigura al prefecto consular. LaConstitución del año III todavía concedía al Directorio unas prerrogativasconsiderables: detenta el poder reglamentario, es decir, el derecho a tomardecisiones; dirige la diplomacia y cierra los tratados, incluso secretos; disponede la fuerza armada y nombra a los generales en jefe; es responsable de laseguridad interna de la república; puede discernir entre las órdenes decomparecencia y las órdenes de arresto. Estos poderes pueden parecerescasos en comparación con la “fuerza coactiva” de que disponía el régimendel año II, y todavía se estaba lejos de la centralización consular: pero ya noera la descentralización de la Constitución de 1791.

En la práctica, la continuidad autoritaria y centralizadora se afirmó a sacudidassin duda y violando la Constitución, pero con claridad. Después de fructidor, lasjurisdicciones de excepción reaparecieron bajo la forma de comisionesmilitares; la centralización se reforzó con la anulación de las elecciones y lasdestituciones que, en muchos departamentos, permitieron la renovación delpersonal administrativo a gusto del poder central, que recibió además elderecho a depurar a los tribunales. El golpe de estado del 22 floreal del año VI(11 de mayo de 1798) permitió un nuevo reforzamiento del ejecutivo que, nocontento con haber poblado los consejos de funcionarios nombrados por él,todavía usurpó el derecho a cubrir, hasta el año VIII, las vacantes en losjuzgados de paz y en los tribunales criminales.

El Directorio, que disfrutó durante los veinte meses que siguieron al 18fructidor (4 de septiembre de 1797) de una estabilidad creciente y de unamayor autoridad, por las leyes del año VII, sentó las bases de unareorganización financiera que desembocó en el Consulado, sugiriendo desdeel principio las soluciones: creación de una administración autónoma de lascontribuciones directas por la ley de 22 brumario del año VI (12 de noviembrede 1797), vuelta a las contribuciones indirectas, subordinación de la Tesoreríaal ejecutivo. Si bien la “jornada” del 30 pradial del año VII (18 de junio de 1799)pareció conceder el predominio del cuerpo legislativo sobre el Directorio, sibien permitió la renovación del personal gubernamental a gusto del poderlegislativo, el poder ejecutivo no fue ni subordinado ni debilitado.

No obstante, todo seguía en suspenso. Después de Campoformio, Inglaterraera la única que seguía enfrentada a Francia. El mantenimiento de la pazcontinental, difícilmente restaurada, hubiera exigido una diplomacia prudente:el Directorio emprendió una política de expansión continental que acabó contodas las posibilidades de estabilización exterior y comprometió el esfuerzo dereforma interior. La segunda coalición se formó a finales del año 1798, laguerra se reanudó en la primavera de 1799, mientras que la contrarrevolucióninterior intentaba un nuevo asalto. Si la jornada del 30 pradial del año VII (18de junio de 1799) y la campaña del verano de 1799 permitieron unarecuperación, en la primavera del año VIII (1800) se produjeron unas nuevas

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elecciones: tanto si el éxito era realista como si era jacobino, una vez máspodría ponerse en cuestión la estabilidad gubernamental. El golpe de estadodel 18 brumario eliminó el problema.

Según el cartel pegado en París y que cita Le Moniteur del 24 brumario (14 denoviembre de 1799),

“Francia quiere algo grande y duradero. La inestabilidad la ha perdido, loque invoca es la firmeza [...]. Quiere la unidad en la acción del poder queejecutará las leyes”.

La Constitución del año VIII, que confiaba la totalidad del poder ejecutivo alPrimer Cónsul, puso fin al equívoco directorial de una dictadura larvada.También desde este punto de vista se manifiesta como el desenlace de unaevolución necesaria.

La autoridad innegable que la Constitución del año III había adjudicado alDirectorio se había consolidado y ampliado por la fuerza de las circunstancias,bien por el propio ejecutivo, bien por el legislativo, siempre a título provisional,pero con una frecuencia tal que en la práctica se hizo normal. Extensión delpoder reglamentario, nombramiento de los administradores y de los jueces,recurso a las medidas policiales: el régimen consular no tuvo que introducirinnovaciones. Las constituciones directoriales impuestas a las repúblicashermanas, en los Países Bajos, Suiza o Roma, ya habían reforzado alejecutivo.

La Constitución del año VIII consagró la subordinación definitiva del legislativo,vanamente perseguida por el Directorio. Al concentrar el poder en manos delPrimer Cónsul, voluntad única y estable, permitió la realización de lareorganización administrativa mediante las grandes leyes del año VIII y laestabilización social que el Directorio se había fijado como objetivo desde suproclamación el 14 brumario del año IV (5 de noviembre de 1795):

“Reinstaurar el orden social en el lugar del caos inseparable de lasrevoluciones”.

Del Directorio al Consulado, y pese a las experiencias embellecidas por laleyenda, la continuidad se afirma. Como la guerra seguía y la contrarrevoluciónproseguía obstinadamente, una necesidad interna llevó a la concentración depoderes, a fin de garantizar la consolidación social burguesa: sustituyendo a larepública de los notables, la dictadura consular debería proveerla. Pero si bienpretendía reforzar el ejecutivo y restablecer la unidad en la accióngubernamental, la burguesía brumariana no renunció al ejercicio de laslibertades políticas siempre que fueran en beneficio propio. El resultadodesbarató sus cálculos.

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CONCLUSIÓNLA REVOLUCIÓN FRANCESA EN LA HISTORIA DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO

EL RESULTADO DE LA REVOLUCIÓN

Después de diez años de peripecias revolucionarias, la realidad francesaaparecía transformada de forma fundamental.

La aristocracia del Antiguo Régimen fue destruida en sus privilegios y en supreponderancia; la feudalidad fue abolida. Al hacer tabla rasa de todos losrestos de feudalismo, al liberar a los campesinos de los derechos señoriales yde los diezmos eclesiásticos, y en cierta medida también de las obligacionescomunitarias, al acabar con los monopolios corporativos y al unificar elmercado nacional, la Revolución Francesa marcó una etapa decisiva en latransición del feudalismo al capitalismo. Su ala activa no fue tanto la burguesíacomerciante (en la medida en que seguía siendo únicamente comerciante eintermediaria se avenía con la vieja sociedad: de 1789 a 1793 generalmentetendió al pacto) como la masa de pequeños productores directos, cuyossobretrabajo y sobreproducto eran acaparados por la aristocracia feudalapoyándose en el aparato jurídico y los medios de presión del estado delAntiguo Régimen. La revuelta de los pequeños productores, campesinos yartesanos, asestó los golpes más eficaces a la vieja sociedad.

No es que esa victoria sobre la feudalidad haya significado la apariciónsimultánea de nuevas relaciones sociales. El paso al capitalismo no es unproceso sencillo por el cual los elementos capitalistas se desarrollan en el senode la vieja sociedad hasta el momento en que son lo bastante fuertes comopara romper sus marcos. Todavía hará falta mucho tiempo para que elcapitalismo se afirme definitivamente en Francia: sus progresos fueron lentosdurante el período revolucionario, las dimensiones de las empresas siemprefueron reducidas y el capital comercial preponderante. Pero la ruina de lapropiedad terrateniente feudal y del sistema corporativo y reglamentario liberóa los pequeños y medianos productores directos; aceleró el proceso dediferenciación de clases tanto en la comunidad rural como en el artesanadourbano, y la polarización social entre capital y trabajo asalariado. Así acabógarantizándose la autonomía del modo de producción capitalista tanto en elcampo de la agricultura como en el de la industria, y se abrió sin compromisola vía a las relaciones burguesas de producción y de circulación:transformación revolucionaria por excelencia.17

Mientras se operaba la diferenciación de la economía de los pequeños ymedianos productores y la disociación del campesinado y el artesanado semodificaba el equilibrio interno de la burguesía. La preponderancia tradicionalen sus filas de la fortuna adquirida era sustituida por la de los hombres denegocios y por los jefes de empresa. La especulación, el equipamiento, el

17 Sobre estos problemas, ver Dobb, M., Studies to the Development of Capitalism, Londres,1946 [trad. castellana Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Siglo XXI , Madrid, 1976];Takahashi, H. K., Shimin Kakumei no Kozo (Estructura de la revolución burguesa), Tokio,1951 (informe de Haguenauer, Ch., Revue historique, núm. 434, pág. 345, abril-junio de1955).

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armamento y el avituallamiento de los ejércitos, la explotación de los paísesconquistados les proporcionaban nuevas oportunidades para multiplicar susbeneficios: la libertad económica abría el paso a la concentración de lasempresas. Abandonando pronto la especulación, esos hombres de negocios,que sentían el gusto del riesgo y el espíritu de iniciativa, invirtieron suscapitales en la producción, contribuyendo ellos también por su parte aldesarrollo del capitalismo industrial.

Cambiando completamente las estructuras económicas y sociales, laRevolución Francesa rompía al mismo tiempo el armazón estatal del AntiguoRégimen, barriendo los vestigios de las antiguas autonomías, acabando conlos privilegios locales y los particularismos provinciales. Así hizo posible, delDirectorio al Imperio, la implantación de un estado moderno que respondía alos intereses y a las exigencias de la burguesía.

Desde este doble punto de vista, la Revolución Francesa estuvo lejos deconstituir un mito como se ha pretendido.18 Sin duda, la feudalidad, en elsentido medieval de la palabra, ya no respondía a nada en 1789: pero para loscontemporáneos, tanto campesinos como burgueses, ese término abstractoencerraba una realidad que conocían muy bien (derechos feudales, autoridadseñorial) y que finalmente había sido barrida. Porque aunque las Asambleasrevolucionarias hayan estado pobladas en su mayor parte por hombres deprofesión liberal y funcionarios públicos y no por jefes de empresa, financieroso manufactureros, no se puede argumentar en contra de la importancia de laRevolución Francesa en la implantación del orden capitalista: al margen deque estos últimos estuvieran representados por una pequeña minoría muyactiva, al margen de la importancia de los grupos de presión (diputados delcomercio, el club Massiac defensor de los intereses coloniales), el hechoesencial es que el viejo sistema económico y social fue destruido y que laRevolución Francesa proclamó sin ninguna restricción la libertad de empresa yde beneficios, despejando así el camino hacia capitalismo. La historia del siglodemuestra que esto no fue un mito.

REVOLUCIÓN FRANCESA Y REVOLUCIONES BURGUESAS

Etapa necesaria de la transición general del feudalismo al capitalismo, laRevolución Francesa no deja de tener, en comparación con las diversasrevoluciones similares, sus caracteres propios que se derivan de la estructuraespecífica de la sociedad francesa al final del Antiguo Régimen.

Estos caracteres han sido negados.

La Revolución Francesa no sería más que:

“un aspecto de una revolución occidental, o más exactamente atlántica,que empezó en las colonias inglesas de América poco después de 1763,siguió con las revoluciones de Suiza, los Países Bajos, Irlanda, antes de

18 Cobban, A., The Myth of the French Revolution, Londres, 1955. Del mismo autor, y con elmismo punto de vista, The social interpretation of the French Revolution, Cambridge, 1964.Ver Lefebvre. G., “Le mythe de la Révolution française”, Annales historiques de la Révolutionfrançaise, pág 337, 1956.

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alcanzar a Francia entre 1787 y 1789. De Francia pasó nuevamente a losPaíses Bajos, alcanzó a la Alemania renana, Suiza, Italia...”.19

Sin duda no se puede subestimar la importancia del Océano en la renovaciónde la economía y en la explotación de los países coloniales por parte deOccidente. Pero no es ese el propósito de nuestros autores, ni tampoco eldemostrar que la Revolución Francesa no es más que un episodio delmovimiento general de la historia que, después de las revoluciones holandesa,inglesa y norteamericana, llevó a la burguesía al poder. La RevoluciónFrancesa no señala, por otra parte, el término geográfico de esta transformación,como los ambiguos calificativos de “atlántico” u “occidental” dan a entender: enel siglo XIX, en todas partes donde se instaló la economía capitalista, elascenso de la burguesía fue a la par; la revolución burguesa tuvo un alcanceuniversal. Por otro lado, poniendo al mismo nivel la Revolución Francesa y “lasrevoluciones de Suiza, los Países Bajos e Irlanda”, se minimiza de un modoextraño la profundidad, las dimensiones de la primera y la brusca mutación querepresentó. Esta concepción, al vaciar a la Revolución Francesa de todocontenido específico, económico, social y nacional, daría por nulo medio siglode historiografía revolucionaria, desde Jean Jaurés hasta Georges Lefebvre.

Sin embargo, Tocqueville había abierto el camino para la reflexión cuandopreguntaba:

“por qué unos principios análogos y unas teorías políticas parecidasllevaron a los Estados Unidos solo a un cambio de gobierno y a Francia auna subversión total de la sociedad”.

Plantear el problema en esos términos es ir más allá del aspecto superficial deuna historia política y constitucional, para esforzarse en llegar hasta lasrealidades económicas y sociales en su especificidad nacional. La comparaciónque puede establecerse a partir de ese momento entre las condiciones y losaspectos de la mutación en los Países Bajos, en Inglaterra, en EstadosUnidos, permite subrayar que la Revolución Francesa ha cambiado susperspectivas, y devolverle así su carácter irreductible.

Si la “respetable” revolución inglesa de 1688 desembocó en un compromisosocial y político que vinculó al poder, a la burguesía y a la aristocraciaterrateniente (y en este sentido sería comparable a las jornadas francesas dejulio de 1830), es porque antes la primera revolución inglesa del siglo XVII nosolamente había sustituido una monarquía absoluta en potencia por ungobierno representativo (no democrático) y puesto fin al dominio exclusivo deuna Iglesia de estado perseguidora, sino que también en gran medida habíadespejado el camino para el desarrollo del capitalismo: según uno de sus más

19 Godechot, J., La Grande Nation. L’expansion révolutionnaire de la France dans le monde1789-99, 2 vols, tomo I, pág. 11, París, 1956. Original de Palmer, R. R., “The WorldRevolution of the West”, Political Science Quarterly, 1954, la idea de una revolución“occidental” o “atlántica” fue adoptada por Godechot, J. y Palmer, R. R., “Le problème del'Atlantique du XVIII e au Xxe siècle”, X Congresso Internazionale di Scienze storiche.Relazioni, tomo V, págs. 175-239, Florencia, 1955; Palmer, R. R., The Age of the DemocraticRevolution. A political History of Europe and America. 1760-1800, tomo I: The Challenge,Princeton, 1959; Godechot, J., Les Révolutions (1770-99), 2.ao ed., col. “Nouvelle Clio”, PUF,París, 1965 [trad. castellana Las revoluciones, Labor, Barcelona, 1977].

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recientes historiadores, “puso el punto final a la Edad Media”.20 Los últimosvestigios de feudalidad fueron barridos, las tenencias feudales abolidas,garantizando a la clase de los terratenientes la absoluta posesión de susbienes; las confiscaciones y las ventas de los terrenos de la Iglesia, de lacorona y de los realistas rompieron las relaciones feudales tradicionales en elcampo y aceleraron la acumulación del capital; las corporaciones perdierontoda importancia económica; los monopolios comerciales, financieros eindustriales fueron abolidos.

“Había que derribar al Antiguo Régimen –escribe Ch. Hill– para queInglaterra pudiera conocer ese desarrollo económico más libre, necesariopara elevar al máximo la riqueza nacional y conseguirle una posicióndirigente en el mundo para que la política, incluida la política exterior,pasara al control de aquellos que tenían importancia en la nación”.

La revolución inglesa fue, sin embargo, mucho menos radical que la francesa:tomando la expresión de Jaurés en su Histoire socialiste, se mantuvo“estrechamente burguesa y conservadora”, al contrario de la francesa,“ampliamente burguesa y democrática”. Si bien la revolución inglesa tuvo susniveladores, no aseguró a los campesinos ninguna adquisición de tierras:mucho más, el campesinado inglés desapareció al siglo siguiente. La razón deese conservadurismo habría que buscarla en el carácter rural del capitalismoinglés, que hizo de la gentry una clase dividida, estando muchos gentilhombresantes de 1640 dedicados a la cría del cordero, la industria textil o laexplotación minera. Si, por otra parte, la revolución inglesa vio con losniveladores la aparición de teorías políticas basadas en los derechos delhombre, las cuales, a través de Locke, llegaron a los revolucionarios deNorteamérica y de Francia, se guardó sin embargo de proclamar launiversalidad y la igualdad de esos derechos, como lo haría, y con quéestrépito, la Revolución Francesa.

Como su predecesora, pero en menor grado, la revolución norteamericanaestuvo marcada por el empirismo. Pese a la invocación del derecho natural yde solemnes declaraciones, ni la libertad ni la igualdad fueron totalmentereconocidas: los negros siguieron siendo esclavos, y si bien la igualdad dederechos fue admitida entre blancos, la jerarquía social basada en la riquezano sufrió alteración alguna.

La “democracia” en Norteamérica fue, es cierto, el gobierno de la nación, perosus modalidades no por ello dejaban de favorecer a los importantes por sudinero.

Las revoluciones de Inglaterra y de Norteamérica no dejaron de ejercer unaprofunda influencia y su prestigio se mantuvo mucho tiempo; su compromisopolítico no podía menos que tranquilizar a las clases propietarias máspreocupadas por la libertad que por la igualdad.

20 Hill, Ch., “La Révolution anglaise du XVIII e siècle (Essai d'interprétation)”, Revuehistorique, núm. 449, págs. 5-32, 1959. Ver sobre todo los trabajos del mismo autor, auténticafigura de primera fila: con James, M. y Rickword, E., The English Revolution, 1640, Londres,1940, reed. parcial en 1949; con Dell, E., The Good Old Cause, Londres, 1949; The Centuryof Revolution, 1603-1714, Londres, 1961; por último, Society and Puritanism in pre-revolutionary England, Londres, 1964.

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Muy distinta fue la Revolución Francesa. Si fue la más ruidosa de lasrevoluciones burguesas, eclipsando por el carácter dramático de sus luchas declases a las revoluciones que la habían precedido, ello se debió sin duda a laobstinación de la aristocracia aferrada a sus privilegios feudales, negándose atoda concesión, y al encarnizamiento contrario de las masas populares. Lacontrarrevolución aristocrática obligó a la burguesía revolucionaria a perseguircon no menos obstinación la destrucción total del viejo orden. Pero únicamentelo logró aliándose con las masas rurales y urbanas a las que hubo de darsatisfacción: se destruyó la feudalidad, se instauró la democracia. Elinstrumento político del cambio fue la dictadura jacobina de la pequeña ymediana burguesía, apoyada en las masas populares: categorías socialescuyo ideal era una democracia de pequeños productores autónomos,campesinos y artesanos independientes, que trabajaran e intercambiaranlibremente. La Revolución Francesa se asignó así un lugar singular en lahistoria moderna y contemporánea: la revolución campesina y popular estabaen el centro de la revolución burguesa y la empujaba hacia adelante.

Estos caracteres dan cuenta de la repercusión de la Revolución Francesa y desu valor como ejemplo en la evolución del mundo contemporáneo. Sin duda enlos países de Europa que ocuparon, fueron los ejércitos de la República, ydespués los de Napoleón, los que más que la fuerza de las ideas derrotaron alAntiguo Régimen: aboliendo la esclavitud, liberando a los campesinos de losimpuestos señoriales y de los diezmos eclesiásticos, volviendo a poner encirculación los bienes inalienables, la conquista francesa dejó el terreno librepara el desarrollo del capitalismo. Más aún, es por la propia expansión delcapitalismo, conquistador por naturaleza, como los nuevos principios y el ordenburgués se apoderaron del mundo, imponiendo por todas partes las mismastransformaciones.

La diversidad de las estructuras nacionales, la desigualdad en el ritmo dedesarrollo, dieron lugar, de un país a otro, a muchos matices de los que dancuenta las múltiples modalidades en la formación de la sociedad modernacapitalista. En particular, cuando la evolución hacia los métodos capitalistas deproducción fue impuesta, por así decirlo, desde arriba, el proceso de transiciónse detuvo a mitad de camino y el viejo modo de producción se vio en partesalvaguardado más que destruido: una vía de compromiso de la que la historiadel siglo XIX ofrece ejemplos notorios. El carácter irreductible de la RevoluciónFrancesa parece, en comparación, todavía más claro.

Los movimientos de unificación nacional que conoció Europa en el siglo XIXdeben, por más de un motivo, ser considerados como revoluciones burguesas.Sea cual sea en realidad la importancia del factor nacional en el Renacimientoo en la unidad alemana, las fuerzas nacionales no hubieran podido llegar a lacreación de una sociedad moderna y de un estado unitario si la evolucióneconómica interna no hubiera tendido hacia el mismo objetivo. Todas lasdificultades halladas en el análisis histórico, y que han provocado muchas delas confusiones, se deben a que esos movimientos constituyen, a diferencia dela Revolución Francesa, revoluciones de tipo mixto a la vez nacional y social.

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En uno de sus planes de trabajo, en prisión, Gramsci señalaba este tema dereflexión: “La ausencia de jacobinismo en el Renacimiento”.21 Gramsci, quedefine al jacobinismo en concreto por la alianza de la burguesía revolucionariay las masas campesinas, subrayaba así que el Renacimiento, revoluciónburguesa, no había sido una revolución tan radical como lo fue, gracias a losjacobinos, la Revolución Francesa; esto significaba también plantear elproblema del contenido económico y social de una y otra. En la medida en queel Renacimiento había “carecido”, según la expresión de Gramsci, derevolución popular y concretamente campesina, en esa medida se aleja de larevolución burguesa de tipo clásico cuyo modelo ofrece la RevoluciónFrancesa. Esta negación de la burguesía italiana a aliarse con el campesinadoen la época de la unificación, alianza revolucionaria por excelencia, elcompromiso que después venció en la realización de la unidad nacional entrearistocracia feudal y burguesía capitalista, tiene sus orígenes medio siglo antesen las soluciones que entonces se aportaron al problema agrario. Con lasreformas que a finales del siglo XVIII y principios del XIX, sobre todo bajo laocupación francesa, pero de distinta naturaleza según las regiones,precedieron a la unidad italiana, se abolió el régimen feudal, pero no obstantesubsistió en la sociedad italiana moderna una gran propiedad terratenientearistocrática. Mientras, como consecuencia de la Revolución, el campesinadofrancés se desunía irremediablemente, la masa campesina italiana seguía enla condición de trabajador agrícola apegado a la tierra o de colono tradicional:los antiguos vínculos de dependencia persistieron. En Francia la burguesíarevolucionaria había apoyado finalmente la lucha del campesinado contra lafeudalidad y había mantenido esta alianza hasta su liquidación: en Italia, antelas masas campesinas se unió el bloque de la aristocracia terrateniente y de laburguesía capitalista. La unidad italiana mantuvo la subordinación de la masacampesina al sistema oligárquico de los grandes propietarios y de la altaburguesía, sobre la base de una propiedad sobre la tierra de tipo aristocrático.Los liberales moderados que fueron artífices de esa unidad, y Cavour elprimero, cuyo nombre simboliza esa comunidad de intereses, no podíanpensar en seguir la vía revolucionaria francesa: el levantamiento de las masascampesinas hubiera puesto en peligro su dominio político.

Las consecuencias tuvieron su importancia en la formación del capitalismoitaliano. A diferencia de Francia, en Italia no se formó una amplia capa depropietarios libres e independientes que produjeran para el mercado; losingresos en especie siguieron prevaleciendo y persistió la dependencia de laproducción respecto al mercado y al beneficio comercial. Así se tipificó la víaitaliana de transición al capitalismo: vía de transacción que mantuvo lasubordinación del capital industrial al capital comercial, vía de compromiso quedesembocó en un capitalismo oligárquico con tendencias monopolistas.

21 Ver las páginas relativas al Renacimiento en Gramsci, A., Oeuvres choisies, París, 1959;Zangheri, R., “La mancata rivoluzione agraria nel Risorgimiento e i problemi economicidell’unità”, en Studi Gramsciani, Roma, 1958; Soboul, A., “Risorgimento e rivoluzioneborghese: schema di una direttiva di ricerca”, en Problemi dell’Unità d’Italia. Atti del IIConvegno di studi gramsciani, Roma, 1962. A título comparativo, Kula, W., “L'origine del'alliance entre la bourgeoisie et les propriétaires fonciers dans la première moitié du XIX esiècle” en La Pologne au X e Congrès International des Sciences Historiques à Rome,Varsovia, 1955; del mismo autor, “Secteurs et régions arriérés dans l'économie du capitalismenaissant”, en Problemi dell’Unità d’Italia, obra citada antes.

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Un proceso parecido caracterizó, bajo distintas modalidades, a la unidadalemana. Para tomar un ejemplo fuera de Europa, la revolución Meijiconstituye también para Japón el punto de partida de la formación de lasociedad capitalista, situándose, en ese sentido, en la línea central de laRevolución Francesa. Iniciada en 1867, desembocó tras diez años dedisturbios en la disolución del antiguo régimen feudal y señorial y en lamodernización del estado.22 Las fuerzas exteriores no habrían podidomodernizar la sociedad japonesa si la evolución económica interna no hubieratendido hacia el mismo resultado: en otras palabras, el sistema de produccióncapitalista ya estaba gestándose en la economía feudal de Japón. Laespecificidad de la revolución Meiji se debe sobre todo a esta coincidencia deuna evolución interna y presiones externas. Sin duda alguna, para analizareste proceso histórico haría falta caracterizar primero la feudalidad deTokugawa y la crisis estructural que padecía desde el siglo XVIII. En vísperasde la Revolución se afirmaba cada vez con más fuerza la oposición delcampesinado, sobre todo de los campesinos medianos, y de los pequeños ymedianos comerciantes contra el sistema monopolista de los grandesnegociantes y financieros aliados con los poderes señoriales y con los grandespropietarios rurales (jinushi) no explotadores que recibían la renta en especie.La “apertura” del país por la presión de Estados Unidos y Europa precipitó laevolución, pero sin que hubieran tenido tiempo de madurar de maneraautónoma y suficiente las condiciones internas, económicas y sociales,necesarias para la revolución burguesa.

La abolición del régimen señorial se realizó en forma de pacto: los derechosfeudales, contrariamente al caso de la Revolución Francesa, fueron suprimidoscon indemnización; la carga acabó cayendo sobre los campesinos sujetos alos nuevos impuestos sobre las tierras en dinero (chiso). Los campesinospropietarios (hon-byakusho) se vieron liberados de los vínculos feudales dedependencia; pero siguieron siendo contribuyentes de esos nuevos impuestos,carga más o menos idéntica a la de los viejos cánones señoriales en especie.Por otra parte, no tuvieron ocasión alguna de adquirir tierras, como loscampesinos franceses a través de la venta de los bienes nacionales. Loscampos japoneses no conocieron ni los labradores “con cabriolé” ni loscampesinos acomodados del tipo kulak. En cuanto a la masa de campesinos,jornaleros agrícolas (mizunomi), pero también pequeños propietarios (kosaku),su liberación fue una operación blanca: una vez que los grandes terratenientes(jinushi) se convirtieron, gracias a la reforma agraria, en auténticos propietariosde sus tierras y contribuyentes del impuesto sobre las tierras en dinero, loslabradores inmediatos (kosaku), lejos de ser liberados, siguieron pagando a losjinushi la renta anual en especie. Así se mantuvieron las tradicionalesrelaciones de dependencia y la explotación del plustrabajo de los kosaku, conla garantía del estado y de sus medios de presión.

Los campesinos propietarios y explotadores “liberados” por la revolución Meijino pueden, pues, compararse a los campesinos propietarios libres eindependientes, nacidos en la Europa occidental de la descomposición de la

22 Seguimos aquí fundamentalmente las interpretaciones de Takahashi, H. K., “La place de laRévolution Meiji dans l'histoire agraire du Japon”, Revue historique, págs. 229-70, octubre-diciembre de 1953. Ver también Toyama, S., Meiji Ishin (Restauración Meiji), Tokio, 1951.

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propiedad de las tierras feudal: en Japón no hubo ni yeomanry como enInglaterra, ni campesinado medio como en Francia, ni junker como en Prusia.El campesinado japonés estuvo subordinado al sistema oligárquico de la granburguesía privilegiada y de los propietarios jinushianos de tipo semifeudal: lanueva sociedad capitalista salvaguardó lo esencial de las relaciones feudalesde producción. Así se explica, sin olvidar la importancia de las circunstanciasde la apertura del país bajo la presión exterior, que la revolución Meiji hayadesembocado en la formación de una monarquía absolutista y oligárquica: adiferencia de la Revolución Francesa que destruyó el estado absolutista ypermitió la instauración de una sociedad democrática burguesa. Pese aldesarrollo del capitalismo moderno, esos vestigios persistieron hasta lareforma agraria de 1945 (nochi kaikaku) que asumió precisamente comomisión la liberación “de los campesinos japoneses oprimidos varios siglos porlas cargas feudales”: lo que demuestra –escribe K. Takahashi– que:

“la revolución Meiji y sus reformas agrarias no habían realizado la misiónhistórica de la revolución burguesa consistente en suprimir las relacioneseconómicas y sociales feudales”.

La Revolución Francesa se asigna así un lugar excepcional en la historia delmundo contemporáneo. En tanto que revolución burguesa clásica, constituyepor la abolición del régimen señorial y de la feudalidad el punto de partida de lasociedad capitalista y de la democracia liberal en la historia de Francia. Entanto que revolución campesina y popular, por ser antifeudal sin compromiso,tendió en dos ocasiones a superar sus límites burgueses: en el año II, intentoque, pese al necesario fracaso, conservó durante mucho tiempo su valorprofético de ejemplo, y cuando la Conjura por la Igualdad, episodio que sesitúa en el origen fecundo del pensamiento y de la acción revolucionarioscontemporáneos. Así se explican, sin duda, esos inútiles esfuerzos por negar ala Revolución Francesa, peligroso antecedente, su realidad histórica o suespecificidad social y nacional. Pero así se explican también el estremecimientoque el mundo sintió y la repercusión de la Revolución Francesa en laconciencia de los hombres de nuestro siglo. Este recuerdo, por sí solo, esrevolucionario: todavía nos exalta.

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BIBLIOGRAFÍA COMENTADA

De entre una bibliografía superabundante, solo citaremos las obras generalesque dejaron una huella en la historiografía de la Revolución Francesa o quereflejan el estado actual de nuestros conocimientos.

Del conjunto de historias de la Revolución Francesa publicadas en el siglo XIX,sobresale por sus cualidades literarias la de Michelet (1847-53). En primerplano para la comprensión profunda del período, pero que no ofrece un relatoseguido, De Tocqueville, A., L’Ancien Régime et la Révolution (1856, nuevaedición con una introducción de G. Lefebvre, 1952) [trad. castellana El AntiguoRégimen y la revolución, Guadarrama, Madrid, 1969.] Les origines de laFrance contemporaine (1876-93) de Taine se caracterizan por un violentoprejuicio antirrevolucionario.

Los estudios de historia revolucionaria recibieron un nuevo impulso a finalesdel siglo XIX y principios del XX: Aulard, A., Histoire politique de la Révolutionfranqaise (1901); sobre todo Jaurés, J., Historie socialiste, vols. I-IV (1901-1904; nueva edición por Mathiez, A., 1922-24; reimpresión en 1939); Sagnac,Ph., La Révolution, 1789-92, y Pariset, G., La Révolution, 1792-99 (Paris,1920, vols. I y II de la Histoire de la France contemporaine bajo la dirección deLavisse, E.); Mathiez, A., La Révolution frangaise (1922-27, 3 vols., col. “A.Colin”), proseguida por Lefebvre, G., Les Thermidoriens, (1937, 4.a ed.revisada, 1960), y Le Directoire (1946, 3.a ed. Revisada, 1958).

Sobre todo Lefebvre, G., La Révolution française (1951, vol. XIII de la col.“Peuples et civilisations”, 6.a ed. revisada y puesta al día por Saboul, A., 1968),y el conjunto de la obra del mismo historiador, desde Paysans du Nordpendant la Révolution frangaise (1954, reed. en 1959) hasta los Etudes sur laRévolution frangaise (1954, reed. en 1963). Brillante resumen el de Labrousse,E., en Le VUf siécle, Révolution intellectuelle, technique et politique (1715-1815), por Mousnier, R. y Labrousse, E., con la colaboración de Bouloiseau, M.(5.a ed., 1967, vol. V de la Histoire générale des civilisations, bajo la direcciónde Crouzet, M.). Puesta a punto por Soboul, A., Précis d'histoire de laRévolution franqaise (1962) [trad. castellana Compendio de historia de laRevolución Francesa. Tecnos, Madrid, 1975.]

Desde un punto de vista bibliográfico, Caron, P., Manuel pratique pour l 'étudede la Révolution française (1912, ed. puesta a punto. 1947); Villat L., LaRévolution et l’Empire, 1789-1815. I: Les Assemblées révolutionaires, 1789-99(1936, vol. VIII de la col. “Clio”); Godechot, J., Les Révolutions (1770-99) (3.aed., 1970, tomo 36 de la col. “Nouvelle Clio”) [trad. castellana Lasrevoluciones, Labor, Barcelona, 1977].

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UN PERSONAJE DISCUTIDO

Pocos personajes de la Revolución dejaron, como Danton, una huella tanprofunda en la memoria colectiva del pueblo francés. ¿Quién no conoce susdiscursos? ¿Quién no cita sus frases? “Audacia, más audacia, siempreaudacia ¡y Francia se salvará!”; “¡La patria no se lleva en la suela de lospropios zapatos!" Mientras se mantiene viva en Francia la tradiciónrevolucionaria, Danton suscita siempre la misma simpatía irracional, por suimpulso, por su entusiasmo, y aun por su desenvoltura. Sin embargo, es unode los personajes del período revolucionario que despertaron las mayorescontroversias. Discutido en vida, ajusticiado luego de un procesoexclusivamente político, Danton no fue rehabilitado por los termidorianos.Desacreditado durante la primera parte del siglo XIX, luego fue justificado bajoel Segundo Imperio, y bajo la Tercera República se le erigieron estatuas. Pero,¿no se debía esto a la intención de menospreciar a Robespierre? En efecto, seelevó a Danton para desacreditar al incorruptible. Sin embargo, luego decincuenta años de polémicas, el personaje comienza a emerger de la masa deerrores y de prejuicios que lo deformaban, y se nos aparece tal como fue: ungran revolucionario, pero también un hombre, un hombre de carne y hueso consus vicios y sus contradicciones.

EL TRIBUNO POPULAR

Danton nació el 26 de octubre de 1759 en Arcis-sur-Aube (Aube). Era hijo deJacques, procurador en el pueblo de Arcis, y de la segunda mujer de éste,María Magdalena Camus, con la que se había casado en 1755. GeorgeJacques era el quinto hijo. Los Danton y los Camus no eran, evidentemente,de origen noble, pero tampoco se debe creer que fueran de condición humilde.Los Danton eran de origen campesino y se tiene noticia de ellos desde el sigloXVI. George Camus, padrino de Danton y su abuelo materno, era carpintero,pero también concesionario de los puentes reales; su hija, la madre de Danton,había tenido como padrino al señor de Courcelles y como madrina a la esposadel procurador del rey en el depósito de sal. Era, entonces, un ambiente de laclase media.

Luego de frecuentar la escuela de su ciudad, en octubre de 1773 Danton fueenviado al pequeño seminario de Troves, 'donde los alumnos seguían loscursos de los religiosos del Oratorio. A comienzos del año escolar 1774-1775fue confiado a la pensión Richard, una pensión laica cuyos huéspedes tambiénasistían a las clases de los oratorianos. En retórica Danton fue clasificadocomo el último de los doce inter bonos. En el mes de mayo y de agosto de1784 él figura en las listas de la facultad de derecho de Reims, y el 13 deoctubre de 1786 firma en Arcis como licenciado.

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Empleado en el estudio de un procurador del Parlamento de Justicia de París,Danton, una vez obtenidos los títulos necesarios en Reims, volvió a la capitalpara ejercer allí el cargo de abogado en el Consejo del rey.

En un primer momento, la carrera política de Danton se desarrolló en el distritode los cordeleros, en la orilla izquierda del Sena Corte de Comercio, donderesidía. En junio de 1789 se enroló en la guardia burguesa de su distrito, y enoctubre su notoriedad local ya es lo suficientemente grande como para serelegido presidente. Fue reelegido cuatro veces, y sus adversarios difundieronel rumor de que había comprado los sufragios, pero la asamblea del distrito delos cordeleros protestó enérgicamente contra esta acusación y le tributo aDanton las más cálidas felicitaciones por su conducta patriótica (11 dediciembre de 1789).

Luego de la supresión de los distritos, reemplazadas con la ley del 21 de mayode 1790 por las 48 secciones parisinas, Danton junto con algunos militantesdel mismo barrio, fundó aquella sociedad popular que se tornaría famosa conel nombre de Club de los Cordeleros. Sin embargo, en 1790, su fama nosuperaba los límites del distrito y, por lo tanto, de la sección. Si en enero de1790 fue elegido miembro de la Comuna provisoria (donde le correspondió unafunción de segundo plano), en septiembre del mismo año fue eliminado de lamunicipalidad definitiva. Elegido el 31 de diciembre de 1791 comoadministrador del departamento de París, no participó activamente en lasactuaciones de esta asamblea y no ejerció ninguna influencia en la misma.

En cambio, su actividad se tornaba cada vez más intensa en el Club de losCordeleros y luego entre los jacobinos, en cuya tribuna apareció numerosasveces en el curso de 1791. Allí habla el 3 de abril, en ocasión de la muerte deMirabeau. El 31 de junio interviene en la discusión, provocada por laDeclaración pública en la que Sieyés se había pronunciado en favor delbicameralismo. Danton atacó con fuerza “al sacerdote Sieyés” y, aparte aLafayette:

“... el sacerdote Sieyés no es el único responsable de la declaración queos fue dada a conocer”.

El día siguiente, 21 de junio de 1791, día de la fuga del rey a Varennes, aldescubrir a Lafayette en las gradas de los jacobinos, Danton volvió a la carga,acusándolo de complicidad con la fuga de Luis XVI, último eslabón de uncomplot más vasto, y ordenándole que presentara su renuncia al comando dela guardia nacional parisina:

“Volved a ser simple ciudadano y no alimentéis aún más la justadesconfianza de una gran parte del pueblo”.

Acusaciones que parecen forzadas, y ya es sabido que en aquella épocaDanton recibía un sueldo de la corte, según lo que se pudo probar luego.

En el curso de la crisis que siguió a la fuga de Varennes, Danton se empeñó afondo en el movimiento revolucionario. Pero su firma no aparece en la famosapetición que reclamaba la decapitación de Luis XVI y que fue llevada, el 16 dejulio de 1791, al altar de la Patria en el Campo de Marte.

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Alertado, sin duda, de la represión que sobrevendría, el 17 de julio, día de lamasacre de los patriotas, se halla en el campo... Si el 4 de agosto siguiente sedecreta su arresto, ello no se relaciona con aquel episodio: aún hoy siguensiendo oscuras las razones que provocaron el arresto. Danton se refugió en unprimer momento en Rosny, en la casa de su suegro; luego en su pueblo natal,en Arcis-sur-Aube, y finalmente en Londres, mientras el terror tricolor se abatiósobre los patriotas parisinos.

Danton volvió a París para participar en las elecciones de la Asamblealegislativa; había sido nombrado elector de su sección, la del Teatro francés. El13 de setiembre de 1791, en pleno comido electoral, fue arrestado yencarcelado en la Abbaye. Pero muy pronto fue liberado, luego de la amnistíageneral decretada por la Asamblea constituyente. El 7 de diciembre de 1791Danton fue elegido segundo sustituto del procurador de la Comuna de París. Eldía de su asunción oficial pronunció un discurso en el que afirmaba su lealtadconstitucional.

“He sido nombrado para concurrir a la conservación de la Constitución,para hacer cumplir las leyes juradas por la nación. ¡Y bien! Mantendré misjuramentos, cumpliré mis deberes, conservaré la Constitución con todasmis fuerzas, nada más que la Constitución, porque con ello defenderé almismo tiempo la libertad, la igualdad y el pueblo. Que la monarquía semuestre al fin amiga de la libertad, su soberana: así se asegurará unaduración similar a la de la nación misma”.

Danton continuaba ofreciendo un cuadro apologético de sí mismo, que nosparece interesante reproducir:

“La naturaleza me ha dado en suerte las formas atléticas y la ásperafisonomía de la libertad... He conservado, creándome por mí mismo miexistencia de ciudadano, todo mi vigor natal, pero sin cesar un soloinstante, ya sea en la vida privada como en la profesional, de probar quesabía unir la sangre fría de la razón al dolor del alma y a la firmeza delcarácter. Si en los primeros días de nuestra regeneración experimentétodos los acaloramientos del patriotismo, si decidí parecer exageradopara no ser nunca débil, es porque vi lo que se debía esperar de lostraidores que protegían abiertamente a las serpientes de la aristocracia...He consagrado toda mi vida a este pueblo, que no será atacado, no serátraicionado impunemente... Moriré, si es necesario, para defender sucausa”.

La crisis nacional de la primavera de 1792 (la guerra había sido declarada el20 de abril y en las fronteras los cambios habían seguido a los cambios), laremisión del ministerio girondino, el 13 de junio, recondujeron a Danton a su rolde tribuno. El 18 atacó a Lafayette, general intrigante, más preocupado pordefender al rey que a las fronteras, exigiendo que fuera enviado a un tribunal.Sin embargo, no jugó ningún rol en la jornada del 20 de junio, cuando losgirondinos quisieron intimidar al rey e imponerle el retorno de los ministrospertenecientes a su partido. En julio la crisis se agravó; el 11 se proclamó a lapatria en peligro. El ejército prusiano del duque de Brunswick había entrado enacción, seguido por el ejército de los emigrados. Pero después de denunciarcon violencia la traición del rey el 3 de julio, con el discurso de Vergniaud, los

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girondinos sintieron temor y retrocedieron ante la insurrección popular. Éstaocurrió, de todos modos, y el 10 de agosto de 1792 abatió al trono. La caída dela monarquía abrió la carrera del tribuno popular. Por dos veces Dantonasumiría los gravosos cargos gubernativos de la nueva República, en agosto yen setiembre de 1792 como ministro de Justicia, y luego como miembro delComité de salud pública desde abril a junio de 1793.

LAS RESPONSABILIDADES DE GOBIERNO

En presencia del Tribunal revolucionario, Danton se ha vanagloriado de haber“hecho” el 10 de agosto. Afirmación exagerada. Sin duda, firmemente convencidode que sólo se podría acabar con la traición de Luis XVI mediante un golpe demano, Danton favoreció el movimiento que debía culminar con la insurrecciónpopular del 10 de agosto. Pero no poseemos ningún testimonio seguro acerca de laparte que le correspondió en los preparativos de la insurrección y en los sucesosde la noche del 10 de agosto, salvo lo que él mismo dijera y el relato de Villaind’Aubigny, que debe tomarse con la debida cautela.

En vísperas de la insurrección, Danton hizo un viaje a Arcis por razonesfamiliares; un jefe, que dirigía la acción, ¿habría abandonado a sus hombresen tal momento? Es difícil creerlo. Por otra parte, si hubo una sección parisinaque desarrolló una parte decisiva en los preparativos de la insurrección, éstafue la sección de los Quinze-vingt, la de Santerre, y no la del Teatro francés, lasección de Danton, ni de cualquier otra persona, sino la obra colectiva deoscuros militantes de las secciones, en su mayor parte desconocidos. Conesto no se pretende decir que Danton no participara en la sección. En la nocheentre el 9 y el 10 de agosto fue primero a ver a los cordeleros, luego a laMaison commune, donde se acababa de instalar la Comuna insurreccional. Sien el proceso verbal de esta última no se hace mención a ello, el relato quenos ha dejado Lucille Desmoulins demuestra que sus adeptos lo considerabanpartícipe de la empresa. Y sobre todo, ¿se puede creer que Danton habría sidoelegido ministro si el 10 de agosto no hubiera cumplido alguna parte? Sinduda, fue elegido con el apoyo de la Gironda. Condorcet, por ejemplo,confirma haberle dado su voto, porque el gobierno necesitaba un hombre quetuviera ascendiente sobre el pueblo. Lo cual confirmaría el rol que habríajugado Danton en la organización de la insurrección; ¿qué autoridad habríapodido tener si, como los girondinos, se hubiera mantenido apartado?

Después de la suspensión del rey, el 10 de agosto de 1792, Danton fue elegidopor la Asamblea legislativa, con 222 votos sobre 182 votantes, ministro deJusticia. Tomó como secretarios a Camille Desmoulins y Fabre d’Eglantine;este último tuvo la dirección de los asuntos del ministerio. Danton nombrócomo miembros del comité judicial encargado de preparar las decisiones delministro a Barrére, Collot, d’Herbois, Paré y Robespierre, aunque este últimorechazó el cargo. El 11 de agosto Danton se presentó con sus colegas ante laAsamblea para prestar juramento a la libertad y a la igualdad.

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“Ciudadanos, la Nación francesa, cansada del despotismo, había hechouna revolución; pero, demasiado generosa, llegó a un compromiso con eltirano. La experiencia le ha demostrado que no se debe esperar provechode los antiguos opresores del pueblo. Ella está por retomar sus propiosderechos. Pero en toda circunstancia y sobre todo en los debatesparticulares, en el punto en que comienza la acción de la justicia, allídeben cesar las venganzas populares. Ante la Asamblea nacional asumoel compromiso de proteger a los hombres que se hallan entre estosmuros; caminaré a la cabeza de ellos y responderé por ellos.”

Igualmente significativa de su línea política es la circular que Danton enviaraen aquel mes de agosto de 1792 a los tribunales. Se debía asegurar la libertadpolítica e individual, el mantenimiento de las leyes, la tranquilidad pública, launidad de los ochenta y tres departamentos, la prosperidad del pueblo, no unaimposible igualdad de bienes sino una igualdad de derecho y de felicidad: elprograma de la burguesía revolucionaria. Danton concluía con estas palabras:

"Que se inicie la justicia de los tribunales y cesará la justicia del pueblo".

DANTON Y LA DEFENSA NACIONAL

Hasta el historiador Albert Mathiez no niega que en las críticas circunstanciasdel verano de 1792 Danton se haya tornado benemérito de la Revolución, porel impulso que supo darle a la defensa nacional. En el ministerio del 10 deagosto, aun sin ser oficialmente el jefe, Danton dominaba a sus colegas con sucarácter, con su pasado revolucionario, con la rapidez de sus decisiones.Entonces fue el verdadero jefe del Consejo ejecutivo. Ante la noticia de la tomade Longwy por parte de las tropas prusianas, el 25 de agosto de 1792, losministros se reunieron en la casa de Danton. Roland, ministro de Interior,propuso abandonar París para refugiarse en Blois, trasladando al rey y altesoro. Danton se opuso a tal proyecto, y lo hizo rechazar:

"Hice venir a mi madre que tiene setenta años; hice venir a mis dos hijos,que llegaron ayer. Antes que los prusianos entren en París, prefiero quemi familia muera conmigo; prefiero que veinte mil llamas hagan de París,en un instante, un puñado de cenizas. Roland, cuídate de hablar de fuga,que el pueblo no te oiga.”

La proclamación del Consejo ejecutivo del 25 de agosto de 1792 fue unllamado al combate; en él se percibe la impronta de Danton:

“Los peligros aumentan; nuestros enemigos preparan y están pordescargar los últimos golpes del furor. Amos de Longwy, avanzanamenazantes sobre Thionville, Metz y Verdún en el intento de abrirse uncamino hacia París. Piensan que podrán llegar. ¿Quién de entre vosotros,con el justo sentimiento de las propias fuerzas, no se rebela fieramenteante esta idea? Ciudadanos, ninguna nación de la tierra obtiene la libertadsin combatir.”

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El 28 de agosto de 1792 Danton hizo decidir por la Asamblea legislativa quelas barreras de París permanecieran abiertas, para evitar que la capital sufrierahambre. Pero al mismo tiempo hacía decretar inspecciones domiciliarias parabuscar armas.

“...Cuando una nave se hunde, la tripulación arroja al mar todo lo quepuede perjudicarla. Así, todo lo que puede perjudicar a la nación debe serarrancado de su seno... Si deben ser puestos en manos de la ley treintamil traidores, que se lo haga mañana mismo.”

Las inspecciones domiciliarias, realizadas por los comisarios de las seccionesparisienses, fueron un preludio de las jornadas de setiembre. La mañana del 2de setiembre de 1792 se supo en París que el ejército de Brunswick habíaasediado a Verdún. Una emoción y un furor extraordinarios se apoderaron delpueblo parisiense. Se disparó el cañón de alarma, las campanas doblaron, sellamó a reunión general. El pueblo se trasladó a las prisiones para juzgar a lossospechosos y a los traidores. Danton, desde la tribuna de la asamblea,pronunció su más célebre discurso:

“Señores, es verdadero motivo de gran pesar para los ministros de unpueblo libre el deberle anunciar que la patria debe ser salvada. Laconmoción está en todos, cada uno se siente sacudido y arde en deseosde combatir. Sabed que Verdún no está todavía en manos de losenemigos. Sabed que la guarnición ha prometido matar al primero queproponga rendirse. Una parte del pueblo está por marchar hacia lasfronteras, una parte excava trincheras, y una tercera, armada de picas, sedispone a defender desde el interior nuestras ciudades. París proporcionarátoda la ayuda posible a todos estos esfuerzos. Los comisarios de laComuna están por proclamar solemnemente la invitación a losciudadanos a armarse y a marchar en defensa de la patria.

En este momento, señores, podéis en verdad declarar que la capital se hahecho digna de toda Francia; en este momento la Asamblea nacional estápor convertirse en un comité de guerra propiamente dicho. Os solicitamosque acudáis a dirigir con nosotros este sublime movimiento del pueblo,nombrando comisarios que nos ayuden a aplicar estos grandesprocedimientos. Pedimos que quienquiera se rehúse a servir con supropia persona o a entregar las propias armas, sea castigado con lamuerte. Pedimos que los ciudadanos sean instruidos para dirigir susmovimientos. Pedimos que se envíen correos a todos los departamentospara informarlos de nuestros decretos. Las campanas que están pordoblar no son una señal de alarma, sino la carga contra los enemigos dela patria. Para vencerlos, señores, es preciso que tengamos audacia, másaudacia, siempre audacia, y Francia se salvará.”

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DANTON Y LAS MASACRES DE SEPTIEMBRE

Mientras Danton pronunciaba este discurso, en las prisiones se iniciaba lamasacre. ¿Cuál fue la responsabilidad de Danton en este trágico episodio?¿Estaba él en condiciones de ponerle freno? Según Mathiez, Danton habríaorganizado las masacres de setiembre para asegurarse la fidelidad de losvoluntarios parisienses enviados a Champagne para combatir al enemigo: sedebía “poner entre ellos y los emigrados un rio de sangre”, de acuerdo con loque él habría declarado al duque de Chartres, el futuro Luis Felipe. Pero, enefecto, si Danton verdaderamente habló así, exageró en modo considerable supropia parte: nada prueba que las masacres hayan sido organizadas por él opor algún otro. Sólo se ha probado que Danton no hizo nada para detenerlas.¿Pero acaso podía hacerlo, cuando el ministro del Interior, Roland, el síndicode París, Pétion, y los comisarios de la Asamblea permanecían trágicamenteimpotentes? Enviados a las prisiones, los comisarios de la Asamblea nopudieron hacer nada. El 10 de mayo de 1793, en la Convención, Dantondeclaró:

“Digo, y en esto tendré seguramente el asentimiento de todos aquellosque fueron testigos de aquellos terribles movimientos, que ninguna fuerzahumana era capaz de poner freno al desborde de la venganza nacional.”

¿Danton responsable de las masacres de septiembre? Es una leyenda deorigen girondino. Fue Louvet quien declaró que Danton deseaba subir al tronosobre los cadáveres de setiembre. Fue Madame Roland, quien detestaba aDanton, la que le atribuyó a éste en sus Memorias las siguientes palabras:

“Me importa un bledo de los prisioneros; que les ocurra lo que debaocurrirles.”

También leyenda, sin duda, lo que Danton, según Taine, le dijera al duque deChartres: “Fui yo quien las hizo.” Recordamos, por el contrario, que fue élquien salvó a Adrián Duport, arrestado en Cháteau de Bignon y trasladado aParís, haciéndolo encarcelar en Melun; quien obtuvo un pasaporte paraCharles de Lameth, arrestado en Rouen... Las masacres de setiembre no sonla empresa de un hombre, sino del pueblo parisiense. Las mismas se incluyenen el contexto revolucionario del verano de 1792 y se explican con el peligronacional.

LAS NEGOCIACIONES SECRETAS

A comienzos de setiembre de 1792, en el mismo momento en que exaltaba ala audacia ante la Asamblea legislativa, Danton, por intermedio de su agenteNoel, negociaba la paz en Londres. Poco después intentó accionar sobre elgobierno inglés sirviéndose de Talón, a quien le había procurado un pasaporte:se le ofrecía a Pitt abandonar Tobago. Al mismo tiempo, se realizaban otrastratativas en dirección a Prusia. Así, mientras ostentaba su certeza en lavictoria, Danton negociaba. No se quiere decir, sin embargo, que se trató deuna contradicción propiamente dicha. Más desconcertantes parecen lastratativas con los prusianos en las semanas que siguieron al triunfo de Valmy.

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Las tropas de Federico Guillermo IV pudieron retirarse sin problemas. Éste esuno de los hechos más extraños de la historia militar francesa. Sin embargo,para explicarlo, se debe tener en cuenta las angustias patrióticas de aquel mesde setiembre de 1792, el espejismo prusiano, que deformaba el juicio de losfranceses de la época, el deseo tenaz de Dumouriez de ir a conquistar Bélgica.Sin duda pleno de ilusiones acerca de la diplomacia prusiana, Dantonesperaba tratar con Prusia y luego concluir una paz general de compromiso.En esta perspectiva se debía cuidar al rey, y él se dispuso a hacerlo. Políticaposible... Pero las contradicciones de Danton tornaron inevitable el jaque. Si el4 de octubre de 1792 propone decretar que la patria ya no está en peligro, acontinuación se pronuncia en favor de la guerra de propaganda. Se declaraanexionista, contribuye a tornar inevitable la guerra contra Inglaterra. Suconducta se acerca a la de la Gironda, y con ésta comparte las terriblesresponsabilidades. La Gironda, al rechazar sus ofertas de reconciliación, loarroja nuevamente en la corriente. Y no es menos cierto que desde aquelmomento Danton ya no tiene una política propia.

EL FRACASO DE LA POLÍTICA CONCILIADORA

El 6 de setiembre de 1792 Danton fue elegido diputado de París a laConvención nacional (con 638 votos sobre 700) el día anterior Robespierre,elegido como la cabeza de lista, había recogido 338 votos sobre 525 votantes).

Al no poder unir la función de representante del pueblo con la de ministro.Danton renunció a esta última el 21 de setiembre de 1792.

“Las recibí bajo el tronar del cañón con el cual los ciudadanos de lacapital fulminaron al despotismo. Ahora que la reunión de los ejércitos seha producido y se ha realizado la unidad de los representantes delpueblo, ya no debo reconocer mis funciones precedentes: no soy másque un delegado del pueblo.”

En los comienzos de la Convención Danton se dedicó a solucionar, entre lospartidos revolucionarios, todas las oposiciones, todos los rencores. Estapolítica de reconciliación fracasó por el enceguecimiento de la Gironda.

El 21 de setiembre de 1792 Danton solicita a la Convención que rechace:

“los vanos fantasmas de dictadura, las extravagantes ideas de triunvirato,todos los absurdos inventados para aterrorizar al pueblo.”

Utiliza un lenguaje moderado, que estima a adecuado para acercar a laGironda a esta república de propietarios que finalmente llamaba a reunión consus votos a todas las fracciones revolucionarias de la burguesía:

“Se ha creído, óptimos ciudadanos han creído, que los amigos ardientesde la libertad podían perjudicar el orden social, al exagerar sus principios.Bien, repudiemos aquí toda exageración; declaremos que todas laspropiedades territoriales, individuales a industriales serán eternamentemantenidas.”

La Convención decretó en seguirá: “las personas y las propiedades están bajoprotección del pueblo francés”.Condorcet hizo el elogio de Danton en suChronique de París:

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“Los buenos ciudadanos reconocieron entonces que se habíanequivocado (acerca de Danton) y los enemigos de la patria vierondisminuir sus esperanzas”

Sin embargo, el 25 de septiembre de 1792 la ofensiva girondina se desarrollócontra la representación de París y contra la montaña. Los girondinosreclamaban, en especial, la organización de una guardia departamental paraproteger a la Convención contra el pueblo de París. Una vez más Dantonintentó la conciliación. Aquel mismo 25 de setiembre volvió a pedir la pena demuerte para todo aquel que propusiera la dictadura o un triunvirato; justificó ala diputación de París: “ninguno de nosotros pertenece a este o aqueldepartamento, sino que pertenece a Francia entera”. pero no se solidarizó conMarat

“atribuyo tales exageraciones a las vejaciones que ha sufrido aquelciudadano. Creo que los subterráneos en los que ha estado recluido hanexacerbado su espíritu”).

Danton concluía denunciando los proyectos federalistas atribuidos a laGironda, y haciendo un llamado a la unidad.

“Se pretende que algunos de nosotros deseamos despedazar a Francia;hagamos que tales ideas absurdas desaparezcan, decretando la pena demuerte contra aquellos que las sostienen. Francia debe ser un todoindivisible. Debe tener unidad de representación... Propongo se decreteque la Convención nacional establezca, como base del gobierno que sedispone a formar, la unidad representativa y ejecutiva. No sin algún dolorsabrán los austríacos de esta santa armonía...”

Luego de esta intervención en la Convención declaró a la República francesa“única e indivisible”.

La Gironda persistió en sus denuncias. El 9 de octubre de 1792 Danton fuereemplazado en el ministerio de Justicia por el prudente Garat. El díasiguiente, 10 de octubre, debió rendir cuentas, como todo ministro que se alejade su cargo. Si bien lo hizo en cuanto a los gastos extraordinarios, no logrójustificar el empleo de 200.000 libras en gastos secretos. El 18 de octubre laGironda volvió a la carga. Danton se enredó en las explicaciones que daba yterminó por reconocer:

“Confieso que para la mayor parte de estos gastos no tenemos recibosmuy regulares.”

El 7 de noviembre tuvo lugar un nuevo debate y la Gironda se encarnizó.Finalmente, la Convención se negó a aprobar lo operado por Danton. Desdeentonces, en todas las oportunidades, la Gironda recordaba el asunto de lascuentas contra Danton. Él se sintió exacerbado, políticamente perjudicado; lapolítica de conciliación había fracasado. Danton había notificado la ruptura ensu discurso del 29 de octubre de 1792, respondiendo a un informe en el queRoland había acumulado todas las acusaciones girondinas contra la Comunade París, contra Robespierre y contra Marat.

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“¿Dónde están, entonces, estos hombres, acusados de conjurar, depretender la dictadura y el triunvirato? ¡Que se den sus nombres! Sí,debemos reunir nuestros esfuerzos para que cese la agitación producidapor algunos resentimientos y por pretensiones personales, antes queatemorizarnos por vanos y quiméricos complots cuya existencia sería muydifícil comprobar."

EL PROCESO DEL REY

El 30 de noviembre de 1792 Danton fue enviado en misión a Bélgica dondeestaba el ejército de Dumouriez, para informarse acerca del estado de aquellafuerza, de sus depósitos y de sus provisiones. Así fue como Danton no asistióa los primeros debates en la Convención del proceso de Luis XVI, ni a los dosprimeros llamados nominales. Pero estuvo presente en la sesión del 15 deenero de 1735 y votó en favor de la muerte y contra la emisión.

Aunque ausente en el proceso, Danton había tomado parte activa en esteasunto, desde comienzos del otoño. Según el testimonio de Théodore deLameth en sus Memorias, Danton deseaba salvar al rey. Hacia fines de octubrede 1792 habría declarado:

“Haré, con prudencia y coraje, lo que pueda; no tendré temor deexponerme si existe posibilidad de éxito; pero si pierdo toda esperanza,no deseo hacer caer mi cabeza junto con la suya, y estaré entre aquellos–os lo declaro– que lo condenen.”

Y también:

“¿Se puede salvar a un rey sometido a juicio? Ya esta muerto cuandocomparece ante los jueces”

Su táctica, entonces, habría sido la de aplazar indefinidamente el proceso.Según Théodore de Lameth. Danton habría tomado en consideración tambiénla evasión y, según el informe de Saint-Just del 11 de germinal del año II (31 demarzo de 1794) el exilio:

“Fuiste tú el primero, en un círculo de patriotas a quienes deseabas tomarpor sorpresa, el que propuso el exilio del Capeto, propuesta que noosaste ya sostener a tu regreso de Bélgica, porque ya había sidosuperada y te habría perdido.”

Según Michelet, que en este punto a Bertrand de Molleville. Danton. haciafines de noviembre, hizo un supremo esfuerzo de conciliación con la Girondapara salvar al rey:

“Hacia fines de 1792 –escribe Michelet– era preciso tener gran corajepara arriesgar una palabra de piedad. Al comienzo del proceso, Danton searriesgó a probar el terreno para ver si era posible suscitar no lamisericordia. sino la generosidad del vencedor, el instinto magnánimo alque le repugna terminar con un hombre abatido.”

A los cordeleros, que le reprochaban que no apurara el proceso del rey y sumuerte, Danton les habría respondido: “Una nación se salva, pero no sevenga.” Hacia el 30 de noviembre, aproximadamente, Danton habría realizadouna última tratativa con los jefes de la Vergniaud ciertamente y también Petión,

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Condorcet, Gensonne, Clamiéres, tal vez Brissot. Qué se dijo en estadramática entrevista, nadie lo supo nunca Danton no logró convencer a losgirondinos. A Gaudet, inflexible, Danton le habría gritado

“Gaudet, Gaudet te equivocas no sabes perdonar... No sabes sacrificar tusentimiento por la patria... Eres obstinado y perecerás.”

Al no lograr, a pesar de todos los esfuerzos, aliarse con la Gironda. Dantonintrigó con Dumouriez. A comienzos de diciembre de 1792, en la época de sumisión en Bélgica, Danton tuvo allí un encuentro con su amigo Noël, ocupadoéste de ciertos asuntos ante la corte de Inglaterra, y venido especialmentedesde Londres. El 10 de regreso en la capital inglesa, Noël realizó negociadoscon Talon, el antiguo distribuidor de los fondos de la Lista civil, que habíaentrado en relaciones con Pitt: se trataba de obtener dos millones para realizarun plan de corrupción –“sacrificios pecuniarios solicitados por Danton”...–.Fracasados sus intentos. Danton votó por la muerte del rey y contra laremisión. Luis XVI fue guillotinado el 21 cíe enero de 1793. El 1° de febrero sedeclaró la guerra a Inglaterra. Se iniciaba la crisis general de la Revolución.Como ocurre habitualmente en tales circunstancias, Danton permaneció en lacorriente revolucionaria, pero sin abstenerse de intrigar. Ésta es la época desus tratativas con Dumouriez, que comandada en Bélgica. La muerte de suesposa, Gabrielle Charpentier, ocurrida el 11 de febrero, lo hizo volver a París.A fines de mes volvió a partir hacia Bélgica. El 5 de marzo Danton informaba ala Convención acerca de su misión y hacía el elogio de Dumouriez:

“Une al genio del general el arte de entusiasmar y alentar a los soldados.La historia juzgará sus talentos, sus pasiones, sus vicios, pero esto esseguro: está interesado en el esplendor de la República.”

El 1° de marzo, sin embargo, el ejército de Coburg, generalísimo austríaco,cayó sobre el ejército de Bélgica, disperso en sus acantonamientos. Fue laderrota. Las tropas francesas se retiraron en desorden. En París, estasderrotas suscitaron la misma fiebre patriótica del verano precedente y el mismoimpulso revolucionario. El 9 de marzo las tipografías de los periódicosparisienses fueron saqueadas. Muchas secciones parisienses requirieron lainstitución de un tribunal excepcional para juzgar a los agentes enemigos.Danton, obsesionado por el recuerdo de setiembre, retomó la propuesta:

“Aprovechemos los errores de nuestros predecesores; hagamos lo quenunca ha hecho la Asamblea legislativa: seamos terribles para conseguirque el pueblo lo sea.”

El 10 de marzo de 1793 la Convención decretó la institución del Tribunalrevolucionario.

El 18 de marzo de 1793 el ejército de Dumouriez fue aniquilado en Neerwinden.El general dejó caer la máscara entonces y envió una carta sediciosa a laConvención. Danton y Delacroix fueron los encargados de ir a pedirle algeneral una retractación. Danton partió nuevamente hacia Bélgica y volvió aParís el 27 de marzo. En cuanto a esta misión, pesan aún muchas dudas. LaGironda acusó a Danton de complicidad con Dumouriez.

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El de abril de 1795 Danton, compitiendo en audacia, desvió la acusación haciala Gironda con los aplausos de la Montaña: recordó los encuentrosclandestinos de los girondinos con Dumouriez, demostró la complicidad deellos con la conjura que habría pretendido salvar al rey.

“Solicito se haga luz sobre mi caso, pulverizaré a los malvados que hanosado acusarme; me he atrincherado en la ciudadela de la razón, y deella saldré armado con el cañón de la verdad.”

Fue la ruptura definitiva entre Danton y los girondinos: el 2 de junio de 1793,cuando el pueblo de París reclamó la exclusión de éstos de la Convención, nohizo nada para defenderlos.

EN EL COMITÉ DE SALUD PÚBLICA

El 7 de abril de 1793 Danton ingresó en el primer Comité de Salud Pública,que había sido creado en la víspera. Allí permaneció hasta la renovación del10 de julio cuando fue eliminado. Por tres meses Danton fue de hecho el jefedel gobierno, encargado con Barreré especialmente de los asuntos exteriores,y con Delmas de las operaciones militares.

Desde el 14 de abril Danton define una política de defensa nacional:

“Ciudadanos, el genio de la libertad ha desatado el carro de la revolución.Todo el pueblo lo arrastra y se detendrá en los límites de la Razón.Hagamos ver que somos dignos de guiarlo; decretemos que no nosmezclaremos en lo que le ocurre a nuestros vecinos, pero decretemostambién que la República vivirá. Condenemos a muerte a todo el queproponga un acomodamiento diferente de aquel que tiene como base losprincipios de nuestra libertad.”

La Convención adoptó el decreto, declarando que habría preferido permanecersepultada bajo sus mismas ruinas antes que tolerar que cualquier potenciainterfiriera en los asuntos internos de la República. En efecto, Danton, durantesu segunda permanencia en el gobierno siguió una política de compromiso yde negociados. Parece ser que contaba con el voto de la Constitución parareconducir a la sumisión por lo menos a una parte de los rebeldes internos. Encuanto al enemigo externo, Danton hizo que la Convención permitieraimplícitamente que se realizaran negociados, con reservas que no tuvo encuenta; intentó todas las vías para entrar en tratativas con el enemigo. Maret,agente diplomático de la República en Londres y luego en Nápoles, sostienehaber sido autorizado a ofrecer la liberación de la reina María Antonieta. Hastase llegó a sospechar que Danton favorecía su evasión; Courtois, representantedel Aube, asegura que ésta era, sin duda, su voluntad; pero aparte de lasafirmaciones de Courtois, los documentos nos informan solamente acerca delas voces que, al respecto, corrían entre el público.

Es cierto que Danton podía considerar, de buena fe, ventajoso negociar paraintentar disolver la coalición, o también para obtener la paz general. Con tal finse podía concebir el poner sobre la balanza la libertad de la reina para mejorarla situación diplomática francesa. Pero Danton se extralimitaba en sus poderes

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cuando superaba los límites que la Convención había establecido para elproblema. En realidad, si verdaderamente deseaba hacer evadir a MaríaAntonieta (esto debe ser probado aún), ello era una traición propiamente dichaa la Revolución, que se vería privada de un rehén tan precioso.

De todos modos, dadas las condiciones en que estaban las cosas en laprimavera de 1793, una política de negociaciones era inconcebible. Loscoligados obtenían victorias por doquier, Francia se veía invadida y desgarradapor la contrarrevolución. Es vano esperar desarmar al enemigo conconcesiones cuando les sonreía la victoria; en cuanto a la suerte de MaríaAntonieta, los sucesos que siguieron prueban que se desinteresó de ello.Danton perdía su tiempo. La República no tenía otra esperanza que la lucha aultranza. Es la política que los sans culottes parisienses impusieron finalmentey que condujo el segundo Comité de salud pública: ¡La victoria o la muerte!

Si se trata de hacer el balance de la acción política de Danton desde agosto de1792 hasta julio de 1793, se comprueba que fue largamente positiva desde elpunto de vista revolucionario en agosto y en septiembre de 1792. En losmeses que siguieron la política de Danton se tornó más discutible, aunquefácilmente explicable. Los resultados de su paso en el Comité a salud públicafueron negativos. Sin embargo, fue durante los últimos meses de su vidacuando la conducta política de Danton pareció particularmente deplorable.

EL JEFE DE LA OPOSICIÓN MODERADA

En el verano de 1793 la conducta política de Danton se tornó más compleja.En diversas ocasiones sostiene la política del Comité de salud pública ycontribuye su refuerzo, aun negándose a ingresar en el mismo, lo que hubieraestabilizado la situación política. Tal vez Danton parecía todavía el tribunopopular, que asumía la defensa de las reivindicaciones de las masas, dándolessolidez política. Muy pronto, sin embargo, manifiesta su deseo de estabilizar elmovimiento revolucionario; y, lo haya deseado o no, termina por aparecercomo jefe de la facción indulgente y moderada.

Desde el 25 de julio al 8 de agosto de 1793 Danton estuvo a cargo de lapresidencia de la Convención. Él intervino en la discusión del plan deeducación de Lepeletier, que Robespierre había presentado a la Asamblea:“Después del pan, la educación es la primera necesidad del “pueblo”. Intervinoen la discusión de los asignados, aunque afirmara: “No entiendo mucho decuestiones económicas”, agregando, “pero soy un experto en cuanto a lafelicidad de mi país.” El 28 de julio, Dalton había propuesto extender lospoderes del Comité de salud pública, y también poner a su disposición uncrédito de cincuenta millones. El Comité aceptó el crédito, pero rechazó losnuevos poderes que se le ofrecían. También fue Danton quien el 6 desetiembre propuso elevar de nueve a doce los miembros del Comité, medidaque fue aprobada: aún se negó obstinadamente a formar parte del mismo.

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Cuando los delegados de las asambleas primarias, venidos a París para laaceptación de la Constitución y para la fiesta del 10 de agosto, presentaron ala Convención su petición en favor del reclutamiento en masa y del arresto delos sospechosos, Danton sostuvo esta moción:

“Los delegados de las asambleas primarias vienen a promover entrenosotros la iniciativa del terror contra los enemigos internos. ¡Ningunaamnistía para los traidores! ¡Que la espada de la ley caiga sobre losconspiradores internos, realizando la venganza popular!”

Danton pidió que se confiara a estos delegados la misión de redactar elinventario de las armas, de las municiones y de los caballos en toda Francia yde buscar los hombres necesarios para un reclutamiento extraordinario.

“¡A golpes de cañón debemos notificar la Constitución a nuestrosenemigos! Éste es el momento de pronunciar este grande y últimojuramento: arrojarnos todos a la muerte o aniquilar a todos los tiranos.”

El reclutamiento en masa fue decretado el 23 de agosto de 1793. Danton semantuvo así en la corriente revolucionaria, sosteniendo las reivindicacionespopulares, sobre todo en materia de subsistencia y de represión. El 31 deagosto aprobó, entonces, las medidas tomadas por los representantes enmisión en Marsella, luego de la caída de aquella ciudad rebelde.

“Es necesario que los comerciantes, que han visto con placer lahumillación de los nobles y de los sacerdotes, esperando beneficiarse asu vez, y que hoy desean con más perfidia la contrarrevolución, seanhumillados; contra éstos es necesario mostrarse tan terribles como contralos primeros.”

Y cuando las grandes manifestaciones populares del 4 y del 5 de septiembrede 1793 obligaron a la Convención a poner el terror a la orden del día, Dantonsostuvo con su elocuencia todas las reivindicaciones.

“Un ejército revolucionario no basta, sed revolucionarios vosotrosmismos... queda por castigar el enemigo interno que ya tenéis envuestras manos y aquel que aún debéis aferrar. Es necesario que elTribunal revolucionario sea dividido en un número suficientemente grandede secciones para que cada día un aristócrata, un malvado, pague con lacabeza sus malas acciones... Solicito, en fin, que se haga un informeacerca del modo de dar mayor vigor a la acción del Tribunalrevolucionario. ¡Que el pueblo vea caer a estos enemigos!”

El 5 de setiembre de 1793 la Convención decretó la institución de un ejércitorevolucionario y el arresto de los sospechosos.. El terror estaba ya en la ordendel día: Danton había contribuido no poco a ello.

Sin embargo, mientras por una parte exhortaba a las medidas revolucionarias,Danton se esforzaba por controlar el movimiento revolucionario y por frenarlo.Aquel mismo 4 de septiembre solicitó a la Convención que se suprimiera lapermanencia de las secciones, las que permitían a los ciudadanos reunirsecada día para deliberar acerca de los asuntos públicos: los militantespopulares podían, así, concertar su acción y ejercer presión sobre laConvención y sobre los Comités de gobierno.

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Las asambleas de las secciones no debían realizarse más de dos veces porsemana; como contrapartida:

“todo ciudadano, miembro de estas asambleas, que dese, en consideraciónde sus necesidades, reclamar una indemnización, la recibirá en razón de40 sueldos por asamblea”.

Medida demagógica pero que no podía ocultar las restricciones aportadas alejercicio de sus derechos políticos por parte del pueblo. La evolución en elsentido moderado de Danton se definió en el curso del mes de septiembre de1793. Pero no se manifestó en sus intervenciones personales. Fueron susamigos quienes atacaron la política del gobierno. El punto culminante de estaprimera ofensiva moderada fue la sesión que la Convención sostuvo el 25 desetiembre de 1793. Thuriot, un amigo de Danton, atacó a fondo la política delComité de salud pública. Criticó radicalmente la economía directa:

“Son criminales propiamente dichos aquellos que desean hacer creer a lanación que no se puede alcanzar la felicidad si no se cortan todas lasramas del comercio.”

Criticó la depuración:

“Ahora se trata de acreditar la opinión de que la República no puedesostenerse si no se confían los puestos de responsabilidad a lossanguinarios.”

Y concluyó:

“Debemos detener este torrente impetuoso que nos arrastra a la deriva.”

Thuriot expresa sin ninguna duda el pensamiento secreto de Danton. Sinembargo se instauraba el Terror. En octubre comenzaron los grandes procesospolíticos. El 3, los girondinos fueron enviados ante el Tribunal revolucionario, ytambién María Antonieta. La reina fue guillotinada el 16 de octubre. El procesode los girondinos comenzó el 6; el 30 fueron ajusticiados.

Danton se había retirado por entonces de la escena política, aduciendorazones de salud y de familia, y ocultando su secreta desaprobación por larepresión terrorista. A Garat, que había ido a buscarlo en los primeros días deoctubre, le habría dicho a propósito de los girondinos: “No podré salvarlos”, yse echó a llorar. El 12 de octubre de 1793 Danton obtuvo permiso pararetirarse de la Convención y partió para su pueblo natal, Arcis-sur-Aube.Recién volvió el 1° de frimario del año II (21 de noviembre de 1793). Duranteesta ausencia se desarrolló el movimiento de descristianización. estalló elescándalo de la falsificación del decreto de liquidación de la Compañía de lasIndias, en el que se vieron comprometidos algunos amigos de Danton, comoChabot, Basire, y también Fabre d’Eglantine. Así que las razones del bruscoretorno de Danton resultan ambiguas.

A su regreso a París, Danton desarrolla una intensa actividad política; sejustifica frente a los jacobinos y toma posición con el Comité de salud públicacontra la descristianización.

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Dado que durante su ausencia habían circulado voces malévolas en contrasuya, Hébert invitó a Danton a justificarse. Él lo hizo el 13 de frimario (13 dediciembre de 1793):

“¿Tal vez he perdido aquellos rasgos que caracterizan la figura de unhombre libre? ¿No soy ya aquel mismo hombre que se encontraba avuestro lado en los momentos de crisis? ¿No soy el hombre que ha sidoobstinadamente perseguido?... Os asombraréis cuando os haga saber mivida privada, al ver que la colosal fortuna que me atribuyen mis enemigosy los vuestros se reduce a la pequeña parte de bienes que siempre hetenido. Desafío a los malvados a presentar contra mí la prueba decualquier delito. Todos sus esfuerzos no podrán conmoverme. Deseopermanecer de pie con el pueblo. Me juzgaréis en su presencia...”

Robespierre tomó la defensa de Danton:

“Danton, ¿no sabes tú que cuanto más coraje y patriotismo tiene unhombre, tanto más los enemigos de la cosa pública se encarnizan paraperderlo?...”

El asunto no continuó. En aquel mismo momento Danton estaba secundandolos esfuerzos del Comité de salud pública contra la descristianización: laestabilidad del Gobierno revolucionario exigía la unión de todos losmontañeses. Danton había tomado, en efecto, neta posición contra ladescristianización y sus propulsores. El 6 de frimario (26 de noviembre de1793) se levantó violentamente contra las mascaradas antirreligiosas,exigiendo que se pusiera freno al asunto. Al mismo tiempo vigilaba a losextremistas; se debía infundir energía al gobierno, pero también reconducir alTerror a sus verdaderos objetivos:

“es por cierto bello que los representantes se humillen ante el podersupremo, pero sería bello que previnieran y dirigieran sus movimientosinmortales.”

El 10 de frimario (30 de noviembre de 1793), Danton se opuso a la supresióndel salario de los sacerdotes constitucionales y por lo tanto a la separación deIglesia y Estado. El pueblo, sobre todo el de las campañas, no estaba maduropara esta medida; era un delito de lesa nación privar al pueblo de los hombresentre los que podía hallar aún alguna consolación. El 12 de frimario (2 dediciembre de 1793), cuando un postulante a la barra de la Convencióncomenzó la lectura de un poema en honor de Marat –en aquel momento objetode un culto propiamente dicho en las secciones parisienses– Danton replicóbruscamente:

“También yo he defendido a Marat de sus enemigos, también yo headmirado las virtudes de este republicano; pero luego de haber hecho suapoteosis patriótica, es inútil escuchar todos los días su elogio fúnebre.”

El golpe de freno estaba dado. El apoyo de Danton a la política gubernativa deestabilización no carecía por cierto de segundos fines personales y políticos. Élintentaba salvar a los amigos que habían sido arrestados en el asunto de laconspiración del exterior o que, como Fabre d’Eglantine, estaban implicadosen el asunto de la liquidación de la Compañía de las Indias. Danton miraba

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más allá: alentar el impulso de las fuerzas del Gobierno revolucionario. Lapolítica dantonista se oponía en todos los puntos al programa popularsostenido por Hébert y por sus amigos cordeleros: terror extremo, máximumaumentado, guerra a ultranza. El ataque del gobierno contra ladescristianización extinguió la reacción y favoreció la ofensiva dantonista. Lalucha de las facciones se desencadenó. La misma tuvo las más gravesconsecuencias para el Gobierno revolucionario, pero también para elmovimiento popular, y aun para la Revolución misma.

ESTRATEGIA DE LA MODERACIÓN: UN ERROR HISTÓRICO

Este período de la vida política de Danton, desde fines del verano de 1793hasta la mitad del invierno de 1794, cuando fue asumiendo lentamente lafigura de jefe de la oposición, requiere una reflexión crítica. Después desostener el segundo Comité de salud pública, Danton se rehusó a ingresar enel mismo. El 25 de setiembre de 1793 sus amigos atacaron en la Convenciónla política del gobierno e intentaron derribar al Comité. El 12 de octubre Dantonse retiró a Arcis-sur-Aube: con ello pretendía, sin duda, subrayar sudesaprobación en cuanto a los procesos contra María Antonieta y losgirondinos. Deseaba moderar el Terror, limitar la represión a los conspiradoresy a los traidores comprobados, disciplinar el movimiento popular, poniéndolobajo el control del gobierno. ¿Pero por qué en tales condiciones no ingresó enel Comité de salud pública en modo de apoyar la acción moderadora deRobespierre, Por lo menos en esto, Danton cometió un error grave. Tal vez locomprendió, y así se podría explicar su brusco regreso: reaparece en laConvención el 1° de frimario (21 de noviembre de 1703). Entonces se colocaabiertamente junto a Robespierre, sosteniendo la acción de éste contra lospropulsores de la descristianización. Por su parte, el Incorruptible tomavalerosamente su defensa ante los jacobinos.

Pero también es posible otra explicación, si se admite que Danton estabaimplicado en las maniobras de sus amigos, los diputados que se habíancomprometido, Fabre d’Eglantine en particular, en el asunto de la liquidaciónde la Compañía de las Indias, o –en complicidad con Batz– en favor de losbanqueros extranjeros. El arresto de Chabot y de Basire, sin duda le ha hechotemer verse implicado en el proceso de éstos; Basire, en una declaraciónescrita, lo llamaba a la causa. Según lo que nos dice Garat, Mergez, el sobrinode Danton, le habría aconsejado volver a París:

“Vuestros amigos os invitan a volver a París lo antes posible. Robespierrey los suyos concentran sus esfuerzos contra vos.”

En aquel momento el Comité de salud pública estaba empeñado contra elmovimiento popular y los propulsores de la descristianización; no existe elmínimo indicio de que en noviembre de 1793 el Comité deseara procedercontra Danton. Pero es posible que Chabot y Basire, o Fabre d’Eglantine, quelos había denunciado pero que se sentía amenazado, hayan presentado lascosas de tal modo para poder llamar a Danton en su ayuda. Cualesquierahayan sido las motivaciones de Danton a fines de 1793, él parecía, en aquellafecha, lo hubiera deseado o no, el jefe de la oposición. Aprovechando el apoyo

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que había ofrecido al Comité de salud pública contra el movimiento popular ycontra los propulsores de la descristianización, los amigos de Danton seesforzaron por manejar el Comité y aun por derribarlo. Explotaron contra elmismo los rigores de la represión terrorista, como el descontento quesuscitaban el reclutamiento en masa y la aplicación del maximun [preciomáximo]; reunieron a todos aquellos que se sentían perjudicados por la políticade guerra a ultranza; ellos aparecieron como el partido de la paz. Sin dudaDanton siempre se abstuvo, ya sea en la Convención o frente a los jacobinos,de presentarse como el jefe, pero nunca los desaprobó. A comienzos de 1794sus intervenciones se tornan más críticas, más incisivas.

Esta política de moderación, en el momento en que se preparaba la campañamilitar de la primavera de 1794, presentaba los mismos inconvenientes de lapolítica de negociaciones desarrollada en la primavera precedente. La mismasólo podía alentar las energías de la defensa nacional, cuando la República notenía aún otra vía de salida que la victoria. Desde el punto de vista del Comitéde Salud Pública, volcado a la lucha contra el enemigo, esta oposición sólopodía ser considerada como un delito. No se desea negar aquí lasresponsabilidades del Comité; pero Danton, con su posición, ha hechoprecipitar una crisis que lo arruinó a él mismo y que también infligió un golpeirremediable a la Revolución y al partido montañés.

LA OFENSIVA INDULGENTE

Danton había definido su línea política moderada el 11 de frimario del año II (1°de diciembre de 1793). Aquel día Cambon había propuesto el cambio forzadodel numerario contra los asignados, una medida requerida por los sansculottes. Danton se opuso a ello y notificó a las picas (es decir, a los sansculottes) que la parte de ellos había terminado.

“Recordemos que si con la pica se derriba, es con el compás de la razóny del genio que se puede alzar y consolidar el edificio de la sociedad.”

La campaña del “Vieux Cordelier” dio considerable amplitud a la ofensivadantonista y puso en juego toda la política del gobierno. Camille Desmoulinslanzó su primer ataque el 15 de frimario (5 diciembre de 1793):

“¡Oh Pitt rindo homenaje a tu genio.”

Según Desmoulins todos los revolucionarios a ultranza eran agentes de Pitt.En el segundo número del 20 de frimario (10 de diciembre), Camille se daba aun violento ataque contra los propulsores de la descristianización. El 25 defrimario (15 de diciembre) apareció el número 3 del “Vieux Cordelier”: en él secuestionaba todo el sistema del terror y al mismo gobierno revolucionario. Estenúmero obtuvo notable éxito, despertando las esperanzas de todos losadversarios del régimen. La ofensiva indulgente se desarrolló ulteriormente.Fabre d’Eglantine, que había sabido engañar en modo perfecto al Comité deSalud Pública, denunció el 20 de frimario (19 de diciembre de 1793) a dos delos jefes revolucionarios más notorios: Vincent, secretario general delMinisterio de Guerra, y Rancin, general del ejército revolucionario. LaConvención decretó el arresto de ambos.

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El desarrollo de las cosas no fue propicio todavía por mucho tiempo. Elgobierno revolucionario no podía dejarse desviar de su camino. El 18 denevoso (7 de enero) el "Vieux Cordelier" fue denunciado a los jacobinos;Robespierre previno a Camille y concluyó que se debían quemar susperiódicos: “Quemar no es responder”, rebatió Camille. Al día siguiente Dantonfue en ayuda de su amigo:

“Camille no debe sorprenderse de las lecciones un tanto duras que laamistad de Robespierre le ha impartido. Ciudadanos, que la justicia y lasangre fría dominen siempre en vuestras decisiones. Al juzgar aDesmoulins, tened cuidado de no aplicarle un golpe funesto a la libertadde prensa.”

Aquel mismo 19 de nevoso (8 de enero de 1794), Fabre d’Eglantine,definitivamente comprometido por el descubrimiento del proyecto de decretosobre la liquidación de la compañía de las Indias, falsificado por su mano, fuedenunciado por Robespierre a los jacobinos. Fue arrestado en la noche entreel 23 y el 24 de nevoso (12-13 de enero de 1794). El 24 de nevoso, en laConvención, Danton asumió directamente la defensa de Fabre, solicitando quelos diputados arrestados fueran trasladados a la barra para ser juzgados anteel pueblo. Billaud-Varenne se levantó contra esta propuesta.

“Desgracia sobre aquel que se ha puesto al lado de Fabre y que es aúnsu juguete.”

Era el jaque de la ofensiva de los indulgentes. Más aún, ya comprometidos,fueron muy pronto amenazados por el contraataque de sus adversarios, los“exagerados” de la facción ultra. Al desencadenarse la lucha de las facciones,en el torbellino de la crisis que se desarrollara a fines del invierno, en vísperasdel inicio de la nueva campaña militar, el gobierno revolucionario, al verseamenazado desde todas partes, intervino para liquidar las facciones.

LA CRISIS DE VENTOSO DEL AÑO II

En el curso del invierno la crisis se había ido definiendo. Crisis social por sobretodo: las tasas, la regulación y la dirección autoritaria de la economía serevelaban incapaces de asegurar un aprovisionamiento satisfactorio de lapoblación parisina; la crisis de las mercaderías exacerbaba a la mentalidadterrorista. Pero también crisis política: las exigencias de la defensa nacional yla concepción jacobina del poder llevaban en modo creciente al gobiernorevolucionario a asegurarse de la obediencia pasiva de las organizacionespopulares, a reducir progresivamente las prácticas populares de la democraciaa la medida burguesa. La alianza entre el descontento popular y la oposición“exagerada” constituía una grave amenaza para el gobierno revolucionario.

Hacia la mitad de ventoso la oposición exagerada se tornó rígida. El 12 (12 demarzo de 1794) Ronsin, que había sido liberado, proclama la necesidad deuna insurrección; el 14 se descubrió la placa de la declaración de los derechosdel hombre; Carrier y Hébert reclamaron nuevamente una insurrección, una“santa insurrección”. Fallida la reconciliación entre jacobinos y cordeleros, y no

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extinguida la oposición, el Gobierno revolucionario perdió la paciencia. En lanoche entre el 23 y 24 de ventoso (13-14 de marzo de 1794), los principalesdirigentes cordeleros, Hébert, Ronsin, Vincent, Momoro... fueron arrestados yllevados ante el tribunal revolucionario. Condenados a muerte, fueronguillotinados el 4 de germinal del año II (24 de marzo de 1794).

EL PROCESO DE DANTON

Los indulgentes creyeron llegado el momento propicio. Hacia fines de ventosoacentuaron su presión; el número siete del “Vieux Cordelíer”, que fuesecuestrado, dirigía una violenta requisitoria contra la política del Gobiernorevolucionario. Pero el Comité de salud pública, que había castigado a losexagerados luego de muchas hesitaciones, pretendía ahora no dejarse vencerpor la oposición moderada. Ya el 28 de ventoso (18 de marzo de 1794) laConvención había acusado a los diputados comprometidos en el asunto de laCompañía de las Indias: Fabre d’Eglantine, Chabel Basare, Delaunay, todoslos amigos de Danton. La víspera, el 27 de ventoso (17 de marzo), Dantonhabía hablado por última vez a los jacobinos; desde hacía algún tiempoaparecía esporádicamente por el club y la Convención. Advertido numerosasveces de las amenazas que se acumulaban contra él, se mostrabadespreocupado: “¡No osarán!” A un amigo que le habría aconsejado huir, lehabría respondido: “¡No se lleva a la patria en la suela de los propios zapatos!”

Finalmente, Billaud-Varenne y Collot d'Herbois, inquietos por la proscripción deHébert y de sus amigos, sostenidos por el Comité de seguridad general,comprendieron las hesitaciones de Robespierre. En la noche entre el 9 y el 10de germinal (29-30 de marzo de 1794), Danton, Camille Desmoulins y algunosotros amigos de ellos fueron arrestados. El 11 de germinal (31 de marzo), enbase a los apuntes proporcionados por Robespierre, Saint-Just leyó a laConvención su informe:

“sobre la conjura urdida desde hacía años por las facciones criminales, ycontra Fabre d’Eglantine, Danton, Philippeaux, Laeroix y CamilleDesmoulins, imputados de complicidad con estas facciones”.

La Convención procedió a la ratificación luego de un discurso patético deRobespierre:

“También yo era amigo de Pétion, pero desde que dejó caer la máscara loabandoné; también yo tenía relaciones de amistad con Roland; pero éltraicionó y yo lo denuncié. Danton desea ocupar el lugar de ellos, y él, amis ojos, no es más que un enemigo de la patria.”

Frente al Tribunal revolucionario, Danton compitió en audacia y denunció a susacusadores.

“¡Yo, vendido! Los hombres de mi temple no tienen precio; sobre nuestrafrente está impreso en modo indeleble el sello de la libertad, el geniorepublicano. ¡Yo vendido a Mirabeau! ¡Que se adelanten los que saben deeste negocio! ¿Cómo me ha comprado? Un hombre como Danton notiene precio.”

Y también:

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“Jamás la ambición y la codicia tuvieron poder sobre mí; jamás guiaronmis acciones; jamás estas pasiones me impulsaron a comprometer lacosa pública; completamente dedicado a la patria, a Ella le ofrecí elgeneroso sacrificio de toda mi existencia.”

Y finalmente:

“Desde hace dos días el Tribunal ha aprendido a conocer a Danton;mañana él espera dormir en el seno de la gloria. Nunca ha solicitadogracia, y se lo verá subir al patíbulo con la serenidad propia de la calma yla inocencia. Mi morada será bien pronto la nada y mi nombre estará en elPanteón.”

Finalmente, para poner término a los debates, un decreto de la Convenciónpermitió condenar sin debates a todos los imputados que hubierantransgredido la justicia nacional.

“Francia y la posteridad sabrán que se le negaron a Danton lostestimonios que él juzgaba necesarios para justificarse. Yo no deseodefenderme, que se me conduzca a la muerte, me adormeceré en lagloria.”

Danton y sus amigos fueron guillotinados el 16 de germinal del año II (5 deabril de 1794). Al subir al patíbulo, Danton le dijo al verdugo:

“Muestra luego mi cabeza al pueblo, porque vale la pena.”

DANTON Y ROBESPIERRE

El drama de germinal fue decisivo. En Hébert y en sus amigos el Gobiernorevolucionario ha condenado al movimiento popular que lo había llevado alpoder. También fue inútil la condena de Danton. La represión que siguió a losgrandes procesos de germinal, no obstante su carácter limitado, produjo en losmilitantes un complejo de temor que terminó por paralizar toda la vida política.“La revolución está congelada”, dirá muy pronto Saint-Just. Germinal fue elprólogo de termidor. No será inútil precisar en este punto la posición deRobespierre en cuanto al proceso de Danton. Entre los dos hombressubsistían vínculos de amistad, como lo demuestran las cartas afectuosas deRobespierre en febrero de 1793, cuando murió la primera mujer de Danton. Endiciembre de 1793. Robespierre declaraba aún a los jacobinos:

“Es evidente que Danton ha sido calumniado... Tal vez me equivoquéacerca de Danton, pero he vivido en su familia, sólo merece elogios.”

Sin embargo, es justamente Robespierre quien redacta las notas que sirvierona Saint-Just para desarrollar su requisitoria: ellas revisan toda la política deDanton desde el comienzo de la Revolución. Se presentan entonces doshipótesis; o Robespierre disimuló por mucho tiempo sus verdaderossentimientos para con Danton, o de pronto cambió de opinión a fines delinvierno del año II, al acercarse la primavera de 1794. Robespierre conocía,naturalmente, las acusaciones que se dirigían a Danton, acusaciones quedesde 1791 eran de dominio público. Pero no tenía las pruebas que luego

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tuvieron a su disposición los historiadores, y no podía conocer todas lascircunstancias sospechosas de la carrera de Danton que se revelaron sólodespués. Robespierre nunca le dio importancia a lo que podía saber: Dantoncaminaba en el sentido de la Revolución; a fines de 1793 apoyaba todavía lapolítica de Robespierre, que intentaba detener el movimiento de ladescristianización. Y Robespierre era demasiado buen político como paradescuidar tal apoyo o para hacer el juego de los contrarrevolucionarios conacusaciones desconsideradas. Sin embargo, a fines de 1793 y a comienzos de1794, una serie de hechos trae a la luz lo que hasta ese momento habíapermanecido en la sombra. Chabot, Basire. Fabre d’Eglantine, todos amigosde Danton, están comprometidos en la conspiración del exterior y, a propósitodel asunto de la Compañía de las Indias, son culpables de venalidad. Al mismotiempo, otros amigos de Danton, Camille Desmoulins en particular con su“Vieux Cordelier”, atacan la política del Comité de salud pública. Muy lejos dedesaprobar a sus propios amigos, Danton asume una actitud crecientementereticente con respecto a la política gubernativa. En esta situación, las antiguasacusaciones de venalidad dirigidas contra Danton parecen probables: lacorrupción de sus amigos las confirman. Toda la carrera política de Danton setorna, entonces, sospechosa. Robespierre la reconsidera bajo esta nueva luz;de aquí sus notas transmitidas a Saint-Just.

Dicho esto, si las acusaciones de Robespierre y de Saint-Just fueronpronunciadas de buena fe, las mismas no podían, entonces, fundarse endocumentos que no conocían. Indudablemente es por esta razón queRobespierre no insiste en la acusación de venalidad, limitándose a informar loshechos cuya convergencia implicaba la corrupción, pero sin extenderse,porque no poseía pruebas formales. La convicción se fundaba esencialmente,más que en los sucesos de frimario y de nevoso, en lo que Georges Lefebvrellama los “documentos de opinión”; Robespierre, al examinar críticamente lacarrera de Danton a la luz de las recientes circunstancias del conjunto de lasvoces y de los juicios desfavorables de la opinión pública, se sintió llevado aadherir a los mismos.

Se puede admitir que Robespierre se haya engañado con respecto a Dantonacerca de éste o aquél punto o también acerca del todo. Se puede sostenerque el proceso de germinal haya sido un error político, cargado deconsecuencias irremediables. No se puede desconocer que Robespierre hayatenido buena fe y que estuviera sinceramente convencido de que el proceso deDanton y de la facción moderada e indulgente estaba justificado y eranecesario para la salvación de la República. Al término de este perfil, tal vez esnecesario subrayar los aspectos que fueron discutidos por la historia en estacarrera de revolucionario tan movida y rica en episodios tan contradictorios. Entodas las controversias acerca de Danton, el problema que se halla en elcentro del debate es el de su patrimonio y, como consecuencia, el de suvenalidad. ¿Cómo fueron efectivamente las cosas en cuanto a este punto?Pero más allá de este problema y para explicar la complejidad de su acciónpolítica, es oportuno precisar los rasgos del carácter de Danton.

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PATRIMONIO Y VENALIDAD DE DANTON

Danton compró con 78.000 libras su oficio de abogado en el Consejo del rey, el29 de marzo de 1787. En aquel tiempo su fortuna estaba valuada en 12.00libras, comprendida en ella la mitad de la casa paterna en Arcis. Dantonentregó 56.000 libras en efectivo, de las cuales 15.000 le fueron prestadas porsu futuro suegro y 36.000 por cierta, señorita Duhautoir: otras 5.000 libras lefueron prestadas, pero no se sabe por quién. En cuanto a las restantes 22.000,las mismas fueron seguramente pagadas, dado que el 3 de diciembre de 1789Danton obtuvo el recibo definitivo. ¿Cómo logró liberarse de estas deudas?Las 36.000 libras de la señorita Duhautoir, así como las 5.000 de procedenciadesconocida, fueron seguramente devueltas, dado que el 11 de octubre de1791, fecha en que el oficio fue devuelto, no existió ninguna oposición. Encuanto al suegro, recuperó su parte sobre la dote de la hija, que era de 20.000libras. Desde 1787 a 1791, Danton debe conseguir entonces 58.000 libras parapagar sus propias deudas, más los gastos e intereses. Ejerció la profesión deabogado por cuatro años, hasta marzo de 1791. ¿Cómo pudo, con los ingresosde su trabajo, mantener a la familia, pagar a sus empleados y saldar lasdeudas? No se sabe cuantos asuntos atendió Danton. Robinet, un historiadorfavorable a él, considera que la profesión pudo haberle rendido 20.000 libras alaño; Madelin, más prudente, 9.000, suma que parecería más probable. Entales condiciones es difícil admitir que Danton haya podido pagar suscompromisos sin una ayuda desconocida, más bien una ayuda inconfesable,porque ni él ni sus amigos jamás hicieron alusión a la misma. En aquel mismolapso, el 24 de marzo y el 12 de abril de 1791, Danton compró en su pueblonatal bienes nacionales por 56.500 libras y, además, el 13 de abril, a unparticular, por 25.000 libras, su casa de Arcis-sur-Aube. Tales adquisicionesfueron pagadas en dinero contante, cuanto el decreto del 9-27 de julioconcedía a los adquirentes de bienes nacionales el derecho, luego de haberdesembolsado en efectivo el 22 % de la suma, a pagar el resto en doce años.Danton se apresuró a pagar todo, apresuramiento que no podía dejar deparecer sospechoso a sus contemporáneos. El 28 de octubre de 1791 Dantonrealiza una nueva compra a un particular. Y hará otras, como resulta de lareventa de sus bienes del año II, luego de su ejecución. En total habíaadquirido bienes inmuebles por 43.650 libras, de los que a su muerte habíapagado 27.585 libras. Más grave, sin duda, es el hecho de que Danton hayaprocurado ocultar sus adquisiciones, luego de haber tratado de explicarlo conla devolución de su cargo, declarando, el 13 de frimario del año II (3 dediciembre de 1794) a los jacobinos:

“...la colosal fortuna que mis enemigos y los vuestros me han atribuido, sereduce a la modesta parte de bienes que siempre he poseído.”

Flagrante mentira. Agréguese el hecho de que Danton llevaba una vida si nofastuosa, por lo menos muy cómoda, sin privarse nunca de nada. Aparte deldepartamento en la Corte de. Comercio, en París, tenía un segundodepartamento en Choísy-Le-Roi y aún otro en Sévres. Sus defensores hanrecordado sos remuneraciones. Si en marzo de 1791 cerró su oficina, endiciembre del mismo año fue elegido sustituto del procurador de la comuna deParís, con un estipendio de 6.000 libras anuales; se debe tener en cuenta,

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además, la devaluación del asignado. Luego del derrocamiento de lamonarquía, el 10 de agosto de 1792, Danton es ministro con el estipendio de100.000 libras anuales: pero sólo lo es por dos meses. Durante el resto deltiempo él sólo goza de su remuneración como representante del pueblo en laConvención, 18 libras diarias, 540 mensuales, pero que en octubre de 1793,dada la devaluación, sólo valían 162. ¿Cómo habría podido mantener su tenorde vida con tan míseros recursos? Se plantea así el problema de la venalidadde Danton.

Atestiguada por los contemporáneos, quienes sin embargo no podía basar suopinión en pruebas formales, la venalidad de Danton fue admitida por la mayorparte de los historiadores hasta el Segundo Imperio.

La publicación, en 1851, de una carta de Mirabeau, de fecha 10 de marzo de1791, se consideró decisiva. Louis Blanc y Michelet se declaran convencidos.La reacción comenzó hacia 1860 con la publicación de los libros de Robinet;los positivistas hicieron de Danton a su héroe. Luego de 1870 los republicanos,aun los radicales, opusieron a Danton a Robespierre, juzgando a este últimodemasiado comprometedor por su terrorismo. Se terminó por erigirle a Dantonuna estatua en aquel barrio que él había tornado ilustre a partir de 1789.Importantes estudios de Aulard, el primer titular de la cátedra de historia de laRevolución francesa en la Sorbona, confirmaron la nueva teoría. Lacontraofensiva se desarrolló a comienzos del siglo XX; fue conducida condinamismo por Albert Mathiez, fundador en 1908 de la “Sociedad de estudiosrobespierristas”. Sus investigaciones volvieron a cuestionarlo todo.

Esforzándose por demostrar que se limitaba a retomar la antigua tesis, Mathiezenriquecía notablemente la documentación de la misma. Sin embargo, si bienmuchas de sus conclusiones son esenciales, conviene tener en cuanta laposición, más esfumada, que sostiene Georges Lefebvre. Aunque evidentepara sus contemporáneos, la venalidad de Danton no fue probada cuandoestaba en vida, por falta de aquellos documentos sobre los cuales elhistoriador puede basarse hoy para intentar alcanzar la realidad objetiva. Talesdocumentos se refieren a cierto número de asuntos o de sucesos de los querecordaremos los siguientes:

1) Relaciones con los ministros de los Asuntos Extranjeros, Montmorin y luegoDe Lessart. Tales relaciones habrían comenzado a partir de las jornadas deoctubre de 1789. Están probadas por tres testimonios: de Brissot, de Bertrandde Molleville y de Lafayette.

Escribe Brissot en sus Memorias:

“Vi el cobro de 100.000 escudos que le fueron entregados porMontmorin.”

Bertrand de Molleville narra haberle escrito a Danton, el 11 de diciembre de1792, las siguientes palabras:

“Era un grupo de cartas que el difunto M. de Montmorin me habíaconfiado hacia fines del mes de junio y que traje conmigo, hallé una notaque indicaba, precisando las fechas, las diversas sumas que vos habéis

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tomado de los fondos de los gastos secretos de los Asuntos exteriores,las circunstancias en que os han sido dadas y la persona mediante la cualfueron estipulados y efectuados los pagos. Vuestras relaciones con estapersona están confirmadas por un billete escrito por vuestro puño...”.

El testimonio de Lafayette es menos importante, porque se base en relatos quele hicieran, probablemente Montmorin (habría encontrado a Danton en la casadel ministro “la misma noche en que se concluía esta transacción”).

Estos testimonios han sido discutidos, contestados. ¿Habría sido tan locoDanton como para dar recibos? ¿Y en qué modo habría llegado Brissot alconocimiento? En efecto, según el testimonio de Molleville, no se trataba de unrecibo, sino de una carta enviada al intermediario que, unida a la cuenta de losfondos secretos, podía ser considerada un recibo. Brissot, como miembro delComité político de la Asamblea legislativa, tenía libre acceso a los Asuntosexteriores, en la época en que Dumouriez era ministro; allí pudo haber visto losdocumentos. Que estos documentos acusatorios hubieran desaparecidoinmediatamente, es un servicio que Lebrun, ministro de Asuntos exterioresdespués del 10 de agosto, no podía negar a su colega Danton.

2. Los pagos de la Lista civil. El documento fundamental en que se basa estaacusación está constituido por la carta de Mirabeau al conde de La Marck, defecha 10 de marzo de 1791 y publicada en 1851. Mirabeau había propuesto aLuis XVI un proyecto de corrupción que tenía particularmente en cuenta a losperiodistas y a los integrantes de clubes; el dinero provenía de la Lista civil enbase a las indicaciones de Talon; el conde de La Marck también participaba enesta empresa. El sentido de la carta de Mirabeau: Talon ha pagado 30.000libras a Danton, Mirabeau ha sido advertido de ello; pero él también sabe queel artículo aparecido en el N° 67 de “Révolutions de France et de Brabant”,donde se lo ataca violentamente, es obra de Danton; se lamentan, por lo tanto,de lo que él considera una deshonestidad. En apoyo de la carta de Mirabeau,el historiador Albert Mathiez ha informado del testimonio del mismo Talon, en elaño XII, ante la policía de Bonaparte: en él declara haber tenido relaciones conDanton con el propósito de proveer a la seguridad del rey.

Se trata probablemente de marzo de 1791, un momento en el queefectivamente se temían desórdenes en París, si el rey hubiera recibido lacomunión pascual de manos de un sacerdote refractario, o si hubiera intentadoalejarse de París de propósito, como sucederá en abril. Talon, distribuidor delos fondos de la Lista civil, ¿cómo habría podido emplear a Danton sinretribuirle?

3. El proceso al rey. En su interrogatorio del año XII, Talon declaró haberseacercado a los coligados y sobre todo a Pitt, para convencerlos a sostener “lossacrificios pecuniarios exigidos por Danton”. Théodore de Lameth atestigua porotra parte que Danton distribuyó dinero para salvar a Luis XVI y que en esteasunto Chabot fue uno de sus agentes.

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Ahora se ha probado que el banquero Lecoulteux de Canteler entregó2.300.000 francos a Ocariz, el negociante español en París para comprar elvoto de los representantes, y que Chabot recibió medio millón, Cosa que dacierto peso a la afirmación de Théodore de Lameth. Que la política de Dantonera la de salvar al rey, lo demuestran las tratativas de su amigo Noël,negociador en Inglaterra, en particular con Talon. Pero para salvar al rey hacíafalta dinero. ¿Se puede creer que Danton no se haya reservado su parte?Observemos, sin embargo, que sobre este punto el historiador no dispone deun documento tan preciso como la carta de Mirabeau. En cuanto a otrascuestiones, los indicios contra Danton parecen menos fundados, y se carecede documentos decisivos. Así, por ejemplo, en lo que respecta a las relacionescon los Lameth, ¿Danton estaba a sueldo? Nada lo atestigua con seguridad.Sin embargo, tuvo estrechos vínculos con ellos, y sin duda fue por medio deellos que supo de la represión que estaba preparándose para el 17 de julio de1791, en el momento de la firma de la petición del Campo de Marte; Dantonpasó aquel día en la campaña. A Danton se dirigió Théodoro de Lameth, ensetiembre de 1792, para obtener un pasaporte. A él recurrió para intentarsalvar al rey. También es Danton quien se ocupa de salvar a Duport, amigo deLameth, encarcelado en Melun, y quien se encarga de que se le otorgue aTalleyrand, perteneciente al mismo grupo, una misión en Londres, que dehecho le permitió emigrar a aquél. Así en lo que respecta al asunto del 10 deagosto. El 20 de junio de 1792 la Corte distribuyó mucho dinero. Lafayetteescribe que Danton habría recibido 50.000 escudos, y que Madame Elisabeth,hermana del rey, habría declarado: “Estemos tranquilos, podemos contar conDanton.” Pero acerca de este punto no existe ningún documento seguro.

Así, en fin, en lo que respecta a las cuentas ministeriales de Danton. Comoministro, aparte de los créditos ordinarios, podía disponer de tres tipos defondos excepcionales: 200.000 libras para gastos extraordinarios (sólo empleó68.684); 200.000 libras para gastos secretos; 147.910 libras que le fueronacordadas, siempre para gastos secretos, por el ministro de Asuntosexteriores. La cuenta justificativa fue hallada sólo para los gastos extraordina-rios. En lo que respecta a los gastos secretos, Danton pretendió haberlosjustificado ante sus colegas, en ausencia de Roland, y los ministrosatestiguaron en su favor. ¿Testimonios complacientes?... En cuanto a losfondos de los Asuntos exteriores no se solicitó a Danton ninguna cuenta: sinduda, se ignoraba su atribución. Pero dicho esto, no se puede afirmar queDanton haya empleado tal dinero en gastos personales: nunca se sabrá nada.No se puede, entonces, utilizar contra Danton el asunto de las cuentasministeriales. El problema de la venalidad de Danton exige, sin embargo, paraser completamente resuelto, que se conozcan exactamente los servicios queDanton pudo prestar a quienes le habían pagado. Si bien su caso es menospreciso que el de Mirabeau (el historiador Aulard ha desafiado a losacusadores de Danton a citar una “sola circunstancia en la que Danton hubierahecho el juego de Luis XVI”), el mismo presenta, sin embargo, algunaverosimilitud. Sin duda, Danton fue utilizado por la Corte como informante.Michelet lo intuyó, cuando definió a Danton “un bravo de la plaza que se hacíapagar para proteger a la Corte”. En efecto, podía servirla orientandopersonalmente, o mediante sus amigos, las opiniones revolucionarias,hablando o callando, organizando manifestaciones o absteniéndose. La actitud

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de Danton en cuanto a Lafayette resulta significativa a este respecto. Lo atacadespués de las jornadas de octubre de 1789, en una época en la que el “héroede los dos mundos” resulta particularmente odioso a la Corte, para cesar en elverano de 1790, cuando Mirabeau, entrado en el servicio de Luis XVI, trata decoordinar su acción con la de Lafayette. A comienzos de 1791 cesa el acuerdocon Lafayette y los ataques de Danton se reinician. En algunas circunstancias,Danton pudo ser utilizado por la Corte aun sin saberlo él mismo, por ejemplohaciendo votar mociones aparentemente inofensivas, pero que el gobierno deLuis XVI juzgaba favorables a los propios designios. Estas son lasprobabilidades, pero se trata sólo de probabilidades. Repitamos, entonces, lasconclusiones de Georges Lefebvre sobre este punto:

“Acerca de lo que la Corte obtiene de él, nada sabemos, dada la carenciade pruebas formales.”

El historiador, que en cuanto al problema de la venalidad de Danton haadoptado una posición “intermedia” entre la de Aulard, defensor, y la deMathiez, acusador, considera en último análisis que la venalidad está probadaformalmente por los testimonios de Mirabeau y de Talon, que está atestiguadasin objeciones esenciales por los testimonios de Brissot, de Bertrand, deMoleville y de Lafayette, y que la misma es sumamente probable en lo queconcierne al rey.

DANTON, HOMBRE Y POLÍTICO

En la carrera de Danton las contradicciones abundan, y los ejemplos no faltan.Luego de la fuga del rey a Varennes, Danton se empeñó a fondo en elmovimiento revolucionario. El 16 de julio estaba aún en el Campo de Marte;pero el 17, el día de la masacre, se hallaba en la campaña. Sabía que seríaproclamada la ley marcial y abandonó a sus amigos a su suerte para ponerseal resguardo. A fines de 1791 Danton, de acuerdo con Robespierre, se oponeen un primer momento a la guerra, pero cuando la corriente favorable a laguerra lleva la mejor parte, deja de oponerse a ella y se une a la Gironda.

A fines de 1792, después de Valmy, al comienzo se muestra favorable a laguerra de propaganda, luego propone decretar que la patria ya no está enpeligro. En el proceso contra Luis XVI intriga para salvarlo, pero vota por sumuerte.

Las relaciones de Danton con Dumouriez son sospechosas. En los primerosmeses de 1793 los dos hombres están estrechamente unidos. El 15 de marzoDanton se opone al decreto de acusación contra el general rebelde y es elúnico que lo defiende hasta el fin. A falta de pruebas, no se puede acusar aDanton de complicidad con Dumouriez. La posición de Danton en cuanto alComité de salud pública no es menos desconcertante. De él sale en ocasiónde la renovación del 10 de julio de 1793; pero muy pronto contribuye aincrementar su poder. Interviene para salvarlo, en ocasión de la crisis del 5 desetiembre de 1793; pero se rehúsa a ingresar en él, cuando hubiera podidotrabajar, de acuerdo con Robespierre, en la normalización y moderación delterror. Pronto toma la figura del opositor, pero sin asumir plenamente las

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responsabilidades del jefe de la oposición. De este comportamiento ambiguose han dado dos interpretaciones. Para Mathiez, que no se ha limitado aretomar y a definir la acusación de corrupción, Danton es sólo un político deescasa importancia, un aventurero. Para Barthou, que absuelve a su héroe dela acusación de venalidad, Danton es un realista; sin ninguna propensión porlas ideas generales, por los sistemas, él hablaba y actuaba según lascircunstancias, pero siempre en función de su objetivo: salvar a la patria, a laque identificaba con la Revolución. Existe sin duda algo de verdadero en estaexplicación. No se le puede reprochar a Danton el haber nutrido propósitosviolentos para conservar el propio ascendente sobre las masas parisinas:procedimiento habitual en política. Como tampoco se le puede reprochar elhaber exaltado públicamente la “audacia” contra el enemigo externo, aunquesin cesar de pensar en la paz y al mismo tiempo entablando negociados:procedimiento habitual en diplomacia. No existe contradicción lógica en estadoble posición.

Sin embargo, algunas variantes de la conducta de Danton escapan a estainterpretación. Por ejemplo en el episodio del Campo de Marte y en el procesoal rey. Además se debe observar que en estos casos se trataba de unadebilidad muy humana. El 7 de julio de 1791 Danton debía ponerse alresguardo. Y en el asunto del rey, los propósitos por él manifestados aThéodore de Lameth iluminan su posición muy humana:

“Si pierdo toda esperanza –os lo declaro– no quiero que mi cabeza caigacon la suya, y estaré entre aquellos que lo condenen.”

Realista y aventurero-, Danton fue sin duda, por algunos momentos, lo uno y lootro. Pero estos dos aspectos no bastan para explicar la complejidad de sucomportamiento. Es necesario, también, tener en cuenta su temperamento.¿Sus propósitos eran contradictorios? Danton improvisaba, era sensible a lasrelaciones de la multitud; siempre pronto a modificar su línea de conducta, abuscar los aplausos. ¿Incoherente, su conducía? Danton era negligente, aunholgazán; gozaba de la existencia sin preocuparse del mañana. Orgulloso desus proeza de amante notable y de gran gourmet, tenía momentos dedepresión. Sin escrúpulos, también carecía de odios y rencores. Se resignabafácilmente a los derramamientos de sangre, cuando le parecían inevitables,como en el caso de las masacres de setiembre de 1792; pero sin duda erasincero cuando, a fines de 1793, solicitó que “se ahorrara la sangre de loshombres”: preocupación política, ciertamente, pero también humanidad.

Georges Lefebvre ha subrayado la complejidad del carácter y del temperamentode Danton:

“Flexibilidad interesada, prudencia sospechosa, venalidad... pero a vecestambién verdadero realismo de hombre de estado; también indomablesímpetus de cólera, negligencias totales y renuncias imprevistas, propiasde un temperamento violento que ninguna disciplina moral o intelectualtrataba de dominar; y de nuevo, inesperadamente, un retorno impetuosode generosidad conciliadora y de piedad humana, que se explica tambiénpor su temperamento, demasiado ávido de placer como para las tétricasreflexiones de la desconfianza y del odio.”

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Pero hay más aún. Danton fue incontestablemente un conductor de hombres.¿Pero habrá sido capaz de engañarlos a sangre fría en todas lascircunstancias? Capaz de influir a la multitud, pero sensible a sus reacciones,Danton no podía dejar de compartir los entusiasmos y las cóleras de la misma.Como las masas parisinas sobre las que por largo tiempo ejerció su imperio,no podía no estar sinceramente ligado a la causa de la nación revolucionaria.Para Mathiez, Danton no es más que un aventurero venal que no habríaprestado servicio alguno a la Francia revolucionaria. Mathiez niega a Dantontoda influencia sobre la multitud, o autoridad, y entonces todo medio paraaccionar sobre los sucesos. No podemos compartir este juicio. Más quecualquier otro jefe revolucionario, Danton se adecuaba a entrar en comunióncon las masas de los sans culottes y a compartir sus pasiones. Agradaba alpueblo por su sentido de la vida, por su generosidad, por su indulgencia, porsu vitalidad; de virilidad desbordante, respiraba energía. Características todasque le conquistaron la simpatía popular y le permitieron, en la crisis del veranode 1792, imponerse como conductor de hombres y prestar numerososservicios a la Revolución.

BIBLIOGRAFÍA

COLECCIÓN DE LOS DISCURSOS:

No existe ninguna edición crítica completa de los discursos y de las arengas deDanton. La mejor colección es la que fuera publicada por André Fribourg,Discours de Danton (París, 1910, LXIV - 817 pp., publicación de la “Société del’Histoire de la Révolution française”). Sobre esta edición insuficientementecrítica, cfr. el informe de Albert Mathiez en “Annales révolutionnaires”, 1910, p.603.

Entre las ediciones menos importantes de los discursos de Danton, señalamosen orden cronológico:

Oeuvres de Danton, reunidas y anotadas por A. Vermorel, París, 1867.Discours cwiques de Danton, con introducción y notas de H. Fleischmann,París, 1920. Danton. Discours. Selección de textos y prefacio de P. J. Jouve yF. Ditisheim, Friburgo, 1944.

ESTUDIOS SOBRE DANTON:

Las primeras obras importantes sobre Danton aparecieron bajo el SegundoImperio; generalmente son favorables a Danton, y rechazan en especial laacusación de venalidad. La primera obra sólidamente documentada es la de A.Bougeart, Danton. Documents authentiques pour servir á l’histoire de laRévolution francaise, París, 1861. Siguieron los trabajos de Robinet, enespecial: Danton. Mémoire sur sa vie privée, París, 1865. Los estudios sobreDanton se multiplicaron en los años de la Tercera República, que finalmente leerigió una estatua. Siempre de Robinet, Danton, homme d’État, París, 1889, ysobre todo los múltiples estudios de A. Aulard, publicados en especial en larevista “La Révolution francaise” (cfr. p. ej., el año 1893). La última biografíaapologética de Danton es la de L. Barthou, Danton, París, 1932; cfr. sobre esta

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obra el comentario crítico de Georges Lefebvre en los “Annales historiques dela Révolution française”, 1932, p. 389.

El artífice de la reacción antidantonista fue esencialmente Albert Mathiez,fundador en 1908 de la “Société des études robespierristes”. La polémica sedirigió en el primer tiempo al patrimonio de Danton y a su venalidad. A losestudios de A. Aulard aparecidos en «La Révolution frangaise» (Les comptesde Danton, 1888; Encore les comptes de Danton, 1889), A. Mathiez respondecon sus estudios publicados en su revista, los « Annales Révolutionnaires »(La fortune de Danton, 1912; Les comptes de Danton, 1913; Encoré lescomptes de Danton, 1913; La fortune de Danton, 1914; Danton et l'or anglais,1916). A Mathiez se ha encarnizado contra lo que él ha llamado la « leyendade Danton »: Sur la formation de la légende dantonienne, en « Revue histo-riqué", 1916; Danton, l’histoire et la légende, en «Annales historiques de laRévolution francaise », 1927. Él también ha multiplicado, por casi un cuarto desiglo, las notas críticas y documentarías sobre Danton, en los “Annalesrévolutionnaires”, que en 1924 pasaron a ser los “Annales historiques de laRévolution francaise”, reuniendo, en fin, lo esencial de sus estudios y artículosen dos obras: Danton et la paix, París, 1919, y Autour de Danton, París, 1926.

Después de la muerte de Mathiez, Ocurrida en 1932, la polémica acerca deDanton se ha aplacado entre los historiadores de la Revolución francesa.Desde el punto de vista de la investigación erudita, se puede señalar sólo unimportante estudio, el de G. Pioro, Sur la fortune de Danton, “Annaleshistoriques de la Révolution française”, 1955, p. 32. Entre Aulard y Mathiez,entre defensores y adversarios de Danton, los historiadores se han orientadohacia una posición intermedia. Esta última ya había sido sostenida por L.Madelin, Danton, París, 1914; cfr. el comentario crítico de A. Mathiez en“Annales révolutionnaires”, 1914, p. 571. En la misma línea, se debe señalar laimportante biografía de H. Wendel, Danton, Berlín, 1930; cf.: el comentariocrítico de G. Lefebvre en “Annales historiques de la Révolution française”,1932, p. 385. En fin, G. Lefebvre, Sur Danton, en “Annales historiques de laRévolution française”, 1932, p. 385 y p. 484: “...como a la obra de A. Mathiezse la contesta formalmente, me siento en el deber de afirmar, en recuerdosuyo, que si no comparto todas sus conclusiones, sin embargo estoy muchomás cerca de él que de sus contradictores”.

En español, se puede consultar sobre el tema; A. Soboul, Compendio deHistoria de la Revolución Francesa, Madrid, 1966; G. Lefebvre, La RevoluciónFrancesa y el Imperio, México, Bs. As., 1957; J. Godechot, Las Revoluciones,Barcelona, 1969.

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“EL AMIGO DEL PUEBLO” (1743-1793)

Sin duda alguna, de todos los hombres de la Revolución Francesa, Marat es elque suscitó, aun en vida, más odio, para terminar bajo el puñal de CarlotaCorday. También, sin embargo, se vio rodeado por el fervor popular; su muertelo aureoló con la gloria del martirio y lo ubicó en el Panteón revolucionario.Pero frente a la Historia, el odio supera en mucho al fervor. Después de másde ciento cincuenta años, el personaje sigue siendo enigmático, el hombredifícil de aprehender. Ya ha recorrido una larga carrera cuando la Revoluciónestalla: en 1789, tiene cuarenta y seis años. Para la misma época, Saint-Justsólo tiene veintinueve años, Danton treinta, Robespierre treinta y uno, Couthontreinta y cuatro, mientras que Marat se encuentra, según la opinión de esetiempo, en los umbrales de la vejez. Llegado maduro a la Revolución, luego deaños de aventuras, Marat procede solo, siguiendo obstinadamente su línea, sinintegrarse verdaderamente en ningún grupo, en ningún partido. Es un solitario,a quien su comportamiento, su modo de vivir, contribuyen a aislarlo más aún.

“¿Cómo? ¿Éste es Marat? –escribe Michelet en su Historia de larevolución francesa, publicada en 1847–, ¡Esta cosa amarilla, vestida deverde, estos ojos grises amarillentos tan desorbitados!... Ella pertenecepor cierto al género de los batracios antes que a la especie humana. ¿Dequé pantano nos llega esta desagradable criatura?”

Esta criatura es el hombre que, en vida, mereció el nombre que se había dado,el amigo del pueblo, y que conserva ante la Historia. Nadie mejor que un poetapodía sentir las profundas razones de la originalidad revolucionaria de Marat.Leamos a Víctor Hugo, en Noventa y tres:

“No, Marat no está muerto. Colocadlo en el Panteón, o arrojadlo a laalcantarilla, qué importa, mañana él renacerá. Renace en el hombre queno tiene trabajo, en la mujer que no tiene pan...; renace en los granerosde Rouen, renace en las cantinas de Lille; renace en el granero sin fuego,en el jergón sin mantas, en la desocupación, en el proletariado... Mientrasexistan miserables, existirá en el horizonte una imagen que puedeconvertirse en fantasma, y un fantasma que puede convertirse en Marat”.

Marat es, además, el espíritu mismo de la Revolución.

Fabre d’Eglantine ha dejado un Retrato de Marat del que tomamos estosdetalles:

“Marat era de pequeñísima estatura; medía sólo cinco pies de altura. Sinembargo, era de talla robusta, sin ser grueso; tenía espaldas y estómagoamplios, pequeño el vientre, cortas y separadas las piernas, fuertes losbrazos, que él agitaba con vigor y con gracia. Sobre un cuello bastantefuerte se erguía una cabeza de carácter muy pronunciado; su rostro eralargo y huesudo, la nariz aquilina, chata..., los labios sutiles, la frenteamplia, los ojos de color gris amarillento, espirituales, vivaces, penetrantes,

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serenos, naturalmente dulces, hasta graciosos y de firme mirada;... eracostumbre suya cruzar los brazos sobre el pecho... El sonido de su vozera viril, sonoro, un tanto fuerte y de sonido metálico... Se vestía en modonegligente; su descuido en este aspecto delataba una completaignorancia de las reglas de la moda y del gusto y, también se puede decir,tenía un aire de poco limpio”.

Más aún que las características exteriores del personaje, nos interesan losrasgos de su carácter y de su temperamento. Marat les dedicó la mismamirada lúcida que solía dirigir a los hombres v al mundo, y en el Journal de laRépublique Françoise del 14 de enero de 1793, número 98, trazó su propioautorretrato.

"Cómo me voy a sentir culposo de mostrarme tal cual soy cuando losenemigos de la libertad no cesan de denigrarme, representándome comoun arrebatado, un soñador, un loco, o como un antropófago, un tigresediento de sangre, un monstruo que no aspira más que al estrago, ytodo esto para que el sonido de mi nombre inspire terror y para impedir elbien que yo desearía. O podría hacer. Nacido con un espíritu sensible,una férvida imaginación, un carácter ardiente, franco, tenaz; recto, decorazón abierto a todas las pasiones exaltadas, y sobre todo al amor porla gloria, yo no he hecho nada para alterar o destruir estos dones de lanaturaleza y he hecho todo lo posible para cultivarlos”.

Marat puso estos dones al servicio de la Revolución.

LA VIDA AVENTURERA DEL DOCTOR MARAT

Marat nació el 24 de mayo de 1743 en Boudry, en el principado de Neuchâtel,perteneciente entonces al rey de Prusia. El padre era un sardo que habíaabandonado el sacerdocio (firmaba “Mara”), nacido en Cagliari, establecido enSuiza y convertido al calvinismo; se había casado con la ginebrina LouiseCabrol. Ambiente de pequeña o media burguesía, sin duda, a pesar de lasestrecheces que según parece reinaron en esta familia de siete hijos: ¿cómoexplicar, si no, los estudios del joven Jean-Paul en el colegio de la ciudadnatal? Sin embargo, era un ambiente muy cercano al pueblo: el padre parecehaber ejercido diversos oficios al margen de las profesiones liberales, oartesanales; fue diseñador en una fábrica de telas “indianas”, pero tambiénmaestro de dibujo. En su autobiografía del 14 de enero de 1793, Marat hablamucho de la influencia de su ambiente familiar.

Acerca de sí mismo, agrega:

“Los hombres ligeros que me reprochan que sea un arrebatado veránaquí que lo he sido y en buena hora; pero lo que ellos probablemente senegarán a creer es que desde los primeros años fui acosado por el amorpor la gloria, pasión que cambió con frecuencia de objeto en los diversosperíodos de mi vida, pero que no me abandonó un solo instante. A loscinco años hubiera querido ser maestro de escuela, a los quince profesor,autor a los dieciocho, genio creador a los veinte, así como hoy ambicionola gloria de inmolarme por la patria”

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¿Es el amor por la gloria o el espíritu de aventura lo que impulsa por loscaminos de Europa a Jean-Paul Marat, estudiante en humanidades (como élfirma entonces en un libro)? En 1759, a los dieciséis años, abandona a lafamilia. Comienza entonces la experiencia del mundo.

LOS AÑOS DE APRENDIZAJE

El joven Marat pasa dos años en Bordeaux, como preceptor de los hijos dePaul Nairac, rico armador y propietario de refinerías, cuya esposa había nacidoen Neuchátel. Nada más sabemos de estos dos años. Como tampocosabemos de las razones que lo llevaron a París en 1762, ni de su vida hasta1765. Nada, salvo lo que nos dice él mismo:

“Fui virgen hasta los veintiún años, y desde hacía tiempo estaba dedicadoa las ‘meditaciones’ del estudio”.

Es en este primer período parisino cuando Marat inicia los estudios demedicina, según parece sin obtener diplomas. Además, ha terminado los añosde aprendizaje, completando su cultura filosófica. Más tarde admitirá dosmaestros, dos solamente, sobre los que nunca cambiará de opinión:Montesquieu y Rousseau. Cuando llega a París acaba de aparecer, en 1761,la Nueva Eloísa; Emilio y el Contrato social son de 1762. Sin duda, suformación calvinista llevó a Marat al deísmo de la Profesión de fe del vicario deSaboya, al que permaneció fiel durante toda la vida. Más tarde afirmó suanimosidad para con la secta enciclopedista, escribiendo en 1789, no sinalguna exageración:

“Acababa de llegar a la edad de dieciocho años cuando nuestrospretendidos filósofos (es decir, los enciclopedistas) hicieron diversosintentos para atraerme hacia sus asambleas”.

En esta aversión es necesario ver, como en el caso de Rousseau, razones queno eran sólo ideológicas, sino también sociales y políticas. El plebeyo Marat nose sentía cómodo entre la burguesía enciclopedista. Es a esta época que seremonta, probablemente, la primera redacción de las Chaînes de l’esclavage[Las cadenas de la esclavitud], donde Marat va mucho más allá que sumaestro Rousseau en su Contrato social, y con mayor razón, que losphilosophes de la Enciclopedia, propulsores del despotismo ilustrado.

LA EXPERIENCIA INGLESA

En 1765 Marat abandona París y llega a Londres, donde permanecerá onceaños, hasta 1776, realizando allí su formación y afirmándose definitivamentecomo “el doctor Marat”. En su carta del 20 de noviembre de 1783, dirigida aRoume de Saint-Laurent y en la que le explica a éste las razones de su partidaa Inglaterra, Marat subraya:

“el deseo de formarse en las ciencias y de sustraerse a los peligros de ladisipación”.

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En efecto, en aquella época el desarrollo de la ciencia inglesa podía atraer aun joven austero, incómodo (Marat lo estuvo siempre) en el seno de la frívolasociedad parisina. La experiencia inglesa fue decisiva. Por cinco años, Maratvivió en condiciones que también nos resultan desconocidas. Ejerce lamedicina, siempre sin diplomas, lee, medita, escribe. “Creo haber agotado casitodas las combinaciones del espíritu humano sobre la moral, la filosofía y lapolítica”, dirá en 1793, con su típico e ingenuo orgullo. Hacia 1770 Maratacepta un puesto de “médico y veterinario”, en Inglaterra del Norte, enNewcastle. Allí permanece dos años; prosigue sus estudios, los ensayosliterarios y filosóficos, ganando bastante dinero como para asumir los gastosde publicación de un primer libro suyo, llevando a buen fin una novelaepistolar, las Aventuras del conde Potowski, y un “ensayo sobre el almahumana” que publica a su regreso a Londres, en 1772.23 Pero no vivesolamente entre libros; participa intensamente en la vida inglesa. Es la épocadel asunto Wilkes que apasiona por diez años a Inglaterra y que Marat, segúnsu testimonio, sigue con gran atención. Él es el único de entre los futurosprotagonistas de la Revolución francesa que tiene contacto directo con estasluchas políticas inglesas por la libertad. De ellas extrae una lección de tácticapolítica: la importancia de los clubes, y aún más de la prensa. Además, de ellasderiva una lección de teoría política: que los demócratas siempre debendesconfiar del poder ejecutivo, aunque sea constitucional; que la soberaníapopular, según la enseñanza de Rousseau en el libro III, capítulo XV delContrato social, nunca debe alienarse en la delegación a los representantes.Marat no será jamás un adepto del liberalismo político. Desde sus añosingleses, mide con aguda lucidez los límites de un sistema que, por laexigencia de un censo, reserva los derechos políticos solamente a la riqueza.Presiente desde ya la importancia y las reivindicaciones del Cuarto estado, yque la democracia burguesa es insuficiente para resolver la cuestión social.

“Por felices que puedan ser los cambios en el Estado –escribirá en L’Amidu peuple de 1790–, los mismos son todos para el rico: el cielo fuesiempre despiadado para con el pobre, y lo será siempre... ¿Quéganamos con destruir la aristocracia de los nobles si ésta seráreemplazada por la aristocracia de los ricos? Es preciso hacer conocer alpueblo sus derechos, y exhortarlo a reivindicarlos; es necesario darlearmas, arrestar en todo el reino a los tiranuelos que lo tienen oprimido,derrumbar el edificio monstruoso de vuestro gobierno, establecer unonuevo sobre base justa... Aquellos que consideran que el resto del génerohumano fue hecho para servir a su bienestar no aprobarán este remedio,pero no es necesario consultarlos; se trata de compensar a todo unpueblo por la injusticia de sus opresores.”

Estas líneas fueron escritas por Marat, hacia 1777, en las Aventuras del condePotowski, novela epistolar que recién fuera publicada en 1847, novelafrustrada que narra los amores del joven Gustavo Potowski y de la castaLucille Sobieska. No hablaríamos de esta insípida novela de no ser por lasvivas críticas que contiene, dirigidas a Catalina II, y que contrastan netamentecon los elogios que contemporáneamente tributaban Diderot y Voltaire a la“Semiramis del Norte”.

23 Essay on human soul.

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LOS COMIENZOS LITERARIOS

Marat publica su primera obra, el Essay on human soul, en Londres, en 1773,en inglés. Se trata de una obra filosófica que aparece en francés, dos añosmás tarde, en 1775, con el título De l’homme ou des principes et des lois del’influence de l’âme sur le corps et du corps sur l’âme 24. La idea de esta obraparece ser que le fue sugerida a Marat por la de Helvétius, que llevaba elmismo título, con el fin de confutarla.

“De todos los escritores –escribe Marat en su introducción–, Helvétius estal vez el único que, sin nociones de anatomía, sin nociones de física, sinnociones de la influencia recíproca de alma y cuerpo, se dedicó a nuestrotema.”

El libro de Marat se compone sobre todo, como lo indica el título, deobservaciones sobre la influencia recíproca del alma sobre el cuerpo y delcuerpo sobre el alma, y se relaciona con el método experimental:

“La observación de los hechos es la única base de los conocimientoshumanos.”

Obra ambiciosa, a mitad de camino entre la fisiología y la filosofía, en la queMarat, oponiéndose a Condillac y La Mettrie, afirma su concepción de ladualidad de cuerpo y alma. El libro de Marat provocó una réplica de Voltaire,de la que Michelet, en su Historia de la Revolución francesa, toma argumentoscontra Marat:

“El malicioso anciano respondió con un artículo vivaz, divertido, juicioso,con el que, sin llegar al fondo, muestra al autor tal como es, charlatán yridículo.”

A Camille Desmoulins, que le recordaba la crítica de Voltaire, Marat lerespondió en L’ami du peuple del 11 de mayo de 1791 (n° 499):

“¡Cuán cruel sois, Camille!... Recuerdo que en 1776 el marqués deFerney, molesto por haber sido puesto en el lugar que le correspondía enmi obra sobre el Hombre, intentó divertir a sus lectores a costa mía. ¿Ypor qué no? También se había tomado la misma libertad con Montesquieuy con Rousseau... Me consolé muy fácilmente de las pasquinadas deVoltaire al ver que él tenía pudor de confesar que se había dedicado aderribar mi libro para alegrar a los tontos.”

LAS CADENAS DE LA ESCLAVITUD

En la primavera de 1774 se perfilan nuevas elecciones en la Cámara de losComunes. Marat se lanza a la lucha: extrae de entre sus papeles una obra quehabía delineado en París desde 1762 a 1765, Las cadenas de la esclavitud, enla que incluye una exhortación “A los electores de Gran Bretaña”. Revisada enforma apresurada, la obra aparece en 1774, en inglés, con el título The chains

24 Del hombre o de los principios y de las leyes acerca de la influencia del alma sobre elcuerpo y del cuerpo sobre el alma

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of slavery. La traducción francesa recién apareció en 1792; Marat la anunció enL’ami du peuple de esta manera:

“Esta obra es un cuadro histórico y filosófico de todos los artificios, losengaños, los atentados, los golpes de estado y las malas acciones a quelos príncipes han recurrido para destruir la libertad y poner en cadenas alos pueblos; la misma está determinada por el pavoroso cuadro de lasescenas de la tiranía en las infelices comarcas sometidas al despotismo.”

En una breve Introducción, Marat indica el argumento de la obra.

“Parece ser que es suerte inevitable del hombre el no poder ser libre enninguna parte: por doquier los príncipes marchan hacia el despotismo, ylos pueblos hacia la esclavitud. (...) El hombre ha nacido libre, y en todaspartes está encadenado”

Eso había escrito Rousseau en el comienzo del Contrato social.

“Hablaré en esta obra –continúa Marat– de los esfuerzos lentos ycontinuados que van plegando poco a poco bajo el yugo la cabeza de lospueblos, y a la larga hacen que éstos pierdan la fuerza y el deseo deliberarse...”

Sin entrar en los detalles del sistema del autor, acentuamos la novedad conrespecto a Rousseau, cuya influencia, por otra parte, impregna tan profunda-mente la obra: el esbozo de una teoría de la insurrección, quince años antesde 1789.

“La mayor desgracia que le puede suceder a un estado libre, en el que elpríncipe es poderoso y audaz, es que no existan discusiones públicas, niefervescencia, ni partidos. Todo está perdido cuando la sangre del pueblose torna fría y sin pensar en la conservación de sus derechos, ya no tomaparte en los asuntos públicos, mientras se ve que la libertad sale sindescanso de los focos de la insurrección”

Y más adelante, en el capítulo Moderación desconsiderada del pueblo:

“Es difícil creer... cuán importante es para la causa de la libertad el no sertan pacientes. Si la primera vez que Carlos I puso sus manos impuras enla bolsa de sus súbditos, o las sumergió en la sangre inocente, el pueblohubiera tomado las armas marchado en línea recta contra el tirano yhecho morir ante sus ojos en el patíbulo a los ministros de su crueldad, nohabría gemido por tantos años bajo la más pavorosa opresión. No es queyo desee que en todos los momentos se recurra a los medios violentos;pero con el pretexto de no poner en peligro la calma pública, estostranquilos ciudadanos no ven que el fruto de su vileza es el de seroprimidos con mayor audacia... Es la ambición sacrílega la que lleva algobierno a atentar contra la libertad pública, pero es la vileza de lospueblos lo que permite forjar sus cadenas.”

La obra, se entiende fácilmente, tuvo escaso éxito en la Inglaterra de los“Georges” y de los whig, pero figuró por mucho tiempo entre los textos clásicosy familiares de los revolucionarios del siglo XIX. A partir de 1775, lapersonalidad de Marat comienza a destacarse. Gracias a las sociedades

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políticas, Las cadenas de la esclavitud se vende bastante bien y la Crónica deNewcastle anuncia su reedición en octubre de 1779. Las relaciones que Maratse ha granjeado en Edimburgo, el año anterior, le permiten regularizar susituación profesional: el 30 de junio de 1775 recibe el título de doctor enmedicina de la universidad escocesa de Saint-Andrew. Vive en Londres, en elSoho, barrio distinguido por entonces. Su ascenso social se define, sureputación de médico se afirma. En el otoño de 1775 publica An Essay onGleets25; a comienzo de 1776, An Inquiriy into a singular Disease of Eyes[Investigación acerca de una singular enfermedad de los ojos]. A juicio de losexpertos, Marat parece un teórico respetable; sin duda, fue un médico prácticopasable, y no el charlatán de cierta leyenda. El 10 de abril de 1776 Marat partebruscamente de Londres hacia París, preocupado por la suerte de losejemplares vendidos de su libro De l’homme, recién impreso en Amsterdam.Marat se establece en París en 1776. El 24 de junio de 1777 es nombradomédico de la guardia del conde de Artois: el éxito profesional se afirma aúnmás; Marat es médico de moda, que practica suaves curas. Su puestocomporta una remuneración anual de 2.000 libras, más alimentos yalojamiento. Los retratos de la época lo representan con aspecto elegante;habría tenido una relación con cierta marquesa de Laubespine a la que habíacurado de una enfermedad de pecho. Se hace conocer en la sociedad.

EL PLAN DE LEGISLACIÓN CRIMINAL

El 15 de febrero de 1777 la Gazette de Berne anunciaba que la Sociedadeconómica de Berna auspiciaba un concurso para un “plan completo ydetallado de legislación criminal”; los manuscritos debían ser enviados hastajulio de 1779. En medio de sus éxitos mundanos, entonces, entre la primaverade 1777 y el verano de 1779, es cuando Marat compuso su Plan de législationcriminelle. Publicado en 1780 en Neuchâtel, cayó bajo las tijeras de la censura,que lo amputó al punto de desfigurarlo. Brissot lo retomó en 1782 en el tomo Vde su Bibliothéque philosophique; y en 1790 el mismo apareció aparte, en sutexto integral. El alcance y la originalidad del Plan superan en mucho los de uncódigo penal; el mismo constituye, en efecto, una denuncia del carácter declase de la justicia, de la legislación, del estado y del derecho de propiedad, unrechazo del orden moral y social constituido. Denuncia y rechazo queadquieren todo su valor si se piensa que el Plan fue redactado en plenoperíodo mundano de Marat. En la primera parte, el autor trata De los principiosfundamentales de una buena legislación.

“¿Pero en qué consiste este orden? Derechos legales, ventajasrecíprocas, socorros mutuos, éstos deben ser sus fundamentos; libertad,justicia, paz, concordia, felicidad, éstos deben ser sus frutos. Sinembargo, cuando reviso los anales del pueblo, tiranía por un lado,servidumbre por el otro, son los únicos objetos que, en todo tipo de forma,se presentan a mi espíritu... Dirigid vuestra mirada sobre la mayor partede los pueblos de la tierra. ¿Qué veis, sino viles esclavos y ministrosimperiosos? ¿Qué son las leyes sino los decretos de aquellos quemandan? ¡Por lo menos, si ellos respetaran sus propias obras! Pero las

25 “Ensayo sobre la blenorrea”.

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

hacen callar cuando lo desean; las violan impunemente; luego, paraponerse a salvo de toda censura, trazan en torno a sí mismo una cintasagrada a la que no se debe osar acercarse.”

Y además:

“Como una parte de la nación no es tenida en cuenta, [las leyes] setornan parciales y la sociedad, en este aspecto, no es más que un estadode opresión en el que el hombre tiraniza al hombre. Perezcan, entonces,estas leyes arbitrarias, hechas para la felicidad de algunos individuos enperjuicio del género humano; y perezcan también estas distincionesodiosas, que tornan a ciertas clases enemigas de las otras.”

¿El derecho de propiedad? Marat lo subordina al derecho a la existencia:

“El derecho de poseer deriva del derecho de vivir: así, todo lo que esindispensable a nuestra existencia es nuestro, y nada superfluo podríapertenecemos legítimamente cuando otros carecieron de lo necesario.”

Sobre el ateísmo:

“Sin duda, es útil al estado que sus miembros crean en Dios, pero es aúnmás útil que sus miembros no sean perseguidos... Mientras el ateo nohaga más que razonar, ¡que viva en paz! Pero si en lugar de limitarse altono ascético declama, dogmatiza, trata de obtener prosélitos, desde estemomento, convertido en sectario, hace un uso peligroso de su libertad, ydebe perderla.”

En el siglo XVIII, el ateísmo era aristocrático... Las partes del Plan en las queMarat se ensaña contra la tortura judicial, en las que reivindica unprocedimiento más humano y la mitigación de las penas, presentan menororiginalidad: Beccaria había publicado, ya en 1764, el Tratado de los delitos ylas penas.

MARAT, HOMBRE DE CIENCIA

Contemporáneamente, Marat proseguía su carrera científica. Médico, no es,sin embargo, la anatomía lo que lo atrae en grado mayor, sino la física a lo quededica la parte esencial de sus investigaciones. En 1779 publica una memorianotable, Découvertes de M. Marat sur le feu, l’électricité et la lumiéreconstatées par une suite dexpériences nouvelles.26 Un informe de la Academiade las Ciencias del 17 de enero de 1779 destaca las cualidades deexperimentador del autor:

“La sana física procediendo sólo con la ayuda de la experiencia, todos lostratados no deben ser más que un conjunto de experiencias bien hechasy bien comprobadas, que sirvan de base a las verdades que se proponeestablecer: tal el camino que el autor ha seguido.”

26 “Descubrimientos de Marat sobre el fuego, la electricidad y la luz comprobados medianteuna serie de nuevas experiencias”

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En 1780, Marat publica las Recherches physiques sur le feu, y el mismo año,las Découvertes sur la lumière. Siguen en 1782 las Recherches physiques surl'électricité, en 1784 las Notions élementaires d’optique y una Mémoire surl'électricité médicale premiada por la Academia de Rouen.

En 1785: Lettres de l’observateur Bon Sens á M. de..., sur la fatale catastrophedes infortunés Pilastre des Rosiers et Romain, les aéronautes et l’aérostation(estos aeronautas habían muerto el 13 de junio de 1785, al rasgarse laenvoltura de su globo). La Traduction de l’optique de Newton aparece en 1787,y en 1788 las Mémoires académiques ou Nouvelles découvertes sur lalumiére, relatives aux points les plus iraportants de l'optiqúe. En el prefacio,Marat escribe:

“Es el fruto de tres años de profundas investigaciones y de cinco milexperiencias... Esta obra, una de las menos imperfectas entre las quesalieron de mi pluma, no tiene casi nada en común con las obrasaparecidas hasta ahora sobre la luz.”

Los Nouvelles découvertes no tendían más que a hacer cambiar de opinión encuanto a la óptica. En el catálogo de las Obras de Marat publicado por la viuda,esta última escribe acerca de sus trabajos científicos:

“Podría sorprender el hecho de que él haya abandonado una carrera tanbrillante, si no se supiera que el amor por la libertad es la pasión másimperiosa en un alma bien nacida.”

Una carrera tan brillante... Aquí se plantea el problema del valor de la obracientífica de Marat. Es preciso admitir que él contra la corriente en cuanto a laevolución científica de su época y parece cierto que fue un experimentador deprimera calidad y un lógico de rigor indisputable; un trabajador científico,entonces, dotado de real probidad. Pero creía tener más genio de cuanto teníaefectivamente.

Sus trabajos concernían a temas de gran actualidad en aquella época: lanaturaleza del fuego, la luz, la electricidad. ¿Existe un “fluido ígneo”? Sí,responde Marat, como muchos de sus contemporáneos; no, responderáLavoisier. ¿La luz? Marat se declara antinewtoniano en retraso. La electricidad,en fin, constituía un campo de experiencias de moda, en el que Marat parecetrabajar con mayor éxito, en particular, en lo que respecta a la aplicación deelectricidad al tratamiento de algunas enfermedades. ¿Marat precursor de laelectricidad médica? Tal vez. Sin embargo, el hecho es que en cuanto a losproblemas debatidos, la historia dará razón a Newton y a Lavoisier contraMarat. Pero no por ello se debe concluir que Marat fue un charlatán, un médicoa sueldo del conde de Artois; digamos, antes bien, que fue un hábilexperimentador, pero un investigador de segundo plano. A comienzos de 1784,Marat ya no se halla en su puesto de médico de los guardias del conde deArtois. Por qué, es difícil decirlo. Terminados el éxito profesional y la carreramundana, vive ahora de ciertos medios, fabrica y vende artefactos de física,piensa volver a Inglaterra luego de haber intentado marcharse a España. Enmayo de 1785 pide ser exceptuado de los impuestos por cuanto es “extranjeroen viaje de instrucción”. En julio de 1788 se enferma gravemente y se creecondenado. Se ha convencido del valor de sus trabajos científicos, comprueba

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

su error por doquier. Es necesario precisar la posición de Marat en la vísperade la Revolución: un hombre ni radicado ni erradicado. Los detractores deMarat subrayan algunos aspectos de su carrera y de su temperamento: elfracaso social en Inglaterra, luego en Francia, la ambición y la aspereza, suinestabilidad. Es un hombre sin patria, sin raíces geográficas. Erradicado,también puede parecerlo por la ambigüedad de su posición social. Salido de lapequeña burguesía, al borde del artesanado, fracasó en su ascenso social.Pero estos aspectos diversos no bastan para hacer de Marat un marginado.¿Cuántos otros, si bien integrados en la sociedad del anclen régime (piénseseen Robespierre), tienen la misma posición social ambigua, en los límites de losestratos populares y de la burguesía; no reside en ello, por excelencia, laambigüedad jacobina? ¿Bastaba, en estos últimos años del ancien régime, conhaber denunciado a los bien pensados y a todo el orden político y social paraser un marginado? Integrado, no, pero desplazado tampoco. El 8 de agosto de1788 Luis XVI es obligado a convocar a los Estados Generales para el mes demayo. Marat tiene 45 años.

LA LUCHA POR LA LIBERTAD(1789 - 10 de Agosto de 1792)

La convocatoria a los Estados Generales le abre a Marat una nueva carrera:abandona la medicina y la física para consagrarse a la felicidad del pueblo. “Elamor por la libertad es la pasión más imperiosa en un ánimo bien nacido”,escribiría su viuda. Una vez más, Marat procede solo. Al ofrecerle CamilleDesmoulins y Fréron su colaboración, habría replicado: “El águila siempre vasola, el pavo necesita compañía.”

Desde el comienzo de la preparación de los Estados Generales, Maratparticipa en el movimiento; lo hallamos, en la primavera de 1789, en acción ensu barrio, el distrito de los carmelitas. La tarde del 13 de julio, por iniciativapropia, habría bloqueado el camino a una patrulla de caballería del Royal-Allemand. Sin embargo, destacamos que esta carrera de agitador popular fueele breve duración. La vocación de Marat no era ésta; será con la pluma que élconducirá la lucha revolucionaria.

LA OFRENDA A LA PATRIA

En 1789 Marat publica tres opúsculos: en febrero la Offrande a la patrie ouDiscours au Tiers État de France27; en marzo el Supplément de Offrande á lapatrie, ou Discours au Tiers État, sur le plan d’opérations que ses députés auxÉtats généraux doivent se proposer28; también el Projet de Déclaration desdroits de l'homme et du citoyen, suivi d’un Plan de constitution juste, sage etlibre29. Estos tres libelos constituyen una especie de introducción a su

27 “Ofrenda a la patria o Discurso al Tercer estado de Francia”28 “Suplemento de la Ofrenda a la patria”, o “Discurso al Tercer estado, sobre el plan deoperaciones que sus diputados a los Estados Generales deben proponerse.”29 “Proyecto de Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, seguido por un Plande constitución justa, sabia y libre”

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periódico, obras de transición entre Cadenas y L’ami du peuple. Son panfletoscon objetivo preciso, inmediato, que en sustancia testimonian tanto lacontinuidad del pensamiento de Marat como sus hesitaciones en estoscomienzos de la Revolución.

La moderación del tono de la Ofrenda ha desconcertarlo a los biógrafos deMarat. Él preconiza, en suma, una monarquía constitucional burguesa, por elmomento la única revolución posible. Pero observamos, con relación al tonogeneral, disonancias significativas. El Tercer estado, al que Marat se dirige, noes el Tercer estado indiferenciado, la nación en bloque, como en la mayor partede los libelos que inundan Francia en este período; y no es tampoco,afirmación muy rara, el ala directriz del Tercer estado, la burguesía. El Tercerestado de Marat es el pueblo, es decir, los estratos inferiores y medios: laburguesía si bien no es rechazada, es sospechosa. Resulta especialmentesignificativo en este pasaje, dirigido a las clases privilegiadas:

“¿Cómo podrían no aterrorizar los juegos de la fortuna, cuando unanación belicosa tiene las armas en la mano? ¿Quién puede decir que unprelado, un conde, un marqués, un duque, un príncipe no será sometido asu lacayo o a su palafrenero? Consideraciones muy adecuadas parahacer temblar a los opresores, y para hacerles presente a los grandes y alos ricos, que gozan plácidamente de todas las ventajas de la sociedad,que no deben arrojar a la desesperación a un pueblo inmenso y valiente.”

Del Suplemento de la Ofrenda, el punto más característico es el pasaje de laAdvertencia, en el que Marat responde a sus críticos (es ya el tono polémicode L’ami du peuple):

“En la degradación, en el envilecimiento y en la infelicidad de la multitudun pequeño grupo de hombres funda su elevación, su dominio, su gloria ysu felicidad. No ignoro que aquellos hombres apáticos a los que sedenomina razonables desaprueban el calor con que he defendido lacausa de la nación; ¿pero, es culpa mía si ellos no tienen alma?Insensibles a la visión de las calamidades públicas, contemplan con ojossecos los sufrimientos de los oprimidos, las convulsiones de los infelicesreducidos a la desesperación, la agonía de los pobres, a los que elhambre agota; y sólo abren la boca para hablar de paciencia y demoderación. ¿Cómo imitar el ejemplo de ellos cuando se tiene uncorazón?... Luego de tantos siglos de opresión que han ejercido sobre elpueblo, ¿qué ha ganado éste con las pacíficas reivindicaciones?”

El 12 de marzo de 1789, el Suplemento fue secuestrado por la policía. El Plande constitución, que aparece el 23 de agosto, expone moderadísimasopiniones constitucionales; el mantenimiento de la monarquía y la separaciónde los poderes; grata a Montesquieu. Pero el Proyecto de Declaración de losderechos que precede al Plan es más osado.

“Sin cierta proporción entre las fortunas, las ventajas que aquel que nogoza de alguna prosperidad deriva del contrato social, son casi nulas.Tiene un buen haber de méritos, es imposible que adquiera riqueza... Lamisma libertad, que nos consuela de tantos males, no significa nada paraél...

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Cualquiera sea la revolución que tenga lugar en el estado, él no sientedisminuir su dependencia, siempre unida, como él, a un trabajooprimente.”

Marat alienta la revolución burguesa, en ventaja del Cuarto estado, es decir,las masas populares. Sólo le interesa la revolución popular, la única necesariaa sus ojos. Pero Marat no percibe las ineluctables contradicciones quedestruyeron la gran esperanza del año II.

En los primeros días de agosto, Marat había publicado el primer número de unperiódico titulado Le Moniteur patriote; la empresa no tuvo continuación. L'amidu peuple apareció el 12 de setiembre de 1789, primero bajo el título dePubliciste parisién; pero desde el sexto número, el título definitivo del periódicode Marat pasó a ser el de L'ami du peuple ou le Publiciste parisién. Hasta suasesinato, el 13 de julio de 1793, Marat escribirá en el mismo, aparte dealgunas interrupciones (octubre de 1789, enero de 1790, julio de 1791...).L'ami du peuple se convertirá, el 25 de setiembre de 1792, en el Journal de laRépublique française, y el 14 de marzo de 1793 en Le Publiciste de la Répu-blique francaise: casi mil números en forma de cuadernillos de ocho, a vecesde diez o doce páginas.

EL PERIÓDICO DE MARAT

A falta de documentos precisos, sería necesario, aunque difícil, un estudio dela prensa. Y antes, el precio de costo del periódico. Gérad Walter, en su libroLa Revolution Française vue par ses journaux (1948), escribe que en 1793cada particular que dispusiera de alguna economía estaba en condiciones eleemprender la publicación de un periódico.

Poseemos elementos muy precisos para determinar el precio de costo de unnúmero de L’ami du peuple o del Pére Duchesne. Mil ejemplares de uno deestos periódicos (papel, composición, tirada) costaban de cuarenta a cuarentay cinco libras: el precio de una buena comida para dos personas en unrestaurante del Palais-Royal, es decir, uno de los lugares más caros de laépoca (aclaremos que en el mismo período un buen obrero ganaba dos libraspor día, y que la libra equivalía al franco oro de 1914). La tirada del periódicode Marat fue estimada en 2000 ejemplares (el de Mirabeau habría alcanzadolos 10.000); cifra modesta que no da idea de la repercusión y de la influenciaele L’ami du peuple. Esta última está multiplicada por las adquisicionescolectivas (se piensa que bajo la Revolución francesa, un periódico es leídopor un promedio de diez personas), aún más por la lectura en público, en lasplazas, en los talleres y, por la noche, en las sociedades populares. La voz deL’’ami du peuple era amplificada largamente. Rediticia sobre todo para ellibrero que anticipó los fondos, Dufour, rué des Cordeliers, y que se reservópara sí el 75 % de lo obtenido en la venta: condiciones financieras insólitamenteduras. Pero Marat salvaguardó su libertad; Dufour no intervino en la redacción.L’ami du peuple, como la mayor parte de los periódicos de la época, no es unperiódico de información. Sigue, naturalmente, la actualidad, da cuenta de lossucesos ocurridos en París como de los debates de la Asamblea constituyente.Pero Marat no se siente obligado a ofrecer siempre información: volverá en

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setiembre, para comentarla, a la noche del 4 de agosto. Lo esencial es unlargo comentario del mismo Marat, un editorial diríamos hoy, que ocupa lamayor parte del diario prolongándose a veces de un número al otro. Además,algunas noticias breves, en forma de crónica al comienzo o al fin del diario, yuna parte de correspondencia con los lectores. Tal es la fórmula austera, la detoda la prensa de entonces. Precisemos que, al contrario del Pére Duchesne,que utiliza un estilo que pretende ser popular, L’ami du peuple está redactadoen un estilo sostenido, que no excluye la violencia, pero sin ninguna concesióna la vulgaridad. Como Hébert con el Pere Duchesne, Marat dirige solo superiódico. De ello da explicaciones en el Prospecte:

“Con la intención de no publicar ningún artículo que no sea digno delpúblico, el autor no ha deseado tomar ningún otro compromiso con suscolaboradores, aparte de aquel limitado de proporcionar los hechos biencomprobados. Así, cada artículo del periódico llevará su sello.”

Marat necesitó una energía poco común, en medio de tantas dificultades ypersecuciones, para proseguir, salvo breves interrupciones, la redacción ele sudiario por cuatro años, casi cotidianamente, cuando la mayor parte de losperiódicos evitaban el ritmo cotidiano (el de las Révolutions de France et deBrabant de Camille Desmoulins es hebdomadario). Otro punto merece serdestacado en la técnica periodística de Marat: los vínculos constantes, vivos,con los lectores. Él incluyó en su periódico millares de mensajes, generalmentebreves, enviados por sus corresponsales, instaurando así un verdaderodiálogo. En el Llamado a la Nación, aparecido en marzo o abril de 1790, Maratprecisa el estado de ánimo con el que ha emprendido la publicación de L'amidu peuple:

“El modo en que los Estados generales habían sido compuestos, lamultitud de enemigos de la revolución que ellos encerraban en su seno, laescasa aptitud y el poco deseo que los más demostraban en hacer el bienpúblico, me había hecho sentir la necesidad de vigilar atentamente a laAsamblea nacional, de revelar sus errores, de reconducirla sin descansoa los buenos principios, de establecer y defender los derechos delciudadano, de controlar las declaraciones de la autoridad, de reclamarcontra sus atentados, de reprimir sus malversaciones; plan que no podíaseguirse sin la ayuda de un periódico verdaderamente nacional.Emprendí, entonces, la publicación de un periódico público, bajo elnombre de L’ami du peuple.”

Desde este momento, Marat se identifica con su periódico. Desde el 15 deoctubre de 1798, firma Marat, el amigo del pueblo. Escribir la historia de Maratsignifica escribir la historia de “El amigo del pueblo”: una y otra se confundencon la historia, desde septiembre de 1789 hasta julio de 1793, del movimientorevolucionario.

“Comencé con un tono severo pero honesto, el de un hombre que deseadecir la verdad sin dañar las conveniencias de la sociedad. Lo sostuve pordos meses enteros”, –escribiría Marat en 1793.

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En efecto, el tono de L’ami du peuple fue bastante vivaz desde el comienzo.Muy pronto, Marat critica, reprende, denuncia, “tañe contra el peligro”. Paradarse cuenta de ello, basta con recorrer los sumarios de sus números. Desdeel número 13 (23 de setiembre de 1789), el escándalo es lo suficientementeimportante como para que Marat responda con una profesión de fe.

“Se me escribe de todas partes que este periódico es causa de granescándalo; los enemigos de la patria gritan al blasfemo, y los ciudadanostímidos que no sintieron nunca los impulsos del amor por la libertad ni eldelirio de la virtud, empalidecen al leerlo. Se está de acuerdo en quetengo razón en atacar a la facción corrupta que domina en la Asambleanacional; pero se desearía que ello ocurriera con moderación: es comohacerle proceso a un soldado por batirse en forma desesperada contrapérfidos enemigos.”

Cuando la Asamblea discutió el problema censal, Marat, que había escrito ensu Plan de constitución que todo ciudadano debe tener derecho de voto, sesublevó contra la organización censal de la vida política, y propuso excluir delderecho de voto a los prelados, a los financieros, a los oficiales del rey y a “unamultitud de bellacos, miembros de la Asamblea.” Luego de las jornadas deoctubre, a las que había contribuido no poco con una ardiente campaña, Maratfue obligado a interrumpir la publicación de su periódico y a ocultarse.Comienza entonces la que será su existencia hasta la caída de la monarquía,el 10 de agosto de 1792. Por casi tres años llevó una vida fatigosa, pasandode la exaltación y la esperanza al abatimiento, de la clandestinidad a la vidalibre, del período de una campaña al de un decreto de arresto. Vida fatigosaque no se puede descuidar si se desea formular un juicio cabal acerca deMarat. En esta existencia precaria, la enfermedad pasa a ser un estadocrónico: contrae aquella afección de la piel que se irá agravando hasta 1783,mientras asume aquel aspecto descuidado y miserable que con tantafrecuencia le será reprochado.

MARAT CONTRA NECKER

El 5 de noviembre de 1789 se prosiguió con la publicación de L'ami du peuple.Pero desde enero de 1790 se había decretado el arresto de Marat por sucampaña contra Necker. No contento con atacar al ministro en su periódico,Marat lo colmara de panfletos: Dénonciation faite au tribunal du public contreM. Necker [Denuncia hecha al tribunal del público contra M. Necker],retomada, en el Criminelle Neckerologie ou les manoeuvres infâmes duministre Necker entièrement dévoilées [Neckerología criminal, o las infamesmaniobras del ministro Necker, totalmente develadas]. Todos los odios contraél volvieron a encenderse y el 22 de enero de 1790, se envió una expediciónpropiamente dicha para arrestarlo. Así narra Marat mismo el asunto, no sinalguna exageración, en su Llamado a la nación:

“Se temía que el pueblo que no se había dejado corromper se opusiera ami arresto; se temía encontrar resistencia por parte del distrito decordeleros. El comandante general recibió orden de proteger al Châteletcon fuerzas suficientes; se dispusieron doce mil hombres; tres mil, entre

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infantes y caballería, mezclados con cinco mil de a pie, invadieron elterritorio del distrito; la infantería ocupaba las calles principales desdeBussy hasta el Teatro francés; la caballería ocupaba la plaza de laComedie... mientras seis mil hombres apostados a la entrada de losbarrios Saint-Antoine y Saint- Marcel debían impedir que los habitantesacudieran.”

A pesar de este despliegue de fuerzas, Marat logró escapar y se refugió enLondres. L’ami du peuple fue suspendido.

Desde Inglaterra, obstinado, Marat lanzó una Nouvelle dénonciation contre M.Necker, premier ministre des Finances, ou Supplément á la dénonciation d’uncitoyen contre un agent de l’autorité [Nueva denuncia contra el Señor Necker,primer ministro de Finanzas, o Suplemento a la denuncia de un ciudadanocontra un agente de la autoridad, 1790], También desde Londres, un Appel à lanation contre le ministre des Finances, la municipalité et le Châtelet de París;suivi de l'exposé des raisons de destituer cet administrateur des denierspublics de purger cette corporation et d’abolir ce tribunal, redoutable suppôt duDespotisme [Llamado a la nación contra el ministro de Finanzas, lamunicipalidad y el Châtelet de París; seguido por la exposición de las razonespor las cuales destituir a este administrador de los dineros públicos, purgar aesta corporación y abolir a este tribunal, temible propulsor del despotismo], enmarzo o abril de 1790.

“Es para realizar un trabajo que torne a la nación libre y feliz que L’ami dupeuple lleva, desde hace trece meses, un tipo de vida que ningún hombredel mundo querría llevar para rescatarse de un cruel suplicio; es por lanación que él lucha... Rígidos censores que desean encontrar el hombreen el patriota han tratado de ofuscar la pureza de su entusiasmo; confiesaque su corazón no es insensible a la gloria, debilidad de la que no seavergüenza y de la cual la austera virtud no puede culparlo. Tal es ElAmigo del Pueblo. Cuando el sueño de la vida se apreste a terminar paraél, no se lamentará de su dolorosa existencia mientras haya podidocontribuir a la felicidad de la humanidad, mientras haya dejado un nombrerespetado por los malvados y amado por los probos.”

El 18 de mayo de 1790 Marat volvió a París y L'’mi du peuple reapareció. PeroMarat estaba obligado a ocultarse para escapar a la orden de arresto lanzadacontra él. En una especie de oración fúnebre pronunciada el 7 de agosto de1793, Guirant ofrece un resumen de la vida de Marat en este período:

“Era preciso verlo, rastreado de refugio en refugio, a menudo en lugareshúmedos donde no había en qué acostarse. Consumido por la más negramiseria, cubría su cuerpo con un simple abrigo azul, y la cabeza con unpañuelo, casi siempre impregnado de vinagre; un tintero en la mano;cualquier trozo de papel sobre las rodillas era su mesa.”

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LA VIGILANCIA REVOLUCIONARIA

La actividad de Marat está, entonces, en su culminación; ataca a todos losídolos de la Revolución: a Mirabeau, “el infame Riquetti”, de quien denuncia latraición, a Lafayette, “el señor Motier”, del que estigmatiza la ambición; y detrásde ellos, al “complot”: la convergencia de todas las iniciativas contra-revolucionarias. El 26 de julio de 1790 (n° 175), expone los Vrais moyens pourque le peuple soit libre et heureux [Verdaderos medios para que el pueblo sealibre y feliz]:

“Si fuera tribuno del pueblo, y sostenido por algunos millares de hombresdeterminados, digo que en seis semanas la constitución sería perfecta,que la máquina política, bien organizada, marcharía de la mejor manera,que ningún pícaro público osaría intentar estropearla, que la nación seríalibre y feliz, que en menos de un año se la vería floreciente y temible.”

Para tornar más urgente el llamado a la vigilancia revolucionaria contenido eneste número, Marat recurrió a un medio de propaganda aún más directo que elperiódico, el manifiesto. A fines de julio de 1790, hace fijar un manifiesto coneste título, verdadero grito de alarma: C’en est fait de nous! [¡Ha terminadopara nosotros!]. Denuncia un complot urdido por Austria y los emigrados paramarchar sobre París y someter a la nación:

“¡Ciudadanos, nunca más tendréis posibilidades si no corréis a las armas,si no reencontráis aquel valor heroico que el 14 de julio y el 5 de octubresalvó dos veces a Francia!. Volad a Saint-Cloud; si es tiempo todavía,reconducid al rey y al delfín a nuestros muros. Tenedlos bajo buenaguardia y que ellos os respondan de los acontecimientos; encerrad a laaustríaca y a su cuñado: prended a todos los ministros y a sus ayudantes;ajusticiadlos... Cinco o seis cabezas abatidas os asegurarán descanso,libertad y felicidad. Una falsa humanidad ha detenido vuestros brazos ysuspendido vuestros golpes; ella costará la vida a millones de vuestroshermanos.”

Malouet denunció este llamado a la insurrección a la Asamblea constituyente el31 de julio de 1790: se emitió un decreto de persecución a Marat por crimen delesa nación. Él no se preocupó por ello.

El 11 de agosto de 1790, segundo manifiesto: On nous endort, prenons ygarde! [¡Nos adormecen, estemos en guardia!]. En él, denuncia conindignación el procedimiento adoptado en el Châtelet contra los manifestantesde las jornadas del 5 y 6 de octubre del año anterior. El 22 de agosto, tercermanifiesto: C’est un beau rêve, gare au réveil! [¡Es un bello sueño; atención aldespertar!]. Otro llamado a la vigilancia. “¡Ay de mí! El amigo del pueblo,¿siempre os advertirá en vano?”

El 31 de agosto de 1790, cuarto manifiesto: L’affreux réveil! [¡Horribledespertar!]. Es el asunto de Nancy: la masacre de los soldados suizos deChâteauvieux que se habían amotinado.

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“Sí, los soldados de la guarnición de Nancy son inocentes; son oprimidos,resisten a la tiranía y tienen derecho a ello; sus jefes son los únicosculpables, y es sobre ellos que deben caer vuestros golpes. La Asambleamisma, por el vicio de su composición, por la depravación de la mayorparte de sus miembros, por los decretos injustos, hostigadores y tiránicosque produce cotidianamente, ya no merece vuestra confianza.”

Obstinadamente, Marat prosigue su lucha desigual e incierta, en la que secombinan las amarguras y algunas veces las consolaciones. En enero de 1791su campaña contra Lafayette le vale un proceso judicial: es absuelto. Maratmilita ahora en el Club de los cordeleros (vive en la sección del Théâtre-Français); fomenta la multiplicación de las fraternidades. El 21 de junio de1791 el rey y la familia real huyen. Marat, desde hacía meses, no había dejadode denunciar el complot para hacer evadir al rey: esta fuga es, al mismotiempo, la amargura para el revolucionario inútilmente vigilante y el triunfo parael periodista. El 22 de junio (número 497), Marat indica el remedio:

“Un tribuno, un tribuno militar, o seréis perdidos irremediablemente...Unos días más de indecisión y ya no tendréis tiempo de salir de vuestroletargo, la muerte os sorprenderá en brazos del sueño.”

En vano... El rey fue reinstaurado en sus poderes por una Asamblea que temíaal movimiento popular y a la democracia. La acción de los cordeleros por ladestitución del rey, que Marat sostuviera con ardor, fracasa el 7 de julio de1791 en la sangre de la masacre del Campo de Marte. El 15 de setiembre de1791, al redactar un Parallèle de l’ancien et du nouveau régime [Paralelo delantiguo y el nuevo régimen], Marat escribe:

“Nos entretienen en forma ridícula con grandes palabras de libertad, ynunca fuimos más esclavos.”

Desalentado por un instante concibió la idea de cesar en la publicación de superiódico, de abandonar Francia. Hacía presentir su intención en una notatristemente burlona que cerraba el número del 6 de setiembre, Billete del autora los padres conscriptos. Su número del 21 de setiembre tiene por sumario:Últimos adioses de El amigo del pueblo a la patria.

“Este género de vida, cuya simple exposición congela a los corazonesmás aguerridos, lo he practicado por cerca de dieciocho meses, sinlamentarme un solo instante, sin añorar ni descanso ni placeres, sin teneren cuenta la pérdida de mi estado, de mi salud, y sin empalidecer a lavista de la espada siempre dirigida contra mi pecho.”

La misma noche, Marat partió para Inglaterra. Pero estaba de regreso en Parísel 27 de setiembre de 1791, luego de dudar en cuanto a embarcarse y resolverintentar un último esfuerzo con la nueva Asamblea. En efecto, la AsambleaLegislativa se reunió el 1° de octubre de 1791.

“Si la próxima legislatura, escribe Marat, no está corrupta como laAsamblea Constituyente, es posible que los patriotas se subleven y que lalibertad se establezca en ciertos puntos."

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En su número del 8 de octubre de 1791, Marat definió la conducta quepensaba seguir: la misma en la que había persistido desde 1789. En la nuevaAsamblea veía tres partidos: uno compuesto por ardientes patriotas,verdaderos amigos de la libertad; el otro “por aquellos hombres llenos deprejuicios que aún no han podido liberarse de las escorias de su educación,que no conciben la majestad nacional”; el último comprende a todos losesclavos ministeriales que infectan al senado, hombres sin fe, sin ley y sinpudor, que se prostituirán a la voluntad de la corte a la mínima sonrisa, y quetraicionarán a la patria, a sus amigos y a sus padres por el más pequeño favor.

“Yo seguiré las formas de todos los manejos de estos viles enemigos dela patria; yo develaré todas sus torpezas; yo aplicaré sobre sus frentes elsello del oprobio y los arrojaré a la execración pública, así como heactuado con sus infames predecesores".

CONTRA LA GUERRA

Marat debió cambiar muy pronto de parecer:

“La segunda legislatura, escribe el 24 de noviembre de 1791, es tancorrupta como la primera."

La piadosa Asamblea, la tonta Asamblea, la estúpida Asamblea –escribe el 9de diciembre–. Y el 11 de diciembre:

“La nueva legislatura corrupta hasta la médula.”

Las esperanzas que él pusiera en el ala patriótica de la Asamblea se vierondefraudadas. Desde el 29 de octubre presenta serias reservas acerca deldiscurso de Brissot del 20, “relativa a los fugitivos”. El 25 de noviembredenuncia el Pié ge adroit du comité diplomatique, pour attirer sur les bras de lanation une guerre désastreuse avec l’Empire germanique [Astuto engaño delcomité diplomático para atraer hacia los brazos de la nación una guerradesastrosa con el imperio germánico]. Marat, como Robespierre, estuvo contrala guerra deseada por la corte y los girondinos. El 1° de diciembre revela lasSourdes ménées des ministériels pour engager la nation dans une guerredésastreuse [Sórdidas maniobras de los ministeriales para empeñar a lanación en una guerra desastrosa]. El 10 desenmascara a Brissot, uno de losmás favorables a la guerra: Le sieur Brissot laissant tomber le masque, dansl'espoir d’être métamorphosé en ministre [El señor Brissot deja caer lamáscara, en la esperanza de ser transformado en ministro]. MientrasRobespierre sólo tomará posición en forma clamorosa en su primer grandiscurso del 18 de diciembre de 1791, Marat ha conducido su campaña desdenoviembre hasta el 19 de diciembre, día en que examina a fondo laeventualidad de una guerra, pero netamente defensiva. Si el enemigo invade alpaís de la libertad, “que al primer golpe de cañón el pueblo cierre las puertasde todas las ciudades, y que se deshaga sin hesitar de los curas sediciosos,de los funcionarios contrarrevolucionarios, de los complotadores conocidos yde sus cómplices”; era el programa que se realizaría en aquellas terriblesjornadas de setiembre de 1792. Aquel mismo 19 de diciembre de 1791 “L’amidu peuple” cesaba en sus publicaciones por cuatro meses.

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En el número de la víspera (n° 625),

“Sí, la libertad se ha perdido entre nosotros, había escrito Marat, se haperdido sin retorno... ¡Oh patria mía, qué suerte espantosa te reserva elfuturo!”

A comienzos de enero de 1792, sin preaviso, como, si no hubiera deseadoalertar a la policía de su resolución, Marat llegaba a Londres. Sin embargo, notodo era triste para él en este fin de año de 1791; esta es la fecha de su unióncon Simone Evrard, que fue por dieciocho meses su devota compañera, y portreinta y un años su fiel viuda. Simone Evrard, obrera costurera, nacida en1764, y de quien Albertine Marat, hermana de Jean-Paul dirá que estaba“inflamada por el fuego de la libertad”. El 1° de enero de 1792 Marat firmó lasiguiente nota:

“Las bellas cualidades de la señorita Simone Evrard, han conquistado micorazón, que ella ha recibido en homenaje; le dejo, en señal de mi amordurante el viaje que estoy por realizar a Londres, el compromiso sagradode darle mi mano inmediatamente después de mi regreso. Si toda miternura no le bastara como testimonio de mi fidelidad, que el olvido deeste compromiso me cubra de infamia.”

Durante los primeros tres meses de 1792. retirado en Londres, Maratpermaneció silencioso. En marzo, publicó el prospecto de la Escuela delciudadano, en que recogía los “pasajes más relevantes” de “L’Ami du peuple”.Si bien el libro no apareció nunca. El Club de los Cordeleros se encargó dedistribuir el prospecto, acompañado por el siguiente aviso:

“Las sociedades patrióticas de la capital, al sentir, luego de la suspensióndel periódico titulado ‘L'ami du peuple’, a través de las inauditaspersecuciones infligidas al autor, que la patria carecía de su defensor másentusiasta y más firma, se han reunido con la de los cordeleros parainvitar a Marat a retomar la pluma.”

“L’ami du peuple” reapareció el 12 de abril de 1792, en su número 627.

MARAT SIEMPRE CONTRA LA GUERRA

Marat volvió como había partido:

“Más que nunca, escribe en su número del 12 de abril, Marat piensagolpear al vicio en su corazón, sostener a los amigos de la libertad,alentar, iluminar al pueblo, sorprender a los esclavos, hacer empalidecer alos malvados.”

En las circunstancias de abril de 1792 toma partido vigorosamente contra laguerra, mostrando sus peligros para la revolución y para la libertad. La vísperamisma de la declaración de guerra, el 20 de abril de 1792, Marat escribe en elnúmero 634:

“¿Tendrá lugar la guerra? Todos dicen que sí. Se asegura que la opiniónha prevalecido en el gabinete, luego de los discursos del señor Motier[Lafayette] que, sin duda, la ha presentado como el único medio para

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DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE

alejar a la nación de las cuestiones internas para ocuparla en lasexternas; para hacerle olvidar los disentimientos intestinos por las noticiasde las gacetas; para disipar los bienes nacionales en preparativosmilitares, en lugar de emplearlos en la liberación del Estado y en elmejoramiento del pueblo; para aplastar al país bajo el peso de losimpuestos y degollar a los soldados del ejército de línea y del ejércitociudadano, conduciéndolo al matadero con el pretexto de defender lasbarreras del imperio.”

El 24 de abril de 1792 (n° 639), Marat agrega esta reflexión decisiva:

“Dada la desgraciada tendencia de los franceses a entusiasmarse contodo, es de temer que cualquiera de nuestros generales sea coronado porla victoria, y que en medio de la ebriedad de los soldados y de la plebe,conduzca al ejército victorioso contra la capital para hacer triunfar aldéspota.”

Singular visión profética. La guerra comienza. Desde el 25 de abril de 1792 (n°644) Marat denuncia a los jefes elegidos para comandar el ejército:

“Es un Luckner, oficial de fortuna, criatura de la corte y bajo camarero delrey... Es un Rochambeau, vil cortesano... Es un Motier [Lafayette],conocido por sus horribles maquinaciones contra la libertad pública tantocomo por sus vergonzosas prostituciones ante la corte”.

El 3 de mayo Marat es denunciado a la Asamblea legislativa por susincitaciones a la masacre de los generales:

“Que los soldados descubran a tiempo la traición y que ahoguenfinalmente a todos sus jefes en la sangre.”

A esta denuncia, Marat responde el 14 de mayo (n° 650):

“Ellos han lanzado una acusación contra mí. Estoy pronto a aparecer enconfrontación ante un tribunal justo, pero no me entregaré a los tiranoscuyos satélites asalariados tienen orden, seguramente, de masacrarmeen el momento del arresto, o de encarcelarme en lugar secreto."

Marat retomó así la vida subterránea, escapando a todas las investigaciones,logrando hacer aparecer su periódico con bastante regularidad (con unanotable interrupción, sin embargo, desde el 15 de junio al 7 de julio). El 12 dejunio, en la tribuna de la Asamblea legislativa, un representante declara que, apesar de todas las medidas para detener la circulación de “El amigo delpueblo”:

“se lo distribuye por doquier. Poseo cuatro o cinco de sus últimosnúmeros, donde Marat ofrece una recompensa por la cabeza de losgenerales, los ministros, los miembros de la Asamblea, a la que acusa deentenderse con la corte para hacer degollar a los batallones de losvoluntarios patriotas.”

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LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA

En tanto, la crisis de la Revolución se agrava, el movimiento popular crece. El11 de julio de 1792 la patria es declarada en peligro. Marat se mantiene en lacorriente revolucionaria, dando el 18 de julio sus Consejos del Amigo delPueblo a los federados de los departamentos, publicando el 20 la C”arta delAmigo del Pueblo a las guardias nacionales federales de los 83departamentos”. Bruscamente, el 22 de julio, cuando se acerca el fin, Maratexpone los Motivos que han determinado la suspensión del Amigo del Pueblo,y cesa en su publicación. ¿El desaliento, otra vez? No se deben subestimar lasduras condiciones de la vida; Marat, como Robespierre, no fue el hombre delas jornadas revolucionarias; no participó en la organización de la insurreccióndel 10 de agosto. El 7 de agosto reaparece “L’ami du peuple”, con un nuevollamado A los federados de los 83 departamentos, lleno de esperanzas yaprobando la petición de las secciones parisinas que exigen la destitución delrey. La jornada del 10 de agosto, ¿ha sorprendido a Marat? No se puedeafirmar nada con seguridad. Pero se puede constatar que mientras sedesarrolla la insurrección, Marat redacta su famoso manifiesto, El Amigo delPueblo a los franceses patriotas:

“No os dejéis conmover por la voz de una falsa piedad... Recordad elCampo de la Muerte... Nadie aborrece el derramamiento de sangre másque yo; pero para impedir que se lo haga derramar en torrentes, os incitoa derramar algunas gotas... Si retrocedéis, significa que pensáis que lasangre derramada este día ha sido pura pérdida, y que vosotros nohabréis hecho nada por la libertad.”

La insurrección triunfa, el trono es derrocado. Luis XVI prisionero en el Temple.Luego de tres años de lucha, Marat sale finalmente de sus subterráneos, a laplena luz de la libertad. Tiene cuarenta y nueve años; le queda menos de unaño de vida.

VICTORIA Y MARTIRIO DE MARAT(10 DE AGOSTO DE 1792- 13 DE JULIO DE 1793)

Las semanas que siguieron al 10 de agosto constituyen sin duda el períodomás intenso de la actividad política de Marat. Es, más que nunca, el “ojo delpueblo”, el centinela. No se puede concebir su acción más que por intermediode su periódico, “L’ami du peuple” que reaparece con fecha 13 de agosto de1792; hasta el 29 de septiembre estuvo lejos de ser cotidiano, y Maratcompensó la ausencia del diario con manifiestos.

Las páginas de su periódico son un constante llamado a la vigilanciarevolucionaria, una denuncia obstinada de todas las maquinaciones y de todoslos complots. Sumario del 13 de agosto de 1792 (n° 678):

“El pueblo engañado por sus nuevos representantes o las nuevastraiciones de los padres conscriptos luego de la toma del palacio de lasTullerías”.

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16 de agosto (número 679):

“Desarrollo del atroz complot de la corte para hacer perecer con el hierroy el fuego a todos los patriotas de la capital”. "Medidas a tomarse sindemora para asegurar la libertad pública”.

19 de agosto (número 680):

“Los infames padres conscriptos del engaño traicionan al pueblo y tratande prolongar largamente el juicio de los traidores... Modo de desbaratarsus maquinaciones”.

21 de agosto (n° 681):

"Los gangrenosos de la Asamblea... Los padres conscriptos asesinos delos patriotas...”

El 21 de agosto de 1792

“L’ami du peuple” cesa en su publicación hasta el 13 de setiembre y esreemplazado por manifiestos. 26 de agosto: Marat, el Amigo del pueblo, a losbravos parisinos. En el momento en que se sabe en París de la toma deLongwy, es un llamado a la unión de todos los patriotas, a la sublevaciónnacional, pero también a la vigilancia y a la justicia revolucionarias.

“Para contener a los enemigos internos, bastará con oponerles puñales”.

28 de agosto: Marat, el Amigo del pueblo, a sus conciudadanos:

“En los tiempos de crisis alarmante, la salud pública es la ley suprema delEstado.

30 de agosto:

“Marat, el Amigo del pueblo a los amigos de la patria, acerca de laelección de los representantes a la Convención nacional.”

2 de setiembre:

Marat, el Amigo del pueblo a Luis Felipe José de Orleáns, príncipefrancés: a fin de que éste subvencione sus periódicos: (“la módica sumade 15.000 libras bastará para la adquisición del papel y el pago de lamano de obra”).

Las masacres de setiembre En aquel momento, desde el 2 de setiembre de1792, se iniciaban las “masacres de septiembre”. No se puede negar la partede responsabilidad de Marat en este recurso sumario de la justicia popular.Desde el 19 de agosto, él escribía en su número 680:

“¿Cuál es el deber del pueblo? Éste sólo tiene dos posibilidades deelección. La primera es la de apresurar el juicio de los traidores detenidosen la Abadía, rodear a los tribunales criminales y a la Asamblea; y si lostraidores son absueltos, masacrarlos sin hesitar con el nuevo tribunal... Laotra posibilidad, que es más segura y más inteligente, es la de marcharcon armas a la Abadía, sacar a los traidores, en especial a los oficialessuizos y a sus cómplices, y pasarlos por el filo de la espada. ¡Qué locuradesear hacerles proceso! Todo está claro: vosotros los habéis sorprendido

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con armas en las manos contra la patria, vosotros habéis masacrado a lossoldados, ¿porqué deberíais eximir a los oficiales, incomparablementemás culpables?... ¡De pie, franceses que deseáis vivir libres! ¡De pie! ¡Depie! ¡Y que la sangre de los traidores comience a correr! Es el único modode salvar a la patria”.

Seguramente, Marat no toma parte en el comienzo espontáneo de lasmasacres, en la tarde del 2 de setiembre, como tampoco luego en sudesarrollo. Pero al haber propiciado, desde los comienzos de la revolución,una rápida justicia popular asumió toda la responsabilidad de las mismas.

El 3 de septiembre Marat firmó, como miembro, la circular dirigida a losdepartamentos del comité de vigilancia de la Comuna de París, comité al quehabía egresado por un decreto de la víspera.

“La Comuna de París se apresura a informar a sus hermanos de todos losdepartamentos que una parte de los feroces conspiradores retenidos enlas prisiones ha sido condenada a muerte por el pueblo: actos de jus ticiaque lo han parecido indispensables para contener con el terror a laslegiones de traidores ocultos entre sus muros, en el momento en que sedisponía a marchar contra el enemigo. Sin duda, la nación entera, luegode la larga secuela de traiciones que la han llevado al borde del abismo,se apresurará a adoptar este medio tan saludable de salud pública”.

La misma interpretación, dada por Marat mismo el 12 de octubre de 1792 en elnúmero 12 del “Journal de la République”:

“El suceso desastroso del 2 y del 3 de setiembre que los pérfidos y losasalariados atribuyen a la municipalidad, ha sido provocado únicamentepor la falta de justicia del tribunal criminal que ha disculpado alconspirador Montmorin, por la protección que el mismo prometía de estamanera a todos los otros conspiradores... Es porque los traidores eransustraídos a la espada de la justicia que han caído bajo las armas delpueblo”.

Es en función del peligro nacional que se deben evaluar las masacres deseptiembre. “Aun temblando de horror, se la consideraba una acción justa”,aparece escrito en Souvenir d’une femme du peuple [Recuerdos de una mujerdel pueblo]. El representante Azema dice, en su informe del 16 de junio de1793 a la Convención

“Al detener los progresos de nuestros enemigos hemos detenido lasvenganzas populares, que cesaron al mismo tiempo que los primeros”.

Valmy signó, en efecto, el fin de este primer Terror.

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MARAT REPRESENTANTE DEL PUEBLO

Absorbido por los sucesos, Marat no podía redactar su periódico: desde el21 de agosto al 13 de setiembre de 1792 no apareció ningún número de“L‘Ami du peuple”. En tanto, él había sido elegido representante de París ala Convención: el “Moniteur” del 11 de septiembre anuncia su nombramiento.En el manifiesto del 30 de agosto, Marat, l'Ami du peuple, aux amis de lapatrie, denuncia “a los elementos desacreditados” y compila la lista “de loshombres que más merecen de la patria”: la encabezan Robespierre yDanton. Y agrega: "Terminaré por recordaros al Amigo del pueblo; vosotrossabéis lo que él ha hecho por la patria, tal vez ignoráis lo que hará aún porvuestra felicidad; la gloria de ser el primer mártir de la libertad le basta;peor para vosotros si lo olvidáis”.

El 5 de setiembre Robespierre es elegido por la asamblea electoral deldepartamento de París. Las operaciones fueron largas, interrumpidas porintrigas.

El 8 de septiembre, nuevo manifiesto: Marat, el Amigo del pueblo, a susconciudadanos electores, en el que denuncia las maniobras que tienden aeliminarlo.

“Para demoler estas imputaciones yo no demostraré el entero curso de mivida desde el comienzo de la Revolución. ¿Pero a quién se podrá hacercreer que un hombre al que no ha podido seducir el oro de la corte, al queno han podido desviar ni por un instante los decretos de anatema y lospuñales de los asesinos... sea hombre que se cubra de oprobio por lasmalas jugadas de los bribones?”.

El 9 de septiembre Marat era elegido diputado en París, séptimo entreveinticuatro, con 420 votos sobre 758 votantes. La polémica continuó; seafirmó contra Marat una abierta hostilidad, en especial por parte de losgirondinos. Como de costumbre, el responde atacando. Desde el 8 desetiembre, en el manifiesto Marat, el Amigo del pueblo, a los buenosfranceses, denuncia a los ministros brissotianos que paralizan la represión,protegen a los generales sospechosos y calumnian a la Comuna de París. El18 de setiembre, el manifiesto Marat, el Amigo del pueblo, a los amigos de lapatria, agrede a Roland, “un viejo sacristán a quien la esposa lleva de lasorejas”.

El 20 de setiembre, en Marat, el Amigo del pueblo, al maestro Jerôme Petion,síndico de París es el turno de Petion, “un gran gran hombre”, pero “tiene unamente que nada medita” y “encanece ante un sable desnudo”. Así, aparte delos antagonismos de partido, se acentúa los inconciliables conflictos personalesque dividirán por siempre a la Convención. El 21 de setiembre de 1792, elmismo día en que la Asamblea legislativa daba lugar a la Convención,aparecía el último número (el 685) de “L’Ami du peuple”, que concluía así:

“Una sola reflexión me oprime; es que todos mis esfuerzos por salvar alpueblo no servirán para nada sin una nueva insurrección. Al ver el templede la mayor parte de los diputados de la Convención nacional, medesespero por la salvación pública”.

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A partir de la reunión de la Convención, Marat emprende una nueva serie: el“Journal de la République Francaise”, cuyo primer número apareció el 25 desetiembre de 1792. Reemplaza el lema de “L’Ami du peuple”, que había sido elde Rousseau: Vitam impendere vero [Consagrar la propia vida a la verdad], porel siguiente, que indica el fundamento de todo gobierno republicano: Ut redeatmiseris, abeat fortuna superbis [Que la fortuna no sea privilegio exclusivo delos poderosos, que ella también sirva a los pobres]. ¿Es necesario agregar quelas preocupaciones sociales predominarán de ahora en adelante en laspáginas de Marat? Digamos que éste es el objetivo final de su acción, no elprograma inmediato.

Marat ha anunciado su programa desde el primer número, en una importanteeditorial, titulada Nueva conducta del autor.

“El despotismo está destruido, la dignidad real abolida; pero suspropulsores no están abatidos:... la libertad tiene todavía hatos deenemigos. Para hacerla triunfar, es preciso descubrir los proyectos deéstos, develar su complots, desbaratar sus intrigas... ¿Cómo lograrlo, silos amigos de la patria no se ponen de acuerdo, si no reúnen susesfuerzos? Ellos piensan que se puede triunfar sobre los malvados sindestruirlos. Sea, yo estoy dispuesto a adoptar las medidas consideradaseficaces por los defensores del pueblo: debo marchar con ellos. Amorsagrado por la patria, te he consagrado mis vigilias, mi descanso, misdías, todas las facultades de mi ser; te inmolo hoy mis prevenciones, misresentimientos, mis aversiones”.

Se trata de reunir a todos los patriotas sinceros, de atraer hacia sí el centro dela Convención, la Llanura, sin la cual la Montaña sería impotente. ¿Una nuevainsurrección, como aquélla en la que pensaba Marat en el número del 21 desetiembre? No, pero sí consolidar ante todo las posiciones conquistadas por elpueblo.

LA GIRONDA CONTRA MARAT

Los ataques furiosos de la Gironda tornaron imposible esta política de uniónesbozada por la Montaña. La lucha entre los partidarios del 10 de agosto yaquellos que no habían podido impedirla, duró hasta el 2 de junio de 1793,hasta la exclusión de los girondinos de la Convención y a la proscripción deellos. La lucha adquirió pronto extrema violencia. Tomando la ofensiva desde el25 de setiembre de 1792, la Gironda se esforzó por golpear a los jefesmontañeses a quienes más temía, los triunviros, Marat, Danton, Robespierre.En vano Danton desaprobó a Marat (“No acusemos, por algún individuoexagerado, a toda una diputación”) e hizo un llamado a la unión. El 24, alindicar a Marat, Kersaint había declarado;

“Es tiempo de erigir patíbulos para los asesinos, es tiempo de erigirlospara aquellos que incitan al asesinato”.

El día siguiente, 25 de setiembre, nuevo ataque, más directo. Lasourcedenuncia: “a los hombres tan perversos que piden el triunvirato o la dictadura”.Barbaroux torna precisa la acusación contra Marat. Este último responde el

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mismo día en la tribuna de la Convención, con un discurso que publicó en losnúmeros 4 y 5 de su periódico (28 y 29 de setiembre de 1792). Aceptó laacusación.

“Creo ser el primer escritor político, y tal vez el único en Francia despuésde la Revolución, que haya propuesto un dictador, un tribuno militar,triunviratos, como único medio para aniquilar a los traidores y a losconspiradores... Si esta saludable medida hubiera sido adoptadainmediatamente después de la toma de la Bastilla, ¡Cuántos desastres sehabrían evitado! Si se hubiera hecho caer entonces cincuenta cabezastraidoras, cien mil patriotas no habrían sido degollados y cien mil patriotasno habrían sido amenazados con el degüello”.

Marat evocó sus años de lucha:

“Para servir mejor a la patria he desafiado a la miseria, a los peligros, alos sufrimientos; he sido perseguido cada día por legiones de asesinos;por tres años me condené a una vida subterránea, y patrociné la causa dela libertad con la cabeza en el cepo. Hablad, viles calumniadores, ¿esésta la conducta de un ambicioso?”.

El debate concluyó bruscamente; aquella vez, la Convención pasó a la ordendel día.

EL PROCESO DE LUIS XVI

Si en el curso del mes de octubre de 1792 el blanco del periódico de Maratestá constituido por Dumouriez y los generales, desde noviembre de 1792 aenero de 1793, el proceso de Luis XVI domina toda la escena política. En susescritos como en la tribuna de la Convención, Marat se mostró firmemente encontra del rey. Fue él quien, el 6 de diciembre, hizo decidir por la Asamblea quetodos los escrutinios tendrían lugar por llamado nominal, en alta voz: tácticaque debía decidir el resultado. En cuanto al problema político, Marat está deacuerdo con Robespierre y Saint-Just; sólo la muerte del rey puede fundar laRepública.

“Sólo creeré en la República cuando la cabeza de Luis XVI ya no seapoye en sus espaldas”.

Pero mientras la mayor parte de los jacobinos piensa que no es necesario unproceso, al haberse pronunciado el pueblo juez soberano con la insurreccióndel 10 de agosto, Marat exige un proceso en debida forma. En el artículoOpinión... del juicio del ex monarca publicado en su periódico del 4 dediciembre. Marat justifica el proceso con la necesidad de educar a las masas,de las que es necesario aumentar la madurez política, mostrándoles loscrímenes de Luis XVI.

“Este proceso era necesario para la instrucción del pueblo; porqueimporta conducir a la convicción, por caminos diferentes y análogos a lostemples de los espíritus, a todos los miembros de la República”.

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Marat votó por la muerte, contra el llamado al pueblo, contra la remisión.Contra el llamado pueblo:

“Someter a la ratificación del pueblo un juicio expresado por razones deEstado, siempre fuera de su alcance, es no sólo signo de imbecilidad sinotambién de demencia”. (“Journal de la République Française”, n° 101, 18de enero de 1793).

Contra la remisión:

“Vosotros habéis decretado la República, pero la República no es másque un castillo de naipes hasta tanto la cabeza del tirano no caiga bajo elhierro de la ley” (n.º 104, 21 de enero de 1793).

La ejecución de Luis XVI tuvo lugar aquel mismo día.

“La cabeza del tirano acaba de caer bajo el hierro de la ley escribe Maraten el número 105 del 23 de enero–; el mismo golpe ha derrocado losfundamentos de la monarquía entre nosotros; creo, por fin, en laRepública”.

Luego de la ejecución del rey, Marat, por algunos días, mitigó su tono habitual.Había esperado que las divisiones que perturbaban a la Convencióndesaparecerían con la muerte "del tirano" y ante la tumba del representanteLepeletier, asesinado el 20 de enero de 1793, primer “mártir de la libertad”.“¡Vana esperanza!”, reconocía Marat desde el 28 de enero en el número 109.

“La misma noche de la inhumación se desencadenaban furiosamente [lasdiscusiones] a propósito del nombramiento de un nuevo presidente...Habría deseado firmemente poder deponer el testigo de la censura, peroel mismo tiene más actualidad que nunca... Pretender que los enemigosde la Revolución, por sentimientos, por principios, por intereses, sesacrifiquen de buena fe a la patria, es pretender una cosa imposible... Nose trata de vivir en paz con ellos, entonces, sino de declararles guerraeterna”.

Se inicia entonces la lucha final de Marat contra la Gironda y todos aquellosque se habían vinculado a ella. Señalemos primero una escaramuza. El 9 demarzo de 1793 un diputado denunció en la tribuna de la Convención a:

“los representantes del pueblo que son enviados aquí para hacer buenasleyes, para ocuparse de los intereses del pueblo [y que] se diviertenhaciendo periódicos, estropeando el espíritu de los departamentos,criticando con suma aspereza las opiniones de la Convención que no sonsimilares a las propias”.

Esta moción concernía evidentemente a Marat. La Convención decidió que losrepresentantes que redactaran periódicos debían elegir entre una u otrafunción: periodista o representante. A continuación de este decreto, el 14 demarzo de 1793, el « Journal de la République Française » cambió de título ytomó el de « Publiciste de la République Française, ou Observations auxFrançais, par Marat l’Ami du peuple, député à la Convention ». Por otra parte,se mantenían el mismo lema y la misma numeración. ¿Sé podía impedir a unrepresentante que publicara sus “Observaciones a los franceses”

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CONTRA DUMOURIEZ

La campaña contra Dumouriez ocupó, con diversos matices, todo el mes demarzo de 1793; el general constituía desde hacía tiempo uno de los blancosdel Amigo del pueblo. Descuidando por un momento a “la facción de loshombres de Estado”, es decir, a los girondinos, Marat lanza una últimaofensiva contra el émulo de Lafayette. El 20 de marzo, la intitula: Traicionesconsumadas por Dumouriez. El día siguiente, el 18 de marzo, se sabía de laderrota del general en Neerwinden. A los desastres de Bélgica se agregabanlos tumultos de La Vandea. Al agravarse la crisis, Marat llega a pensar que lasalvación no está en la Convención, ni en su impotente Comité de defensageneral. El 27 de marzo de 1793 afirma a los jacobinos:

“...que todas las secciones de París se reúnan para inquirir a laConvención si tiene medios para salvar a la patria, y que declaren, si ellano los tiene, que el pueblo está dispuesto a salvarse por sí solo”.

Primero entre aquéllos de la Montaña, Marat afirma, desde fines de marzo, lanecesidad de una insurrección que dicte sus deberes a la Convención. ElAmigo del pueblo prosigue su ofensiva, que implica a jacobinos y montañeses.El 1o de abril provoca el decreto de la Convención que retira, en caso denecesidad, la inmunidad parlamentaria; la Gironda ha votado el decreto conprontitud, Marat fue la primera víctima. El 3 de abril solicita el refuerzo de losComités de la Asamblea. El 6, en la discusión de la que surge el decretoacerca de la creación del Comité de salud pública, termina con esta frase:

“Tal vez este Comité, con los medios que le dáis, no será losuficientemente fuerte como para salvar la libertad: con la violencia sedebe establecer la libertad, y ha llegado el momento de organizar enforma temporaria el despotismo de la libertad para aplastar al despotismodel rey".

El 5 de abril, dejando caer la máscara, Dumouriez había pasado al enemigo.Esta traición, por mucho tiempo pronosticada por el Amigo del pueblo,aumentó aún más su prestigio entre las masas parisinas. Aquel mismo 5 deabril Marat era designado presidente del Club de los jacobinos.

FRENTE AL TRIBUNAL REVOLUCIONARIO

En su calidad de presidente del club Marat firmó, el mismo día, una circularcuyo principio había sido adoptado el 3 de abril. Ignorando todavía la traiciónde Dumouriez, temiendo que él marchara sobre París, el texto llamaba a lasarmas:

“Es en el Senado donde manos parricidas desgarran vuestras vísceras!Sí, la contrarrevolución está en el gobierno, en la Convención nacional...¡Allí es donde hay que atacar! ¡Vamos, republicanos, levantémonos!”.

El llamado concluía con el pedido de la revocación de los girondinos.Retomando la ofensiva, la Gironda, a través de la voz de Petion, denunció aMarat el 10 de abril: “un hombre que ha predicado el despotismo en todas sus

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formas, que ha pedido cabezas y aconsejado el saqueo”. El 12, Guadet atacaa su vez y exhibe, para terminar, la circular jacobina del 5, firmada por Marat.La Gironda se levanta y reclama el decreto de acusación. Marat se explica concalma. Él sólo ha firmado la circular como presidente de los jacobinos; está deacuerdo con su tenor; pide el decreto de acusación contra “los hombres deEstado”: que la Convención los conduzca, a ellos junto con él, ante el tribunalrevolucionario; allí darán explicaciones. Fue votado el decreto de arrestocontra Marat; en el desorden del fin de una sesión, él se eclipsó hacia suúltima clandestinidad. El día siguiente, 13 de abril, a continuación de un largollamado nominal, el decreto de acusación fue adoptado por 226 votos contra92.

La Gironda había sobrevalorado su propia fuerza; aislado en la Convención, elAmigo del pueblo se hallaba en el vértice de su popularidad parisina. Desde elfondo de su “subterráneo”, persiguió a sus adversarios. En la Carta a laConvención, publicada por su periódico el 16 de abril de 1793 (n° 169),

“todavía un poco de paciencia, escribía; ellos sucumbirán bajo el peso dela ejecución pública. Estoy lejos de desear disolver la Convención, queellos no dejan de imputarme, pero yo deseo purgarla de los traidores quese esfuerzan por aniquilar la libertad y arrastrar a la patria hacia elabismo”.

En la tarde del 23 de abril Marat se constituía en la Abadía; el 24 eratriunfalmente absuelto por el tribunal revolucionario. La absolución de Maratanunciaba el fin de la Gironda.

EL ATAQUE FINAL CONTRA LA GIRONDA

La lucha contra “la facción de los hombres de Estado” entra entonces en sufase crucial. Para reconquistar a la opinión pública, la Gironda hizo entoncesun gran esfuerzo y llevó el debate al plano social. A. fines de abril, Petion lanzósu Carta a los parisinos, exhortando a todos los propietarios a la lucha:“Vuestras propiedades están amenazadas y vosotros cerráis los ojos”. Pero laMontaña sentía al mismo tiempo la necesidad de concesiones a los sansculottes para asegurarse el apoyo de éstos contra los girondinos. El 11 de abrilla Convención había decretado el curso forzoso del asignado [papel moneda];el 4 de mayo el precio máximo de los granos y de las harinas, el 20, unempréstito forzoso sobre los ricos. Marat, sin oponerse, no aprobó las dosprimeras medidas, reclamadas por los militantes populares. El 7 de mayodeclara brutalmente en la Convención:

“Tenemos un buen sistema para reducir a los ricos a la clase de los sansculottes. Es el de no permitirles que se cubran el trasero...”.

Significaba aplicar literalmente el lema de su periódico, y esta palabra de ordensin duda sincera, pero simplista, intentaba agradar a las masas parisinas. Peroel objetivo esencial es el político: terminar con la “facción de los hombres deEstado”. El episodio final comenzó cuando la Gironda, el 17 de mayo, hizodecretar la institución de una Comisión de los Doce para investigar la actividadde la Comuna y de las secciones de París. El 24 de mayo la Comisión ordena

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el arresto de Hébert por el número 239 de su “Père Duchesne”, quedenunciaba “toda la arruinada secuela de cómplices de Copet y deDumouriez”, es decir, a los girondinos. El 26 de mayo, Marat llama a la accióna los jacobinos:

“Es importante aniquilar a la Comisión de los Doce... Es preciso que todala Montaña se subleve”.

Fijó la táctica con claridad: una manifestación popular que lleve a una acciónparlamentaria. El día siguiente, 27 de mayo, en la Convención, Marat pasa alataque, uniendo el problema político al social:

“Solicito que esta Comisión de los Doce sea suprimida, por ser enemigade la libertad y tender a provocar la insurrección del pueblo, insurrecciónque nos es inminente sólo por la negligencia con que vosotros habéispermitido llevar las mercaderías a un precio excesivo".

Marat no volverá a intervenir, salvo por breves incidentes de sesión o decorredor. El 31 de mayo, en su primer día, la insurrección fracasó.

“No, no es posible que el pueblo se salve –habría declarado Marat aalgunos montañeses– a menos que tenga jefes”.

El día siguiente, 1° de junio, en el Hôtel-de-Ville, lanzó el célebre apostrofe:

“¡Levantaos, entonces, pueblo soberano! Presentaos a la Convención,leed vuestro petitorio y no os separéis de la barra sin una respuestadefinitiva, después de lo cual actuaréis conforme al respeto de las leyes ya la defensa de vuestros intereses”.

El 2 de junio se reinicia la insurrección; la Convención es embestida por elpueblo en armas; los representantes salen en cortejo para intentar forzar labarrera; en lá sesión permanecen sólo de quince a treinta diputados, entreellos Robespierre y Marat. “¡Cañoneros, a vuestros cañones!”, ordena Henriot.Impotente, la Convención reingresó en la sala de las sesiones y decretó elarresto de veintinueve diputados girondinos. El 5 de junio de 1793, el“Publiciste de la République Française” apareció con el título: “Los sansculottes de París enseñan a los montañeses a hacer su juego, o La Montañatriunfa sobre la facción de los hombres de Estado”.

Marat, vencedor de la Gironda, no tiene más que algunas semanas de vida,cuarenta y un días de sufrimientos y de actividad febril. De mes en mes susalud ha empeorado. En febrero de 1793 aparece la enfermedad inflamatoriaque se agrava brutalmente en mayo; durante todo el mes de junio el mal nodeja de avanzar. Enclaustrado en su cuarto, acribilla con cartas a laConvención y al Comité de salud pública. Fatiga inútil. El Comité, dominadopor Danton, y la Convención, intentan practicar una política de pacificación,reasegurar los departamentos. El desaliento emerge por momentos.

“No se lo puede ocultar; todas las medidas que tomaran hasta ahora lasasambleas constituyente, legislativa y convencional, para establecer lalibertad y consolidar la revolución, han sido aventuradas, vanas eilusorias, aunque fueran elaboradas de buena fe” (8 de junio de 1793).

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El mismo día, en el número 211, estigmatiza la “falta de energía” del Comité desalud pública. El 11 de junio n° 213, comienza su campaña contra el generalCustine, “segundo tomo de Dumouriez”. El número 224 del 23 de junio exponelos Medios para esquivar los peligros y remediar las desgracias de la patria.

“Entre las desgracias que afligen a la patria, uno de los peligros que másla amenazan en este momento y cuyos estragos serían irreparables, es ladesesperación a que la rapacidad de los acaparadores y la codicia de loscomerciantes desean impulsar al pueblo, que pronto se verá en laimposibilidad de hacer frente al precio exorbitante de las mercaderías deprimera necesidad, si la Convención no toma sin demoras medidaseficaces para hacerlo bajar.”

¿Qué ha ganado con la Revolución?, dirá entonces temblando; era mejor eldespotismo con todos sus abusos.

MARAT CONTRA LOS RABIOSOS

La crisis de subsistencia era, en efecto, la causa principal del descontentopopular. El precio máximo de los granos adoptado el 4 de mayo no había sidoaplicado. La crisis del papel moneda, del asignado, agravaba los efectos de lacrisis de subsistencia, por cuanto la inflación acentuaba el aumento de losprecios. Los Rabiosos aprovechaban la crisis para avivar el descontentogeneral, reprochando a la Convención su inmovilidad en el terreno económicoy social. El 8 de junio de 1793, en el Consejo general de la Comuna, Varlet diolectura a su Declaración solemne de los derechos del hombre en el estadosocial. El 25, Jacques Roux presentó en la barra de la Convención una peticiónamenazante:

“La libertad no es más que un vano fantasma cuando una clase dehombres puede sumir en el hambre a la otra clase impunemente. Laigualdad no es más que un vano fantasma cuando el rico, con elmonopolio, ejerce el derecho de vida y de muerte sobre su semejante”.

Contrariamente a lo que se esperaba, Marat tomó partido violentamente contralos Rabiosos en sus páginas del 4 de julio número 233), Retrato de JacquesRoux, cizañero de la sección de los Gravilliers y de la sociedad de losCordeleros, expulsado de estas asambleas populares, al igual que suscofrades Varlet y Leclerc, sus cómplices: Leclerc “astutísimo bribón”, Varlet“intrigante sin cerebro”, Jacques Roux “patriota de circunstancia”. El ataque deMarat contra los Rabiosos que retomaban, precisándolas, sus tendenciassociales, parece inexplicable. La filiación de las ideas es innegable: atención alos intereses de las masas populares, la libertad y la igualdad no son más quepalabras vacías si la desigualdad de las condiciones no es reducida a medidaequitativa. La diferencia concierne sin posibilidad de duda al orden de lasprioridades: social para los Rabiosos, político para Marat. Marat posee, enmayor grado que los Rabiosos, una visión global de la situación y se declarapreocupado por mantener un frente unido de todas las fuerzas revolucionarias:conservar la alianza de la Montaña burguesa y de las masas populares,impedir el desmembramiento del Tercer estado revolucionario, cosa a la que

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tendía la acción osada de los Rabiosos en favor de los sans culottes de lasciudades. La primera etapa de la estabilización del gobierno revolucionario fuesignada por la eliminación de los Rabiosos. Robespierre retomará, el 5 deagosto de 1798, los argumentos de Marat contra estos “hombres asalariadospor los enemigos del pueblo”. Continuidad significativa entre el Amigo delpueblo y El Incorruptible: ¿No sería también él, Marat, ahora que la Montañaera la dueña de la Convención, un hombre del gobierno revolucionario?

En las primeras semanas de julio, la República es tomada por asalto desdetodas partes: revuelta en La Vandea, insurrecciones federalistas enNormandía, en Bordeaux, Marsella, Lyon, mientras la invasión extranjeradespliega sus amenazas sobre la frontera del norte, sobre el Rin, sobre losAlpes. Marat no deja de denunciar a aquellos “temerosos de la Convención” (7de julio), la torpeza del Comité de salud pública, su criminal negligencia” (8 dejulio), solicitando la destitución de Custine, la depuración de los estadosmayores. Es el 12 de julio de 1793 (n° 240) el artículo ¡Despertemos, es hora!

“¡Si por lo menos fuéramos más prudentes en el futuro! ¡Si pudiéramoseducarnos en la escuela de las adversidades! Pero los adormecedores dela Convención no cesarán de predicar la tranquilidad y la paciencia hastaque hayan terminado de perder la cosa pública. No es culpa mía; midesesperación es la de ser siempre la Casandra de la Revolución”.

EL ASESINATO DE MARAT

En aquellos días de julio, de un calor oprímeme, la enfermedad de Marat setornaba aún más grave: sólo haya algún alivio en el baño, que nuncaabandona, trabajando como puede sobre su tablero atravesado sobre labañera. El 11 de julio recibe a una delegación de los cordeleros, el 12 otra delos jacobinos; ellos encuentran al:

“hermano Marat en la bañera, una mesa, un tintero, periódicos en torno aél, que se ocupa sin descanso de la cosa pública”.

El 13 de julio, poco antes de mediodía, una joven mujer de veinticinco años sepresenta en el domicilio de Marat, Carlota Corday, de una familia noble deNormandía.

“Ni girondina ni republicana, escribe Georges Lefebvre, ni la píamonárquica que se ha deseado ver en ella. Es una aristócrata, enemigafuriosa e irreductible de aquellos que han abatido los privilegios delfeudalismo.”

Ella ha partido de Caen el 9 de julio; el 11 llega a París, redacta el 12 unLlamado a los franceses, texto grandilocuente que termina con unaexhortación a la aniquilación de la Montaña en general, de Marat en particular,“condenado por el universo... bestia feroz cebada con la sangre de losfranceses”.

No aceptada una primera vez, Carlota Corday regresa por la tarde del 13 dejulio. Nuevamente rechazada, escribe una carta a Marat: ella llega de Caen, ydebe hacerle revelaciones acerca de la situación en Normandía. Hacia el caer

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de la noche se presenta una tercera vez, hacia las ocho. Finalmenteintroducida, mientras Marat toma algunos apuntes, lo apuñala. El Amigo delpueblo se ha convertido en “mártir de la libertad”.

CONCLUSIÓN

Si al final de este bosquejo se intenta definir qué es lo que constituye laoriginalidad de Marat entre los periodistas y los hombres de Estado de laRevolución, muchos rasgos esenciales merecen ser subrayados. Ante todo, lasconsecuencias de la experiencia inglesa. Marat es, con Brissot, uno de losraros hombres de aquel tiempo que posee una experiencia política.

No se limitó, como Brissot, a vivir en Inglaterra y a observar el funcionamientodel régimen parlamentario, sino que tomó parte directa en las luchas políticasinglesas; frecuentó las sociedades políticas, las clubes radicales; es enocasión de las elecciones de 1774 que escribió, en inglés, su primer panfleto,Las cadenas de la esclavitud. Mientras los franceses de 1789 nutrían muchasilusiones acerca del valor del sistema representativo, Marat, que había militadojunto a los radicales amigos de Wilkes, sabía cómo manejarse acerca de losmedios para influir en la prensa, hacer las elecciones y comprar los diputados.De aquí su desconfianza, su pesimismo, y aquella mirada aguda que él vuelcaen los hombres y en las cosas. Este largo aprendizaje de la vida política enInglaterra fue de importancia extrema para el pensamiento, la táctica y laformación profesional de Marat.

El segundo punto que conviene subrayar es que Marat no se engañó nuncaacerca del alcance de la Revolución que se estaba realizando. Desde el primermomento proclamó que el pueblo de los proletarios no ganaría nada, que laRevolución sería asunto de ricos. Reléase a este respecto su Súplica a lospadres conscriptos o las muy serias reivindicaciones de aquellos que no tienennada contra aquellos que lo tienen todo, y se comprenderá por qué Marat pudoser considerado por algunos un precursor del socialismo. Todo su esfuerzoconsistió en tratar de inspirar en las masas populares una conciencia de clase,en hacerles sentir que no serían más que el señuelo y el instrumento de losricos, a menos que hicieran propia la revolución. Parece ser que ningún otrorevolucionario –excluido Babeuf– tuvo conciencia en igual medida de que lasclases populares tenían intereses diferentes de los de la burguesía. A esto sedebió que la acción de Marat fuera poderosa y duradera, y que él fuerapopular. Pero el Amigo del pueblo no sabe ser complaciente: trata conseveridad al pueblo, le reprocha sus debilidades, sus ignorancias, susentusiasmos; duda de que éste pueda nunca liberarse con sus propias fuerzas.Marat es un realista; ve las dificultades de una política popular: equivocada-mente se lo presenta como a un visionario. Lo que lo distingue siempre es laexactitud de su golpe de ojo, su realismo y también su pesimismo.

De ahí uno de los aspectos esenciales de la reivindicación política de Marat, lanecesidad de la dictadura. Se lo sugiere la incapacidad de las masas, de lasque se había convertido en defensor. La noción de dictadura aparececlaramente desde Las cadenas de la esclavitud, ligada a una netadesconfianza por la espontaneidad revolucionaria.

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“¡Qué esperar de estos desgraciados!... Sus medidas están malconcertadas... En el ardor del resentimiento o en las ansias de ladesesperación, el pueblo amenaza, divulga sus propósitos, y le da a susenemigos el tiempo para desbaratárselos”.

Se necesita un jefe que conduzca el movimiento:

“algún audaz que se ponga a la cabeza de los descontentos y los sublevecontra el opresor, algún gran personaje que subyugue los espíritus, algúnsabio que dirija las iniciativas de una multitud desenfrenada y fluctuante”.

Estos principios se definirán bajo el impulso de los sucesos. Marat conocíatambién la historia de las repúblicas griegas de la antigüedad: no ignoraba quela primera forma de la democracia había sido la tiranía, que esta tiranía habíatrastornado, con profundas reformas sociales, el régimen de la propiedad,reformas que no habían podido realizarse sin proscripciones y ejecuciones.Dictadura temporal: se trata de aplastar a la clase vencida y de colocar en sulugar a las nuevas instituciones. Por cierto, esta noción de dictadura resultacon frecuencia, en Marat, muy sumaria, sin un contenido social preciso, sin unprograma definido. Aquí se tocan los límites de su pensamiento político.

Y es justamente para profundizar nuestros conocimientos sobre este punto,que deberían intensificarse los estudios sobre el amigo del pueblo. De Marat aBabeuf, pasando por los herbertistas, parece ser que la noción de dictadurafue definiéndose en el sentido de una dictadura de clase; sería importanteexaminar profundamente esta evolución. Necesidad de la dictadura aparte, lasideas de Marat en el campo político y social parecen menos originales. Noconcebía a la República más que en la forma de gobierno directo.

“Los decretos de la Asamblea nacional –escribía el 24 de junio de 1790–sólo pueden ser provisorios, hasta que la nación los haya sancionado,porque el derecho de sancionarlos le pertenece exclusivamente”.

Afirmación banal, en el contexto revolucionario de la época, muchas vecesretomada por los militantes de las secciones parisinas en 1793-1794. En elcampo social, Marat afirmó desde 1780 las ideas que los robespierristasproclamaron en el año II y que, más o menos claramente expresadas,constituyen la esencia de las tendencias populares. Así el derecho deexistencia puesto como anterior al de propiedad. En la vanguardia delmovimiento popular, Marat halla, desde 1789, los acentos de Jacques Roux ensu petición del 25 de junio de 1793. La Revolución debe abatir también a “laaristocracia de los ricos”.

El amigo del pueblo aparece como un precursor de la corriente igualitaria que,desde 1792 a 1794, imprimió su dinamismo al movimiento revolucionario. Peroestas ideas no presentan ningún carácter de excepción: pertenecen al fondocomún del pensamiento filosófico del siglo, relacionándose más precisamentea la corriente roussoniana. Ellas fueron expresadas, bajo formulacionesdiferentes, por los portavoces de las diversas fracciones de la burguesíamontañesa. Bajo la presión de la carestía y del hambre, los mismos militantespopulares las retomaron con expresiones más o menos toscas. Su experienciade la vida y de los hombres, su reflexión acerca de la sociedad y el Estadocondujeron a Marat, desde el comienzo, a conclusiones a las que otros

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revolucionarios, más jóvenes, sólo llegaron mediante la revolución misma.Marat desapareció cuando se instauraba el gobierno revolucionario; no sepuede prever cuál habría sido su política en el año II. Sus ataques contra losRabiosos, en las últimas semanas de su existencia, constituyen, sin embargo,un rasgo significativo; la eliminación de los Rabiosos, a fines del verano de1793, constituyó la primera etapa de la estabilización del gobiernorevolucionario. ¿Habría sido Marat un hombre de este gobierno? Destinodemasiado pronto truncado y que explica el puesto singular de Marat en larevolución: ni hombre de gobierno como Robespierre ni iniciador de laideología revolucionaria de la nueva sociedad como Babeuf, sino Marat, el Ojoy el Amigo del pueblo.

BIBLIOGRAFÍA

OBRAS DE MARAT:

No existe ninguna reedición moderna de las obras de Marat. Por lo tanto, esnecesario recurrir a la edición original publicada en vida del autor para lamayor parte de las mismas. En el curso de nuestro ensayo hemos indicado lasprincipales. Para una bibliografía de Marat, la obra fundamental sigue siendo lade F. Chévremont, Marat. Index du bibliophile, París, 1876. Este trabajo esinsustituible para distinguir los números auténticos de “L’Ámi du peuple” y lasnumerosísimas falsificaciones. Entre los raros textos de Marat publicados,señalamos dos volúmenes de Ch. Vellay, en la colección “L'élite de laRévolution”: La correspondance de Marat, París, 1908; Les pamphlets deMarat, París, 1911. Estas publicaciones son incompletas, respecto aldescubrimiento y a la identificación de nuevos textos. Entre las colecciones detextos elegidos, señalamos: A. Vermorel, Oeuvres de J. P. Marat, l’Ami dupeuple, París, 1869, selección interesante por lo que respecta a lapersonalidad del autor; L. Scheler, Jean-Paul Marat. Textes choisis, París,1945; sobre todo, especialmente por la amplitud de la selección y la soluciónde problemas. M. Vovelle, Marat, Textes choisis, París, 1963, colección « Lesclassiques du peuple”.

Obras sobre Marat:

Las dos obras fundamentales sobre el Amigo del pueblo, aunque tal vezenvejecidas particularmente por el tono apologético, siguen siendo las de A.Bougeart; Marat l’Ami du peuple, París, 1865, 2 vols., y de F. Chévremont,Jean-Paul Marat. Esprit politique, accompagné de sa vie scientifique, politiqueet privée, París, 1880, 2 vols. Más reciente, L. R. Gottschalk, Jean-Paul Marat.A Study in radicalism, Nueva York, 1927, traducido al francés con el títuloJean-Paul Marat, l’Âmi du peuple, París, 1929. También señalamos: G. Walter,Marat, París, 1933, colección « Les grandes révolutionnaires », reeditado en1960, y Z. Friedland, Jean-Paul Marat et la guerre sociale au XVIIIIe. siècle,Moscú y Leningrado, en ruso. El libro de Gaston-Martin, Marat, l’oeil et l’âmi dupeuple, París, 1938, pone de relieve, con viva simpatía, el ardor y la sinceridadcon que Marat defendió incansablemente la causa de las masas populares.Actualmente, la mejor bibliografía de Marat es la de J. Massin, Marat, París,1960, colección “Portraits de l’histoire”.

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En español, se puede consultar sobre el tema: A. Soboul, Compendio deHistoria de la Revolución Francesa, Madrid, 1966. G. Lefebvre, La RevoluciónFrancesa y el Imperio, México Bs. As., 1957. J. Godechot, Las Revoluciones,Barcelona, 1969.

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“EL INCORRUPTIBLE”

En su Discurso sobre la historia, pronunciado el 13 de julio de 1932 en el liceoJan- son-de-Sailly y publicado en la revista “Variété IV”, el poeta Paul Valéryrelata un episodio que le había contado el gran pintor Degas.

“Me dijo que, cuando era todavía un niño, su madre lo llevó un día a la calle deTournon a visitar a Madame Lebas, viuda del famoso miembro de laConvención que el 9 termidor se suicidó de un balazo. Terminada la visita, sedirigían lentamente hacia la puerta acompañados por la anciana señora,cuando Madame Degas se detuvo de pronto, muy emocionada. Abandonandola mano de su hijo, señaló los retratos de Robespierre, Couthon y Saint-Justque acababa de divisar sobre las paredes de la antecámara, y sin podercontenerse exclamó horrorizada:

¡Cómo! Todavía conserva usted aquí los rostros de esos monstruos?

¡Cállate, Célestine!, –respondió apasionadamente Madame Lebas– ¡cállate... Eran santos!”

¿Monstruos o santos? Más aún que las guerras, las revoluciones dejanregueros de odios y pasiones que el tiempo no logra apaciguar; mucho tiempodespués todavía, enfrentan a los actores del drama, unos contra otros. Pruebade ello son los odios implacables de los viejos regicidas exilados en Bruselas,y Vadier, antiguo miembro del Comité de Seguridad General, que decía al hijode Chasal, miembro de la Convención también exilado:

“Dirás a tu padre que encontraste a alguien que lamenta no haberlohecho ejecutar. Y agregarás que esto te lo dijo Vadier.”

Los odios y las pasiones se concentran en algunas figuras que asumen unadoble significación mítica: ídolos para unos, chivos emisarios para otros. Paraque el historiador pueda discernir los caracteres esenciales de estospersonajes históricos y precisar su papel exacto, es menester ante todo quedisipe la bruma de prejuicios y errores que los deforman, este el caso deMaximiliano Robespierre.

Desde el día siguiente a su caída, producida el 9 termidor del año II (27 de juliode 1794), Robespierre fue considerado responsable, por la reaccióntermidoriana, de rodos los excesos del Terror: de este modo, los terroristassobrevivientes se liberaron de su responsabilidad. Durante todo el siglo XIX, yaun por parte de algunos que no negaban sus simpatías por la revolución y larepública, el nombre de Robespierre permaneció ligado al sistema del Terror.El horror que inspiraba su nombre, hábilmente explotado, a veces facilitó lareacción que frenó o quebró el movimiento democrático. En 1799, el temor aun retorno al sistema de gobierno jacobino contribuyó al ascenso deBonaparte; de igual modo, en julio de 1830, a la rápida eliminación de larepública; por último, en junio de 1848 y mayo de 1871, a la represión del

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movimiento revolucionario. Bajo la Tercera República –radical– la gran figurade la revolución es Danton, el jefe de la facción moderada: se le eleva unaestatua en el corazón de París.

Bien pronto –ya durante su vida–, Robespierre fue blanco de acusaciones.Desde el otoño de 1792, sus adversarios girondinos lo acusaron de aspirar a ladictadura, mediante la formación de un triunvirato con Danton y Marat. Bajo elTerror, los diarios ingleses, los manifiestos de los aliados y la contrarrevolución,concentraron sus ataques y sus denuncias en su nombre y su persona. Esosataques y esas denuncias fueron retomadas por los termidorianos, ansiosos dehacer olvidar su parte de responsabilidad en el Terror. Lo mismo sucediódurante todo el siglo XIX tanto por parte de los monárquicos, naturalmentehostiles a la Revolución, como de la burguesía, atemorizada por losmovimientos sociales y poco deseosa de ver reaparecer las tendenciasigualitarias del año II.

Si bien la acusación de terrorismo fue la principal, también se le atribuyeronotras culpas. Para algunos, la política religiosa de Robespierre y elestablecimiento del culto del Ser Supremo fueron un intento de restaurar elcatolicismo.

Desde Michelet hasta Aubard, pasando por Quinet, los historiadoresanticlericales subordinaron a los problemas de su tiempo y a sus pasiones laapreciación del papel de Robespierre, a quien acusaban de ser adversario dela neutralidad del estado en materia religiosa. A fines del siglo XIX, cuando seafirmó en Francia la democracia parlamentaria, buen número de liberalesnegándose a admitir el papel de la violencia en la vida política y la limitación delas libertades burguesas, persistieron en su animosidad y su odio contraRobespierre. Aun para fervientes demócratas, como Auguste Blanqui y VíctorHugo, Robespierre era sospechoso. Todavía en el siglo xx, hecho significativo,muchos jefes socialistas recuerdan con mayor placer al girondino Vergniaud oal moderado Danton que a Robespierre; por ejemplo, Jean Jaurés, a pesar deque éste hizo justicia al Incorruptible en breves pasajes de su HistoriaSocialista de la Revolución Francesa; lo mismo Léon Blum. La obra dedenigración sistemática fue más lejos aún. No bastaba con hacer responsablea Robespierre de todo el sistema terrorista, con desfigurar sus actitudespolíticas y deformar sus actos. Se atacó al hombre mismo. Tinte bilioso, ojosde gato, temblor de las manos en contraste con la tiesa impasibilidad delrostro: esto en cuanto al aspecto físico. En lo que respecta a los caracteresmorales: dulzona hipocresía, dogmatismo sectario, afectación de eleganciarefinada y de virtud puritana, celos enfermizos o inmenso orgullo, y unacrueldad básica que impregnaba toda su personalidad.

Lo más asombroso de esta imagen es que nieguen a un hombre cuyo granpapel se reconoce –aunque se lo considere nefasto– los talentos necesariospara desempeñarlo. Robespierre no habría sido más que un abogadomenesteroso, de comienzos difíciles, un orador mediocre cuyas primerasintervenciones provocaban en la Asamblea Constituyente “reaccionesdiversas”, un hombre de acción veleidosa, como lo demostraría su actitudvacilante la noche del al 10 termidor. La vida política de Robespierre sólohabría sido una marcha tortuosa, determinada por cálculos mezquinos,

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sembrada de traiciones y habría culminado en el fallido intento de establecer elpontificado del Ser Supremo. Una carrera en la que lo ridículo se disputaría lapalma con lo odioso.

Una característica suya, sin embargo, permaneció siempre fuera de todadiscusión, para sus adversarios como para sus amigos, Robespierre fue elincorruptible. Elogio unánime. Pero en esta reputación bien establecida decastidad y de honestidad, ¿cómo medir la parte de crítica silenciosa y desecreto reproche proveniente de políticos (pensemos en Danton) menosinsensibles a las tentaciones del dinero o de la carne? Se ha podido esbozar lahistoria objetiva de Robespierre; pero el papel que le cupo en la Revolución, ala que encarna desde 1789, todavía no ha sido evaluado con exactitud. Pero almenos es posible, poco después del segundo centenario de su nacimiento,determinar algunos puntos establecidos por la historia y delinear el personajehistórico frente a la figura deformada por la leyenda y el mito.

UN INTELECTUAL PEQUEÑO BURGUÉS

Si Robespierre fue el más famoso de los primeros jefes de la democraciafrancesa, ello se debió sin duda a Jean Jacques Rousseau; pero también sedebió a su origen y a su carácter.

Maximiliano Robespierre nació el 6 de mayo de 1758 en Arras, Artois. Proveníade aquel ambiente de la pequeña burguesía y de pequeños abogados que diotantos hombres a la revolución. Sus antepasados, de origen campesino,llegaron a fuerza de economía a las profesiones liberales. Un tal Robert deRobespierre fue nombrado hacia 1630 procurador y notario real en Carvin,cerca de Lila. El abuelo de Robespierre se incorporó en 1720 como abogado alConsejo Superior del Artois. Su hijo mayor, también abogado, se casó con lahija de un cervecero, Carrant. De esta unión nacieron, además de Maximiliano,una hija –Carlota– en 1759 y otro hijo en 1763, Agustín. La madre murió al dara luz una segunda hija, Enriqueta, en 1764. Este ambiente social era hostil, porsu naturaleza misma, a los privilegios y a la aristocracia. Aquellos hombres decondición mediocre, en medio de los cuales nació y creció Maximiliano, teníanconciencia de su superioridad intelectual y soportaban de mala gana lajerarquía social de los órdenes del antiguo régimen y esa “cascada dedesprecio” de la que habla Cournot en sus Memorias. La muerte de la madredesorganizó el hogar. El padre se endeudó, viajó, volvió en 1768 ynuevamente en 1772. Murió, finalmente, en 1778, dejando sus huérfanos alcuidado de los abuelos maternos. Robespierre llevó siempre las huellas deesta infancia infeliz.

Desde 1765 el joven Maximiliano fue alumno del colegio de los oratorianos deArras. Permaneció allí hasta 1769, año en que obtuvo, con ayuda del canónigoAymé, una de las cuatro becas de estudio de la Abadía de Saint-Vaas para elcolegio Louis-le-Grand de París, propiedad también de la misma ordenreligiosa. Así, Robespierre entró a formar parte de la generación educada porlos oratorianos –después de la expulsión de los jesuítas en 1762– e inspiradaen la filosofía de las Luces y de las letras latinas. Robespierre hizo brillantesestudios, particularmente en Louis-le-Grand. “Supeditaba todo al estudio;

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descuidaba todo por el estudio; el estudio era su dios”, según el abate Proyart,el vicerrector. Se alimentaba de Plutarco y de la historia de la antigüedad. Perola influencia del Iluminismo no fue menor; la de Rousseau en primer término,como lo demostraban sus ideales políticos y la fuerza elocuente de suconvicción, así como su sensibilidad mal contenida y el espíritu religioso quemanifestó públicamente el año II con la proclamación del culto del SerSupremo. En 1780, Robespierre se recibió de bachiller en leyes, y se licencióal año siguiente. En 1781, a los 23 años, retornó a Arras. Vivió de su profesiónde abogado y se ganó honorablemente la vida, pero permaneció “pobre”. Almorir el abuelo, recibió una parte de la herencia familiar, muy modesta por lodemás. Vivió con su hermana Carlota, mientras que su hermano Agustín sebenefició con una beca para el colegio Louis-le-Grand. “Pobre”: esta palabraaparece constantemente en los discursos de Robespierre: Ser pobre significapara él contentarse con satisfacer sus necesidades mediante su propio trabajo,sin desdeñar el bienestar, pero sin buscar el lujo ni el ocio: ideales de la clasemedia, en particular de la pequeña burguesía. Fiel a esta regla de vida,Robespierre supo resistir a las tentaciones –sobre todo cuando entró en la vidapolítica– y limitar sus deseos. Así, dio prueba de firmeza de carácter y de unagran fuerza de voluntad. Sobrio, casto, afecto a los placeres simples de lafamilia y al modesto intercambio de la amistad, Robespierre, por sutemperamento mismo, concordaba con las enseñanzas de Rousseau. En estoresidía, sin duda, una de las causas de su popularidad: sus gustos y su modode vida eran los mismos que los de la burguesía media, que se reconocía enél. Esta categoría social, que constituía el grueso de los efectivos jacobinos yde los sans-culottes parisinos, se caracterizaba a fines del siglo XVIII, comoRobespierre, por su honestidad, su aplicación al deber, su sentido de lamedida y por su pareja repulsión por la excesiva riqueza como por la excesivamiseria.

De su juventud triste y su existencia austera Robespierre extrajo un elevadoconcepto de su valor intelectual y moral. Así arraigó en él la convicción de queel privilegio de nacimiento o el del dinero no pueden ser la medida de losderechos de los ciudadanos: el principio fundamental de la democracia políticay social era innato de alguna manera en Robespierre. Desempeñaba su laborde abogado como un sacerdocio:

“¿Hay profesión más sublime que aquella que os lleva a defender a losdébiles, a los oprimidos?”

Al mismo tiempo, se abría a todas las preocupaciones de un siglo filosófico. Elcaso del pararrayos, en el cual Robespierre se puso de parte del progreso, ledio cierta notoriedad hasta en los ambientes científicos y literarios de París. En1783 entró en la Academia de Arras, y pronto lo acogió en su seno el círculoliterario de los Rosati. Participó en los concursos literarios organizados por lasacademias de provincia y compuso para la de Metz una Memoria sobre laspenas infamantes que mereció un premio; también escribió un Elogio deGresset que tuvo menos fortuna, así como canciones y un Elogio de la rosa.Poco a poco, Robespierre se abría camino en la buena sociedad de Arras.

A los 25 años, su conciudadano, el pintor Bailly, describe así a Robespierre:

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“Delgado y distinguido, con una frente amplia bajo la peluca bien cuidada,ojos claros y dulces bajo cejas bien arqueadas, boca fina debajo de unanariz larga y elevada en su extremo, mejillas redondas, el mentón untanto pesado bajo el cuello de encajes y la mano derecha posada sobre elchaleco bordado”.

En pocas palabras, un miembro de la buena burguesía, preocupado por suaspecto y su notoriedad local.

Pero este conformismo social no lleva al abandono de sus ideales. En 1786,en el caso Deteuf, Robespierre conduce la causa contra los benedictinos deAnchin y denuncia la conducta escandalosa de los monjes. Al fin del mismoaño, en el caso François Pare. denunció el absolutismo de la realeza y lascostumbres judiciales de la época:

“La autoridad divina que ordena al rey ser justo prohíbe a los pueblos seresclavos.”

En su Memoria para el señor Dupond pone en la picota a las lettres de cachet[órdenes de arresto y exilio con el sello real] y las detenciones arbitrarias.

“El medio de prevenir los crímenes es reformar las costumbres; el mediode reformar las costumbres es reformar las leyes.”

Ya desde antes de la Revolución la posición de Robespierre no puede originardudas: está contra el absolutismo, la aristocracia y el privilegio.

REPRESENTANTE DEL PUEBLO

Desde el anuncio de la convocatoria de los Estados Generales. Robespierre selanza a la acción. Publica un llamado al pueblo del Artois sobre la necesidadde reformar los Estados y Órdenes de la región, clero, nobleza y tercer estado.Redacta las notas de protesta de la corporación de camineros, la más pobrede la ciudad. El 23 de marzo de 1789, los habitantes “no unidos encorporaciones” de Arras lo eligen como uno de los doce diputados de la ciudada la Asamblea del Tercer Estado de la bailía. El 26 de abril siguiente se elige aRobespierre como quinto de los ocho diputados del Tercer Estado que el Artoisenvía a los Estados Generales nacionales.

Pobre en Arras, Robespierre lo sigue siendo en Versalles y luego en París, ensu modesto alojamiento de la calle de Sain-tonge –hasta agosto de 1791– ydespués de la calle Saint-Honoré, en lo del “car”pintero” Duplay (en realidad,un empresario de carpintería de holgada posición), donde comparte la vidafamiliar de sus huéspedes. No se le pueden reprochar las comidas “de cienescudos por cabeza”, ni los placeres del Palais Royal. Frugal, Robespierretenía pocas necesidades. Tuvo muchas admiradoras, pero no se le conoceninguna relación amorosa. Quizás amó a la hija mayor de su anfitrión,Eléonore Duplay, quien durante toda su vida permaneció fiel a su memoria.Existencia simple y regular, impregnada de una dignidad que se observabahasta en su vestimenta. A Robespierre le repugnaba tanto la afectación deldesaliño como la del lujo. Permaneció fiel a la moda de sus pares del antiguorégimen; se empolvaba regularmente los cabellos y llevaba puños y cuellos

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con encajes. No adoptó nunca los pantalones o la carmagnole de los sans-culottes, como hicieron algunos por demagogia; se negó siempre a usar elbirrete rojo. Este acto de arrojo demuestra el horror que sentía por toda formade exageración: Robespierre probaba su sinceridad, no con una vestimentasimbólicamente simplista y con actitudes exteriores, sino con la rectitud de sumodo de vida, la firmeza de sus principios y la armonía entre éstos y sus actos.Sin insistir más sobre la preocupación de Robespierre por la dignidad exterior,debemos sin embargo citar aquí la opinión de la mujer del convencional Lebas,hija del carpintero Duplay, según la cual su padre, preocupado por la dignidadburguesa, nunca hubiera admitido en su mesa a uno de sus servidores, esdecir, de sus obreros; se tiene así la medida de la distancia que separaba ajacobinos y sans-culottes, burguesía media y clases populares propiamentedichas. Agreguemos aún que el anfitrión de Robespierre, el carpintero Duplay,buen jacobino si los hubo, si bien por su profesión formaba parte del mundodel trabajo, percibía de 10 a 12 mil libras de renta por alquileres. Estascaracterísticas diversas permiten presagiar las contradicciones en las quetendrá que debatirse finalmente el pensamiento político y social deRobespierre.

Como diputado a los Estados Generales, que pronto se convirtieron enAsamblea Constituyente, Robespierre no se limitó a combatir a losprivilegiados y a la aristocracia; también reclamó la liberación de todos losoprimidos: judíos, actores, hombres de color de las colonias. Ante los ojos depueblo francés, fue desde 1789 el verdadero representante de la democraciapolítica. Desde el verano de 1789 denunció el complot de la aristocracia, “estahidra que se nutre de la sustancia de los pueblos”.

Lo mismo en su Discurso sobre el veto:

“La aristocracia vive todavía en medio de nosotros; llena ya de una nuevaconfianza, eleva cien mil cabezas amenazantes y medita nuevas intrigaspara restablecer su poder sobre los vicios mismos de la Constituciónnaciente”.

Robespierre se opone, en el otoño de 1789, a la ley marcial:

“hombres extraviados por el recuerdo de sus desdichas, no sonendurecidos culpables”.

La libertad es indivisible. Robespierre reclama:

“la libertad de prensa, el libre ejercicio del derecho de petición, el derechode reunirse libremente y la elección de representantes honestos”.

Libertad personal. Robespierre la defiende, el 21 de agosto y el 30 desetiembre de 1789, pidiendo la liberación de cuatro ciudadanos deMarienbourg arrestados sin motivo; el 12 de octubre, proponiendo “proclamarinmediatamente la libertad de todos los prisioneros detenidos ilegalmente”,entre ellos, las víctimas de las lettres de cachet. Libertad de prensa:Robespierre la defiende el 2 de febrero de 1791 a favor de Marat, el 9 de mayoa favor de Camille Desmoulins: “la opinión pública es el único juez de lo que esconforme al bien”. Libertad de palabra: Robespierre la defiende, el 15 desetiembre de 1791, a favor de las sociedades populares.

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Combate con tenacidad por la igualdad de los hombres de color y entra aformar parte de la Sociedad de Amigos de los Negros, pero el 15 de mayo de1791 no logra convencer a la Asamblea Constituyente, que se limita a otorgarla ciudadanía solamente a los hombres de color “nacidos de padres libres”; tanfuerte era la presión de los colonos sobre los constituyentes. En esta primerafase de su carrera política, la lucha más encarnizada que llevó Robespierreestuvo dirigida contra el régimen del censo, que reservaba los derechospolíticos a los ricos; él pensaba que en una sociedad fundada sobre ladesigualdad de medios, el sufragio universal era uno de los pocos sistemasque permitiría contrabalancear la potencia del dinero. Su discurso mássignificativo sobre este tema fue el del 11 de octubre de 1791, acerca de lanecesidad de suprimir el sistema del censo:

“¿Acaso es la ley expresión de la voluntad general, cuando la mayoría deaquellos para quienes está hecha no pueden contribuir de ningunamanera a su formación? ¿Son acaso los hombres iguales frente alderecho, cuando mientras unos gozan con exclusividad de la facultad deser elegidos miembros del cuerpo legislativo y de las otras institucionespúblicas, otros solamente de elegirlos y el resto se hallan privados detodos estos derechos al mismo tiempo...?

¿Acaso se admiten a los hombres en todos los cargos públicos, sin otradistinción que la que depende de sus respectivas capacidades yaptitudes, cuando la imposibilidad de pagar el tributo requerido losmantiene alejados de todos los cargos públicos, sean cuales fueren suscapacidades y aptitudes...?

“Finalmente, ¿es la nación verdaderamente soberana, cuando la mayoríade los individuos que la componen carece de los derechos políticos queconstituyen la soberanía...?

“Todos los hombres nacidos y residentes en Francia son miembros de lasociedad política que se llama la nación francesa, esto es, ciudadanosfranceses. Lo son por la naturaleza de las cosas y por los primerosprincipios del derecho de gentes. Los derechos correspondientes a estetítulo no dependen de la fortuna que cada uno posea ni del monto de losimpuestos que deba pagar, porque no son los impuestos lo que nos haceciudadanos...”

Robespierre, a pesar de lo que se ha dicho, no se perdió en la masa de losconstituyentes oscuros. Se dio a conocer muy pronto con frecuentesintervenciones en la tribuna, la primera de las cuales se remonta al 16 de mayode 1789. Seguramente, un cierto énfasis y una sensibilidad rousseaunianaprovocaron, desde sus primeros discursos, lo que se ha convenido en llamar –en las crónicas parlamentarias– “reacciones vivaces”. Muy pronto, sinembargo, Robespierre se impone por el ardor de sus convicciones y la firmezade sus principios. “Irá lejos –declaró Mirabeau– cree en todo lo que dice.”Todos los grandes problemas que debió abordar la Asamblea Constituyente lollevaron a la tribuna: problemas constitucionales del Estado, reforma de laIglesia y del clero, organización judicial, institución de las guardias nacionales,problemas coloniales…

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En cada nueva ocasión, Robespierre aparecía como el defensor consecuentede los derechos del pueblo y de la democracia. Después de la insurrección del10 de agosto de 1792 y del derrocamiento de la monarquía, cuando la lógicade los sucesos condujo a la República, Robespierre la concebirá, no tantocomo una simple forma de gobierno, sino como un régimen cuyo fin esenciales realizar la igualdad en todos los sentidos de la palabra y fundar la igualdadsocial: su acción en la Convención, a la cual lo enviaron los electores de Parísen setiembre de 1792, fue una clara prueba de ello.

UNA DEMOCRACIA BURGUESA

Es importante, sin embargo, precisar los límites que Robespierre asignaba a lademocracia política. Si bien supo afirmar sus principios en toda su fuerza ytoda su amplitud, no dejó por ello de utilizarlos en beneficio de la revoluciónburguesa. ¿Cómo habría podido ser de otra manera? En el momento de lospreparativos de las elecciones a la Convención, en setiembre de 1792, cuandose hacía necesario elegir patriotas decididos y eliminar a los moderados,Robespierre se pronunció por una aplicación popular de la democracia:censura de los elegidos, mandatos imperativos, control y revocabilidad de losdiputados por parte del pueblo soberano.

El 27 de agosto de 1792, por influencia de Robespierre, la sección parisina dela Place Vendóme declaró que.

“en principio, todos los mandatarios del pueblo deben ser nombradosinmediatamente por el pueblo, es decir, por las asambleas primarias”.

Esto significaba pronunciarse contra el sufragio indirecto en dos grados; paraprevenir los inconvenientes, la sección de la Place Vendóme decidió que loselectores votarían en voz alta y en presencia del pueblo, no en escrutiniosecreto. Por otra parte, los diputados nombrados por el pueblo debían estar

“sujetos a la revisión y al examen de las secciones, de modo que lamayoría pudiese rechazar a quienes fuesen indignos de la confianza delpueblo”.

Esta censura o examen depurador de los elegidos tenía por fin remediar losinconvenientes del escrutinio en dos grados, y era también expresión delcarácter indivisible de la soberanía nacional. Pero cuándo se hizo claro que lamayoría de los diputados elegidos por la asamblea electoral del departamentode París pertenecía a la Montaña30 no se habló más de censura ni de examendepuratorio: los principios sólo habían sido afirmados por táctica. Robespierrese calló. Lo mismo sucedió con el control y la revocabilidad de los electos porel pueblo soberano. Para que los elegidos permanecieran fieles al mandatorecibido y para atenuar en cierta medida los inconvenientes del sistemarepresentativo, las secciones parisinas enunciaron claramente, en el momentode las elecciones a la Convención, el principio del control y la revocabilidad delos representantes. Robespierre se adhirió. Pero después de las elecciones nose habló más del asunto.

30 Agrupaba a la izquierda de la Convención (jacobinos y cordeleros) del 92.

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El 24 de junio de 1793, durante las discusiones sobre el proyecto deConstitución, cuando el informante Hérault de Séchelles presentó un capítulotitulado Sobre la censura del pueblo contra sus diputados y sobre la garantíacontra la opresión del Cuerpo Legislativo, Couthon hizo rechazar el proyecto yRobespierre se calló. Una vez establecido definitivamente el gobiernorevolucionario con el decreto del 14 frimario del año II (4 de diciembre de1793), el Comité de Salud Pública ya no toleró ni siquiera el simple recuerdodel derecho del pueblo a controlar y revocar a sus elegidos. Los principiosfueron subordinados a las exigencias de la política jacobina de salud publica.En la primavera de 1794, cuando la Comuna de París volvió otra vezsólidamente a manos de las autoridades robespierristas, las prácticaspopulares de la democracia política (como el voto cantado) fueron proscriptosdefinitivamente.

De hecho, su ideal político, confusamente esbozando en las luchasrevolucionarias, llevaba a los sans-culottes parisinos y a los militantes de lassecciones, no hacia la democracia liberal y representativa tal como la concebíala burguesía –aun la jacobina–, y a la cual adhería en última instanciaRobespierre, sino hacia una práctica popular de la democracia. El control delos elegidos, el derecho del pueblo a revocar su mandato y ciertosprocedimientos como el voto cantado o por aclamación revelaban que losmilitantes de las secciones no se contentaban con una democracia formal, sinoque concebían la república como una democracia activa. En este punto, existíauna oposición fundamental entre la burguesía jacobina y los sans-culottesparisinos. Jefe de una revolución sostenida por el pueblo pero dirigida por laburguesía, Robespierre no podía pronunciarse por una práctica popular de lademocracia política.

DE LA REVOLUCIÓN BURGUESA A LA DEMOCRACIA POPULAR SOCIAL

Apóstol de la democracia política, pero dentro de los límites de una revoluciónburguesa, Robespierre terminó por ser, con Saint-Just, uno de los líderes de lademocracia social.

Pero llegó a ella lentamente y con cierta timidez: su formación puramenteliteraria y jurídica, su incapacidad para realizar un análisis económico y socialpreciso lo llevaban a una concepción puramente política de las relaciones defuerza. Indudablemente, como discípulo de Rousseau, pensaba que ladesigualdad de las riquezas puede reducir los derechos políticos a una vanaapariencia y que el origen de la desigualdad entre los hombres se encuentra,no solamente en la naturaleza, sino también en la propiedad privada. Perocontra este mal, que juzgaba inevitable, Robespierre no trató en un comienzode buscar un remedio. Las exigencias políticas de la defensa revolucionaria vnacional contra la aristocracia y la coalición de las potencias del antiguorégimen lo llevaron, sin embargo, a partir de 1792 y sobre todo de 1793, aconcepciones más audaces. Mientras una parte de la burguesía, “les culottesdorées” (los calzones dorados), se alineaba tras los fuldenses, y luego tras losgirondinos, para concluir una paz incierta con los aliados y poner fin a larevolución con un compromiso, Robespierre, para llevar la lucha hasta la

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victoria, comprendió la necesidad de asociar las clases populares a lasalvación de la república, a través de una política social nueva.

“La fuerza de las cosas –iba a declarar Saint-Just el 31 ventoso del año II(26 de febrero de 1794)–, nos lleva quizás a resultados en los que nohabíamos pensado.”

La fuerza de las cosas: esto es, la lógica de los sucesos, las necesidades de laguerra, los imperativos de la defensa nacional y de la defensa revolucionariaindisolublemente unidas. Todo esto hacía necesario, para asegurar el triunfo dela revolución y la independencia nacional, lá alianza de la burguesía de laMontaña con el pueblo de los sans-culottes. Y era menester que este últimoadhiriera a la República.

“Un pueblo que no es feliz no tiene patria", declaró Saint-Just el 29 denoviembre de 1792, en su discurso sobre las subsistencias. De aquí la políticasocial de los robespierristas, que se fue precisando poco a poco hasta losdecretos de ventoso del año II.

Pero Robespierre no llegó nunca, sin embargo a la idea de derrocar el ordensocial constituido y quitar a la burguesía la preponderancia que le habíaasegurado la revolución de 1789. “La igualdad de bienes es una quimera”,declaró a la Convención el 24 de abril de 1793; y se oponía a la ley agraria, esdecir, a la división de las propiedades, que constituirá en 1848 la esencia delsocialismo de los partageux (repartidores).

El ideal social de los robespierristas, como de los sans-culottes, era unasociedad de pequeños productores independientes, poseedor cada uno de sucampo, su estudio o su taller y en condiciones de alimentar a su familia sintener que recurrir al trabajo asalariado. El hombre que vive de su trabajo sindepender de otro, sin deudas con nadie, es el pobre de Robespierre, cuyaspreferencias se dirigían hacia la pequeña producción individual y la propiedadindependiente. Se trata de un ideal plasmado sobre la Francia popular de finesdel siglo XVIII, según las aspiraciones del pequeño agricultor y del jornaleroagrícola, del artesano y el obrero, como también del pequeño comerciante. Elideal de los robespierristas correspondía a las condiciones económicas de lamayoría de los productores de su época; pero se afirmaba en contradiccióncon la evolución profunda de las fuerzas productivas, que tendían a laconcentración capitalista.

Sobre este punto, la continuidad del pensamiento social de Robespierre esclarísima. El 5 de abril de 1791, después de la discusión sobre la ley de laigualdad de las sucesiones, declaró:

“La desigualdad demasiado grande de los bienes es la fuente de ladesigualdad política, de la destrucción de la libertad. Sobre la base deeste principio, las leyes deben tender siempre a disminuir esadesigualdad, que cierto número de hombres convierten en instrumento desu orgullo, de sus pasiones y a menudo de sus delitos... No habréis hechonada, pues, por el bien público, si todas vuestras leyes, todas vuestrasinstituciones no tienden a destruir esa desigualdad demasiado grande defortunas.”

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Robespierre dio la expresión más clara de este ideal social a propósito delderecho de propiedad, en el momento de la discusión de la nueva Declaraciónde los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que debía proceder a laConstitución de junio de 1793:

“Os expondré ante todo –declara Robespierre el 24 de abril de 1793–algunos artículos necesarios para completar vuestra teoría sobre lapropiedad; que esta palabra no alarme a nadie. ¡Cúmulos de fango, queno estimáis más que el oro!, no quiero tocar vuestros tesoros, por impuraque sea su fuente. Debéis saber que esta ley agraria de la que habéishablado tanto no es más que un fantasma creado por la canalla paraasustar a los imbéciles: no era necesario, sin duda, hacer una revoluciónpara hacer saber al universo entero que la gran desproporción de losbienes es la base de innumerables males e innumerables delitos, pero noestamos por ello menos convencidos de que la igualdad de los bienes esuna quimera. En cuanto a mí, la creo menos necesaria aún para lafelicidad privada que para la felicidad pública. Más que de proscribir laopulencia, se trata de hacer honorable la pobreza. La cabaña de Fabriciono tiene nada que envidiar al palacio de Creso...

“Preguntad a ese mercader de carne humana qué es la propiedad; osresponderá, mostrándoos ese gran féretro que él llama nave, en la cualha arrojado y encadenado a los hombres que parecen vivos: he ahí mipropiedad, los he comprado a tanto por cabeza.

“Interrogad a ese gentilhombre, que tiene tierras y vasallos, o que creeque el universo se acaba cuando ya no los tiene; os dará de la propiedadconceptos bastante similares...

"Para todos ellos la propiedad no tiene nada que ver con la moral. ¿Porqué vuestra Declaración de Derechos parece presentar el el mismo error?Al definir la libertad como el primero de los bienes del hombre, como elmás sagrado de los derechos que posee por naturaleza, habéis afirmadocon razón que ella encuentra sus límites en los derechos de otros. ¿Porqué no habéis aplicado el mismo principio a la propiedad, que es unainstitución social, como si las leyes eternas de la naturaleza fuesenmenos inviolables que las convenciones de los hombres? Habéismultiplicado los artículos para asegurar la mayor libertad al ejercicio de lapropiedad, y no habéis dicho una sola palabra para determinar suscaracteres legítimos. De este modo, vuestra Declaración parece hecha,no para los hombres, sino para los ricos, para los acaparadores, para lostraficantes y para los tiranos.”

Robespierre proponía luego cuatro artículos, de los cuales sólo nos interesa elprimero:

“La propiedad es el derecho de todo ciudadano de gozar y disponer deaquella parte de los bienes que le garantizan las leyes.”

El derecho de propiedad ya no era, pues, un derecho natural e imprescriptible,anterior a toda organización social, como afirmaba la Declaración de 1789; seinscribía, en lo sucesivo, en marcos sociales e históricos, y hallaba sudefinición en la ley.

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En lo concerniente a otra cuestión importante, la de las subsistencias, sevuelve a encontrar en Robespierre la misma línea de pensamiento. Como laburguesía jacobina, es partidario de la libertad de comercio: como los sans-culottes, quiere limitar esa libertad. El 24 de diciembre de 1792, a propósito delos desórdenes provocados por la carestía en el departamento de Eure-et-Loire. Robespíerre ataca a la libertad ilimitada de comercio. Esta libertad esnecesaria

“solamente hasta el punto en que la avidez asesina comienza a abusar deella”.

Retoma luego las ideas familiares a los sans-culottes, en particular la de que elderecho de propiedad debe estar subordinado al derecho del pueblo a lasubsistencia.

“Nadie tiene derecho a acumular parvas de trigo, mientras su semejantese muere de hambre. El primer derecho es el de existir... Ya no es verdadque la propiedad pueda estar en oposición a la subsistencia de loshombres, tan sagrada como la vida misma; todo lo que es necesario paramantenerla es propiedad común de la sociedad entera... No les quito a losricos ningún beneficio honesto, ninguna propiedad legítima; solamente lesquito el derecho de atentar a la de otros. No destruyo el comercio, sino elbandidaje de los monopolistas.”

LA PROPIEDAD NO ES UN DERECHO DE NATURALEZA

Sin embargo, por el libre juego de las leyes económicas, la gran propiedad y elprivilegio de la riqueza florecían nuevamente, con tocias las consecuenciasnefastas para la democracia. Robespierre restablece entonces en elpensamiento republicano la noción de derecho social: la comunidad nacional,investida del derecho de control sobre la organización de la propiedad,interviene para mantener una igualdad relativa mediante la reconstitución de lapequeña propiedad, a medida que la evolución económica tiende a destruirla,con el fin de prevenir la reconstitución del monopolio de la riqueza y laformación de un proletariado dependiente. La democracia política asume, así,todo su valor. De allí las leyes de la Montaña sobre la división en partes igualesde las herencias para llegar a la fragmentación de los patrimonios, la ley sobrela venta de los bienes nacionales en pequeños lotes, para facilitar suadquisición, y la ley sobre la partición de los bienes comunales. De allí eldecreto del 6 ventoso del año II (24 de febrero de 1794), con la que Saint-Justhacía asignar a los “patriotas necesitados” los bienes de los sospechosos. Deallí la ley del 22 floreal (11 de mayo de 1794), que organizaba la beneficencianacional y aplicaba el derecho a la asistencia reconocido por la Declaración deDerechos de junio de 1793: asistencia médica gratuita, pensión por invalidez ypor vejez, ayuda a las familias numerosas; en pocas palabras, los segurossociales. De allí los esfuerzos de la Convención por organizar la instrucciónpública. “Los déspotas se habían adueñado de la razón humana para hacerlacómplice de la esclavitud”: ahora es necesaria una educación nacional e igualpara todos.

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De este modo se realzaría el fin asignado a la sociedad por la Declaración deDerechos: “el bienestar común”. De tal modo se convertiría en hechos aquelideal de una sociedad igualitaria que Saint-Just precisaba en sus InstitucionesRepublicanas:

“Dar a todos los franceses los medios para satisfacer las necesidadesfundamentales de la vida, sin depender de otra cosa que de las leyes ysin mutua dependencia en el estado civil.”

Y también: “Es menester que el hombre sea independiente.” Robespierreprecisó los caracteres de esta república democrática y social en su informe a laConvención del 18 pluvioso del año II (5 de febrero de 1794).

“¿Cuál es el fin al que tendemos? El pacífico goce de la igualdad y de lalibertad, el reino de la justicia eterna, cuyas leyes están grabadas, no enel mármol o la piedra, sino en el corazón de todos los hombres...Queremos un orden de las cosas en el que todas las pasiones bajas ycrueles estén encadenadas, en el que las distinciones nazcan del senomismo de la igualdad, en el que la patria asegure el bienestar de todoindividuo... Queremos sustituir la moral al egoísmo, la honestidad alhonor, los principios a los hábitos... Queremos, en una palabra, cumplirlos deseos de la naturaleza, realizar los destinos de la humanidad,mantener las promesas de la filosofía.”

UNA CONTRADICCIÓN HISTÓRICA

Las ideas expuestas por Robespierre y los robespierristas bajo el acicate delos sucesos y de las reivindicaciones populares no presentaban en su tiempo,una gran originalidad. Con formulaciones diversas, fueron expresadas porvoceros de las diversas fracciones de la burguesía montañesa; derivaban delfondo común del pensamiento filosófico del siglo XVIII inspirado por Rousseau.Pero no es posible ocultar, en las tendencias sociales de Robespierre, ciertascontradicciones que la lógica de los sucesos reveló finalmente y queprecipitaron la caída del gobierno revolucionario.

El régimen de los pequeños productores independientes, al que se dirigíantodas las simpatías de Robespierre, excluía la concentración de los medios deproducción. Robespierre no concebía que, llegado a un cierto grado deevolución, este régimen debiese necesariamente engendrar los agentes de supropia destrucción: en efecto, los medios de producción individual setransforman necesariamente en medios de producción socialmenteconcentrados. La pequeña propiedad de una multitud de pequeñosproductores independientes es reemplazada entonces por la gran propiedadde una minoría capitalista, y la propiedad basada en el salario sustituye a lapropiedad basada en el trabajo personal. Los robespierristas, en lascondiciones de su tiempo, no podían liberarse de esta contradicción.

Partidario de una imposible república igualitaria, Robespierre adhería al mismotiempo a una economía liberal. Como sus colegas del Comité de SaludPública, odiaba la economía dirigida. Ciertamente, el 2 de diciembre de 1792,en su discurso sobre las subsistencias, a propósito de los desórdenes

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frumentarios de Eure-et-Loire, Robespierre había subordinado el derecho a lapropiedad al derecho de la existencia:

“El primero de los derechos es el de existir; la primera ley social, pues, esla que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios paraexistir; todas las otras están subordinadas a ella.”

Pero, durante el verano de 1793, mientras la gravedad de la crisis de lassubsistencias moviliza a las masas parisinas que reclaman una regulación y unimpuesto, esto es, la dirección autoritaria de la economía, Robespierre secalla. Silencio lleno de significado: había en Robespierre demasiada agudezapolítica para que, a pesar de su amor por el pueblo, subvalorase el balance delas fuerzas sociales y dejase de lado los intereses de la burguesía.Robespierre y los hombres del Comité de Salud Pública aceptaron la ley delmáximo general del 29 de setiembre de 1793, que iniciaba la economíadirigida, sólo porque la imposición de impuestos y de una regulación eranecesaria para sostener una gran guerra nacional. Robespierre afirmó amenudo que no se gobierna en tiempo de guerra como en tiempo de paz:requisiciones e impuestos fueron concebidos como expedientes temporarioshasta lograr la victoria. Por democrática y popular que hubiese llegado a ser enel año II, la revolución seguía siendo burguesa: con el fin de mantener elequilibrio entre los jefes de empresa de quienes no se podía prescindir y losasalariados, el gobierno revolucionario gravó con impuestos tanto los salarioscomo los precios. Tal política económica dirigida presuponía la alianza de laMontaña y los sans-culottes, pero chocaba y desagradaba a la burguesía, aunjacobina, porque suprimía la libertad económica y limitaba las ganancias.

En lo que respecta a las masas populares parisinas, cuando impusieron lasrequisiciones y los impuestos, no pensaban solamente en las necesidades dela defensa nacional, sino más bien en la propia subsistencia: necesitaban panbarato. Más aún, desde el otoño de 1793 hasta la primavera de 1794, dueñasde París y temidas por la Convención y por el gobierno revolucionario, lasmasas populares obtuvieron aumentos de salarios; y contrariamente a la ley, laComuna, dominada entonces por Hébert y sus amigos, no los gravó conimpuestos. El descontento de la burguesía se hizo más decidido.

Después de la condena de Hébert y su grupo, el 4 germinal de año II (24 demarzo de 1794), y de la instalación de la Comuna robespierrista, el gobiernorevolucionario rectificó la situación de las empresas cuyos beneficios tendían areducirse, atrapadas como se hallaban entre los impuestos a las mercaderías ylos aumentos ilegales de salarios. El punto culminante de esta política fue lapublicación por la Comuna robespierrista, el 5 termidor (23 de julio de 1794),del máximo para los salarios parisinos, verdadera reducción autoritaria de lossalarios. Al hacer esto, la Comuna robespierrista cercenaba las ventajasconquistadas por los asalariados parisinos: en una sociedad de estructuraburguesa, el gobierno revolucionario, al tener que actuar como arbitro, sólopodía favorecer a los poseedores, en detrimento de los asalariados.

La economía dirigida y la democracia social del año II no tenían una base declase, sino que reposaban sobre una base falsa. Sus contradicciones, que nisiquiera Robespierre está en condiciones de superar, aceleraron la crisis.Después del 9 termidor, el edificio se desplomó.

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EL HOMBRE DE LA REVOLUCIÓN

Apóstol de la democracia política y sostenedor de la democracia social: estosdos aspectos del pensamiento y la acción de Robespierre pueden dar sólo unaidea aproximada de su papel en la historia. Robespierre fue esencialmente elhombre del gobierno revolucionario. La revolución francesa aparece como unepisodio grandioso y dramático de la lucha de clases, tanto en el interior comoen las fronteras. Los privilegiados que habían impuesto a Luis XVI laconvocatoria de los Estados Generales no se resignaron a la victoria del TercerEstado y a la liquidación del antiguo régimen y de la preponderancia social dela aristocracia. Una parte de la nobleza emigró y, agrupada en armas en el Rin,no ocultó su intención de invadir Francia, con ayuda de las potenciasconservadoras, para restablecer sus privilegios. La fuga del Rey a Varennes, el21 de junio de 1791, puso de manifiesto que también llamaba en su apoyo alos soberanos extranjeros. Los más clarividentes de los hombres del TercerEstado denunciaron desde 1789 este “complot aristocrático”, y los más osadosse enrolaron como voluntarios para la defensa de la nación y de la revolución,que para ellos eran una sola cosa.

Desde la primavera de 1789 Robespierre fue el intérprete resuelto de laresistencia a la aristocracia. En la tribuna de la Asamblea Constituyente comoen la de los jacobinos, nunca cesó de denunciar el complot aristocrático y latraición de la corte. En todos los asuntos que, a partir de 1789, enfrentan a losaristócratas y patriotas, se pone de parte de éstos: en diciembre de 1789, delos patriotas de Marsella: en julio de 1790, de los de Montauban: en abril de1791, de los Nimes y Uzès. En las sediciones militares, toma el partido de lossoldados contra los oficiales. El espíritu aristocrático está todavía vivo en elejército, que está siempre en manos del rey y de sus ministros; Robespierredenuncia el peligro de tal coalición. La misma celosa preocupación por losverdaderos intereses de la nación explica la actitud de Robespierre frente a laamenaza de guerra. El estallido de las hostilidades entre la revolución yEuropa fue el suceso culminante bajo la Asamblea Legislativa, en la primaverade 1792. La Corte ejerció presión en pro de la guerra, con la esperanza de unaderrota que provocaría una contrarrevolución. La mayoría de los jacobinosseguidores de Brissot y aquéllos que más tarde serán llamados girondinos venen una guerra ideológica y libertadora de pueblos la prolongación lógica ynatural de la acción revolucionaria conducida hasta ese momento en el interiordel país.

Solo, o casi solo, con una clarividencia ejemplar, Robespierre se pronunciócontra la guerra en sus grandes discursos a los jacobinos de fines dediciembre de 1791 y comienzos de enero de 1792. Para él, la guerra esincompatible con la libertad y llevará consigo la dictadura. Robespierre haobservado los intereses que impulsan a los girondinos a la guerra:representantes del mundo de los negocios, se han hecho los defensores de losproveedores del ejército y de los especuladores. Se ha dado cuenta muy bienque los moderados piensan servirse del ejército para romper el movimientorevolucionario. Por ello, quiere ante todo extirpar el enemigo interno y lacontrarrevolución; el pueblo francés debe primero establecer sólidamente lalibertad dentro de las fronteras.

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“Antes de extraviaros en la política y los Estados de los príncipeseuropeos –declara Robespierre el 2 de enero de 1792 en la tribuna de losjacobinos– empezad por preocuparos por vuestra posición interna; ponedorden en vuestra casa antes de llevar la libertad a otras partes... Ponerorden en las finanzas y detener su depredación, armar al pueblo y a losguardias nacionales, hacer todo lo que el gobierno ha querido impedirhasta ahora para no temer los ataques de nuestros enemigos ni lasintrigas ministeriales; reanimar con le- yes benéficas, con un carácterlleno de energía, de dignidad y de sabiduría, el espíritu público y el horrora la tiranía, que es lo único que puede hacemos invencibles contra todoslos enemigos: todas ésas no son más que ideas ridículas. ¡La guerra, laguerra, puesto que la Corte la pide. Tal partido nos dispensa de todapreocupación, se está en paz con el pueblo puesto que se le da la guerra.¿La guerra contra los justiciables de la Corte Nacional o contra lospríncipes alemanes?

Confianza, idolatría por los enemigos interiores. Pero, ¿qué digo?¿Tenemos acaso enemigos interiores? No, vosotros no los conocéis; sóloconocéis Coblenza. ¿No habéis dicho que la sede del mal está enCoblenza? ¿No está, pues, en París? ¿No hay, pues, ninguna relaciónentre Coblenza y algún lugar que no está lejos de nosotros? Pues ¿qué?Osáis decir que lo que hace retroceder la revolución es el temor queinspiran a la nación los aristócratas fugitivos que ella siempre hadespreciado; ¡y esperáis de esta nación prodigios de todo género! Sabed,pues, que a juicio de todos los franceses esclarecidos, la verdaderaCoblenza está en Francia... La guerra es buena para los oficiales decarrera, para los ambiciosos, para los agitadores que especulan con estetipo de sucesos; es buena para los ministros, cuyas acciones cubre conun velo más espeso y casi sagrado; es buena para la Corte, para el PoderEjecutivo, cuya popularidad y autoridad ella aumenta; es buena para lacoalición de los nobles, de los intrigantes, de los moderados quegobiernan a Francia.”

LA GUERRA Y LA DICTADURA

Prevaleció la corriente belicista. Las advertencias de Robespierre fuerondespreciadas, y la Asamblea Legislativa declaró la guerra en abril de 1792. Latraición tuvo libre curso; un cuerpo de emigrados invadió Francia, sobre lashuellas del ejército prusiano; pronto los vandeanos insurrectos llamaron en suayuda a los ingleses, mientras los revoltosos de Lyon solicitaban la del ejércitosardo, que había invadido Saboya; los realistas, después de hacer unamatanza con los patriotas, abandonaron Tolon a los ingleses.

Robespierre no cesó de exhortar a los patriotas a tomar las medidasnecesarias para cortar la traición y promover la defensa nacional. Y puesto quela monarquía constituía el punto de confluencia de la contrarrevolución,Robespierre apoyó la “jornada” popular del 10 de agosto de 1792, que abatióal trono. Se pronunció por la muerte de Luis XVI:

“El Rey no es un acusado; vosotros no sois jueces”.

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El pueblo ya se ha pronunciado mediante la insurrección del 10 de agosto.

“Luis debe morir para que la patria viva.”

Los girondinos, por temor al pueblo, rechazan las medidas enérgicas.Robespierre los denuncia y declara legítima la jornada popular del 2 de juniode 1793, que los eliminó de la Convención. Constituido finalmente el gobiernorevolucionario, Robespierre ingresa al Comité de Salud Pública el 27 de juliode 1793, y en él permanece hasta su caída, un año después, el 9 termidor delaño II (27 de julio de 1794). Así, el hombre clarividente que había tratado dealejar de la revolución un peligro que consideraba mortal se convirtió en elanimador intransigente de la defensa nacional y revolucionaria. Frente a laaristocracia y a la contrarrevolución francesa y europea, en guerra contra lajoven república en el interior y en las fronteras, Robespierre tomó a su cargo lasalvación pública.

La Convención confió al Comité de Salud Pública la totalidad de los poderesgubernamentales; durante un año le aseguró la estabilidad. Gracias a laconcentración de poderes, el Comité dispuso de toda facultad de gobierno:asumió la dirección del Estado y de los ejércitos de la república. Contra losenemigos del pueblo, tiene a su disposición la jurisdicción excepcional delTribunal Revolucionario. ¿Dictadura? Indudablemente, pero no hay queconfundirla con la dictadura de un general victorioso o de un aventureropolítico. Ni hay que olvidar tampoco que el Comité de Salud Pública erareelegido todos los meses por la Convención y que bastó –el 9 termidor– unvoto a mano alzada para abatirlo.

¿Dictadura de Robespierre? No. Robespierre no era presidente del Comité deSalud Pública, no había elegido a sus colegas y había entrado de los últimosen el Comité. Todas las medidas se adoptaban después de deliberar y eranfirmadas por varios miembros del Comité; se trataba, realmente, de unadirección colegiada. Pero Robespierre conquistó en el Comité una posiciónpreponderante por su prestigio ante el pueblo, por su dedicación al trabajo ypor la firmeza con la que tomaba a su cargo la responsabilidad colectiva, aldefender siempre la política del Comité. Robespierre había afirmado a menudoque no se gobierna en tiempo de guerra como en tiempo de paz. Así justificó elgobierno revolucionario y el Terror en su informe a la Convención del 5 nevosodel año II (25 de diciembre de 1793):

“El fin del gobierno constitucional es mantener la república; el delgobierno revolucionario es fundarla. La revolución es la guerra de lalibertad contra sus enemigos; la Constitución es el régimen de la libertadvictoriosa y pacífica. El gobierno revolucionario requiere una actividadextraordinaria, justamente porque está en guerra. Esta sometido a reglasmenos uniformes y menos rigurosas, porque las circunstancias en que seencuentra son tempestuosas y móviles, y sobre todo porque se veobligado a desplegar continuamente fuerzas nuevas contra peligrosnuevos y acuciantes.

El gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil y elgobierno revolucionario de la libertad pública. Bajo el régimenconstitucional, casi basta proteger a los individuos contra los abusos del

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poder público. Rajo el régimen revolucionario, el poder público mismo seve obligado a defenderse contra las facciones que lo atacan.

El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda laprotección pública; a los enemigos del pueblo no les debe más quela muerte.

Estas nociones bastan para explicar el origen y la naturaleza de las leyesque llamamos revolucionarias. Los que las llaman arbitrarias y tiránicasson sofistas estúpidos o perversos que tratan de confundir a susadversarios; quieren someter al mismo régimen la paz y la guerra, lasalud y la enfermedad, o mejor dicho, sólo desean la resurrección de latiranía y la muerte de la patria.”

Aunque Robespierre reconocía francamente la necesidad de la violencia paralograr la victoria, no se ocultaba el peligro que planteaba la suspensión de lasgarantías legales que, en tiempos normales, protegen los derechos del hombrey del ciudadano. Así, como correctivo del Terror da la virtud, es decir, la virtudcívica, “aquella virtud que no es sino amor por la patria y sus leyes”. Esto es loque afirma con vigor en su informe a la Convención del 18 pluvioso del año II(5 de febrero de 1794):

“Si la fuerza del gobierno popular en tiempo de paz es la virtud, la fuerzadel gobierno popular en tiempo de revolución es, simultáneamente, lavirtud y el terror. Sin la virtud el terror es funesto; sin el terror la virtud esimpotente. El terror no es más que la justicia rápida, severa, inflexible; es,pues, una emanación de la virtud; es menos un principio particular queuna consecuencia del principio general de la democracia aplicado a lasmás apremiantes necesidades de la patria.

“Se ha dicho que el terror es la fuerza del gobierno despótico. ¿Seasemeja, pues, el vuestro al despotismo? Sí, como la espada que brilla enlas manos de los héroes de la libertad se asemeja a aquélla con la queestán armados los satélites de la tiranía. Que el déspota gobierne por elterror a sus súbditos embrutecidos; tiene razón, como déspota. Domadcon el terror a los enemigos de la libertad y tendréis razón comofundadores de la república. El gobierno revolucionario es el despotismode la libertad contra la tiranía. ¿Acaso la fuerza sólo está hecha paraproteger el crimen? ”

Animado de tales principios, Robespierre no transige. Nunca fue más claro ymás firme que en el discurso improvisado que pronunció el 25 de setiembre de1793, frente a la Convención, cuando ésta acababa de incorporar al Comité deSalud Pública al representante del pueblo que se encontraba en misión enValenciennes, en el momento en que esta plaza capituló ante el enemigo afines de julio.

“Os he prometido la verdad íntegra y os la diré en esta discusión. LaConvención no ha demostrado toda la energía que habría debido tener...Os lo declaro: el que se encontraba en Valenciennes cuando el enemigoentró en ella no está hecho para ser miembro del Comité de SaludPública... Esto parecerá duro; pero es todavía más duro para un patriotaque, después de dos años, hayan sido muertos cien mil hombres por

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traición y debilidad: justamente la debilidad hacia los traidores nos pierde.Hay quienes se enternecen por los hombres más criminales, por aquéllosque abandonan la patria al hierro del enemigo. En cuanto a mí, sólo meenternezco por la virtud infeliz, por el inocente oprimido, por la suerte deun pueblo generoso al que se mata con tanta perfidia.”

Robespierre fue, tanto como Carnot, “el organizador de la victoria”. Si elComité de Salud Pública pudo enrolar, equipar, armar y alimentar a catorceejércitos y guiarlos a la victoria (Fleurus es del 26 de junio de 1794), sólo loconsiguió gracias al enrolamiento masivo, a la requisición, al máximo y a lanacionalización de las fábricas de guerra. Fue posible poner en práctica todasestas medidas y lograr sus frutos sólo porque el gobierno revolucionariodisponía de la fuerza coactiva, de una autoridad sancionada por el Terror.Incorruptible animador del gobierno revolucionario, Robespierre fue por ellomismo el artífice de la independencia nacional.

LA VICTORIA Y SUS CONSECUENCIAS

Un mes después de la victoria de Fleurus, Robespierre y sus amigos caían; elgobierno revolucionario no los sobrevivió: el 9 termidor (27 de julio de 1794)señaló el comienzo de la reacción inevitable. En efecto, la caída del gobiernorevolucionario sostenido por el pueblo, pero de orientación burguesa, estabainscripta en la marcha de la historia: una vez afirmada la victoria, estallaron lascontradicciones. Formada por elementos diversos, sin constituir una clase y,por ende, desprovista de conciencia de clase, la base social del gobiernorevolucionario se disgregó en la primavera de 1794, a punto de lograr susfines. Los jacobinos no podían darle la estructura necesaria: tampoco ellosconstituían una clase, y menos un partido de clase, estrictamente disciplinado,que pudiera ser un instrumento eficaz de acción política. El régimen del año IIse basaba en una concepción espiritualista de las relaciones sociales y de lademocracia; las consecuencias de esto le fueron fatales. De su educación enel colegio, Robespierre había recibido una formación espiritualista, su culturacientífica era nula. Discípulo de Rousseau, sentía horror por el sensualismo deCondillac y más todavía por el materialismo de filósofos como Helvecio, cuyobusto hizo destrozar en los jacobinos. Robespierre creía en la existencia deDios, en la del alma, en la vida futura: su declaración a los jacobinos del 26 demarzo de 1792 no dejaba ninguna duda sobre este punto. Al establecer el cultodel Ser Supremo, con su informe del 18 floreal del año II (7 de mayo de 1794),Robespierre actuó al mismo tiempo por convicción personal y como políticopreocupado por dar al pueblo un culto que guiase los hábitos y consolidase lamoral.

“Para el legislador –declaró– todo lo que es útil al mundo es bueno en lapráctica, es la verdad... La idea del Ser Supremo es una exigenciaconstante de la justicia: ella es, pues, social y republicana.”

En las circunstancias imperantes en la primavera del año II, la creación delculto del Ser Supremo tendía también a otro fin: consolidar en una misma fe launidad de las diversas categorías sociales, hombres de la Montaña, jacobinos,sans-culottes, que habían sostenido al gobierno revolucionario y a quienes los

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antagonismos de clase empujaban entonces a unos contra otros. Incapaz deanalizar las condiciones económicas y sociales, Robespierre creía en laomnipotencia de las ideas y los reclamos de la virtud. El cálculo resultó errado.El culto del Ser Supremo fue causa de una nueva lucha: tanto los partidariosde la descristianización violenta como los partidarios del laicismo total delEstado no perdonaron a Robespierre el decreto del 18 floreal.

Su concepción del mundo y de la sociedad dejaba a Robespierre desarmadoante las contradicciones que se afirmaron en la primavera de 1794. Elmovimiento revolucionario se debilitó, sin que él pudiese realizar un análisispreciso de esta degeneración. “La revolución está congelada”, decía Saint-Just, pero sin explicarse las razones. El gobierno revolucionario se separó delas masas y pronto pareció estar suspendido en el vacío. Robespierre era unhombre de gabinete y de club, no tenía la experiencia directa de las masas, yno parece haber prestado suficiente atención al problema de las relacionesentre el movimiento popular y el gobierno revolucionario. Justamente porefecto del éxito popular, en la primavera y el verano de 1793, los sans-culottesvieron diluirse sus cuadros. Muchos militantes de las secciones parisinas,aunque no se movieron solamente por ambición, consideraban la obtención deun cargo como la legítima recompensa a su devoción. Por otra parte, laeficacia del gobierno revolucionario dependía de esto. En el otoño de 1793, fuenecesario depurar las administraciones y poblarlas de buenos patriotas. Perose manifestó entonces un nuevo conformismo. A este respecto, es significativoel ejemplo de los comisarios revolucionarios de las secciones parisinas.Provenientes de los medios más populares y ardientes de los sans-culottes,constituyeron en su origen el sector más combativo del personal político debase. El éxito mismo de, su tarea exigía que percibiesen un salario. Así,durante todo el año II, muchos militantes se convirtieron en funcionarios tantomás dóciles cuanto más temían perder la ventaja adquirida. Tal evoluciónderivaba necesariamente del agravamiento de las luchas sociales ynacionales, en el interior del país y en las fronteras: era menester, para laindependencia de la nación y la salvación de la revolución, que los másconscientes de los sans-culottes ingresaran al aparato estatal. PeroRobespierre y el gobierno revolucionario asistieron ciegos e impotentes a lasconsecuencias de este proceso de burocratización. En la primavera del año IIse comprobó que la actividad política de las organizaciones seccionales debase disminuyó; la democracia en las secciones se debilitó, a la par que separalizaron poco a poco el espíritu crítico y la combatividad de las masas, yque disminuyó el control popular sobre el gobierno revolucionario, cuyastendencias autoritarias se reforzaron gradualmente. Entre el gobiernorevolucionario y el movimiento popular que lo había llevado al poder se insinuóuna contradicción insuperable. Así, se preparó el camino para Termidor.

LA CRISIS DE TERMIDOR

La crisis política de julio de 1794 presenta múltiples aspectos. Mientras ladictadura jacobina se concentraba y se reforzaba en las manos del gobiernorevolucionario, su base social se limitaba cada vez más solamente a París, ysu base política a la Convención. La división de los dos comités gubernamentales

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y la disolución del Comité de Salud Pública fueron los últimos elementos queprecipitaron la crisis. En los primeros días de termidor, la disgregación delgrupo de la Montaña se agravó, en la Convención. La oposición se habíareunido en torno a los representantes vueltos de sus misiones, yparticularmente en torno a los terroristas depredadores que se sentíanamenazados: Carrier, Fouché y, sobre todo, los prevaricadores Barras, Frérony Tallier. Se había reconstituido la facción de los corrompidos. Ésta se apoyóen el nuevo grupo de los indulgentes, los cuales aprovechaban la victoria parapedir el fin del Terror, y en la Llanura, que había aceptado el gobiernorevolucionario sólo como expediente temporario. No teniendo ya que temeruna “jornada”, ahora que el movimiento popular estaba aplacado y domesticado,¿qué razón podía tener la Convención para seguir tolerando la tutela de losComités? Entre la Convención impaciente por sacudirse el yugo y los sans-culottes parisinos irreductiblemente hostiles, el gobierno revolucionarioquedaba aislado. Al dividirse los comités de gobierno, consumaron su ruina.

El Comité de Seguridad General, que dirigía su represión, soportaba de malagana las ingerencias del Comité de Salud Pública, sobre todo de su oficinapolicial, dirigida por Saint-Just y controlada per Robespierre. Constituido porhombres inexorables, como Hamart, Vadier y Voulland, cuyo espíritu seacercaba a la tendencia “hebertista”, quería prolongar el Terror, del cualdependía su autoridad, mientras que Robespierre tenía sin duda la intenciónde atenuarlo. El fin de la descristianización y el culto al Ser Supremo era paraellos, de ideas ateas, motivos suplementarios de recelo contra Robespierre.Excepto Lebas y David, le eran particularmente hostiles, tanto por motivospersonales como de principios. El Comité de Salud Pública habría neutralizadofácilmente esta oposición, si hubiese permanecido unido. Pero la división seinsinuó en el gran Comité. Robespierre por sus méritos eminentes, se habíaconvertido en el verdadero jefe del gobierno ante los ojos de la Franciarevolucionaria. No tenía ninguna consideración por las susceptibilidades desus colegas, era tan severo con los otros como consigo mismo, no trababaamistades y conservaba hacia la mayoría una reseña distante que podíaparecer cálculo o ambición. Esta acusación, ya lanzada contra el incorruptiblepor los girondinos y luego por los cordeleros, fue retomada en el Comité mismopor Carnot y Billand-Varenne, quien declaró a la Convención, el 1° floreal delaño II (20 de abril de 1794):

“Todo pueblo celoso de su libertad debe ponerse en guardia contra lasvirtudes mismas de los hombres que ocupan cargos eminentes.”

A la diversidad de temperamentos y a los conflictos de jurisdicción (Carnot tuvoviolentos altercados con Saint-Just y se irritaba por las críticas de Robespierrea sus planes militares), se agregaba la divergencia de las orientacionessociales. Carnot y Lindet, hombres de la Llanura unidos a la Montaña, eranburgueses conservadores; no toleraban la economía dirigida y rechazaban lademocracia social tal como la concebía Robespierre. Irritado y amargado porlas torvas maniobras del Comité de Seguridad General, donde Vadier ridiculizóel culto del Ser Supremo y hasta al mismo Incorruptible, a propósito deCatherine Théot, una anciana que pretendía ser “la madre de Dios”,Robespierre dejó de asistir a las sesiones del Comité a mediados de mesidor.Su alejamiento favoreció a sus adversarios.

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El intento de reconciliación de los dos Comités de gobierno, reunidos en sesiónplenaria el 4 y el 5 termidor del año II (22 y 23 de julio de 1794), fracasó. Losmiembros de los Comités se daban cuenta de que si no se restablecía elacuerdo, el gobierno revolucionario no podría mantenerse y resistir la ofensivade los corrompidos y de los nuevos indulgentes. Pero si bien Saint-Just yCouthon se prestaron a la conciliación, Robespierre se negó a ella: quisoromper definitivamente la alianza sellada entre sus adversarios de la Montañay de la Llanura, que lo había sostenido hasta ese momento. Robespierredecidió llevar el conflicto ante la Convención. Esto significaba convertirla enjuez del mantenimiento del gobierno revolucionario en el momento en que seafirmaba la victoria exterior y en que el peligro de una presión popular parecíadefinitivamente eliminado. Robespierre asumía un gran riesgo, al descubierto.Si la Convención se negaba a seguirlo, sólo podía apelar a la Comuna y a lassecciones parisinas, pero no se hizo nada para preparar su acción. De haberloquerido, ¿habría podido hacerlo en pocos días? Después de germinal, elgobierno y la Comuna robespierristas se habían dedicado a destruir loscuadros del movimiento popular y a inculcar a los sans-culottes parisinos unsentimiento de lealtad hacia la Convención y sus Comités. Y los militantes delas secciones eran tanto menos proclives a levantarse en una nueva jornadacuanto que sus quejas contra la Comuna y el gobierno eran muchas. El 8termidor (26 de julio de 1794), Robespierre atacó a sus adversarios ante laConvención. Arrojó sobre ellos, terroristas de presa disfrazados de indulgentes,la culpa por los excesos del Terror. Pero al negarse a dar los nombres de losdiputados a los que acusaba, selló su propio fin: todos los que tenían algo quereprocharse se sintieron amenazados. Releamos este último discurso deRobespierre, que constituye su testamento político:

“Pueblo, recuerda que si en la República la justicia no reina con imperioabsoluto y si esta palabra no significa el amor por la igualdad y por lapatria, la libertad es sólo un nombre vano. Pueblo temido, adulado ydespreciado; soberano reconocido, tratado siempre como esclavo,recuerda que allí donde la justicia no reina, reinan las pasiones de losmagistrados, y que el pueblo ha cambiado de cadenas, no de destino...

“Sabe que todo hombre que se eleve para defender la causa de la moralpública será abrumado de vejaciones y proscripto por los bribones; sabeque todo amigo de la libertad se encontrará siempre entre un deber y unacalumnia; que aquellos que no pueden ser acusados de traición seránacusados de ambición; que la influencia de la probidad y de los principiosserá comparada con la fuerza de la tiranía y la violencia de las facciones;que tu fe y tu estima serán títulos de proscripción para todos tus amigos;que los gritos del patriotismo oprimido serán considerados gritos desedición y que, no osando atacarte en masa a ti mismo, se te proscribiráparticularmente en la persona de todos los buenos ciudadanos, hasta quelos ambiciosos hayan organizado su tiranía...

“Estoy hecho para combatir el delito, no para gobernarlo. No ha llegado eltiempo en que los hombres de bien puedan servir impunemente a lapatria: los defensores de la patria serán proscriptos, mientras domine lahorda de los bribones.”

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Al anochecer del 8 termidor, mientras Robespierre era aplaudido por losjacobinos releyendo su discurso, y mientras los Comités permanecían en laindecisión, sus adversarios actuaban. El complot fue urdido en la noche entrelos dirigentes que desde hacía tiempo tramaban la ruina de Robespierre y laLlanura, a la que se prometió poner fin al Terror: coalición de circunstancia,cuyo único vínculo fue el temor.

El 9 termidor del año II (27 de julio de 1794) la sesión de la Convención seinició a las 11. Al mediodía Saint-Just tomó la palabra. Desde ese momentotodo se desarrolló rápidamente. La táctica de obstrucción llevada por losconjurados cerró implacablemente la boca a Saint-Just y a Robespierre. En eltumulto, se dejó oír una última frase del Incorruptible:

“¿Con qué derecho el presidente protege a los asesinos?”

El bullicio continúa. Pero el diputado, Louchet, propone contra Robespierre eldecreto de acusación, que es votado unánimemente y en un desordenindescriptible. Agustín Robespierre pide que se le permita compartir la suertede su hermano. Couthon y Saint-Just están comprendidos en la acusación.

“La República está perdida –grita Robespierre–, los bribones triunfan.”

Los espectadores de las tribunas abandonan la Convención y llevan la terriblenoticia a las secciones. Todavía no son las 2 de la tarde. El intentoinsurreccional de la Comuna robespierrista de París fue mal organizado y maldirigido. Advertido desde antes de las 3, el alcalde Fleuriot-Lascot y el agentenacional Payan invitaron a los miembros del Consejo General a dispersarsepor las secciones para hacer batir generala y echar a sonar las campanas.Hacia las 6, todos los militantes estaban alertados y las secciones preparadas.Pero sólo 16 secciones de 48 enviaron destacamentos de guardias nacionalesa la Comuna, en la plaza de Grève: se manifestaban así las consecuencias dela represión, después de germinal, de los cuadros de las secciones. Sinembargo, las compañías de artillería, vanguardia de los sans-culottes, dieronprueba de mayor iniciativa revolucionaria que los otros batallones: hacia las 10de la noche, las autoridades insurreccionales disponían de 17 compañías deartillería de las 30 que se hallaban en la capital, y de 32 cañones, mientras quela Convención no controlaba más que la compañía de guardia. Durante variashoras la Comuna robespierrista dispuso de una aplastante superioridad deartillería. Ventaja decisiva, pero no se encontró a nadie que asumiese elmando.

Robespierre y los diputados sobre quienes caía el decreto de arresto fueronconducidos a diversas prisiones y luego liberados por los funcionarios depolicía de la Comuna. Se reúnen en el Hotel de Ville. Discuten, vacilan. LaConvención, mientras tanto, retoma el control y declara fuera de la ley a losdiputados rebeldes. Barras se encarga de reunir una fuerza armada; lassecciones moderadas apoyan esta iniciativa. Los guardias nacionales y losartilleros reunidos ante la sede de la Comuna están sin instrucciones y sinaprovisionamiento. Pronto circula el rumor de que Robespierre está fuera de laley. Poco a poco, la plaza de Gréve va quedando desierta.

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Son las 2 de la mañana. Una columna conducida por Léonard Bourdon llega ala plaza casi desierta, penetra sin combatir en el Hotel de Ville e irrumpe en laSala de la Igualdad, donde los robespierristas están reunidos para deliberar.Lebas se suicida de un pistoletazo. El joven Robespierre se lanza por unaventana. Saint-Just se deja arrestar sin oponer resistencia; Couthon,brutalmente arrojado por la escalera, queda gravemente herido. Robespierrese tira un pistoletazo en la boca y se rompe la mandíbula. La Comunainsurreccional había sido vencida sin combatir.

El 10 termidor (28 de julio de 1794), a la noche, Robespierre, Saint-Just y 19de sus partidarios fueron guillotinados sin proceso. Robespierre, el último. Aldía siguiente le tocó el turno a un grupo de 71, el más numeroso de laRevolución. La responsabilidad de la derrota, si se examina el intentoinsurreccional, corresponde a los jefes de la Comuna de París, a losrobespierristas y al mismo Robespierre, que no supieron actuar a tiempo. Apesar del refuerzo del aparato gubernamental, a pesar de la defección demuchas autoridades de las secciones, ya que desde hacía tiempo que serefrenaba a los comités revolucionarios, los sans-culottes habían acudido pormiles a la sede de la Comuna. Si esto fue en vano, la responsabilidad fue deRobespierre y sus amigos, que esperaron el golpe de gracia, en lugar deabandonar la plaza de Grève y ponerse a la cabeza de los combatientes de las“jornadas” para marchar sobre la Convención. Pero, remontándonos más atrásaún, la necesidad histórica del 9 termidor estuvo dada por las contradiccionesmismas del movimiento revolucionario y, en particular, del robespierrismo.Robespierre pereció víctima de las contradicciones de su tiempo y de lassuyas propias. Le faltó una exacta comprensión de las necesidades históricas.Supo dar una justificación teórica al gobierno revolucionario y al Terror, peroquedó desarmado frente a las realidades económicas y sociales de su tiempo.

Frente a la aristocracia, Robespierre fue el combatiente de la revoluciónburguesa y de la independencia nacional. Pero sus orígenes, su formación ysu sensibilidad lo llevaron a combatir desde una posición sumamente riesgosa,ya que trataba de conciliar los intereses de la burguesía dirigente y los de lasclases populares, sin las cuales la revolución no podía triunfar sobre laaristocracia y sobre la coalición. De aquí los diversos esfuerzos por fundar unarepública igualitaria, cuando todo llevaba a la concentración de la riqueza y delpoder en manos de la burguesía. Así puede medirse el antagonismoirreductible que puede haber entre las aspiraciones de un hombre o de ungrupo social y la situación histórica objetiva.

Sean cuales fueren las causas del fracaso, la tentativa del año II tuvo el valorde un ejemplo. Después de más de 150 años, aún exalta a unos o concentra elodio de los otros. Pero, más allá de los conflictos y las controversias, surgefinalmente poco a poco la verdadera figura del Incorruptible, cuyo solo nombrees símbolo del amor al pueblo y de la devoción a su causa.

“Pocos días después de termidor –escribe Michelet en su Historia de laRevolución Francesa– un hombre que vive aún y que tenía por entonces10 años fue llevado por sus padres al teatro; a la salida, admiró la largafila de brillantes carrozas, que vio con asombro por primera vez.

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Hombres en chaqueta y con el sombrero en la mano decían a losespectadores que salían: ¿Queréis una carroza, patrón? El muchacho nocomprendía estas palabras nuevas y se las hizo explicar. Se le dijosolamente que había habido un gran cambio debido a la muerte deRobespierre.”

BIBLIOGRAFÍA

A. Soboul, Historia de la Revolución Francesa, Buenos Aires, Futuro, Codilibro;J. Michelet, Historia de la Revolución Francesa, 3 t., Buenos Aires, Argonauta;A. Thiers, Historia de la Revolución Francesa, 12 t., México, Nacional; T.Carlyle, Los héroes y la Revolución Francesa, Barcelona, Mateu; H. Taine, Lesorigines de la France contemporaine, 6 vol., París (en español agotado); A.Aulard, Histoire politique de la Révolution, París, 1901, 5a ed., 1921; J. Jaures,Histoire socialiste de la Révolution Française, París, 1901-1904, nueva ed. acargo de A. Mathiez, 1922-24, 8 vol. (agotado en español); G. Lefevbre, LaRevolución Francesa y el Imperio (Breviario 151) , México, Fondo de CulturaEconómica; id., El gran pánico de 1789, Buenos Aires, Paidós; J. Godechot,Les Institutions de la France sous la Révolution et l’Empire, París, 1951; E.Labrousse, «La crise de l'économie francaise à la fin de l’Ancien Régime et audébut de la Révolution», París, 1943; A. Mathiez, La vie chére et le mouvementsocial sous la Terreur, París, 1927.

Esta bibliografía puede ampliarse consultando el apéndice al libro de A. Soboulcitado en primer término.

Bibliografía específica sobre Robespierre: Ouevres de M. Robespierre,publicadas por la “Société des études robespierristes”, en particular losDiscours, bajo la dirección de G. Lefebvre, M. Bouloiseau y A. Soboul, vols. I,II, III, IV (hasta el 27 de julio de 1793) , París, 1951, 1952, 1954 y 1958; vol.V, de próxima publicación: Robespierre, Textes choisis, París, 1956, 2 vols.; E.Hamel, Histoire de Robespierre, París, 1865, 3 vols.; J. M. Thompson,Robespierre, Oxford, 1935, 2 vols.; G. Walter, Robespierre, París, 1936-39, 3vols.; F. Korngold, Robespierre e il Quarto Stato, trad. ital., Turín, 1948; J.Massin, Robespierre, París, 1956 (es la mejor b iograf ía) ; M. Bouloiseau,Robespierre, París, 1957; A. Mathiez, Etudes sur Robespierre, prefacio de G.Lefebvre, París, 1958; M. Robespierre (1758-1794) , recopilación deensayos, bajo la dirección de W. Markov, prefac io de G. Lefebvre, Berlín,1958, 1961; Bicentenaire de la naissance de Robespierre (1758-1958) ,Nancy, 1958; A. Mathiez, Robespierre terroriste, París, 1921; A. Soboul,Robespierre et les sociétés populaires, en “Annales historiques de laRévolution Française”, 1957, páginas 193-213. Sobre Saint-Just, ver Frammentisulle istituzioni repubblicane, a cargo de A. Soboul, Turín, 1952; E. M. Curtís,Saint-Just, Colleague of Robespierre, Nueva York, 1935; A. Ollivier, Saint-Justet la force des choses, París, 1954.

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